Pablo Poveda's Blog, page 55

October 1, 2016

Por qué todos te odiarán



Esta semana he leído a varios autores independientes que lloraban en su muro de Facebook por las críticas de otros lectores.


Un problema de ego, aceptar las críticas, la historia de siempre.


Hace diez años tocaba en una banda de punk-rock (Dios mío, una década ya). Nos fue bien, dentro de lo que cabía: éramos jóvenes, apuestos, teníamos ganas de cambiar el mundo, grabamos un disco, dimos más conciertos de lo que jamás creímos, grabamos un disco en Madrid, tuvimos un manager, salimos en las revistas, las televisiones locales, giramos…


Entonces escribía canciones en lugar de novelas. Al principio (allá por 2006), nadie dio un céntimo por nosotros, pero después, todo pasó demasiado rápido. Recuerdo que durante aquellos años, resultaba complicado mantenerse al margen de las críticas. Eran los comienzos de Youtube, Facebook no era muy popular en España y las bandas usaban Myspace o Fotolog… pero aún así, nos llovían los comentarios odiosos, destructivos; comentarios cargados de bilis y ganas de hacernos sentir mal.


Aprendimos a afrontar las críticas con buena cara, mostrando indiferencia ante ellas -como se debe hacer- y tratando de no hacer caso a esas personas que pretendían sepultarnos con su frustración. Sin embargo, no fue fácil. Éramos adolescentes, apenas pasábamos la mayoría de edad y cada comentario, cada reseña -ya fuese en la red o en los medios-, nos caía como un jarro de agua fría. El ego, las chicas y los viajes fuera de casa, intentando olvidar todo, ayudaron de una forma temporal.


Finalmente, me di de bruces contra la realidad. Un día de 2009, nos separamos (como hacen todas las bandas), todo se acabó y también lo hicieron los comentarios negativos. No obstante, en mi interior todavía descansaban las brasas de la hoguera.


El ego me estaba matando. Lo que un día fue, más tarde, dejó de existir, me quedé solo. Vivir en el pasado es morir en el presente.


Somos lo que hacemos hoy, no lo que hicimos ni lo que haremos, y yo me encontraba sin hacer nada.


Poco después, encontré en la literatura una forma nueva de expresión, más profunda y amplia. Escribir canciones siempre me ha encantado, pero el formato, cabe decir, es más corto. Terminé una primera novela, y después otra, y otra, y así hasta hoy. El proceso fue el mismo. A medida que iba promocionándome en la red y encontrando mi espacio (decidí no enfrentarme a las editoriales por convicción y un ego dañado), me topaba con críticas llenas de maldad, envidia y odio. De nuevo, la situación se repetía. Esta vez, había aprendido a recibir los golpes como un buen púgil.


Con el tiempo, me he dado cuenta de que, tan pronto como empieces a hacer las cosas bien, alguien te odiará. Parece una fórmula matemática, una prueba divina para sobrevivir, conocer de qué pasta estamos hechos. Podría enumerar la lista de ámbitos en los que me he topado con situaciones similares -el trabajo es uno ellos-, pero no creo que sea necesario.


Tal vez sea una cuestión darwinista o un juego de lógica humano. No lo sé. Lo único que he aprendido es que odiar no sirve de nada: un sentimiento pútrido que nace de la envidia, la frustración y la impotencia de otras personas que temen hacer lo mismo que tú. Sentirte de una forma u otra, es una elección. A veces, el entorno nos hace sentir mejor o peor, pero con un fuerte entrenamiento, podemos ser capaces de controlar nuestra fuente interna. Lo más difícil es aprender a canalizar esa energía destructiva (de otros) en el alimento de nuestra fuerza motora, la gasolina de nuestra motivación. El odio nunca puede justificarse, menos aún cuando estamos creando algo para dar a otros.


Actualmente, para muchos, disto bastante del éxito -ese resultado, estado, como se le quiera llamar, el cual conectamos con el dinero y el estatus- a nivel literario, y no me importa, porque a nivel personal, me estoy convirtiendo en el jodido Jimmy Page de mi propia vida. Y punto. Por fortuna, tengo un buen puñado de lectores que me siguen y me dan calor en la lejanía, y todos los meses alcanzo más y más gente con mis historias (¿qué más puedo pedir?). Sigo subiendo montañas, paso a paso, sin saber a dónde llegaré, pero con la certeza de que estará bien alto y me dejaré la vida en ello.


Me planteé algo, todavía voy a por ello.


