María López Villarquide's Blog, page 10
February 26, 2023
Apuntes del señor Dama
Apuntes del señor Dama. Franziska zu Reventlow. Trad. Alberto Gordo. Cádiz: Firmamento, 2023.
FiestónMe colma de empatía descubrir el detalle de la muerte de la autora de este libro, en un accidente de bicicleta en Locarno (Suiza) a los cuarenta y siete años. Pobre criatura: si es lamentable tener que aprender a montar en bicicleta superada la treintena y en un pueblo montañes de la suiza más alemana, como me sucedió a mí, más triste es, sin duda, matarse en un accidente subida al mismo medio de transporte en ese mismo país. Lo siento terriblemente por ella y, en un mediocre intento de ejercicio de transverberación de almas escojo su libro y me lo leo.
Apuntes del señor Dama narra la farra, la parranda, el fiestón intelectual en el barrio de Schwabig, en Munich, a principios del siglo XX. Con la premisa de una carpeta de notas que el susodicho señor Dama le entrega a los improvisados editores (unos señores a quienes conoce en un viaje) se cuenta lo que hacía esa gente tan especial antes de que todo estallara en mil pedazos durante la Primera Guerra Mundial, con él como testigo más bien pasivo que se ha colado en algunas de esas reuniones.
La guía de personajes al final del libro ayuda a identificar cada uno de los que intervienen con nombre ficticio con aquel con el cual se corresponden en la realidad (entre ellos está, claro, la propia autora) y el sarao, en su conjunto, resulta muy entretenido.
Vemos que a esta gente le daba por hablar mucho y organizar bacanales y experimentos de magia negra (o blanca, según tuviesen el día) y el narrador asiste a sus encuentros algo desencajado y prudente, para luego tomar notas con la vana ilusión de escribir una novela.
La novela no la escribe pero las notas, al final, resulta que son el libro en sí, como le sucedía a Jonathan Harker en Dracula o al Victor Frankenstein de Frankenstein.
Una fiesta.
February 21, 2023
Un hombre del norte
Un hombre del norte. Arnold Bennett, trad. Ricardo Bestué. Madrid: Belvedere, 2017
TransmediaAyer a media mañana me tomé un pincho de tortilla con mi amiga Laura. Los pinchos de media mañana sientan muy bien y son inspiradores, dan energía para afrontar obstáculos y alegran el estómago un ratito. Los recomiendo.
Hacía meses que no veía a mi amiga y en el ratito que nos duró el tentempié nos dio tiempo a ponernos al día de nuestros asuntos y también a reflexionar sobre el futuro que nos espera.
También sobre el pasado, porque no va a volver y porque es hora de afrontar esa realidad.
Laura escribe una tesis sobre narrativas «transmedia» y, sin tener todavía muy claro lo que es, yo le doy todo mi apoyo: las tesis doctorales lo merecen.
«Es curioso» me decía Laura, «cuando te paras a pensar en que el mundo ha cambiado tanto en tan poco tiempo: proporcionalmente, en los próximos veinte años todo puede ser radicalmente diferente de cómo es ahora… y de niñas parecía que siempre había sido igual». Ante verdades aplastantes como esa, yo le decía que lo duro (durísimo) es reconocer que nada volverá a ser como antes de que existiese internet.
Nada.
Que vemos películas de los noventa en donde la gente se llama a teléfonos fijos y toma fotografías analógicas, buscan información en archivos de bibliotecas y compran discos para escucharlos en casa y se nos hace un nudo en el estómago de nostalgia y ternura.
Sin embargo, termino de leer la primera novela de Arnold Bennett (Hanley, Reino Unido, 1867 – Londres, Reino Unido, 1931), escrita y ambientada en 1898, que narra las ilusiones y decepciones de un joven de pueblo que sueña con convertirse en escritor en la gran ciudad y el nudo se me afloja un poco.
Un hombre del norte se inspira en la vida de su autor: sus recuerdos adolescentes arman el argumento de una novela de escasas doscientas páginas que son un verdadero bálsamo para la ansiedad existencial: reconocerse en Richard Larch puede que le cueste al lector el mismo esfuerzo que zamparse un pincho de tortilla a media mañana; los anhelos del protagonista por escribir novelas y ser lo suficientemente famoso como para que las mujeres caigan rendidas a sus pies son simpáticos, alguno habrá que también viva de ilusiones semejantes, no me cabe duda, pero la autenticidad de la envidia, los celos y el amor que siente… eso es común a todos.
