Nieves Hidalgo's Blog: Reseña. Rivales de día, amantes de noche, page 22

May 23, 2019

Un trocito de La bahía de la escocesa



LA BAHÍA DE LA ESCOCESA 
Salió del estanque, se sacudió como pudo, lo agarró por el collar y se encaminó hacia la casa hecho un basilisco, dejando tras él un reguero de agua e imaginando ya un buen rapapolvo para James, porque estaba seguro de que el maldito perro era suyo. Llegó al salón de donde procedían las conversaciones y empujó la puerta con tanto ímpetu que ésta rebotó contra la pared. 
—¡¿Quién demonios ha dejado este bichejo suelto?! —preguntó a voz en grito antes de darse cuenta de que la familia no estaba sola. 
Kim dio un bote en el asiento a la vez que se elevaba un coro de exclamaciones. 
—Mis sales... Mis sales... —pedía lady Eleonor, amenazando con desmayarse. 
Kimberly apenas reparó en el sujeto, salvo para darse cuenta de que estaba empapado. Lo que la alarmó era que aquel hombre sujetaba a su perro por el cuello. Se levantó de inmediato y le arrebató su mascota al energúmeno. 
—¡Deje a mi perro en paz, señor! 
Gresham, reponiéndose de la embarazosa certeza de que estaba haciendo el ridículo, fue todo ojos para ella. No era muy alta, tal vez un poco flaca, aunque su vestido hacía resaltar unas formas tan bien dibujadas que merecía un segundo vistazo. Lo hizo. Un cabello oscuro, rizado y unos grandes ojos azul nocturno que ya había visto antes la delataron. Así que ella era la honorable Kimberly Brenton, la hermana de Adam. La reacción lógica de un caballero hubiera sido disculparse ante todos, pero la animadversión que se adivinaba en aquellos iris y el modo en que protegía al chucho contra su pecho, como si temiera que él fuera a arrebatárselo, avivaron su furia porque aquel proyecto de perro le había hecho caer al estanque. 
—No debería dejar suelto a su ratón, señora. 
—Y usted debería aprender a tratar de modo más considerado a los animales —le respondió ella sin demora. 
Chris tardó bastante más de lo normal en reaccionar. Las complacientes risitas de sus hermanos, secundadas por la tos simulada de su amigo McPearson, le llegaron como una bofetada. Americana, había dicho Mortimer. Se escudó en ese punto para justificar su inmediata antipatía hacia ella. Con una profunda inspiración, asumiendo que ya se había puesto demasiado en entredicho, inclinó la cabeza hacia lady Alice. 
—Milady. Es un honor tenerla de nuevo en Braystone Castle─. La pobre mujer no salía de su asombro. Luego, dispensó toda su atención a Kimberly y ella dio un paso atrás sin poder remediarlo. Aquellos ojos grises... Hubiera jurado haberlos visto antes. Sin proponérselo, su mirada lo recorrió de pies a cabeza. Era un demonio dolorosamente guapo, reconoció, que dejaba en paños menores a los otros tres. Campanillas de peligro sonaron en sus oídos ante su momentáneo desconcierto. 
—¿Qué te ha pasado? —preguntó Darel, bailándole aún la sonrisa en la boca. 
—El chucho de la señora. Me he caído al estanque por no pisarlo. 
—¡Chucho!— A Kim se le atragantó el desdén—.Sultán no es ningún chucho, caballero. Es un perro de raza. 
—¿Sultán? —se burló Chris, soltando una carcajada—. Señora, nunca he oído un nombre tan ridículo para un ratón consentido. 
La voz de lady Agatha trataba de sobreponerse a la de lady Eleanor, que seguía pidiendo sus sales, aunque nadie le hiciera el menor caso, en un intento de quitar hierro al enfrentamiento. 
Curiosamente, Tommy, Darel y James se quedaron callados. ¿Desde cuándo Chris era tan desconsiderado con una mujer? 
—Lamento la interrupción y mis modos. —Se disculpó entonces Christopher, olvidándose de Kim—. Os veré más tarde, abuelas. Lady Alice. Ahora he de cambiarme... una vez más. Primero el barro y ahora el agua. —Chascó la lengua—. ¿Qué será lo siguiente? El día parece que promete. 
¡¡Abuelas!! ¡¡Barro!! Kim, que permanecía tiesa como una estatua, acababa de recordar dónde había visto antes aquellos ojos. En el camino. Sí, era el tipo al que habían estado a punto de arrollar. Se le fue el color de la cara y tuvo que buscar un punto de apoyo.
Sigue leyendo rxe.me/7XUPNVQ

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Published on May 23, 2019 00:22

May 21, 2019

Alma vikinga

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Published on May 21, 2019 03:47

