Miguel Ángel Moreno's Blog, page 6

May 22, 2014

Compra mi novela... ¡maldito!

Con siete títulos publicados conozco muy bien lo que se siente cuando una novela se presenta al público. El escritor, por lo general, tiene la sensación de haber hecho un buen trabajo, una obra que todos deberían leer y que gustará a cientos... no, ¡a miles de personas! Si una editorial se hace cargo de la promoción, los lectores van llegando poco a poco, y con ellos las reseñas, las opiniones, las entrevistas...

Pero con la autopublicación en Amazon la cosa es diferente. Nadie te avala, estás solo ante el peligro. Tienes que promocionar tu novela, un trabajo que, por supuesto, crees excelente. Pero la cruda realidad es que, una vez se autopublica, el escritor medio no tarda en comprobar que se ha sumergido en un océano de títulos; cada autor defiende su literatura a capa y espada como la mejor. Es entonces que llegan las frustraciones.

Imagino que si escribís, algunas de estas os sonarán:

- Mi libro es bueno, ¿por qué no lo compra nadie?

- ¿Cómo es posible que no esté en el Top100, con la de mierda que hay en los primeros puestos?

- Vale, ahora no destaco, pero el tiempo pone a cada uno en su lugar, y la buena literatura (esto es, la mía) terminará imponiéndose. Lo sé.

La tercera frase es mi preferida. Y es que todos, en algún momento, nos encasillamos dentro de los escritores incomprendidos; aquellos cuya literatura renacerá al final de una carrera llena de esfuerzos, o incluso después de nuestra muerte. Seremos encumbrados como adalides de la literatura de la época, crearemos escuela y los alumnos de instituto leerán nuestras obras en la asignatura de lengua y literatura.

Bien, soy estupendo. No, qué coño, soy muy bueno. ¿Cómo pueden estar tan ciegos los usuarios de las redes sociales? ¡Eh, aquí tenéis un gran escritor! ¡Ignorad a los demás! ¡Yo  tengo la literatura que merece la pena leer!

A partir de entonces llega la necesidad obsesiva por mostrar tu trabajo en twitter con mensajes como: "Una novela que no dejarás de leer". "Lee mi novela, no te arrepentirás". "La historia más emocionante desde Lo que el viento se Llevó". "Llorarás" "Te emocionarás hasta decir basta" "¡Te correrás de gusto!"

¡Olé! Claro que sí, ¡qué gran obra he escrito! El mundo debe conocerla. Voy a anunciarla en twitter hasta que todos se enteren. Absolutamente todos.

Escribes mensajes por decenas y los subes a twitter. Pero empiezas a obsesionarte porque, a pesar de tu insistencia, nadie lee tu novela. Así que lo primero que se te ocurre para arreglarlo es escribir muchos más mensajes. Te descargas herramientas como Hootsuite y publicas uno cada media hora, o cada quince minutos. Total...
Algunos de tus contactos han dejado de seguirte, pero no importa, porque todavía tienes muchos otros que comprenden tu trabajo y tu empeño. Sí, seguro que lo comprenden...

Mientras escribo estas líneas me surge una media sonrisa. Esta no es una entrada acusatoria; tampoco pretendo dar soluciones a la búsqueda desesperada de lectores que anhela cada autor. Lo cierto es que no puedo ser crítico, porque yo mismo recurro a la misma estrategia de promoción, y aunque diariamente no publico más de media docena de mensajes por twitter y uno por facebook (creedme, son pocos), sé muy bien que, al menos en lo que respecta a la red social del pajarito, la inmensa mayoría de usuarios está hasta los cojones de leerlos.

Sí, me habéis leído bien. Estamos todos hasta los mismísimos machos... y sin embargo, el escritor no puede dejar de promocionar, de pelear por lo que ha producido. Porque si nosotros no creemos en nuestras historias, ¿quién lo hará? Y porque, en el fondo, ¿quién posee la clave del éxito? Nuestras historias pueden ser mediocres... o puede que resulten una verdadera joya. Así pues, no nos queda más remedio que confiar en nuestras letras.

Como he dicho antes, esta entrada no pretende ser crítica. En realidad la dedico a todos los que me retuiteáis o compartís mis entradas de facebook. A todos los que recomendáis mi novela, me concedéis entradas en vuestro blog o entrevistas. Dedico estas líneas a todos los que me habéis dedicado comentarios en Amazon, o me habéis escrito confesando lo mucho que estáis disfrutando mi historia. Esta entrada va dirigida a los que, a pesar de estar hasta los cojones, seguís animando la promoción de un escritor que, como todos, piensa que escribe buenas historias. Intento no ser pesado, palabrita.

Gracias, de verdad.

P.S. ¡Ah, sí! Echad un ojo a mi novela ;)
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Published on May 22, 2014 02:54

May 15, 2014

El escritor ha muerto

Hace semanas que me hago la misma pregunta: ¿qué novelas encontraremos en la Feria del Libro de Madrid? ¿Qué autores firmarán en las casetas? Otros años lo tenía claro. Las novedades, los best sellers y los escritores revelación florecían en mayo como por arte de magia, y a partir de junio cada editorial pisaba el acelerador en el asunto de las promociones. 
Sin embargo, no parece que este verano vaya a suceder lo mismo.
Este verano, las casetas de la feria no se llenarán con autores de novela, sino con periodistas del corazón y famosetes televisivos a quienes les ha explotado (sí, explotado) la vena literaria; y en vanguardia estará ella, Belén Esteban y sus memorias. Tele5 llega a la literatura.
Las grandes editoriales ya no apuestan por las historias, ni por la calidad del estilo. No busquemos grandes nombres entre quienes ganan los premios literarios, ni relatos emocionantes ocupando los primeros puestos del ranking de ventas. ¿Qué importa esas cuestiones? Lo que vende es la cara de quien la escribe, y cuán fuerte sepa berrear en televisión. De hecho, ni siquiera hace falta que sepa hacer la o con un canuto, para eso están los escritores fantasma. 
Aguardo con pena el momento en el que Belén Esteban vaya a firmar en la Feria del Libro de Madrid, y me asquea. Para mí, y para muchos escritores, la Feria es sagrada. Es ese lugar al que soñábamos ir cuando aún componíamos letras sin mucho acierto; cuando buscábamos editoriales que arriesgaran con nuestra historia. Para un escritor, ocupar una caseta durante unas horas y ponerse a firmar supone un instante inolvidable. Este año muchos autores de verdad van a presenciar ese sueño en manos de quienes no lo merecen. Este año, los escritores han muerto...
No, ni mucho menos. Los escritores siguen con vida. Están ahí,  cada vez más lejos de los grandes sellos. Leí no hace mucho que las editoriales medianas y pequeñas están aumentando sus ventas. Tal vez crecen porque ellas sí confían en la literatura. Pero incluso cuando no es así, los escritores buscan su lugar por otros medios (sí, me estoy refiriendo a Amazon).
Ya lo decía el escritor Rafael R. Costa en una entrevista que leí hace poco: 
Se puede dejar de escribir (y fácil no es) pero no se puede dejar de ser escritor, como no se puede dejar de ser alto, enano, de tener ojos pardos o verdes, no se puede [...] Si tengo que elegir, sea para bien o para mal, elegiré Literatura.

Las editoriales sí pueden elegir a quién publican; pueden volver la vista a los escritores o centrarse en las ventas. Probablemente se decanten por lo segundo, pues en un país donde la crisis lo devora todo, cada cual lucha por sobrevivir. No hay más. Pero los escritores no pueden desaparecer, y no han desaparecido. Sólo hay que saber dónde buscarlos. 
Este año tal vez no se encuentren escritores en la Feria del Libro, pero los escritores no han muerto. No hemos muerto, qué cojones.   
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Published on May 15, 2014 01:41

May 8, 2014

Un experimento. ¡Pruébalo!

Hoy os traigo la propuesta de un experimento al que llevo dándole vueltas algunos días, y os invito a participar. No os llevará más de 10 minutos.

Muchas veces he confesado que escucho música mientras escribo porque consigo meterme en la historia y, además, logro un estilo muy visual, que es lo que siempre he perseguido con mis novelas. Sin embargo, con La Costilla de Caín he experimentado una unión especial entre la melodía y el texto. Por primera vez elaboré una lista detallada de todas las "melodías de la novela", de tal modo que tenía una música concreta para determinados instantes de la historia. Igualito que en una película.

