Sofía Olguín's Blog, page 31

April 21, 2011

Ama de casa (cuento gay)



AMA DE CASA


Nunca pensé que me transformaría en lo que soy ahora: una ama de casa. Mirame, estoy acá, con mi changuito lleno de frutas y verduras, haciendo la cola, esperando que me atiendan. Y te lo digo porque me parece raro estar acá, rodeado de viejas, rodeado de minas, tipas que hablan de lo que van a cocinar hoy a la noche con eso que están comprando. Ay, señora, cómo va a hacer tortas fritas con aceite, ¡las tortas fritas se fríen en grasa!

Soy una ama de casa. Soy una señora. Y ahora ya no me gusta mucho que digamos. Antes con Juanjo hacíamos las compras juntos, antes de que él tuviera que trabajar a la mañana. Y claro, no podemos venir a comprar a la tarde: ya se llevaron las peras maduras, ya no hay papas y solo quedan unas berenjenitas diminutas, y como a mí me gusta hacerlas rellenas, necesito berenjenas grandes. Les pongo carne picada, queso cremoso, morrones, huevos y cebollas de verdeo. Quedan riquísimas. Juanjo se come cuatro de un tirón. Y lo peor de todo…: a veces viene tan cansado que ni bien come, se acuesta y se duerme. Hace más de una semana que no tenemos sexo. ¡Más de una semana! Antes, cuando éramos aquella parejita encantadora de recién casados, eso era impensable. Vivíamos en un estado de calentura permanente. Pero ahora, después de casi siete años… no sé, como que el fuego se está apagando.

Espero conseguir trabajo pronto. Yo laburaba en Las Cañitas, en un restorán re pituco, pero con la crisis el restorán cerró y me quedé sin trabajo. Juanjo me dijo que me tomara un respiro, pero creo que este respiro ya está durando demasiado. Sino, mirame. Me faltan los ruleros y el lápiz labial...

Ahora, como Juanjo se lleva el auto, tengo que usar uno de esos carritos con ruedas horribles. Ya me aprendí todos los truquitos: poner las papas y las cebollas abajo, poner las uvas y las bananas arriba del todo para que no se aplasten...

Ay, no. ¡Yo sabía que tenía que haber venido más temprano! Ya no hay naranjas para jugo. A Juanjo le hago todas las mañanas un licuado de limón, pomelo, naranja y miel, que endulza más que el azúcar y es más nutritiva. Y si encuentro semillas de chía acá en el mercado, tuesto ciencuenta gramos y las agrego a la mezcla, justo antes de meter todo en la licuadora.

Quiero encontrar trabajo en otro restorán, pero lo complicado es el horario. Ya es la tercera vez que me llaman para trabajar de noche, y yo no quiero trabajar de noche. Cuando era joven lo hice y soporté menos de cinco meses.

Quiero muchas cosas. Ahora, por ejemplo, lo que más quiero es pegarles una patada a estas viejas que no saben cómo se preparan los champiñones a la crema y así hacer avanzar la fila.

Se me cae al piso la bolsa con la lechuga y uno de los empleados me la alcanza. Es alto, morocho, forzudo. Qué macho, Dios, qué macho… Bueno, si para venir a este mercado y contemplar a estos machos tengo que ser una señora… creo que me la voy a tener que bancar.




¡Un cuentito muy corto! Tiene un toquecito de realidad y un toquecito de humor. Espero que les haya gustado. Se me ocurrió hoy, en el mercado donde está nuestro personaje ;)

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Published on April 21, 2011 12:09