Pablo Poveda's Blog, page 50

September 19, 2017

Documentar

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Rebuscando entre los archivos, encuentro viejas fotos que hice en su día con un iPhone 3. A veces, pienso que padezco un poco de Síndrome de Diógenes digital. Abro una de las fotos y la memoria me lleva a Varsovia, a un 2013 que sigue intacto. Entonces, vivía en una buhardilla en el caso antiguo de la capital polaca. Recuerdo que eran tiempos extraños en los que salía a menudo y escribía más bien poco. Una época de encontrarme a mí mismo y dejarme llevar por la marea. Reconozco que me divertí. Las imágenes me golpean en la cabeza y me veo, a mí mismo, con unos pantalones rotos por las rodillas, en el puente Poniatowskiego, dejando el río Vístula a un lado y esperando a un autobús que no llegaba. En mi teléfono escuchaba música punk a todo volumen. Estaba algo molesto. Por esa época me veía con una chica de allí, no de Varsovia, pero de allí. Pese a que estudiara arte, era más conservadora de lo que esperaba y eso provocó que los trenes descarrilaran. Eso, y que me gustara demasiado la noche, la fiesta y tener una vida atípica. Más tarde, me olvidé de ella por una temporada y lo último que supe era que tenía un novio mayor que yo y con un trabajo estable. Ser escritor siempre está relacionado con la pobreza o como una afición sin remunerar. Queramos o no, nunca pensamos que la persona que tenemos al lado vaya a ser quien ocupe las estanterías de las librerías, pero es un riesgo que siempre he asumido -y que me ha importado más bien poco-.


Me recreo en el recuerdo dotando a las imágenes de más color y recuerdo, por golpe de gracia, que era una de las historias que había escrito en una vieja recopilación de textos llamado “Una noche en Varsovia”. Busco entre mis documentos y encuentro una copia antigua del escrito. Reviso las historias. Todo queda tan lejos que me asombro de haber sido yo quien escribió aquello. Días en los que la escritura era más real que ficticia. Días en los que documentar era la única forma de crear.

Leo las páginas de un tirón y me levanto a preparar café. “Una noche en Varsovia” fue algo más que una noche, fue parte del germen que nacería después. Sin embargo, sin esa obsesión por documentar los días, las vivencias, hoy habría sido incapaz de regresar a aquel puente, a esa brisa fría del atardecer de una primavera polaca, a esas sensaciones que ya había olvidado.





“Sentí que había dejado algo, una maleta de rocas que no volvería a cargar. Me sentí aliviado mientras esperaba al autobús. Encendí el iPhone, miré mis Vans negras con un agujero a la altura del dedo gordinflón y busqué la banda de hardcore-punk más dura que tuviera. Quería gritar hacia dentro.”
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Published on September 19, 2017 04:21

September 18, 2017

La guía perfecta para mandar a la mierda tu pasión (o hacerte imparable)

 

Hace -más o menos- un año empecé a tomarme seriamente la escritura, como un trabajo, como un oficio. Siempre había creído en las posibilidades que ofrecía internet, pero no fue hasta septiembre de 2016 cuando me di cuenta de que la única forma de alcanzar mis objetivos era pagando el precio.


El precio consistía en:


a) Renuncia

Y así fue. El precio era alto, tuve que renunciar a algunas cosas, dejar otras y luchar contra pronóstico y esforzarme tras la jornada laboral. En doce meses, he tenido tiempo suficiente para desencantarme de todo y seguir sudando. Ya no me interesan las historias motivadoras, ni el éxito, ni las grandes visiones. Me interesan los hechos, conocer las claves del cómo y no el qué. Y sin embargo, casi todo se remite al proceso, esa palabra que dice tanto y tan poco.


Falto de tiempo y con energías limitadas, continué golpeando el saco centrándome en lo más importante: escribir y tratar bien a los lectores.


b) Objetivos realistas pero complicados

Antes de imaginarme montado en un Lamborgini, me fijé tres objetivos reales, a doce meses de plazo. Tres objetivos alcanzables que me ayudaron a sacar fuerza de donde no la había.


Regresar a España para dedicarme a la escritura (un nivel de ventas aceptable).


Vender más de 10.000 copias de  mis libros


Escribir diez novelas. 


Alcanzar a 10.000 lectores. 


