Fernando Ariel García's Blog, page 34
January 31, 2020
40 CAJONES: VIAJE AL FIN DE LA NOCHE

En estos últimos 40 años me he cruzado con un sinfín de draculófilos. De todos los tamaños y colores, con disímiles posiciones tomadas y defendidas. Conocí historiadores cerrados al embellecimiento ficcional operado sobre el buen Vlad Tepes, fanáticos cinematográficos embanderados detrás de las capas de Bela Lugosi o de Christopher Lee (como si no se pudiera abrazar ambas), puteadores del modelo machista-patriarcal que le chupa la sangre a las mujeres, chantas que querían chapear con su foto en los Cárpatos, serios estudiosos del fenómeno del vampirismo y gente común que aún se emociona con las peripecias de un monstruo romántico.

Pero desde hace 40 años sólo conozco a un tipo que, realmente, la sabe lunga sobre Drácula, el de la verdad histórica y el de la realidad multimediática, el héroe nacional y el Amo de los No-Muertos, el hombre cruel que empalaba a sus enemigos y el mito dandy que les mordía el cuello. Más que un especialista, Hernán Ostuni (que de él se trata) es una especie de sommelier vampírico con la innata capacidad para separar la paja del trigo (no sólo) en lo que a Drácula se refiere.

Y hace 8 años que este buen muchacho me viene insistiendo con que lea 40 cajones, que me deje de joder con vampiritos de cuarta y le entre, de una buena vez, a uno de los cortes más sustanciosos que se le ha hecho a esta vaca que sigue dando sangre en lugar de leche. Que lo que hizo Santullo es monumental: Agarró un pedacito del libro de Bram Stoker (el viaje en barco del Conde, desde la costa búlgara al nordeste de Inglaterra) y armó una obra íntegra y compacta, fiel a la tradición y coherente a la hora de plantear un Drácula escindido de la moralidad humana. Un Drácula cuya motivación básica para lanzarse al mar rodeado de una tripulación de marineros, da cuenta de su real naturaleza: Una mente maestra en el cuerpo de una bestial fuerza primigenia, inalcanzable e indefinible por nuestros limitados conceptos del bien y del mal.

Que lo hecho por Jok debería ser reverenciado por los siglos de los siglos. Porque sólo un animal gráfico de su envergadura se animaría a perfilar la presencia de semejante icono a través de su ausencia física. Mostrándolo como un concepto inmanente que trasciende por el peso de sus actos, elegimos sufrir la consecuencia de su existencia porque no soportaríamos la instancia de tenerlo enfrente. Por mérito propio, este Drácula de Jok está en lo más alto del podio, hablándole de igual a igual al Drácula de Fernando Fernández, al del Viejo Breccia, al de Gene Colan, al de Mignola. Único, eterno e inmediatamente reconocible.

Y después de 8 años, una noche en que estaba desvelado, le hice caso a Ostuni y leí 40 cajones. Y tengo que decir la verdad: Ostuni se quedó corto. 40 cajones es todo lo que me dijo que era. Y más. Y mejor. Fernando Ariel García
Published on January 31, 2020 04:48
UN AMOR A SEGUNDA VISTA: PREVISIBLE FANTACOMEDIA ROMÁNTICA

Después de venir insistiendo desde sus años de estudiante, Raphaël (François Civil), finalmente la pega. Se ha convertido en el escritor de ciencia-ficción más importante del momento. Sus libros agotan las tiradas y la saga de su alter ego enfrascado en lucha revolucionaria contra el feroz dictador de su literario universo, está a punto de saltar a la gran pantalla. Soberbio y enamorado de su propio éxito, Raphaël no se percata (o no quiere darse cuenta) de que el lugar de privilegio que hoy ocupa es, en gran parte, resultado de las renuncias profesionales que ha hecho su esposa.
Olivia (Joséphine Japy) se enamoró de Raphaël desde que sus pasos se cruzaron en el patio del colegio. Está claro que su destino era el de ser una de las principales pianistas clásicas de la historia, pero la priorización de la labor de su amado derivó en dos pequeños grandes detalles. Uno: La incorporación de un personaje femenino (alter ego de Olivia) en la serie de libros de Raphael, verdadera impulsora de ese suceso editorial sin parangón. Y dos: En lugar de llenar los principales teatros del mundo, Olivia llena un aula de colegio como maestra de música.

