Pablo Poveda's Blog, page 49
December 4, 2017
Escenarios
Me levanto y preparo café. Es pronto, aunque no demasiado. Sin darme cuenta, diciembre ha llegado y con él, un frío soportable a estas alturas. Tuesto pan y rallo tomate para mezclarlo con un poco de aceite. Miro atrás, a esa sombra imaginaria que se ha alargado. Han cambiado las cosas en estos últimos años. Sin quererlo, he comenzado un nuevo periodo. A veces, somos conscientes de ello. Otras, estamos tan ocupados que el tiempo pasa y, cuando nos damos cuenta, nos han salido canas.
Leo artículos escritos hace unos años. Cambia el contexto, el escenario, los principios siguen siendo los mismos, pero veo a mi versión antigua en la distancia. Algunos lo llaman madurar, yo prefiero pensar que es parte del ciclo de la vida. Hay quien cree conocer a la persona que tiene al lado como si fuera una masa uniforme insensible a los años. Después llegan las decepciones. Todos cambiamos, el paso del tiempo es inevitable.
Estas semanas que llegan son especiales para mucha gente. La gente vibra de otro modo, las familias se reúnen y los amigos que viven lejos hacen por volver. Un buen momento para pulsar el botón de pausa y dejar a un lado los prejuicios, observar lo que somos hoy, y no lo que fuimos. En ocasiones, vivimos con la rabia acumulada que busca callar a todas esas voces que estaban equivocadas, cuando las únicas que deben ser silenciadas son las de nuestros pensamientos, las voces de la inseguridad.
Son jornadas estupendas para hablar con otros, en persona y no por un chat. Días para leer más libros, con calma, dejándonos llevar sin pensar en el tiempo. Momentos para retomar ese contacto perdido, preguntar con sinceridad y dejar el ‘yo’ a un lado, ese pronombre que tanto nos gusta nombrar. Enamorarse de lo cotidiano, una vez más. Hacer de nuestra existencia algo placentero.
November 30, 2017
Rituales
[image error]
Publicar un libro es como despedirse de alguien por un tiempo. Dices adiós a una serie de personas que, con entregas, se hacen más y más familiares -por no decir reales-. Con la resaca laboral todavía latente, las paredes de mi casa están más frías que nunca y siento el vacío de la ausencia. El luto es parte del ritual: la historia es de los lectores y no mía. Ya no me pertenece. Coltrane ya no toca para mí y las imágenes de todo este tiempo se desvanecen. Un proceso creativo que sube y baja culminando en un anochecer. A diferencia de otros hábitos, las novelas terminan, como todas las historias en esta vida, pero el síndrome de abstinencia perdura unas semanas. Sé que pronto alguien tocará a mi puerta, cuando esté cocinando a fuego lento, cuando suene la cafetera o en medio de una ducha caliente. Esto funciona así, nunca sabes en qué momento concreto, pero sabes que llegará y debes estar preparado. También sé que ese alguien será conocido y tendrá forma de policía, de asesino en serie o quién sabe.
Mientras tanto, haré lo que mejor se me da: tomar notas en cuadernos polvorientos, leer buenas historias, ser agradecido, optimista, escribir a diario y vivir la vida, los pequeños placeres. Volver a las viejas costumbres, frecuentar las barras de los bares, conducir hasta la ciudad, tomar una copa de vino tinto, observar a los pescadores llegar a puerto con el pescado fresco, perderme entre miradas, regalar sonrisas de complicidad. Hoy, la vida es eso, no necesito más. Mañana, quién sabe. Levantarme e irme a dormir con la tranquilidad de haber hecho lo que quería. La tranquilidad de haber cumplido con mi labor. Desechar historias hasta dar con la buena, la que me haga vibrar al escribir, la que agite al lector que la reciba. No siempre estuve aquí, no siempre fue así. Hace meses que no llevo reloj de pulsera. Es una forma de recordar que hace unos años vivía atado a él. Sin embargo, de él no me dolió despedirme.
