Fernando Ariel García's Blog, page 16
April 2, 2022
LA BATALLA DE LAS MALVINAS: CLAMA EL VIENTO Y RUGE EL MAR
La batalla de las Malvinas (Fierro 1 a 7). Guion:Ricardo Barreiro. Dibujos: Alberto Macagno, Marcelo Pérez, Carlos Pedrazzini, Julio César Medrano. Portada: Oscar Chichoni (Fierro Nº 2, octubre de 1984). Director:Juan Sasturain. Ediciones de la Urraca. Argentina, septiembre de 1984 a marzo de 1985.
Ni la primera, ni la mejor. Sin embargo, la obra de Barreiro, Macagno, Pérez, Pedrazzini y Medrano fue; y sigue siendo, la que instaló definitivamente el tema Malvinas como abordaje recurrente para el noveno arte argentino. Para mí, uno de los miles de jóvenes que compraron la Fierro en tiempo real y devoraron sus páginas con la tinta todavía fresca, La batalla de las Malvinas sintetizó el espíritu de una revista de historietas que comulgó (como ninguna otra, tal vez) con el clima de época que le tocó habitar, definir y explicitar.
Leída hoy en día, se comprende por qué La batalla… quedó inconclusa. Crónica bélica, denuncia periodística, relato aventurero, relectura política del pasado todavía presente, recupero de la tradición historietística oesterheldiana (Ernie Pike incluido). Un relato urgido, apurado y caliente, que no supo cómo homologar todas las lógicas narrativas que amontonó y mezcló en crudo. Sin medir las cantidades y sin conocer el tiempo de cocción, la fusión terminó siendo una mezcolanza. La falta de perspectiva histórica (supongo) le impidió elegir una mirada desde dónde elaborar una narración y, en simultáneo, elaborarse como narración.
Más allá de todo, si algo desborda de estas páginas, son dos valores inquebrantables. El coraje de contar las cosas de una manera que no se habían contado, en un momento en que los militares genocidas todavía tenían poder y todavía tenían las armas en su poder. La pasión por hacer Justicia con una figura que estaba siendo injustamente invisibilizada: la del colimba que fue a pelear a las islas o esperaba apostado en el continente, la del soldado que quedó sobre la escarcha o bajo las heladas aguas del sur, la del veterano que volvió para empezar otra guerra.
Hace muchos años, hablando con Ricardo Barreiro, le pregunté si no le gustaría terminar la historieta de Malvinas. Para mi sorpresa, me dijo que no. Que estaba bien así, que no podía terminar porque Malvinas no había terminado. Creí que me estaba mintiendo. Hoy siento que tenía razón.Fernando Ariel Garcíaa 40 años de la Guerra de Malvinas

Ni la primera, ni la mejor. Sin embargo, la obra de Barreiro, Macagno, Pérez, Pedrazzini y Medrano fue; y sigue siendo, la que instaló definitivamente el tema Malvinas como abordaje recurrente para el noveno arte argentino. Para mí, uno de los miles de jóvenes que compraron la Fierro en tiempo real y devoraron sus páginas con la tinta todavía fresca, La batalla de las Malvinas sintetizó el espíritu de una revista de historietas que comulgó (como ninguna otra, tal vez) con el clima de época que le tocó habitar, definir y explicitar.

Leída hoy en día, se comprende por qué La batalla… quedó inconclusa. Crónica bélica, denuncia periodística, relato aventurero, relectura política del pasado todavía presente, recupero de la tradición historietística oesterheldiana (Ernie Pike incluido). Un relato urgido, apurado y caliente, que no supo cómo homologar todas las lógicas narrativas que amontonó y mezcló en crudo. Sin medir las cantidades y sin conocer el tiempo de cocción, la fusión terminó siendo una mezcolanza. La falta de perspectiva histórica (supongo) le impidió elegir una mirada desde dónde elaborar una narración y, en simultáneo, elaborarse como narración.

Más allá de todo, si algo desborda de estas páginas, son dos valores inquebrantables. El coraje de contar las cosas de una manera que no se habían contado, en un momento en que los militares genocidas todavía tenían poder y todavía tenían las armas en su poder. La pasión por hacer Justicia con una figura que estaba siendo injustamente invisibilizada: la del colimba que fue a pelear a las islas o esperaba apostado en el continente, la del soldado que quedó sobre la escarcha o bajo las heladas aguas del sur, la del veterano que volvió para empezar otra guerra.

Hace muchos años, hablando con Ricardo Barreiro, le pregunté si no le gustaría terminar la historieta de Malvinas. Para mi sorpresa, me dijo que no. Que estaba bien así, que no podía terminar porque Malvinas no había terminado. Creí que me estaba mintiendo. Hoy siento que tenía razón.Fernando Ariel Garcíaa 40 años de la Guerra de Malvinas
Published on April 02, 2022 05:39
April 1, 2022
RED: ES UN PANDA GRANDE Y PISA FUERTE
Red. Directora: Domee Shi. Voces (inglés): Rosalie Chiang, Sandra Oh, Ava Morse, Maitreyi Ramakrishnan, Hyein Park, Orion Lee, Wai Ching Ho, Tristan Allerick Chen, Lori Tan Chinn, Mia Tagano, Sherry Cola y Lillian Lim, entre otros. Voces (castellano latino): Estefanía Piedra, Itatí Cantoral, Regina Tiscareño, Alicia Vélez, Zoé Ivanna Mora, Mauricio Pérez Castillo, Magda Giner, Oliver Díaz Barba, Olga Hnidey, Liliana Barba Meinecke, María Eugenia Guzmán y Yolanda Vidal, entre otros. Guionistas: Domee Shi, Julia Cho, Sarah Streicher. Canciones: U Know What's Up, 1 True Love y Nobody Like U, compuestas por Billie Eilish y Finneas O'Connell, e interpretadas por la banda ficticia 4*Town (voces en inglés de Jordan Fisher, Finneas O’Connell, Topher Ngo, Grayson Villanueva y Josh Levi; voces en castellano latino de Miguel Ángel Ruiz, Eduardo Gutiérrez, Sergio Maya, José Luis Piedra y Álvaro Salarich). Walt Disney Pictures / Pixar Animation Studios. EE.UU., 2022. Estreno en la Argentina: Disponible en Disney+ desde el 11 de marzo de 2022.
Tres al hilo. Primero, Soul . Después, Luca. Y ahora, Red (Turning Red). Tres pelis de Pixar, pensadas para el cine, que desembarcan directamente en la plataforma Disney+. Esperemos que tenga que ver con cuestiones logísticas derivadas de la pandemia y no con algún tipo de bombeo interno. Porque si bien ninguna de las tres estuvo a la altura de lo que uno (lo digo por mí) espera de una obra de Pixar, lo cierto es que todas tienen más de un par de aciertos que merecen la pantalla grande.
La que nos ocupa hoy es una clásica metáfora del paso de la niñez a la pubertad. Una instancia traumática para todos y todas, pero que en las niñas tiene un plus muy especial, que viene dado por la primera menstruación. Lo sé por experiencia paterna. Se trata de un mojón existencial que desata una revolución hormonal incontrolable; y que hace del inmanejable manojo de emociones una de las montañas rusas más veloces y ásperas del parque de diversiones que viene a ser la vida cotidiana.
La niña en cuestión se llama Mei. Tiene 13 años y está empezando a separarse del influjo familiar, definiendo lo que va a ser su carácter. Como todas las chicas de su edad, se siente incomprendida e insatisfecha. Está disconforme con su cuerpo, insegura con sus sentimientos, piensa que no calza en ningún lado y, por eso mismo, se muestra desesperada por pertenecer. Sólo está (realmente) bien y cómoda entre su férreo grupo de amigas, con quienes comparte gustos, experiencias, miedos y ansiedades. Pero Mei, a diferencia del resto de sus compañeras, empieza a transformarse en un panda rojo gigantesco cada vez que se sobreexcita o queda dominada por cualquier emoción extrema. Algo que, para nuestra suerte, le pasa cada diez minutos.
Fusionando la dinámica del dibujo animado occidental con la estética exagerada del animé, la primera película de Pixar realizada por un equipo creativo y técnico prácticamente femenino, se agarra del humor físico y cierta ironía surrealista para explorar la incerteza universal de la adolescencia. Ambientando la trama en la Toronto de los años 2000, sin internet ni redes sociales a la mano, pero con el Tamagotchi a full y las bandas rockeras adolescentes (Backstreet Boys, NSYNC) formateando el universo simbólico de las párvulas criaturitas. Un escenario musical que Red reconstruye con devoción y respeto, gracias a las canciones que Billie Eilish y Finneas O'Connell ponen en boca del imaginario quinteto 4*Town.
Por lo que se sabe, Red tiene mucho de autobiográfico. Como Mei, Domee Shi (principal guionista y directora del film) nació en China y a los dos años se mudó a Canadá. Hija única con un padre que pasaba mucho tiempo fuera de su casa por cuestiones laborales, creció muy unida a su familia y desarrollando una relación muy especial con su madre, bastante protectora y algo autoritaria. Lo mismo que Ming, la mamá de Mei.
Y es que ahí está el centro neurálgico del film. Hasta en el desmadrado final típico de una película kaiju, la naturaleza de esa relación tan universal y tan única que se gesta entre una madre y su hija, sobrevuela y define la trama. Sobre todo, porque ambas deberán resolver la tensión que implica el empezar a dejar de ser la hija que imaginó la madre, para comenzar a convertirse la persona que elija ser esa hija. Y como el amor nunca está en dudas, queda claro que las dos sobrevivirán a esta irrepetible etapa de sus vidas. Para todos, dentro y fuera de la pantalla, arranca la era de los pandas rojos y gigantes.Fernando Ariel García