Lo que os propongo como experimento es precisamente eso: una breve lectura con una melodía de fondo.
Lo haremos de la siguiente forma: os paso un enlace a una melodía de youtube. Dadle al play y
comenzad a leer. Id escuchando las melodías que os vaya poniendo en los enlaces según vaya señalando. Así de sencillo. ¿Os lanzáis? ¡Pues vamos allá!

INTRODUCCIÓN AL CAP.4 DE La Costilla de Caín
El profesor Baldinger, Raúl Sibeud, su ayudante y narrador de la historia, y la investigadora Sybil Joyner se introducen a medianoche dentro de la casa del difunto Enric Mantey, un diplomático muerto bajo extrañas circunstancias. La casa está vacía, y Baldinger espera encontrar alguna pista que le encamine hacia la causa de su fallecimiento...
***
DALE AL PLAY
...En el interior nos recibió un aroma a madera vieja y narcisos. Sorprendentemente, la casa conservaba cierta calidez, comparado con las frías temperaturas externas. Todas las ventanas tenían las cortinas echadas, de modo que casi no entraba luz desde el exterior. En alguna parte, tal vez en la entreplanta, un reloj de péndulo marcó la medianoche. Cerramos la puerta a nuestras espaldas y permanecimos en la entrada, esperando a que nuestros ojos se acostumbraran a la oscuridad.
—Raúl, busca algo para iluminarnos –me pidió Baldinger.
Encendí una cerilla y rastreé el salón, hasta que hallé un quinqué sobre la repisa de la chimenea. Con él por delante lideré al grupo hacia la entreplanta. Una imperante necesidad primigenia deslizó mi mano libre hacia el interior de mi chaleco, donde ocultaba la pistola. El tacto de la empuñadura me devolvió cierta tranquilidad.
Alcanzamos la puerta del despacho, donde había sido hallado el cuerpo de Enric Mantey; estaba entreabierta. La empujé y dejó escapar un quejido estremecedor. La habitación nos aguardaba al otro lado prácticamente sin haberse alterado nada de su interior, a excepción de la ausencia del cuerpo. Frente a nosotros, la estrecha ventana volvía a delimitarse gracias a un débil reflejo de luz artificial procedente del exterior; y en la alfombra, a pocos metros, quedaba una mancha parduzca donde antes yació el cadáver de Mantey. Pasamos dentro, y entonces, con un respingo, Sybil quedó paralizada, como un ciervo que cree haber escuchado un ruido amenazador.
—¿Qué detectas? –preguntó Baldinger en un susurro.
Aguardamos unos instantes a que la mujer respondiera, pero continuaba rígida. Sus ojos se habían abierto desmesuradamente; sus pupilas encogieron cuando la alumbré el rostro.
—Sybil, ¿qué ocurre? –insistió el profesor.
—No lo sé –dijo de repente—. Jamás… nunca he percibido nada igual. No sé qué es, pero está aquí.
Su comentario me produjo un escalofrío. Mi mano regresó en busca de la pistola.
—¿Qué más cosas hueles? –dijo Baldinger.
Sybil se acarició el puente de la nariz.
—Pólvora. Ha habido un disparo.
—Así es –confirmó Baldinger—. Continúa.
—Roble y pino; son los muebles. Alfombra vieja… ¡Espera!, hay algo más. Alcanfor.
—¿Alcanfor? –repetí— ¿Dónde?
—No lo sé… parece un resto. Es como si hubiera estado aquí, pero ya no está. Ahora me llega otro aroma, sí. Es... es un olor muy característico: aceite.
—¿Para qué utilizarían aceite en una sala como ésta? –dije—. Hay luz eléctrica, y el quinqué es de queroseno.
—¡Es para engrasar unas bisagras! —dedujo Baldinger, y dirigiéndose a Sybil, añadió – A juzgar por el chirrido, no ha sido utilizado en la puerta de entrada. ¿Dónde percibes ese olor?
—En mitad de la sala.
Extendí el brazo para alumbrar. En la zona señalada no había ningún mueble. Baldinger declaró lo que todos imaginábamos.
—Debe de tratarse de alguna puerta secreta. ¡Sabía que se me escapaba algo! Raúl, enciende la luz del despacho; nos ayudará a buscar algún tipo de resorte o ranura en las paredes.
—¿No nos delataremos? –previne.
—Esta habitación no tiene ventanas que den al exterior –recordó Baldinger— sino al patio.
Di las luces de la habitación. Se encendieron todas, salvo la del fondo, donde aún no se había colocado una bombilla nueva. Nos pusimos a buscar por las paredes de papel pintado. Yo, que había comenzado por el lado oriental, no tardé en hallar el perfil de una pequeña portezuela. No debía tener más de un metro de alto y unos treinta centímetros de ancho. Llamé a los demás, dejé el quinqué en el suelo e intenté tirar ayudándome con las uñas.
—Prueba a empujar el centro –propuso Baldinger.
Obedecí, y en aquel momento, con un suave chasquido, la puerta se abrió hacia afuera. En el interior había un revólver, una caja de balas y un lienzo enrollado. El profesor se apresuró a tomar este último objeto, deshizo el nudo de la cuerda que lo sujetaba y lo desenrolló. Se trataba de un dibujo que parecía antiguo. En el centro podía distinguirse claramente una copa muy elaborada. Alrededor de la misma, formando un marco cuadrado, había escritas unas palabras en una grafía que me resultó absolutamente críptica. Por último, en la parte inferior detecté unas marcas que parecían recientes, hechas probablemente con un lápiz. Se asemejaban a las mismas que un preso realiza al contar los días que le quedan para ser libre, aunque no formaban grupos de cinco, sino de dos, uno y tres.
—Es griego –declaró Baldinger, como si hubiera adivinado que ninguno sabíamos el idioma al que pertenecían los caracteres.
—¿Sabe qué pone? –inquirí.
—Por desgracia, no. Necesitaría un diccionario y algo de tiempo para...
—¡Un momento! –Sybil se acarició la nariz.
—¿Qué sucede? –dije yo.
—Un nuevo olor… es… ¡hay alguien a nuestra espalda!
Di media vuelta al tiempo que desenfundaba mi pistola. Entonces, justo en la entrada, descubrí una figura; un hombre que nos apuntaba con un revólver. A su espalda todas las luces de la casa habían sido encendidas. Para mi sorpresa, comprobé que se trataba de Julio Serantes.
Quise abrir fuego primero, pero él fue más rápido. Su arma ejecutó dos disparos. Me agaché instintivamente y escuché un estallido de cristales. La ventana a mi espalda debía haber sido alcanzada por una de las balas. El profesor y Sibyl se escurrieron hacia la pared opuesta, mientras ella desenfundaba una pistola Lugery abría fuego. Su disparo dio en la jamba de la puerta, mientras que el mío alcanzó la hoja justo cuando se cerraba; Julio huía.
—¡Qué no escape! –gritó Baldinger.
Echamos a correr tras él. Fui el primero en alcanzar la entreplanta y en descubrirle bajando las escaleras. Parapetándose tras el pasamanos, se giró para volver a atacar. Quise gritarle que se detuviera, pero volvió a actuar con más celeridad que yo y disparó. Esta vez la bala impactó en la alfombra. Le imité, y cubriéndome tras el pasamanos respondí a su fuego. Por desgracia, mi puntería era la propia de un hombre que jamás ha disparado un arma, y mis intentos por acertarle dieron contra un cuadro sobre la pared. Julio, confiado por mi torpeza, echó a correr escaleras abajo y, ya en el primer piso, puso rumbo al ala oeste. Sybil emergió entonces. Abrió fuego desde la entreplanta, pero sus balas impactaron tras los talones de Julio. Éste se volvió un segundo, utilizando como cobertura uno de los sillones de la chimenea, y me atacó; la bala me pasó muy cerca, rozándome el lóbulo de la oreja izquierda; aunque, dada la tensión del momento, no sentí que sangraba. Respondí a sus disparos, pero erré de nuevo, impactando contra la lámpara de pie que iluminaba el extremo occidental de la habitación hacia la que ya corría Julio. Con un estruendo de cristales la zona quedó totalmente a oscuras. Entonces nuestro atacante, rectificando su rumbo, volvió a su escondite tras los sillones. Mientras tanto, Sybil le cercaba el paso desde la entreplanta.
—¡Ríndase! –Le grité, agazapado al pie de las escaleras.
El aludido me respondió descerrajándome otro disparo, que lanzó por los aires una docena de astillas del pasamanos.
En ese momento, Baldinger, que también observaba la escena desde la entreplanta, nos gritó una nueva orden.
—¡Disparad a las luces!
Sybil fue la primera en obedecer. Apuntó a la lámpara que iluminaba la entreplanta y abrió fuego. Ésta quedó totalmente a oscuras, y yo, desde mi posición, pude ver que Julio se agachaba todavía más, extrañamente atemorizado; y no sólo eso, sino que sus movimientos parecían erráticos. Ya no se cubría de mí tras el sillón, sino que lo había rodeado, quedándole como única cobertura el otro asiento que había frente a la chimenea. A todas luces era como si se quisiera ocultar de algo que acechara al otro lado, en la zona oscurecida, y prefiriera quedar a tiro de mi pistola. Con esta idea, vi que la luz más cercana a su posición procedía de una lamparita en la pared sur, a la izquierda de las puertas de entrada. Desde donde me encontraba el disparo era algo complicado, así que corrí agazapado en dirección al centro de la habitación, bajo el fuego del revólver de Julio, quien agotaba contra mí sus últimas balas. Llegué a la altura de las puertas, me erguí y apunté a la lámpara. Mi dedo ya acariciaba el gatillo cuando, de repente, me detuvo el frío contacto de una ráfaga de viento procedente del exterior. 
***
DETÉN LA PRIMERA MELODÍA Y PON ESTA
A mi izquierda las puertas se habían abierto de golpe. Al otro lado, y apuntándome con una escopeta de dos cañones, descubrí a un hombre que debía medir metro noventa de estatura. Era de constitución robusta, pero su rostro dejaba ver un carácter preclaro gracias a una adecuada combinación de rasgos: frente despejada, mirada firme de ojos profundos, mandíbula recia y pelo encanecido. No obstante, lo que realmente me sorprendió fue que el individuo que apuntaba a mi sien vestía ni más ni menos que un atuendo de sacerdote.
—No abra fuego contra esa lámpara, hijo –me recomendó, sin que su pulso temblara un ápice.
Luego, elevando la vista por encima de unas gafas redondas, descubrió que Sybil lo encañonaba a él.
—No es mi intención que nadie salga herido. No estoy aquí por ustedes.
Vi que a su espalda, calándose bajo la lluvia, esperaban otros dos hombres. No eran sacerdotes. El de la izquierda era alto, de piel morena. Lucía una barba descuidada, bigote denso y una melena negra que lo hacía parecer un salvaje. En su cintura descubrí la funda de un cuchillo enorme. El otro tenía aspecto de boxeador; cabeza grande y afeitada, labios gruesos curvados en una mueca y tabique nasal desencajado.
—Me llamo Paulo Dantas –continuó el hombre que me apuntaba, mirando de reojo a todos los presentes—. Soy sacerdote portugués. Repito: no estamos aquí por su causa, sino por otra razón muy distinta. Sugiero que detengan el tiroteo, y con mucho gusto me explicaré. Pero por favor –y, de nuevo, volvió a clavarme una mirada de ojos castaños—, no dispare a esa lámpara.
Lentamente, bajé mi arma.
—Adelante –invitó Baldinger desde la entreplanta.
A la casa pasaron los tres hombres. Dantas cerró la puerta de la calle. Julio continuaba en su escondrijo.
***
DETÉN LA MELODÍA Y, POR ÚLTIMO PON ESTA