Richard Larch maldice a los que tienen novia porque a él lo abandonan (mujeres libres e independientes en 1898, las había) y aunque monta en cabriolés, le da la misma vergüenza que a cualquiera de nuestros contemporáneos, si la camarera con quien flirteaba antes lo vea ahora del brazo de otra chica el día que regresa a su restaurante. Él admira al señor mayor que escribe, que publica y que le recomienda lecturas, él envía artículos a las revistas y se los rechazan, él cuenta las palabras de cada jornada de trabajo en su escritorio (sin procesador de textos, ojo).
Él existe.
Él es un personaje exactamente igual que los de ayer y que los de hoy. Esperemos, Laura, que siga siéndolo dentro de veinte años.
February 13, 2023
El último día de la vida anterior
El último día de la vida anterior. Andrés Barba. Barcelona: Anagrama, 2023
Remanente«Un evento terrible condenado a repetirse una y otra vez, un instante de dolor, quizá algo muerto que parece por momentos vivo aún, un sentimiento suspendido en el tiempo como una fotografía borrosa, como un insecto atrapado en ámbar. Un fantasma ese soy yo».
El espinazo del Diablo, Guillermo del Toro, 2001
Puede sonar torpe, sonará ignorante casi seguro, pero la primera vez que escuché la palabra «remanente» y le di significado fue durante un curso de formación como dependienta en unos grandes almacenes. Me explicaban el funcionamiento de la caja y el procedimiento protocolario de la empresa para abrir y cerrar cada día; el remanente era, en ese momento para mí, la cantidad exacta de dinero que debía haber siempre dentro del cajón del efectivo, ni más ni menos: aquella suma que no variaba con independencia de las ventas.
El fondo de caja.
El remanente siempre estaba ahí y era nuestra obligación asegurarnos de que, aunque hubiéramos tenido la peor de las jornadas con devoluciones, siempre cerrásemos el día con la cantidad correcta. Si hacía falta, solicitábamos un ingreso, lo que fuera con tal de poder abrir al día siguiente encontrando esa misma cantidad.
Día tras día lo mismo.
Hace más de once años que ya no trabajo allí pero no creo que en esa empresa hayan cambiado mucho las cosas (no era su estilo) y el fondo de caja estoy segura de que sigue siendo el mismo.
Puede que esa repeticion constante de una información residual que no se borra, que se queda ahí detenida en el espacio y en el tiempo sea el tema del que trata el último libro de Andrés Barba.
La protagonista de El último día de la vida anterior se topa con el mismo niño cada vez que acude a una de las casas que muestra en su trabajo como agente en una inmobiliaria y sí, la tarea se repite, el chaval está atascado y algo no termina de resolverse.
Una historia de fantasmas.
Un cuento sobre los malos entendidos y sobre las dudas de la infancia.
Siempre, que nunca falten y si no hay suficientes habrá que pedir que se escriban más.
February 10, 2023
Lapvona
Lapvona. Ottessa Moshfegh, trad. Inmaculada C. Pérez Parra. Barcelona, Alfaguara, 2023
Lo universalSi me pidieran que definiese con una palabra la narrativa de Ottessa Moshfegh creo que escogería «cinismo». Por suerte nadie me lo ha pedido, aunque es cierto que yo tampoco pedí nunca que me explicaran si había alguna diferencia entre los temas que escogen las escritoras y los que escogen los escritores a la hora de ponerse a crear y aun así, una vez alguien me aclaró que ellas tendían a hablar de lo particular, mientras ellos se decantan por lo universal.
Si me pidieran que aclarase qué tipo de temas escogen Ottessa Moshfegh para esta novela diría que, por encima de todo, habla de lo universal.
Y se sirve para ello de altas dosis de puro y genuino cinismo de su propia cosecha, claro.
Lapvona, que es un área geográfica indeterminada y dentro de un período histórico que vagamente podríamos identificar como «los tiempos antiguos» es también el título de una novela que podría decirse que rompe con la trayectoria de lo que ha escrito su autora hasta la fecha, aunque no tanto.
Lapvona, al igual que La muerte en sus manos y, sobre todo, igual que Mi año de descanso y relajación es ácida como un limón y le saca punta a todo lo feo y todo lo malo del mundo en que vivimos, solo que no lo hace tomando a personajes actuales en una sociedad reconocible como la nuestra, sino que inventa y fantasea con el imaginario colectivo de lo que son los cuentos de hadas.