Tres al hilo. Primero, Soul . Después, Luca. Y ahora, Red (Turning Red). Tres pelis de Pixar, pensadas para el cine, que desembarcan directamente en la plataforma Disney+. Esperemos que tenga que ver con cuestiones logísticas derivadas de la pandemia y no con algún tipo de bombeo interno. Porque si bien ninguna de las tres estuvo a la altura de lo que uno (lo digo por mí) espera de una obra de Pixar, lo cierto es que todas tienen más de un par de aciertos que merecen la pantalla grande.
La que nos ocupa hoy es una clásica metáfora del paso de la niñez a la pubertad. Una instancia traumática para todos y todas, pero que en las niñas tiene un plus muy especial, que viene dado por la primera menstruación. Lo sé por experiencia paterna. Se trata de un mojón existencial que desata una revolución hormonal incontrolable; y que hace del inmanejable manojo de emociones una de las montañas rusas más veloces y ásperas del parque de diversiones que viene a ser la vida cotidiana.

La niña en cuestión se llama Mei. Tiene 13 años y está empezando a separarse del influjo familiar, definiendo lo que va a ser su carácter. Como todas las chicas de su edad, se siente incomprendida e insatisfecha. Está disconforme con su cuerpo, insegura con sus sentimientos, piensa que no calza en ningún lado y, por eso mismo, se muestra desesperada por pertenecer. Sólo está (realmente) bien y cómoda entre su férreo grupo de amigas, con quienes comparte gustos, experiencias, miedos y ansiedades. Pero Mei, a diferencia del resto de sus compañeras, empieza a transformarse en un panda rojo gigantesco cada vez que se sobreexcita o queda dominada por cualquier emoción extrema. Algo que, para nuestra suerte, le pasa cada diez minutos.
Fusionando la dinámica del dibujo animado occidental con la estética exagerada del animé, la primera película de Pixar realizada por un equipo creativo y técnico prácticamente femenino, se agarra del humor físico y cierta ironía surrealista para explorar la incerteza universal de la adolescencia. Ambientando la trama en la Toronto de los años 2000, sin internet ni redes sociales a la mano, pero con el Tamagotchi a full y las bandas rockeras adolescentes (Backstreet Boys, NSYNC) formateando el universo simbólico de las párvulas criaturitas. Un escenario musical que Red reconstruye con devoción y respeto, gracias a las canciones que Billie Eilish y Finneas O'Connell ponen en boca del imaginario quinteto 4*Town.
Por lo que se sabe, Red tiene mucho de autobiográfico. Como Mei, Domee Shi (principal guionista y directora del film) nació en China y a los dos años se mudó a Canadá. Hija única con un padre que pasaba mucho tiempo fuera de su casa por cuestiones laborales, creció muy unida a su familia y desarrollando una relación muy especial con su madre, bastante protectora y algo autoritaria. Lo mismo que Ming, la mamá de Mei.

Y es que ahí está el centro neurálgico del film. Hasta en el desmadrado final típico de una película kaiju, la naturaleza de esa relación tan universal y tan única que se gesta entre una madre y su hija, sobrevuela y define la trama. Sobre todo, porque ambas deberán resolver la tensión que implica el empezar a dejar de ser la hija que imaginó la madre, para comenzar a convertirse la persona que elija ser esa hija. Y como el amor nunca está en dudas, queda claro que las dos sobrevivirán a esta irrepetible etapa de sus vidas. Para todos, dentro y fuera de la pantalla, arranca la era de los pandas rojos y gigantes.Fernando Ariel García
Published on April 01, 2022 13:10
March 29, 2022
DIABOLIK: LA MUERTE LE SIENTA BIEN
Diabolik. Directores: Manetti Bros. (Marco y Antonio Manetti). Protagonistas: Luca Marinelli (Diabolik), Miriam Leone (Eva Kant), Valerio Mastandrea (Inspector Ginko), Alessandro Roia, Serena Rossi, Luca di Giovanni, Vanessa Scalera y Roberto Citran, entre otros. Participación especial de Claudia Gerini. Guionistas: Manetti Bros. y Michelangelo La Neve, sobre una historia de Manetti Bros., Michelangelo La Neve y Mario Gomboli, basado en personajes y situaciones creados por Angela y Luciana Giussani para el cómic de Diabolik, especialmente las aventuras L’arresto di Diabolik (1963, guion de Angela y Luciana Giussani, dibujos de Gino Marchesi) y L’arresto di Diabolik – Il remake (2012, guion de Mario Gomboli y Tito Faraci, dibujos de Giuseppe Palumbo y Pierluigi Cerveglieri). Canción original: La profonditá degli abissi, compuesta e interpretada por Manuel Agnelli. Mompracem / RAI Cinema / Astorina. Italia, 2020. Estreno en Italia: 16 de diciembre de 2021.
No la tuvieron nada fácil los Manetti Bros. Como a muchos, la pandemia les obligó a posponer un año el estreno de su Diabolik. Como a pocos, les tocó salir a pelear pantalla compartiendo semana de estreno con el megatanque holyywoodense de Spider-Man: Sin camino a casa . Antes, habían tenido que (de)mostrarse capaces de alcanzar el alto estándar visual asociado a las historietas filmadas por Marvel y DC; y definir un estilo propio que despegara su visión de aquella que galvanizara (con todos sus pros y sus contras) el inmortal Mario Bava en 1968, con el incombustible Diabolik (o Danger: Diabolik), cumbre de la psicodelia pop filmada en Europa.
La verdad es que los Manetti salieron bastante airosos de semejante trance. Argumental y estilísticamente, se plantaron en los años ’60. Y dentro de ese marco referencial, montaron un aparato narrativo que explota el corazón noir de la franquicia desde una imaginería visual retro y (aparentemente) analógica, que le calza como anillo al dedo. Un ejercicio cinematográfico de modernidad vintage, que termina validando el tratamiento hoy retrógrado de algunos personajes femeninos y la resolución naif de ciertos nudos dramáticos, esenciales para que la historia llegue a su fin de la manera preconcebida.
Pero no todas son flores. Tomando como punto de partida el mítico tercer número del fumetto del brivido, con la indisoluble incorporación de Eva Kant al mito, la película parece la pegatina de dos episodios distintos de una serie televisiva inexistente, como si respondiera a aquella práctica tan común en la industria cinematográfica de los ’60 y los ’70, que buscaba explotar en la gran pantalla el éxito comercial de los diferentes productos pensados y realizados para la pantalla chica. En este caso, un “montaje” que deja ver las hilachas no sólo en los diferentes puntos de interés que concatena la trama, sino (y sobre todo) en las distintas concepciones estéticas que separan (aunque complementan) la primera y la segunda parte del largo metraje. Mucho más oscura y ominosa al principio, decididamente dinámica y deudora de la cultura de masas sobre el final.
No sé qué opinará la generación millennial, pero el film de los Manetti Bros. no tiene nada que pueda terminar siendo intolerable para un veterano fanático de Diabolik (aquellos que leímos sus hazañas en la versión argentina a cargo de Editorial Fascinación o en la revista española Macabro, por ejemplo). Principalmente, porque los actores principales (Luca Marinelli, Miriam Leone y Valerio Mastandrea) saben vestir la piel de sus personajes con capacidad y holgura. Y porque el icónico Jaguar negro llegó para quedarse, en nuestra playa emotiva de estacionamiento, al ladito del Batimóvil de Adam West.Fernando Ariel García

