Pablo Poveda's Blog, page 62
January 10, 2016
Cómo vivir de la escritura con humildad y otros sueños posibles de esta vida

Cuando era pequeño, el oficio de escritor era algo privilegiado,
un puesto para algunos, los mismos que salían en las revistas y en
la televisión, esos que firmaban libros en los centros comerciales.
El escritor como figura intelectual, valor seguro y alguien que tenía
algo que contar. Con los años, la llegada de internet y la
democratización de la cultura, la figura del escritor se vio
perjudicada, perdiendo su valor en cuanto las figuras de la
telebasura publicaban con Planeta y demás. No obstante, siempre es
mejor si alguien publica un libro que no ha escrito y otro alguien lo
lee que estar delante de la caja tonta. Gracias a internet, tuve la
oportunidad de conocer el punk y sus derivados, formando una banda y
dándola a conocer. Eran los días en los que Myspace reinaba la red
y no existía Facebook. Días en los que uno todavía grababa CD’s
y escribía en foros. Los teléfonos inteligentes estaban por llegar.
Eran, simplemente, otros días.
Poco más tarde, cuando abandoné la música (véase, Ella
Es Punk Rock), encontré en la literatura mi forma de vida, mi
vía de escape, lo único que necesitaba para darle sentido a eso que
llamamos existencia. Corría el año 2011 y yo estaba todavía en la
universidad, pero por cosas del destino, me fui tan lejos de casa que
casi no quise volver. Durante la etapa musical, el punk rock (más
bien The Ramones y todas las bandas españolas que formaban el
círculo de sucedáneos) me mostró que todo era posible con la
actitud correcta. El “háztelo tú mismo” o Do it Yourself
como dicen los angloparlantes, las ganas de hacer cosas sin pedir
permiso y creyendo en ti mismo. Con el tiempo, tres palabras se
convirtieron en una filosofía y cuando me enfrenté a mi primer
borrador, a los primeros rechazos y a la repetitiva negativa de “lo
siento, no aceptamos manuscritos”, me pregunté una cosa: ¿Por qué
tengo que tragar por toda esta mierda? No tenía dinero, ni contactos
que me introdujeran en los círculos literarios. Por no tener, no
tenía ni una novela larga. Si quería ser escritor y vivir de la
literatura, lo tenía crudo.
No obstante, estaba seguro de que existía gente al otro lado de
la pantalla, dispuesta a leer mi manuscrito, pero entonces estaba
cegado por otras estupideces. La respuesta a cómo dar con ellos,
llegó cuatro años después, haciendo paralelismos con la vida real.
Poco a poco, estudiando, leyendo, probando y perdiendo mucho
tiempo, me di cuenta de que las fórmulas rápidas no existen. El
éxito puede ser inesperado, por supuesto, pero sucede a una minoría.
Mejor contar que no somos parte de esa minoría, porque así nos
centraremos en lo realmente importante. En 2013 decidí dejarlo todo,
trabajo, amigos… todo y saltar al vacío. Quería dedicarme a
escribir y había tomado la primera decisión: vivir para escribir.
Queriendo ser escritor: del dicho al
hecho
Conozco a mucha gente que escribe por afición y a otra que quiere
triunfar en la literatura. Existe una minoría que pertenece a otro
grupo (yo hablo de escritores, pero podría ser cualquier tipo de
arte) y es la que quiere hacer de la escritura su trabajo, tener
tiempo libre para dedicarse a sus novelas y llevar una vida normal,
dentro de lo que cabe. Los que forman parte del segundo grupo, no
tienen otro remedio que seguir en su casa, con su trabajo y esperar a
pegar un pelotazo en Amazon o cualquier otra web. Para los que
quieren ser escritores de verdad, levantarse y escribir, existe una
alternativa posible.
El primer paso es salir del nido. Cuando me fui
de casa por primera vez, me di cuenta de que podemos vivir en otras
ciudades de Europa más baratas que la nuestra y esto sin mencionar
las ciudades pequeñas. Por supuesto, las hay más caras, pero…
¿Queremos vivir en Londres o de nuestra prosa?
Con menos de mil euros, puedes vivir en una ciudad europea sin
pasar penurias, pero ya no Europa, cualquier parte del mundo. Existe
una página llamada NomadList
que muestra el gasto mensual de las ciudades.