Por eso los protagonistas tiene nombres que recuerdan más a los personajes de Juego de tronos o El señor de los anillos que a los de una sitcom cualquiera, aunque les mueva la envidia, la pasión y la rabia contra sus progenitores como a todo hijo de vecino ayer, hoy y siempre.
¿Es posible que Ottessa Moshfegh hable de algo tan amplio y vago como la estructura social que se rige por creencias religiosas en cualquier punto de cualquier época como pueda ser la nuestra, por ejemplo?
Puede ser.
Yo me atrevo a decir que lo hace, además, de forma particularmente grotesca, agresiva y violenta.
Y no tiene nada de particular.
February 2, 2023
Reunión
Reunión. Natasha Brown. Trad. Inga Pellisa. Barcelona: Anagrama, 2022.
Por dentroNatasha Brown estudió Matemáticas en Cambridge, luego escribió este libro.
En Reunión una narradora expresa su decisión personal libre, autónoma y valiente de no someterse a las expectativas ni las necesidades de los otros y actuar como ella quiere, es decir: no actuar, no hacer, no contarlo.
El mayor conflicto de esta voz, que es la del personaje central de la «trama-no-trama» en esta «historia-no-historia» es enfrentarse a sus logros, a todo lo que ha conseguido con un esfuerzo y un trabajo que, aunque en el momento en que se inicia la novela es justamente reconocido y compensado, ella entiende que se lo debe a quienes tuvieron menos oportunidades antes de que ella siquiera existiese.
Natasha Brown escribió un libro sobre colonialismo y feminismo dentro de una sociedad que, generacionalmente, ya los ha dejado atrás aunque su pensamiento colectivo no lo haya hecho.
La voz narradora de Reunión se enfrenta a ese pensamiento y lo hace desde dentro, en su cabeza, sin decírselo a nadie más que a sí misma.
La voz narradora de Reunión no decide comprar flores ella misma como hacía Mrs. Dalloway antes de la fiesta, pero decide no actuar respecto a un tema importante que la vida le plantea y lo hace justo antes de acudir, también, a una fiesta.
January 29, 2023
Las caras
Las caras. Tove Ditlevsen. Trad. Blanca Ortiz Ostalé. Barcelona: Seix Barral, 2023
ContouringAgarramos el lápiz corrector de un tono más oscuro que nuestra piel y lo aplicamos sobre el hueco de mejilla, sobre la frente, a ambos lados de la nariz. Difuminamos. Aplicamos un tono beige muy claro, como de espectro lechoso, sobre los huesos más salientes del rostro, la nariz, la barbilla. Difuminamos. Iluminamos con un brillo en los puntos en que nos va a dar la luz, en las zonas en que se refleja, que parezca que nos hemos convertido en un delfín que acaba de salir del agua.
Ya está, es la cara correcta.
Todas similares.
Una más y a continuar.
Todas iguales a la anterior de acuerdo con la pauta establecida.
A la protagonista de esta novela esta técnica quizás la confundiera, pero la pobre hace tiempo que ha perdido el norte. Ella clasifica a las personas a su alrededor según la cara que han decidido ponerse, como si fuera posible intercambiarlas: se encuentra con alguien conocido y escudriña bajo las capas que separan a esa persona de la cara original que ella recuerda.
La vida a su alrededor se desparrama, se dispersa, ella, escritora, no logra producir una línea y su matrimonio se difumina con el contorno.
Leo Las caras de Tove Ditlevsen y me pasan dos cosas: que me confunde y que me entristece. Supongo que existen múltiples formas de aproximarse a la enfermedad mental a través de la escritura, infinitas maneras de contar la locura y que no todas consiguen su objetivo, que será, quizás, poner al lector en la piel del narrador que sufre esos pensamientos.
Este libro lo consigue.
Cada párrafo de Las caras termina con una frase que se enrosca con una imagen, un concepto que huele, se escucha o se ve claramente. La fuerza expresiva del texto de Tove Ditlevsen supongo que tiene mucho que ver con la poesía pero no lo sé. A mí me obliga a regresar todo el rato al comienzo de la página, del capítulo o de la propia novela. Termino la lectura con una profunda sensación de tristeza.
No tengo claro si es una buena experiencia pero en cualquier caso es un texto distinto a otros textos que recuerdo haber leído.
