Sergio Gutiérrez Negrón's Blog, page 38
December 12, 2011
de los límites del discurso amoroso, dice chávez castañeda

Justo esto era lo que sufría Joaquín cuando
se separaban y Jana volvía a su estudio. Sufría la decepción lingüística. Se
sentía miserable cuando las palabras que le había dicho a Jana hace unos
instantes, creyéndose auténtico, sincero, ¡siéndolo!, se la repetían en los
audífonos otras voces, y ni podía dejar de notarlas afectadas, tontas, vacías.
El amor tenía un espacio lingüístico trenzado con códigos que sonaban vulgares,
ridículos, despreciables o con códigos donde lo sublime y lo inefable aparecían
como algo artificial, hueco, una pura espuma empalagosa. Joaquín escuchaba en
las cintas los tartamudeos, las repeticiones, las equivocaciones, los balbuceos
de esos discursos que se movían desesperados de uno a otro código,
desacelerándose o, a veces, de plano hundiéndose en el silencio. Esta
imposibilidad de acceder a las palabras adecuadas tendría que haber repercutido
en esas parejas invisibles. Podía intuirse en el rumoroso "te amo", dicho sin
euforia ni afirmación, más bien avergonzado, con la lengua cansada por no poder
decir nada mejor que eso. "Yo también", se dejaba oír desfallecida la otra voz,
y luego se besaban, eso resolvía Joaquín, lo dictaba él, se están besando, sí,
ojalá.
Joaquín venía de amarse con Jana todavía
sintiéndose especial y por eso resolviendo que esa vez lograría ponerlo en
papel. Luego todo se venía abajo. Casi podía predecir las conversaciones de los
amantes con sólo atender las primeras frases y casi podía ver también a esos
amantes siendo atrapados por muros de palabras, muros porosos que se
desmenuzaban por el abuso y que se les venían encima cuando ellos pretendían ir
más allá.
Georgia de Ricardo Chávez Castañeda
Published on December 12, 2011 18:15
December 5, 2011
oreja derecha, meñique de un pie; un cuento