No la tuvieron nada fácil los Manetti Bros. Como a muchos, la pandemia les obligó a posponer un año el estreno de su Diabolik. Como a pocos, les tocó salir a pelear pantalla compartiendo semana de estreno con el megatanque holyywoodense de Spider-Man: Sin camino a casa . Antes, habían tenido que (de)mostrarse capaces de alcanzar el alto estándar visual asociado a las historietas filmadas por Marvel y DC; y definir un estilo propio que despegara su visión de aquella que galvanizara (con todos sus pros y sus contras) el inmortal Mario Bava en 1968, con el incombustible Diabolik (o Danger: Diabolik), cumbre de la psicodelia pop filmada en Europa.
La verdad es que los Manetti salieron bastante airosos de semejante trance. Argumental y estilísticamente, se plantaron en los años ’60. Y dentro de ese marco referencial, montaron un aparato narrativo que explota el corazón noir de la franquicia desde una imaginería visual retro y (aparentemente) analógica, que le calza como anillo al dedo. Un ejercicio cinematográfico de modernidad vintage, que termina validando el tratamiento hoy retrógrado de algunos personajes femeninos y la resolución naif de ciertos nudos dramáticos, esenciales para que la historia llegue a su fin de la manera preconcebida.
Pero no todas son flores. Tomando como punto de partida el mítico tercer número del fumetto del brivido, con la indisoluble incorporación de Eva Kant al mito, la película parece la pegatina de dos episodios distintos de una serie televisiva inexistente, como si respondiera a aquella práctica tan común en la industria cinematográfica de los ’60 y los ’70, que buscaba explotar en la gran pantalla el éxito comercial de los diferentes productos pensados y realizados para la pantalla chica. En este caso, un “montaje” que deja ver las hilachas no sólo en los diferentes puntos de interés que concatena la trama, sino (y sobre todo) en las distintas concepciones estéticas que separan (aunque complementan) la primera y la segunda parte del largo metraje. Mucho más oscura y ominosa al principio, decididamente dinámica y deudora de la cultura de masas sobre el final.
No sé qué opinará la generación millennial, pero el film de los Manetti Bros. no tiene nada que pueda terminar siendo intolerable para un veterano fanático de Diabolik (aquellos que leímos sus hazañas en la versión argentina a cargo de Editorial Fascinación o en la revista española Macabro, por ejemplo). Principalmente, porque los actores principales (Luca Marinelli, Miriam Leone y Valerio Mastandrea) saben vestir la piel de sus personajes con capacidad y holgura. Y porque el icónico Jaguar negro llegó para quedarse, en nuestra playa emotiva de estacionamiento, al ladito del Batimóvil de Adam West.Fernando Ariel García
Published on March 29, 2022 10:55
March 24, 2022
DAMPYR - DANZA CON LA MORTE: DERECHO A LA IDENTIDAD
Dampyr Nº 67: Danza con la morte. Guion: Mario Faggella. Dibujos: Fabrizio Russo. Portada: Enea Riboldi. Director: Mauro Boselli. 100 páginas. Sergio Bonelli Editore. Italia, octubre de 2005.
Si no me equivoco, de todas las editoriales extranjeras, la italiana Sergio Bonelli es la que más espacio le ha dedicado, en sus ficciones, a la última dictadura argentina. Enfocando, principalmente, el tema de los desaparecidos como característica principal del plan de exterminio humano, desindustrialización y empobrecimiento continuo del país. Aquí mismo, el año pasado, hablé de L’Uomo di Buenos Aires , episodio de la serie Julia que abordaba la búsqueda de Justicia que llevaban adelante los sobrevivientes y familiares de desaparecidos.
Esa misma demanda, que aquella Julia elaboraba desde el policial, este Dampyr la retoma desde el género fantástico. Para quien no esté al tanto, el dampyr del título responde al nombre de Harlan Draka, cazador de vampiros que recorre el mundo eliminando cuantos no-muertos pueda. Y en esta ocasión, el vampiro que asola las calles de Madrid es un argentino que estuvo secuestrado en La Cacha, centro clandestino de detención que funcionaba en la ciudad de La Plata, en la provincia de Buenos Aires.
En pleno Proceso, a Arturo Solanas le tocó ser torturado hasta casi morir. En ese momento, fue mordido por un vampiro que trabajaba para las Fuerzas Armadas argentinas. Y ya convertido en vampiro, se vio obligado a transmutarse él mismo en torturador y cómplice de la Dictadura. Hasta que se rebeló y, por ello, fue desaparecido en uno de los tantos vuelos de la muerte que despegaron de la ESMA. Como era un no-muerto, no murió. Y tres décadas después, atosigado por los fantasmas sin reposo, sin cuerpo y sin tumba que le siguen los pasos, decide cargarse a los militares genocidas que lo transformaron, reconvertidos ahora en diplomáticos cómodamente asentados en España.
A este cuentito de terror, los autores saben vestirlo con ropajes de reconocida argentinidad. Primero y principal, el tango: Aparecen Gardel y Piazzolla, hay referencias al Caferata de Pascual Contursi y a la Malena de Homero Manzi; y se canta Buenos Aires conoce, de Rubén Garello y Raúl Garello. Después, la Dictadura: Se condena todo el aparato represivo del Estado militar y la guerra de Malvinas, se revaloriza el Nunca más y se repudia la teoría de los dos demonios. Y por último, se generan referencias emotivas a San Martín, Mercedes Sosa, el Che Guevara; y hasta suena Ellas danzan solas, de Sting.
Todo funciona como una acertada metáfora de la lucha por Memoria, Verdad y Justicia llevada adelante por Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, junto con otros organismos de derechos humanos. Pero lo más interesante de este Dampyr es que, en este marco, elige contar la historia de una nieta recuperada. De manera rápida y muy simplista, es cierto, pero el derecho a la identidad no es un tópico abordado frecuentemente por el noveno arte, por lo cual me parece válido y necesario recuperarlo en este día. Sobre todo porque el guionista Mario Faggella (1964-2006), consustanciado como pocos con las luchas políticas latinoamericanas de los años ’70, tomó como puntapié de la aventura la historia real de la familia Bettanin, masacrada por el terrorismo de Estado en la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe.
Estudio sobre los traumas que generan el exilio y el olvido, Danza con la morte es el episodio que dispara el periplo sudamericano de Dampyr, que lo traerá a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y al desierto de Atacama, en una lucha sin cuartel contra el Amo de la Noche, el Cóndor. Obvia alusión al Plan Cóndor, operativo conjunto y clandestino con el que las dictaduras de la Argentina, Chile, Brasil, Paraguay, Uruguay y Bolivia, con el apoyo del Gobierno de los Estados Unidos, persiguieron y asesinaron a miles de militantes de izquierda. Pero esa es una historia (y una historieta) de la que hablaremos en otro momento.Fernando Ariel Garcíaa 46 años del Golpe de Estado del 24 de marzo de 1976

Si no me equivoco, de todas las editoriales extranjeras, la italiana Sergio Bonelli es la que más espacio le ha dedicado, en sus ficciones, a la última dictadura argentina. Enfocando, principalmente, el tema de los desaparecidos como característica principal del plan de exterminio humano, desindustrialización y empobrecimiento continuo del país. Aquí mismo, el año pasado, hablé de L’Uomo di Buenos Aires , episodio de la serie Julia que abordaba la búsqueda de Justicia que llevaban adelante los sobrevivientes y familiares de desaparecidos.

Esa misma demanda, que aquella Julia elaboraba desde el policial, este Dampyr la retoma desde el género fantástico. Para quien no esté al tanto, el dampyr del título responde al nombre de Harlan Draka, cazador de vampiros que recorre el mundo eliminando cuantos no-muertos pueda. Y en esta ocasión, el vampiro que asola las calles de Madrid es un argentino que estuvo secuestrado en La Cacha, centro clandestino de detención que funcionaba en la ciudad de La Plata, en la provincia de Buenos Aires.

En pleno Proceso, a Arturo Solanas le tocó ser torturado hasta casi morir. En ese momento, fue mordido por un vampiro que trabajaba para las Fuerzas Armadas argentinas. Y ya convertido en vampiro, se vio obligado a transmutarse él mismo en torturador y cómplice de la Dictadura. Hasta que se rebeló y, por ello, fue desaparecido en uno de los tantos vuelos de la muerte que despegaron de la ESMA. Como era un no-muerto, no murió. Y tres décadas después, atosigado por los fantasmas sin reposo, sin cuerpo y sin tumba que le siguen los pasos, decide cargarse a los militares genocidas que lo transformaron, reconvertidos ahora en diplomáticos cómodamente asentados en España.

A este cuentito de terror, los autores saben vestirlo con ropajes de reconocida argentinidad. Primero y principal, el tango: Aparecen Gardel y Piazzolla, hay referencias al Caferata de Pascual Contursi y a la Malena de Homero Manzi; y se canta Buenos Aires conoce, de Rubén Garello y Raúl Garello. Después, la Dictadura: Se condena todo el aparato represivo del Estado militar y la guerra de Malvinas, se revaloriza el Nunca más y se repudia la teoría de los dos demonios. Y por último, se generan referencias emotivas a San Martín, Mercedes Sosa, el Che Guevara; y hasta suena Ellas danzan solas, de Sting.

