Pablo Poveda's Blog, page 58
July 15, 2016
Hábitos, costumbres y tradiciones

Verano, por llamarlo de algún modo. De mierda, adjetivado así para muchos. Tal vez, para los españoles, el verano esté relacionado con el periodo vacacional, los meses de julio y agosto, el buen tiempo -al que nos habíamos habituado antes de coger las maletas y salir de casa- y las pocas ganas de trabajar, así, en general. El verano apetece, así como tomar un descanso, así como apetece siempre un viernes, sabiendo que por muy malo que éste sea, el sábado nos curará de espanto. Me sorprende que, a finales de julio, tenga que salir de casa con una chaqueta de primavera, que haya 15 grados por la mañana y el sol no se vea desde hace tres días. Me adapto, pero no me acostumbro. Sin embargo, soy de los que prefiere dejar los dramas a un lado, concentrarme en el ritual del viernes, las compras semanales, esa cerveza fría disfrutada, el vermut del aperitivo, la película de la semana. Me he hecho a mí mismo, un hombre de hábitos, poco habituado a sí mismo, pero sí a las rutinas. Me sorprende que la gente ya no se mire -un tema siempre recurrente- ni hable en las esperas; me sorprende que me hayan preguntado si llevaba mucho esperando -hacía tiempo que nadie lo hacía- y, no obstante, no me sorprende que el planeta se caliente como una patata. Es importante no perder los estribos, la educación o las rutinas. Internet es el peor lugar para ello, el peor lugar de todos, intangible, claro está.
Hace unos días, hablaba con una abogada sobre tradiciones, las que creamos nosotros, las que plantamos en nuestra historia. La belleza de crear tradiciones, de contar un por qué a los que llegarán más tarde, a los que nos leerán. Me dejo caer por las calles del centro de Varsovia, deambulando por el laberíntico subterráneo de la estación de trenes central. Cafeterías, bares, tráfico de gente, de teléfonos, de momentos en Snapchat.
Esta mañana paseaba por la calle Nowy Swiat (Nuevo Mundo) y he comprobado que van a abrir otra cafetería de franquicia. Antes hubo una tienda de ultramarinos. Lo recuerdo bien. Había estado varias veces, comprando cervezas y patatas fritas. Las tiendas de ultramarinos son una alegoría del siglo pasado en este país -como lo fueron en España- que todavía tienen su encanto. No tengo fotos, ni selfis, ni momentos grabados con una navaja sobre la madera. Todo lo que queda es un recuerdo, un par de amigos que pueden corroborarlo y estas palabras a modo de homenaje. Pero me reitero, cero dramas, mejor así. Reconozco que cuando he visto el cartel, me he preguntado si mis principios también son reemplazables; si mis hábitos terminarán siendo absorbidos por los de una franquicia humana -si no lo han sido ya-. Debe de ser la crisis de los casi 30 o este cielo nublado y pordiosero. Mi hermano me decía si era un cool-kid, a lo que respondí que no -rotundo -, agotado, porque hace tiempo que hacerse-el-guay es agua pasada en mi vida -así como las series televisión, los actores de cine, Youtube, las revistas musicales, Franzen, los escritores, los críticos literarios, los blogs, los festivales y una larga lista de etcéteras que se amontonan en la cola de espera porque 24 horas no dan más de sí-.
Redes sociales unidireccionales, perfiles en los que el famoso de turno publica y se niega a contestar a los que le inflan el ego. Padres primerizos que exponen su vida -y la de sus hijos-, para después atacar a Telecinco. Por eso, mejor volver a los hábitos, a lo tradicional, al viernes de felicidad momentánea, de dar una vuelta con el coche, las gafas de sol puestas -de pasta-, escuchar canciones del iPod y cantar a pleno pulmón con la ventanilla bajada. Alcohol y desenfreno -para quien tenga agallas- o libro, vermut, cerveza bien fría, plato caliente y buena compañía, porque sí, no hace falta más, tener tareas pendientes, la mente ocupada, debértelo a ti, sólo a ti, creer en la belleza de lo propio, de tus propias costumbres, de la simplicidad.
Al fin y al cabo, sólo se trata de eso -y de vivir la vida, que son dos días, y medio del viernes-.
