Nieves Hidalgo's Blog: Reseña. Rivales de día, amantes de noche, page 26

January 16, 2019

Artículo: El condón


—No quiero que haya consecuencias —dice, cohibida, la muchacha, mirándole fijamente a los ojos. 
—Tranquila, mi amor, hay métodos. 
—¿De veras? —pregunta ella, con cara de asombro. 
Algo similar hemos leído alguna vez en nuestras novelas románticas. Que sí, que sí, que las mujeres, salvo las que ejercían la prostitución, estaban fuera de onda. Los hombres, por el contrario, se las sabían todas. Pero no estaría mal poner al día a esas muchachitas que querían gozar de las caricias del libertino de turno, sin consecuencias. 
Imposible dar el nombre del que inventó el preservativo —o de la que inventó, que vaya usted a saber si no fue una dama con visión la que puso en práctica la gomita, evitando así que su marido la preñase todos los años—, porque viene de muy atrás. Tampoco en este tema hemos descubierto la pólvora. 
Desde tiempos antiguos, el preservativo ya se usaba para prevenir enfermedades venéreas, que tomaron el nombre de la diosa Venus, diosa del Amor y, desde luego, a partir de determinado momento para evitar tener descendencia no deseada. 
La imaginación del ser humano es infinita, sobre todo si se trata de evitar problemas. Así que algo tenían que inventar para disfrutar del sexo sin tener embarazos. ¿Qué era lo que parecía mejor para que el semen no les diera un susto? ¿Con qué contaban? Inevitable que volviesen la vista hacia las tripas de los animales, fundas naturales que podían cubrir el pene. Se empezaron a utilizar, por tanto, tripas que ataban en uno de los extremos, porque de ese modo se trasmitía el calor del cuerpo y, a la vez, el semen quedaba más o menos retenido al final de esa tripa. 
En leyendas del año 1200 a.C. hay referencias a vejigas de pescado o cabra. 
En Egipto, hacia el 1000 a.C. los usaban de tela. Pero en un papiro de hace casi 4000 años ya se indicaba el modo de evitar el embarazo sin usar preservativo. Cito la receta como la he encontrado: «Mezclar miel de sosa con excremento de cocodrilo y sustancia gomosa, aplicar en la vagina y tratar de que entre lo máximo posible.» 
Existen ejemplares de preservativos en el Museo Británico, en Londres, que datan del XVI, XVII y XVIII, y es curioso comprobar que son tan delicados y finos como los de ahora, aunque están fabricados con tripa de animales. También estos se ataban con unas cintas que lo mantenían sujeto al pene. Sus medidas: 34 mm de ancho. Ahora parece ser que miden 52mm. ¿Quiere eso decir que nuestros protagonistas la tenían pequeña? Me he quedado pasmada. Se me han caído todas las creencias. ¿Cómo imaginar a uno de nuestros adorados libertinos con un pito tan, tan, tan poquita cosa? No pasa nada, diremos que esas medidas eran las que tenían los malvados de las novelas, no nuestros chicos. 
Unos dicen que la creación del preservativo es de Gabriel Folopio, profesor de Anatomía en la universidad de Padua, en el siglo XVI, porque la sífilis estaba a la orden del día. Experimentó con más de mil hombres y ninguno se contagió de la enfermedad. Propuso, por tanto, una funda de tela que solo cubría el glande y se ataba con un lazo. ¡¡¡Monísimos de la muerte debían estar los señores con eso puesto!!! ¿Usarían lazos de colores, como colores se utilizan ahora en nuestros condones modernos?
Otros, que en 1702, el médico inglés John Marten, porfió con el que quisiera escucharle que su funda de lino era lo más de lo más para prevenir enfermedades venéreas. Más tarde, se dice que quemó toda referencia a su invento para no dar pie a la inmoralidad de los jóvenes. 
