Sergio Gutiérrez Negrón's Blog, page 26
June 25, 2014
los vagos, una columna
Esta columna salió publicada en el miércoles, 25 de junio del 2014 en El Nuevo Día.
Arrabal Placita de Caguas, 1952
Corría
la primavera del 1828 y, en una movida que había tenido y tendría múltiples
iteraciones, el congreso mexicano pasó una legislación que formó un tribunal
especial para combatir lo que, a su parecer, era el mal que tenía al joven país
amarrado a la crisis económica: la vagancia.
Concepto
harto acogedor, vagancia implicaba a mendigos y rateros; a obreros
hallados fuera de talleres en pleno día laboral, a desempleados, a desocupados
de desconocido abolengo, y a cualquiera que, a ojos recatados, no pareciera
gente decente.
El
Tribunal de Vagos fracasó en pocos meses, pero no fue una huérfana paja mental.
Era parte de una camarilla de pajaritos preñados que constituía la imagen de
una nación futura y desarrollada. Para ese México a venir, decían, la promesa
del progreso necesitaba tanto la pacificación del territorio, como la
implantación del espíritu de emprendimiento, la moral, ética, y el amor del y
por el trabajo que juraban era el motor primordial y único del desarrollo y las
riquezas de sus vecinos anglosajones.
Los
defensores del Tribunal insistían, en palabras desquiciadas similares a las
expresadas por algún ex-presidente universitario recientemente, que el problema
no era sólo el fallo estructural, sino que el problema también era la gente y
sus actitudes. Los legisladores (como el ex-presidente) argüían que la crisis
no se evadiría mientras el pueblo permaneciese enajenado, existiendo del día a
día, sin trabajar o esforzarse.
Claro,
estaban profundamente conscientes de que el país estaba sitiado por guerras,
que el desempleo cundía, que la estructura misma imposibilitaba la mejora
inmediata. Pero, como vemos (aun hoy), cuando las cosas se pintan complejas,
siempre es más fácil evitar el pensamiento crítico, proceder a culpar a
aquellos más afectados por las crisis. Culparlos por las dificultades que
padecen, claro, pero también por las del resto del país. Después de todo, el
moralismo y el voluntarismo del acomodado son, y han sido siempre, tremendas
malas mañas.
Arrabal Placita de Caguas, 1952
Corría
la primavera del 1828 y, en una movida que había tenido y tendría múltiples
iteraciones, el congreso mexicano pasó una legislación que formó un tribunal
especial para combatir lo que, a su parecer, era el mal que tenía al joven país
amarrado a la crisis económica: la vagancia.
Concepto
harto acogedor, vagancia implicaba a mendigos y rateros; a obreros
hallados fuera de talleres en pleno día laboral, a desempleados, a desocupados
de desconocido abolengo, y a cualquiera que, a ojos recatados, no pareciera
gente decente.
El
Tribunal de Vagos fracasó en pocos meses, pero no fue una huérfana paja mental.
Era parte de una camarilla de pajaritos preñados que constituía la imagen de
una nación futura y desarrollada. Para ese México a venir, decían, la promesa
del progreso necesitaba tanto la pacificación del territorio, como la
implantación del espíritu de emprendimiento, la moral, ética, y el amor del y
por el trabajo que juraban era el motor primordial y único del desarrollo y las
riquezas de sus vecinos anglosajones.
Los
defensores del Tribunal insistían, en palabras desquiciadas similares a las
expresadas por algún ex-presidente universitario recientemente, que el problema
no era sólo el fallo estructural, sino que el problema también era la gente y
sus actitudes. Los legisladores (como el ex-presidente) argüían que la crisis
no se evadiría mientras el pueblo permaneciese enajenado, existiendo del día a
día, sin trabajar o esforzarse.
