Pablo Poveda's Blog, page 19

March 30, 2020

Otro comienzo

people on sidewalk during a daytime


Tercera semana de confinamiento. Arranco con las pilas recargadas y abordo el lunes con una perspectiva diferente a la que he tenido últimamente. Esta semana tengo que terminar algunos proyectos y continuar con otros, así que estaré ocupado.


Me fascinó ver en Netflix el documental ‘Struggle: life and lost art of Szukalski‘, que narra la fascinante y curiosa vida y obra del artista polaco Stanislaw Szukalski.


Mientras sigo con mis lecturas, aproveché para hojear algunos capítulos en inglés de Hollywood de Bukowski, porque nunca encontré la traducción en español (aunque ahora sé que Anagrama la publicó). Cuando todo pase y podamos regresar a las librerías, tal vez la busque de nuevo. Por alguna razón, es una novela que me traslada al verano, a los días de sol y playa, a los descapotables, a las camisas con estampados de flores y a las gafas Carrera. Puede que sea porque está ambientada en California. Aunque la historia es entretenida sin más, hay frases destacables.


Terminar libros, trabajar en historias y marcarme entregas lo hace todo más fácil. Se trata de avanzar, de ver progreso, para poder diferenciar entre los días y que el deja-vu no nos atrape. Desde hace tres años, me dedico íntegramente a escribir, de sol a sol, por lo que tengo un máster en perder el tiempo. Cuando todos los días son lunes o sábado, no te queda más remedio que disciplinarte como si fueras el sargento Hartman en La chaqueta metálica.


Cuando termine con Luis Santamaría, me pondré con Vindicta, una antología de relatos criminales que ha sacado David Gómez con el sello de su blog, Cruce de Caminos, y para la que he tenido el honor de escribir el prólogo. No me considero un autor de novela negra, ni encajo en el canon, aunque sí leo mucha y mis historias se nutren de ella. David es un tipo fantástico y hace un gran trabajo con sus reseñas y con los cálculos del concurso de Amazon. Su blog es un referente.


Para rematar, buscando otras cosas, terminé en el canal de Youtube de Los Whiskochos, y ahora no puedo hacer otra cosa que recomendarlos (a quien le guste tomarse una copa, claro).


 


La entrada Otro comienzo se publicó primero en Pablo Poveda.

 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on March 30, 2020 00:28

March 28, 2020

La marca personal en los tiempos que escribimos

 


Ayer escribí a una amiga para saber cómo se encontraba, cómo estaba viviendo todo esto. Nos conocemos desde hace muchos años y estuvimos a punto de encontrarnos hace poco, si no nos hubieran obligado a encerrarnos en casa. Me dijo que estaba bien, aunque un poco harta del delirio de algunos, aireando ahora su vida mundana (como la de todos) en las redes. Al parecer, se había dado cuenta de que, encerrados, la mayoría somos iguales. Le comenté que había tomado distancia del asunto, tan pronto como vi las emociones a flor de piel. Tenía miedo, como todos, pero tanto tiempo en casa le había abierto una ventana a la bulimia informativa. Por mi parte, me excusé en que no empleaba tiempo en perseguir vidas ajenas, ya que tenía bastante con lo mío, que era enfrentarme al bloqueo creativo y evitar el contagio y disfrutar de mi existencia, aceptando que podía fracasar en las tres. 


Nos despedimos, preparé la cena y revisé algunos correos en la tableta. Últimamente me escriben muchas personas, lectores que llegan por primera vez o que han terminado alguno de mis libros durante estos días. Me alegra ver que la mayoría de gente tiene el concepto sobre mí que he querido transmitir siempre: lo que ves y lo que lees, es lo que soy.


Siempre he procurado luchar por unos ideales y por un estilo de vida particular. Si a mí no me interesa cambiar de parecer, no comprendo por qué hay quién cree que va a conseguir que lo haga.


Sé que puedo no caer bien a muchos, pero las personas buscamos afinidades y la vida es demasiado corta para luchar por una causa perdida.


Dicho esto, existe un concepto del que nadie quiere hablar con profundidad pero en que los próximos años será crucial: la marca personal. Cuando te expones, te guste o no, tienes una. 


