Álvaro Bisama's Blog, page 157
June 9, 2017
Política del aplausómetro
YA ES tiempo de hacernos cargo de una realidad incómoda pero con importantes efectos en nuestro sistema: las encuestas de opinión operan como agentes políticos que pueden influir interesadamente en la libre determinación de nuestras preferencias colectivas.
Si esto es cierto, debemos asumirlo como problema urgente.
Sabemos que las encuestas son cuestionables. Intuimos errores metodológicos, sospechamos intereses políticos y económicos, pero ¿qué hacemos para enfrentar estos problemas?
El debate sobre encuestas es viejo en las democracias representativas. Es común escuchar críticas por sus tamaños muestrales o sobre cómo se extraen las mismas muestras.
Se las cuestiona por sesgos de entrevistas telefónicas versus entrevistas cara a cara. Pero en realidad, los “hoyos” son más.
Van desde quién encarga el estudio (no son “neutros” como se nos presentan), el diseño del cuestionario, el trabajo de campo, tabulaciones de resultados y las interpretaciones de los dueños de las empresas.
Con esta fauna de opciones es lógico pensar que los resultados recojan cosas distintas. Sin embargo, cada una de ellas se presenta como “la” auténtica fotografía de la realidad nacional.
Y hay más. Una de las críticas más duras viene del nivel de conocimiento de los encuestados, lo que no es menor si se considera que todo el imaginario del sistema se construye en base a la racionalidad de las decisiones de los ciudadanos.
Por ejemplo, se puede preguntar por la estrategia chilena en La Haya o por el Acuerdo de París, pero ¿cuánto saben los entrevistados de estos temas? Hoy sabemos que hay reconocidos políticos nacionales, que aspiran a los más altos cargos, que apenas saben de ellos. Sin embargo, al consultar a gente desinteresada y sin conocimiento, las encuestas son recogidas sin discriminación y terminan siendo usadas para defender posiciones políticas particulares escudándose en la “opinión” de la gente que ha sido medida por la “neutralidad de la técnica”.
La publicación también tiene efectos en el electorado, especialmente cuando se refiere a las carreras presidenciales.
Las encuestas afectan el voto por varios mecanismos, por ejemplo, el del “carro ganador”, que no es otra cosa que la irracionalidad de votar para “no perder el voto”. En base a esto, los partidos hacen cálculos que están lejos de principios axiológicos de la democracia.
Por ejemplo, las usan para presionar y “bajar” candidatos o “subir” otros como vemos hoy. Mientras, nosotros, impávidos, nos sumergimos cada vez más en la política del aplausómetro, que no es otra cosa que la política de la demagogia en una era de la fragmentación posmoderna, donde la política verdadera, la de las ideas, parece solo un juego ingenuo de idealistas.
¿Cómo enfrentar esta deriva?
En otros países la misma industria se somete a estándares éticos, metodológicos y de difusión que promueven organismos reconocidos (WAPOR, AAPOR o ESOMAR) que sirven de referencia para periodistas y ciudadanos a la hora de evaluar los resultados.
En otros lugares se han creado comisiones de sondeos, bajo iniciativa de ley, que previenen que el proceso y la publicación perturben la libre determinación de las preferencias electorales.
En un mundo donde una y otra vez nos quejamos de baja participación política, de crisis de representación y desconfianza hacia los políticos, las encuestas -especialmente las más cuestionables metodológicamente- se vuelven en perverso aliado de lo que no queremos como práctica.
Si esto es así, se vuelve urgente actuar para dar más sentido y coherencia al trabajo en el que todos, como ciudadanos, estamos involucrados.
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Una nueva oportunidad para recuperar el crecimiento
El último Informe de Política Monetaria, presentado recientemente por el Presidente del Banco Central, Mario Marcel, no trajo muchas luces sobre lo que está pasando con la economía chilena, cuyo crecimiento se estancó el segundo semestre del año pasado. En su lugar, éste se refirió más bien a las esperanzas que existen respecto del crecimiento de este segundo semestre, y con mayor claridad aún respecto del crecimiento del próximo año, período en que la economía chilena volvería a crecer a tasas cercanas a su potencial.
El optimismo manifestado por el Banco Central se basaría en la recuperación del escenario internacional, la recuperación del sector minero, la incipiente recuperación de la confianza de los consumidores y de los empresarios, y su política de tasas de interés bajas.