Una meta alta, sobre todo, cuando empecé con menos de mil lectores, cero ventas y mucho por hacer.


c) Trabajo duro

En marzo escribí algo llamado Pizza fría y trabajo duro, que era mi lema en aquellos largos días de invierno polaco donde las cajas de pizza congelada de Tesco se apilaban en la basura. Días de escasas horas de luz y de páginas y páginas escritas. Pizza fría y trabajo duro, que ya comería caviar en el futuro. O lo que era igual: trabaja, sé humilde y no te detengas a escuchar el ruido exterior.


d) Moción

Sí, esa palabra tan en desuso en nuestra lengua (y que tanto gusta a los anglosajones). Sinceramente, no he comido caviar desde que llegué, ni tampoco he pensado en hacerlo. El lema era una forma más de motivarme a mí mismo pese a las adversidades.


Para mí, “la mejor defensa es un buen ataque” tiene mucho sentido. Cuando no ves resultados, lo peor que puedes hacer es tirar la toalla. Todo es una cuestión de actitud, de seguir corriendo cuando más te duelen las piernas.








e) Pasión + determinación

La actitud es importante, pero la pasión es un jodido motor. Eso sí: sin determinación, no vale para nada.


Aunque no me arrepiento demasiado, de 2011 a 2016 no hice grandes progresos por falta de determinación. Determinación es comprometerte contigo y poner tu tarea por delante de cualquier cosa: pareja, amigos, vacaciones, tiempo libre. Esta es la parte que nadie quiere escuchar. A nadie le gusta el barro. El dolor no existe sólo en el deporte. La insatisfacción, el desánimo, la crítica, la falta de horas de sueño, el exceso de horas frente a la pantalla, la falta de resultados, las ganas de mandarlo todo a la mierda… Eso nadie lo ve.


No hay píldora mágica ni alfombra roja. Primero vas a trabajar para alguien y después trabajas a media jornada para ti en casa (hasta que puedas deshacerte del primer empleo).


Si partes de cero (como yo hice), sin recursos ni dinero, tienes que trabajar para mover el dinero que ahorres de A (trabajo para pagar facturas y gastos) a B (inversión en tu negocio para publicidad, servidor, mantenimiento, diseñadores de portadas, editores, etc…) sabiendo que el retorno puede ser cero. Haz tus números, organízate.


Siempre la cagas, siempre hay una parte donde la cagas. Es inevitable y debes prepararte para ello. Y te irás a dormir con el mal cuerpo de regresar a la casilla de salida, pero con la satisfacción de haber aprendido una nueva lección.


La gran mayoría de personas no está dispuesta a pasar por esta situación, ni tampoco las personas con las que convives. Así que piensa si realmente merece la pena lo que vas a hacer, porque puede arrastrar más de lo que imaginas.


No vas a competir contra nadie, sino contra ti, cada día (si piensas que compites contra otras personas, has perdido). Tal vez te haga más feliz llevar una vida cómoda, encuadrada y con ciertas libertades. Que no sea para mí, no significa que sea malo. En ambos casos, es una cuestión de decisiones.


Conclusión

Pienso que mi ejemplo es equiparable a cualquier otra disciplina o actividad que se salga del patrón empleador — empleado, ya sea en una oficina o en un taller. El árbol tarda en crecer, el plato en prepararse y tu camino no es una excepción. Como dicen, del dicho al hecho, hay un trecho. Estos han sido mis doce últimos meses (después 60 sin determinación) y lo que he aprendido. No hay más, y tampoco significa mucho, pero me da igual. No te ofendas, cuando te dé igual a ti también, entenderás por qué lo digo. Lo que hoy te parece importante, mañana dejará de serlo.

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Published on September 18, 2017 09:32

September 14, 2017

Cómo escribir una novela en 30 días sin morir en el intento


Últimamente he recibido muchos mensajes que me han hecho reflexionar. Mensajes preguntando consejos para escribir. Además de contando historias, siempre he pensado en la forma de ayudar a otras personas, como yo, que empiezan de cero, como yo hice unos diez años atrás.


Muchos son los escritos que comparto relacionados con rutinas que hago o mi visión de la vida para aprovechar al máximo el momento en el que nos encontramos. Sin embargo, en diez años no me he sentido preparado para dar ningún tipo de ayuda respecto a la escritura. Ni siquiera ahora, creo que lo pueda hacer, aunque sí podría compartir algunos métodos que me han ayudado a crecer en la escritura y cumplir mis objetivos.


