Álvaro Bisama's Blog, page 88

September 9, 2017

Amantes del César

Un nuevo escándalo sacude a los representantes de la soberanía popular. El denominado caso “copy paste” -ya a esta alturas “copy gate”- enfrenta al Congreso y a la Fiscalía Nacional, por la solicitud de todos los antecedentes vinculados a las asesorías parlamentarias. Hagamos algunas distinciones.


Primero, tratándose de dineros públicos y de informes cuyo propósito es iluminar el juicio de los honorables en la tarea de legislar, parece poco razonable la resistencia a facilitarlos que se ha observado en varios diputados y senadores, al punto de trabar una contienda de competencia con otra institución estatal. Aunque no haya sido el propósito, una reacción semejante solo profundiza la sospecha en la ciudadanía, alimenta el prejuicio sobre la incomodidad que provoca la transparencia en algunos, y consolida la idea de un club que tiende a protegerse de manera corporativa.


Sin embargo, y en segundo lugar, sí parece plausible el alegato de que la manera en que procede la Fiscalía contribuye a la generalización de un reproche, el que debió hacerse de manera individual, fueran pocos o muchos. El instrumento utilizado más se asemeja a una suerte de redada institucional, que pone el foco en el juicio que se hace a la corporación y no a la conducta individual de sus miembros. Y dicha generalización también afecta a todos los prestadores de estos servicios, donde -por experiencia puedo decirlo- hay varios cuyo producto y trabajo es el de la más alta calidad.


Tercero, y he aquí la cuestión de fondo, nos enfrentamos al típico problema generado con motivo de las medias tintas o la tiranía de lo políticamente correcto, en donde nos negamos a reconocer y menos justificar una realidad o necesidad, para intentar vestirla o disfrazarla de algo diferente. La mala calidad de muchos de los informes detectados en los últimos días, es consecuencia directa de que nunca se pensó en que éstos fueran el real propósito de la asesoría que prestan las personas que los escriben o redactan; textos que se confeccionan solo para justificar una determinada rendición, pero que poco y nada dicen de la naturaleza del servicio prestado.


En efecto, los parlamentarios necesitan de asesores políticos y legislativos cuya contribución no se limita a informar técnicamente un determinado proyecto de ley, sino que principalmente orientan estratégicamente el quehacer de un senador o diputado: en cuestiones comunicacionales o territoriales, proveyendo información relevante, y sirviendo de puente con otros colegas o partidos políticos. En definitiva, son consejeros cuyo valor e importancia, como su trabajo y dedicación, van mucho más allá de lo que -tardíamente y a la carrera- se plasma en lo que no es más que una exigencia administrativa. ¿No sería mejor sincerar esto de una vez?


La entrada Amantes del César aparece primero en La Tercera.

 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on September 09, 2017 22:55

El candidato Guillier

Guillier es un periodista de izquierda de larga trayectoria, que finalmente terminó en la política y se transformó en candidato presidencial. Objetivo nunca fue. Quizás él lo recordará como el peor error en la vida porque ha demostrado muy poco talento en la aspiración.


Al ser candidato, los errores se magnifican. Ha sido un crítico feroz de las isapres, pero las promovió cuando le pagaron. Se supo que recibía su sueldo a través de una empresa personal, para el tema tributario. Reapareció el oscuro incidente del juez Calvo, y hoy es adalid de la tolerancia. Se hizo político profesional y parte negando ser político, lo que según él hace que lo miren con desconfianza. Ahora se enredó con las asesorías “copy paste” con platas del Congreso. Más aún, aprovechó para despotricar contra los medios y sus colegas, lo que es ya de no creer.


Sus dichos han sido poco felices. Dijo que si iba Lagos él no iría, y cuando llegó Lagos ahí se quedó. No solo ello, lo ninguneó acusándolo de creerse Bernardo O’Higgins. También dijo que si no había primarias él no iría a la elección y ahí está. Acusa al Tribunal Constitucional de ser “enclave antidemocrático” y una “tercera cámara legislativa”, y propone su eliminación, pero está feliz cuando éste juzga como a él le gusta. También dijo que “el romance con Goic va apasionado” lo que no le cayó bien a la candidata. Dijo que Fernández tiene alzheimer. Que “el terrorismo lo cometen los agentes del Estado”. También dijo que “en Chile no hay ninguna empresa encuestadora que dé seriedad”, y él mismo fue un fenómeno de las encuestas. Llamó a no votar en las primarias, y dormir siesta, lo que generó el abucheo general. Se quejó de las notarías. Acusó de un cerco bancario en su contra, y que las multinacionales saqueaban al país, pero colaboró con una. Lo notable es que se supone que es maestro de las comunicaciones.


La guinda de la torta fue cuando él mismo se compara con Obama.

Lo que su propio sector dice sobre él no es muy halagador.


Dramáticamente, Andrade, cuando ya era el candidato oficial, dijo que ahora había que ponerle los contenidos. Le dijeron desde su propio sector que su comando era “patético”. Pamela Jiles señaló que a Guillier “le llora una asesoría de contenidos. Suena machista, anodino, contradictorio e intelectualmente débil”. Lo peor quizás fue el mensaje de Girardi: “Guillier es un castigo a nosotros mismos. Surge de nuestra incapacidad para elaborar nuevas respuestas”.


