Ariel Zorion's Blog, page 17
March 13, 2021
EODLD – Capítulo 8 -Parte 1 Primeros Pasos

Actualidad. Día 2 – Viernes
Durmió unas cuantas horas con un sueño ligero y poco reparador. La preocupación y el anhelo de resolver aquel caso cuanto antes se habían instalado en su cerebro impidiéndola desconectar y descansar. Había estado agitada y se había despertado con frecuencia. El resultado actual era que casi estaba más cansada que cuando llegó a casa unas cuantas horas antes sin haber pegado ojo en toda la noche y después de haber hecho el turno de la tarde anterior. Intuyó que dormir iba a ser un lujo en los próximos días y se dispuso a tomarse un café bien cargado, aunque en realidad era ya casi la hora de comer.
Le hubiera gustado pasar el día con Derek de manera tranquila, recuperando los días que había estado fuera trabajando en su proyecto. Le hubiera gustado tanto enredarse entre sus brazos y olvidarse de lo que le esperaba ahí fuera que casi sintió ganas de gritar. Pero la obligación golpeaba de forma insistente en su puerta. Los horrores parecían dispuestos a colarse otra vez en su vida, horrores cercanos que ocasionan un dolor profundo y tenebroso fruto, además, de una cruel incertidumbre.
Había quedado con Pete en comisaría para ponerle al día de lo sucedido. Estaba claro que no iba a ser un fin de semana normal y que tendría que dejar el descanso para otro momento.
Se despidió de Derek con un largo beso y la promesa de regresar pronto a casa y pasar tiempo juntos. Intentaría volver cuanto antes, haría todo lo posible porque fuera así, aunque no podía decirle una hora concreta. En su trabajo, los horarios no eran nada más que unos indicios orientativos de cuando comenzaba la jornada, pero pocas veces servían para intuir cuando podía darse por finalizada.
Era una promesa que ambos dudaban que pudiera cumplir, pero ninguno de los dos se atrevió a decirlo en voz alta.
En lo tocante específicamente con el caso, esta vez no creían que tuvieran ningún problema con el tema de las jurisdicciones con los de la Jefatura de Monterey. Las cosas habían cambiado mucho desde que Ralph Harrison fuera cesado como Jefe de Policía de Carmel-by-the-Sea. Kisha conocía de sobra a Pete, el que había sido su compañero de patrulla en los primeros meses cuando llegó a aquella bonita localidad que inaugura la ruta del Big Sur. Sabía que, por muy diplomático que fuera, no iba a cederles la investigación. No tratándose de uno de los suyos porque, aunque no fuera uno de sus efectivos propiamente dicho, era un familiar directo y eso en su comisaría era sinónimo de ser de la casa.
No obstante, Pete era muy listo, más de lo que aparentaba su afable manera de ser. Kisha estaba segura de que sería capaz de gestionar con mano izquierda el tema de las jurisdicciones, de tal manera que no se bloqueara la posible ayuda que pudieran necesitar en un momento dado de sus vecinos. Tenía unas habilidades que no dejaban de sorprenderla. Sin duda, iba a ser un gran Jefe de Policía.
Después de que llegara Julius al lugar en el que se encontraban Hilka y Kisha, avisaron a la comisaría para que enviaran una patrulla equipada para poder recoger posibles evidencias y huellas. La colocación de los objetos parecía dispuesta de manera metódica y organizada, algo que les había llamado la atención. El reloj de muñeca perfectamente alineado junto a la cartera y al otro lado el móvil. Debajo las llaves de casa, las del hospital y las del coche, todo en perfecto orden, como si siguiese un patrón concreto. El jersey se encontraba dispuesto a modo de alfombra sobre todos los objetos personales y, junto a él, se encontraban los zapatos milimétricamente colocados. Tal vez era una distracción para hacer creer que había sido el propio Stephen quien había dispuesto todo así, puesto que era tal maniático del orden y la pulcritud que rozaba el trastorno obsesivo compulsivo, lo que es decir mucho para tratarse de un psiquiatra.
O tal vez había sido realmente él y era su forma de despedirse. Kisha no podía decidir qué alternativa le parecía más horrenda.
No habían hallado otras huellas en los objetos personales de Stephen que no fueran las suyas propias. En cuanto a otro tipo de rastros, estando ubicados en la arena de la playa cerca de la orilla, aunque no era un lugar frecuente de paso porque estaba bajo el muelle, sí que había infinidad de restos de todo tipo que no tenían porqué estar conectados con el caso. Kisha cada vez estaba más convencida de que lo que habían visto en la escena del crimen, si es que se trataba de uno, no les iba a servir de gran ayuda.
Interrogaron a las personas que hallaron por la zona y especialmente a los trabajadores de los restaurantes cercanos por si habían visto algo, pero no les sorprendió no recabar información de utilidad, puesto que, o te asomas deliberadamente a esa zona, o desde la parte de arriba del muelle, que es donde está todo el movimiento, no se ve nada, menos aún si ya ha oscurecido. A pesar de que las noches de los jueves solía haber bastante bullicio, no habían logrado dar con ningún testigo que hubiera visto algo sospechoso.
Con esa escasez de información acudía a reunirse con el nuevo Jefe de Policía, aunque él mismo se había personado la noche anterior en la escena para hacerse una composición de lugar.
Llamó a la puerta y él la hizo pasar al instante. La mesa del despacho estaba un tanto desordenada, plagada de papeles por todas partes. Él seguía empeñado en que el departamento de policía al frente de cual estaba quedase totalmente limpio después de la corrupción que parecía haber impregnado aquellas paredes los últimos años. Eso le daba un trabajo extra que ni era pagado ni reconocido. Pero le daba igual, estaba empeñado en hacer las cosas bien y en que todos los ciudadanos de la bella Carmel confiase al cien por cien en la Policía Local. Así que estaba llevando a cabo la ímproba tarea de revisar todo el papeleo de los últimos diez años. La localidad era más bien pequeña, no así el papeleo que se había generado.
A Kisha no se le escapó que Pete tampoco parecía haber dormido demasiado. Las bolsas que se habían formado debajo de sus ojos hablaban alto y claro de varios días con saldo a deber en la columna destinada al sueño.
Necesito que me pongas al día, Kisha. Cuéntame todo lo que sabes y todo lo que piensas. No te quedes nada en el tintero. Te ruego que no me mantengas al margen de tus teorías, por locas que me puedan parecer. Esta vez no, por favor.De acuerdo. ¿Crees que se ha suicidado?No.Entonces crees que le han secuestrado. O asesinado, aunque espero equivocarme. Pero no hay cuerpo. Tampoco han pedido un rescate.Entonces, ¿qué es lo que crees?Sinceramente no lo sé, Pete. ¡Maldita sea!Los primeros instantes de una investigación siempre son momentos de abrir la mente para intentar ver cualquier indicio que aparezca por pequeño que sea porque te puede conducir hacia el camino adecuado. Esos primeros instantes la duda lo puebla todo, el desconocimiento es absoluto y el investigador da sus primeros pasos como quien anda a oscuras en un lugar ajeno.
Cualquier policía sabe eso y afronta un escenario del crimen con relativa calma, salvo cuando estos son tan violentos y sangrientos que ponen a prueba hasta los estómagos más experimentados.