Aprovechando que noviembre es el mes del Nanowrimo (concurso en el que mucha gente se reúne a nivel mundial para escribir una novela en 30 días), he decidido grabar una serie de vídeos con mis fórmulas más prácticas para quienes tengáis ese deseo y no lo hayáis llevado a cabo todavía, para quienes queráis contar esa historia que tanto arde dentro y no sabéis cómo.


En definitiva, un mini-curso para quien quiera escribir una novela (50 mil palabras, no importa el género, de verdad) sin morir en el intento ni desmotivarse, en 30 días y escribiendo una o dos horas al día. Por supuesto, el contenido es totalmente gratis. No hay trampa ni cartón, pero sí habrá un grupo de Facebook privado para compartir inquietudes y dificultades, con otras personas, y también poder contestarlas.


Lamentablemente, el aforo será limitado para no sobrecargarnos, así que, si te interesa, aprovecha. En función de los resultados, repetiremos de nuevo. Toda la información está en el enlace.


Enlace  http://elescritorfantasma.com/escritores
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Published on September 14, 2017 06:04

September 12, 2017

Tiempo




Una de las cosas que aprendí en la adolescencia es que, si haces algo diferente, siempre habrá alguien que intentará tumbar tus ideas. Esto me lleva a cuando me colgué una guitarra por primera vez, después un bajo y, más tarde, formé un grupo de música junto a dos amigos. Todavía no existían las redes sociales como las conocemos hoy, aunque había otras. Simplemente, por el tipo de música que tocábamos, aparecía gente a la que le gustaba y otra a la que no. Normalmente, los que formaban el segundo grupo, solían ser indiferentes, aunque siempre había una pequeña porción dispuesta a sabotearte por alguna razón.


Con el tiempo, me di cuenta de que esto sucedía en todos los ámbitos. Mi visión siempre ha sido clara: las cosas necesitan práctica, trabajo intenso, mejora, paciencia y constancia. Sobre todo, los dos últimos ingredientes.


Cuando comencé en la escritura, supe que llevaría tiempo arrancar, aunque jamás creí que tanto. Decidido, me mudé a Polonia y me tatué en el brazo un motivo para escribir esa historia, ya que, por muy pocos que hubiesen, siempre habría alguien dispuesto a leerla. Pasaron los años e internet se convirtió en un lugar donde criticar tras la pantalla es tan fácil como hacer un clic.


Siempre he pensado que los escritores (como los músicos), son personas con un problema de ego bastante grande. Y digo son y no somos porque lo único que me une a esa palabra es la tarea de teclear en el ordenador. En mi caso, vi la subida y la caída antes de sentarme a escribir. Sé lo que duele llegar y que nadie te conozca. Por tanto, que no extrañe ver a un escritor/a en ascuas cuando recibe una mala crítica, o alardear de algo. Ni a un escritor ni a nadie. Hay que tener la piel curtida para tragarse la bilis.


Para mí, la figura del creador ha sido más parecida a la del músico -no puedo evitarlo-, que practica y toca recorriendo los bares más mugrientos a cambio de nada. Es así. No me atrae en absoluto alguien que se lamenta más que escribe. La gente se asusta cuando escucha la palabra marketing y cree que la van a engañar, cuando una gran parte desconoce lo que engloba. Marketing es tocar en doce pueblos el mismo verano. Grabar una maqueta y dársela al locutor de radio de moda. Ir a los saraos donde otros músicos se juntan. Llamar la atención, pegar carteles. Por eso, no creo en el éxito instantáneo, ni en los comienzos fáciles. El dinero ayuda, pero no hace milagros. Hay quien me ha dicho que las novelas de Caballero no sobrevivirán en veinte años. Es una opinión. Mi visión es que, en veinte años, me veo escribiendo novelas de Caballero y, por tanto, Caballero habrá sobrevivido. ¿Con 48 años? Por supuesto. Será una buena señal que siga escribiendo. Pon atención a lo que está bajo tu control y tómalo. Todo es una cuestión de perspectiva.


Por tanto, hagas lo que hagas, debes observarlo como una carrera a largo plazo. Ni te imaginas lo que puede cambiar tu vida en dos o tres años desde el momento que empiezas a trabajar en eso que tanto deseas. Ni te imaginas lo que puede cambiar en 20. No obstante, hay una parte aquí de la que nadie habla. Hay una cuestión que todo el mundo evita: el sacrificio.