—¡No disparen! –gritó desde allí.
—¿Julio? –llamó el padre Dantas desde su sitio.
—Sí, soy yo.
—Al fin le encuentro, amigo. ¿Por qué no me dijo adónde iba?
—¡Gracias a Dios, padre! Creo… creo que no puedo moverme del sitio. Me ha encontrado, y si salgo me atrapará. La oscuridad es muy densa.
—Ya veo que es muy densa. Sé que le está esperando, hijo. No se mueva de ahí.
Julio asintió frenéticamente. Entretanto, Baldinger y Sybil habían llegado hasta mi posición.
—Raúl, recarga el arma –me indicó el profesor.
—¿Qué está sucediendo? –respondí.
—Tú hazlo.
¡Os móveis! –ordenó el sacerdote a sus hombres.
Estos comenzaron a retirar todo el mobiliario que había entre nosotros y los dos sillones, pero no se acercaron a Julio.
¡Em paredes!–dijo Dantas a continuación. Sus hombres tomaron posiciones; uno en la pared sur y otro en la norte, no demasiado lejos de la chimenea. El sacerdote se volvió a nosotros.
—¿Sabe disparar? –preguntó a Baldinger, el único que no iba armado.
—Sí.
Dantas le lanzó la escopeta. El profesor comprobó si estaba cargada, y luego pegó la mejilla a la culata, apuntando a la zona oscura, dispuesto a disparar contra algo o alguien que todavía nos era desconocido. Instigado por esa misma cuestión, me atreví a preguntar.
—¿Qué buscamos?
—Quizás es mejor que lo vean primero, y que luego les explique qué es lo que han presenciado –respondió Dantas—. Ante todo no se aproximen a la oscuridad. Estén atentos a cada zona en penumbra, especialmente aquellas donde la negrura es total. Si ven salir algo, lo que sea, abran fuego. No duden, o morirán.
—¿Qué es lo que va a salir? –murmuré.
Dantas no dijo nada.
Comprobé que, de entre todos los asistentes, era yo el único sorprendido. Tanto Baldinger como Sybil parecían haber asimilado las palabras de aquel sacerdote, mientras que yo me preguntaba qué podía asaltarnos desde las sombras, puesto que, de hecho, allí no había más que una pared.
El padre Dantas introdujo su mano en el interior de la sotana y extrajo lo que parecía el enorme badajo de una campana, sólo que profusamente adornado con relieves de oro y plata. Luego caminó lentamente hacia la zona oscura. Julio Serantes, desde su puesto, observaba la escena tiritando como un niño. Dantas se detuvo a un metro de éste, con la mirada fija en la penumbra.
—¡Vamos, furcia de Satanás! –instigó a la oscuridad— ¡Muéstrate de una vez!
En aquel instante, la atmósfera vibró con una risita que me detuvo el corazón. Era semejante la que produciría un niño, pero entremezclada con algo parecido al lamento de un cachorro. Primero lo escuchamos desde la zona más oscura de la habitación, pero al momento, aquel siniestro eco comenzó a reproducirse desde diferentes puntos: a nuestro flanco y a la espalda; y también por encima de nuestras cabezas, como si revoloteara sobre nosotros. Sentí un escalofrío cuando creí que aquel espantoso lamento me rodeaba con unos brazos invisibles, me poseía y tiraba de mí hacia las sombras.
—¡Atentos! –gritó el sacerdote— ¡Pretende confundirnos!
Y luego, cambiando al portugués, ordenó algo a sus hombres. El boxeador desenfundó un revólver; el hombre con aspecto de salvaje extrajo su enorme cuchillo y se agazapó, como si estuviera a punto de saltar sobre algo.
—¡No puedo más! –clamó de repente Julio, que lloraba a lágrima viva desde su sitio —¡Sáquenme de aquí, se lo suplico! ¡Me busca a mí!
—¡Calma! –intentó tranquilizar Baldinger; su pómulo derecho no se despegaba de la culata de la escopeta.
—¡Me busca a mí! –repitió el otro.
—¡Criatura impía! –soltó Dantas con un rugido— ¡Ven por mí!
 Avanzó un paso más, apenas unos centímetros, y de repente, mediante una velocidad pasmosa, surgió de entre las sombras...
***
¡Fin del experimento! Si todo ha ido bien (y no te han colado muchos anuncios de YouTube), habrás disfrutado de un apasionante momento con banda sonora de fondo.En realidad, éste no es más que otra excusa para convencerte de lo que te aguarda en La Costilla de Caín, si es que todavía no te has decidido a iniciarte en su lectura. 
Pero si ya la has leído y recuerdas este capítulo, ¿qué te ha parecido la experiencia?
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Published on May 08, 2014 02:18

