Andrés Accorsi's Blog, page 132

January 19, 2015

19/ 01: SALAMANCA: TRABAJOS DE LA HECHICERA

En Agosto salieron tres libritos con los personajes de Salamanca y elegí primero el de la Hechicera, porque me acuerdo que me habían gustado bastante sus historias en el tomo reseñado el 12/10/13. Sin embargo, antes de empezar a leer la primera historieta ya estaba decepcionado: ¿Otra vez un libro de 68 páginas que sólo tiene 48 páginas de historieta? ¿No aprendemos más? ¿Por qué creen que el lector quiere pagar por carátulas y páginas en blanco? Para acompañar a 48 páginas de historieta hacen falta, como muchísimo, 8 páginas extra. No 20. 20 páginas (varias de ellas en blanco) es una grosería. Buscame un libro francés, de cualquier editorial, que tenga 68 páginas y sólo 48 sean de historieta. No existe. No puede existir nunca. Es un disparate sin pies ni cabeza que sólo beneficia al imprentero y que, como lector, me siento en la obligación de combatir.
Bue, ya está. Ya me descargué. Vamos con las tres historietas que integran este tomo, todas escritas por Valentín Lerena y dibujadas por Roberto Fontana. La primera es la más corta, tiene 10 páginas. Y para serte 100% sincero, no la entendí. Si me pedí que te cuente qué pasa, no puedo, porque realmente me dejó lleno de dudas. Sé que hay una mujer embarazada, que trata de parir pero el bebé no puede salir… y el resto no me quedó claro.
La segunda historia también adolesce de cierta ambigüedad, pero por lo menos hay un conflicto, una especie de confrontación más clara, más marcada, entre la Hechicera y algo así como un villano. En términos aventureros funciona dignamente porque tiene ese combate, persecuciones, un garche… una ambientación más exótica, por afuera de la casita en la que transcurren casi todas las historias de esta serie… No es una joya, ni mucho menos, pero no está mal.
Y la tercera historia, además de ser la más extensa (20 páginas), es la mejor, lejos. Ya desde el título (“Abuelas”), Lerena anuncia su intención de abordar el tema de los nietos recuperados, en una historia de identidades suprimidas perfectamente condimentada con el elemento natural que le da sentido a la intervención de la Hechicera. Además acá hay, por primera vez, una intención de profundizar un poquito más en los villanos, que no son simples demonios, o fantasmas, sino garcas de otra índole, más real, más poderosa y más peligrosa.
El dibujo de Fontana se ve bien, sólido, con espacio para lucirse, con buenos climas, buenas secuencias mudas, buen manejo de la referencia fotográfica y un amplio despliegue de efectos logrados con el pincel, el plumín y materiales menos ortodoxos. En general, yo no soy muy fan de combinar varias técnicas de entintado, ni mucho menos de mezclar en una misma viñeta distintos niveles de realismo, con personajes más “fotográficos” y personajes más “icónicos”. Sin embargo a Fontana esto le suma un montón, pareciera –mucho más que una limitación- un rasgo importante de su estilo.
Y no tengo mucho más para decir, porque no quiero ahondar en los argumentos de las historias. Seguramente se me ocurrirá algo más acerca de los guiones de Lerena y los dibujos de Fontana cuando lea los otros dos libritos, cosa que –prometo- sucederá pronto.
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Published on January 19, 2015 16:33