May 19, 2019

Artículo: Los caminos, las carreteras, los mapas en la Regencia

Hay quien pensará que con decir simplemente que la protagonista iba de un sitio a otro, es suficiente para ponernos en situación. Pero yo, que siempre acabo liándome cuando busco datos para las novelas, necesito imaginarme los caminos y las carreteras por las que transitaban los carruajes de mis personajes. E investigando, investigando, he dado con John Cary, un cartógrafo inglés que seguro os va a interesar.
Nació en Corsley allá por el año 1754, y comenzó haciendo trabajos de aprendiz hasta que pudo abrir su propio negocio cuando contaba con veintinueve años. Su buen hacer consiguió que se ganara una inmejorable reputación, y sus mapas se convirtieron en una referencia para los viajeros.
Siete años después de abrir su negocio, el Director General de Correos le hizo un encargo muy especial: un itinerario pormenorizado de las carreteras inglesas y galesas. Ayudado por varios cartógrafos de su equipo, consiguieron realizar el trabajo en cuatro años, de modo que en 1794 se sacó a la luz el Nuevo itinerario de Cary. Contenía rutas de viaje, ya fuera por tierra o por mar, centrándose más en las medias distancias. Hubo una segunda edición más completa en 1817, que incluía datos de interés acerca de los lugares. Así que, el que piense que las guías modernas son un invento de nuestro tiempo, solo tiene que ver lo que consiguió este inglés durante esa época que nos enamora llamada Regencia.
He sabido que esta edición tenía, incluso, un mapa que se desplegaba, donde se podían encontrar todas y cada una de las carreteras existentes en Inglaterra y Gales (sin olvidar algunas de las que partían hacia Escocia), pero sin la pompa de otras obras anteriores en las que parecía primar el adorno. Un mapa no necesita de adornos en los laterales, necesita ser claro y capaz de indicar al viajero el camino correcto. Y así lo hizo Cary. Con un montón de detalles que le venían de maravilla a quienes se echaban a la carretera. Quiero decir que, según he leído, la guía de este inglés no solo indicaba las carreteras, distancias incluidas, sino que aparecían las distintas posadas que podían encontrarse en el itinerario (restaurantes y hoteles de ahora) y las que tenían servicio de alquiler de carruajes o caballos (nuestras gasolineras), trazado de los ríos y canales navegables. Según he podido averiguar, incluía incluso las salidas de barcos. Y para rizar el rizo, él y su equipo revisaban los caminos tomando nota de los cambios que se iban produciendo, estudiaban los errores que se pudieran haber cometido en las ediciones y los modificaban.
En la edición de 1819, Cary incluyó mapas de los alrededores de Londres, dibujados sin ornamentación, sencillos de entender, que era lo que el público requería. Por descontado, si una cliente era más pijín y lo quería coloreado, se le hacía, a mano, siempre que pagara el suplemento exigido.
Para terminar, os dejo algunas de las publicaciones de Cary:
Atlas de Inglés Nuevo y Correcto (1787)
Britannia de Camden (1789) - mapas para las ediciones 1789 y 1806
El compañero del viajero de Cary (1790)
Nuevos mapas de Inglaterra y Gales con parte de Escocia (1794)
Navegación interior; o Planes selectos de los varios canales navegables en Gran Bretaña (1795)
Un nuevo mapa de Escocia (1801)
Espero que os haya parecido interesante y que sirva para que, mientras leéis una novela de Regencia, podáis situaros mejor en el entorno de nuestros protagonistas.***Información obtenida, entre otros sitios, de https://regencyredingote.wordpress.com/
 
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Published on May 19, 2019 03:56

May 17, 2019

May 16, 2019

Recordando Alma vikinga

Si ya leíste Alma vikinga, te invito a leer este trocito para recordar conmigo esta novela. Y si aún no lo has hecho, espero que este aperitivo te invite a hacerlo.