El problema viene cuando el implicado es alguien cercano. Entonces las emociones empiezan a nublarlo todo, la amígdala toma el control de las decisiones y éstas pueden ser erróneas e, incluso, precipitadas. Dejarse dominar por esa pequeña parte de nuestro cerebro animal con forma de almendra era algo que no podían permitirse. La forense necesitaba que dieran lo mejor de ellos mismos para localizar a su marido.
Confiaba en sus compañeros.
No la podían fallar.
Pete se había convertido en el Jefe de Policía de Carmel después de que el anterior hubiera tenido que ser destituido por la mala gestión que había llevado a cabo en la oleada de agresiones sexuales y asesinatos que se produjeron en la zona unos meses atrás. En aquella ocasión, encarceló de manera precipitada a Derek, quien había estado colaborando desinteresadamente en la resolución del caso, a pesar de contar únicamente con pruebas circunstanciales que en ningún caso le apuntaban como posible homicida. Lo más sólido que tenían era la confusa declaración de la única superviviente. No obstante, tenía contra el fotógrafo un tema personal desde hacía un tiempo y aprovechó la ocasión para vengarse. El escándalo sirvió además para sacar a la luz algunos trapicheos de Ralph Harrison, el anterior comisario, y todo junto acabó con su carrera.
Ahora estaban ante la oportunidad de marcar la diferencia y hacer las cosas bien.
Esto es una pesadilla, Kisha. Encima con uno de los nuestros con una relación directa con el desaparecido. No podemos fallar, perdona que te lo diga.Lo sé. Creo que estamos todos tan afectados como tú, Pete. Yo no me lo podía creer. Intenté pensar en una razón lógica, en algún tipo de explicación sencilla, pero no la he encontrado. La situación entre ellos, según me ha contado Hilka, estaba bien. No ha habido discusiones recientes. De hecho, no son un matrimonio que suela discutir. Hablan mucho, confían plenamente el uno en el otro y bla bla bla. La puñetera pareja perfecta, vamos. Puede que no todo sea tan idílico, pero no hay motivos para pensar que había una crisis en la relación, salvo que durante la investigación descubra a alguna posible amante o cualquier otro secreto. En todo caso, aún no lo sé porque no he tenido tiempo de escudriñar su círculo personal ni profesional. ¿Qué más?No parece que estuviera deprimido, todo según la información de Hilka, y ella está convencida de que no se ha suicidado. ¿Y tú que crees?No le conozco demasiado, pero no tenía pinta de estar pasando una mala racha ni nada por el estilo. Le va bien a nivel personal y profesional, pero con los suicidas nunca se sabe. En cualquier caso, no hay nota de suicidio ni despedida. Únicamente hay un mensaje de móvil pidiéndole a Hilka que le recoja en el hospital porque el coche le ha dejado tirado y otro mensaje posteriormente con la localización de sus objetos personales. No obstante, al coche no le pasa nada. Funciona perfectamente según han podido determinar los técnicos después de analizarlo en profundidad. Parece una puta broma de mal gusto, que quieres que te diga.¿Entonces?Voy a investigar a sus pacientes. Es un psiquiatra de larga trayectoria y no es una especialidad fácil. Buscaré a familiares descontentos, amenazas o cualquier cosa que pueda suponer un mínimo indicio. Empezaremos por los expedientes más recientes e iremos ampliando el marco temporal poco a poco según sea necesario. ¿Tú que crees, Kisha? Sé que eres intuitiva y que tienes una especie de sexto sentido, así que quiero saber tu opinión sincera.No tengo ni idea, Pete. Esa es la única verdad.Una cosa más…Tú dirás.La inspectora le miró expectante. Parecía que al comisario se le había atascado algo en la garganta que no sabía como escupir. Supuso que lo que iba a decirle tendría un tinte más personal.
No he hablado con Derek a solas desde lo que pasó en junio. ¿Podrías decirle que me gustaría que pasara por aquí a verme cualquier día? Sé que había iniciado tiempo atrás un proyecto para una exposición relacionado con el trabajo policial hasta que Harrison le vetó. Me gustaría que sepa que puede continuarlo cuando quiera. Y, bueno, también me gustaría disculparme por todo aquel desastre. Se lo diré, pero no puedo prometerte nada. Sabes que no es una persona rencorosa, pero le quedaron pocas ganas de volver por aquí. Lo entiendo. Supongo que a cualquiera nos habría pasado lo mismo. Pero ya sabes que le tengo mucho aprecio a nivel personal y detesto como han quedado las cosas.Haré lo que pueda, Pete.CONTINUARÁ…
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Entrevista en El Decano de Guadalajara
No os perdáis la maravillosa entrevista que me ha hecho Carmen, del periódico digital El Decano de Guadalajara. Fue una conversación verdaderamente agradable con otra persona tan enamorada de los libros como yo.
Espero que la disfrutéis…
Entrevista en El Decano de Guadalajara
«En la novela negra está casi todo dicho, pero hay que buscar el efecto sorpresa por algún lado»
March 9, 2021
Entrevista en Cadena Ser Guadalajara
Esta mañana he tenido la suerte de participar como invitada en el programa Hoy Por Hoy de Guadalajara de la Cadena Ser para hablar, entre otras cosas, del lanzamiento de mi próximo libro, El Ocaso de los Días, que como ya sabéis está disponible en preventa y su fecha oficial de lanzamiento es el 27 de marzo, justo antes de las vacaciones de Semana Santa en España.
Si te apetece conseguirlo desde ya mismo, te dejo el enlace justo aquí.
Os invito a que lo escuchéis y no dudéis en compartirlo. Mi entrevista es a partir del minuto 6.40 y estoy segura de que os va a gustar.

Quiero dar las gracias a la cadena por invitarme y a su presentadora por ser tan agradable. Ha sido una maravilla.
Escucha “Hoy por Hoy Guadalajara, 13-14h – 09/03/2021” en Play SER
Y mañana más con los compañeros de EsRadio Guadalajara. Ya os contaré…
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March 7, 2021
EODLD – Capítulo 7 -Parte 2 Pacientes 1 y 2

Veinte años antes…
Después de la primera consulta, Stephen pudo sacar varias conclusiones. Katerina había llegado a Estados Unidos siendo muy joven. Como tantos otros, había emigrado buscando el sueño americano. Conoció a Matt al poco de llegar y se enamoró perdidamente de él. La ingenuidad e inocencia inherentes a sus diecinueve años le hizo creer que había sido muy afortunada al encontrarle. Matt era diez años mayor que ella y tenía un trabajo que le permitía ocupar una posición social cómoda. Era un hombre atractivo y con una personalidad arrolladora. En realidad, era un narcisista de manual, pero eso ella ni lo sospechaba. Era uno de esos tipos con la capacidad de llenar cualquier estancia tan sólo con su presencia. Le ofrecía una seguridad que ella nunca había sentido verdaderamente, como si él fuera el muro de carga que soporta el peso del edificio y lo mantiene en pie. Al poco tiempo, se quedó embarazada y se casaron. Son de esas cosas que parecen venir rodadas. Chico conoce a chica, empiezan a salir juntos, embarazo y boda del tirón.