Hasta que, claro, la crisis marital llega a un punto de no retorno; y ella lo abandona a él. Después de estos primeros diez minutos, el grueso de la película se dedicará a contar los intentos de Raphaël por recuperar el amor de Olivia, tal como señalan los cánones de la previsible comedia romántica. Pero como Un amor a segunda vista (Mon inconnue) no asume su condición de previsible comedia romántica, todo el proceso de reconquista vendrá relatado en un marco explícito de ciencia-ficción.

Porque después de una mamúa infernal, Raphaël despierta en una realidad paralela donde su historia personal nunca se hilvanó con la historia personal de Olivia. Resultado: Ella es la famosa concertista que debería haber sido y él es el mediocre profesor de literatura que tenía que ser. Consciente del real estado de las cosas, Raphaël deberá elegir entre su lujosa vida mediática sin Olivia, o una vida de trabajador a la sombra de su amada. O sea, entre la fama o el amor.

Correcta de principio a fin, agradable de seguir, Un amor… no termina de alcanzar la altura de una premisa más interesante que su desarrollo narrativo. Está llena de clichés y se le nota (demasiado) la pretensión cómica que no termina de decantar en humor de ningún tipo. Lo mejor de todo, tal vez, sea la ligereza con que se toma a ella misma, sobre todo en aquellos momentos donde permite el lucimiento lúdico de la pareja protagónica, tanto en el bucólico entorno romántico de la campiña como en el distópico futuro de la París literaria donde batallan los rebeldes.

De seguro, si Raphaël hubiera despertado dentro de sus novelas, hoy estaríamos hablando de otra película. Fernando Ariel García
Published on January 31, 2020 04:30
January 30, 2020
MUJERCITAS: IMAGINARIO DECIMONÓNICO Y SENSIBILIDAD CONTEMPORÁNEA

Un clásico de la literatura infanto-juvenil es, ante todo, un clásico de la literatura. Y como tal, lo mejor que tiene para ofrecer son las preguntas con que sigue interpelando a las generaciones (y sociedades) que le prosiguieron. Mujercitas, de Louisa May Alcott, es uno de esos clásicos. Y además de la vigencia de sus avanzados planteos feministas, la novela viene a sumar nuevos puntos de vista y otras experiencias al puntual debate social que hoy reperfila al mundo: El empoderamiento de la mujer y su contracara, el fin del modelo patriarcal.
La Mujercitas (Little Woman) de Greta Gerwig, en tanto adaptación e intervención del texto original de Alcott, alcanza el equilibrio justo entre el imaginario decimonónico y la sensibilidad contemporánea, a la hora de retratar el fenómeno del feminismo desde su mirada más abarcativa posible. Rompiendo la linealidad narrativa de la novela, la película se articula mediante saltos en el tiempo que refuerzan los efectos dramáticos de una trama que no le escabulle el bulto al dolor y a la felicidad, a la realización y a la postergación de los deseos, al amor encontrado y al amor renunciado.
Y aprovechando que la historia de Mujercitas estaba basada en la vida de Alcott, Gerwig tunea al personaje de “Jo” March hasta transformarlo en el alter ego ficcional de Alcott y en el alter ego metaficcional de la propia Gerwig, asumiendo que su voz es la confluencia de los millones de voces que hoy dicen ¡Basta! El mundo que gira alrededor de Jo no es el mismo mundo que Jo pone a girar a su alrededor. Y en ese cruce se cuece lo más rico que tiene para ofrecer el film. O sea, el entramado de los cuatro grandes temas que, históricamente, han forjado el universo básico de los mandatos femeninos: La maternidad, la responsabilidad del hogar, las posibilidades laborales fuera de casa; y la búsqueda del amor verdadero, entendiendo por verdadero a la vertiente romántica de tan valorado sentimiento.
Con el cuerpo y las acciones de las hermanas March, Gerwig se anima a ir deconstruyendo las verdades y los mitos que se han ido asociando a esos cuatro pilares. Hasta llegar a la síntesis más compleja y completa. El único modelo que legitima y fortalece a la mujer como mujer es aquel que cada una haya elegido para sí misma, a consciencia y en libertad, respetando (y haciendo respetar) su identidad como persona y su integridad como ser humano. El resto es materia ficcional que puede servir para escribir una gran novela o filmar una gran película. Como Mujercitas, por ejemplo. Fernando Ariel García
Published on January 30, 2020 04:05
January 29, 2020
ESPÍAS A ESCONDIDAS: SÓLO PARA SUS OJOS