Siempre la has tenido.


La marca es lo que dicen de ti en el instituto, o lo que trabajas para que digan de ti. Si echamos un vistazo atrás en el tiempo, nos haremos una idea de la imagen que proyectábamos. Encontrar el porqué no es tan difícil.


Hoy la marca es líquida, manipulable y, en la mayoría de casos, ficticia pero, como humanos que somos, en el largo plazo, terminamos errando por alguna parte. Las redes sociales son un arma de doble filo, una memoria colectiva que no olvida y un foco de problemas si nos dejamos llevar por la emoción del momento. Cuando alguien publica un mensaje provocador y lo borra más tarde, entre medias, otra persona guardó una captura. 


En ocasiones, es difícil no callarse y responder a ciertas discusiones ajenas a ti (que no son más que opiniones con las que no comulgas), pero más jodido es cerrar la boca y dejar que corra el aire. Nadie toma en serio a los bocazas.


Hace unos años, antes de abrir mi lista de correo, me leí más de una decena de libros sobre marketing, publicidad y demás cosas en los que encontré cosas útiles, humo y sentido común.


Abrumado con tanta información, me pregunté cómo podía simplificar el proceso y ofrecer una imagen acorde a lo que yo era. 


Sé quien eres y no te avergüences de ello.


¿Y si pecas de gilipollas? 


No importa. Sigue siendo quien eres, pero siembra si puedes.


 


Una vez, alguien me dijo: “Si quieres diez mil seguidores, yo puedo ayudarte, pero habría que venderlo de otra manera.”


Le dije que gracias, pero no.


Lo de jugar a ser Kanye West no iba conmigo, así que podía quedarse con los diez mil y con el Lamborghini que quería usar para las fotos, que ya los encontraría yo a mi manera.


Los Lambos siempre me han parecido una horterada y los diez mil llevaron algo de tiempo encontrarlos, pero fueron más fieles.


 


 


 


 


Fingir es la vía rápida al fracaso, la única forma de demostrar que careces de autenticidad y que sólo buscas un poco de atención.


Quien intenta subirse al carro de la tendencia, llega tarde y es referente de nada.


Busca la parte buena de tu vida y compártela en ligeras dosis. Seguro que existe algo. El drama vende pero, a la larga, nos quedamos con quien nos hace reír.


Hay una regla de oro que no se toma en serio: nadie te pide que hagas lo mismo que el resto. El poder de decisión es personal. 


No me importa la autoestima que tengas. Ya puede estar por los suelos, que seguro que hay algo que haces bien.


Así que anota en un papel las tres cosas que te caracterizan.


Si te leen, es porque les gusta lo que escribes. Si compartes un pedazo de ti, lo agradecen porque tienen curiosidad en saber quién hay detrás. Pero tampoco te tomes demasiado en serio.


Sé consecuente, tampoco es tan complicado.


Dicho esto, hay otra cosa que, en ocasiones, está poco presente: aquí nadie debe nada a nadie. Ni a ti, ni a mí tampoco.


Especiales y únicos somos todos, iguales en el respeto y diferentes en la forma de ser.


En mi caso, tengo dos reglas: la primera, tratar con educación y respeto, ante todo, a quien ofrece su atención, ya sea leyéndote o mostrando interés en tu trabajo.


Es lo menos que puedes hacer a cambio (aún más si ha pagado). Y si no le gusta lo que haces, mejor no tomarlo como algo personal. Lo mismo te puede ocurrir a ti con otra persona.


Si te piden consejo o recomendación, responde. Si no, ni te molestes.


Si alguien se excede, díselo con educación. No se trata de un combate dialéctico, sino de entender que TODO lo que haces o dices en público, cala en tu marca personal.


La segunda regla es NUNCA decir o comentar algo que no diría delante de esa persona, en la calle.


Criticar a desconocidos en las redes es muy fácil porque no te pueden partir la cara (ni tú se la puedes partir a nadie).


Finalmente, deja tu ego en la fiambrera antes de entrar en Internet.


