Nieves Hidalgo's Blog: Reseña. Rivales de día, amantes de noche, page 19
July 29, 2019
Artículo: Las calzas

Las damas de alta clase de nuestras historias, usaban medias de seda; las mujeres más pobres, de algodón. Pero unas y otras tenían esta prenda como una de las más importantes de su ropa interior, por mucho que, en ciertas épocas, ni siquiera pudiesen ser vista por los varones, porque era una indecencia. Pero no fueron, en sus inicios, prendas para las mujeres. Las medias son el producto final de otras, inventada mucho tiempo atrás: las calzas. ¿De dónde provienen las calzas? ¿Cómo eran? ¿Quién las usaba? Investiguemos un poco sobre ellas, ¿de acuerdo?
Lo primero que tenemos que saber es las calzas no fueron inventadas para que se las pusieran las mujeres, ni mucho menos. Se inventaron para uso del género masculino.
No todas eran iguales, pero las primera eran prendas de cierta elegancia que llegaban hasta las rodillas, unas veces cubriendo el pie y otras no. Se podían llevar ajustadas y holgadas, sencillas o acolchada, etc…. Muchas de ellas tenían dibujos de fantasía.
Los llamados zaragüelles, por ejemplo, eran unos calzones de origen andalusí, utilizados en España durante la Edad Media. Y los greguescos, que eran cortos y abombachados, se pusieron de moda en la Península durante los siglos XVI y XVII. Estos últimos seguro que los habéis oído nombrar en las novelas que transcurren en la época de Carlos I. Yo misma los nombro en Amaneceres cautivos y Destinos cautivos que, como sabéis quienes las habéis leído, son de ese tiempo. Puede que viendo a un caballero con este tipo de prenda os resulte ridículo, pero os aseguro que en aquel entonces era lo más de lo más y los pudientes las mandaban confeccionar de seda pura.
De aquellos calzones surgieron los leotardos, las polainas y los pantis.
Una curiosidad: en un principio, los calzones no eran confeccionados por los sastres, que hubiera sido lo lógico, sino por los zapateros. Primero no eran más que unas medias cortas, pero luego, al subir los bajos de las prendas, fueron alargadas hasta el nacimiento de las piernas y, posteriormente, hasta la cintura. Incluso algunas tenían adherida una suela, de ahí que las fabricasen los zapateros.
No todas eran de tela burda; se hacían de terciopelo, se bordaban, se les añadían cuchillas del mismo terciopelo, podían ser de seda, raso, tafetán o lana.
Dependiendo, además, de su confección, tenían distintos nombres. Os dejó alguno de ellos:
A la polaca, llevaban rayas transversales.Como siempre, espero que os haya resultado interesante este pequeño artículo.
A la sevillana, se ataban a la cintura y eran anchas.
Las bermejas solían utilizarlas los nobles del XIV
Estriberas, con tiras de cuero.
Las italianas solían ser de dos colores.
La más curiosa era la martingala que, según he sabido, tenían una correa en la entrepierna y se ataba por detrás y por delante.
Published on July 29, 2019 04:58
July 25, 2019
Un trocito de El mar en tus ojos
Una de piratas, pero en este caso, es ella la pirata. ¿La has leído ya?
EL MAR EN TUS OJOS
Nicholas asintió. Maldito fuera si le hacía ilusión capitanear un barco bajo el mando de Francis Drake, en un acto deliberado de guerra. Cierto era que el rey español llevaba tiempo atosigándoles —aunque hubiera sido mejor decir devolviendo los golpes—, y que el conflicto estallaría a no mucho tardar, pero Drake no le gustaba. No negaba que era un hombre con coraje que, desde que en 1577 Isabel le pusiese al mando de una expedición en el Pacífico, había conseguido logros notables, extendiendo su fama no solo en Inglaterra sino en el mundo conocido. Cuando regresó de aquella expedición en 1581, la Reina le otorgó el título de caballero en una ceremonia llevada a cabo a bordo de su barco, el Golden Hind.
Lo que Nicholas no soportaba era la faceta de Drake como traficante de esclavos.
—De todos modos —interrumpió Isabel sus pensamientos—, no es para capitanear el Rainbow por lo que os haya hecho llamar. Eso lo hará Bellingham.
—¿Entonces...? —preguntó intrigado.
—¿Habéis oído hablar de un barco llamado Melody Sea?
—No me suena el nombre, Majestad.
—Es una nave a las órdenes de un tal capitán Cook, un corsario con patente de Inglaterra.
—¿Qué sucede con él?
—Está atacando nuestros barcos.
—Pero si está bajo la protección de la Corona…
—Lo está. ¡Por todos los infiernos que lo está! —Golpeó con fuerza el brazo del sillón que ocupaba—. Sin embargo, nos ataca, despoja a nuestros navíos de su cargamento y se da a la fuga.
—¿Estáis segura de eso?
—¿Os lo estaría diciendo en caso contrario? Tengo cosas más importantes que hacer que prestar mis oídos a bulos. El último comunicado me ha llegado hoy mismo.
—¿Habéis ordenado su captura?
—Para eso os tengo a vos. Quiero que salgáis en su busca, que atrapéis a ese condenado capitán y me lo traigáis cubierto de cadenas.
—Aprovisionaré mi barco y...
—No, no, no. Nada de eso. Sé que podíais haceros a la mar en pocos días, pero no deseo una confrontación abierta.
—No sé si os comprendo, Majestad.
—Quiero un escarmiento ejemplar. Y un hombre solo, a veces, es capaz de conseguir lo que no puede un regimiento completo.
Los ojos grises de Russell se achicaron ligeramente, convirtiéndose en dos trozos de hielo.
—Permitid mi osadía, Majestad, pero esa misión la puede hacer un agente de campo.
—Os permito la osadía, sí, pero cumpliréis mis órdenes.
—¿Pretendéis acaso, Señora, que vaya solo a la caza de ese sujeto?