November 28, 2017
Magia
[image error]
Noviembre llega a su fin y con él una última entrega. Siempre hablo de la importancia de documentar porque es una forma clara y precisa de ver, en la distancia, los cambios, las ambiciones y el progreso. Hace un año, escribía ‘El Maestro’, todavía en Varsovia. Miro hacia atrás y parece que hayan pasado años. Me resulta extraño, imperfecto, pero la realidad era esa. Todavía escribía en los Starbucks durante las horas muertas del trabajo. Dicen que el siete es el número mágico.
Para mí, este 2017 lo ha sido.
En julio abandoné Polonia para regresar a España -después de cuatro años- y comencé uno de los periodos más extraños de mi existencia: la vida del escritor.
Mañana se publicará ‘Medianoche en Lisboa’, la última novela que habré escrito este año. En mi interior sólo hay gratitud hacia mi familia, amigos, lectores. En todo momento, lo he hecho lo mejor que he podido.
Este 2017 todavía no ha terminado. Tengo algunas sorpresas para cerrar el más prolífico de mi vida con el mejor sabor de boca.
Atrás queda la pizza fría y el trabajo duro -a veces, pasa-, el bloqueo, el proceso de adaptación. Un año de productividad exagerada que ha sido fruto de un simple elemento: la gratitud de los lectores. Gracias a ellos -vosotros, quienes me leéis-, he sacado fuerzas cuando no las tenía, he seguido creyendo en un futuro de historias, he conectado con la famosa musa para contaros todo lo que había en mi cabeza y que necesitaba sacar fuera. Con sinceridad, gracias. Un escritor sin lectores es como un coche sin gasolina. No va a ninguna parte, por muy potente que sea. A veces, es complicado encontrar a esos lectores, pero más lo era hace cincuenta años. Nunca ha habido excusa para no seguir intentándolo.
Recapitulando, en este 2017 me han quedado claras algunas cosas.
Sé amable: da las gracias, vive con gratitud. Estamos en un momento delicado donde la cultura del ‘yo’ abunda, todo el mundo es experto en todo y nos olvidamos un poco de que, a nuestro alrededor, hay personas de carne y hueso como nosotros. Las cosas buenas, te podrían no suceder, como las malas. Todo es relativo. Sé amable, no cuesta nada y tampoco tienes razones para no serlo. Amable es amable. Sonríe. Nada más. Tu actitud marca tu forma de ver el mundo. Esta siempre ha sido mi premisa. Por supuesto, no soy perfecto, soy humano y en el pasado fui algo idiota, pero aprendí la lección. También hay quien responde bien y quien no, pero tú has hecho lo correcto. Cuando trabajaba con personas, un rasgo importante que me ayudó a que todo fuera mejor fue éste.Nadie te debe nada: ni a ti, ni a mí. Cuanto antes lo entiendas, más feliz serás. La universidad no te debe un trabajo cuando terminas. Tu jefe tampoco te debe un ascenso. Haz las cosas bien y, si no te gusta lo que ves, busca una alternativa, un cambio. Las oportunidades llegan, a veces, no. Sal y búscalas y dedícate a quienes tienden sus puentes para ti.
Durante estos doce últimos meses, he escuchado decenas de comentarios -sin una aportación constructiva- sobre mi escritura, los libros, mis sueños. Opiniones de personas, más o menos cercanas, que no se habían leído ni una de mis historias y no les importaba reconocerlo. En mi caso, quienes tienen la última palabra, la voz, son los lectores. Siempre, no hay más. Las personas que te escuchan, que te leen (en mi caso) e invierten su tiempo en ti son quienes realmente importan. Da igual lo que hagas, si es profesión o afición. Si tocas el piano, pon atención a quien se siente a escucharte, no a quien te diga que no tiene futuro (y no se haya molestado en saber qué haces).
