Álvaro Bisama's Blog, page 76
September 28, 2017
Los ejes de fin de gobierno
La presidenta Michelle Bachelet ha marcado un eje de fin de gobierno que retoma parte del hilo de sus planteamientos programáticos. La etapa gubernamental del “realismo sin renuncia” implicó aceptar una reforma tributaria mínima, que no le permitió realizar una política social más activa, junto a no hacer gran cosa en materia de escuela y universidades públicas, además de dejar en manos de un ministro de Hacienda neoliberal una reforma laboral deslavada -y disminuida además por el Tribunal Constitucional – y un proyecto de reforma previsional que deja a las AFP tal cual, pero sobre todo dejar de lado la idea de una nueva Constitución a ser tramitada en su gobierno como prioridad política.
Ahora una renovada voluntad reformadora se ha evidenciado en las decisiones presidenciales en la crisis de gabinete por el proyecto minero Dominga, así como en su discurso en la ONU, en el que destacó la ley del aborto en tres causales, la gratuidad universitaria y el crecimiento sustentable como concepto alternativo al del crecimiento a toda costa. Esto se acompañó de un proyecto de ley que restringe el uso de las bolsas de plástico, junto a la voluntad de avanzar en una ley migratoria protectora y en temas de derechos humanos como permitir para fines judiciales con menos trabas, si así lo desea la víctima, el levantamiento del secreto de los testimonios de tortura. Veremos si la agenda legislativa que queda permite avanzar en algo de todo esto.
Tal vez, en todo caso, contribuya a recomponer el prestigio del espíritu reformador y animar mayores debates sobre el futuro de nuestra sociedad y sobre los fines colectivos deseables y los medios para alcanzarlos. Estos debates han escaseado, por el momento, en la campaña presidencial, aunque los dilemas de fondo permanecen. Los ejes de estructuración del campo político se han desdibujado por la confusa nueva identidad de “centroizquierda” en que devino la Concertación y luego la Nueva Mayoría, es decir un centrismo inocuo de baja coherencia política. Con la consecuencia de alejar a una mayoría de ciudadanos de la participación política y de contribuir a desacreditar –junto a la nostalgia autoritaria que sectores de la derecha no dejan de propagar- a la democracia como el espacio de la deliberación y decisión propio de las sociedades modernas. Y con la consecuencia, de paso, de facilitar el vuelco de muchos electores hacia el voto pragmático e individualista a favor de una derecha que promete mejorar la economía con el mensaje subyacente -y falso pues sus políticas básicamente no conducen a otra cosa que mantener la concentración aguda del ingreso y de las oportunidades- de que tiene la clave de una mayor prosperidad. O bien con la consecuencia de incitar nuevas identidades políticas generacionales contestarias sin capacidad de articular alternativas mayoritarias de cambio social.
El eje izquierda/derecha es básicamente el de la diferenciación de posturas sobre la igualdad/desigualdad social. Como Chile es campeón internacional de la desigualdad (el 1% más rico controla el 33% del ingreso, según el Banco Mundial), pasará mucho tiempo antes de que ese eje deje de estar vigente. Las diferencias de ingresos y de propiedad de activos no pueden entenderse como hecho natural (‘siempre ha habido pobres y ricos’) sino como fruto de una construcción política y económica históricamente dada, y por tanto modificable por la acción política, en nuestro caso con vocación reformadora y que apunte a disminuir brechas de ingresos, de oportunidades económicas y territoriales. Eso implica inevitablemente conflicto y requiere, también en nuestra opinión, asumirlo en los cauces del Estado de derecho pero con decisión y voluntad. Y supone no prolongar la ilusión de un centrismo blando puramente adaptativo a las contingencias como supuesta única vía de funcionamiento correcto de la democracia. Se podrá discutir si este enfoque centrista, al que se terminaron sumando las representaciones tradicionales de la izquierda que priorizaron su participación en el Estado y abandonaron a la sociedad de la que provenían, cumplió o no una función necesaria en la transición a la democracia. Pero indiscutiblemente ya no cumple función alguna en la evolución hacia una democracia madura, basada en la deliberación sobre las opciones que existen en la sociedad frente a los problemas diversos que la aquejan, acompañada de la reorganización eficiente del Estado para llevar adelante más y mejores políticas públicas alejadas de las promesas clientelistas.