Claro,
estaban profundamente conscientes de que el país estaba sitiado por guerras,
que el desempleo cundía, que la estructura misma imposibilitaba la mejora
inmediata. Pero, como vemos (aun hoy), cuando las cosas se pintan complejas,
siempre es más fácil evitar el pensamiento crítico, proceder a culpar a
aquellos más afectados por las crisis. Culparlos por las dificultades que
padecen, claro, pero también por las del resto del país. Después de todo, el
moralismo y el voluntarismo del acomodado son, y han sido siempre, tremendas
malas mañas.
Published on June 25, 2014 15:22
June 20, 2014
Angst, Wéilsong, y otros nombres para Rubén Ramos: reseña de "Angst" y "Wéilsong".
Arte de Cristian Guzmán Cardona, quien ilustra 'Wéilsong'.
Angst, Wéilsong, y otros
nombres para Rubén Ramos : reseña de "Angst"
y "Wéilsong".
Hoy en las noticias, Crítica de Libros, Radio Universidad de Puerto Rico (2 de junio del 2014)
Sergio Gutiérrez Negrón
Desde su primer
poemario titulado Angst, hasta su obra
más reciente Wéilsong, Rubén Ramos se
ha caracterizado por ser un poeta de los tonos grises. Junto a otros poetas de
la pasada década, como Mara Pastor, Nicole Cecilia Delgado y Xavier Valcárcel,
Ramos ha apostado por esculcar muy de cerca los tiempos en los que vivimos,
adentrándose y explorando la vida después de las utopías, sin por ello rendirse
a los trillados ámbitos del pesimismo o al traspié de la nostalgia.
Su primer libro,
que lleva como titulo la palabra alemana para la angustia, "Angst",
es un libro sobre el juego en una época de ruinas. Sobre un juego de
"escondite" en el que el niño que se esconde no se ha dado cuenta que
ya nadie lo busca, o que se escondió tan bien que se ha perdido. Los 113 poemas
que lo componen son breves cantos de una alegría agridulce, de una persona que
decide continuar a pesar de las
circunstancias. En uno de sus poemas más emblemáticos, Ramos escribe, en
forma de sentencia: “Huir no libera cuando naces donde no hay jaulas / Visitar
el zoológico con empatía no me hace bestia / Me gusta ladrar, como el perro que
persiguiendo gatos insiste hasta donde permite su cadena”. En este sentido, la
poética de Ramos niega la celebración optimista, pero del mismo modo niega
hallar en estas épocas de carencia y austeridad el fracaso. La táctica de Ramos
es distinta: ocupa las ruinas de las promesas rotas, e insiste en hallar allí
su solaz, no para construir sobre ellas, sino para enunciar desde su regazo.
Esta es la
táctica que vemos en su más reciente libro, que lleva como título la misteriosa
palabra "Wéilsong", publicado con esmero por Atarraya Cartonera, y
disponible, al igual que el anterior, en las librerías del país.
Ante la pregunta
de ¿qué es Wéilsong?, podemos responder: un nombre. Pero, ante la pregunta de ¿qué
nombra? La respuesta se hace más difícil. Como un Altazor puertorriqueño, Wéilsong
es el nombre de lo posible, una palabra que, como ese poema de César Vallejo, da
paso a su propio mito. A diferencia del Altazor, sin embargo, que se descompone
mientras progresa el poema, Wéilsong no va en picada. Todo lo contrario. La
palabra que le da nombre a este extenso poema es siempre ascendente. Es decir, Wéilsong al
fin y al cabo nombra una figura muy para esta época, una figura que lleva un
paso más allá la apuesta que el poeta comenzó en "Angst". Para Rubén
Ramos, Wéilsong es el nombre de la posibilidad de lluvia en un mundo en sequía.
O, dicho de distinto modo, Wéilsong es también otro nombre para la esperanza.