Una vez que hemos hecho nuestros cálculos, ya sólo queda ver
cómo vamos a hacer ingresos. Si no tienes a nadie, siempre puedes
usar plataformas como Couchsurfing
durante un tiempo. Al tener que pagar una renta más baja, las
posibilidades son más amplias. Si somos hispanohablantes, siempre
existe la posibilidad de dar clases de idiomas como nativo u ofrecer
otros servicios similares. Debemos tener claras nuestras habilidades
más fuertes como alternativa.
Por otro lado, uno de los errores más garrafales que he cometido
todo este tiempo ha sido el de no tener una lista de correo. Sí, eso
que llaman Mail List. Fui tan estúpido que pensé que mis amigos de
Facebook eran mis lectores, pero no era así. Crear una lista de
correo en un servicio como Mailchimp
(gratis) o Aweber (de pago) y darles un enlace en nuestra novela o
blog para que nuestros amigos, lectores o quien así lo desee, se
suscriba. Por supuesto que muchos no comprarán tus libros y mucho
menos te seguirán para siempre, pero es un paso para crear una
comunidad de lectores de tú a tú, sin intermediarios, trazando las
líneas de una amistad duradera. Con constancia y paciencia, en meses
o un par de años, tendrás una lista de correo sana y llena de
lectores (si haces las cosas como dicen por ahí). Hay que tener en
cuenta que, normalmente, un 10% compra tus libros y un 20–30% abre
tus correos. Así que necesitarás 5000 suscriptores si quieres
vender 500 libros. Saca tus propios números.
Después, existen otros temas que potenciarán tu carrera
(posicionamiento, reseñas, anuncios, marketing…) pero si tienes
una buena lista de lectores fieles, tienes la mayor parte del trabajo
hecha. Las redes sociales sirven para conectar y establecer una
relación H-U-M-A-N-A con otros.
Yo también pequé durante mucho tiempo, pero si algo he aprendido
es que anunciarse a diestro y siniestro no sirve de nada. Es molesto
y nadie comprará tu novela. No seas la típica persona desesperada
en una fiesta que busca besarse con alguien.
En internet hay muchos vendemotos que quieren colarnos el éxito,
la pastillita para salir de Matrix y alcanzar el éxito de la noche a
la mañana. Podemos probar y ver qué tal. Yo lo hice, y sigo aquí.
No he conseguido asimilar toda la información sin la experiencia por
medio. Pero cada uno es libre de tomar sus decisiones.
¿Cuánto estás dispuesto a arriesgar por vivir tu sueño?
¿Cuánto estás dispuesto a luchar? Y cuando digo cuánto, no hablo
de dinero, sino también de tiempo, distancia, espacio… Todo.
“Si te lo propones, puedes conseguirlo todo”.
George McFly
Con esto, una resolución de nuevo año, para todos los escritores
que estén con el miedo, a punto de tirar la toalla. No quiero decir
que cada uno tenga que hacer la maleta y marcharse, aunque tampoco
debe temer a ello. Sigo vivo, tres años en Varsovia y con una vida
feliz. Para ser sincero, no enciendo las velas con billetes de
cincuenta euros ni tengo un jacuzzi en casa, pero tras un tiempo,
empiezo a ver resultados, he escrito seis libros y sé que cada día
estoy más cerca de la independencia completa.
Quiero recomendar un par de libros que ayudarán, sobre todo, a
entender que no hablo de utopías o sueños imposibles.
Amanda Palmer tiene un libro llamado “El
Arte de Pedir” que me recomendó el escritor mexicano Alejandro
Carrillo y que también recomiendo leer, así como ver este
vídeo donde resume en 13 minutos lo que dice el libro.
David
Gaughran es un escritor irlandés que vive en Praga y un ejemplo
de lo que hablo. Tiene un libro que explica muy bien cómo acercarse
al mundo digital y ganar visibilidad.
Si tras leer este artículo, sigues pensando que no es posible y
que todo son palabrerías, te equivocas. Es tu miedo quien habla por
ti o la falta de interés por cambiar.
Ser escritor es un estilo de vida y no un camino de flores. Es una
decisión y hoy, más que nunca, una posibilidad real.
Que no te digan nunca más que vivir de tu escritura es cosa de
unos pocos. No es una utopía, es un hecho.