Y algunos otros dicen que fue el médico de Carlos II de Inglaterra, Condom*, el que se inventó el artilugio para evitar al rey tener que mantener a tanto bastardo real como andaba suelto por el país, dado que el monarca debía ser de los que tiene flojos los botones de la bragueta. 
Incluso he visto en alguna parte que fueron los carniceros sus inventores. Se cubrían los dedos donde se habían herido con trocitos de tripa de oveja para evitar infecciones, y así, de repente, pensaron que si la tripa les cubría el dedo... bien podría cubrir otra parte del cuerpo. 
Los condones, preservativos, «chubasqueiros» o como queráis llamarlos, empezaron a utilizarse en las casas de prostitución. Porque mientras que la mujer se quedaba en el hogar atendiendo a los hijos y guisando, tocando el arpa o tomando el té con otras damas —todo dependía del status social—, los maridos se corrían sus juergas con los amigos y, algunos, mantenían a una amante. La hipocresía estaba arraigada en una sociedad en la que el varón podía hacer lo que le daba la gana, pero que no se notara. Regresar infectado no era admisible. El asunto es que toda Europa los usaba y nadie quería hacerse responsable del invento, los ingleses decían que eran de origen francés, y los franceses que eran de origen inglés. 
De todos modos, los condones no eran baratos, eran total y completamente artesanales, cosidos a mano. Solo hasta 1850, tras poner en marcha la industria del caucho, se puso en el mercado el condón desechable, más asequible a los bolsillos. Los anteriores, dado su alto coste, se utilizaban, se lavaban y volvían a usarse en la siguiente ocasión.¿Dónde tendían los condones para que se secaran? En el tendedero, seguro que no. ¡Caray, es que es una intriga! 
Giovanni Giacomo Casanova lo usó ¡cómo no!, aunque en sus memorias dice que lo primero que comentó acerca de los preservativos hechos a partir del intestino ciego de la oveja fue: "... no esperes verme encerrado en una piel muerta para probarte que estoy vivo...".
Y me he enterado de que los japoneses, en el XIX, fabricaban unos muy curiosos con caparazón de tortuga (¿¿¿¿ ¿????). Aquí me he vuelto a quedar a cuadros. 
A finales del XIX los ingleses —¿os estáis preguntando por qué salen tanto los ingleses a relucir? Yo también—, produjeron los preservativos de látex indio, comenzando a venderse en farmacias. 
¿Qué motivó que después de la Segunda guerra Mundial muchos países prohibieran el uso de los condones? Hala, otra pregunta para pensar. Aunque me temo que algo tuvo que ver la Iglesia en este asunto, porque ya en 1826 el papa León XIII dijo que usarlos era ir contra la Voluntad Divina y, hasta hace muy poquito, han seguido yendo en contra de la pobre gomita que tantos disgustos ha impedido. 
El caso es que según se nos ha ido abriendo la mente, el preservativo ha comenzado a tener un uso cotidiano, podemos encontrarlo en farmacias o en dispensadores de cualquier discoteca o cafetería, los tenemos de colorines y hasta de sabores. Imaginación al poder, el caso es no aburrirnos. Es cierto, sin embargo, que en Argentina, por ejemplo, donde una podía encontrar condones con facilidad en cualquier espacio público, se prohibieron tras la caída del gobierno democrático, en 1955. ¿Causa? Decía el gobierno entrante que los condones eran una afrenta a la moral porque, según ellos, a los baños públicos iban los homosexuales buscando ligue. ¡Lo que hay que escuchar! 
En resumen, que yo creo que los condones se inventaron porque sabio es el dicho de «la jodienda, no tiene enmienda». 
*Puede que de Condom provenga el nombre actual. Aunque también es posible que sea del origen etimológico de la palabra condón: de los términos latinos condus (recipiente) o condere (esconder, proteger).
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Published on January 16, 2019 09:46