Foto tomada justo en el momento en el que aconteció el regalo. (Propiedad del quirófano).
Ellos también,
en diferentes partes del mundo, regalaron la oreja derecha y el meñique de un
pie. Les pareció adecuado, por no decir ideal. Increíblemente, lo hicieron en
la más total anonimidad. Ya desde hacía meses que el regalar la oreja derecha y
el meñique de un pie se había vuelto parte del arsenal cotidiano de la sección
de noticias internacionales de los diarios nacionales. Inclusive, había gente
regalando omoplatos, y costados enteros. Ellos, sin embargo, simplemente
regalaron esas dos unidades. No tenían planificado entregar nada más, ni
habrían de entregar nada más, como aprenderemos días más tarde. Eso era todo;
simplemente el acontecimiento de la entrega de esa oreja, ese meñique, y la
gracia con la que lo hicieron. Si algo habrá de decirse de ellos, ahora que lo
pienso, teniendo conocimiento de los archivos de todas las orejas y meñiques
dados en las pasadas semanas, es que nadie antes regaló algo con tanta gala,
con tanta astucia, con tanta franqueza. Eso, supongo, los aunó por un instante.
Published on December 05, 2011 21:16
oreja derecha, meñique de un pie
Ellos también,
en diferentes partes del mundo, regalaron la oreja derecha y el meñique de un
pie. Les pareció adecuado, por no decir ideal. Increíblemente, lo hicieron en
la más total anonimidad. Ya desde hacía meses que el regalar la oreja derecha y
el meñique de un pie se había vuelto parte del arsenal cotidiano de la sección
de noticias internacionales de los diarios nacionales. Inclusive, había gente
regalando omoplatos, y costados enteros. Ellos, sin embargo, simplemente
regalaron esas dos unidades. No tenían planificado entregar nada más, ni
habrían de entregar nada más, como aprenderemos días más tarde. Eso era todo;
simplemente el acontecimiento de la entrega de esa oreja, ese meñique, y la
gracia con la que lo hicieron. Si algo habrá de decirse de ellos, ahora que lo
pienso, teniendo conocimiento de los archivos de todas las orejas y meñiques
dados en las pasadas semanas, es que nadie antes regaló algo con tanta gala,
con tanta astucia, con tanta franqueza. Eso, supongo, los aunó por un instante.
Published on December 05, 2011 21:16
December 3, 2011
proceloso: una reseña de palacio, dice rey andujar
Proceloso,
Notas desde
una novella llamada Palacio.
Son, sing about your
own time
I am not there
A movie about Dylan
El texto
demarca la temporalidad mediante el teléfono como símbolo de lo anterior mientras la red Cyber es un ahora vulnerable. La precariedad de este presente tiene que ver con
el intercambio de información. Hoy es posible comunicarse más rápido, en tiempo
real, aunque el debate persiste en cuanto a la relación cantidad-calidad y cómo
la cruzada tecnológica afecta los sentidos. Según Nortbert Bilbeny en La revolución en la ética, es luego de
la Segunda Guerra Mundial que la perpepción cambia, obligando a reordenar la
prioridad del sensorio. El acercamiento global planteado en la avanzada
tecnológica entrega al ser a un distanciamiento de igual peso. Nunca antes el
tacto, lo digital, ha sido tan
determinante.
Los personajes de esta novela son supervivientes de la avanzada
electrónica. Es cierto que el mundo ha cambiado pero no los (des)afectos.
Frankie, una de las voces narrativas, describe con impulsos defraudados un
presente antiséptico en cuanto al fracaso colectivo y busca, en un pasado
demasiado cercano para entenderse, las razones que obligaron a su compañera a
tomar villadiego.
En medio de la modernidad que favorece la exposición y la falsa idea de
fabulosidad, el tono es intimista, establece crudeza y pulcritud. Uno de los
párrafos príncipes resume lo que para Frankie [escritor y todo] sostiene la
literatura como gesto inútil, "Tres mil palabras devueltas al vacío del que
habían surgido. Eso no era lo que quería decir. Cerré los ojos por un segundo.
Escribí algo mucho más simple y visceral. Alice, me haces falta."
Pero la esperanza radica en ese gesto inútil. Es escribir lo que permite
a Frankie reconstruir la relación; crea un rompecabezas de piezas que se unen a
partir de los lugares comunes, la película o el libro; aquella música. Lo que
aleja a Frankie del tono pretencioso o nostálgico al nombrar hitos
determinantes de la historia del arte contemporáneo, es la parquedad con que se
ajustan a la historia, revelando su eventual importancia. No hay menciones just because.
Entre notas de despecho Frankie navega otras dos historias, la de
Ayesha, una compañera de correrías estudiantiles y Willow, una trompetista de
jazz que en vez de Miles va más por el lado de Lee Morgan y Louis Amstrong.
Es Alice, la mujer ausente, la
causante de que Frankie cuente el fracaso japonés que conforma el cuerpo medio
de la trama. Digo contar porque quien
escribe es la mujer, quien a su vez es la encargada de traducir un diario escrito por Kaede, la hija muerta de un
ornitólogo. Se accede a un contra-reflejo en donde la ausencia es lo constante,
ya sea en forma de muerte, desgana o despedida.
Hacia la parte final de la novela, un cambio súbito en la voz narrativa
muestra a un Frankie más frágil aún mientras el resto de los personajes se
declaran definitivamente alejados; mucho mejor lo describe Willow, al hablar de
Frankie y Alice, "Quizás ni se lo imaginarán. Están a oscuras, tanteando. Nosotras también." Durante la
relectura de esta novela recordé mucho a El
perseguidor de Julio Cortázar. La imposibilidad de contarlo todo, de vivir
sólo para el arte y la búsqueda de que ese fondo se convierta en forma; de que
el medio se convierta en día a día y que lo exterior, lo cotidiano, sea la
verdadera locura. El gesto inútil como sentido único. Palacio está escrita desde personajes que añoran tocarse; una
novela para ese mañana tan temido.
Rey Andújar,
en Chicago – Septiembre 2011
[Esta reseña fue o será publicada en Diálogo, según me comentaron en un escueto e-mail que recibí]
Notas desde
una novella llamada Palacio.
Son, sing about your
own time
I am not there
A movie about Dylan