May 1, 2014

Diario de un escritor Indie. Mes 1 de publicación

Entre los autores tenemos cierto reparo a confesar cómo nos están yendo de verdad las cosas. Pasa en diferentes áreas artísticas. La razón es sencilla: decir que todo va estupendamente es una estrategia de marketing -por debajo, y en ocasiones, también subyace algo de celo por la competencia-. Sin embargo el objetivo último siempre es el mismo: demostrar el éxito vende. 
La Costilla de Caín está ambientada en el Madrid de 1915Sin embargo, desde que me he introducido en el universo indie he comprobado que se hace necesario contar la realidad de un terreno prácticamente en pañales, especialmente todo que se refiere a la promoción de una obra. Creo que narrar el día a día de un autor que se autopublica puede ayudar a quienes empiezan, y es por eso que el primer jueves de cada mes voy a ir contando los avances y retrocesos de mi novela La Costilla de Caín . Lo voy a hacer desde la objetividad, hablando con los hechos, detallando todas las estrategias.
He escuchado a autores decir que no sirve de nada que una novela aparezca en un blog. Otros defienden la promoción en Twitter y las redes sociales a capa y espada, pero ¿son realmente útiles estos métodos de promoción? No pretendo demostrarlo, pero sí mostrarlo desde mi experiencia personal, enseñando qué está funcionando y qué no con mi novela. Ése es el objetivo de este diario.
No soy un escritor conocido en España. La Costilla... es mi séptima novela, pero las seis anteriores fueron publicadas en Estados Unidos y distribuidas fundamentalmente por el continente americano. Ciertos títulos, como Praemortis, se han vendido por miles. Pero en la autopublicación eso no importa mucho. Creo que la novela que he lanzado por Amazon es de lo mejor que he escrito, y aunque no siga ciertas pautas de las "novela comerciales" (esto es: capítulos breves y un inicio cargado de acción), confío en su calidad y en la historia que narra. Ya veremos si eso funciona.
Por el momento dejo aquí el relato de mis avances, desde la publicación de mi novela hasta el día de ayer.
26 de marzo - publico La Costilla de Caín. Lo anuncio por redes sociales: Facebook (casi 2.000 seguidores), Twitter (alrededor de 750 seguidores), Linkedin (170 contactos) y Goolgle+ (65 contactos). El enlace es compartido una docena de veces. Ninguna descarga.
Principios de abril - inicio una promoción en facebook y twitter: cuelgo un enlace a la novela y sorteo un ejemplar en papel para todo aquel que le dé a compartir o a retuitear. Mas de veinte personas comparten. Recibo una descarga
12 de abril - mi novela aparece reseñada en un famoso blog de literatura con cientos de seguidores y otras tantas visitas al día. La reseña es muy positiva. Recibo una descarga.
13 - 15 de abril - inicio una agresiva campaña de promoción por redes sociales. Publico enlaces en mi muro de facebook y en otras dieciocho páginas relacionadas con literatura (algunas con más de dos mil miembros). También en twitter, donde repito el anuncio varias veces al día. Ninguna descarga. La cruda realidad sobre esto es que buena parte de los usuarios de las páginas de facebook tienen, como yo, los comentarios desactivados. Nos hemos saturado mutuamente de tanta promoción y nos dedicamos, todos nosotros, a pegar anuncios que nadie lee.
John M. Baldinger, el protagonista de
La Costilla de Caín, está inspirado en
el legendario Allan Quatermain. 16 - 22 de abril - Para promocionar mi novela en Semana Santa, rebajo el kindle a 0 euros. Creo un cartel promocional y lo subo a las redes sociales. El primer día recibo ciento cuatro descargas. El Jueves Santo publico en mi blog una entrada sobre la trampa que constituyen algunas editoriales tradicionales. Ese día recibo ciento setenta y una descargas gratuitas. Al final de Semana Santa, el total de descargas gratis de kindle asciende a mas de seiscientas cincuenta. La Costilla de Caín sube al n1º en la tienda kindle gratuito y en las categorías de fantasía, acción y aventura. Llegan las primeras valoraciones: dos de cinco estrellas (una en Amazon.com y otra en Amazon.es). 
23 - 27 de abril - La venta de unidades pagadas asciende considerablemente, a una media de 15 descargas diarias. Subo hasta el Nº70 del top de pagados kindle y entre el Nº3 y el Nº5 en fantasía, acción y aventura.
28 de abril - Mi novela aparece reseñada en otro blog. Recibo dos descargas.
29 - 30 de abril - continúo con la promoción en redes sociales (igual a la empleada durante los días 13 a 15 de abril). La novela desciende en descargas (entre una y tres al día) y en puestos. El 30 de abril amanece en el Nº250 de pagados en tienda Kindle y entre el Nº10 y 15 en fantasía, acción y aventura. 
A día de hoy, creo firmemente que las reseñas en blogs funcionan, pero opino que hay que aparecer en varios para que la gente empiece a confiar en el producto. Ser reseñado en uno o dos no parece tener el resultado esperado. Por otro lado, creo que la saturación de publicidad en páginas de facebook tiene un éxito medianejo. Generalmente no se lee, y quizás lo mejor sea limitar la presencia al muro personal, donde los usuarios suelen compartir, y a twitter. En este último medio quizás existan más posibilidades, ya que los mensajes retuiteados pueden llegar a mucha gente. Hablar de la novela desde un blog personal puede tener éxito, pero se me antoja impredecible. 
Sea como sea, continuaré investigando nuevos medios de promoción. Si los hados quieren, os mantendré informados el próximo jueves 5 de junio.
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Published on May 01, 2014 02:11

April 24, 2014

Me he hecho indie. Diferencias entre la publicación tradicional y la autopublicación

Venía pensando en un título adecuado para esta entrada, cuando llegó a mi cabeza una escena de la película Bailando con lobos, en la que el teniente John Dumbar (Kevin Costner) es descubierto por sus compañeros americanos ataviado como un sioux. Entre todos consiguen arrinconarle y le golpean mientras uno de ellos le dice: "te has hecho indio".Me ha parecido que esa frase puede definir muy bien el título de mi entrada. Veréis, os lo explico:
He publicado un total de siete novelas, cinco han aparecido bajo sellos de publicación tradicional (Peones Ciegos, La vidriera carmesí, Praemortis I y II, La zarza de tres espinas), dos han sido autopublicadas en Amazon (Praemortis III, La costilla de Caín). Vale, todavía no sé si me he convertido definitivamente en un autor indie. Con Praemortis III apenas hice promoción (no merecía la pena, puesto que era la tercera parte de una trilogía, y no podía leerse sin leer las dos anteriores). Por La Costilla de Caín , aunque por el momento debo admitir que está teniendo muy buena acogida.
otro lado, aún es pronto para comprobar los resultados de
En este tiempo, sin embargo, he podido observar ciertas diferencias entre un medio de publicación y otro que me gustaría expresar para, quizás, deshacer las dudas de aquellos que no sepan cuál camino tomar. Y aunque el título de mi entrada pueda hacer pensar lo contrario, voy a ser imparcial y a hablar desde los hechos que he experimentado en primera persona. Olvidad el título, ha sido un vil recurso para atraeros ;)Las diferencias entre un medio y otro se observan justo cuando hemos terminado de escribir y corregir nuestro manuscrito. Así pues, iniciemos el examen a partir de entonces:


Diferencias entre la publicación Tradicional y la Atopublicación

MAQUETACIÓN
Tradicional - La editorial se encarga.Autopublicación - El autor debe encargarse.Mi experiencia - En mi caso particular, aprendí a maquetar por mi cuenta. Me costó un par de semanas visionando cursos, probando una y otra vez y peleándome con el procesador de textos, pero una vez asimilados los conceptos no resulta complicado. No sé hacer filigranas, pero una novela tampoco lo necesita. Así pues, el resultado para la versión en kindle funcionó a la primera, con la versión en papel tuve más problemas. La "prueba de lectura" que ofrece CreateSpace no es del todo "real". Los primeros ejemplares de mi novela tenían una fuente pequeña, y eran algo incómodos. Aconsejo utilizar un tamaño 14 de fuente Times New Roman, con interlineado a 1,5.
CORRECCIÓN DE LA NOVELA
Tradicional - La editorial se encarga. Autopublicación - El autor debe encargarse.Mi experiencia - Soy filólogo, y gracias a ello tengo buena parte del camino andado, pero como tampoco soy infalible suelo contar con tres o cuatro lectores 0, gente que lee la novela antes de que ésta se publique. Generalmente estos lectores poseen un buen nivel cultural y conocimientos sobre gramática y ortografía. Algo se nos puede pasar, pero he comprobado que a los editores y correctores de una editorial también se les pasa. No hay mucha diferencia en el resultado final de ambas versiones.
PORTADA
Tradicional - La editorial se encarga. Muchas cuentan con la opinión del autor para elaborarla, o para que decida cuál le gusta entre varias opciones de portadas ya terminadas. Autopublicación - El autor debe encargarse. Amazon posee un generador de portadas. Mi experiencia - Conté con la ayuda de una ilustradora, Helena Ovalle, que hizo la fotografía de la portada de mi novela y luego la retocó. En todo momento colaboré con ella para conseguir exactamente lo que quería. No me costó nada insertar esta portada en CrateSpace para la versión en papel de mi novela. Al llegarme el ejemplar, eso sí, he comprobado que es algo oscura, de modo que CreateSpace no ofrece una visión totalmente fidedigna del resultado último.
PUBLICACIÓN
Tradicional - Meses para saber si el manuscrito ha sido aceptado; meses hasta la publicación. Autopublicación - Unas 24 horas. En muchas ocasiones, incluso menos.Mi experiencia - La Costilla de Caín fue autopublicada en kindle en unas pocas horas. Con la versión en papel esperé unas 24 horas. Por otro lado, el pasado mes de marzo terminé una novela que he enviado a diferentes editoriales. Aún no he recibido respuesta afirmativa de ninguna. La mayoría me han advertido que le proceso de lectura y posible aceptación se demorará un tiempo que oscila entre los tres y los diez meses. 
DISTRIBUCIÓN
Tradicional - Dependerá de la distribuidora y de cuánto apueste la editorial por el autor.Autopublicación - En todo el mundo, pero sólo a través de Amazon.Mi experiencia - Si bien las cosas están cambiando, aún veo que algunos lectores se encuentran perdidos cuando se les indica que tienen que recurrir a Amazon para comprar una novela. Muchos desconfían, o creen que no podrán hacerlo, o necesitan tener el libro delante antes de comprarlo. Por otro lado, el concepto de una novela alejada de las editoriales y de las librerías arrastra cierta pátina de falta de profesionalidad, de producto chapucero.
PUBLICIDAD
Tradicional - En según qué casos, la editorial se encarga.Autopublicación - El autor se encarga.Mi experiencia -  En este caso he notado pocas diferencias. Si bien algunas editoriales me han ayudado con la promoción en muchas ocasiones, yo nunca he dejado de publicitarme. Con La Costilla de Caín me he propuesto agotar todas las posibilidades, exactamente igual que hice con Praemortis
GANANCIAS
Tradicional - Por lo general, un 10% Autopublicación - Entre un 30% y un 70%Mi experiencia - Sí, el autor percibe mayor porcentaje por las ganancias cuando se autopublica, pero también es verdad que debe rebajar el precio de su novela de forma considerable para superar a la competencia. Esto le reporta pocos beneficios y -para algunos lectores- podría ser un signo de falta de calidad del trabajo. Por el momento, La Costilla de Caín no me ha dado tantos beneficios como Praemortis. Le falta mucho para llegar a ello, pero tengo que admitir que, poco a poco, va dándome algunas alegrías. El tiempo dirá...

Por último, y para concluir, dejo una reflexión: la novela autopublicada se sostiene gracias a los lectores, y creo que lo hace en mayor medida que la tradicional. Son ellos los que se encargarán de valorarla de forma positiva, hacer reseñas y recomendarla entre sus círculos. Ellos son el más importante sustento de una obra que no cuenta con la estrategia de ventas de una editorial y, en mi opinión, el más importante de los medios de promoción que puede haber. La novela de Amazon se presenta sin artificios, desnuda, directa al público. ¿Hay algo más honroso que obtener el éxito por el
aplauso de éste? 
Todavía no me he vuelto indie del todo, pero está claro que me siento cómodo en este universo. 
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Published on April 24, 2014 03:05

April 17, 2014

Por qué mi novela puede adquirirse gratis

Ayer, y con objeto de promocionar mi novela La Costilla de Caín, que publiqué a finales de marzo, coloqué la descarga del kindle a 0 euros. 
Sí, gratis del todo. 
En unas horas, la novela ascendió hasta el top 2 de novelas gratis en la tienda kindle de Amazon, y alprimer puesto en las secciones de fantasía, acción y aventura.

