Pablo Poveda's Blog, page 23
December 16, 2019
Alrededores
Me habían invitado a una comida con gente a la que no conocía, pero eso no era algo que me importara demasiado. Llevaba un par de semanas de desenfreno, cerrando algunos bares y abriendo otros; perdiéndome entre conversaciones, hablando mucho, tal vez más de la cuenta; quitándole horas de sueño a la vida y viviendo con un euforia el rastro que dejaban en el cielo las estrellas.
Madrid en Navidad es mucho más que esa ciudad llena de gente que aparece en las películas. Madrid en mi segunda Navidad es, de nuevo, otro final inacabado, los cabos sin atar de un año de experiencias, vaivenes y trenes a los que uno se sube a última hora. Y es que, para ser sincero, no podía ser mejor. Dejarse llevar, en ocasiones, es parte del néctar de la vida.
Durante mi paseo, crucé el Calderón siguiendo las indicaciones de Google Maps, sudando los tercios de cerveza de la noche anterior mientras subía las empinadas calles. Llegué a la Puerta de Toledo, perdido como un turista de fin de semana. Seguí mi instinto hasta Embajadores y me adentré en Lavapiés como si hubiese vivido allí siempre. Pero no era cierto. Había estado en ocasiones contadas, normalmente entrando desde Tirso de Molina. Lavapiés es lo que es y no puede ser otra cosa. Allí plantado, mientras buscaba el restaurante en el que habíamos quedado, fui consciente de muchas cosas, de las tonterías que escucho a diario respecto a según qué temas y de lo poco que valoramos ciertos aspectos de nuestro día a día. Y no es que el barrio me transmitiera aquello o sus calles (y sus gentes) tuvieran algo que decirme. Nada de eso. Pero quizá, allí bajo el sol tardío de invierno, recuperé el aliento de la caminta, fui un poco más presente y tuve tiempo para mirar hacia mi alrededor -y no a una pantalla-.
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December 11, 2019
Abierto a todo
Abierto las veinticuatro horas. A todo, a los cambios, a probar nuevas estrategias, a las nuevas ideas y a las viejas que quedaron en el olvido; a los desafíos que están por llegar, a los nuevos fracasos y, sobre todo, a empezar de cero.
Estos días de niebla, frío y ambiente navideño, paseo por el centro de Madrid haciendo círculos en el aire con los ojos, fijándome en los áticos de las fachadas, pensando en lo rápido que ha pasado este año y lo fugaces que han corrido los dos del perro a mi lado. Dicen que escribir en un blog ya no sirve de mucho, pero estoy en absoluto desacuerdo. Gracias a escribir a diario los pensamientos de ese día, me puedo reencontrar con mi yo de 2015, entender cómo me sentía entonces y comprender cómo he llegado hasta donde estoy. Escribir una página a diario también me ha dado disciplina, aunque nunca haya sido más que una reflexión difusa, un relato corto o un par de ideas sin ordenar. Pero eso no es todo. Escribir a diario me ha ayudado, durante cuatro años, a generar contenido, a tener algo que decir, además de promocionar mis novelas, sin caer en la obligación. Poco a poco, esas quinientas palabras desengrasantes han sido el pequeño ritual de cada mañana, incluso en esos días en los que no me apetecía teclear nada.
Lo que comenzó como un desafío allá por 2015, terminó convirtiéndose en una placentera necesidad que me ha ayudado a mejorar en muchos otros aspectos. Pero hay que abrirse a nuevas formas, a otras ideas que siempre he visto lejanas. Ahora siento que es el momento de llevarlas a cabo.
Por eso, es hora de abrirse y sumar.
El año 2019 ha sido un año frenético. El que asoma, presiento que será crucial.
Por cierto, hoy tenéis La Noche del Fuego en Kindle Flash a 1€. Aprovechad.
