Rodrigo Éker's Blog, page 9
March 14, 2024
5 libros recomendados de F. Scott Fitzgerald
De todos los autores que gozan de continua popularidad, quizás uno de los más singulares es Francis Scott Fitzgerald. Este escritor norteamericano, ícono de los años '20, lideró una de las producciones literarias más revolucionarias, abriendo paso con su pluma a una era de modernidad y cambio en la literatura estadounidense. A pesar de que gozó de un éxito pasajero durante su vida, sus obras fueron redescubiertas luego de su muerte y elevadas al canon de libros imprescindibles del siglo XX. Si estás interesado en empezar a leerlo, aquí te dejo mis recomendaciones de su producción.
Nacido en Saint Paul, Minnesota en 1896, Fitzgerald avanzó rápidamente en los círculos sociales estadounidenses. Estudió en la Universidad de Princeton, tuvo un noviazgo con una socialité llamada Ginevra King, participó de la Primera Guerra Mundial como soldado y terminó casándose con una adinerada socialité sureña llamada Zelda Sayre.
Este álgido paso por los círculos de élite se vio reflejado en su ficción, que buscaba describir los excesos decadentes de la afluente juventud norteamericana durante la Era del Jazz -nombre que él mismo popularizó-. Exploró, además, los peligros que yacían al acecho de dicha generación. No fue ajeno a la desdicha, ya que sufrió las dificultades económicas -particularmente luego de que sus libros fracasaran comercialmente-, se entregó al alcoholismo y vivió el deterioro mental de su mujer, quien padecía de una esquizofrenia poco comprendida en aquellos años.
En cuanto a su legado e influencia literaria, introdujo un estilo fresco, sencillo y casual, que empleaba viñetas cotidianas que se entrelazaban para crear una historia. Su uso del simbolismo y del impacto emocional dejaron una marca indeleble en el desarrollo de la literatura estadounidense del siglo XX.
5 libros recomendados de F. Scott Fitzgerald1. El Gran Gatsby (1925) Quizás su novela más conocida y más leída en la actualidad, El Gran Gatsby se convirtió en un éxito de ventas desde el momento de su publicación y le ganó a Fitzgerald el reconocimiento literario del público general. Lamentablemente, fue el único libro que consiguió ser aclamado de este modo, ya que su fama fue evaporándose luego de su pico de popularidad. La novela está narrada por un joven llamado Nick Carraway, quien mantiene relaciones con un excéntrico millonario llamado Jay Gatsby. Éste se dedica a organizar elaboradas fiestas en su mansión de las que permanece sorpresivamente ausente. El libro trata la obsesión de Gatsby con recuperar el amor de una antigua novia llamada Daisy Buchanan y exhibe el choque cultural entre la frivolidad de la Era del Jazz y las duras realidades de la vida humana.

Mi favorito personal del autor, Hermosos y Malditos, nos cuenta la historia de un joven matrimonio conformado por Anthony Patch y Gloria Gilbert. Pese a la pasión del primero por el arte, la joven pareja no termina de encontrar un suelo firme en su mutua convivencia, y se entregan a una serie de excesos hedonísticos que los obligan a pasárselas de fiesta en fiesta en un elegante y decadente festín de comportamientos autodestructivos. Lentamente, el matrimonio caerá en la ruina, la desesperación y la disolución, cuando Anthony y Goria se darán cuenta de que no sólo han destruido su estatus económico, sino que también han terminado destruyendo sus propias almas.
Titulada en homenaje a un poema de John Keats, Suave es la noche es la más compleja de las obras de Fitzgerald y, quizás, la que más elementos autobiográficos contiene. En su construcción hay un sentido de finalización que se desarrolla en paralelo a la disolución de la vida del propio autor. Ambientada durante los últimos estertores de la Era del Jazz, narra el auge y destrucción de un joven psiquiatra llamado Dick Diver y de su esposa Nicole, una mujer mentalmente enferma que fue su paciente. Muy bella en su narración, plagada de escenas memorables, esta historia nos habla del desamor y de la imposibilidad de la supervivencia en circunstancias adversas. Su trama es un fiel retrato de la realidad, ya que el alcoholismo de Dick aparece como un símil del alcoholismo de Fitzgerald y el descenso en la locura de Nicole imita el desarrollo de la esquizofrenia de su esposa Zelda.
4. A este lado del paraíso (1920)La novela debut del autor se llamó A este lado del paraíso, y constituyí el análisis del autor sobre la vida despreocupada de la Era del Jazz. Su protagonista, Amory Blaine, se involucra en una serie de relaciones románticas con un grupo de flappers y explora la búsqueda del estatus social bajo el sombrío veneno de la avaricia. Si bien tuvo un moderado éxito comercial, suele ser poco apreciada por la crítica literaria por su simplicidad y falta de maduración técnica. Sin embargo, es un relato fascinante que retrata muchas de las preocupaciones sociales de una juventud que estaba a las puertas de un periodo de afluencia y movilidad social nunca antes visto en los Estados Unidos.
5. Cuentos completosNo podía completar esta lista sin hablar de los relatos cortos del autor. Habiendo publicado alrededor de 164 cuentos durante su corta carrera, muchos de ellos son interesantes ejemplos de talento literario. Otros, en cambio, dejan un poco que desear. En vida, se editaron cuatro tomos de relatos cortos de Fitzgerald -Flappers y filósofas, Relatos de la Era del Jazz, Todos los jóvenes tristes y Taps en Reveille-, pero sólo algunos de estos títulos continúan publicándose en la actualidad. De sus historias, quisiera destacar "El extraño caso de Benjamin Button", "El palacio de hielo", "Un diamante tan grande como el Ritz" y "La Década Perdida".
Espero que la lista te haya sido útil y te haya inspirado a explorar este fenomenal escritor de la década de oro de los Estados Unidos. ¿Cuál es tu libro favorito de F. Scott Fitzgerald? Contame en los comentarios :)

SOBRE EL AUTOR Mi nombre es Rodrigo. Soy un escritor independiente Argentino, apasionado por contar historias y compartir reflexiones. Si bien mi campo predilecto es la ficción, en este blog les hablo sobre todo lo que pasa por mi cabeza: mi vida, mis experiencias, mis visiones del mundo y mi proceso creativo. Escribo desde chico ficción contemporánea y ficción gótica. He publicado relatos cortos y novelas que están disponibles para lectores de todas partes del mundo. A través de este blog, espero ayudarte a encontrar tu próximo libro favorito.
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March 7, 2024
La hoz de Cronos por Rodrigo Éker

Este relato corto forma parte de mi colección de cuentos titulada "Epifanías", publicada en el año 2023. Si te interesa adquirir una copia (física o en digital) de dicho libro, podés hacerlo a través de este enlace (En caso de que vivas en Argentina, y quieras una copia física, podés usar éste otro enlace). Si te gustó la narración, te invito a dejar un comentario.