Me alegra ver que tanta gente estuviera dispuesta a descargar el libro. Sin embargo, sé de otros -generalmente escritores-, que no aprueban que una novela se regale a los potenciales lectores. Entiendo su postura, y por eso he querido publicar esta entrada. 
Me costó seis meses escribir La Costilla de Caín, sin contar el tiempo que pasé documentándome y preparando detalles de la trama, como aquéllos relativos a los enigmas que aparecen en el argumento y a la composición de la urdimbre que se desarrolla a lo largo de sus páginas. Durante los seis meses siguientes a la elaboración de la sinopsis empleé las mañanas en madrugar y sentarme a escribir. Algunas veces no me salía más que un triste párrafo, a pesar de que me mantenía durante horas con los dedos pegados a las teclas de mi ordenador. Si no hallaba la forma exacta de expresar lo que quería, borraba lo que había producido y empezaba de nuevo. Sí, escribir una novela es un proceso que no es fácil, y que merece cierta compensación al escritor. Ahí es donde quiero llegar: el peliagudo asunto de las compensaciones.
Hace unos días leía con tristeza un artículo publicado por la autora Mercedes Pinto Maldonado (a quien tuve el gusto de conocer durante la presentación en Madrid de su novela Maldita) llamado Captados en Amazon, esclavos de la pluma. Por su sinceridad, y por hablar sin miedo sobre la cruda realidad, el artículo se hizo viral en poco tiempo. Tres días después, Mercedes explicaba dicho artículo con una nueva entrada en su blog. Supongo que ciertas personas del mundo editorial se pusieron como un basilisco al leer el primero. No me extraña, porque Mercedes, indignada por cómo había cambiado su situación, no se había callado nada. 
Como a muchos, a mí también me llamó la atención cierta confesión de la autora, que copio aquí:
¿Hay alguna empresa donde a primeros de mes cobre todo el mundo menos el que aporta la “materia prima”? Sí, que yo sepa hay una, en la que mes a mes cobran un sueldo por su trabajo oficinistas, correctores, diseñadores, maquetistas, empleados de la imprenta, transportistas, publicistas, distribuidores… Sí, todos son retribuidos por un trabajo de ocho horas según la legislación vigente, y lo hacen, trabajan, gracias a las obras del autor, el único que no está en “nómina”, el único que no puede vivir de su trabajo ni cobra el día uno; el único verdaderamente insustituible. ¿No es esto razón suficiente para pensar y pronunciarse? 
Me resultó impactante que Mercedes escribiera eso; una conclusión a la que he llegado varias veces durante los seis años que llevo como escritor. Obviamente, cualquiera podría decirle a la autora que toda esa gente no vive de la creatividad de un solo escritor, sino de la de decenas o quizás cientos de ellos. Pero el caso es que el pilar fundamental de su trabajo, aquél que debería ser tratado con más importancia, está siendo maltratado. 
Las editoriales, en muchas ocasiones, se aprovechan de la necesidad del escritor por publicar, pues es cierto que un escritor necesita ver su obra publicada. No sé si hay algo de vanidad en ello; ver la obra en los estantes de una librería, descubrir que alguien lee tu libro en el metro o dejar que el primer ejemplar de tu novela acumule polvo en tu salón. Es el trofeo, la recompensa por tanto trabajo. Es el final de un camino que los escritores tenemos grabado a fuego en nuestro subconsciente. Hay que publicar.  
Creo de todo corazón que las editoriales aprovechan esta búsqueda desesperada para hacer su negocio. Hoy día son pocos los escritores que cobran más de un 10% de las ventas de su novela. El resto va para toda esa gente a la que Mercedes se refería. Sí señores, un 10%. Además, el autor tendrá suerte si su editorial hace algo por promocionarle. Puede que le lleve a una feria (esto significa buscarle hueco en una caseta) o conseguirle alguna presentación (que él tendrá que promocionar). Por lo general las editoriales se ocupan de los escritores de cabecera, los que dan el dinero. Los otros no recibirán muchas atenciones. De hecho, deberían dar gracias a esos otros escritores, a los bestselleros; es por sus ganancias que la editorial puede permitirse publicar autores desconocidos. Así funciona el asunto. 
De este modo, el escritor ve que el final de su viaje no es sino el principio de un nuevo reto. Su novela recién publicada ha ganado, con suerte, el privilegio de permanecer dos semanas en los estantes dedicados a las novedades de un gran centro comercial. Si no grita a los cuatro vientos su nuevo título, nadie va a saber de él. A la editorial parece importarle un pito. Tanto es así que, de hecho, es probable que haya impuesto un precio desorbitado por su libro, tanto en la edición en papel como el e-book. No importa que el escritor se queje y que pida una rebaja en los costes, nadie le va a hacer caso. 
Resulta curioso que de todos los que se benefician de su libro sea el escritor quien esté dispuesto en a abaratar los precios. ¿Recordáis que percibía un 10%? Pues eso. Tal vez, lo que ocurre es que es la única persona que está buscando lectores, en lugar de dinero.
Seguramente le ignorarán, claro. La novela ya no le pertenece. Ha cedido los derechos, de media, por cinco años. Si la editorial es lista, se habrá quedado además con todos los derechos de cine, televisión, cómics y qué se yo. Esto significa que si tuviera la suerte de entrarle por los ojos a un productor, sería la editorial quien negociaría la salida de su novela al cine. 
Así pues, en el peor de los casos un escritor verá que su novela ha vendido unos cuantos cientos de ejemplares, que ha cobrado una miseria por ello, y que cuando su novela deje de ser novedad y quede en el olvido, todavía tendrá que esperar cuatro años y medio para recuperar los derechos. 
No me extraña nada que Mercedes esté indignada. Ha visto el carácter rancio y torticero que se gastan algunas editoriales tradicionales en España. Ella, que podía disponer de su novela cuando quisiera, que podía venderla al precio más conveniente, y que cobraba más de lo que muchos escritores podrían soñar en este país, se ha visto relegada al olvido en el que viven tantos otros. Bienvenida a la selva. Aquí se confía más en la mierda bien empaquetada que nos llega de autores de nombre anglosajón, o en la literatura amarilla nacional producida por el último famosete de turno que sufre desvelos porque quiere parecer intelectual. Es lo que hay.
No sé si Amazon es la panacea. Lo cierto es que aún confío en algunas editoriales tradicionales. Las hay que confían en sus escritores y apuestan por ellos. Las conozco, pero son pocas, y cuesta acceder a ellas. Por esa razón, quizás las plataforma de autopublicación sea la salida a muchos de los que intentamos demostrar nuestro talento. Dicen que el tiempo pone a cada uno en su sitio, pues bien, dejemos que el tiempo decida. 
Entretanto, tengo la seguridad de que soy el dueño de mi novela. ¿Por qué he dejado que pudiera adquirirse gratis? La respuesta, tras leer el artículo, quizás se comprenda por quienes jamás dejarían que su trabajo se distribuyera gratis:
Porque puedo. 
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Published on April 17, 2014 03:36

April 10, 2014

Personajes de novela inspirados en personajes de rol

El procedimiento para la creación de un personaje literario es complejo, particular, mágico. Cuando un personaje toma forma en la cabeza de un escritor, cuando realmente nace, y se dispone con ello a conquistar las páginas de un libro, ha sido como resultado de un proceso que no siempre cumple una serie de pautas marcadas. A veces, ese personaje es tan real que el escritor termina admirándolo, odiándolo o incluso enamorándose de él. Sí, los personajes literarios pueden ser muy reales.

Me he ocupado en otras ocasiones del proceso de creación de un personaje. Aclaré cómo un personaje puede tener un referente en la vida real, o de cómo elaborar una ficha de personaje para darle forma.

Sin embargo, al escribir La Costilla de Caín  comprendí que, en mi caso personal, he pasado por alto un importante núcleo creativo: los juegos de rol.

Una hoja de personaje  en blanco
del juego de rol
La llamada de CthulhuSiempre me ha parecido que los juegos de rol eran altamente beneficiosos, y así dejé constancia en un artículo sobre este mundillo, donde ya decía cómo me han beneficiado en el campo literario. Pues bien, en el caso de mi última novela esta influencia ha ido un paso más allá, pues buena parte del argumento
ha sido extraído de ciertas partidas.
Pero son los personajes, sin ningún lugar a dudas, quienes más influencia han recibido de las partidas de rol; algunos, de hecho, han sido prácticamente calcados de aquéllos que llevaron mis jugadores durante las sesiones en las que jugamos partidas a La llamada de Cthulhu.

Esta entrada la dedico a rebelar cómo nacieron los personajes principales de La Costilla de Caín. Me habría gustado fotocopiar las hojas de personaje de todos ellos, pero tengo por costumbre regalar los personajes a los jugadores una vez que estos deciden "licenciarlos", es decir, que no quieren jugar más partidas con ellos. Por otro lado, hay que aclarar que la inspiración en un personaje de rol es tan maleable como puede serlo la de un personaje real. En este caso, he variado lo que he creído conveniente del personaje de rol para darle verosimilitud y ajustarlo a lo que yo deseaba mostrar en mi historia.

John Baldinger

John BaldingerLa creación de este personaje ha sido la más elaborada de todas. El profesor Baldinger nació de un personaje de rol llamado Edward Everlong (uso este nombre en la novela para un personaje distinto). El personaje de rol, a su vez, estaba inspirado en el profesor Henry Armitage, el protagonista de El horror de Dunwich, un relato de Lovecraft. Everlong tenía cierta habilidad manejando un rifle Winchester que me llamó la atención. Me decidí a usar a Everlong para la creación de Baldinger. Recuerdo que el jugador había colocado junto a su hoja de personaje una fotografía de Sean Connery. Cuando pensé en el actor me vinieron a la cabeza dos personajes que había interpretado y que me venían genial para la creación de Baldinger. El primero era Guillermo de Baskerville, en El nombre de la rosa; el segundo era el gran Allan Quatermain en La liga de los hombres extraordinarios. Tomé la astucia del primero y la habilidad con las armas del segundo.
Baldinger estaba casi creado, sólo quedaba un último detalle: su manía de escribir ideas en el aire valiéndose de su índice. Tomé esto de un recuerdo de infancia. Un amigo solía hacer esto cuando se hallaba abstraído, y me pareció un buen elemento para completar al personaje.
Así nació el profesor Baldinger. ¿Y su apellido? Lo anoté durante una clase en la carrera de filología. Procede del lingüista Kurt Baldinger.