July 13, 2016
Cuéntame una historia

No hicieron falta más de 48 horas para que las paredes de aquel hotel se convirtieran en nostalgia. Podía contar cómo reventamos el minibar abriendo champaña y saltando sobre la cama, y cómo aquel botones que al principio se negaba, comenzó a bailar cuando le puse un fajo de billetes en el bolsillo. Pero no, no fue así, no importa. De hecho, allí estábamos, en la noche, la lluvia al otro lado, ella abrazada y yo casi dormido, a tres mil kilómetros de mi origen, viendo una película en TVE Internacional, viendo un drama de Gracia Querejeta, a Adriana Ozores bebiendo mientras conduce un Land Rover.
Hoteles, qué lugares; algunos, una auténtica porquería, aunque con el paso del tiempo, todos parezcan limpios y entrañables en nuestra memoria, esa memoria selectiva que se queda con lo que desea, y si no, lo desecha. Cuando me encontraba entre aquellas paredes, pensaba en el escarabajo de cuatro ruedas; cuando me encuentro cerca, me baño en la calma del hotel. Sé que es irracional, así como muchas cosas de esta vida, y todavía siguen ahí, sembrando el terror en la vida diaria. ¿Que qué es lo que quiero? Escribir, eso es lo único que deseo, y punto, no hay más, esa es toda mi ambición, y llegar a viejo. ¿Y tú? ¿Sabes lo que quieres? ¿Lo has sabido alguna vez? Pues eso. El resto no interesa, y cuando digo el resto, me refiero a los artículos que explican lo que se debe o no comer, a lo que se debe o no hacer; a esas guías sobre persecuciones de sueños que no hacen más que deprimirnos, a Instagram, a la opinión de mierda que la gente deja por cada rincón de la red. Y digo de mierda, porque me recuerda a esos perros que cagan por las esquinas, dejando un mojón, a sabiendas que nadie lo quiere. Ayer gasté -bien o mal, quién sabe- más de dos horas viendo la televisión, sin mediar palabra, aplastado en un sofá. Después me sentí un desgraciado, ya no por lo que había visionado, sino por mí, por verme ahí tirado, como un harapo. Eso nadie lo cuenta, a nadie le interesan tus desgracias -en el fondo, a ti tampoco-. Como en el Gran Gatsby, lo que importa es aparentar. A veces pienso que hay gente que jamás logrará ser feliz, por mucho que lo intente. Hace tiempo que dejé de intentarlo y comencé a serlo. Vuelve a leer la frase anterior, encontrarás el secreto de la vida -y otros más-. Los días son una transición, así como la de España; una transición que lleva a un único puerto: la muerte, tu ocaso diario, llegar a casa, cambiarte de ropa, el momento de después de la cena. Repeticiones. Escucho a la gente en el metro y tengo la sensación de que hay que cumplir una serie de objetivos antes de los 30, de los 40, de los 50, antes de jubilarte, antes de los 20, antes de los 10, incluso antes de nacer. Estamos jodidos. No hay truco. A la tecnología no le importan las generaciones, ni tus estudios, ni lo que hagas. Una madre le dice a su hijo de 32 lo que tiene que hacer, él asiente con la cabeza, ella ajusta su corbata. Somos el nuevo boom, pero el incendiario, el de las faltas existenciales, el no saber qué hacer y preguntar a Siri en caso de duda. Respiro, hondo, pero respiro, porque es todo lo que nos queda, y todo lo que necesitamos para vivir, eso y las historias, las buenas, sin importar de dónde procedan, sin importar que sean reales o no, eso, historias, no hay más, que sí, hazme caso, y respirar. Asesórate, léete a uno de los buenos, toma nota y da un vistazo a tu cuenta de Facebook, a tu perfil de Linkedin, deja de mentir, basta, cuéntame algo que merezca la pena, si no, escucha, deja hablar al resto, toma nota, vuelve a intentarlo.
July 12, 2016
Tu veias la serie de Discovery Kids "El fantasma escritor" cuando eras joven y por eso te haces llamar el escritor fantasma?
Hola. No, no conozco tal serie. De hecho, el nombre hace referencia al escritor contratado que escribe libros para otros. ¡Un saludo!
July 8, 2016
Te das cuenta de que has dejado de ser joven, sin llegar a ser...

