Pablo Poveda's Blog, page 60

May 8, 2016

Si te gustan mis libros, únete a este grupo

He creado un grupo de Goodreads para los lectores que no uséis Facebook u otras redes sociales y podamos hablar de otros libros, música y compartir ideas.

El enlace es este
https://www.goodreads.com/group/show/...

¡Os espero!
 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on May 08, 2016 05:13

May 5, 2016

Cantando victoria

Sentado en el interior del coche, el hombre de la radio hablaba sobre la tormenta que estaba por llegar. Frente a mí, una hilera de vehículos aparcados en paralelo y un paisaje desolador: asfalto, bólidos que pasaban como fotogramas de cine y fachadas manchadas. Abrí la guantera en busca de un disco cuando vi a aquel tipo por el espejo retrovisor del copiloto. Un hombre con gorra y cigarrillo pegado al labio inferior, daba ligeros pasos en línea recta. Lo seguí con la vista hasta que llegó a la esquina. El hombre de la radio seguía hablando de la tormenta que no todavía no llegaba. Loco, curioso y aburrido, arranqué el viejo escarabajo negro y me dispuse a seguir al hombre convertido en espía. Deduje que tendría unos cincuenta por su rostro, bastante deteriorado, y que, también, estaría en el paro, por su forma de vestir. ¿Alcohólico? No sé, tal vez, quién sabía. Me gané varios bocinazos ajenos cuando el susodicho apagó la colilla y se metió en un Tesco. Sigiloso, metí el coche en el aparcamiento y me metí en la tienda. Fue un momento extraño, pues me sentía orgulloso por haberle dado esquinazo, sin que se diera cuenta de que lo estaba siguiente. Entonces sonó el teléfono. Era ella, mi señora. La pantalla del teléfono retroiluminada, la vibración de los cojones. Me sentí fatal, por varios motivos, los cuales, no podía explicarle.
No contesté y me guardé el teléfono. Ya no estaba orgulloso por nada, sino todo lo contrario. Maldita sea, la llamada me había sacado del trance a porrazos.
Me preguntaba qué hacía allí, repetidas veces, si estaba loco o si aquello era normal. Comencé a hablar conmigo mismo.
Tranquilo, tranquilo, me decía a mí mismo, nadie sabe lo que estás haciendo.
Ni siquiera yo.
De nuevo, el hombre de la gorra se cruzó por delante de mí, de las barras de pan y los donuts. Después se detuvo y me giré rápidamente, fingiendo interés por una caja de barritas de pescado congelado. Con el corazón a mil, lo seguí, con bravura, porque estaba harto, quería saber qué hacía allí, que iba a comprar. Todos escondemos pequeños secretos en las cestas de la compra. Las cestas de la compra hablan por si solas: si somos pobres, borrachos, solteros, oficinistas; si vivimos con nuestros padres, solos o con nuestros abuelos; si tenemos perro, gato o un ratón; si nos importa el físico, si nos obsesiona, si nos da igual todo; si tenemos aptitudes culinarias o si quien la sujeta ha venido a robar.
En el mismo pasillo, podía ver su espalda, estaba todo bajo control, sólo tenía que actuar con calma. Estaba tan cerca de mi recompensa que la excitación derivó en descuido y un bote de pepinos cayó al suelo haciéndose añicos, llamando su atención.
Estaba acabado, me iba a descubrir.
Salí corriendo del supermercado, estaba lloviendo, la maldita tormenta había llegado y me acordé de cada uno de los familiares del locutor de la radio. Mal augurio, pensé. Calado, entré en el coche, humedeciendo la tapicería, arranqué y conduje hasta casa.
Por el espejo retrovisor vi al tipo, sonriendo, victorioso, con una bolsa de plástico opaca que me impidió ver su contenido.
—Has salido victorioso, cabronazo —dije en voz —. La próxima vez no tendrás tanta suerte.
Entré en el rellano, llamé al ascensor y una vecina hizo un comentario jocoso y poco apropiado sobre el temporal.
Al abrir la puerta del apartamento, mi amada estaba viendo la tele, malhumorada por no contestar a sus llamadas.
—No te lo vas a creer —dije y arranqué una sarta de mentiras encadenadas, una tras otra, que ni yo mismo creí —: El caso es que el de la radio se ha puesto a hablar, la tormenta ha llegado, el teléfono pierde señal y mira. Como una sopa.
No tragó, no.
Avergonzado, fui a la ventana, silencioso y miré al patio. Vaya, vaya, a quién se le ocurre, pensé, no tiene ni pies ni cabeza.
Y de pronto, la tormenta dio paso a un sol primaveral y allí estaba él, con su cigarro pegado al labio inferior, las manos agarradas por detrás, mirando hacia arriba, cantando victoria.