January 18, 2015

18/ 01: HAWK & DOVE: GHOSTS & DEMONS

Del comic finoli y experimental de un verdadero poeta de la imagen nos vamos a un exponente menor del pochoclo ochentoso. Y bueno, es así, la historieta da para todo.
Este TPB recopila la miniserie de 1988 que le sirvió al matrimonio de Barbara y Karl Kesel para relanzar a Hawk & Dove, un concepto creado en los ´60 por Steve Ditko que había quedado rengo con la muerte de Dove en Crisis on Infinite Earths. Hay que aclarar que era un concepto muy menor. Antes de esta miniserie, las apariciones de Hawk & Dove se contaban con los dedos de una mano y había que ser casi un erudito en materia de superhéroes de DC para saber quiénes eran y de qué jugaban. Sin embargo, la versión de los Kesel instaló de manera bastante definitiva a estos personajes en el DCU post-Crisis.
Si le perdonás una traición grossa, esta saga está realmente bien escrita. Quizás el principal mérito de los Kesel sea presentar de cero a varios personajes y lograr hacerlos atractivos, lograr que el lector sienta que los conoce. También presenta de cero a un villano interesante, por ahí más peligroso que profundo, y define el tono en el que se van a desarrollar las aventuras futuras de Hawk & Dove, con esa combinación entre acción superheroica y comedia estudiantil tipo Archie, en la que más adelante se van a colar algunos temas más densos, incluso para ser explorados a través de personajes a priori livianitos. La aventura funciona, la explicación de quién es Dawn Granger y por qué hace lo que hace está muy bien, la caracterización está cuidada, y los diálogos -además de tener chispa e ingenio- suenan a como hablarían los chicos de 19-20 años en el mundo real.
La traición grossa de los Kesel consiste en eliminar un elemento que estaba presente en la versión original de los ´60 y que a mí me resultaba muy atractivo: el contrapunto ideológico bien marcado entre un Dove que era pacifista y progre y un Hawk que era un facho visceral, fan del gatillo fácil y la violencia como medio de supresión del adversario. De hecho, entre la muerte de Dove y esta miniserie, hay tres o cuatro muy buenas apariciones de Hawk en distintos títulos (escritas por Mike Baron, John Ostrander, Dan Jurgens…) en las que nos lo muestran como el típico yanki ultraderechoso, una especie de Rambo con poderes, que banca cualquier acción imperialista de EEUU en los países del Tercer Mundo, siempre al límite de generar incidentes internacionales con su actitud patotera y pendenciera. Ahí no estaba Dove para dar el debate, pero los guionistas (todos más bien zurdos) utilizaban a Hawk para parodiar veladamente esa postura política, no tan alienígena en tiempos de Ronald Reagan. El rol de Hawk no era tan caricaturesco como el de Guy Gardner (a quien también nos mostraban como un facho recalcitrante), pero estaba ahí, al filo. Y en esta versión, Hawk es un pibe medio bestia, bastante leche hervida, al que le gustan los deportes violentos, pero no habla de política. En algunos diálogos le recuerdan los papelones que hizo en Nicaragua y demás países donde armó bardo, pero él no salta a defender su accionar envuelto en la bandera yanki. El tema político queda ahí, se lo barre prolijamente abajo de la alfombra y deja de ser un foco de conflicto entre Hawk & Dove, reemplazado –lógicamente- por la tensión sexual, que antes no existía porque los héroes eran varones y hermanos.
Al frente de la faz gráfica tenemos al querido Rob Liefeld, en su primer trabajo realmente visible para el mainstream. Que muy probablemente sea también el mejor. El propio Karl Kesel (que además de co-guionista es entintador de esta saga) me contó lo que tuvo que luchar para que estas páginas se vieran así de correctas, la cantidad de cosas que le tuvo que corregir a Liefeld, pero también valoraba mucho la pasión, el entusiasmo que puso la por entonces “joven promesa”. Si sabés mirar por debajo de las siempre solventes tintas de Kesel, vas a ver muchos de los vicios de Liefeld, que se notan mucho más cuando se entinta él mismo. Acá se sufren un poco la repetición de planos, algunas poses muy duras, esos personajes que engordan o adelgazan de una viñeta a otra… pero por lo menos no hay afanos tan evidentes, ni errores groseros en la anatomía, ni rebusques bizarros para no dibujar los pies de los personajes. El resultado termina por ser digno, no brillante, pero atractivo, intenso, obviamente lastrado por el color ochentoso que hoy nos daña las retinas y nos hace rogarle a DC que reedite todo este material en blanco y negro.
Personajes carismáticos, un lindo equilibrio entre machaca y caracterización y un dibujo fuerte, que se adelantaba un poco a las (nefastas) tendencias de la década siguiente, son los atractivos de esta saguita de Hawk & Dove, que pegó lo suficiente como para dar pie a una serie mensual bastante longeva. La serie (lanzada en 1989) superará ampliamente la calidad de esta mini, con los Kesel cada vez más afilados y un ignoto Greg Guler al frente de los dibujos, porque el amigo Rob ya le había vendido el pase a Marvel. Pero esa es otra historia…
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Published on January 18, 2015 17:44

January 17, 2015

17/ 01: PICTURES THAT TICK Vol.2

Hace muchos años, el 29/04/10, yo cerraba la reseña del Vol.1 de Pictures That Tick con el deseo de que se editara pronto el Vol.2. Tardó varios años, pero finalmente acá está: Dark Horse logró reunir otras 256 páginas de historias cortas escritas e ilustradas por Dave McKean de 2001 para acá. Coincide con una época en la que hemos visto poca historieta de McKean, ya decididamente más volcado al cine, la animación, las artes plásticas y la ilustración. O sea que era un tomo que seguro nos iba a sorprender, porque no teníamos idea de qué podía llegar a recopilar.
Y la verdad es que las sorpresas son muchas, y no todas gratas. Varias de estas “historietas” fueron creadas por el artista inglés para ser expuestas en salas de arte, durante cinco o seis semanas. Fanático de las historias y la narrativa, se le ocurrió hacer muestras de cuadros, dibujos, esculturas y fotografías que no fueran simplemente trabajos colgados uno al lado del otro, sino que conformaran un relato, y obligaran al asistente a la muestra a seguirlo en un orden deliberado para entender la trama, el desarrollo de los personajes, etc. En total, el libro ofrece tres de esos experimentos y sinceramente ninguna de las historias me atrapó. Por supuesto, visualmente esto te masacra. McKean pela una genialidad atrás de otra, desde los retoques digitales en fotos hasta la magia que brota de su pincel crudo, seco, en esas viñetas despojadas y recontra-expresivas que parecen de Egon Schiele.
Me imagino la posibilidad de ver los originales de estas páginas en vivo, en tamaño real, poder mirar los detalles más mínimos, disfrutar ahí, cara a cara, de todos los prodigios técnicos y estéticos de McKean, y me vuelvo loco. Con la distancia que impone el libro, en cambio, uno se pone más exigente, más ortiva, y quiere además que las historias lo cautiven, lo seduzcan. No fue el caso. Algunas me aburrieron y otras me parecieron tranqui, nada del otro mundo, siempre muy, muy eclipsadas por el arte. La mejor me pareció Blue Tree, por lo volada, por su sana intención poética.
Fuera de las historias pensadas para ser exhibidas en salas, me gustó bastante Random Acts of Happiness, creada por McKean para un CD de una banda de jazz. Y lo mejor del tomo son, lejos, las dos historias que McKean imaginó como episodios de una serie de TV de la Jim Henson Company, que finalmente no se hizo. El autor convirtió esos dos guiones para TV en dos historietas magníficas, una de 30 páginas y una de 35, en las que además se da el lujo de hacer aparecer al gato que creó para Cages, su fundamental novela gráfica. Las dos historias cuentan en tono mítico las creaciones de la Isla Tortuga en un caso, y del universo mismo en el otro. Ambas combinan secuencias “de acción” con otras en las que vemos al narrador (y su gato) conversando, y en estas últimas McKean desarrolla un estilo sintético maravilloso, moderno, fuerte, con cositas del mejor David Rubín. Y el resto es la orgía visual de siempre, pero sustentada por una narrativa clara, sugestiva pero no retorcida, y por historias realmente hermosas, con textos de gran calidad perfectamente ensamblados con las imágenes. Claramente, las 65 páginas de las dos “creaciones míticas” justifican ampliamente la compra del libro. Y si algún día se editaran por afuera, en un tomo de 68 páginas que sólo ofreciera eso, no sé si no me lo compro y hago guita este mega-libro.
Más allá de cualquier crítica que le pueda hacer un cuatro de copas como yo, lo grosso que tiene Pictures That Tick es que nos muestra a un artista de otro planeta, un virtuoso de esos que mueven las fronteras del Noveno Arte cada vez que dibujan una viñeta, en pleno uso de lo más lindo que puede tener un autor, que es la libertad. Para bien o para mal, todo este material está creado con una sóla consigna, que es la de expresarse libremente, contar lo que McKean tiene ganas de contar, en sus tiempos, en sus palabras, con las técnicas que se le canta utilizar, sin límites de espacio, sin fechas de entrega, sin preocuparse por lo que le pueda llegar a sugerir o corregir un editor. Y eso se celebra aunque después uno no se termine de enganchar con algunas historias.
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Published on January 17, 2015 15:05