¿Eres capaz de comprometerte a trabajar duro en eso que tanto amas por 10/20/30 años? Si es así, adelante. Lo lograrás. La mayoría de personas no lo son, pero te diré que no es fácil, que siempre habrá días en los que quieras mandarlo todo al carajo y llevar una vida como las otras personas. Días en los no tendrás remedio que levantarte y seguir peleando hasta ganar el asalto… O no. Tú decides. Es todo una cuestión de perspectiva.

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Published on September 12, 2017 06:20

September 1, 2017

Selección exquisita volumen 1

Desde que me hice con un coche en Varsovia, reconozco que las noches en la ciudad no habrían sido lo mismo sin la banda sonora que puso música a mis noches de conducción. Puesto que los coches ya no llevan cintas pero sí bluetooth (algunos todavía conectamos el viejo iPod a un cable estéreo), voy a documentar una serie de listas musicales con canciones para los amantes de los tubos de neón, la conducción nocturna, los sintetizadores antiguos y el cine de los ochenta.


Las listas están guardadas en Youtube. Para convertirlas a MP3 sólo hay que ‘googlear’ un poco y pegar el enlace de la lista, pero yo recomiendo esucharla desde internet para no infringir ninguna norma

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Published on September 01, 2017 08:20

August 28, 2017

Agosto

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Agosto llega a su fin, o eso parece. Madrugo, preparo café y escribo. Ha sido una mañana productiva. Salgo al balcón y contemplo cómo una gran nube ha encapotado el cielo, aunque sigue haciendo el mismo de siempre. Dicen que va a llover, pero no me lo creo, ni tampoco me afecta. En menos de veinticuatro horas, las calles se han quedado desiertas. Un niño se desliza por el centro de la avenida en monopatín. Miro a lo lejos y sólo veo el final de una larga calle que termina en una intersección. Parece que es cierto, que el verano tenía fin, después de todo. Parece que allá arriba escucharon mis plegarias cuando pedía que todos se fueran, que el chaval del altavoz inalámbrico dejara de poner ‘trap’ a todo volumen. Parece que, mientras yo rezaba todo lo que sabía y terminaba una novela, las vacaciones se terminaron para la mayoría y, poco a poco, fueron regresando a sus ciudades. La playa está casi desierta, mi coche se encuentra solitario en el apartamento. Salgo a la calle a comprar un poco de verdura, pan y algunos botellines de cerveza. La terraza del bar de la esquina está llena de gente con acento norteño, la mitad de ellos jubilados, otros, cercanos a sus últimos días de trabajo. Todavía siento dificultades al comunicarme con la gente de los establecimientos. Iba a ser verdad aquello de que cuando vivimos en el extranjero, terminamos hablando como idiotas. Aunque no lo piense, estoy empezando de nuevo, de cero. Otras experiencias, otra vida que comienza, un pueblo que ya conozco aunque en el que nunca he vivido más de un mes. Disfruto de la decadencia propia del momento, de la migración uniforme, del adiós hasta otro año que venga, si eso. Tomo lo que me corresponde. El poeta John Keats hablaba de que, sólo a través de la capacidad para negarnos a nosotros mismos, podíamos acceder a la verdad auténtica. Regreso por el mismo recorrido, observo como Goethe al final de la carretera y entorno los párpados. Luego pienso qué diablos, observo como yo, con mis propios ojos, con lo que soy.

A nadie le gusta que lo bueno se acabe, pero forma parte del curso de la vida.

Lo mismo sucede con las novelas.

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Published on August 28, 2017 06:43

August 27, 2017

Legado

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Mi vida no estaría completa sin el rock’n’roll. Nací rodeado de cintas de Ramones, The Beatles y Guns & Roses. Elvis cantaba ‘Blue Suede Shoes’ y mi hermano me animaba para que cantara ‘Twist and shout’ mientras el tocaba una Les Paul negra que más tarde heredaría. Mi película favorita siempre fue ‘Regreso al futuro’ e imitaba a Marty Mcfly tocando ‘Johnny be good’. Me pasé la infancia jugando a Monkey Island con el ‘Unplugged’ de Nirvana en el radiocasete. En un entorno así, era imposible rebelarse contra eso. Y me alegro de no haberlo hecho.


 


Para mí, el rock siempre ha significado rebeldía y legado. No es una casualidad que sigamos escuchando lo que se hacía cuarenta años atrás.