—Exactamente. Los informes que tengo dicen que fondea en la isla de Tortuga. Saldréis de Inglaterra en un barco mercante y buscaréis el modo de infiltraros en la tripulación de Cook.
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EL MAR EN TUS OJOS
Nicholas asintió. Maldito fuera si le hacía ilusión capitanear un barco bajo el mando de Francis Drake, en un acto deliberado de guerra. Cierto era que el rey español llevaba tiempo atosigándoles —aunque hubiera sido mejor decir devolviendo los golpes—, y que el conflicto estallaría a no mucho tardar, pero Drake no le gustaba. No negaba que era un hombre con coraje que, desde que en 1577 Isabel le pusiese al mando de una expedición en el Pacífico, había conseguido logros notables, extendiendo su fama no solo en Inglaterra sino en el mundo conocido. Cuando regresó de aquella expedición en 1581, la Reina le otorgó el título de caballero en una ceremonia llevada a cabo a bordo de su barco, el Golden Hind.
Lo que Nicholas no soportaba era la faceta de Drake como traficante de esclavos.
—De todos modos —interrumpió Isabel sus pensamientos—, no es para capitanear el Rainbow por lo que os haya hecho llamar. Eso lo hará Bellingham.
—¿Entonces...? —preguntó intrigado.
—¿Habéis oído hablar de un barco llamado Melody Sea?
—No me suena el nombre, Majestad.
—Es una nave a las órdenes de un tal capitán Cook, un corsario con patente de Inglaterra.
—¿Qué sucede con él?
—Está atacando nuestros barcos.
—Pero si está bajo la protección de la Corona…
—Lo está. ¡Por todos los infiernos que lo está! —Golpeó con fuerza el brazo del sillón que ocupaba—. Sin embargo, nos ataca, despoja a nuestros navíos de su cargamento y se da a la fuga.
—¿Estáis segura de eso?
—¿Os lo estaría diciendo en caso contrario? Tengo cosas más importantes que hacer que prestar mis oídos a bulos. El último comunicado me ha llegado hoy mismo.
—¿Habéis ordenado su captura?
—Para eso os tengo a vos. Quiero que salgáis en su busca, que atrapéis a ese condenado capitán y me lo traigáis cubierto de cadenas.
—Aprovisionaré mi barco y...
—No, no, no. Nada de eso. Sé que podíais haceros a la mar en pocos días, pero no deseo una confrontación abierta.
—No sé si os comprendo, Majestad.
—Quiero un escarmiento ejemplar. Y un hombre solo, a veces, es capaz de conseguir lo que no puede un regimiento completo.
Los ojos grises de Russell se achicaron ligeramente, convirtiéndose en dos trozos de hielo.
—Permitid mi osadía, Majestad, pero esa misión la puede hacer un agente de campo.
—Os permito la osadía, sí, pero cumpliréis mis órdenes.
—¿Pretendéis acaso, Señora, que vaya solo a la caza de ese sujeto?
—Exactamente. Los informes que tengo dicen que fondea en la isla de Tortuga. Saldréis de Inglaterra en un barco mercante y buscaréis el modo de infiltraros en la tripulación de Cook.
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Published on July 25, 2019 11:41
July 22, 2019
Artículo: Los guantes

Otra prenda que aparece constantemente en las novelas de época y que es interesante, por su evolución a lo largo del tiempo.
Una de las muchas leyendas cuenta que Afrodita, la diosa del Amor en la Mitología griega, iba persiguiendo a Adonis, que era muy hermoso, por el bosque. Sin querer, se hirió las manos con espinas y las tres Gracias, escuchando su llanto, fueron a ayudarla y, uniendo tiras delgadas de suave tela, envolvieron las manos de la diosa.
Es una leyenda, claro. Pero los que habitaban las heladas estepas del norte, debido a las bajas temperaturas, empezaron a usarlos para protegerse del frío y evitar que se les congelaran las manos. Los etruscos los utilizaban y en la época de los egipcios eran considerados como un atributo exclusivo del faraón.
En tiempos de los romanos, se confeccionaban con algunas láminas de plomo en el interior, de modo que, al ser utilizados en los combates pugilísticos, el golpe al adversario resultaba más efectivo.
Todas sabéis que, en la Edad Media, los caballeros incluían los guantes en su equipo de batalla. No podía haber armadura completa sin ellos porque les protegía de los golpes y del roce constante de la espada. Cuando se llevaba a cabo una investidura de caballero, al ser presentados ante el señor feudal o ante el rey, los guantes eran parte esencial, un signo que, al ser entregado, ennoblecía al que era investido.
Pero durante ese tiempo, eran de uso exclusivo de los varones, a las damas no se les permitía llevarlos. No, no nos sirve el ejemplo de Juana de Arco. Como en tantas otras cosas, las mujeres siempre fuimos a la zaga.
El guante no solo era símbolo de caballero, también de recibir algún encargo importante que llevar a cabo por mandato de un superior.
Y, por descontado, si un hombre abofeteaba a otro con su guante, el duelo estaba servido. El retado, si no quería quedar como un cobarde delante de todos, no tenía más que aceptar batirse con la persona a la que, supuestamente, acababa de ofender. De ahí lo de “recoger el guante”.
¿Cuándo empezaron las mujeres a utilizarlos? Pues más o menos sobre el IX. Los fabricantes, que no eran tontos, se dieron cuenta de que las damas podían también proteger sus manos de las inclemencias del tiempo, o por simple coquetería, y empezaron a confeccionarlos de distintos materiales. Usaron piel de animales como el conejo, el cordero o la cabritilla, entre otros. Las más adineradas, sin embargo, querían distinguirse y pidieron otro tipo de material, por lo que se hicieron de marta, nutria, lobo o zorro. Por descontado, las de más alta clase añadieron a los guantes piedras preciosas, encajes o perlas. Y durante los siglos XII y XIII se podían adquirir incluso perfumados con varias sustancias como el azahar o las rosas. A veces, un juego de guantes costaba una verdadera fortuna.