December 31, 2015
Cerrando ciclos
El frío ha llegado
de golpe para no quedarse fuera del año, un fin de 2015 que
esperábamos cálido y no será así. El año termina como el fade out de la última canción de un disco de vinilo. Un año completo, de subidas
más que de bajadas, de crecidas en cuanto a lo de juntar letras se
refiere. Un año inspirador y de iluminación pero la brecha de un
largo recorrido que sólo acaba de empezar (sí, empezar).
El verano pasado
publiqué El Profesor, mi libro más leído, que todavía se puede descargar en iTunes o
Amazon por la cara bonita. Aunque no entraba en mis planes cercanos,
terminé cediendo y cogiendo con ganas una segunda parte que ya he
empezado a escribir.
En diciembre terminé
La Isla del Silencio, que es mi novela más reciente, y que 24 horas
después de su salida ya había sido pirateada. En su momento, no
supe cómo tomarlo, pero prefiero pensar que fue algo positivo,
después de todo.
El año 2015 ha sido
más productivo que 2014 en cuanto a las letras, pero menos que lo
que 2016 llegará a ser. No voy a hacer propósitos ni resoluciones
porque después no cumplo y me desmoralizo, aunque he de reconocer
que me siento enérgico para empezar un nuevo ciclo.
De momento, en estos
días de calma me he abierto un perfil en Wattpad (¿Tienes? Sígueme), el Youtube de la
literatura como dicen en algunas webs. Por ahora, he publicado la
primera parte de El Profesor y continuaré hasta el final, pero mejor
no levantar mucho la vista porque se avecinan sorpresas en enero.
También he
publicado un artículo en Medium donde hago un poco de recuento.
Aunque Gabriel, el
periodista de La Isla del Silencio y álter ego que nunca seré, da
una imagen acorde a lo más gris del periodismo local de aquellos
días de crisis creativa, me recordó que todavía me quedaba algo de
olfato “wolfiano”, de investigar y dar cera a los textos. Uno de
mis propósitos del próximo año y los que suceden es pulir bien
dicha habilidad, como algo artesanal y casero, bien hecho. Cada vez
que pienso en ello, me viene a la mente la imagen de un 4 pistas
analógico de cinta con el que grabamos nuestra primera maqueta. Esto
significa más historias, más novelas, más productividad.
Finalmente, cada día
somos más en esta “lista de correo” que se parece más a una
gran familia repartida por todo el mundo y espero en 2016 la familia
aumente. Es el momento de tomárselo en serio, ir un poco más lejos,
que me acerco a la treintena… Así que si todavía no estás
dentro, te estás perdiendo la fiesta.
Textos:
Cómo vivir de la escritura con humildad y otros sueños posibles de esta vidaCuando tu libro cuesta como una porción de pizza
ABC para ser escritor: guía para empezar a escribir
Y no olvides escuchar esta lista de canciones antes de que termine el invierno.
December 2, 2015
Nuevo libro: La Isla del Silencio

Hoy ha salido a la
venta mi nueva novela digital La Isla del Silencio, una
aventura de suspense, sectas, morbo y acción, bajo el protagonismo
de un periodista local y un policía un tanto amargado. La Isla
del Silencio sigue en la estela
de El Profesor, es
decir, de escribir aventuras que podrían ser reales, en lugar de una
literatura más experimental como pude hacer en Motel
Malibú.
En
este caso, me basé en los puertos alicantinos, el olor a aceite
frito de El Barrio, las mil y una noches en las que me perdí
pateando calles, sentado en bordillos. Noches sin fin que quedaron en
el recuerdo y más de un roto en soportales ajenos. Alicante tiene
encanto, como toda la Costa Blanca, y así lo he sacado a relucir en
este libro. También me he tomado la licencia de incluir a la isla de
Tabarca, un lugar mágico pero olvidado en el mapa ibérico y para
muchos foráneos.
Un
libro que mezcla mi yo más personal con un álter-ego ficticio (el
que no terminó en la oficina) periodístico, con el bloc y el par de
zapatos que tanto nos habían contado en la carrera de Periodismo.
Realidad en primera persona, ficción, pero sobre todo, diversión y “caradurismo”
en una trama sobre sectas, movimientos new-age, perversión y toda la
lacra desinformativa que nos invade a diario.