Carlos Peña dijo que era intelectualmente confuso. Dijo que relacionándose directamente con la ciudadanía, o no entiende nada o está simplemente engatusando: o enarbola una utopía tonta o una fraudulenta. Lagos lo acusó de populista. También lo acusan de no ser muy empeñoso, y que se fatigaba muy rápidamente.


Como senador, apoyó irreflexivamente todas las malas reformas de Bachelet. Una y otra vez apoyó al chavismo, y el chavismo lo apoyó a él; incluso arrancó de la Sala al votar el tema Venezuela. Más notable aún fue su reacción espontánea de “todos contra Uber”, lo que muestra su mirada hacia el pasado y la semilla del populismo. Se le escapó en sus bases programáticas su propuesta del control del tipo de cambio. Quiere formar una extraña “asamblea ciudadana por el bienestar”. También, en pleno siglo 21, en la era de Internet, cree que hay que tener una editorial estatal. Ahora tiene como vocero a Vidal, que es nada menos un director del BancoEstado, lo que da una primera indicación de lo que sería su manejo de las instituciones del Estado. La población tiene la palabra, y respetaremos lo que decida, pero es importante dejar escrito este recuento inicial para la historia. Tener opiniones no es lo mismo que tener ideas propias.


La entrada El candidato Guillier aparece primero en La Tercera.

 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on September 09, 2017 22:50

“Copy paste”

Salvo honrosas excepciones, la vez anterior los actores políticos no estuvieron nunca dispuestos a reconocer que las boletas ideológicamente falsas entregadas a diversas empresas, eran una forma transversal de financiar campañas. Ahora el expediente parece ser más o menos similar: recursos de asignaciones parlamentarias, que fueron utilizados para financiar operadores y centros de estudios vinculados a los partidos propios, contra entrega de informes plagiados y asesorías ficticias.


A la evidencia de pagos efectuados con asignaciones de Alejandro Guillier por estudios “copy paste”, hechos por una consultora vinculada a personas que trabajan en su comando y que están siendo investigadas por el financiamiento irregular de la “precampaña” de Michelle Bachelet, se sumaron luego antecedentes sobre informes falsos pagados por cuarenta diputados. Las explicaciones absurdas no se hicieron esperar: los parlamentarios pretenden hacernos creer que todos habrían sido “engañados”, por lo que en apariencia no podría ser nada más que una verdadera maquinaria dedicada a estafarlos, al venderles informes copiados. Incluso una diputada comunista anunció, ofendida, que había decidido suspender los servicios otorgados por el centro de estudios de su propio partido, porque al plagiar documentos no cumplieron con los mínimos estándares de “honestidad intelectual”.


En síntesis, volvimos otra vez al punto de partida: una clase política que se niega a reconocer una práctica masiva y transversal, destinada a usar las asignaciones parlamentarias para fines que tuercen el sentido para el que fueron establecidas. Es cierto que las generalizaciones son siempre odiosas y seguramente existen congresistas que hacen buen uso de sus asignaciones. Pero 40 diputados pagando por estudios falsos no pueden ser considerados una excepción, a lo que se agrega la reacción corporativa del Senado, que por razones fácilmente imaginables se ha negado a entregar a la fiscalía los informes ficticios, requeridos en el marco de una investigación sobre eventual uso fraudulento de recursos públicos.


La insólita decisión de la Cámara Alta se sumó a la ofensiva desplegada por Alejandro Guiller en contra de los fiscales, acusándolos de priorizar causas en función de supuestos beneficios económicos. Una acusación de la máxima gravedad respecto al buen funcionamiento del sistema de persecución penal, y de la cual el parlamentario aún no entrega los antecedentes que la fundamentan.


Hasta ahora, más bien, lo único claro es que una práctica parlamentaria relativamente frecuente, destinada a hacer mal uso de recursos financiados por todos los chilenos, ha terminado por instalar un delicado conflicto de poderes, que solo contribuye al desprestigio de las instituciones y a la desconfianza pública.


Al final del día, el verdadero “copy paste”, el de las más serias consecuencias, es el que realizan aquellos que nuevamente intentan encubrir sus irregularidades, con un manto de silencio y de explicaciones inverosímiles.


La entrada “Copy paste” aparece primero en La Tercera.

 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on September 09, 2017 22:45

No más chantas

“Da lo mismo que los candidatos no manejen los temas, para eso están los asesores”. Este lugar común nunca me ha convencido. ¿Cómo alguien que no entiende mínimamente un asunto va a discernir cómo asesorarse bien sobre el tema? ¿Hay, al menos, alguna garantía respecto a la calidad de los asesores?


Mis dudas han sido reforzadas por proyectos de ley que han tenido como fuentes Wikipedia y “El Rincón del Vago” (Navarro) o Yahoo Respuestas (Girardi), y por “asesorías” a la Guillier. ¿Qué tan generalizadas son estas prácticas en el Congreso? ¿Cuántos casos similares han pasado piola? No sabemos, aunque la defensa corporativa para evitar que se investigue nos da un indicio. Lo que sí es claro, es que si depositamos tantas expectativas sobre quienes asesoran a quienes hacen las leyes que nos rigen, lo mínimo sería preocuparnos de tener un sistema de asesorías transparente, competente y profesional.


