Sergio Gutiérrez Negrón's Blog, page 40

October 11, 2011

del país: cuestionario a luz de una canción del viejito cohen




























pregunta: ¿cuánto tiempo hay que pasar afuera de un país para deslindarse, a nivel personal?

pregunta: ¿cuántas veces hay que visitar al país, al año, para seguir asociado, a nivel social?

pregunta: ¿hay que visitar al país para seguir asociado?

pregunta: ¿cuánto tiempo hay que pasar afuera de un país para deslegitimarse, a nivel social?

pregunta: ¿cuánto esfuerzo debe invertirse en mantenerse "auténtico" a largo plazo, cuando se está afuera del país?

pregunta: ¿cuántas veces hay que visitar al país, al año, para seguir asociado, a nivel personal?

pregunta: ¿debe exagerarse el aferro al país mediante un hincapié inusitado en lo del país ?

pregunta: ¿cuánto tiempo hay que esperar para el arranque nostálgico?

pregunta: ¿cuántos arranques nostálgicos al año son necesarios para seguir siendo parte del país?

pregunta: ¿cuánto se debe resistir adoptar expresiones ajenas para mantener lo del país intacto?

pregunta: ¿hasta qué medida es más importante lo del país que la comunicación efectiva?

pregunta: ¿cuánta indignación ante las noticias puede expresar quien ya no vive en el país?

pregunta: ¿cuánta indignación ante las noticias puede expresar quien aún vive en el país?

pregunta: ¿cuánto tiempo debe pasar antes de dar paso al homesickness?

pregunta: ¿cuánto tiempo debe pasar antes de performar homesickness para mantener lo del país intacto?

pregunta: ¿hasta qué punto hay que suavizar rasgos ya presentes cuando en el país en el momento fuera del país para la comodidad de los asociados?

pregunta: ¿puede dejar de importar el país?

pregunta: ¿debe dejar de importar el país?

pregunta: ¿hasta qué punto se debe evitar los indicios de desapego cuando de visita en el país?

pregunta: ¿cuánto asco por lo del país puede sentir el residente del país simultáneamente?

pregunta: ¿cuánto asco por lo del país puede seguir sintiendo el residente del país al irse de éste?

pregunta: ¿puede sentir asco por lo del país quien ya no reside en él?

pregunta: ¿cuál es la relación entre la expresión lingüística y el espacio residido?

pregunta: ¿cuánto tiempo hay que pasar fuera del país para ceder a las generalizaciones?

pregunta: ¿cuánto tiempo hay que pasar fuera del país para no poder reclamar derecho a ser native informant?

pregunta: ¿cuánto tiempo se pasa dentro del país, realmente?

pregunta: ¿cuántos            hay en el país?

pre         : ¿se puede ser del país sin haber abandonado el país?

r g          : ¿en q é mom nto es neces hacer as pre      tas?

              : ¿es necesario --









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Published on October 11, 2011 11:57

October 7, 2011

parto, un cuentito



El 14 de agosto de 1984, el día que Arnaldo nació, su padre no llegó al hospital, como todos, incluyéndolo a él, esperaban.

Estaba fuera del país, en Atlanta, por cuestiones de negocios. Su vuelo salía a las seis p.m. A las tres, recibió la llamada alarmada de su suegra. Por más que intentó, no pudo cambiar su reservación a una más temprano. Regresó a su habitación en el hotel y tomó una siesta, para calmar los nervios.

Quince minutos después, lo despertó un alarido. Pensó, equivocadmaente, que se trataba de un sueño de los que tenía cuando niño. Volví a dormir.

Despertó, nuevamente, veinte minutos después. Salió del cuarto, para beber un trago en la barra del hotel.

Saludó a una mujer india, con una sonrisa. La mujer sonrió de vuelta.

Miró por encima de su hombro, al llegar al elevador. La mujer seguía allí, sin moverse.

--Are you alright?--preguntó, en su mal inglés.



La mujer columpió su cuello, asintiendo, sin virarse a mirarlo.

Llegó el elevador. Lo abordó.