Si
tenéis intención de comprarla, lo mejor es hacerlo ahora. A un
precio de salida de 1,86 euros que durará unos días más, creo que
es una cantidad justa para hacer frente a los catálogos
convencionales y plantarle cara al establishment
que muchos mencionan. Hay
algo que debes saber y nunca he dicho. Por cada libro vendido, el
autor (es decir, un servidor) obtiene 50 céntimos de euro. Es justo
que mi libro tenga tal precio pero también es que tú sepas cuánto
de tu dinero recibo (por supuesto, siempre puedes donar
voluntariamente por Paypal).
Puedes
leer cuatro capítulos gratuitos poniendo tu e-mail en la parte
superior de esta página.
O
directamente comprarla y ayudar a un autor que va contra lo
convencional.
November 29, 2015
Invierno en Varsovia
El sol débil
ilumina la calzada. Me subo el cuello del abrigo negro para
protegerme la garganta y aprieto la bufanda verde de cuadros que cumple
ya casi una década conmigo. Noto la escarcha en los coches, porque
hace frío aunque no haya nevado. El invierno está dando una tregua,
quizá hasta que llegue la Navidad, para que la gente tenga tiempo a
comprar sus regalos sin vérselas con la nieve. Los árboles secos,
las gaviotas que vuelan a Dios sabe dónde pero seguro que lejos,
porque aquí, para ellas, no hay mucho que hacer. Llego a la avenida
cuando veo las cabezas cubiertas con gorros multiplicarse como
espermatozoides. Narices enrojecidas, vaho intermitente que sale de
sus bocas, de sus cabezas, como tubos de escape, como las chimeneas
que soplan a lo lejos en la parte baja de Mokotów.
Hace años que me
gustaban los centros de las ciudades. Quería estar donde todo
sucediera. Hoy tengo una visión diferente, periférica, y así,
también tengo mis sentimientos hacia los centros urbanos. Reflexiono
sobre ello mientras un soplo de aire azota mi rostro enrojecido por
la irritación del afeitado. Como si se tratase de un privilegio
trabajar aquí, los oficinistas miran al resto de reojo, por encima,
sin entender muy bien que son ellos las víctimas, no nosotros. Yo
también trabajo aquí, pienso, pero simplemente miro al frente para
no tropezar.
El frío y el
estómago vacío son dos razones suficientes de escape y me cuelo en
un Starbucks con decoración navideña, como si se hubiesen
anticipado al calendario y hubieran decidido empezar antes que el
resto. Al cruzar la puerta, suena una versión de Paul McCartney de
fondo y una chica rechoncha y muy simpática me da los buenos días.
Toda mi jodida vida tomando café en los bares del Raval ilicitano
para acabar en una franquicia. Pero es lo que hay, por mucho que me
pese la expresión. Pido un americano y un sándwich. Aquí no me
preguntan el nombre, pero no lo necesitan, pues de sobra saben que mi
acento ibérico es inevitable al hablar polaco.
Me siento con mi
emparedado de jamón y queso fundido que la chica amablemente ha
calentado en un horno exprés. Doy sorbos de café y miro alrededor y
veo a unas chicas asiáticas hablando en su idioma con los teléfonos
en la mano reproduciendo sonidos epilépticos. Después hay otra
chica polaca, rubia como muchas, de rasgos finos y ojos claros y con
un vestido gris y botas de invierno. Toma notas en un cuadernos y
escucha música en su iPhone. En mi iPhone sólo está el último
disco que Airbag sacó y compré en su día en iTunes. Pero Airbag no
funciona aquí, no en este momento, en este lugar. Pienso en que me
gustaría hacer una lista de canciones y me acuerdo de un reproductor
simple de música que compré para A., y para mí. Recuerdo que en
algún lugar del apartamento debe estar aquel cable que compramos en
Tiger y vimos en Begin Again, con Mark Ruffalo y Keira Knightley. Y
cómo nos cogíamos de los brazos, con los cuatro auriculares
conectados al reproductor de música, como si se tratara de una
pareja de baile al escuchar Earth Angel de Marvin Berry. Recuerdo
cómo nos perdíamos en la pista de baile que era el salón del
escueto apartamento y me pregunto, de nuevo, dónde diablos estará
el cable. Doy un mordisco al sándwich y tengo tanta hambre que
pienso que es el puto mejor sándwich de la historia. Me asombra la
facilidad con la que me dejo impresionar a mí mismo. Todavía lucho
con mi yo más íntimo mientras como en soledad, pero poco a poco me
doy cuenta de que no soy el único y que, la soledad, durante la
comida, también tiene su precio. En la intimidad y en general,
prefiero compartir una mesa con alguien, excepto cuando escribo.