January 11, 2019

"Rivales de día, amantes de noche... ¡Un deleite!" Esto dice Cristina Cobos

Cristina Cobos, una de mis mas queridas seguidoras, siempre tiene palabras hermosas para mis novelas y para mí. En esta ocasión, en su blog  Soy intensa... luego existo, hace una preciosa reseña de Rivales de día, amantes de noche. A continuación os dejo una pequeña muestra, pero si queréis leerla entera, solo tenéis que pinchar aquí.


Alan Chambers y Barbara Ross, me han encantado desde la primera línea en que se les pone juntos en el contexto de esta historia.
Los momentos sarcásticos y ocurrentes son un bálsamo. ¡Lo que me he reído en los primeros capítulos!
Como siempre digo, leer a Nieves es garantía de leer una historia bien escrita, interesante y con personajes tan especiales, que se adueñan del corazón.
¡Alan y Babs se quedan muy dentro mío! ♥
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Published on January 11, 2019 09:03

January 5, 2019

¿Con qué jugaban los niños en nuestras novelas románticas?


Como ya viene siendo habitual, nuevamente os traigo un artículo sobre lo que he ido descubriendo mientras me documentaba para mi próxima novela. 

¿Con qué jugaban los niños en nuestras novelas románticas?
A mí, en particular, me gusta que en las historias románticas que leo aparezcan niños. No suelen captar demasiado la atención, están en un segundo plano, pero a veces tienen un peso importante en la novela. Ahora bien, ¿con qué jugaban? Porque los niños siempre han jugado; desde que el ser humano apareció en el planeta, han buscado cualquier objeto que les pudiera servir de entretenimiento y con el que fantasear.
En la prehistoria eran palos con los que emular a sus mayores yendo de caza, plumas para engalanarse o piedras; objetos sencillos, sí, los que casualmente ayudan más que ninguna otra cosa a desarrollar la imaginación.
Hace 5000 años, en Babilonia, se jugaba con tabas de carnero, y se construía para los pequeños un sinfín de objetos en madera o cuero: barquitos, utensilios de cocina, flautas… Y hasta juegos infantiles de mesa, según algunas fuentes consultadas.
En Egipto, 2000 a.d.C , ya existían las canicas y los niños iban tras una pelota que era empujada por un junco. ¿Fue el nacimiento del hockey? No me extrañaría nada.
¿Quién no ha visto una película de la época Ming, en la que los chiquillos hacían volar sus papelotes?
Como todo, el juguete se fue perfeccionando y ya en la Edad Media comienzan a engalanar las primarias muñecas con las que jugaban las niñas; en el Renacimiento, eran de trapo o de cartón en las clases bajas, y con joyas y vestidos de ricas telas en las pudientes. Y he leído por ahí que, en 1515, la familia Medici encargó un símbolo que uniera a franceses e italianos, nada menos que al maestro Da Vinci. ¿Qué hizo? Pues un robot; así como lo oís. Un robot que caminaba y que abría su pecho para soltar flores de lis en honor a Francisco I de Francia.
En el XVIII, Europa sufrió una transformación absoluta que afectó también, como no podía ser menos, a los juguetes, que comenzaron a fabricarse de manera industrial. ¿Sabíais que los patines de ruedas fueron inventados por Edwin Merley en 1759? ¿Y que un año después, en Londres, John Spilsbury hizo el primer rompecabezas o puzzle? ¿O que en 1826, en Francia, aparecen las primeras muñecas que abren y cierran los ojos?
En la novela que estoy escribiendo ahora, hago referencia a un juguete que me ha parecido estupendo: el miriorama. Se hizo popular en el XIX y, al parecer, los primeros aparecieron en Leipzig sobre 1830. Constaba de varios cartones ilustrados que se podían combinar, de tal modo, que era posible formar miles de diferentes paisajes.
Ya sabéis que me gusta hacer pequeños artículos de lo que voy encontrando mientras escribo las novelas, porque no quiero recargar la narración con demasiados datos. Espero que este, en concreto, os haya gustado.
Y, como siempre, os doy las gracias y os mando un beso.
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Published on January 05, 2019 01:56

January 3, 2019

Ódiame de día, ámame de noche (Un romance en Londres 2)

El próximo 14 de febrero sale a la venta la segunda entrega de Un romance en Londres, Ódiame de día, ámame de noche. Si lo deseáis, ya la podéis comprar en preventa: relinks.me/B07LGHSMGZ
Sinopsis:

En esta segunda entrega de la trilogía «Un romance en Londres», Nicole intenta salvar el abismo que le separa del hombre que despierta su pasión y convertir el odio en amor.
Jason Rowland, vizconde de Wickford, se casa enamorado de Cassandra sin importarle sus orígenes. Sin embargo, ella solo busca su título y su posición. Caprichosa y déspota, convierte su vida en un infierno.
Cassandra ha cometido un desliz por el que puede perder cuanto tiene, por eso busca la ayuda de quien nunca le ha fallado: su hermana gemela, Nicole. Pero un accidente hará que la vida de ambas dé un giro inesperado.
Cuando Nicole despierta no recuerda nada, ni siquiera su nombre. Solo sabe que, según le dicen, está casada con un noble; un hombre que la atrae desde el primer momento, pero que no disimula su desprecio hacia ella. Mil imágenes que no comprende la atormentan, presiente que existe un secreto que debe desvelar, aunque signifique su perdición, e intenta mantener las distancias con un esposo al que no reconoce. Pero el amor hacia Jason es más fuerte que ella. Y si del amor al odio hay un paso corto, hará lo imposible para recorrer el camino inverso que, de entrada, parece insalvable.
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Published on January 03, 2019 00:30

