Fernando Ariel García's Blog, page 36
December 12, 2019
JUGANDO CON FUEGO: MI PEQUEÑO PANCUTAN

A esta altura, el de los rudos, insensibles e hipermusculosos machotes devenidos cariñosos y abocados niñeros de ocasión, podría ser considerado como un subgénero más de la clásica comedia blanca familiar. Y de eso se trata Jugando con fuego (Playing with Fire), donde el bombero John Cena juega el juego que ya jugaron Schwarzenegger y Vin Diesel, por poner dos ejemplos.
Completamente predecible y nada graciosa, hace gala de un sentimentalismo barato y de un prejuicio tan arcaico como estúpido. Es un notable ejemplo del cine industrial surgido de la sobreexplotación de fórmulas probadas, aprobadas y reprobadas. Realizada de manera correcta y profesional, tiene todo en el lugar en el que debe estar, salvo la creatividad, que se había ido a trabajar a otra película.

Pensada, armada y dirigida a los más chicos, Jugando con fuego se tiene tan poca fe que recurre, forzosa y obsesivamente, al atractivo que pueda generar en el público infantil el universo lúdico de Mi pequeño Pony. Como si la famosa franquicia de entretenimiento de Hasbro fuera el bálsamo necesario para calmar el dolor de tantas quemaduras. Fernando Ariel García
Published on December 12, 2019 03:19
LA LUZ DEL FIN DEL MUNDO: APRENDER A SOLTAR

Podríamos decir que estamos frente a una película de ciencia-ficción y no faltaríamos a la verdad. Porque el escenario minimalista en donde se desenvuelve La luz del fin del mundo (horrible retitulado para el poético, certero y original Luz de mi vida) es el de una oscura sociedad post-apocalíptica cercana en el tiempo, en donde una parte importante de la población ha caído muerta a raíz de un contagio del que poco se especifica, principalmente porque no hace falta para quedar atrapado en el nudo dramático que escribe, cuenta y protagoniza Casey Affleck.
Pero si decimos que La luz del fin del mundo (Light of My Life) es sólo una película de ciencia-ficción, me parece que la estamos pifiando. Tan morosa como preciosista y tan salvaje como entrañable, la intimista fábula del hermano de Ben es una obra maestra sobre la naturaleza y los alcances de la relación filial entre un padre y su hija, en el preciso instante en que la hija está empezando a ser una adolescente sin dejar de ser una niña. Y en un ambiente en que esa condición se torna tan peligrosa como el pueblo azotado por el crudo y desalmado invierno que muestra la pantalla.

Durante gran parte del metraje, el anónimo personaje de Affleck (al que sólo conoceremos como Papá, porque eso es lo que lo define y le da identidad) hace lo que cualquier padre haría en una situación de constante y continua amenaza: Todo lo imaginable e inimaginable, ya que no existen límites éticos ni sociales a la hora de proteger la vida y garantizar la supervivencia de su hija. Pero lo mejor que tiene la película es que, en determinado momento y en una específica circunstancia, obliga al personaje de Affleck a tomar conciencia de qué es lo que realmente debe hacer si es que de verdad quiere proteger la vida y garantizar la supervivencia de su hija.

Empoderar a una hija (o a un hijo, es lo mismo) es aprender a soltarlo, a dejarlo ser, estar y moverse en el entorno físico, concreto y simbólico que, en suerte o desgracia, le haya tocado habitar. Sabiendo que va a estar expuesta a lo bueno y lo malo que el mundo y las personas tengan para ofrecerle. Confiando en que le hayamos otorgado las herramientas y los recursos necesarios para superar las adversidades que se le crucen en el camino. Aprendiendo a convivir con el miedo de saber que no siempre vamos a estar ahí, caminando a su lado o poniendo nuestro cuerpo adelante.

