Pablo Poveda's Blog, page 41
July 19, 2018
Verano

Digamos que se podrían llamar vacaciones. No lo sé, tampoco importa.
Abandoné la playa huyendo de bañistas, de barcos, música y chiringuitos con manteles de papel.
Deserté sin complejos hacia el secano, lo árido y la calma, con la sensación de haber dejado el trabajo bien hecho y con la reafirmación de que tengo un gran número de personas maravillas apoyándome, en diferentes lugares del mundo, leyéndome y empujándome a lo más alto.
Estoy tan agradecido que sigo asimilándolo.
Creer que todo lo que sucede es por ti, es caer en un grave error.
Desde hace unas semanas, estoy alejado de mi entorno, recluido en el interior de la provincia.
Decidí tomar unos días para reflexionar, hacer balance del año y disfrutar de la resaca del último lanzamiento.
Hace tiempo que voy en busca de algo que desconozco dónde se encuentra. Estar cerca de la naturaleza, del silencio, me ayuda a pensar con claridad, a visualizar lo siguiente, a leer en calma y a disfrutar de pequeños placeres como el del atardecer.
Al mismo tiempo, siento que algo me lleva a reconectar con mis raíces, con el lugar del que procedo, para así entender qué soy -más que quién- y de qué pasta estoy hecha.
Emocionantes retos están por llegar mientras tengo una sensación extraña sobre el año que está pasando.
Ayer visite el pueblo en el que había dejado cientos de recuerdos. Las calles estaban vacías, el entorno era hermoso y entendí que, en algunos lugares, la vida funciona a otra velocidad.
Una vida que, en ocasiones, nos olvidamos que existe.
Quizá, lo más difícil de todo, sea que todavía no hemos aprendido a parar el reloj.
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July 12, 2018
Forjar

Salgo de la casa y el sol no se ha despertado. A lo lejos, en la carretera, veo a un tractor que sube la cuesta.
En la ciudad pensaba que era el único que madrugaba. Aquí las reglas cambian.
Ayer salió a la venta un nuevo libro. No quepo en mí de alegría, satisfacción y emoción al conocer a toda la gente que está detrás de él, empujándolo, moviéndolo sin cese.
Hace un año, regresaba a España y publicaba un nuevo libro. Otra historia de Caballero.
Podría pensar que estoy en el mismo sitio, pero no es así. Algo ha cambiado. Siempre sucede, aunque el cambio sea inapreciable a los ojos.
Puede que, a lo largo del año, no todo haya sucedido como esperaba; que haya tenido que digerir momentos a los que no me apetecía enfrentarme. Tal vez, mi visión fuese tan clara o mis expectativas fuesen otras, a pesar de que no esperaba nada.
Sin embargo, pese a que siga ocupando el mismo cuerpo, me siento más fuerte, más arropado que nunca, aunque el entorno no me acompañe y el ruido no sea más que eso, ruido.
Sentirme un incomprendido a lo largo de los años me ha ayudado a forjar una templanza mental inquebrantable, incluso en las situaciones más duras.
En esta vida, mientras buscas el camino, muchas personas querrán darte su opinión de cómo funcionan las cosas, la vida o el sistema en el que vivimos, aunque no se la pidas.
Te dirán lo que está bien y lo que no, bajo su modo de entender la realidad y buscarán la forma de neutralizarte, conscientemente o sin notarlo, siempre que les lleves la contraria.
Lo más fácil siempre resulta dejarse arrastrar por la marea.
El conflicto aparece cuando ya tienes forjada una realidad que es diferente a la suya.
Por tanto, controla tu energía y no la malgastes en conversaciones que no te aportan nada, en actividades nocivas y en poner la atención donde no debes.
Cada pensamiento, cada acción, es un paso que das. De nada sirve terminar agotado y en un lugar desconocido.
En lugar de concentrarte en lo negativo, hazte un plan y ve a por él. Olvida menospreciar a otras personas por lo que digan sobre ti, pues si ya sabes que son mediocres, no necesitas reafirmarte. Ellos pensarán que tú también lo eres, ¿y qué? No tienes que justificar nada.
Sé paciente y actúa en silencio. Hablar de más te dejará sin energías.
Apóyate en aquellos con quienes sumas, no con quienes te hacen restar. Una sonrisa, una buena conversación sin prejuicios. Aprende de otras personas y absorbe.