Sin duda, ese fue el gran error de su vida.
A partir de ese momento, la careta cayó y se volvió mucho más controlador con ella. Empezó de manera sutil con detalles insignificantes hasta llegar a someterla absolutamente en todos los aspectos. Se había vuelto una mujer dependiente e insegura hasta extremos inconcebibles, con un miedo visceral a su marido. Stephen vio enseguida que tenía los rasgos típicos de una mujer maltratada tanto psicológica como físicamente. No hacía falta ser un experto en la materia para verlo. Con tan sólo treinta y un años, ya era una mujer totalmente arrasada.
Ante la policía juró y perjuró que fue ella la que había asesinado a su marido. Cuando los investigadores le demostraron que eso era imposible según lo hallado en el escenario del crimen y según la habían encontrado en aquel estado de semi inconsciencia, entonces aseguró que había entrado un extraño y que había sido él. Trató de que exoneraran a su vástago de un modo u otro, rogó que la detuvieran a ella porque era la única culpable de haber llevado a Arthur a aquella situación. Esgrimió múltiples argumentos, algunos de ellos un tanto disparatados, sólo para lograr que le dejaran libre. No podía soportar que apartaran a su pequeño de su lado, sobre todo ahora que el opresor había desaparecido de sus vidas para siempre. Tal vez era miedo a quedarse sola, o quizás fuera simple y puro amor de madre. Katerina imaginaba que ahora tendría la oportunidad de ofrecerle una vida mejor y no quería que se la arrebatasen de ninguna de las maneras.
Quería proteger a su hijo y se culpaba porque hasta ese momento no lo había hecho. Intentó todo lo que se le pasó por la mente. Sentía que aquello era un nuevo e inmerecido castigo, lo cual era en cierto modo razonable puesto que él había sido una víctima más de aquellas injustas y lamentables circunstancias en las que habían vivido mientras el padre del crío vivía.
A lo largo de las sesiones, Stephen le hizo tres preguntas decisivas. Tres preguntas que le ayudarían a vislumbrar la verdadera gravedad de la situación. Tres preguntas que no dudaba que abrirían nuevos interrogantes.
Y las tres fueron afirmativas.
Arthur se había hecho pis en la cama hasta los diez años. Le gustaba quemar cosas, algo que había traído de cabeza a su madre y a los profesores desde los ocho años y que habían obviado contarle al psiquiatra cuando éste acudió al colegio. Y, por último, más de una vez el vecino le había dicho que mantuviese a su hijo alejado de su perro, un terrier francés al que le gustaba tirarle piedras y tirarle del rabo hasta que el pobre animal se retorcía de dolor. En alguna ocasión, además, Arthur había llevado a casa pequeños pájaros muertos.
Tres de tres.
Stephen, a pesar de su corta experiencia aún en la profesión, se percató de que estaba ante un caso decisivo. Quería hablar con alguno de sus mentores en Palo Alto acerca de cuál sería la mejor forma de abordar el tratamiento tanto de la madre como del hijo. Las cicatrices del trauma eran profundas y era imprevisible calcular sus efectos a largo plazo. Finalmente se decantó por el psicoanálisis, el cual por aquella época seguía gozando de prestigio en la profesión.
La primera sesión le sirvió para conocer a su paciente y para reconfortarla. Debía ganarse su confianza. Eso era fundamental. Comprendía que era fácil que Katerina tendiese a mostrar sumisión pero también recelo hacia su terapeuta, debido a tantos años de maltrato físico y psicológico. Y no era eso lo que quería porque aquello implicaría que la mujer sólo le daría respuestas complacientes, mientras que él lo que buscaba era indagar en su psique y que se enfrentara a la verdad. Buscaba que confiase en él, que se abriera de manera honesta para curar las heridas que arrastraba desde hace tantos años.
Stephen era un joven de veintiocho años encantador que tenía facilidad para que la gente se abriera a él y le confesase el tipo de cosas que uno se guarda para sí mismo por miedo a ser repudiado por los demás. Sesión a sesión, se percató de que ella cada vez se sentía más cómoda y más abierta a revelar sucesos del pasado y sus pensamientos más íntimos. Antes o después, podría acceder a todos esos sentimientos reprimidos e ideaciones que la mantenían aún cautiva, a pesar de haberse liberado de su abusador.
Katerina se sintió la mujer más afortunada del mundo al tenerle como médico. Era un hombre amable, delicado y correcto, con una exquisita educación que, además, le prestaba una atención sincera.
Tal vez fuera debido a su dependencia emocional y, en cierta medida también, pudo estar motivado por la transferencia psicológica que a veces se produce entre médico y paciente. La cuestión es que aquella mujer devastada por el maltrato reiterado y abusivo acabó por enamorarse de Stephen. Vio en él su tabla de salvación, el caballero de brillante armadura que la sacaría de la ciénaga en la que había transcurrido sumergida la mayor parte de su vida.
Un médico. Le sonaba tan bien que casi le parecía un sueño. Creía que él experimentaba los mismos sentimientos por ella. ¿Por qué si no iba a ser tan amable y encantador?
Aquel enamoramiento un tanto enfermizo supuso un punto de inflexión tanto para ella como para el tratamiento de su hijo.
Tal vez aquella inocente ilusión que había germinado en su corazón fue el desencadenante de lo que sucedería tantos años después.
¡Hola Arthur! ¿Me recuerdas?El chico le miraba con aquellos grandes ojos verdes, pero con un vacío helador. Parecían un páramo, un lugar arrasado después de un temporal de hielo y nieve.
Vale, no tienes por qué hablar. No de momento. Hoy voy a contarte lo que vamos a hacer. En primer lugar, tu madre me ha autorizado a que grabe nuestras sesiones. No quiero que te pongas nervioso porque veas una cámara, ¿de acuerdo? Sólo yo voy a ver las cintas, nadie más. Me sirve para repasar lo que tratemos en cada encuentro que tengamos y poderte ayudar. ¿Qué te parece si por el momento establecemos un código de gestos para entendernos? Sólo necesito que digas sí o no con la cabeza, nada más. ¿Estás de acuerdo?Esperó unos segundos su respuesta. Arthur no parecía reaccionar. Sólo le miraba fijamente. Unos segundos después, movió afirmativamente la cabeza.
Vale, buen chico. Empecemos entonces. A partir de ahora, vendré dos días a la semana a verte. Te haré algunas preguntas, te pediré que me cuentes cosas de ti, haremos algún juego y muchas cosas más. Me interesa saber en cada momento cómo te van las cosas aquí dentro, si alguien se mete contigo, si tienes algún problema… ¿Entiendes a lo que me refiero?Nuevo movimiento afirmativo.