Te das cuenta de que has dejado de ser joven, sin llegar a ser joven, el día que entras en el ascensor de un hotel y te sorprendes por el bronceado que luces. Después, ves las canas, el cansacio, los pómulos, esa mirada caída y desganada. Te falta energía, no eres el de antes, y te acojonas. Crees que ser joven era una cuestión de etiqueta. Vistes americana azul, camisa blanca y pantalones de color crema, y te pones esas Rayban de óptica que nunca pasan de moda cuando el sol golpea tu rostro. Has perdido el glam cuando te das cuenta de que ya no te miran como antes. Sales a la calle y recorres el centro de esa ciudad que visitas, sin importar que sea Londres, París o Budapest. Lo haces, vas al centro, caminas lentamente, como si todo te interesara, pero sólo quieres un baño de multitudes, regalar algunas sonrisas, sentirte amado en este día de bajo autoestima. Levantas pasiones, ilusiones, fantasías y algún que otro vestido, pero ya no es lo de antes, ni siquiera para ti. Los mayores tenían razón, los doctores también, y el sentido de algunas palabras cambia, la cerveza comienza a no ser tan buena alternativa a tus problemas y cada vez te cansas más al subir las malditas escaleras. Te das cuenta de que has dejado de ser joven pero no te importa tanto como creías, porque sabes que un día pediste ser mayor, pues aquí lo tienes, lidia con ello, no hay más, quien resiste, gana. Pero, ahora que has llegado aquí, crees que lo entiendes todo, que logras comprender las depresiones, los divorcios, las subidas y bajadas, los despidos laborales. Has llegado aquí y quieres quedarte, porque sabes que puedes vivir con ello sin atragantarte, pero hasta aquí, y marcas una línea, porque más, sería peor, y ya lo crees que lo será, yo también lo creo; y entonces no habrá marcha atrás, el tiempo pasará más rápido, tú y yo nos moriremos, la cerveza estará prohibida y las únicas miradas que levantes serán de pena o simpatía.
Te han convencido de que hace falta llegar al puto Everest para sentirte orgulloso de ti mismo. La vida debe ser un misterio, lo predecible carece de valor
July 3, 2016
Canciones bonitas de domingo

Poco más hay que decir. Recuerdos, momentos. Sonidos extraídos del subconsciente. Para el verano, para cualquier domingo.
Podéis escuchar la lista de canciones aquí, sin descargar nada, ni Spotify ni leches.
July 2, 2016
Cómo leer mis libros gratis y de forma legal

Llegado el verano, es momento de hacer listas, sobre todo, de libros. Aporto mi grano de arena, para que luego no se diga.
El Profesor (disponible gratuitamente en plataformas como Amazon / iBooks / Kobo)Motel Malibu (Amazon / iBooks / Kobo)
Sangre de Pepperoni (disponible en esta web)
June 25, 2016
El día más largo del año

Parque Pole Mokotowskie (Varsovia). Foto propia
Una semana de altibajos, de subidas y bajadas, de temperaturas máximas y tormentas de verano. Salir de casa, Gran Bretaña sale de la Unión Europea, salgo de fiesta, de bares, de terrazas. Calor. Bufandas que representan a un país que te acoge, pero que no es el tuyo. Termino de trabajar, he salido antes y cargo un maletín negro conmigo. Visito a mi peluquero en el Harlem varsoviano, me quita algo de pelo, compartimos diferencias idiomáticas, dejándolas fluir sin prejuicio alguno, lo hacemos bonito; escuchamos buenas rolas (como dicen en México) y compartimos la mañana, el sol, las singularidades, las ocurrencias de las chicas que se paran a mirarnos al otro lado del cristal. Él es padre, tiene hijos, mucha carretera y un negocio. Nos une el rock y la amistad. Tengo un amigo que me entiende. Hace calor de pelotas, güey. Me despido, cruzo tranvías, recojo a A. en el metro, no la veo, me confundo, nos encontramos en el vagón, sincronizados, como en una escena de Lost in Translation. Hace calor, dziewczyna. Cruzamos el laberinto subterráneo de la estación central de trenes: gente que espera al suyo, viajeros directos al infierno, hombres en sandalias y calcetines blancos; hombres sin camiseta, sandalias y calcetines blancos. El calor nos convierte en seres despreciables. Me preguntan por qué siempre llevo camisa, yo respondo que por qué no. Salimos a la entrada del Marriot, hay coches de lujo, mujeres que miran las pantallas de los teléfonos. La gente camina y mira su pantalla. Un ciclista idiota casi nos atropella por no mirar. Ni se disculpa. Maldigo su pellejo, después me calmo. Si vas a odiar, hazlo con razón. El cielo raso, azul, Varsovia está bonita en verano. Le cuento a A. lo del Brexit. Nos aborda un grupo de turistas británicos, pasamos una tienda British y después vemos a otro grupo de británicos bebiendo cerveza en un bar irlandés. Casualidades, o tal vez no, o tal vez hayan huido todos de Gran Bretaña a Varsovia para beber cerveza. Le digo a A. que no nos afecta porque a nosotros nos gusta el calor, el caló, y allí no tienen de eso, pero que si quiere comprar algo en internet, es un buen momento.