January 16, 2015

16/ 01: INVASION ´55

Vamos con otro trip a los ´80, bien a fines de esa década, que es cuando el prolífico guionista estadounidense Chuck Dixon se enamora de los dibujantes argentinos y empieza a generar proyectos con cinco o seis de ellos. Invasion ´55 cobró forma en 1989 y como en aquella época yo era joven y contaba las monedas (no sé si para el bondi, pero seguro para comprar comics), agarraba gustoso laburos de traductor. Felizmente, el maestro Lito Fernández (con quien pegamos buena onda en esa época en la que ambos trabajábamos en Skorpio) me eligió para traducirle al castellano estos guiones de Chuck Dixon. O sea que yo leí esta historieta antes que uno de sus autores. Y digo “guiones”, en plural, porque originalmente esto fue una miniserie de tres episodios de 24 páginas, que recalaría en la ignota editorial Apple Comics. En esta edición (de 2002, a cargo de IDW) las 72 páginas se publican al hilo y si no sabés que originalmente eran tres comic-books, tampoco te das cuenta.
Pero vamos a lo importante. ¿Está buena la historia? Más o menos. Lo mejor que tiene es la caracterización de los personajes, que se mueven apenitas de ciertos parámetros clásicos, pero por lo menos tienen algo de profundidad. La trama en sí, es bastante chata: en 1955 una raza alienígena invade un pequeño pueblo de New Mexico, captura a todos sus habitantes para morfárselos, y será un puñado de sobrevivientes quienes logren repeler a los bichos malos y salvar a casi todos los humanos cautivos. ¿Cómo le ganan a un ejército extraterrestre un nene de ocho años, una chica periodista, un pibe rockabilly (émulo de James Dean) y un héroe de la guerra de Corea caído en desgracia por culpa del escabio? La respuesta que ofrece Dixon me dejó con gusto a “nah, me estás jodiendo”.
Hay otra cosa para rescatar (una vez superado el mal trago del verosímil hecho añicos) que es el ritmo. Los goles que Dixon no te mete con el argumento, te los ataja en su arco con el guión, como para evitar la goleada. El ritmo –decíamos- es muy entretenido. Las cosas pasan cuando tienen que pasar, las escenas tranqui en las que los personajes hablan de sus vidas están bien mechadas, el momento que elige Dixon para cortar cada escena y pasar a la siguiente siempre es acertado, los diálogos están bien, reflejan con criterio las distintas formas de hablar de cada personaje… O sea que aunque la aventura en sí sea medio simplista o medio frutihortícola, no te vas a querer cortar los huevos con una katana como si estuvieras leyendo una de esas historietas soporíferas e hiper-trilladas con las que tantas veces tuvo que lidiar Lito en sus décadas de producción industrial para Columba.
En parte por eso, el maestro entrega un trabajo cualitativamente muy superior, sólo comparable con sus mejores obras para la Skorpio (La Torre de los Milagros, o Video-Man). Sobre todo en los dos primeros tercios, se nota mucho la mano de Lito, que parece haber prescindido de su mítico ejército de asistentes casi hasta el final. La puesta en página, el equilibrio en la composición, el entintado de las caras… eso seguro que es 100% Lito de la primera página a la última. Y la verdad es que se ve muy bien. Los fondos están muy cuidados, la ambientación muy lograda, los personajes se mueven con gran plasticidad, pelan muy buenas expresiones faciales y sobre todo (y este es un mérito presente en casi toda la obra de Fernández) están muy bien diseñados, con rasgos muy propios, muy identificables. Como si esto fuera poco, el personaje del Teniente Holman le da a Lito la posibilidad de dibujar a una especie de primo-hermano de Johnny Hazard, y de paso rendirle homenaje a su ídolo máximo en la profesión, el legendario Frank Robbins. Por suerte a nadie se le ocurrió colorear este material, donde se nota ante todo la gran capacidad de Lito para conjurar climas y transmitir sensaciones con su plumín, su pincel y su gran manejo de la iluminación.
En fin, si extrañás las épocas en las que todos los meses la Skorpio te ofrecía 12 ó 14 páginas de Lito Fernández dando cátedra de historieta en blanco y negro, con aventuras no siempre de alto vuelo pero casi siempre por encima de la chatura que le daban para dibujar en Columba, Invasion ´55 te va a atrapar por lo menos desde lo visual. Y si sos fan de Chuck Dixon y le juraste lealtad eterna en la época en la que el pulpo te ametrallaba todos los meses con Detective Comics, Robin, Nightwing, Birds of Prey o Green Arrow, podés hacerle honor a ese juramento sin comerte garrones demasiado dañinos para tu salud.
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Published on January 16, 2015 17:17

