Pablo Poveda's Blog, page 33
April 3, 2019
Cuida de tu tiempo, cuida de ti

Vamos a por el tercer mes del año y tengo la sensación de que está pasando demasiado rápido. Escribí algunos propósitos sobre papel. Simples recordatorios. Cosas que quería cambiar de verdad.
La experiencia me ha demostrado que el progreso personal lleva más tiempo de lo que queremos pensar, que estamos anclados en hábitos demasiado marcados que son difíciles de modificar.
No desisto y lo intento.
Este año me propuse leer más, como cada año, porque nunca es suficiente, porque siempre quedan historias nuevas por leer. Pero también descubrir nuevos artistas, escuchar discos que siempre estuvieron ahí y nunca me senté a disfrutar. Sentarme en mi habitación con los cascos puestos y relajarme mientras pasan las horas. También me propuse dejar el café, pero esto tendrá que esperar.
En lo que llevo de 2019 he escrito más páginas que en ningún otro año. Hay ambición en ellas, proyectos secretos que ojalá vean la luz y muchas ganas por seguir en esta lucha de palabras, relatos e historias.
Hoy releo un artículo que escribí en marzo de 2017. Pizza fría y trabajo duro era mi lema, mi filosofía, las ganas de romper con todo. Y así pasó. Echo un vistazo a lo que creía en su momento y veo que, dos años después, está superado con creces. Pronto dejé el trabajo, pasé de las mil a las cinco mil. La aventura no había hecho más que empezar.
Dos años después, echo la vista atrás y me doy cuenta del factor que ha marcado la diferencia, además del trabajo, la constancia diaria y la paciencia: el tiempo. Estoy aprendido a usar mejor mi tiempo porque es lo único que no se puede recuperar. Me estoy acostumbrando al modo avión, a estar tranquilo por no saber qué sucede en el mundo durante unas horas y a no mirar constantemente la pantalla. Estoy aprendiendo a dormir mejor, porque me había olvidado de hacerlo.
Cuida tu tiempo, cuida de ti y no olvides que pasa tan rápido como ese tren que esperas.
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Pablo Poveda, periodista y escritor de novelas de ficción. Creo en la cultura libre y sin ataduras. Si te ha gustado este artículo, conectemos: te animo a que te suscribas y descargues gratuitamente una de mis novelas.
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April 1, 2019
Ardiendo como un fósforo

Vuelvo al escritorio de mi piso de Madrid, donde las teclas suenan con más fuerza, abrazadas por el eco del vacío y la ausencia de ruido.
Miles Davis toca para mí, el perro duerme y la cafetera echa humo.
Cada viaje en carretera es diferente, aunque siempre recorra la misma travesía. A veces, la monotonía ayuda a divagar entre pensamientos, adelantamientos de camiones, subidas costosas y coloridos campos en barbecho.
Regreso a las trincheras del alfabeto físico, de las letras fluorescentes que brillan bajo mi pantalla. Reconozco que he aprendido mucho en estas seis semanas, más de lo que hube imaginado antes de marcharme.
En ocasiones, tienes que regresar a donde estabas para darte cuenta de aquellas cosas que habías pasado por alto. Los últimos retoques del borrador una novela inacabada. La pincelada de la obra de tu vida.
Me traigo un buen puñado de notas mentales y garabateadas en el cuaderno.
Tengo la certeza de que el rock vuelve, aunque los Biters se fueran, y que los pulp también, porque siempre nos quedará Chandler para recomendarnos lo que manda.
Es hora de poner el modo avión por un rato.
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March 27, 2019
Mi lucha, mi feudo, mis pensamientos