 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on May 05, 2016 04:07

May 1, 2016

Cómo escribir, editar, diseñar y publicar tu libro desde un tablet

La tecnología lo está cambiando todo. Pasamos de la máquina de escribir al ordenador de sobremesa, después al portátil y ahora, podemos, hacer todo nuestro trabajo en una tableta (incluso en un teléfono).
De una forma simple y rápida, voy a explicar cómo podemos escribir, editar y publicar nuestro libro digital (ya sea en Amazon o cualquier otra plataforma) sin gastar un céntimo y de una forma sencilla.

La escritura

La idea de escribir en una tableta puede parecer confusa. No obstante, no lo es. Partimos de que no es un ordenador y, por tanto, tiene sus limitaciones. Sin embargo, para la tarea de escribir, tampoco necesitamos demasiado. En mi caso, poseo una tableta Acer Iconia One 10 que compré junto a un teclado bluetooth 1byone que es una maldita pasada. Si vamos a comprar uno, recomiendo este teclado por su calidad-precio.
Una vez preparados, podemos descargar la aplicacación Google Docs que es gratuita y empezar a escribir. Si deseamos usar una plantilla, podemos añadir ésta que ofrecen en Zbooks como base, o simplemente escribir nuestro libro recordando lo siguiente:
Escribir un índice de los capítulos, enlazando a sus páginas. Es importante poner los títulos en formato “Título” (donde nos aparece la opción “Texto normal”, hacemos clic y lo seleccionamos) para que Google Docs lo reconozca y genere el esquema.
Dar formato a las páginas (es obvio, pero hay que recordarlo) y recordar los saltos de página entre capítulos.
Exportar el documento en formato .docx

Google Docs y el formato ePub
Aunque existe la opción de guardarlo, hasta el momento, no he encontrado resultados satisfactorios. Así pues, no recomiendo que lo hagáis por el momento, aunque, en el futuro, espero que podamos saltar los pasos que vienen a continuación.

Conversión de formato
Una vez terminado y corregido nuestro manuscrito, debemos descargar una aplicación que nos convierta el libro a formato ePub. En Google Play hay muchas aplicaciones gratuitas y una de ellas puede ser Ebooks & Documents Converter. Lo ideal sería usar Calibre, ya que nos da más opciones a la hora de convertir el archivo, pero vamos a contar con que no podemos acceder a un ordenador.
Una vez convertido nuestro libro, debemos comprobar que todo está en orden y probarlo en lectores de ebooks. Podemos usar FBReader, Aldiko o iBooks.

Diseño de portada
Hemos terminado el libro, pero no tenemos portada ni diseñador que nos la haga. No importa, estamos de suerte.

Canva es una web para diseñadores que cuenta con infinidad de plantillas y diseños preparados por si estamos escasos de ideas. Lo mejor de todo es que es GRATIS. Así que iremos a su web, nos registraremos y seleccionaremos la opción Template → Ebook Cover o Kindle Cover. Las imágenes que usemos deben ser libre de derechos (o debemos pagar por ellas). Para los diseños, recomiendo utilizar bancos de imágenes libres de derechos.
Hay páginas que nos serán muy útiles y es muy simple teclear en Google. Aportaré mi granito con dos de mis favoritas: Unsplash y AllthefreeStock.
Una vez terminada, le damos a la opción Exportar y en formato JPG.


