José Luis Sicre's Blog, page 14
May 4, 2023
Domingo 5º de Pascua. Iglesia naciente, sufriente, creyente
Como indiqué eldomingo pasado, las tres lecturas de los domingos de Pascua nos hablan de losorígenes de la Iglesia, de las persecuciones de la Iglesia, y de nuestrarelación con Jesús.
Iglesia naciente
La primera lectura nos cuenta lainstitución de los diáconos y el aumento progresivo de la comunidad, subrayandoel hecho de que se uniesen a ella incluso sacerdotes.
En aquellos días, al crecer elnúmero de los discípulos, los de lengua griega se quejaron contra los de lenguahebrea, diciendo que en el suministro diario no atendían a susviudas. Los Doce convocaron al grupo de los discípulos y les dijeron:
-«No nos parece bien descuidar lapalabra de Dios para ocuparnos de la administración. Por tanto, hermanos,escoged a siete de vosotros, hombres de buena fama, llenos de espíritu y desabiduría, y los encargaremos de esta tarea: nosotros nos dedicaremos a laoración y al ministerio de la palabra.»
La propuesta les pareció bien atodos y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo, a Felipe,Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás, prosélito de Antioquía. Se lospresentaron a los apóstoles y ellos les impusieron las manos orando. La palabrade Dios iba cundiendo, y en Jerusalén crecía mucho el número de discípulos;incluso muchos sacerdotes aceptaban la fe.
La comunidad de Jerusalén estabaformada por judíos de lengua hebrea y judíos de lengua griega (probablementeoriginarios de países extranjeros, la Diáspora). Los problemas lingüísticos,tan típicos de nuestra época, se daban ya entonces. Los de lengua hebrea seconsideraban superiores, los auténticos. Y eso repercute en la atención a lasviudas. Lucas, que en otros pasajes del libro de los Hechos subraya tanto elamor mutuo y la igualdad, no puede ocultar en este caso que, desde elprincipio, se dieron problemas en la comunidad cristiana por motivoseconómicos.
Los diáconos son siete, númerosimbólico, de plenitud. Aunque parecen elegidos para una misión puramentematerial, permitiendo a los apóstoles dedicarse al apostolado y la oración, enrealidad, los dos primeros, Esteban y Felipe, desempeñaron también una intensalabor apostólica. Esteban será, además, el primer mártir cristiano.
Dignidad de la Iglesia sufriente
La primera carta de Pedro recuerdalas numerosas persecuciones y dificultades que atravesó la primitiva iglesia.Lo vimos el domingo pasado y lo veremos en los siguientes. Pero este domingo,aunque se menciona a quienes rechazan a Jesús y el evangelio, la fuerza recaeen recordar a los cristianos difamados e insultados la enorme dignidad que Diosles ha concedido.
Mientras los judíos, después de lacaída de Jerusalén (año 70), se encuentran sin templo ni posibilidad de ofrecersacrificios al Señor, los cristianos se convierten en un nuevo templo, ennuevos sacerdotes que ofrecen víctimas a Dios por medio de Jesucristo.
Al final, recogiendo diversasalusiones del Antiguo Testamento, traza una imagen espléndida de la comunidadcristiana: «Vosotrossois una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un puebloadquirido por Dios para proclamar las hazañas del que os llamó a salir de latiniebla y a entrar en su luz maravillosa».
En nuestraépoca, cuando la Iglesia parece cada vez menos importante y se ve atacada ycondenada en numerosos ambientes, estas palabras de la carta nos pueden servirde ánimo y consuelo.
Queridos hermanos: Acercándoos al Señor, la piedra vivadesechada por los hombres, pero escogida y preciosa ante Dios, tambiénvosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción del templo delEspíritu, formando un sacerdocio sagrado, para ofrecer sacrificios espiritualesque Dios acepta por Jesucristo. Dice la Escritura: «Yo coloco en Sión unapiedra angular, escogida y preciosa; el que crea en ella no quedarádefraudado.» Para vosotros, los creyentes, es de gran precio, pero para losincrédulos es la «piedra que desecharon los constructores: ésta se haconvertido en piedra angular», en piedra de tropezar y en roca de estrellarse.Y ellos tropiezan al no creer en la palabra: ése es su destino. Vosotros soisuna raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un puebloadquirido por Dios para proclamar las hazañas del que os llamó a salir de latiniebla y a entrar en su luz maravillosa.
Iglesia creyente
El evangelio nos sitúa en la últimacena, cuando Jesús se despide de sus discípulos. En el pasaje seleccionadopodemos distinguir tres partes: el hotel, el camino hacia él, los huéspedes.
Elhotel
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed tambiénen mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habríadicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y osllevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yovoy, ya sabéis el camino.»
En laprimera parte, Jesús sabe el miedo que puede embargar a los discípulos cuandoél desaparezca y queden solos. Y los anima a no temblar, insistiéndoles en quevolverán a encontrarse y estarán definitivamente juntos en el gran hotel deDios, repleto de estancias. Como diría san Pablo, hablando de lo que ocurrirádespués de la muerte: «Y así estaremos siempre con el Señor». Estaprimera parte, válida para todos los tiempos, adquiere especial significado enesto meses en los que la epidemia del coronavirus ha causado tantas muertes ymiles de personas no han podido ni siquiera despedirse de su seres queridos. Noestán solos. Están con el Señor.
El camino.
Tomás le dice:
-«Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?»
Jesús le responde:
-«Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre,sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya loconocéis y lo habéis visto.»
La objeción lógica de Tomás,realista como siempre, le permite a Jesús ofrecer una de las mejoresdefiniciones de sí mismo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida.» ¿Cómohablar de Jesús a quienes no lo conocen o lo conocen poco? La mejor fórmula noes la del Concilio de Calcedonia: «Dios de Dios, luz de luz…». Espreferible esta otra: camino, verdad y vida.
Sugiere que para llegar a Dios haymuchos caminos, pero para llegar a Dios como Padre el único camino esJesús. El musulmán alaba a Dios como Fuerte (Alla hu akbar). El cristiano loconsidera Padre.
Jesús es también la verdad enmedio de las dudas y frente al escepticismo que mostrará más tarde Pilato. Lapregunta correcta no es: «¿Qué es la verdad?», sino «¿Quién es la verdad?». La verdad no es un conceptoni un sistema filosófico, se encarna en la persona de Jesús.
Jesúses también la vida que todos anhelamos, la vida eterna, que empieza yaen este mundo y que consiste «en que te conozcan a ti, único diosverdadero, y a quien enviaste, Jesucristo».
Los huéspedes
Felipe le dice:
-«Señor, muéstranos al Padre y nos basta.»
Jesús le replica:
-«Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe?Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: "Muéstranos alPadre"? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo osdigo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismohace sus obras. Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed alas obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yohago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre.»
Una nuevainterrupción, esta vez de Felipe, desemboca en el pasaje más difícil ydesconcertante. Ahora no hace falta recorrer ningún camino para llegar alPadre. Para verlo, basta con mirar a Jesús. Estas palabras, que a oídos de losjudíos sonarían como pura blasfemia, nos invitan a creer en Jesús como se creeen Dios; a creer que, quien lo ve a él, ve al Padre; quien lo conoce a él,conoce al Padre; que él está en el Padre y el Padre en él. Y al final, el mayordesafío: creer que nosotros, si creemos en Jesús, haremos obras más grandes quelas que él hizo. Parece imposible. El padre del niño epiléptico habría dicho: «Creo,Señor, pero me falta mucho. Compensa tú a lo que en mí hay de incrédulo».
La Iglesia debatirá durante siglosla relación entre Jesús y el Padre, y no llegará a una formulación definitivahasta casi cuatrocientos años más tarde, en el concilio de Calcedonia (año452). El evangelio de Juan anticipa la fe que hemos heredado y confesamos.
April 27, 2023
Cuatro títulos de Jesús: Señor, Mesías, modelo, puerta del aprisco. Domingo 4º de Pascua
Nota previa sobre las lecturas de los domingos 4º a 7º dePascua
La lecturas de estos cuatro domingospretenden prepararnos a las dos grandes fiestas de la Ascensión y Pentecostéstratando tres temas.
1. Laiglesia (1ª lectura, delos Hechos de los Apóstoles). Se describe el aumento de la comunidad (4ºdomingo), la institución de los diáconos (5º), el don del Espíritu en Samaria(6º), y cómo la comunidad se prepara para Pentecostés (7º). Adviértase laenorme importancia del Espíritu en estas lecturas.
2. Vivir cristianamente en un mundo hostil (2ª lectura, de la Primera carta de Pedro). Los primeroscristianos sufrieron persecuciones de todo tipo, como las que padecen algunascomunidades actuales. La primera carta de Pedro nos recuerda el ejemplo deJesús, que debemos imitar (4º domingo); la propia dignidad, a pesar de lo quedigan de nosotros (5º); la actitud que debemos adoptar ante las calumnias (6º),y los ultrajes (7º).
3.Jesús (evangelio: Juan). Los pasajes elegidos constituyen una grancatequesis sobre la persona de Jesús: es la puerta por la que todos debemosentrar (4º); camino, verdad y vida (5º); el que vive junto al Padre y connosotros (6º); el que ora e intercede por nosotros (7º).
Jesús, Señor y Mesías (Hechos 2,14a.36-41)
Esta lectura tiene interés especialdesde un punto de vista histórico y catequético. Según Lucas, el grupo deseguidores de Jesús (120 personas) experimentó un notable aumento el día dePentecostés. Después de cincuenta días de miedo, silencio y oración, elEspíritu Santo impulsa a Pedro a dirigirse a la gente presentando a ese Jesúsal que habían crucificado, constituido Señor y Mesías por Dios. El pueblo,conmovido, pregunta qué debe hacer, y Pedro los anima a convertirse ybautizarse en nombre de Jesucristo.
Pero Lucas añade otro argumento muydistinto, que fue usado por los primeros misioneros cristianos: el miedo alcastigo inminente de Dios. De acuerdo con la mentalidad apocalíptica, este mundomalo presente desaparecerá pronto para dar paso al mundo buenofuturo. Eso ocurrirá cuando se manifieste la gran cólera de Dios en unjuicio que provocará salvación o condenación. Por eso Pedro anima: «Escapad de estageneración perversa». ¿Cómo ponerse a salvo? Los autoresapocalípticos hacen que todo dependa de la conducta observada con Dios y conlos hombres. Para los misioneros cristianos, la salvación dependerá de creer enJesús. Pedro ya ha hablado del bautismo en nombre de Jesús.
