Pablo Poveda's Blog, page 47
January 25, 2018
Desgaste
[image error]
Me despierto, preparo café y reproduzco una de esas listas de jazz que hay por Youtube y que tanto me ayudan a comenzar las mañanas. Rituales que, sin ellos, todo sería distinto.
Los titulares abordan el Bitcoin, los nuevos emprendedores, la búsqueda del dinero fácil.
Mientras escribo estas palabras, estiro mis articulaciones y quito el óxido de unas manos que conectan directamente con el hemisferio derecho de mi cabeza, esa parte de la que salen todas las historias.
Los días como hoy requieren más que un desayuno energético. Por fin, mi último trabajo ve su final y, aunque olvide pronto esta sensación, mientras me encuentro aquí, siento lo mucho que me ha desgarrado el proceso. Tanto física como emocionalmente, después de publicar una nueva novela, lo que necesito es un disolverme en el Mediterráneo. Hoy será una jornada intensa, de esas en las que no se está para nadie y todo molesta, pero llegar hasta la meta habrá merecido la pena.
Hace unos días hablaba con un amigo de lo importante que es sentirse realizado, hagamos lo que hagamos.
Como (aquí tu profesión) siempre hay quien juzga lo que hacemos. En mi caso, hay quien pensará que escribir es una tarea fácil y que no requiere esfuerzo alguno -cualquiera es capaz de escribir, ¿verdad?-. Y, aunque lo fuera, en mi caso, sólo ocupa la mitad de una jornada que es más larga de lo que muchos acostumbran a tener.
Pero, tengo una cosa clara: quejarse está de más y es a mí a quien debo demostrar que puedo hacerlo.
No hay más.
Sin embargo, yo también estuve en otras partes antes de iniciarme en esta maravillosa aventura.
Trabajar para otros tiene sus ventajas e inconvenientes, pero el grado de implicación en la tarea es lo que motiva a las personas a hacer horas extras, a disfrutar de sus días y a hacer de este mundo un lugar mejor.
El ecosistema del equipo es lo que diferencia a quienes trabajan para pagar facturas o acuden a sus puestos cada mañana con una sonrisa.
En cualquier caso, no juzgo a ninguno de los dos, porque yo también he pasado por ello. De hecho, he pasado por las tres fases: trabajar por una motivación (equívoca), para pagar facturas y por vocación.
En el primer caso, calentar una silla para hacer algo que no me interesaba pero era fácil de realizar, terminó chamuscándome.
En el segundo caso, trabajar y vivir era importante, pero aprendí a crear mi proyecto de vida -lo que realmente importaba- antes de sumergirme en una vida materialista de deudas.
De día trabajaba para pagar mis gastos y de noche para pagar mi sueño. Una apuesta a largo plazo en la que resulta muy fácil abandonar.
En el tercer caso, trabajar por vocación es caminar sobre un precipio todo el tiempo. La adrenalina de que puedes caer es indescriptible. Si no vas a sacrificar tu tiempo, tus fines de semana, tus relaciones y esas cervecitas del sábado por un desarrollo a largo plazo, olvídate. No merece la pena.
Por eso, es importante tomar consciencia de lo que hacemos, sea lo que sea, y que esto sea bueno para los demás, en su forma.
Jamás olvidaré una imagen que se repetía a menudo en un supermercado cuando vivía en el extranjero. El establecimiento ocupaba los bajos del centro financiero de la capital. Por esa época, trabajaba cerca y, cada vez que iba a comprar algo de pan a última hora, antes de volver a casa, me topaba con empleados de corporaciones que, a la hora de pagar, no decían ni buenos días, como si la persona que había en la caja fuese un despojo humano o algo de menos valor.
Algo que jamás entenderé, pero que me hizo reflexionar sobre la cantidad de mierda que algunos acumulan a sus espaldas. Con los años, la mochila nos hunde a todos.