La Iglesia no se resistió a esta moda, aunque los guantes litúrgicos iban engalanados con cruces o signos de culto.
En la época que nos gusta elegir para nuestras novelas románticas, las ladies solían usarlos, a veces, de la misma tela del vestido, haciendo juego. Y no admitían tocar a un hombre sin el guante puesto porque resultaba algo indecoroso.
Yo reconozco que, de haber vivido en ese período de tiempo, lo habría pasado mal; soy incapaz de ponerme guantes y, si alguna vez me ha dado por ahí, algo se me ha caído de las manos. Y es que ya lo dice el dicho: gato con guantes, no caza.
Ojalá os haya entretenido este artículo.
Published on July 22, 2019 04:46
July 18, 2019
Luna de Oriente, ¿la has leído?
De esta novela me hablan muchas lectoras últimamente. Supongo que más de una la acaba de descubrir. Si no la has leído, te pongo este trocito para incitarte a ello.
LUNA DE ORIENTE
Cuando Kemal avanzó hacia ella, sintió el miedo. Se levantó de un salto y arrebató a Umut la daga que colgaba de su costado. Absortos como estaban en tantas emociones, nadie tuvo capacidad de reaccionar. Con ella en la mano se aprestó a la defensa. Un grito múltiple se expandió por el salón. Christin tenía los ojos tan abiertos que casi se le salían de las órbitas. Le temblaba el cuerpo y su mano apenas era capaz de sostener la pesada daga. Pero Kemal no veía en su mirada ni una pizca de remordimiento, sino un furor retador y para él, los desafíos siempre resultaban un acicate. Umut se adelantó hacia ella, pero Kemal le hizo una seña para que se apartara.
—Suelta eso —le ordenó.
Ella negó en mudo gesto y captó con el rabillo del ojo el movimiento de los eunucos que la rodeaban. En cualquier momento podían atravesarla con sus cimitarras curvas.
—No seas idiota —afirmó Kemal—. Suéltalo antes de que tu cabeza ruede por las baldosas.
—Antes de que eso pase, milord —mordió las palabras—, te llevo por delante.
Una curva cínica se estiró en los labios de él. Estaba armada, ¿no? Podía atravesarle el corazón. Sabía cómo pelear con los gitanos. No era la primera vez que tenía que defender a sus gentes siendo atacados sus campamentos por desaprensivos que querían robarles y violar a sus mujeres. ¡Sí, condenación! Sabía usar el arma y ahora mismo ansiaba poder marcarle el rostro, seccionar su corazón en pedacitos.
—Umut, perderás la lengua por dejarte arrebatar la daga —dijo Kemal, para distraerla.
Se lanzó hacia Christin y ella, conteniendo el aire en sus pulmones, rasgó el aire sin pensarlo, pronta a su defensa. Alguien gritó. Un segundo después en el brazo derecho de Kemal se dibujó una fina línea de sangre y una docena de manos la atrapaban, retorcían su muñeca y ella perdía su arma. Asieron su melena con fuerza hacia atrás y percibió el brillo mortal de una cimitarra sobre ella.
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LUNA DE ORIENTE
Cuando Kemal avanzó hacia ella, sintió el miedo. Se levantó de un salto y arrebató a Umut la daga que colgaba de su costado. Absortos como estaban en tantas emociones, nadie tuvo capacidad de reaccionar. Con ella en la mano se aprestó a la defensa. Un grito múltiple se expandió por el salón. Christin tenía los ojos tan abiertos que casi se le salían de las órbitas. Le temblaba el cuerpo y su mano apenas era capaz de sostener la pesada daga. Pero Kemal no veía en su mirada ni una pizca de remordimiento, sino un furor retador y para él, los desafíos siempre resultaban un acicate. Umut se adelantó hacia ella, pero Kemal le hizo una seña para que se apartara.
—Suelta eso —le ordenó.
Ella negó en mudo gesto y captó con el rabillo del ojo el movimiento de los eunucos que la rodeaban. En cualquier momento podían atravesarla con sus cimitarras curvas.
—No seas idiota —afirmó Kemal—. Suéltalo antes de que tu cabeza ruede por las baldosas.
—Antes de que eso pase, milord —mordió las palabras—, te llevo por delante.
Una curva cínica se estiró en los labios de él. Estaba armada, ¿no? Podía atravesarle el corazón. Sabía cómo pelear con los gitanos. No era la primera vez que tenía que defender a sus gentes siendo atacados sus campamentos por desaprensivos que querían robarles y violar a sus mujeres. ¡Sí, condenación! Sabía usar el arma y ahora mismo ansiaba poder marcarle el rostro, seccionar su corazón en pedacitos.
—Umut, perderás la lengua por dejarte arrebatar la daga —dijo Kemal, para distraerla.
Se lanzó hacia Christin y ella, conteniendo el aire en sus pulmones, rasgó el aire sin pensarlo, pronta a su defensa. Alguien gritó. Un segundo después en el brazo derecho de Kemal se dibujó una fina línea de sangre y una docena de manos la atrapaban, retorcían su muñeca y ella perdía su arma. Asieron su melena con fuerza hacia atrás y percibió el brillo mortal de una cimitarra sobre ella.
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Published on July 18, 2019 11:35
July 15, 2019
Esos pianos de nuestras novelas

La cítara, palabra en español (qath‧róhs en arameo) se puede considerar que fue el primer piano, data nada menos que de la Edad de Bronce, y es originario del sudeste de Asia y de África. Era uno de los instrumentos de la orquesta de Nabucodonosor. Constaba de unas cuerdas tirantes colocadas sobre una tabla, que la persona que lo tocaba hacía vibrar, ya fuese con los dedos o algún otro objeto punzante. Podía sostenerse sobre las rodillas o ponerse sobre una mesa, para mayor comodidad. Hay verdaderas obras de arte con maravillosas pinturas sobre la madera.