Creo que podría recomendarlo incluso a quienes no sepan nada de la vida de su autora: mejor si es así, no se dejen condicionar.
January 22, 2023
Un trabajo para toda la vida
Un trabajo para toda la vida. Rachel Cusk. Trad. Catlina Martínez Muñoz. Barcelona: Libros del Asteroide, 2023
Memoria de madreAl salir del cine después de ver la magnífica Aftersun (Charlotte Wells, 2022) agarro la emoción que me ha producido y la guardo en el bolso para pensar y tratar de ser objetiva: la película habla de muchas cosas y se acerca a rincones muy diferentes y poco frecuentes entre un padre y una hija pero, sobre todo, la historia que plantea se sirve del recurso del recuerdo y vuelve una y otra vez sobre él. Ojalá pudiéramos ser (más) conscientes, o acaso serlo todo el tiempo, de que lo que vivimos son los recuerdos que tendremos en el futuro, que la memoria se construye en el presente y que la pequeña cámara mental que Sophie utiliza para entrevistar a su padre cuando éste es reacio a responder a sus preguntas delante del dispositivo Panasonic está siempre encendida.
Luego leo el libro de Rachel Cusk que originalmente se publicó hace veintidós años y que trae ahora Libros del Asteroide a nuestras estanterías y busco en él algo parecido a lo que ya se ha convertido en tradición sobre maternidades y no maternidades literarias recientes (y no tanto): el estudio de campo Madres arrepentidas, la novela adaptada al cine Tenemos que hablar de Kevin, el testimonio terrorífico de Anna Starobinets en Tienes que mirar, el relato Virgin Soil, la película Una canta, la otra no y la novela de mi idolatrada Maggie O’Farrell La primera mano que sostuvo la mía. Hay mucho más pero esto es algo de lo que yo conozco y con lo que lo comparo. Descubro que poco tiene que ver, que se trata de un nuevo ejercicio de la autora para explayarse con hermosas reflexiones, en lo que supuso para ella el embarazo, el parto, la maternidad y la aceptación posterior de que todo haya pasado:
«La cuestión de qué es una mujer si no es madre ha quedado sustituida para mí por la de qué es una mujer si es madre; y qué es una madre, en realidad»
[pp. 75]
Lo primero que me llama la atención es el prólogo a la nueva edición y el prólogo a la original, en los que reivindica su derecho a expresar con su obra aquello que parece ofender a demasiada gente con la opinión floja: que Rachel Cusk escribe sobre el descalabro vital que acarrea tener hijos y que se pique quien coma ajos.
Lo segundo es cierto paralelismo entre lo que vive esa narradora cuando se enfrenta a un embarazo, como si fuera la única persona en el mundo que va a vivirlo y lo hiciera por primera vez, con la misma intensidad que manifestaba Javier Marías en Los enamoramientos para referirse a la sacudida del amor, individual y explosiva y, sin embargo, tan común y constante a todos los seres humanos.
Un trabajo para toda la vida retrata los apuntes mentales de su autora, sus vivencias recordadas y explicadas al hilo de las consecuencias, que cuanto más leía sobre la lactancia menos entendía lo que le estaba pasando, o que aprender a comunicarse con su bebé, esa pequeña parte de sí misma de la cual la han separado quirúrgicamente es un proceso tan inexplicable como natural, espontáneo y frustrante a la vez.
Tener las herramientas, supongo, no garantiza el éxito en la resolución del proceso ni muchísimo menos y lo veo en las madres que me rodean, tan pendientes algunas de hacerlo lo mejor posible, tan angustiadas otras por equivocarse en el intento, cuando desde mi lejanía como espectadora creo que no importa demasiado y que, en el caso de que importara, la pequeña cámara mental seguirá grabando para reproducir en el futuro aquello que se vivió de esa forma natural, espontánea y sí, frustrante a veces.
Supongo.
January 18, 2023
The Yellow Wallpaper
The Yellow Wallpaper
; Charlotte Perkins; 1899.
The aim of the publication:
Dealing with Charlotte Perkins’ own voice about her writing:
“… It is a description of a case of nervous breakdown beginning something as mine did, and treated as Dr. S. Weir Mitchell treated me with what I considered the inevitable result, progressive insanity…”[1]
On further reading, we may notice that this story speaks about illness, but also about some kind of “banishment” of a woman: the narrator becomes apparently mad, and it is not because of a feeble mind of her own that keeps on thinking about haunted houses, but because of the imposition of her husband (an important doctor) who insists on forbidding her all sorts of activities.