El respeto se gana ESCRIBIENDO una buena historia, no hablando.


Al igual que los problemas se quedan fuera del cuadrilátero antes de un combate, tú deberías hacer lo mismo. Sí, hay quien se permite decir y hacer lo que quiere pero, si estás leyendo esto es porque, probablemente, estás todavía construyendo tu marca personal y no sabes muy bien cómo hacerlo. 


Ahórrate problemas. Sé coherente y mira por ti y por quien te sigue. Céntrate en esto y cuídalos como a una familia porque son tu comunidad. El resto es ruido.


No busques aprobación, ni resolver tus traumas infantiles.


No te conviertas en una jodida marca blanca. 


Porque me temo que en los próximos años veremos muchas.


La entrada La marca personal en los tiempos que escribimos se publicó primero en Pablo Poveda.

 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on March 28, 2020 03:27

March 27, 2020

Rotos

silhouette of man and woman standing on seashore during sunset

Me dicen que es un buen momento para escribir, que hay muchas horas por delante y poco que hacer, ya que no podemos salir a la calle. Pero la verdad es otra. Soy una persona de carne y hueso, como el resto, madrugo e intento mantener una rutina, pero no siempre es suficiente. Estos días escribo, claro que lo hago, como válvula de escape y como herramienta para viajar hacia dentro, pero no rindo igual. Las vibra de fuera es perturbadora, el teléfono no deja de sonar, la contaminación virtual es tan nociva como el virus y la concentración, en ocasiones, es nula.
Me lo tomo calma, sin importarme lo que dure, porque es el momento de estar en casa. Los días se me pasan volando, ocupado en proyectos que van más despacio de lo habitual, pero que siguen su curso. No me quejo: tengo un techo, comida, agua caliente, libros, el teclado con el que escribo y la compañía de mi perro. De hecho, doy gracias cada día. Esto no tiene por qué ser una tortura, sino un entrenamiento.
Como decía Hemingway: “El mundo nos rompe a todos, y después, muchos son fuertes en los lugares rotos”.
Todo pasa, pero mejor que estemos ahí cuando lo haya hecho.

La entrada Rotos se publicó primero en Pablo Poveda.

 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on March 27, 2020 01:59

March 23, 2020

Costumbre

brown wooden chair near mattress


Sale el sol después de una jornada de lluvia, aunque no parece que importe mucho. Esto va para largo. Nos aumentan la reclusión quince días más, algo que no es problema. No me importa lo largo que sea, como si estamos tres meses hacinados en casa, siempre y cuando termine con el virus. Lo que venga después, ya se verá.

La cuarentena empieza a pesarle a mucha gente. El ser humano difícilmente se soporta a sí mismo.


Tengo tres mil palabras por delante que tengo que escribir para hoy. Están sucediendo cambios en la industria que nadie esperaba y es importante abrir bien los ojos.


Mi cuarentena también lo es en redes. Los perfiles personales se han convertido en el cubo de hojalata favorito donde vomitar todas las inseguridades y los miedos y odios. Hay que estar a salvo del exterior, en todos los aspectos.


Leer y escribir es lo que me ayuda a entrar en un trance demoledor en el que olvido lo que está pasando. No sé cómo, pero lo consigo.


Por otro lado, estoy aprovechando para experimentar algo nuevo, otra forma de narrativa, un paso más en mi aprendizaje.


Dada la situación, no me voy a poner exigente. Mi mente no está preparada para prácticas de hace unos meses, por lo que es mejor ser constante que acabar lleno de impotencia.


Finalmente, hay buenas noticias.


Pronto se pondrán a grabar las cuatro novelas de Rojo, que saldrán en audiolibro este año. El resto de series completas (Caballero y Don) están en Storytel y otras plataformas como Itunes, listas para escuchar estos días.


Los actores de doblaje son de diez.


Por último, he rebajado más de la mitad el precio del curso de escritura en línea, por si alguien quiere aprovechar el tiempo. Es un buen momento para ponerse a escribir.


Hoy hay albóndigas de menú, un crianza y Mensajes Ocultos de mi amigo Luis A. Santamaría.