La hoz de Cronos - Rodrigo Éker
-Una vez que pueda prender el maldito fuego, nos podremos ir -dijo Melina.
Yo lancé un soplido entre dientes, medio suspiro, medio risotada. Me gustaba ser irónica con ella y hacer de cuenta que detestaba estar en ese lugar a esas horas de la noche. Después de todo, el crujido de las hojas y la punción de las piedras bajo mis rodillas me hacían doler la piel. La humedad en el aire era insoportable y el chirrido de los grillos estaba empezando a enloquecerme. Pero lo cierto era que adoraba echarme junto a ella en el pasto, ver cómo hacía todos esos elaborados rituales memorizados y disfrutar del aroma de su pelo que tan seductoramente se agitaba con la brisa de verano. Era una noche hermosa, llena de estrellas.
-Entiendo -le dije-. Pero todavía no comprendo cómo es que esto va a perjudicar a Mariano en lo más mínimo.
Ella me dirigió su más deliciosa mirada socarrona. Aun cuando quería ser sarcástica, sus miradas me llenaban de ternura.
-No pienso explicarte cómo funciona -dijo-, porque sé que no creés en estas cosas. Pero confiá en mí cuando te digo que, si tengo éxito, el malnacido va a arrepentirse de haberse metido conmigo.
Yo me eché a reír. Estábamos en un claro rodeado de velas. Cuatro eran velones de colores intensos. “Para invocar a los elementos”, me había aclarado Melina. Había trazado un círculo invisible con una varita de sauco y me había hecho jurar que por nada del mundo saliera de sus límites. Agitaba de arriba abajo un cuchillo afilado como si intentara cortar el aire de la noche, pronunciando palabras ceremoniales que jamás pude descifrar. Era muy entretenido ver cómo jugaba a ser bruja, en ese bosquecito de los parques de Palermo, fantaseando con que nos encontrábamos en un lugar recóndito de naturaleza salvaje e imaginando que esa bobería de quemar papeles en un caldero de hierro realmente lograría lastimar a Mariano.
-Me tenés muy poca fe -le dije-. Si me lo pidieras, iría en persona a hacer que él se arrepintiera de haber nacido.
Ella rio y se acomodó el pelo detrás de los hombros. Ese sólo movimiento hizo que llegara a mi nariz su delicado perfume de frutilla mezclado con el dulce aroma corporal y estuve a punto de perder la cordura. También se ajustó el ceñido vestido negro que le gustaba ponerse para todos los rituales, ese que marcaba cada línea de su cuerpo perfecto. No podía quitarle los ojos de encima. Verla reír era un respiro de aire fresco después de la tristeza que la había abrumado en los últimos días.
-Ay, Fabi, sos tan ingenua -me dijo-. No dudo de que lo harías. Pero esto es más poderoso que cualquier cosa que pudieras llegar a tramar. Y más efectivo también. Porque, en esencia, no va a dejar marcas. Nadie sabrá que fuimos nosotras.
Yo asentí lentamente. La vi batallar nuevamente con el encendedor y el incensario, tratando de empezar una pequeña hoguera para quemar los papelitos que tan celosamente había escrito y doblado en cuadrados diminutos. Nunca creí en eso de la brujería, pero siempre le ayudaba con todos sus hechizos y rituales. Y a ella le encantaba que estuviera allí. Le hacía sentirse menos sola. Porque conmigo, y sólo conmigo, era capaz de mostrarse tal cual era.
-Contame de nuevo cómo se llama esta cosa que le estás haciendo.
Finalmente logró encender la llamita azul dentro del caldero de hierro. Uno a uno, fue arrojando los papelitos, murmurando algo acerca de la descendencia, los cromosomas, las estrellas, la luna, la fertilidad y no sé cuántas cosas más. Una vez que los fragmentos escritos a mano avivaron el fuego, arrojó un poco de tierra por doquier y se volteó a explicarme.
-Pensá en algo así como una maldición -dijo-. El término antiguo es “hexing”, pero acá en Argentina casi no lo usamos. Lo importante es que funcione, así me saco de encima a ese malparido de una vez por todas.
La miré fijamente, tratando de ser lo más solemne posible en mi respuesta, algo que nunca me salía y que siempre lograba que ella se burlara de mí.
-Funcione o no -le dije-, siempre voy a estar acá para apoyarte. Te doy mi palabra.
Ella se relamió el lápiz labial violeta y se arrastró lentamente por el pasto hacia mí. A sólo centímetros de mi rostro, me miró fijamente con sus hermosos ojos color miel. Sentí el calor de su respiración y luego sus manos suaves que acariciaban mi pelo, bajaban por mi cuello y se enterraban en mi escote.
-Eso no lo voy a dudar nunca –me dijo.
Me dio un beso en los labios. Uno de los más exquisitos de los que tengo memoria. Todo mi cuerpo se sacudió con un escalofrío. Dios mío, cómo amaba a esta muchacha. Su presencia era una luz tan intensa que me cegaba y su calidez siempre lograba incendiarme. Esos labios tan suaves despertaban un anhelo que se sentía doloroso en mi entrepierna y en cada fibra de mi cuerpo.
-Pensé… -dije, controlando un gemido, esforzándome por guardar la compostura- pensé que las brujas no hacían maldiciones ni dañaban a la gente.
-No es mi caso -dijo ella, irguiéndose y mirando hacia las estrellas-. No soy una bruja blanca, ni una bruja Wicca, ni ninguna de esas cosas. Yo hago y deshago a mi antojo y el universo es mi fuerza vital. Soy una bruja solitaria, independiente, poderosa. El mundo entero debería cuidarse de mí.
-Así de mala y depravada es como te quiero –le dije.
La besé con todas mis fuerzas hasta mancharme la boca con su labial violeta. Se lo embadurné por toda la cara y me sentí orgullosa de haberlo hecho. La empujé hacia atrás para recostarla en el pasto, dispuesta a arrancarle ahí mismo el vestido y morderle el corpiño para desprendérselo. Pero ella me detuvo. Se enderezó, un poco nerviosa, y me acarició la mejilla.
-No, no, Fabi -me dijo-. El ritual no termina todavía. Falta una libación.
Me contuve, muy a mi pesar, pues el deseo me quemaba el vientre. Ella tomó un pequeño cáliz, vertió en él un chorro de vino, me hizo beber un sorbo y luego bebió uno ella. Era un chardonnay exquisito y me lamenté en silencio cuando vi que derramaba media botella sobre el pasto a nuestro alrededor. Finalmente echó el resto dentro del caldero y pronunció una larga oración pagana. Culminó diciendo:
-Que mi voluntad sea escuchada, Gran Madre celestial. Tanto arriba como abajo. Hécate, la de los mil rostros, ayudame en esta empresa. En tu honor hago esta ofrenda y pido tu bendición.