En ese sentido, podríamos decir que La luz del fin del mundo también es una película de terror emocional. Lo cual resulta tan cierto como limitado. Porque el fresco que supo pintar Affleck es mucho más rico y complejo. Tan rico y complejo como una simple historia de amor y crecimiento mutuo. La hermosa, irrepetible y siempre sorprendente historia de un padre viendo brillar a la luz de su vida. Fernando Ariel García
Published on December 12, 2019 03:11
November 29, 2019
EN BUENAS MANOS: LA ADOPCIÓN Y SUS CIRCUNSTANCIAS

En una punta del hilo invisible lo tenemos a Theo, que acaba de nacer. La mujer que, en secreto, lo gestó con cariño y cuidados durante nueve meses, no quiere convertirse en su madre y está decidida a entregarlo en adopción. La otra punta del hilo invisible se llama Alice (una notable Élodie Bouchez), habitada por cuarentitantos años de inestabilidades emocionales y vulnerabilidades varias, convencida sólo de su deseo de convertirse en madre. Algo que las razones biológicas le han venido impidiendo por los últimos diez años. Y durante 107 emocionantes e hipnóticos minutos, En buenas manos (Pupille) se encargará de contarnos si ambos extremos podrán llegar a iniciar una hermosa y duradera relación.
En vez de un documental sobre los protocolos franceses para cualquier proceso de adopción, Jeanne Herry eligió hacer una obra de ficción que registre rigurosamente los caminos burocráticos y las instancias legales que un Estado presente y activo impone en una situación de esta naturaleza, poniendo en valor la entrega amorosa de cada una de las personas dedicadas (e involucradas) a semejante tarea. Sin descuidar nunca el impacto emocional que este trabajo descarga sobre sus vidas familiares; y viceversa.

Con un elenco afiatadísimo, que se saca chispas al hacer brillar al compañero (arriba de todos, Gilles Lellouche, Sandrine Kiberlain y la mítica Miou-Miou), En buenas manos elabora el deseo y la frustración que atraviesa a los protagonistas, desde la mujer gestora que elige el anonimato hasta los padres postulantes abrazados por la incertidumbre y la esperanza, pasando detenidamente por los médicos, psicólogos, asistentes sociales, consejeros de familia, empleados técnicos del centro público de adopción y, muy especialmente, los miembros de la familia de acogida que se harán cargo, temporalmente, de Theo.

Narrada en estricto orden cronológico, pero siempre desde una mirada coral que tiene en su epicentro al bebé en estado de adoptabilidad, En buenas manos es una de esas películas que habla con claridad de la naturaleza de los vínculos humanos. Y, en especial, de los vínculos parentales, que dependen más de la interpersonal construcción cotidiana que de cualquier relación sanguínea existente. Fernando Ariel García
Published on November 29, 2019 05:02
November 27, 2019
ÁNGELES DE CHARLIE: EL PODER A LAS MUJERES

La corrección política está convirtiéndose en el nuevo conservadurismo. No sé dónde lo leí, pero cada vez estoy adscribiendo más a esa idea. Ángeles de Charlie (sin el artículo Los que formaba parte del título en castellano de la clásica serie de TV) es un buen ejemplo de ello. Colectivos de mujeres empoderadas, que se encargan de empoderar a otras mujeres. Un Bosley blanco, un Bosley negro y una Bosley mujer. Y una deconstrucción de los hoy vetustos códigos machistas de la serie televisiva, reconvertidos en actuales clichés feministas.
Ángeles de Charlie (Charlie’s Angels) no es un reinicio de la franquicia, sino la continuación aggiornada de la serie y los dos largometrajes anteriores. En este nuevo escenario, la agencia de seguridad de "Charlie" Townsend ha crecido y se ha globalizado. Consta de un ejército de ángeles dispersos por el mundo, siempre listas para entrar en acción. Y cuenta con un cuerpo de Bosleys hecho a imagen y semejanza del John Bosley original (Patrick Stewart), con la misión de proteger y servir a los ángeles en sus delicadas misiones ultrasecretas.
De Brasil a Inglaterra, pasando por Alemania y Turquía, el film de Elizabeth Banks cumple con todas las indicaciones del manual de espionaje filmado. Adrenalina desbordada, persecuciones imposibles, falsas pistas y traiciones, humor bastante tonto. Todo alrededor de un adminículo tecnológico que puede ser reconvertido en invisible arma de destrucción masiva; y servido con un despliegue visual puesto al servicio del lucimiento (estético e intelectual) del trío protagonista.
Cine industrial pre-digerido, con intenciones de revitalizar la licencia mediante un proceso de sincronización con las demandas del mundo real. Una historia que no cierra como mecanismo de ficción, pero funciona como declaración ideológica de valores. Algo que se nota en la cantidad de cameos (actrices, gimnastas olímpicas, deportistas, referentes de la comunidad LGBTIQ+, todas con algún grado de activismo social reconocido) y en la elección de equipos multiculturales femeninos para la banda sonora. ¿Lo mejor? Que los ángeles hayan dejado de ser un objeto sexual para transformarse en modelo aspiracional a seguir por las adolescentes.
No hay que quedarse hasta el final final, pero entre los créditos de cierre hay un par de escenitas extras. Fernando Ariel García
Published on November 27, 2019 07:22
LECTURA SEGÚN JUSTINO: INFIERNO GRANDE