La entrada Costumbre se publicó primero en Pablo Poveda.

 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on March 23, 2020 05:30

March 19, 2020

Juego de cartas

red mug beside wine bottle


Esta cuarentena me ha puesto un poco en órbita. He tenido tiempo para leer y terminar algunos títulos que parecían interminables, pero también para ver algunas películas que no había visto aún (El Irlandés) y otras que hacía mucho que no veía (como Goodfellas o Collateral). Echo de menos algunas cosas en los tiempos que corren. Quizá sea la forma de pensar y de actuar ante ciertas situaciones. Todavía recuerdo ver, hace no mucho, a ese conocido periodista de un diario de tirada nacional, tomando algo en Casa Paco mientras hablaba con una chica a la que no le vi la cara. Aquella noche de un martes cualquiera, de finales de febrero, estaba con un amigo. Llevábamos un par de whiskys encima, nos habíamos dejado engatusar por la calle de Santa Isabel y haciendo millas terminamos allí para llenar el buche. A él le sonaba la cara de ese tipo, seguramente porque lee los diarios más a menudo que yo y tiene un grado de admiración, por según qué cosas, del que yo carezco. Yo lo había leído en alguna ocasión, pero me resbala un poco su presencia. Le tengo indiferencia a la vanidad y a los nombres que se escriben con mayúscula. Cambié de tema, pedí de beber y me preguntó en qué andaba metido. Mi amigo era la clase de persona que te apoya, sin haberse leído nada tuyo. Y ni falta que hacía. Nos conocíamos de Alicante, de la facultad, y ni al principio, ni tampoco al final, íbamos a hablar de cosas que nunca habían salido a la palestra. Sin embargo, aquella tarde ya anochecida, me preguntó cómo estaba, cómo me sentía sin un respaldo. Pocas veces preguntamos con sinceridad cómo se siente la otra persona. En raras ocasiones nos interesamos por lo que verdaderamente concierne a quien tenemos delante. Le dije la verdad, tal y como lo sentía. Él me contó la suya, ahora que pasaba por una ruptura amorosa. Nada serio, pero en el amor, como en el boxeo, cuando recibes, recibes de verdad y a él le habían propinado una buena tunda. Pero quien no arriesga no gana y el amor es un juego como cualquier otro. Le dije que ya encontraría a otra chica, como hemos hecho siempre. El mundo se hace y se deshace a partes iguales. Después hablamos del póker y le dije que yo no sabía jugar. Ante su asombro, le expliqué que, si aprendía, terminaría arruinado.


Estos días de gángsters, sofá, escocés (o irlandés, según esté la botella) y Santo & Johnny tocando en casa por el altavoz, reflexiono, dejo la barba crecer y releo pasajes que escribí hace años. Sobre la tele hay una balda y en ella dos habanos (puede que ya secos) esperando una ocasión merecida. Entonces pienso en mi amigo, en lo lejos que quedan esas imágenes y cuándo se repetirán.


Poco a poco, las ideas vuelven a mí y me pongo en marcha con los proyectos que tenía atrasados, que no son pocos. Poco a poco, uno vuelve a la normalidad.


En breve comenzaré a escribir de nuevo, con intensidad.


Se avecinan tiempos prolíficos para quien los quiera agarrar y una gran niebla en el horizonte para quienes esperan un milagro.


Que cada cual juegue sus cartas (tenga lo que tenga).


 



La entrada Juego de cartas se publicó primero en Pablo Poveda.

 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on March 19, 2020 10:09

March 18, 2020

Lavarte las manos

grayscale of woman standing in front of door


Llevo cinco años escribiendo en esta bitácora con moderada frecuencia. Esta mañana estaba echando un vistazo a lo que escribía cuando empecé. Cinco años en la web, siete contando historias de forma seria. Recuerdo el último día de 2019, en Valencia, haciendo un pacto conmigo mismo, diciéndome que este iba a ser el año. Y qué cosas. Lo último que esperábamos es que sucediera algo como lo de estos días.

