Pablo Poveda's Blog, page 15

September 29, 2020

Reencuentros

red convertible coupe


Parece que hoy será un día caluroso en la capital. Ha pasado casi un año desde que no me sentaba a escribir en primera persona. La verdad es que, después de ocho entregas y medias, ambos necesitábamos distanciarnos por un tiempo. No es necesario recordar lo extraño que está siendo este año, pero no es una excusa para dejar el teclado a un lado. Gabriel Caballero es el personaje que me lo ha dado todo, un «alter ego» que morirá conmigo. Sus primeros párrafos llegaron en 2015 en un pequeño apartamento del barrio de Mokotów de Varsovia y no vieron la luz hasta un año después. Materialicé la novela a caballo entre Polonia y España, apurando las vacaciones de verano para empaparme de detalles sobre la Costa Blanca, mi mundo, mi imaginario perfecto. El resto es historia. Desde entonces, las historias no han cesado. Aunque lo tuve claro desde los veintidós años, no fue hasta ese verano cuando escribir se convirtió en el motor de mis días, por diversas razones. Por fortuna, la vida me ha dado muchas experiencias, momentos que se guardan en la retina, conversaciones y lugares que poco más tarde se plasmarían en otras novelas.


Después de once meses, me reencuentro con el protagonista y su elenco de secundarios con nervios, como cuando nos reunimos con esa persona a quien conocemos de toda la vida, pero que sigue generando ese desasosiego hasta que la tenemos delante.


Es hora de responder a preguntas, de resolver incógnitas y de sumergirse de nuevo en el frenesí que me provoca aventurarme con él. Quizá esto sea lo más hermoso y puro al enfrentarme a la página en blanco. Cada libro es un desgaste físico y emocional que merece la pena sufrir.


A pesar de la brisa helada del otoño madrileño, puedo oír el cantar de las gaviotas a cuatrocientos kilómetros de aquí, puedo sentir el romper de las olas a primera hora de la mañana. Suena My favorite things de Coltrane de fondo, como una marcha imperial que advierte de la escaramuza que se avecina. El café humea sobre la mesa y los motores del descapotable rugen en la lejanía. Reconozco que soy una persona con cierta tendencia al control, para evitar que el caos reine mi vida como en tantas ocasiones ha hecho, pero tengo claro que, cuando concierne a la escritura, toda resistencia es vana. Caballero ha tocado a mi puerta. Yo también tengo muchas preguntas que hacerme, pero sólo existe una forma de averiguarlo.


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Published on September 29, 2020 23:16

September 27, 2020

Entusiasmo

woman in red and black stripe shirt sitting on chair


Los días de luz se hacen más cortos en esta parte de la ciudad. El verano se ha marchado sin que apenas lo notara. Suele suceder así y, cuando ya no lo tenemos, comenzamos a echarlo de menos. Otro mes que llega a su fin, otra temporada que comienza. Septiembre ha volado como un polvorín. Reconozco que este año está siendo estrambótico, ya no sólo a nivel global sino también de manera profesional. Llevo unas semanas dándole vueltas a todo lo que he hecho anteriormente. Cada cierto tiempo, conviene auditarse, marcar los objetivos, definir las metas a corto y a largo plazo. El potencial es infinito, pero los días tienen un máximo de horas y hay que elegir. Paso los días entre conversaciones, escuchando ideas, tomando café, descorchando botellas cuando la brisa nocturna entra por el balcón. Estoy satisfecho por el último trabajo porque la respuesta de los lectores es mejor de la que esperaba. Poco a poco, con la práctica, el artesano mejora su obra. Han cambiado mucho las cosas desde que empecé a publicar por mi cuenta. Hace una década no tenía al alcance las herramientas de las que dispongo hoy (casi todas gratuitas), ni el conocimiento, ni la mentalidad, pero tenía una premisa grabada a fuego que se mantiene presente. Sigo pensando que es el mejor momento para labrarse una carrera escribiendo, siempre y cuando estemos dispuestos a echar horas de trabajo, de formación, de aprendizaje, de emprendimiento. No busques reconocimiento sino lectores que disfruten con la historia que llevas dentro. Ellos son los que pagan tus horas. El mayor error es ignorar la realidad y culpar al contexto. Es fascinante que todo se pueda resolver con un navegador y una conexión a Internet. Empieza con poco y crece. Corren buenos tiempos para las letras, a pesar de lo que digan, a pesar de que nos intenten convencer de lo contrario. Cuando tú marcas los tiempos y la otra parte es incapaz de adaptarse a ellos, algo no funciona y tú no eres el problema.