Aboga por la honestidad. Es mejor decir la verdad una vez que mentir y justificarse de por vida. Todos vamos en busca de la verdad.
Yo he tardado años en aceptarlo, pero no me importa reconocerlo. Sé cómo soy, lo que quiero ser y no existe una razón para no conseguirlo.
No quiero un trabajo de oficina ni una vida convencional.
No me interesa ganarme los aplausos de quienes nunca se han interesado por mí.
Ni tampoco ser el otro, ése a quien la suerte persigue y está en boca de las comidas familiares.
Al carajo con todo eso.
La última intención en esta vida es la de demostrarle nada al mundo si no eres capaz de demostrártelo primero.
Respétate, forja tu realidad y acepta quién eres. Traza un plan, ajusta tu interior y no te preocupes demasiado por lo que venga de fuera. Hagas lo que hagas, más te vale tener la cabeza y el espíritu bien alineados porque ningún camino será fácil.
Nos vemos en la línea de meta.
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July 11, 2018
El Doble
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Ha salido a la venta EL DOBLE, mi última novela y con la que concurso en el certamen literario de Amazon. Después de un año, tras mi regreso a la Costa Blanca, esta novela ha sido como un reencuentro con la vida, la del ayer y la del hoy.
Caballero y su mundo, el mío, el de todos los que me leéis. Más suspense, más acción, más intriga.
Por tanto, si me queréis ayudar para que la novela llegue bien lejos y que el nombre de Caballero suene en cada rincón, haceos con una copia durante este mes de julio.
Sólo eso.
Está disponible tanto en digital como en papel.
Gracias por haberme traído hasta aquí.
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July 4, 2018
Clases

No me gusta hablar de vacaciones, ni tampoco de trabajo, pues creo que cada uno tiene lo que quiere.
Los descansos son necesarios, inspiradores, pero hace tiempo que no tengo eso que muchos llaman vacaciones.
Los días vienen, los proyectos continúan y uno nunca llega a desconectar del todo, de darle vueltas a ideas que se cruzan por mi camino, a reflexionar sobre párrafos que algún día escribiré, a tomar notas en las servilletas de los bares.
Porque la vida es parte de las historias que escribo.
Me gusta vivir y trabajar forma parte de ello. Me gusta aislarme, quedarme solo con mis pensamientos, poner el teléfono en modo avión, tirar del cable de red, emborracharme en la penumbra y conducir por una larga carretera sin conocer mi destino.
Hace unos días caminaba por Madrid, de Serrano a Fuencarral, de la Gran Vía a Jorge Juan.
La amalgama de personas, de vidas, de formas de pensar, era tan extensa que me sobrepasó.
Había olvidado lo que era caminar por una ciudad grande, sientiendo la inmensidad con cada paso, olvidando que todo eso existe cuando te quedas a vivir allí.
Pero, también había olvidado otro lado, el presente en el que vivimos, la era de los momentos instagram, de la hiperconexión, de mirar la puntuación del bar en Tripadvisor antes de entrar en él.
Un momento en el que la opinión de cualquiera vale más que el criterio propio.
Regresé en el tren de alta velocidad escuchando cómo España perdía ante Rusia por la radio, rodeado de iPads y de teléfonos de mil euros.
Después me subí en un cercanías con destino a mi ciudad, acompañado de domingueros con sombrillas mientras reflexionaba en lo mucho que nos parecemos a las hormigas.
Por eso, sin importar a dónde vayas y lo que cargues en tu bolsillo, no nos queda otra que sobrevivir.
Por tanto, más vale disfrutar con lo que hagamos, dejando a un lado lo que piense el vecino, evitando que los días se acumulen en la memoria como esas fotos que nunca volvemos a ver.
Reconocer los pequeños momentos, saborearlos como si fuera la última canción del disco o el último bombón de la caja.
Vivir que, a fin de cuentas, para eso estamos aquí.
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June 28, 2018
Influyente

El verano ha llegado para quedarse en Europa mientras al otro lado del charco se hielan de frío.
Por las mañanas, antes de que salga el sol, veo a más gente haciendo deporte en un día que durante el resto del año.