Confinarme en casa no es un problema, ya que es donde trabajo cada día. En ocasiones, cuando estoy a medias con una historia, apenas salgo. Si no fuera por el can, ni lo haría, pero reconozco que echo de menos el ambiente de los bares, las cafeterías, los largos paseos y las luces de la ciudad. Como todos, supongo. Tengo a mi perro, una larga lista de lecturas, un puñado de discos, destilados varios, una suscripción a Amazon Prime y un montón de cosas por hacer.


Vamos, lo de siempre, pero aquí me voy a dormir antes de medianoche.


Quizá este momento sirva de punto de inflexión para mucha gente. Una pausa para replantearse si la vida que tiene le hace feliz. Se avecinan tiempos duros y, si todo va a cambiar, también lo podemos hacer nosotros. Si en 2008 aprendimos que nada era seguro, en 2020 es evidente que en cualquier esquina nos pueden dar la sacudida. No quiero ponerme nihilista, aunque tal vez sea el momento para darnos cuenta de lo que realmente prima en nuestros días, dejando a un lado la cantidad de mierda que arrastramos en la cabeza, la aprobación de quienes no conocemos para sentirnos mejor, las aspiraciones para justificar algo que no existe y esa necesidad de crear una vida acorde con los espejos de Instagram y sucedáneos.

Que hoy, lavarte las manos con cuidado, entre paredes, sin saber muy bien lo que estás haciendo, importa más que la opinión que podamos dejar en Twitter.


Por último, aprovecho para decir que hace unos días salió Desaparecido, mi última novela, y que me he tomado un tiempo con los perfiles sociales (siguen activos, pero no los veo), hasta que pase el huracán. Para lo demás, mi correo electrónico.


La entrada Lavarte las manos se publicó primero en Pablo Poveda.

 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on March 18, 2020 03:09

March 16, 2020

Prácticas y remedios para sobrevivir en casa al encierro por una pandemia

woman lying on bed


Mens sana in corpore sano. Estos días son cruciales para un mañana que está por llegar. Para muchas personas es una experiencia totalmente nueva (la de estar en casa sin salir, la del virus lo es para todo el mundo). Cada uno de nosotros tenemos nuestro aguante y un límite. No sé cuánto es capaz de ver una persona ni de vivir entre el sofá y la cama, pero sí que conozco dónde están mis líneas rojas. Por esa razón me niego a dejarme llevar por la oleada de ruido e intento que los días sean lo más parecido a la normalidad. Intento tomarlo todo con optimismo. No es la primera vez que estoy solo, aislado y con la única compañía de mi perro, por lo que esto no supondrá un problema, pero puede que sí lo sea para ti. Aquí dejo algunas prácticas que me han ayudado en el pasado y que sigo practicando en el presente.


– Siete minutos de ejercicio diario en casa: el entrenamiento carcelario de Charles Bronson es demasiado para mí (por ahora). Dado que me paso horas y horas sentado frente al teclado, intento moverme a menudo, ya sea en mi casa o paseando con el perro. Estos días, a causa de la pandemia, no camino seis kilómetros y me limito a llevar al perro a que haga sus cosas. Sin embargo, esa no es excusa para no mover el cuerpo. Descubrí este vídeo donde Inger Houghton nos guía para que sea más fácil.


– Meditaciones de Marco Aurelio: padre del estoicismo, emperador romano y manual de supervivencia en los peores momentos. Está en audiolibro y también en digital. Es un clásico, pero todavía vigente, y me ha ayudado en los momentos más turbios. Si resulta denso, se puede leer a Ryan Holiday, que intenta trasladar el mensaje a la época que nos toca.


– Meditación de diez minutos: dejando a un lado el lado metafísico de esta práctica, la meditación ayuda a tener mens sana, sobre todo con tanto ruido informativo, tanta opinión y tanta ansiedad virtual. Cuando estoy falto de ideas, medito un rato. Cuando siento que la cabeza me va a estallar, medito un rato. No seré yo quien pegue el sermón mindfulness aquí. Para mí es como pulsar el botón y reiniciar el ordenador. En Youtube hay un montón de meditaciones guiadas. Yo uso la aplicación Insight Timer, pero el fin es el mismo. Elige una que te guste y adelante. No hace falta ser un yogi ni hacer la flor de loto.