Tenemos,pues, dos argumentos aparentemente distintos: el primero se basa exclusivamenteen lo que Dios ha hecho por Jesús. El segundo parece menos cristiano, con surecurso al miedo. Pero no olvidemos que, en este contexto, Pablo escribe a los de Tesalónica: «Jesús noslibra de la condenación futura». Con miedo o sin él, Jesús es siempre el centro de lacatequesis cristiana.
Eldía de Pentecostés, Pedro, de pie con los Once, pidió atención y les dirigió lapalabra:
-«TodoIsrael esté cierto de que al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dioslo ha constituido Señor y Mesías.»
Estaspalabras les traspasaron el corazón, y preguntaron a Pedro y a los demásapóstoles:
-«¿Quétenemos que hacer, hermanos?»
Pedroles contestó:
-«Convertíosy bautizaos todos en nombre de Jesucristo para que se os perdonen los pecados,y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque la promesa vale para vosotros ypara vuestros hijos y, además, para todos los que llame el Señor, Dios nuestro,aunque estén lejos.»
Conestas y otras muchas razones les urgía, y los exhortaba diciendo:
-«Escapadde esta generación perversa.»
Losque aceptaron sus palabras se bautizaron, y aquel día se les agregaron unostres mil.
Jesús modelo (1 Pedro 2,20b-25)
«Cristopadeció su pasión por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sushuellas».
Queridos hermanos: Si, obrando el bien, soportáisel sufrimiento, hacéis una cosa hermosa ante Dios. Pues para esto habéis sidollamados, ya que también Cristo padeció su pasión por vosotros, dejándoos unejemplo para que sigáis sus huellas. Él no cometió pecado ni encontraron engañoen su boca; cuando lo insultaban, no devolvía el insulto; en su pasión no proferíaamenazas; al contrario, se ponía en manos del que juzga justamente. Cargado connuestros pecados subió al leño, para que, muertos al pecado, vivamos para lajusticia. Sus heridas os han curado. Andabais descarriados como ovejas,pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras vidas.
Alfinal de esta lectura encontramos la imagen de Jesús como buen pastor («Andabaisdescarriados como ovejas, pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián devuestras vidas»). Pero este no es el tema principal del evangelio, que introduce uncambio sorprendente.
Jesús, puerta del aprisco (Juan 10,1-10)
En aquel tiempo, dijo Jesús:
-«Os aseguro que el que noentra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte,ése es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de lasovejas. A éste le abre el guarda, y las ovejas atienden a su voz, y él vallamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todaslas suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen suvoz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen lavoz de los extraños.»
Jesús les puso estacomparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadióJesús:
-«Os aseguro que yo soy lapuerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones ybandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entrepor mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. Elladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para quetengan vida y la tengan abundante.»
El autor del cuarto evangeliodisfruta tendiendo trampas al lector. Al principio, todo parece muy sencillo. Unredil, con su cerca y su guarda. Se aproxima uno que no entra por la puerta nihabla con el guarda, sino que salta la valla: es un ladrón. En cambio, elpastor llega al rebaño, habla con el guarda, le abre la puerta, llama a lasovejas, ellas lo siguen y las saca a pastar. Lo entienden hasta los niños.
Sinembargo, inmediatamente después añade el evangelista: “ellos no entendieron dequé les hablaba”. Muchos lectores actuales pensarán: “Son tontos. Estáclarísimo, habla de Jesús como buen pastor”. Y se equivocan. Eso es verdad apartir del versículo 11, donde Jesús dice expresamente: “Yo soy el buenpastor”. Pero en el texto que se lee hoy, el inmediatamente anterior (Juan 10,1-10),Jesús se aplica una imagen muy distinta: no se presenta como el buen pastorsino como la puerta por la que deben entrar todos los pastores (“yo soy lapuerta del redil”).
Conese radicalismo típico del cuarto evangelio, se afirma que todos los personajesanteriores a Jesús, al no entrar por él, que es la puerta, no eran en realidadpastores, sino ladrones y bandidos, que sólo pretenden “robar y matar y hacerestrago”.
Resuenanen estas duras palabras un eco de lo que denunciaba el profeta Ezequiel en lospastores (los reyes) de Israel: en vez de apacentar a las ovejas (al pueblo) seapacienta a sí mismos, se comen su enjundia, se visten con su lana, no curanlas enfermas, no vendan las heridas, no recogen las descarriadas ni buscan lasperdidas; por culpa de esos malos pastores que no cumplían con su deber, Israelterminó en el destierro (Ez 34).
Laconsecuencia lógica sería presentar a Jesús como buen pastor que da la vida porsus ovejas. Pero eso vendrá más adelante, no se lee hoy. En lo que sigue, Jesússe presenta como la puerta por la que el rebaño puede salir para tener buenospastos y vida abundante.
Eneste momento cabría esperar una referencia a la obligación de los pastores, losresponsables de la comunidad cristiana, a entrar y salir por la puerta delrebaño: Jesús. Todo contacto que no se establezca a través de él es propio debandidos y está condenado al fracaso (“las ovejas no les hicieron caso”).Aunque el texto no formula de manera expresa esta obligación, se deduce de élfácilmente.
Enrealidad, esta parte del discurso termina dirigiéndose no a los pastores sinoal rebaño, recordándole que “quien entre por mí se salvará y podrá entrar ysalir, y encontrará pastos”.
Yaque es frecuente echar la culpa a los pastores de los males de la iglesia, alrebaño le conviene recordar que siempre dispone de una puerta por la quesalvarse y tener vida abundante.
Reflexión final
Los lecturas nos ofrecen cuatrotítulo de Jesús: que es Señor y Mesías lo dice Pedro en el libro de los Hechos(1ª lectura); modelo a la hora de soportar el sufrimiento, la 1ª carta de Pedro(2ª lectura); puerta del aprisco se lo aplica a sí mismo Jesús en el evangeliode Juan. En resumen, una catequesis sobre lo que Jesús significó para losprimeros cristianos y lo que debe seguir significando para nosotros.
Cuatroimágenes tan distintas de Jesús son demasiada materia para una homilía. Puestoa elegir, me quedaría con la de modelo en los momentos difíciles de la vida ycomo puerta por la que se puede entrar a un lugar seguro y salir en busca debuenos pastos.
April 20, 2023
Del desencanto al entusiasmo. Domingo 3º de Pascua. Ciclo A.
Hay que olvidar lo que sabemos
Para comprender el relato de los discípulos deEmaús hay que olvidar todo lo leído en los días pasados, desde la Vigilia delSábado Santo, a propósito de las apariciones de Jesús. Porque Lucas ofrece unaversión peculiar de los acontecimientos. Al final de su evangelio cuenta solotres apariciones:
1) A todas las mujeres, no a dos nitres, se aparecen dos ángeles cuando van al sepulcro a ungir el cuerpo de Jesús.
2) A dos discípulos que marchan aEmaús se les aparece Jesús, pero con tal aspecto que no pueden reconocerlo, ydesaparece cuando van a comer.
3) A todos los discípulos, no sólo alos Once, se aparece Jesús en carne y hueso y come ante ellos pan y pescado.
Dos cosas llaman la atencióncomparadas con los otros evangelios: 1) las apariciones son para todas y paratodos, no para un grupo selecto de mujeres ni para sólo los once. 2) Laprogresión creciente: ángeles – Jesús irreconocible – Jesús en carne y hueso.
Jesús, Moisés, los profetas y lossalmos
Un elemento común a los tres relatosde Lucas son las catequesis. Los ángeles hablan a las mujeres, Jesús habla alos de Emaús, y más tarde a todos los demás. En los tres casos el argumento esel mismo: el Mesías tenía que padecer y morir para entrar en su gloria. Un mensajetan escandaloso y difícil de aceptar requiere ser tratado con insistencia. Pero,¿cómo se demuestra que el Mesías tenía que padecer y morir? Los ángeles aducenque Jesús ya lo había anunciado. Jesús, a los de Emaús, se basa en lo dicho porMoisés y los profetas. Y el mismo Jesús, a todos los discípulos, les abre lamente para comprender lo que de él han dicho Moisés, los profetas y los salmos.La palabra de Jesús y todo el Antiguo Testamento quedan al servicio del granmensaje de la muerte y resurrección.
La trampa política que tiendeLucas
Para comprender a los discípulos deEmaús hay que recordar el comienzo del evangelio de Lucas, donde distintospersonajes formulan las más grandes esperanzas políticas y sociales depositadasen la persona de Jesús. Comienza Gabriel, que repite cinco veces a María que suhijo será rey de Israel. Sigue la misma María, alabando a Dios porque hadepuesto del trono a los poderosos y ensalzado a los humildes, porque a loshambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Los ángelesvuelven a hablar a los pastores del nacimiento del Mesías. Zacarías, el padrede Juan Bautista, también alaba a Dios porque ha suscitado en la casa de Davidun personaje que librará al pueblo de Israel de la opresión de los enemigos.Finalmente, Ana, la beata revolucionaria de ochenta y cuatro años, habla delniño Jesús a todos los que esperan la liberación de Jerusalén. Parece como siLucas alentase este tipo de esperanza político-social-económica.
Del desencanto al entusiasmo
El tema lo recoge en el capítulofinal de su evangelio, encarnándolo en los dos de Emaús, que también esperabanque Jesús fuera el libertador de Israel. No son galileos, no forman parte delgrupo inicial, pero han alentado las mismas ilusiones que ellos con respecto aJesús. Están convencidos de que el poder de sus obras y de su palabra va aponerlos al servicio de la gran causa religiosa y política: la liberación deIsrael. Sin embargo, lo único que consiguió fue su propia condena a muerte.Ahora sólo quedan unas mujeres lunáticas y un grupo se seguidores indecisos ymiedosos, que ni siquiera se atreven a salir a la calle o volver a Galilea. Aellos no los domina la indecisión ni el miedo, sino el desencanto. Cortan surelación con los discípulos, se van de Jerusalén.
En este momento tan inadecuado es cuando lessale al encuentro Jesús y les tiene una catequesis que los transforma porcompleto. Lo curioso es que Jesús no se les revela como el resucitado, ni lesdirige palabras de consuelo. Se limita a darles una clase de exégesis, arecorrer la Ley y los Profetas, espigando, explicando y comentando los textosadecuados. Pero no es una clase aburrida. Más tarde comentarán que, alescucharlo, les ardía el corazón.