Vivir a orillas de la playa te hace olvidarte de eso, de los turistas ocasionales, de que el año tiene dos meses en los que todo vale, la ropa es escasa, el calor aprieta con furia y todos quieren lucir perfectos.
Y, mientras tanto, sin darme cuenta, yo he ido construyendo una historia, navegando contra viento y marea, ajeno a los sucesos, al espectáculo de Maradona, a las sorpresas del Mundial.
Cuando salgo a pasear con el perro, el cielo toma un color violeta que todo el mundo quiere fotografiar con sus teléfonos móviles. Una y otra vez, la escena se repite, buscando la foto perfecta, la pose ideal para atraer más corazoncitos a la cuenta de Instagram.
Todos quieren compartir sus retiros vacacionales perfectos, las cervecitas bajo la sombrilla, los desayunos bajos en calorías y las botellas de vino blanco.
Nadie puede esperar a contarlo cuando regrese de vacaciones por miedo a que ya no interese.
La realidad ficticia e instantánea a la que vivimos sometidos es tan confusa como un oasis de felicidad.
Finge hasta que te conviertas en ello. Y todos nos convertimos en falsas estrellas sin brillo.
Sin embargo, la vida me ha contado otra cosa, que los procesos son lentos, imperfectos -en ocasiones, miserables-, duros y que no siempre tienen un final feliz.
Que esto no va de tener miles de seguidores ni de construir olimpos, si eres incapaz de responder los comentarios que te dejan.
Que no cuentan los corazones de la pantalla sino los que bombean de verdad.
Que va de personas y el cambio que puedas hacer en ellas. Esto no va sobre ti y las opiniones irrelevantes que tienes que decir.
Que conseguir algo, en ocasiones, cuesta tanto que sólo unos pocos están dispuestos a pagar el precio.
Hay quien se identifica con mis palabras, a quien le jode lo que tengo que decir y también a quien le es indiferente.
La belleza de internet nos permite serpentear sin caer en el ruido que no queremos escuchar.
Pero, para lograr algo, no queda otra que dejarse las vestiduras y romper con todo aquello que no hace más que corrompernos, aunque duela.
Apagar el maldito teléfono hasta que conozcamos el camino que queremos tomar.
Escucho a menudo historias sobre castillos de arena que nunca se construirán.
Leo a menudo frases de autoayuda que no se las cree ni quien las comparte.
No importa lo que escribas, pintes, toques, fabriques, hagas… No importa siempre y cuando salga de tu corazón. Y digo que no importa porque vivimos en un mundo tan conectado que puedes comunicarte con otros sin levantar el culo de la silla.
No necesitamos la aprobación de nadie para hacer de un sueño algo real. No necesitamos compararnos para saber que estamos en lo cierto.
Y puede que esto suene idílico, pero suena mucho más real que tener la esperanza de que algún día me toquen con una varita mágica.
Soy una persona afortunada por la gente que me rodea y me lee, por la gente que me brinda su apoyo cuando podría estar haciendo otra cosa.
Soy afortunado por vivir de lo que me gusta y saber que tengo un respaldo sincero.
Mi mayor tesoro son mis lectores, quienes me apoyan, sin excepción alguna. Ellos, tú. Hoy y siempre.
Tu mayor tesoro empieza por quien te escucha sin pedir nada a cambio, quien invierte su tiempo y atención para entender tu visión del mundo.
Si ya lo tienes y te crees superior que porque siguen ciegamente lo que haces, háztelo mirar porque estás en la más absoluta mierda.
No des nunca nada por sentado, pues esa persona no tiene ninguna obligación de hacerlo.
No reproches a quien no esté interesado, pues tal vez no sea su momento o camine por otros derroteros.
En cambio, si eres capaz de hacer un impacto, puedes llegar a miles de personas. El pastel es más grande de lo que imaginas. Es una cuestión de tiempo, esfuerzo y honestidad.
Y si logras que ese trocito de tu verdad llene el vacío de alguien, esa persona te seguirá hasta el fin del mundo.
Pero debemos estar preparados.
En lo bueno y en lo malo.
Cuando te acompañen y cuando se marchen.
Cuando te digan lo que estás haciendo mal y cuando celebres tus victorias con ellos.
No son fans, no son seguidores, no son tu rebaño.
Son personas como tú, no lo olvides.
El ego siempre fue, es y será nuestro peor enemigo.