El monocordio tenía una sola cuerda, pero una caja de resonancia. Curiosamente, he sabido que este instrumente fue utilizado por Pitágoras para su estudio sobre los intervalos musicales, y por Euclides, para sus estudios de geometría.
El salterio, cuya forma era trapezoidal, fue el instrumento que dio paso a los clavecines, empezados a construir durante el Renacimiento, en los siglos XV y XVI. Domenico Scarlatti, nacido en 1685 en el Reino de Nápoles, a quien nombro en una de mis novelas, y contemporáneo de Batch, compuso hermosísimas sonatas. Ya en el siglo XVIII, William Croft inauguró la etapa barroca de este instrumento en Inglaterra, alcanzando entre 1712 y 1759, su máxima difusión, comenzando después su ocaso porque los compositores están más interesados en componer para el pianoforte. El clavecín volvió a ponerse de moda a finales del XIX y principios del XX gracias a la polaca Wanda Landowska, que lo impulsó hasta el punto de conseguir que compositores del momento volvieran a crear obras para este instrumento. Incluso Falla compuso un “Concierto para clave”, que ella estrenó en 1926.
El Escaque es muy poco conocido, pero existen referencias de él en el siglo XIV y, posiblemente, proviene de Inglaterra. Es un clave vertical, podríamos decir un órgano de mano, que solía utilizarse para acompañar a las danzas que se ejecutaban en grandes salones.
El clavicordio adornó muchas de las salas desde los siglos XVI al XVIII. No se utilizaba para conciertos por la poca intensidad de su sonido, pero en las casas de los que podían permitírselo, era casi imprescindible a la hora de llevar a cabo reuniones y fiestas. Partiendo de este instrumento, los italianos idearon el pianoforte, posiblemente el que más aparece en nuestras novelas de época, y que consiguió desplazarlo por completo.
El pianoforte pues, está entre el clavicordio y el piano que conocemos actualmente, y se le atribuye a Bartolomeo Cristofori, nacido en Padua. He leído que estuvo contratado como conservador instrumental por Fernando II de Médici. No se sabe a ciencia cierta el año en que se fabricó el primero, pero según algunos datos fue alrededor del 1700.
No he querido extenderme mucho ni dar demasiados nombres de compositores, pero con estos pocos datos podemos situarnos en el tiempo y espero, como siempre, que os haya resultado entretenido.
Published on July 15, 2019 10:45
July 13, 2019
Trilogía Los Gresham
Published on July 13, 2019 04:27
July 11, 2019
Un poquito de Lobo
Si aún no habéis leído esta novela, os invito a leerla, y si fuiste de las que compartiste conmigo esas noches en las que os hice partícipes del borrador que estaba escribiendo (¡gracias por los buenos ratos que pasamos!), y crees que ya conoces la historia, te invito a que la leas de nuevo y veas los múltiples cambios que hice.
LOBO
Michelle sintió un nudo en la boca del estómago cuando vio los ojos del bandolero clavarse como dagas en su tío. Parecía temible, era cierto, pero ni por asomo se acercaba a lo que aquellas dos gallinas cluecas le habían contado. ¿Horrible? A pesar de no poder ver su rostro, su estampa era magnífica. Empuñaba indolentemente un par de pistolas, evidentemente cargadas, y parecía encontrarse a sus anchas, como si la casa le perteneciera.
—¿Qué ha pasado con los hombres de la guardia? Michelle se mordió los labios apenas hizo la pregunta. Todas las miradas se volvieron hacia ella, aunque la joven no tuvo ojos más que para aquellas pupilas oscuras e inquietantes que la devoraron. No pudo reprimir que le temblaran las rodillas al verle avanzar hacia ella y retrocedió un paso. Él se le acercó tanto que hubo de alzar la cabeza para mirarlo de frente.
—Alguien que piensa en los demás —dijo Lobo, con un atisbo de sarcasmo en la voz, arrastrando las palabras—. ¿Quién es usted, joyita?
Su ironía irritó a Michelle, dándole nuevos bríos. Había sucumbido al miedo y a la angustia mientras escapaba de Francia, se había dejado arrastrar por el pánico cuando las detuvieron, a ella y a Claire, a punto de tomar el barco, aunque por fortuna habían podido seguir adelante bajo sus falsas identidades. Desde ese día, se había jurado que nunca más se dejaría amedrentar, que no habría hombre o mujer capaz de hacerla sentirse nuevamente como un gusano. Y se encrespó como un gallo de pelea.
—¿Y usted?
Lobo se quedó mirándola. Bajo el pañuelo que cubría sus facciones, cruzó una sonrisa divertida que ella no pudo ver. Sus ojos oscuros brillaron como los de un gato, alzó una mano armada y acarició el mentón de la joven con el cañón de la pistola. Ella tragó saliva pero no se permitió retroceder de nuevo ni apartó su mirada.
—Por aquí, preciosa, todos me llaman Lobo.
—¿Y esos hombres qué son? ¿Su jauría?
A Silvino le sobrevino un ataque de risa, Cosme tosió, Zoilo puso los ojos en blanco... y Lobo se acercó más a ella.
—Eso es, hermosura.
—Para usted, mademoiselle de Clermont.
Cosme volvió a toser.
—Noto un ligero acento... mamoselle de Clermont.
—Mademoiselle —le corrigió—. Soy francesa.
—Francesa, ¿eh? —Lobo se rascó el lóbulo de la oreja con el cañón del arma—. ¡Vaya! He oído decir que las mujeres francesas son muy ardientes. ¿Es eso cierto, preciosa?
Doña Esperanza lanzó una exclamación y doña Laura un ahogado «Dios mío». Michelle, sin embargo, permaneció erguida y solamente dejó traslucir su incomodidad al apretar los dientes. A pesar de la peligrosa situación en la que se encontraba, no se lo pensó dos veces y lo abofeteó con ganas.