Timing perfecto. Si hasta uno podría pensar que fue a propósito. Los productores de los films de Bond confirman (por millonésima vez) que 007 tiene chances de ser mujer, pero nunca un hombre afroamericano; y Espías a escondidas (Spies in Disguise) se estrena en la Argentina con el protagónico de Will Smith como Lance Sterling, el agente secreto negro más cool del mundo del espionaje. Es cierto, a Lance le faltan la sofisticación y la flema británica, pero le sobran la soberbia armada, el ego y la billetera de Trump.
Concebida y realizada para capturar la atención de los ojos infanto-juveniles (mi hija y los demás chicos que estaban en la privada de prensa, no pararon de reírse durante la proyección), la primera película animada de Fox bajo gerencia Disney está apoyada en un sólo chiste, explotado al máximo en todas sus variaciones posibles. Si vieron el tráiler ya saben de qué se trata: Y si no, alcanza y sobra con saber que guarda relación con la aversión de Sterling a las palomas (y no con Pigeon: Impossible , el corto de Lucas Martell en que se basa el film).
Comedia atp que no da respiro, las marchas y contramarchas de su argumento nos llevan de Washington a Japón, de Playa del Carmen a Venecia y de la base de los malos (con muchos orientales entre sus filas) de vuelta a Washington. Sin repetir y sin soplar, pasa por todas las estaciones convencionales del género (peleas, persecuciones, pérdidas familiares, sacrificios personales) para terminar bajando línea moral sobre valores que apoyamos: El trabajo en equipo, la humildad, la perseverancia como base de los logros; y la inclusión respetuosa de los “raros”.
Diversión sin otras pretensiones. Es lo único que tiene para ofrecer Espías a escondidas. Y a su favor hay que decir que lo brinda en abundancia, muy bien apoyada en la tarea vocal de sus figuras relevantes, Smith y Tom Holland, generadores de la química necesaria para que todo funcione como un relojito. Después de los créditos de cierre hay un alguito. Y ojalá, algún día, hagan una película entera con el estilo de animación que usan para los títulos de apertura. Fernando Ariel García
Published on January 29, 2020 04:29
1917: EL CINE DE LA EXPERIENCIA VERSUS LA EXPERIENCIA DEL CINE