Ella mueve con gracia las finas piernas blanquecinas y yo sudo la gota gorda pensando en el partido de España contra Italia. Paramos en un restaurante del centro, de la zona moderna. Se está bien. No hay nadie, sólo dos ingleses bebiendo cerveza. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que estuvimos. Ha pasado un año. Me empiezo a mosquear.
Pedimos ensaladas y cerveza. Más cerveza. Me oculto en unas Wayfarer negras que conservo desde los años del punk rock. Soy un niño maldito en un restaurante de modernos, de ‘grupis’, de artistuchos, de personas que no pertenecen a mi mundo, porque a mi mundo pertenezco yo, sólo yo, y ella también, y un perro labrador de color vainilla que deseo desde los doce años y que todavía no tengo. Un chico con rastas y una chica morena se sientan en una plataforma detrás de A., piden una cerveza y él escucha música en sus auriculares. La observo a ella, calculo sus movimientos. Son mayores que nosotros. Ella se aburre. Le hablo en español a A. porque en polaco nos entienden y le pregunto si sabe quiénes son. A. dice que no. La chica lo admira pero él parece un cretino. Estamos de acuerdo en dejar buena propina al camarero por haber sido tan amable con nosotros. Parece nuevo, y se pone nervioso cuando habla con A. porque es bella. Le falta seguridad, aunque parece buen chaval. Salimos de allí, le doy las gracias, vamos dando un paseo hasta el final de la calle. El cielo sigue azul, la luz anaranjada, alguna nube perdida y una brisa caliente que me transporta a la costa mediterránea, a casa, a las cafeterías del puerto. Un perro tumbado pide auxilio con la mirada, tres señoras cuarentonas con el rostro hinchado beben en la calle. Una de ellas me clava la mirada, fuma un cigarro, está borracha, es alcohólica, se te ha corrido el rímel, kobieta.
Caminamos hasta Pole Mokotowskie, un parque de 65 hectáreas verdes con un lago artificial. En el suelo hay citas grabadas de Ryszard Kapuściński. Le digo a A. lo poco que me gusta Kapuściński. A. escucha y no dice nada. Le he contado la misma historia millones de veces y ella me quiere tanto que todavía muestra interés al escucharla. Que sí, A., que yo no tengo nada en contra de este hombre, pero es que me metieron a Kapuściński en la facultad con cuchara, le digo. Ella se ríe.

A. sabe cómo calmarme incluso cuando estoy tranquilo así que coge mi mano y sonríe. Saco el teléfono y tomo una foto a contraluz. Es horrorosa pero la guardo, es para mí. Caminamos hasta el lago. Hay perros, pero no veo ningún labrador. Todos beben cerveza caliente, todos toman el sol sobre el césped, encima de las toallas. Muchos hombres no llevan camiseta, no les importa, es verano, recuerdo que, con el calor, somos seres asilvestrados. Un nadador en el lago artificial. Los perros en el agua. Los vagabundos encuentran pepitas de oro en las papeleras. Patinadores musculosos bajo el sol, marcando paquete en sus mallas de corredor. Quiero borrar esa imagen repugnante de mi memoria. Pienso en algo bonito, rápido, en los perros, miro a A.