In her autobiography, Perkins describes the hard way her story has until it became published: editors told her that it was excessively “miserable and serious” to be used in a magazine, but they were excuses:
“…This was funny. The story was meant to be dreadful, and succeeded. I suppose he [the publisher] would have sent back one on the sane ground…”.
Although she finally got it published, she never received a cent for it until later publishers brought it out in book form, and very little then. Nevertheless, the story made a tremendous impression.
Perkins was frequently asked if the story was founded on fact and she always said all she decently could of her case as “foundation for the tale”. The real purpose for the story was to reach Dr S. Weir Mitchell, and convince him of the error of his ways. She sent him a copy but got no response. However, many years later she knew by a friend that the Doctor had changed his treatment of nervous postration since reading The Yellow Wallpaper.
Analysing the story:
By looking at the formal structure of the text, it could be divided into several pieces, according to its content: by using the first person narrator, the first paragraphs describe the situation of the woman, forced to stay at a bedroom on a big colonial mansion. This part takes until page 32, when includes the sentence:
“So I will let it alone and talk about the house”
By this attitude, the protagonist reveals certain disobedience against her husband, who doesn’t allow her to write a word in her notebook. The reader may perceive as well a touch of discomfort in the words of the narrator: she tries to demonstrate herself that the house is perfect and also that her husband is not wrong in his decision and treatment:
“If a physician of high standing, and one’s own husband, assures friends and relatives that there is nothing the matter with one but temporary nervous depression […] what is one to do?”.
The first moment in which is said that something wrong could be happening with the house takes place on page 32 as well:
“I don’t like our room a bit”.
The protagonist clearly shows her disappointment with the place in which she has been forced to remain, like a “punished bad girl” who needs to learn in order to become better.
Later on, a reference to suicide is also given, but in a subtle and hidden way; she is looking at the paper:
“… when you follow the lame uncertain curves for a little distance they suddenly commit suicide –plunged off at outrageous angles, destroy themselves in unheard of contradictions”.
Last paragraphs on page 33 deal with a detailed description of the wallpaper and its negative effect on the narrator: it is relevant to notice that she compares it, at first sight, with children’s world, actually a world that is close to the one of her own:
“The paint and paper looks as if boy’s school had used it […] I never saw a worse paper in my life […] No wonder the children hated it! I should hate it myself if I had to live in this room long”.
Two weeks seem to have passed and the protagonist now is considering her husband’s attitude towards her and her illness; there is a subtle ironic message in her discourse at this moment (page 34):
“John is away all day, and even some nights when his cases are serious. I’m glad my case is not serious! […] John does not know how much I really suffer […] I meant to be such a help to john, such a real rest and comfort, and here I am a comparative burden already! […] I suppose John never was nervous in his life…”
She: the depressive woman who is telling the story, is supposed to have nothing to do with her own recovery but follow directions her intelligent husband is giving to her. She is not capable to know what she is really feeling. She is like a child and needs adult vigilance.
Nevertheless, the reader can easily perceive that she does not really believe all that ideas and also that, by watching constantly the drawings on the yellow wallpaper, she will progressively project her own feelings and fears on it.
Page 35 includes some sentences related to this before mentioned parallelism between narrator’s thoughts and the figures she appreciates on the wall; just after she had mentioned the opposition of her husband to her desire of receiving some visit from their relatives, the paper seems to communicate to her:
“I wish I could get well faster […] This paper looks to me as if it knew what a vicious influence it had! There is a recurrent spot where the pattern lolls like a broken neck and two bulbous eyes stare at you upside down. I get positively angry with the impertinence of it and the everlastingness…”
Maybe she perceives her own husband’s enclosement towards her illness: she fears for what could happen if she refused his recommendations and consequently, became a rebel woman against men’s impositions.
The following perceptions on the wall will be related to darkness and ambiguity: as if she really does not want to believe her own theories of disagreement. On page 36:
“This wallpaper has a kind of subpattern in a different shade, a particularly irritating one, for you can only see it in certain lights, and not clearly then. But in the places where it isn’t faded […] I can see a strange […] sort of figure, that seems to skulk about behind that silly and conspicuous front design. There’s sister on the stairs!”