No podía dejar de deleitarme viendo cada una de sus inflexiones y movimientos a medida que se perdía en una danza ritual. Me decía que escuchaba tambores percutiendo en su cabeza y sólo atiné a asentir para seguirle la corriente. Bailé con ella, en pleno parque de Palermo, acompañada por el chirrido de los grillos, acalorada y llena de sentimientos reprimidos que estaba lista para dejar fluir. Ella danzaba loca de contenta. Sonreía y cada tanto soltaba risas cálidas y resonantes.
-Ay, Fabi -me dijo-. Si mi diosa escucha mis plegarias, los días de Mariano están contados.
-Eso espero -le respondí, fingiendo indignación, como si realmente me importara lo que le pasara a ese tipo-. ¿Con esto vas a matarlo?
-Con esto tendrá un destino peor que la muerte.
Y ambas reímos. Así dio por terminado el ritual y apagó cada una de las velas.
Mariano era el ex novio de Melina. Habían salido juntos durante la secundaria y habían terminado después del último año en la universidad, hacía muy poco. En realidad, no existió precisamente un final, sino que ella le había puesto los cuernos conmigo. El muchachito le hizo un berrinche de siete días, con mil acusaciones dirigidas hacia mí. De vez en cuando, todavía se aparecía en el departamento de Melina para humillarse, suplicarle una reconciliación y luego, ante las negativas de ella, llenarla de insultos y reproches.
Pero no es justo que yo quede como la mala de la película: hay que tener en cuenta que el pibe tampoco era ningún santo. Mariano era un mujeriego, uno que se había acostado con todas las pibas del barrio, del colegio y de la facultad. Era tan tosco en sus métodos y tan burdo en sus mentiras, que Melina fingió durante años desconocer sus infidelidades. Como decía mi abuela, el amor es ciego, pero el desamor tiene la vista cristalina. Un día, ella simplemente se hartó y decidió buscar a otra persona. Nunca pensó que esa persona sería otra mujer. Jamás imaginó que se trataría de mí.
Ella y yo éramos amigas desde la primaria. Mejores amigas, si me permito decirlo. Desde que puedo recordarlo, Melina ha estado siempre a mi lado. Nunca necesité declararle mi amor. El sentimiento que nos unía era tan intenso que fue sólo cuestión de tiempo que termináramos juntas. Y todas las mañanas, cuando me sentaba en la barra del bar donde trabajaba Melina para compartir una taza del capuchino que tanto le gustaba, mirábamos hacia el café Bernal, cruzando la calle, donde Mariano se juntaba con sus amigotes rugbiers para espiar a la mujer que le había roto el corazón.
Era tan estúpido y tan poco refinado, que nos la pasábamos riéndonos de ellos y de la cobardía que tenían para observarnos sin atreverse a cruzar la calle o confrontarnos. “Es un boludo”, me decía ella con una voz dulcísima, “no le hagás caso. Jamás va a tener el estómago para venir a suplicarme cuando estoy trabajando. Recién se aparece cuando llego a casa y ahí ya viene borracho. Le da vergüenza arrastrarse así delante de sus amigos, por eso ahora se hace el machito superado.”
-¿Necesitás que te acompañe hasta el departamento? -le preguntaba yo todos los días.
-No, Fabi. Muy amable de tu parte, pero puedo cuidarme sola. Más de un tipo tan tonto como Mariano.
No fingiré que no le creía. Melina estaba más capacitada que ninguna otra mujer para cuidarse a sí misma. Vivía sola desde hacía años en una parte jodida de la ciudad y caminaba a todas horas de la noche desde y hacia el trabajo sin ningún problema. Jamás le pasó nada. La única compañía que tenía, aparte de mí, era bigotitos. Se trataba de un fantástico gato callejero que ella había adoptado -gris y rayado como una cebra- al que ambas teníamos como hijo. Lo bendecí con un collar amarillo del que colgaba un cascabel que llevaba a todos lados. Destacó así, como el más hermoso de todos los felinos del barrio. Siempre me recibía ronroneando y frotándose en mis pies. Se acostaba entre nosotras en la cama, patas para arriba, para que le rascáramos la barriguita hasta quedarse dormido. Era un amor de mascota.
Una vez que terminamos de hacer el amor en pleno bosque de Palermo sin importarnos si alguien nos miraba, Melina me dijo, echada sobre el pasto entre el caldero y el cuchillo:
-Estoy muerta de hambre.
Yo sonreí.
-Voy a comer lo que quieras comer -le dije, jadeante.
Ella me enredó el pelo entre sus dedos y me besó la frente. Me sentí bautizada, renacida.
-Una hamburguesa -declaró- y una copa de vino seco.
-Es exactamente lo que tenía pensado -le dije.
Y ambas reímos. La amaba tan intensamente que me dolía. Aún después de acostarme con ella, el anhelo que sentía por Melina nunca dejaba de comerme las entrañas. Nunca se saciaba. Nunca fui libre de él.
-¿Creés que Mariano tenga las pelotas de pasar mañana por el café? - le pregunté.
-Cuento con ello -me respondió-. Tiene el cerebro tan chiquito que no va a sentir la más mínima culpa después de lo que hizo. Siempre fue así. Le falta tacto y valentía. Me gustaría tanto que…
No terminó la frase. Dijo esto último con un atisbo de dolor tan sutil como desgarrador. La abracé. No quería que siguiera hablando. Sabía perfectamente a lo que se refería y no estaba dispuesta a causarle más sufrimiento.
Había ocurrido dos noches atrás. Yo estaba en casa, estudiando para los exámenes, y la dejé que se fuera sola a su departamento. No la llamé. Solía hacerlo para verificar que todo anduviera bien, pero esa noche lo olvidé. Y todavía me sentía culpable. Mariano la había esperado en la puerta, borracho como siempre. No sé exactamente sobre qué habían discutido ni cómo había sido la pelea -el dolor estaba demasiado fresco y ella todavía no se animaba a contármelo-. Sólo sé que aquel bruto e inhumano espécimen de homínido había agarrado a bigotitos y le había roto el cuello. Así, sin esfuerzo, con sus manotas de bestia. El gato cayó muerto al instante. Ella no pudo impedírselo, y yo no había estado allí para consolarla. La impotencia nos consumía a las dos. Se pasó dos días llorando, sumida en una depresión tremenda. Sólo salió de su estupor cuando me propuso, de improvisto y en un arrebato, que fuéramos a los bosques de Palermo a concretar ese ritual.