January 15, 2015

15/ 01: EL GATISIMO

Creado en 1983 por el actor de teatro y conductor de TV Philippe Geluck, Le Chat es aún hoy uno de los personajes más importantes de la historieta humorística franco-belga. Quizás porque Geluck sigue vigente en los medios, y hace muchas cosas de perfil muy alto, además de escribir y dibujar las historietas y los chistes de este gato que de gato sólo tiene el nombre.
Lo cierto es que este libro reúne material de la primera época, de mediados de los ´80, cuando Le Chat asomaba en el diario Le Soir con una atractiva combinación de tiras, chistes de un sólo cuadro e historietas cortas. De todo el material que ofrece este álbum, lo que más me gustó es casualmente la historieta más extensa, que tiene tres páginas y es maligna y genial.
También hay muchos hallazgos en las tiras y los chistes, incluso en chistes en los que el gato no aparece y Geluck se limita a ponerle diálogos cómicos a fotos o ilustraciones antiguas. La estructura es sencilla: el gato, un hombre común, sin profesión estable, puede aparecer haciendo cualquier cosa que permita avanzar hacia un remate gracioso. A veces el chiste está en los globos, a veces es un gag visual, y la comicidad llega por distintos caminos: el humor absurdo, alguna reflexión más sarcástica sobre nuestra sociedad, a veces mediante juegos visuales que tienen que ver con el lenguaje del comic… y a veces la comicidad no llega y el chiste queda ahí, en la intención de ser gracioso. Pero generalmente hay algo que cuaja, que enciende la chispa del humor y le pone onda a algo que, gráficamente, es bastante poco atractivo.
No voy a ahondar en los chistes, porque no tiene mayor sentido. Quiero referirme un toque al dibujo de Geluck, que es más gracioso que bueno. Olvidate del virtuosismo de André Franquin y la escuela de Marcinelle. Acá tenemos un belga que controla perfectamente el timing de sus tiras (cercano por momentos al de Alberto Bróccoli), pero que no tiene la menor intención de que sus dibujos deslumbren, o que transmitan esa sensación de movimiento tan típica de Franquin y sus seguidores. Geluck, consciente de sus limitaciones, desarrolló un estilo frío, distante, con una línea clara apenitas chunga, siempre del mismo grosor, muy pensada para el color. La variedad, imprescindible para que el lector no se aburra, está dada por los distintos planos que elige Geluck para contar estas pequeñas historias. Y en las tiras en las que decide contar todo sin cambiar de planos, más vale que el chiste sea gracioso, porque no hay otro recurso más que el de los diálogos y los silencios. Para hacerla más fácil. ¿Sabés qué hace Geluck con Le Chat? Lo mismo que Tom Wilson con Ziggy, pero con ideas un poco más filosas, con un poco más de cinismo posmoderno.
No mucho más para decir. Me gustaría tener un álbum de Le Chat en francés (ya salieron 19), como para ver qué tan graciosos son los textos en el idioma original. La curiosidad de ver qué onda la serie ya está satisfecha con este tomo y con las páginas que publicaba la revista Cairo a fines de los ´80.
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Published on January 15, 2015 17:09