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December 9, 2019
Melodías de invierno
La luz del sol en invierno es hermosa. Esta semana pasada, no cabía un alfiler en Madrid. De lunes a domingo, cualquier razón era buena para perderse por las cavas, entre el bullicio, los vendedores de décimos de Navidad y el olor a castañas asadas.
Diciembre siempre es un mes jodido. Se pone cuesta arriba, saca pecho y te empuja hacia el precipicio. Intento agarrarme bien fuerte a la cuerda, pero no hay manera. Nunca la hay. Sin embargo, el broche que pone cierre a un año lleno de aventuras, no puede ser mejor. Me acuerdo de la película de Jim Carrey en la que dice a todo que sí. Ese soy yo, en ocasiones. Ese es parte del yo con el que nunca me llevo bien, pero ya no importa, desde que alguien a quien admiro me dijo que empezara por aceptarlo. Y en esas estoy. Hay que aceptar el cambio, aunque algunos días no salga el sol por donde me gustaría.
Escribo estas palabras y soy consciente de que hace un frío del carajo, a pesar de haber sufrido más el temporal en otra época de mi vida. Los lunes son menos lunes cuando huelen a domingo. Pienso en la lista de propósitos para el próximo año, pero también en la de despropósitos. Toda persona debería escribir una porque, de una manera u otra, se sentirá más realizada al ver que ha completado una de las dos. Por suerte, pasará la Navidad, el invierno, y empezaremos de nuevo pero, hasta entonces, el Jazz Bar de la calle de Moratines seguirá abierto para hacerlo todo más llevadero.
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December 2, 2019
Idea, escribe y publica en 30 días
Después de la caída de la web, hoy he terminado de trabajar en la nueva página de acceso del curso de escritura online que creé hace un año y el mismo que impartí en la Universidad Miguel Hernández de Elche en abril. En la página de acceso se encuentran todos los módulos disponibles (a falta de los que subiré en breve). Si todavía tienes interés en escribir ese libro que te ronda en la cabeza o quieres que despegue tu carrera literaria en las redes, es el curso perfecto. Abordo desde la creación de ideas, la maquinación fácil o escribir más rápido y mejor a diario, hasta cómo crear un anuncio de Facebook efectivo, desde cero.
Por supuesto, todo son clases guiadas en vídeo, con un correo y un foro de soporte, en caso de dudas. Facilito plantillas y herramientas que uso a diario. En fin, está todo ahí.
Sólo tienes que hacer click aquí y te llevará a la página alojada en Hotmart (el lugar donde alojo el curso).
Al igual que el año pasado, he rebajado la inscripción a 59€ hasta el 31 de diciembre.
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December 1, 2019
Planes
Toda persona autónoma sabrá que el inicio de cada mes es como un ardor de estómago. Hacer facturas del mes anterior, enviar correos al contable y poner el contador a cero.
Hoy será uno de esos días, me temo. Preparo café porque me he despertado antes de hora, he salido a la calle cuando el bar aún no había abierto y sólo escuchaba mis pasos al caminar (y las pezuñas del perro, claro). Así que a las seis y media de la mañana ya tenía terminado el excel de lo que será 2020. Ya sé que queda todavía un mes por delante (y lo que eso conlleva), pero es importante planificar, sobre todo si eres un adicto a la tecla.
Planificar es importante para mí, me ayuda a hacerme una imagen mental de lo que tendré por delante. Existen ocasiones en las que nos sentimos poderosos, capaces de cualquier cosa. En 2017 tuve un momento como ese. Después, aunque no fue mal en absoluto, reconozco que me relajé un poco en 2018. Por eso, para 2019 quise recuperar ese estado, para volver a superarme y ponerme a prueba. Quería saber si era capaz de cruzar ciertos límites. Y la mente es maravillosa cuando se pone a trabajar. A principios de este año, tomando un café en las oficinas de Amazon, me preguntaron cuáles eran mis objetivos para los siguientes meses. Dudoso de si sería capaz, contesté aumentando la apuesta. Un arranque fuerte, pensé. Casi doce meses después, noto que he superado con creces lo que me propuse (a pesar de los quehaceres de la vida y todo lo que sale fuera de tu plan). He aprendido a adaptarme a las situaciones, en lugar de quejarme; a reorganizar mi plan de trabajo, sin llegar a estresarme (la presión me pasó factura en 2018). Me he demostrado que puedo ser más prolífico en todo lo que hago, si me concentro lo suficiente.