El misterioso encuentro termina conun misterio más. Un gesto tan habitual como partir el pan les abre los ojospara reconocer a Jesús. Y en ese mismo momento desaparece. Pero su corazón y suvida han cambiado.
Los relatos de apariciones, tanto enLucas como en los otros evangelios, pretenden confirmar en la fe de laresurrección de Jesús. Los argumentos que se usan son muy distintos. Lo típicode este relato es que a la certeza se llega por los dos elementos queterminarán siendo esenciales en las reuniones litúrgicas: la palabra y laeucaristía.
Del entusiasmo al aburrimiento
Por desgracia, la inmensa mayoría de loscatólicos ha decidido escapar a Emaús y casi ninguno ha vuelto. «La misa no medice nada». Es el argumento que utilizan muchos, jóvenes y no tan jóvenes, parajustificar su ausencia de la celebración eucarística. «De las lecturas no meentero, la homilía es un rollo, y no puedo comulgar porque no me he confesado».En gran parte, quien piensa y dice esto, lleva razón. Y es una pena. Porque loque podríamos calificar de primera misa, con sus dos partes principales(lectura de la palabra y comunión) fue una experiencia que entusiasmó y reavivóla fe de sus dos únicos participantes: los discípulos de Emaús. Pero hay unagrande diferencia: a ellos se les apareció Jesús. La palabra y el rito, sin elcontacto personal con el Señor, nunca servirán para suscitar el entusiasmo yhacer que arda el corazón.
Los discípulos de Emaús
Dos discípulos de Jesús ibanandando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús,distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que habíasucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y sepuso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo:
― ¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?
Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamabaCleofás, le replicó:
― ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo queha pasado allí estos días?
Él les preguntó:
― ¿Qué?
Ellos le contestaron:
― Lo de Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obrasy palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumossacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron.Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hacedos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo noshan sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron sucuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles,que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también alsepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lovieron.
Entonces Jesús les dijo:
― ¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron losprofetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en sugloria?
Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, lesexplicó lo que se refería a él en toda la Escritura.
Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguiradelante; pero ellos le apremiaron, diciendo:
― Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída.
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos,tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se lesabrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció. Elloscomentaron:
― ¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino ynos explicaba las Escrituras?
Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, dondeencontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:
― Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lohabían reconocido al partir el pan.
April 13, 2023
El Tomás incrédulo y las comunidades creyentes. Domingo 2º de Pascua. Ciclo A.
Todas las apariciones de Jesús resucitado son peculiares. Inclusocuando se cuenta la misma, los evangelistas difieren: mientras en Marcos sontres las mujeres que van al sepulcro (María Magdalena, María la de Cleofás ySalomé), y también tres en Lucas, pero distintas (María Magdalena, Juana yMaría la de Santiago), en Mateo son dos (las dos Marías) y en Juan una (MaríaMagdalena, aunque luego habla en plural: «no sabemos dónde lo han puesto»). En Mc ven a un muchacho vestido deblanco sentado dentro del sepulcro; en Mt, a un ángel de aspecto deslumbrantejunto a la tumba; en Lc, al cabo de un rato, se les aparecen dos hombres convestidos refulgentes. En Mt, a diferencia de Mc y Lc, se les aparece tambiénJesús. Podríamos indicar otras muchas diferencias en los demás relatos. Como silos evangelistas quisieran acentuarlas para que no nos quedemos en lo externo,lo anecdótico. Uno de los relatos más interesantes, y diverso de los otros, esel del próximo domingo.
Unrelato con dos partes y un epílogo (Jn 20,19-31)
Lo que cuenta Juan se divide en dospartes, separadas por ocho días, y el final de su evangelio (al que más tardese añadió otro final, el c.21).
Lo que ocurre alanochecer del primer día de la semana contiene un clímax y un anticlímax. Elclímax lo representa la aparición de Jesús, que transforma el miedo de losdiscípulos en alegría, y el don del Espíritu Santo. El anticlímax, la reacciónincrédula de Tomás, que no estaba presente en aquel momento y su exigencia deunas pruebas claras para creer en la resurrección de Jesús. No olvidemos queTomás fue el que dijo, cuando Jesús decidió ir a curar a Lázaro: «Vamos tambiénnosotros y muramos con él». Tomás quiere mucho a Jesús, pero la otra vida noentra en su perspectiva.
Al cabo de ocho díasse presenta de nuevo Jesús y se dirige especialmente a Tomás, que nosrepresenta a todos nosotros, para darle y darnos la gran lección: «Dichosos losque creen sin haber visto».
El epílogo insiste enla finalidad del evangelio. Todo lo escrito, que podría haber sido mucho más,pretende que creamos «que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y con esta fetengáis vida gracias a él». Este mensaje de fe y vida resulta muy adecuado enestos momentos, cuando estamos tan rodeados de noticias de enfermedad y muerte.
Alanochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en unacasa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús,se puso en medio y les dijo:
–Paza vosotros.
Y,diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaronde alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
–Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Y, dichoesto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
–Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedanperdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.
Tomás,uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Ylos otros discípulos le decían:
–Hemos visto al Señor.
Peroél les contestó:
–Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujerode los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.
Alos ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. LlegóJesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
–Paz a vosotros.
Luegodijo a Tomás:
–Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y noseas incrédulo, sino creyente.
ContestóTomás:
–¡Señor Mío y Dios mío!
Jesúsle dijo:
–¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.
Muchosotros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de losdiscípulos. Estos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijode Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.
Las peculiaridades de esterelato de Juan
1. El miedo de los discípulos. Es el único caso en el que se destacaalgo tan lógico, y se ofrece el detalle tan visivo de la puerta cerrada. Acabande matar a Jesús, lo han condenado por blasfemo y rebelde contra Roma. Suspartidarios corren el peligro de terminar igual. Además, casi todos songalileos, mal vistos en Jerusalén. No será fácil encontrar alguien que losdefienda si salen a la calle.
2. El saludo de Jesús: «paz a vosotros». Tras la referenciainicial al miedo a los judíos, el saludo más lógico, con honda raigambrebíblica, sería: «no temáis». Sin embargo, tres veces repite Jesús «paz avosotros». Aunque parezca extraño, este saludo sólo se encuentra también en laaparición a los discípulos en Lucas (24,36). Lo más frecuente es que Jesús nosalude: ni a los once cuando se les aparece en Galilea (Mc y Mt), ni a los dosque marchan a Emaús (Lc 24), ni a los siete a los que se aparece en el lago (Jn21). Y a las mujeres las saluda en Mt con una fórmula distinta: «alegraos».¿Por qué repite tres veces «paz a vosotros» en este pasaje? Vienen a la mentelas palabras pronunciadas por Jesús en la última cena: «La paz os dejo, os doymi paz, y no como la da el mundo. No os turbéis ni acobardéis» (Jn 14,27). Enestos momentos tan duros para los discípulos, el saludo de Jesús les desea ycomunica esa paz que él mantuvo durante toda su vida y especialmente durante supasión.
3. Las manos, el costado, las pruebas y la fe. Los relatos de aparicionespretenden demostrar la realidad física de Jesús resucitado, y para ello usanrecursos muy distintos. Las mujeres le abrazan los pies (Mt), María Magdalenaintenta abrazarlo (Jn); los de Emaús caminan, charlan con él y lo ven partir elpan; según Lucas, cuando se aparece a los discípulos, les muestra las manos ylos pies, les ofrece la posibilidad de palparlo, para dejar claro que no es unfantasma, y come delante de ellos un trozo de pescado. En la misma línea, aquímuestra las manos y el costado, y a Tomás le dice que meta en ellos el dedo yla mano. Es el argumento supremo para demostrar la realidad física de laresurrección. Curiosamente, se encuentra en el evangelio de Jn, que es el mayorenemigo de las pruebas físicas y de los milagros para fundamentar la fe. Comosi Juan se hubiera puesto al nivel de los evangelios sinópticos para terminardiciendo: «Dichosos los que crean sin haber visto».
4. La alegría de los discípulos. Es interesante el contraste con lo quecuenta Lucas: en este evangelio, cuando Jesús se aparece, los discípulos «seasustaron y, despavoridos, pensaban que era un fantasma»; más tarde, la alegríava acompañada de asombro. Son reacciones muy lógicas. En cambio, Juan sólohabla de alegría. Así se cumple la promesa de Jesús durante la última cena:«Vosotros ahora estáis tristes; pero os volveré a visitar y os llenaréis dealegría, y nadie os la quitará» (Jn 16,22). Todos los otros sentimientos nocuentan.
5. La misión. Condiferentes fórmulas, todos los evangelios hablan de la misión que Jesúsresucitado encomienda a los discípulos. En este caso tiene una connotaciónespecial: «Como el Padre me ha enviado, así os envío yo». No se tratasimplemente de continuar la tarea. Lo que continúa es una cadena que se remontahasta el Padre.
6. El don del Espíritu Santo y el perdón. Mc y Mt no dicen nada de estedon y Lucas lo reserva para el día de Pentecostés. El cuarto evangelio lo sitúaen este momento, vinculándolo con el poder de perdonar o retener los pecados.¿Cómo debemos interpretar este poder? No parece que se refiera a la confesiónsacramental, que es una práctica posterior. En todos los otros evangelios, lamisión de los discípulos está estrechamente relacionada con el bautismo. Pareceque, en Juan, perdonar o retener los pecados significa admitir o no admitir albautismo, dependiendo de la preparación y disposición del que lo solicita.
Dos lecturas contra Tomás
Las dos primeras lecturas le quitan larazón a Tomás cuando piensa que para creer hace falta una demostración personaly científica. Las dos hablan de personas que creen en Jesús resucitado, y vivende acuerdo con esta fe sin pruebas de ningún tipo.
La primera, de Hechos, ofrece un cuadroespléndido, quizá demasiado idílico, de la primitiva comunidad cristiana. Queen medio de numerosas críticas y persecuciones un grupo de gente sencilla deseeformarse en la enseñanza de los apóstoles, comparta la oración, lossentimientos y los bienes, es algo que supera todo expectativa. Estas personascreen, sin necesidad de prueba alguna, que Jesús ha resucitado y las salva.
Loshermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vidacomún, en la fracción del pan y en las oraciones. Todo el mundo estabaimpresionado por los muchos prodigios y signos que los apóstoles hacían enJerusalén. Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común; vendíanposesiones y bienes, y lo repartían entre todos, según la necesidad de cadauno. A diario acudían al templo todos unidos, celebraban la fracción del pan enlas casas y comían juntos, alabando a Dios con alegría y de todo corazón; eranbien vistos de todo el pueblo, y día tras día el Señor iba agregando al grupolos que se iban salvando.
La segunda, tomada de la Primera cartade Pedro, alaba a Dios por su gran misericordia y destaca la fe de la comunidaden medio de diversas pruebas. Para terminar con unas palabras, las que indicoen rojo, que son el mejor comentario a lo que dice Jesús a Tomas:
Benditosea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, porla resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevopara una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera,que os está reservada en el cielo. La fuerza de Dios os custodia en la fe parala salvación que aguarda a manifestarse en el momento final. Alegraos de ello,aunque de momento tengáis que sufrir un poco, en pruebas diversas: así lacomprobación de vuestra fe –de más precio que el oro, que, aunque perecedero,lo aquilatan a fuego– llegará a ser alabanza y gloria y honor cuando semanifieste Jesucristo. No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, ycreéis en él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzandoasí la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación.
April 5, 2023
Tres reacciones ante la resurrección de Jesús. Domingo de Pascua
Una elecciónextraña
Las dosfrases más repetidas por la iglesia en este domingo son: “Cristo ha resucitado”y “Dios ha resucitado a Jesús”. Resumen las afirmaciones más frecuentes delNuevo Testamento sobre este tema.
Sinembargo, como evangelio para este domingo se ha elegido uno que no tiene comoprotagonistas ni a Dios, ni a Cristo, ni confiesa su resurrección. Los tresprotagonistas que menciona son puramente humanos: María Magdalena, Simón Pedroy el discípulo amado. Ni siquiera hay un ángel. El relato del evangelio de Juanse centra en las reacciones de estos personajes, muy distintas.
EL primerdía de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aúnestaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue dondeestaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y lesdijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo hanpuesto».
SalieronPedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero elotro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro;e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró.
Llegótambién Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzostendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos,sino enrollado en un sitio aparte.
Entoncesentró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vioy creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había deresucitar de entre los muertos.
María reacciona de formaprecipitada: le basta ver que han quitado la losa del sepulcro para concluirque alguien se ha llevado el cadáver; la resurrección ni siquiera se le pasapor la cabeza.
SimónPedro actúacomo un inspector de policía diligente: corre al sepulcro y no se limita, comoMaría, a ver la losa corrida; entra, advierte que las vendas están en el sueloy que el sudario, en cambio, está enrollado en sitio aparte. Algo muy extraño.Pero no saca ninguna conclusión.
Eldiscípulo amado tambiéncorre, más incluso que Simón Pedro, pero luego lo espera pacientemente. Y ve lomismo que Pedro, pero concluye que Jesús ha resucitado.
El evangelio de san Juan, quetanto nos hace sufrir a lo largo del año con sus enrevesados discursos, ofrecehoy un mensaje espléndido: ante la resurrección de Jesús podemos pensar que esun fraude (María), no saber qué pensar (Pedro) o dar el salto misterioso de lafe (discípulo amado).
¿Por qué espera eldiscípulo amado a Pedro?
Es frecuente interpretar este hecho de lasiguiente manera. El discípulo amado (sea Juan o quien fuere) fundó unacomunidad cristiana bastante peculiar, que corría el peligro de considerarsesuperior a las demás iglesias y terminar separada de ellas. De hecho, el cuartoevangelio deja clara la enorme intuición religiosa del fundador, superior a lade Pedro: le basta ver para creer, igual que más adelante, cuando Jesús seaparezca en el lago de Galilea, inmediatamente sabe que “es el Señor”. Sinembargo, su intuición especial no lo sitúa por encima de Pedro, al que espera ala entrada de la tumba en señal de respeto. La comunidad del discípulo amado,imitando a su fundador, debe sentirse unida a la iglesia total, de la que Pedroes responsable.
Las otras doslecturas: beneficios y compromisos.
A diferencia del evangelio, lasotras dos lecturas de este domingo (Hechos y Colosenses) afirman rotundamentela resurrección de Jesús. Aunque son muy distintas, hay algo que las une:
a) las dos mencionan los beneficios dela resurrección de Jesús para nosotros: el perdón de los pecados (Hechos) y lagloria futura (Colosenses);
b) las dos afirman que laresurrección de Jesús implica un compromiso para los cristianos: predicar y dar testimonio,como los Apóstoles (Hechos), y aspirar a los bienes de arriba, donde estáCristo, no a los de la tierra (Colosenses).
Lectura del librode los Hechos de los apóstoles 10, 34a. 37-43
Enaquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:
«Vosotros conocéis loque sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo quepredicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza delEspíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos porel diablo, porque Dios estaba con él.
Nosotrossomos testigos de todo lo que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén. Aeste lo mataron, colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día yle concedió la gracia de manifestarse, no a todo el pueblo, sino a los testigosdesignados por Dios: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de suresurrección de entre los muertos.
Nosencargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo haconstituido juez de vivos y muertos. De él dan testimonio todos los profetas:que todos los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de lospecados».
Lectura de lacarta del apóstol san Pablo a los Colosenses 3, 1-4
HERMANOS:
Si habéisresucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo estásentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de latierra.
Porquehabéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuandoaparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos,juntamente con él.
March 30, 2023
Domingo de ramos (Ciclo A)
Aunque hoy se celebra la entrada de Jesús en Jerusalén, en la misa se lee toda la Pasión según Mateo, precedida de dos textos que pretenden desvelar su significado. ¿Qué sentido tiene el sufrimiento y muerte de Jesús? ¿Termina todo en el fracaso?
Sufrir para poder consolar (Isaías 50,4-7)
Un profeta anónimo, al que los cristianos identificamos con Jesús, cuenta parte de su experiencia. Ha recibido la misión de «transmitir al abatido una palabra de aliento». En el momento que vivimos, al menos en España, todos necesitamos esa palabra que nos anime en medio de tanta muerte, enfermedad y sufrimiento. Pero la experiencia de este profeta es que, para poder animar al que sufre, él mismo tiene que sufrir. Y acepta ese destino de inmediato: «Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que mesaban mi barba. No oculté el rostro a insultos y salivazos».
Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados.
El Señor Dios me ha abierto el oído; y yo no me he rebelado ni me he echado atrás.
Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que mesaban mi barba. No oculté el rostro a insultos y salivazos. Mi Señor me ayudaba, por eso no quedaba confundido; por eso ofrecí el rostro como pedernal, y sé que no quedaré avergonzado.
Humillarse para ser como cualquier otro (Filipenses 2,6-11)
Frente a la tentación tan frecuente de presumir, de aparentar ser más de lo que somos, Jesús no hace alarde de su categoría divina y se despoja de su rango. Dice Pablo que de ese modo «pasó por uno de tantos». En realidad, se colocó en el escalón más bajo, ya que se rebajó incluso a la muerte más vergonzosa que existía en el imperio romano: la muerte en cruz.
Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo, y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble —en el Cielo, en la Tierra, en el Abismo—, y toda lengua proclame: «¡Jesucristo es Señor!», para gloria de Dios Padre.
Sufrir y humillarse para triunfar
Las dos primeras lecturas terminan con la certeza del triunfo. «Mi Señor me ayudaba… sé que no quedaré avergonzado», dice el poema de Isaías. «Dios lo levantó sobre todo»y hará que todos adoren y alaben a Jesús, termina Pablo. Con esta certeza de la victoria debemos terminar la lectura de la Pasión y enfocar nuestros propios sufrimientos.
La Pasión según san Mateo
Como ocurre en otros momentos de la vida pública, los evangelios no coinciden en todos los detalles de la pasión. Teniendo especialmente en cuenta los episodios que añade o modifica Mateo, podemos distinguir los siguientes aspectos en su relato:
1. Enfoque cristológico: Jesús es consciente de que va a la pasión, no le ocurre de sorpresa, su muerte no es fruto de la imprudencia o la imprevisión.
2. Enfoque jurídico: Mateo subraya la injusticia del proceso y la culpabilidad de las autoridades judías.
3. Enfoque eclesial. Los paganos son los que perciben mejor la inocencia y dignidad de Jesús: la mujer de Pilato, el centurión en la cruz. Esta idea empalma con la visita inicial de los Magos de Oriente a adorar a Jesús niño.
El punto de vista de Pablo
Al leer la pasión de Jesús no podemos olvidar los sentimientos de Pablo: "Jesús me amó y se entregó a la muerte por mí".
March 23, 2023
Fe en la vida después de la vida. Domingo 5º de Cuaresma. Ciclo A
(La escena tiene lugar al otro lado del Jordán, donde Jesús ha huido con sus discípulos para que no lo apedreen en Jerusalén por blasfemo. El grupo está sentado a la orilla del río. Caras serias. Unos preocupados, otros irritados. La aparición de un muchacho que llega corriendo y sudoroso los pone alerta. Se dirige directamente a Jesús.)
― Te traigo un recado de Marta y María. Me han dicho que te diga: «Señor, tu amigo está enfermo».
(Ninguno de los discípulos pregunta de qué amigo se trata. Saben que es Lázaro, el de Betania, el hermano de María y Marta. Jesús mira al mensajero, luego afirma.)
― Esta enfermedad no acabará en la muerte, servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.
(No entienden muy bien qué quiere decir, pero prefieren no preguntar. Jesús permanece sentado junto a la orilla, como si la noticia no le hubiera afectado. Pedro le comenta a Juan: “Seguro que mañana salimos para Betania”. Pero al día siguiente Jesús sigue inmóvil y no dice nada. Pasa otro día, igual silencio. Al tercero, en cuanto comienza a clarear, despierta a los discípulos.)
― Vamos otra vez a Judea.
(Las caras reflejan sueño, temor y preocupación)
― Maestro, hace poco intentaban apedrearte los judíos. ¿Vas a volver allí?
― ¿No tiene el día doce horas? Si uno camina de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero si camina de noche, tropieza, porque le falta la luz.
(Advierte que no han entendido nada y añade:)
― Lázaro, nuestro amigo, está dormido; voy a despertarlo.
― Señor, si duerme, se salvará.
(Ha sido Pedro quien ha hablado en nombre de todos. Jesús los mira con gesto de cansancio).
― No me refiero al sueño natural, me refiero al sueño de la muerte. Lázaro ha muerto, y me alegro por vosotros de que no hayamos estado allí, para que creáis. ¡Vamos a su casa!