Seis años después de su estreno en Paraguay, llega a la Argentina Lectura según Justino, opera prima del reconocido actor Arnaldo André en su doble rol de director y guionista. Parcialmente autobiográfica, la película sigue el enamoramiento romántico de un chico y su maestra, en un tono melodramático que sabe conjugar la nostalgia, la melancolía y la ternura que conviven en el despertar adolescente de los sentidos.
Estamos en el pueblo paraguayo de San Bernardino, durante 1955. Justino (Diego González) acaba de perder a su padre y empieza a trabajar de cartero para ayudar a mantener el humilde hogar trabajador de su familia. Así conoce a un misterioso alemán (Mike Amigorena), ex oficial nazi que vive en el pueblo, con quien entabla una particular relación de amistad y enfrentamiento, encajado alrededor de la figura de la joven maestra Ulla (Julieta Cardinali). Un triángulo que terminará decantando en drama cuando un crimen aberrante y la fiesta de la virgen de Caacupé coincidan con una noche de tormenta.

Por sobre la anécdota desarrollada, el fuerte del film descansa en el ejercicio narrativo de André y la detallada recreación de época. Ambientada durante los primeros años de la dictadura militar del general Stroessner y antes del derrocamiento de Perón, la cotidianeidad de las calles y las casas de San Bernardino pueden ser consideradas como las verdaderas protagonistas de la acción. La explosión hormonal de Justino funciona así como vehículo expositor de la cultura popular, el discurso histórico de la época, las peleas entre liberales y colorados; y la convivencia argentino-paraguaya, marcada por la fuerte presencia en tierras guaraníes de la Fundación Eva Perón.

A pesar de los esfuerzos argumentales y los logros estéticos, Lectura según Justino pasa superficialmente sobre las distintas temáticas que aborda. Exponiendo (y resolviendo) los conflictos, pero sin explotar el completo (y complejo) potencial que evidencian. Un último consejo: Estén atentos y no bajen la guardia. Si pestañean, se pueden perder el cameo de Luisa Kuliok. Fernando Ariel García
Published on November 27, 2019 07:08
November 21, 2019
DÓNDE ESTÁ ELLA?: SEGUIR ADELANTE SIN RESPUESTAS

No lo comparto. Lo entiendo y lo acepto, pero no lo comparto. El título elegido para comercializar en la Argentina el nuevo trabajo del siempre interesante Guillaume Senez, resulta mucho más ganchero, atractivo y hasta acorde a los tiempos que corren, pero no representa el real alcance e interés narrativo del film. La pregunta Dónde está ella? remite directamente a la desaparición de una mujer; y lo hace en estos momentos de simultaneidad entre el empoderamiento femenino y el incremento (¿imparable?) de la tasa de femicidios. Se trata de una jugada comercial para intentar posicionar de manera competitiva a esta película frente a los tanques que están desembarcando y a los tanques que permanecen estacionados en la cartelera, obvio. Y si bien Dónde está ella? merece ser vista por la mayor cantidad de público posible, engañar al público para meterlo en las salas no me parece correcto.
Dónde está ella? se llama, originalmente, Nos batailles (Nuestras batallas), porque el ojo de Senez está puesto en las peleas culturales que se están desarrollando en este mismo momento, en frente de nuestros ojos saturados, de nuestros cuerpos cansados por el esfuerzo de atender tantos frentes diversos en un sinfín de campos simultáneos, tan reales como simbólicos. Y en inferioridad de condiciones.

El discurso argumental arranca con una mujer que, un buen día, decide desaparecer. Y si bien la trama busca, desde aristas policiales y emocionales, dar respuesta a las razones que puedan haberla llevado a tomar semejante decisión, el nudo del drama pasa por la vivencia del esposo y las dos hijas de la pareja, que se ven obligados a reacomodar, más como pueden que como quisieran, su cotidianeidad y la dinámica de sus relaciones.