 


Cuando escribo un libro trato de transmitir ese halo de oposición a lo establecido, de que las cosas cambian cuando nosotros hacemos que cambien, de que ir de frente es lo correcto y los complejos son una pérdida de tiempo. Ser rebelde no es quemar un contenedor. Ser rebelde es levantarte de la mesa cuando lo crees oportuno y nadie espera que lo hagas. No sé dónde me encontraré en cuarenta años, pero espero que mis historias sigan calando. Una frase, un párrafo. Cada persona es diferente y las historias no siempre llegan de la misma manera. Como en un jardín botánico, es la persona que lee la que se encuentra con su rosa preciosa. Y ahí comienza la magia.


 


No me interesa hablar de números sino de emociones. Al igual que las canciones de The Clash, en cada novela busco ser el ‘Should I stay or should I go’ de quien me lee. La canción final del disco que se pega como goma de mascar. Ése es mi legado, que alguien visite Alicante y diga que era la ciudad de Caballero, que alguien piense en León cuando alguien mencione Varsovia.


 


Hagamos lo que hagamos, ya sea escribir libros, trabajar de cara al público o vender en una tienda de comestibles, pienso que es importante ser conscientes de nuestros defectos y poner el doble de énfasis en nuestras fortalezas. Por muy moderno que sea nuestro entorno, no dejamos de ser personas humanas que conectan entre sí. Haz un impacto en ellas. Es tan sencillo cómo ser auténtico/a y aceptar que no puedes gustar a todos. Somos seres únicos, con defectos y eso nos hace perfectos, ser quienes somos, marcar la diferencia.
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Published on August 27, 2017 03:07

August 25, 2017

Propósitos

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Ha pasado un mes desde que regresé. Todavía hay gente que se sorprende al verme porque, para ser honestos, un mes da para poco y más todavía cuando te centras en otras cosas para no pensar demasiado en la vida. Desde el balcón escucho cacerolas y ruido de vajillas cuando llega la hora de comer. Es agosto todavía y muchos siguen de vacaciones. La calle no es más que eso, la calle, una calle que se convierte en un mundo, girando alrededor del sol, al ritmo de las olas del mar y del canto de las gaviotas.


He tenido tiempo a reencontrarme con lo que dejé hace cuatro años y darme cuenta de que la gente cambia y tú con ella, que no importa que ya no tengas nada en común con esas personas que significaron algo en un momento de tu vida. Los caminos siguen y no siempre en la misma dirección. Eres libre de tomar el tuyo, esa persona también. No te traumatices, sigue caminando.


Además de una novela, si algo he sacado en claro han sido algunas cosas (además de que la televisión esté muerta).



Busca un propósito: si no tienes ninguno, empieza por tu salud. Tu cuerpo te lo agradecerá. Los puntos conectan unos con otros, así que no te desesperes. Lee libros sobre un tema que te interese en lugar de hablar sobre ese propósito que nunca llega.
Tu ambición es tan grande como la ambición de quien te rodea: lo leí hace poco en un libro y no le falta razón. Que los entornos absorber y determinan, no es ninguna novedad. Por fortuna, existen los libros, existe internet y podemos buscar ejemplos que están más allá de nuestro círculo de amistades. Si quieres hacer algo que alguien ya ha hecho y crees que es posible, corta el rollo a esas personas que te dicen lo difícil que es algo -porque ellos no se ven capaces- y silencia tu entorno.
No te concentres en estupideces: yo soy el primero que posterga lo que tiene que hacer muchas veces. Soy humano, como tú, pero hay que hacerlo si quieres que tu día cuente. ¿Estás a dieta? Ve al gimnasio. Termina esa tarea. Ve al médico. Escribe. Lee. Finaliza el trabajo. Por muchos libros de autoayuda que leas, si no mueves el culo, tu montón de páginas no lo hará por ti. Está bien que visualices, pero está mejor si actúas. Menos Netflix y más currar, que tienes tiempo de sobra.
Tu experiencia sólo le importa a quien busca una experiencia similar: es así, por muy traumática o positiva que sea, lo que quieres contar sólo le interesará a una persona que busque eso -o quiera solucionar su problema-. Piénsalo. Entras en Google y buscas algo y das con esa página sobre un tema específico. La vida es igual, y tu entorno, normalmente, no está buscando información sobre lo que te ha pasado, ni sobre tu viaje a la India, ni acerca de tu proyecto revolucionario o esa experiencia mística. Solemos poner mucha energía en lo que nos apasiona (me ha pasado) y terminamos exhaustos y frustrados. Nunca mais. Si quieres contarlo, vuélcalo en internet, transmútalo en algo útil, pero no dejes que se lo lleve el viento.
Tú eres el fruto de las decisiones que tomas a lo largo de tu vida: deja de poner la mierda sobre los demás. Siempre puedes tomar una decisión. Si eres feliz con lo que tienes, bien. Si no, deja de quejarte y cámbialo. Hay cosas que no podemos elegir (lugar de nacimiento, la familia, el color de ojos…), pero sí lo que está en nuestro poder. Si buscas complacer a otros a cambio de algo, estás cometiendo un error y te sentirás peor, después de todo.
Aprecia lo que te rodea: visita, reflexiona sobre lo que hay a tu alrededor y rebusca un poco sobre su historia. Te sorprenderás.
Bebe menos alcohol: no te estoy diciendo que dejes de hacerlo para siempre, que también. Tú sabes cuánto te afectan esas borracheras. Los años no perdonan. Bebe menos, bebe poco. Ganarás en vida, te sentirás mejor.
Ahorra: aunque sea poco. Léete un libro y aprende a gestionar tu dinero. No importa si quieres tener mucha riqueza o no. Aprende a gestionar y ahorra para tu futuro. Esto no significa ser ruin. Simplemente, valora lo que consumes. No malgastes el dinero en cosas que no necesitas.
Di ‘no’ con más frecuencia: tu tiempo vale mucho y tu salud más. Si no te apetece, no vayas, no cedas. Hazlo por ti. La vida sigue.
Da las gracias: por lo que tienes, por lo que no tienes y por seguir respirando. El mundo no te debe nada por ser quien eres. Da gracias por estar.