– Leer: poco tengo añadir. Intento leer para aprender y para evadirme. Novela y no ficción. Ensayo y literatura. Leer me ayuda a desconectar, a relajarme, pero también a ejercitar la memoria, estar en contacto con la lengua, a reflexionar y a mantener la mente alejada del foco de problemas. Para mí es indispensable, además de un placer.


– Aprender: ahora que tenemos tanto tiempo libre, ¿por qué no aprender? Hay cientos de cursos gratuitos en línea para aprender una nueva habilidad. Ya sea cultivando el ámbito en el que nos movemos o descubriendo una nueva vocación, aprender es útil, nos mantiene ocupados y nos hace sentir mejor.


– Crea una rutina: es fundamental que tengas un horario, hagas teletrabajo o estés mirando al techo. Madruga, hazte un horario y márcate un plan de objetivos diarios y otro para cuando esto pase. Tres, al menos. Piensa que el virus se controlará, pero el bofetón económico va a ser devastador. Piensa en ti, en los tuyos, en tu trabajo. No esperes a que acabe esta pausa para culpar a los demás. Pase lo que pase, crea un plan y prepárate para unos años venideros muy sufridos.


– Da las gracias: vivas en compañía o en soledad, trata a la gente que tengas alrededor con respeto y cariño, aunque estés empezando a cansarte de vivir entre paredes y con ellos. Puedes echarle la culpa al Gobierno, pero no cambiará tu situación. El descontento te lo guardas para más adelante, cuando haya que votar o salir a la calle. Mientras tanto, cultiva la gratitud por seguir con vida y no en la cama de un hospital en estado febril. Llama por teléfono a quien no puedes ver, no te quejes mucho y practica lo anterior.


La entrada Prácticas y remedios para sobrevivir en casa al encierro por una pandemia se publicó primero en Pablo Poveda.

 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on March 16, 2020 05:08

March 15, 2020

Sobrevivir a la reclusión

glass panel door with green ATM signage


Supongo que será una cuestión de tiempo que las palabras vuelvan a fluir. Ha sido un fin de semana extraño, el primero de muchos que están por venir, debido al ambiente que se respira. Salgo a la calle pensando que soy Will Smith en Soy Leyenda y veo a los otros dueños de perros que hacen igual. El ruido es molesto y cuesta concentrarse estos días en lo que se quiere contar, así que aprovecho para cobijarme en lecturas atrasadas, en discos que siempre funcionan y en algún que otro documental. Reconozco que la lectura es lo que más me relaja.


Disfruto viendo el biopic de Chet Baker, Born to be Blue, y el de Miles Davis, Birth of the Cool, y estudio lo que dicen, lo que hicieron y en qué estaban pensando cuando lo lograron. Aunque ambos me gustan mucho, es obvio que Davis hizo más carretera que Baker.


Mañana saldrá Desaparecido a la venta, la última entrega protagonizada por el inspector Rojo. Una novela negra, más pulp que las anteriores, con acción, crimen, diálogos punzantes, mucho humo de tabaco y sabor a decadencia. Como siempre, la lanzaré a 2,99$ en Kindle durante las primeras horas. Como todo el mundo está aprovechando la coyuntura para promocionar sus novelas, yo me voy a limitar a decir qué hay disponible de oferta en mi catálogo (además de la novela gratis de Caballero).





Don (thriller/suspense) gratis en Amazon Prime: buff.ly/3aQBKZS
La Isla del Silencio (Caballero) gratis en Prime: buff.ly/2O3a3XA
La Dama del Museo (última de Caballero) a 1,8e: buff.ly/2pfjWFT
Rojo (novela policíaca) gratis en Prime: buff.ly/2Wegx8q
Pack de Don (tres primeras novelas) a 4,42e: buff.ly/2TONRB1
Trilogía completa de Rojo a 5,3e : buff.ly/2xf2AN7

La entrada Sobrevivir a la reclusión se publicó primero en Pablo Poveda.