Compartir los alimentos, la crítica, las sonrisas, la reflexión y
la satisfacción tras llenar el estómago. Pero hay ocasiones en las
que no es posible, porque nunca siempre sucede como uno pide, y mucho
menos, cuando ni siquiera se pide nada.
Me gusta estar solo, en
silencio, pero la comida es mi asignatura pendiente. Así que nunca
tomo algo pesado, elaborado, y termino en lo rápido, efímero.
Siempre dejo lo mejor para la compañía deseada. Doy varias vueltas
sobre mis pensamientos agitando la cucharilla en el interior de la
taza. Sería muy aburrido gastar sin tener a nadie con quien
compartir. Termino mi almuerzo y me despido de los empleados y dejo
atrás a las asiáticas y a la chica que pinta en su cuaderno. Al
cruzar la puerta, me doy de bruces con el frío de nuevo. Miro el
reloj, pronto serán las cuatro y la noche cerrada se hará con el
cielo de la ciudad. A lo lejos, un anochecer rosado, humeante,
delicado. Mantengo la idea de que la ciudad tiene otro color cuando
al sol le apetece hacerse hueco.
Continúo mi paseo
de tarde, entre las personas que caminan a paso ligero, abstraídos
en sus pantallas táctiles de siete pulgadas. Debe de ser realmente
importante lo que están haciendo, pienso, o al menos, más
importante que enamorarse de lo que tienen delante. Leo los titulares
de la prensa en los quioscos, pero no me dicen nada relevante. Sin
darme cuenta, se ha hecho de noche y el entorno toma otro cariz.
Cuando llego a la perpendicular, tomo un autobús que me lleva a
casa. Un denso olor corporal recorre el vehículo. Cuerpos calientes,
sudados tras las jornada laboral. El ambiente está sobrecargado pero
nadie se toma la libertad de airearlo un poco. Todos somos humanos,
pese a que, a veces, parezca lo contrario. Cada uno en su órbita,
sus problemas y una voz que nos habla a todos, una voz previamente
grabada que anuncia las paradas y siempre es la misma. Leo varias
páginas de una novela y me apeo. Prefiero el frío caminar al olor a
kebab y col recalentada que despide un joven del fondo. Dejo el
Parque Real a un lado y continúo calle abajo. Este mes las ventas de
los libros no han ido demasiado bien, pero voy a comprar pan, carne,
salsa de tomate y cocinaré algo delicioso para ella. Entro en un
Carrefour y cojo una barra de fuet español como si se hubiera
presentado allí Dios ante Moisés. Después agarro el cuello de
dos cervezas verdes polacas, pago y lo meto todo en una bolsa.
Después me viene a la mente el dichoso cable, que está en la mesita
de noche, junto al teléfono viejo y las pilas sin usar. Entonces me
digo que cocinaré algo delicioso. Me lo repito varias veces como un
mantra, porque es invierno, lunes, hace frío, pero podría ser
verano, y tendría otra excusa. Me lo repito porque quiero, porque
sólo importa el presente, porque hoy todavía nos quedan algunas
horas y un puñado de canciones favoritas por bailar.
November 20, 2015
Madre mía, el 24 está a la vuelta de la esquina y yo todavía...
Madre mía, el 24 está a la vuelta de la esquina y yo todavía así… ¿Habéis leído los primeros capítulos?
November 12, 2015
Hubiera sido peor
Hacía frío y él estaba orgulloso de lucir camisa blanca. Vagaba por las calles de un lugar apestado de coches caros, ciudadanos con abrigos de paño y bolsas con regalos, de alumbrado colorido y calzadas amplias. En busca de café y con periódico en mano, miraba por la ventana de los bares eligiendo el adecuado para entrar. Tras quince minutos de camino cuesta abajo y un viaje de bus, topó con un local de fachada roja y ventanas cuadradas. Entró, pidió un capuccino con poca nata y se sentó junto a la ventana. Entonces se imaginó a sí mismo un cuarto de hora antes observando desde el otro lado.