Paulo Dantas

Hoja de personaje
Irving MacoyEl padre Dantas es, con seguridad, quien más bebe de un personaje de rol. La idea de un sacerdote que peleara con un bajado de campana se nos ocurrió al jugador que iba a interpretarlo y a mí mientras paseábamos por un pueblo de Soria. Aquella misma tarde hice su hoja de personaje y lo probamos. Inicialmente, Dantas era un sacerdote escocés llamado Irving Macoy. Desde la primera partida resultó ser un personaje muy carismático. Como pelear cuerpo a cuerpo con un badajo era muy peligroso, en seguida se hizo con una escopeta de cañones recortados con la que machacar a las criaturas de los mitos a distancia. Sus entradas en escena eran espectaculares; creo que en la novela, cuando Dantas aparece, también se detiene el tiempo.
Conservo la hoja de personaje de Macoy (de la que he sacado algunas fotos de malísima calidad, pero

Detalle de la hoja de personajeen las que se pueden apreciar ciertos detalles del personaje). La tengo en mi posesión porque, tras muchas partidas, el personaje sigue en activo y repartiendo "paz" allá donde quiera que va. Es todo un personaje veterano.
Para la creación de Dantas tomé muchos aspectos de Macoy. Por otro lado, llevaba semanas visionando la serie Carnivalé. El sacerdote que aparece en esta serie me llamó la atención, y decidí utilizarle para la descripción física de Dantas.
Por último, decidí cambiar la nacionalidad del personaje. Antes de escribir la novela produje un relato (que algún día colgaré) ambientado en la isla de Santo Tomé, antigua colonia portuguesa. Tomé ideas de este relato para la novela, y me gustaba que uno de los habitantes de Santo Tomé apareciera para explicar parte del misterio que perseguía Baldinger. El padre Macoy era perfecto, así pues, le cambié de nacionalidad y busqué un nuevo nombre para él.
Paulo Dantas
Sybil Joyner

Sybil JoynerSybil recibe influencia de un personaje retirado, una investigadora privada. Su imagen la tomé de un libro de ilustraciones inspiradas
do en los mitos de Cthulhu. Sin embargo, para Sybil deseaba algo especial. Una habilidad extraordinaria que la distinguiera de los demás. Para encontrarla recibí la ayuda de Iris Zaragoza. Entre los dos, paseando una mañana por Madrid, dimos con aquel don que hace de Sybil una investigadora totalmente fuera de lo corriente.

Raúl Sibeud

El narrador de La Costilla de Caín es el único que no ha sido influenciado por un personaje de rol. Sus raíces vienen de alguien real: un compañero, un actor de teatro cuyas habilidades distan mucho de la mediocridad de Raúl. De este compañero tomé los rasgos físicos del personaje. Todo lo demás (su habilidad con las mujeres, su carácter de pícaro...) ha surgido por necesidades del argumento. No podría decir que hayan nacido de un punto concreto. Raúl es fruto de una conjunción mucho más aleatoria que los demás.
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Published on April 10, 2014 01:39

April 3, 2014

Qué inspira para escribir una novela.

Mientras la ciencia al descubrir no alcancelas fuerzas de la vida, y en el mar o en el cielo haya un abismoque al cálculo resista;
mientras la humanidad siempre avanzandono sepa a dó camina;mientras haya un misterio para el hombre,¡Habrá poesía!

¿Puede un poema ser la inspiración para escribir una novela? Recuerdo que esta rima de Bécquer me sorprendió en el instituto, hace al menos diez años. Me fascinó la forma en la que el poeta comparaba la existencia de la poesía con el hecho de que aún quedaran misterios sin resolver en nuestro mundo. 
Años después regresaría a las ideas de Bécquer, a la poderosa influencia que Lovecraft ha ejercido sobre mí y a uno de los mas vívidos miedos de mi juventud para dar forma a una novela: La costilla de Caín, un relato de misterio, aventuras y fantasía que habla, precisamente, de eso que aún no ha descubierto la ciencia, de los misterios que todavía esconde nuestro mundo, a pesar los avancescientíficos y tecnológicos.

El modo en que algo nos inspira a escribir es en sí mismo un misterio. Las experiencias, el aprendizaje, o cualquier elemento que llame nuestra atención puede transformarse, incluso años después de haber quedado grabado en nuestra memoria, en una influencia poderosa con la que arrancar un nuevo relato. Hace diez años jamás habría imaginado que Bécquer llegaría a calarme de semejante modo. Hoy aguardo con ansias el instante en que un recuerdo que suponía olvidado me sorprenda, y traiga consigo otra apasionante historia sobre la que escribir. ¿Qué será esta vez? 
Sobre la inspiración sólo poseo un consejo que dar a los creadores que lean esta entrada: anotadlo todo. No desechéis nada... nada de nada. Ni siquiera aunque penséis que es una idea de poca importancia, o que no tiene ningún valor. La experiencia me dice que cualquier idea puede reestructurarse, adecuarse o integrarse en un proyecto futuro. Todo puede valer. 
Y para finalizar, dejo un extracto de La costilla de Caín . Pinchando en el enlace podéis acceder a la página de Amazon, donde tenéis la opción de descargar un extracto de la novela completamente gratis, para que os hagáis una idea. Pero lo que dejo aquí es algo que no aparece en ese fragmento, sino más adelante, y que me parece una parte muy interesante de la historia:

AVISO DE SPOILER

***
     En ese momento, Baldinger, que también observaba la escena desde la entreplanta, nos gritó una nueva orden.      —¡Disparad a las luces! Sybil fue la primera en obedecer. Apuntó a la lámpara que iluminaba la entreplanta y abrió fuego. Ésta quedó totalmente a oscuras, y yo, desde mi posición, pude ver que Julio se agachaba todavía más, extrañamente atemorizado; y no sólo eso, sino que sus movimientos parecían erráticos. Ya no se cubría de mí tras el sillón, sino que lo había rodeado, quedándole como única cobertura el otro asiento que había frente a la chimenea. A todas luces era como si se quisiera ocultar de algo que acechara al otro lado, en la zona oscurecida, y prefiriera quedar a tiro de mi pistola. Con esta idea, vi que la luz más cercana a su posición procedía de una lamparita en la pared sur, a la izquierda de las puertas de entrada. Desde donde me encontraba el disparo era algo complicado, así que corrí agazapado en dirección al centro de la habitación, bajo el fuego del revólver de Julio, quien agotaba contra mí sus últimas balas. Llegué a la altura de las puertas, me erguí y apunté a la lámpara. Mi dedo ya acariciaba el gatillo cuando, de repente, me detuvo el frío contacto de una ráfaga de viento procedente del exterior. A mi izquierda las puertas se habían abierto de golpe. Al otro lado, y apuntándome con una escopeta de dos cañones, descubrí a un hombre que debía medir metro noventa de estatura. Era de constitución robusta, pero su rostro dejaba ver un carácter preclaro gracias a una adecuada combinación de rasgos: frente despejada, mirada firme de ojos profundos, mandíbula recia y pelo encanecido. No obstante, lo que realmente me sorprendió fue que el individuo que apuntaba a mi sien vestía ni más ni menos que un atuendo de sacerdote.       —No abra fuego contra esa lámpara, hijo –me recomendó, sin que su pulso temblara un ápice.       Luego, elevando la vista por encima de unas gafas redondas, descubrió que Sybil lo encañonaba a él.      —No es mi intención que nadie salga herido. No estoy aquí por ustedes.     Vi que a su espalda, calándose bajo la lluvia, esperaban otros dos hombres. No eran sacerdotes. El de la izquierda era alto, de piel morena. Lucía una barba descuidada, bigote denso y una melena negra que lo hacía parecer un salvaje. En su cintura descubrí la funda de un cuchillo enorme. El otro tenía aspecto de boxeador; cabeza grande y afeitada, labios gruesos curvados en una mueca y tabique nasal desencajado.      —Me llamo Paulo Dantas –continuó el hombre que me apuntaba, mirando de reojo a todos los presentes—. Soy sacerdote portugués. Repito: no estamos aquí por su causa, sino por otra razón muy distinta. Sugiero que detengan el tiroteo, y con mucho gusto me explicaré. Pero por favor –y, de nuevo, volvió a clavarme una mirada de ojos castaños—, no dispare a esa lámpara.        Lentamente, bajé mi arma.        —Adelante –invitó Baldinger desde la entreplanta.    A la casa pasaron los tres hombres. Dantas cerró la puerta de la calle. Julio continuaba en su escondrijo.      —¡No disparen! –gritó desde allí.      —¿Julio? –llamó el padre Dantas desde su sitio.      —Sí, soy yo.      —Al fin le encuentro, amigo. ¿Por qué no me dijo adónde iba?    —¡Gracias a Dios, padre! Creo… creo que no puedo moverme del sitio. Me ha encontrado, y si salgo me atrapará. La oscuridad es muy densa.     —Ya veo que es muy densa. Sé que le está esperando, hijo. No se mueva de ahí.     Julio asintió frenéticamente. Entretanto, Baldinger y Sybil habían llegado hasta mi posición.     —Raúl, recarga el arma –me indicó el profesor.     —¿Qué está sucediendo? –respondí.     —Tú hazlo.     —¡Os móveis! –ordenó el sacerdote a sus hombres.    Estos comenzaron a retirar todo el mobiliario que había entre nosotros y los dos sillones, pero no se acercaron a Julio.      —¡Em paredes!–dijo Dantas a continuación. Sus hombres tomaron posiciones; uno en la pared sur y otro en la norte, no demasiado lejos de la chimenea. El sacerdote se volvió a nosotros.     —¿Sabe disparar? –preguntó a Baldinger, el único que no iba armado.     —Sí.   Dantas le lanzó la escopeta. El profesor comprobó si estaba cargada, y luego pegó la mejilla a la culata, apuntando a la zona oscura, dispuesto a disparar contra algo o alguien que todavía nos era desconocido. Instigado por esa misma cuestión, me atreví a preguntar.     —¿Qué buscamos?    —Quizás es mejor que lo vean primero, y que luego les explique qué es lo que han presenciado –respondió Dantas—. Ante todo no se aproximen a la oscuridad. Estén atentos a cada zona en penumbra, especialmente aquellas donde la negrura es total. Si ven salir algo, lo que sea, abran fuego. No duden, o morirán.     —¿Qué es lo que va a salir? –murmuré.    Dantas no dijo nada.   Comprobé que, de entre todos los asistentes, era yo el único sorprendido. Tanto Baldinger como Sybil parecían haber asimilado las palabras de aquel sacerdote, mientras que yo me preguntaba qué podía asaltarnos desde las sombras, puesto que, de hecho, allí no había más que una pared. El padre Dantas introdujo su mano en el interior de la sotana y extrajo lo que parecía el enorme badajo de una campana, sólo que profusamente adornado con relieves de oro y plata. Luego caminó lentamente hacia la zona oscura. Julio Serantes, desde su puesto, observaba la escena tiritando como un niño. Dantas se detuvo a un metro de éste, con la mirada fija en la penumbra.      —¡Vamos, furcia de Satanás! –instigó a la oscuridad— ¡Muéstrate de una vez!      En aquel instante, la atmósfera vibró con una risita que me detuvo el corazón. Era semejante la que produciría un niño, pero entremezclada con algo parecido al lamento de un cachorro. Primero lo escuchamos desde la zona más oscura de la habitación, pero al momento, aquel siniestro eco comenzó a reproducirse desde diferentes puntos: a nuestro flanco y a la espalda; y también por encima de nuestras cabezas, como si revoloteara sobre nosotros. Sentí un escalofrío cuando creí que aquel espantoso lamento me rodeaba con unos brazos invisibles, me poseía y tiraba de mí hacia las sombras.      —¡Atentos! –gritó el sacerdote— ¡Pretende confundirnos!      Y luego, cambiando al portugués, ordenó algo a sus hombres. El boxeador desenfundó un revólver; el hombre con aspecto de salvaje extrajo su enorme cuchillo y se agazapó, como si estuviera a punto de saltar sobre algo.    —¡No puedo más! –clamó de repente Julio, que lloraba a lágrima viva desde su sitio —¡Sáquenme de aquí, se lo suplico! ¡Me busca a mí!   —¡Calma! –intentó tranquilizar Baldinger; su pómulo derecho no se despegaba de la culata de la escopeta.    —¡Me busca a mí! –repitió el otro.    —¡Criatura impía! –soltó Dantas con un rugido— ¡Ven por mí!    Avanzó un paso más, apenas unos centímetros, y de repente, mediante una velocidad pasmosa, surgió de entre las sombras...
***







