Pablo Poveda's Blog, page 29

June 29, 2019

Recuerdos de verano

Photo by Noah Mayer on Unsplash

Cada cierto tiempo, pienso en el mar, en la brisa, en los inicios de todo, porque el mar siempre representó el comienzo.


Tal vez sea es condición mediterránea, la cual no elegí, o la llegada del verano, quién sabe, pero debo reconocer que hay ciertas cosas que me obsesionan.


Escribo sobre ello en mis historias, en mis cuadernos. A diferencia de lo que me pasa con lo nórdico, tiendo a obsesionarme con facilidad con las novelas ambientadas en la costa, o en los campos del interior, como si, cuanto más seco, más húmedo y más caluroso, las líneas sudaran más al leerlas.


Siempre digo que soy el hombre más feliz con una botella de vino, dos sillas de mimbre en un exterior, unos encurtidos y una buena conversación.


Dame las vistas de una sierra árida en silencio, o el horizonte con la banda sonora del mar, y me sentiré en deuda contigo.


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Pablo Poveda, periodista y escritor de novelas de ficción. Creo en la cultura libre y sin ataduras. Si te ha gustado este artículo, conectemos: te animo a que te suscribas y descargues gratuitamente una de mis novelas.


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Published on June 29, 2019 02:10

June 28, 2019

Así que quieres ser escritor de Bukowski 2.0

bucowski


Hace un caloroso día en Madrid. Falto de inspiración, me ha venido a la mente este poema de Bukowski, adaptado a los tiempos que corren. Siempre me gustaron las historias del viejo Hank y creo que había mucho de ellas en mis primeros relatos. Así y todo, leer a Bukowski es como escuchar a The Clash hoy en día. Me trae buenos momentos, pero queda lejos de lo que soy. Más bien, ayudó a construir lo que era.


Me temo que, hoy por hoy, este hombre seguiría escribiendo en sus horas libres, sin ver la luz. Los tiempos cambian y su discurso, como su historia, se ha de leer con pinzas. Hoy cualquiera escribe (como un servidor) y publica (aquí el ejemplo). La cuestión es preguntarse de qué nos sirve hacerlo y para qué. Si lo hacemos para nosotros, para los demás. Si lo hacemos a cambio de algo, ya sea dinero, fama, aprobación o por puro placer. Vivir de esto no es una utopía pero, por suerte, no tiene por qué ir acompañado de reconocimiento, ni aprobación. Si escribes para que te lean, es el mejor momento para hacerlo. Si lo haces para que te adulen, quizá lo tuyo sea acudir a terapia.


Así que, antes de empezar, deja de llorar en público, que no sirve de nada más que para dar lástima.

Haz lo que tengas que hacer y el agua llegará a su cauce cuando sepas que puedes levantarte de la mesa y dejar la partida a medias.

Si es lo que buscas, la industria no te querrá hasta que empiece a hacerlo.

La gente no te llamará hasta que comience a tener interés en ti.


Pero, si juegas bien la partida, para entonces, todo esto te importará un carajo.


Ningún camino es fácil porque, si lo fuera, cualquiera lo recorrería. Los mejores siempre llegan, SIEMPRE, y el tiempo es una muestra de ello.


Por tanto, allá vamos.


(Las negritas son mías, los tachones también)



Así que quieres ser escritor por Bukowski


Si no te sale ardiendo de dentro,

a pesar de todo,

no lo hagas.


No, no lo hagas.



A no ser que salga espontáneamente de tu corazón

y de tu mente y de tu boca

y de tus tripas,

no lo hagas.

Si tienes que sentarte durante horas

con la mirada fija en la pantalla del ordenador

o clavado en tu máquina de escribir

buscando las palabras,

no lo hagas.


Hazlo, aguanta, lee y vuelve. La inspiración te agarra trabajando. No desistas.

Si lo haces por dinero o fama,

no lo hagas.

Pero de algo hay que comer

Si lo haces porque quieres mujeres en tu cama,

no lo hagas.

Si tienes que sentarte

y reescribirlo una y otra vez,

no lo hagas.

Pero termina lo que empieces.