Todo funciona como una acertada metáfora de la lucha por Memoria, Verdad y Justicia llevada adelante por Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, junto con otros organismos de derechos humanos. Pero lo más interesante de este Dampyr es que, en este marco, elige contar la historia de una nieta recuperada. De manera rápida y muy simplista, es cierto, pero el derecho a la identidad no es un tópico abordado frecuentemente por el noveno arte, por lo cual me parece válido y necesario recuperarlo en este día. Sobre todo porque el guionista Mario Faggella (1964-2006), consustanciado como pocos con las luchas políticas latinoamericanas de los años ’70, tomó como puntapié de la aventura la historia real de la familia Bettanin, masacrada por el terrorismo de Estado en la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe.

Estudio sobre los traumas que generan el exilio y el olvido, Danza con la morte es el episodio que dispara el periplo sudamericano de Dampyr, que lo traerá a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y al desierto de Atacama, en una lucha sin cuartel contra el Amo de la Noche, el Cóndor. Obvia alusión al Plan Cóndor, operativo conjunto y clandestino con el que las dictaduras de la Argentina, Chile, Brasil, Paraguay, Uruguay y Bolivia, con el apoyo del Gobierno de los Estados Unidos, persiguieron y asesinaron a miles de militantes de izquierda. Pero esa es una historia (y una historieta) de la que hablaremos en otro momento.Fernando Ariel Garcíaa 46 años del Golpe de Estado del 24 de marzo de 1976
Published on March 24, 2022 04:47
March 23, 2022
ÉXODO: LA DICTADURA DEL BIEN COMÚN
Éxodo - La última marea. Director: Tim Fehlbaum. Protagonistas: Nora Arnezeder, Sarah-Sofie Boussnina, Iain Glen, Joel Basman, Sebastian Roché, Bella Bading, Sope Dirisu y Cloé Albertine Heinrich. Guionistas: Tim Fehlbaum y Mariko Minoguchi. Productor: Roland Emmerich, entre otros. BerghausWöbke Filmproduktion / Vega Film / Constantin Film. Alemania / Suiza, 2021. Estreno en la Argentina: 24 de marzo de 2022.
Qué diferencia hay (o yo encuentro) entre las películas dirigidas por Roland Emmerich (la reciente Moonfall , por ejemplo) y las películas producidas por Roland Emmerich (como esta Éxodo - La última marea). Las dos tienen una factura impecable, aunque la segunda carezca de la grandilocuencia desbocada de la primera. Y tal vez, por ese andar medido, contenido hasta la exasperación, me haya resultado mucho más interesante que cualquier catástrofe planetaria sostenida por la billetera antes que por las ideas.
Convengamos, por lo pronto, que las ideas puestas a rodar por Éxodo (Tides, también comercializada en mercados angloparlantes como The Colony) no son ni nuevas ni tan originales, pero las cartas están muy bien repartidas y mejor jugadas. Con poco (y ya conocido), Fehlbaum logra bastante, que es mucho decir. En un futuro más o menos mediato, la Tierra ha quedado devastada por las razones tantas veces comentadas: Guerras, hecatombes climáticas, pandemias. Como resultado, las élites abandonaron nuestro planeta y se asentaron en una colonia extraterrestre. La movida les trajo prosperidad y seguridad, pero los dejó completamente estériles. Y ahora, tratando de evitar la extinción de la especie, deciden volver a la Tierra a ver qué tal están las cosas por acá. Resumiendo, lo que van a encontrar es un escenario post-apocalíptico que rememora (tal vez demasiado, tal vez sin necesidad) al viejo Waterworld de Kevin Costner.
De a poquito, como quien no quiere la cosa, la premisa netamente fantacientífica va dejando de lado el aspecto tecnológico aventurero que uno asocia con La guerra de las galaxias y la ciencia-ficción más pochoclera, para enredarse en profundas cuestiones filosóficas que, lamentablemente, no logran plasmarse con la complejidad que demandaban y requerían. No llega ni a la milmillonésima parte de lo que alcanza Orwell en diez líneas de 1984, pero permítaseme inferir que el director quería encarar para esos barrios calientes, marcados por la carga política y las causas sociales. Aunque al final se haya quedado dando vueltas por periferias más tranquilas y menos comprometidas.
El punto álgido pasa por la (aparente) contradicción entre el discurso de un Gobierno abocado a garantizar el bien común; y la instalación de un Estado totalitario y dictatorial, enfocado a la preservación y reproducción de su propia supremacía racial. La propia trama se encargará de revelar si el relato le gana la batalla a la realidad, aunque el final se venga viendo venir desde el principio. Buenas intenciones que pueden derivar en una buena película. O quedarse sólo en un digno intento.Fernando Ariel García

Qué diferencia hay (o yo encuentro) entre las películas dirigidas por Roland Emmerich (la reciente Moonfall , por ejemplo) y las películas producidas por Roland Emmerich (como esta Éxodo - La última marea). Las dos tienen una factura impecable, aunque la segunda carezca de la grandilocuencia desbocada de la primera. Y tal vez, por ese andar medido, contenido hasta la exasperación, me haya resultado mucho más interesante que cualquier catástrofe planetaria sostenida por la billetera antes que por las ideas.
Convengamos, por lo pronto, que las ideas puestas a rodar por Éxodo (Tides, también comercializada en mercados angloparlantes como The Colony) no son ni nuevas ni tan originales, pero las cartas están muy bien repartidas y mejor jugadas. Con poco (y ya conocido), Fehlbaum logra bastante, que es mucho decir. En un futuro más o menos mediato, la Tierra ha quedado devastada por las razones tantas veces comentadas: Guerras, hecatombes climáticas, pandemias. Como resultado, las élites abandonaron nuestro planeta y se asentaron en una colonia extraterrestre. La movida les trajo prosperidad y seguridad, pero los dejó completamente estériles. Y ahora, tratando de evitar la extinción de la especie, deciden volver a la Tierra a ver qué tal están las cosas por acá. Resumiendo, lo que van a encontrar es un escenario post-apocalíptico que rememora (tal vez demasiado, tal vez sin necesidad) al viejo Waterworld de Kevin Costner.

De a poquito, como quien no quiere la cosa, la premisa netamente fantacientífica va dejando de lado el aspecto tecnológico aventurero que uno asocia con La guerra de las galaxias y la ciencia-ficción más pochoclera, para enredarse en profundas cuestiones filosóficas que, lamentablemente, no logran plasmarse con la complejidad que demandaban y requerían. No llega ni a la milmillonésima parte de lo que alcanza Orwell en diez líneas de 1984, pero permítaseme inferir que el director quería encarar para esos barrios calientes, marcados por la carga política y las causas sociales. Aunque al final se haya quedado dando vueltas por periferias más tranquilas y menos comprometidas.

El punto álgido pasa por la (aparente) contradicción entre el discurso de un Gobierno abocado a garantizar el bien común; y la instalación de un Estado totalitario y dictatorial, enfocado a la preservación y reproducción de su propia supremacía racial. La propia trama se encargará de revelar si el relato le gana la batalla a la realidad, aunque el final se venga viendo venir desde el principio. Buenas intenciones que pueden derivar en una buena película. O quedarse sólo en un digno intento.Fernando Ariel García
Published on March 23, 2022 10:58
March 3, 2022
BATMAN: EL CABALLERO DE LA NOCHE ASCIENDE
Batman. Director: Matt Reeves. Protagonistas: Robert Pattinson (Bruce Wayne / Batman), Zoë Kravitz (Selina Kyle), Paul Dano (Edward Nashton / Acertijo), Jeffrey Wright (James Gordon), John Turturro (Carmine Falcone), Andy Serkis (Alfred Pennyworth), Colin Farrell (Oz Cobblepot / Pingüino) y Peter Sarsgaard, entre otros. Participación especial de Barry Keoghan. Guionistas: Matt Reeves y Peter Craig, basados en personajes y situaciones creados y desarrollados para DC Comics por Bob Kane, Bill Finger, Frank Miller, David Mazzucchelli, Jeph Loeb, Tim Sale y Darwyn Cooke, entre otros. Warner Bros. Pictures / 6th & Idaho / Dylan Clark Productions. EE.UU., 2022. Estreno en la Argentina: 3 de marzo de 2022.
Matt Reeves hizo todos los deberes. Se despegó de Zack Snyder y James Gunn; y fue para el lado del Guasón de Todd Phillips. Una película fuera del corsé identitario y estilístico impuesto por el cinematográfico Universo Extendido de DC, que puede ser vista como la historia de algún Batman paralelo de los tantos que habitan el Multiverso, pero que cobra mayor sentido y envergadura artística si la abordamos como un estudio de la naturaleza humana que late debajo de las máscaras que elegimos ponernos sobre el rostro.
Sacando al Bruce Wayne con look emo, el resto funciona como un relojito. Robert Pattinson es un gran Batman. Habitado por la rabia, la bronca, la frustración, cierta impotencia. Obsesionado con la Venganza y no con la Justicia. Mucho más violento, oscuro e inestable que cualquiera de sus antecesores, porque la película entera es mucho más violenta y oscura que cualquiera de sus antecesoras. Sobre todo, por la construcción de su Acertijo, una figura trágica y desequilibrada, brutal e inteligentísima. Asesino serial que sabe qué pasó realmente en Ciudad Gótica; y por eso está siempre un paso adelante del encapotado.
Otra cosa que hizo bien Reeves (a mi modo de ver, por supuesto) es saltearse el origen del Hombre Murciélago. Ya se hizo, ya se lo conoce. Pero al no mostrarlo, lo puso en el centro dramático de su relato. Ese asesinato (¿al voleo o por encargo?) definió el destino de Bruce Wayne (obvio) y el de la ciudad, por eso (casi) todos los personajes protagónicos tienen historias paralelas que se entrecruzan, se mezclan, se influyen; y terminan siendo determinantes para que cada uno sea cada cual en relación con el otro. Incluido el Asilo Arkham.
La trama toma elementos específicos de tres cómics puntuales (Año uno, El largo Halloween y Ego), pero se los apropia a gusto y piacere. Y lo bien que hace. Más que una película de superhéroes, Batman (The Batman) es un policial negro de los de antes, especialmente de los que se filmaban en los EE.UU. durante los ’70: Barrio Chino (Polanski), Taxi Driver (Scorsese) y Mi pasado me condena (Pakula), que puede ser vista también como la abuelita del Seven de David Fincher, cuyos ecos resuenan bastante en el trabajo de Reeves.
Film noir con toques terroríficos, pero básicamente un thriller político con superpoderosos corruptos enfrentados a superhéroes en periodo formativo, en estado de transición hacia el mito que, ya sabemos, terminará por fagocitárselos. Una historia que cierra su arco narrativo de manera concisa y rigurosa, aunque deja algunas puntas abiertas para futuras secuelas que, espero de todo corazón, no se hagan nunca. Dura tres horitas, así que te podés quedar a esperar el chistonto del final, ese que ocupa el espacio que debería ocupar la escena post-créditos que viene antes de los créditos.Fernando Ariel García