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June 11, 2018
Encajar

Cada día que pasa, me levanto antes. La urgencia de irme a dormir pronto cuando siento que el cuerpo está agotado, me ha hecho olvidarme de otra cosa que no sea centrarme en mis asuntos.
Los días pasan, demasiado rápido, y los proyectos se amontonan. Siempre queda algo por hacer.
He decidido guardar mis opiniones más personales, mi forma reposada de entender el entorno, pues ya he visto que no sirve de nada expresarse mediante el habla.
Antes de que acabes, ya han preparado la réplica sin esforzarse en comprender lo que quieres decir.
Por eso, sé que la única salvación para que el mensaje perdure, son las palabras escritas, las historias, los textos. Verter ahí lo que fuera no es más que ruido para los oídos. Maquillarlo bien para que la reflexión sea de quien lo lee. Una lima en un pastel para que podamos librarnos de las prisiones mentales, de las ideas incuestionables y, sobre todo, del sistema en el que nos movemos.
Junio está aquí, aunque no se detuvo ni a saludar.
El tiempo corre y, sin darme cuenta, tengo nuevos vecinos. Le dije a mi madre que no quería ver la vida pasar desde una ventana y, precisamente por eso, sigo haciendo lo que hago.
No existe nada mejor (o peor, según se mire) que tener la incertidumbre de qué sucederá en el futuro, de no tener un patrón lineal que te lleve al punto que deseas, de despertar a diario sin saber si es posible.
Y esto cuesta aceptarlo.
Hace tiempo que dejé de soñar para empezar a vivir cada uno de mis días.
Hace tiempo que estiro las semanas sin querer que llegue el viernes, aunque esto sea imposible.
Hago lo que puedo, lo que está en mis manos e intento irme a la cama con la satisfacción de haberlo dado todo, como el titular que sale al campo y no encaja ningún gol.
Cada paso cuenta y así se hace camino.
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Don
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Con motivo de su aniversario, Don, la secuela de ‘Odio’ y el inicio de la saga de este millonario con sangrientas secuelas, está disponible durante 24 horas por 0,99$.
Si no has leído ninguna de sus obras, es un buen punto de partida para empezar la serie.
No te lo pienses. Vale menos que un café y te hará volar la cabeza recorriendo la Europa del Este.
Ir a enlace promocional de Amazon
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June 3, 2018
Rápido

Los rosales de la parcela se han secado. Junio ha llegado sin avisar y el humor de la gente es otro, quizá porque las playas rebosan de bañistas o porque todo el mundo viste de manga corta.
El tiempo me ha dado la razón a mí y no a mi ego. Hace unos días, en la barra de un bar, entablaba una conversación con el dueño del local y un desconocido sobre la juventud de hoy y la de ayer, de la brecha que existía entre los que habíamos vivido sin internet y de quienes nacieron siendo nativos digitales.
Sin ir más lejos, una persona de cuarenta años era incapaz de entender cómo los jóvenes se comunican hoy. Yo, una de casi treinta, hago un esfuerzo por comprender su realidad.
Allí sentado, me daba cuenta de que el discurso no había cambiado. De que las personas seguimos criticando lo que viene después por miedo al desconocimiento o porque, simplemente, creemos poseer la razón.
Me interesa ver cómo el mundo cambia, pero me niego a vivir angustiado por ver cómo el rumbo de los acontecimientos no es el que a mí me gustaría. Nunca lo ha sido.
Pararse a pensar, ya es todo un logro.
No obstante, sí que existe una diferencia abismal entre el ayer y el hoy que poco tiene que ver con la tecnología sino con su uso.
Hace quince años, las opiniones que procesábamos eran las de nuestro entorno y los medios de comunicación. Hoy podemos leer cientos de ellas, indirectamente o no.
Mensajes de apoyo, de odio, de envidia, de crispación, de empatía. Las palabras van cargadas de emociones y, aunque el impacto se reduzca al transmitir el mensaje, siempre queda algo en ellas. Si antes era la opinión de una desconocida en un bar, hoy son las de cincuenta perfiles de Facebook.
Y todo suma, todo nos afecta, aunque no lo creamos. Todo el mundo tiene derecho a opinar, pero eso no significa que tales opiniones merezcan un espacio en nuestras emociones diarias.