January 14, 2015

14/ 01: AQUAMAN Vol.2

Prometí entrarle pronto al Vol.2 de esta serie y acá estoy, cumpliendo y –en una de esas- dignificando.
Este tomo me gustó menos que el Vol.1 (reseñado el 21/12/14) pero no me animo a decir que sea peor. Simplemente me parece que Geoff Johns no pone el énfasis en aquello que a mí más me había gustado de los primeros episodios, que era esa mirada entre irónica e intimista a la vida cotidiana de Aquaman y Mera. Esta vez no hay vida cotidiana. Son siete episodios de palo y palo, 140 páginas de una historia que (como suele suceder en las historias de Johns) frena cada tanto para nutrirse de algún flashback, pero básicamente va para adelante, al combate entre todo o nada entre Aquaman y Black Manta.
Y si bien cambia bastante el tono, el guionista no desactiva los subplots que se habían insinuado en el Vol.1: de a poco se responden algunas preguntas clave acerca del hundimiento de Atlantis y se pone en tela de juicio la lealtad del Dr. Shin, ese personaje intrigante, que no sabíamos bien para quién jugaba. Todo eso está muy bien resuelto. Y la machaca también, aunque si no sos fan de la machaca te puede resultar un poco mucha. La verdad es que no recuerdo otro comic de Johns tan sanguinario, tan abiertamente volcado a la violencia, con héroes y villanos tan jugados a liquidar definitivamente a su adversario. Obviamente no mueren ni Aquaman ni Black Manta, pero el villano vende muy cara la derrota y queda planteada en términos muy tajantes una relación sumamente heavy, que seguramente dará pie a revanchas, recopas y recontra-copas en un superclásico extremo como pocos.
En el medio, y para que Manta logre algún tipo de victoria, Johns introduce a cinco personajes nuevos, que –nos enteramos ahora- fueron importantes en los primeros años de Aquaman, antes de que le pusieran ese nombre y conociera a los demás miembros de la Justice League. Son personajes a priori bastante chatos, bastante genéricos, aunque con el correr de las páginas y el oficio de mi clon perdido, uno mínimamente les toma cariño, sobre todo a Vostok y Ya´wara. De alguna manera, estos personajes cuasi-de relleno pegaron al punto de haber co-protagonizado con Aquaman una serie regular que duró 12 números y que todavía está saliendo en EEUU. Así que sospecho que la mayoría de los lectores vivieron la aparición de los Others como algo más que un injerto de retro-continuidad en la vida del King Arthur.
Lo más interesante, lo que me hace mantener intacta la fe en esta serie, es que de nuevo, y por motivos muy distintos a los del Vol.1, no parece un comic de superhéroes convencional. Acá está muy enfatizada la lucha con el villano, es cierto, pero la estructura no pasa tanto por ahí sino por la típica historia de “búsqueda del tesoro”, esa competencia (acá inflada con esteroides) por los objetos valiosos o poderosos, entre rivales que bien podrían ser Indiana Jones y el Coronel Dietrich o Scrooge McDuck y Flintheart Glomgold. Con muchas piñas, con mucha sangre, con personajes de la B Metropolitana (¿sigue existiendo la B Metropolitana? Bue, mirá a dónde vengo a preguntar…) que caen como moscas, pero todo respaldado por esa estructura, no la del héroe que salva al mundo de una amenaza X.
Esta vez Iván Reis, el dibujante titular de la serie, no se pierde ninguno de los siete episodios y hay que destacarlo, porque deja la vida. Con esa estética de mainstream finoli, a medio camino entre Bryan Hitch y Jim Lee, Reis crea imágenes impactantes en épocas y escenarios muy distintos, banca los trapos en la narrativa (aunque abusa un poquito de las viñetas widescreen) y se mata en los fondos, en las expresiones faciales y en las peleas. Tiene un entintador “oficial”, Joe Prado, al que él mismo y otros cuatro entintadores asisten en la ímproba tarea de generar todos los meses 20 páginas con este nivel de detalle, en los que no se ve una sóla tirada a chanta. El color de Rod Reis también se acopla muy bien con el dibujo de Iván, así que todo se ve muy prolijito, muy lindo. Para ser comic industrial y pochoclero, esto transmite una pasión y un compromiso poco frecuentes.
Lo más probable es que, una vez que Geoff Johns deje el timón de este barco, me baje. Pero por ahora, creo que me quedan un par de TPBs por delante con este equipo, que le está encontrando vueltas nuevas a un personaje que siempre me gustó y al que es muy difícil escribir bien. Espero capturar el Vol.3 en un futuro cercano.
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Published on January 14, 2015 18:01

January 13, 2015

13/ 01: FOLA, EL HOMBRE QUE FUE UNA BIBLIOTECA

Este libro ofrece una selección de historietas orginalmente realizadas entre 1931 y 1993 por el legendario Fola (Geoffrey Edward Foladori), el prolífico dibujante nacido en Inglaterra en 1908 y fallecido en Uruguay (donde vivió casi toda su vida) en 1997.
En Argentina, la gran mayoría de los lectores mayores de 35 años lo recordará por Pelopincho y Cachirula, y alguno que leía La Razón se acordará de Don Gumersindo, la tira que publicó durante 45 años en aquel vespertino, hoy convertido en una especie de volante promocional de la Corpo. Pero claro, la obra de Fola es muchísimo más voluminosa y arranca mucho antes de que Billiken comenzara a publicar las historietas de Pelopincho y Cachirula, que después pasaron a Anteojito. La obra temprana de Fola podría haber aparecido tranquilamente en el libro La Historieta Salvaje (reseñado el 06/07/13), porque comparte muchísimos rasgos de los historietistas argentinos de la era pre-Patoruzú: desde la fuerte influencia de los primeros comics británicos y norteamericanos (acá se notan mucho las lecturas de Frederick Burr Opper, Rudolph Dirks, Lionel Feininger, Sidney Smith, Cliff Sterrett y Billy DeBeck) hasta ese ritmo bastante bestial, bastante visceral que hoy desentona bastante con lo que uno se imagina de una comedia familiar.
El dibujo de Fola evoluciona mucho, y en sus comienzos era muy sobrecargado, muy complejo, como el de la mayoría de los historietistas de esa época. Y se parecía poco a lo que conocemos los que lo descubrimos en los ´70. Lo que más envejeció es el tema de la grilla de 12 viñetas, con el dibujo muy chiquito, muy abigarrado, y el rotulado manual, que también se parece mucho al de muchas otras historietas de los años ´30, pero es medio arduo para leer. El resto se la re-banca: las historias son muy locas y sobre todo no son reiterativas, no giran siempre en torno a lo mismo. Tienen chistes en el medio de la página (no sólo en el final) y están respaldadas por un dibujo muy gracioso, con mucho ángel y mucha plasticidad.
Creo que lo que más me gustó del tomo fue La Radio de Gumersindo, una serie muy cómica, de cuando la radio era como hoy la Playstation, más o menos. Hay sólo ocho páginas de eso, pero las disfruté a full. Y después me pareció interesantísimo descubrir que “Pelopincho y Cachirula” fue el nombre que le pusieron en Argentina a Ciengramos y Viola, una historieta que ya era my conocida en Uruguay, porque Ciengramos era personaje habitual de la otra tira de Fola, la más “quinternesca” Don Tranquilo y Flia.
En cuanto a la edición, me resultaron muy útiles los textos a cargo de Matías Castro, que le dan al lector muchísima data acerca del contexto en el que Fola produjo su obra. El papel, en cambio, me pareció muy finito, muy berreta, al punto de permitir que las masas de negro se transluzcan de una página a la otra. La reconstrucción digital de un material del cual –supongo- no había originales, está bastante bien lograda, aunque algún error se deslizó.
En fin, no te digo que si leés a Fola ens 2015 te vas a cagar de risa como si leyeras a Diego Parés o a Gustavo Sala, porque este material está generado con códigos de otra época totalmente distinta a la nuestra, cuando la historieta la leía otra gente, a la que le causaban gracia otras cosas. Lo lindo de este libro es poder apreciar la variedad de la producción del maestro, el vuelo, la imaginación tan típica de estos pioneros, y sobre todo la habilidad para meter mucho detalle en espacios muy chiquitos, como esas tiras del Profesor Pistacho que siempre están resueltas en cuatro viñetas idénticas, repletas de rayitas microscópicas. Con el absurdo, con la comedia, con el slapstick y hasta con tenues atisbos de sátira social, Fola dejó una marca en la historieta humorística en ambas orillas del Río de la Plata. Por eso está bueno que se reediten aunque sea algunos de sus muchísimos trabajos, para que lo descubran los que en su momento no lo hicieron y para que lo podamos analizar más a fondo los que sólo lo habíamos leído con ojos de niño y cero herramientas para un abordaje crítico.
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Published on January 13, 2015 17:11