(Se miran con miedo, indecisos. Tomás anima a los demás.)
― Vamos también nosotros y muramos con él.
(Las escenas siguientes tienen lugar en Betania, pueblecito a unos tres kilómetros de Jerusalén. La cámara comienza enfocando la casa de la familia, donde se han reunidos numerosos judíos para dar el pésame. Una muchacha se acerca a Marta y le dice algo al oído. Se levanta de prisa y sale de la casa. La cámara la sigue hasta las afueras del pueblo, donde encuentra a Jesús. No se postra ante él. Le habla con una mezcla de reproche y confianza.)
― Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá.
― Tu hermano resucitará.
― Sé que resucitará en la resurrección del último día.
― Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?
― Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.
― Llama a María. Dile que venga.
(Marta entra en el pueblo, se dirige a la casa y habla en voz baja a María.)
― El Maestro está ahí y te llama.
(María se levanta y sale a toda prisa. Los visitantes la siguen pensando que va al sepulcro a llorar. Cuando llega adonde está Jesús se echa a sus pies y le dice llorando).
― Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano.
(Jesús, viéndola llorar a ella y a los judíos que la acompañan, se estremece y pregunta muy conmovido.)
― ¿Dónde lo habéis enterrado?
― Señor, ven a verlo.
(Jesús se echa a llorar. Algunos de los presentes comentan: «¡Cómo lo quería!» Uno se les queda mirando irónicamente y dice: «Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste?» Jesús, si ha oído algo, no se da por enterado. Solloza de nuevo. Finalmente llegan al sepulcro, una cavidad cubierta con una losa.)
(Jesús) ― Quitad la losa.
(Marta) ― Señor, ya huele mal, lleva cuatro días muerto.
(Jesús) ― ¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?
(Se acercan unos hombres y hacen rodar la losa dejando visible la entrada del sepulcro.)
(Jesús, levantando los ojos al cielo) ― Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado.
(Echa una mirada en torno a los presentes. Luego, mirando a la tumba, grita)
― Lázaro, ven afuera.
(La cámara permanece fija en la entrada de la tumba, por la que aparece poco a poco Lázaro. Un sudario le cubre la cara y lleva los pies y las manos atados con vendas. Estupor y miedo entre la gente. Jesús, en cambio, sereno, casi indiferente, da una breve orden.)
― Desatadlo y dejadlo andar.
(Voz en off)
Muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.
Cinco facetas de Jesús
El relato de la resurrección de Lázaro es otro ejemplo magnífico de narración, con un final tan seco como inesperado, y distintas facetas de la persona de Jesús.
¿Un mal amigo?
El relato comienza hablando de Lázaro de Betania y de sus dos hermanas. No es un simple conocido de Jesús. Es alguien a quien Jesús «ama», como le recuerdan las hermanas. Sin embargo, su reacción ante la noticia no tiene la empatía de un amigo, sino la reacción, aparentemente fría, de un teólogo: «Esta enfermedad no provocará la muerte, sino la gloria de Dios, la gloria del hijo de Dios». La misma reacción que antes de curar al ciego de nacimiento: «Este no ha nacido ciego por culpa suya o de sus padres, sino para que se manifieste la obra de Dios en él». El evangelista añade de inmediato que no se trata de frialdad. «Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro». Pero no acude de inmediato a curarlo. Permanece donde está.
Un amigo decidido y arriesgado.
Al cabo de cuatro días decide subir a Jerusalén. Una decisión arriesgada, porque poco antes han intentado apedrearlo. La objeción de los discípulos no le hace cambiar: debe ir despertar a Lázaro. Expresión desconcertante, que le obliga a decir claramente: Lázaro ha muerto. Jesús piensa en resucitarlo, pero Tomás está convencido de lo contrario: no va a resucitar a nadie, sino que va a morir. Pero habla en nombre de todos: «Vamos también nosotros y muramos con él».
Jesús y Marta: el teólogo
Cuando llegan a Betania, Jesús no se dirige directamente a la casa, permanece en las afueras del pueblo. ¿Una más de sus rareza? No. Será allí, lejos de la multitud que ha acudido a dar el pésame, donde podrá entrevistarse a solas con Marta y transmitirle el mensaje fundamental para todos nosotros, y la reacción que debemos tener ante sus palabras. Marta debe de ser la hermana mayor, porque es a ella a quien dan la noticia de la llegada de Jesús.
Marta comienza con un suave reproche («Si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano»), pero añade de inmediato la certeza de que cualquier cosa que pida a Dios, Dios se la concederá. ¿En qué piensa Marta? ¿Qué pedirá Jesús a Dios y este le concederá? ¿Qué su hermano vuelva a la vida, como el hijo de la viuda de Sarepta que resucitó Elías, o como el niño de la sunamita que revivió Eliseo?
La respuesta de Jesús («Tu hermano resucitará») no parece satisfacerla. Aunque la idea de la resurrección no estaba muy extendida entre los judíos, Marta forma parte del grupo que cree en la resurrección al final de la historia, como profetizó Daniel. Pero eso no le sirve de consuelo en este momento. Ella no quiere oír hablar de resurrección futura sino de vida presente.
Y eso es lo que le comunica Jesús en el momento clave del relato: «Yo soy la resurrección y la vida. Quien cree en mí, aunque haya muerto, vivirá. Y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre». Jesús es resurrección futura y vida presente para los que creen en él. Los que hayan muerto, vivirán. Los que viven, no morirán para siempre. Algo rebuscado, muy típico del cuarto evangelio, pero que deja claro una cosa: quien ha creído o cree en Jesús tiene la vida futura y la presente aseguradas. Todo depende de la fe. Por eso, termina preguntando a Marta: «¿Crees eso?».
Su respuesta sorprende porque no tiene nada que ver con la pregunta: «Sí, Señor. Yo he creído que tú eres el Mesías, el hijo de Dios que ha venido al mundo». Esta falta de conexión entre pregunta y respuesta esconde un importante mensaje para nosotros. La idea de la resurrección y de la inmortalidad puede provocar dudas incluso en un buen cristiano. Quizá no se atreva a afirmarla con certeza plena. Pero puede confesar, como Marta: «Yo he creído que tú eres el Mesías, el hijo de Dios que ha venido al mundo».
Jesús y María: el amigo profundamente humano
Esta escena representa un fuerte contraste con la anterior. El encuentro de Jesús y María no será a solas. Ella acudirá acompañada de todos los que han ido a darle el pésame, y serán testigos de la reacción de Jesús. María dirige a Jesús el mismo suave reproche de Marta («Si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano»). Pero no añade ninguna petición, ni Jesús le enseña nada. El evangelista se centra en sus sentimientos. Dice que Jesús, al ver llorar a María y a los presentes, «se estremeció» (evnebrimh,sato), «se conmovió» (evta,raxen) y «lloró» (evda,krusen). Sorprende esta atención a los sentimientos de Jesús, porque los evangelios suelen ser muy sobrios en este sentido.
Generalmente se explica como reacción a las tendencias gnósticas que comenzaban a difundirse en la Iglesia antigua, según las cuales Jesús era exclusivamente Dios y no tenía sentimientos humanos. Por eso el cuarto evangelio insiste en que Jesús, con poder absoluto sobre la muerte, es al mismo tiempo auténtico hombre que sufre con el dolor humano. Jesús, al llorar por Lázaro, llora por todos los que no podrá resucitar en esta vida. Al mismo tiempo, les ofrece el consuelo de participar en la vida futura.
Jesús y Lázaro: la gloria del enviado de Dios
Cuando llegan al sepulcro, Marta demuestra que, a pesar de lo que ha dicho, no cree que su hermano vaya a resucitar. Han pasado ya cuatro días, más vale no abrir la tumba. Jesús le insiste: «¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?».
Cuando se compara este relato con las resurrecciones de la hija de Jairo o del hijo de la viuda de Naín se advierte una interesante diferencia. En esos dos casos, Jesús no reza; no necesita dirigirse al Padre para impetrar su ayuda, como hicieron Elías y Eliseo. En cambio, el cuarto evangelio introduce de forma solemne una oración de Jesús: «Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo sé que siempre me escuchas. Pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado». Esta oración no pretende disminuir el poder de Jesús. Se inserta en la línea del cuarto evangelio, que subraya la estrecha relación de Jesús con el Padre y la idea de que ha sido enviado por él. De hecho, el milagro se produce con una orden tajante suya («¡Lázaro, sal fuera!»).
El relato termina de forma sorprendente. No se cuenta la reacción de las hermanas, el asombro de la gente, la admiración de los discípulos. No vemos a Lázaro liberado de sus vendas, agradeciendo a Jesús su vuelta a la vida. Como si todo fuera un sueño y, al final, solo nos quedara la certeza de que Lázaro resucitó, de que todos resucitaremos un día, aunque ahora no tengamos la alegría de ver y abrazar a los seres queridos.
Nota sobre la fe en la resurrección
La idea de resucitar a otra vida no estaba muy extendida entre los judíos. En algunos salmos y textos proféticos se afirma claramente que, después de la muerte, el individuo baja al Abismo (sheol), donde sobrevive como una sombra, sin relación con Dios ni gozo de ningún tipo. Será en el siglo II a.C., con motivo de las persecuciones religiosas llevadas a cabo por el rey sirio Antíoco IV Epífanes, cuando comience a difundirse la esperanza de una recompensa futura, maravillosa, para quienes han dado su vida por la fe. En esta línea se orientan los fariseos, con la oposición radical de los saduceos (sacerdotes de clase alta). El pueblo, como los discípulos, cuando oyen hablar de la resurrección no entiende nada, y se pregunta qué es eso de resucitar de entre los muertos.
Los cristianos compartirán con los fariseos la certeza de la resurrección. Pero no todos. En la comunidad de Corinto, aunque parezca raro (y san Pablo se admiraba de ello) algunos la negaban. Por eso no extraña que el evangelio de Juan insista en este tema. Aunque lo típico de él no es la simple afirmación de una vida futura, sino el que esa vida la conseguimos gracias a la fe en Jesús. «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre.»
Pero el tema de la vida en el cuarto evangelio requiere una aclaración. La «vida eterna» no se refiere solo a la vida después de la muerte. Es algo que ya se da ahora, en toda su plenitud. Porque, como dice Jesús en su discurso de despedida, «en esto consiste la vida eterna: en conocerte a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesús, el Mesías» (Juan 17,3).