Si te cansa sólo pensar en hacerlo,

no lo hagas.

Si estás intentando escribir

como cualquier otro, olvídalo.

A no ser que te fijes en los mejores, entonces sí, hasta que encuentres tu voz


Si tienes que esperar a que salga rugiendo de ti,

espera pacientemente.

Si esperas demasiado, quizá se te quiten las ganas para siempre

Si nunca sale rugiendo de ti, haz otra cosa.


Escribe, desatasca el cieno que te impide rugir. Si no practicas, te oxidas.


Si primero tienes que leérselo a tu esposa

o a tu novia o a tu novio

o a tus padres o a cualquiera,

no estás preparado.


No seas como tantos escritores,

no seas como tantos miles de

personas que se llaman a sí mismos escritores,

no seas una persona aburrida y alcohólica que habla de escribir y escribe poco,

no seas soso y aburrido y pretencioso,

no te consumas en tu amor propio.

No molestes a los demás. Escribe, no aburras.


Las bibliotecas del mundo

bostezan hasta dormirse

con esa gente.

Las redes sociales también.


No seas uno de ellos.

No lo hagas.

A no ser que salga de tu alma

como un cohete,

a no ser que quedarte quieto

pudiera llevarte a la locura,

al suicidio o al asesinato,

no lo hagas.

A no ser que el sol dentro de ti

esté quemando tus tripas, no lo hagas.

Cuando sea verdaderamente el momento,

y si has sido elegido,

y elijas tomar el control de tu vida

sucederá por sí solo y

seguirá sucediendo hasta que mueras

siempre y cuando aprendas a escribir, mejores, disfrutes,

pero también sepas cómo vender lo que escribes,

para que puedas seguir haciéndolo

o hasta que muera en ti.

El universo es indiferente

la industria lo es

internet también

aprende, lucha, sobrevive,

vive para ti y no busques la palmada

si es que quieres ser feliz

No hay otro camino.

Y nunca lo hubo.


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Published on June 28, 2019 00:35

June 24, 2019

Echar de más

Echar de más



Photo by Jens Johnsson on Unsplash

Su sonrisa brillaba por momentos, y no como la mía, que se había apagado lentamente, días antes, como un atardecer. No era cosa de ella, ni tampoco mía. Tal vez del tiempo, de las épocas, de ese yo interior que está en otra parte, con ganas de comerse el mundo.


Años atrás, puede que me tomara los encuentros con más devoción pero, después de los treinta y unas cuantas cicatrices en las entrañas, vivo más dentro que fuera y eso lo vuelve más complicado para el resto.


Me resulta fascinante ver cómo la perspectiva de los días cambian, sin que nos demos cuenta. De repente, la tonalidad de los colores se vuelve más suave, o más intensa. Hemos crecido y envejecido, pero seguimos siendo actuando como esos niños a los que le queda mucho por aprender.


Me dejo caer por el Madrid de los Austrias, perdiéndome en conversaciones, rincones y momentos reales que prefiero guardar para mí. Diviso la ciudad desde las terrazas, doy gracias y pienso en lo afortunado que soy, que llevo días dejándome arrastrar por el flujo de la gracia, del buen tiempo, de las casualidades y de la incertidumbre. Las luces nos deslumbran, las copas se vacían y, a partir de cierta hora, todos nos volvemos seres de infinita verborrea.


Exprimo los segundos como a un limón, acumulo nombres que no logro recordar una hora más tarde y sonrío, sobre todo eso, aunque ya no sepa cómo hacerlo, ni tampoco tenga ganas porque, pese a todo, tengo la sensación de que la bofetada será bien fuerte cuando todo esto acabe.


Como humano que soy, tiendo a dramatizarlo todo más de lo que realmente es, pero sólo cuando la vida nos pide una tregua. Y es ahí donde echas de menos cosas, momentos, personas y situaciones que, en realidad, no eran tan buenas como las recuerdas, pero necesitas aferrarte a algo. Por suerte, esta vez, no caigo en el error.


Quien diga que la vida es aburrida, simplemente, no ha empezado a vivir.