January 12, 2015

12/ 01: HULK VISIONARIES: JOHN BYRNE

Vamos con un cuasi-clásico ochentoso, que muchos tienen (incompleto) en revistitas porque en su momento lo editó Columba, Pavón, o algún otro miembro de esa asociación ilícita. Acá están los seis numeritos con los que John Byrne le pega a Hulk el segundo sacudón grosso de su historia (el primero se lo pegó Bill Mantlo, en aquella saga en la que Banner lograba que su mente controlara a Hulk), más algunos bonus tracks.
Ya que nombro a Mantlo, está buena la anécdota que cuenta que este y Mike Mignola estaban al frente de Hulk, mientras que Byrne estaba a cargo de Alpha Flight. Pero ambos equipos creativos estaban cansados de sus series y propusieron intercambiarlas. Las dos tenían como coordinador al maestro Denny O´Neil, que dijo que sí y supervisó el cambiazo. Y no, Alpha Flight nunca volvió a ser lo mismo sin Byrne, pero Hulk se sacó la lotería, el PRODE y el Quini 6, en el que sería –por un tiempo- el último trabajo de Byrne (y de Denny O´Neil) para Marvel.
¿Vamos primero con los bonus tracks? Entre los dos primeros números de Byrne sale un Annual (que transcurre “adentro” del n° 314) escrito por el barbeta y dibujado por Sal Buscema. Esto es sencillamente bochornoso, una idiotez sin pies ni cabeza, un argumento que nunca tiene el menor sentido: quiénes son los villanos, cómo capturan a Hulk, qué le quieren hacer, cómo zafa… NADA cierra por ningún lado. Y el dibujo… qué sé yo… podría ser peor, pero a mí Sal Buscema nunca me terminó de convencer. Lo mejor que tiene son las secuencias mudas, donde se nota que tanto el guionista como el dibujante tienen conceptos muy claros de cómo se cuenta una historia con la imagen como único recurso.
El otro bonus track es una historieta de 22 páginas, escrita y dibujada por Byrne, que iba a ser un número de Hulk, pero O´Neil se lo rebotó. ¿Por qué –me dirás- si está dibujado como la hiper-concha de Dios y el guión no es malo, ni mucho menos? Porque son 22 páginas de una sóla viñeta, y el coordinador dijo “ni en pedo”. Con la confirmación de que se iba a DC, Byrne le ofreció la historieta a Al Milgrom, coordinador de la revista Marvel Fanfare (con un perfil más experimental) y ahí sí, se la aceptaron y se publicó. Es un unitario con una conexión tenue con todo lo demás que sucede en el tomo, pero está bueno que lo hayan incluído.
Y ahora sí, los seis números fundamentales, en los que Byrne hace que pase de todo, sin descuidar lo que más le atraía a los lectores de Hulk, que era la machaca brutal y grandilocuente. Acá, un experimento del Doc Samson logra separar a Bruce Banner de Hulk. El monstruo, sin ningún filtro ni atadura psíquica con un ser humano, se convierte en una fuerza de la naturaleza que sólo sabe destruir. Tras cagarse a trompadas contra varios Avengers y el propio Samson, se convierte en el blanco de los Hulkbusters, un grupo de expertos apoyados en tecnología de punta y liderados… por el propio Banner, cuyo objetivo pasa a ser la eliminación definitiva de su ex-alter ego. Y además, reaparecen Betty Ross (que se casa con Bruce), su intempestivo padre y el carismático Rick Jones, que se cagan a tiros entre ellos.
Esto es una montaña rusa alucinante, llena de momentos impactantes, impredecibles, y con un gran trabajo de Byrne en la caracterización de todos los personajes. Hasta el más ignoto de los Hulkbusters, hasta la periodista que se hace amiga de Doc Samson, todos están perfectamente trabajados, con buenos diálogos, motivaciones coherentes y secuencias en las que se logran lucir. Obviamente el que menos se luce es Hulk, convertido en menos que un villano. El gigante acá es una cosa a la que hay que tratar de parar, como si fuera un tornado, o un lobo que les morfa las ovejas a los granjeros. Tranqui, que esto es sólo el principio: el que ovacionó los huevos de Byrne tendrá –poco después- la oportunidad de seguir sorprendiéndose con los sacudones que le pegarán a la serie Al Milgrom y –sobre todo- Peter David.
Pero claro, ni Milgrom ni David tendrán en el mazo el ancho de espadas que significaba el John Byrne de esa época (1985-86) dibujando con todas las ganas. Respaldado por Keith Williams como entintador de fondos, Byrne detona un arsenal nuclear en cada página, en el que tal vez sea su mejor trabajo como dibujante para un comic de Marvel (digo, sin contar la magia que tiró en The Last Galactus Story, serializada en la revista Epic más o menos en simultáneo con estos números de Hulk). Naves, máquinas, expresiones faciales, peleas, secuencias mudas, todo está dibujado a un nivel increíble, y además puesto al servicio de un relato hipnótico, apoyado en elipsis zarpadas, montajes paralelos, flashbacks, escenas que sólo suceden en la mente de los protagonistas y demás recursos que Byrne maneja de taquito.
Si te gusta el comic de superhéroes, seguro que esto lo tenés y lo amás.
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Published on January 12, 2015 18:19