Por tanto, bajo mi humilde opinión, es preferible evitar las comparaciones de cuánto gana la vecina y lo que significa nuestro puesto de trabajo para otros -si es que significa algo-. De lo contrario, siempre nos faltará algo y terminaremos convirtiéndonos en seres amargos y carentes de vida.
Que te interesen las personas por lo que hacen y por cómo son, más que por el título descolorido que cuelga de las paredes de sus habitaciones.
La entrada Desgaste se publicó primero en Pablo Poveda.
January 22, 2018
Intrusos
[image error]
Suben las temperaturas, el sol calienta el balcón y una pareja juega a las palas en la playa. Podría pensar que es absurdo, que seguimos en enero aunque parezca mayo, pero prefiero creer que aprovechan el momento. Ellos se hartan al poco, mientras yo sigo sentado, escribiendo correos en mi teléfono bajo el sol que pega en mi cara.
Después de un rato, me doy cuenta de que llevo demasiado tiempo expuesto y me duele la cabeza, pero es tan agradable que me resisto.
En ocasiones, la mente nos juega malas pasadas y vagamente nos damos cuenta de ello, pero hay que ser fuertes, tomar distancia y analizar por qué nos sentimos así. En la mayoría de casos, enfocamos mal nuestras emociones y pagamos con quienes tenemos al lado, con nuestros miedos o, mucho peor, con nosotros mismos.
Supongo que los escritores pecamos mucho de esto.
Tengo una personalidad polarizada y soy consciente de ello.
Soy risueño y melancólico, soy espartano -en mi forma de enfrentarme a los acontecimientos de la vida- y zen.
Soy -o creo que lo soy- una persona humana que procura disfrutar de sus días, como cualquiera.
Incluso a mí, después de unas cuantas novelas, la etiqueta de escritor me sigue quedando grande e intento evitarla. Una vez leí que era escritor quien cobraba por sus trabajos.
Bien, eso ya lo hice hace tiempo, pero ni así.
Los procesos de creatividad -como en el que me encuentro ahora- suelen ser devastadores a mitad de proyecto, ya que perforan la autoestima.
Estoy seguro de que, lo que siento, le ocurre a otras personas en otras disciplinas.
Todo se cura con unas horas de sueño y una buena compañía. Nada es tan importante.
Deja de quejarte, deja de poner excusas. Nadie te escucha.
Y, aunque lo hiciera, la angustia seguiría ahí.
No busques la complacencia en otros porque todo lo que necesitas está dentro de ti.
Si duele es porque ya lo has encontrado.
La entrada Intrusos se publicó primero en Pablo Poveda.
January 19, 2018
Entorno
[image error]
Desde hace tiempo, me fascinan los mecanismos propios que las ciudades tienen. Además del porqué de su arquitectura, siempre he sentido una amplia curiosidad por el modo de vivir de sus gentes -eso que llaman estilo de vida-, las formas en la que se desenvuelven y comportan los resultados que éstas producen.
Tal vez, mi sorpresa llegó en Varsovia. Hasta entonces, había visitado muchas ciudades, dentro y fuera de España, aunque sólo había vivido en una que no fuera la mía. Por aquella época, Riga era -y sigue siendo- una capital pequeña. Una ciudad báltica que servía como centro logístico del país. Muy bonita y con oferta suficiente para hacer lo que deseara, aunque con alma de ciudad pequeña en la que todos terminan conociéndose. En aquel momento mi obsesión era otra, la de vivir en una ciudad más grande y, poco después, terminé encontrando mi sitio en Varsovia.
La capital polaca me enseñó muchas cosas, entre otras, la utilidad del transporte público, la percepción de las distancias -lo que antes me parecía lejos, ya no lo era-, el ritmo acelerado de una gran ciudad, algo que yo no tenía -y sigo sin poseer- en mi ADN.
