Pablo Poveda's Blog, page 51
August 7, 2017
Pasos
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En unos días publico una nueva novela, una nueva entrega de Gabriel Caballero. Doce. Doce pasos de un largo camino. Un número ligero de decir que lleva demasiado detrás. Como siempre, los nervios me comen días antes de que todo se ponga en marcha. Una vez pulse el botón, todo estará hecho, pero mientras tanto…
Sin embargo, estos días, me reitero una vez más en todo eso que decía acerca del fracaso, la incertidumbre y el saber levantarse. Estoy feliz por lo que he terminado, curiosamente, en el mismo lugar en el que empecé a dar rienda suelta a mis ideas sobre Caballero.
Mediterráneo ha tenido parte de culpa. Nada como en casa. Nada como el olor de las calles que aparecen en los libros. Nada como la cerveza a mediodía, la brisa marina o las raciones de calamares. Todos están de vacaciones, pero ya no importa. Nada de esto hubiera sido posible sin la legión de lectores que me apoyáis detrás. Nada. Gracias a cada una de las personas que habéis leído y disfrutado alguna de mis novelas. Gracias a vosotros sigo y espero seguir contando historias durante muchísimo tiempo. La fiesta sólo acaba de empezar.
Todavía estáis a tiempo. Descargad gratis el adelanto antes de que salga y enteraos de qué va la novela.
August 4, 2017
Nueve razones para leer a Caballero
[image error] A estas alturas, quien conozca un poco lo que escribo relacionará mi nombre con el de Gabriel Caballero, el personaje más famoso de mis novelas. Hoy no pretendo promocionar la nueva novela que saldrá en una semana. No. Mi intención es otra. Con agosto llegan las vacaciones, el tiempo libre y las lecturas. Antes de elegir, debemos tener claro qué nos vamos a llevar con nosotros y si merecerá la pena. No existe buen descanso sin un buen libro detrás. Hoy quiero daros nueve razones por qué deberías conocer a Gabriel Caballero y entrar en su mundo si aún no lo habéis hecho.
Caballero es un inquieto. Esté donde esté, siempre encontrará los motivos suficientes para meterse en problemas.
Le gusta viajar. En su deportivo, se pasa la vida viajando sin pausa.
Es simpático. Caballero cae bien, por muy cretino que sea, siempre tiene la frase correcta para el momento oportuno.
Bebe vermú. No hace falta decir nada más.
Está enamorado de la costa mediterránea. Y por esa simple razón, nos lleva a los lugares más paradisíacos de su entorno.
No soporta las injusticias. Como buen periodista, pone la verdad por encima de la forma de llegar a ella.
No soporta las normas. Rompe todas las que puede.
Le encantan las mujeres. Y cae rendido ante ellas con mucha facilidad.
Leer Caballero es gratis. Así es. Sólo tienes que descargarla en este enlace de esta web o en Amazon.
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August 3, 2017
Remar
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Agosto ha aterrizado. La gente está feliz porque es verano y tiene vacaciones, y eso me gusta.
Yo también lo estoy porque en unos días publicaré mi próxima novela, Los Crímenes del Misteri, una nueva entrega de Gabriel Caballero. Si formas parte de la lista de correo, recibirás un adelanto de 67 páginas en unas horas (o si perteneces al grupo de lectores de Facebook).
Si no estás en ninguno de estos sitios (no esperes más), mañana colgaré un enlace en la página de fans para que lo descarguéis.
Escribir esta novela supone un punto de inflexión en mi carrera y vida. Me siento feliz, agradecido por todo, por todos. Pensé que al regresar de Polonia tendría más tiempo libre. Y así es. Pero también tengo más energía, por lo que he aprendido a enfocarla mejor y de una manera más productiva.
No obstante, no es fácil.
Nunca lo es.
Por mucho que el viento sople a favor y el escenario presente las condiciones óptimas, la mente siempre nos condiciona para la insatisfacción.
La vida de un hombre es lo que sus pensamientos hacen de ella.
Marco Aurelio
Por tanto, es importante encarar los días como un centurión romano sabiendo que no siempre se gana. Levantarse cada mañana y remar en dirección a eso que nos abrasa por dentro, sin importar lo que digan alrededor, por muy despacio que se mueva el barco, pero sin dejar de remar.