Toque final
Una vez diseñada la portada y terminado nuestro libro digital, tan sólo debemos ir a KDP Amazon, registrarnos y subir nuestro libro, o utilizar otras plataformas de publicación como Smashwords o Draft2digital.
Sobre las dos últimas, recomiendo echar un ojo a las cláusulas y tener en cuenta que funcionan bajo la regulación americana, es decir: pagaremos un porrón de tasas si no hacemos la tramitación necesaria si no declaramos que somos de otro país.

Conclusión

Aunque las opciones son limitadas, aquí demuestro que podemos empezar de cero y terminar un libro sin la necesidad de un ordenador. El resultado será profesional y si somos un poco manitas, mucho mejor que muchos de los libros que podemos encontrar en la red.
Cualquier duda, no dudéis en comentar. Si os ha gustado, animo a compartir.

 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on May 01, 2016 01:29

April 30, 2016

La chica de las canciones

La gente habla demasiado sobre la vida cuando podría resumirse en una canción de punk rock. Tres acordes, una melodía sencilla sin demasiada elaboración y decir algo rápido y sencillo, no importa cómo. Simplemente hacerlo, vivir. Desde la escuela aprendemos a desperdiciar los días pensando en un futuro que no existe mientras nos dejamos llevar por un pasado que nos marca el camino. La adolescencia es el período más sensible de cualquier persona, donde las virtudes y los defectos de cada uno pueden marcar un antes y un después. Durante una época de mi vida decidí formar parte de una escena que emergía lentamente a través del punk rock. Un modo de buscar el éxito y vivir de lo que realmente amaba. Durante una época de mi vida fui aquel que aparecía en las televisiones, en las entrevistas de los dominicales; aquel a quien se admiraba bajo el escenario o con quien algunas chicas deseaban tener sexo al final de la noche. Alguien con encanto y la llave necesaria para abrir una puerta al largo y estrecho túnel de los que saborean el éxito; el camino más dulce de toda estrella del rock. Durante una época de mi vida logré ser real. 

Capítulo UnoRock ‘n’ Roll High School

Olía a bocadillos de tomate, atún en conserva. Por entonces, más de la mitad de los tíos de la clase ya bebíamos cerveza, aunque no nos gustara su sabor. La escuela secundaria es uno de esos limbos que deciden el porvenir de tu vida sin darte cuenta cómo ni cuándo. En aquellos días, lamentablemente, el resto de mi historia estaba más que resuelta.

Sentados en un banco de madera esperando a que sonara la campana del recreo, algunas chicas desayunaban bollería en un extremo de la pista de baloncesto mientras otras miraban con recelo para mantener su delgadez.

El tiempo les pasaría factura.

A todas.

La envidia es pasajera. Las mujeres con el tiempo enferman entre ellas, sufren histeria y dedican frente al espejo más tiempo que a su familia para que después, algún idiota las destroce emocionalmente con dos frases. Eso es lo que aprendí de mi hermana.  

Los días eran un completo aburrimiento, cumpliendo horarios marcados por un grupo de profesores que no les importaba el final de nuestras carreras, sufriendo el miedo de ser penalizados por no terminar el trabajo en casa.

Si he de ser sincero, nuestra relación era equilibrada.

Nos importaba una mierda.

Aunque muchos de los que estudiaban conmigo tenían su pase para acabar en centros de rehabilitación, era difícil comprender cómo los demás aceptaban las reglas que nos imponía una panda de docentes con carreras de tres años. Lamentablemente, mi experiencia me avaló durante años como el exponente del servilismo, la sumisión y la ausencia de agallas.