 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on March 15, 2020 00:10

March 14, 2020

Histeria y estoicismo


Estos días son complicados para todos, incluso para mí. Hoy Madrid parece una ciudad zombie, propia de película apocalíptica. En las últimas jornadas se ha visto de todo, desde imbecilidad a histeria. El ser humano en su máximo esplendor, sacando sus instintos más primarios, pensando únicamente en su clan, su manada, saqueando los supermercados con compras abusivas y olvidándose de quienes estaban en sus puestos de trabajo o no podían acceder a esas horas a la compra. Los negocios revientan, los bares se vacían, los camareros se enfadan pensando en la cola del paro y los clientes se marchan cuando llegan otros por miedo al contagio (y no a la transmisión). Y no me olvido de la clase política, que ha demostrado ser lo más infame y oportunista que existe, sin importar el color que represente.


Nunca pensé que vería la calle de Atocha tan vacía, ni que pasear por la capital me transmitiría sentimientos contrarios. Estos días las redes se llenan de analistas expertos en la materia, en busca de protagonismo, de un «os lo dije» en el futuro, pero que, en realidad, no hacen más que infundir miedo. Pero también los hay bromistas, oportunistas, quejicas, acusadores y luego los que repiten el mantra sesgado con una opinión que han tomado prestada. Cada persona expresa su miedo, de la forma más pura, sacando a la luz lo que de verdad le aterra. Y, si lo miramos desde una panorámica, es su forma de manifestar su manera de fin del mundo.


La gente tiene miedo a ver la muerte de cerca, a morirse y desaparecer de este plano. De ahí su actitud.


La situación me hace reflexionar sobre muchas cosas. Lo primero es que nadie va a leer más de lo que leía antes, ni a tener esas conversaciones profundas que siempre se mencionan y nunca se tienen. Tampoco va a completar las listas que tenía por hacer, escribir ese libro que siempre tuvo en mente, ni cambiar su forma de pensar. The Clash lo decía en London’s Burning, que todo el mundo se quedaba en casa viendo la televisión mientras la ciudad ardía. Esto será parecido, pero con la generación de pantallas que tenemos al alcance. Cada cual es libre de malgastar su tiempo como quiera. Al fin y al cabo, lo único que buscamos es evasión y entretenimiento mientras seguimos confinados.


En mi caso, tomo el asunto con estoicismo, procurando no contagiarme, pero consciente de que hay cosas fuera de mi control por las que no puedo hacer nada. Si aquí se acaba, me iré con la conciencia tranquila de haber hecho lo que me ha dado la gana, siempre que he podido. Si aún te quedan sueños por cumplir, plantéate qué has hecho durante todos estos años. Quizá este sea un buen momento para tomarnos la vida más en serio, empezar a caminar a nuestro aire y dejar de pensar en lo que otros quieren para nosotros. Por otro lado, es curioso cómo no le damos importancia a toda la gente que muere a diario en el mundo (por una causa u otra), hasta que la parca acecha. Las enfermedades no entienden de color ni de clase. En ese estadio, nadie te debe nada. La ilusión de seguridad, que decía Tyler Durden en El Club de La Lucha.

Venimos sin que nos lo pidan y nos vamos sin que nos avisen. Por tanto, más vale tomar las cosas con calma y temple, porque poco se puede hacer al respecto.


Vienen días complicados para quienes no soportan la soledad ni el confinamiento. Jornadas de experimentar algo nuevo para lo que mucha gente no se ha preparado en su vida. Las semanas pasarán, el alcohol se volverá en el aliado de muchas personas, las discusiones subirán de tono y habrá quien no lo soporte. En unos meses, cuando todo esto pase, veremos qué ocurre, si en lugar de Londres arde Madrid y se revive el dos de mayo de los episodios de Galdós (aprovechando el centenario).


Soy un fiero optimista, aunque esto termine resultando un infierno. Prefiero pensar que no, que nada de lo anterior ocurrirá y que volveremos a una extraña normalidad, olvidándonos de ella con el tiempo, como hemos hecho siempre, como animales de supervivencia que somos. Porque es muy probable que en unos meses sea así. Pero lo que yo piense, es mi decisión y sólo me afecta a mí, a mi bienestar y al tiempo que, como todos, voy a estar encerrado en Madrid leyendo, escribiendo, ejercitándome en casa y blindándome en mi fuero interno como he venido haciendo siempre.