January 11, 2015

11/ 01: CLAN FELINO

A veces me pasa que me cruzo con un comic que me gusta, o incluso que me gusta mucho, y que está lleno de decisiones autorales que no comparto. Este es un caso típico.
Clan Felino está sustentado en una excelente idea de Gustavo Lucero. Hay un conflicto claro, muy atrapante, presentado de forma original, varios personajes muy interesantes, a los que uno quiere ver desarrollarse a pleno, y muchos momentos y situaciones muy intensos, ya sea por la acción, por los diálogos o por el clima que se genera en la narración. Los diálogos son especialmente certeros, captan a la perfección modismos y detalles de habla de los chicos y chicas más jóvenes, de los adultos, de los malvivientes del sur del conurbano bonaerense… ahí se nota una gran dedicación por parte del autor.
La trama está muy bien construída, con saltos para adelante, para atrás y para los costados, que hacen que cada revelación sea más impactante y que hasta nos permiten vivir una misma escena desde el punto de vista de más de un personaje. No quiero explicar mucho de qué va la historia para no spoilear, pero básicamente es un conflicto de intereses en el seno de una logia que estuvo varias décadas oculta y que ahora, sacudida por estos kilombos internos, se empieza a cobrar vidas dentro de las mismas familias a las que la logia debía proteger.
Y después, las decisiones que toma Lucero y que uno no comparte: 80 páginas para presentar, desarrollar y resolver el conflicto estarían muy bien, si no fuera porque tiene un elenco integrado por… más de 20 personajes entre buenos, malos y secundarios con algún peso en la trama. Casi todos estos personajes están buenísimos y tienen mucho potencial, pero tantos, tan apretados, hacen que ese potencial no se llegue a desplegar. Quizás haya un Vol.2 de Clan Felino en preparación y ahí veamos un poco más de cada uno de los que llegan vivos al final de esta historia. Para un primer tomo, me parece que tantos personajes conspiran contra el flujo de la historia y corren el riesgo de marear un poco al lector.
Por lo demás, el guión me encantó. ¿Y el dibujo? Ahí tengo que cuestionar algunas decisiones más por parte de Lucero. Acá vemos un estilo muy marcado, y a la vez muy pegado al de Jim Mahfood. Todo es muy sólido, muy bien definido, muy redondito. Es un estilo ganchero, atractivo… en el que no no existen los viejos. Los viejos y los jóvenes tienen la misma cara. Y bueno, abundan también las chicas con cinturitas microscópicas y tetas inmensas, cosa que tampoco me cerró. El claroscuro está bien logrado y las tramas mecánicas para agregar grises están bien pensadas, pero no del todo bien ejecutadas. La anatomía es rara pero funciona y los efectos de énfasis para las peleas son todos clásicos de probada solvencia en el manga. No me gustan para nada los fondos que, en contraste con esta estética limpita, son fotos apenas retocadas, siempre oscuras.
Y ya más en general, me doy cuenta de que publicar este tomo a color hubiese sido encarecerlo a niveles quizás prohibitivos, pero no tengo dudas de que Clan Felino habría sido una maravilla si se le agregaba color. Alcanza con ver la portada, u otras obras de Gustavo Lucero, para convencerse de que es un estilo al que el color lo levanta muchísimo. Además, tener color en todas las páginas le habría permitido al lector diferenciar más fácilmente al abultado elenco de la obra, entre otras cosas. Como se nota que es un buen lector de manga, Lucero sabe aprovechar el blanco y negro para lograr imágenes atractivas. Sin embargo, esto que así por momentos es raro, a todo color sería alucinante.
Ahora a esperar, a ver si sale un Vol.2, con menos personajes, menos cinturitas del grosor de mi dedo meñique para sostener tetas del tamaño de dos sandías y menos fotos donde van los fondos. Todo eso, en lo posible, con el mismo nivel en los diálogos, la misma intensidad en los conflictos, la misma explosión en la machaca y la misma habilidad para generar intriga, que son todas cosas que en esta primera aventura Lucero resuelve muy bien. Me imagino esto dibujado por Mike Parobeck, o Mike Wieringo y me derrito… ¿o será que se apagó el ventilador de techo?
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Published on January 11, 2015 17:04