Para Hoy en las
Noticias, en Crítica de Libros, Sergio Gutiérrez Negrón
Published on June 20, 2014 16:03
June 18, 2014
el animal desempleado, dixit Agamben
The human is the animal that has no job: it has no given biological task, no clearly prescribed function, dixit Agamben, en la entrevista Thought is the courage if hopelessness, parafraseando esa idea del animal sabático que tanto me gusta, y que he comentado por aquí y allá antes
Published on June 18, 2014 05:09
June 13, 2014
jorge portilla y la esperanza tecnofuturista
Entre paréntesis: esta universalidad de la ciencia y la técnica es, por decirlo así, tan poderosa, contribuye tan fuertemente al advenimiento de la unidad de la humanidad, que escapa a la garra de la guerra fría. Esto es de una importancia superlativa. El único terreno de competencia humana, de competencia civilizada, no bélica, entre el bloque socialista y el capitalista es el terreno de la ciencia y de la técnica. En el que ambos contendientes no tienen más remedio que quitarse el sombrero, hacer un gesto cortés, humano, civilizado, ante los triunfos del otro, escribió Jorge Portilla en octubre del sesenta y dos.
Published on June 13, 2014 08:22
June 10, 2014
el problema es el pacto, dice sada
![]()
En general no me gusta hacer frases redondas. Quiero que quede un sesgo de duda o de sospecha. Es una técnica que descubrí al leer la literatura del siglo XVI, luego la picaresca española, los romances. No completar, dejar deliberadamente trunca la frase; por eso uso tan seguido los dos puntos. Es una figura retórica que se llama aposiopesis. No es muy usada porque se demanda comprensión: sujeto, verbo y complemento. Hay mucha conciencia en lo que escribo. A veces los lectores se complican, pero quien acepta mis convenciones se va de corrido. El problema es hacer ese pacto.
dijo Sada en una entrevista.
Published on June 10, 2014 18:15
May 28, 2014
compromiso, una columna
Esta columna salió publicada en el miércoles, 28 de mayo del 2014 en El Nuevo Día.
En 1944, hacia el final de la Segunda Guerra Mundial,
el ejército japonés envió a un joven soldado, Hiroo Onoda, a una isla de las
Filipinas. Allá, se uniría a una guerrilla dedicada a llevar a cabo ataques
contra un asentamiento de Aliados. En ese momento, tenía veinte años. Era alto
y delgado. Antes de que abordase el avión, sus superiores, casi como salidos
de tragedia griega, le prohibieron
suicidarse, y prometieron que regresarían por él. El joven Onoda, profundamente
patriota, no lo dudó por ningún momento.
La guerra terminó meses después. Desafortunadamente, Onoda,
en las montañas, cumplió al pie de la letra las órdenes recibidas y se escondió
tan bien que jamás se enteró del fin del conflicto. Acató por veintinueve años
más. Acató aun cuando el enemigo tiró hojas que explicaban la rendición
japonesa, y aun cuando múltiples equipos de búsqueda hicieron incursiones en
las selvas que asediaba. Una y otra vez, Onoda pensó que estos intentos eran mera
propaganda para socavar su determinación y patriotismo. Después de todo, era
imposible que un imperio cayera en cuestión de meses. La bomba nuclear le era
impensable. Japón prometió no abandonarlo, y Onoda era un tipo paciente.
Onoda se rindió finalmente sólo cuando, en 1972,
trajeron a la única persona a quién le creería: aquel anciano capitán que 28
años antes había dado la orden. Según dicen, al regresar a Japón, pensó que la
sociedad que le dio la bienvenida era una deformación de la que fue, de la que
él nutrió en su soledad. Onoda permaneció en su país por tres años, antes
de huir hacia Brasil para criar vacas.
He escuchado esta historia en la radio en varias
ocasiones. Más recientemente tras la muerte de Onoda en enero. Siempre me digo
que tengo que escribir algo al respecto, algo que hable sobre la intensidad y
el desvarío de algunos compromisos, o de lo que de contingente tiene la política, pero aun no logro descifrar qué.