No veas más videos motivadores. Todos hemos visto suficientes.


Tómate la vida con humor y levántate con fuerza porque es lunes y no porque sea viernes.


Nada importa tanto. Tú tampoco. Al final, todos seremos un puñado de tierra.

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Published on August 25, 2017 06:53

August 17, 2017

Bloqueo

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Uno de los temas al que recurre la mayoría de escritores en algún momento es al bloqueo del escritor. Sí, la página en blanco, la ausencia de ideas. Y sobre esto, podemos encontrar páginas y páginas, libros e información para combatirlo. Para mí, el bloqueo no es más que una excusa de la propia persona, ya sea escritor o aprendiz de mago. La ansiedad de la página en blanco, dicen. En mis años de escritura, sólo he tenido un bloqueo. Fue largo. De 2013 a 2015 y estuvo relacionado con el ego. No puedo, no me sale nada, decía. Ego, ego y ego. No había más. Tan pronto como me deshice de él por un tiempo y me lancé a escribir para mí, a ser honesto conmigo, a planificar bien -el ego evitaba esto- y a aceptar que era un aprendiz, sin importarme lo que pensara el resto, la maquinaria comenzó a funcionar. Sin embargo, hay quien jamás escribirá porque no tendrá nada que decir, o tal vez sí, pero su ego no se lo permitirá. El ego nunca se va, siempre estará ahí, por mucho que medites, por mucho que te haga creer que lo has hecho.


Con el tiempo, me he dado cuenta de que los bloqueos no sólo se producen a la hora de escribir sino también, a la hora de realizar tareas. Cuando nos encontramos ante un problema de gran escala (en relación a lo que, para nosotros, significa gran escala), lo más normal es que nos abrume y caigamos en un pozo oscuro. Nuestro ego tiene tendencia a evitar todo lo que tema o produzca dolor o esfuerzo, ya sea físico o emocional. Sin embargo, una vez se empieza, no es tan complicado completar las tareas.


Debido a diferentes causas, como escritor, tengo que combatir la ansiedad, no de la página en blanco sólo sino de las tareas cotidianas. Esto sucede a menudo, unos días se lleva mejor y otros… Hay quien buscará una excusa para no hacer frente a ello y seguir viendo Game of Thrones. Yo prefiero escribir de una forma incómoda, buscando otra voz que no sea la mía, otra historia, otra trama. Escribir sobre lo que desconozco me hace sentir desnudo pero al mismo tiempo me devuelve al barro, a la inseguridad y al dolor y, después de todo, me sienta bien.


Ejercicio físico: si tienes ansiedad, haz ejercicio físico. Puedes correr o ponerte a hacer abdominales. El dolor ayuda y te trae al momento presente.


Metas pequeñas: no sabes por dónde empezar, pero has de empezar por algún sitio. Algunos días veo las páginas que tengo que escribir, el trabajo acumulado del día anterior, los correos sin responder. No valen excusas. Empieza, ponte en marcha. Cuando lleves un rato, te habrás olvidado.