Aprendí a perderme como un ser anónimo entre las barras de los bares, los clubes nocturnos y a ser un don nadie, con los aspectos positivos y negativos que eso conlleva. Sorprenderme con barrios en los que la gente tenían otras sonrisas, otras formas de ver la vida, en la misma ciudad. Sociedades que crecen y giran en torno a la base de sus salarios. Sueños que para algunos pueden parecer pequeños y para otros imposibles de alcanzar. Aceptar que estás envuelto en una vorágine de cambio, en la que nada es estable ni perdura demasiado tiempo.
En un lugar donde había tanta gente, tanto del país como de más allá de la frontera, resultaba muy fácil perderse emocionalmente y anhelar regresar a casa. Por fortuna, no experimenté aquello, pues siempre he mantenido mi mundo interior intacto, aunque sí lo sentía en algunas personas que procedían de ciudades cercanas a la capital.
Descubrí lo que era pasear por el Parque Real cerca de casa mientras entendía de qué pasta estaba hecho. Por mucho que viviera allí, siempre seguiría siendo de una ciudad pequeña con alma de pueblo. El lugar donde crecemos nos marca para siempre.
Entender mi pasado, mis raíces, también me ayudó a comprender, de forma positiva, mis anhelos. Me jugaba mucho con mi regreso, pues Varsovia era una ciudad que me lo ofrecía todo y en la que estaba muy a gusto, pero era el momento de cambiar si quería enfocarme en mi carrera como escritor. Regresar a un lugar estable, libre de cambios de temperatura y, sobre todo, tranquilo, algo que en las capitales nunca se consigue.
Con el tiempo, he llegado a entender que aquí el reloj corre más despacio, aunque para mí no lo haga; que la mentalidad está formada por otros ideales ajenos a los que yo sentí bajo las torres de oficinas. De nuevo, lo tradicional perdura, porque es de lo que el entorno mama y, sin juzgarlo, lo acepto sin más.
Por tanto, es importante tomar distancia, abrirse y apreciar lo que nos rodea sin dejar que la mente nos lleve a la nostalgia o a la idealización de lugares, porque sólo así gozaremos de lo que tenemos delante, sin prejuicios ni comparaciones porque cada entorno está formado por personas que, de un modo u otro, tienen algo que ofrecer.
La entrada Entorno se publicó primero en Pablo Poveda.
January 18, 2018
Categorías
[image error]
Es muy fácil hablar sobre lo que otras personas hacen sin conocer su disciplina. Lo más complicado es ponerse en el lugar de esa persona y entender la complejidad de su tarea.
Es muy difícil aceptar la opinión de alguien que juzga sin conocer lo que hacemos. ¿Verdad?
Ya sea física o mental, existen categorías preconcebidas que la mayoría de gente asocia a ciertas tareas: hagas pan, limpies jardines o escribas un libro.
Es complicado evitar el error de categorizar cosas, personas, actitudes. Es una lucha constante, aunque merece la pena subirse al cuadrilátero y pelear.
En mi caso, escribo libros de ficción. Es lo único -que considero- que sé hacer, escribir historias, mejores o peores, de principio a fin, entendiendo sus mecanismos.
Sé lo que cuesta, sé lo que conlleva física y mentalmente, las inseguridades que genera, los vuelcos emocionales, lo solitario que es, lo incomprensible que resulta para otros, la estabilidad mental que hay que tener para seguir trabajando en ello, lo duro que es terminar, el vacío que genera cuando se entrega la obra y los disgustos y alegrías que transmiten las opiniones de quienes leen las historias.
Por eso, quizá, no juzgo a quien escribe por lo que escribe ni por lo que hace, porque sé lo que hay detrás, sea su primer libro o el décimo.
Juzgo si la historia es buena o no, con la boca pequeña, porque los palos no son bien recibidos para todos. Si no lo es, hay que seguir practicando y mejorando. Si no lo hace, invertir el tiempo en otra cosa.
Es lo único que no vamos a recuperar.
Es una carrera a largo plazo.