Urge, entonces, el diseño de un sistema de asesorías legislativas a la altura del dinero que pagamos los contribuyentes, y de los complejísimos desafíos que nos pone por delante el proceso de modernización y los cambios sociales, económicos y ambientales que experimentamos. Con ese fin parece razonable aprovechar y potenciar dos recursos ya disponibles: la Biblioteca del Congreso y el “capital humano avanzado” en el que el país ha invertido millones de dólares, compuesto por muchos especialistas en diversas áreas que tienen la obligación de residir en Chile por un cierto número de años como retribución por sus becas.


La Biblioteca del Congreso podría ser convertida en el centro neurálgico de las asesorías legislativas más comúnmente requeridas por los congresistas, así como en un motor de la cultura nacional. Haríamos bien en observar el caso de las bibliotecas de los poderes legislativos peruano, estadounidense o británico. Nuestra actual Biblioteca, que cumple digna, independiente y profesionalmente con sus labores, merece ser llevada a otro nivel, hasta volverse un motivo de orgullo nacional y un lugar codiciado para trabajar.


En el caso de nuestros posgraduados, son muchas las quejas en contra del sistema de retribución existente, que algunos consideran excesivamente oneroso, y otros insuficiente. El problema se vería morigerado si diseñamos un sistema de asesorías que permita incorporar a nuestras mejores mentes al proceso legislativo. Por ejemplo, podría crearse un registro de asesores expertos en distintos temas, mediante un proceso de selección riguroso y exigente al que los becados quedaran incorporados por defecto, pero al que cualquiera pudiera postular, y que los legisladores convocaran a quienes les dieran más confianza y sintieran más afines, pagando una retribución por servicios prestados.


El Congreso, en todo caso, algo tendrá que hacer con este tema. Hay, con razón, cada vez menos tolerancia popular con los chantas. Especialmente con los que ganan varias veces el sueldo promedio sin tomarse en serio su trabajo. Uno de los efectos de la democratización que vive nuestro país es que los ciudadanos ya no nos sentimos súbditos de la clase política. Les pagamos demasiado bien, y estamos comenzando a exigir un servicio a la altura.


La entrada No más chantas aparece primero en La Tercera.

 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on September 09, 2017 22:42

Los dueños de la política

Cuando el nombre de Andrés Zaldívar apareció, aunque tímidamente, vinculado a los pagos por informes falsos, el ágil senador no tardó ni media hora en convocar a la prensa para mostrar ante las cámaras de TV una mesa de reuniones copada de carpetas y archivos que, supuestamente, dejaban en evidencia su voluminoso trabajo. Poco o nada se supo de los contenidos, pero la estrategia comunicacional fue suficiente para que lo bajaran del columpio de manera rápida y efectiva.


Esta semana, nuestro pequeño gigante de la política nos dio otra lección sobre los límites que está dispuesto a tolerar. ¿Así que los electores quieren revisar mis asesorías? Tamaña frescura. Pues la respuesta es no y punto. Yo soy el presidente del Senado, tengo 81 años, fui ministro de Frei Montalva, prácticamente les hago un favor al seguir en la política.

Es que son los dueños de la política, para que usted sepa. Los Girardi, los Zaldívar, los Pizarro, Espina, los hermanos Walker, etc. A ellos no les caen balas. La política les pertenece.


Los senadores y los diputados administran su espacio de poder, incluyendo las lucas asociadas a éste. Eso no es novedad. Mantienen una red de alcaldes, seremis, cores, concejales y todo el resto de cargos y puestos públicos que ellos mismos crean y que usted y yo ayudamos generosamente a financiar. Por eso que esto de los informes truchos no debiera ser motivo de sorpresa. Se trata de derivar unos pesitos a éste u otro amigo o colaborador de la campaña, nada más. Como dijo en la tele el secretario de la cámara: ¡Pero si es poca plata!


Sospecho que esta vez la astucia de Zaldívar podría no ser suficiente frente al apetito mediático del fiscal Gajardo, pero quién sabe: el hombre tiene dribbling. Tanto así, que dejó al ex rostro como un infante desvalido frente al acoso periodístico. Mire que andar culpando a los “cercos informativos”, mire que acusar a los periodistas de insidia en su contra, mire que enojarse frente a las cámaras. Guillier ha demostrado que los periodistas saben tanto de manejo comunicacional como de física cuántica.


Mientras tanto, en otra galaxia, la vocera de La Moneda nos informa que la Presidenta de la República ha instruido a sus ministros para que sigan “informando a la ciudadanía para dar a conocer los logros de nuestro gobierno” a través de “actividades en terreno” y del “contacto directo con los ciudadanos y ciudadanas, explicando los alcances de las transformaciones”.


Tal convocatoria lleva a este humilde contribuyente a sospechar que nuestra Mandataria tiene la curiosa sensación de que su administración ha hecho grandes maravillas que el vulgo no cacha.

¿No será acaso que están más bien sufriendo las reformas?


La entrada Los dueños de la política aparece primero en La Tercera.

 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on September 09, 2017 22:35

La caja chica

El control preventivo de identidad fue impulsado por la mayoría de los parlamentarios a contrapelo de los numerosos estudios que advertían justamente lo que esta semana se verificó: Que sirve de poco y nada. El proyecto unió a legisladores de izquierda y derecha en la tarea de dar la imagen de que algo se estaba haciendo para disminuir la delincuencia. Vulnerar las libertades civiles era un detalle, llevar los prejuicios de clase y raciales hasta el control policial, también. El objetivo era mostrarse audaces e implacables.