“Representar a la ciudadanía” desde la izquierda o el centro reformador no puede hacerse ya sin asumir los intereses de la mayoría social. ¿Existen intereses contrapuestos entre los sectores de la sociedad que viven básicamente de su trabajo y los de las minorías oligárquicas que concentran el poder en la economía y la política? Evidentemente es así, por lo que la agenda de redistribución del poder en Chile permanece enteramente vigente. Una nueva constitución y una nueva estrategia de desarrollo diversificado basado en mayores capacidades humanas son los dos grandes medios para avanzar al objetivo de construir una democracia social que sostenga y amplíe el bienestar de las mayorías.
Más allá de los aciertos y errores de uno u otro gobierno, incluyendo el actual, o de uno u otro liderazgo, la hoy en retroceso izquierda democrática tiene el desafío de proyectarse. Y eso solo podrá lograrlo planteando con claridad una renovada agenda para hacerse cargo de disminuir las desigualdades de ingresos y oportunidades mediante nuevas reformas tributarias, laborales, territoriales y educacionales que fortalezcan servicios públicos universales y un Estado de bienestar moderno y eficiente. Esto requiere sin ambigüedades de un gobierno más fuerte para redistribuir recursos y de una economía dinámica para tener qué redistribuir. Esto supone, en el contexto de una economía mixta, no suprimir el mercado sino regularlo y reemplazarlo total o parcialmente cuando es necesario, y bien sabemos que lo es en educación, en salud, en pensiones, en inserción social y empleo decente, en medio ambiente, donde resuelve muy poco o nada. Especial relevancia tiene la defensa de los ecosistemas contra el productivismo destructor, defensa que se reconoce en el deber de responsabilidad con las nuevas generaciones preservando los equilibrios ecológicos (empezando por la lucha contra el cambio climático) y la biodiversidad. Chile debe crecer en ciertas cosas y decrecer en otras, y no seguir con la religión del crecimiento a toda costa que, además, concentra el ingreso de manera persistente.
Esa izquierda moderna también debe seguir asumiendo, más allá de la economía y en contra del autoritarismo conservador, la lucha por el derecho a una vida autodeterminada. Esto incluye los derechos de las mujeres a disponer de su vida y de su cuerpo, el respeto de la diversidad sexual, de la diversidad cultural y de la libertad de pensamiento y expresión mediante la laicidad del Estado. Es fundamental seguir bregando para conquistar una dimensión civilizatoria moderna central: la emancipación de la mujer del patriarcado. Así como honrar la deuda histórica con los pueblos indígenas, respetando su cultura y autodeterminación en un Estado plurinacional basado en valores comunes y derechos universales.
Asimismo, la reforma de la acción política, luego de su visible deterioro en la última década, debe mantener una alta prioridad, incluyendo la promoción de la transparencia, la veracidad en la deliberación pública, el respeto de las minorías, el reconocimiento del otro a partir de una común base de derechos fundamentales, la reciprocidad y la cooperación. Representar al pueblo es defender sus intereses de corto plazo, pero también reconocer la diversidad de esos intereses -no siempre compatibles entre sí – y reconocer que no se puede hacer todo al mismo tiempo, lo que supone una nueva elaboración estratégica para hacer congruentes los fines y los medios en los tiempos actuales. Por eso los partidos son necesarios, especialmente los que se proponen transformar la sociedad hacia más igualdad y sustentabilidad, no como un fin en sí mismos, sino para articular intereses legítimos diversos y articular el corto y el largo plazo. No se puede pedir esa tarea a los movimientos sociales. Pero si esos partidos se burocratizan y defienden solo los intereses de aquellos de sus miembros que procuran el acceso a empleos en el Estado o, peor aún, se subordinan a los poderes económicos en nombre del realismo mal entendido, entonces hay que darlos por obsoletos y recrearlos.
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Turismo: en el día mundial, Chile bate todos los records
El 27 de septiembre es el día instaurado por la Organización Mundial del Turismo (OMT) para conmemorar cada año el Día Mundial del Turismo. En Chile es la época del año donde comienza a llegar la primavera, con todos sus matices y tonos, y con el colorido de su temporada sigue floreciendo y trayendo brotes alegres para nuestro turismo. Un simple recorrido por las calles de Santiago alcanza para apreciar el semblante de su nueva cara, cosmopolita, pluricultural, heterogénea, plena de visitantes, turistas, inmigrantes, que sin duda decoran, nutren y otorgan a la patria nuevos y refrescantes bríos.