Matt Reeves hizo todos los deberes. Se despegó de Zack Snyder y James Gunn; y fue para el lado del Guasón de Todd Phillips. Una película fuera del corsé identitario y estilístico impuesto por el cinematográfico Universo Extendido de DC, que puede ser vista como la historia de algún Batman paralelo de los tantos que habitan el Multiverso, pero que cobra mayor sentido y envergadura artística si la abordamos como un estudio de la naturaleza humana que late debajo de las máscaras que elegimos ponernos sobre el rostro.
Sacando al Bruce Wayne con look emo, el resto funciona como un relojito. Robert Pattinson es un gran Batman. Habitado por la rabia, la bronca, la frustración, cierta impotencia. Obsesionado con la Venganza y no con la Justicia. Mucho más violento, oscuro e inestable que cualquiera de sus antecesores, porque la película entera es mucho más violenta y oscura que cualquiera de sus antecesoras. Sobre todo, por la construcción de su Acertijo, una figura trágica y desequilibrada, brutal e inteligentísima. Asesino serial que sabe qué pasó realmente en Ciudad Gótica; y por eso está siempre un paso adelante del encapotado.
Otra cosa que hizo bien Reeves (a mi modo de ver, por supuesto) es saltearse el origen del Hombre Murciélago. Ya se hizo, ya se lo conoce. Pero al no mostrarlo, lo puso en el centro dramático de su relato. Ese asesinato (¿al voleo o por encargo?) definió el destino de Bruce Wayne (obvio) y el de la ciudad, por eso (casi) todos los personajes protagónicos tienen historias paralelas que se entrecruzan, se mezclan, se influyen; y terminan siendo determinantes para que cada uno sea cada cual en relación con el otro. Incluido el Asilo Arkham.
La trama toma elementos específicos de tres cómics puntuales (Año uno, El largo Halloween y Ego), pero se los apropia a gusto y piacere. Y lo bien que hace. Más que una película de superhéroes, Batman (The Batman) es un policial negro de los de antes, especialmente de los que se filmaban en los EE.UU. durante los ’70: Barrio Chino (Polanski), Taxi Driver (Scorsese) y Mi pasado me condena (Pakula), que puede ser vista también como la abuelita del Seven de David Fincher, cuyos ecos resuenan bastante en el trabajo de Reeves.
Film noir con toques terroríficos, pero básicamente un thriller político con superpoderosos corruptos enfrentados a superhéroes en periodo formativo, en estado de transición hacia el mito que, ya sabemos, terminará por fagocitárselos. Una historia que cierra su arco narrativo de manera concisa y rigurosa, aunque deja algunas puntas abiertas para futuras secuelas que, espero de todo corazón, no se hagan nunca. Dura tres horitas, así que te podés quedar a esperar el chistonto del final, ese que ocupa el espacio que debería ocupar la escena post-créditos que viene antes de los créditos.Fernando Ariel García
Published on March 03, 2022 03:43
February 23, 2022
ROBIN WOOD: ÉL ES LA AVENTURA
Robin Wood. Una vida de aventuras. Autores: Diego Accorsi, Julio Neveleff, Leandro Paolini Somers. Prólogo: Sebastián De Caro. 288 páginas. Editorial El Ateneo. Argentina, mayo de 2021.
Empecé a leer este libro con Robin Wood vivo. Y lo terminé, por demoras mías, con Robin Wood muerto. No es que este hecho modifique en algo la calidad del trabajo de Accorsi, Neveleff y Paolini Somers, pero sí impactó brutalmente en mi lectura. Sobre todo, en mi lectura emocional de esta biografía autorizada del autor de Nippur de Lagash, Dago, Pepe Sánchez, Savarese, Jackaroe y tantos otros personajes que me han ido acompañando a lo largo de mi vida, en distintos momentos, en diferentes lugares y con variada intensidad.
Si algo tenía Robin Wood, por las pocas veces que pude charlar con él, es una energía vital capaz de sobreponerse a todo, incluida la parca. Algo que fluye en estas páginas y se traspasa al lector. Se nota que Wood nunca había perdido su capacidad de asombro ante las cosas y las gentes; y se agradece (mucho) que haya tenido el don de traducirlo en palabras, planos y secuencias; y la generosidad de derramar su talento a manos llenas. A veces le habrá salido mejor; a veces, peor. Pero nunca se dejó nada guardado en los bolsillos. Y eso no habla sólo de un autor íntegro, sino de un hombre íntegro. Que vivió una vida de aventuras y aprendió a ganarse la vida contando aventuras capaces de modificar la vida de quienes las leían.
Porque si algo deja claro este Robin Wood. Una vida de aventuras es que Wood era, por sobre todas las cosas, un cuentacuentos inagotable. Lo suyo era casi atávico. Con sus palabras invocaba tiempos pasados, mundos remotos, la esquina del barrio. Al calor de las pasiones, cocinaba revoluciones, tejía amistadas y destejía amoríos imposibles. Se sentaba alrededor del fogón y, con su maestría habitual, disponía la mesa para darnos el banquete de la fantasía, el melodrama, la comedia de enredos. Algunos lo sabrán y otros no, pero en el fondo de su marmita mágica, mezclaba retazos de su historia personal, de las mujeres que amó, los lugares que visitó, los sueños que pudo (y supo) cumplir, las carencias que nunca terminó de superar.
El libro está pautado en dos partes, bastante distintas y muy complementarias. La primera, desanda en tercera persona la historia personal de Robin Wood. Los orígenes paraguayos, su sangre celta, el trabajo en el monte, las noches sin nada que comer, su pasión por la lectura y el descubrimiento de un oficio que abrazará como profesión. Las características de su estilo narrativo, su impacto en la industria mundial del cómic, su capacidad para escribirlo todo, bajo cientos de nombres distintos. Recurre al tono periodístico; y está muy bien que así lo haga. El discurso es lineal y cronológico, va de menos a mayor, como la figura biografiada; y pone cada cosa en su casillero correspondiente.
Pero que me perdonen Accorsi, Neveleff y Paolini Somers, la segunda parte se me hizo inmejorable e insuperable. Son diez capítulos que recogen las anécdotas de Robin Wood contadas en primera persona. El orden es caótico y algunos conceptos se repiten de manera innecesaria, pero el espíritu del autor late en cada palabra y brota en cada párrafo. Ahí aparecen las geolocalizaciones autobiográficas que han terminado tiñendo los destinos de Dennis Martin, de Tino, de Anders, de Helena, del inagotable Mojado. Los libros y las películas que le inspiraron tantos personajes y sagas, las charlas de café que le enseñaron la filosofía de vida que traspasó a sus criaturas. Sus peleas con la crítica, sus enojos con la industria. El amor incondicional a sus lectores. El amor incondicional de sus lectores.
Cierro este libro con mucha pena. Y con una enorme convicción. Si Robin Wood supo escribir la Aventura como nadie, es porque él fue (y seguirá siendo) la Aventura. Nuestra Aventura.Fernando Ariel García

Empecé a leer este libro con Robin Wood vivo. Y lo terminé, por demoras mías, con Robin Wood muerto. No es que este hecho modifique en algo la calidad del trabajo de Accorsi, Neveleff y Paolini Somers, pero sí impactó brutalmente en mi lectura. Sobre todo, en mi lectura emocional de esta biografía autorizada del autor de Nippur de Lagash, Dago, Pepe Sánchez, Savarese, Jackaroe y tantos otros personajes que me han ido acompañando a lo largo de mi vida, en distintos momentos, en diferentes lugares y con variada intensidad.