Sigue leyendo rxe.me/IF3XOUM

LOBO
Michelle sintió un nudo en la boca del estómago cuando vio los ojos del bandolero clavarse como dagas en su tío. Parecía temible, era cierto, pero ni por asomo se acercaba a lo que aquellas dos gallinas cluecas le habían contado. ¿Horrible? A pesar de no poder ver su rostro, su estampa era magnífica. Empuñaba indolentemente un par de pistolas, evidentemente cargadas, y parecía encontrarse a sus anchas, como si la casa le perteneciera.
—¿Qué ha pasado con los hombres de la guardia? Michelle se mordió los labios apenas hizo la pregunta. Todas las miradas se volvieron hacia ella, aunque la joven no tuvo ojos más que para aquellas pupilas oscuras e inquietantes que la devoraron. No pudo reprimir que le temblaran las rodillas al verle avanzar hacia ella y retrocedió un paso. Él se le acercó tanto que hubo de alzar la cabeza para mirarlo de frente.
—Alguien que piensa en los demás —dijo Lobo, con un atisbo de sarcasmo en la voz, arrastrando las palabras—. ¿Quién es usted, joyita?
Su ironía irritó a Michelle, dándole nuevos bríos. Había sucumbido al miedo y a la angustia mientras escapaba de Francia, se había dejado arrastrar por el pánico cuando las detuvieron, a ella y a Claire, a punto de tomar el barco, aunque por fortuna habían podido seguir adelante bajo sus falsas identidades. Desde ese día, se había jurado que nunca más se dejaría amedrentar, que no habría hombre o mujer capaz de hacerla sentirse nuevamente como un gusano. Y se encrespó como un gallo de pelea.
—¿Y usted?
Lobo se quedó mirándola. Bajo el pañuelo que cubría sus facciones, cruzó una sonrisa divertida que ella no pudo ver. Sus ojos oscuros brillaron como los de un gato, alzó una mano armada y acarició el mentón de la joven con el cañón de la pistola. Ella tragó saliva pero no se permitió retroceder de nuevo ni apartó su mirada.
—Por aquí, preciosa, todos me llaman Lobo.
—¿Y esos hombres qué son? ¿Su jauría?
A Silvino le sobrevino un ataque de risa, Cosme tosió, Zoilo puso los ojos en blanco... y Lobo se acercó más a ella.
—Eso es, hermosura.
—Para usted, mademoiselle de Clermont.
Cosme volvió a toser.
—Noto un ligero acento... mamoselle de Clermont.
—Mademoiselle —le corrigió—. Soy francesa.
—Francesa, ¿eh? —Lobo se rascó el lóbulo de la oreja con el cañón del arma—. ¡Vaya! He oído decir que las mujeres francesas son muy ardientes. ¿Es eso cierto, preciosa?
Doña Esperanza lanzó una exclamación y doña Laura un ahogado «Dios mío». Michelle, sin embargo, permaneció erguida y solamente dejó traslucir su incomodidad al apretar los dientes. A pesar de la peligrosa situación en la que se encontraba, no se lo pensó dos veces y lo abofeteó con ganas.
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Published on July 11, 2019 11:30
July 8, 2019
Artículo: Armas y armaduras. Justas y torneos

Cada época suele caracterizarse por un armamento propio que forma parte de sus circunstancias históricas, culturales y tecnológicas. Si bien es cierto que nos centraremos en las armas europeas, no podemos dejar de comentar la excelente calidad de las armas orientales, cuya metalurgia, infinitamente superior a la del viejo continente, hasta el siglo XVI influyó sobremanera en nuestra técnica gracias a las piezas traídas por los cruzados a lo largo de los siglos XII y XIII.
Echemos una mirada al armamento y vestimenta que se usaba a lo largo de los siglos XI, XII y XIII.
La vestimenta: Formada por eslabones circulares cuyos remates estaban forjados y el tejido urdido de forma tal que cada eslabón enlazaban con los otros cuatro, la cota de malla de hierro o loriga, tenía mangas tres cuartos y llegaba hasta las rodillas. Estaba abierta por delante y por detrás para facilitar los movimientos y proteger los muslos del hombre montado a caballo. A veces se complementaba con perneras, aunque el uso de estas se generalizó un poco más tarde.
Para proteger la cabeza se usaba un capuchón de malla que podía recubrirse o no con el casco. Este era semiesférico y estaba reforzado con bandas entrecruzadas. Era frecuente una pieza para proteger la nariz.
El escudo, lanceolado o redondo -usado este último más frecuentemente por la infantería-, era de madera forrada de cuero y a menudo reforzado con hierro. En esta época ya se comienza a proteger al caballo por medio de una gualdrapa acolchada.
A comienzos del siglo XII las mangas de la loriga se alargan y se rematan por manoplas. Las calzas se generalizan y el borde superior del escudo lanceolado se vuelve rectilíneo para mejorar la visibilidad. También es en esta época cuando aparece el tejido de escamas metálicas, aunque nunca llegó a tener la popularidad de la malla. Se adopta el uso de una sobreveste para proteger la armadura del sol y la lluvia (se atribuye esta moda a los cruzados) y posteriormente servirá para llevar la heráldica. Entre la infantería es frecuente el uso de una armadura ligera de cuero con remaches, o de tela acolchada.
Durante el siglo XIII hace su aparición el yelmo que reposa sobre los hombros, y también un cubrecabeza acolchado. Por tanto, la vista se reduce a una simple ranura. Debajo de la loriga empieza a llevarse una túnica acolchada de tela o cuero. A partir de la segunda mitad de este siglo se extiende el uso de proteger al caballo: el arnés de malla se recubre con una gualdrapa decorada con heráldica, igual a la de la sobreveste del hombre.