ALMA VIKINGA 

—¡Por los cuernos de...! — bramó Ishkar abriendo los ojos. 
Quiso incorporarse y el dolor de la cabeza se tornó agónico, obligándole a dejarse caer de nuevo sobre las pieles. 
—Quédate quieto. 
Ishkar obedeció hasta que sintió remitir un poco la molestia. A través de los párpados entrecerrados vio que se encontraba al abrigo de una tienda de campaña. Goonan aplicó un paño sobre el pecho y él respingó, soltó otra maldición y apretó los dientes, retorciéndose sobre el camastro. 
—Quieto —gruñó el pelirrojo. 
—¿Qué demonios me estás haciendo? 
—Intento evitar que te desangres, pero me lo estás poniendo difícil. 
Ishkar se fijó entonces en la herida. Seguramente había perdido mucha sangre porque se encontraba tan débil como una criatura de pecho. 
—Quémala de una vez y acabemos. 
El pelirrojo cruzó la mirada con él un segundo y luego, sin una palabra, alargó la mano tomando la empuñadura de la daga que había mantenido entre las ascuas del fuego. Sin vacilar, aplicó la hoja candente sobre el corte. 
El cuerpo de Ishkar se tensó mientras cauterizaba la herida y se expendía por la tienda el desagradable olor a carne quemada. Para cuando Goonan terminó, había vuelto a desmayarse. Regresó al mundo de los vivos horas después. Había caído la noche y su segundo, sentado en el suelo, luchaba por no ceder al sueño. 
—¿Cuánto tiempo he dormido? 
La pregunta despabiló por completo al gigante pelirrojo que, de inmediato, se acercó a él. Su siempre severo rostro se distendió en una sonrisa complacida. 
—¿Cómo te encuentras? 
—Como si me hubiese pasado por encima toda la caballería. ¿Cuánto tiempo he estado inconsciente? 
—Tres días. 
—¡¡Tres días!! —Ishkar se incorporó de golpe y un dolor lacerante le atravesó el pecho—. ¡Condenación! 
—Parece que estás en plenas facultades — se echó a reír el otro—. Nunca he escuchado a un moribundo berrear de ese modo, así que, por fuerza, has de encontrarte mejor. 
—Búrlate encima. —Se dejó caer de nuevo—. ¿Cómo acabó la pelea? 
—Los ingleses huyeron como conejos. Y nosotros nos encontramos ahora a poca distancia de la ciudadela, que tomaremos en cuanto tú des la orden. 
—Están locos. ¿La viste? —Se incorporó apoyándose en un codo—. ¿La viste, viejo oso, o yo estaba soñando? 
—No soñabas. — Goonan escanció una copa de cerveza que le puso en la mano—. Era una mujer. 
—Era una chiquilla. 
—No tanto. 
—¡Por el caballo de Odín, Goonan! ¿Qué clase de pueblo es el que manda a las mujeres a la batalla? Pude haberla matado. 
La carcajada del pelirrojo retumbó en el silencio de la noche. 
—Fue ella la que casi nos obliga a preparar el ritual de tus funerales, muchacho. 
—Bueno... —Ishkar notó que le subía el sonrojo a la cara—. Me sorprendió. ¿Quién podía pensar que era una mujer, cuando manejaba la espada como una fiera? —Echó un vistazo a la expresión socarrona de su amigo y rio entre dientes—. Era una belleza. ¿Escapó? 
—De momento. Mientras trataba de sacarte de debajo de las pezuñas de tu propio caballo un tipo con cara de pocos amigos la montó tras él, poniéndola a salvo. 
La lona de la tienda se abrió y Erik entró envuelto en su capa de piel. Se quedó mirando a su hermano un largo momento y luego preguntó: 
—¿Cómo te encuentras? Faltó muy poco para que te matasen, hermano. 
—Faltó muy poco para que te pudieses proclamar líder, cierto —respondió él, mordaz. 
Erik apretó los puños a los costados y, aunque por sus ojos atravesó un relámpago de furia, acabó por cabecear sonriente. 
—Tu ironía habla de recuperación y yo, como el resto de los hombres, me congratulo de ello. Los habitantes de Moora aguardan a su conquistador. —Olvidándose de él, se dirigió a Goonan—. Los ingleses han enviado a un emisario. Viene en nombre de un tal Zollak. Parece que el sujeto quiere evitar más muertes y desea parlamentar con nosotros. Nos invita a que mandemos una representación a la ciudad. 
—No me fío de ellos — argumentó el pelirrojo. 
Ishkar se levantó obviando la molestia de la herida y salió de la tienda. A lo lejos, pudo ver las murallas de la ciudadela recortadas bajo la luz de la luna. 
—¿Dónde está ese emisario? 
—Atado como un buey hasta que decidas qué hacer con él. 
—Si nos avenimos a parlamentar, quiero tener en nuestro poder a un rehén. No pienso arriesgar la vida de ninguno de nuestros guerreros dejando que entren en esa ciudad como corderos. Un rehén de la familia de ese Zollak. Goonan, acompáñale. 
Volvió a la tienda y se tumbó, dejando que los otros cumpliesen sus órdenes. Le escocía la herida y volvía a dolerle la cabeza. Se quedó dormido evocando unos ojos azules, grandes e hipnóticos.
Sigue leyendo: rxe.me/T4HWVZW


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Published on May 16, 2019 00:06

May 14, 2019

Entrevista en Crazy Readers

Comparto con todos vosotros esta bonita entrevista que me han hecho en el blog Crazy Readers. Os dejo un trocito, pero para leerla entera pinchad aquí.
Queríamos agradecer a Nieves Hidalgo por regalarnos unos minutos de su tiempo para contestar alguna de nuestras preguntas. Muchísimas gracias.
·         Para aquellos que aún no te conozcan, que segurísimo que son muy pocos ¿Quién esNieves Hidalgo? ¿Cuándo comenzaste a escribir?
Pues soy una escritora más, que disfruta contando historias; llevo haciéndolo de modo profesional desde 2008, he conseguido buenas amigas y conocido estupendas escritoras. En realidad, comencé a escribir de adolescente, ya en el colegio hacía mis pinitos inventándome historias.
·         ¿Alguna manía confesable a la hora de escribir? ¿Sigues algún ritual?
Sigue leyendo...

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Published on May 14, 2019 10:10