Cuando menciono cuentas alegres, hablo de records y cifras históricas y que dicen relación con los indicadores de llegada de turistas internacionales a nuestras tierras. Para entrar en cifras elocuentes y por dar un ejemplo, hoy y según reporta la OMT, el año 2016, Chile fue capaz de atraer más turistas que Argentina, totalizando poco más de 5.6 millones de visitantes. Este último resultado posiciona a Chile en la actualidad, en el segundo lugar a nivel sudamericano entre los países que más reciben turistas internacionales antecedido solamente por Brasil.
Lo anterior dista ostensiblemente de lo que ocurría hace una década atrás, donde Argentina prácticamente nos duplicaba en número de llegadas de turistas y en Chile sólo se trabajaba a base de expectativas y sueños de largo plazo, que hoy por hoy y a buena hora, son una dulce realidad.
Al correr de este año ya las cifras de este indicador avanzan con fuerza y superan a las del año pasado en lo que respecta a llegadas de turistas, dejando al haber y trazado en el horizonte por parte del Gobierno, un pronóstico de 6.7 millones de llegadas – cifra que para que el lector se haga una idea – supera incluso, al mejor año de Brasil, en lo que se refriere a este indicador, el cual alcanzó las 6.6 millones de turistas internacionales el año 2016. (Juegos Olímpicos de por medio).
Mientras en América y el mundo el turismo receptivo crece a tasas en torno al 4% anual, en Chile creció un 26% el 2016 y el año en curso ya suma un incremento del 17% durante el primer semestre respecto del año anterior.
¿Cuáles son los factores o variables que explican este boom?, probablemente existen varios, pero creo que al ojo práctico del buen entendedor, debemos mirar hacia el otro lado de la cordillera. Con poco más de 3.000.000 llegadas, los turistas argentinos se consolidan como el poder comprador más efectivo en la actualidad. Esta cifra de llegadas, corresponde a poco más del 60% del total de turistas internacionales llegados a Chile el año 2016 y nos deja la mesa servida para seguir incentivando y realizando todo tipo de esfuerzos de promoción y de mejoramiento de la calidad de la oferta, tanto para ese mercado como para todos aquellos considerados estratégicos y de alto potencial.
Desafíos para Chile existen aún varios, como por ejemplo, el abordaje de estrategias público privadas en ámbitos de promoción internacional, diversificar y mejorar la matriz de productos para capitalizar de mejor forma la demanda actual, la especialización del capital humano, etc. No obstante todo lo anterior, sin duda que el desafío central es mantener los halagüeños indicadores contractuales con una orgánica, la misma fuerza, y también con la convicción para aprovechar ese viento primaveral que golpea la popa, para la priorización, la inyección de recursos, además de promover una estructura pública en pos de la industria del turismo, que esté a la altura de ese nuevo Chile, que en el correr de esta primavera, ya no sólo crece, también florece.
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La importancia del apoyo a profesores principiantes
El profesionalismo del docente está en el foco de las reformas educativas y es altamente exigido desde una etapa inicial. El docente no tan sólo requiere dominar el conocimiento disciplinar de su ámbito o “asignatura” específica y el conocimiento pedagógico y didáctico para enseñar y lograr los resultados esperados de aprendizaje en sus estudiantes, sino que requiere desarrollar altas competencias en el ámbito socio-emocional para abordar eficientemente las demandas provenientes de los diferentes agentes de la comunidad educativa. A lo anterior, se suman los bajos sueldos, la cantidad de alumnos dentro del aula incluyendo la composición del alumnado, el excesivo número de horas de clases, que no le permiten al docente el tiempo necesario para planificar, actualizar y estudiar las próximas clases, entrevistas con padres y apoderados, entre otras tareas fundamentales de su labor pedagógica, que pretenden repararse con la ya promulgada Ley sobre Sistema Profesional Docente.
Sin duda el proceso de acompañamiento de profesores principiantes, incluido en la Ley, reconoce la complejidad que reviste la inserción profesional en los centros educativos considerando la multiplicidad de incidentes críticos posibles de experimentarse tanto con estudiantes, colegas, jefes de UTP, directivos, padres y apoderados. Los incidentes críticos, en tanto eventos inesperados y de alto impacto subjetivo e intersubjetivo, para los cuales los proyectos educativos de formación inicial no preparan a los profesores y profesoras, suponen calar en las concepciones-creencias, sentimientos-afectos y estrategias para abordar el aula real del día a día.