Mi padre era un completo cabrón, uno de los auténticos. No era necesario saber mucho de él cuando alguien lo escuchaba hablando por teléfono. Un depredador grandote y con ojos azules, capaz de hacerle la vida imposible a todo el que le llevara la contraria. Algunos decían que en el fondo no era más que un tipo con gran corazón preocupado por el bienestar de su familia. Para mí no era más que un desgraciado, aunque no dejaba de ser mi padre.

Mi hermano Ismael se había convertido en su mano derecha después de terminar la carrera de Derecho y formar parte del bufete que regentaba. El siguiente era yo.

Con mi hermana fue distinto, era su hija, y al menos tuvo alternativa para largarse a Londres, estudiar inglés y no regresar jamás. Aún recuerdo la noche en que se marchó. Helia vino hasta mi habitación y me despertó. Estaba oscuro, yo tenía siete años y ninguna idea sobre lo que ocurría. Me dio un beso en la frente y desapareció por la puerta. Ahora es cirujana y vive felizmente casada con Mark, un inglesito de Nottingham con aspecto de hooligan.

Con carácter autoritario, mi padre era el tipo de hombre que solía dar consejos. Desde la niñez, todo lo que salía por su boca era lo correcto, y mi madre, una mujer dócil y humilde, no tenía más opción que apoyarle. Por tanto, así era yo, parte de la escoria adolescente que vivía con el miedo de defraudar a su familia conservadora.

Aquella mañana sentados en el banco, Álex me hablaba sobre un concierto de Bad Religion que había descargado en internet. Hablar de música era interesante. La gente normal dedicaba las tardes a hacer skate o fumar en la parte trasera de las puertas de los institutos. No teníamos motocicleta ni nivel para competir con los mayores que sí y se llevaban de calle a las chicas de nuestra clase. Nuestras semanas se centraban en el contrabando de discos que encontrábamos por la red o comprábamos en las revistas.

Descubrimos el punk rock algunos meses antes.

Alucinábamos con que hubiese gente con historias peores que las nuestras y el coraje suficiente para gritar lo que pensaba y vivir de ello. Al menos, eso es lo que leíamos en las revistas.

Con el tiempo descubrí que todo era mentira.

Las revistas musicales desvirtualizan nuestra realidad, y ya no importaba si la banda era buena o el último disco de Green Day sonaba como el cielo. El crítico musical nos ponía en contra logrando que no comprásemos los discos que no le gustaban. La vida del músico era algo lejano a lo que aspirar. Ideal pero lejana. No sabíamos tocar. Todo se reducía a las tardes en casa de Álex buscando algo nuevo que escuchar y algunas pegatinas hechas por nosotros mismos con los logotipos de The Ramones o The Beach Boys.

—Me duele que las tías como nosotros no existan —dijo Álex al ver pasar a un grupo de adolescentes con falda y polos blancos en los que se comenzaban a marcar las rayas de los sujetadores.

—Sí que existen, pero no aquí —dije y señalé al grupo de chicas que comían bollos.

—Ya. Es una mierda.

—Peor sería escuchar Pantera —dije.

—Definitivamente.

—En unos años todo se habrá acabado, ¿no crees? —dije—. Disfrutemos del momento hasta que tengamos una novia de verdad.

—¿Disfrutar de qué?

—De esto, ya sabes.

—Somos adolescentes, tío. Deberíamos ir con chicas —dijo Álex resignado.

—Encontraremos la forma.

—No lo tomes como algo personal. Sólo quiero follar.

La campana sonó desde lo alto de un edificio y todos los estudiantes caminaron de vuelta como un pequeño rebaño de ovejas cercadas por su amo. Quizá era el mejor momento del día, encontrarse con caras nuevas o con esas chicas de otros cursos con las que nunca coincidíamos por diferencias de horario. Chicas bonitas con uniforme que miraban sus teléfonos y escribían mensajes de texto a otros que no éramos nosotros.

Habría hecho cualquier cosa por tener sus direcciones de e-mail. Aquellos días mi testosterona se acumulaba en lo más hondo y sólo podía imaginarme besándolas en la boca, desnudas, lamiendo sus bajos.