That paragraph deals with another interesting idea: the fact that John’s sister always appears unexpectedly, forcing the narrator to stop abruptly her writings in order not to make her known about, like a shadow in the pattern, or a hidden figure in the yellow paper…
Next lines are centered on a sort of resignation the narrator assumes, by keeping watching the wall and studying their drawings, although she hates that. But suddenly, there is an image used to compare the pattern with her life that may upset the reader. On page 39 and 41:
“It is always the sane shape, only very numerous. And it is like a woman stooping down and creeping about behind that pattern. […] I didn’t realize for a long time what the thing was that showed behind, that dim sub-pattern, but now I am quite sure it is a woman”
The protagonist finds herself reflected on the woman figure of the pattern, behaving like that figure is supposed to behave, hiding in the darkness and being “a good girl” during the day, but showing a “dark side” at night. Page 41:
“By daylight she is subdued, quiet. […] he [John] started the habit by making me lie down for an hour after each meal. It is a very bad habit I am convinced, for you see I don’t sleep. And that cultivates deceit, for I don’t tell them I’m awake –O no! […] It strikes me occasionally, just as a scientific hypothesis, -that perhaps it is the paper!”.
Since this moment and until the end of the story, the protagonist will progressively coming to reach the conclusion that she has been absorbed by the wallpaper, and will not let anybody to take part of it, such as if it was hers. On page 41:
“I have watched John when he did not know I was looking, and come into the room suddenly on the most innocent excuses, and I’ve caught him several times looking at the paper! And Jennie too. I caught Jennie with her hand on it once […] I am determined that nobody shall find it out but myself!”.
The obsession with the paper increases until the end of the story, when the protagonist definitely transfers her sufferings to it and, consequently, puts her efforts on fighting against it: it will not only be the color or the design, but also the smell[2] which traps her inside that imagined world of confusion. Page 42:
“But there is something else about that paper –the smell! […] whether the windows are open or not, the smell is here”.
Once the figure of the woman has been clearly identified in the wall, the narrator also discovers it as a moving one, or even a group of not quiet women:
“The front pattern does move –and no wonder! The woman behind shakes it! Sometimes I think there are a great many women behind, and sometimes only one, and she crawls around fast, and her crawling shakes it all over. […] They get through, and then the pattern strangles them off and turns them upside down, and makes their eyes white!…”.
The last part of the story becomes more violent until it reaches the end: a real fight against woman and paper, that finally wins the woman but completely insane, believing she is the haunted creature of the pattern and doing what is in her hands to get out of there, and become free. Page 47:
“’I’ve got you at last,’ said I, in spite of you and Jane! And I’ve pulled off most of the paper, so you can’t put me back!’ Now why should that man have fainted? But he did, and right across my path by the wall, so that I had to creep over him every time!”.
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[1] The Living of Charlotte Perkins Gilman. An Autobiography by Charlotte Perkins Gilman (Introduction by Ann J. Lane); USA, Wisconsin; The University of Wisconsin Press; 1990. [119].
January 16, 2023
The Madwoman in the Attic (1st approach)
The Madwoman in the Attic. The Woman Writer and the Nineteenth-Century Literary Imagination. Sandra M. Gilbert and Susan Gubar. With an Introduction by Lisa Appignanesi. London: Yale University Press, 2020
Shut up!I know you: you’ve been living in my attic since I can remember. You tiny little mad lady have been living there forever. You think you know me but you don’t.
Dear tiny little crazy lady: be quiet, please.
If I’ve chosen this book is because it’s a classic, actually: it’s the classic among the classics on feminist literary theory. The Madwoman in the Attic grabs the tradition in nineteenth English literature and operates its magic while analysing terrible truths on it: how women are depicted, why and by whom; it also entails the role of women writers in those years. The Brontës, Jane Austen, George Eliot, George Gissing, Emily Dickinson, Charlotte Perkins Gilman… they’re all there and each one carries its own tiny little lady inside.
Well, some of them carried a huge one; that’s the case of Emily Dickinson.