demarca la temporalidad mediante el teléfono como símbolo de lo anterior mientras la red Cyber es un ahora vulnerable. La precariedad de este presente tiene que ver con
el intercambio de información. Hoy es posible comunicarse más rápido, en tiempo
real, aunque el debate persiste en cuanto a la relación cantidad-calidad y cómo
la cruzada tecnológica afecta los sentidos. Según Nortbert Bilbeny en La revolución en la ética, es luego de
la Segunda Guerra Mundial que la perpepción cambia, obligando a reordenar la
prioridad del sensorio. El acercamiento global planteado en la avanzada
tecnológica entrega al ser a un distanciamiento de igual peso. Nunca antes el
tacto, lo digital, ha sido tan
determinante.
Los personajes de esta novela son supervivientes de la avanzada
electrónica. Es cierto que el mundo ha cambiado pero no los (des)afectos.
Frankie, una de las voces narrativas, describe con impulsos defraudados un
presente antiséptico en cuanto al fracaso colectivo y busca, en un pasado
demasiado cercano para entenderse, las razones que obligaron a su compañera a
tomar villadiego.
En medio de la modernidad que favorece la exposición y la falsa idea de
fabulosidad, el tono es intimista, establece crudeza y pulcritud. Uno de los
párrafos príncipes resume lo que para Frankie [escritor y todo] sostiene la
literatura como gesto inútil, "Tres mil palabras devueltas al vacío del que
habían surgido. Eso no era lo que quería decir. Cerré los ojos por un segundo.
Escribí algo mucho más simple y visceral. Alice, me haces falta."
Pero la esperanza radica en ese gesto inútil. Es escribir lo que permite
a Frankie reconstruir la relación; crea un rompecabezas de piezas que se unen a
partir de los lugares comunes, la película o el libro; aquella música. Lo que
aleja a Frankie del tono pretencioso o nostálgico al nombrar hitos
determinantes de la historia del arte contemporáneo, es la parquedad con que se
ajustan a la historia, revelando su eventual importancia. No hay menciones just because.

Ayesha, una compañera de correrías estudiantiles y Willow, una trompetista de
jazz que en vez de Miles va más por el lado de Lee Morgan y Louis Amstrong.
Es Alice, la mujer ausente, la
causante de que Frankie cuente el fracaso japonés que conforma el cuerpo medio
de la trama. Digo contar porque quien
escribe es la mujer, quien a su vez es la encargada de traducir un diario escrito por Kaede, la hija muerta de un
ornitólogo. Se accede a un contra-reflejo en donde la ausencia es lo constante,
ya sea en forma de muerte, desgana o despedida.
Hacia la parte final de la novela, un cambio súbito en la voz narrativa
muestra a un Frankie más frágil aún mientras el resto de los personajes se
declaran definitivamente alejados; mucho mejor lo describe Willow, al hablar de
Frankie y Alice, "Quizás ni se lo imaginarán. Están a oscuras, tanteando. Nosotras también." Durante la
relectura de esta novela recordé mucho a El
perseguidor de Julio Cortázar. La imposibilidad de contarlo todo, de vivir
sólo para el arte y la búsqueda de que ese fondo se convierta en forma; de que
el medio se convierta en día a día y que lo exterior, lo cotidiano, sea la
verdadera locura. El gesto inútil como sentido único. Palacio está escrita desde personajes que añoran tocarse; una
novela para ese mañana tan temido.
Rey Andújar,
en Chicago – Septiembre 2011
[Esta reseña fue o será publicada en Diálogo, según me comentaron en un escueto e-mail que recibí]
Published on December 03, 2011 11:34
December 2, 2011
omoplato, escritura