En efecto, interesante resultó el análisis de la evolución de las exportaciones industriales, que en definitiva indica que la demanda externa es el principal factor que explica la evolución de dichas exportaciones, por sobre la evolución del tipo de cambio o los factores de oferta. Así, la recuperación económica que están experimentando países como Argentina, Brasil, España, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Rusia, que en conjunto representan aproximadamente el 40% del valor de los envíos industriales chilenos, lleva a proyectar una recuperación importante de las exportaciones industriales locales en los próximos trimestres. Otro factor que afectaría positivamente el crecimiento del próximo año sería la recuperación de la minería, que tras la fuerte caída registrada el primer trimestre de este año con el paro de la Minera Escondida, se reivindicaría de la mano de la inversión minera, que dejó de caer después de tres años de contracciones, y de la recuperación del precio del cobre. Al mismo tiempo, la mejora en la confianza de los agentes económicos también ayudaría a explicar un mejor escenario. En efecto, la confianza de los consumidores ha vuelto a los niveles observados en el año 2014, completando ocho meses de recuperación, mientras que la confianza empresarial, aunque se mantiene en zona negativa, se aleja de los mínimos en que estuvo hace casi un año atrás. Finalmente, la política monetaria expansiva que ha implementado el Banco Central también ayudaría, con una tasa de política monetaria que pasó del 3,5%, registrado a principios de año, hasta el 2,5% actual.
Con todo, el Banco Central proyecta para el año 2018 un crecimiento esperado de 3% anual, con un rango de 2,5% a 3,5%, el que está por sobre las expectativas del mercado y de los organismos internacionales que lo sitúan en 2,5%.
En un año de elecciones, es de esperar que el optimismo manifestado por el Banco Central no nuble a nuestros candidatos presidenciales, pensando nuevamente que la recuperación económica está garantizada, y que por tanto los esfuerzos se deben concentrar en cómo repartir dicho crecimiento. Lo único que nos está diciendo el Banco Central es que el 2018 el terreno estará más abonado para que la economía acelere su crecimiento. Así, dependerá de las señales que envíen nuestras nuevas autoridades económicas para que se concreten estas mejores expectativas. Un programa económico que resuelva el exceso de permisos, y lo largo e incierto que resulta el camino para obtener las autorizaciones requeridas para las nuevas inversiones, en línea con lo planteado por el nuevo presidente de la Sofofa, Bernardo Larraín, sin duda contribuiría a mejorar aún más el terreno del crecimiento…
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La OEA: el parto de los montes
Cada vez que se reúne la OEA por Venezuela, se produce el parto de los montes, en su doble acepción: la original, salida de Esopo, que alude a algo que promete resultados importantes y produce poca cosa, y la del habla popular, sinónimo de lentitud.
Acaba de ocurrir la semana pasada, cuando la reunión de consulta de los Cancilleres de la OEA (asistieron la mitad) debía aprobar una resolución sobre Venezuela y produjo apenas una postergación. Esa resolución, si llega, llegará cuando Venezuela se haya desintegrado o Maduro haya sobrevivido matando a millares de manifestantes (van sesenta y un muertos, miles de heridos y dos mil detenidos desde la última ola de protestas, que arrancó en abril, pero si contamos las anteriores la cifra es mucho más abultada). Para no hablar de la miseria económica, con visos de crisis humanitaria, y la barbarización de la vida social que atestiguamos a diario quienes nos condelemos de lo que allí pasa.
Nada de esto es culpa del Secretario General, cuya labor es impecable. Pero la institución ha probado ser tenazmente inadecuada para hacer valer su Carta fundacional, la muy posterior Carta Democrática Interamericana y el conjunto de instrumentos jurídicos del hemisferio, como la Convención Americana de Derechos Humanos.
Surgida tras la Segunda Guerra Mundial, en la época de la descolonización, cuando la autodeterminación de los pueblos y el antiimperialismo movían a las conciencias del mundo, la OEA dio cabida, con igual peso en la votación y desiguales obligaciones económicas, a los países del hemisferio. Esto, que parecía una fortaleza porque permitía a países pequeños e históricamente ofendidos sentarse a la mesa con Washington y vecinos grandes, ha resultado un talón de Aquiles.
La semana pasada fue imposible aprobar la decidida resolución que apoyaban catorce países, los más grandes –en términos políticos, económicos y demográficos— del hemisferio. Una resolución paralela, apoyada por el Caribe, los países de menos gravitación, circuló a instancias de Venezuela y Cuba (que no está en la OEA pero participa obsesivamente en la trastienda) con el objetivo de crear confusión y diluir la presión hemisférica sobre la dictadura chavista. El resultado final fue la suspensión de la votación, que ahora deberá ocurrir la próxima semana, en vísperas de la la Asamblea General de Cancún.