Bien. Durante la semana, estaría bien que escribieras un diario en el que me cuentes todo lo que te preocupa, lo que te sucede cada día, los pensamientos que pasan por tu cabeza. Puedes dibujar si lo prefieres. De hecho, te he traído un cuaderno especial para eso que espero que te guste -dijo dejando dicho cuaderno a su alcance para que lo cogiera cuando quisiera-. Sé que en el colegio sacabas buenas notas y que se te daba muy bien escribir, así que estoy seguro de que no vas a tener ni el más mínimo problema con esto.Stephen observaba cualquier reacción del niño. Permanecía serio, casi hierático. Era difícil adivinar qué pasaba por aquella cabeza. Se había entrevistado con algunos de los profesores del colegio y, por lo que le habían relatado, no era descabellado que aquel crío sufriese algún tipo de mutismo selectivo. Apenas había hablado con ningún adulto desde que ingresara en el colegio. Tampoco había tenido demasiados amigos, aunque aquellos que habían tratado de meterse con él habían salido escaldados, puesto que cuando alguien le atacaba era capaz de una saña y una violencia que a todos los profesores les parecía inaudita. En las contadas ocasiones en las que había sucedido, se habían quedado conmocionados con la reacción desproporcionada de aquel chico por lo general tranquilo.
Iba a ser difícil sacarle algo, pero a Stephen le gustaban los desafíos. Nadie a quien no le gusten se dedica a la Psiquiatría. Confiaba en que Arthur fuera colaborador y, al menos, escribiera algo cada semana que le ayudase a entrar en su cabeza. Contaba con la cooperación de la madre, la cual se mostraba absolutamente complaciente con el psiquiatra. Si no lo lograba, había pensado en un plan B: tendría que provocarle hasta hacerle estallar.
Confiaba con no tener que recurrir a esa estrategia.
CONTINUARÁ…
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March 5, 2021
Entrevista en elescritor.es

Recientemente me han entrevistado en www.elescritor.es, el periódico digital de los escritores. En dicha entrevista, podéis conocer un poco más quién soy y mi trayectoria, así como alguna anécdota y avances sobre mi próximo libro, El Ocaso De Los Días, que saldrá a la venta el próximo 27 de marzo y que podéis adquirir desde ya en este enlace.

Si os apetece empezar a leer El Ocaso de los Días, podéis empezar a hacerlo aquí, donde encontraréis los siete primeros capítulos por el momento. EODLD es la segunda novela de la Trilogía del Ocaso, donde encontraréis suspense, acción y una historia de crecimiento y evolución personal. La Hora del Ocaso es el libro que abre la saga y lo tenéis disponible ya en Amazon junto con el resto de mis libros.
Espero que la disfrutéis y no dudéis en comentarme qué os ha parecido. Estaré encantada de leeros.
March 4, 2021
EODLD – Capítulo 7 -Parte 1 Pacientes 1 y 2

Veinte años antes…
La muerte de por sí es difícil de digerir. Es un momento de soledad y miedo. Es un paso inevitable hacia un lugar desconocido del que no hay retorno. El sol se entierra bajo el mar en un ocaso indefinido y la negrura te devora dejando tras de sí un rastro de destellos de vida que pronto serán olvidados.
Un adulto va preparándose para ese momento que siempre está al acecho y, aún así, resulta indigesto y casi antinatural. Un niño es incapaz de entender su significado en toda su extensión, a pesar de que aparentemente siga hacia adelante como si nada hubiera cambiado. Y Arthur a sus once años había cogido el cuchillo de cortar el pan, que tenía sierra y estaba bien afilado, había esperado a que su padre se sentase en el sillón frente al televisor, se había acercado con sigilo hasta él y le había degollado mientras su madre permanecía en el suelo inmóvil y semi inconsciente observando lo que sucedía frente a sus atónitos ojos.
Stephen conoció el caso por casualidad. Se alinearon los astros, como suele decirse. Son de esas cosas que pasan en un momento de la vida sin un motivo concreto, fruto tal vez del azar, quién sabe, y que arrastran sus consecuencias hasta muchos años después, como un ser mitológico de grandes tentáculos que no cesan de ramificarse. Tal y como sucede con un árbol del que solo vemos lo que sale a la superficie, sin ser capaces siquiera de sospechar las profundas raíces que crecen en la capa interna de la tierra y que se extienden sin control. O como un viento del Norte que arrastra hasta confines lejanos los objetos más insospechados.
El efecto mariposa.
La teoría del caos.
Avisaron a urgencias cuando él estaba haciendo su turno en la ambulancia. Y ya está. Se desencadenaron reacciones imprevistas. Ese aviso que entró en aquel momento exacto fue el hecho casual, aleatorio y caprichoso, aunque dentro de una lógica probabilidad por el trabajo que desempeñaba. Si trabajas como médico en una ambulancia, los avisos van a llegar. Ahí no hay sorpresa alguna. Lo que ya no es tan habitual es que tengas que atender casos de fuera de tu zona de influencia asignada. Eso sucede un día de cada cien, quizás.
En es uno a cien, su vida se entrecruzó con la de aquel niño perdido.
Sus destinos, también.
Y todo podía haber quedado ahí. Un encuentro casual. dos tangentes que se cruzan. Sin embargo, fue su elección personal implicarse y convertirse en el psiquiatra que tratara tanto a la madre como al hijo. Fue una decisión plenamente consciente que conllevaría efectos difíciles de imaginar para todos los implicados.
Debido a que había entrado a trabajar en el prestigioso Instituto de Investigaciones Mentales de Palo Alto, logró un doble objetivo. Por un lado, quería ser el terapeuta de ambos, puesto que se había encariñado de Arthur en cierta medida y comprendía que era necesario también tratar a la madre para conocer todo el contexto. Al estar avalado por semejante institución, no le costó conseguir que le asignaran esos pacientes cuando lo negoció con la Fiscalía de Menores y los Servicios Sociales de la zona. Además, era una terapia que realizaría pro bono, así que nadie tendría que pagar por ella salvo los de Palo Alto, que obtendrían otro tipo de beneficio.
Por otro lado, quería hacer una investigación longitudinal sobre la evolución de los sujetos que han cometido delitos violentos en la infancia o la adolescencia en función de la intervención psiquiátrica y psicológica que siguieran en los años posteriores. Arthur sería su sujeto número uno. La madre sería parte de la investigación, en cuanto a la influencia ejercida en su hijo y como fuente principal de información sobre los acontecimientos que habían desencadenado aquella tragedia. En cierto sentido, sería su sujeto número dos hasta que empezase a recopilar otros casos pertenecientes al Norte de California, específicamente el área territorial en torno a San Francisco.
Aquella investigación fue una de las que le encumbraría como uno de los psiquiatras más prestigiosos de la costa Oeste. Le abrió un mundo de posibilidades en su profesión, incluida la de convertirse en el jefe psiquiatría del Hospital Standford a una temprana edad para lo que solía ser habitual.
Cuando la madre se recuperó lo suficiente físicamente, empezó la terapia con ella en las instalaciones de Palo Alto, las cuales estaban a unos cincuenta minutos de San Martín, donde residía la familia, aunque no estaban demasiado lejos de la institución en la que habían encerrado al crío en Santa Clara. De esta forma, la madre únicamente tendría que pagarse el desplazamiento hasta el Mental Research Institute puesto que la terapia sería gratuita, lo que era un buen trato para ella teniendo en cuenta a cuánto podía ascender la sesión con un psiquiatra por aquella época.
Las sesiones con Arthur las llevaría a cabo en el centro de internamiento en el que había sido recluido. No había otra opción. En eso el juez se había mostrado inflexible, aunque más adelante le convencerían desde Palo Alto para trasladarle en algunos momentos que tuvieron que hacerle pruebas de tipo clínico.