Estamos en el 6 de abril de 1917, al norte de Francia, en medio de un campamento británico estratégicamente ubicado en el Frente Oeste, principal teatro de operaciones de la Primera Guerra mundial. Falta poco más de un año para que los alemanes se rindan y firmen el armisticio, pero ese es un dato que no maneja ninguno de los protagonistas de 1917, razón por la cual los ánimos son los que son, las caras dibujan las expresiones que vemos; y las expectativas siguen siendo las mismas de ayer: Mantenerse con vida hasta mañana.
Convengamos que la historia contada por Sam Mendes (Belleza americana, dos de las últimas Bond) es ínfima, no más de una anécdota en el mosaico de la Gran Guerra. Una especie de Rescatando al soldado Ryan en versión minimalista (por la cantidad de soldados involucrados) pero de alcance expansivo (por la naturaleza inmersiva de su narración). En 1917, de manera brutal, inmisericorde y decisiva, el cómo se cuenta se impone al qué se cuenta. Y la elección consciente del nosotros inclusivo termina por marcar la (gran) diferencia.
Porque el verdadero protagonista de esta épica bélica, tan vital como móvil, es la cámara. La cámara que sigue a los dos soldados británicos por su trinchera, cruzando la tierra de nadie, avanzando a campo traviesa en territorio enemigo, adentrándose en el fantasmagórico laberinto arquitectónico de una ciudad comida por las bombas y el humo irrespirable. Filmada en tiempo real, construyendo la sensación de una toma única, con ese travelling subjetivo que serpentea desde el principio hasta el final, llevándonos de las narices por entre las ratas, el barro, la sangre, la mierda y el honor.
Lo de Mendes es, técnicamente hablando, insuperable. Un logro fastuoso y bello, tan fácil de seguir que hasta parece que hubiera sido fácil de hacer y de resolver. El espectador es uno más en ese grupo de desesperados, hambrientos, enloquecidos por el deber de una misión suicida contra el reloj. Transpiramos, sufrimos, nos debatimos, corremos, matamos, huimos, tenemos miedo, flaqueamos y nos levantamos. Con ellos. Como ellos. Si hasta, por un momento, naturalizamos la patética deshumanización del enemigo.
Mendes logra lo que poco cine bélico ha logrado hasta ahora: Hacernos vivir la experiencia de estar en una guerra. Y en este enorme mérito anida el mayor pecado del film. Al estar tan compenetrado con lo que le pasa a uno durante el metraje, a uno ya no le importa qué le pasa a los dos soldados británicos. ¿Viven? ¿Mueren? Da lo mismo. Lo importante es que nosotros lleguemos a las placas de cierre esquivando metralla, explosiones y pestes, caminando sobre cadáveres y codeándonos con moribundos. Ansiando el momento en que podamos relajarnos, sentarnos bajo la copa de un árbol a pensar un futuro (si es que existe tal posibilidad), fumar un cigarrillo o deshacernos en lágrimas.
Con 1917, Mendes acaba de firmar el manifiesto definitivo para el concepto dominante en el entretenimiento masivo de esta época: Privilegiar la “experiencia” a costa de exterminar la empatía. No es la opción correcta, al menos para mí. Entre el cine de la experiencia y la experiencia del cine, yo me quedo con lo segundo. Fernando Ariel García
Published on January 29, 2020 04:19
January 24, 2020
WARNER CHANNEL ESTRENA "CRISIS EN TIERRAS INFINITAS" EN LA ARGENTINA
Warner Channel estrena en la Argentina el esperadísimo cruce entre las series del Arrowverse, Crisis en Tierras Infinitas, adaptación del clásico cómic que reformuló la estantería dramática del Universo de DC Comics.
Si querés saber de qué va la cosa, mirá esta nota que publiqué en el diario La Nación.

Si querés saber de qué va la cosa, mirá esta nota que publiqué en el diario La Nación.
Published on January 24, 2020 04:16
January 23, 2020
DOLITTLE: EL IRON MAN DE LA ERA VICTORIANA

John Hunter (1728-1793) está considerado como uno de los más importantes cirujanos de la historia de Escocia, sobre todo por haber sido el primero que insistió con el desarrollo de métodos médico-científicos basados en la detenida (y muy detallista) observación de los pacientes y sus entornos, a la hora de elaborar un diagnóstico y su correspondiente tratamiento. Por ese motivo, al parecer, le sirvió de sustento ideal al ingeniero civil Hugh Lofting, creador del famoso Doctor Dolittle en 1920.
La figura del bonachón doctor que puede hablar con los animales se hizo rápidamente famosa, derivó en una larga saga de libros infantiles de didáctico tono aventurero; y de allí saltó al teatro, la radio, los dibujos animados y el cine (con los rostros de Rex Harrison en 1967 y un doblete de Eddie Murphy en 1998 y 2001). Y ahora le toca el turno a Robert Downey Jr. en esta Dolittle que pretende abarcar tanto que se queda sin apretar nada.
Que la película esté pensada, realizada y construida alrededor del lucimiento de Robert Downey Jr., no es un problema. La verdad, “el mejor actor de su generación” (Marlon Brando dixit) tiene carisma, talento y oficio para cargarse sobre los hombros cualquier cosa que le pongan, pero necesita de alguien que ordene los excesos de una propuesta que sólo busca la forma de ir redoblando permanentemente sus propias apuestas. O, en su defecto, alguien que sepa hacer de esos excesos una virtud narrativa y no confunda movimiento espasmódico con acción.
Apuntada directamente al corazón del público infanto-juvenil, la película hace del doctor Dolittle un reluctante aventurero, tan inteligente como cabrón. Una especie de Indiana Jones superheroico que, básicamente, es el reconocible Iron Man trasplantado a la Inglaterra Victoriana. Por si quedara alguna duda, tiene su “momento armadura”, su iconoclasta mansión y una nave que cualquier paladín quisiera para sí. Además, la dinámica que entabla con los animales que lo acompañan en su travesía allende los mares, es una réplica de la que Iron Man mantiene con los Vengadores. Hay un Capi que lo pone en su lugar y un héroe novato (su Spider-Man, digamos) para que lo forme a su imagen y semejanza.
Lo mejor de todo: La introducción animada y los cuadros del final. Eso sí, no se vayan enseguida. Como en las pelis de Iron Man,hay una escena entre los créditos de cierre. Fernando Ariel García
Published on January 23, 2020 03:38
January 20, 2020
EL IRLANDÉS: ELEGÍA DE LA ÉPICA GANGSTERIL