Estos días me siento entusiasmado por los meses que están por llegar. En realidad, nunca he dejado de estarlo.


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Published on September 27, 2020 23:40

September 21, 2020

Intenciones

two wine glasses filled with substance on table


Hace no mucho, un amigo me preguntaba sobre mis rituales al terminar un libro. Desde siempre, me he decantado por los pequeños placeres, por encontrar el disfrute en las cosas simples. La vida me ha cambiado en estos últimos años, pero la mentalidad sigue siendo la misma. No necesito mucho: una copa de vino, un aperitivo simple en alguna terraza, un paseo con mi perro, un disco de jazz, una buena compañía o un buen libro. A lo largo de estos años, he vivido en diferentes ciudades, en distintos países, en la costa, en el interior y en grandes capitales, pero mi estilo de vida no ha cambiado demasiado. Muchas veces, nos obsesionamos con esa visión de futuro, con esas cimas a las que aún no hemos llegado, y nos olvidamos del lugar en el que nos encontramos, del momento en el que vivimos y de la suerte que tenemos por estar aquí. Más que la opinión que los demás tengan de lo que hacemos o sobre quiénes somos, es crucial observar lo que nos decimos frente al espejo cuando estamos a solas. Picasso comentaba que el artista es un emprendedor, un concepto del que poco se habla por miedo a las críticas y a las envidias, pero una idea, al fin y al cabo, que absorbí desde bien pronto. Por la parte que me ha tocado, detrás de una historia, hay muchas horas de trabajo y terminar el manuscrito sólo es una pequeña fracción de éstas. Asumo mi responsabilidad, sin darle más rodeos, y me vuelco como si mi vida dependiera de ello, por mí y por quien va invertir su tiempo en disfrutar con mi trabajo.

Los días como hoy suelo despegarme de la pantalla, pongo el teléfono en modo avión por unas horas y respiro la brisa fresca del amanecer, antes de que la calle vuelva a su actividad diaria. Este ejercicio me ayuda a tomar distancia, a regresar a esos días cuando todo estaba por hacer y no importaba fracasar de nuevo. Porque, en realidad, no importa. Es determinante celebrar las pequeñas victorias, sean cuales sean. Hacerlo por nosotros, porque aquello que nos parece vital, puede que no lo sea para quien tenemos al lado, y no pasa nada. Aprender a disfrutar de esta intimidad con nosotros mismos, es el primer paso para dormir bien por las noches.

Hoy sale una nueva novela, otra historia de mí, dedicada a quien más me importa: las personas que me leen. Y no hay nada más hermoso que haber puesto las mejores intenciones en cada esfuerzo porque siempre merece la pena.


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Published on September 21, 2020 23:23

August 30, 2020

Marcando los tiempos

brown concrete multi-storey building


Dicen que el calor volverá, aunque siento cómo el frío se cuela por la ventana. Otro mes que se acaba y un extraño verano que pone fin a una desconcertante travesía. Con mesura, regreso a mis mañanas oscuras, antes del amanecer; al jazz, a las cafeteras de dos tazas y a las rutinas de ejercicios creativos que solía hacer cuando todo parecía estar orden. En realidad, nunca fue así, nunca lo estuvo, y quizá por eso, después de unos meses de subidas y bajadas como si se tratara de una montaña rusa, me he dado cuenta de que adaptarse siempre ha sido parte de nuestra naturaleza.

Paseo por Madrid los últimos días antes de que la ciudad vuelva a llenarse con sus diferentes clases de gente. Por las mañanas, cuando paseo al perro, comienzo a ver esos tipos enfundados en sus trajes que habían desaparecido con la llegada de julio y agosto. Para mí, ellos son la señal de que las vacaciones han terminado, de que en Instagram se acabaron las fotografías de playas paradisíacas y cócteles protegidos por una sombrilla de papel. El aviso de que los días, cuando me lo esperemos, serás más cortos y los atardeceres tendrán otro color. Una señal que no me disgusta, pero que observo con recelo, ya que somos tan cretinos que no valoramos lo que tenemos, hasta que se ha esfumado por completo. Por suerte, el verano, aunque se haga de rogar, tarde o temprano vuelve.