En 1944, hacia el final de la Segunda Guerra Mundial,
el ejército japonés envió a un joven soldado, Hiroo Onoda, a una isla de las
Filipinas. Allá, se uniría a una guerrilla dedicada a llevar a cabo ataques
contra un asentamiento de Aliados. En ese momento, tenía veinte años. Era alto
y delgado. Antes de que abordase el avión, sus superiores, casi como salidos
de tragedia griega, le prohibieron
suicidarse, y prometieron que regresarían por él. El joven Onoda, profundamente
patriota, no lo dudó por ningún momento.
La guerra terminó meses después. Desafortunadamente, Onoda,
en las montañas, cumplió al pie de la letra las órdenes recibidas y se escondió
tan bien que jamás se enteró del fin del conflicto. Acató por veintinueve años
más. Acató aun cuando el enemigo tiró hojas que explicaban la rendición
japonesa, y aun cuando múltiples equipos de búsqueda hicieron incursiones en
las selvas que asediaba. Una y otra vez, Onoda pensó que estos intentos eran mera
propaganda para socavar su determinación y patriotismo. Después de todo, era
imposible que un imperio cayera en cuestión de meses. La bomba nuclear le era
impensable. Japón prometió no abandonarlo, y Onoda era un tipo paciente.
Onoda se rindió finalmente sólo cuando, en 1972,
trajeron a la única persona a quién le creería: aquel anciano capitán que 28
años antes había dado la orden. Según dicen, al regresar a Japón, pensó que la
sociedad que le dio la bienvenida era una deformación de la que fue, de la que
él nutrió en su soledad. Onoda permaneció en su país por tres años, antes
de huir hacia Brasil para criar vacas.
He escuchado esta historia en la radio en varias
ocasiones. Más recientemente tras la muerte de Onoda en enero. Siempre me digo
que tengo que escribir algo al respecto, algo que hable sobre la intensidad y
el desvarío de algunos compromisos, o de lo que de contingente tiene la política, pero aun no logro descifrar qué.
Published on May 28, 2014 09:54
May 19, 2014
la vida íntima del escritor ausente, reseña del epistolario de josé luis gonzález.
La vida íntima del escritor
ausente, reseña de A
veces llegan cartas: Epistolario de José Luis González.
Hoy en las noticias, Crítica de Libros, Radio
Universidad de Puerto Rico (19 de mayo del 2014)
Sergio
Gutiérrez Negrón
A veces llegan cartas, el epistolario entre el escritor puertorriqueño José
Luis González y su amiga y editora Carmen Rivera Izcoa, nos transporta a una
época de comunicaciones dilatadas que a generaciones más jóvenes nos puede
parecer lejana, a pesar de su cercanía. Escritas entre febrero de 1976 y julio
del 87, las treinta y tres cartas que componen el pequeño volumen nos adentran
en la vida íntima de uno de nuestros narradores más importantes, entonces
radicado en México. Desde las cartas, observamos al escritor intentando
mantener ese difícil balance entre la ausencia física y la presencia literaria
que es motivo de ansiedad para cualquier artista que busca permanecer relevante
en su país de origen. A la vez, las cartas nos ofrecen un retrato mínimo e
inédito del mundo literario puertorriqueño de la época, y de la gargantea tarea
de la editora de Ediciones Huracán y entonces dueña de la librería La Tertulia,
Carmen Rivera Izcoa.
José Luis González vivió entre 1926 y 1997 y fue reconocido
principalmente como autor de más de medio centenar de cuentos, entre los cuales
encontramos clásicos como "La carta" y "En el fondo del caño hay
un negrito", aunque también fue avalado por su ensayística, especialmente
el libro "El país de los cuatro pisos", que generó todo tipo de discusiones en su momento.
En 1953, González se estableció en la Ciudad de México, donde permanecería por
el resto de sus días y donde renunciaría a su ciudadanía americana para adoptar
la mexicana. Desde allí, el autor,
marxista irredento, produjo la última y más exitosa mitad de su obra literaria.