Aprende a convertir el odio de otros en tu fuerza interior. Suena sencillo, pero no lo es. La mayoría de la gente responde al odio con más odio. Sé la excepción, sé indiferente y convierte esa energía en algo bello. Lo estás haciendo bien.


Sigue, no vale detenerse.


Las cosas requieren tiempo. La frustración, segundos. Darse por vencido, un instante.


Si quieres llorar, llora y desahógate, en casa y a puerta cerrada, pero no mendigues, no sirve de nada.


Hace unas semanas, hablaba con P., joven director de una multinacional con oficina en la última planta de uno de los rascacielos polacos. Es un hombre humilde y sabio que ha sabido controlar los sucesos.


—A veces, envidio tu forma de pensar, Pablo — dijo.


—No puedes decir eso con un Porsche aparcado en el garaje, P. — bromeé.


—Un Porsche lo puede tener todo el que lo pague — contestó  — . Sin embargo, ser libre y tener unas convicciones tan férreas, no. Tener un coche no dice nada de mí, de quién realmente soy.


—Todo el mundo parece odiarte en este edificio por aparcar ahí…


—Lo sé —contestó —. Pero no puedo hacer nada. Es su elección.


La mala hierba siempre crece en tu camino, pero has de aprender a caminar entre maleza.

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Published on October 01, 2016 02:18

September 21, 2016

La ciudad no es lo que era


El otoño llega con frío, la bajada de los termómetros, sacar la Barbour del armario -y con ganas- y bajar el doble del pantalón. La ciudad no es lo que era, ni para mí, ni para nadie. Nunca lo fue. Últimamente, siento que soy predecible en mis actos, mis palabras. Sólo hay que mirar atrás.


La ciudad sigue donde se encontraba cuando llegué. Quién ha cambiado he sido yo, no ella.

A medida que el frío me recorre los huesos, vienen a mí las noches gélidas en Krakowskie Przedmieście, cerrando bares, haciendo rotos. Las noches sin plan en el Plan B, los neones de la Plaza de la Constitución y los conciertos de punk en el sótano de los bares, tiritando a veinte grados bajo cero. Como una ventolera, los inviernos y las latas de cerveza dan lugar a parques, frondosidad. Fiestas interminables con un final feliz dudoso, regresar a casa y hacer una parada en ese lugar de patatas fritas belgas por no querer terminar la noche. Y así, los cambios, de casa, de amigos, de posición. Colgar la guitarra y empuñar un lápiz. Volver a preguntarte si todo lo que haces tiene sentido, si algún día lo tendrá. Las hojas vuelan bajo mis zapatos, que pisan con fuerza y descansan sobre el asfalto. Los años pasan como segundos, sin importar lo que arrastren. El pie sigue sobre el pedal de freno, esperando a que se ponga en verde. Un viejo dispara desde el balcón con su escopeta y me vuela la tapa de un cajón de recuerdos que se desparraman por el alféizar del salón. Parecen discos rayados, desordenados, sin dueño. Ya no los necesito, hace tiempo que no le doy a la bebida, ni a los postres.



La ciudad se ha vuelto un lugar cómodo para mi sombra. Camino por las calles y veo siluetas de personas que intentaron dejar marca y no lo lograron. Me veo a mí, y me pregunto si dejaría algún restregón en las suyas. Yo era muy de acelerar rápido y no pensar. Era como Ayrton Senna, hasta que llegó Imola y terminó todo. Reconozco que los cambios llegaron porque así los pedí.

Por eso Varsovia no es lo que era, para mí, ni para nadie. Porque la ciudad no sólo me ha dado, sino que también me ha enseñado. Se maltrata más al lugar que a sus ciudadanos. La ciudad no es la gente que la habita, sino quien la vive. Y yo la viví, a ritmos separados, dejando una huella, marcando el sendero.



El otoño se achaca a la nostalgia, pero no es más que la muerte de un estado, sentimiento o forma. Meto las manos en los bolsillos de la chaqueta y miro a las baldosas del suelo. Ya estuve ahí, me digo, y entiendo que cada día es un regalo, la necesidad de un ‘pervivir’ más que un porvenir. La ciudad no es lo que era porque nunca lo fue, porque está a punto de ser.