Con humor, Carlos Alberto Montaner resumió así el absurdo en que se halla la OEA: “La población combinada de los 15 Estados afiliados al CARICOM es apenas un 5% del censo de las naciones decididas a censurar a Maduro, pero la ficción democrática….determina que el voto de Monserrat, una excrecencia geológica con menos de 6,000 habitantes poseedores de una bandera, un himno, una gasolinera y dos farmacias, vale lo mismo que el de Brasil.”
Los usuarios de las dos gasolineras merecen, por cierto, el mismo respeto que los de las 150 mil que existen en Estados Unidos. Pero algo está torcido cuando la arquitectura jurídica y política internacional que sostiene la democracia liberal y la civilización depende de islas como las del Caricom que están, con alguna excepción, de rodillas ante Caracas por el petróleo recibido. Esto no estaba en el espíritu de los que fundaron la OEA y el sistema interamericano.
¿Qué queda? Seguir batallando a brazo partido desde la OEA pero también otras instancias, incluyendo el Mercosur, la Alianza del Pacífico y demás. Si no queremos que sea la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado norteamericano la única que tome cartas en el asunto de Venezuela –drama que nos compromete a todos-, demostremos que América Latina profesa un átomo de solidaridad con las víctimas de esa tiranía.
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Centroderecha: la república de las letras
Una recapitulación tendría que indicar como sigue. Hace ocho años, la centroderecha llegó democráticamente al gobierno, luego de medio siglo. Gestionó atinadamente, “24/7”, con chaquetas rojas y números cuidados. El país creció. La administración y las finanzas y las cuentas sonaban bien. Pero, como dijo uno de sus dirigentes, “faltaba relato”. Buena gestión no era buena política. Se olvidó la advertencia de Huidobro, “una nación no es una tienda”. La incapacidad de comprender lo que estaba ocurriendo, condujo a que unas exigencias meritocráticas y de justicia, por educación, terminaran siendo la base de una movilización social difícilmente controlable, de la cual el gobierno no pudo reponerse ya más.
La elección siguiente la ganó una izquierda desvencijada y de rara conducción. Peñailillo y Dávalos fueron cara y sello de los tiempos. El fracaso político de la centroderecha se evidenció grave y triple. Primero, fue incapaz de dar continuidad a su gobierno, y se lo entregó a una taciturna Bachelet. Segundo, perdió posiciones, al punto que el escenario general del país se bandeó a la izquierda.
Tercero, quedó discursiva y políticamente en pampa, sin articulaciones conceptuales capaces de hacerle frente a sus adversarios ni ofrecerle caminos políticos de sentido al país. Entonces, la Nueva Mayoría pudo hacer avanzar sin grandes dificultades -más que sus torpezas- las reformas a las que se comprometió en su programa.
Hoy, el mal de la pura gestión parece persistir en cierta centroderecha. Mientras en la izquierda se exponen visiones político-ideológicas del futuro, en la centroderecha se sigue hablando muchas veces sólo de platas y administración. Si allá se componen los acordes del himno que se cantará en del país que advendrá, acá se discute el precio de las tubas y tambores. Allá el porvenir vibrante, acá las cuentas, allá el vate y la cantora, acá el “señor ricachón”.
Pero hay síntomas de cambio. Existe -como en todas partes- una cohorte de banales. Pero también, especialmente en la generación más joven (aunque no sólo en ella) hay políticos que entienden e individuos que desde la academia o la cultura o las ciencias, intentan contribuir con sus capacidades reflexivas y conocimientos a la conformación de un discurso político a la altura de la época presente.
Tras un tiempo arduo de diagnósticos, de un trabajo extenso, poco bullicioso, ahí están los resultados. Se cuentan libros, artículos, seminarios, debates y documentos. Consta una “Convocatoria política”, en la que se lograron poner de acuerdo los cuatro partidos de Chile Vamos; después, un “Manifiesto republicano”; más tarde, otro libro: “La mayoría de las ideas”, que reunió a políticos y académicos independientes, de Evopoli, RN, la UDI
Esos esfuerzos conjuntos exhiben un destacable nivel de pluralismo. La incipiente rehabilitación emprendida, del entramado ideológico de la centroderecha, opera abriéndosele paso a todas sus tradiciones históricas: liberal, conservadora, nacional y socialcristiana. Se recupera así un acervo mucho más complejo que los remedos de derecha de Guerra Fría en los que se mantuviera atrapado el sector.