May 12, 2019

Artículo: Historia y lenguaje del abanico


La historia del abanico se remonta a muchos, muchos siglos atrás. Tal y como demuestran antiguas pinturas y numerosos escritos, ya los egipcios utilizaban estos instrumentos no sólo para airearse, también para espantar insectos. Aquellos abanicos eran grandes, semicirculares, provistos de largas plumas y de mangos largos y fijos. 
Este mismo tipo de abanicos fueron utilizados en la Grecia clásica por las sacerdotisas para preservar los sagrados alimentos. En la antigua Roma también se adoptó esta costumbre y los esclavos romanos aireaban y protegían con ellos del calor, moscas y otros insectos a sus señores. La Iglesia católica en la Edad Media, hizo suya esta costumbre heredada de los romanos para aplicarla durante la liturgia cristiana utilizando estos instrumentos para proteger la Eucaristía de insectos y al oficiante del calor. 
Hablando ya de abanicos más pequeños, también en China su uso es milenario y lo utilizaban tanto hombres como mujeres. Se cuenta que llevar el abanico en un estuche y colgado en la cintura era signo de autoridad. Los japoneses, a su vez, lo utilizaban para saludar y en ellos colocaban los regalos que les eran ofrecidos. Para una mujer oriental era impensable acudir a cualquier parte sin su abanico, y hasta a los condenados al patíbulo se les hacía entrega de uno minutos antes de la ejecución. 
En Europa medieval hay constancia de abanicos hechos con plumas de pavo real, faisán, papagayo... sujetas estas a mangos de plata, oro o marfil y que constituían un comercio muy lucrativo. 
Centrándonos en el abanico plegable, parece ser que "el invento" procede de Japón. Según cuenta la leyenda, en el siglo VII, Tamba, un obrero japonés, inspirándose en las alas de los murciélagos creó uno al que llamó "Kawahori". Fabricó varios de estos ejemplares y como eran cómodos y de fácil manejo, su uso se fue extendiendo progresiva y masivamente. 
China, Japón, Persia, India y el resto de las culturas de la zona tienen documentado el uso de este tipo de abanicos. A partir del siglo XV, con los intercambios comerciales, llegaron a occidente traídos por portugueses, españoles, ingleses y holandeses (aunque según recientes estudios se cree que los primeros abanicos plegables fueron introducidos en Europa por los Jesuítas). 
En España la llegada del abanico cuenta con diferentes vías de entrada. Por una parte, hay constancia de su procedencia por vía islámica: En la Catedral de Pamplona hay una arqueta de marfil fechada en 1005 en la que se pueden distinguir figuras talladas que sostienen abanicos de diferentes formas. También las Crónicas mexicanas de Tezozomoe hablan de que el emperador Moctezuma regaló a Hernán Cortés varios abanicos cuando tuvo noticias de su desembarco. Por otro lado, se habla de los abanicos en el siglo XIV, en la Crónica de Pedro IV de Aragón, donde se cita como oficio ("el que lleva el abanico") de los nobles que acompañaban al rey. Sin embargo, es en el siglo XVII cuando se extiende su uso en nuestro país. Bajo la protección del conde de Floridablanca, se instaló en España el artesano francés Eugenio Prost y él fue el máximo productor de estos objetos, llegando a superar a Italia y Francia. Máximo exponente de la moda de entonces, los fabricaba de diferentes maneras en cuanto a color, formas, materiales y tamaños. En ese momento el abanico también era utilizado por los hombres, pues por aquellos días se usaban sin distinción de sexos. 
En las cortes europeas los abaniqueros franceses tenían gran fama. Se cuenta que el pintor español Cano de Arévalo, se encerró durante todo un invierno en su casa y se dedicó a pintar abanicos. Al llegar la primavera, hizo creer que llegaba a París provisto de una impresionante colección. Los vendió absolutamente todos y fue nombrado proveedor de la reina. 
En el siglo XVII los abanicos aparecen en Inglaterra, pero el varillaje de aquellos iba sujeto a un mango rígido, eran de gran tamaño, se adornaban con motivos diversos y estaban pintados por artistas de gran renombre. 
En Francia los introdujo la reina Catalina de Médicis que poseía una amplísima colección de abanicos de todo tipo (tenían, la mayoría de ellos, una rica empuñadura, en ocasiones con piedras preciosas incrustadas y los sujetaba a la cintura por una cadena de oro o plata) lo incorporó a su vestuario cuando asistía a grandes recepciones, lo que supuso una enorme difusión en las cortes de toda Europa. 
En la corte de Enrique III, también se hicieron muy populares, pues se tomó como ejemplo al Rey ya que hacía uso de ellos de manera regular. 
En el Renacimiento, el abanico vivió una época dorada. Isabel I de Inglaterra solía decir a sus damas que una reina sólo podía aceptar un regalo: el abanico, pues cualquier otro objeto era desmerecido. 
La verdadera época de esplendor aconteció durante los reinados de Luis XIV y Luis XV. Para cualquier gran señora de aquellos tiempos, el abanico era el complemento indispensable a su vestuario. En su fabricación se utilizaban materiales de lujo, desde piedras preciosas, oro y metales preciosos, hasta telas italianas (consideradas las más lujosas del mundo). Se pintaban acuarelas realizadas por los pintores más importantes del momento y sus varillas se fabricaban con oro, plata, nácar, carey, marfil... 
Por supuesto en Venecia ya se usaban los abanicos careta para asistir a los bailes de máscaras y carnavales. 
El siglo XVIII fue el siglo de la consagración y el triunfo del abanico. En Europa se fabricaban abanicos para todo tipo de usos imaginables. Los había para los lutos, pintados en blanco, negro y gris; de satén para las bodas; para usar en el salón o el jardín. También se encontraban los impregnados en perfume que al abanicarse desprendían su fragancia y servían para los largos paseos del verano. Llegaron también a fabricarse con pequeñas ventanitas o espejitos incrustados que permitían observar sin ser observados. 