Cuando sale el café, lo vierto sobre una taza y salgo al balcón de mi apartamento. La calle descansa, ni siquiera el bar ha abierto todavía. Bendita la calma que tengo fuera y que no es capaz de reinar en mis adentros. Algo se gesta y sé que son historias. Crear supone destruir, quitar lo antiguo y dejar espacio a lo nuevo para que llene el vacío. Y en mi caso, puedo sentir que el verano ha acabado con el hastío, dejando un recipiente de cristal limpio, abierto, preparado para absorber todo el otoño que tiene por delante.

Por eso, no me importa si vuelve el frío, o si hace calor. Al fin y al cabo, igual que el sol da paso a la luna y las hojas secas crujen hoy más que ayer, pensar que podemos hacer algo más que observar y disfrutar lo que tenemos, es demasiado ambicioso e idealista. Nosotros no marcamos los tiempos. Nunca lo hemos hecho.

Y eso, de alguna manera, nos ayuda a comprenderlo todo.


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Published on August 30, 2020 21:30

August 24, 2020

Caos

brown fabric sofa inside room


El otro día leí una frase que decía algo así como: “Si eres la clase de persona suele tenerlo todo bajo control, deja entrar al caos en tu vida, de cuando en cuando, en pequeñas dosis. Merece la pena”. Me sentí identificado con esas palabras, quizá porque mis últimas semanas han sido caóticas, desordenadas, en el buen sentido de la palabra. No concibo la creación sin el vacío aunque, en ocasiones, me cuesta mucho permitir que el aire entre por la ventana. Soy un tipo particular, de contrastes, de desaparecer durante semanas, de levantarme cuando aún es de noche y de beberme tres cafeteras antes de las once de la mañana. Hay quien me pregunta que de dónde saco las historias, que cómo soy capaz de escribir tanto. Mi respuesta suele ser la misma: los libros y la vida, a partes iguales. No sigo las tendencias, ni intento subirme a una ola que no es para mí. Escribo para plasmar mi imaginario personal y compartirlo con quien quiera disfrutarlo conmigo, pero también lo hago para entenderme un poco más. Durante años, los libros (los míos y los de otras personas) han sido el único examen, lleno de preguntas, al que me he enfrentado para conocer quién soy, cuando no estoy o, mejor dicho, cuando realmente soy yo. Después, la vida en la calle me sorprende gratamente, con alegrías y dramas que, poco a poco, terminan formando a mis personajes y sus universos. Por eso, debo decir que mis vacaciones han terminado. Un primer verano en Madrid, un cambio de barrio, un montón de horas muertas, la página en blanco y nuevas caras que han puesto color a los atardeceres vacíos. Una pausa estival inesperada que ni yo mismo planteé así, pero que vino con cambios, me agarró de la mano y yo no hice más que dejarme llevar. Hoy escribo estas palabras satisfecho porque quien me lee, que son quienes realmente me importan, nunca me han presionado, y eso es de agradecer. El contador se ha puesto a cero y siento que todas estas imágenes pronto se transformarán en párrafos, en ideas, en escenas y diálogos. Tan pronto como las digiera y la alquimia de la escritura haga su magia.

El fin del verano siempre ha tenido un sentido simbólico para mí, puede que porque naciera cerca de la costa, o porque tengo una puesta de sol de tonalidades ocres tatuada en mi mente. Por eso, quizá, después de todo, un poco de caos, entre tanto orden, no esté de más para abrir nuevos caminos y quitarnos las viejas pieles del pasado, igual que el invierno da paso a la primavera. Y cuando todo esto sucede, no existe mejor momento para restablecer ese orden, dando lo mejor de nosotros.

En mi caso, con más historias.


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Published on August 24, 2020 00:46

August 18, 2020

Ordinario

empty closed room


Un amigo decía que no puedes llevar una vida normal y pretender ser extraordinario. Le di la razón. No podía estar más de acuerdo. En muchos casos, la falta de talento se combate con esfuerzo, con mucho esfuerzo.