Stephen era un médico joven y tal vez inexperto, pero era brillante. No le costaba demasiado llegar hasta sus pacientes, puesto que tenía unos modales exquisitos y tenía una mirada límpida. Sus ojos de un castaño claro transmitían una honestidad a la que era difícil resistirse cuando él insistía en que su único objetivo era ayudarte. Le creías con los ojos cerrados y te dejabas caer en sus brazos como en un ejercicio de confianza ciega.
Ya por aquella época llevaba unas gafas de pasta que le daban ese aspecto de chico responsable y de fiar. Su forma de vestir, además, era bastante convencional y formal. Por otra parte, llevaba el pelo siempre bien cortado y una barba poco poblada y perfectamente arreglada. Su pelo era del color de un tronco de cedro bañado por el sol, de una tonalidad muy similar a la de sus ojos.
Por otra parte, su forma de hablar era serena y tenía un tono de voz melódico y armonioso que bañaba los oídos de quien le escuchaba.
Tenía ese tipo de ingredientes adicionales que, no siendo requisitos imprescindibles, resultan coadyuvantes para lograr los objetivos que se proponía con sus pacientes.
Era plenamente consciente de que la madre de aquel joven había sido víctima de malos tratos. Podía tener miedo de hablar con un hombre acerca de sus problemas, debido a la relación patológica con su marido. Stephen sabía que debía tener mucho tacto con ella y ganarse poco a poco su confianza para lograr que se sintiera cómoda en su compañía. Si no conseguía que colaborase, tendría que ceder a la propuesta inicial que le habían hecho desde los Servicios Sociales para que interviniese con ella la psicóloga del Centro de la Mujer. Pero no iba a darse por vencido. Estaba seguro de que podría acceder a ella y vencer sus resistencias.
Lo que no imaginaba era hasta qué punto lo lograría.
Katerina, antes de comenzar quiero avisarte de que voy a grabar las sesiones. Necesito tu consentimiento para ello. Por supuesto – respondió sumisa. Apenas se atrevía a mirarle a los ojos.Estupendo. Te lo agradezco. Te aseguro que no lo haría si no fuera plenamente necesario, pero eso me ayuda a poder ofrecerte un tratamiento más completo y ajustado a tus necesidades, puesto que podré revisar nuestras sesiones. Comencemos entonces.En aquella primera sesión, únicamente inició un acercamiento a su paciente. Le preguntó por cosas sencillas de fácil respuesta que no implicasen revelar ninguna intimidad. Se preocupó por sus estado de salud, así como por si le suponía excesivas molestias acercarse hasta Palo Alto. Hablaron de cosas livianas, le preguntó por sus aficiones y le sorprendió que fuera ella quien, en sucesivas sesiones, diera el paso de abrirse y contarle las pesadillas que poblaban su pasado.
Se abrió la tapa de los truenos y sus ecos resonarían en su memoria durante años.
CONTINUARÁ…
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March 2, 2021
EODLD – Capítulo 6 -Parte 2 Derek

Actualidad. Días 1 y 2 – jueves noche y viernes
Llegó exhausto a eso de las ocho de la mañana. Sabía que había sido una imprudencia hacer todo el viaje por la noche, especialmente en esa época del año tan inestable en lo que a metereología se refiere. Habían sido más de trece horas de trayecto y tuvo que parar en alguna ocasión a echar una cabezada. Se había cargado con un termo de café solo bien cargado y había confiado en que eso fuera suficiente. Por suerte, todo había salido bien y había llegado a casa sin el menor incidente.
Imaginaba que encontraría a Kisha en la cama todavía, pues era de naturaleza dormilona, algo que a él le llamaba la atención teniendo en cuenta lo nerviosa y activa que era. El día anterior había tenido turno de tarde y habían hablado poco antes de que lo finalizara. La había dicho que se tomaría alguna cerveza con los compañeros y se iría a dormir. No era descabellado pensar que la juerga se hubiera alargado de más, pues existía una buena relación entre los policías de Carmel.
Cuando entró en casa, percibió un silencio hueco. Era una sensación extraña, puesto que durante un par de años había vivido solo en aquella casa y nunca había experimentado esa especie de vacío al entrar. Le sorprendió comprobar que ella no estaba allí y ni siquiera había indicios de que hubiera pasado la noche en casa. La cama, por ejemplo, estaba sin deshacer y se sentía el tipo de frío en el ambiente que denota la ausencia.
Le pareció todo una tanto extraño.
Tal vez no era más que una paranoia.
Decidió llamarla antes de que su cabeza empezara a formarse teorías absurdas. Seguramente había una explicación lógica y simple para aquello.
Kisha contestó al tercer tono.
Hola Derek, ¿dónde estás?Su tono de voz parecía un tanto impetuoso.
En casa. ¿Y tú?¿Cómo que en casa? -respondió sin responder a su pregunta-. ¿No ibas a salir de madrugada?Salí cuando hice las últimas tomas por la tarde. Tenía muchas ganas de volver a casa y estar contigo. La verdad es que me he llevado una decepción después de tanto esfuerzo. Debo haberme bebido un litro de café solo por el camino -señaló con un tono liviano.No deberías haber viajado de noche, ¿estás loco o qué te pasa?Lo sé. Soy consciente de que ha sido una imprudencia pero tenía muchas ganas de volver. ¿Dónde estás ahora?Hubo un silencio con sabor a derrota al otro lado de la línea que pilló por sorpresa a Derek. Tal vez, al fin y al cabo, no estaba paranoico.
Ha pasado algo. No sé todavía hasta qué punto es grave, pero tiene mala pinta. Stephen ha desaparecido.¿Qué? ¿Cómo que ha desaparecido?No sabemos dónde está. Hemos encontrado algunos de sus objetos personales bajo el Old Fisherman’s Wharf, pero ni rastro de él.Derek no daba crédito a lo que oía. Habían hablado la tarde anterior y todo estaba en orden. De pronto, el mundo había vuelto a ponerse del revés. Nuevas pesadillas empezaban a cobrar forma y no quería por nada del mundo pasar por aquella experiencia otra vez.
El miedo.
La incertidumbre.
Las horas sin noticias de Kisha.
Los peligros que acechaban en la oscuridad tras ponerse el sol.
Sabía que si el caso se complicaba, su relación sufriría algún traspiés. No había desaparecido un desconocido, sino el marido de la mejor amiga de Kisha.
Sabía lo que eso implicaba.
Y debía prepararse para lo que estuviera por venir.
Notó que le daba un vuelco el corazón.
¿Dónde estás y voy para allá?Aún estoy en Monterey, pero iba a irme ya para casa. No he dormido en toda la noche y estoy agotada. Te cuento hasta donde pueda en cuanto llegue, ¿vale? Claro.Cuando colgó, Derek no daba crédito a lo que le había dicho Kisha. Sintió un miedo visceral que le recorrió el cuerpo. Horrores de un pasado reciente volvían a su cabeza.
Decidió ducharse antes de que ella estuviera de vuelta para intentar estar sereno y calmado. Seguramente ella necesitaba aferrarse a esa tranquilidad.