Subiendo las escaleras tropecé torpemente con una de las chicas que estudiaba en otra clase.

No me había fijado en ella antes.

Era morena con el pelo de color de la regaliz, delgada, larga melena lacia y una delantera terrible que desviaba mi atención de su mirada.

—Lo siento —dije frente a ella.

La joven sonrió sin contestar y alguien la llamó por su nombre.

Cuando Álex y yo llegamos a la segunda planta, cogió mi hombro y me miró a los ojos.

—Joder, Darío. Vaya tía.

—Se llama Cristal.

—¿La conoces?

—No, en realidad.

—Deberías decirle algo —dijo Álex altivo y seguro de sí mismo, tanto que hubiese deseado oler un poco de esa seguridad para conocer su textura.

Hablar con desconocidas, acercarte hasta ellas. Vomitar breves palabras mientras tu cuerpo, nervioso, cruza la línea del pudor y recibe un gancho en la boca del estómago con forma de negativa.

Preferí mantenerme al margen.

Antes de entrar a clase, giré la cabeza, observé de nuevo al fondo del pasillo y mantuve la atención en las escaleras que bajaban hasta la primera planta. Por un instante, pensé en aquella chica, su figura viniendo hacia mí. Una nebulosa idealista que pronto se desvanecería al darme de bruces contra la puerta del aula.

Consigue la obra completa aquí por 0.99$

 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on April 30, 2016 01:27

April 24, 2016

Carta a mi yo del futuro

Carta a mi yo del futuro: ¿Cómo he llegado hasta aquí?

Me hago la pregunta constantemente.

¿Cómo he llegado hasta aquí?

Estoy seguro que tú también te has preguntado esto alguna vez.

Hace diez años, me encontraba dando guitarrazos, grabando canciones, formando una banda de punk-rock, saliendo en furgoneta, grabando discos, dejándolo todo. Loco por un sueño adolescente que se fue mermando con los quehaceres de la madurez, los códigos morales del entorno y la falta de interés. Por un tiempo, quise ser una estrella del rock como Ramones o The Jam, vivir de mis canciones y llevar chupas de cuero, porque si ellos lo habían logrado, yo también podía.

Hace cinco años, escribí mi primera novela y me di cuenta de que la música había sido una escuela introductoria a la literatura. Siempre había leído, pero esta vez fue diferente. Acompañado de un disco quemado de Coltrane, comencé a escribir como un loco, me enamoré de la prosa de otros, dejé de dormir para leer más y más, y después escribir, copiar, hasta que me di cuenta de que lo mío siempre había sido ser escritor.

Hace tres años, me encontraba viviendo en otro país, tras haber dejado un trabajo que no me convencía, una vida previa y un montón de dudas sin aclarar. Lo hice por una convicción, que era la de escribir y que, hasta hoy, ha seguido siendo la misma.

Sin embargo, en estos cuatro años, he visto cómo también ha cambiado la relación entre internet y los creadores.

¿Cómo he llegado hasta aquí?

La posibilidad de autopublicarse no es nueva, de hecho, siempre existió, considerada como una vergüenza por parte del autor. No había nada más triste, pues significaba que nadie quería arriesgar su dinero por ti.

En la música, por el contrario, siempre nos pareció distinto.

La mayoría de las bandas de punk editaban sus discos. Teníamos un público reducido y las compañías poco iban a apostar por una panda de pringaos que vestían camisetas de rayas y hablaban de chicas y surf. No era discutible. Los que tenían suerte, aprovechaban las campañas de H&M y los revival ochenteros para subirse a la ola y meter un gol con alguna de sus canciones, pero la mayoría, no salíamos de discográficas pequeñas. Por tanto, para vivir de ello, tenías que trabajar tus relaciones con el público, con quien te apoyaba, con las tiendas de música y con quien realmente iba a tus conciertos.