Los abanicos desempeñaron un papel muy importante en la historia del coqueteo. "El lenguaje del abanico", que ya en los tiempos de los Tudor se desarrolló en Inglaterra, se hizo especialmente popular entre las mujeres victorianas de clase media-alta. 
Como veremos más adelante, el abanico tenía su propio lenguaje. Al amparo de un abanico se hacían confidencias y también era posible utilizarlo para dar ánimos a un pretendiente tímido. Una dama que se preciara no llevaba dos veces el mismo abanico a una fiesta. 
El escritor inglés del siglo XVI, Joseph Addison declaró: Los hombres tienen las espadas, las mujeres el abanico, y el abanico es, probablemente, un arma igual de eficaz. 
El escritor del siglo XVIII, Julio Janin, asombrado ante la versatilidad del abanico en manos de una mujer, dijo: "Se sirven de él para todo; ocultan las manos, o esconden los dientes tras su varillaje, si los tienen feos; acarician su pecho para indicar al observador lo que atesoran; se valen también de él para acallar los sobresaltos del corazón, y son pieza imprescindible en el atavío de una dama. Con él se inicia o se corta una historia galante, o se transmiten los mensajes que no admiten alcahuete". 
La reina Luisa de Suecia instituyó la Real Orden del Abanico. 
La reina Isabel de Farnesio dejó al morir una colección de más de mil seiscientos abanicos. 
La célebre cortesana Minón de Lenclós hacía pintar sus abanicos de las más ingeniosas maneras. Incluso tenía uno con pequeñas lentes con las que, a modo de lupa, conseguía acercar las imágenes. 
La Marquesa de Pompadour dio su nombre a una gama de abanicos de varillaje pintado. 
La reina María Antonieta los regalaba a sus más íntimas amigas. 
La Emperatriz Sisi, al rondar la edad de 40 años, no soportaba que nadie la fotografiara y siempre llevaba un gran abanico de cuero para cubrirse la cara si eso sucedía. 
La reina Catalina de Médicis podía perfumar sus abanicos para uso particular o incluso encargaba a sus perfumistas preparaciones especiales para ocasiones en las que necesitara sus efectos, pudiendo contener efluvios exquisitos o filtros y venenos misteriosos de los que conocía el secreto y tenía la experiencia según se dice. 
Los abanicos de pericón, de grandes dimensiones y realizados con la técnica de encaje de bolillos, fueron creados en el siglo XIX y se utilizaron sobre todo en el mundo de la danza, el flamenco y el teatro. 
En las tertulias de la Generación del 27, Lorca, Alberti, Cernuda... todos usaban abanico, por lo que este objeto se convirtió en un símbolo de intelectualidad. 
Hoy en día sólo queda en España una escuela-taller mundial de abanicos, está en Cádiz y exporta a todo el mundo. Los grandes artesanos y artistas se sitúan en Aldaya, en la Comunidad Valenciana. 
La Revolución Francesa y la aparición del "ridículo", el pequeño bolso puesto de moda por las señoras de la época en 1807, contribuyeron a la paulatina desaparición del abanico. Posteriormente, la creciente falta de funcionalidad en la vida más moderna del siglo XX, llevó al declive el uso de este instrumento como complemento femenino. 
No son muchos, pero existen unos pocos museos donde ver abanicos que son verdaderas joyas y obras de arte; a través de ellos podemos hacernos una idea de su evolución a lo largo de los años. 
Todavía hoy, algunas nostálgicas no pisamos la calle sin un abanico en el bolso. Para ellas y para todos, unas cuantas nociones sobre el que fue su lenguaje invisible, gestual y cifrado con el que expresar sentimientos o pasar contraseñas con todo tipo de finalidad en función de cómo fueran sus movimientos, posición o colocación: 
Abanicarse lentamente, o abrir y cerrar muy despacio el abanico: Estoy casada y me eres indiferente.
Abanicarse rápidamente: Te amo intensamente.
Cerrarlo despacio: Sí.
Cerrarlo de forma rápida y airada: No.
Abrir y cerrar el abanico rápidamente: Cuidado, estoy comprometida.
Dejar caer el abanico: Te pertenezco.
Abanicarse levantando los cabellos o mover el flequillo con el abanico: Pienso en ti, no te olvido.
Cubrirse con él del sol: Eres feo, no me gustas.
Apoyarlo sobre la mejilla derecha: Sí.
Apoyarlo sobre la mejilla izquierda: No.
Prestar el abanico al acompañante: Malos presagios.
Dárselo a su madre: Te despido, se terminó.
Dar un golpe con el abanico sobre un objeto: Impaciencia.
Sujetar el abanico abierto con las dos manos: Es mejor que me olvides.
Cubrirse los ojos con el abanico abierto: Te quiero
Cubrirse el rostro con el abanico abierto: Cuidado, nos vigilan.
Pasarse el abanico por los ojos: Lo siento, vete, por favor.
Cerrar el abanico tocándose los ojos: ¿Cuando te puedo ver?
Apoyar el abanico a medio abrir sobre los labios: Puede besarme.
Apoyar los labios sobre el abanico: Desconfianza.
Llevarlo en la mano izquierda: Deseo conocerte.
Moverlo con la mano izquierda: Nos observan.
Llevarlo o moverlo con la mano derecha: Amo a otro.
Ponerse en el balcón con el abanico abierto, salir al balcón abanicándose o entrar en el salón abanicándose: Saldré pronto.
Dejarse el abanico cerrado en el balcón, salir al balcón con el abanico cerrado, o entrar en el salón con el abanico cerrado: No saldré.
Arrojar el abanico: Te odio, o adiós, se acabó.
Presentarlo cerrado: ¿Me quieres?
Pasarlo sobre la oreja izquierda: Déjame en paz no quiero saber nada de ti.
Pasarlo sobre la oreja derecha: No reveles nuestro secreto.
Contar tocándolas o abrir cierto número de varillas: La hora para quedar en una cita dependiendo del número de varillas abiertas o tocadas. 