Ahora que empieza la campaña electoral, ahora que termino una pausa para regresar recuperado, ahora que me acerco a los treinta con mas ahínco que nunca, ahora que es el momento de escribir esto regreso a mi feudo, a mis pensamientos y me blindo ante lo que está por llegar.
El año ha comenzado con fuerza, con un ímpetu valeroso y con varios acontecimientos que me han obligado a replantearme ciertas cosas, tanto a nivel personal como profesional. Dos novelas terminadas, más de seiscientas páginas escritas, un puñado de novelas de detectives leídas, mi primera experiencia en la universidad como profesor y un montón de discos de rock escuchados que creía olvidados han sido parte de lo que he aguantado este mes.
Razones por las que me he visto abocado a tomar distancia de las redes, de Internet, de mis perfiles sociales, de mis comentarios en línea, de los correos electrónicos y de este mundo abstracto por el que corren las emociones.
Poseo la fortuna de tener un plato de comida, un techo, un sitio donde dormir y una cartera que me permita los pocos vicios que tengo. Pero, sobre todo, tengo la suerte de poder escribir horas y horas en una habitación sin que la conciencia social, la opinión pública y el malestar general de algunas personas me roce.
En realidad, tengo mucho más, pero soy de los que se contentan con lo necesario.
Cada persona debe librar su propia guerra y enfrentarse a los demonios que lleva dentro. El éxito de cada persona es tan relativo como una opinión, siempre y cuando lleguemos a él por satisfacción propia y no por aceptación social. En ese caso, estaremos bien jodidos.
Para mí, existe una gran diferencia en ayudar a quien lo necesita y sentir pena por esa persona. En ninguno de los casos creo que la conversación deba alargarse demasiado. Lamentarse no sirve de nada y las habladurías nos consumen.
Quizá por eso nunca me han interesado ciertos discursos, ciertos dogmas o lo que tenían que decir ciertas personas. Prefiero no entrar al trapo, seguir mi código y buscar la manera de ser feliz, algo de lo que poco se habla o, si se hace, es previo pago. He visto siempre la vida desde la esquina, como el viejo del pueblo que pasa la tarde junto al visillo en una silla de mimbre. Suficientes horas al sol.
Tenía miedo a los treinta, pero ahora mis fobias son otras. Siempre he creído que una persona sin temores es un potro desbocado. Por eso, no importa quién seas si, dentro de lo que cabe, aceptas quien eres. Mírate al espejo y pregúntale a quien tienes delante y, de paso está, si todo eso por lo que luchas sirve para algo en tu vida. Y si no, deja ya de esconderte.
Ponte los guantes y pelea por tu feudo.
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March 18, 2019
La atención es mi divisa

Será que me estoy haciendo mayor y he comenzado a disfrutar del olor de las calles mojadas por la lluvia, a la calma de las mañanas sin mirar el teléfono, a poner el modo avión.
No me conformo con poco y a la vez no necesito mucho para ser feliz. Intento centrarme en el día a día, sin dejar de lado el mañana para no desviarme de mis quehaceres.
Cada día valoro más mi intimidad, mi tiempo real, el que pasa al aire libre o entre cuatro paredes, pero no reflejado en una pantalla luminosa.
Recuerdo escuchar en un podcast a alguien decir que, cuando conocía una persona, no quería saber demasiado sobre ella, ni buscarla en redes, ni ponerse al día.
El misterio del ayer no existe hoy o hay que crearlo. Estar disponible a cualquier hora, a cualquier persona, permitiendo nuestra atención a cada zumbido que escuchemos no nos hace mejores ni peores aunque sí menos profundos.
No soy un nostálgico del pasado, de hecho, me trae bastante sin cuidado la mayoría de las cosas que suceden a mi alrededor.
Escuchar al corazón, a las tripas, y prestarle atención y energía a todo lo demás, simplemente, te debilita.
A Kerouac le chiflaba la gente que estaba loca por vivir. Tomando perspectiva, hoy tal vez tuviera el mismo discurso pero buscando los corazoncitos de Instagram.
Me gusta pensar que mi guerra está entre las páginas en blanco, las que ya han escrito otras y las que faltan por escribir; las barras de los bares, las esquinas de las avenidas, las botellas de vino vacías y los besos que aún se tienen que dar.
Y mientras tanto, hay quien se molesta en enviarme un pásalo, cuando soy yo quien va a pasar de todo esto.
Escribir es mi vicio, mi oficio y mi sacrificio, y creo que cada persona debe buscar aquello que le llene y le vacíe a la vez, como ese amor de verano que no quieres que termine, pero sabes que se marchará en algún momento, aunque no tardará más de un año en volver con otra forma, con otra historia detrás.
Cuando encuentras tu vía de expresión, sea cual sea, quiérete un poco y no dejes que nadie te interrumpa.
En esta vida no hay nada más importante que ser haciendo.
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March 14, 2019
El remedio a la ansiedad del ahora