Con la llegada de los libros digitales y los autores que publican en la red (en los que me incluyo), ganar dinero sin pasar por la industria, era posible. Cuatro años más tarde, cualquier fulano puede hacerlo, de hecho, muchos lo han hecho. Tú también puedes.

Yo todavía no, pero estoy en ello.

No obstante, en ocasiones me encuentro en un corral de gallos cacareando su libro, disparando sin discreción y lo peor de todo: haciendo lo mismo de siempre.

Considero mágico que haya gente que reciba ganancias por sus trabajos sin intermediarios, independientemente de que me gusten o no. Cada autor tiene su motivo, público y derecho: el mío es el orgullo y la escasa tolerancia a que me digan lo que tengo que hacer. Por eso formamos una banda de punk.

Por eso sigo creyendo en esto.

A veces, si me dejo llevar demasiado, dejo de creer en lo mío para mirar con ojos mercadotécnicos, que ni siquiera tengo. En lugar de personas, veo estrellas, reseñas, suscriptores y precios. Ah, y envidia.

Es una realidad triste, pero existente. Twitter nos hace creer ser la jodida voz cantante; la estrella del barrio, el listo de turno.

¿Cómo he llegado hasta aquí?

Todavía recuerdo cuando nos miraban con recelo cuando íbamos por la calle, con las chapas y las zapatillas de lona. Hacíamos canciones, ensayábamos y salíamos a tocar, sin importarnos qué opinaran de nosotros, dando lo mejor que teníamos, esperando que viniera alguien y nos comprase un cedé. Toca era eso, sentir la adrenalina del escenario durante cuarenta minutos. Después te bajabas y no volvías a ser don Nadie.

Con el tiempo, vinieron las entrevistas, las portadas en los diarios, los vídeos en televisión…

Sin comerlo ni beberlo, caí en la trampa de creerme el establishment sin tener a nadie alrededor, y acabar pareciéndome al viejo que toca el acordeón a cambio de unas monedas y al que todos ignoran con lástima.

Una actitud punk es coger el maldito acordeón, buscar a otros dos músicos y montar una banda, y llamar a tus amigos, y entonces, quizá, alguien empiece a hacerte caso cuando crea que se está perdiendo algo.

¿Cómo he llegado hasta aquí?

Ser escritor, para algunos es un oficio como otro cualquiera, y para otros, un maleficio, una pose, una etiqueta… Para mí, dramas fuera, una forma de expresión única y placentera que requiere disciplina, práctica, aprendizaje y constancia. Es mi jodida vida. Dentro de esta crisis falta de valores y pureza, una crisis industrial de impotencia, de artículos de superación personal y métodos para hacernos millonarios mientras espantamos moscas con el rabo, es importante recordar que estamos en esto porque queremos, porque nadie nos ha invitado, que nadie nos debe nada y que el fracaso, siempre depende de cómo lo veamos, porque así será cómo lo entenderá nuestro entorno.

Es más fácil vender cafeteras, dijo mi abuelo.

¿Cómo he llegado hasta aquí?

Cada vez que escribo, me recreo como hacía diez años atrás: primero lo que hago, después ensayo y ensayo (edito) y finalmente me armo de valor y paciencia, tocando para quien venga a verme. Cada vez que escribo un libro, me pregunto cuántas salas voy a llenar. Cada vez que escribo un libro, tiemblo y me emborracho, me emborracho de gracia divina, de placer, de odio, de sentimientos que nadie puede entender más que yo, y después se van, dejándolos marchar, abandonándome a ellos, a la nada, sintiéndome vacío una vez más, saliendo a la calle para ser ese don Nadie que tanto odio.

Hace años me tatué una frase de Kerouac que decía: “Estoy escribiendo este libro porque todos vamos a morir.”

Entonces tenía sentido.

Hoy todavía lo tiene.

El secreto de mi éxito es no hacerlo por dinero. Tan fácil de entender, tan difícil de aceptar.