En tu camino habrá gente que te apoye, otra que sea indiferente y una tercera parte que intentará tumbarte con sus palabras o acciones.
Escucha a las primeras aunque no siempre digan lo que quieres oír.
Respeta a las segundas, cada persona convive a diario con su lucha.
Ignora y descarta de tu vida a las terceras. No son más que un lastre.
Decir lo que sentimos. Sentir lo que decimos. Concordar las palabras con la vida.
Séneca
Mientras tanto, es importante seguir haciendo eso que mejor se nos da.
Lo mío, lo tuyo, lo nuestro.
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July 27, 2017
Enfoque
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Parece que fue ayer cuando terminé Sangre de Pepperoni en 2011. Han pasado más de seis años pero la sensación es la misma. Hace unos días terminé la última entrega de Gabriel Caballero, ‘Los Crímenes del Misterio’, la novela más larga hasta la fecha y la que más me ha agotado. Dejando a un lado las sensaciones que le quedan a uno cuando termina un libro (esto daría para otro artículo), lo más interesante es que me siento como si hubiera sido mi primer libro. Cada vez que acabo una historia, sin importar cuántas de estas haya escrito, siento que empiezo de nuevo, de cero. Es una sensación extraña, de incertidumbre y pena. La primera, por no saber cómo irá. La pesadumbre, tal vez proceda del hábito diario, de hacer un nuevo viaje con seres imaginarios que podrían ser reales (este tema también daría para otro artículo). Cuando termino las últimas páginas, me pregunto si todo este esfuerzo habrá valido la pena. Pensamientos que todos tenemos cuando nos esforzamos por algo, ya sea un libro, la preparación de un examen importante o un proyecto laboral. En un lugar remoto de nuestro ego, nos aterra la posibilidad de que echen por tierra nuestra labor o simplemente nos ignoren. Un comentario inoportuno, una falta de empuje. Cualquier cosa basta para lanzar nuestra ilusión al arroyo. Pero nos equivocamos. Es temporal y pasajero. Lo peor que nos puede pasar es que tengamos que hacerlo de nuevo. Eso es todo. No hay más. Repetir el proceso. ¿Hasta cuándo? La pregunta no es hasta cuándo tendremos que repetirlo sino hasta cuándo estaremos dispuestos a repetirlo. Cuando tenemos una visión que domina nuestras acciones, no importa lo que se ponga en nuestro camino. Tenemos enfoque.
Dicen que es importante disfrutar el proceso, que lo que importa es el camino y puede que tengan razón. No me imagino levantarme sin algo por lo que luchar, con la idea de haberme pasado ‘el juego de la vida’. Siempre necesitamos algo, pero a nuestro alrededor existe quien carece de enfoque. Hay quien corre porque es sano y otra gente que lo hace porque no le encuentra el sentido a su vida. Hay quien trabaja duro para ganar dinero y dar un salto de calidad en su vida y hay quien se gasta el dinero en placer a corto plazo y cosas que no necesita. Correr es sencillo, lo complicado es aguantar. Tocar un instrumento es también sencillo, lo difícil es luchar para que te paguen por él. Trabajar en una tienda también es muy simple, lo complicado es aguantar más de dos meses tratando con personas. Todo, incluso lo más banal, nos pone a prueba.
Nos han metido en la sesera una meta de éxito inmediato, cuando somos los primeros que ignoramos aquello que no nos ha costado esfuerzo.
Sólo avanzan quienes saben que callarse y mirar hacia delante es más provechoso que abandonar la oficina, sacar el teléfono y volcar su odio en las redes sociales, por no mencionar la televisión o los estúpidos vídeos de internet. Indígnate si lo necesitas, si quieres, pero no dediques el resto de tu día a ello. Desde hace tiempo ignoro los debates virtuales porque si me importan un bledo en la realidad, ¿por qué debería participar en ellos con personas que desconozco? Enfoque. Aparto de mi vida los problemas innecesarios. Si queremos cambiar algo, necesitamos enfoque, disciplina y energía. Y que no nos importe cuántas veces repitamos algo si eso nos acerca más a nuestro resultado. Al carajo eso de caer y levantarse, porque ponerse de pie para quedarse sólo tiene sentido cuando aprendemos algo y si no, más vale marcharse por otro camino. Tenemos los recursos que necesitamos, tenemos internet pero lo que no podemos tener es una excusa.