Quienes apoyaron esta nueva versión de la detención por sospecha, no lo hacían con argumentos surgidos desde la racionalidad de los informes de los expertos y las experiencias internacionales, porque todo eso contradecía el objetivo. Preferían citar un refrán que no se cansan de repetir cuando se trata de suspender las libertades de aquellos que están más allá de su cuota de poder: el que nada hace, nada teme. Sembraron la idea de que quienes eran contrarios al proyecto, estaban defendiendo a los ladrones.


Así fue como lograron instalar el control preventivo de identidad. A la vuelta de un año están los resultados. Un informe de la Fundación Paz Ciudadana presentado esta semana en la Comisión de Seguridad de la Cámara de Diputados, muestra que el control de identidad no resolvió su principal objetivo. El estudio asegura que “los policías privilegian los controles preventivos por sobre los investigativos” y que “los controles preventivos son menos efectivos para pesquisar órdenes de detención pendientes”. Añade también que “una de las razones que justificaba la implementación de esta norma era que podría ser útil para poder pesquisar órdenes de detención pendientes. Sin embargo, cuando hacemos el análisis de los casos nos damos cuenta que la norma nueva tiene la mitad de efectividad que la norma antigua”. Era más importante dar la sensación de que se estaba resolviendo un problema a través de una medida efectista, de corto plazo, con una retórica tramposa, que hacerlo realmente. Es el modo en el que la mayoría de los parlamentarios ha decidido enfrentar la profunda crisis de credibilidad que enfrentan como institución: Con señales de artificio.


Parte del Congreso ha transformado su labor en una factoría de gestos sin mucho contenido que sirve como escaparate. Una especie de vitrina acicalada que se monta para mostrársela a la opinión pública, pero que termina desplomándose cada tanto cuando nos enteramos de lo que ocurre en la trastienda. El último vistazo de las bambalinas de esta semana, por ejemplo, nos ha revelado una industria fantasma de asesorías chapuceras encargadas a profesionales vinculados al partido de ocasión. Senadores y diputados pagaron por informes que eran poco más que el tijereteo de sitios de internet impreso en un par de papeles por los que se pagaba con la asignación especial de la que disponen los parlamentarios para esos efectos. Usaban dinero público para costear informes que evidentemente no leerían. Esa necesidad era una pantalla. La asignación era, a la larga, una especie de caja chica para un enjambre de allegados políticos necesitados de fondos.


¿Qué respuesta nos dieron frente al hallazgo? En el mayor de los casos, el silencio o el ataque. Con la excepción de la diputada Vallejo -que asumió su responsabilidad- la respuesta ha consistido en desprestigiar al Ministerio Público y cavar trincheras para evitar una investigación. Eso es lo que ha hecho el senador y candidato presidencial Alejandro Guillier, disparando contra la fiscalía y respondiéndole con sarcasmos a la prensa. Justo en la oportunidad en la que pudo marcar una diferencia ética con su mayor contendor, demostró que en todas partes se cuecen habas.


En tanto, Andrés Zaldívar, el presidente del Senado, se ha preocupado de educarnos. Zaldívar ha sugerido públicamente que el solo hecho de rendir cuentas significa una especie de agravio para la institución. De su lógica se desprende que el buen nombre del parlamento depende de que se mantenga la opacidad en el uso que los congresistas le dan a los recursos que la ley les provee. Eso es lo que importa. El que los chilenos ahora tengan una razón más para menospreciar la labor de sus representantes políticos, alejarse de las urnas y acabar debilitando nuestra democracia, es lo de menos. Hay que proteger al club, el lugar en donde quien nada hace, nada tiene que temer.


La entrada La caja chica aparece primero en La Tercera.

 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on September 09, 2017 22:30

El revés de la trama

Los gobiernos no solo dependen de la calidad de sus políticas públicas o de la buena fe de su inspiración. Entre otros factores, también dependen del tipo de oposición que enfrenten. Y por lo mismo la pregunta sobre qué ocurrirá con la izquierda chilena en un eventual gobierno de la centroderecha -cuál será su mapa, quiénes sus líderes- cobra especial relevancia.


La gran incógnita no es si vayamos a ver una izquierda de matriz tradicional y orgánicas partidarias más o menos fuertes enfrentada a otra izquierda más joven, más hipster y rupturista en cierto sentido, porque eso ya existe y a estas alturas se da por descontado que seguirá existiendo. Están los partidos de izquierda de la Nueva Mayoría -el PS, el PPD, el PRSD y el PC- y está el Frente Amplio. De momento se ve difícil que a corto plazo puedan converger en un mismo bloque porque, al margen de sus diferencias en planteamientos de fondo, existen brechas generacionales que hasta aquí aparecen insalvables. Es más: hay razones para creer que el surgimiento del Frente Amplio responde en buena medida a dos factores a los cuales la izquierda tradicional les prestó poca atención en su hora. El primero concierne a la esclerosis de sus partidos, a la falta de renovación de sus dirigencias y a la obstinación de los viejos tercios por eternizarse en las posiciones de poder. El segundo, muy ligado al anterior, apunta a la debilidad, al abandono y al desprecio incluso del trabajo político de los partidos tradicionales entre la juventud.