Algo no funciona cuando la segunda taza de café sigue sin causar efecto. Es jueves, he intentado dormir lo necesario y evitar trasnochar como suelo hacer cuando la válvula de escape revienta, pero ni así.
Suena jazz de desayuno, de pan tostado y cruasanes recién salidos del horno.
Sé que he descuidado un poco las publicaciones, que mi ritmo de aparecer y desaparecer ha decaído un poco este mes.
Llevar tres proyectos a la vez no es fácil, ni tampoco sano, pero alguna vez hay que pasar por ello para entender cómo hacer las cosas, para ponerte a prueba. La fecha final se acerca, abril está a la vuelta de la esquina (aunque queda todavía marzo por delante) y diciembre se siente lejano. Echo la vista atrás y miro las entradas del blog.
Quizá esto sea lo que más me duele: no poder documentar a diario mi paso, mi pensamiento por estos lares.
Hace cuatro años los treinta los veía como un oasis en el desierto, en la línea del horizonte, pero también hubiera pagado por encontrarme donde estoy. Documentar, a través de las palabras, me ayuda en muchos aspectos. Si te comparas con otras personas, siempre habrá alguien que lo estará haciendo mejor que tú, lo cual es necesario de observar para entender que aún te queda camino, que puedes mejorar, pero no conviene obsesionarse. Sin embargo, compararse con nuestro yo del pasado nos ayuda a entender qué hemos hecho (y qué no) durante todo este tiempo.
Si hemos perseguido un sueño, una meta o si sólo se trataba de otro de esos propósitos que nunca llegamos a realizar.
No me quiero ir de este mundo sin realizar los pocos sueños que tengo.
No me quiero marchar con el arrepentimiento de no haberlo intentado hasta el último momento. Sé que suena bonito, pero la práctica es otra cosa.
Mirar atrás también me ayuda a entender que materializar los pensamientos requiere tiempo y un esfuerzo constante. Si no, cualquiera lo haría y ahí se encuentra esa brecha que separa a quienes mucho dicen y poco hacen. Pero, sobre todo, lo que más me da es paciencia. Aunque nos miremos cada mañana al espejo, no somos conscientes de lo que envejecemos hasta que nos vemos en una foto del pasado.
Quererlo todo ahora, en este momento, es una guerra constante en mi cabeza que gano a diario con la paciencia. Aprender a disfrutar del camino y saber que será largo, que todavía quedan otros siete, diez, treinta años de historias, de sueños, de ambiciones. Porque al cruzar una meta, nos dirigimos a otra.
Los logros del ayer son nimiedades para el mañana.
Habrá quien diga basta, aquí me quedo, y me parece estupendo, aunque yo no puedo hacer eso sabiendo que, tras cada historia, hay un viaje nuevo por recorrer, una persona por descubrirme, un grano de arena que sumar. Amar lo que haces no significa que sea ideal o perfecto. Lo mismo sucede con las personas con las que intimamos. Pero es necesario que exista el amor. Y amor no falta cuando existe una razón detrás de todo lo que haces.
Soy feliz con poco y eso me permite construir mi propia realidad. Amo el café de la mañana, el tacto del teclado y las palabras corriendo en la pantalla. Amo leer una buena historia y cruzar La Mancha en autovía. Una sonrisa se dibuja en mi rostro al escribir estas palabras. Y pensar que no tenía nada que decir.
¿A quién pretendo engañar? Cada mañana se abre el capítulo de una novela que sigue sin final.
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March 7, 2019
Todos somos escritores

Últimamente recibo muchas peticiones de amistad en Facebook. La mayoría son de escritores que, como yo, buscan hacerse un hueco en el mundo de las letras.
Me alegra que lo hagan.
Hasta hace bien poco, no conocía (en persona) a más que un par de escritores. Nunca me he relacionado con gente que escribe, puede que por falta de casualidad o porque, desde hace unos años, mis puestas en escena están contadas con los dedos de una mano.
Estos días me encuentro en Elche, en mi ciudad, impartiendo un curso de escritura de novela en la universidad. Todas las personas que me aguantan en las sesiones de cuatro horas son escritores.
Algunas ya han puesto sus historias sobre el papel. Otras todavía no lo saben. Pero todas lo son.
Disfruto escuchando sus ideas, sus dudas, sus conflictos y simpatizo con el asombro que desprenden sus miradas cuando hablo de algunas cosas.
Disfruto contándoles las mías, intentando que mi cabezonería de larga duración haya servido de algo.