Tal proceso reflexivo tiene el desafío de poner a la vista nítidamente el trabajo de rearticulación que se ha efectuado en la izquierda y los cambios acontecidos en el fondo popular, de tal suerte que las elaboraciones discursivas puedan dar paso a una visión sofisticada del país, capaz de abrir, de manera pertinente y persuasiva, caminos de sentido para las próximas décadas y ser parteras de una centroderecha renovada, a la altura de su tarea.
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Chiquilla catete
Una niña de siete años que fuma, que le oculta a su madre depresiva el hecho de faltar al colegio con bastante frecuencia para así poder desplazarse junto a su padre (D es un vendedor viajero), una muchachita catete que bebe ocasionalmente y que, además, posee un precoz, aguzado sentido comercial y una indesmentible vocación por la farsa. Estos son los rasgos distintivos de M, la peculiar protagonista y narradora de Kramp, novela refrescante con la que María José Ferrada debuta en el a veces lánguido panorama de la narrativa nacional.
El título del libro alude a la marca de artículos de ferretería que trapichea D de pueblo en pueblo, serruchos, martillos, clavos, picaportes y ojos mágicos que, dispuestos en conjunto, dan pie a una imagen de solidez un tanto ambigua: “Era improbable, y esto D lo repetía mirándose al espejo, que una casa construida en un 80% por ciento con productos Kramp se viniera abajo en caso de haber un terremoto o un tornado”. Aun así, M se las ingenia para construir un universo sólido en torno al catálogo de Kramp. Por ejemplo, cuando les explica a sus compañeros de curso “que lo que brillaba a lo lejos no eran estrellas, sino tachuelas de tres pulgadas con las que El Gran Carpintero lo había colgado todo del cielo. También a nosotros”.
Si bien narra desde una presumible adultez, M transmite con natural encanto, con notable efectividad, las pulsiones de una mente infantil pero despierta, las contradicciones de una disposición arbitraria pero generosa, y, sobre todo, el profundo valor de ciertos recuerdos sentimentales enmarcados sutilmente en un contexto que a ratos deviene en tragicómico. La expresión de la belleza en estado puro, el humor casual en apariencia y el control sobre el lenguaje son algunas de las herramientas que Ferrada maneja con precisión y esmero. Es por ello que Kramp consolida a una autora que entró al campo de la novela demostrando una inusual madurez y una envidiable soltura.
Las particularidades de un oficio exótico, diseminadas con astucia a lo largo del relato, constituyen un foco de interés permanente para el lector curioso. “A la familia de los vendedores viajeros a veces se unía un segundo tipo de parientes: los que buscaban viajes gratis”. Y el probable fin de una cofradía solidaria, vivaz, medieval en muchos aspectos, está recubierto con ese brillo inconfundible del dramatismo frío y seco: “Por eso habían decidido comprar el cargamento de revólveres. Como lo compraron completo, el dueño de la tienda de armas -un ex carabinero- les había hecho un buen precio. Todos los vendedores viajeros dispararían al unísono el día en que se cerrara el último negocio”.
Por momentos el relato de M da la impresión de ser una picaresca sustanciosa e intimista, eso hasta que, hacia el final de la novela, los elementos cómicos se difuminan por medio de un procedimiento que va sombreando el texto con una calculada opacidad, lo cual permite asumir un desenlace más bien serio. La transición de un ánimo a otro está dictada por un par de hechos que constatan la verdadera tragedia que esconden estas páginas: el deterioro de una conmovedora complicidad entre un padre y su hija, entre un padre “inconsciente”, en el decir de la madre, y la hija elevada a la gloriosa categoría de “ayudante de vendedor viajero”. Nunca está de más insistir en algo: la simpleza es un atributo fenomenal cuando se administra con naturalidad y talento. Aunque, claro, esto no constituye novedad alguna para la autora de Kramp.
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Mon Laferte: cuidar la voz
Demasiada ansiedad con Mon Laferte. De parte de su sello, que debe estar algo intranquilo con el tibio despegue que ha tenido La Trenza, su último disco de estudio; también de sus fans, que reclaman hasta porque no fue incluida en un premio donde no tenía por donde postular como el Pulsar (básicamente porque sus publicaciones estaban fuera de plazo), y de ella misma, que con escasa conciencia sobre aquello de “dosificar”, se lanzó con todo durante un show relativamente menor dentro de su agenda y se quedó sin voz para pasar gran parte de la última semana dando explicaciones en redes sociales y asegurando que era solo una bronquitis y que pronto iba a mejorar para cumplir con todos los compromisos que tiene por delante, incluidos su shows previstos en Chile para fines de junio (dos fechas en el Teatro Caupolicán ya agotadas).