Si algo tenía Robin Wood, por las pocas veces que pude charlar con él, es una energía vital capaz de sobreponerse a todo, incluida la parca. Algo que fluye en estas páginas y se traspasa al lector. Se nota que Wood nunca había perdido su capacidad de asombro ante las cosas y las gentes; y se agradece (mucho) que haya tenido el don de traducirlo en palabras, planos y secuencias; y la generosidad de derramar su talento a manos llenas. A veces le habrá salido mejor; a veces, peor. Pero nunca se dejó nada guardado en los bolsillos. Y eso no habla sólo de un autor íntegro, sino de un hombre íntegro. Que vivió una vida de aventuras y aprendió a ganarse la vida contando aventuras capaces de modificar la vida de quienes las leían.

Porque si algo deja claro este Robin Wood. Una vida de aventuras es que Wood era, por sobre todas las cosas, un cuentacuentos inagotable. Lo suyo era casi atávico. Con sus palabras invocaba tiempos pasados, mundos remotos, la esquina del barrio. Al calor de las pasiones, cocinaba revoluciones, tejía amistadas y destejía amoríos imposibles. Se sentaba alrededor del fogón y, con su maestría habitual, disponía la mesa para darnos el banquete de la fantasía, el melodrama, la comedia de enredos. Algunos lo sabrán y otros no, pero en el fondo de su marmita mágica, mezclaba retazos de su historia personal, de las mujeres que amó, los lugares que visitó, los sueños que pudo (y supo) cumplir, las carencias que nunca terminó de superar.

El libro está pautado en dos partes, bastante distintas y muy complementarias. La primera, desanda en tercera persona la historia personal de Robin Wood. Los orígenes paraguayos, su sangre celta, el trabajo en el monte, las noches sin nada que comer, su pasión por la lectura y el descubrimiento de un oficio que abrazará como profesión. Las características de su estilo narrativo, su impacto en la industria mundial del cómic, su capacidad para escribirlo todo, bajo cientos de nombres distintos. Recurre al tono periodístico; y está muy bien que así lo haga. El discurso es lineal y cronológico, va de menos a mayor, como la figura biografiada; y pone cada cosa en su casillero correspondiente.

Pero que me perdonen Accorsi, Neveleff y Paolini Somers, la segunda parte se me hizo inmejorable e insuperable. Son diez capítulos que recogen las anécdotas de Robin Wood contadas en primera persona. El orden es caótico y algunos conceptos se repiten de manera innecesaria, pero el espíritu del autor late en cada palabra y brota en cada párrafo. Ahí aparecen las geolocalizaciones autobiográficas que han terminado tiñendo los destinos de Dennis Martin, de Tino, de Anders, de Helena, del inagotable Mojado. Los libros y las películas que le inspiraron tantos personajes y sagas, las charlas de café que le enseñaron la filosofía de vida que traspasó a sus criaturas. Sus peleas con la crítica, sus enojos con la industria. El amor incondicional a sus lectores. El amor incondicional de sus lectores.

Cierro este libro con mucha pena. Y con una enorme convicción. Si Robin Wood supo escribir la Aventura como nadie, es porque él fue (y seguirá siendo) la Aventura. Nuestra Aventura.Fernando Ariel García
Published on February 23, 2022 13:49
February 21, 2022
EVARISTO: POLICIAL NEGRO DE HONDURA EXISTENCIAL
Evaristo (integral). Guiones: Carlos Sampayo. Dibujos: Francisco Solano López. Prólogo: Ricardo Ragendorfer. Portada:ilustración de Francisco Solano López. 200 páginas. Hotel de las Ideas. Argentina, agosto de 2021. Incluye código QR para acceder al film documental Evaristo, de Mariano Petrecca.
Treintaicinco años después de su última aventura, la historieta de Carlos Sampayo y Francisco Solano López se mantiene tan entera y compacta como en aquel entonces. Evaristo, policial negro de hondura existencial, sigue los pasos de Evaristo Meneses (1907-1992), histórico policía duro e incorruptible, respetado tanto por sus pares como por los malvivientes. Entre 1957 y 1962, como comisario al frente de la División Robos y Hurtos de la Policía Federal, había resuelto algunos de los casos más resonantes de la crónica policial argentina; y llegó a convertirse en una figura mediática, mucho antes de que ese término fuera acuñado.
Basado tanto en la figura real como en el mito que el propio protagonista fue construyendo con hechos, palabras y silencios (si hasta se lo ve a Sampayo entrevistando a Evaristo), el policía de papel y tinta china hace valer su presencia física. Se muestra justo y miserable, condescendiente e inflexible. Su hábitat, poblado de héroes y fallutos, de leales y traidores, de obsecuentes y rebeldes, se ordena siempre según la perspectiva que él tenga sobre el valor de las cosas, los hombres y las mujeres. Clásico exponente de un machismo que hoy suena anacrónico, fuera de lugar, algo discriminatorio y bastante violento. Pero que en ese entonces marcaba, a falta de miedo, la diferencia entre el respeto y la irreverencia, entre la vida y la muerte. Reflejo del tácito código de convivencia que Evaristo pactó con la ciudad y sus habitantes, con el mundo del trabajo y el reino del hampa, con las calles, el puerto, los puteríos, los sótanos oscuros y clandestinos, las villas miseria.
Como en todo noir urbano que no le escapa el bulto a las cuestiones sociales y políticas en pugna, aquí el puntual caso policial es lo de menos. Robos, violaciones, homicidios, secuestros, trata de blancas, extorsiones, asesinatos seriales, crímenes políticos, caza de nazis. Son lienzos narrativos donde construir ese rompecabezas sombrío, usurpado por los grises de una cotidianeidad urgida y sufrida, ordenada por el sentido del deber de un hombre que conoce las expresiones delictivas de la cultura marginal y de la práctica empresaria. Y sabe que su deber es impartir Justicia, no sólo hacer cumplir la Ley.
Porque el entorno de Evaristo no es cualquier entorno. Es el de un país todavía ahogado por los estertores de la década infame, con las fuerzas conservadoras en el poder y un peronismo proscripto que grita su pasión desde modestos altares hogareños y virulentas pintadas callejeras. Un modelo que fabrica desclasados y marginales para poder criminalizar la pobreza. Que tolera la corrupción gubernamental porque necesita seguir reproduciendo la explotación de las masas. A lo largo de sus páginas, el trasfondo se alimenta de huelgas y protestas populares reprimidas por la Policía, de vicepresidentes que renuncian, de golpes de Estado que estallan, de aparecidos y desaparecidos, de otro cadáver sin nombre que también se llama Eva.
Lo de Solano es inabarcable. Su Buenos Aires sigue siendo la ciudad del Eternauta, pero relatada ahora desde la perspectiva histórica que le aportó el paso del tiempo. Síntesis de la urbe que fue y de la que se fue sedimentando gracias a la poética melancólica del tango y el romanticismo orillero. Una ciudad donde se fuma, se bebe, se coge, se trabaja, se pelea y se mata con pocas palabras, con el filo estoico de las oportunidades perdidas y las decisiones tomadas. Un lugar de destinos trágicos, de amistades forjadas en un apretón de manos con la Parca, de rencores cocinados a fuego lento, de deudas saldadas con dinero, con sangre o con algo más. Un espacio mitológico cruzado de referencias comerciales (Laponia, Alpargatas, Entel, Ferroquina, Fontanares), un ring de boxeo donde las pasiones se resuelven a los golpes físicos y emocionales.
Aparecida por primera vez en abril de 1983, con publicación simultánea en la revista argentina Superhumor y la italiana L’Eternauta, el cómic de Sampayo y Solano conquistó el mundo. Se publicó también en los EE.UU., en Francia, en España (primero en Thriller, después en Ilustración + Comix Internacional y, por último, en Cimoc) y formó parte del índice de la Fierrooriginal, estandarte de la historieta de autor en la Argentina de la democracia restaurada. ¿La razón de su éxito sostenido en el tiempo? Me animaría a decir que, por sobre la efectividad de sus tramas, de esas historias circulares que se muerden la cola para resolverse, está el retrato minucioso de un hombre cansado por la tensión entre el escritorio y la vereda, que ve venir en soledad el inevitable fin de su mundo, la reconversión de su profesión en burocráticos hábitos de tortura, como si estuviera al tanto de la carnicería que le espera a la Argentina a la vuelta de la esquina.
Una historieta así no sólo debe ser celebrada, merece ser leída y releída con los ojos hambrientos y las neuronas atentas. Por suerte, tenemos ahora esta edición integral y definitiva de Hotel de las Ideas, con todos sus episodios remasterizados. Para que asomarse al pozo del infierno sea una experiencia sanadora, de belleza artística y espiritual.Fernando Ariel García

Treintaicinco años después de su última aventura, la historieta de Carlos Sampayo y Francisco Solano López se mantiene tan entera y compacta como en aquel entonces. Evaristo, policial negro de hondura existencial, sigue los pasos de Evaristo Meneses (1907-1992), histórico policía duro e incorruptible, respetado tanto por sus pares como por los malvivientes. Entre 1957 y 1962, como comisario al frente de la División Robos y Hurtos de la Policía Federal, había resuelto algunos de los casos más resonantes de la crónica policial argentina; y llegó a convertirse en una figura mediática, mucho antes de que ese término fuera acuñado.