Poco más de veinte minutos después de que hablaran por teléfono, Kisha entró en la casa. Derek, aún con el pelo mojado, se acercó hasta la entrada en cuanto sintió la llave en la cerradura de la puerta.
Estaba desolada.
La derrota se leía en su cara con absoluta claridad.
Le dio la impresión de que ella tampoco estaba preparada para aquello. Después de tantos años enfrentándose a monstruos en la gran ciudad, estos parecían perseguirla una vez tras otra, como si trataran de impedirle que pudiera llevar aquella vida en paz que ella había ido buscando en su regreso a Carmel.
Resultaba duro verla en ese estado, pues parecía tener siempre una energía sin límites. Aquel día sus baterías parecían agotadas. Derek abrió los brazos sin decir ni una sola palabra y ella se hundió entre ellos. Aquel abrazo fresco de una piel impregnada de una fragancia de bosque, la devolvió a la seguridad que le proporcionaba la sensación de hogar que sólo había experimentado junto a él.
A Derek aquella fragilidad le conmocionó. Notó como ella apretaba los brazos en torno a él, buscando refugio y sentirse segura. Él le acarició con suavidad la cabeza.
Oye, ¿qué pasa? Ya te lo he dicho. Parece que Stephen ha desaparecido -le respondió cabizbaja, sin separar ni un milímetro su cara de su pecho.Sí, te he entendido cuando me lo has dicho por teléfono -respondió el fotógrafo deshaciendo suavemente el abrazo y levantando con delicadeza la barbilla de Kisha para verla la cara-. Pero quiero saber qué más te pasa. Estás así por algo más. Ya sabes que no puedes engañarme porque te conozco mejor que tú misma.Kisha clavó su mirada en las aguas tranquilas de los ojos de Derek y se sumergió en ellas. No dejaba de sorprenderle la habilidad que tenía siempre de intuir sus estados emocionales.
¿Y si todo esto es culpa mía?No digas tonterías. Esto no es culpa tuya. Pero, ¿y si lo es? Aquí no pasaba nunca nada hasta que he vuelto. Y de pronto, se suceden una serie de asesinatos y ahora desaparece un reputado psiquiatra que, además, es el marido de una de mis pocas amigas. Joder, no parece que sea una puñetera casualidad.Esto no tiene nada que ver contigo. Y en todo caso, sólo hubo un culpable en la serie de los asesinatos y no eras tú. ¿No te das cuenta, Derek? Casi no tengo amigos, apenas hay un puñado de personas que verdaderamente me importan y todas acaban sufriendo de un modo u otro por estar cerca de mí.Para ya de decir tonterías. En serio, no te reconozco. Tú no eres de las que agachan la cabeza y se lamentan. Tú eres de las que luchan y le plantan cara a la vida. Basta ya de autocompadecerte porque no te pega nada. Si necesitas llorar, gritar de rabia o lo que sea, es el momento. Estoy aquí a tu lado. Pero después, quiero que vuelvas a ser tú. De lo único que eres culpable es de intentar con todas tus fuerzas detener a quienes provocan tanto dolor. ¿Es que ya has olvidado que estuviste en la cárcel por mi culpa?¿De verdad quieres que volvamos a eso?El azul de sus ojos se había oscurecido visiblemente. Se había vuelto casi gris, como si se hubiera transformado en un cielo de tormenta. Kisha se sorprendió ante la firmeza del fotógrafo.
No, no lo he olvidado. Claro que no. Pero también quiero dejarte claro que me niego a recordarlo. La vida sigue y no pienso detenerme a lamerme heridas que pertenecen al pasado. Decidimos tirar juntos hacia delante, así que no creo que necesitemos volver a eso.Lo siento. Tienes razón. Es que es tan frustrante… Y me ha afectado ver a Hilka así, ya sabes como es, tan…Como tú -la interrumpió-. Hilka es como tú, Kisha. Es un volcán que ha resistido el paso de los siglos de manera estoica y ahora la ves flaquear y te está entrando el pánico.Era increíble lo bien que la conocía. Cada una de sus dobleces, cada uno de esos matices que nadie conocía de ella, cada inseguridad oculta detrás de ese halo de mujer segura e invencible, cada momento de flaqueza, Derek era capaz de detectarlos al instante.
Y sólo llevaban juntos unos meses.
CONTINUARÁ…
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March 1, 2021
El Ocaso de los Días, ya en preventa

Por fin puedo anunciaros que El Ocaso de los Días ya tiene fecha oficial de lanzamiento. El 27 de marzo verá la luz la segunda novela de la Trilogía del Ocaso, justo a tiempo para que podáis disfrutarla en las vacaciones de Semana Santa.
Mientras llega el gran día, os recuerdo que podéis comenzar la lectura de los primeros capítulos aquí mismo, en las secciones EMPIEZA A LEER AQUÍ o en SAGA OCASO
CAPÍTULOS.
Además, próximamente seguiré subiendo información interesante relacionada con la trilogía, no sólo la historia personal de cada personaje, sino también curiosidades y una sección en la que estoy trabajando que puede que se llame TOMAS FALSAS. Os dejo una breve descripción…
Sinopsis
El suspense continúa.
Algo ha pasado con Stephen Johnson y sólo Kisha Jennings puede averiguarlo.
Hechos del pasado que parecen salpicar el presente.
Sucesos que se entrelazan y remueven los cimientos de una localidad acostumbrada a la calma.
Esta vez la inspectora Jennings se enfrenta a un misterioso caso de una desaparición. Junto a su nuevo compañero, Julius Morgan, tratará de descubrir lo sucedido ante un abanico de posibles alternativas que parecen llevar a un callejón sin salida.
Mientras tanto, su vida personal sufrirá determinados altibajos que tendrá que afrontar de la mejor manera posible si no quiere perder aquello que tantos años le ha llevado encontrar.
La segunda novela de la Trilogía del Ocaso llega con fuerza y ganas de sorprender.
Prepárate para no parar de leer hasta descubrir qué ha sucedido.
Si te gusta la NOVELA POLICÍACA y la NOVELA NEGRA, éste es tu libro.
Si además eres de los que le gusta que las historias de AMOR salpiquen un buen libro, no dudes que en El Ocaso de los Días también encontrarás ese ingrediente imprescindible porque el amor es el motor que mueve el mundo.
No te lo pierdas y reserva tu ejemplar ya mismo aquí
February 28, 2021
EODLD – Capítulo 6 -Parte 1 Derek

Actualidad. Días 1 y 2 – jueves noche y viernes
Aquellos días en Antelope Canyon habían pasado deprisa. Había conseguido unas tomas increíbles de la hora del ocaso, ese instante efímero, esos segundos volátiles que se esfuman casi antes de que seas plenamente consciente de lo que está sucediendo, esa oportunidad ambigua de cambio irremediable que transforma el día en la noche, dando paso al reino de la caverna. El cielo se había teñido de un rojo sangriento, voraz y salvaje, que se colaba por las rendijas del cañón. Las filtraciones de luz parecían hilos de eternidad creando un paraíso de arcilla roja. Era un lugar muy fotografiado, casi hasta bordar el cliché, y eso Derek lo sabía. Tal vez por eso le gustaba más el reto, porque tenía ante sí la oportunidad de mostrar un enfoque diferente, algo personal y único de un lugar captado por millones de lentes. No obstante, por muchas fotos que se hubieran sacado de aquel lugar, seguía siendo un espectáculo digno de retratarse porque en cada una de las tomas había un matiz diferente que le proporcionaba un halo de majestuosidad irrepetible.