Como lo pienso que es todo en esta vida. Una carrera de mejora constante.
No obstante, eso es todo lo que sé.
No critico porque un famoso de Youtube escriba un libro, sea cual sea su contenido, ni que se venda más que el de un escritor de renombre.
Los presentadores de los programas más infames de televisión llevan haciendo esto décadas, y digo infames porque entretienen a costa de los chismes de otros.
¿Lo convierte en una buena historia? No lo sé. ¿Vende miles de libros? Posiblemente. Que a mí no me interese no significa que haya mucha gente a la que sí. ¿Debería estar prohibido? Si no incita al odio o al mal en general, debe estar permitido como lo están estas palabras.
Los diarios son los primeros que incitan al odio en lugar de a la reflexión y son un referente de información para las población, capaz de creerse todo lo que dicen sin plantearse nada.
La red está llena de artículos de vivir la vida, de ser feliz, de luchar por tus sueños. Pues eso, vívela, pero la tuya, no vivas la de los demás, ni alimentes tu odio con ellas.
Ponte en marcha, no esperes a enero, ni al lunes, ni a mañana. Busca espacio, cambia lo que no te guste y sigue con lo que sí.
Prueba un buen vino, una buena comida. Escucha un disco que te haga sentir bien. Compra un mes de Spotify sin anuncios. Llama a esa persona para tomar un café.
Date un capricho y acepta que no tener miles de seguidores ni pasar tus vacaciones en Ibiza también está bien, incluso es más sexy.
No caigas en el error de convertirte en otra categoría.
La entrada Categorías se publicó primero en Pablo Poveda.
January 17, 2018
Lamentarse
[image error]
No llores porque nadie te quiera, porque eso no es cierto, siempre hay alguien que lo hace.
Tu problema es que no te hace caso quien tú desearías que te lo hiciera.
Eso es todo.
Tampoco llores si no te salen bien las cosas, pues tienes un problema de perspectiva. O si no te dan el trabajo que tanto deseabas. Sigue intentándolo, nada va a cambiar.
Hay quienes prefieren echarle la culpa a la vida y otros quienes se niegan a darse por vencido. Los primeros nunca progresan y los segundos terminan consiguiendo lo que desean.
Educar el pensamiento para ver oportunidades en lugar de fracasos. No se trata del mantra barato de la ley de atracción, sino de ver la vida con optimismo y no tomársela demasiado en serio.
Aceptar las cosas como vienen, hacer lo posible a diario para que soplen a nuestro favor y entender que, en este planeta, hay más cosas además del yo.
Los buenos surfistas no se quejan cuando sube la marea. Se adaptan a ella.
La perspectiva está en nuestra cabeza y no depende del dinero, ni del estatus social. Mover el culo o no, siempre depende de cada uno.
Porque, recuerda, un día te irás sin que nadie te avise y te arrepentirás por lo que no hiciste.
La entrada Lamentarse se publicó primero en Pablo Poveda.
January 15, 2018
Impresiones
[image error]
Hay quien piensa que ya no queda nada, que nos hemos desnudado por completo ante el resto a causa de las redes sociales. No obstante, no estoy de acuerdo con esto.
Aunque es cierto que hay personas -y muchas- que publican lo que hacen a diario, existen otras muchas que sólo utilizan las redes como vallas publicitarias -seamos conscientes o no-.
En nuestra afán por idealizar algo (o a alguien) y clasificar en una categoría para poder juzgar, cuando conocemos a alguien, no tardamos demasiado en teclear su nombre en un buscador.
Y casi siempre hay un resultado.
Mientras husmeamos por perfiles ajenos, creemos que nadie está haciendo lo mismo con el nuestro. Esa idea, simplemente, nos aterra.
Existen varias razones por las que sigo pensando que hay magia detrás de las personas, a pesar de vivir en una época de exposición y falta de atención.