Si profundizamos en las problemáticas de los docentes, se suma a las condiciones laborales y bajos sueldos, las licencias médicas por estrés laboral, la falta de liderazgo directivo y débil apoyo a los y las profesoras noveles, sin posibilidades de una carrera profesional atractiva, por lo que se dificulta que los profesionales puedan proyectarse a largo plazo en los establecimientos educacionales. Los factores antes mencionados acarrean consigo un enorme desgaste emocional que habitualmente anticipa la decisión del abandono de la profesión docente.
El empaparse de la cultura organizacional de un determinado centro educacional e ingresar al aula sin desconocer lo que ocurre extra-aula es un proceso complejo que congrega, por tanto, competencias personales, pedagógicas, disciplinares y de gestión de la propia práctica e inciden, irremediablemente, en la construcción de la identidad profesional del docente.
Si coincidimos con el neurobiólogo chileno Francisco Varela en que “la mente no está en la cabeza”, entonces, requerimos atender al novel profesor y profesora como un ser integrado que paulatinamente va logrando utilizar a su favor el instrumental que ha aprendido y reflexionado en su formación inicial a la vez que desarrolla nuevas competencias en la práctica profesional. Por ello, el acompañamiento requiere estar en manos expertas de profesionales íntegros que han logrado sortear los obstáculos del quehacer diario sin poner en jaque su bienestar personal y familiar, a la vez que han ido conformando una identidad profesional clara y definida sin dejar de ser flexibles a los contextos.
Por ello, nos parece fundamental: poner especial atención en la selección apropiada de los mentores;profundizar en la articulación formativa de dimensiones pedagógicas, de auto-gestión y relacionales; reparar sobre un tránsito paulatino de la dependencia a la autonomía profesional que, a nuestro juicio, no se logra con seis horas semanales no lectivas de preparación y apoyo. Al respecto, se propone un programa de acompañamiento de mayor a menor intensidad horaria basado en una observación prolija de las prácticas in situ que apunte a aspectos conceptuales, procedimentales y, especialmente, actitudinales del «ser docente». Por último, atender a la dignificación del profesor y profesora desde una vulnerabilidad inicial superada y re-significada como oportunidad es una de las grandes ventajas de los y las estudiantes de pedagogía que emergen de las casas de estudios.
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September 27, 2017
El terrorismo no es broma
La Fiscalía de Alta Complejidad de La Araucanía ha formalizado a Héctor Llaitul y otros siete activistas de la Coordinadora Arauco Malleco (CAM) como miembros de una asociación ilícita de carácter terrorista. Según los antecedentes, la organización ha dispuesto de mucho dinero, armas y municiones para efectuar los atentados del último tiempo. En estas horas, Mahmud Aleuy, subsecretario del Interior, recaba información en Argentina sobre el posible tráfico de armas hacia nuestro país.
La CAM y los otros grupos que han usurpado la representación del pueblo mapuche buscan proyectar internacionalmente la imagen de que en Chile existe un conflicto racial provocado por el intento del Estado de avasallar al pueblo mapuche y su cultura. Con ese relato han obtenido apoyo político y financiero, y Llaitul ha aparecido hasta en la televisión iraní. Por eso, el objetivo es mantener vivo “el fuego de la resistencia”.
Lo que más ha ayudado a los incendiarios es el discurso biempensante de quienes, en los partidos, los medios de comunicación y las universidades, sostienen que la violencia del presente se explica por las injusticias del pasado. El victimismo, en rigor una forma de chantaje moral, ha dado frutos envenenados. Para Llaitul y su gente nunca habrá reparación suficiente por el pasado y, por ende, no sirven la entrega de tierras, el reconocimiento constitucional, las becas de estudio y los demás beneficios: solo la autonomía territorial puede detener el fuego.
La CAM no es el eco de la historia, sino el instrumento de un plan de raíz guevarista o rodriguista, que desprecia la democracia y la ataca sin asco. Le ayuda el oportunismo de los políticos que le quitan gravedad a las tropelías, preocupados de no ser estigmatizados como fachos o aliados de la derecha, los empresarios y las fuerzas policiales. Es la actitud que ha predominado en la centroizquierda. El temor a ser increpados desde la izquierda populista, chavista o norcoreana, ha llevado a la mayoría de sus parlamentarios a callar frente a los atentados y a cerrar los ojos ante sus víctimas, entre ellos los fieles de las iglesias quemadas y los comuneros mapuches hostilizados por los activistas profesionales.