Me niego a mirar atrás con ojos de nostalgia porque ésta no es buena consejera. Sin embargo, abogo por un uso práctico, saludable, consciente y nutritivo de lo que consumimos.
Mucho se critica a la comida rápida, pero poco se habla del contenido sesgado, vacío y emocional que abunda en las pestañas del navegador.
Si nos gusta el olor de las flores y no el de la putrefacción, no entiendo por qué insistimos en alimentar nuestros pensamientos con emociones podridas.
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May 31, 2018
Operadores

Ayer me llamó una operadora de la compañía telefónica que me suministra la línea. Era una mujer muy simpática y amable.
Comprobamos mis facturas, todo estaba en orden.
Le dije que me habían cobrado algo de más, a pesar de que no uso la línea y apenas el teléfono móvil.
Lo comprobó y me dijo que estuviera tranquilo.
Después me habló de un descuento aplicable al contrato que ya tenía, si continuaba con ellos doce meses más.
También me contó sobre un nuevo terminal, uno que había salido recientemente y que había visto anteriormente en Amazon.
Intrigado, le dije que me explicara más. Doscientos euros. Un cambio de teléfono por el que compré hace un año y en el que ya no funciona el GPS bien.
Ella sabía que había picado en el cebo, pero todavía no había mordido el anzuelo para sacarme del agua.
De pronto, comencé a tomar consciencia de lo que estaba haciendo yo. Ella, simplemente, realizaba su trabajo. Primero me sentí como un idiota. Después tranquilo.
No necesitaba un teléfono nuevo.
El que estaba usando cumplía su función.
Ni un descuento.
Ni siquiera sabía que existían tales cosas.
Ni una oferta más.
No necesitaba consumir inconscientemente, por el mero hecho de tener algo nuevo que iba a olvidar más tarde.
Aunque respeto lo que cada cual haga con su bolsillo, soy de las personas que prefiere invertir su dinero en experiencias, lecturas, sabores, sonidos, sensaciones y aventuras.
Un libro, una copa de vino, una buena conversación, una vista inolvidable, un momento íntimo, un delicioso aperitivo, un momento de silencio, un brillo en los ojos, una sonrisa, una historia que contar.
Si miro atrás, casi todo lo que recuerdo es eso.
Finalmente, le dije que me llamara el viernes, que debía pensarlo y tomar una decisión.
Para entonces, quizá vuelva con una contraoferta, pero mi respuesta será clara.
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May 30, 2018
Vacíos

De repente, todo terminó. El calor aprieta, el zumbido de los mosquitos reaparece y, sin haberme dado cuenta, junio se presenta como otro desafío más.
Cada vez que termino una historia, sea ésta breve o larga, algo se transforma en mi interior de un modo irreversible.
La escritura es para mí como el agua para las plantas.
Pasear a diario por delante de ese parque de atracciones mientras el perro olisqueaba a su alrededor, ya no significaba nada.
Fue un momento extraño.
La idea, materializada, sacada a rastras de mis entrañas, se convirtió en una novela corta y yo, desolado, vacío, me despedía con gusto de ella, para dar paso a otros asuntos más importantes.
Me obsesioné tanto por algo que decidí quitármela de la cabeza de la única manera que conocía, y de ahí nació ‘El Círculo’.
Pero no terminó aquí.
Tras predicar y empaparme con la importancia de ser uno mismo, de mantener el temple y seguir hacia delante, me vi en una encrucijada personal, atento y expectante por lo que sucedería después.
Ha llegado el momento de sincerarme.
Sentí que debía mantenerme en mis trece, caminar hacia delante, por muy oscura que se convirtiera la senda, por muchos demonios que aparecieran en mi camino para desviarme de éste.
Aprendí a decir adiós a viejos hábitos que creía haber olvidado.
Recordé lo bien que me sentaba pasear por la playa y observar las estrellas por la noche.
Entendí que mi corazón estaba preparado para muchas cosas, pero no que no me conformaría con cualquier cosa por un poco de compañía, caricias y placer pasajero, como quizá hubiese hecho en el pasado.
Me acepté a mí mismo, que no era tarea fácil, por primera vez en la vida.
Casi sin apreciarlo, noto que pronto llevaré un año aquí, de vuelta y me he convertido en una persona más sensible al entorno de lo que ya era.