Cuando la Presidenta Bachelet hizo la observación generacional que tanta réplica mereció en su momento, reconoció un hecho que es evidente: buena parte de los hijos de la dirigencia de la izquierda tradicional, los hijos de la nomenklatura por decirlo así, terminaron en el Frente Amplio. Ahí radica la fuerza que tiene esta coalición en términos de energía, de renovación de pensamiento y de estándares de las prácticas en su acción política, aunque a esta misma matriz están conectadas muchas de sus debilidades. Son limitaciones respecto del trabajo político en poblaciones, en sindicatos y en regiones del país donde la densidad de los movimientos universitarios, que fueron la cantera de sus actuales dirigentes, es mucho menor.


Es obvio que la pugna entre estas dos izquierdas será por la primacía y es iluso pensar que la próxima elección dirimirá el conflicto. Por lo visto, este asunto va para largo. La izquierda tradicional, que inicialmente miró, más que con benevolencia, con un cierto orgullo de abuelo beatífico y senil la acción radicalizadora de estos muchachos comprometidos y arrojados, ha ido modificando sus percepciones en la medida en que comenzaron a verlos ya no como mascotas, sino como amenaza. Dejaron de ser regalones y pasaron a ser competencia. Desde el prisma de la dirigencia izquierdista histórica, nada sería más humillante y revelador de su fracaso, por ejemplo, que fuera Beatriz Sánchez y no Alejandro Guillier quien pasara a segunda vuelta en noviembre próximo. Aunque esa posibilidad, que en un momento pareció probable tanto por los vaivenes de la opinión pública (¿no sería más exacto hablar de emoción pública?) como por los retrasos logísticos de la candidatura de Guillier, que parece haberse debilitado en las últimas semanas, seguirá representando el mayor riesgo para la izquierda oficialista de aquí al día de la elección.


Con todo, la pugna por el protagonismo es solo una variable que intervendrá en esta ecuación. Hay varias otras. Llegará ciertamente el momento en que la izquierda tradicional tenga que definir con mayor claridad sus posiciones, no ya frente a la derecha, porque ante este sector mal que mal ya las tiene, sino ante el Frente Amplio, con el cual quiso convivir paternalmente hasta que los niños se fueron de la casa. Hasta aquí el discurso de los derechos sociales ha permitido a una y otra izquierda plantear crecientes demandas de educación, de salud, de pensiones, de subsidios, de resguardos, de beneficios…. pero es dudoso que este elástico pueda estirarse hasta el infinito. En algún momento habrán de definir un modelo de sociedad que sea viable con el peso de ese nivel de demandas. La experiencia del gobierno de Bachelet demostró que subirlas a dedo o indiscriminadamente no era tan gratis como parecía. Y aunque ni La Moneda ni el oficialismo parecieran haber tomado nota del efecto, la ciudadanía sí reparó en el detalle y es por eso que actualmente el sector mejor posicionado para triunfar en noviembre es la centroderecha.


En el que vaya a ser el balance final de la izquierda chilena para los próximos años, uno también diría que algún rol debiera jugar la izquierda socialdemócrata. Mal que mal fue un eje central de la antigua Concertación. Después del rechazo a Lagos por parte del comité central del PS, esa vertiente, que en algún momento fue la espina dorsal del llamado “partido transversal”, quedó muy debilitada y prácticamente fue expulsada de la escena política. Quedó disminuida incluso por contagio en la DC, que había sido su gran compañera de ruta. Es un legado que, bueno o malo, hoy nadie está reivindicando y que de hecho tiene en la actualidad mejor cotización en la derecha que en la propia izquierda. Es verdad: la derecha no tiene mucho título para reivindicar ese legado, pero vaya que tiene ganas de hacerlo. Ciertamente esta es una rareza de la política chilena, pero en un escenario de derrota de los bloques que integraron la Nueva Mayoría, donde el proceso de autocrítica será inevitable, es difícil suponer que el tronco socialdemócrata, varias veces agraviado, no entre a cobrar las cuentas que tiene pendientes.


El mapa de la izquierda chilena se ve muy difuso para los próximos años. Son muchas las definiciones pendientes. Y como la izquierda las eludió cuando fue gobierno, no tendrá más remedio que afrontarlas cuando sea oposición.


La entrada El revés de la trama aparece primero en La Tercera.

 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on September 09, 2017 22:28

La ideología de la mala suerte

El periodista venezolano Ibsen Martínez recordaba hace algunos meses una entrevista concertada muchos años atrás con el ya Presidente Hugo Chávez, en la que éste lo esperó en un pequeño jardín, de pie y de espaldas, ensimismado y mirando hacia lo alto de un cerro. Martínez entendió que el comandante quería componer para él el cuadro de “la soledad de los imprescindibles” que es parte de la hagiografía revolucionaria.


Esta soledad acompaña al fracaso y la mala fortuna dentro de la cacharrería bolivariana, e Ibsen Martínez rememoraba también que, poco antes de morir, Chávez leyó en televisión los pasajes favoritos de la novela de García Márquez sobre Bolívar, un verdadero autorretrato proyectado: soledad, fracaso, infortunio, una épica del líder filantrópico que no está equivocado, sino que se le han dado mal las cosas.