Los violentos necesitan que los vean como luchadores por la justicia y generar un clima de comprensión hacia lo que hacen. No les ha ido mal. Por ejemplo, los profesores del Colegio San Ignacio, de Alonso Ovalle, escenificaron un enfrentamiento entre “niños carabineros” y “niños mapuches”, alumnos de 3° básico, a partir de simplificaciones que, en el fondo, se traducen en una especie de pedagogía del odio.
La convivencia en libertad solo subsistirá si nos oponemos a los violentos, cualquiera que sea su raza o ideología. Para impedir que Chile sea empujado hacia una nueva catástrofe, tenemos que defender sin vacilaciones el pacto de civilización que es el régimen democrático.
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Violencia de exportación
El narcotráfico como producto audiovisual es el equivalente a lo que en los 60 fue el realismo mágico y la novela de dictadores. El imaginario fantástico patentado por García Márquez cedió ante el hiperrealismo violento de obras como Narcos y El Chapo, y la caricatura del tiranillo de república bananera dio paso a la imagen de democracias infiltradas por el dinero proveniente de la coca, donde no se salvan ni presidentes ni jueces ni policías.
Ahora se estrenó la tercera temporada de Narcos, una realización excepcional en varios sentidos, que arroja luces sobre la violencia como fuente de poder y como amenaza permanente, sobre la imposibilidad de escapar a un destino marcado por la fatalidad, y sobre el rol de la familia.
Las primeras dos versiones estaban centradas en Pablo Escobar y cubrían desde principios de los 80 hasta la muerte del capo del cartel de Medellín. No estaba fácil encontrar un personaje con la capacidad seductora y los niveles de ambigüedad de Escobar. Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela, que al mando del cartel de Cali acapararon la mayor tajada del negocio a mediados de los 90, están lejos de ese magnetismo. Por ello los guionistas trasladaron el eje del relato al policía de la DEA Javier Peña y al encargado de seguridad de los hermanos Rodríguez, Jorge Salcedo. Este último, cada vez más incómodo, aspira a formar una empresa de inteligencia y a vivir en paz con su esposa e hijas.
Poco se ha dicho de la familia en Narcos. Puede que Escobar haya sido uno de los canallas más grandes de la historia, pero aquí se lo ve como esposo, padre e hijo ejemplar. La mafia, además, constituye en sí misma una suerte de gran familia a la que llegan hombres “huérfanos”, sin otro soporte, ni económico ni emocional. Ellos son adoptados a cambio de su lealtad, el único valor intransable.
En esta última temporada, la familia de Salcedo representa algo así como un espacio impoluto por el que valen la pena los mayores sacrificios. Y por el lado de Miguel Rodríguez, el dilema que plantea la serie es cómo distinguir entre la ética del sentimiento (el amor filial) y la ética del poder (el éxito y la perpetuación del negocio).
Pero hay un aspecto que Narcos ignora por completo: el de los consumidores. Estados Unidos es la mayor fuente de ingresos de los traficantes, pero en la serie lo único que vemos es que gracias a la pericia de la DEA los capos son ajusticiados. No hay, tampoco, elementos que cuestionen la política de la “guerra contra las drogas”.
Si consideramos que hoy siguen muriendo miles de personas a causa del narcotráfico y que la corrupción penetra todas las instituciones, de pronto es hora de pensar seriamente en legalizar las drogas. Así se controlaría tanto su calidad como el precio, y todo el dinero que se gasta en represión podría destinarse a prevenir el consumo. A 40 años de que se declarara la guerra a los carteles, es obvio quienes la van ganando.
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Productividad y educación técnica
El Informe de la Comisión Nacional de Productividad, que está pronto para ser dado a la luz pública, tiene conclusiones que han permeado a la opinión pública. El reconoce en la Educación Técnica Profesional (ETP) falencias mayores, como la falta de articulación entre los niveles medio y superior, obsolescencia de los currículos de media, y la insuficiencia de programas Sence para abordar los problemas realmente importantes. Este diagnóstico es correcto y consistente con lo que revelan las decisiones de miles de familias que vienen “sacando” a sus hijos de la ETP a nivel medio a un ritmo grande. Así, mientras entre 2006 y 2016 la matrícula de la educación media científico humanista cayó en 3%, la ETP de media lo hizo en más de 30%.