December 30, 2018

Artículo: La enfermedad de los reyes

Es frecuente encontrarnos en las novelas ambientadas en la Edad Media, con grandes celebraciones. Ganar una batalla, conquistar una plaza, la boda de una hija o el nombramiento como caballero del primogénito, solían ser motivo para el festejo. 
Los reyes, sobre todo, gustaban de sentarse a la mesa cinco, incluso seis veces al día, y no era extraño que se sirvieran quince o veinte platos. 
En esas largas mesas montadas sobre caballetes en muchas ocasiones, donde se departía con los caballeros mientras el bufón de turno hacía sus gracias, donde las damas cuchicheaban sobre el guerrero más valiente en el torneo y los criados no daban abasto a servir bebida, no se ponían exactamente platitos de degustación. Se ponían ingentes cantidades de comida, casi todas copiosas, grasientas y lo que se ha dado en llamar ahora carnes procesadas: tocinos, mollejas, carne roja, caza, salazones... Pocas verduras y menos pescados blancos. Es posible que, una de esas pantagruélicas comidas, llevara a la tumba a más de un rey. Se dice que «de grandes cenas, están las sepulturas llenas», y no es broma. 
Los excesos pasan factura, y los señores feudales las pagaban con ataques de gota. De ahí que en muchas películas veamos al gobernador de turno o reyezuelo, con la pierna estirada sobre un escabel, compadeciéndose de los dolores del dedo gordo de su pie. 
Ahora bien, ¿qué es en realidad la enfermedad que toma su nombre del latín gutta, conocida como «de los reyes»? Pues la acumulación de ácido úrico, principalmente en las articulaciones, tejidos blandos y riñones. Suele empezar por la noche, provoca un gran dolor y enrojece el dedo gordo del pie. Artritis, ni más ni menos, debido a una ingesta descontrolada de comida y alcohol, incapaz de ser procesada debidamente por el organismo. 
Sin embargo, mucho antes de esta época mágica con la que nosotras disfrutamos, mezclándonos con reyes y reinas, con damiselas y caballeros, con trovadores y con villanos, ya se padecía de gota. Los ricos, que nos quede claro, porque los pobres apenas cataban la carne, salvo que se saltaran las leyes a la torera internándose en los bosques del señor feudal para matar a algún ciervo que otro, si había suerte. Algo debía tener de bueno pertenecer al pueblo llano. 
Que se sepa, a Carlos I hubieron de recetarle varios mejunjes para paliar los dolores insoportables de gota que padecía y que, según se dice, le hacían gritar como un condenado por la noche. Su hijo, Felipe II también la padeció. Otro que tuvo que pagar el precio de los excesos fue Enrique VIII y Luis XIV de Francia no se libró de ella. 
La enfermedad ya se menciona en papiros del Antiguo Egipto, e incluso se daba indicaciones sobre qué planta utilizar para tratarla. Alrededor del año 30 a.C., un médico romano ya prescribió la gota relacionándola con el consumo desmesurado de alcohol. He leído que su receta para luchar contra este mal fue eliminar la bebida al afectado, cambiándola por leche de burra. 
Los médicos griegos (como Hipócrates y Galeno) también pusieron su granito de arena en los remedios de esta enfermedad, prescribiendo distintas dietas. Que dieran resultado o no, ya es otra cosa. 
En el XVII, el doctor Sydenham, inglés, dejó un estudio bastante detallado de esta enfermedad. Un siglo más tarde, el sueco Wilhelm Scheele consiguió aislar el ácido úrico y después, W.H. Wollaston demostró, tras estudiar muchos casos, que era este ácido el que causaba la infección, provocaba la artritis e hinchaba el dedo del pie, provocando los dolores. 
Según ha ido avanzando la medicina, se ha podido ir analizando la sangre de los enfermos, detectar el grado de ácido en la sangre y diagnosticarlo con más claridad para que no se confundiera con otro tipo de artritis. 
Así que ya sabéis: verdurita, fruta, leche, pescadito blanco... ¡Qué caray! Dadle una alegría al cuerpo de vez en cuando, que la vida está para vivirla.
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Published on December 30, 2018 09:29

December 27, 2018

El blog Locas por el romance hace una reseña fantástica d...

El blog Locas por el romance hace una reseña fantástica de mi novela Rivales de día, amantes de noche.
Muchas gracias a Naitora por leer mi novela y tomarse la molestia de reseñarla y, además, decir unas cosas tan bonitas de ella.
Podéis pinchar aquí para leer la reseña completa.

Rivales de día, amantes de noche, me ha resultado ser una lectura fresca, ligera y dinámica. El misterio de la esmeralda me encanta como es llevado, de manera sutil hasta resolverse, dejando claro que el trabajo en equipo, sin importar quien sea el héroe es lo mejor en todo caso, sobre todo cuando el corazón está en juego.
Nieves Hidalgo, este monstruo de la literatura romántica, me ha vuelto a cautivar y dejar con una sonrisa. Me sentía adicta a su obra, leyendo con avidez cada página hasta este punto final en que... ese aperitivo simplemente me ha sabido a poco. ¡Feliz lectura!
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Published on December 27, 2018 12:13