El sol da en su rostro. Qué calor, ¿verdad? Rodeo a A. con el brazo y beso su mejilla. Toco su piel delicada. Ella sonríe. Hablamos de la vida, de la gente. Otra vez y digo no sé qué mierda de los libros. Me cuesta parar la cabeza. Le digo que no quiero regresar a casa, hoy no. Ella asiente y coge mi mano. El hombre sin camiseta se viste de nuevo. Empieza a caer el sol pero hoy es el día con más horas de luz del año y todavía tengo muchas cosas que ordenar en mi cabeza. Ay, la cabeza. No quiero pensar, estoy agotado. Hace cinco años me estaba emborrachando en una playa, saltando una hoguera, conquistando Alicante. Hoy no soy más que esto, a tres mil kilómetros del fuego, y me sobra.
Finalmente, una brisa de aire me despierta. A. me mira. He estado aquí antes, hace un minuto, hace un año. Ya he vivido este momento, era diferente, yo era otra persona. Resulta difícil comparar recuerdos cuando se es consciente de que jamás serán los mismos. Cada momento es imperceptiblemente único. La rutina sólo es una fotocopiadora en apariencias. En mi recuerdo somos nosotros, diferentes. En mi recuerdo no somos nosotros, los de hoy, sino otras personas, más jóvenes.
Entonces me doy cuenta de que A. sigue, una vez más, esperando a que termine la frase, a que le dé una respuesta. Sonríe y me pregunta con un dulce acento en castellano: “¿A dónde vamos?”. Contigo, a donde quieras, guapa. Sabe que me tiene, que me ha ganado desde hace tiempo, pero no se lo digo y le contesto que adonde quiera menos a casa. Me duelen los pies, estoy cansado. Salimos del parque. Veo personas, después cervezas. Pienso en cerveza. Hace calor. Esta noche quiero ahogarme en una de ellas, perder presión, dejarme caer cuesta abajo.
June 23, 2016
Vive la vida diaria

Arranco, pongo primera, piso el acelerador.
Me siento más cansado de lo habitual -debería dejar de decir esto, joder- a causa de unos acontecimientos inesperados, a causa de cenar fuera un lunes en buena compañía, de acostarme a media noche, de dormir poco, de comer tarde y bien un martes, de tomar café al sol un jueves. Me siento más cansado de lo habitual porque a mi cuerpo le gusta la rutina, la queja, el no salirse de la línea marcada por la pesadumbre diaria.
La mancha del joven con actitud punk, rebelde, que en su día marcó una adolescencia, se diluye poco a poco con las ganas de no hacer nada. No es una novedad decir que el trabajo oprime, desgasta y aliena, sobre todo, si se es de carne y hueso y tiene más ambiciones que las de pagar facturas y adquirir una hipoteca. Una semana poco habitual aunque suficiente para darme cuenta de que, en muchas ocasiones, nos saboteamos con tanto prejuicio sobre el resto, sobre nosotros mismos; de que sobran los artículos de autoayuda, de éxito, porque, al fin y al cabo, la vida pasa y no hacemos más que procrastinar. También de que sobra la conexión ilimitada, de que faltan más momentos, más terrazas, más café, más cerveza peleona que adormece y más desgaste sobre los tobillos. Romper al sistema desde dentro, aguantando, quedándote un poco más, sonriendo por última vez, pensando en el sueño que vas a tener mañana, qué importa, respira, todavía es hoy y el sol aún no se ha puesto.
Hay que caminar más, llegar a lugar inhóspitos, cafeterías perdidas, dejar de preguntar por la clave del Wifi, escuchar a quien tenemos delante y pensar que cada momento es único, parecido, pero único e irrepetible, y que tampoco pasa nada si lo dejamos pasar entre las manos.
A veces, pienso que hemos derrapado.
June 19, 2016
Notas de domingo

Necesito unas vacaciones, aquí, en España, en cualquier parte. Estos días de trabajo, de comer pizza, de ponerme en modo escritor hasta que la cabeza explota.
Desde que Google se ha vuelto fascista con las listas de correo, hoy quiero resaltar aquí algunas cosas que pueden ser útiles.