Las armas: Lanza, espada, hacha y el arco con sus flechas. La espada tiene unos ochenta centímetros, punta redondeada y hoja vaciada para disminuir su peso. La espiga (la parte superior de la espada) se forja a la vez que la hoja y consiste en una barra transversal formando una cruz que protege la mano. El pomo remata la espada y sirve de contrapeso a la hoja. La empuñadura está formada por dos trozos de madera asegurados a la espiga por medio de una sólida atadura de cuero, cuerda o alambre.
En esta fecha la espada no se utilizaba mucho, era un arma auxiliar de la que se echaba mano solo en el último momento. Para luchar de cerca se confiaba más en la lanza y el hacha. El gran arco inglés, capaz de enviar sus flechas de punta de acero hasta un blanco situado a más de trescientos metros, era el rey en la lucha a distancia. Otras armas tales como mazas, picas, etc., tienen su origen en herramientas agrícolas.
Veamos ahora el siglo XIV.
Es incuestionable que las flechas consiguen penetrar en la malla, así que es obligado proteger los órganos vitales y después el resto del cuerpo. A partir de los últimos años del siglo XIII, se intenta solventar este problema por medio de placas de hierro en los lugares más débiles o expuestos que deja la loriga.
La coraza, que en un principio estaba compuesta por piezas añadidas a la loriga o por acolchamientos por dentro y por fuera, va adquiriendo su forma y eficacia. Compuesta por un peto sujeto por correas, termina teniendo forma abombada con el fin de desviar los impactos. Se generaliza la práctica de asegurar el yelmo y las armas al peto por medio de cadenillas, de manera que no se pierdan al entrar en combate.
Los brazos y piernas se protegen con brazaletes y quijotes que son asegurados con correas y remachados en la malla. Con esto se termina por cubrir completamente los miembros. También se protegen las articulaciones con codales o rodilleras con forma arriñonada o de corazón. Las manos y los pies se cubren con plaquetas articuladas sobre la malla, y con el tiempo terminan siendo manoplas y escarpines.
En cuanto al casco, se sigue utilizando el capuchón de malla y el yelmo, pero se mejora la elevación de la calva (la parte superior del casco que cubre el cráneo) con o sin crestón (la parte superior en forma de cresta donde se ponían las plumas) pues desvía muy eficazmente el golpe de un hacha o espada.
En este siglo comienza a protegerse la cabeza con una pieza llamada bacinete que, generalmente, iba acoplado a un gorjal de maya (esta era una pieza que iba ajustada al cuello y lo protegía).
Entre los soldados de a pie se impone el "sombrero de hierro" y se mantiene hasta finales del siglo XV.
El origen de las justas nace de la necesidad de entrenar a los jóvenes en el oficio de las armas. Una justa es un combate entre caballeros aislados. El torneo era una batalla simulada entre grupos de hombres a caballo. Existían también los combates de hombres a pie que se llevaban a cabo en los límites de un cercado al que se le denominaba liza.
La lanza destinada a la "justa de paz" es despuntada y rematada por una especie de tridente que se llama corona. El yelmo se asegura al peto con ataduras. La silla tiene una elevación delantera para proteger los muslos.
Para el combate de a pie se utiliza una armadura de guerra. Y es que a lo largo de los siglos XI y XII se perdieron muchas vidas en las justas y torneos, pues se utilizaban armas y arneses comunes. Reyes y Papas quisieron prohibir estos combates, y aunque no lo consiguieron, sí lograron al menos que se suavizaran las armas y que hubiera mayor seguridad defensiva.
A partir del siglo XIV el armamento ofensivo comienza a centrarse en la espada, convirtiéndose esta en el eje del mundo caballeresco, en su símbolo y su razón de ser. Las espadas de los siglos XIV y XV tienen un tamaño mayor y el pomo redondo en forma de disco. A menudo se adornan con reliquias y tienen inscripciones relativas a Dios y los santos. Esta es la razón y el origen de besar el pomo de la espada antes de entrar en combate. La empuñadura es más larga y permite contrapesar la hoja que es también mayor y más fuerte. La hoja es de sección romboidal y aplanada, consiguiendo así ganar en los filos y la punta.
Las armas de asta (lanza, pica, venablo) son más eficaces y se utilizan para hacer salir violentamente al jinete de su silla.
El gran arco inglés usado en las batallas de los siglos XII y XIII, hecho con madera de fresno y de cerca de dos metros de longitud, arroja una flecha de un metro a casi cuatrocientos metros de distancia y es capaz de atravesar una tabla de roble de diez centímetros de espesor. Indudablemente se requería una gran fortaleza física y un gran entrenamiento para su manejo, por eso, en su país de origen se hicieron numerosos concursos con importantes premios, y muy pronto se convirtió en el deporte nacional.
En este siglo, sin embargo, en la batalla, el arco inglés encuentra un serio competidor en la ballesta, para la cual no se requieren disposiciones especiales para su manejo. Con ella es fácil apuntar y además puede mantenerse armada el tiempo que sea necesario para disparar en cualquier momento. Ahora bien, su frecuencia de tiro es baja y su manejo es lento. La flecha que arroja la ballesta se llama bodoque.
Llegamos al siglo XV.
Dadas las mejoras que a lo largo del tiempo se han ido haciendo en la indumentaria de combate, el guerrero está ya protegido al máximo contra la flecha y el bodoque. A lo largo de todo este siglo bajo el arnés se sigue utilizando la cota de malla. Y aunque el arnés ya se considera perfecto, aún se sigue intentando mejorar. Todos los combatientes utilizan el espaldar (parte de la coraza que sirve para cubrir y defender la espalda). Una curiosidad: el arnés tiene mayor peso y espesor en el lado izquierdo, dado que es el más expuesto a los impactos.
En 1410 hace su aparición desde Italia el casco cerrado llamado almete, que estará presente a lo largo de dos siglos y que convive con la celada que cubre cabeza y cuello. Tiene una estrecha abertura facial en forma de T.