December 23, 2018

Artículo: El calzado

Al que se le ocurrió la grandiosa idea de poner algo en los pies, para no andar pisando los pedruscos del camino, no sé yo si deberían hacerle un monumento. Y digo que no sé porque, aunque es verdad que vamos más cómodos, para algunas mujeres es un vicio incontrolable ese de buscar zapatos. 
Ya en el Paleolítico, los humanos se dieron cuenta de que eso de andar descalzo... como que no molaba. Así que se pusieron pieles envueltas, sujetas por otras tiras de piel, y ancha es Castilla. ¿Qué no os lo creéis? Pues hay pinturas rupestres de hace más de 10000 años, que lo demuestran, mujeres de poca fe. 
Ahora bien, el zapato ha evolucionado, como todo, y es ahí donde me gustaría contaros lo que he podido encontrar. 
En Egipto no se calzaba ni el Tato, solamente el faraón y los dignatarios más importantes, tenían derecho a protegerse sus lindos pies, incluso poniendo en las sandalias adornos de oro. Hala, como siempre al pueblo que lo zurzan. 
Los griegos fueron algo más sensatos: cualquier hombre que fuera libre podía encargarse un par de zapatos y lucirlos por las calles. Sandalias, claro, que otra cosa no había en la época. Eso sí, no todas las sandalias eran iguales, había de distintos tipos dependiendo de la profesión, no eran iguales las de un guerrero -más resistentes- que la de un comerciante -más suaves-. Ojo que he dicho los hombres libres, porque allí y en Roma, los esclavos iban descalzos, no os dejéis engañar por las películas de Hollywood. 
El zapato, o sandalia, llegó a convertirse en un símbolo de status social, va cambiando, se va plegando a la moda y busca la estética. O seasé, que se va volviendo pijada. 
Curiosidades: Carlos VIII usaba zapatos de punta cuadrada porque tenía 6 dedos en los pies. Luis XIV se buscó los medios, haciendo que se pusieran de moda los tacones, porque él era bajito. 
Llega la Revolución francesa y con ella un modo distinto de ver el calzado. No solo cambia y se simplifica el zapato, haciéndolo algo cómodo y no tan emperifollado como los que se usaban en la época del Rey Sol, sino que comienza a tener adeptos los botines. Como es lógico, mucho tuvo que ver la maquinaria que se utilizó para la confección del calzado, creando una industria que ha perdurado hasta nuestros días. Las clases sociales altas, se los encargaban a los artesanos, que cobraban a veces una fortuna por unas buenas botas. Como ahora. Y si no, vete y encarga unos zapatos a medida, verás el susto que te dan. 
Otra curiosidad: antes del XIX no existía zapato del pie izquierdo y zapato de pie derecho, los dos eran iguales. 
La primera bota para mujer se diseñó en 1840, por la Reina Victoria. Queda claro que esta mujer tenía inteligencia. 
Llega el siglo XX. Llegan las guerras y escasea el material, teniendo que olvidar el cuero para hacer los zapatos más baratos. Pero la moda del calzado es ya imparable y aparecen los zapatos para mujer con tacones de aguja, que hacen la pierna estilizada y destrozan los pies por muy bonitos que queden puestos. Claro que, como las mujeres podemos ser presumidas, pero no tontas, se llevan también los zapatos bajos y cómodos. 
La excepción la encontramos en la cultura china, donde las mujeres -yo diría que los hombres-, veían en el pie pequeño un signo de hermosura. Para ello, se llevaba a cabo la atadura de pies, una práctica dolorosa y terrible que se empezaba a aplicar a las niñas más o menos a los seis años, y deformaba los huesos. A veces, incluso, se rompían los dedos de las niñas para impedir que crecieran los pies. No es que dieran pasitos cortos porque era femenino, es que no podían apenas caminar con los huesos fracturados. En un principio, solo las hijas de familias ricas lo sufrían, pero se extendió de forma alarmante entre la población. Desde el siglo X hasta el siglo XX, fue una práctica común. Y es que esos pies de apenas diez centímetros de largo, se consideraban sensuales (¿?). 
En la actualidad, el calzado es un mercado que mueve miles de millones. Lo que no puedo asegurar es que hayamos avanzado mucho en este campo, cuando veo los modelos repletos de piedras preciosas que lucen algunas actrices en la alfombra roja, o esos otros que resultan estrafalarios y que te preguntas si es posible que alguien los compre. Pues sí, los compran. Y es que el mundo ya no sabe qué hacer a veces para llamar la atención.
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Published on December 23, 2018 09:17

December 17, 2018

Artículo: Hipódromo de Ascot

Las escritoras de novelas sitúan a veces a sus protagonistas en el hipódromo de Ascot, pero es verdad que no es un lugar demasiado utilizado en las historias, por más que el glamour existiera ya desde esa época pasada. ¿Y si nos enteramos de algo más? 