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Published on September 21, 2016 12:16

September 19, 2016

La ligera ventaja

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El tiempo se escapa entre los dedos como aire gélido bajo un sol de invierno. Así es, y sucede mientras introducimos nuestra clave en el teléfono. Desde hace tiempo, me siento rodeado de personas que hacen más que yo: no tienen tiempo, no tienen tiempo, no tienen tiempo… Es esperanzador ver que el sedentarismo ha pasado a un segundo plano. Sin embargo, me pregunto cuánto durará, y si el conjunto de tatuajes, bicicletas, triatletas y festivaleros, terminará desencadenando en un vacío eterno. La disciplina es algo que jamás aprendí y me costó mucho asimilar: tocar en la banda, escribir, correr, estudiar… y un sinfín.

Harto de leer frases de motivación, de escuchar consejos de otros. ¿Cómo cojones quieres ser el mejor si eres incapaz de ser disciplinado? Eso es lo que nos pasa a la mayoría, que nos desinflamos.


Sin embargo, soy de los que piensa que los puntos están conectados.


Hace años, mientras leía el Sun-Tzu -y no me enteraba de nada-, descubrí el término Kaizen (Sun-Tzu es chino, Kaizen es un término japonés). En ese momento me interesaba más el primero que el segundo, así que no le presté atención.

Lejos de llegar a ser la mejor versión de mí mismo, no volví a dar con él hasta que decidí poner punto y coma a mi vida.


Algunos piensan que soy prolífico porque he escrito mucho en poco tiempo. Sinceramente, podría haber escrito más, pero he perdido el tiempo, y mucho, haciendo otras cosas, cosas que no merecían la pena, como hacemos la mayoría de nosotros.

Entonces, un libro llegó a mis manos. No decía nada nuevo -de hecho, pasé la parte de “algunos han dicho…”-, pero resumía -y me recordaba- algunas claves del éxito -o mejor dicho, ser constante y el jodido amo en algo-. El libro se llama “The Slight Edge” (La ligera ventaja) y está escrito por Jeff Olson.


No soy un asiduo a la autoayuda, aunque este libro se merece un vistazo.

Sin conocer al autor, poco a poco te explica su visión de la llamada “ligera ventaja”, que no es más ni menos que hacer un poquito cada día de eso en lo que queremos mejorar para ver su fruto a la larga.

Este concepto me ha ayudado mucho a completar novelas en momentos de horror y falta de tiempo.


La constancia de la progresión constante.


El seguir caminando.


Seguir escribiendo.


Aprender a mandar a la mierda algunas cosas.


También requiere esfuerzo.


Recomiendo darle una leída, incluso si no quieres ser el próximo Jobs.


Recuerda, esta es la parte más difícil.


La maldita constancia.


Redactar este texto era parte de eso.

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Published on September 19, 2016 12:40

September 6, 2016

Que la nostalgia no te pueda

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Gran Vía (Madrid) – Wikipedia

El camino siempre está lleno de sorpresas, o eso dicen. La cuestión es saber aguantar, de eso se trata, de ser un buen púgil ante las situaciones.


Regresar a España resultó efímero, corto y casi imperceptible. Días placenteros que ayudan a sintonizar con uno mismo, a plantearse las cosas dos veces y a escribir un pequeño punto en esta carrera constante e incontrolable. No es de extrañar que tarde o temprano aparecieran los achaques de aflicción, y que el desánimo descienda como las hojas de los árboles a la llegada del otoño. Sucede que, en ocasiones, yo también me canso de ser hombre, como decía Pablo Neruda en Walking Around, pero que también paseo con calma, con ojos, con zapatos,con furia, con olvido. Tal vez, cosa del otoño, no sería de extrañar.



SUCEDE que me canso de ser hombre.

Sucede que entro en las sastrerías y en los cines

marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro

navegando en un agua de origen y ceniza.



Entre la nostalgia y el desasosiego por querer estar en otro lugar -del tiempo -, tiro a la basura un manuscrito que escribí hace meses. Pensé que había contado una historia mágica y, sin embargo, no podía estar más equivocado. No hay mal que por bien no venga y prefiero quedarme con la idea de que las 300 páginas sirvieron de entrenamiento mental, de mejora.


No obstante, ahora me encuentro en proceso de corrección de la segunda parte de La Isla del Silencio. Por fortuna, me gusta lo que leo, lo que veo y lo que escribí. En uno de los pasajes, regreso a Madrid y no puedo dejar de pensar en todos los minutos que grabé algún día, dejando mi historia, como la de muchos que pasan por allí a diario. Amigos, desconocidos, familiares. Puede que jamás aparezca en las enciclopedias, pero en el fondo de mi alma, sé que hicimos un clásico. Es parte del proceso. El edificio Carrión es un emblema de la ciudad, ya no por El día de la bestia, sino también por lo que representa. Dejo un pequeño párrafo.