No lo tenía muy claro, pues tampoco sabía qué me iba a encontrar.
Dicen que los escritores tenemos mucho ego y yo reconozco haber sido un inaguantable Holden Caulfield cuando empecé a juntar palabras, pero estos días me doy cuenta de que, el hecho de ser así, no era fruto de mis ambiciones literarias, sino de mi persona.
Estaba equivocado, una vez más, y he tenido suerte de encontrarme un grupo estupendo.
Entre jueves y jueves, mis días se centran en escribir, en vagar por las calles, en tomarme algún café en soledad o acompañado de algún viejo amigo; en hablar de otras cosas, de los treinta, de la música, del mañana y de seguir adelante.
Escribo y escribo. Hay días en los que la cabeza no me alcanza, en los que me gustaría hacer un alto y decir basta, vámonos a un bar, pero ni siquiera tengo ganas de eso.

Cuando se entra en la vorágine de uno mismo, en ese ritmo absurdo y frenético, no se puede parar.
Tengo la extraña sensación de que vienen cambios, como cuando se avecina mal tiempo y nos duelen las articulaciones. Cambios de paradigmas tecnológicos, pero también personales. Momento de replegarse y ordenar la habitación dando respuesta a todas esas cuestiones que nos aterran a las dos de la madrugada.
A veces, es necesario ceñirse a un código para no perder el rumbo.
Una vez más, me siento como en 2016 tratando de arrancar un coche que no carbura, sabiendo que todo este esfuerzo servirá de algo.
No sé lo que vendrá mañana, pero aquí estaremos, mejor o peor, pero estaremos.
En ocasiones, tengo la sensación de que acabo de empezar y es que, en el fondo, sería muy aburrido si ya hubiese llegado a mi meta.
Al final será cierto eso de que hay que disfrutar el proceso.
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March 4, 2019
Yo también he cambiado

Cada cierto tiempo tengo la necesidad de desconectar de todo.
Vuelvo a leer Walden y miro casas de Airbnb por la costa gallega en las que pasar un mes. Nunca he estado en Galicia, pero me encantaría hacerlo antes de que terminara este año. Lo mío nada tiene que ver con el surf. Me gustaría pasar un tiempo escribiendo como el personaje de Love Actually, aunque yo lo haría en una tableta y no a máquina y, probablemente, tampoco tendría una asistenta que me preparara la comida y de la que me enamorase más tarde.
Después todo pasa, aplazo mis sueños para más adelante y me doy cuenta de que, ahora, lo que toca es hacer otra cosa.
En mi caso: escribir.
Con intermitencia llega a mis oídos siempre la misma pregunta. Alguna personas se cuestionan por qué escribo lo que escribo o, mejor dicho, por qué publico lo que publico. Mi intención es muy sencilla: documentar lo que hago y, por ende, lo que pienso mientras lo hago.
Con el tiempo me he dado cuenta de que, si hay personas que conectan con mis historias, hay gente que conecta con mis palabras. Se le da demasiada importancia a lo que unos cuantos digan, en lugar de cuestionarnos cómo nos afecta cómo lo dicen.
Somos tan ignorantes en ocasiones que rechazamos ciertas cosas por prejuicios, olvidando que, tal vez, entre esos párrafos se encuentren las palabras que nos hagan despertar. O tal vez no, quién sabe pero, tan abiertos que somos y qué poco hacemos por dar la oportunidad.
Desde hace ya un buen periodo, procuro guiarme por el interés. Sé que hay libros, textos, palabras, personas… que no llegan en el momento adecuado, que todavía mi cabeza no puede (o no quiere) asimilar, conocer, descubrir. Soy bastante respetuoso con eso, nuestra existencia es limitada y tal vez no llegue el momento aunque, al menos, no diré que no lo he intentado.
Después de cuatro años documentando casi a diario lo que escribo y pienso, me doy cuenta de cuánto he cambiado en unas cosas y qué poco en otras, lo cual me alegra. Escribir es otra forma de perdón, aunque no se considere así.
Las calles ahora me cuentan otras historias. Lo que antes eran recuerdos, hoy son respuestas a las preguntas que me llevé bajo el brazo cuando me fui de aquí. Estoy llegando al apartamento donde escribiré toda la mañana. Pienso en mis ex, en las chicas que se cruzaron en mi camino más de lo habitual y sonrío. Les diría a todas que me conocieron en un mal momento, que he cambiado a mejor y ahora veo las cosas de otra manera, pero de nada serviría. Y es que, como yo, ellas también lo habrán hecho, de un modo u otro, a su manera, convirtiéndonos en imágenes del ayer, en auténticos desconocidos del hoy.
Anoto la fecha de hoy en el cuaderno como hacía en la escuela primaria. Es momento de escribir otro capítulo.
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March 3, 2019
Nos acercamos a una crisis eterna