Sea cual sea nuestro miedo, es hora de terminar con él, echar la carne sobre el asador, darle la vuelta y quemarse cuando toque, pero nunca, nunca, nunca, perder nuestro enfoque.
July 21, 2017
Emociones
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Miro por la ventana y las palabras se atascan en mis manos como un tubo de escape embozado. Me encuentro en el final del libro, donde toda la magia florece… o no. Por eso, debo estar al cien por cien y hoy es uno de esos días en los que no hay manera.
No pienso darme por vencido.
Tengo un montón de correos electrónicos a los que me gustaría responder y no puedo. Tendré que acostumbrarme a la vida lenta que añoran los ejecutivos, a los cien kilobites por segundo y entender que el mundo no se acaba.
Estos días de casi absoluto retiro social, escribo y trabajo, pero también reflexiono a solas porque soy yo quien debe asimilar los golpes, las victorias y los desafíos. Durante el verano, la vida es bella para muchos: vacaciones, tumbonas de playa, cervecitas en el bar que han abierto; las fiestas patronales, las comidas en el restaurante de siempre, la paella de los domingos, el libro que todos leen y que te han recomendado en el trabajo, pensar que no hay mañana, decir que esto es vida bajo el sol, encima de un barco o frente a un plato de pulpo a la gallega.
Pero todo es pasajero y confuso, irreal y transitorio, y sé que todos se irán en cincuenta días. La calle volverá a estar vacía pero yo seguiré asomándome al balcón, viendo cómo el mar se enfurece y las gaviotas vuelan a otro lugar.
Hace unos días leí que repetir tu mantra es la única forma que funciona para que termine resonando en ti. Y de eso se trata, de levantarme a diario y escribir, exprimirme como a un cítrico y sacar las palabras de mis entrañas, porque ya llegarán los días de cuchillo y edición, donde el escultor pule y pule deshaciéndose de lo inservible.
En mis reflexiones también pienso en las personas que me leen. De hecho, son en las que más pienso (puedes incluirte si has leído alguno de mis libros). Cada mañana, mientras sale el café, doy las gracias por todo. Siempre que puedo, leo los correos que me escriben o responden. Todos tan amenos y amables, tan calurosos y llenos de amor y apoyo. Me emociono al leerlos y busco la forma de responder y agradecer tanto apoyo. Es curioso cómo recuerdo cada uno de los nombres y apellidos de las personas, la historia que hay detrás de ellas, de sus vivencias y experiencias relatadas en la correspondencia. Lectores de todas partes a quienes nunca he visto pero con los que siento mucha cercanía. Cada vez que me escriben, soy consciente de la importancia de la relación que existe entre nosotros y de que podrían estar haciendo otras cosas en lugar de leer mis correos, mis libros o, simplemente, poniendo un “Me gusta” en una red social. Creo que esta es la base de hoy y de siempre, hagas lo que hagas, seas quien seas, si quieres perdurar como un árbol. La base para hacer amigos y no clientes.
Pero no siempre es así de colorido ni de mágico. Hay mañanas en las que despierto, leo el correo y encuentro mensajes desagradables, comentarios e insultos, hacia mí, hacia lo que escribo o hacia mi vida. Por fortuna, no son demasiados, aunque suficientes para que moleste como la picadura de un mosquito. Pero son necesarias para hacer balance, para no perder la perspectiva sobre quien sí nos apoya, para centrarnos en ellos y no en lo negativo. No podemos gustar a todo el mundo, ni debemos intentar convencerlos para que cambien su opinión. En internet la crítica es más fácil, no hay más que ver las épicas discusiones en las que mucha gente se enzarza en Facebook. Seguimos siendo humanos y mientras así sea, nos dejaremos llevar por las emociones.
En mi caso y en el tuyo, si me lees, prefiero verlo así. Quien me conoce un poco, sabe que no empecé ayer sino que hace siete años comencé a poner ladrillos sobre un cimiento para construir un gran edificio donde habitara una gran familia (lectores y yo). Poco a poco, más gente (lectores), curiosos por el proceso, se fueron uniendo a la aventura. Otros, desistieron y se marcharon sin mala sangre. Hasta hoy, algunas personas intentaron parar la construcción con críticas o comentarios negativos, pero necesitaban algo más que eso.