El cañón del Antílope, junto a Monument Valley, habían sido desde el principio algunos de los emplazamientos que tenía claro que quería que apareciesen en su nuevo proyecto, al que había pensado llamar De principio a fin, puesto que su objetivo era plasmar el avance del día con sus distintos juegos de luces en diferentes lugares emblemáticos de Estados Unidos. Sin embargo, últimamente barajaba la opción de añadir el subtítulo El Ocaso de los Días a su idea original, puesto que había comenzado el proyecto casi al final del verano y lo llevaría a cabo en lo que quedaba de otoño, justo cuando los días se van acortando más y más en su propio ocaso temporal, simbolizando esa decadencia y declinación típica de esa estación que precede al gélido invierno.
A diferencia de otros proyectos, que había ejecutado con cierta continuidad y sin apenas pasar por casa hasta que hubiera visitado la mayor parte de las localizaciones que tenía previstas, ahora procuraba no estar alejado demasiado tiempo. Sólo llevaba unos meses con Kisha y habían pasado momentos difíciles cuando se desataron los asesinatos de las jóvenes de quince años en la zona. Aquellos incidentes incluso le habían costado pasar una temporada a la sombra a pesar de ser totalmente inocente. Había colaborado desinteresadamente con la policía y había sufrido unas consecuencias inesperadas.
Él se sintió muy dolido cuando intuyó que Kisha le creyó por un instante capaz de aquellas atrocidades, y se había abierto una herida muy honda en su interior, hasta que Bill le hizo entender que ella incluso había estado dispuesta a intercambiar su vida a cambio de que Derek fuera exonerado. Esa era sin lugar a dudas una prueba de amor irrefutable. Cuando el agente del FBI le contó aquello, como se había arriesgado para liberarle, se sintió mezquino y egoísta por dudar de ella y haberla castigado con su indiferencia.
La había querido desde que era un adolescente y nunca había tenido la más mínima oportunidad con ella hasta que, veinte años después, había regresado a Carmel con profundas heridas emocionales buscando una tranquilidad que le era esquiva en la gran ciudad. Cuando la vio por primera vez aquella tarde de muchos meses atrás, se dio cuenta de que seguía tan enamorado de ella como cuando era un crío. El destino había vuelto a cruzar sus caminos en el momento oportuno, cuando ambos estaban preparados y maduros para quererse como se merecían.
Ese era el único motivo por el que procuraba no pasar muchos días fuera de casa. La echaba de menos cada segundo y con cada fibra de su cuerpo. Echaba de menos su calor, sus caricias, su carácter indomable. Necesitaba su compañía, saberla junto a él al despertarse por las mañanas, a pesar de que estaba muy acostumbrado a la soledad. Ahora esa soledad le parecía extraña y casi molesta.
Sabía que el tiempo pasado es imposible de recuperar. Aún así, sentía la necesidad de exprimir la vida junto a Kisha, multiplicar cada segundo por dos en un vano intento de arañarle al reloj aquellos años que le habían sido expoliados. Tal vez no era el momento de estar juntos cuando eran jóvenes y, quizás también, habían necesitado recorrer parte del camino en solitario para cruzarse en el momento oportuno, tal y como él mismo le había comentado un día cualquiera varios meses atrás. Los fracasos sentimentales previos y el dolor que causa el rechazo o el no ser correspondido, podría haber sido necesario en ambos para tener ahora una relación madura y completa.
Kisha siempre había sido un alma indómita, con un carácter ingobernable. Era una mujer incapaz de someterse a lazos en los que ella no creyera y se rebelaba contra todo lo que fuera en contra de sus valores. Sabía que ella necesitaba recorrer por sí misma un camino en el que él le llevaba años de ventaja. Y no tenía prisa. Esperaría que lo hiciera y que llegase cuando fuera su momento. La quería a su lado y a Derek le merecía la pena la espera si, al final del recorrido, ella se sentía preparada para lanzarse a una vida eterna con él.
El cambio que Kisha había experimentado desde que estaban juntos, era esperanzador. Lo fundamental era no presionarla. Y lo sabía muy bien.
Aquel día, después de las últimas tomas en aquel lugar del rojizo desierto de Arizona que parecía haber sido diseñado por las manos de un artista, decidió que no quería esperar hasta el amanecer para volver a casa. Quería llegar cuanto antes para estar con ella y volver a la tranquilidad de su hogar.
Pasó por recepción para hacer el check out. Era un hotel rural pequeño situado en Page, la localidad más cercana tanto a Monument Valley como al cañón del Antílope, a orillas del famoso río Colorado. Había escogido aquel alojamiento porque permitían animales domésticos y a Derek no le gustaba separarse de Bobby, su perro, un labrado de color canela, si no era imprescindible.
En el hotel, que no contaría con más de quince habitaciones, apenas tenían ocupadas la mitad, por lo que no les resultaba difícil conocer bien a sus clientes. Aquella noche estaba la misma recepcionista que le recibió el día que llegó, lo que no dejaba de ser una divertida casualidad, especialmente por como se había comportado con él en aquella ocasión. Ella sonrió nada más verle. Era una atractiva joven de treinta y pocos años aburrida de la monotonía de la zona una vez pasada la época estival. Aquel día ella le había invitado a salir a tomar algo después de su turno y él había declinado la oferta amablemente a pesar de su insistencia.
¿Se va ya, Señor Harper? Sí, es hora de volver a casa. Es una pena que nos deje tan pronto.Bueno, ya he terminado lo que venía a hacer.Pero deja la habitación antes de tiempo. ¿Acaso no ha estado a gusto o no le hemos tratado bien?No, nada de eso. He estado muy bien, de verdad. Gracias.En cualquier caso, tome mi tarjeta por si alguna vez vuelve con más tiempo -dijo tendiéndole un pequeño trozo de papel con su número personal.Gracias por el ofrecimiento, pero tranquila, seguro que no me sería difícil encontrarte si vuelvo. ¿Sabes qué, Derek? -preguntó inclinándose hacia él y cambiando intencionadamente el grado de intimidad de la conversación al llamarle por su nombre de pila-, creo que la señora Harper no sabe lo afortunada que es. Díselo de mi parte.Se lo diré.Así que al final si hay una señora Harper. ¡Vaya! Es una pena. Aún tenía alguna esperanza al no ver un anillo en tu dedo.Ya. Bueno…No deberías viajar a estas horas, va a oscurecer pronto -le interrumpió. No tienes que preocuparte, gracias. Iré con cuidado.La situación le parecía surrealista, aunque no podía negar que se sentía halagado. Tiró suavemente de la correa de Bobby que estaba esperando junto a él y se dirigieron al coche.
Derek confiaba en retornar a la serena Carmel que había abandonado pocos días antes, una localidad tradicionalmente tranquila que destacaba precisamente por esa calma que le era inherente.
No tenía ni idea del revuelo que había en la zona en aquel preciso instante.