Llevamos en nuestros principios mostrar nuestra mejor cara cuando tenemos una cita importante, una fiesta o una reunión.
Las impresiones siempre cuentan y en internet no iba a ser diferente.
Ser conscientes de que, detrás de cada acto, siempre hay una intención, sea ésta buena o mala.
Cuando analizo el porqué de aquella ilusión óptica, hallo pronto su causa [José Ortega y Gasset: Ideas y creencias]
Que alguien muestre lo que hace en su día a día, no significa que lo haga, sino que nos pretende hacer creer que lo está haciendo.
He visto a personas con equipación deportiva fingiendo que corrían para tomarse una foto.
No lo juzgo. Había una propósito.
Poner en duda lo que vemos a través de una pantalla es lo primero que debemos realizar para tomar distancia.
Casi siempre nos fijamos en el qué, en lugar del porqué.
Como un espectro de color, prestamos atención a la idea platónica que sintoniza con nosotros y perdemos interés cuando carece de ésta.
Sin embargo, el castillo de naipes se desploma cuando escuchamos que esas vidas tan deseadas pueden llegar a ser tan monótonas como las nuestras.
Por eso, es mejor no conocerlas.
El mundo tampoco se irá al garete por esto.
El sexo, el lujo y la belleza siempre han sido atractivo de marcas, durante décadas. Hoy, además de las campañas publicitarias, hay quien se entrega en reproducir estos patrones aprendidos con los años a base de televisión, sin que sepamos muy bien cuánto tienen de verdad. Y hasta logran vivir de ellos.
Pero siempre existirá algo que no podamos ver, siempre. Y ahí es donde reside la mágia de las personas, en su mundanidad, en ese día a día privado, de café y tostada, de ruido de bares, de estaciones de autobuses, de viajes en coches usados y de besos a escondidas.
Nuestros deseos son los mismos que los de hace quinientos años y puesto que somos parte de este todo que siempre está en constante cambio, la magia por conocer al otro, a quienes somos, nunca cesará de existir, puesto que siempre habrá algo nuevo por descubrir.
Empecemos por descubrirnos a nosotros mismos.
La entrada Impresiones se publicó primero en Pablo Poveda.
Blue Monday
[image error]
Hoy he amanecido con la noticia más estúpida que podía leer. El único Blue Monday que conozco es el título de la canción de New Order, y a mí eso sólo me pone de buen humor.
Los portales de noticias y opinión son un mundo de polaridades: razones para ser mejor, razones por las que te sientes mal. Odio sobre cómo la tecnología nos destruye y los beneficios de usarla. Por qué no encuentras pareja y por qué debes deshacerte de ella.
Soy de los que piensa que la tecnología de la que disponemos no destruye a nadie.
El mal de ayer era la televisión, hoy es internet, tu teléfono, tu lo que sea que quieran llamarlo todos esos expertos de pacotilla.
Al carajo un poco con todo eso. Nosotros decidimos si ver el perfil de una cuenta, un vídeo didáctico de cocina o Photoshop o escuchar una lista de jazz. Yo decido si escribir esto o no.
El problema lo tienes tú, yo, nuestro entorno, que no hemos aprendido a lidiar con nuestra disciplina, con nuestros hábitos o con la forma de entender el presente.
Ni la cuesta de enero, ni las nubes del cielo o el frío son motivos para estar triste y, mucho menos, lo que nos diga un panfleto informativo -que de algo tiene que escribir-.
Disfruta el lunes y haz eso que tanto te gusta y tan poco haces, aunque sea por un rato. Haz lo mismo mañana, y pasado, y al día siguiente, y así hasta que te hayas olvidado de que tenías que hacerlo. Permítete vivir la vida, que para eso está.
La entrada Blue Monday se publicó primero en Pablo Poveda.
January 13, 2018
Placer
[image error]
Enamórate de tu existencia, decía Kerouac.
Y es que, si no lo haces tú, nadie lo hará por ti.