Todavía hay quien se sorprende cuando digo en voz alta que me gusta madrugar. Una cafetera, un cuaderno de notas, el ordenador portátil y un disco de jazz. No necesito más para empezar el día, con el fresco de la madrugada, antes de que suenen las persianas metálicas de los locales al subir y en el bar comience el ruido de vajillas y cucharas. Mi rutina no es más que un ritual llevado a cabo por muchos años, en ocasiones, durante periodos en los que no tenía otra oportunidad para escribir y, otras veces, en los momentos en los que sólo me quedaba una bala en el tambor de mi revólver. A modo personal, este es mi reconocimiento, el vis-a-vis conmigo mismo en el que soy consciente de cómo he llegado hasta aquí. Por eso, no necesito la aprobación, ni regar jardines que no son de mi propiedad. Tampoco me interesan las historias que no se tocan, ni se viven de cerca, porque después no hay quien las meta entre páginas. Para mí, la narrativa no es más que un puente entre las dos realidades que piso cada mañana, desde el café solo que disfruto a primera hora en la ventana del bar, mientras escucho conversaciones ajenas que anoto mentalmente para plasmar más tarde, al brillo de unos ojos que nunca serán míos, pero que se dejan disfrutar durante algunas horas. El arte de sentir entre palabras, de pintar escenarios en la imaginación y de bailar con una música que sólo existe en nuestra imaginación.

Y, sin embargo, no creo que haga nada fuera de lo común. En cierto modo, sólo vivo de una forma diferente y por eso obtengo lo que doy. Me considero una de esas personas que cree en el talento de los demás, en lo que esconde, aunque todavía no lo sepan. Cada persona contiene un tesoro, pero la mayoría busca la equis en un mapa que no es el suyo. Quizá sea el momento de cavar hacia dentro, de saltarse lo ordinario y empezar a ver que no hay de nada malo en hacer lo que realmente nos mantiene vivos.


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Published on August 18, 2020 22:44

Esfumarse

grayscale photo of people walking on street near building


Disfrútalo mientras puedas, le dije, porque pronto se esfumará. En ocasiones, la vida no deja de sorprendernos, para bien o para mal, y de cada experiencia se aprende. Hace unos días me encontraba en la plaza de la Paja, tomando un pincho de tortilla y una cerveza, después de haber recorrido el Madrid de los Austrias. Un lugar idílico, que separa la ciudad de su propia realidad y te teletransporta a la tranquilidad de la plaza de un pueblo castellano cualquiera. No sé en qué momento del día sucumbí a sus ojos, a la mirada felina, al placer de escucharla mientras la espuma de mi cerveza bajaba y su cigarrillo se consumía. Pronto nos olvidamos de todo: del calor de la ciudad, del bicho, de lo aburrido que puede ser agosto hasta que los bares vuelven a abrir. Nos olvidamos para recordar el sentido de todo: estar presente, saborear cada palabra, cada beso, sin el temor a que, unas horas más tarde, aquellas imágenes se desvanecieran entre nuestros dedos.

Con el tiempo he aprendido que todo funciona como un péndulo, que las rachas vienen y van, tanto las buenas como las más ingratas. El corazón es el órgano que rige nuestra vida y hay que tomarle el pulso a ésta para que nunca deje de latir.

A la mañana siguiente, regresé a casa antes de que saliera el sol, con la esperanza de que el sueño se convirtiera en realidad. Me cuestioné que por qué ahora, después de todo, y regresé a las palabras que le dije a esa chica, poco antes de que nos olvidáramos de ella. Porque, amigos, da igual lo que digamos: las palabras, sin excepción y con el debido tiempo, también se esfuman.


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Published on August 18, 2020 03:27