Emily starved on purpose: she wanted to disappear completely, to stop being noticed; her «monstruous woman» inside forced her to eat:
«hardly at all, confining herself to a single room, engaging in fewer and fewer relations. I’m nobody! she writes in 1861″
[Introduction by Lisa Appignanesi, page XV]
The book is divided into 16 chapters and I’m finishing the fourth. Up to now I’ve met the real plot on Little Snow White:
«which Walt Disney entitled Snow White and the Seven Dwarves, should be called Snow White and her Wicked Stepmother, for the central action on the tale ⏤indeed, its only real action⏤ arises from the relatuonship between these two women»
[page 36]
also considered the difference between these days in literary history and the period in which the book was written, for it indicates that:
«the female poet does not experience the anxiety of influence in the same way that her male couterpart would, for the simple reason that she must confront precursors who are almost exclusively male, and therefore significantly different from her»
[page 48]
Needless to say that I write and I work on a bookshop. Chances are: my «anxiety of influence» keeps on growing day after day. It feeds you, my tiny little lady. It makes you bigger and powerful. For I try to focus on the text but you keep on talking, criticising, scrutinizing my thoughts «these are right but these are wrong», «compare yourself with them all, the good and the bad, overthink, fail, suffer» you say, and there is no way to keep you away.
Just don’t be mad, woman: come down from the attic and leave me alone so I can finish my book, would you?.
Thank you so much.
January 12, 2023
Acqua alta
Decía una vez Leonor Watling en una entrevista que uno de sus vicios confesables y más incontrolables consiste en comprarse libretas, que ella llega a una papelería y se vuelve loca revolviendo entre diferentes gramajes de papel, cuadrículas y hojas pautadas, espirales, encuadernaciones cosidas y blocs, aseguraba que disfruta mucho llevándose a casa libretas. Una vez le cobré una y doy fe de que no mentía, me dijo «tenéis la tienda que es un auténtico campo de minas ¡me lo quiero llevar todo!». Sonreí, era cierto, era una librería repleta de cachivaches atractivos para amantes del buen papel.
A mí me sucede algo parecido.
Yo compro libretas, me dejo llevar por sus cantos de sirena creativa y pago por cientos de cuartillas cosidas y envueltas en cubiertas de lindos colores. Me encanta. Luego las guardo todas en el mismo estante y las miro de vez en cuando: a veces abro una y me digo «vamos a comenzar con una cita de esto que estoy leyendo que me ha llamado la atención», pero en cuanto escribo siento que he profanado la belleza impecable de ese conjunto de papeles tan preciosamente recortados, que ya no volverá a ser la libreta nueva que una vez decidí traerme a casa y entonces, movida por un sentimiento de culpa terrible ya escribo en ella cualquier cosa, desde la lista de la compra a un garabato explicativo de cómo llegar al restaurante que me han recomendado desde el metro más cercano cuando mi interlocutor no me entiende. Lo que sea.
Es por esto que, hace un tiempo, decidí conservar mis libretas impolutas hasta que verdaderamente considerara que había llegado el momento de, digamos, «estrenarlas» con una nota que realmente valiera la pena. Todas aguardan su ocasión gloriosa pacientes, ordenadas en la misma balda.
Esperan su momento.
Mi momento.
El otro día estuvo a punto de suceder.
Tuve una idea, arrastrada por la lectura de otra mucho más brillante que la mía en un libro que me regalaron estas navidades y consideré la posibilidad de agarrar mi libreta de cubiertas jaspeadas para inmortalizarla. Esa libreta la había comprado en Venecia, en una librería que se inunda un par de veces al año durante la llamada «acqua alta», fenómeno que consiste en la crecida del mar unos noventa centímetros por encima del nivel habitual con el descalabro consiguiente en comercios, viviendas y lugares de interés turístico de la ciudad. La librería se llama así, Acqua Alta y ubica su producto sobre una góndola en el centro del local; en ella los libros se amontonan sobre pilas a partir del nivel al cual se supone que llega el agua con cada crecida. Es una de las librerías más curiosas que he visto y un auténtico reclamo para el visitante pero, además, en ella se venden una libretas irresistibles.
El otro día tomé la libreta entre mis manos, la abrí y volví a cerrarla; la guardé en mi bolso junto al libro que estoy leyendo y al portaminas con el que subrayo frases que me gustan de lo que leo.
Allí sigue.
Pensé que era una buena idea, que la creatividad había subido y alcanzado el nivel de mis dedos hasta impulsarme a escribir algo interesante, algo que merecía la pena. Quise creer que sí pero entonces encendí el ordenador, busqué el editor de entradas de este blog y comencé a escribir acordándome de una entrevista que una vez escuché con Leonor Watling.
Leonor: si viajas a Venecia tengo una recomendación para ti.