Basado tanto en la figura real como en el mito que el propio protagonista fue construyendo con hechos, palabras y silencios (si hasta se lo ve a Sampayo entrevistando a Evaristo), el policía de papel y tinta china hace valer su presencia física. Se muestra justo y miserable, condescendiente e inflexible. Su hábitat, poblado de héroes y fallutos, de leales y traidores, de obsecuentes y rebeldes, se ordena siempre según la perspectiva que él tenga sobre el valor de las cosas, los hombres y las mujeres. Clásico exponente de un machismo que hoy suena anacrónico, fuera de lugar, algo discriminatorio y bastante violento. Pero que en ese entonces marcaba, a falta de miedo, la diferencia entre el respeto y la irreverencia, entre la vida y la muerte. Reflejo del tácito código de convivencia que Evaristo pactó con la ciudad y sus habitantes, con el mundo del trabajo y el reino del hampa, con las calles, el puerto, los puteríos, los sótanos oscuros y clandestinos, las villas miseria.

Como en todo noir urbano que no le escapa el bulto a las cuestiones sociales y políticas en pugna, aquí el puntual caso policial es lo de menos. Robos, violaciones, homicidios, secuestros, trata de blancas, extorsiones, asesinatos seriales, crímenes políticos, caza de nazis. Son lienzos narrativos donde construir ese rompecabezas sombrío, usurpado por los grises de una cotidianeidad urgida y sufrida, ordenada por el sentido del deber de un hombre que conoce las expresiones delictivas de la cultura marginal y de la práctica empresaria. Y sabe que su deber es impartir Justicia, no sólo hacer cumplir la Ley.

Porque el entorno de Evaristo no es cualquier entorno. Es el de un país todavía ahogado por los estertores de la década infame, con las fuerzas conservadoras en el poder y un peronismo proscripto que grita su pasión desde modestos altares hogareños y virulentas pintadas callejeras. Un modelo que fabrica desclasados y marginales para poder criminalizar la pobreza. Que tolera la corrupción gubernamental porque necesita seguir reproduciendo la explotación de las masas. A lo largo de sus páginas, el trasfondo se alimenta de huelgas y protestas populares reprimidas por la Policía, de vicepresidentes que renuncian, de golpes de Estado que estallan, de aparecidos y desaparecidos, de otro cadáver sin nombre que también se llama Eva.

Lo de Solano es inabarcable. Su Buenos Aires sigue siendo la ciudad del Eternauta, pero relatada ahora desde la perspectiva histórica que le aportó el paso del tiempo. Síntesis de la urbe que fue y de la que se fue sedimentando gracias a la poética melancólica del tango y el romanticismo orillero. Una ciudad donde se fuma, se bebe, se coge, se trabaja, se pelea y se mata con pocas palabras, con el filo estoico de las oportunidades perdidas y las decisiones tomadas. Un lugar de destinos trágicos, de amistades forjadas en un apretón de manos con la Parca, de rencores cocinados a fuego lento, de deudas saldadas con dinero, con sangre o con algo más. Un espacio mitológico cruzado de referencias comerciales (Laponia, Alpargatas, Entel, Ferroquina, Fontanares), un ring de boxeo donde las pasiones se resuelven a los golpes físicos y emocionales.

Aparecida por primera vez en abril de 1983, con publicación simultánea en la revista argentina Superhumor y la italiana L’Eternauta, el cómic de Sampayo y Solano conquistó el mundo. Se publicó también en los EE.UU., en Francia, en España (primero en Thriller, después en Ilustración + Comix Internacional y, por último, en Cimoc) y formó parte del índice de la Fierrooriginal, estandarte de la historieta de autor en la Argentina de la democracia restaurada. ¿La razón de su éxito sostenido en el tiempo? Me animaría a decir que, por sobre la efectividad de sus tramas, de esas historias circulares que se muerden la cola para resolverse, está el retrato minucioso de un hombre cansado por la tensión entre el escritorio y la vereda, que ve venir en soledad el inevitable fin de su mundo, la reconversión de su profesión en burocráticos hábitos de tortura, como si estuviera al tanto de la carnicería que le espera a la Argentina a la vuelta de la esquina.

Una historieta así no sólo debe ser celebrada, merece ser leída y releída con los ojos hambrientos y las neuronas atentas. Por suerte, tenemos ahora esta edición integral y definitiva de Hotel de las Ideas, con todos sus episodios remasterizados. Para que asomarse al pozo del infierno sea una experiencia sanadora, de belleza artística y espiritual.Fernando Ariel García
Published on February 21, 2022 11:02
February 20, 2022
JUSTICIEROS: FRUTO AMARGO
Justicieros. Director: Anders Thomas Jensen. Protagonistas: Mads Mikkelsen, Nikolaj Lie Kaas, Andrea Heick Gadeberg, Lars Brygmann, Nicolas Bro, Gustav Lindh, Roland Møller, Albert Rudbeck Lindhardt, Anne Birgitte Lind, Omar Shargawi, Jakob Ulrik Lohmann, Henrik Noël Olesen y Gustav Dyekjær Giese, entre otros. Guionista: Anders Thomas Jensen, sobre una idea original de Nikolaj Arcel y Anders Thomas Jensen. Zentropa Productions / Film I Väst / Zentropa International Sweden. Dinamarca, 2020. Estreno en la Argentina: 17 de febrero de 2022.
Hay algo que no está bien. La película arranca con esa sensación y termina con esa sensación, aunque el estímulo externo que imprima esa emoción cambie de manera brutal y determinante, tanto para los personajes como para los espectadores. Justicieros (Retfærdighedens ryttere) cruza ese límite con mucho humor negro, una incorrección política aun mayor, explosiones de violencia seca y áspera; y un afecto crudo y descarnado hacia las criaturas que pueblan el film, respeto hondo y profundo que Anders Thomas Jensen sabe detener un segundo antes de que todo caiga en la crueldad desangelada.
Sabemos que hubo un incidente en un tren. Grave, muy grave. Con un saldo devastador para la familia de Markus (notable Mads Mikkelsen), soldado que Afganistán ha terminado de convertir en un ser frío, distante, emocionalmente quebrado. Un hombre que debe dejar su cotidianeidad (matar o morir en el frente de batalla) para retomar esa alienación inmanejable que es la vida en familia, el cuidado de su hija, la interrelación con su lejano entorno cercano; y la tramitación de un duelo que se resiste a abordar.
Hasta que un par de extraños tocan a su puerta, con una noticia reveladora y traumática. El incidente en el tren no fue un accidente. Fue un atentado, planeado y ejecutado por un grupo entre mafioso y extremista. Otto y Lennart (impagables Nikolaj Lie Kaas y Lars Brigmann) lo saben porque han sobrevivido. El primero, al tren. Los dos, a sus propias historias. Y han llegado a esa conclusión después de hacer bien su trabajo, que consiste en la lectura de estadísticas matemáticas para llegar a la verdad. Y la verdad que encontraron en ese cruce de posibilidades y probabilidades, es absoluta. Atentado.
A partir de ahí, comenzará a gestarse el vínculo entre Markus, Otto, Lennart y otros dos seres atrozmente castigados por la vida: Emmenthaler y Bodashka (enormes Nicolas Bro y Gustav Lindh). Sin tiempo para prepararse; y sin más preparación que sus ganas, esta emparchada Armada Brancaleone a la danesa deberá abandonar su inconfortable zona de confort para salir en busca de Justicia y Venganza. Justicia para los muertos que no deberían haber muerto. Venganza contra la vida que los cacheteó de manera perversa.
Sin la calidad interpretativa con que los actores componen este ejército de seres rotos, tanto física como psíquicamente, Justicieros sería otro de los huecos tiroteos que el séptimo arte regurgita regularmente, con oficio e idoneidad técnica. Pero en las manos de este talentoso combo comandado por Thomas Jensen, el film se eleva como un agridulce canto de esperanza. Un hipnótico thriller navideño, transgresor y sangriento, donde la esperanza crece de la mano del sufrimiento y el dolor, fruto amargo que nace entre la certeza que dan las estadísticas y la naturaleza aleatoria de los acontecimientos.Fernando Ariel García