En los últimos meses cayó en mis manos el libro The Champion’s Mind de Jim Afremow, la experiencia de un entrenador de atletas olímpicos y estrellas del deporte y las técnicas que utilizan para alcanzar la excelencia. Me sorprendió que ya utilizara algunas de las técnicas que explicaba, a pesar de no ser consciente de ello.
Otro de los elementos que me ha ayudado, ha sido el modo avión del teléfono. Tan simple y tan útil. También lo han sido las tabletas digitales a la hora de escribir. Ligeras para desplazarte a cualquier lugar sin tener que llevar cables. Ayudan a evitar distracciones, son rápidas de cargar y muy útiles para teclear.
En 2016 compré este teclado bluetooth (para los más curiosos) que no necesita pilas y va como un tiro. Para escribir en el ordenador, prefiero este otro que compré en 2017 (que no es del todo mecánico, pero aguanta bien los golpes y tiene luces de colores, ¿qué más puedo pedir?). Ambos soportan las tundas que les doy a diario, así que estoy satisfecho.
Ya he comentado otras veces sobre las herramientas que uso. Incluí algunas en la guía de 2019 para escribir (hoy algo desfasada, tendré que escribir la del próximo año) y en julio, durante mi retiro espiritual en la campiña, os mostré una foto de mi diminuto escritorio porque soy un pesado con estas mierdas.
En el fondo, para escribir no necesitas mucho: un procesador de texto y una historia que contar.
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Pierde el miedo
Viernes negro, la gente pierde el control en las tiendas buscando el regalo perfecto de Navidad. Resulta atractiva la oferta, pero empiezo a sentir que cada semana hay un viernes negro lleno de oportunidades. Diciembre comienza hoy. He logrado avanzar en algunos proyectos estos días, leer más de lo habitual y también he tenido espacio para darme cuenta de que el tiempo que no estoy en las redes sociales, lo gasto en otras actividades de ocio. ¿Productivas? No lo sé, pero menos nocivas. Aún así, es pronto para dar un veredicto. Quiero llegar al 24 de diciembre para tomar una decisión. Doy largos paseos cuando la meteorología lo permite. Madrid ya tiene su alumbrado, la Gran Vía se llena como si pareciera Broadway y huele a castañas asadas y a bocadillos de calamares a partes iguales.
Me miro al espejo y percibo que, con el paso de los años, me vuelvo más y más ácrata, lo cual me ayuda a edificar caminos en los que antes sólo veía maleza, simplemente por el hecho de haberle perdido el miedo a ciertos mitos. ¿Qué es lo peor que puede ocurrir? Nada. En el momento que te despojas de las opiniones, de los juicios y de lo socialmente aceptado, ¿qué te queda? Tu conciencia.
La gente tiene miedo a publicar un libro y que no se venda, o que lo rechacen, o que tenga malas críticas. La gente tiene miedo a fallar a la primera que, normalmente, es lo que suele suceder. La gente tiene miedo a no encajar, ¿con quién? Con la mierda de opinión con que se está juzgando antes de pensar por sí misma. Caminamos por la calle evitando el contacto visual para que no nos juzguen, mientras los otros se piensan que por qué nadie les mira.
Es importante hacer las cosas bien, pero no debemos tomarnos a nosotros demasiado en serio. Es algo con lo que lidiar desde ya, si aún no lo hemos hecho. Una vez rotas las barreras que nos ponemos, hay personas maravillosas ahí fuera, conversaciones que merecen la pena y un montón de caras dispuestas a echarte un cable, siempre y cuando, no actúes como si alguien te debe algo. Amabilidad, respeto e integridad.