Una vez adentro, le pareció raro el encuentro. Cerró los ojos. Sólo entonces, en el repaso de lo visto, fue que se percató de la estela roja trazada en la pared, detrás de la mujer.

--Mierda--se dijo, e intentó presionar el piso 10 nuevamente, detener su descenso. Tuvo que esperar. Bajar al lobby y volver a subir.

Tomó una eternidad.

La mujer estaba en el suelo, hecha un bulto. Detrás de ella, un camino de sangre marcaba el lugar en el que había sido ¿atracada?. La raya roja descendía como una flecha hasta su cuerpo.

Corrió a su lado.

--¡Señora!--repitió él, en español, porque no le sirvió ningún otro.

Ella le miró, pálida, entremuerta.

Dijo algo en un idioma incomprensible.

Lo repitió.

Lo repitió.

Lo repitió.

Lo repitió.

Cuatro veces y se deshizo allí en sus brazos.





Un grito trajo a un empleado.

A la hora, la cargaron en una camilla.

El protocolo legal le hizo perder el vuelo.



La mañana siguiente estuvo en el hospital. Su hijo había nacido a las 3:20 del día anterior. Lo tomó en sus brazos, como tantas horas antes a la mujer. Lo devolvió rápido. Corrió al baño. Vomitó.

No fue a ver a su esposa otra vez al hospital. Salió corriendo de allí. Abordó su automovil y condujo por horas. Por días.




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Published on October 07, 2011 17:00

parto tardío, un cuentito



El 14 de agosto de 1984, el día que Arnaldo nació, su padre no llegó al hospital, como todos, incluyéndolo a él, esperaban.

Estaba fuera del país, en Atlanta, por cuestiones de negocios. Su vuelo salía a las seis p.m. A las tres, recibió la llamada alarmada de su suegra. Por más que intentó, no pudo cambiar su reservación a una más temprano. Regresó a su habitación en el hotel y tomó una siesta, para calmar los nervios.

Quince minutos después, lo despertó un alarido. Pensó, equivocadmaente, que se trataba de un sueño de los que tenía cuando niño. Volví a dormir.

Despertó, nuevamente, veinte minutos después. Salió del cuarto, para beber un trago en la barra del hotel.

Saludó a una mujer india, con una sonrisa. La mujer sonrió de vuelta.

Miró por encima de su hombro, al llegar al elevador. La mujer seguía allí, sin moverse.

--Are you alright?--preguntó, en su mal inglés.



La mujer columpió su cuello, asintiendo, sin virarse a mirarlo.

Llegó el elevador. Lo abordó.



Una vez adentro, le pareció raro el encuentro. Cerró los ojos. Sólo entonces, en el repaso de lo visto, fue que se percató de la estela roja trazada en la pared, detrás de la mujer.

--Mierca--se dijo, e intentó presionar el piso 10 nuevamente, detener su descenso. Tuvo que esperar. Bajar al lobby y volver a subir.

Tomó una eternidad.

La mujer estaba en el suelo, hecha un bulto. Detrás de ella, un camino de sangre marcaba el lugar en el que había sido ¿atracada?. La raya roja descendía como una flecha hasta su cuerpo.

Corrió a su lado.

--¡Señora!--repitió él, en español, porque no le sirvió ningún otro.

Ella le miró, pálida, entremuerta.

Dijo algo en un idioma incomprensible.

Lo repitió.

Lo repitió.

Lo repitió.

Lo repitió.

Cuatro veces y se deshizo allí en sus brazos.





Un grito trajo a un empleado.

A la hora, la cargaron en una camilla.

El protocolo legal le hizo perder el vuelo.



La mañana siguiente estuvo en el hospital. Su hijo había nacido a las 3:20 del día anterior. Lo tomó en sus brazos, como tantas horas antes a la mujer. Lo devolvió rápido. Corrió al baño. Vomitó.

No fue a ver a su esposa otra vezal hospital. Salió corriendo de allí. Abordó su automovil y condujo por horas. Por días.