Seguir adelante, sin respuestas, es siempre traumático, agobiante, doloroso y desesperante. E inevitable. Y todo ello va a repercutir en el entramado físico y sentimental de la familia, la nuclear y la ampliada. De manera introspectiva, profundamente humana y empática, Dónde está ella? va armando el rompecabezas, a sabiendas de que hay algunas piezas rotas y otras faltantes. Y de que habrá que arreglárselas con la imagen final que termine arrojando el lienzo.

Pero lo más interesante de todo viene dado por el complejo entramado donde se consuma la desaparición. Que son aquellas batallas a las que hace referencia el título original del film. Y que parecen un catálogo de las problemáticas contemporáneas que interpelan la existencia de las generaciones que rondan y superan los 40 años. La división de las tareas en el hogar matrimonial. La cultura machista. Las nuevas paternidades. La inseguridad laboral. El sentido de la lucha sindical en el contexto de un capitalismo abusivo y excluyente. La frustración personal y la insatisfacción colectiva. Esa sensación de estar caminando hacia un futuro cada vez menos promisorio. El ahogo de no encontrar la salida. La posibilidad de echar a perder lo bueno que hemos construido. Y el vértigo que da el tener que avanzar, a pesar de las dudas y sin certezas. Fernando Ariel García
Published on November 21, 2019 04:14
DOWNTON ABBEY: UN PIE EN EL PASADO, UN PIE EN EL FUTURO

No vi ninguna de las seis temporadas de la serie. Y tampoco vi el especial de Navidad que venía a cerrar un poco la saga. Así que le entré a esta versión cinematográfica de Downton Abbey sin saber quiénes eran los personajes, cuáles dinámicas mantenían en sus relaciones, ni qué tipo de historias son las que suele contar este verdadero fenómeno sociocultural que nació como un simple drama histórico de época, enfocado en una familia de la aristocracia británica de principios del siglo XX.

Y si bien el film de Michael Engler apunta directamente a los fanáticos de la serie, no deja en vilo a quienes (como yo) llegan al cine con enormes vacíos argumentales por llenar. Lo bueno es que la propia película se encarga de explicar lo necesario para entender de qué va la cosa y cómo viene la mano. Y hay que aplaudir que lo haga con herramientas narrativas y no mediante cabecitas parlantes (o voces en off) que bajen línea discursiva.

Es cierto que la historia a desarrollar no supera el estadío de anécdota de color (en medio de una gira real, los reyes de Inglaterra vienen a pasar una noche en Downton Abbey), pero es lo suficientemente sustanciosa como para poner en marcha el mecanismo que (adivino) es el punto fuerte de la licencia: El cruce entre las internas familiares, los hechos históricos reales y los vientos de cambio que empiezan a agitar las marcadas diferencias de clase. Todo ello, lujosamente vestido en un estilo de vida glamoroso, elitista, sofisticado, culto, distinguido (para unos) e inalcanzable (para otros).

Me queda claro que Downton Abbey no está aquí para poner en tela de juicio la inherente inequidad sistémica entre aristócratas y trabajadores, o el desequilibrio entre la distribución de riquezas y poder. Así que no le pido peras al olmo y me dejo sorprender por algunos críticos apuntes sociales hacia el sentido de la monarquía, el independentismo, la instalada cultura paternalista y la siempre injustificada discriminación.

Quizá porque, a manera de colofón general, la película se instala en la idea de legado. Cerrando algunas historias personales que arrancarán las lágrimas de los conocedores; y asumiendo que está atravesando el inicio de una transición. Desde aquello que se está terminando, hacia lo que sea que empieza a gestarse. Con un pie en el pasado y otro pie en el futuro, Downton Abbey también deja abierta la posibilidad de una continuación. Cuán distinta a esta, es algo que sólo el tiempo podrá definir. Fernando Ariel García
Published on November 21, 2019 04:04
November 15, 2019
THE MANDALORIAN: SPAGHETTI WESTERN INTERGALÁCTICO