-Me las va a pagar -dijo Melina, desprendiéndose de mi abrazo-. Aunque sea lo último que haga. Va a desear jamás haber nacido.
Le besé la frente y dejé que su cabeza descansara en mi pecho. No quería decir nada para no arruinar el momento. La noche estaba serena y todo lo que compartíamos era tan hermoso como ella. Hasta el ruido de los grillos se me antojaba melodioso. Sentía que mi cuerpo flotaba, que mi espíritu se elevaba y que me encontraba en el mismísimo paraíso. Ni siquiera el triste recuerdo de bigotitos podía sacarme del trance que se apoderó de mí.
Ansiaba que ese momento de paz con ella durase para el resto de mis días. No siempre era todo tan dulce entre nosotras. Últimamente habíamos empezado a discutir y tenía un miedo terrible de perderla. Ella afirmaba que estaba cansada de consolarme. Me animaba a relajarme, pero, al mismo tiempo, me decía que era una niña exagerada a la que le gustaba el melodrama. Y tenía algo de razón. Siempre fui una llorona, una débil emocional que se quebraba ante las más mínimas cosas. El problema era que no tenía motivos reales para ponerme mal: estaban todos en mi cabeza. Y, sin embargo, no eran pocas las noches en que ella se hartaba de escuchar mis quejas y se enfadaba conmigo. Cuando Melina se enojaba, era terrible. Y yo no encontraba la manera de evitar que se pusiera así.
No quería admitirme a mí misma que lo que realmente sentía era inseguridad. Había una piedra que siempre se interpondría entre nosotras, aun cuando ella se esmeraba en negarlo. Y no era otro que Mariano.
Jamás lo conocí muy bien, sólo de vista. Melina se encargó, durante el breve noviazgo que tuvieron, de que nunca nos acercáramos. Él probablemente no supo que yo existía antes de que ella lo engañara conmigo. Pero su mera presencia siempre sería una amenaza. Trataré de explicarlo, aunque me avergüence admitir que así era como lo sentía.
Melina juraba que era lesbiana. Tan lesbiana como yo, me decía. Afirmaba que yo le había hecho descubrir su verdadero ser y que había abandonado para siempre el mundo de los hombres. “Con Mariano todo era gris, Fabi, pero con vos mi mundo se ha llenado de colores” me dijo una tarde cuando me largué a llorar en su cama. Pero sus palabras no enfriaban mis preocupaciones. Después de todo, ella había estado con Mariano. Habían hecho el amor. Una y otra vez en el sucucho mugriento que él tenía en las afueras de la capital. Yo no podía concebirlo. No con el rubio amazacotado ese. Es cierto que, para los ojos de la mayoría de las chicas, Mariano era un pibe muy atractivo. Pero yo no era capaz de verlo. Jamás he estado con un hombre. No podría, Dios mediante. No entiendo qué podía gustarle a ella de ese tipo, tan peludo, grandote y apestoso, con ese cuerpo tan angular y desagradable y con esas deformidades arrugadas colgándole pesadamente entre las piernas. Los hombres me daban asco. Más asco me daba la idea de que ese cuerpo horroroso había tocado el de ella. Y, si trataba de imaginar las cosas que ella le había hecho en la cama, me desesperaba hasta la locura. No importaba cuánto tratase ella de calmar mis ansiedades, esa imagen siempre me atormentaba y entristecía lo que debían ser momentos muy dulces entre ella y yo. ¿Cómo podían haberle atraído los hombres? ¿Cómo podía haberlo tocado al bicho ese, de esa manera, en lugar de estar conmigo, a quien verdaderamente pertenecía? No podía superarlo.
Ah, pero ella lo sabía. Siempre entendía todo lo que pasaba por mi mente. Movía cielo y tierra para consolarme. Y, aunque me asegurara que me quería, que me amaba y que yo era la mujer de su vida, siempre estaría Mariano entre nosotras. Ahí, como una piedra molesta, como una amenaza.
-Normalmente toma semanas en hacer efecto -me dijo, mientras juntaba los elementos mágicos para guardarlos en la mochila-, pero con la energía liberada esta noche, espero ver resultados inmediatos.
-Si vos lo decís, yo te creo -le contesté.
Dormimos bien esa noche. Por primera vez desde la muerte de bigotitos, ella estaba más tranquila. Pienso que la parafernalia del ritual le hizo sentir que recuperaba algo de control. Yo continuaba sin creer en esas cosas. Nunca vi a ninguno de sus “hechizos” manifestarse en la vida real. Melina siempre tenía una excusa para justificar por qué no lo hacían, pero el hecho era que nunca funcionaban. Me gustaba seguirle la corriente, ver cómo se le abrillantaban los ojos tratando de encontrar explicaciones racionales. Vivía en una fantasía y yo era feliz de acompañarla en la ilusión. Ella coleccionaba y fabricaba toda clase de objetos curiosos, a los que llamaba “amuletos”: desde ramas atadas con piolas hasta tierra enfrascada, cristales gruesos y joyas de infinidad de colores. Con frecuencia, sus altares parecían juntaderos de mugre, pero observar la intensidad con que se dedicaba a su pasatiempo me enternecía el corazón.
A la mañana siguiente, nos volvimos a encontrar en el bar. Era cerca del mediodía y las calles estaban llenas de gente. Se estaba convirtiendo en una rutina que repetíamos todas las mañanas, porque era el único momento donde podíamos estar juntas antes de irme a la facultad. Ella se veía hermosa con el delantal que le obligaban a vestir para el trabajo. En realidad, era feísimo, pero ella se veía hermosa con cualquier cosa que llevara puesta. Y como la barra daba hacia la calle y los clientes solían sentarse dentro del local, rara vez tenía que atender gente. La única compañía de Melina esa mañana fui yo, y aquello le encantó.
-Gracias Fabi -me dijo de repente-, mil gracias en serio. Por haberme ayudado anoche.
Posó una mano sobre la mía y me estremecí al instante.
-No tenés por qué -le contesté-. Como te dije, siempre voy a estar ahí para apoyarte.
Ella sonrió, dejando al descubierto sus dientes perlados, acariciándome los dedos en un gesto de cariño que nunca olvidaré.
-Te amo -me dijo, sin rodeos.
Lo decía constantemente y ya me había acostumbrado a escucharlo, pero siempre lograba que mi corazón se acelerara y mi cuerpo tiritara. Sus palabras eran como un bálsamo sobre mi alma.
-Yo también -le dije.
Su mirada se desvió levemente de la mía y se fijó en un punto alejado frente a ella. Su cuerpo se tensó y su mano soltó la mía lenta y suavemente.
-Ya llegaron todos -me dijo.
No entendí a qué se refería.
-¿Todos quienes?
-Mariano y sus amigos.