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Published on October 07, 2011 17:00

October 3, 2011

en el roto, dixit carpentier






Había grandes lagunas de semanas y semanas
en la crónica de mi propio existir; temporadas que no me dejaban un recuerdo
válido, la huella de una sensación excepcional, una emoción duradera; días en
que todo gesto me producía la obsesionante impresión de haberlo hecho antes en
circunstancias idénticas---de haberme sentado en el mismo rincón,  de haber contado la misma historia, mirando
al velero preso en el cristal de un pisa papel. Cuando se festejaba mi
cumpleaños en medio de las mismas caras, en los mismos lugares, con la misma
canción repetida en coro, me asaltaba invariablemente la idea de que esto sólo
difería del cumpleaños anterior en la aparición de una vela más sobre un pastel
cuyo sabor era idéntico al de la vez pasada. Subiendo y bajando la cuesta de
los días, con la misma piedra en el hombro, me sostenía por obra de un impulso
adquirido a fuerza de paroxismos—impulso que cedería tarde o temprano, en una
fecha que acaso figuraba en el calendario del año en curso. Pero evadirse de
esto, en el mundo que me hubiera tocado en suerte era tan imposible como tratar
de revivir, en estos tiempos, ciertas gestas de heroísmo y santidad.


Los pasos perdidos, de Alejo Carpentier 

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Published on October 03, 2011 09:16

October 2, 2011

balacera en el mercado de pájaros, cuenta carpentier






Corrí a la esquina más próxima, para
guarecerme en un soportal de cuyas pilastras colgaban billetes de lotería
dejados en la fuga. Sólo un mercado de pájaros me separaba ya del fondo del
hotel. Decidido por el zumbar de una bala que, luego de pasar sobre mi hombro,
había agujereado la vitrina de una farmacia, emprendí la carrera. Saltando por
encima de las jaulas, atropellando canarios, pateando colibríes, derribando
posaderos de cotorras empavorecidas, acabé por llegar a una de las puertas de
servicio que había permanecido abierta. Un tucán que arrastraba un ala rota,
venía saltando detrás de mí, como queriendo acogerse a mi protección. Detrás,
erguido sobre el manubrio de un velocípedo abandonado, un soberbio guacamayo
permanecía en medio de la plaza desierta, solo, calentándose al sol. Subí a
nuestra habitación. 





Los pasos perdidos, Alejo Carpentier

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Published on October 02, 2011 09:02

October 1, 2011

el balón, un cuentito

--Try it out--le dice el muchachito, le pasa el balón anaranjado y da un paso hacia atrás, haciéndose espectador.
Él lo mira: empapado, flaco, rapado y negro, como él, aunque en otro idioma.
Acomoda el balón en sus manos, recordando los lejanos juegos en la clase de la educación física del colegio. Exhala.
Venía corriéndole al aguacero, paraguas en mano, tras bajarse del bus, cuando pasó frente a la casa. Bajo la lluvia, el muchacho lanzaba la bola al canasto, clavado sobre la puerta de garaje y la encestaba. Una y otra vez. Chup, plaf.
Él se detuvo, le preguntó al muchachito si estaba bien.
El muchachito le sonrió. --Come, join me. Él lo dudó por un segundo.
Pero recapacitó: ya, desde hace una semana, nadie lo esperaba en la casa; cosas de la vida, te acostumbras, se jode todo, sigues.
Guardó el paraguas. Decidió mojarse.
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Published on October 01, 2011 13:51

September 30, 2011

catálogo, un cuentito

Que busque como un famélico dentro de los cientos de libros que cataloga diariamente en su catatónico trabajo en el sótano de una biblioteca de doce pisos debe de decir algo. No de él, de su cuerpo flaco, o del silencio con el que se desplaza por las calles. No, debe decir algo de ellos, escondidos detrás de portadas con olor a nuevo, agazapados en sus miles de páginas, tan protegidos y consentidos por una tradición que los declara emancipadores de la realidad y de sus hombres.
O eso espera él. Si no fuera así, insomniaría hasta morir.
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Published on September 30, 2011 15:20