Con esto quiero decir que las críticas son necesarias, sobre todo, si son constructivas, pero las negativas nunca están de más si sabemos gestionar nuestro ego ya que, en lugar de centrarnos en lo negativo, debemos enfocarnos en todo lo bueno que nos rodea.
Creo firmemente en una vida estoica y espartana de dedicación completa a lo que se ama. Creo en la gratitud y en una visión positiva. No hay más, y también creo en que es fundamental escuchar a quien nos apoye, nos guste o no.
Tanto el odio como el amor son dos tipos de emociones. Tú decides cuál quieres para ti.
July 11, 2017
Adaptarse
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Trato de documentar lo que siento en estos momentos. Puede que dentro de cincuenta años, eche la vista atrás, o tal vez menos, y entonces recuerde. Después de tanto tiempo escribiendo, archivando, llenando una bitácora de pensamientos y reflexiones, me doy cuenta de que todo es posible, de que la vida es un constante proceso de cambio, y no es que no me hubiese dado cuenta de esto ya antes, pero hoy no puedo estar más agradecido por verlo con tal claridad. Son las seis y once minutos de la tarde y llevo más de diez horas frente a la pantalla. Para muchos, tal vez sea un suplicio. Para mí, han pasado sin darme cuenta. Diez horas tecleando una historia que fluye por sí misma. No recuerdo la última vez en la que tuve tanto tiempo para escribir, aunque sí cuándo decidí que, una vez llegara este día, actuaría con determinación. Y aquí estoy. Todavía estoy digiriendo lo sucedido. Montones de imágenes se mezclan en la memoria. Tardaré días en asimilarlo todo, pero no puedo quedarme sentado a la espera de que las historias se escriban por sí solas. Siento que todo lo anterior no ha sido más que un duro entrenamiento que me ha preparado para este momento.
Por tanto, adaptarse no es más que parte del proceso, de salir de la zona en la que nos encontramos cómodos para plantarle cara a los obstáculos. Si algo he aprendido estas últimas dos semanas, ha sido a tumbar las barreras emocionales que nos separan de nuestros deseos. La solución: enfrentándome a ellos sin miedo al fracaso. He conducido tres mil kilómetros por cinco países en los que jamás había estado, cuando antes ni siquiera había hecho más de tres cientos kilómetros al volante. Me he desplazado por casas ajenas, por calles desconocidas y lugares que desconocía que pudieran existir. En estas dos semanas he aprendido dos cosas: que quejarse no sirve de nada y que haciendo es la única forma de acercarnos a lo que deseamos y alejarnos de lo que no nos gusta.
Observo el panorama y veo los barcos en el mar desde el balcón. Me gusta lo que veo, aunque todavía más lo que no puedo ver. Esto es parte del progreso, aunque todavía hay mucho trabajo por hacer. No importa cuáles sean las barreras, pues no existe otra limitación que la de nuestra mente. Es hora de dejarse de chácharas y volver al trabajo. Hacer. Por ti, por ellos, por esta vida. No hay otro verbo. No hay otra forma. No busques más. Todo reside en tu interior.