Me di vuelta y los vi. Era el mismo espectáculo que presenciábamos a diario. Me costaba entender cómo ese tipo no tenía vida propia ni nada mejor que hacer que venir a molestar a Melina en el trabajo. Siempre se caía con su grupo de amigotes, tan faltos de responsabilidades como él. Eran todos similares, hasta parecían hermanos. Los conocíamos de la secundaria: Marcos, Marcelo, Facundo y Juan. Tenían ese cuerpo hinchado y musculoso de los rugbiers y se sentaban despatarrados sobre las sillitas del café Bernal en una actitud de macho que resultaba cómica. Se reían a carcajadas y hablaban a los gritos. Me compadecí del pobre mozo que los recibía todos los días, soportando las bromas pesadas de esos tipos. Se burlaban constantemente de los empleados del lugar y luego se amontonaban sobre una laptop para fingir que estaban en una reunión de trabajo. Para lo único que la utilizaban era para stalkear nuestras redes sociales y dejar insultos en cada uno de nuestros perfiles públicos. Melina insistía en no bloquearlo. “Quiero que se arrastre como el gusano que es”, me decía, “y que se humille una y otra vez. Ojalá esos insultos homofóbicos queden guardados en internet para siempre, como testamento de quiénes son en realidad. Sé que todavía está dolido y eso me reconforta. Vos simplemente ignoralo.”
Mariano miraba intensamente hacia donde estábamos nosotras. Trataba de sonreír, pero incluso a la distancia pude ver que su risa era falsa y que realmente le molestaba vernos juntas. Pobre infeliz.
-¿Sabés qué estaría bueno? -dijo Melina, apartando la taza vacía de mi capuccino- Hacer que ese miserable se lamente aún más.
Le agarré las muñecas. Cuando hablaba con ese tono de pervertida me excitaba al extremo.
-¿Cómo proponés que lo hagamos? -le pregunté.
Ella apoyó los codos sobre la barra, se acercó suavemente y clavó sobre mí, otra vez, esos hermosos ojos color miel.
-Como sabés hacerlo mejor -me dijo.
Rodeó mi cuello con sus brazos y me dio un beso en la boca. No fue un simple beso, sino que introdujo su lengua hasta frotarla con la mía y continuó besándome hasta que todo mi cuerpo se sacudió con un escalofrío. Sentí sus dedos acariciando mi nuca y su respiración acelerada que ahogaba un gemido, al igual que yo intentaba reprimir el mío. En su boca me sentía protegida, deseada, sofocada por un sentimiento indescriptible que me transformaba en la única persona del mundo que ella apreciaba con cada fibra de su ser. Cuando me soltó, escuché detrás de mí los silbidos y los abucheos de cada uno de los rugbiers. Alguno soltó una palabrota horrible que me niego a repetir. El único que permanecía en silencio era Mariano. Cuando me volteé a verlo, supe que habíamos logrado nuestro objetivo. Su rostro demostraba ahora un profundo malestar. El entrecejo fruncido, los brazos cruzados, la pierna levantada sobre la silla, la boca en una curva invertida que lo hacía ver viejo. Era la imagen misma de la incomodidad.
-Sos lo más bonito que me pasó en la vida, Fabi -me dijo Melina, aún con los codos apoyados en la barra.
Estábamos aprovechando que su jefa se había tomado un descanso. De lo contrario, la habrían regañado por la exhibición pública que acabábamos de dar y por haber atraído la atención de la gente. En aquel instante de soledad, nos sentimos libres para expresarnos nuestro amor.
La miré y no dije nada. No necesitaba hacerlo. Cuando estábamos así, Melina y yo nos comunicamos mejor sin pronunciar palabras. Le sonreí, le acaricié los labios con las yemas de mis dedos y dejé que me bañara en la calidez de su mirada. Ella tenía los ojos fijos en los míos y había una cualidad hipnótica en la forma en que me observaba. Siempre he sido una gran admiradora de sus ojos, esas hermosas esferas de color miel. Tenían un carácter animalístico, intenso y pasional, que despertaba en mí emociones desconocidas. Ni siquiera atiné a levantarme de la barra cuando pasó lo que tenía que pasar.
Ocurrió de un segundo a otro, tan rápidamente que no lo procesé. Primero fue el sonido de discusiones y gritos provenientes de la vereda de enfrente. Luego lo que sonó como una explosión. Finalmente, un ruido de radios, sirenas y botas corriendo por doquier. Cuando por fin salí del estupor y me di vuelta, el espectáculo ya había terminado. Me es imposible recrear correctamente la secuencia de eventos de esos efímeros minutos. Y más aún me costó entenderlos mientras transcurrían. Lo único que alcancé a ver cuando dirigí mi atención hacia los jóvenes de enfrente fueron las sillas caídas, el grupo de rugbiers convertidos en un manojo de nervios y dos policías que intentaban tomarles declaración. Había un patrullero yéndose por una esquina y otro llegando en dirección al café Bernal.
Todavía recuerdo los rostros de los muchachos. Facundo discutía acaloradamente con el policía, claramente frustrado y en una súplica desesperada que el oficial no tenía intenciones de escuchar. Al contrario, intentaba callarlo extendiendo la palma de la mano, como hacen los referís del partido cuando ponen una sanción. El resto de los chicos hacían intensas muecas de dolor y de sorpresa, la clase de sufrimiento que se plasma en el rostro de uno cuando observa algo horrendo. Marcelo se estrujaba las manos y Juan se encogía flexionando las rodillas, en clara descompostura. Marcos se tapaba la entrepierna. Me tomó unos segundos darme cuenta de que estaban mirando en una misma dirección, hacia algo que se encontraba a la altura de sus pies. Bajé la vista lentamente y fue entonces cuando lo vi.
Era Mariano. Estaba hecho una bola en el piso, acurrucado como en posición fetal y tiritando como un cachorro a la intemperie. Alrededor de él había un gran charco escarlata que se extendía hasta mojar el cordón de la vereda y finalmente se derramaba sobre la calle. Nunca había visto tanta sangre, y me sorprendí al descubrir lo líquida que era: se expandía rápidamente como un chorro de agua. Por un momento, debido a lo inerte de su cuerpo, pensé que había sido herido de muerte. Sin embargo, la manera en que temblaba y subía y bajaba la cabeza demostraba que seguía consciente y en un intenso dolor.
Al rato llegaron los paramédicos, lo subieron en una camilla y se lo llevaron en la ambulancia. Los policías continuaron tomando declaración a los rugbiers, que estaban en un explícito estado de shock. La angustia de muchos de ellos era horrible de contemplar. Eran los rostros traumatizados de personas que han vivido algo innombrable que cambiará el curso de sus vidas.