Su creación 
Pues parece que existe desde el 11 de agosto del año 1711. Ha llovido desde entonces. Y fue la reina Ana la que vio el potencial que podía tener un lugar en el que reunir a la flor y nata de la sociedad, cerca del castillo de Windsor, en una explanada ideal para las carreras de caballos. Allí donde se podía dar rienda suelta a las apuestas y admirar a los mejores purasangres. Un lugar, también, para lucirse, por descontado. 
Premios 
El primero se llamó la placa de Su Majestad, y el montante para el ganador fue de 100 guineas. Cualquier caballo o yegua, siempre que tuviera más de seis años, pudo ser apuntado por su dueño para la carrera. Debían llevar un peso específico —unos 76 kilos— y correr tres series de cuatro millas cada una. Necesitaron ser, por tanto, animales bastante resistentes. Participaron solamente siete corredores. 
El premio Copa de Oro se instauró en 1807, y sigue siendo el más importante, disputándose el tercer día, en lo que se ha dado en llamar Día de las Señoras. Supongo que es cuando se ponen los modelitos en la cabeza. 
Hasta 1945 únicamente había una carrera: la Royal Ascot. Sin embargo, desde ahí hasta nuestros días, la mayoría durante los meses de verano, se vienen disputando distintas carreras que hacen las delicias del público. Así que ya lo sabéis: si vais por allí, podéis disfrutar de lo lindo luciendo el gorro más extraño que se os ocurra. 
Construcción y dirección 
William Lowen. Aunque la primera edificación que ha quedado como permanente se levantó en 1794 por un constructor de Windsor. 
Y más cosas 
En el año 1813, el Parlamento inglés votó y aprobó una ley especial para el recinto, quedando como hipódromo para el público, y asegurando de ese modo las carreras en Ascot. 
Hasta el año 1901, dirigió el hipódromo el Maestro de la Real Buckhounds, y a partir de esa fecha fue nombrado Lord Churchill como representante de la Corona. 
Durante estos más de 300 años desde su creación, las carreras de Ascot han sido muestra de poder social, extravagancia y elegancia, si es que elegancia se puede llamar a los modelitos que desde hace tiempo vienen utilizando las damas. Mejor lo dejamos, por eso de para gustos, los colores. Pero nos gusten o no esos sombreros, estemos de acuerdo o no con la imaginación de los diseñadores en sus confecciones, a veces inverosímiles, qué duda cabe: ir a ver una carrera en Ascot es signo de buena situación social. Además, estas competiciones dan el aldabonazo de la temporada estival. 
Los caballos que compiten en este hipódromo, pertenecientes a Su Majestad la Reina, que es propietaria y criadora, se distinguen por los colores que lucen los jinetes: púrpura en el cuerpo con galones dorados, mangas rojas y un gorro de color negro, de terciopelo, con borlas doradas. Si no he leído mal, los mismos colores que los de Eduardo VII y Jorge IV. Todos los años, la Reina Isabel acude a inaugurar las carreras anuales, junto a su esposo, el Duque de Edimburgo, montada en calesa tirada por hermosos caballos. 
En el año 2009, Johnny Murtagh, a lomos del caballo de nombre Yeats, y entrenado por Aidan O'Brien, consiguió levantar su cuarta Copa de Oro consecutiva.
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Published on December 17, 2018 09:08

December 14, 2018

Promesas de amor opina sobre Rivales de día, amantes de noche

Nuevas opiniones para mi novela Rivales de día, amantes de noche.

De lady Isabella, del blog Promesas de amor, recibo otra estupenda opinión de mi libro. Muchas gracias por ella, Lady Isabella.
Aquí os dejo un trocito, pero si queréis leerla completa podéis pinchar aquí.




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Published on December 14, 2018 11:43

December 10, 2018

Artículo: Las parteras

Otro de los artículos que escribí hace tiempo, a raíz de una pequeña investigación que tuve que hacer para una novela, fue sobre las parteras. Os lo copio a continuación por si fuera de vuestro interés.
LAS PARTERAS