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Published on June 24, 2019 01:10

June 18, 2019

Domina tu reinado

Photo by Kit Suman on Unsplash

Hace unos días, estaba paseando por la Feria del Libro de Madrid cuando escuché, entre la muchedumbre, por enésima vez, el mismo argumento de que la gente no lee, de que hay muchos libros y de que la figura del escritor se está deteriorando cada vez más.


Curioso, pensé, cómo conformamos nuestra realidad en función de nuestras observaciones, de lo que escuchamos de otros, de una opinión general basada en un artículo o vete tú a saber qué. Por supuesto, estaba en total desacuerdo con esas palabras. La gente lee, ya lo creo que lo hace.


Mis libros se leen, a diario, tengo números, informes mensuales. Una base más sólida que la de quien comenta de oídas. Y, si mis libros se leen, los cuales no encabezan listas, ni aparecen en publicaciones, no quiero imaginar los del resto.


Los resultados han destruido el mito que existía en mi cabeza, así como las ganas de enzarzarme en una conversación banal.


Sigo pensando que es el mejor momento para crear, para aportar nuestro granito de arena sin tener que depender de los guardianes de la mazmorra que liberan a unos y a otros no. Cuando hablo de libros, también me refiero a la música, al diseño, a la pintura… a cualquier tipo de expresión.


Por supuesto, no hago referencia al talento, ni a la suerte, ni tampoco al éxito. Internet es una herramienta, pero nada fácil de usar del modo correcto.


Tan sólo manifiesto que las personas, aprovechando el momento tecnológico en el que nos encontramos, han conseguido construir su caballo de Troya para abrirse paso entre las industrias que han dominado demasiados años un reinado que creían suyo.


Seguí mi periplo entre los puestos de libros, anónimo e invisible, aunque bajo la mirada de curiosos, de autores en busca de un momento de ego, de otras personas que, como yo, echaban la tarde dando un vistazo por allí. El Retiro es un buen lugar para celebrar un evento así. Es bello y el entorno es hermoso. Este año querían cambiar la localización y, de haberlo hecho, habría sido un fracaso.


Demonizar algo, es una absurda y completa pérdida de tiempo. Vivimos en un momento en el que la búsqueda de enemigos comunes, es esencial para sentirnos mejor y suplir nuestras carencias. El comportamiento de los usuarios en las redes sociales, en ocasiones, son una muestra de ello. Por eso yo abogo por la calma, por el disfrute, sin caer en el agujero de la desesperación. La vida que interesa es la que está en las aceras, en los aperitivos, en las sonrisas durante la puesta de sol. Somos seres competitivos, pero al único oponente al que debemos enfrentarnos es al demonio que nos hace pensar así. Estar aquí, y no a caballo entre el cuerpo y la realidad de una pantalla que, al fin y al cabo, no es más que una proyección ficticia, llena de frustraciones, que nunca se llega a entender del todo.


La apertura de nuevas vías no tiene por qué suponer la destrucción de las antiguas, de hecho, pueden convivir en calma, aunque entiendo que haya quien tenga el miedo a perder su dominio. Los cambios siempre han existido por una razón. Nada es para siempre.


La regla es simple. Ser constante, no esperar nada de lo que no puedes controlar, adaptarte al cambio y hacerlo lo mejor posible.


La vida sabe mejor cuando tu fuero interno es un reino de paz.


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Published on June 18, 2019 00:31

June 17, 2019

Jugando tu partida

Photo by Alexander Popov on Unsplash

 


El cartel luminoso del centro comercial refleja en la ventanilla del coche mientras espero en el semáforo. Pese a ser tarde, el centro de la ciudad es un hervidero humano en busca de un poco de diversión.


La temperatura es agradable fuera, así que bajo el cristal y dejo que la brisa me acaricie la piel. El cristal de neón de la radio me indica que ahora viene mi canción favorita.


Me acerco a la glorieta de San Bernardo, veo los taxis aparcados en frente del Iberia y recuerdo que, hace mucho tiempo, escribí una escena ahí mientras soñaba que regresaría en algún momento dado.