Controla tu interior: lo repito a menudo, pero es cierto. Aprender a controlar el interior nos ayuda a entender lo externo. Siempre existen elementos fuera de nuestro manejo y está bien. Los nervios, el estrés, la ansiedad… no sirven para nada (bueno). La mejor forma de enfrentarse a las adversidades es aceptando el peor de los escenarios y con una ofensiva doble. Aún así, a veces, todo sale mal, pero seguimos vivos. Meditar unos minutos funciona, correr también. Cierra los ojos, respira profundamente y quédate ahí.
Trabaja duro en algo que te guste: los resultados a corto plazo son un oasis mental. Si vas a dedicar muchas horas en algo, disfruta con ello y será más liviano. He dedicado jornadas de catorce horas frente a la pantalla y no hay mayor satisfacción que la del trabajo bien hecho (algo impensable en mis anteriores oficios). Sé paciente, date tiempo, disfruta del proceso -sí, es un cliché, pero es cierto, aunque tardemos en darnos cuenta de esto-. Escribí una guía sobre cómo ser imbatible.
Sé humilde: no eres nadie, ni yo tampoco y nos moriremos un día. Sé humilde con quien te aprecie porque mañana puede que todo haya terminado. Sé humilde con quien trabaja en un lugar diferente. Que otros actúen con aires de superioridad, no significa que tú también. Lo suyo son complejos. Si tú los tienes, aprende a deshacerte de ellos. Si hoy las cosas te marchan bien, disfruta, pero no seas idiota. Ser humilde no significa adular o sucumbir. Debes saber cuándo levantarte de la mesa y decir basta, pero eso no está relacionado con la humildad. Todos sabemos lo que es ser humilde. Sé y punto.
Diviértete: disfruta en compañía o en soledad. Si vives y no te diviertes, ¿qué sentido tiene? Hay vida más allá de Instagram. Sal a la calle, da un paseo, lee un buen libro, mira una serie. No añores lo que tienen otros. Probablemente, ellos añorarán otras cosas. Mucha gente me escribe en relación a la historia que escribí sobre la alumna que no tenía tiempo para bailar… Hay que bailar más, eso es todo, en público, en la intimidad. Bailar nos gusta a todos. Si lo pensamos bien, es un milagro haber llegado hasta aquí. Aprovecha la oportunidad.
Lee más: es importante, no sólo porque yo escriba libros, sino porque leer alimenta el alma. Es diferente a ver series, películas o escuchar la radio. Leer es un contacto con el alma, con nuestra lengua maternal. Un proceso creativo (pasivo, pero creativo) y una forma de vivir vidas diferentes, de aprender otras cosas, de sentirnos identificados y encontrar el sentido a nuestros días. El mismo libro es diferente para cada persona que lo lee. Leer incita a la reflexión y nos ayuda a viajar con la mente. Los formatos cambian, pero los libros no desaparecerán porque es uno de los alimentos del alma. Lee más, lee siempre que puedas.
Con esto, continúo entrenando para un año 2018 que, esperemos, será mejor que éste -tan difícil de superar.
October 25, 2017
Desaparecer
[image error]
Allí estaba yo vagando por las calles del centro, escuchando a ese grupo francés y quedándome atónito ante las fachadas. Allí estaba yo, de nuevo, después de tantos años que había perdido la cuenta de estos, aunque suficientes para convertir mis recuerdos en una imagen borrosa e idílica.
La ciudad había cambiado, sus baldosas y su gente, como yo, como el nombre de algunos bares y su clientela. Me sentí extraño, perdido, desubicado incapaz de creerme donde estaba, pero así era. El turismo desorbitado, los músicos ambulantes, el contrabando callejero y los locales de moda que ya no tenía interés en conocer. El tiempo corre y a la vez se detiene. Para unos y para otros.
En mi caso, corría dejando lugar a los que vienen detrás, mirando de lejos lo que un día fue interesante y ya no. Y es que hay veces en las que no merece la pena volver a los lugares, ni poner de nuevo esa película, ni siquiera escuchar esa canción. Creer que volviendo al pasado experimentaremos un primer beso, es un craso engaño de la más traicionera nostalgia.