Mata al ego: somos nuestro peor enemigo, de eso no hay duda. Yo lo llevo siendo desde hace muchos años, cada día, cada mañana, cada libro. Es una lucha constante aunque necesaria. El ego forma parte de ti y si no aprendes a cerrarle la boca, has perdido. Así que lleva adelante esa tarea, ese proyecto que te ilusiona pero del cual te aterra lo que puedan pensar otros si se va todo al carajo. Si fallas, ¿qué sucede? Nada. Aprendes y mejoras. La gente se olvida de los errores con el tiempo. También de los triunfos. Hay escritores a los que les gusta hablar de lo que han escrito, de cuánto han vendido o cuántas horas han dedicado. A nadie le importa. Tampoco que yo esté a treinta y cinco grados escribiendo esto. A nadie. Y dentro de un rato, tampoco me importará a mí. Así que termina lo que empieces y deja de buscar excusas. Nadie quiere oírlas. No tengas miedo. Hazlo. El Carpe Diem del que todos hablan debe estar más relacionado con tu Memento Mori (recuerda que morirás). Vete a dormir con el espíritu satisfecho.


Acepta las nubes negras: cuando la gente me pregunta por el bloqueo del escritor, yo suelo hacer referencia a mis nubes negras. A veces, no me levanto con la energía que me gustaría o, a causa del temporal, me siento más cansado o aturdido de lo normal y las palabras no salen. El cuerpo tiene ciclos y hay que saber escucharlo. Las nubes negras están ahí -como en estos momentos, por eso escribo- y hay que hacer lo posible por disuadirlas -como esos aviones que limpian el cielo-, pero no siempre se puede luchar contra la tormenta. Acéptalo, no te castigues demasiado y haz lo que puedas.

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Published on August 17, 2017 05:14

August 11, 2017

Renovarse

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Cualquiera que lea este blog, se podrá hacer una idea de la forma que tengo de pensar, de escribir, de vivir la vida. Una idea que nació en 2015 para documentar el proceso -ya iniciado- de la escritura y echar la vista atrás unos años después. Sin embargo, al mismo tiempo que escribo entrada -y novelas-, rescato piezas antiguas con las que me siento identificado para compartirlas en Facebook o a través de las redes. Cuando las escribí, el corazón me ardía por alguna razón. La misma razón por la que terminé vomitando un sinfín de palabras sobre el teclado. Cuando las leo, haya o no pasado esa fase, pienso que un montón de palabras, de ideas, de manifiestos, le pueden ayudar a alguien que esté experimentando una situación similar. Compartir puede suponer un clic más o el clic que detona la dinamita que llevamos dentro. Siempre hay un punto de inflexión. A veces, leemos esos libros que le cambiaron la vida a alguien y los terminamos sin ningún tipo de reflexión. Mucha gente piensa que si no entiendes X, Y o Z, o no te sientes identificado por A, B o C, eres un paria. Así que no debe afectarte si un libro no te alcanza. Si la historia es buena, lo hará, tal vez, más adelante o, quizá, nunca. No hay por qué preocuparse. A veces erramos y nos arrepentimos de no haber pasado más tiempo con esa persona a la que ya no podemos ver. Pero la vida es corta y no tenemos tiempo para hablar con todas.



Me di cuenta de que no era alguien especial. Nunca lo había sido. Que la escritura no era más importante que un grito al cielo, por mucho que a mí me pareciera lo contrario.

Haciendo retrospección en este blog -para quien acabe de llegar o no se lo haya leído entero-, hay cosas que siguen vigentes y de las que sigo pensando de un modo similar y otras que han cambiado (porque la vida es un cambio constante, nos guste o no, ¿verdad?). Viví en Polonia cuatro años y la vida me enseñó muchas cosas, sobretodo durante el invierno. En las calles de Varsovia me enamoré, vagué en soledad embriagado de la historia y decidí ser escritor para siempre -si ya lo tenía claro, me reafirmé- y fracasé, una y otra vez, sin tirar la toalla. No tenía miedo de levantarme de nuevo. Cuatro años en los que tuve trabajos diferentes y me discipliné para sacar adelante algo -hablo de la autoedición, llegar al público con tus historias a través de internet- de lo que no tenía idea alguna. Gracias a las guitarras de Jimmy Page y al saxo de Coltrane continué escribiendo libros, sin importar lo que la gente pensara, ni lo que dijera. Me di cuenta de que no era alguien especial. Nunca lo había sido. Que la escritura no era más importante que un grito al cielo, por mucho que a mí me pareciera lo contrario. Reestructuré mi modo de vida, aprendí a quererme un poquito más para así estar en sintonía con las cosas bellas de la vida. Me había creado un personaje que no era. Simplifiqué mi estilo de vida, llevé al extremo el minimalismo y seguí mi camino como escritor, con práctica y disciplina diaria, antes de ir al trabajo, al regresar a casa, en mi tiempo libre. Por el camino y mientras la nieve se deshacía en las calles por la llegada de la primavera, renuncié a ciertas ambicionesviví al día y vi cómo la vida se venía abajo. Fueron momentos duros.