**Fuentes www.todoabanicos.com y http://alenar.wordpress.com

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Published on May 12, 2019 12:13

May 9, 2019

Un trocito de Brezo blanco

¿Te animas a leer un trocito de Brezo blanco?




BREZO BLANCO 

Josleen cabalgaba erguida, deseosa de volverse para mirar al rehén, pero temiendo volver a hacerlo. Cada vez que sus miradas se habían cruzado había notado que el corazón se le desbocaba sin remedio. Sucio o no, apenas cubierto por un kilt embarrado y una andrajosa capa, con una ceja partida y el rostro manchado de sangre, le resultaba atractivo. Además, tenía una musculatura que la impresionaba. 
Fantaseó imaginándole con ese dorado y largo cabello limpio de lodo y sangre. Su nariz era recta, su mentón denotaba autoridad y todo él gritaba poder. Barry estaba loco si creía que un hombre así podía ser un triste ladrón de ganado. Lo que más le llamaba la atención, sin embargo, eran sus ojos. Unos ojos como no había visto nunca otros: dorados. Ámbar líquido. Grandes, vivaces, inteligentes y fieros, orlados de espesas pestañas ligeramente más oscuras que su pelo. Y su boca, de labios gruesos... 
Le recorrió un escalofrío dándose cuenta de que estaba siendo víctima de pensamientos erráticos. Se enderezó sobre la silla y taconeó ligeramente los flancos del animal para alejarse hacia la cabecera del grupo. 
—Un ladrón de caballos. ¡Ja! 
Kyle se olvidó definitivamente de la muchacha cuando su montura pisó un desnivel del terreno y una punzada de dolor lo atravesó como una cuchillada. Maldijo entre dientes y prestó más atención al terreno que pisaban. 
Josleen intentaba olvidar que él cabalgaba detrás, pero le era imposible porque tenía la extraña sensación de estar siendo observada en todo momento. No resistió la tentación de comprobarlo y se volvió de repente. La mirada, mitad desdeñosa mitad irónica del rehén, la hizo enrojecer y volver a darle la espalda, sintiéndose como una jovencita pillada en falta. 
«¡Realmente tiene los ojos dorados!», se dijo. 
Unos ojos de hielo y fuego. 
Kyle era plenamente consciente de cada movimiento de ella y el hecho en sí acabó por irritarlo. Una mujer del clan McDurney. ¡Por toda la corte del infierno! Solo le faltaba sentirse atraído por una arpía de un clan enemigo. Tenía que dejar de observarla y pensar en el modo de salir de la degradante situación en la que se encontraba. 
Pero, por milésima vez, sus ojos volvieron a ella.
Sigue leyendo rxe.me/JFTIE00



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Published on May 09, 2019 00:57

May 7, 2019

Una preciosa reseña para Noches de Karnak

Os invito a leer la preciosa reseña que han hecho en el blog Crazy Readers. Desde aquí doy las gracias por las bonitas palabras que dedican a mi novela y también a mí. Os dejo un trocito como aperitivo, pero no dejéis de pasaros a leerla por el blog y de paso, echad un ojo a todo el contenido estupendo que tiene. Podéis hacerlo pinchando aquí.
En el momento que cogí el libro mis ojos se salieron de sus órbitas pues Egipto es uno de mis temas favoritos y es el ámbito de la historia y la arqueología que espero especializarme en un futuro (no muy lejano, espero... T.T). El libro me ha transmitido muchísimo. Con solo deciros que a las pocas páginas ya estaba llorando.
Nieves transmite muy bien los caracteres de los personajes, pero lo que más sorprende es el nivel del detalle. No puedo evitar repetirlo, porque gracias a eso me veo dentro de cada uno de las escenas.
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Published on May 07, 2019 08:24

May 5, 2019

Artículo: Monóculos, impertinentes, gafas...