September 29, 2011

actualizar

Desde que salió Palacio, apenas he puesto nada aquí. Aunque, podría decir también, que desde que salió la novela aún no me he detenido a procesar que salió la novela. Así el tirijala de la vida, del negocio académico que no para, que te tiene dando clases a diario, viendo caras nuevas, extrañas, que conoces pero que no conoces. Muchachitos que te saludan, por meses, y luego se vuelven a deshacer en la masa que los parió. Así el tirijala, así de un texto a otro texto, por el día, y, por la noche, darle cabeza al asunto, darle cabeza y darle cabeza y darle cabeza hasta que la mañana te sorprende, todavía a mitad de pensamiento. Viene el momento, días después, que leyendo algún escrito que piensas que nada tiene que ver, te tropiezas con otra pieza del rompecabezas que te mantiene despierto en la noche—ética, representatividad y espacio, te dices, redices, repites, hasta hacerlo eco—y te parece tan simple, te parece que era obvio, y piensas que hubieses podido invertir esa noche pensando la próxima pieza, o repensando la anterior: sigue la máquina, la machina de feria patronal, aquél círculo de metal que se llamaba La caja de muertos, en la que te parabas en contra de una plancha gastada, y, tras el calentar de un motor, comenzabas a dar vueltas y vueltas y vueltas, y alguien vomitaba y tú, a pesar de que estabas a punto, te lo aguantabas, porque no serás tú quien se rinda, serán siempre ellos, tú eres perseverancia, tú eres insistencia, oficio, a pesar de que lo que esperas es que ellos se quiten primero, para tirar la toalla en seguida.

Acá abajo, entonces, pongo algunas foticos que se tomaron durante la actividad.











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Published on September 29, 2011 19:15

"vintage", una columna


Esta columna salió publicada en Buscapié de El Nuevo Día ayer, miércoles, 28 de septiembre del 2011. Aquí la pongo un poquito atrasado.

"Vintage"


Esperando en una oficina de un pueblito mínimo americano, encontré un pequeño libro de fotografías históricas del lugar. Las imágenes acompañadas por la fecha de captura, todas en blanco y negro. Lo abrí. Veinte años atrás y de la avenida principal desaparecían 40% de los edificios. Treinta y la mitad del mapa. Cien y sólo unas cuadras, un pequeño recinto universitario.


Esa mirada de larga distancia causa algo parecido al vértigo. Falta saltar. Please, rewind.


Resté mi edad al día de hoy y sentí cómo se evaporó mi teléfono, del maletín la laptop, y regresó eso de 'no saber nada' de alguien. Lo que frustra de la política de hoy estalló en átomos y quedó lo que frustra de la política de los 80s.
Insistí. Sesenta años al día y fuera los televisores, fuera cierta complacencia de los jóvenes de hoy; bienvenida cierta complacencia de los jóvenes de ayer. Empeoran cuestiones de raza, género. El radio se enciende: alguna canción familiar.
La edad de abuela, casi un siglo, y lo que reconocemos como país está ido: nos hacemos ruralía, periferia de un limitado mundo que recién sale de una guerra mundial. Queda un islote, un cuarto de la población, temporales hechos maldiciones; políticos ahora generales extranjeros, o incipientes jóvenes de una clase criolla acomodada que sueña con otra clase criolla acomodada. La violencia de hoy se transforma en la de antes. Las infidelidades de hoy se transforman en las de antes. En cuestiones de materia social, no cambia mucho; aunque la vida de una mayoría mejora, se hace vivible.


Pausa. Stop. Eject. En el radio, una canción de los 'fifties'. Se me ocurre que la promesa del progreso liberal sólo rindió media canasta. Suficiente como para hacer posible que estemos aquí; que nuestros antepasados no hayan perecido por polio, tétano, etcétera. Suficiente para que estemos un poquito más acá que allá, pero no para que se deshagan ciertos prejuicios, cierta idea de que nuestros males son nuevos, que una ideal población jíbara anduvo libre de pesares.


La historia está pa' movilizarse, utilizarse más como foco, que mera moda vintage.

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Published on September 29, 2011 05:41