August 10, 2020

Decadencia

clear glass ball on brown wooden table


Este verano tenía una lista de libros para leer, una lista que ni siquiera voy a poder empezar. Este verano tenía planes en casa, en silencio, pero si dejas que la luz del sol entre por la ventana, no pretendas controlar la intensidad de sus rayos. Tengo un amigo que siempre dice que la vida es fácil, incluso cuando no lo es. Observar el entorno ayuda a quitarle presión a las cosas y dar un paso atrás para poder ver la panorámica del tablero. Por fin, poco a poco, vuelvo a mis rutinas, a mis días de siempre, a ese encuentro zen frente al teclado, conmigo mismo y con quien se aparece entre las ideas. Dicen que Borges escribió un mundo sin salir de su habitación. Yo no soy Borges, ni jamás llegaré a serlo, así que tengo que construir mi mundo desde la calle, desde las terrazas llenas de botellas de vino y besos fugaces; desde las noches a la luz de una luna que se derrite por el calor. Cada persona tendrá sus hábitos. Hay quien ve cine o series para buscar inspiración. Yo no tengo televisión, ni siquiera uso el ordenador. Para mí, además de los libros que han escrito otros, las ideas vienen de las baldosas, de los bares, de las calles concurridas, de todo ese ocio que está entre lo legal y lo prohibido. Temí que la pandemia me dejara en el dique seco, sin nada que decir, pero no ha sido así y uno encuentra sus maneras de sobrevivir a lo mundano. Esta mañana ha llovido, el cielo está gris y el olor a lluvia me ha recordado a una decadencia pronta, antes de hora, con la que tendremos que convivir. Por suerte, para entender o para huir, las historias permanecerán.


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Published on August 10, 2020 01:41

August 4, 2020

Tierra firme

aerial photograph of white sailboat on calm body of water


Estoy en ese punto de mi vida, en el que soy bisagra del pasado y del futuro. Todos nos encontramos así en algún momento de nuestra existencia. Las últimas páginas de un libro que está a punto de terminar, el comienzo de algo que suena diferente. Disfruto con calma el momento presente pues, después de todo, es lo único real que queda. Cuando me siento un poco perdido, echo la vista atrás y observo de dónde vengo y su porqué. Me paro a pensar en todos esos años, que ahora quedan lejos, en los que dar algo por mí, era una apuesta de alto riesgo para algunos. Con el tiempo, acabé llamando a la suerte, oportunidad, y me di cuenta que había muchas de éstas, ya que fui el primero que se permitió el lujo de perder unas cuantas. Vayan bien o mal las cosas, en algún descuido, la niebla siempre acecha para confundir nuestro rumbo, como si estuviéramos atrapados en el medio de un océano. Me ha pasado antes y tengo claro que me volverá a pasar, pero uno aprende, como un lobo de mar, a navegar por sus pensamientos. Por eso es importante tener claro nuestro destino, aunque demos más vuelta, aunque parezca que no vamos a ver tierra firme. No soy de los que piensa que siempre se llega, pero sí de los que hay que pasar por este mundo, al menos, como si no existiera otra opción.


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Published on August 04, 2020 21:48

July 30, 2020

La bona vida

coupe riding on blue boat on calm body of water


Una pila de libros por leer, un sofá a estrenar, una botella de verdejo bien fría en el congelador y un altavoz inalámbrico por el que Coltrane suena las veinticuatro horas. La bona vida, le dije a esa desconocida de León, que poco entendía mis palabros y tampoco los dejes levantinos que dejaba entre los silencios abiertos. La bona vida es pararse a pensar, proseguí, fijarse en los coloridos vestidos que las chicas de Madrid llevan en verano; en las camisas mediterráneas, de tonos claros y beige, que los chicos lucen cuando cruzan el paseo de la Castellana. La bona vida no es más que parar las agujas del reloj en el momento del año en el que, aunque no lo parezca, todo fluye más despacio. Oler la fruta de temporada, cocinar para ti con cariño, esconder el teléfono y leer hasta que nos pueda la vista o el sueño. Reír en aperitivos que se alargan hasta el crepúsculo y decirle te quiero a quien no se lo espera. La bona vida se cultiva como una huerta y se labra para que dé frutos a lo largo de las temporadas. Aquella noche, no entendí si llegué a explicarme bien o mis palabras se las llevó el whisky con hielo que había en el vaso, bajo el rótulo de neón del Richelieu.

Hace unos días, buscando fotografías en el ordenador, me di cuenta de todo lo que había vivido y también de lo mucho que me quedaba por vivir. El secreto siempre ha sido perseguir una máxima, vivir acorde a lo que pensamos, a lo que somos, a lo que queremos tocar. Cualquier nos puede decir cómo hay que vivir, para bien o para mal, pero nadie nos puede obligar a hacer ciertas cosas. La bona vida, en realidad, no es más que despertar los instintos más puros que trajimos al mundo.


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Published on July 30, 2020 04:03