Unos meses antes de concluir el gobierno al cual ha servido desde múltiples posiciones, el nuevo ministro de Hacienda, Nicolás Eyzaguirre, ha propuesto esta idea: la administración actual, dice, ha tenido “mala pata”, porque le tocó el ciclo más malo del precio del cobre y justo ahora comienza a subir, con lo cual también se han elevado las estimaciones sobre crecimiento para el 2018, a un nada despreciable rango de entre 2,5% y 4%. Tendría que haber agregado que el cobre empezó a subir en noviembre del 2016, por lo que al terminar el gobierno habrán pasado 15 meses de buenos precios por encima de los 2,6 dólares. Y que el primer ministro de Hacienda del cuatrienio, Alberto Arenas, tuvo precios más cercanos a los 3 dólares.


Con todo, se entiende: las cosas no se dieron bien y se darán mejor, pero para otros, los otros que, según se desprende del tono del ministro, serán los de la oposición. Este sería sólo otro de los ramalazos verbales de Eyzaguirre, si no fuera porque corona una extensa serie de quejas con que el oficialismo ha explicado su desempeño desde fases muy tempranas. Las primeras se remontan a abril del 2014 -cuando llevaba menos de un mes-, a propósito del terremoto que golpeó a Iquique.


En el 2015 el repertorio fue mucho más nutrido: las erupciones de los volcanes Villarrica y Calbuco, los aluviones del norte, las marejadas de invierno y el terremoto de Illapel. En alguno de esos puntos la Presidenta hizo pública una sentencia que ya circulaba en su círculo más cercano. “Cada día puede ser peor”.

No se incluían en estos recuentos -¿por no ser fenómenos naturales?- ni la reforma tributaria, con la que cayó el primer ministro de Hacienda; ni el caso Caval, que se llevó al gabinete Peñailillo; ni los primeros impactos de la reforma educacional, que también hicieron que un ministro se cambiara de lugar. Todos estos hechos no tuvieron ninguna relación con la suerte, pero han sido ellos, y no las desgracias telúricas, las que han hundido la popularidad del gobierno. Bien por el contrario, parece posible que la Presidenta se haya mantenido arriba del 20% gracias a su obstinación por hacerse presente en cada desastre, transmitiendo su sentido de la resistencia y su coraje personal.


Tampoco es la mala suerte la que hizo saltar al equipo económico hace dos semanas, ni la que explica que este gobierno vaya a tener el peor nivel de crecimiento desde el primer decenio de Pinochet. Ni será la mala suerte la que explique que las reformas “estructurales” queden inconclusas y al borde del fracaso, ni la que ilustre por qué quedarán pendientes los proyectos de ley enviados a última hora para cumplir con el programa. La suerte no tiene ninguna intervención en que la deuda se haya duplicado, el empleo público haya aumentado casi cuatro veces y el presupuesto del 2018 vaya a quedar estrangulado. Tampoco ha participado -por el lado luminoso- en el control de la inflación y en evitar el al alza del desempleo.


Pero cada uno puede creer en lo que le parezca. ¿Qué importancia tiene, entonces, que el gobierno culpe de sus resultados a la “mala pata”?


La suerte tiene la fuerza intelectual para suplantar a la autocrítica. La suerte puede ser una ideología, un sistema para contemplar al mundo y -aún mejor- para evitarlo.


Cuando un grupo humano, una institución, atribuye al azar las cosas que han fallado, es porque no quiere ser examinado bajo la luz de lo que hizo mal. Esto tiene especial relevancia para la centroizquierda, que no sólo se apresta para perder el gobierno, sino que ha quedado en un estado de destrucción política como no se veía desde los años 70. Quizás venga después de noviembre, como algunos creen, la noche de los cuchillos largos. Quizás no. Pero la recomposición no será nada fácil.


Lo que el golpe de Estado de 1973 le enseñó a la izquierda, dolorosa, incluso cruelmente, fue esto: sin autocrítica no volvería jamás a ser una opción real de poder. Y si lo fue, desde el 90 en adelante, es porque ese proceso debió ser profundo, descarnado, a fondo. No todos los misterios quedaron resueltos por el ejercicio autocrítico, pero al menos fue posible que la izquierda supiera qué cosas de los 70 no tenían que volver a ocurrir.


Por fortuna para todos, no hay ninguna similitud entre lo que ocurrió en los 70 y lo que pasa hoy. Los únicos que quizás no sepan eso son algunos grupos del Frente Amplio, para los cuales no existen el pasado ni la historia.


Pero a todo el resto del centro y la izquierda no le bastará con esperar que a la derecha le vaya mal o que le venga la buena suerte: tendrá que examinarse dejando el azar a un costado, renunciando a la épica del fracaso, rechazando el consuelo de las buenas intenciones. Y en ese análisis sólo dos cosas no podrán estar ausentes: la constitución de la Nueva Mayoría y la gestión del actual gobierno. Son los dos elementos que la han convertido en minoría.


La entrada La ideología de la mala suerte aparece primero en La Tercera.

 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on September 09, 2017 22:25

El cuento de nunca acabar

El caso Dominga, proyecto minero cuyo desplome arrastró consigo al entero equipo económico del gobierno, es el ejemplo más reciente de caída brutal en la calidad de gestión de la política, del deterioro de su conceptualización, de la torpeza de su enmascaramiento como lo que no es -en este caso con una supuesta “sensibilidad ambiental”- y de patética mala comunicación por parte del gobierno.