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Published on April 03, 2014 02:53

March 27, 2014

La costilla de Caín

Hoy, al fin, mi séptima novela, La costilla de Caín  sale a la venta en Amazon (de momento en e-book, pero en unos días también podrá adquirirse en formato papel). Inauguro nueva etiqueta, y una pestaña en la página del blog dedicada a ella, que iré llenando con las reseñas que vaya recibiendo. 
¿El precio? Competitivo: 1,95€ ($2,65, si no me equivoco, para Amazon.com). Un precio de novela indie
En las próximas semanas hablaré de los avances en publicación de la novela (si es que hay alguno, y no termina enterrada bajo centenares de otras publicaciones olvidadas), de sus personajes, su historia... pero esta entrada inaugural quiero dedicarla a los avatares que me han conducido hasta la autopublicación. Los contaré tal y como han sido, sin callarme nada, y para ello debo comenzar desde el principio.
El lunes 26 de diciembre de 2011, aproximadamente a las 10:45 de la mañana, doy comienzo a una historia de misterio, aventura y fantasía que está destinada a transformar una de las inquietudes que con más fuerza han golpeado mis pensamientos. Por aquel entonces dispongo de mi propia habitación; un cuarto que además de darme cobijo alberga la nevera y un montón de trastos viejos. Sobre las paredes clavo fotos del Madrid de principios del s.XX, busco una lista de BSO para inspirarme y me pongo a ello. A mi lado descansan dos tomos enormes, que recogen toda la bibliografía de H.P Lovecraft. Mi historia se encuentra totalmente influenciada por ellos. 
El martes, 19 de junio de 2012, pongo el punto y final de mi novela a eso de las 12:00 de la mañana. Es el día de mi cumpleaños. Me lo he pasado tan bien escribiendo y creando al personaje de John Baldinger que me da pena terminar. A partir de entonces se inicia un proceso de revisión que acabará más o menos en noviembre. Cuatro personas leen la novela, apuntan los fallos y me dan una nota final: notable. No puedo estar más ilusionado.
Siempre he publicado en Estados Unidos; nunca me han dicho que no a una novela. Sin embargo, con La costilla de Caín decido abrirme al mercado español. Necesito probarlo. Así pues, a partir de diciembre comienzo la búsqueda atareada de agencia literaria.
En enero de 2013 me responde la agencia ZW. Dejo la novela en sus manos. Por desgracia, la novela no encuentra editorial. El mercado literario español está mucho peor de lo que imaginaba, y dispongo de todo un año para tomar conciencia de ello.
En marzo de 2014, tras rescindir de mutuo acuerdo mi contrato con ZW, preparo una portada para mi novela (la ilustradora Helena Ovalle es quien la prepara, mejor dicho), aprendo ciertas pautas básicas de maquetación (por fortuna ya conocía algunas) y me lanzo a la autopublicación. No es la primera vez que lo hago. Ya lo había intentado con Praemortis III, pero esta vez va en serio. Planeo iniciar toda una aventura de promoción, dejarme la piel. Comprobar si, como alguna vez he escrito, Amazon puede ser la salvación para escritores a quienes las editoriales, ahogadas por la crisis, deciden no hacer caso. 
Y en esto estamos. Hoy presento en mi blog La costilla de Caín, una aventura que merece contarse. De vosotros dependerá, en última instancia, querer vivirla ;)
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Published on March 27, 2014 02:26

March 20, 2014

Vestir el arte

Muchos artistas se desesperan cuando ven que su obra, ésa que tanto esfuerzo les ha costado desarrollar, no alcanza el éxito que merecería. En ocasiones dicho éxito no depende más que de un golpe de suerte; de llegar a las personas adecuadas en el momento adecuado. En otras ocasiones sucede que el artista ha producido algo verdaderamente malo, aunque él no sea consciente de ello, y por más que se esfuerce en mostrar su trabajo al universo, éste siempre le devuelve una merecida bofetada.

Sin embargo, muchas veces ocurre que su obra no ha sido vestida de la manera adecuada: la portada de una novela, la puesta en escena para una pieza teatral, la adecuada exposición de un cuadro... es lo que yo llamo vestir el arte, un elemento casi tan importante como la propia calidad de la obra.

Los artistas, con frecuencia, pasan por alto este importante detalle. Muchos sí lo tienen en cuenta, pero -como le pasa a un servidor- carecen de gusto y perspicacia, elementos necesarios para saber vestir el arte.
Por fortuna hay gente a la que se le da realmente bien eso de buscar ropa artística para lo que otros crean. Editores, escenógrafos, directores, marchantes, ilustradores, diseñadores... el artista aplicado buscará la compañía de estas personas.

De modo que si estáis pensando sacar adelante vuestro talento, aceptad este consejo: buscad un buen sastre de arte. Tal vez, gracias a su ayuda, tengáis buena parte del camino andado, pues vestir el arte puede conducir una obra al éxito... incluso aunque no lo merezca.
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Published on March 20, 2014 03:24