No fue hasta que pasaron tres o cuatro semanas, que finalmente llegó a mis oídos el recuento de lo que había ocurrido. Aparentemente, mientras el grupo de amigos charlaba distendido en las mesitas del café, un sujeto aparcó una moto junto a ellos y trató de manotear la computadora de Mariano. La policía lo caratuló como un simple intento de robo (después de todo, era una zona jodida de la ciudad). El hombre era un criminal de largo prontuario. De hecho, estaba huyendo de la policía cuando se le ocurrió detenerse a agarrar la notebook que tan cándidamente descansaba sobre la mesita de café. La oportunidad fue demasiado tentadora para el criminal y no pudo con su propio genio. Los móviles policiales que llegaron detrás del delincuente venían siguiéndolo desde hacía media hora.
Mariano se resistió. Según contaron los testigos, se paró de un salto, tomó la computadora de las manos del ladrón y trató de arrebatársela en un feroz forcejeo. Fue allí cuando el grupo de amigos se decidió a intervenir y esos fueron los gritos que escuché desde la cuadra de enfrente. El sujeto sacó entonces un revólver y apuntó con él a cada uno de los rugbiers para hacerlos retroceder. Mariano fue el único que parece no haber visto el arma, porque continuó tironeando de la computadora hasta el final. En medio del forcejeo, un disparo se detonó. Nadie sabe si fue intencional o no, si estuvo apuntado con cuidado o si se escapó por accidente, pero definitivamente fue certero. El delincuente huyó con la computadora, seguido de cerca por la policía que lo capturó a dos cuadras del lugar. Facundo, el rugbier al que vi discutir tan acaloradamente, acusaba a la policía de conspirar con el criminal y de permitir que todo sucediera. Los hechos aparecerían narrados al día siguiente en la sección criminalística de los diarios porteños, pero nunca leí tales artículos.
No fue una herida fatal. De hecho, Mariano sobrevivió a la descarga. Sí fue, en cambio, un disparo doloroso que requirió de múltiples cirugías para reparar el daño. La bala había salido en dirección descendente, de manera diagonal y, en medio de su trayectoria, le destrozó limpiamente ambos testículos. “No quedó rastro de ellos”, me contó un conocido de él. Finalmente, el proyectil se enterró en el hueso de la pelvis y de allí tuvieron que extraerlo. El resultado fue una parálisis parcial de la pierna derecha y una infertilidad permanente.
Incluso después de su recuperación, ni Melina ni yo volvimos a saber de Mariano. Quizás estaba demasiado avergonzado para mostrarse en público o quizás le había sucedido algo peor. El estado mental y emocional que lo asaltó a partir de entonces estuvo fuera de nuestro conocimiento. Mariano se convirtió primero en un misterio, luego en el objeto de nuestros chistes y finalmente en un simple recuerdo. Y así fue como se borró de nuestras vidas, de una manera tan sufrida como el tormento que había impuesto sobre nosotras. Por fin nos había dejado en paz.
Por supuesto, no había manera de que supiéramos todo esto mientras mirábamos los acontecimientos desde la barra del bar. Porque en medio del caos de sirenas, gritos y gente chusma que se amuchaba alrededor del café Bernal, en lo único en que podía concentrarme era el charco de sangre que inundaba la vereda. Fue terrible, la primera vez en mi vida que veía algo similar. Aun luego de que se disolvió la multitud y una empleada del local se puso a baldear para limpiar aquella mancha, yo seguía anonadada. En mi mente, esa huella escarlata estaría para siempre mancillando la paz de aquel sitio.
Hay experiencias en la vida que te cambian, te hacen repensar la trayectoria de tus actos y te interpelan acerca de tu lugar en el mundo. Retrospectivamente, puedo identificar a ésta como una de ellas. Fue tan rápida, fortuita y cruel, que jamás volví a sentirme a salvo ni en el café ni en el bar. Jamás volví a ver el mundo con los mismos lentes de color de rosas. Jamás volví a confiarme al andar por la calle. Hubo una parte de mi juventud que se perdió en aquel instante, como si la inocencia que no sabía que aún poseía hubiese sido ultrajada de manera definitiva. El mundo era ahora un sitio peligroso, uno que podía ponerle fin a todo de un segundo al otro por algo tan insólito como una tentativa de robo.
Y quizás lo que más se ha quedado grabado en mi memoria fue la reacción de Melina. No despegaba la mirada del lugar, absorbiendo cada detalle del espectáculo que se había desatado delante de las dos. Para mi sorpresa, vi cómo una sonrisa se dibujaba lentamente en su rostro hasta dejar expuestos cada uno de sus dientes perlados.
-¿Por qué estás tan contenta de repente? -le pregunté.
Ella clavó una vez más sobre mí sus hermosos ojos color miel, acarició mi mejilla y me dijo, con una suavidad inusitada:
-Hécate finalmente ha escuchado mis plegarias.
La tomé de las manos y le di un beso en los labios. Nunca la había deseado tanto.

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"La hoz de Cronos" - Rodrigo Éker

Este relato corto forma parte de mi colección de cuentos titulada "Epifanías", publicada en el año 2023. Si te interesa adquirir una copia (física o en digital) de dicho libro, podés hacerlo a través de este enlace (En caso de que vivas en Argentina, y quieras una copia física, podés usar éste otro enlace). Si te gustó la narración, te invito a dejar un comentario.

La hoz de Cronos - Rodrigo Éker
-Una vez que pueda prender el maldito fuego, nos podremos ir -dijo Melina.
Yo lancé un soplido entre dientes, medio suspiro, medio risotada. Me gustaba ser irónica con ella y hacer de cuenta que detestaba estar en ese lugar a esas horas de la noche. Después de todo, el crujido de las hojas y la punción de las piedras bajo mis rodillas me hacían doler la piel. La humedad en el aire era insoportable y el chirrido de los grillos estaba empezando a enloquecerme. Pero lo cierto era que adoraba echarme junto a ella en el pasto, ver cómo hacía todos esos elaborados rituales memorizados y disfrutar del aroma de su pelo que tan seductoramente se agitaba con la brisa de verano. Era una noche hermosa, llena de estrellas.
-Entiendo -le dije-. Pero todavía no comprendo cómo es que esto va a perjudicar a Mariano en lo más mínimo.
Ella me dirigió su más deliciosa mirada socarrona. Aun cuando quería ser sarcástica, sus miradas me llenaban de ternura.
-No pienso explicarte cómo funciona -dijo-, porque sé que no creés en estas cosas. Pero confiá en mí cuando te digo que, si tengo éxito, el malnacido va a arrepentirse de haberse metido conmigo.