Hace mucho tiempo, en una galaxia muy lejana, todavía era posible encontrarle una vuelta de tuerca interesante, novedosa, atractiva y divertida a esta trilogía de trilogías que terminó re-convertida en negocio multimillonario, objeto de consumo masivo y religión para-oficial en algunos rincones del mundo. Subordinando la espectacularidad de la imagen a la inventiva de la premisa argumental, Jon Favreau alcanza con The Mandalorian un listón cualitativo que ya quisieran para sí las últimas camadas de filmes de Star Wars que llegaron a los cines.
Llano y al hueso. Con actitud y mala leche. Con la participación especial de Werner Herzog y Nick Nolte (lo siento, J.J., LTA). Jugando algunas cartas fuertísimas y guardándose (quiero suponer) la baraja más sustanciosa en la manga, el debut de la primera serie live-action del universo parido por George Lucas, tiene la capacidad (y la fortaleza) de cargarse en la espalda el destino de la plataforma streaming Disney+. Y lo hace apelando a los imaginarios cinematográficos que conjugaron arte y oficio a la hora de erigir la industria del entretenimiento, hibridando en su punto justo la ciencia-ficción más aventurera con el spaghetti western.
El Mandaloriano del título, un cazador de recompensas solitario (por ahora) y anónimo (por ahora), responde al modelo icónico impuesto por Clint Eastwood en sus famosos trabajos con Sergio Leone. Dueño de sus silencios y de una moral (a priori) bastante cuestionable, tiene lo que hay que tener para moverse como pez en el agua en los años que van entre la caída del Imperio y el surgimiento de la Primera Orden, o sea entre El regreso del Jedi y El despertar de la Fuerza .
El primer episodio (único emitido hasta el momento) sirve para instalar al personaje principal en el entorno que deberá ir conquistando, al tiempo que empieza a explicar alguna de las instancias que las películas ya dieron por sentadas. Por supuesto, también planta suculentas posibilidades a desarrollar en el futuro, tanto en esta serie como en otros materiales audiovisuales derivados. Y para los fanáticos de la saga, se da el lujo de llenar los espacios con referencias al olvidado (y olvidable) especial de navidad de 1978, además de profundizar la ambigüedad sobre el linaje del Mandaloriano y su ¿posible? relación con Boba Fett, la figura más carismática de toda la saga, después de Darth Vader.
Respetando las raíces que la nutren y unen con una de las franquicias más queridas por el público, The Mandalorian pone en su justo valor (y lugar) esa veta nostálgica que la vincula, inevitablemente, con la historia de cada espectador. Preparándole una sorpresa final que va a dejarlos pidiendo más, mucho más. Después de todo, esto recién comienza.
Fernando Ariel García
Published on November 15, 2019 07:14
November 14, 2019
PROYECTO GÉMINIS: CINE EN MODO PLAYSTATION

Si piensan ir a ver Proyecto Géminis (Gemini Man) y todavía no vieron el tráiler, háganse un favor: No lo vean. Todo (y cuando digo todo, quiero decir TODO) lo importante que tiene para contar la película, está puesto en ese breve paneo que resume, a la perfección, los 117 minutos de metraje. Sé que, en esta época de pre-ventas compulsivas, es casi imposible no estar enterado de cuál es el yeite que busca sostener dramáticamente esta aventura. Menos aun cuando se trata del elemento principal que la campaña invasiva de marketing ha tomado como eje para promocionar la nueva incursión de Will Smith en el terreno del thriller fantástico de acción. Pero bueno, están avisados.
Dicho esto, si el “qué” viene revelado desde antes de que empiece el film, el peso principal de la experiencia cinematográfica pasa a recaer en el “cómo”. Y aquí se hace necesario escindir el ítem en dos: Los contenidos propiamente dichos y la narrativa elegida para comunicarlos. El primero de los rubros es el más pobre de todos. Dejando de lado el nulo efecto de la “gran sorpresa”, el resto del guion navega en aguas recontratransitadas, pueriles, lineales, chatas y reiterativas. Con personajes demasiado unidimensionales y diálogos que se regodean con las fórmulas discursivas del género, copiando reconocibles elementos de James Bond y Terminator, por poner un par de ejemplos.

Por otra parte, en la imaginería visual del film descansa lo mejor que tiene para ofrecer Proyecto Géminis. Recargado, elegante y sofisticado. Sabe sacar provecho de los contrastes entre las abarrotadas y coloridas calles de Cartagena de Indias; y el esplendor palaciego de Budapest. El 99 % de los efectos visuales destaca la espectacularidad de la acción y acompaña (como marco emocional) el recorrido interno de los protagonistas.
La búsqueda narrativa de Ang Lee, concentrada en la explotación cinematográfica de las nuevas tecnologías, funciona de manera pendular. Por momentos, el 3D sumado al detalle y la profundidad visual de campo que se obtiene al filmar con 120 fotogramas por segundo (en lugar de los clásicos 90), amplía la experiencia inmersiva con un caudal de información que suma belleza estética sin interferir el ritmo desbocado de las escenas de acción. Pero en otras secuencias, sólo se ve como un dibujo animado acelerado por una sobredosis de esteroides virtuales.