No importa lo que hagas, si haces lo que realmente quieres; si lo haces con pasión y desde el corazón, pero una cosa ten clara: has de ser constante, contigo, con ello. Internet nos da la posibilidad de llegar a quien nos necesita. No te dejes engañar por falsas fórmulas de Tupperware moderno. Sigue tu camino, sé lo más punk que puedas, pero sobre todo, disfruta, pensando en los que vendrán, en los que se quedarán, y en lo que sentirás.

Fracaso y éxito, no son más que dos palabras, con su forma, longitud y significado, como muchas otras.

Sigo sin saber cómo he llegado hasta aquí, aunque tengo claro el por qué.

Ahora, si te ha gustado, ven a mi fiesta, hay cerveza para todos. Acompáñame en este viaje, descárgate mi primera novela aquí.

 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on April 24, 2016 04:30

April 23, 2016

¿Cómo he llegado hasta aquí?

He escrito un artículo en Medium que todos deberían leer.

Enlace

Hasta el domingo, mis libros estarán en súper-oferta. Todos aquí

 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on April 23, 2016 04:04

April 20, 2016

Nuevo libro en preventa

Estos meses son un no parar. Estoy leyendo, corrigiendo, publicando, trabajando… A veces me siento como un ratón en una rueda, pero es una mera sensación. Prefiero creerlo así.

He publicado El Aprendiz (la segunda parte de El Profesor) en preventa. Lo puedes encargar hoy (y más barato) y recibirlo automáticamente cuando salga.

Para saber más, si todavía no estás en la lista de correo, te recomiendo que lo hagas ya (estoy enviando extractos del libro y otras perogrulladas).

León vuelve a Varsovia tras estar diez años encerrado. Quiere vengarse de todos y nadie lo podrá parar. Sin embargo, en una década, el mundo ha cambiado demasiado (no hay más que mirar el nuestro).

Si no sabes de qué hablo, lee El Profesor, todavía gratis y únete a la lista.

Si te gusta la ciencia ficción, también puedes leer los 10 episodios de Tiempo Cero, publicados en Medium.

 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on April 20, 2016 13:14

April 15, 2016

Quiérete

Le dije que se calmara, que todo terminaría bien, pero ella no hacía caso, no, ella no hacía caso, así que la dejé que se largara, que saliera del autobús. Oye, chica, a dónde crees que vas así, pensé, con una chupa de cuero ajustada, vestida como el resto, sufriendo el frío de la mañana en tus huesos, creyendo ser otra Madonna de barrio, con estudios en la universidad y la cabeza desbaratada. Yo llegué antes, hace ya tres años que vivo aquí, pensé, sé cómo funcionan las cosas y las chicas como tú y, aunque no me creas, también me creí ser Joe Strummer hasta que un día me crucé con el Joe Strummer de verdad y me dijo que qué coño hacía vistiendo como él. Oye, chica, déjalo estar, quiérelo, cálmate y lee algún libro bonito en el sofá de la casa de tus padres, mientras tu madre calienta los pierogi, porque pronto te hartarás de vivir en esa habitación de tres metros cuadrados junto a tu amiga, porque pronto dejará de ser tu amiga y la odiarás en el momento que una de las dos empiece a salir con un chico. La amistad es tan efímera como el dinero en la caja del supermercado, chica, va de mano en mano y nunca termina en la tuya. No te ilusiones, ponte algo de abrigo, esto no es California, ni puedes comprar yerba en la esquina de tu barrio. No. Esto es Varsovia, tú no eres de aquí, ni yo tampoco. Sientes el estrés del trabajo en tus huesos y el olor a col hervida del restaurante ucraniano ya ha atravesado tu abrigo. En ese restaurante mataron a dos amantes. Oye, chica, a mí no me gusta dar consejos, pero te voy a dar uno, abrígate y no te preocupes, yo lo sé, ya lo he vivido, y todo lo que hagas o dejes de hacer, no servirá de nada, no dejarás huella, ni una maldita mancha en tu CV, siempre y cuando no mates a alguien o robes un banco, pero tú no vas a robar nada, ni a nadie, ni yo tampoco, ni el tipo que se ha sentado a mi lado desde que te has ido y todavía disfruta tu rastro. Todos hemos ido a la universidad, porque la universidad es el lugar de los sueños rotos de nuestra generación, porque todos nos dijeron para que servía pero nadie nos advirtió para qué no. Oye, chica, pensé, déjalo estar, quiérelo, quiérete y abraza a quien te cuide y te hable con respeto, porque aquí todos somos iguales, todos venimos del mismo sitio, porque tienes frío bajo esa chupa de cuero barata y porque pronto aprenderás que en esta vida no importa el cuándo, ni el dónde, ni el cómo ni el por qué, sino el qué y con quién.