Yo me eché a reír. Estábamos en un claro rodeado de velas. Cuatro eran velones de colores intensos. “Para invocar a los elementos”, me había aclarado Melina. Había trazado un círculo invisible con una varita de sauco y me había hecho jurar que por nada del mundo saliera de sus límites. Agitaba de arriba abajo un cuchillo afilado como si intentara cortar el aire de la noche, pronunciando palabras ceremoniales que jamás pude descifrar. Era muy entretenido ver cómo jugaba a ser bruja, en ese bosquecito de los parques de Palermo, fantaseando con que nos encontrábamos en un lugar recóndito de naturaleza salvaje e imaginando que esa bobería de quemar papeles en un caldero de hierro realmente lograría lastimar a Mariano.
-Me tenés muy poca fe -le dije-. Si me lo pidieras, iría en persona a hacer que él se arrepintiera de haber nacido.
Ella rio y se acomodó el pelo detrás de los hombros. Ese sólo movimiento hizo que llegara a mi nariz su delicado perfume de frutilla mezclado con el dulce aroma corporal y estuve a punto de perder la cordura. También se ajustó el ceñido vestido negro que le gustaba ponerse para todos los rituales, ese que marcaba cada línea de su cuerpo perfecto. No podía quitarle los ojos de encima. Verla reír era un respiro de aire fresco después de la tristeza que la había abrumado en los últimos días.
-Ay, Fabi, sos tan ingenua -me dijo-. No dudo de que lo harías. Pero esto es más poderoso que cualquier cosa que pudieras llegar a tramar. Y más efectivo también. Porque, en esencia, no va a dejar marcas. Nadie sabrá que fuimos nosotras.
Yo asentí lentamente. La vi batallar nuevamente con el encendedor y el incensario, tratando de empezar una pequeña hoguera para quemar los papelitos que tan celosamente había escrito y doblado en cuadrados diminutos. Nunca creí en eso de la brujería, pero siempre le ayudaba con todos sus hechizos y rituales. Y a ella le encantaba que estuviera allí. Le hacía sentirse menos sola. Porque conmigo, y sólo conmigo, era capaz de mostrarse tal cual era.
-Contame de nuevo cómo se llama esta cosa que le estás haciendo.
Finalmente logró encender la llamita azul dentro del caldero de hierro. Uno a uno, fue arrojando los papelitos, murmurando algo acerca de la descendencia, los cromosomas, las estrellas, la luna, la fertilidad y no sé cuántas cosas más. Una vez que los fragmentos escritos a mano avivaron el fuego, arrojó un poco de tierra por doquier y se volteó a explicarme.
-Pensá en algo así como una maldición -dijo-. El término antiguo es “hexing”, pero acá en Argentina casi no lo usamos. Lo importante es que funcione, así me saco de encima a ese malparido de una vez por todas.
La miré fijamente, tratando de ser lo más solemne posible en mi respuesta, algo que nunca me salía y que siempre lograba que ella se burlara de mí.
-Funcione o no -le dije-, siempre voy a estar acá para apoyarte. Te doy mi palabra.
Ella se relamió el lápiz labial violeta y se arrastró lentamente por el pasto hacia mí. A sólo centímetros de mi rostro, me miró fijamente con sus hermosos ojos color miel. Sentí el calor de su respiración y luego sus manos suaves que acariciaban mi pelo, bajaban por mi cuello y se enterraban en mi escote.
-Eso no lo voy a dudar nunca –me dijo.
Me dio un beso en los labios. Uno de los más exquisitos de los que tengo memoria. Todo mi cuerpo se sacudió con un escalofrío. Dios mío, cómo amaba a esta muchacha. Su presencia era una luz tan intensa que me cegaba y su calidez siempre lograba incendiarme. Esos labios tan suaves despertaban un anhelo que se sentía doloroso en mi entrepierna y en cada fibra de mi cuerpo.
-Pensé… -dije, controlando un gemido, esforzándome por guardar la compostura- pensé que las brujas no hacían maldiciones ni dañaban a la gente.
-No es mi caso -dijo ella, irguiéndose y mirando hacia las estrellas-. No soy una bruja blanca, ni una bruja Wicca, ni ninguna de esas cosas. Yo hago y deshago a mi antojo y el universo es mi fuerza vital. Soy una bruja solitaria, independiente, poderosa. El mundo entero debería cuidarse de mí.
-Así de mala y depravada es como te quiero –le dije.
La besé con todas mis fuerzas hasta mancharme la boca con su labial violeta. Se lo embadurné por toda la cara y me sentí orgullosa de haberlo hecho. La empujé hacia atrás para recostarla en el pasto, dispuesta a arrancarle ahí mismo el vestido y morderle el corpiño para desprendérselo. Pero ella me detuvo. Se enderezó, un poco nerviosa, y me acarició la mejilla.
-No, no, Fabi -me dijo-. El ritual no termina todavía. Falta una libación.
Me contuve, muy a mi pesar, pues el deseo me quemaba el vientre. Ella tomó un pequeño cáliz, vertió en él un chorro de vino, me hizo beber un sorbo y luego bebió uno ella. Era un chardonnay exquisito y me lamenté en silencio cuando vi que derramaba media botella sobre el pasto a nuestro alrededor. Finalmente echó el resto dentro del caldero y pronunció una larga oración pagana. Culminó diciendo:
-Que mi voluntad sea escuchada, Gran Madre celestial. Tanto arriba como abajo. Hécate, la de los mil rostros, ayudame en esta empresa. En tu honor hago esta ofrenda y pido tu bendición.
No podía dejar de deleitarme viendo cada una de sus inflexiones y movimientos a medida que se perdía en una danza ritual. Me decía que escuchaba tambores percutiendo en su cabeza y sólo atiné a asentir para seguirle la corriente. Bailé con ella, en pleno parque de Palermo, acompañada por el chirrido de los grillos, acalorada y llena de sentimientos reprimidos que estaba lista para dejar fluir. Ella danzaba loca de contenta. Sonreía y cada tanto soltaba risas cálidas y resonantes.
-Ay, Fabi -me dijo-. Si mi diosa escucha mis plegarias, los días de Mariano están contados.
-Eso espero -le respondí, fingiendo indignación, como si realmente me importara lo que le pasara a ese tipo-. ¿Con esto vas a matarlo?
-Con esto tendrá un destino peor que la muerte.
Y ambas reímos. Así dio por terminado el ritual y apagó cada una de las velas.
Mariano era el ex novio de Melina. Habían salido juntos durante la secundaria y habían terminado después del último año en la universidad, hacía muy poco. En realidad, no existió precisamente un final, sino que ella le había puesto los cuernos conmigo. El muchachito le hizo un berrinche de siete días, con mil acusaciones dirigidas hacia mí. De vez en cuando, todavía se aparecía en el departamento de Melina para humillarse, suplicarle una reconciliación y luego, ante las negativas de ella, llenarla de insultos y reproches.