Gracias al estudio que se ha hecho de piezas antiguas y documentos, podemos hacernos una idea de cómo se confeccionaba la panoplia de combate: Se martilleaban las placas para darles la forma y el espesor adecuado y se acoplaban entre sí con remaches. Para mayor seguridad se fijaban con correas en el interior. El pulido exterior se hacía con piedras de rotación rápida. Las piezas que se podían mover giraban sobre bisagras. Italia y Alemania eran los principales lugares donde se fabricaban estas piezas, sin embargo, los nobles tenían un artesano especializado en reparación y conservación.
Era posible conseguir una armadura de las que podíamos llamar "fabricadas en serie" aunque lo lógico era hacérsela a medida. Una buena armadura tenía un precio muy elevado por lo que se cuidaba y conservaba con esmero y se guardaba en muebles especiales.
El mayor inconveniente de la armadura era el calor y la falta de ventilación. Sin embargo, erróneamente a lo que se cree, la armadura completa permitía una total libertad de movimientos, de no haber sido así, en lugar de procurar seguridad al guerrero, habría sido una trampa mortal. Su peso era de alrededor de 30 kilos, un peso bastante inferior del que llevaba a sus espaldas un soldado en la Primera Guerra Mundial.
A lo largo del siglo XV las justas y torneos fueron el deporte y espectáculo preferido de plebeyos y nobles. Desde 1420 se reglamenta el combate y se crea su protocolo. Con el fin de distinguir a los combatientes se usan crestones heráldicos. La lanza, cuyo peso es considerable, se apoya en un saliente del peto. Hacia finales de este siglo se crea un arnés para combatir a pie: la falda de placas o tonelete.
En esta época hacen su aparición dos espadas: El falchon (especie de sable curvo) y el montante (gran espada que se maneja con ambas manos),las dos para ser usadas en los combates de a pie. El mandoble (cuchillada o golpe grande que se da usando el arma con las dos manos) se empieza a aplicar en el siglo XVI. Empieza a usarse el estoque sin filo, que se lleva en la montura pasado a través de un anillo.
Comoquiera que el arnés es prácticamente impenetrable, comienzan a ser populares las mazas con cuchillas, los martillos y látigos, armas todas ellas destinadas a forzar la armadura bajo sus impactos. La ballesta es el arma más poderosa de la época. Se crean cuerpos especiales de ballesteros que a la hora de cargar su arma (una operación lenta) se protegen tras un gran escudo.
Con la ballesta se inicia el proceso hacia el arma de fuego, responsable de hacer perder a la caballería pesada su condición de invulnerable.
Nos adentramos ya en el siglo XVI.
El arcabuz, arma de fuego con cañón de hierro y caja de madera que se disparaba prendiendo la pólvora del tiro mediante una mecha móvil colocada en la misma arma, aboca al feudalismo a su fin. El orgulloso caballero de armas montado en su caballo de guerra, equipado con arnés y toda la indumentaria ofensiva, es ahora derribado por una diminuta pelota de plomo disparada desde la distancia por un enemigo anónimo, y esto marca el final de una época.
La armadura del siglo XV consigue su mayor eficacia pero la del XVI tiene su mayor esplendor. El peto exagera su forma abombada, los escarpines mudan su forma puntiaguda en cuadrada y las manoplas mantienen los dedos unidos. El casco que más se usa y que va ganando altura de crestón es el almete (casco cerrado) aunque también la celada de barbera móvil. En este tiempo de ropajes extravagantes, el arnés también se adapta a la moda: sus mangas son acuchilladas y los jubones están llenos de complicados pliegues. Los almetes presentan caras grotescas o adoptan perfiles de animales.
Hacia mediados de esta era, desde Italia se impone la moda del peto con un fuerte saliente abdominal. En los arneses utilizados para combatir a pie se alarga la escarcela (parte de la armadura que caía desde la cintura y cubría el muslo). A medida que avanza el siglo se vuelven más vistosos los arneses del hombre y del caballo, pero también su utilidad decrece. El arma de fuego avanza inexorablemente...
Ahora comienza el tiempo de la infantería y el soldado de a pie se convierte en la pieza clave del ejército. Su armamento evoluciona en consecuencia y esto nos llevaría a hablar de la evolución de la espada... Pero eso será en otro artículo.
**Parte de la información de este artículo ha sido obtenida del libro de J.M. Echevarría, Coleccionismo de armas antiguas. Editorial Everest.
Published on July 08, 2019 11:55
July 6, 2019
Una bonita reseña de Noches de Karnak

Os copio un trocito, pero si queréis leerla entera no dejéis de pinchar AQUÍ
Nos encontraremos con una historia muy bonita llena de misterio e incógnitas que se irán resolviendo hasta dar paso a algo más importante.En resumen, una historia que me ha entretenido de principio a fin y que me ha gustado muchísimo.
Published on July 06, 2019 03:41
July 4, 2019
Recordando Orgullo sajón...
Orgullo sajón es una de las novelas favoritas de mis lectoras, es por ello que te invito a leerla si es que aún no la has leído.
ORGULLO SAJÓN
—En la calle de los curtidores hay unas cuantas construcciones magníficas —seguía planeando Wulkan, ajeno al golpe que acababa de propinar—. Te visitaré todos los días. El niño, por supuesto... — aunque la miraba, sólo se veía a él mismo—, porque será un varón ¿verdad? El niño tendrá un ama de cría. Buscaré a una mujer que pueda amamantarlo. Además...
—Wulkan — interrumpió ella, tratando de controlarse—, vas demasiado deprisa.
—¡Por descontado que no, pequeña! —Estaba exultante—. ¡Por los clavos de Cristo, que ese niño se convertirá en un verdadero guerrero! Gilbert le enseñará... ¡No! No, no. Yo mismo le adiestraré y...