Fue en una visita a la isla entre 1973 y 1974 que el autor conoció a su
interlocutora en estas cartas, Carmen Rivera Izcoa, quien poco después emprendió
uno de los proyectos culturales más importantes de la época, Ediciones Huracán,
en el que González participó activamente, y donde publicó gran parte de su
obra.
Casi como si viniera a cerrar un ciclo importante en la propia vida del
editorial, A veces llegan cartas puede
leerse como la historia personal de Ediciones Huracán. De modo que también se
lee como una historia personal de la literatura y cultura puertorriqueña de la
época. Por entre sus páginas, proliferan reconocidos pintores, críticos, y
escritores de los años setentas y ochentas, se reviven viejos chismes, se
airean malos negocios, se comentan históricos debates. Carta tras carta, el
libro nos lleva tras las bambalinas y nos hace ver que detrás del velo
misterioso de la vida cultural de cualquier época, siempre hay negocios y
conflictos y costumbres, pero más importante que todo eso, siempre hay gentes y
pasiones.
Para hoy en
las noticias en Crítica de Libros, Sergio Gutiérrez Negrón
Published on May 19, 2014 05:13
May 17, 2014
la guerra es mala para la novela, decía nicholas baker
Wars are bad for the novel, because suddenly all of our precious mundanity is justifiably marginalizable, dijo Nicholas Baker en otoño del dos mil once a su entrevistador del Paris Review.
Published on May 17, 2014 06:19
May 11, 2014
la impotencia idealista, el pudor realista, y el acto defecatorio, según Sada
Entretenimiento
necio de un poco más de media hora: sentadísima en la taza del excusado Cecilia
dizque haciéndose sabihonda, o si no seudofilósofa, pues temía todas-tosas que
su plan fuera a fallarle.... Para el caso se adelanta que le falló sólo a
medias, en virtud de que la tía también a medias falló; plan contra plan:
vaguedad, ya que todo empate es vago, pero a davor de esa iguala valga afrontar
un deslinde: se retoma el excusado, la posición hacedora: el típico agache a
fuerzas de Cecilia batallando, y he aquí entonces el concepto antitético y
grosero: HACER DEL BAÑO ES UN TRIUNFO, MÁS QUE UNA NECESIDAD, ¿o a lo mejor es
preciso ver tal triunfo—si se puede—un poco más desde abajo?... ¡No!, no es
menester retorcerse. ¿Para qué el contorsionismo después de una batalla y sobre
todo de un triunfo? Nomás hay que imaginar la posición en agache de Cecilia
puje y puje, y con eso es suficiente, aunque.... si Vénulo alguna vez tuviese
oportunidad de contemplar a su amada en semejante postura ¿decreceria su
delirio?.... Depende.... Quién sabe.... ¡Vaya!.... Pues no acepta el idealismo
contundencias de este tipo, y si entra en juego el realismo habrá entonces
jaloneo entre lo malo y lo bueno y al cabo habrá de exigir más discreción al
respecto y....
Las
disculpas son realistas, y el perdón ¿por consiguiente?
de Porque parece mentira la verdad nunca se sabe, Daniel Sada
Published on May 11, 2014 07:01
May 6, 2014
¿josé luis gonzález, autor de ciencia ficción?
José Luis, Piloto interstelar
Otro dato curioso del Epistolario de José Luis González: en enero del '81 le escribió a su editora Carmen Rivera Izcoa diciéndole que antes de escribir sus memorias tenía que terminar la novela que escribía sobre el Puerto Rico del Siglo XXI (que nunca apareció o terminó). ¿José Luis González, autor de ciencia ficción?
Al mismo tiempo, estaba feliz que los PNPs estuvieran en La Fortaleza, y los Populares en la Legislatura, porque decía que el tranque revelaría a todos la falacia de los dos partidos y del sistema entero. Creo que la novela futurista no hubiese sido tan acertada, a la larga.
Published on May 06, 2014 09:14