Me hospedé en una pensión en Alberto Aguilera durante el fin de semana y me dejé caer por las calles de Madrid mientras visitaba a su familia. Errante, así me sentía. La ciudad, hermosa, única, ofrecía la posibilidad de perderse, desaparecer. Aquel trató de ser un fin de semana invernal y romántico, de largos paseos por los parques, las callejuelas infinitas y enamorarse de nuevo viendo a lo lejos, las luces de los coches que atravesaban la Gran Vía.


Llegada la noche, bajo el edificio Carrión, el gran cartel de Schweppes, iluminado por los tubos de colores, esperaba mirando a los coches en sendas direcciones, a las mujeres con ropa de abrigo, a jóvenes grupos de tribus urbanas, al caos, a la vida. Esperaba a Blanca, a un tren de vida que no era el mío, a un final en blanco y negro propio de Nouvelle Vague.



Pese a todo, la pesadumbre no es más que un estado mental, manipulador y ficticio. Una señal de tu cerebro de que estás haciendo algo mal en estos momentos. La nostalgia no existiría si el presente fuese más llamativo. Recapacita, levanta el rostro y piénsalo. Tal vez, debas rectificar, hacer unos cambios. ¿Merece la pena? Sigue luchando por lo que haces, que la nostalgia no te pueda.

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Published on September 06, 2016 03:12

September 2, 2016

Selfies



jkeslassy:


Are Selfies Narcissistic?

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Published on September 02, 2016 02:33



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Are Selfies Narcissistic?



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Published on September 02, 2016 02:33

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Published on September 02, 2016 02:33

August 31, 2016

Septiembre y olé

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Septiembre, el séptimo en el calendario romano, el noveno en el gregoriano, el de las flores calluna para los polacos, el mes del fin y del retroceso para muchos como yo.

El fin de las vacaciones, esa píldora mágica que deja una resaca insaciable y nos consume lentamente mientras se funde con días más y más cortos. Todavía es verano y hablamos como ya si hubiera sucedido. Un período breve, excéntrico, de excesos y contemplación. No hay mucho que decir, septiembre ya lo dice todo. La vuelta al cole -para algunos-, la nostalgia, las series y la escasez de tiempo. En la capital, el reloj no perdona. Pero este año me he dicho que no -aunque estemos a final de éste-, que ya basta -una vez más-, que es hora de vivir un poquito -de forma diferente-, de caer en el pecado capital -donde ya te conocen-, de los pequeños placeres y de volver a creer que no importa el mañana -aunque sea un ratito-. Porque no, vida solo hay una, para sonreír -aunque duela-, y por mucho melodrama que haya, sácalo, hazle frente, con dos bemoles, tira hacia adelante, no seas audiencia para la vida -de otros- y punto y final. Olé por ti, por septiembre, aunque sea el noveno, porque siempre habrá algo que celebrar, libros nuevos que leer, bares que visitar y propósitos que olvidar -y decir más olé-.

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Published on August 31, 2016 02:12

August 22, 2016

Misterio

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Estuve dando una vuelta por la calle y concluí que nadie se creía lo que otros decían, hacían o publicaban en forma de foto. Anduve por la playa y vi fotos forzadas, poses ensayadas. No tiene nada de malo, por supuesto. A -casi- todos nos gusta posar como famosetes, pero todo pierde su gracia cuando lo sabemos todo de una persona sin conocerla. Nos estamos cargando el medio ambiente y el misterio de cada uno. ¿Quién va a escribir tu biografía si está escrita en un muro de Facebook? Lo más sórdido es, que si sólo publicamos lo mejorcito de cada uno y una de nosotros, mejor no imaginar lo aburrido que debe de ser el resto: fotos quemadas en lugares mundanos y al alcance de todos, platos de comida de aspecto repugnante, bares de copas que están más que vistos…

Y aunque tardé en darme cuenta, supe que el ingrediente de todo este sinsentido se llamaba pasado. El mismo que nos arrastra como una ola del mar y nos fuerza a cambiarnos. Lamentablemente, la mayor parte del tiempo, queramos o no, sólo extendemos una prolongación de lo que somos o, mejor dicho, de lo que nunca quisimos ser.

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Published on August 22, 2016 01:35

August 20, 2016

Campiña

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Published on August 20, 2016 04:09