Dicen que es lo que vende, pero somos nosotros quienes nos vendemos por un par de buenas sensaciones.
Sin embargo, no todo estaba perdido, porque dar paso a otros también significa encontrar otro hueco, enfrentarte a lo nuevo, a lo familiar aunque desconocido. Así que allí estaba yo, de nuevo, vagando por las calles del centro, escuchando a ese grupo francés y quedándome atónito ante las fachadas, las mismas por las que había pasado tantas veces sin poner atención. Allí estaba yo, de nuevo, más nuevo que nunca, frente a un escaparate, viviendo el momento, sabiendo que, tarde o temprano, quedaría atrás.
October 17, 2017
Aceptar
[image error]
Dicen que, a causa del exceso de consumo de información, de la estimulación constante y los gratificación instantánea, cada vez, nos resulta más complicado experimentar nuevas emociones. Es algo que me he planteado muchas veces, quizá demasiadas. Tal vez esa sea una de las razones por las que escribo y leo: viajar a través de la imaginación siempre es algo nuevo.
A medida que pasan los años, observamos cómo lo que antes concebíamos de un modo, se transforma a algo diferente: nuestro cuerpo, la forma de ver la vida, el modo en que actuamos, la música que escuchamos, las películas que vemos, las decisiones, el amor en todos sus espectros. Sólo cuando recuperamos esas fotografías del pasado, nos damos cuenta de lo mucho o poco que hemos cambiado.
En ocasiones, puede que sintamos que la vida pasa por una ventana, como si estuviéramos inmóviles en un tren; que no sabemos en qué punto nos encontramos o que, simplemente, nos preguntemos si quedó atrás nuestra estación. Salir de una relación y volver a la soledad. Sentirse atascado en un matrimonio. Darse cuenta de que nos hemos perdido demasiado. Creer que no nos estamos perdiendo nada. Lagunas, preguntas y felicidad ajena como el agua de un oasis. Vemos en los otros lo que echamos de menos, algo que, en realidad, ya tenemos. Ni es oro todo lo que reluce, ni toda esa gente tiene las vidas perfectas que creemos ver. Los medios, entre otros factores, nos incitan a pensar en esto.
En mi caso, me gusta lo que veo, pero todavía más lo que no puedo ver. A veces me aterra caer por un agujero negro, otras veces no. Sé quién soy y llevo toda una vida luchando por aceptarlo, aunque empiezo a entenderme con mi ego. Nadie dijo que fuera a ser perfecto, y esa imperfección es la que nos hace únicos. Me gusta lo que puedo imaginar, a donde puedo llegar y lo que está por venir. Como ejercicio, entre otros, disfruto al escuchar esos discos antiguos de hace diez, veinte o treinta años. La música posee una fuerza neuronal inconcebible, capaz de llevarnos a quienes realmente somos. Mirar atrás, como parte de nuestra propia historia, para corroborar que somos quienes somos y debemos llevarlo con orgullo porque, gracias a ello, hemos llegado hasta aquí, batallando, levantándonos contra la adversidad. Por tanto, si ya lo hicimos, somos capaces de hacerlo.
A veces, creemos que hemos perdido el rumbo. A veces, se nos olvida que esto tan real que hoy consumimos, es aquello que ayer llamábamos virtual.
October 16, 2017
El inspector Rojo
[image error]
Rojo, el nombre de un color que terminó siendo el apellido de un personaje de ficción. En concreto, uno de mis novelas. Aunque la idea rondaba en la cabeza desde hacía un tiempo, no había encontrado la oportunidad para madurarla. Quien me haya seguido los últimos meses, sabrá que Rojo es el inspector de policía que pisa la sombra de Gabriel Caballero, el periodista libertino que siempre va en busca de aventuras por la Costa Blanca.