La isla del Silencio (Serie de suspense protagonizada por Gabriel Caballero) estará por tiempo limitado a 0.99€ (OH SÍ). Si no has leído la primera parte de esta novela policíaca-periodístico-mediterránea con sabor a cerveza y langostinos, ahora es el momento. Aquí el trailer y su enlace a Amazon. Para verano, quiero sacar la segunda parte. Así que aprovecha (si usas Kindle Unlimited es gratis). Comprar .Yo en Polonia es el portal de un compañero que vive también aquí y relata sus peripecias por el país. Lo recomiendo (así podréis entenderme un poco mejor).
El Aprendiz, la segunda parte de El Profesor, está imparable. Muchos ya me habéis escrito contándome vuestra opinión. ¡Gracias!Si usas Chorme o Firefox, recomiendo este complemento para convertir webs en ebooks. Es rápido, sencillo y muy fácil de usar, y además no cuesta nada. Se llama dotEPUB y yo ya lo uso en mi Kindle.
Recomiendo. Ayer publiqué en el blog (más abajo) un artículo y también en Medium. Está recibiendo un porrón de visitas: Lo que no te contaron de los escritores independientes. Recuerdo que también dejé unos consejos para escritores que pueden servir de ayuda.Momentum del día: una buena lectura y escuchar a Coltrane de fondo.
Recordad que con vuestras aportaciones, tengo para más pizza y cerveza, la gasolina de todo escritor.
June 18, 2016
Lo que no te contaron de los escritores
La vida del escritor desconocido, primera parte, y escribo primera, porque este es un tema que daría para segundas, terceras y hasta cuartas partes. Escribir se ha convertido para mí en un arte, por seguir haciéndolo, y en un oficio; el cual no tiene más beneficio que la satisfacción y el viaje de la mente.
Hoy en día, más hoy que nunca, estamos absorbidos por “eso” llamado Google, que nos da respuestas a todas nuestras preguntas (y procedemos a creérnoslas). En mi caso, como escribo, busco historias sobre escritores: de éxito, de motivación; consejos, estrategias, estilos. O mejor dicho, buscaba. Porque ya no me interesa. Sí. Tal vez, me interesen otras cosas.
Abundan los escritores, las historias y los bites de información. Hoy, más que nunca, resulta imposible leer todo lo que hay ahí fuera, sin mencionar al papel. Por eso, la gente debe leer lo que le dé la real gana, porque, incluso con tanta información, muchos prefieren ver la televisión. Pero hoy no venía a hablar de esto sino de otra cosa. Del oficio sin beneficio de escribir. Del escritor, llamémoslo “independiente” (eso de llamar indie me recuerda mucho a la época en la que Los Planetas iban al FIB y Sepultura al Dr. Music Festival, y ser un melodramático estaba bien visto), el que antes se buscaba las castañas tocando puertas y hoy lo hace tocando los huevos por internet. Sin medias tintas. No me voy a quedar fuera del tiesto, pues yo también he pecado durante estos años, desde que empecé a publicar por mi cuenta cuando estaba en Riga y comencé un camino sin rumbo, dando palos de ciego en sendas direcciones, sin un plan, eso, un plan.
Como yo, la historia se repite en todos aquellos que empiezan y han leído algún que otro consejo, un libro sobre cómo atraer seguidores o copian lo que hacen otros. En fin, aquí todos queremos escribir un libro y llenarnos los bolsillos (lo del árbol y el hijo, para otros, ¿verdad?). Tened piedad con ellos, lectores.
Los años han hecho que me baje la histamina y me vuelva más cerrado, conservador con mis propios actos (y más cauto, creo). Las listas de correo salvaron mi vida.
Pero, ¿qué hay de la figura del escritor?
Precisamente de esto, quería yo hablar en este texto.
Nunca lo he mencionado, pero el nombre de este blog hacía homenaje a varias cosas: a esos escritores que durante años han escrito para otros. También a Ewan McGregor y David Rojo, ex-cuñado de Ana Rosa Quintana. Pero principalmente, al escritor que no existe, al que no vemos, ya sea yo, como parte del todo, y todos los compañeros que escriben.
El escritor constante que vive en su mundo, a pesar de las frustraciones, la falta de ingresos y un sueño que no emerge del todo. Se critica mucho pero se empatiza más bien poco.