Una señal de alerta que se veía venir con lo sofocada que se le vio en el Festival de Viña del Mar (abajo del escenario, para ser más preciso) y que fue el momento exacto donde la ex chica de Rojo se convirtió con absoluta justicia -hay que decirlo- en la artista de moda, esa que hoy todos quieren ver y escuchar.
Porque lo que se ha instalado en las últimas semanas con la mujer de Tu falta de querer es precisamente eso: una suerte de tensión ambiental respecto de cada uno de sus pasos. Una expectativa desmesurada con una mujer que está aprendiendo a administrar un éxito merecido, pero que aparentemente se le vino como un camión encima.
Volver como la hija pródiga y conquistar Chile, ese país que le dio la espalda y que tuvo que “abandonar” para seguir su sueño en el extranjero, también implica manejar de la mejor manera posible esto de convertirse en la estrella global a la que todos apuestan.
Y quizás eso es más importante que, por ejemplo, el rendimiento comercial que pudo haber tenido Amárrame, su dueto con Juanes: es decir, y como primera cosa en la lista, cuidar la voz. Descifrar qué tan grande quieres ser y qué precio estás dispuesto a pagar por eso. Pensar más en la canción que en la estrategia. Crecer sin perder la esencia y dejar que otros se ocupen de las ventas, las explicaciones y las postulaciones.
En breve, decidir el lugar que quieres ocupar. Sobre todo, cuando dejaste tantas cosas atrás para conseguir lo que siempre buscaste.
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June 8, 2017
¿Terrorismo?
DE TIEMPO en tiempo se vuelve a suscitar entre nosotros -a propósito de ataques incendiarios contra predios o camiones en La Araucanía-, la pregunta acerca de la naturaleza de tales crímenes. Específicamente, se plantea la duda de si ellos tienen (o no) un carácter terrorista.
La pregunta es importante desde el punto de vista penal, dado que, dependiendo de la respuesta, la legislación aplicable será diferente (la ley Antiterrorista o el Código Penal), y los procedimientos y las sanciones más, o menos, severas.
El problema, sin embargo, es que resulta sumamente difícil definir el concepto de “terrorismo”, al punto que una investigación detectó que los especialistas en la materia usan más de cien definiciones diferentes de este flagelo (Schmid y Jongman, 1988).
La expresión “terrorismo” apareció por primera vez en la edición de 1795 del “Oxford English Dictionary”, lo que sugiere que fue tributaria del “reino del terror” introducido en Francia por Robespierre, entre los años 1792 y 1794 (Greene, 2017). Más adelante, a comienzos del siglo XX, el vocablo se asoció a actividades violentas perpetradas por grupos anarquistas (particularmente asesinatos de políticos y empresarios). Luego, promediando el siglo pasado, se utilizó para calificar atentados con elementos explosivos realizados por grupos de ultraizquierda o separatistas en Europa. Finalmente, desde septiembre de 2001 ha sido el término más frecuente para rotular la violentísima acción de grupos fundamentalistas islámicos.
En este contexto, cabe revisitar la cuestión acerca de si los crímenes que algunos grupos mapuches cometen (como incendios de propiedades y de camiones o, incluso, el asesinato ocasional de agricultores), constituyen actos terroristas.
Como sucede en este tipo de cosas, muchas veces observadores externos suelen tener la cabeza más fría al momento de caracterizar con propiedad la situación en un país determinado. Por ello es útil revisar lo que el Departamento de Estado de los EE.UU. (un país que conoce el terrorismo de primera mano) sostiene respecto de la situación en La Araucanía.
Así, en su último reporte descarta que los crímenes y delitos que se cometen allí sean “terroristas”, caracterizando en cambio la situación de esta forma: “Elementos dentro de algunas comunidades Mapuche están involucrados en un conflicto sobre la tierra y los derechos indígenas en Chile. Individuos violentos y grupos de activistas que buscan reparación por agravios han quemado iglesias, casas y pastizales, y han atacado camiones, autobuses y equipos de cultivo y explotación forestal, causando destrucción de propiedades, lesiones e incluso muertes”. Coincidiendo con los EE.UU., el Comité de Derechos Humanos de la ONU ha expresado su preocupación por la aplicación de legislación antiterrorista a individuos Mapuche por actos que, aunque violentos (o incluso criminales), no ostentan el carácter de “terroristas”.