Lo que se conoce del Informe, sin embargo, adolece de tres problemas principales. Primero, no distingue lo que es propio de la ETP de lo que le corresponde a la educación general. La incapacidad de los chilenos de entender lo que leen, o los límites de pensamiento crítico en los estudiantes de educación superior, tiene correlato con la educación general en Chile, y no solo con la ETP. En segundo lugar, adolece de no reconocer que detrás de los promedios, hay enorme heterogeneidad del sector. En efecto, existen en la ETP de nivel medio un conjunto importante de liceos que lo hacen muy bien; bastante mejor que la mediana de los liceos científico humanistas. Lo mismo ocurre en la educación superior, donde un conjunto de instituciones que cuentan con alta acreditación y concentran la mayor parte de la matrícula, tienen tasas de retención, titulación, y empleabilidad sustancialmente mayores que, por ejemplo, el promedio de las universidades estatales.
En tercer lugar, el Informe plantea aumentar los años en la educación media técnico profesional. Hemos propuesto en distintas instancias que el mayor problema de los liceos técnico profesionales es la obsolescencia de muchos talleres, de sus currículos, y de sus profesores. Que adelantar a nivel superior alumnos que carecen de competencias que pueden enseñarse en liceos, particularmente asociadas al currículo científico humanista, es caro y eventualmente muy ineficiente. También, que desarrollar centros técnicos donde los alumnos de media puedan adelantar su formación técnico profesional, particularmente al interior de centros especializados, es más prometedor.
Estimo, sin embargo, que la medida más urgente para incrementar la productividad y que aplica en particular a la ETP, es “cortar la cola izquierda de la distribución de calidad”. La acreditación obligatoria para las instituciones de educación superior, y el cierre de liceos que no entreguen formación relevante y articulable con instituciones de educación superior cortarán esa cola izquierda que es la que ha estado detrás de mucho escepticismo a innovaciones y políticas jugadas por el desarrollo de curricular y de métodos de enseñanza del sector. Cortar la cola izquierda para aumentar la productividad también demanda depurar un conjunto significativo de OTEC, cuya falta de relevancia pega muy directamente en la capacitación, un área que debiera progresivamente complementar a la formación de ciclos más largos.
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Comisiones por servicios bancarios
El tema de las comisiones cobradas por los bancos ha adquirido notoriedad en la agenda pública en los últimos años. Ello ha ocurrido en muchos países y Chile no ha sido la excepción. La última controversia importante en nuestro medio fue sobre las condiciones requeridas para modificar las tarifas y, más específicamente, sobre el consentimiento de los clientes. Pero, más allá de este debate aún no zanjado, el tema de las comisiones tiene varias aristas y quisiera referirme a algunas de ellas.
Primero, es imprescindible despejar cualquier duda sobre la legitimidad del cobro de comisiones cuando éstas corresponden a servicios efectivamente prestados. Poner en cuestión aquello nos remite a controversias muy antiguas, completamente superadas, como el cobro de intereses por las operaciones de crédito.
Segundo, por mucho tiempo, las comisiones no despertaron atención porque la banca obtenía ingresos casi exclusivamente de la diferencia entre los intereses cobrados y pagados. Las altas tasas de inflación hacían también un positivo aporte al gravar los saldos monetarios. Lo que había era un cobro implícito, aunque ello no se advertía con claridad. Sin embargo, ese mundo quedó atrás con la reducción de la inflación y las tasas de interés.
Tercero, las comisiones deben responder siempre a criterios de razonabilidad y procedencia legal. Una circular de la Superintendencia de Bancos de 2004, lamentablemente derogada con posterioridad, abordó con precisión esta materia. Los bancos, sostenía dicho instructivo, tienen perfecto derecho a fijar libremente sus tarifas, pero éstas deben tener siempre un sólido fundamento.
Cuarto, los bancos han podido siempre modificar, previa información al cliente, las tasas de interés que aplican en operaciones nuevas o en créditos rotatorios. Esto es algo que no admite mayor discusión porque los intereses cobrados deben ajustarse periódicamente a condiciones de mercado que son cambiantes. Estas mismas consideraciones son aplicables a las comisiones. En un contexto de tasas de interés muy bajas, por ejemplo, los bancos pueden verse forzados a cobrar comisiones por los depósitos debido a la imposibilidad de conseguir usos rentables.