Dicen que nos acercamos a una crisis. Normalmente se refieren al dinero, al trabajo, al miedo de perder lo que tenemos, al temor de no continuar con la vida que hacemos, al pánico de no llegar a tener nunca eso que tanto anhelamos.
Hace tiempo que pienso que estamos en crisis, en otra crisis, la que no interesa, de la que nadie quiere hablar. No nos falta de nada y, aún así, lo queremos todo.
Nadie nos dijo que la forma de entender el mundo cambiaría de un modo tan rápido en apenas treinta años. En la escuela tampoco nos dieron un manual de supervivencia.

Las portadas de las revistas de moda del ayer, hoy son perfiles de Instagram. Detrás de cada fotografía perfecta, hay miles de personas llorando en silencio, comprobando la repercusión de sus comentarios como gallinas picoteando en el alpiste. Las formas de entendernos, simplemente, han cambiado. Y las de entendernos a nosotros mismos, todavía más.
No soy de los que ven el futuro con pesimismo, puesto que no es así. De hecho, tenemos una existencia mucho mejor que hace cien años.
Debemos adaptarnos a lo que nos toca vivir y mirar de reojo lo vivido, pero sin deleitarnos demasiado.
Sin embargo, los paradigmas están cambiando y eso nos afecta a todos. No existe nada peor que pensar que todo es eterno, aunque la verdad aceche tras la oreja.
Pronto las portadas estarán en otras revistas, las lágrimas caerán en otros rostros y el flujo de la aparente felicidad cambiará de manos.
Por eso, es importante construir los cimientos de nuestro fuero interno, el hogar en el que sentirnos seguros, por muchos cambios que haya en el exterior. Esa es la crisis más grave desde mi punto de vista, la que no enseñan en las escuelas ni en el trabajo.
Empezar por ti porque, llegados a cierto eslabón, nadie te puede ayudar, por mucho que los anuncios de las clínicas intenten convencernos de lo contrario.
Nos acercamos a una crisis, a una crisis de cambios constantes, de supervivencia, porque eso es la vida. Y más nos vale estar preparados para disfrutarla.
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February 28, 2019
Tu obra siempre estará inacabada