A medida que publicaba las entregas de Caballero, mucha gente sugería más protagonismo para el policía, hasta tal punto que algunos lectores me preguntaron dónde estaba Rojo en “Los Crímenes del Misteri”. Por ende, pensé que era el momento, ahora que puedo dedicar más tiempo a pensar, de plasmar la historia.
Rojo, que es como se llama también la novela que saldrá el próximo 18 de octubre, no es una historia paralela. Para mí ha sido algo más (y eso he intentado transmitir). Un viaje al pasado, a los recuerdos de una infancia que vagamente recuerdo, a los años 90, a la Ciudad de Cartagena y a un panorama diferente al actual.
Pasajes donde la contaminación de las fábricas era latente cada mañana. Escenas en las que paseaba con mi familia, calle arriba y calle abajo, observando cosas que no vi después. Momentos difíciles para muchos: una crisis industrial, un exceso de desempleo y otros tiempos donde España todavía funcionaba con pesetas.
[image error]
La historia también cruza entre la verosimilitud y la ficción, ya que parte sucede durante los días en los que la ciudad se vio afectada por la quema de la Asamblea Regional.
Además de una historia de policías que se dedican a limpiar las calles, he querido profundizar en la personalidad de un hombre que poco habíamos conocido hasta la fecha, porque Rojo es más que eso. Salvando las distancias entre Caballero y Don, he disfrutado esta historia mucho. Lo necesitaba y he encontrado una puerta a un pasadizo de mi mente.
Sin más, quien todavía no lo haya hecho, le animo a descargar el adelanto de ocho capítulos de forma gratuita. Si gusta, a hacer la preventa ya disponible. El próximo 18 de octubre, muchos de nosotros tenemos una cita con el policía. No lleguéis tarde. Aquí abajo, el tráiler de la novela para ir abriendo más boca.
October 3, 2017
Gratitud
[image error]
Cuando despierto, todavía es de noche. Aquí, al oeste, amanece más tarde que en Varsovia. Hacía tiempo que no escuchaba a los grillos cantar. Salgo al balcón y siento la humedad del mar y un estrepitoso grito de gaviotas. En la oscuridad, levanto la mirada y veo a una bandada de aves que vuelan hacia algún lugar que desconozco. Disfruto el momento, la belleza del instante mientras muchos duermen.
Como seres humanos, tendemos a acostumbrarnos rápidamente a cualquier situación o entorno. En cuestión de tiempo, podemos perder el aprecio por lo básico y caer en la rutina de lo mundano. Preparo café y pienso que soy una parodia de mí mismo en este apartamento costero. Después lo pienso y sonrío.
Decía Lao Tse que el agradecimiento es la memoria del corazón. Puede ser. En mi caso, me ayuda bastante escribir cada mañana en un cuaderno. Lo llamo el cuaderno de gratitud. La idea no es originalmente mía, aunque tampoco recuerdo de dónde la tomé prestada. Sin unas normas estrictas, me limito a agradecer por escrito lo que deseo, no importa qué. Anoto la fecha y escribo varias frases. Entonces me doy cuenta de que, dar las gracias, me hace sentir bien y es una buena forma de empezar el día, mucho mejor que viendo las noticias o leyendo titulares que no hacen más que generar ansiedad.
Es importante recordar que, sin importar donde estemos, nadie nos debe nada por estar aquí. Todo lo contrario. Los cambios requieren tiempo, pequeños pasos, pero a nadie le interesa escuchar eso. Por tanto, es importante encarar los días con la actitud correcta, por mucho que nos pese, como un hábito que duele, como una nueva disciplina que aprendemos. Controlar nuestro interior nos hace imparables. El tiempo dirá aunque, tarde o temprano, pase lo que pase, nos acostumbraremos a que el viento sople sin importarnos hacia dónde.
October 1, 2017
Internet
[image error]
Desde que salí de España, siempre he llevado una vida muy liviana y austera en relación a las cosas que me rodean. El cambio tecnológico me obligó a creer que, lo que hoy era nuevo, mañana no serviría para nada. Sin embargo, me di cuenta de que, sin ser conscientes de ello, la fascinación por el ciberespacio, el internet de las cosas y la infinidad de contenidos, nos llevaban a un vórtice de entretenimiento plano y confuso a la altura de la televisión. Consumía tanta información que era incapaz de recordar lo que había visto o leído el día anterior.