Tenía una cita en hora y media. No era su novia, ni su amiga, sólo una conocida, y aunque le resultaba lo suficientemente atractiva para acostarse con ella, asumió que no podría enamorarse jamás de esa persona. No era inseguridad sino vacío. Cada vez que tenía sexo con desconocidas, una mancha oscura devoraba trozo a trozo su hígado, mordía los pulmones hasta que sangraban y apuñalaba sus intestinos. El placer de follar era su dolor.
Sacó su teléfono del bolsillo y le mandó un mensaje con la dirección del sitio. Mientras esperaba, hacía garabatos en el periódico. Un rato después, ella empujaba la puerta.
Era delgada, castaña y no muy alta. Vestía un jersey ajustado que permitía ver el color de sus braguitas cuando caminaba y una bufanda con borlas que le ocultaba la boca.
Se dieron la mano y comenzaron a hablar. Ella estaba nerviosa y apoyaba su barbilla sobre las manos cuando él contaba una historia. A veces reía tímidamente y durante segundos. Conversaban acerca de libros y sobre carreras literarias que iban a ningún lugar. Entonces él se levantó, la cogió del brazo y huyeron corriendo del bar sin pagar. La adrenalina subía pese al frío de la calle. Y a toda velocidad, tropezaron con personas, cayeron, se levantaron y continuaron hasta que en la tercera calle se abalanzaron simultáneamente para juntar sus lenguas, introducir sus manos en los pantalones y acariciar los genitales con las yemas de los dedos.
Pero sus cuerpos se separaron y las manos volvieron a sentir el frío. Ambos se miraron sin comprender que había pasado, como si el instinto más animal de cada uno hubiera salido con una mirada. Él tenía las pupilas dilatadas y ella los mofletes colorados. Él le ofreció su mano y ella le abrazó. Ambos rompieron a reír.
Durante las siguientes horas escucharon discos en una vieja tienda del sur de la ciudad, compraron una hamburguesa en un puesto ambulante y discutieron sobre lo raro pero genial que estaba siendo todo.
Llegando a casa de él, cruzaron de la mano un paso de peatones. Ella notó que le faltaba algo y vio su monedero en el centro de la vía. Él sintió cómo perdía algo más que su cartera.
Ruidos, gritos y bocinas fueron suficientes para advertir. Un taxi impactaba frontalmente contra el cuerpo de la chica, disparándola contra un edificio como si fuera un dardo.
Todo el mundo corrió, el suelo estaba lleno de sangre y algunos vomitaron al ver cómo los intestinos salían del abdomen.
Él desde lo lejos, encendió un cigarro y respiró aliviado.
Follar hubiera sido peor para él.
Relato escrito el 1 de diciembre de 2010.
Hace cinco años, ya estaba mentalmente jodido.
November 11, 2015
Como hago una vez al mes para que no piensen que me he dado por...
Como hago una vez al mes para que no piensen que me he dado por vencido, que he levantado las manos del teclado, que he resignado a mi sueño… escribo un boletín a todos los que decidís seguirme.
Es increíble cuando respondéis, desde cada parte diferente del globo. Es alucinante y no puedo evitar cartearme con todos, haciéndolo más íntimo, más privado y único. ¿Para qué comprar mis libros por internet si después no puedes hablar conmigo? La distancia se iguala a cero.
En el último boletín, con un mensaje de vuelta, me he llevado una sorpresa y he conocido a este grupo, que lleva más carretera que yo (y más tablas). Se me han puesto los pelos de punta y no ha parado de sonar en el salón.
Tienen discos en Spotify y Bandcamp, pero si te gusta, cómpralo.
stringimilamanoenonlasciarlamai:
Leggendo Kerouac…
No vine aquí para hacer amigos pero sabes que siempre puedes...
No vine aquí para hacer amigos
pero sabes que siempre puedes contar conmigo.
Dicen de mí que soy un tanto animal,
pero en el fondo soy un sentimental.
November 8, 2015
Cuando tu libro cuesta como una porción de pizza

Foto tomada de seriouseats.com
Hace unos días vi esto en internet. ¿Te suena? Todos sabemos que es popular en Estados Unidos encontrar una porción de pizza a 1 dólar. La pizza es algo que gusta a todos (o a casi todos) pero siempre me ha sorprendido cómo por 1 dólar (1 euro en Telepizza a veces, o aquí en Varsovia, suele rondar los 6-8 PLN, que equivale a un euro o dos). Haciendo un poco de Google y buscando pizza a un dólar, di con un artículo en Wall Street Journal que mostraba la siguiente imagen:

Esto me llevó a la siguiente conclusión: la gente que vende pizza a un dólar, vende MUCHA PIZZA MARGHERITTA. Hay mucha gente que consume pizza a diario, pero la imagen muestra que el coste es mucho más alto. Todos sabéis que soy un fan de la pizza pero también de los libros, y que la carrera de escritor me ha llevado, en más de una ocasión, a comer pizza a deshoras.