En todo caso, las apreciaciones de estos entes extranjeros e internacionales sobre la inexistencia de terrorismo en La Araucanía aparece confirmada por los cientos de miles de turistas (chilenos y extranjeros) que visitan la región cada año, lo cual sería sumamente extraño de ser esta una zona asolada por el terrorismo.
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El Labo B de la Historia
Cada vez que se celebra algún onomástico pareciera que supiéramos perfectamente de qué se trata. El 21 de mayo; el Natalicio de Bernardo O´Higgins; el 18 de septiembre, etc. Lo hemos escuchado tantas veces, pero ¿de qué se trata todo esto? ¿Acaso es realmente la historia oficial la verdadera historia? Sin intentar caer en los oscuros vericuetos de las teorías conspirativas, ¿no les ha sucedido, a veces, que escuchamos versiones distintas sobre los mismos temas? ¿Por qué celebramos el 21 de mayo el Día de las glorias navales, si ese día obtuvimos una profunda derrota? ¿Por qué recordamos año a año el día del nacimiento de O´Higgins si no fue él quien nos liberó del yugo español? ¿Por qué el 18 de septiembre de 1810 es considerado el Día de la independencia si, en realidad, tuvieron que pasar muchos años más para que pudiéramos tener un gobierno realmente autónomo e independiente?
Pareciera que existe un lado B de la historia, una historia oculta que no nos han querido contar. Se trata de verdades a medias. De una verdad escrita por algunos. Por aquellos que fueron los que pudieron imponer sus puntos de vista. Aquellos que fueron los vencedores por sobre otros que aparecen como los vencidos. Pero ¿qué significa realmente esto? Seguramente, hay personas a quienes les interesa mucho que las cosas sean de una determinada manera y no de otra. Pero, ¿por qué? Si pudieran escribir la historia a su amaño, lo harían. Pareciera que se tratara de algo casi personal. Sin embargo, de alguna manera, en mayor o menor medida, la historia verdadera, la que hemos heredado de nuestros padres y abuelos, la completa, con todas sus aristas, las que nos gustan y las que no nos gustan, reaparece cada cierto tiempo en el horizonte cercano de nuestra joven sociedad; o bien siempre ha estado ahí, al alcance de nuestras manos, frente a nuestras narices, para contemplarla directamente, palpable como el aire que respiramos.
Literalmente, cuando caminamos por las calles de una ciudad es posible apreciar esa verdadera historia. Muchas calles conservan el nombre que les fue dado desde los orígenes de la República. Muchos lugares llevan la denominación de algún acontecimiento que fue determinante y que sólo ocurrió en ese lugar y no en otro. Edificios, casas y parques tienen el nombre del personaje o la familia que eran sus dueños originales. Varios monumentos siguen estando ahí porque es muy difícil hacerlos desaparecer. No obstante, hay estatuas que han sido cambiadas de lugar o que permanecen en un deterioro ostensible, sin que nadie se preocupe de ellas. También hay calles que ya no mantienen sus nombres originales, como un intento de hacer desaparecer a los homenajeados. Algunos parques y plazas importantes han sido rebautizados, olvidándose en el devenir del tiempo su legítimo origen. Es un esfuerzo premeditado de cambiar la historia.
¿Sabía usted que el Parque O´Higgins originalmente se llamaba Parque Cousiño en honor a la familia que lo donó para el dominio público? ¿Sabía usted que O´Higgins nunca llevó el grado militar de capitán general ni menos el apelativo de Libertador? ¿Sabía usted que en el mismo lugar donde está el edificio del Banco Central de Chile se situaba la casa de la familia de Manuel Rodríguez, donde nació y se crió? ¿Sabía usted que en la mayoría de las plazas de todas las ciudades de Chile existen sólo tres bustos sistemáticamente colocados: el de O´Higgins, el de Prat y el de Carrera Pinto? ¿Sabía usted que la hermosa estatua de a pie de José Miguel Carrera, esculpida por el famoso escultor francés Auguste-Alexandre Dumont -autor de la estatua de Napoleón como César, que corona la Columna de la Plaza Vendome y del Génie de la Liberté sobre la columna de Julio, en la Plaza de la Bastilla- estaba emplazada en la ciudad de Santiago exactamente donde hoy se encuentra la del General San Martín?