January 10, 2015

10/ 01: DEADMAN Vol.4

Volvieron los superhéroes, que últimamente estaban apareciendo poco por el blog. Prometo un par de semanas muy superheroicas, con muchos clásicos y algunas cositas más actuales.
¿Qué es este libro? Reediciones en orden cronológico de todas las historias de Deadman originalmente publicadas entre 1978 y 1980, tramo final de la Verdul Age. La etapa gloriosa del personaje (a cargo de Neal Adams) ya había quedado atrás hacía mucho, pero Deadman seguía teniendo un aguante, un grupúsculo de fans que querían ver más aventuras del campeón ectoplasmático. Así es como el difunto trapecista aparecía cada tanto en las revistas de team-ups de Batman o de Superman, y cuando Adventure Comics se convierte en una antología de muchas páginas, con cabida para varios personajes, Deadman encuentra (durante un tiempito) algo así como un hogar, como un espacio regular para sus andanzas.
El libro arranca con un especial de Brave & the Bold, escrito por Bob Haney (guionista principal de la serie durante los ´70) y dibujado por Ric Estrada, ese pecho frío sin alma ni talento, al que solemos cruzarnos cada vez que nos aventuramos en el mainstream setentoso de DC. Esto no puede ser peor. Además de Batman y Deadman, participan de la aventura el Sargento Rock y… Sherlock Holmes, todos en la misma época, en la misma tierra, entrelazados por un guión absurdo, que nos toma por idiotas en cada secuencia. La verdad que tomarse el laburo de desempolvar esa historia, retocar las páginas en las que el dibujo estaba cascoteado, reconstruir el color, invertir todo ese tiempo y esa guita para que el lector de hoy pueda leer eso, es tirarle margaritas a chanchos infectados con ébola, afiliados al PRO y fans de Agapornis.
Por suerte, cuando Deadman se gana el lugarcito en Adventure Comics se hace cargo un equipo creativo serio, integrado por los maestros Len Wein, Jim Aparo y José Luis García López. Los dibujantes van rotando, pero Wein logra darle a Deadman ese sentido de saga, de historia que evoluciona episodio a episodio hacia algo más power. Tarda un poco en arrancar, es cierto, y para cuando se revela qué es exactamente lo que está en juego, muchos de los conflictos y peleas de los primeros episodios parecen boludeces. Y bue, era la época.
Terminada “la saga de Kronsky”, Wein vuelve a los relatos autoconclusivos. Arranca con uno extenso (23 páginas) que está bastante bien, con varios momentos atrapantes, pero donde realmente la rompe es en el tercero y último, un comic de apenas 12 páginas realmente notable, con unos huevos inmensos y una emotividad digna de la mejor época del personaje. El team-up con Superman que cierra el tomo arranca como “secuela” de ese maravilloso unitario, pero el guión no está a la altura, a pesar de que Wein se esfuerza por darle MUCHA chapa al muerto de Boston Brand.
Lo más raro que tienen estas historias es que Deadman se la pasa interactuando con gente que no lo ve ni lo oye… y sin embargo no para de hablar! Todo el tiempo mete bocadillos, comentarios muchas veces jocosos acerca de lo que dicen los otros personajes, que conversan entre ellos sin suponer que Deadman los está escuchando. ¿Para qué habla Deadman? ¿Para que lo “escuchemos” nosotros? La verdad que es una canchereada que capaz me cerraba si lo leía a los 11 años, pero hoy no me convenció. Como todo comic de los ´70, este tiene muchísimo más texto que un comic actual, pero no se sufre porque Wein maneja muy bien la prosa y los diálogos no suenan anquilosados.
A la hora de los dibujos, olvidemos rápidamente esas 34 páginas de Ric Estrada (entintadas de modo casi grotesco por Dick Giordano), para concentrarnos en los trabajos de un Jim Aparo muy sólido, muy comprometido, que realmente le ponía todo a cada episodio. Y que, lógicamente, se ve eclipsado por el exquisito García López, un virtuoso, un distinto, uno de los pocos que saben darle elegancia a la machaca entre tipos musculosos. Cuando lo entinta Giordano, se pierde un poquito de la impronta del ídolo. Pero cuando lo dejan entintar sus propios lápices, García López se va al carajo con escorzos a lo Neal Adams, expresiones faciales perfectas, composiciones que combinan la onda clásica de un Alex Raymond con ideas más arriesgadas y más modernas… una verdadera delicia para los ojos. Lástima el color, que respeta mucho al original de los ´70, obra de la nefasta Glynis Wein.
No hace falta que te diga que Deadman no es un superhéroe convencional, y que –fuera de los team-ups con Batman y Superman- acá hay historias bastante raras, bastante alejadas de los conceptos más habituales y más trillados del género. Si te gusta el personaje y no te querés quedar sólo con lo de Neal Adams, entrale a esto, que dentro de todo se la banca con bastante decoro aún hoy.
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Published on January 10, 2015 14:38

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Andrés Accorsi
Andrés Accorsi isn't a Goodreads Author (yet), but they do have a blog, so here are some recent posts imported from their feed.
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