Basta con agradecer lo que tienes a tu alrededor para haber ganado la mitad del partido.
Reconozco que soy una persona de espectros opuestos. De renunciar al hedonismo por regla, pero también de disfrutarlo cuando toca.
Seguimos en enero y todavía afloran los artículos gancho para que demos un giro radical a nuestras vidas, para que nos convirtamos en esa persona que nunca llegaremos a ser. Poco se habla del disfrute, de los placeres. El sábado es la jornada de reflexión, el tiempo muerto de la semana, el día en el que nos dejamos el teléfono móvil por equivocación.
Es importante parar las agujas del reloj por unas horas, mirar más al horizonte y menos a la pantalla. Sé que lo repito y no lograré nada, por eso escribo y doy vida a Caballero, para no olvidarlo, para recordar que una vez pensé así.
Por suerte, todavía me sorprenden muchas cosas, como el material de algunos edificios centenarios, la curiosidad de otros, los discos de jazz que he escuchado tantas veces, el mecanismo de esas máquinas de café.
Enamórate de tu existencia. No hay más. Que su volumen sea tan alto que no puedas escuchar el resto del ruido.
No me digas que no es fácil, mejor, no me digas nada, que hoy de poco sirven las excusas.
La entrada Placer se publicó primero en Pablo Poveda.
January 12, 2018
Fama
[image error]
Suena una pieza de Francisco Tárrega por los altavoces y me doy cuenta de que esa guitarra suena como yo jamás lograré hacerla sonar.
Viernes, ha cesado el viento y el Lorenzo vuelve a brillar con todo su esplendor. Preparo café, da gusto respirar el aire mediterráneo.
Tomo algunas notas en mi cuaderno y me sumo revisar las noticias del día. Ojeo los diarios, pero no invierto demasiado tiempo en ello.
Hace una década, en la facultad de Periodismo hablábamos sobre el futuro de los contenidos. Mi profesor no iba mal encaminado, aunque el resultado ha sido desastroso.
La falta de dinero ha provocado que los periódicos queden a la altura de los títeres televisivos.
Leo los titulares y cierro las páginas. Nada que rascar. Abro Pocket y tengo los artículos que sí me interesan. Solo a mí, respiro hondo, disfruto del café.
Después sigo con mi lectura, con Nesbo y su Harry Hole por Oslo, que es un Caballero a la escandinava. O viceversa.
Eso a lo que llaman información, no nos mantiene informados.
El ejercicio de digerir unos hechos, ha pasado a la historia. Ahora consumimos y borramos la información a las veinticuatro horas.
De algo hay que hablar, decía mi abuela.
Algunas noticias se alargan como las jornadas de trabajo antes de vacaciones de verano y siento que vivo en un constante 2007.
Pero no importa. Salgo a la calle, siento la luz en la cara y el tiempo se para. Hace unos años, moría por vivir en una gran ciudad, y así hice. Hoy doy gracias por que la calle esté desierta, por estar lo más cerca posible de este mar infinito.
La música sigue sonando y me fijo en el reflejo que el sol hace en el mar. Es tan bello que me daría un chapuzón, si no fuera porque hay diez grados.
Fama, personajes, estrellas de internet. Es importante tomar distancia de todo eso. ¿De verdad quieres eso? ¿Que tu vida penda de la opinión y el interés de otros? Mejor dejarlo para quien se mueva como un pez allí, para quien sepa entretener.
Todos poseemos un talento, tú también, así que mejor no engañarse. Haz algo de provecho que llene y sirva a los demás.
Quizá no tengas fama, pero te ganarás el respeto de muchos.
No intentes engañar a nadie. Las personas, por lo general, somos de corazón cálido y, a la larga, sabemos distinguir entre lo puro y lo nocivo.
La única fama que importa es la de llegar a casa y que haya alguien esperándote, que los tuyos se acuerden de ti, tus amistades, tu círculo cercano.