—¡¡Wulkan!! —le gritó para poner fin a la perorata, saltando de la cama, convulsa y despechada. Él, aturdido, enmudeció. Jacqueline arrancó una manta de la cama y se la puso sobre los hombros. Se le acercó y le espetó con frialdad:
—No consentiré que me apartes de mi hijo para criarlo a tu manera.
—También es mi hijo, Jacky. Sólo deseo lo mejor para él.
La iba a tratar como una querida. Necesitaba herirlo. Herirlo en lo más profundo, como acababa de hacer con ella. ¡¡Dios, cómo podía estar tan ciega!! Por un momento, hasta llegó a pensar que Wulkan la amaba. Pero no le estaba ofreciendo su corazón, sino meras concesiones para pagar el hecho de que fuera la madre de su bastardo. ¡Quería sacarle los ojos! ¡Asesinarlo! Tragándose el arrebato de violencia, elevó aquel mentón sajón tan orgulloso y le dijo, con veneno en los labios:
—Yo no he dicho que el bebé sea tuyo, milord.
Wulkan recibió el anuncio como una herida de arma blanca. Como un pinchazo profundo, se le iba la sangre y perdió el color. No pudo abrir la boca. Cuando lo hizo, sólo pudo articular:
—¿Qué has dicho, Jacky?
—Que no debes preocuparte por la educación y la crianza de mi hijo. El niño no es tuyo. Los dedos de él se convirtieron en garfios.
—¡Mientes!
—¿Por qué habría de hacerlo? Me ofreces todo lo que una mujer puede desear sólo tendría que continuar la farsa. Pero no soy tan mezquina ni voy a aprovecharme de tu buena disposición. No, Wulkan, el bebé no es tuyo. —Mintió a conciencia, con frialdad, aunque el alma se le rompía en mil pedazos.
La zarandeó como un poseso en un ataque de convulsiones. Cuando pudo enfocar de nuevo la mirada en su rostro, se dibujaba el peligro.
—¡Dime quién es el desgraciado!
—Antes me dejaría ahorcar —le retó.
—Jacky...
—No, milord —negó, despechada—. Tienes a Kellinword en tu puño. Eres señor de hombres, mujeres y tierras, incluso de sus vidas. Pero hay algo de lo que no serás nunca el amo, Wulkan. — Lágrimas saladas surcaban sus mejillas, como ríos incontrolados— ¡Nunca, entiéndelo bien, maldito normando! ¡¡Nunca podrás ser dueño de mi orgullo sajón!!
Sigue leyendo rxe.me/8498721938

ORGULLO SAJÓN
—En la calle de los curtidores hay unas cuantas construcciones magníficas —seguía planeando Wulkan, ajeno al golpe que acababa de propinar—. Te visitaré todos los días. El niño, por supuesto... — aunque la miraba, sólo se veía a él mismo—, porque será un varón ¿verdad? El niño tendrá un ama de cría. Buscaré a una mujer que pueda amamantarlo. Además...
—Wulkan — interrumpió ella, tratando de controlarse—, vas demasiado deprisa.
—¡Por descontado que no, pequeña! —Estaba exultante—. ¡Por los clavos de Cristo, que ese niño se convertirá en un verdadero guerrero! Gilbert le enseñará... ¡No! No, no. Yo mismo le adiestraré y...
—¡¡Wulkan!! —le gritó para poner fin a la perorata, saltando de la cama, convulsa y despechada. Él, aturdido, enmudeció. Jacqueline arrancó una manta de la cama y se la puso sobre los hombros. Se le acercó y le espetó con frialdad:
—No consentiré que me apartes de mi hijo para criarlo a tu manera.
—También es mi hijo, Jacky. Sólo deseo lo mejor para él.
La iba a tratar como una querida. Necesitaba herirlo. Herirlo en lo más profundo, como acababa de hacer con ella. ¡¡Dios, cómo podía estar tan ciega!! Por un momento, hasta llegó a pensar que Wulkan la amaba. Pero no le estaba ofreciendo su corazón, sino meras concesiones para pagar el hecho de que fuera la madre de su bastardo. ¡Quería sacarle los ojos! ¡Asesinarlo! Tragándose el arrebato de violencia, elevó aquel mentón sajón tan orgulloso y le dijo, con veneno en los labios:
—Yo no he dicho que el bebé sea tuyo, milord.
Wulkan recibió el anuncio como una herida de arma blanca. Como un pinchazo profundo, se le iba la sangre y perdió el color. No pudo abrir la boca. Cuando lo hizo, sólo pudo articular:
—¿Qué has dicho, Jacky?
—Que no debes preocuparte por la educación y la crianza de mi hijo. El niño no es tuyo. Los dedos de él se convirtieron en garfios.
—¡Mientes!
—¿Por qué habría de hacerlo? Me ofreces todo lo que una mujer puede desear sólo tendría que continuar la farsa. Pero no soy tan mezquina ni voy a aprovecharme de tu buena disposición. No, Wulkan, el bebé no es tuyo. —Mintió a conciencia, con frialdad, aunque el alma se le rompía en mil pedazos.
La zarandeó como un poseso en un ataque de convulsiones. Cuando pudo enfocar de nuevo la mirada en su rostro, se dibujaba el peligro.
—¡Dime quién es el desgraciado!
—Antes me dejaría ahorcar —le retó.
—Jacky...
—No, milord —negó, despechada—. Tienes a Kellinword en tu puño. Eres señor de hombres, mujeres y tierras, incluso de sus vidas. Pero hay algo de lo que no serás nunca el amo, Wulkan. — Lágrimas saladas surcaban sus mejillas, como ríos incontrolados— ¡Nunca, entiéndelo bien, maldito normando! ¡¡Nunca podrás ser dueño de mi orgullo sajón!!
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Published on July 04, 2019 11:25
Reseña. Rivales de día, amantes de noche
Preciosa la que ha hecho Lady Isabella de Promesas de amor.
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