July 9, 2017
Asimilar
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La figura de un viejo toro publicitario de Osborne se deja ver a lo alto de una montaña árida y amarillenta. Esa es la señal de que estamos en casa, dice mi hermano señalando con el índice. Tras el toro, se encuentra nuestra salida de la autovía. Hago el último esfuerzo, reduzco una marcha y subimos una cuesta indomable bajo los treinta y cinco grados que hay en el exterior. Siento una ligera dolencia en el pie, el agotamiento del trayecto, pero tengo la satisfacción de haberlo logrado. Mi hermano tiene razón y sus palabras se convierten en imágenes reales, recuerdos, señales de tráfico que comienzo a identificar. He vuelto a casa, pero no sin antes cruzar casi todo el continente. Tardaré días en asimilarlo todo. Tres mil kilómetros en la carretera a golpe de rocanrol, sueño y estaciones de servicio. Cinco días, cinco países, cinco ciudades y un montón de anécdotas que servirán de material para muchas novelas. Saber que Europa es un pueblo muy grande unido por una carretera que lo atraviesa. Conocer a gente de otros países, ver la tonalidad de verdes que se volvían más secos a medida que bajábamos al sur de Francia. Observar los alpes suizos a lo lejos, mientras las vacas pastaban en la campiña. Sentarme a tomar una copa en uno de los bares favoritos de Don. Horas y kilómetros que quedarán en la memoria como fragmentos de una cinta gastada a medida que los días queden atrás. Por delante, una situación que todavía no he logrado digerir. Todo está reciente, demasiado crudo, pero sé que no debo darle demasiadas vueltas. Es el momento de dar un paso adelante, de sentarme y trabajar. He venido para contar historias y hacerlas posibles. Para contar mi propia historia. He vuelto casa, esa es la realidad.
June 28, 2017
Éxodo
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Hace un calor de espanto. Nos hemos olvidado de cuánto lo habíamos deseado unos meses antes. El cielo se cubre de un color gris esponjoso que se prepara para descargar su ira con una tromba de agua. Junto a la ventana y bajo los cálidos rayos del sol, escribo estas líneas. Frases que no tendrían ninguna transcendencia si no fuera porque, posiblemente, serán las últimas que redacte sobre esta mesa de madera. Mientras el casero busca con impaciencia a alguien que llene el apartamento con mi salida, pienso en las ocho novelas que escribí sobre este mueble, durante estos tres años (una fue escrita en el primer apartamento en el que viví). Desde El Profesor hasta Don, pasando por Caballero. Un total de 1.460 días entre páginas, vivencias y un país que me ha acogido sin pedir nada a cambio. Varsovia ha sido y será la ciudad de mi formación como escritor, entre otras cosas. Horas y horas calentando, tecleando con furia y trabajando para que las cosas se enderezaran. Sin embargo, todo tiene su fin, y aunque no me lo crea, el momento de regresar a casa ha llegado.
Todavía estoy lejos de lo que quiero alcanzar -pienso en grande, siempre-, pero camino siempre con los pies en el suelo aunque con el enfoque bien ajustado. Navego como un navío que se dirige a costas peligrosas, pero hoy, más que nunca, puedo decir que una de las claves de todo es el esfuerzo, las ganas de sentarte a escribir cuando regresas del trabajo en lugar de ver Game of Thrones. Renunciar a los sábados y a las borracheras nocturnas para tener el libro preparado a tiempo. Estudiar cómo lo hacen otros y experimentar con tu propio dinero. Perder el miedo, a todo, incluso al fracaso. Saber que siempre puedes volver a la casilla de inicio si se tuercen las cosas -y que podrás empezar de nuevo-.
Leo, escucho y veo a personas que se quejan por todo. Gente que habla de lo complicado que resulta hacer algo. Puede que no les falte razón, no lo sé, pero propagar el fuego en las redes no les ayudará demasiado. Además de un idioma y una visión diferente de las cosas, he aprendido a ser libre, tomar decisiones y ser consecuente con ellas. Siempre habrá alguien que te dirá lo que tienes que hacer, así como quien te mandará a la mierda. Debo reconocer, que en mis últimos meses, me he posicionado más en el segundo lugar, cortando la mala hierba que había a mi alrededor y silenciando todo el ruido innecesario. La vida pasa y la forma de pensar se vuelve férrea con el tiempo, sin importar dónde o con quién te encuentres. Sé que mi estancia en Varsovia me ha cambiado positivamente para siempre. De pequeño, jamás pensé que visitaría aquellos lugares que sólo existían en los mapas y en las películas. Personas, porque al fin y al cabo somos eso, personas, iguales aunque únicas. Ni todos tenemos que ser los inventores del próximo Google ni tampoco renunciar a nuestros sueños. Es tan simple como poner en acción nuestras ideas, ser pacientes y experimentar disfrutando el proceso. No hay más. Tan pronto como seamos consecuentes con nosotros mismos, empezaremos a ser felices.