Te preguntarás qué demonios tiene que ver la comida conmigo, y qué importa si la pizza es barata o no. Pues bien, tiene mucho que ver. Hay una historia detrás relacionada con algo que me ocurrió hace unos días. Como muchos escritores, vivo combinando un trabajo remunerado a jornada completa con mi trabajo de escritor, el cual desarrollo en horas libres y cuando la situación lo permite. Desde el principio me he declarado escritor independiente porque siempre fui así desde adolescente (gracias al punk y, después, a los mods) y por eso siempre tuve que ingeniármelas para salir adelante.
El invierno aprieta ya por aquí y hace falta ir abrigado y con energías para salir a la calle. Hace unos días, estaba en una tienda de música buscando algo de Coltrane para escuchar en casa. Había tenido un buen día y quería darme un homenaje. Por desgracia (aún no sé cómo), había olvidado la cartera en casa, con las tarjetas de crédito, el bono de transporte… todo. En mis bolsillos, un billete de 10 PLN (2,34 euros, más o menos), unos céntimos y las llaves de casa. Tampoco era una desgracia (a veces, me gusta salir sin teléfono), pero las tripas me apretaron y me vi en la tesitura de pensar qué iba a hacer.
Con la cabeza puesta en una de esas porciones de pizza calientes para llevar más que en Coltrane, encontré una recopilación tirada de precio, original con dos cedés, entre los discos de Miles Davis y Supertramp. Miré el precio: 11 PLN y conté las monedas y me llegaba.
—No me jodas, Pablo —me dije. Miré y busqué con tal de encontrar una segunda copia y esconderla. Sabía que si la dejaba, la perdería para siempre. Mi casa estaba lo suficientemente lejos como para volver, y posiblemente, me arrepentiría más tarde.
Tras unos segundos de lucha interna entre tripas y corazón, me di cuenta de que la pizza, al fin y al cabo, siempre estaría allí, pero aquel disco me daría momentos irremplazables para siempre. Era insultante que un disco costara DOS MALDITOS EUROS si se comparaba con Justin Bieber u otras estrellas del pop, que rondaban los 12 o incluso los 20 euros (como Led Zeppelin).
Traicioné a mi estómago pero no me importó demasiado y me llevé el disco de John Coltrane a casa. Cuando llegué, encendí el tocadiscos y puse el cedé, preparé algo de comer y me abrí una cerveza.

Poco después, las burbujas me hicieron reflexionar y me acordé de todos los libros y discos piratas que hay en internet cuando sus originales cuestan lo mismo que una porción de pizza. ¿Realmente la cultura es cara? No lo creo. Hoy, no lo es. Producir un libro, escribirlo, diseñarlo… Un proceso que cuesta horas y que, normalmente, no son remuneradas como las de alguien que trabaja en una oficina. Cuando alguien piratea a un autor o artista, está dándole a conocer, sí, pero también alejándole de su oportunidad de elegir entre Coltrane o la comida. Yendo un poco más lejos: por cada dos libros vendidos, tengo acceso a una porción de pizza.
Lectores con ganas de disfrutar hay muchos y aparatos digitales también. Todos leemos, no nos engañemos. La piratería continuará, porque es algo viejo que no cambia y que de algún modo, ayuda a promocionar o a probar primero. Sin embargo, si nos gusta alguien por su trabajo, hay que pagar para que siga haciéndolo, de lo contrario, buscará otra forma de ganarse la vida. Pagar como sea, ya sea comprando o enviándole un euro por PAYPAL, por transferencia bancaria o a través de un sobre. Siempre regalo libros, trabajos o incluso los vendo a precios bajos, y como yo, muchos otros, y aún hoy veo cómo se piratean.
Yo conocí a Coltrane gracias a internet, descargué sus discos con eMule y aunque posiblemente a él ya no le afecte, completo mi colección comprando los discos que me marcaron.