Ese momento es ahora, ya no necesito soñar porque estoy aquí y es, entonces, el momento en el que me doy cuenta de que el camino es largo, pero satisfactorio.


Hoy la ciudad no es tan grande como parecía en mi recuerdo trece años atrás. Las canas que me pueblan la cabeza son el archivo de la sabiduría.


De repente, me vienen a la cabeza imágenes de aquellas tiendas del pasado a miles de kilómetros de aquí, de noches enteras conduciendo por el asfalto helado. Días en los que no había aún nada construido y estaba todo por hacer. Un escalofrío me eriza el vello de los brazos.


Siento que estoy en el mismo lugar, en el día uno, en esa posición de salida con las piernas flexionadas, mientras espero el disparo de inicio.


Otra carrera. Siempre hay otra carrera por correr y siempre la habrá mientras el corazón continúe latiendo. La luz sigue en rojo.


A veces, tengo la sensación de que todo el mundo ansía llegar al poco de empezar, sin apreciar la transformación que nos proporciona el propio proceso. La épica es romántica, funciona muy bien en las conferencias de autoayuda y motivación empresarial, pero la práctica es la canción del disco que todo el mundo pasa.


Sinceramente, llevo diez mil horas en una labor diaria y sigo sin ser un experto.


El aprendizaje es constante y necesario y el único peligro que se debe evitar es el de ser una víctima más de la vorágine de lo rápido y efímero. La cultura del me gusta y la gratificación instantánea.


El segundero se congela, me doy cuenta de que soy un jugador, de que siempre lo he sido y, por ende, no entiendo otra forma de ver la vida si no es como un juego.


Pasar de ser espectador a participante.


Así todo es más emocionante.


La luz se pone en verde, meto primera y piso el acelerador.


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Published on June 17, 2019 01:01

June 15, 2019

Absorber

“I hope your life is more full of ‘I can’t believe I did this’ than ‘I should have done it’. ”


foto de nighty drunk lovers


Ayer paseaba por el Retiro cuando, por enésima vez, vi a ese novio enamorado tomándole fotos a su pareja, hastiado de apariencia y con ganas de terminar con ello. Ella posaba sonriente, pintando de ilusión y calma la instantánea. Después la magia se desvanecía, él le devolvía el teléfono y ella comprobaba si había hecho un buen trabajo. Mientras la ficción sucedía a escasos metros del lago, la vida, que seguía siendo la de siempre, continuaba su marcha por las calles que bajaban hasta Cibeles. Una chica bella con vestido negro y melena rubia besaba al chico. Éste sonreía, le pasaba el brazo por encima de los hombros y la agarraba bien fuerte como si, en ese momento, no importara nada más. Y puede que fuera así. El calor sube la temperatura de junio, pero la noche apacigua un verano que está más cerca de lo que esperamos. Este año no habrá playa, ni hogueras, ni malos recuerdos ardiendo el fuego. Pero habrá sonrisas, gestos de complicidad, copas en terrazas y caricias agradecidas.


Volver a los inicios, al asfalto, a la página en blanco y a descubrir algo nuevo de aquello que tenemos delante. Darnos el capricho de concedernos una pausa, poner el teléfono en modo avión y respirar hondo, tan hondo que parezca que vamos a absorber el universo.


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Published on June 15, 2019 03:46

June 14, 2019

Desconectar

Milano negli anni '70, case di ringhiera. Ph Gianni Berengo Gardin

Milano negli anni ’70, case di ringhiera. Ph Gianni Berengo Gardin


No, no te estás perdiendo nada. Hace tiempo que le vengo dando vueltas a esta idea. Las últimas semanas se han vuelto algo turbulentas. El adaptador de los auriculares se rompió y ya no escucho música cuando salgo a la calle. No escribo ni un folio desde hace quince días y siento un poco de apatía en mi interior. La lista de cosas por hacer es larga. Tengo historias, tengo personajes que buscan ser plasmados entre líneas, pero también tengo una amarga sensación que va y viene, dentro de mí, cada cierto tiempo. Por las noches, sueño con vivencias extrañas, con personas conocidas y con rostros con los que me debí cruzar, pero no recuerdo. La razón por la que me fui a vivir un año a la playa, alejado -en cierto modo- de la ciudad, no fue por resignación, ni tampoco por falta de opciones. Necesitaba estar solo. Y, por eso mismo, terminé, poco más tarde, unos meses viviendo en el campo.