La tecnología actual lo permite todo. O casi. Por eso hay películas que están hechas para ser vistas en Imax, para ser vistas en cine, para ser vistas en TV y hasta para ser vistas en smartphones. Del otro lado están, por supuesto, las películas hechas para ser vistas. Y El irlandés (The Irishman) es una de estas últimas. En cualquier formato, como venga, ya sea por partes o de corrido. ¿La mejor de Scorsese? No lo sé, dependiendo del día en que intente una respuesta, puede que sí o puede que no. ¿La mejor del último Scorsese? Por afano. Y es lógico que así sea. Lo suyo quita el aliento. Y lo de De Niro, Pacino y Pesci no tiene nombre. O sí. Actuación, se le llama. Consagratoria, se le podría agregar, si no se tratara de monstruos que están más allá (y más acá) del bien y del mal.
A los saltos temporales, uno puede ir armando la historia de Frank Sheeran (De Niro), el irlandés del título, un camionero reconvertido en asesino a sueldo, puesto a trabajar primero para el mafioso Russell Bufalino (Pesci) y, en segunda instancia, para el famoso y poderosísimo Jimmy Hoffa (Pacino), mítico líder del sindicato estadounidense de camioneros. Desaparecido a fines de julio de 1975, Hoffa fue declarado legalmente muerto en 1982; y desde entonces se viene intentando esclarecer qué es lo que pasó cuando pasó lo que todos dan por cierto. La película cuenta su versión de los hechos, que es la versión que le dio Sheeran a Charles Brandt, autor del libro en que se basa El irlandés.
Pero todo esto es apenas la cáscara del film. Lo sustancioso está en el bosque, aunque cada uno de los árboles que lo conforman se bancaría un largometraje por sí solo. La mirada abarcadora de Scorsese nos cuenta el largo languidecer de la épica gangsteril que tanto le rindió a él y a otros directores. Una elegía contemplativa, revisionista y movilizadora, un mosaico hecho de diálogos filosóficos y punzantes, violencia seca y extrema, equilibrado por aquellos silenciosos ominosos y definitivos que evitan desbordes y dibujan límites que no se pueden deshacer. Una tragedia de ribetes shakespereanos tejida por lazos familiares que no paran de sangrar dolor y pérdidas. El dilema existencial que acarrea el sentido que le damos a nuestra vida, sobre todo a la hora de hacer el último balance, en medio de la soledad que tan estoicamente supimos construir. Sólo por la escena del llamado telefónico de De Niro, El irlandés vale más que mil películas. Chapeau. Fernando Ariel García
Published on January 20, 2020 04:05
January 14, 2020
THE JOKER – YEAR OF THE VILLAIN: SER O PARECER

Estamos en la era del Guasón. Y todo se lo debemos a Joaquin Phoenix, estrella y baluarte absoluta del magnífico film de Todd Phillips, detonante en cadena del fenómeno que acapara los aplausos del público, los elogios de la crítica y los premios de la industria. Ante estos hechos, se caía de maduro que DC iba a explotar su licencia de manera desenfrenada, tratando de aprovechar al máximo las posibilidades comerciales del momento.Y de entre el maremágnum de títulos relacionados con el Payaso del Crimen, elijo quedarme con este The Joker: Year of the Villain, cómic especial por su naturaleza unitaria, pero sobre todo por haber sido concebido por uno de los cineastas más importantes del séptimo arte norteamericano de los ’70 y ’80: John Carpenter. El director de la original Halloween, Asalto al Precinto 13, La niebla, Escape de Nueva York y la remake de La cosa, todos clásicos del terror, el thriller y la fantasía que han formateado el gusto por el entretenimiento popular de mi generación.