Primera lectura
Culmina la síntesis de la Historia de la salvación, recordada por las primeras lecturas durante los domingos de Cuaresma. En este caso existe estrecha relación entre la promesa de Dios de abrir los sepulcros del pueblo y volver a darle la vida, y Jesús mandando abrir el sepulcro de Lázaro y dándole de nuevo la vida. Ambos relatos terminan con un acto de fe en Dios (Ezequiel) y en Jesús (Juan). Pero conviene recordar que el texto de Ezequiel no se refiere a una resurrección física. El pueblo, desterrado en Babilonia, se considera muerto. Babilonia es su sepulcro, y de esa tumba lo va a sacar Dios para hacer que viva de nuevo en la tierra de Israel.
Reflexión final
Nos queda poco para celebrar la Semana Santa. Recordar el sufrimiento y la muerte de Jesús es relativamente fácil. Aceptar que resucitó, y que en él tenemos la resurrección y la vida, es más difícil, un regalo que debemos pedir a Dios.
March 16, 2023
El caso del testigo condenado. Domingo 4º de Cuaresma. Ciclo A.
1. El domingo pasado (3º de Cuaresma), Jesús saciaba la sed de la samaritana. Este domingo (4º) da la vista a un ciego. El próximo (5º) resucitará a Lázaro. Agua, luz y vida son tres grandes símbolos del cuarto evangelio para expresar lo que Jesús nos da.
2. La primera lectura recoge otro de los momentos claves de la historia de la salvación: la elección de David como rey. Carece de relación con el evangelio.
De nuestro corresponsal en Jerusalén
«A mi hijo lo citaron como testigo, lo estuvieron interrogando más de dos horas y, al final, lo condenaron como culpable. ¿Usted ha oído hablar de algo parecido?» Me lo dice el padre de un ciego de nacimiento, en voz baja, por miedo a las autoridades. Un caso que tiene conmocionada a Jerusalén en estos días de la gran fiesta.
Todo comenzó el sábado pasado, cuando un muchacho ciego de nacimiento fue curado de su ceguera por un galileo llamado Jesús. Al parecer, entre sus discípulos se planteó la discusión de si era ciego por culpa propia o de sus padres. Jesús dijo que nadie tenía la culpa, se agachó a recoger un poco de polvo, escupió sobre él y untó el barro en los ojos del ciego. Luego le mandó lavarse en la piscina de Siloé. Lo hizo y comenzó a ver.
Este corresponsal ha intentado ponerse en contacto con el ciego pero le ha resultado imposible. Tampoco hay noticias de Jesús, que parece haber abandonado la ciudad. Según algunos, este galileo se considera superior a Abrahán y Moisés y no se siente obligado a observar el sábado. Las autoridades, preocupadas por el escándalo que está provocando en la población, convocaron al ciego como testigo de cargo contra Jesús. Según su padre, se comportó de manera imprudente y de testigo terminó en acusado y condenado. No se extrañen. Jerusalén no es Alejandría. En Jerusalén todo es posible.
Un relato en seis escenas
La curación del ciego de nacimiento en una joya literaria, por su dinamismo, diálogo, ironía. Podemos distinguir siete escenas: 1) Jesús, los discípulos y el ciego. 2) El ciego y sus vecinos. 3) El ciego y los fariseos. 4) Los judíos y los padres del ciego. 5) Los judíos y el ciego. 6) Jesús y el ciego. 7) Los fariseos y Jesús
1ª escena: Jesús, los discípulos y el ciego
La relación entre pecado y castigo estaba muy difundida en el antiguo Israel (y también entre bastantes de nosotros). Jesús mismo ha dicho poco antes al paralítico: «no peques para que no te ocurra algo peor». Sin embargo, en este caso, niega cualquier relación de la enfermedad con un hipotético pecado del ciego o de sus padres. Nació ciego «para que se manifiesten en él las obras de Dios». Una respuesta que puede escandalizar a más de uno. ¿Es preciso que una persona sufra para que Dios manifieste su poder? Dejemos de momento este tema.
En la respuesta de Jesús a los discípulos hay unas palabras esenciales, claves para entender todo el relato: «Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo». ¿Cómo ilumina Jesús? ¿En qué consiste esa luz? Lo descubriremos al final.
La forma de realizar el milagro es desconcertante a primera vista. En el evangelio de Juan, igual que en los Sinópticos, la palabra de Jesús es poderosa. Lo demostrará sobre todo poco más tarde resucitando a Lázaro con la simple orden: «Lázaro, sal fuera». Sin embargo, para curar al ciego adopta un método muy distinto y complicado. Forma barro con la saliva, le unta los ojos y lo envía a la piscina del Enviado (Siloé). El barro en los ojos recuerda a la curación del ciego de Betsaida que cuenta Marcos, donde Jesús le aplica saliva en los ojos y luego le aplica las manos (Mc 8,22-25). La idea de lavarse en la piscina recuerda la orden de Eliseo a Naamán de bañarse siete veces en el Jordán.
¿Se trata de la reminiscencia de un gesto mágico? La clave está en la cuádruple referencia al barro, unida a la indicación: «era sábado el día que Jesús hizo barro». Una contravención expresa del descanso sabático, igual que ocurrió en la curación del paralítico de la piscina. Una de las acusaciones más fuertes que se hacen a Jesús en el cuarto evangelio.
En esta primera escena el ciego no dice nada. Se limita a obedecer.
2ª escena: el ciego y los vecinos
Diálogo cargado de ironía. En el conjunto, es importante advertir que el ciego sabe que el hombre que lo ha curado se llama Jesús, pero no sabe dónde está.
3ª escena: los fariseos y el ciego
Plantea el problema del sábado. Comienza advirtiendo el evangelista que «era sábado el día que Jesús hizo barro»,y algunos fariseos concluyen: «Este hombre no viene de Dios porque no guarda el sábado». Sin embargo, otros se sienten desconcertados, como le ocurrió a Nicodemo: «¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?».
El ciego habla poco. Repite la curación, pero con menos palabras que cuando la contó a sus vecinos. En cambio, su visión de Jesús ha mejorado notablemente. Ya no lo considera «un hombre» sino «un profeta». Lo mismo que dijo la samaritana, aunque por motivos distintos: ella, porque Jesús conocía toda su vida; el ciego, porque Jesús ha realizado un prodigio sorprendente.
4ª escena: los judíos y los padres del ciego
En el drama del ciego entran en juego nuevos personajes: los judíos, que en el cuarto evangelio no representan a todo el pueblo sino a las autoridades judías. Esta escena, que la liturgia permite suprimir, es esencial para comprender el mensaje del episodio a finales del siglo I. Es entonces, bastante después de la muerte de Jesús, cuando se dieron los mayores enfrentamientos entre judíos y cristianos, que terminaron expulsados de la sinagoga. El relato de Juan refleja muy bien, a través de los padres del ciego, el miedo de muchos judíos piadosos a sufrir ese castigo si reconocían a Jesús como Mesías. Y las tensiones dentro de la familia cuando uno de sus miembros se hacía cristiano.
5ª escena: los judíos y el ciego
El ciego terminó su declaración anterior diciendo que Jesús es «un profeta». Las autoridades judías le exigen ahora que reconozca que «ese hombre es un pecador». Ante esa acusación, el ciego no lo defiende con argumentos teológicos sino de orden práctico: «Si es un pecador, no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo.» Luego no teme recurrir a la ironía, cuando pregunta a los fariseos si también ellos quieren hacerse discípulos de Jesús. Y termina haciendo una apasionada defensa de Jesús: «si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder.»
La tensión entre cristianos y judíos a finales del siglo I queda clara en las palabras de las autoridades: ellos se consideran «discípulos de Moisés», al que Dios habló, no de Jesús, del que «no sabemos de dónde viene». Resuena aquí un tema típico del cuarto evangelio: ¿de dónde viene Jesús? Es una pregunta ambigua, porque no se refiere a un lugar físico (Nazaret, de donde no puede salir nada bueno, según Natanael; Belén, de donde algunos esperan al Mesías) sino a Dios. Jesús es el enviado de Dios, el que ha salido de Dios. Y esto las autoridades no pueden aceptarlo. Por eso, Jesús es para ellos un pecador, aunque realice un signo sorprendente. Dios no puede salirse de los estrictos cánones que ellos le imponen. Por eso, terminan expulsado al ciego de la sinagoga.
6ª escena: Jesús y el ciego
Hasta ahora, el ciego sólo sabe que la persona que lo ha curado se llama Jesús. Él lo considera un profeta, está convencido de que no es un pecador y de que debe venir de Dios. El ciego ha empezado a ver. Pero la visión completa la recupera en la última escena, cuando se encuentra de nuevo con Jesús, cree en él y se postra a sus pies. Lo importante no es ver personas, árboles, nubes, muros, casas, el sol y la luna… La verdadera visión consiste en descubrir a Jesús, creer en él y adorarlo.
7ª escena: Jesús y los fariseos
La reacción del ciego da paso a la enseñanza final de Jesús. Al principio dijo que él era la luz del mundo. Ahora aclara en qué consiste su misión: «que los que no ven, vean, y los que ven, se queden ciegos». Volviendo a la situación de finales del siglo I, «los que ve» son los fariseos, las autoridades religiosas de Israel, que no dudan de nada y niegan que Jesús sea el Mesías; «los que no ven» son los judíos y paganos de buena voluntad que pueden descubrir poco a poco la persona de Jesús y creer en él.
Si tenemos en cuenta el valor simbólico de la figura del ciego, resulta más fácil entender las palabras iniciales de Jesús de que nació ciego «para que se manifiesten en él las obras de Dios». No se trata de ceguera física, sino de la ceguera espiritual de no conocer a Jesús.
La samaritana y el ciego
Hay un gran parecido entre estas dos historias tan distintas del evangelio de Juan. En ambas, el protagonista va descubriendo cada vez más la persona de Jesús. Y en ambos casos el descubrimiento los lleva a la acción. La samaritana difunde la noticia en su pueblo. El ciego, entre sus conocidos y, sobre todo, ante los fariseos. En este caso, no se trata de una propagación serena y alegre de la fe sino de una defensa apasionada frente a quienes acusan a Jesús de pecador por no observar el sábado.
Relación con la segunda lectura (Efesios 5,8-14)
La luz que recibimos de Jesús debe manifestarse en nuestra forma de vivir, «como hijos de la luz»: con bondad, justicia, verdad.