Estos días me replanteo dónde estoy, qué veo en el horizonte y cuál es el siguiente objetivo. Será cosa de junio, que siempre golpea por partida doble y me recuerda que estamos a mitad de año, que el verano (en esta parte del globo) se acerca y que aún queda mucho por hacer.


Pero lo que más me preocupa, no es nada de esto, pues asumo que se repite cada año. Por el contrario, percibo que necesito tomar distancia de esa necesidad por -creer- estar al día. La necesidad de estar presente en todas partes, ya sea física o virtualmente. No, no me estoy perdiendo nada y pienso que esto es bueno. Las conversaciones en los bares, en la calle, en los tejados… se vuelven superficiales. Algunos días no me interesa lo que sucede en mi pantalla, ni en la de la persona que tengo al lado, en el metro. Me pierdo entre las páginas de los libros, el único lugar donde floto, divago y me vuelvo a recuperar.


Cuando me siento así, es hora de echar el freno, derrapar aunque salga de pista y enfriar el motor. El cuerpo siempre envía señales y los pensamientos forman parte de éstas.


Cualquier día es perfecto para detenerse y pensar. El problema es que tememos caer por el agujero de la madriguera.


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Published on June 14, 2019 03:09

June 11, 2019

Jugar a ser David contra Goliat

Photo by Michael LaRosa on Unsplash

La mayoría no nos atrevemos nunca pero, en ocasiones, es necesario hacerlo. Días intensos de replantear el sistema, de entender que no te gusta lo que ves y, por ende, quieres cambiarlo.


Conozco esta sensación, he estado aquí ya antes.


Sin embargo, ahora es más difícil, esa es la sensación. De lo contrario, no existiría el progreso. Y, entre tanta ambigüedad, hablo lo importante que es romper el techo de cristal que nos impide seguir jugando la partida y alcanzar el siguiente nivel.


Es tan fácil acomodarse, conformarse con lo que tenemos, que la mente tiende a derrumbar todo tipo de aspiración en el momento que augura un mínimo de dificultad, riesgo e incertidumbre.


 Pues bien, en esta ocasión, pese a que no logro asimilar toda la información que tengo delante en estos momentos, siento que estoy más que preparado para enfrentarme al Goliat que aguanta sonriente para machacarme en el cuerpo a cuerpo.


No lo voy a permitir.


Hay quien dice que no tiene enemigos, pero yo pienso que todos tenemos, al menos, uno. Enemigo viene de inimicus, que significa no amigo, y existen muchas cosas con las que no quiero entablar una amistad. Entre ellas, la conformidad, el miedo a perder lo que ya tengo, el temor a no saber qué pasará después, el ruido innecesario que flota en el ambiente.


Con los años, me he dado cuenta de que mi enemigo es el Goliat que aparece cada equis tiempo, a veces, representado por mí, por mis sueños, pero también por los temores.


No importa lo que hayas conseguido antes, que seguirás teniendo respeto a lo que esté por delante.


La experiencia (eso que tan poco valoran hoy las empresas a la hora de contratar) no sólo está en lo mucho que conoces tu campo, sino también en la destreza que tienes para adaptarte.


Es lo único que te salvará, al igual que permitió a David ganar a Goliat, porque llevaba suficientes horas cazando con la honda, como para saber cuál era su fortaleza.


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Published on June 11, 2019 01:11

June 7, 2019

Felicidad y mente fría

Photo by Tadeusz Lakota on Unsplash

Hace unos días, escuchaba a Elon Musk decir que existía la posibilidad de que viviéramos en una simulación. El entrevistador, Joe Rogan, respondía que, si no lo hacíamos ya, tal vez no estuviéramos acercando a ello.


Ayer, sentado en una terraza de Conde Duque, un amigo me decía que Instagram te abría una ventana a lo que estaba sucediendo en el mundo.