Un mes para la recta final y tengo el cuaderno lleno de decisiones que pienso tomar en el próximo año. Algunas son arriesgadas, pero sólo hay una manera de saber si merecen la pena. Hay que abrirse, renovarse, aprender de todas las fuentes posibles (aunque creas que no te pueden aportar nada, te sorprenderías), pensar con claridad y no con el juicio de quienes no desean que les cambien el chiringuito. Esos no cuentan nada nuevo. Lo que funciona hoy, tal vez mañana no lo haga, y cuando eso ocurra, bajar la guardia, echarle la culpa al sistema, te pondrá en desventaja. Cuando las cosas van bien, hay que seguir atacando las resistencias con el triple de ferocidad para abrir nuevas grietas, si no quieres quedarte fuera de la fiesta. Como dice Clint Eastwood, “Si quieres una garantía, compra una tostadora”.
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November 29, 2019
Destellos literarios
Ayer tuve la suerte de estar presente en la entrega del Premio Literario Amazon 2019. Quedé un rato con mi compañero Luis Santamaría (un gran tipo al que echarle el ojo y que también ofrece su libro gratis) en el Café Comercial para tomar un café rápido y dejarnos caer por el Vicci de Callao para el evento. A veces, la vida te sorprende cuando has perdido la fe en algunas cosas. Cruzando Fuencarral entre el mogollón de la gente que arrasa el centro a esas horas, tuvimos tiempo para hablar de diferentes temas. Entonces me di cuenta de que compartíamos la misma visión en muchos aspectos, que ambos teníamos las cosas claras sobre el rumbo de ciertos temas y eso es de agradecer. Nunca se puede dar nada por sentado, pero para eso existen los interrogantes. La tarde fue estupenda. Desvirtualicé nombres que me sonaban de las listas de ventas y de perfiles de Facebook y eché en falta que esos eventos no se hicieran más a menudo. De pronto, la mayoría nos conocíamos de algo, aunque no hubiésemos hablado nunca, y es que todos teníamos algo en común: escribir. Lo que nos hacía felices, supongo. De casualidad crucé unas palabras con un famoso editor y tuve la suerte de acabar la velada con Luis y David Orange, otro éxito editorial que arrasó antes de llegar a las librerías. Me llevé una grata impresión de toda la gente con la que hablé. Me da la sensación de que ayer nació algo bonito allí. Nos despedimos cuando terminó y regresé a casa bajo los luminosos de la Gran Vía, con el viento de cara y las solapas del abrigo levantadas. Aquello ya terminó y ahora toca seguir empujando hacia senda.
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November 26, 2019
Dulce Navidad
Ya han colocado las luces de Navidad en Madrid, al menos, en gran parte. En el barrio siguen alumbrando las farolas, pese a que estemos a dos calles del Palacio Real. Días nubosos de correos amables, atardeceres rojizos (las vistas desde el Debod siguen siendo un espectáculo cuando cae la noche) y ese aroma navideño que poco a poco se contagia. En cuestión de días, todo tendrá un color rojiblanco, habrá ofertas por todas partes y llegará la morriña de volver a casa, aunque sea por unos días.
Ayer estuve hablado con mi amigo y compañero de batallas literarias Cristian Perfumo (si no has leído Rescate Gris, no sé a qué esperas). Cada equis tiempo, cuando la vida nos deja, charlamos un rato y arreglamos el mundo lo poco que podemos. Este jueves hay un gran evento en Madrid y espero conocer a otros autores que están pegando fuerte en la red. Reconozco que soy un torpe creando lazos de unión en las redes, más que nada, porque me falta consistencia. Todo es más fácil con un café delante, pero no siempre se puede.
Tercer día desconectado de las redes. Siento que me estoy perdiendo algo, pero me convenzo de que no es así (y si me equivoco, escribidme un email). ¿Qué carajo puede suceder en tres días? Nada. Las noticias siguen igual que ayer. Escribo, leo hasta quedarme dormido y organizo los informes en un Excel. Estoy contento, la verdad. Sobre todo cuando llegan correos pidiendo más sobre Caballero. No soy de dar números (nadie quiere darlos), aunque esta ocasión lo merece (tampoco me importa mucho).