Pero las cosas parece que han comenzado a cambiar. No se trata solamente del vertiginoso éxito de algunos libros como La Historia Secreta de Chile de Jorge Baradit, ni de Logia, de Francisco Ortega. Tampoco se trata de las apariciones recurrentes de algunos expertos historiadores en programas matinales, hablando en paneles formados al efecto cuando sucede algún acontecimiento que nos exige recordar algo. Ni menos de canales ni programas de televisión especialmente dedicados a la historia, como History Channel, Nat Geo o H2. De lo que se trata es que, de un tiempo a esta parte, la gente ha comenzado a interesarse más sobre conocer la historia de su país, de su generación y de su vida.
Queremos indagar la historia porque queremos comprender mejor los sucesos que nos han afectado directamente. Queremos saber acerca de la historia de Chile y de nuestro continente para no repetir los mismos errores que en el pasado cometieron los que nos antecedieron. Queremos conocer la historia para no olvidar nuestro pasado. Con seguridad, seguirán existiendo aquellos que deseen borrar con el codo la historia que se escribió con pluma sobre un papel, a partir de los grandes hechos que coronan la historia de nuestro continente americano. Y también los que consideren que poseen la capacidad privilegiada para interpretar, mejor que los demás, los acontecimientos históricos de los cuales otros, no ellos, han sido sus legítimos protagonistas.
Pero tendrán que convivir con aquellos otros, que no aceptaremos más que nos impongan una historia oficial por sobre otra que se ha difundido a través de la tradición oral de las familias, de generación en generación, y en la cual nuestros auténticos héroes, los que, como José Miguel Carrera y Manuel Rodríguez, dieron su vida por algo más sublime que la tendenciosa posteridad, cual es la causa de la patria y la libertad; construyeron desde sus cimientos nuestro país y aparecen ante nosotros, como si siempre hubieran estado ahí, enfrentándonos como fantasmas, evitando ser olvidados, como vigilantes eternos de nuestro propio promisorio futuro.
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Candidatos vacuos
Actualmente, abundan los candidatos para todos los gustos, hay buenos y malos candidatos en ese sentido, pero la duda es ¿Tenemos buenos políticos actualmente? Creo que no. En general, lo que hemos podido ver en los últimos días es que tenemos candidatos que caminan al filo de ser simples comediantes. Están más preocupados de las impresiones que generan en las diversas audiencias, pero no tienen interés en el sentido y fondo de lo que dicen o proponen mediante una fraseología trivial y muchas veces contradictoria.
El período pre presidencial nos está mostrando con crudeza que nuestro proceso político actual se ha tornado peligrosamente carnavalesco. Muchos de los candidatos parecen más sujetos estérilmente agitados que políticos apasionados y responsables, movidos por una finalidad objetiva. El hacer camino al andar, el pretender iluminar y purificar la política con santidad o juventud, o el decir que en realidad nada se sabe con certeza y que todo se verá en el proceso, responden a esa carencia políticamente peligrosa. Y es que como decía Max Weber en su famosa conferencia Politik als Berufen dictada en la universidad de Berlín un 28 de enero de 1919, no todo se arregla con pura pasión sino con mesura y responsabilidad.
¿Dónde está la razón de tal fenómeno bufonesco? No es solo lo que algunos llaman la oleada populista sino que la lógica política impulsada en los últimos años. En Chile, lo que podemos llamar la política de la vanidad tiene su origen en la concepción miope con respecto a la actividad política que se promovió públicamente bajo la idea de evitar las ideologías, la polarización y la politiquería. Pero sus promotores olvidaron que una política despolitizada, sin convicciones y en extremo tecnificada o cosista, nunca ha sido el mejor remedio contra la polarización y la sobre politización de la sociedad civil. Al contrario, solo propicia la exacerbación del clientelismo partidario, electoral y ciudadano a manos de los cazadores de votos y cargos. No debería extrañarnos entonces que, en Chile, el tamaño de la burocracia estatal y el número de ministerios y organismos se hayan ido acrecentando paulatinamente a medida que el fenómeno clientelar se acentuaba, bajo la excusa de dar más ayuda, seguridad y protección para los desposeídos. Bajo la pomada de Más estado se camufló la estructura de empleos burocráticos estatales con que los partidos políticos pagan las lealtades de sus adeptos. Así, en ese proceso, los cazadores de cargos cooptaron los partidos convirtiéndolos, tal como advertía Max Weber en su conferencia, en órganos totalmente desprovistos de convicciones cuyos «mutables programas son redactados para cada elección sin tener en cuenta otra cosa que la posibilidad de conquistar votos». Bajo este escenario, actualmente el demagogo en su sentido tradicional vuelve a operar bajo el prisma del homo videns. Su misión es atraer adeptos con carisma, buena dicción, simpatía. Nada más. ¿Programas, propuestas? Eso se ve después. Entonces, ahí están los candidatos atrapa todo sin mucho fondo hablando de iluminar la política, de candidaturas conceptuales, de que no son políticos, de que no están de acuerdo con lo que piensan, pero que se vanaglorian de su alta moral, de su pureza y sus buenas intenciones. Hablando a un todo que no es nada en realidad.