Discrepando, le dije que no estaba de acuerdo, pues lo que vemos es del todo cierto -asumimos que así es, pero nos perdemos en el agujero negro de subir y bajar las imágenes-, y desconocemos muchas cosas que no llegamos a ver.


Sentados, agarrando el cuello de un botellín de cerveza, después de mucho tiempo, me di cuenta de que era realmente feliz cuando me preguntó cómo estaba. Y sí, lo soy, lo estoy, no puedo mentir. Esta vez no se debe al verano, ni al calor extenuante de Madrid. No hace falta estar enamorado para sentirse bien. Hay factores y condicionantes que ayudan, pero todo lo que necesitamos, ya lo traemos de fábrica.


Sé que pasará, porque no siempre ha sido así, que vendrán épocas más duras, pero me siento en un estadio en el que me veo capaz de cualquier cosa. Sé que, en el pasado, he tenido momentos difíciles a nivel anímico, pero necesarios para seguir hacia delante. Durante mucho tiempo, había centrado parte de mi energía, de mis pensamientos, en lo que no debía.


Conscientemente o no, es algo que hacemos todos a diario. Intento no darle más importancia de la que tiene. La moderación en todo es la clave, como decían los estoicos, y tener la mente fría es la única vía para seguir avanzando.


Simulada o no, tal vez la vida no sea de color de rosa, sino de muchas tonalidades, y pienso que es mejor así.


Nadie nos debe nada.


Me gusta sentirme incómodo, incluso cuando todo va bien. Tener la sensación de que todavía queda mucho por hacer, antes de ser esclavo de mis propias comodidades.


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Published on June 07, 2019 00:56

June 4, 2019

Contra la épica de lo mediocre

Photo by Mael BALLAND on Unsplash

Hace unos días, leía unas notas que me llamaron la atención. No eran mías y ahora no consigo encontrarlas en el océano cibernético, pero el mensaje caló.


El texto reivindicaba que había que desechar la épica del éxito, desechar todas esas ideas de discurso de graduación para motivar a otras personas, donde sólo se puede llegar a lo más alto tras un duro esfuerzo. Y, en lugar de eso, darle más importancia al fracaso pero, también, a los que fracasan y se quedan por el camino.


Cada persona es libre de pensar lo que quiera, lo que pueda, lo que sea capaz, y no lo juzgo. En mi caso, que es el que conozco, tengo muy presente de que no quiero ver cómo la vida pasa por delante mientras espero en una estación sentado.


El fracaso, como tal, poco significa, pues todos fallamos siempre en algo, aunque nos afecta de una manera u otra en función del contexto. A nadie le gusta escuchar la etiqueta, ni sentir que ha fracasado. Desde pequeños nos separan en grupos, los que sacan buenas notas y quienes se quedan atrás.


Después la épica transforma los números en puestos de trabajo, en sueldos y estado social. Finalmente, para mucha gente, todo se reduce a una cifra de números en tu cuenta corriente.


Regresando a la épica del éxito, estoy convencido de que el problema, en la mayoría de casos es que no nos detenemos a definir lo que significa para nosotros, que es lo que importa, al fin y al cabo.


Ni el éxito, ni el fracaso. Nos limitamos a buscar la aceptación, a sentirnos apoyados, a encontrar cobijo y orgullo en los demás, en lugar de empezar por el quemazón que llevamos dentro. Los caminos desconocidos son los que más tememos y, cuando decidimos tomar uno de ellos, empieza esa épica que nadie quiere oír porque temen.


Recuerdo cuando dejé el primer trabajo que tuve. No podía estar allí porque quería escribir. Era plena crisis económica y el jefe de turno me dijo que me arrepentiría de tomar la decisión si me iba, pero la verdad es que me habría arrepentido para siempre de no haberlo hecho. Para mí, seguir allí era una fracaso en toda regla.


Por otro lado, a pesar de lo que mucha gente (que quiere dedicarse a escribir) piensa, la escritura, como la música u otras disciplinas que tienen (aparentemente) menos público, para la opinión general, es uno de esos caminos llenos de niebla, hambruna y acantilados que no llevan a nada.