Hermanos: En otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor. Caminad como hijos de la luz -toda bondad, justicia y verdad son fruto de la luz-, buscando lo que agrada al Señor, sin tomar parte en las obras estériles de las tinieblas, sino más bien denunciadlas. Pues hasta da vergüenza mencionar las cosas que ellos hacen a escondidas. Pero la luz, denunciándolas, las pone al descubierto, y todo lo descubierto es luz. Por eso dice: «Despierta, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo será tu luz.»
March 9, 2023
Jesús en Samaria y un borracho en La Coruña. Domingo 3º de Cuaresma. Ciclo A.
Acto I: Jesús y la mujer
Al alzarse el telón, se ve un valle, no muy grande, entre dos montes; a la derecha el Ebal, a la izquierda el Garizim. En el centro un pozo. Los discípulos han ido al pueblo a comprar provisiones. Solo se ve a Jesús, sentado en el brocal, con aspecto cansado. Entra por el fondo una mujer con un cántaro. Lo mira un momento, deja el cántaro en tierra y se dispone a sacar agua del pozo. Jesús, sin ningún preámbulo, sin saludar siquiera, le dice.
― Dame de beber.
(La mujer lo mira sorprendida y le responde con tono irónico.)
― ¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana? Los judíos no se tratan con los samaritanos.
(Jesús sonríe ligeramente y le habla con igual ironía)
― Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva.
(La mujer lo mira con recelo, pensando que se trata de un loco inofensivo. Ata la soga al cubo y se dispone a tirarlo al pozo)
― Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva? ¿Eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?
― El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.
(Se oye el golpe seco del cubo contra el agua. Al cabo de un momento, la mujer comienza a tirar mientras le dice sonriendo).
― Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla.
(Jesús también sonríe. Cuando la mujer apoya el cubo en el brocal, antes de que empiece a llenar el cántaro, le dice)
― Anda, llama a tu marido y vuelve.
― No tengo marido.
― Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad.
(La mujer lo mira sorprendida)
― Señor, veo que tú eres un profeta.
(Su actitud cambia por completo, ya no lo mira como a un bicho raro ni le habla en broma. Se siente desconcertada y curiosa. Cuando termina de llenar el cántaro mira a la montaña que tiene enfrente, el Garizim, y le comenta).
― Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén.
― Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros dais culto a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así. Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad.
(La mujer no se ha enterado de mucho, pero no pide aclaraciones).
― Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo.
― Soy yo, el que habla contigo.
(La mujer lo mira con una mezcla de asombro y miedo. Está a punto de decir algo pero en ese momento comienzan a entrar los discípulos. Coge el cántaro, pero cuando se lo lleva a la cintura, se detiene un momento y lo deja en tierra, junto al pozo. Sale apresurada sin llevárselo.)
Acto II: La mujer y sus paisanos
(La escena se desarrolla en Sicar, pueblecito cercano al pozo. Pocas casas, niños pequeños jugando. La mujer entra corriendo y llama a las vecinas.)
― Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho.
(Una vecina, irónica)
― ¿Todo?
― Sí, todo. Que he tenido cinco maridos.
― ¿Y te ha dicho algo del que tienes ahora?
― Sí. También lo sabe. ¿Será éste el Mesías?
(Comienzan a entrar hombres que vuelven del campo. La mujer les repite lo ocurrido)
― Está en el pozo. Si queréis, vamos a verlo.
(Todos se ponen en marcha)
Acto III: Jesús y los discípulos
El mismo escenario del primer acto. Jesús sigue sentado en el brocal del pozo. Los discípulos le ofrecen pan y queso, pero no los toca. Ellos se sientan en el suelo y empiezan a comer. Al cabo de un rato, Pedro y Juan se acercan a Jesús.
― Maestro, come.
(Jesús no se dirige a ellos, habla a todo el grupo)
― Yo tengo por comida un alimento que vosotros no conocéis.
(Andrés le comenta a Santiago)
― ¿Le habrá traído alguien de comer?
― Como no haya sido la mujer que estaba aquí cuando llegamos… Pero ésa sólo llevaba un cántaro cuando nos la cruzamos por el camino.
(Jesús oye el comentario y se dirige de nuevo a todos)
― Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra. ¿No decís vosotros que faltan todavía cuatro meses para la cosecha? Yo os digo esto: Levantad los ojos y contemplad los campos, que están ya dorados para la siega; el segador ya está recibiendo salario y almacenando fruto para la vida eterna: y así, se alegran lo mismo sembrador y segador. Con todo, tiene razón el proverbio: «Uno siembra y otro siega». Yo os envié a segar lo que no habéis sudado. Otros sudaron, y vosotros recogéis el fruto de sus sudores.
(Felipe mira a Tomás)
― ¿Te has enterado de algo?
― De nada. Bueno, de lo primero que dijo: que cumplir la voluntad de Dios le alimenta tanto como el pan y el queso.
― Pues tiene mérito. Ya lo quisiera yo para mí.
Acto IV: Jesús y los samaritanos
Van entrando los habitantes de Sicar con la mujer al frente y rodean a Jesús mientras lo miran con curiosidad. La mujer le habla esta vez con enorme respeto.
― Señor, nos gustaría que te quedaras unos días en nuestro pueblo.
(Jesús los mira con una sonrisa irónica)
― ¿Cómo vosotros, que sois samaritanos, le pedís a un judío que se quede en el pueblo?
― La mujer dice que tú lo sabes todo. Y que la salvación viene de los judíos.
(Jesús guarda silencio mientras los del pueblo lo miran expectantes)
― Está bien. Me quedaré con vosotros dos días.
― ¿No pueden ser más? ¿Tanta prisa tienes?
― Yo no tengo que enseñarlo todo. Como dice el proverbio: «Uno siembra y otro siega». Más adelante vendrán algunos de éstos a recoger el fruto de lo que yo he sudado.
Final
Han pasado los dos días. En el centro de la escena un grupo numeroso de samaritanos rodea a la mujer mientras contemplan cómo Jesús y sus discípulos desaparecen camino de Galilea.
― ¿Llevaba yo razón cuando os dije que podía ser el Mesías?
― Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo.
COMENTARIO
Los evangelios de los domingos 3º, 4º y 5º de Cuaresma del ciclo A, tomados de san Juan, presentan a Jesús como fuente de agua viva (Samaritana), luz del mundo (ciego de nacimiento) y vida (resurrección de Lázaro). Son tres símbolos de nuestras necesidades más fuertes (agua, luz, vida), y de cómo Jesús puede llenarlas.
Tres aguadores y tres tipos de agua
Las lecturas del domingo 3º hablan de tres personajes famosos (Jacob, Moisés, Jesús) relacionándolos con el don del agua. En gran parte del mundo, beber un vaso de agua no plantea problemas: basta abrir el grifo o servirse de una jarra. Pero quedan todavía muchos millones de personas que viven la tragedia de la sed y saben el don maravilloso que supone una fuente de agua.
En el evangelio, la samaritana recuerda que el patriarca Jacob les regaló un pozo espléndido, del que se puede seguir sacando agua después de tantos siglos. En la primera lectura, Moisés sacia la sed del pueblo golpeando la roca. De vuelta al evangelio, Jesús promete un manantial que dura eternamente.
Aparentemente, el mismo problema y la misma solución. Pero son tres aguas muy distintas: la de Jacob dura siglos, pero no calma la sed; la de Moisés sacia la sed por poco tiempo, en un momento concreto; la de Jesús sacia una sed muy distinta, brota de él y se transforma en fuente dentro de la samaritana. Este milagro es infinitamente superior al de Moisés: por eso la samaritana, cuando termina de hablar con Jesús, deja el cántaro en el pozo y marcha al pueblo. Ya no necesita esa agua que es preciso recoger cada día, Jesús le ha regalado un manantial interior.
Interpretación histórica y comunitaria
Quizá la intención primaria del relato era explicar cómo se formó la primera comunidad cristiana en Samaria. Aquella región era despreciada por los judíos, que la consideraban corrompida por multitud de cultos paganos. De hecho, en el siglo VIII a.C., los asirios deportaron a numerosos samaritanos y los sustituyeron por cinco pueblos que introdujeron allí a sus dioses (2 Reyes 17,30-31); serían los cinco maridos que tuvo anteriormente la samaritana, y el sexto (“el que tienes ahora no es tu marido”) sería Zeus, introducido más tarde por los griegos. Sin embargo, mientras los judíos odian y desprecian a los samaritanos, Jesús se presenta en su región y él mismo funda allí la primera comunidad. Los samaritanos terminan aceptándolo y le dan un título típico de ellos, que sólo se usa aquí en el Nuevo Testamento: «el Salvador del mundo». En esa primera comunidad samaritana se cumple lo que dice Jesús a los discípulos: «uno es el que siembra, otro el que siega». Él mismo fue el sembrador, y los misioneros posteriores recogieron el fruto de su actividad. Y en esa labor misionera tendría especial valor la actividad de aquella mujer que puso en contacto a sus paisanos con la persona de Jesús.
Interpretación individual
Pero el mensaje de este evangelio no se limita a esta interpretación. Hay dos detalles que obligan a completar la lectura comunitaria con una lectura más personal. El primero es la curiosa referencia al cántaro de la samaritana. Lo ha traído para buscar agua, pero al final, después de hablar con Jesús, lo deja en el pozo. Jesús le ha dado un agua distinta, que se ha convertido dentro de ella en un manantial. El segundo detalle es la relación estrecha entre la promesa de Jesús de dar agua, su invitación posterior, durante la fiesta en Jerusalén: «el que tenga sed, que venga a mí y beba» (Juan 7,37-38), y lo que ocurre en el calvario, cuando lo atraviesan con la lanza y de su costado brota sangre y agua (Juan 19,34). El tema central no es ahora la fundación de una comunidad, sino la relación estrecha de cualquier creyente con él. La persona que tiene su sed material cubierta, aunque sea con el esfuerzo diario de buscarse el agua, pero que siente una distinta, una insatisfacción que sólo se llena mediante el contacto directo con Jesús y la fe en él.
Un último detalle sobre la enorme riqueza simbólica de este episodio. La samaritana se olvida de beber. Jesús se olvida de comer. Aunque los discípulos le animen a hacerlo, él tiene otro alimento, igual que la mujer tiene otra agua.