Quinto, muchas de las controversias que se han planteado, entre ellas la referida a cómo se expresa el consentimiento en contratos de aplicación masiva, se explican en parte por nuestra tradición jurídica, quizá poco flexible para adaptarse a los cambios, particularmente en el ámbito financiero. En países avanzados, como Canadá y EE.UU., se admite que los bancos puedan introducir o modificar las tarifas asociadas a sus prestaciones, por cierto con la debida comunicación a los clientes.
Finalmente, el camino más recomendable en relación con esta materia es promover un ambiente de competencia. Los bancos deben tener libertad para fijar o modificar sus comisiones, pero ello muy vinculado con la exigencia de entregar información oportuna a los consumidores, y, además, al otorgamiento de facilidades para que éstos puedan cerrar sus cuentas con rapidez y portarlas a otros bancos, cuando consideren que las tarifas no se condicen con los servicios prestados.
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Palabra de chileno
La torturaron muchas veces. La mantuvieron en condiciones inhumanas y, como si no les bastara, uno de sus verdugos la violó. Han pasado más de 40 años y ella sigue guardando su secreto: el padre de su hijo no es su marido. Pero cuando ve el cariño con que trata a quien supone su padre, le parece casi imposible pensar que sea el hijo de un torturador.
Ella nunca dijo nada, pero necesitaba hablar. Le parecía necesario que todos los chilenos supieran de su horror. Pero al mismo tiempo no tenía derecho a destruir la vida de su hijo y su marido contándoles lo incontable. Pasaron 30 años de incertidumbre, hasta que apareció la Comisión Valech y con ella un rayo de esperanza. Podría hablar, pero su identidad permanecería en reserva por medio siglo.
Habló. Contó cada hora de su calvario. Quedó con pena, pero aliviada y tranquila: los chilenos sabrían la verdad y su familia quedaría intacta. Podía estar segura, era un compromiso del Estado de Chile. Su seguridad quedaba garantizada por la palabra del Presidente Ricardo Lagos. Ello no implica amparar la impunidad, como irresponsablemente han dicho algunos. Las víctimas, si quieren hacerlo, pueden presentar sus querellas en contra de esos criminales.
Por razones que no puedo explicar aquí, yo supe su historia, y le agradezco en nombre de todos que haya tenido el valor de entregar su testimonio. Pero ella siempre entendió que estaba hablando bajo ciertas condiciones; todos lo supimos, incluida la ministra de Defensa de entonces, Michelle Bachelet. Cumplir esas condiciones es tanto como respetar su dignidad. Cambiar esas condiciones sin su consentimiento implica instrumentalizarla, poner su dolor al servicio de otros intereses, por muy altos que sean.
La discusión en torno al levantamiento del secreto de la Comisión Valech no es un mero debate de técnica legislativa. El tema relevante no es si realmente creemos que se pueden poner los antecedentes a disposición de los tribunales sin peligro de que al día siguiente esa información se haya filtrado a la prensa, como desgraciadamente ocurre en ocasiones. La discusión que esta semana empezará a ocupar la atención de nuestros parlamentarios tiene que ver con la presencia o la abolición de una concepción humanista de la política.
El humanismo cristiano y el humanismo laico coinciden en afirmar el carácter intangible de la dignidad humana, en reconocer que hay cosas que nunca se pueden hacer, porque significan instrumentalizar a las personas, tratarlas como cosas. Y entre esas formas ilícitas de trato humano está el hecho de mentirles, de moverlas a realizar una conducta particularmente dolorosa basadas en una promesa que, en último término, resulta ser falsa. De otro lado está una concepción que afirma que todo es lícito si existe una causa suficientemente importante que lo justifique. Los parlamentarios no tendrán que decidir solamente sobre si levantar o no el secreto. Su decisión es más radical: tendrán que decidir sobre quiénes son ellos mismos.
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La dinámica electoral
En sistemas políticos en que la selección de candidatos emplean sistemas de primarias, pero también sin ellas a través de procesos internos, las campañas electorales se desarrollan en dos momentos. En el primero, el objetivo de los precandidatos es posicionarse para aumentar el grado de conocimiento de los potenciales aliados o electores. También dicho posicionamiento exige la identificación y acercamiento a las agendas de quienes definirán su futuro (consejo de partido, militantes y/o simpatizantes). Todo ello para aumentar la probabilidad de ser elegidos.