La única contra de este especial es su pertenencia al largo evento anual Year of the Villain, en el cual Lex Luthor intenta alcanzar la realización de la especie humana a través del ejercicio de la maldad, lo cual se traduce en un par de páginas sin sentido para todo aquel lector desinteresado de las grandes implicancias del mosaico general. Lo que vale (y mucho) es la historia que se cuenta dentro de ese marco formal.

Apelando al universo simbólico de la serie televisiva de Batman con Adam West y Burt Ward, Carpenter (y su co-guionista Anthony Burch) se animan a dos planteos revolucionarios (por lo perturbadores) para el status quo de personajes aptos para todo público. Por un lado, plantean la relación del Guasón con Batman como una tóxica e irresuelta historia de amor. Amor que prescinde del romanticismo para exhibir su esencia sexual con prácticas que ligan el éxtasis a puntuales manifestaciones de violencia y perverso coqueteo con la muerte.

Y, por otro lado, al contar la historia desde el punto de vista de uno de los inútiles secuaces que solían acompañar al catódico Guasón interpretado por Cesar Romero, Carpenter y Burch deconstruyen la naturaleza identitaria del criminal, respondiendo la pregunta que nadie se había animado a hacer: ¿El Guasón es un demente inestable que comete actos malvados o un cuerdo malvado que comete actos dementes? Fernando Ariel García
Published on January 14, 2020 03:11
PARASITE: MEMORIAS DEL SUBSUELO

Técnicamente, se entiende por parásito a todo organismo que vive a costa de un ser vivo de otra especie. Alimentándose, literalmente, de las sustancias que elabora el organismo invadido, debilitándolo gradualmente hasta llevarlo, en ciertos casos, a la muerte. Y este tipo de relación simbiótica es la que va a entablarse entre la familia Kim, que no posee nada; y la familia Park, que (al menos, en apariencia), lo tiene todo.
Obra maestra del humor negro contemporáneo, el film de Bong Joon Ho se ha convertido en un suceso internacional imparable, que amenaza con apropiarse del Oscar a la Mejor Película Internacional, después de haberse alzado con el Globo de Oro y la Palma de Oro de Cannes. Condiciones le sobran, por cierto. Con su fusión de comedia familiar, drama aspiracional, denuncia social y thriller de tintes tarantinescos, Parasite – Parásitos (Gisaengchung – Parasite) expone con crudeza, empatía y delirio, los efectos concretos de la insostenible diferencia de clases surcoreana, la inclemencia con que el modelo capitalista gesta a los marginados que necesita para explotar y descartar; y el miedo permanente al desborde intemperante de sus vecinos del norte, cuestiones de color local que son rápidamente asimilables a cualquier otro rincón del mundo globalizado.
De manera feroz y brutal, la película se aleja de cualquier cliché ideológico sobre las élites, los desplazados y los lazos (concretos y simbólicos) que los unen mientras los separan. Uno de los grandes logros de Bong Joon Ho es, justamente, el de elaborar esta lucha de clases como lo que realmente es, una tragedia escindida de juicios éticos y/o morales, distribuyendo responsabilidades entre todos y sin culpar a nadie.
Porque ambas partes en conflicto construyen sus lógicas de supervivencia con las herramientas que tienen, que conocen, que dominan. Con el engaño, la sensación de superioridad, el aprovechamiento, el (ab)uso de su posición, sólo responden al imperio cultural impuesto por el modelo político-económico-social de turno. Hasta que la mierda inunda los subsuelos de la patria; y la polarización extrema queda reducida a su expresión más básica, salvaje y binaria: Matar o morir. Fernando Ariel García
Published on January 14, 2020 02:56
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