Esta vez vamos a tratar de conocer un poco uno de los inventos más importantes de la Historia: los anteojos. Ese accesorio que en tantas ocasiones hemos visto usar a los protagonistas —ellos y ellas— de nuestras novelas, unas veces por necesidad y otras, simplemente, por coquetería, moda o sometiendo a escrutinio a alguien para ponerlo en su sitio. 
Según un artículo publicado por la revista Newsweek los anteojos son uno de los inventos más importantes de los últimos 2000 años. ¿Imagináis lo que sería la vida sin poder ver con claridad? La hipermetropía y más específicamente la presbicia, causada por lo general por el proceso de envejecimiento, tarde o temprano afectaba a todo el mundo. Personas activas y productivas de la sociedad tenían que dejar de trabajar, leer, escribir y de hacer infinidad de tareas manuales a una edad relativamente joven. Hasta alrededor del siglo XIII, a todas las personas que tenían problemas de visión sólo les quedaba resignarse. 
Según parece, en la época de los egipcios, griegos o romanos, no existían instrumentos visuales. Se dice que Nerón usaba una esmeralda para poder ver mejor las batallas de gladiadores (aunque también pudiera ser porque el color verde ayudaba a filtrar la luz del sol) y Cicerón se quejaba de que tuvieran que ser sus esclavos los que le leyeran los textos. Sí hay constancia, sin embargo, de que los antiguos griegos y romanos ya se dieron cuenta de que un recipiente esférico de cristal lleno de agua aumentaba las cosas y podía ser utilizado como lupa. 
La lente más antigua conocida fue encontrada en las ruinas de la antigua Nínive. Estaba hecha de cristal de roca pulida y medía alrededor de cuatro centímetros. 
En algún momento de los años 1000 y 1250 la tecnología comenzó a desarrollar las llamadas «piedras de lectura», que en realidad eran unas simples lupas. Las personas que tenían problemas de visión podía usar la «piedra de lectura» para ver mejor las palabras de una página. Las «piedras de lectura» eran unas esferas de vidrio cortadas por la mitad y pulidas que deslizadas a lo largo de una página iban ampliando el texto por el que se pasaban. 
El científico árabe Ibn Al-Haytham fue quien describió la función de la córnea y utilizando experimentales cristales y lentes, estudió el recorrido de la luz. Escribió un tratado que se hizo famoso en el mundo árabe (incluida España) y en toda Europa, y ese tratado fue la base sobre la que trabajaron los científicos hasta bien entrado el siglo XIII. Gracias a eso se produjeron lentes a nivel experimental, lejos, desde luego, de las gafas tal y como las conocemos hoy en día. 
Cuando Venecia atacó a Constantinopla en la Cuarta Cruzada, se hizo con la exclusividad de la fabricación de cristales, con los mejores artesanos y perfeccionó la técnica. Fue entonces cuando las fábricas de vidrio de Murano alcanzaron un prestigio sin precedentes. Allí se crearon los primeros anteojos de principios del siglo XIV. Tenían una lente convexa y monturas a base de madera, hierro, huesos, concha o cuero. Eran dos pequeñas lupas con las manijas remachadas entre sí en forma de uve invertida que podía apoyarse en el puente de la nariz. 
La primera mención específica a unos anteojos es un manuscrito italiano de 1289 donde el autor escribió: «Estoy tan debilitados por la edad que sin las gafas ya no sería capaz de leer o escribir. Es este un invento reciente para el beneficio de los pobres ancianos cuya vista se ha vuelto débil».
El nombre del inventor de los anteojos se desconoce. Fue en 1306, Giordano da Rivalto, un monje en Pisa, Italia, quien acuñó la palabra «occhiali» (anteojos) y su uso comenzó a extenderse por toda Italia y Europa. 
Se empezaron a fabricar en Inglaterra a partir del siglo XV, y en Alemania, Francia y Holanda en el siglo XVI. La representación pictórica más antigua de los anteojos la encontramos en un fresco pintado por Tommaso da Modena en 1352 en el que se muestra al cardenal Hugo de Provenza con un par de gafas. 
Las primeras gafas descubiertas hasta el momento se hallaron en 1953 durante las renovaciones de Kloster Wienhausen en el norte de Alemania bajo las tablas del suelo y datan de principios del siglo XV. 
Cuando Gutenberg inventó la imprenta alrededor de 1450, las gafas ya eran utilizadas por artesanos, monjes y estudiosos de la religión. Cuando los libros empezaban a estar al alcance de todos, la popularidad y las compras de gafas aumentaron considerablemente. A finales del siglo XV, los vendedores ambulantes de gafas eran una vista común en las calles de Europa Occidental. La demanda se disparó cuando después de 1665, nació el primer periódico, La Gaceta de Londres. 
Las gafas, tal y como las conocemos hoy en día, han experimentado una gran transformación desde su creación hace más de 800 años. Las gafas que se apoyan en la nariz y las orejas fueron inventados por un inglés llamado Edward Scarlett en 1727, pero no fueron considerados de moda, por lo que se utilizaban otros dispositivos. 
John McAllister abrió la primera óptica en América en Filadelfia en 1783, y hasta la guerra de 1812 importó todas las gafas que vendía en su tienda. Comenzó a producir sus propias gafas con monturas de oro y plata en 1815. Las lentes para la corrección del astigmatismo nacieron en los EE.UU. en 1828, cuando McAllister y su hijo John comenzaron a importarlas. 
El monóculo: 