A pesar de los pesares, me sigo considerando una persona que navega por el fondo, poco a poco, llevando una vida normal. Trabajo en algo que paga mis facturas, aprovecho (y también desperdicio) el poco tiempo que tengo en escribir y trato de llevar una vida simple, soñando, trabajando para que el revés sea fruto de la causa y no de lo casual.

Para escribir, hay que leer (sí, lo dicen los famosos) y también escribir, ser constante, crítico, y no parar de escribir. Hay quien vive de la escritura, pero tampoco os fiéis de los que están en los TOPs de Amazon porque no significa nada. Hay quien no aparece y se están llenando los bolsillos. Amazon no es el fin del mundo, de verdad.
Cuando iba a la universidad, escribía mi primera novela (Sangre de Pepperoni, descárgala, de verdad, es gratis y te va a gustar) y aireaba mi aura literaria por donde iba. Era un beatnik, un sucio surrealista, un enamorado de la pose, de los libros que iba descubriendo, de mí mismo, y de las chicas con las que me relacionaba. Pasaron los años, me llevé ese aura por Europa que poco a poco se fue apagando; lo tuve más fácil en cuanto a publicación, y di el salto como Hemingway.
Sin embargo, todo el romanticismo se perdió por una simple causa: Amazon ha hecho creer en el éxito rápido a los escritores como X Factor hizo a los artistas. Y vimos que había de todo. Así de simple. Empecé a preocuparme más en el programa de telerrealidad que era mi vida que en escribir. Por suerte, un par de bofetadas emocionales a tiempo me pusieron en el lugar.
Los tiempos han cambiado. No soy el mismo, nada es igual que entonces (y me viene a la mente la famosa fotografía de Oscar Wilde, pensativo, que todos cuelgan cuando tienen que citar algo de él).
Los medios se quejan, las editoriales pierden dinero, las novelas salen por debajo de las piedras, la red está infestada, huele a frustración y yo me doy cuenta de algo, que es uno de los factores por los que no está funcionando mi juego, el tuyo, el de todos, bueno, el de todos no, hay algunos que lo hacen muy bien.
En esta época de exhibicionismo en la que reina la imagen, la proyección ilusoria, donde la realidad virtual será pronto el presente: la figura del juntaletras ha dejado de ser sexy.
Así es. Sexy. Tanto él como ella. Algunos todavía lo hacen y bien. Por supuesto que ser sexy no sirve de nada si no hay una historia buena detrás, pero… ¿dónde quedaron esas imágenes de James Dean, Marylin Monroe, Johnny Depp o Winona Ryder leyendo? Eran actores, salvando la lectura (posiblemente bien pagados por algún grupo editorial), porque la lectura ya era de por sí un tema denso.

Foto de https://jeffreymarcus.files.wordpress.com/
De eso, no queda nada, además de un Instagram de tíos guapos leyendo en el metro y un tumblr de chicas guapas leyendo libros.
He aquí el secreto, la piedra filosofal de Potter. Las tres pruebas de Monkey Island: escribir muchos libros y buenos, ser sexy y tener presencia. Recordar a los lectores de que somos personas responsables de hablar con los diosas, tomar ideas de ese mundo platónico y divulgarlas con el resto. Somos chamanes de la imaginación, personas opacas con cierto misterio y no comerciales sudorosos que tocan las puertas de sus casas, nerviosos por hacer una venta, convenciéndote de que contratar esa línea ADSL con teléfono fijo, es lo mejor que puedes hacer, una jodida ganga. Venga, por Dios.
Si todos los hombres y mujeres de este planeta deben trabajar el amor propio, los escritores y los lectores, todavía más. Escribir ES SEXY. Leer es SEXY. NOSOTROS SOMOS SEXY. La literatura es el viejo-nuevo ROCK AND ROLL. Compatible con el gimnasio, con correr, con las recetas de cocina, los ‘cupcakes’, el veganismo, las películas de los 90, los teléfonos de concha, los batidos de proteínas, las lecciones de ‘fitness’, la superación personal y los discos de vinilo.

Foto de Kerouac sacado de nadaimporta.com
Maldita sea, es tan barato (incluso gratis), tan fácil y somos tan afortunados por escribir y leer, que me duele en el alma que todavía prefiramos jugar al Candy Crush.
Lee. Escribe. Repite conmigo.