Una vuelta que observaba en el pasado como las puertas del cielo, pero que no era más que un escalón más en mi subida.
Construir un porvenir, en mi caso la de escribir y poder vivir de ello, no es fácil, como en cualquier disciplina, pero tampoco me lamentaré por ello, puesto que fue mi decisión. Mi hermano me lo dijo. Salir de la mediocridad nunca lo es.
Los logros del hoy, son las ambiciones del ayer pero, a estas alturas, contemplo que la ambición no tiene límites, y eso para mí significa progreso.

Con dureza, noto que los cambios han golpeado mi fortaleza espiritual con arietes pesados hasta hacerla mover, aunque sin ser suficiente para derrumbarla.
Me pregunto cuánta gente habrá sentido lo mismo, cuando creían que había sentado las bases de algo y, de repente, vio que se encontraba en la misma casilla de salida.
Me pregunto tantas cosas que me abruman los signos de interrogación.
La vida alecciona, no sólo cuando cometemos errores, también cuando luchamos por algo.
Es importante ver las señales, mantener la calma y levantar el espíritu con la fe ciega e inquebrantable, cuando las fuerzas físicas no son suficientes y el ruido externo es insoportable.
Y me siento bien de haberlo hecho así.
Es cierto aquello de que es imposible agradar a todo el mundo, por eso es importante ser fiel a nuestros principios a diario.
Sin embargo, a pesar de todas las batallas ganadas, siento que, durante estos últimos meses, he dejado a alguien de lado, a la persona más importante, a mí mismo.
Desde el hermoso amanecer tímido y rosado, hasta el crepúsculo más idílico, las horas pasaban con la mente en otro lado, en otras personas, en otras tareas, llegando a la cama con el cuerpo desgastado y la sensación de no haberme dedicado ni unos minutos de compañía.
Trabajo hecho, pero satisfacción escasa.
Escribo esto porque me servirá en el futuro para recordarme una región de mi experiencia que no deseo visitar de nuevo.
Documento estos pensamientos porque quizá te pase a ti o ya te esté sucediendo.

Hace seis meses comencé a notar los efectos de un esfuerzo desmesurado de dieciocho meses de trabajo sin descanso, del éxtasis instantáneo y de la euforia que una pantalla es capaz de dar.
No obstante, el cuerpo humano es más sabio que nuestra mente, y volcó un torrente de cuestiones sin digerir a comienzos de año.
Busqué el modo de alejarme del escapismo que mi mente buscaba a diario. Eliminé aplicaciones que me hacían sentir mal (siempre he dicho que las redes no hacen mal a nadie, sino la forma en que se contemplan y la implicación que ponemos en ellas).
Bloqueé páginas para evitar distracciones e intenté encontrar vida en el plano físico y no en el virtual.
Incluso pensé en marcharme a vivir a la montaña.
Por mucho que corramos, nuestras piernas flaquearán, dejándonos sin aliento y, en algún momento, deberemos hacer frente a toda esa niebla.
A veces me planteo si, de haber sido otra persona, habría perdido la cabeza, como un planeta solitario alejado en la galaxia. A veces me pregunto si, de haber sido otra persona, me habría despertado años atrás.
Por suerte, el círculo se cerró, como el título de la novela, y un nuevo amanecer llegó para aparcar otra lección duradera.
Soy un tipo afortunado y, tanto física como virtualmente, estoy en contacto con personas que me brindan cariño, apoyo y me transmiten buena vibra con sus palabras.
Aunque él no lo sepa, la compañía de mi perro, a pesar de su demanda de atención, también me ha ayudado a tomar oxígeno, desconectar, sentirme más presente.
Creemos que no es así, pero internet nos afecta, para bien o para mal, porque está formada por personas como nosotros, con sus días buenos y malos, con su bilis y sus ganas tremendas por hacerte sonreír.
No queremos escuchar lamentarse al vecino, pero nos atiborramos de odio en un muro de Facebook.
Es importante escoger qué personas traemos a nuestra vida y a cuáles dejamos marchar, aunque no las podamos tocar.
Hoy, vuelvo a pasear frente a esa montaña rusa. Ya no me transmite más que un recuerdo pasado y lejano. Hay polvo sobre la mesa, una señal de que ayer estuve aquí.
Es hora de limpiarlo, es el momento de seguir hacia delante.
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