Los monóculos aparecieron alrededor de 1720 y su uso se prolongó hasta alrededor de 1880 e incluso hasta ya entrado el siglo XX. Constaban de una sola lente ovalada o alargada con bordes en oro, plata, concha de tortuga... Algunas de las asas eran muy elaboradas e incluso podían tener compartimentos secretos. La manija a menudo podía girar para hacer más fácil establecer planos cuando se colgaba de una cadena. Dependiendo de las necesidades del propietario del monóculo podía llevar una lente de aumento o una lente correctiva. Las lentes las hacían los ópticos, pero eran los orfebres o joyeros los que proporcionaban los marcos. Aunque las lentes eran generalmente de tamaños estándar, ya fueran redondas u ovaladas, las asas podían tener diferentes longitudes. 
El monóculo parece ser un elemento inocuo que se habrían utilizado para ayudar a una persona que tenía problemas de visión, pero cuando se profundiza se descubre que era mucho más que eso. Eran los hombres de las clases altas los que usaban los monóculos como símbolo de estatus y modernidad. Quizá por eso se le confiere al monóculo esa aura de arrogancia. Se podía sostener el monóculo y mirar con curiosidad a la gente. Pero también fueron utilizados para mirar a otra persona como una forma de menospreciar e insultar. Según se cuenta, Beau Brummell usaba esa maniobra para mostrar desaprobación a alguien, y eso era desastroso para la imagen de esa persona en la alta sociedad. El monóculo también fue usado con asiduidad por las féminas de todas las edades. De hecho, los monóculos fueron usados por casi todo el mundo, desde los dandis de la clase alta, petimetres, aristócratas y ricachones, a joyeros, señores, señoras, militares... 
Después de la Primera Guerra Mundial, el monóculo cayó poco a poco en descrédito, su desaparición se apresuró sin duda por su asociación con los militares alemanes. El monóculo fue usado en los Estados Unidos tan solo por una minoría. 
Los impertinentes: 
Los impertinentes, dos lentes en un marco y con un mango lateral, fue un invento desarrollado en el siglo XVIII por el inglés George Adams. El marco y el mango por lo general eran adornados artísticamente, ya que eran utilizados sobre todo por las mujeres y en la mayoría de las ocasiones más como una pieza de joyería que como una ayuda visual. Los impertinentes fueron muy populares entre las damas que no querían usar gafas. Su uso se extendió hasta finales del siglo XIX. 
Quevedos: 
Los quevedos o en francés pince nez se cree que se impusieron alrededor de 1840 aunque ya eran conocidos desde la época de Carlos V, pero a finales de ese siglo adquirieron notoriedad tanto para mujeres como para hombres, existiendo una enorme variedad de estilos: pesados o delicados, redondos, ovalados... Generalmente pendían de una cinta, cuerda o cadena alrededor del cuello. Las damas solían llevarlos con una fina cadena de oro prendida al vestido. Tenían un clip de resorte entre las lentes. El clip, literalmente pellizcaba la nariz y mantenía las gafas delante de los ojos, permitiendo que ambas manos estuvieran libres. Aunque los quevedos permitían a la gente a usar sus manos, el pellizco constante era irritante y doloroso en el peor de los casos. 
Las gafas con lentes grandes y redondas montadas en marcos de concha de tortuga se pusieron de moda en 1914. Estas enormes gafas y los quevedos siguieron usándose en los años veinte. En los años treinta empezaron a venderse otros estilos de gafas. 
Las gafas de sol se hicieron muy populares a finales de los años 30. Las primeras gafas de sol fueron inventadas por los chinos en el siglo XII. Eran finas láminas de cristal de cuarzo ahumado, pulidas hasta dejarlas transparentes. Las gafas de sol aparecieron después en Italia en la década de 1700, hechas de cristal tintado y eran usadas por aquellos que querían proteger sus ojos contra el fuerte sol del Mediterráneo. Se realizaron por primera vez en Venecia. 
Sin embargo, las gafas de sol como las conocemos hoy, son una invención relativamente reciente. Se popularizaron en la década de 1910 y los años 20, y fueron usadas por las estrellas de cine para proteger sus ojos del resplandor de las luces de los estudios de grabación y el destello cegador del flash de las cámaras. 
Ya en 1845 Sir John Herschel sugirió la idea de las lentes de contacto, a pesar de que, evidentemente, no hizo nada al respecto. La primera lente que se puso en el globo ocular no se produjo hasta finales del siglo, cuando FE Muller, un fabricante alemán de ojos de cristal, colocó una lente protectora a un hombre cuyo ojo se vio afectado por el cáncer. El paciente llevó la lente hasta su muerte, veinte años más tarde, sin perder su visión. En Dr. A. Eugen Fick, un médico suizo, en 1887 publicó los resultados de experimentos independientes con lentes de contacto. En 1892 otros médicos y empresas ópticas en Europa colaboraron en el desarrollo de las lentes de contacto y en poco tiempo varias empresas comenzaron a especializarse en su fabricación. A principios de los años 40 había una gran variedad de lentes de contacto disponible: vidrio soplado, vidrio molido, vidrio moldeado, plástico y vidrio, y plástico. Todas eran aún relativamente grandes y no podían llevarse puestas durante largos períodos de tiempo. Con los años se fueron perfeccionando y adaptando la fabricación y los materiales. En 1964 más de 6 millones de personas solo en los Estados Unidos usaban ya lentes de contacto, el 65% de ellos eran mujeres.

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Published on May 05, 2019 08:01

Reseña. Rivales de día, amantes de noche

Nieves Hidalgo
Preciosa la que ha hecho Lady Isabella de Promesas de amor.

https://florecilladecereza.blogspot.c...
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