A veces me da miedo que escriba otras
cosas que no son las cosas que escribo y que al escribir estas cosas abandone
las cosas que supuestamente digo escribir pero que no estoy escribiendo. Rápido
se me ocurre que este tipo de escritura también tiene algo que ver con la otra
escritura, que las divisiones las escribe alguien de nombre ye, pero me lo
repito y me lo repito frente al espejo y no me convenzo. Las motivaciones son
las mismas, repito, digo, insisto. Lo que mueve mis intereses académicos y
periodísticos tiene que ver algo con lo que mueve mis intereses literarios
porque son escritos que vienen del mismo tecladeo y que me causan el mismo
dolor de muñeca y de brazo y me empeoran el carpal tunnel y me emocionan
de la misma manera. Me pregunto entonces cómo afectaría mi escribir académico,
mi escribir periodístico, y mi escribir literario si un día amaneciese sin una
mano, o sin un ojo, o sin el codo, o quizás inclusive sin algo que no me parezca
obvio inmediatamente, como el coxis, o el apéndice, o el omoplato. Quizás la
mejor forma de diferenciar lo que escribo sería por fechas. No porque estos
números signifiquen algo, sino porque así podría hacer un paralelo y ver cómo
fue afectada mi escritura cuando equis le pasó
a mi cuerpo. Por ejemplo, ¿existe una prueba textual, un trazo, que esté ligado
a la operación a la que me sostuve en marzo, en la que un pedazo de mi cuello
fue removido? ¿Cambiará algo cada
vez que mi miopía empeora, o cada vez que gano o pierdo una libra? ¿No serían
estas divisiones un poco más lógicas que aquellas que me dicen que lo literario
está separado de lo académico, si es que existe tal cosa como lo uno o lo otro?
¿Y quién me dice esto sino yo mismo, porque nunca, en realidad, lo he escuchado
de alguien? Y estas preguntas me las hago haciéndole eco a Bellatin, supongo,
porque no me gusta Bellatin, no me gusta si uno habla del gustar como eso que
te divierte, o eso que te incomoda, o eso que te causa cosquillitas en algún
lugar entre el costado y el dedo índice del pie, siempre un poquito más largo
del gordo. No me gusta Bellatin pero una y otra vez en lo que escribe brillan
estas pequeñas marcas, pequeñas huellas, que bien pueden aburrir a veces, pero
que insisten en que el espacio de la literatura, de la obra incompleta es el
cuerpo y siempre es el cuerpo, porque el cuerpo es el que escribe, y el cuerpo
es el que lee, y cuando lees mucho rato sin parar tienes que cambiar de
posición, tienes que reacomodarte en la silla, o acostarte bocabajo, y eso creo
que lo dijo Mayra en un ensayo, lo de leer con el cuerpo, aunque lo dijo quizás
con un poquito más de zas, de zas caribeño, y yo le huyo al zas caribeño porque
simplemente me gusta leerlo y no escribirlo porque hay quien abusa, abusa y
abusa y entonces ni se da cuenta que abusa, y eso algo también debe tener con
el cuerpo. Pienso todo esto cada vez que llego a este momento en el semestre, o
en realidad, esta es la primera vez que lo pienso, que lo pienso porque me veo
atraído a este asunto y comienzo a ver que leer, leer bien, me enseña porque
leo en primer lugar, o me acerca a esa pulsión que me hace leer, sino a la que
me hace escribir, pero supongo que son las mismas, o que están relativamente
cercanas, porque aunque tenga la una en el talón de mi pie derecho, lo más
lejos a lo que la otra puede llegar es a mi coronilla que algún día será calva.
Published on December 02, 2011 11:04
November 22, 2011
lo visto, una columna
Esta columna saldrá en la sección Buscapié de El Nuevo Día, mañana (miércoles, 23 de octubre del 2011). La pongo aquí pa' archivarla, y con algunos cambios.

Cada
vez más y más vemos menos y menos aquella escena que nos parecía común; aquel
viejo momento en el que el agresor arrebataba la cámara con la violencia de una
mano, mientras la otra cubría su rostro (la vergüenza de hacerse criminal).
Vimos así, el sábado pasado, en el recinto de Davis de la Universidad de
California, al policía levantar el pepper-spray frente a uno de los ojos
mecánicos, cual un conejo de un sombrero, y pasar a sofocar a los estudiantes
dentro de la borrascocidad amarillenta. Vimos así el video en el internet y nos
pareció que el hombre nos mostraba el arma, como sabiendo que lo
registraríamos: el policía, la mano alzada, el cilindro rojo.
Algo
le ha pasado a lo visual, algo que le ha restado al testimonio ocular parte de
su peso e impacto. "Todo el mundo lo verá" parece ya no significar mucho
("don't tag me"). Ante la posible presencia de la cámara, el performance de la
cotidianidad, de la naturalidad ("Dale a la cámara una sonrisa natural").
Detrás de la actualización del "status", y la foto que lo acompaña, el gesto
sobre-saturado de intención. En el ocaso del reality show y plena época
de Facebook, ver no significa adquirir conocimiento, como diría Rey Chow.
¿Quién
recuerda todavía aquellos videos de la redada en la Avenida Universidad? ¿El
muslo de aquella muchacha? ¿Qué de toda aquella rabia de quienes lo
hicieron viral? Sí, lo visual choca, pero su producto inmediato es el
voyeurismo, el morbo, no la indignación. Enfrentados, en nuestras
computadoras, teléfonos, televisiones y revistas, a tantas imágenes que buscan
indignarnos, y nosotros mismos productores de tanta imagen que busca respuesta,
comenzamos a dejar de ver (quizás sea momento de una fotografía más sugestiva, menos realista). Lo demasiado visible comienza a dar paso
a una ceguera 20/20.
Cada
vez nos alejamos más de la imagen que indigna. Y este alejamiento hay que
detenerlo. Ver no es suficiente, es sólo el primer paso de una reflexión mucho
más extensa. Pero no por esto hay que deshacernos del verbo.
Published on November 22, 2011 17:00
seis a.m