Que, al final, todo lo que nos quedará serán momentos, únicos y compartidos. Mejor aprovecharlos para así recordarlos como quien graba su nombre con una navaja sobre un trozo de madera, porque la mayoría serán olvidados con el tiempo.
La entrada Fama se publicó primero en Pablo Poveda.
January 10, 2018
Mi club de la lucha
[image error]
Fotograma de El club de la lucha (1999)
Ayer tuve un día poco productivo: las palabras se atascaban, me sentía inquieto y no podía meterme en la historia. Hay días buenos y otros no tan buenos.
Sin embargo, no me rendí e hice todo lo que estuvo en mis manos.
De lo contrario, me habría sentido peor.
Cuando esto ocurre, recurro siempre al mismo vídeo. Hay quien se motiva de otra forma. Cada persona tiene su mantra.
Los libros de Chuck Palahniuk y las películas de David Fincher me ayudaron a comprender muchas cosas.
Existe un final de una película que me ha marcado para siempre. La misma imagen me recuerda al resto de la cinta.
En mi caso, es la escena con la que termina El club de la lucha. Tyler y Marla cogidos de la mano, a punto de ver el centro financiero de Los Ángeles se viene abajo.
Por supuesto, mucho se ha dicho ya sobre ella.
Me has conocido en un momento extraño de mi vida
Edward Norton soltaba esa frase antes de que sonaran los primeros acordes de Where is my mind de Pixies.
Hace tiempo que mis días son así, un momento extraño, incierto, una lucha constante. Y eso me hace feliz, presente. Eso me obliga a no dar nunca nada por sentado.
Han pasado más de cinco años desde que empecé a vivir de este modo.
Tienes que saber, no temer, saber que algún día vas a morir, y hasta que no entiendas eso, eres inútil.
Aunque El club de la lucha hable de muchas cosas, tanto el libro como la película, me ayudó muy pronto a tomar acción ante lo que tenía delante.
Entre otras cosas, me ayudó a formar una actitud, a afrontar la derrota cuando no quedaba nada que perder.
En el club de la lucha luchas contra todas las cosas que odias en esta vida.
Pasamos parte de nuestra vida tratando de luchar por evitar el fracaso, un término al que ni siquiera le hemos dado connotación.
Fracasar es fallar, en este caso, a ti mismo y, por tanto, a los demás. Fracasar es tirar la toalla antes de tiempo porque prefieres aferrarte a una excusa externa.
Cuando las cosas te vayan mal, haz más, esfuérzate más porque, si no lo haces, terminarás formando parte de esas cosas que tanto odias, tarde o temprano y, para eso, siempre hay tiempo.
Después de una noche en el club de la lucha se baja el volumen del mundo real.
A medida que cambias la concepción de tu entorno y decides ponerte en marcha, te das cuenta de que todo aquello que parece fácil, no lo es.
Que las cosas requieren tiempo, esfuerzo, constancia, mejora. Que quienes critican y dan consejos gratuitos son, en su mayoría, los que menos hacen.
Tú quieres ser una anomalía, pues debes empezar a comportarte de un modo diferente aunque te critiquen.
Desempeñas trabajos que odias para comprar cosas que no necesitas.
Demostrar, demostrar, demostrar. Al principio, como parte de la sociedad que eres, querrás vanagloriarte de tus propios y pequeños logos -todos caemos-.
Muy bien, date una palmada, pide una pizza y celébralo, pero no has logrado nada ni la gente te debe un minuto.
Sabes de sobra que en Internet todo es virtual, nada es real.
Te prometiste que vendrías a luchar.
Así que cierra la boca y deja que los hechos hablen por ti.
No quiero morir sin tener cicatrices.
Al final, tenían razón. La vida está hecha de victorias y derrotas. Únicas, diferentes. Tienes que disfrutar el proceso antes de llegar a la meta.
La entrada Mi club de la lucha se publicó primero en Pablo Poveda.