En los próximos días cruzaré Europa en coche, desde Varsovia hasta Elche. Me ha costado veintiocho años llegar a este momento de inflexión en el que, por primera vez, voy a hacer a tiempo completo lo que realmente me gusta. Siete años de entrenamiento básico para llegar a maldito instante. Y sin celebrarlo demasiado, sé que, a partir de ahora, comienzan los diez años más importantes de mi vida junto a quienes me leéis y brindáis apoyo. Sólo puedo decir: gracias. Por muchas historias más juntos.
June 14, 2017
Imágenes
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Conducía con los rótulos de neón reflejando en el cristal de mi ventana. Era tarde, aunque no demasiado, y estaba oscuro. Algunas personas esperaban al autobús que los llevara a casa. La chica que aguardaba mirando su teléfono, buscando ese mensaje, el match de Tinder que nunca llega, la canción que pusiera banda sonora a sus noches. La noche cerrada, el ruido de los motores solitarios como el mío que buscaban a su alma en la infinidad de la carretera. Conducir como un ejercicio de meditación. Conducir como vía de escape. Me acordé de mí, de esa película en la que Ryan Gosling conducía y le cortaba al gaznate a más de uno. Me imaginé en todas esas persecuciones callejeras que había, primero idealizado y, después, materializado por escrito. La vida es un momento presente, constante y mis manos se encontraban sobre el volante, sintiendo la fuerza, el poder del cambio de marcha, el impulso del acelerador, la adrenalina de una frenada.
Nos dejamos llevar por ideas de otros, aspiraciones que ni siquiera elegimos, cuando todo lo que necesitamos se encuentra delante de nuestros ojos. Conducía mirando al frente y, a veces, a los laterales, obsesionado por transformar cada una de esas emociones en palabras, simples palabras.
Al aparcar, reflexioné sobre esto último. Hay quien escribe para hacernos reflexionar, entretener o compartir la visión de su mundo. Yo escribo para transformar lo que veo en palabras, del mismo modo en el que lo perciben mis ojos. Construir, en una sola frase, mosaicos de imágenes capaces de hacer frente a la tecnología. Tal vez algún día lo logre. Tal vez… no. Mientras tanto, debo seguir intentándolo.
June 13, 2017
Incertidumbre
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Siempre me ha atraído el misterio, la incertidumbre de no saber qué hay tras la puerta. El misterio de lo desconocido, de las personas. He tardado años en comprender que mis mecanismos se rigen por la falta de certeza, aunque abundancia de fe en mis actos y la energía que la mueve. No creo en la suerte, ni en las supersticiones, aunque sí en las casualidades y en las oportunidades que generan otros movimientos.
Crecemos en un entorno mermado por la opinión social que, desde pequeños, nos dice que la vida no es fácil, que no hay más camino que el que nos enseñan y que, las excepciones siempre siempre otros, nunca eres tú. Un entorno gobernado por el miedo que educa a dejar las responsabilidades a otros: a los políticos, a los jefes, a los padres… Un entorno en el que todos quieren ganar como el jefe pero nadie quiere tomar su responsabilidad por miedo a fracasar.
En mi caso, siempre que he podido, he navegado a contracorriente, lleno de temores, aprendiendo de los errores, en la búsqueda de mi propio camino. Con 13 años empuñé una guitarra sin saber nada de música y con 17 años creí que me dedicaría a la música para siempre. Con 19 mi sueño se ahogó en el océano y estaba derrumbado.
A los 20 viajé al extranjero y a los 21 comencé a escribir en un blog como este sin saber qué hacer con mi vida.
A los 21 me fui a la otra punta de Europa sin saber inglés (y mucho menos entender), viajé por más países de los que hubiera imaginado jamás (cuando entonces no estaba de moda viajar ni publicarlo en Instagram) y decidí ser escritor de por vida. Ese mismo año, terminé una novela que primero fue rechazada, y después vendió apenas una decena de ejemplares.
A los 22 regresé a España con un idioma nuevo, conseguí un trabajo remunerado tras currar tres meses gratis y terminé una segunda novela que también fue otro fracaso en ventas. Antes de cumplir los 23, renuncié y me fui. Semanas después me encontraba de nuevo en otro país que desconocía, a tres mil kilómetros de casa, sin trabajo y dispuesto a convertirme en un escritor como Hemingway.