las seis de la madrugada o no, mañanas como hoy, cuando te levantas más
temprano de lo usual porque tienes demasiado que hacer. Dices, "es hora de
escribir algo" y entras a esta página, y descubres que el blog igual refleja tu
investigación de las pasadas semanas. A veces piensas que a la cita le falta un
poco de sangre, de candela. Recuerdas que es un tipo de cuaderno de lectura, un
collage. Decides que subirás la columna de mañana esta tarde,
por eso de romper la retahíla monótona.
Ayer escuché en la radio una grabación de un terrorista paquistaní intentando obligar, en urdu, a una mujer mexicana que secuestró en un hotel a colaborar con él. La mujer repetía, una y otra vez, "no te entiendo", así, en el español que conocemos.
El ruido con el que terminaba el clip, un estrépito en seco, ha de quedar anónimo.
Published on November 22, 2011 03:41
November 19, 2011
hablando d/el silencio, dice blanchot

Levinas, sentado en el tope del carro, con Blanchot a su derecha. La foto sale en la biografía de Levinas escrita por Salomon Malka.
The unavowable community: does that mean that it does not acknowledge itself or that it is such that no avowal may reveal it, given that each time we have talked about its way of being, one has had the feeling that one grasped only what makes it exist by default? So, would it have been better to have remained silent? Would it be better, without extolling its paradoxical traits, to live it in what makes it contemporary to a past which it has never been possible to live? Wittgenstein's all too famous and all too often repeated precept, "Whereof one cannot speak, there one must be silent"—given that by enunciating it he has not been able to impose silence on himself—does indicate that in the final analysis one has to talk in order to remain silent. But with what kinds of words? That is one of the question this little book entrusts to other, not that they may answer it, rather that they may choose to carry it with them, and, perhaps, extend it. Thus one will discover that it also carries an exacting political meaning and that it does not permit us to lose interest in the present time which, by opening unknown spaces of freedom, makes us responsible for new relationships, always threatened, always hoped for, between what we call work, oeuvre, and what we call unworking, dèsouevrement.
The Unavowable Community, de Maurice Blanchot
Published on November 19, 2011 12:47
la verdad de una comunidad electiva, dice blanchot

given those pages, in which there is neither a shared relationship nor definite
lovers, is it not paradoxical? Certainly. But this paradox confirms perhaps the
extravagance of what one seeks to designate by the name community? At the onset there is need to distinguish—with whatever
difficulty—between traditional community and elective community. (The first is
imposed on us without or having the liberty of choice in the matter: it is de facto sociality, or the glorification
of the earth, of blood, or even of race. But what about the other? One calls it
elective in the sense that it exists only through a decision that gathers its
members around a choice without which it could not have taken place; is that
choice free? Or, at least, does that freedom suffice to express, to affirm the
sharing that is the truth of this community?)
The unavowable community, de Maurice Blanchot
Published on November 19, 2011 12:32
November 18, 2011
For those who are always already cast as the other, the...
For those who are always already cast as the other, there is nothing ennobling or liberating about the notion of alterity per se or the ethics emanating therefrom.
Toward an Ethics of Postvisuality, de Rey Chow
Published on November 18, 2011 08:07