El verano pasó y mi interior me decía que los puntos terminaban conectándose. Todo la claridad que tenía ante la escritura, me faltaba frente a la vida. Los pilares -que yo concebía importantes- se derrumbaban como las murallas de un imperio arrasado. La ciudad dejó de ser un lugar habitable para mí. Impedí que la nostalgia me venciera y seguí adelante enfocado en eso que tanto amaba y quería dar. La paciencia, la perseverancia, los fines de semana comiendo pizza congelada para no perder tiempo y escribir más, la correspondencia con los lectores que se iban acercando a mí con amabilidad y cariño, todo empezó a generar pequeños frutos que se materializaban lentamente. Poco a poco, se unía más y más gente a una aventura de la que deseaba que formaran parte. Me sentí como en esa escena de Forrest Gump en la que comienza a correr y otras personas se unen a él por donde pasa. Me sentí vivo, agradecido y privilegiado mientras la lluvia golpeaba la ventana del apartamento.



Pasaron los meses y las hojas se volvieron caducas. Los parques se teñían de rojo y mi situación personal no era la mejor. El alivio que me daba la escritura flotaba sobre una balsa débil y a punto de romperse. De pronto, algunas personas empezaron a molestarse por verme tan implicado en algo. El ego se vio afecto, pero luego entendí que era el momento de hacer cambios en las amistades y que a nadie le importa lo que haces. Las personas estamos demasiado preocupadas en nuestros propios problemas. Algunos cambios fueron suficientes para afrontar con fuerza un último año que vendría cargado de sorpresas. Fue 2017. El año que lo cambió todo. Abrí enero con un gancho de boxeador que me dejó aturdido y me ayudó a entender que no era quien creía ser, que no estaba predestinado a algo en concreto ni a ser esa persona que otros esperaban. Tenía una pasión y unas ganas enormes por dedicarme a ella. Y así hice, hasta que descarrilé por falta de equilibrio. Combinar dos trabajos, una novela sin terminar y una vía de escape basada en salidas nocturnas y botellas de vino, no ayudaron. Regresé a ser la persona del principio, aceleré y me di de bruces hasta que acepté que somos personas imperfectas y que en eso reside nuestra belleza. El chico de la vida minimalista se convertía en hombre. La Varsovia que llenaba las páginas de varios libros no era suficiente ya. Era el momento de tomar una decisión, por muy difícil que fuera esta. Momento de poner la carne sobre el asador. Echarle huevos ante la incertidumbre de volver a casa, coger al toro por los cuernos y asimilar que si quería vivir de la escritura, era el momento, pero el precio a pagar sería más alto que nunca. Tendría que averiguar el cómo frente a un reloj de arena.



 Simplifiqué mi estilo de vida, llevé al extremo el minimalismo y seguí mi camino como escritor, con práctica y disciplina diaria, antes de ir al trabajo, al regresar a casa, en mi tiempo libre.

Finalmente lo hice. Crucé Europa en un escarabajo alemán y me adapté a un entorno conocido que había cambiado durante mi ausencia. Me adapté a un estilo de vida nuevo en el que el ocio se convertía en mis cantos de sirena. Pequeños pasos, seguir remando y amor, mucho amor por lo se hace y por la gente que lo apoya. Esa es mi historia o parte de ella, la cual veo como un ligero entrenamiento de preparación. No existen los atajos: trabajo constante, paciencia, creer por encima de todo, saber levantarse de las caídas y nunca, nunca, nunca, darse por vencido.


Con los pies colocados sobre la línea de salida, ahora puedo decir que lo importante empieza aquí, o tal vez no.


El tiempo siempre tiene la razón. Quien me lee, la última palabra.


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Published on August 11, 2017 07:10