Muchas veces, el final feliz de nuestras novelas romántica, sobre todo cuando de se trata de un romance histórico, concluye con el nacimiento de un precioso retoño. Es por eso que en esta ocasión voy a dedicar este artículo a las parteras. 
Tema espinoso para algunos hombres que veían a estas mujeres, algunas veces, como intermediarias no deseadas. Pero las parteras han existido desde siempre, porque desde siempre han nacido criaturas. Así que vayamos pasando por distintas épocas, para conocer un poco más su trabajo. 
Iatrine, maia, obstetrix o médica, son distintas formas de llamar a una partera en la antigüedad. 
Las parteras, como tales, se nombran ya 1700 años a.C. Las comadronas hebreas gozaban de prestigio en la sociedad, se las tenía en mucha estima y las familias pudientes no dudaban en llamarlas para que acudieran a los palacios cuando era necesaria su sapiencia. 
En Egipto, ejercían de profesionales con libertad, no pertenecían a nadie. Lo mismo pasaba con los médicos y con los veterinarios. Igual que entre el pueblo hebreo, mantenían un prestigio social y alternaban con familias aristocráticas, acudiendo incluso al palacio del faraón para atender a las mujeres encinta. Las jóvenes aprendían de las parteras mayores, que ponían todo su conocimiento a su disposición para hacer de ellas unas buenas profesionales. Egipto vuelve a sorprendernos, una vez más, como cultura avanzadísima, algo que se perdió siglos más tarde, cuando una mujer no podía dedicarse a la medicina y, en ocasiones, se veía obligada a esconder sus conocimientos por miedo a las represalias que podían recaer sobre ellas. Pero no era así en Egipto: las mujeres disponían de ellas mismas, podían estudiar y aprender a leer y escribir, lo que propició que algunas dedicaran su vida a la obstetricia. Hay papiros que lo demuestran, que hablan de ginecología, de aceleración del parto, de métodos para la supervivencia de los recién nacidos (Papiro de Ebers), maneras de calcular la fecha del parto y el tipo de sillas que se utilizaban para acomodar a las parturientas. 
Llegados a la época griega, las comadronas también eran distinguidas con dignidades y con el reconocimiento de toda la sociedad, aunque en Atenas el requisito para ejercer era haber sido madre y no estar ya en edad de tener más hijos. Según he leído, la madre de Sócrates, llamada Phainarité, fue comadrona, y de las mejores. Todas las parteras eran mujeres con altos conocimientos médicos y una avanzada formación. 
Copio casi textualmente una supuesta (o presunta, como se dice ahora que está de moda) descripción de Soranus de Éfeso, que fue un médico griego. Practico la medicina en Alejandría y Roma, y muchos de sus escritos sobre ginecología sobreviven en nuestros días. 
«Una buena matrona debe ser culta, inteligente, poseedora de una buena memoria, amante de su trabajo, respetable y sin ninguna incapacidad que disminuya la percepción de sus sentidos (vista, olfato, oído...) que le impida llevar a cabo su labor, de miembros intactos y fuertes, dedos largos y finos con uñas cortas.» 
Puede parecernos una perogrullada lo que decía, como nos lo puede parecer también lo que decía Plinio el Viejo sobre que la partera debía ser comprensiva con las parturientas. Sin embargo, no lo es. Muchas de vosotras lo sabéis. Algunas incluso conocemos algunas comadronas a las que más les valdría dedicarse a otros menesteres, porque de comprensivas tienen tanto como el lobo que se quería comer a Caperucita. Menos mal que son las menos y hay profesionales competentes. 
Parece que el trato a las comadronas no fue igual en el Este que en el Oeste del mundo conocido hasta esas fechas. En el Este, cuando superaban la profesión de matronas, se las llamaba obstetras, aunque necesitaban tener formación especial para ejercer de tales. Pero eran muy respetadas, vivían libremente y hasta podían publicar sus trabajos, teniendo además una remuneración por sus asistencias al nivel de un hombre. Salpe de Lemnos, por ejemplo, dejó varios escritos sobre las enfermedades femeninas y sobre algunas curas, aunque yo no me atrevería a aplicar orina en los ojos para fortalecerlos, oye. Que igual se te quedan de cine, fíjate, pero va a ser que no. 
En el oeste del Imperio, no era lo mismo. Allí, los romanos no consideraban a las parteras iguales a los médicos porque, en la mayoría de los casos, la profesión era ejercida por esclavas liberadas (según una de las versiones) o, en todo caso, por esclavas que habían aprendido a atender a las parturientas siguiendo los conocimientos de sus madres (según otra de las versiones). 
No era muy distinto el trabajo que las parteras hacían en esa época y la actual. Si podían atender solas al parto, lo hacían, pero si el alumbramiento traía complicaciones no dudaban en pedir la ayuda del médico y de varios ayudantes. 