Ni la trompeta de Chet Baker me despierta hoy. Jueves, me siento cansado. Están siendo unos días muy intensos. Escribo estas líneas como estiramiento mental, para que fluyan las ideas.
Últimamente estoy haciendo unas cuatro o cinco mil palabras diarias. Mucho o poco, según para quién, pero un esfuerzo abismal para mí.
Me gustan los retos y este año es uno en su totalidad.
Paseo por el parque más tarde de lo habitual. He cambiado de ubicación de forma temporal, pero no me incordia.
La llamada hacia lo desconocido siempre me ha atraído, quizá por eso me dedique a contar historias.
Tengo un cuaderno de notas lleno de ideas, garabatos y alguna que otra reflexión. Las leo, recurro a las primeras páginas y me doy cuenta de que estoy en un momento en el que no quiero frenar, por muy cansado que esté, por mucho que me duelan los huesos.
Cuanto más haces, más despacio pasa el tiempo mientras lo haces, pero más deprisa corre cuando piensas en lo que estás haciendo.
Me gustaría contar que estoy escribiendo la obra más larga y más importante de mi carrera y, sin embargo, ya lo he hecho.
Estos días, donde la tranquilidad aflora a mi alrededor y tengo la sensación de que todo va más lento menos mis manos sobre el teclado, me vienen a la mente muchos recuerdos.
La mayoría de ellos están relacionados con mi carrera en la escritura.
Me doy cuenta de lo importante que es definir bien las ambiciones, plasmarlas por escrito, tener objetivos realistas (y no idílicos) y, sobre todo, entender las leyes naturales que rigen lo externo. Uno tiene que hacer las cosas por él y por nadie más. Tal vez suene egoísta. Todo depende de los ojos que lo lean.
En mi opinión, quien no resuelve sus conflictos internos, difícilmente puede ayudar a otras personas. Fórjate tu reino y da cobijo a quien lo necesite.
Las opiniones cercanas pueden ser dañinas, tumbar a cualquiera. Suerte que supe a tiempo cómo tomar distancia hasta aprender a ignorarlas. Pero… ¿Y si no lo hubiera hecho?
Divagaciones que se pierden entre palmeras. Antes me hervía la sangre al pensar en ellas, hoy las veo como otra prueba más del camino. Hay con quien sueña en llegar a la meta, yo prefiero soñar con seguir vivo.
Como nota final, me doy cuenta de que siempre hay algo por hacer, algo nuevo que crear.
Estoy lejos de mi mejor trabajo.
Puede que nunca llegue a él. Pero no importa. Mi obra estará acabada cuando ya no esté aquí.
Mientras tanto, seguiré escribiendo.
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February 23, 2019
Tu ola llegará si te preparas

Alguien me dijo hace unos días que le aparecí en sueños. Subido a una tabla de surf, remaba en un mar infinito y yo le decía: “No te preocupes, sé adonde voy”.
Cuando me lo contó, yo le respondí que era la historia de mi vida, la historia de todos.
El proceso de cada persona es diferente, único. Hace tiempo que dejé de mirarme en el espejo de otros y opté por romper el mío. Vivo en un momento en el que el planeta cambia más rápido que mis pensamientos y adaptarse se convierte en un ejercicio de virtuoso. Sin embargo, no me importa, disfruto con ello.
Con el tiempo he aprendido a caerme de la tabla, a ser arrastrado por la marea y devuelto al mar. Por fortuna, no he tenido ocasión de ahogarme. Y esto es lo que más nos aterra: que no salga como esperamos, que fracasemos, que nos caigamos y seamos incapaces de levantarnos. Pues bien, tarde o temprano, esto pasará y cuanto antes se digiera, mejor que mejor.
Detrás de cada historia bonita, hay una trágica, una que se cuenta poco, por falta de vergüenza, o sólo se cuenta cuando la reflexión de cierre es bonita. Mientras escribo estas líneas hay millones de personas intentando escribir su final.
A diario nos meten con cuchara tristes titulares para que le echemos la culpa a otros, pero no nos equivoquemos: culpa sólo hay una.
La responsabilidad es únicamente tuya. Sea cual sea tu guerra, puedes dejar que la ola te arrastre o intentar subirte a ella de nuevo.
Un famoso músico español decía que la autoestima es lo peor que le ha pasado a esta sociedad. La gente hoy confía demasiado en sí misma, sin haber mirado atrás antes.
Comparto esta idea, pues cuando más he sufrido, más he recurrido a las historias del ayer para comprender que era necesario pasar por ello.
Lo que nos hace diferente no es cómo vivimos el tiempo que estamos aquí, sino cómo aprendemos a vivirlo.
La nostalgia es para quienes temen reconocer que se quedaron atrás. Tu hoy es la lucha constante y el ayer, bonito o no, no volverá a suceder, al menos, no de la misma manera.
Por eso siempre reitero que la atención, la velocidad y el trabajo duro es la fórmula que mueve montañas. Hagas lo que hagas, céntrate en seguir adelante, más rápido, mejor y con más impacto.
Sé paciente y tu ola llegará.
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