Caballero y sus aventuras han cruzado la línea de los 33.000 ejemplares despachados (no llega a los treinta y cuatro mil), sin contar Kindle Unlimited y las descargas de la lista de correo. Por supuesto, no soy el que más vende, ni de lejos (Gómez-Jurado vendió 250.000 ejemplares de Reina Roja), y tampoco en el mundo independiente, pero no está mal para alguien que comenzó hace relativamente poco de manera seria (finales de 2016), sin ayuda, sin un nombre conocido, sin seguidores pero con un portátil viejo, muchas ganas por aprender y unos euros en el bolsillo desde un viejo apartamento en Varsovia. Los lectores han sido la clave del éxito. Así que, si has colaborado leyendo alguno de mis libros, quiero darte las gracias de corazón.
Este es el portátil con el que empecé a escribir. Se puede comprobar en la parte del ratón táctil que la batería empezaba a hincharse. Por suerte, aún sigue vivo y dando guerra. En 2020 quiero seguir sumando, seguir divirtiéndome como he hecho hasta ahora para que mis historias lleguen más y más lejos. Finalmente, concluyo con una foto que he rescatado de mi primer viaje a Lisboa (también ha llovido un poco desde entonces). Gracias a aquel viaje, escribí más tarde Medianoche en Lisboa.
Sigamos.
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November 25, 2019
Autodescubrimiento
Sienta bien escribir algo totalmente nuevo. La frescura de lo desconocido, de volver al folio en blanco sabiendo que empiezas de cero. Estos días trabajo en un proyecto que verá la luz pronto. Está ambientado en el Madrid financiero de finales de los 80 y principios de la siguiente década. Por supuesto, hasta aquí puedo decir, ya que no soy el único que está involucrado. Las ideas hay que materializarlas antes de que mueran y ya me he puesto a ello. Soy de los que piensa que trabajar diferentes disciplinas, aunque sea por el mero hecho de hacer algo distinto, ayuda a la creatividad.
Mi última novela, La Dama del Museo, me está dando muchas alegrías, lo cual me sorprende después del silencioso lanzamiento. Esperemos que siga así y me alegra saber que ha cumplido con las expectativas de los lectores.
Las primeras 24 horas sin acceder a las redes sociales han sido un poco tediosas. La sensación de que te estás perdiendo algo, está ahí, pero es una falacia. Abro la portada de los diarios, echo un vistazo por encima y tengo la sensación de leer la misma noticia todos los días. Me reconforta pensar que no ha sucedido nada grave. Por supuesto, tampoco enciendo la televisión, pero esto es algo que hago desde hace tiempo…
Buscando en Unsplash he dado con la foto que aparece arriba y he caído en la cuenta de que yo viví en ese edificio, allá por 2012, en la planta diecinueve. Calle Marzalkowska con Swietokrzyska. Hoy ha cambiado bastante de cómo lo dejé, aunque las colmenas funcionalistas de apartamentos siguen en pie. Luego he recordado la temporada en la que me empeciné en vivir sin WhatsApp, usando un viejo teléfono Nokia y mi viejo Macbook blanco de 2007. Ahí nació el escritor fantasma que soy hoy, entre platos de pierogi, bolas de cerdo rebozado y tallarines del vietnamita que había debajo y las cervezas que vendían en el ultramarinos. Nunca lo relacioné con la película, ni con la tarea de escribir para otros. Más bien era una forma de transmitir que era un holograma, un tipo en internet al que nadie había visto en persona. ¿Quién me iba a descubrir? Pero la idea no cuajó, aunque me quedé con el nombre.
Por suerte, la tecnología me echó una mano y no fue necesario visitar ninguno de esos cafés literarios como había leído en las novelas de Umbral.
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