La historia del estropicio, como en una farsa de los tres chiflados, acumula un episodio cómico y ridículo tras otro. Es “el cuento de nunca acabar”. En efecto, el proyecto muere y resucita por turnos: ha sido rechazado por unos, aprobado por otros, reconsiderado, revisado, replanteado, vuelto a rechazar y hasta rehabilitado como tal vez aceptable en ciertas condiciones por Girardi, apóstol del medio ambiente recién llegado de Irán donde por un momento olvidó su vocación verde y habló con el ministro de Minería para tentarlo a hacer negocios en Chile, a todo lo cual se suman las misteriosas razones dadas por la Presidenta acerca de no darle la espalda a la gente pero sí a los números, otras ofrecidas por distintos ministros, las habituales cantinfladas de la vocera, declaraciones del flamante ministro de Hacienda -“aún no está muerto el proyecto”- a 24 horas de la caída del anterior equipo que él reemplazó NO por pensar distinto, porque piensa lo mismo, pero a su vez escogido como reemplazo supuestamente porque no piensa lo mismo… salvo que S.E., quien tal vez ya hoy no piense lo mismo, desee dar una “señal” al sector empresarial ahora que varios especialistas en marketing a contrata libretean al progresismo instruyéndole para que hable de crecimiento y desarrollo. Todo eso constituye tan enredoso cuadro de ineptitud, oportunismo y conflictos políticos chocando en confusa masa y desconcierto global y transversal que su descripción y análisis no tiene cabida en ninguno de los niveles en los que usualmente funciona la comunicación, no al menos entre los seres humanos.


Los niveles

En un mundo razonablemente normal la evaluación o explicación de eventos, procesos, iniciativas y proyectos políticos puede operar en tres diferentes planos. El superior es regulado por el método científico, esto es, por la observación empírica y el uso de la lógica; es lo que se espera -y a veces se encuentra- en un texto académico.


Por debajo de aquél se ubica el discurso ideológico, el cual puede expresarse con articulación y hasta elocuencia, pero deja de lado parcial o totalmente la evidencia empírica, su lógica suele caer en falacias para forzar puntos de doctrina y el peso de axiomas no examinados o meras creencias se hace importante. Aún más abajo se encuentra el tercer nivel, el de la demagogia de frentón, artefacto verbal dominado por un parloteo que usa como punto de partida una ideología con todas sus falencias, pero a la que mutila aun más para ponerla al alcance de todas las orejas; es entonces cuando observamos el predominio de la emocionalidad más descarada, de adjetivos estrepitosos, de vociferaciones y afirmaciones gratuitas pero capaces de suscitar eco en las masas. La demagogia ya no trata de demostrar, como en el primer nivel, pero tampoco de adoctrinar, como en el segundo, sino de “movilizar”. Para arrastrar a una turba no se necesitan ni argumentos científicos ni invocaciones doctrinarias; basta despertar el instinto gregario y encender la mecha de la hormonalidad, a flor de piel en cualquier muchedumbre. Arrebatos de amor o de odio, no de comprensión, suelen ser el resultado de dichas invocaciones demagógicas y mucho más de lo último que de lo primero. Sin embargo, aun en este bastardo tercer nivel se requiere un mínimo absoluto de coherencia para que dicha masa sepa, al menos, adónde ir y a quién odiar y linchar.


Normalmente las sociedades alimentan su actividad política con material del segundo y tercer nivel, dejando al primero reposando en los estantes de las bibliotecas, pero en ocasiones el discurso puede descender todavía más peldaños y derrumbarse en una total y senil incoherencia. Es cuando se vuelve incomprensible hasta para sus actores. Dicho estado agudo de perturbación político-mental con cierto parecido al Alzheimer tiene como más notorio síntoma el momento en que el habla se convierte en ininteligible balbuceo.


Propensión

Facilita el desarrollo de ese penoso mal cierto problema genético que afecta principalmente a los sectores cuyas posturas se alimentan más de memes ideológicos que de simple sentido común, pero aun mucho más de demagogia que de ideología. Las abstracciones desprovistas de contenido preciso, las meras invocaciones de vocablos mágicos como “equidad”, “justicia”, “movimientos sociales”, “inclusión”, “calidad de vida”, “respeto al medioambiente”, etc., suelen hacer expedito el tránsito por el territorio de la vaguedad, lo que a la postre condena a los viajeros a perder toda noción de hacia dónde se dirigían y en verdad hasta del concepto mismo de haber direcciones. Llegadas las cosas a ese punto sucede con la política lo que en los ejercicios de yoga, práctica terapéutica en la que los términos que se usan y repiten en cantinela carecen de significación en el espacio semántico, conceptual y operacional, sino sólo en el fonético para suscitar determinados estados de ánimo.


La pérdida de rumbo, si acaso alguna vez lo tuvo, es lo que llevó al gobierno a tan calamitosa comedia de equivocaciones. Su confusión, en esto como en todo, o lo paraliza o lo arroja a espasmos frenéticos.