¿Cuál es esa agua que Jesús ha dado a la samaritana? Releyendo el relato, se advierte que la mujer va cambiando su imagen de Jesús. Al principio lo considera un simple judío, que no le merece gran respeto. Luego lo descubre como profeta, conocedor de cosas ocultas. Más tarde se pregunta si no será el Mesías, alguien que merece toda su consideración, aunque destruya sus convicciones religiosas precedentes; alguien que le revela la recta relación con Dios.
En el Antiguo Testamento se usa a veces la metáfora de la sed y del agua para expresar el deseo de Dios: «Como suspira la cierva por las corrientes de agua, así suspira mi alma por ti, Dios mío» (Sal 42). Ese nuevo conocimiento de Dios y de Jesús es el agua que se ha llevado la samaritana, la que no necesita el viejo cántaro, que puede quedar olvidado junto al pozo de Jacob.
Tres policías mueren por salvar a un borracho (Romanos 5,1-2.5-8)
Ocurrió en La Coruña en la madrugada del 27 de enero de 2012, cuando un universitario eslovaco, con más cubatas de la cuenta, se empeñó en bañarse por la noche en la playa a pesar de que las condiciones del mar lo desaconsejaban. Cuando se estaba ahogando, tres policías se lanzaron al agua para salvarlo. Los tres murieron ahogados, igual que el muchacho. Me indignan estas personas irresponsables que ocasionan la muerte de gente inocente, mejores que ellos.
Pero este hecho me trae a la memoria las palabras de Pablo en la segunda lectura: «Por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir; mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros». Nosotros nos parecemos al universitario borracho; si arriesgamos estúpidamente nuestra vida, nadie debe perder la suya por salvarnos. Sin embargo, eso es precisamente lo que hizo Jesús y lo que celebraremos en la próxima fiesta de Pascua. Algo que nunca podremos agradecer debidamente.
March 2, 2023
Por larenuncia al triunfoDomingo2º de Cuaresma. Ciclo A ...
Por larenuncia al triunfo
Domingo2º de Cuaresma. Ciclo A
No han sido elegidas por su relación estricta con el evangelio, sino para recordar algunos momentos capitales de la historia de la salvación. En este ciclo A se trata de los siguientes: 1) pecado de Adán y Eva (domingo pasado); 2) vocación de Abrahán; 3) milagro de Moisés en el desierto; 4) unción de David como rey; 5) promesa de restauración del pueblo desterrado en Babilonia.
Durante la Semana Santa, nuestras calles veránpasar diversas imágenes de Jesucristo crucificado. La gente las mirará conmayor o menor respeto, pero nadie dirá: “Era un terrorista y un blasfemo.Hicieron bien en matarlo”. Si nuestra imagen de Jesús es positiva a pesar de sudestino tan trágico se debe, en gran parte, al evangelio de hoy.
Eltema común a las tres lecturas de este domingo es “por la renuncia al triunfo”.En la primera, Abrahán debe renunciar a su patria y a su familia, experienciamuy dura que sólo conocen bien los que han tenido que emigrar. Pero obtendráuna nueva tierra y una familia numerosa como las estrellas del cielo. Inclusotodas las familias del mundo se sentirán unidas a él y utilizarán su nombrepara bendecirse.
En lasegunda lectura, Timoteo deberá renunciar a una vida cómoda y tomar parte en elduro trabajo de proclamar el evangelio. Pero obtendrá la vida inmortal que nosconsiguió Jesús a través de su muerte.
En el evangelio, si recordamos el episodioinmediatamente anterior (el primer anuncio de la pasión y resurrección) tambiénqueda claro el tema: Jesús, que renuncia a asegurarse la vida, obtiene lavictoria simbolizada en la transfiguración. Así lo anuncia a los discípulos:«Os aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán sin haber visto llegara este Hombre como rey». Esta manifestación gloriosa de Jesús tendrá lugar seisdías más tarde.
En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a suhermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delantede ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieronblancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él.Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús:
― «Señor, ¡qué bien se está aquí!Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra paraElías.»
Todavía estaba hablando cuandouna nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía:«Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.»
Al oírlo, los discípulos cayeronde bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo:
― «Levantaos, no temáis.»
Al alzar los ojos, no vieron anadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó:
― «No contéis a nadie la visiónhasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»
El relato podemos dividirlo en tres partes: lasubida a la montaña (v.1), la visión (vv.2-8), el descenso de la montaña(9-13). Desde un punto de vista literario es una teofanía, una manifestación deDios, y los evangelistas utilizan los mismos elementos que empleaban losautores del Antiguo Testamento para describirlas. Por eso, antes de analizarcada una de las partes, conviene recordar algunos datos de la famosa teofaníadel Sinaí, cuando Dios se revela a Moisés.
Lateofanía del Sinaí
Dios no se manifiesta en un espacio cualquiera,sino en un sitio especial, la montaña, a la que no tiene acceso todo el pueblo,sino sólo Moisés, al que a veces acompaña su hermano Aarón (Ex 19,24), o Aarón,Nadab y Abihú junto con los setenta dirigentes de Israel (Ex 24,1). La presenciade Dios se expresa mediante la imagen de una nube espesa, desde la que habla(Ex 19,9). Es también frecuente que se mencione en este contexto el fuego, elhumo y el temblor de la montaña, como símbolo de la gloria y el poder de Diosque se acerca a la tierra. Estos elementos demuestran que los evangelistas nopretenden ofrecer un informe objetivo, “histórico”, de lo ocurrido, sino crearun clima semejante al de las teofanías del Antiguo Testamento.
Lasubida a la montaña
Jesús sólo elige a tres discípulos, Pedro,Santiago y Juan. La exclusión de los otros pretende indicar que va a ocurriralgo tan importante que no puede ser presenciado por todos. Se dice quesubieron «a una montaña alta y apartada». La tradición cristiana, que no secontenta con estas indicaciones generales, la ha identificado con el monteTabor, que tiene poco de alto (575 m) y nada de apartado. Lo evangelistasquieren indicar otra cosa: usan el frecuente simbolismo de la montaña comomorada o lugar de revelación de Dios. Entre los antiguos cananeos, el monteSafón era la morada del panteón divino. Para los griegos se trataba del Olimpo.Para los israelitas, el monte sagrado era el Sinaí (u Horeb). También elCarmelo tuvo un prestigio especial entre ellos, igual que el monte Sión enJerusalén. Una montaña «alta y apartada» aleja horizontalmente de los hombres yacerca verticalmente a Dios. En ese contexto va a tener lugar la manifestacióngloriosa de Jesús.
Lavisión
En ella hay cuatro elementos que la hacenavanzar hasta su plenitud: 1) la transformación del rostro y las vestiduras deJesús; 2) la aparición de Moisés y Elías; 3) la aparición de una nube luminosaque cubre a los presentes; 4) la voz que se escucha desde el cielo.
1. La transformación de Jesús la expresabaMarcos con estas palabras: «sus vestidos se volvieron de un blancodeslumbrador, como no es capaz de blanquearlos ningún batanero del mundo» (Mc9,3). Mateo omite esta comparación final y añade un dato nuevo: «su rostrobrillaba como el sol». La luz simboliza la gloria de Jesús, que los discípulosno habían percibido hasta ahora de forma tan sorprendente.
2. «De pronto, se les aparecieron Moisés yElías conversando con él». Moisés es el gran mediador entre Dios y su pueblo,el profeta con el que Dios hablaba cara a cara. Sin Moisés, humanamentehablando, no habría existido el pueblo de Israel ni su religión. Elías es elprofeta que salva a esa religión en su mayor momento de crisis, hacia el sigloIX a.C., cuando está a punto de sucumbir por el influjo de la religión cananea.Sin Elías habría caído por tierra toda la obra de Moisés. El hecho de que seaparezcan ahora a los discípulos (no a Jesús) es una manera de garantizarlesla importancia del personaje al que están siguiendo. No es un hereje ni unloco, no está destruyendo la labor religiosa de siglos, se encuentra en lalínea de los antiguos profetas, llevando su obra a plenitud.
En este contexto, las palabras de Pedro proponiendohacer tres chozas suenan a despropósito. Pero son simple consecuencia de loque dice antes: «qué bien se está aquí». Cuando el primer anuncio de la pasión,Pedro rechazó el sufrimiento y la muerte como forma de salvar. Ahora, en lamisma línea, considera preferible quedarse en lo alto del monte con Jesús,Moisés y Elías que seguir a Jesús con la cruz.
3. Como en el Sinaí, Dios se manifiesta en lanube y habla desde ella.
4. Sus primeras palabras reproducen exactamentelas que se escucharon en el momento del bautismo de Jesús, cuando Diospresentaba a Jesús como su siervo. Pero aquí se añade un imperativo: “¡Escuchadlo!”.La orden se relaciona directamente con las anteriores palabras de Jesús, quehan provocado tanto escándalo en Pedro, y con la dura alternativa entre vida ymuerte que ha planteado a sus discípulos. Ese mensaje no puede ser eludido nitrivializado. “¡Escuchadlo!”.
Eldescenso de la montaña
Dos hechos cuenta Mateo en este momento: Laorden de Jesús de que no hablen de la visión hasta que él resucite, y lapregunta de los discípulos sobre la vuelta de Elías.
El primero coincide con la prohibición de decirque él es el Mesías (Mt 16,20). No es momento ahora de hablar del poder y lagloria, suscitando falsas ideas y esperanzas. Después de la resurrección,cuando para creer en Cristo sea preciso aceptar el escándalo de su pasión ycruz, se podrá hablar con toda libertad también de su gloria.
El segundo tema, sobre la vuelta deElías, lo omite la liturgia.
Resumen
Este episodio no está contado en beneficio deJesús, sino como experiencia positiva para los apóstoles y para todos nosotros.Después de haber escuchado a Jesús hablar de su pasión y muerte, de las durascondiciones que impone a sus seguidores, tenemos tres experiencias complementarias:1) vemos a Jesús transfigurado de forma gloriosa; 2) contemplamos a Moisés yElías; 3) escuchamos la voz del cielo.
Esto supone una enseñanza creciente: 1) al vertransformados su rostro y sus vestidos tenemos la experiencia de que sudestino final no es el fracaso, sino la gloria; 2) la aparición de Moisés yElías confirma que Jesús es el culmen de la historia religiosa de Israel y dela revelación de Dios; 3) la voz del cielo nos dice que seguir a Jesús no esuna locura, sino lo más conforme al plan de Dios.
Tres ideas que ayudan a superar el escándalo deJesucristo crucificado.
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