El gran pecado del film, al menos para mí, queda evidenciado en el modo Playstation escogido para mostrar el cuerpo central de la obra, que son los enfrentamientos entre el asesino a sueldo con problemas de consciencia y su alter ego abocado a eliminarlo. Cada una de esas épicas batallas, resueltas bajo la norma del sangriento hiperrealismo ultraviolento, responden a la lógica conceptual de los videojuegos bélicos, resignando recursos y herramientas que el cine de acción ha generado e instalado en el inconsciente colectivo. Tal vez porque esta película apunte, principalmente, a entretener el ojo sin incentivar las neuronas. Fernando Ariel García
Published on November 14, 2019 04:48
November 12, 2019
WATCHMEN: ¿QUIÉN VIGILA A LOS VIGILANTES?

A priori, tenía cero expectativas. Nada de fe, poco interés y bastante desgano hacia Watchmen, la serie de TV que emite HBO. Soy de aquellos a los que no les gustó la película de Zack Snyder, de los que creen que el mayor mérito del cómic de Alan Moore y Dave Gibbons es, justamente, montar su compleja maquinaria de sentidos y lecturas con el lenguaje intransferible del noveno arte. Para mí, Watchmen funciona como funciona (y con el paso de los años, funciona cada vez mejor) por ser un cómic, no por parecerlo o intentar re-presentarlo.
Dicho esto, la verdad es que la serie de HBO me gusta. Mucho. Por lo menos, lo que pude ver (tres capítulos del total de los nueve pautados para la primera temporada) me tiene intrigado e interesado. Tal vez (seguramente) porque Damon Lindelof tomó la sabia decisión de desprenderse del arco narrativo original, para desplegar su propia visión de ese universo alternativo, manteniendo referencias, enfoques y simbología inevitables, pero avanzando sobre los alcances y las posibilidades que el cómic infería ante quien se animara a desarrollarlas.
Estamos en Tulsa, Oklahoma, en 2019. Robert Redford es el nuevo presidente de los EE.UU.; y la paranoia nuclear de la Guerra Fría ha quedado en el pasado. Pero la paranoia actual tiene otros ecos, mucho más contemporáneos y vigentes. El supremacismo blanco (denominación políticamente correcta del racismo) se esconde bajo las máscaras Rorschach que visten los miembros de la Séptima Caballería, asesinos en masa de los policías negros que, para proteger sus vidas y las de sus familiares, ahora también ocultan sus rostros bajo máscaras amarillas. Además, un nuevo grupo de superhéroes enmascarados imparte Justicia estando fuera (y dentro) de la Ley. Y parte del viejo grupo de superhéroes, sin máscara alguna que les brinde anonimato, trabajan para el FBI cazando nuevos superhéroes, están presos o autoexiliados, o conspiran para vaya uno a saber qué o quién. Y hay un senador que quiere llegar a ser presidente. Y una mención a la Argentina que, en ese contexto ideológico, reafirma una parte de nuestra historia.
Hasta ahora, la serie plantea más preguntas que respuestas, más dudas que certezas, más suposiciones que definiciones. Las puertas que han sido abiertas nos conducen a otras puertas que esperan ser abiertas; y a nuevas (e inesperadas) derivaciones. Desviaciones del camino que, uno intuye, confluirán en un cierre cuasi-apocalíptico, donde la ficción política volverá a funcionar como metáfora de los tiempos que corren fuera de este universo paralelo. Más allá de lo que deparen los resultados finales, Lindelof triunfa ampliamente en su propuesta, reinterpretando el canon con reverencia y arrojo, manteniéndose lejos de la traición y animándose a meter los cambios que considere necesarios. Deconstruyendo el género superheroico desde una atrevida deconstrucción del cómic de Moore y Gibbons. Aferrándose a la única interpelación que sigue dando entidad a la saga: ¿Quién vigila a los vigilantes? Fernando Ariel García
Published on November 12, 2019 05:11
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