Hay algo que no está bien. La película arranca con esa sensación y termina con esa sensación, aunque el estímulo externo que imprima esa emoción cambie de manera brutal y determinante, tanto para los personajes como para los espectadores. Justicieros (Retfærdighedens ryttere) cruza ese límite con mucho humor negro, una incorrección política aun mayor, explosiones de violencia seca y áspera; y un afecto crudo y descarnado hacia las criaturas que pueblan el film, respeto hondo y profundo que Anders Thomas Jensen sabe detener un segundo antes de que todo caiga en la crueldad desangelada.
Sabemos que hubo un incidente en un tren. Grave, muy grave. Con un saldo devastador para la familia de Markus (notable Mads Mikkelsen), soldado que Afganistán ha terminado de convertir en un ser frío, distante, emocionalmente quebrado. Un hombre que debe dejar su cotidianeidad (matar o morir en el frente de batalla) para retomar esa alienación inmanejable que es la vida en familia, el cuidado de su hija, la interrelación con su lejano entorno cercano; y la tramitación de un duelo que se resiste a abordar.

Hasta que un par de extraños tocan a su puerta, con una noticia reveladora y traumática. El incidente en el tren no fue un accidente. Fue un atentado, planeado y ejecutado por un grupo entre mafioso y extremista. Otto y Lennart (impagables Nikolaj Lie Kaas y Lars Brigmann) lo saben porque han sobrevivido. El primero, al tren. Los dos, a sus propias historias. Y han llegado a esa conclusión después de hacer bien su trabajo, que consiste en la lectura de estadísticas matemáticas para llegar a la verdad. Y la verdad que encontraron en ese cruce de posibilidades y probabilidades, es absoluta. Atentado.

A partir de ahí, comenzará a gestarse el vínculo entre Markus, Otto, Lennart y otros dos seres atrozmente castigados por la vida: Emmenthaler y Bodashka (enormes Nicolas Bro y Gustav Lindh). Sin tiempo para prepararse; y sin más preparación que sus ganas, esta emparchada Armada Brancaleone a la danesa deberá abandonar su inconfortable zona de confort para salir en busca de Justicia y Venganza. Justicia para los muertos que no deberían haber muerto. Venganza contra la vida que los cacheteó de manera perversa.

Sin la calidad interpretativa con que los actores componen este ejército de seres rotos, tanto física como psíquicamente, Justicieros sería otro de los huecos tiroteos que el séptimo arte regurgita regularmente, con oficio e idoneidad técnica. Pero en las manos de este talentoso combo comandado por Thomas Jensen, el film se eleva como un agridulce canto de esperanza. Un hipnótico thriller navideño, transgresor y sangriento, donde la esperanza crece de la mano del sufrimiento y el dolor, fruto amargo que nace entre la certeza que dan las estadísticas y la naturaleza aleatoria de los acontecimientos.Fernando Ariel García
Published on February 20, 2022 07:12
February 19, 2022
SPENCER: LA PRINCESA QUE QUERÍA VIVIR
Spencer. Director: Pablo Larraín. Protagonistas: Kristen Stewart (Diana Spencer, princesa de Gales), Timothy Spall, Jack Farthing (Carlos, príncipe de Gales), Sean Harris, Sally Hawkins, Jack Nielen (príncipe Guillermo), Freddie Spry (príncipe Enrique), Stella Gonet (Reina Isabel II), Amy Manson (Ana Bolena) y Emma Darwall-Smith (Camilla Parker Bowles), entre otros. Guionista: Steven Knight. Komplizen Film / Fábula / Shoebox Films / FilmNation Entertainment. Alemania / Chile / Estados Unidos / Reino Unido, 2021. Estreno en la Argentina: 17 de febrero de 2022.
Diciembre de 1991. Tres días y tres noches en donde la familia real británica celebrará la Navidad con toda la pompa y circunstancia que ordena el protocolo y marca la tradición. Tres días y tres noches que definirán el futuro de la princesa de Gales, Diana Spencer; mediante la ratificación de su pasado, de su elección personal por sobre las imposturas impuestas. El tránsito definitivo de la difusa mujer detrás del futuro Rey a la refulgente Princesa del Pueblo. De la fugaz Diana Spencer a la eterna Lady Di.
En Spencer, como antes lo hiciera con Jackie , Pablo Larraín vuelve a la biopic concentrando su interés sobre un momento específico en la vida de la mujer biografiada. Esa secuencia que marca el momento justo del cambio, de la asunción plena y consciente de su identidad, de la elección definitiva de su destino. Y Kristen Stewart logra habitar tanto a la Diana real como a la Diana mítica, cargando el cuerpo y el alma de la película en un trabajo realmente consagratorio.
En la superficie, el punto de quiebre viene dado por el hartazgo de Diana ante la relación paralela entre su esposo, el príncipe Carlos, y el verdadero amor del futuro Rey, Camilla Parker Bowles. Pero en lo profundo, el dilema interno de Diana pasa por la construcción de su rol histórico, dentro de la Corona y de frente a los británicos de a pie que la aman y la eligen sin condiciones. Hostigada y perseguida por la familia real; atrapada en un rulo bulímico-depresivo y autodestructivo, la princesa de Gales deberá mirar hacia atrás, a sus días como Spencer, para poder romper la crisálida y proyectarse hacia adelante.
Lo interesante de este proceso, desde el punto de vista narrativo, es la elección cinematográfica de Larraín. Sin romper los parámetros formales del docudrama, amplía su registro para abarcar el relato victoriano de las casas embrujadas, con el fantasma de Ana Bolena dando vueltas por las habitaciones del palacio y el lóbulo emocional de Diana. No es que sea una película de terror, aunque pululen los monstruos, pero hay momentos puntuales en que el film parece (o me lo pareció) abrazar la atmósfera gótico-existencial de la Hammer. Y el resultado no podría ser mejor. Una oscura fábula romántica, un perverso cuento de hadas con final feliz, que sabemos nosotros (no los personajes) es sólo otra mueca burlona de la muerte.Fernando Ariel García

Diciembre de 1991. Tres días y tres noches en donde la familia real británica celebrará la Navidad con toda la pompa y circunstancia que ordena el protocolo y marca la tradición. Tres días y tres noches que definirán el futuro de la princesa de Gales, Diana Spencer; mediante la ratificación de su pasado, de su elección personal por sobre las imposturas impuestas. El tránsito definitivo de la difusa mujer detrás del futuro Rey a la refulgente Princesa del Pueblo. De la fugaz Diana Spencer a la eterna Lady Di.
En Spencer, como antes lo hiciera con Jackie , Pablo Larraín vuelve a la biopic concentrando su interés sobre un momento específico en la vida de la mujer biografiada. Esa secuencia que marca el momento justo del cambio, de la asunción plena y consciente de su identidad, de la elección definitiva de su destino. Y Kristen Stewart logra habitar tanto a la Diana real como a la Diana mítica, cargando el cuerpo y el alma de la película en un trabajo realmente consagratorio.

En la superficie, el punto de quiebre viene dado por el hartazgo de Diana ante la relación paralela entre su esposo, el príncipe Carlos, y el verdadero amor del futuro Rey, Camilla Parker Bowles. Pero en lo profundo, el dilema interno de Diana pasa por la construcción de su rol histórico, dentro de la Corona y de frente a los británicos de a pie que la aman y la eligen sin condiciones. Hostigada y perseguida por la familia real; atrapada en un rulo bulímico-depresivo y autodestructivo, la princesa de Gales deberá mirar hacia atrás, a sus días como Spencer, para poder romper la crisálida y proyectarse hacia adelante.

Lo interesante de este proceso, desde el punto de vista narrativo, es la elección cinematográfica de Larraín. Sin romper los parámetros formales del docudrama, amplía su registro para abarcar el relato victoriano de las casas embrujadas, con el fantasma de Ana Bolena dando vueltas por las habitaciones del palacio y el lóbulo emocional de Diana. No es que sea una película de terror, aunque pululen los monstruos, pero hay momentos puntuales en que el film parece (o me lo pareció) abrazar la atmósfera gótico-existencial de la Hammer. Y el resultado no podría ser mejor. Una oscura fábula romántica, un perverso cuento de hadas con final feliz, que sabemos nosotros (no los personajes) es sólo otra mueca burlona de la muerte.Fernando Ariel García
Published on February 19, 2022 06:23
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