Ahora bien, ¿cómo se llevaba a cabo el parto? Desde luego, ni parecido a la época actual. Antes, las mujeres alumbraban a sus hijos sentadas en una silla especial, con un agujero en forma de luna por el que se escurría el cuerpo del recién nacido. A veces las sillas tenían respaldo para que la madre hiciera fuerza contra él, pero otras era uno de los ayudantes el que se colocaba detrás de la parturienta para ayudarla. Si lo pensamos, es más normal parir sentada que tumbada, puesto que al estar el cuerpo de la madre vertical se facilita la salida del bebé. Algunos pueblos siguen utilizando esta postura a la hora de dar a luz. 
Una vez fuera de cuerpo materno, la comadrona cortaba el cordón umbilical, solía echarse algo de sal fina para secar los restos del nacimiento, y se le enjabonaba, repitiendo el proceso y pasando a limpiar la nariz, la boca, las orejas y el ano del bebé. Limpiaban también los ojos con aceite para quitar los restos de placenta, se comprobaba que estaba sano, que tenía todos los deditos (como ahora, que parece ser la mayor preocupación de las madres porque es casi siempre lo primero que se pregunta), y que lloraba fuerte. 
Resulta terrible saber que, en ese tiempo, si el bebé nacía con deformidades graves, solían aconsejar abandonarlo en campo abierto. 
Por último, decir que las parteras buenas, no resultaban baratas. Y como siempre ha pasado y pasará, los que tenían dinero podían permitirse ser atendidos por las mejores comadronas y los pobres... se apañaban como podían. Sí, en esos tiempos también era signo de status social tener en nómina a una partera competente y de las caras. 
Llegamos a la Edad Media, época oscurantista donde las haya. 
Es curioso saber que, en este tiempo, la Iglesia tenía en alta estima a las comadronas, por su modo de actuar cuando era necesario un bautismo urgente. Por este motivo, se reguló la profesión por la Ley Canónica de la Iglesia Católica Romana. Todo un logro. Pero no es extraño, puesto que en esos tiempos tener un hijo era un riesgo cierto, muchas mujeres morían en el parto por más cuidados que hubieran tenido durante el embarazo. Las creyentes, cuando llegaba el momento de alumbrar, tenían ya preparada incluso la mortaja con la que debían enterrarla si moría, y pedía confesión antes de que llegara el momento crucial. 
Las parteras eran aceptadas y, a la vez, se las miraba con cierto recelo porque siempre había quien podía pensar que llegaban a ejercer la brujería durante sus intervenciones. Como suele decirse, con la Iglesia hemos topado, porque de ahí venían los problemas. Tanto, que se exigía a las matronas una licencia especial del obispo, tras realizar el juramento de rechazar el uso de la magia cuando atendiera un parto. 
Los conocimientos se pasaban de madres a hijas, de modo que iban adquiriendo cada vez más, iban siendo cada vez más profesionales y expertas. Sin embargo, en lugar de agradecer su sabiduría, que ayudaba a mejores partos y más esperanza de vida para los recién nacidos, la incultura popular hizo que se les comenzara a tildar de brujas. Muchas de ellas fueron acusadas, perseguidas y hasta asesinadas por este motivo. Las condenadas supersticiones que estuvieron de moda en la Edad Media, que me preguntó yo qué demonios pasaría en esa etapa de la Historia para que la gente se volviera tan rarita. 
Olvidémonos de esa etapa, triste salvo para escribir aventuras románticas, y pasemos al Renacimiento, donde tampoco la forma de pensar benefició a las mujeres. La obstetricia, al principio, fue considerada como una especialidad de poca importancia al ser practicada por barberos. Y en los enfrentamientos entre comadronas y médicos, ¿quién suponéis que quedaron relegadas? Pues sí, las mujeres, una vez más. 
El XVI supone un avance, la profesión florece de nuevo y se publican libros que hablan del tema. Era la Iglesia quien concedía la licencia para ejercer de comadrona y en 1557 el Obispo de Canterbury, permite a Eleanor Pead incluso que bautice a los recién nacidos en peligro de muerte. 
Por nombrar alguna de las matronas más famosas, os daré el nombre de Louis Bourgeois, 1563-1636, francesa. Se llegó a decir que era la mejor comadrona de su tiempo, llegando a ejercer como tal en la corte de Enrique IV. Según algunas fuentes, asistió a María de Médicis, cuando alumbró a Luis XIII. Francia fue el país en el que antes se desarrollaron los estudios de obstetricia. 
Un dato curioso: finalizando el XVIII en Inglaterra, las parturientas eran atendidas por matronas; al inicio del XIX, lo hacían los cirujanos. Y es que volvía a estar declarada la guerra entre los médicos y las comadronas, argumentando los primeros que ellas se dedicaban también a provocar abortos. 
Moraleja válida para la Edad Media, que no para ahora, porque creo yo que las mujeres de hoy en día hemos desarrollados bemoles, y pocas dejamos que nos tosan: si eres sabia en una profesión que también ejerzan los hombres, ten cuidado de no acabar en la hoguera.
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Published on December 10, 2018 08:53

Reseña. Rivales de día, amantes de noche

Nieves Hidalgo
Preciosa la que ha hecho Lady Isabella de Promesas de amor.

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