 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on April 15, 2016 01:30

April 11, 2016

No eres especial

Entre cuatro caminos, así te encuentras, de sobra sabiendo a dónde te llevan. Una maleta, estaciones de trenes, gente con prisa y tipos que huelen peor de lo que jamás habrías imaginado. Das un vistazo y te das cuenta de que ningún tiempo pasado o futuro fue o será mejor, quizá mañana, quizá ayer, y te olvidas del hoy, de nuevo, has vuelto a volar.

Soy la voz de ultratumba de los tubos de escape de los autobuses. Me pierdo en la noche, abrazado por el frío, las burbujas y un par de caderas calientes. Pregunto a los tubos de neón si alguna vez dejaron de brillar, y me responden que no, que estaban allí antes de que yo llegara, que siempre estuvieron allí, y que siempre estarán. La ciudad se convierte en un embudo dimensional que se estira y se encoge, en base a los sentimientos de los viandantes, del latir de sus corazones. Me gusta lo que veo, pero me gusta más lo que no veo, y deslizo una tiza imaginaria que marca límites entre la persona que hay a mi lado y el mar, que no se ve desde aquí, pero que sé que existe. Puede ser fe, tal vez sea un testarudo.

Me importa poco que se caigan los libros de las estanterías, los libros que nadie ha leído, me importa bien poco que se caigan los objetos de decoración, los discos sin rayar y esa colección de vacío que el otro siente porque no encuentra su misión mientras se deprime viendo la vida de otros, como quien mira por la ventanilla de un tren. Hubo un tiempo en el que la gente cantaba, y escuchar rock era la revolución. Han empezado una nueva temporada en nuestra serie preferida, pero se han olvidado de ti, pero no hay por qué preocuparse, siempre hay una luz, un camino, un libro de autoayuda, otra ciudad, otro país, otra lengua que no sea la tuya; volver a empezar, a ser otra persona, tener una nueva identidad. Quieres ser una estrella del rock y no te ha salido bien, pero no tires la toalla tan rápido, todo es mentira, excepto las veces que despiertas, y las que duermes, y con quien te acuestas, aunque esto último, también puede no ser verdad.

 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on April 11, 2016 06:20

March 27, 2016

El futuro

Tiempo Cero es una novela distópica, minimalista y digital nacida en internet y libre de copyright. Puedes leer los capítulos en la plataforma Medium o en esta web. Publicaré dos episodios semanales. 

Ambientada en un futuro no lejano donde la superpoblación ha creado escasez de recursos, los habitantes de la Tierra viven conectados a un reloj centrar que mantiene el equilibrio y abastece a todos. Trabajo, orden y puntualidad. Aldo, un oficinista común, se verá en problemas cuando un pequeño retraso, cambie su vida para siempre.

Los dos primeros episodios los puedes leer en este enlace.

Es un proyecto que llevo entre manos desde hace tiempo y que quería publicar abiertamente, dándole vida al lugar que pertenece: la red. Escribí el grueso de la novela hace un año, corrompido por un mundo tecnológico que no hemos sabido utilizar. Mi intención es que el lector se sumerja en la historia así como reflexione sobre el presente que vivimos. Animo a todos a dejar vuestras observaciones en los comentarios.

 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on March 27, 2016 02:09