Las alarmas saltaron y me puse algunas barreras para tomar consciencia de mi uso: no abrir más de una pestaña en el navegador, usar un teléfono móvil simple y antiguo, cerrar mis redes sociales o apagar el router. La solución fue inmediata pero, lo que yo consideraba una afición, se había convertido en adicción. Pensaba que el mundo se caía a pedazos si no revisaba mi correo. Ni siquiera tenía acceso a la música que tanto amaba. Me había convertido en parte de un cambio irrevocable. Y es que, después de quince años usando internet, era complicado dar un paso atrás. Resultaba imposible convertirme en un Amish tecnológico.
Buscando la lógica más allá de escuchar a mis emociones -heridas por un síndrome de abstinencia incontrolable-, decidí buscar un equilibrio (jamás he creído en el equilibrio, ni en los tonos grises ni en la gente que opina que la vida no es de un solo color, es parte de mi carácter), sin éxito. Regresé a las redes, obtuve un teléfono nuevo y me sumergí de lleno en el ciberespacio. Una recaída en toda regla.
Comencé a ser consciente de mi mal uso tecnológico cuando el tiempo se convirtió en un valor limitado y mis proyectos en una prioridad. Comencé a calcular el tiempo que pasaba mirando cosas, a tomar consciencia de cómo empezaba en Google y terminaba en Youtube. Era absurdo. No somos conscientes de todo el tiempo que perdemos mirando vídeos de gatos o fotos de personas que desconocemos. Llevando un diario de las páginas que visitaba fue como llegué a un método empírico que me ayudó a disfrutar de la red sin perder el tiempo, haciendo de éste algo valioso (sin sentirte mal por mirar el vídeo de un perro saltando al agua).
Usa una ventana: acostúmbrate a usar una pestaña de tu navegador. Concentra tu atención. Esto te ayudará a ser consciente de dónde estás. Ser multitarea nos impide dar el 100% de nuestra atención y favorece la carencia de productividad. Si vas a ver un vídeo sobre perritos calientes, hazlo, pero disfrútalo antes de compartirlo en otra ventana de Facebook.
Usa un temporizador: una hora diaria antes de trabajar, treinta minutos de reloj. Si tienes que hacer algo en internet, hazlo, pero con tiempo limitado. ¿Recuerdas los días en los que se pagaba en el ciber-café por usar internet? Si tienes que responder correos, date una hora y cierra. No te acostumbres a dejar la ventana abierta y volver a otra aplicación, a usar internet como si fuera una televisión que está encendida las 24 horas. Como habrás oído ya: “cuando termines, cierra”. La única realidad es la tuya, lo que te rodea, y no lo que intenten proyectarte allí dentro.
Lleva un diario de las páginas que visitas: haz el ejercicio por un día. Escribe las páginas que visitas y una razón al lado. Explícate en la intimidad por qué te interesa tanto la vida privada de Brad Pitt y Angelina Jolie. Tan pronto como tengas consciencia de esto, te ahorrarás muchos tiempo.
Internet es una herramienta muy potente. Soy de los que opina que hay un océano de conocimiento dentro de la red. Muchas cosas que he aprendido, ha sido gracias a internet y a la gente que ha volcado sus enseñanzas. Sin embargo, también hay toneladas de contenido centrado en la política, la influencia de ideas o el simple entretenimiento, que van desde lo más zafio hasta lo más sofisticado. Los ‘clicbaits’ (o cebos para pinchar), las listas de cómo [introduce aquí el tema] (que tanto nos gustan) o esas noticias (en muchas ocasiones falsas) que ni llegamos a leer (y que tanto nos gusta compartir) están para provocar un estímulo, pero son tan inanimadas como la pata de tu mesa.