CONTINUARÁ…
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February 24, 2021
EODLD – Capítulo 5 -Parte 2 Arthur y Stephen

Veinte años antes…
Stephen empezó a investigar por su cuenta. Necesitaba saber qué había ocurrido en esa casa para que semejante tragedia hubiera sucedido. Un parricidio a manos de un niño de tan solo once años. Debía haber mucho detrás de aquel acto inmisericorde.
El caso llenaba la portada de los tabloides y a Stephen le asqueaba ver como la carnaza alimentaba las cuentas bancarias de los dueños de los periódicos. A nadie parecía importarle qué había llevado a un niño a cometer un acto tan deleznable. Las páginas de los diarios se llenaban de detalles escabrosos de lo ocurrido aquel día cualquiera de otoño, dando hasta el más mínimo detalle. Si la madre de aquel chico salía con vida, posiblemente tendría que hacer frente a una nube tóxica de periodistas con sed de sangre.
Por algún motivo, se sintió responsable. Sintió que debía ser el oxígeno en medio de ese ambiente enrarecido y ayudar a esa pobre familia mutilada de un miembro que, por lo que había visto en las heridas de la mujer, había sido la misma cangrena.
Salvo que hubiera sido el niño quien también la había agredido.
Cabía esa posibilidad, aunque pareciera improbable.
En su día libre, se acercó al lugar en el que había vivido la familia de aquel niño que ahora la sociedad veía como un monstruo. Debía tener cuidado de no llamar demasiado la atención. Estaba dispuesto a hacerse cargo de la terapia de la madre y del hijo, así que era importante que Katerina no averiguase que había estado por allí husmeando antes siquiera de ser oficialmente su médico.
Preguntó a algunos vecinos. La mayoría parecía no saber nada de lo que sucedía en aquella casa. No obstante, una vecina de una de las casas que estaba más próxima a la de la familia Hamilton, tenía su propia teoría. Al parecer, Matt solía ser un tipo encantador en el vecindario, muy educado y amable, aunque no iba más allá de unos gestos de cortesía. Bien parecido, con una buena posición social, era el vecino que a cualquiera le gustaría tener, pues no generaba ninguna molestia. No habían intimidado con nadie en el barrio. Nunca. De hecho, destacaba que tanto la mujer como el niño, apenas hablaban con nadie. El padre decía que su hijo, al igual que su mujer, eran tímidos. No obstante, a aquella mujer le parecía que tanto el niño como la madre parecían atemorizados.
Es fácil ver el aviso de la tormenta una vez que ha pasado.
¿En qué se basa?Bueno, hay cosas que no es necesario decir con palabras. Son evidentes en los gestos. Siempre van con la cabeza agachada y, en cuanto están en las inmediaciones de la casa, aprietan el paso para entrar cuanto antes en la vivienda y así evitar conversaciones. Sin embargo, a pesar de ello, en más de una ocasión, ella ha tenido que hablar con el señor Thompson, el vecino que está al otro lado de su casa, porque el niño ha pegado a su perro en muchas ocasiones. Parece mentira, con lo apocado que parece. Entiendo.Además, he oído gritos en algunas ocasiones, y golpes también. Aunque no puedo estar segura de lo que sucedía ahí dentro, la verdad. Le agradezco su ayuda.Después de hablar con ella, intercambió unas pocas palabras con el señor Thompson. La casa de éste colindaba con la de los Hamilton, así que era el que podría conocer más datos de utilidad acerca de la familia. No obstante, no quería hablar. Únicamente le dijo lo siguiente:
Ese crío es el mismo diablo. Debería ver con que cara de psicópata golpeaba a mi perro. En una cárcel para menores es donde mejor está.Aquellas palabras crueles dejaron a Stephen una sensación heladora en el cuerpo. No era más que un niño y ya era rechazado por la sociedad. Tal vez si alguien hubiera tratado de echarles una mano en lugar de juzgarles, las cosas no habrían acabado igual.
Se dijo a sí mismo que debía hablar con alguien del colegio para conseguir más información acerca de su actitud y reacciones en su entorno habitual. Necesitaba saber si aquel chico tenía amigos y cómo era con las personas de confianza. Tal vez allí alguien tuviera información útil para la terapia, así no tendría que ceñirse a la información que pudiera darle su madre o el propio niño. Lo que ellos pudieran aportarle sería información que sabía que estaría sesgada e incluso distorsionada por un posible síndrome de la mujer maltratada y la indefensión aprendida que conllevaba en tantos casos de violencia dentro del núcleo familiar.
Finalmente, logró hablar otro día con la tutora de Arthur, cuando ya se le había asignado oficialmente el caso. Sabía que con ella no habría logrado sacar nada de información hasta que fuera oficialmente su paciente, puesto que se debía a la confidencialidad en lo referente a su alumno.
Stephen se sorprendió al comprobar que su visión sobre el crío era totalmente diferente a lo que había escuchado hasta el momento. Le agradó conocer otras opiniones de adultos que veían en aquel crío a una posible víctima de sus malditas circunstancias.
Estoy segura de que es un buen niño. No entiendo qué puede haber pasado. Estoy absolutamente conmocionada, se lo aseguro. Es cierto que, cuando alguno se metía con él, sacaba una violencia inesperada. Ya sabe que siempre hay chicos conflictivos que gustan de atormentar a los que consideran más débiles y Arthur fue en más de una ocasión objeto de sus juegos y bromas hasta que se dieron cuenta de que, bajo esa apariencia, se escondía un chaval que no se dejaba amedrentar. Puedo hacerme una idea.No, no lo creo, de verdad. Arthur es un chico aplicado que tiene un comportamiento ejemplar en el colegio. Siempre es muy respetuoso con el profesorado, aunque es difícil sacarle más allá de unas pocas palabras. Por eso nos sorprendía tanto esa furia cuando se metían con él. Por otra parte, siempre me ha llamado la atención el hecho de que no parecía mostrar emociones de ningún tipo. Llegamos a plantearnos si sufriría algún tipo de autismo, pero la madre no quiso llevarle a ningún especialista. De hecho, esa falta de emocionalidad o algo similar que no sé muy bien como explicar, ya aparecía reflejada en un informe de otra compañera que le tuvo en su aula hace unos años. No puedo creer lo que ha pasado. Todos en el colegio estamos aturdidos porque no somos capaces de imaginar cómo pudo suceder. Espero que pueda ayudarle, doctor.Lo intentaré, se lo aseguro.Después de aquella conversación, Stephen se sintió invadido por cierta desazón. Cuántas veces suceden las cosas ante nuestros ojos y somos incapaces de verlas. La tutora había intentado mirar lo que ocurría con aquel chico pero, al final, no había podido ver. Se había asomado tan sólo al comienzo del abismo, pero lo importante sucedía a unas profundidades que no estaban a la vista de cualquiera. La realidad era que nadie en el colegio sospechaba que en aquella casa el maltrato físico y psicológico estuviera a la orden del día. Ninguno de los adultos que le rodeaban había podido o sabido proteger a aquel crío. Y ahora el mundo estaba conmocionado porque un niño le había cortado el cuello a su progenitor.
¿Cómo podría haber pasado tanto tiempo desapercibido? Pronto averiguaría como se había construido el muro de silencio a su alrededor.
CONTINUARÁ…
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