Dicho desorden no se queda en La Moneda sino afecta a toda la maquinaria política y electoral de la NM, coalición reducida cada vez más a hacer “proposiciones de futuro” basadas en expectorar veneno contra el candidato de la derecha. Es un estado anímico y mental que se manifiesta en la fenomenal incoherencia en el actuar y discursear de los actores entre sí y de los actores dentro de sí.


Como efecto de dicha lamentable condición es que hemos contemplado tan distintas y opuestas visiones sobre Dominga, pero al mismo tiempo tan consensuadas visiones sobre proyectos ambientalmente mucho más peligrosos. La incoherencia es tal que ni siquiera es todo el tiempo incoherente.


Paraíso perdido

Una sola cosa resta clara y cierta para el elenco gobernante porque ofrece una evidencia fáctica que, aun en su monumental ceguera, todos sus miembros pueden ver: es la horrible visión de que podrían estar a punto de perder la Gracia Divina y ser condenados y arrojados al infierno del mercado y la vida privada. Esa convicción, aunque mezquina y estrecha, es al menos irrefutable. De ahí que hayan desarrollado una notoria predisposición a hacer y decir LO QUE SEA para no perder su lugar al lado del Señor Padre Todopoderoso, el Estado. Reducidos a eso, ya poco importa el no saber adónde van y ni siquiera recordar adónde querían ir; ahora lo que interesa no es ir a alguna parte, sino quedarse donde están. De eso deriva no sólo la confusión sino la desvergüenza. Llegado a esta fase de total desmoralización, este colectivo político, imbuido alguna vez en la arrogante pretensión de estar investidos de facultades y virtudes superiores para salvar al país, se presenta y conduce hoy tan erráticamente que para los testigos ya casi no es posible discriminar si en esas almas perdidas deambulando a los tropezones se encara a un cínico, lo que supone cierta claridad de percepción, a un hipócrita, lo cual presume saber qué es lo correcto para simularlo, o simplemente se está frente a un caso de simple necedad, que es no saber nada de nada.


La entrada El cuento de nunca acabar aparece primero en La Tercera.

 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on September 09, 2017 22:18

September 8, 2017

El Metro de Santiago

Debería estar por inaugurarse la nueva línea 6 del Metro. Una muy buena noticia aunque surge la duda si, en vez de descomprimir un servicio masivo al límite, lo que vamos a ver son sus mismos defectos extendidos a un radio y escala mayor. Sus 2,5 millones de usuarios lo atestiguan a diario: el chileno medio, de a pie, puede soportar lo indecible. Cuánto más, no se sabe.


Hubo una época en que hasta políticos se veía en carros y andenes, no solo para inauguraciones o, como ahora, cuando les da por hacer mérito y se lo hacen saber a periodistas para que lo consignen en alguna nota (Lagos no hace mucho). Conozco a personas que, después del chasco del Transantiago en que de 900 mil pasajeros se pasó a cerca de 2 millones, no volvieron a subirse más al subte. Una lástima, se han perdido las últimas novedades del servicio: los retrasos constantes; los hacinamientos y lo que éstos favorecen (en horas “peak” hasta algo más íntimo): los 400 lanzas, conocidos por los guardias, que lo acompañan y no le pierden el ojo a uno (da gusto sentirse acompañado por gente tan profesional), los “arrestos ciudadanos” cuando la pericia no está a la altura de lo que normalmente se nos tiene acostumbrado, los vendedores ambulantes dentro de los carros, los millennials agotados de la vida sentados en el piso ocupando espacio, o quienes insisten en compartir su “música” (tanto sin audífonos como con megáfono amplificando su nivel de talento).


Una pena no disponer de un Goya, de un Víctor Hugo (el de “Nuestra Señora de París” y su “corte de milagros”), un Zola (el del “Vientre de París”) o un Dostoievski y sus “Memorias de subsuelo”, para que nos puedan hacer ver cuán esperpénticos podemos llegar a ser los santiaguinos. Y pensar que hubo una época en que el Metro mantuvo niveles de aseo mayores que en micros y calles. En que el diseño de las estaciones era único, de primer nivel, no este barniz estético de andurrial globalizado reciente que tanto gusta. En que la empresa aún no se las daba de promotor de “grafiti” publicitario total: carros enteros cubiertos -sus ventanas, pisos y asientos, además de los muros de las estaciones- y cómo olvidar lo de las pantallas de televisión y su bulla gratuita.


Se nos podrá decir que no estamos en los años 70 u 80, que “Chile cambió”, que ya no se trata de un transporte de “elite”, que somos lo que somos -sudamericanos- en un mundo cada vez más “inclusivo”.


Por favor, ¿desde cuándo que “males sudamericanos” deben ser una fatalidad, que chilenos sin distingos deban cruzar esta ciudad como si fueran sardinas tolerando niveles de deshumanización progresiva y que “lo popular”, a modo de excusa cultural ideológica, ha de ser de una vulgaridad insultante para dicho pueblo mismo? Se habla en exceso de empoderamiento y dignificación, pero en el Metro no se notan.


La entrada El Metro de Santiago aparece primero en La Tercera.

 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on September 08, 2017 23:00

Álvaro Bisama's Blog

Álvaro Bisama
Álvaro Bisama isn't a Goodreads Author (yet), but they do have a blog, so here are some recent posts imported from their feed.
Follow Álvaro Bisama's blog with rss.