Un segundo momento tiene lugar una vez seleccionado el candidato. A partir de entonces la dinámica electoral adquiere otras connotaciones. Por lo pronto, la audiencia es más amplia, pues incluye a militantes, simpatizantes y votantes en general, en particular aquellos que se encuentran indecisos tanto de votar por el candidato sino de ir a las urnas aun cuando sientan simpatía por el candidato. Así, la campaña enfrenta tres objetivos distintos: retener al electorado más cercano (militantes y simpatizantes que participaron en el proceso previo de selección); atraer a los votantes indecisos; y, finalmente, incentivar a potenciales electores a que no se abstengan.
Este segundo momento se diferencia del primero en que los contenidos de los mensajes son mucho más inclusivos atendiendo al hecho obvio que la audiencia es más amplia. En efecto, si en el primer momento se trataba de congregar a los sectores cercanos ideológicamente, en el segundo, los discursos deben acaparar la atención de electores más distantes. Pero esta estrategia supone cierta ambigüedad: evitar el alejamiento de los votantes comprometidos y al mismo tiempo abrir una vía de llegada de votantes indecisos.
Actualmente la competencia electoral incentiva a Piñera a entregar señales de coherencia con el electorado más cercano (tanto conservadores como liberales) pero también ofrecer una entrada a indecisos; pero éstos tienen intereses diversos y no es tarea fácil construir un lenguaje común. De allí que a través de su equipo se exprese una mayor diversidad de opiniones, por ejemplo en temas valóricos, pero también en otros. No obstante, ello tiene límites, pues Kast retiene un porcentaje que, aunque muy pequeño, a la hora de llegar a una segunda vuelta puede ser crítico para ganar la elección.
Finalmente, la Nueva Mayoría, ciertamente Guillier, no necesitó más que alinearse con las directivas de partido. Pero la irrupción de Sánchez le impidió acelerar su discurso hacia a la izquierda. Desde entonces ha estado zigzagueando entre cercanía y lejanía al gobierno, entre más y menos izquierdismo, apostando a ser independiente alejándose de los partidos y en estos momentos, a tratar de articular acuerdos para la segunda vuelta. El problema es que estas estrategias le impiden crecer, porque se tratan de medidas de poco impacto que no permiten arrebatarle electorado a Sánchez.
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La corrupción que no tiene prensa
Hace unos días, la encuesta CEP dio a conocer los resultados del tramo julio-agosto y en la consulta: ¿Cuáles son los tres problemas a los que debería dedicar el mayor esfuerzo en solucionar el Gobierno? el 23% de los encuestados dijo que el Ejecutivo debería concentrase en la corrupción, quedando en sexto lugar y empatando con la pobreza. Si se compara esta medición con la anterior que hace el Centro de Estudios Públicos, hay una baja de 9 puntos, lo que da a entender que las personas se están preocupando por otros temas como educación y salud que, por supuesto, son de suma importancia. Sin embargo, también podemos darle otra lectura.
Desde mi punto de vista, la aparición en la prensa de los temas que involucran corrupción tienen un auge y luego da la impresión que desaparecen. Esto, porque según los medios deja de ser noticia o no hay nada nuevo que comunicar. Precisamente creo que como no se les está recordando, las personas vamos olvidando los delitos de corrupción que cometió Carabineros, por ejemplo. Por lo tanto, si las noticias dejan de estar en los medios de comunicación olvidamos el daño que ésta nos hace.
No quiero decir que estos temas desaparecen o los hacen desparecer. Sólo quiero dejar en claro que no porque los delitos de corrupción dejen de estar en la prensa, la corrupción a gran y pequeña escala deja de ocurrir. No podemos tapar el sol con un dedo.
Hablo de corrupción a gran escala por los delitos de cuello y corbata que por lo general involucran a altos ejecutivos o autoridades. Sin embargo, hay otro tipo de corrupción que es la que vivimos en el día a día. Esa que nosotros mismos cometemos muchas veces sin darnos cuenta como no pagar el Transantiago, quedarnos con el vuelto que nos dan de más y presentar licencias médicas falsas, -de hecho hay una investigación que se hizo conocida: 29 médicos están siendo investigados por la Fiscalía porque entregaron más de 116 mil licencias en un año y medio- Estos y otros casos reflejan que hay una conducta deshonesta a nivel cultural y eso es justamente lo que hay que cambiar. Debemos partir por casa, no se justifica ser deshonesto o corrupto porque otros lo son. Que la ciudadanía que le reclama al empresario por colusión de el ejemplo. Que los profesionales del mañana aprecien que sus padres se preocupan por entregarles una crianza sobre la base de la ética porque ese es un valor que no se aprende en la universidad.
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