A nadie le importa, en realidad, lo que goces o padezcas, porque nadie lo concibe como un oficio, sino como una pasión de la que sólo unos cuantos pueden disfrutar económicamente.


Además de no ser cierto (pero ese es otro tema), cuando antes se entienda esto, menos egos doloridos habrá. Dedicarse a escribir, de cara a la galería, es una invitación al averno, a la pobreza y a la Cuaresma que cada persona lleva dentro cuando empieza una tarea sin apoyo, sin un final plausible y sin una remuneración económica… hasta que la partida cambia de dirección. Sólo de ti depende gestionar las tentaciones y los demonios que aparezcan por el camino (que serán unos cuantos).


En mi caso, la épica del éxito, me gustara o no, ha sido la gasolina para navegar a ciegas, para sentar el culo en la silla y romper con lo convencional, con las cervezas de sábado noche y esos derechos a comer fuera, a ir a la playa o a viajar, que no existen en ninguna Carta Magna pero que se escuchan a menudo en las conversaciones.


Photo by Braden Barwich on Unsplash

La épica de esforzarte por aprender algo nuevo, aunque cueste; por plantar una semilla y regarla a diario. La épica de ser disciplinado, de respetarme a mí mismo por primera vez, de reflexionar y entender cuáles son las prioridades en mi vida. La épica de decir no a muchas cosas para sonreír con un sí a las que me hacen feliz. La épica de lograr lo imposible. Y en esa épica tan malograda, mientras el entorno se contrae por salirme del caudal, formé poco a poco lo que para mí era el éxito, la forma de vida y la felicidad.


Para mí, el fracaso es lo que no quiero en mi vida sin intentar cambiarlo. El éxito: ser dueño de mí, también de mi libertad y poder pagar el coste.


Suena bonito, no siempre es así y tampoco lo fue para mí.


He hablado otras veces de esto y no me quiero repetir. La épica existe y nos transforma. A veces pienso que la mía fue demasiado larga (o no). Trabajé para otros, dediqué tiempo a deshoras, por las mañanas antes de ir al trabajo, por las noches cuando regresaba, y siempre temí que no llegara a lograrlo. Pero también afectó a mis relaciones personales y profesionales. Limar asperezas, ponerte firme, cortar por lo sano aunque genere incomodidad y recordar aquello de memento mori. Eso es parte del juego y esa parte se cuenta menos porque nadie la quiere oír.


Fracasé durante años como el futbolista que no consigue jugar en el mejor club, pero no tenía miedo a seguir experimentando (había formado una actitud y un estilo de vida apto para aguantar los golpes) porque el auténtico fracaso era regresar al mundo ordinario, ganar un salario más alto que el que tenía, una vida más cómoda, pero escuchar eso de «TE LO DIJE».


Fracasar era convertirme en esa persona.


Y entre fracasos (caídas cuando crees que estabas llegando) y éxitos (esas pequeñas victorias tan necesarias que sólo nosotros entendemos), sólo había (y hay) algo que me aterraba: la mediocridad, la línea recta que aparece en el cardiograma cuando estás muerto.


Lo peor de todo es que ser mediocre es algo que elegimos.


Desde el principio, aprendí a tener cero expectativas de lo que estaba fuera de mí, porque sabía que nadie me debía nada. En el momento que se acepta y digiere esto, se genera un sentimiento de gratitud infinito cuando alguien muestra interés por lo que hacemos. Y sí, claro, el dinero llega después, como todo, pero no es más importante que lo anterior.


En resumen, la épica personal es necesaria, te hace tener más correa, tomar las cosas con calma, saber dónde están tus límites, alejarte de la aprobación.


Como diría Tony Soprano: “Sé lo que traigo a la mesa, así que créeme cuando digo que no me importa comer solo”.


El éxito y el fracaso son dos términos fundamentales y únicos que cada persona debe definir de dentro hacia fuera para entender hacia dónde va, sin miedo a la opinión general.


Fracasar y triunfar son términos binarios.


Ser mediocre, un lastre de por vida.


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Published on June 04, 2019 01:33