Frente a esto ¿A quién podemos considerar hoy un buen líder político actualmente en Chile? Para Weber, la política se hace con pasión, con vocación, pero no basta con eso, también se requiere responsabilidad. Ambas cosas son esenciales para hacer una buena política y ser un buen político. Y la responsabilidad no es solo cumplir la ley o pretender, retóricamente al fin y al cabo, ir más allá de ella para satisfacer a la masa o la propia vanagloria personal. También se requiere algo esencial, el temple para poder decir: aquí me detengo. Porque, tal como decía Weber en su conferencia, el político tiene que vencer diariamente a un enemigo muy trivial y demasiado humano, la falta de mesura frente a sí mismo.
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Nuevos tiempos, nuevas lecturas
A propósito del último Simce y de la baja en lectura en los hombres de II medio, resulta indispensable fomentar la lectura desde edad temprana, no importando si es en papel o con la ayuda de los dispositivos digitales. Así pues, evitamos centrarnos en la inconducente discusión de si son buenos o malos los aparatos electrónicos al momento de impulsar este hábito y más bien nos concentramos en cómo somos capaces de proponer nuevas formas de acercar a los estudiantes a la lectura.
Las nuevas tecnologías son una realidad que llegó para quedarse. En ese sentido, queremos llamar la atención con respecto a la necesidad del sistema escolar de adaptarse a la nueva manera de aprender de los jóvenes, muchos de ellos nativos de internet; estos estudiantes nos ponen en un gran reto que no podemos eludir. Si se entienden las tecnologías como un carril paralelo a la escuela, como un recurso aparte, estamos rehuyendo el desafío de los colegios de incorporar los dispositivos digitales de manera pedagógica, convirtiéndolos en un aporte para impulsar la lectura al interior de las salas de clases.
Leer, sin duda, es una posibilidad de descubrir, de ir más allá con la imaginación, de conocer otras realidades. Por eso, sumado a la asimilación de las nuevas tecnologías, es fundamental hablar del placer de la lectura, para que los estudiantes la perciban como una diversión, no como una imposición; apoyando a cada joven para que tenga un encuentro personal con la lectura, según su edad e inquietudes. De acuerdo con esto, tiene sentido la frase del escritor Jorge Luis Borges en cuanto a que el verbo leer, como el verbo amar y el verbo soñar, no soporta el modo imperativo.
Es un hecho que existe una tendencia a que los niños y jóvenes dejen de leer a medida que van creciendo, debido –entre otros factores– a que cada vez somos menos capaces de estimularlos a leer, por lo que resulta necesario ser más creativos y redoblar los esfuerzos para que crean que la lectura es algo importante para ellos, para su vida.
A su vez, no debemos desestimar la brecha de género al respecto. Las mujeres tienen mejores hábitos lectores que los hombres, lo cual se transforma en un factor protector para su desempeño en lectura. A partir de los Cuestionarios de Calidad y Contexto de la Educación, por ejemplo, observamos que un 42 % de los hombres de II medio solo lee “si se le obliga”, versus el 26 % de las mujeres; un 51 % de los hombres “no lee para entretenerse”, versus un 32 % de las mujeres; y que el 28 % de los hombres “le gusta que le regalen un libro”, versus el 54 % de las mujeres.
Por eso es fundamental que también los padres, sin estereotipos, se hagan parte del proceso de motivar la lectura en sus hijos, pues además de generar oportunidades de aprendizaje, les permite crear vínculos y desarrollar, adicionalmente, el pensamiento crítico, reflexivo y empático con el mundo.
En resumen, el impulso de la lectura es importante para incorporar nuevos conocimientos y para la transmisión intergeneracional de las bases que sustentan nuestra sociedad. Leer –independiente del formato: libro o dispositivo digital– no solo puede tocar la emoción misma, las fibras más íntimas de las personas, sino que revela mundos que de otro modo tal vez nunca conoceríamos. El esfuerzo entonces está en entender los nuevos tiempos, las nuevas lecturas. Lo anterior no es ficción, es una historia que estamos reescribiendo, todos.
La entrada Nuevos tiempos, nuevas lecturas aparece primero en La Tercera.
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