Las crisis generan cambios. Vivimos un punto de inflexión para todos. Podemos evitar lo evitable, tratar mejor a quien convive con nosotros antes de que sea tarde, estar más agradecidos por lo que tenemos, sentar las bases de lo que queremos ser y hacer cuando esto pase y protegernos como podamos de lo inevitable.


Pero también podemos seguir consumiendo o generando basura informativa a diario y posponer esa conversación que tenemos pendiente con nosotros mismos.


 


 


La entrada Histeria y estoicismo se publicó primero en Pablo Poveda.

 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on March 14, 2020 02:34

March 5, 2020

Somos lo que vivimos

woman smoking near vehicle


 


Recuerdo la primera vez que leí París era una fiesta de Hemingway. Tenía veintiún años, unos cientos de euros en la cartera, estaba perdido en la estación de ferrocarriles de Katowice y había un metro de nieve apilado junto a los andenes. Era un día gris, helado y desconcertante. Con ayuda de un hombre y una mujer, compré un billete de clase preferente con destino a Varsovia. Por fin, mi sueño se haría realidad. Iba a convertirme en un escritor de verdad. Aquella fue la primera vez que leí un libro del tirón, en cuestión de horas, y también la primera en la que me subía en un tren tan viejo. Me sentí como la mujer del cuadro de Edward Hopper, leyendo, observando por la ventana cada uno de los pueblos en los que parábamos, hambriento, pegando cabezadas y controlando a los vagabundos que se colaban en los vagones vendiendo cerveza barata a cambio de unas monedas. Mi experiencia previa, tras haber vivido un año en la frontera con Rusia, me llevó a comprar una de esas petacas de vodka de sabores de cien mililitros, por si la calefacción fallaba allí dentro. Las cinco horas y media que tardó mi tren, fueron eternas, pero recuerdo aquel inicio como parte de una historia que no tenía vuelta atrás. Cuando leía al viejo, así como me pasaba también con Henry Miller en su Trópico, me imaginaba como ellos, viéndolas venir, dispuestos a encontrarle el sentido a la vida, pero también a sí mismos.

Echo la vista atrás y noto que ha pasado ya una década de aquello. Varsovia fue una fiesta, quizá mejor que la de París, aunque ni Joyce, Fitzgerald y Zelda estuvieran por allí tomando champaña, pero no sólo Varsovia, sino todas las ciudades que visité durante aquellos años. Nunca lo necesité. Allí había otros, con nombres más complejos de escribir. El resto, lo tenía conmigo entre páginas, en los momentos de gracia y en los de soledad. No sé mucho sobre la reencarnación, pero a lo largo de todos este tiempo pasado, he vivido unas cuantas vidas y he quemado otras muchas. No fue un fin de semana, ni tampoco unos meses. No era cómodo, ni tampoco agradable en muchas ocasiones, pero nada de eso podía impedirme seguir. En total sumaron cinco años que me convirtieron en lo que soy, en lo que escribo y en lo que pienso. Y es algo irreparable. Vi muchas cosas que no había visto antes, desgracias, maravillas y verdades. Cuando haces ciertas cosas, a diario, a una temperatura inferior a menos diez grados, te acostumbras al dolor físico, pero también al emocional. Y un día, ya no sientes nada. Curtirte de esa manera, te hace quitarle importancia a muchas cosas que no la tienen, aunque antes creyeras que sí. De un modo u otro, a la fuerza, aprendes a encontrar la forma de seguir a flote.

Cada persona elige su aventura, su vida, sus experiencias. Yo buscaba convertirme en escritor, pero no en uno cualquiera, sino en uno vivo, y me llevé una gran sorpresa, muchas amistadas y un puñado de imágenes escritos a fuego en mi memoria que me hicieron de mí lo que siempre había buscando entre las páginas.


La entrada Somos lo que vivimos se publicó primero en Pablo Poveda.

 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on March 05, 2020 22:46