Lo que aquí escribo no es nada nuevo que no sepamos. Todos lo hemos leído antes, en algún lado, o visto en algún vídeo que no logramos recordar.
Con esos tres pasos he optimizado (qué bien suena) mi tiempo frente a la pantalla. Un día moriremos y, para entonces, no nos quedará más culpa que la nuestra.
Mes Indie de Amazon
[image error]
Este mes, Amazon celebra su Mes Indie para promocionar a partes iguales tanto su catálogo como a los autores que lo forman. Entre la selección, se encuentran la mayoría de mis libros. Para mí es una oportunidad de llegar un poquito más lejos y darme a conocer entre lectores nuevos.
Por tanto, esto significa que todos mis libros seleccionados están rebajados un 80% de su precio oficial.
¡¡APROVECHA!!
September 28, 2017
Correr
[image error]
Hoy he salido a correr. Hace dos semanas, decidí ponerme en movimiento. Por diferentes razones, en Polonia nunca tenía tiempo -ni ganas- de salir a la calle cuando regresaba de trabajar. Tenía que escribir, aprovechar el poco tiempo libre que me quedaba. Tras el regreso, comencé a notar el desgaste de estar sentado frente a la pantalla a diario. La primera semana fue soportable. Después de dos meses, sentía mis piernas agarrotadas al terminar la jornada. Así que volví a correr -y digo volví porque, años antes, lo había hecho activamente-. Si antes lo hacía para deshacerme del alcohol y el desgaste del fin de semana, ahora lo hago para despejar las ideas, salir del habitáculo y, por qué no, evitar entrar en esas espiral de sedentarismo. Al principio, comencé con media hora. Casi me da un infarto. Me dolían los pulmones, pero sabía que podía llegar más lejos. Después alcancé los cuatro, cinco y seis kilómetros. Hoy he alcanzado los ocho y sé que, si me lo propongo, podré volver a correr doce como hacía antes, pero eso ya es otra historia.
Reconozco que no me gusta correr, ni me entusiasma lo más mínimo. Si lo hago es porque, el ejercicio de correr en sí mismo, representa todo lo que hago. Es equiparable a ese proyecto que nunca queremos comenzar pero que tanto deseamos.
Antes de salir a correr, me siento perezoso. Una vez en movimiento, parece fácil. Si voy muy rápido, me canso rápido y todo acaba pronto. Eso mismo sucede con las que hacemos. Nos creemos capaces de todo sin estar preparados.
Tras dos kilómetros, ya conocemos el ritmo que debemos llevar y todo vuelve a parecer sencillo. Podríamos quedarnos ahí pero, no, todavía queda.
A los cinco kilómetros, queremos dejarlo, detenernos.
Estamos algo aburridos. Sabemos que podemos hacer más, pero el cansancio golpea y nos vienen a la cabeza esos pensamientos negativos. Correr cinco kilómetros está bien, pienso. ¿Para qué más? No me siento cansado. Sé que soy capaz de llegar un poco más lejos, superarme, pero comienza a ser monótono. Este es el punto de inflexión en el que mucha gente se cansa de su trabajo, de su vida, de su pareja. Es el momento de ser resilente, paciente, de saber que, poco a poco, todo llega y que está a punto de mejorar.
Me aproximo a los ocho kilómetros y reconozco que, si continúo, sentiré el agotamiento físico, así que decido parar. Está bien, pero sólo por hoy. He logrado correr una hora, terminar el día con orgullo, con el trabajo bien hecho, las palabras bien dichas y sabiendo que he dado lo que tenía que dar, pero que, cuando mi cuerpo descanse, seguiré luchando.
Para mí, correr se corresponde al dicho que dice “quién algo quiere, algo le cuesta”. A veces, nos frustramos porque las cosas tardan, no llegan o ni siquiera arrancan. Realizar otras actividades nos dan la perspectiva que nos falta, para entender el proceso, para entender de que todo lleva su proceso.