Terminé una tercera novela que fue otro fracaso en cuanto a ventas y conseguí un trabajo que me permitiera pagar las facturas. Poco después encontré el amor y me fui a vivir en pareja, disfruté de una parte de la vida que no había experimentado todavía y aprendí un poco más de las relaciones humanas. A los 25 publiqué una novela que tuvo algo de repercusión y una segunda que fue pirateada en las primeras 24 horas, por lo que desapareció de los puestos altos de ventas y perdí todo el esfuerzo que había invertido. Ese mismo año me convertí en el director de la empresa en la que trabajaba y comencé a estudiar otro idioma, el polaco.
A los 26, volví a publicar otros dos libros, siendo constante y aprovechando el poco tiempo libre que tenía entonces y ya me manejaba un poquito más con el idioma local. A los 27 publiqué dos libros más que ganaron algo de trascendencia entre los lectores. Estudié lo básico sobre el funcionamiento del dinero y las inversiones, un mundo totalmente desconocido para mí porque nadie me había explicado en toda mi vida cómo funcionaba. Perdí el miedo a perder el dinero de mi bolsillo y mi relación con éste cambió para siempre. Estudié cómo el mundo digital crecía, mejoré mis técnicas de diseño gráfico y multimedia y vi cientos de minutos de conferencias sobre mercadotecnia y publicidad de empresarios americanos. Al mismo tiempo, vi cómo mi vida personal se derrumbaba como un edificio en ruinas, y con ella, todas mis creencias relacionadas con los pilares de la vida, lo que me había enseñado la sociedad y lo que yo creía que era el camino a seguir para ser una persona realizada.
A los 28 me encuentro, de nuevo, viviendo solo, con cuatro novelas publicadas en lo que llevo de año, una decena de miles libros vendidos en menos de un año y a punto de tomar una de las decisiones más grandes de mi vida (sí, de nuevo), pero eso no significa nada. Sigo siendo el mismo del que hablo a principio de párrafo, con más canas y la barba más cerrada, pero intrigado a la vez que nervioso por la incertidumbre de lo desconocido. El misterio a lo que vendrá después, a de si saldrá bien o no y a cuántas veces tendré que levantarme. Si todo llegará a buen puerto. Pero a la vez, no me importa, porque sé que llegar hasta aquí no ha sido por suerte ni por carambolas de la vida. Ni que tampoco voy a despertar un día y darme cuenta de que mi sitio estaba ahí, en un puesto de trabajo, dejando morir las historias que debería de haber escrito.
Si miro hacia atrás, en cada punto hay dos cosas que puedo reconocer: decisiones (unas buenas y otras no tanto) y acciones que las impulsaron. Con el tiempo, he aprendido a refinar la puntería, a creer más en mí mismo y menos en las opiniones ajenas que aportan cero valor (y más hoy, donde todos creen saber de todo). Cada persona es diferente, con una complexión distinta, un contexto y unas habilidades desarrolladas de diferente modo… Ni peores ni mejores, simplemente, diferentes y únicos.
Entonces, ¿cómo demonios vamos a encajar todas las personas en un mismo patrón? ¿Por qué nadie se lo cuestiona? Y aún así, hay quien se lo cree. No sé si existe un camino por defecto, no para mí y creo que tampoco para nadie.
Soy una persona de carne y hueso, mundana y con una educación como la de mucha gente. No sé cómo era en el pasado ni cómo será en el futuro. Todo lo que necesitaba aprender lo he encontrado en las experiencias que me ha brindado la vida y en internet (en su mayoría, de forma gratuita).
Mi camino todavía no ha empezado. A dos años para los 30, lo mejor está por llegar. Ni siquiera sé cuántos errores cometeré, pero sé cuáles no voy a repetir. Sin embargo, una década es más que suficiente para darme cuenta de que la vida es un largo viaje del que vale la pena disfrutar. Un recorrido en el que todo es posible y donde me he dado cuenta de la importancia de a) ser paciente y tener fe ardiente, b) ser constante, crítico y disciplinado y c) creer en lo que haces y creer que es posible, por encima de todo, sin importar lo que el entorno te diga.
Ah, por cierto… Hoy ha salido publicada mi última novela, Don. Disponible a la venta.