Pero no es justo que yo quede como la mala de la película: hay que tener en cuenta que el pibe tampoco era ningún santo. Mariano era un mujeriego, uno que se había acostado con todas las pibas del barrio, del colegio y de la facultad. Era tan tosco en sus métodos y tan burdo en sus mentiras, que Melina fingió durante años desconocer sus infidelidades. Como decía mi abuela, el amor es ciego, pero el desamor tiene la vista cristalina. Un día, ella simplemente se hartó y decidió buscar a otra persona. Nunca pensó que esa persona sería otra mujer. Jamás imaginó que se trataría de mí.
Ella y yo éramos amigas desde la primaria. Mejores amigas, si me permito decirlo. Desde que puedo recordarlo, Melina ha estado siempre a mi lado. Nunca necesité declararle mi amor. El sentimiento que nos unía era tan intenso que fue sólo cuestión de tiempo que termináramos juntas. Y todas las mañanas, cuando me sentaba en la barra del bar donde trabajaba Melina para compartir una taza del capuchino que tanto le gustaba, mirábamos hacia el café Bernal, cruzando la calle, donde Mariano se juntaba con sus amigotes rugbiers para espiar a la mujer que le había roto el corazón.
Era tan estúpido y tan poco refinado, que nos la pasábamos riéndonos de ellos y de la cobardía que tenían para observarnos sin atreverse a cruzar la calle o confrontarnos. “Es un boludo”, me decía ella con una voz dulcísima, “no le hagás caso. Jamás va a tener el estómago para venir a suplicarme cuando estoy trabajando. Recién se aparece cuando llego a casa y ahí ya viene borracho. Le da vergüenza arrastrarse así delante de sus amigos, por eso ahora se hace el machito superado.”
-¿Necesitás que te acompañe hasta el departamento? -le preguntaba yo todos los días.
-No, Fabi. Muy amable de tu parte, pero puedo cuidarme sola. Más de un tipo tan tonto como Mariano.
No fingiré que no le creía. Melina estaba más capacitada que ninguna otra mujer para cuidarse a sí misma. Vivía sola desde hacía años en una parte jodida de la ciudad y caminaba a todas horas de la noche desde y hacia el trabajo sin ningún problema. Jamás le pasó nada. La única compañía que tenía, aparte de mí, era bigotitos. Se trataba de un fantástico gato callejero que ella había adoptado -gris y rayado como una cebra- al que ambas teníamos como hijo. Lo bendecí con un collar amarillo del que colgaba un cascabel que llevaba a todos lados. Destacó así, como el más hermoso de todos los felinos del barrio. Siempre me recibía ronroneando y frotándose en mis pies. Se acostaba entre nosotras en la cama, patas para arriba, para que le rascáramos la barriguita hasta quedarse dormido. Era un amor de mascota.
Una vez que terminamos de hacer el amor en pleno bosque de Palermo sin importarnos si alguien nos miraba, Melina me dijo, echada sobre el pasto entre el caldero y el cuchillo:
-Estoy muerta de hambre.
Yo sonreí.
-Voy a comer lo que quieras comer -le dije, jadeante.
Ella me enredó el pelo entre sus dedos y me besó la frente. Me sentí bautizada, renacida.
-Una hamburguesa -declaró- y una copa de vino seco.
-Es exactamente lo que tenía pensado -le dije.
Y ambas reímos. La amaba tan intensamente que me dolía. Aún después de acostarme con ella, el anhelo que sentía por Melina nunca dejaba de comerme las entrañas. Nunca se saciaba. Nunca fui libre de él.
-¿Creés que Mariano tenga las pelotas de pasar mañana por el café? - le pregunté.
-Cuento con ello -me respondió-. Tiene el cerebro tan chiquito que no va a sentir la más mínima culpa después de lo que hizo. Siempre fue así. Le falta tacto y valentía. Me gustaría tanto que…
No terminó la frase. Dijo esto último con un atisbo de dolor tan sutil como desgarrador. La abracé. No quería que siguiera hablando. Sabía perfectamente a lo que se refería y no estaba dispuesta a causarle más sufrimiento.
Había ocurrido dos noches atrás. Yo estaba en casa, estudiando para los exámenes, y la dejé que se fuera sola a su departamento. No la llamé. Solía hacerlo para verificar que todo anduviera bien, pero esa noche lo olvidé. Y todavía me sentía culpable. Mariano la había esperado en la puerta, borracho como siempre. No sé exactamente sobre qué habían discutido ni cómo había sido la pelea -el dolor estaba demasiado fresco y ella todavía no se animaba a contármelo-. Sólo sé que aquel bruto e inhumano espécimen de homínido había agarrado a bigotitos y le había roto el cuello. Así, sin esfuerzo, con sus manotas de bestia. El gato cayó muerto al instante. Ella no pudo impedírselo, y yo no había estado allí para consolarla. La impotencia nos consumía a las dos. Se pasó dos días llorando, sumida en una depresión tremenda. Sólo salió de su estupor cuando me propuso, de improvisto y en un arrebato, que fuéramos a los bosques de Palermo a concretar ese ritual.
-Me las va a pagar -dijo Melina, desprendiéndose de mi abrazo-. Aunque sea lo último que haga. Va a desear jamás haber nacido.
Le besé la frente y dejé que su cabeza descansara en mi pecho. No quería decir nada para no arruinar el momento. La noche estaba serena y todo lo que compartíamos era tan hermoso como ella. Hasta el ruido de los grillos se me antojaba melodioso. Sentía que mi cuerpo flotaba, que mi espíritu se elevaba y que me encontraba en el mismísimo paraíso. Ni siquiera el triste recuerdo de bigotitos podía sacarme del trance que se apoderó de mí.
Ansiaba que ese momento de paz con ella durase para el resto de mis días. No siempre era todo tan dulce entre nosotras. Últimamente habíamos empezado a discutir y tenía un miedo terrible de perderla. Ella afirmaba que estaba cansada de consolarme. Me animaba a relajarme, pero, al mismo tiempo, me decía que era una niña exagerada a la que le gustaba el melodrama. Y tenía algo de razón. Siempre fui una llorona, una débil emocional que se quebraba ante las más mínimas cosas. El problema era que no tenía motivos reales para ponerme mal: estaban todos en mi cabeza. Y, sin embargo, no eran pocas las noches en que ella se hartaba de escuchar mis quejas y se enfadaba conmigo. Cuando Melina se enojaba, era terrible. Y yo no encontraba la manera de evitar que se pusiera así.
No quería admitirme a mí misma que lo que realmente sentía era inseguridad. Había una piedra que siempre se interpondría entre nosotras, aun cuando ella se esmeraba en negarlo. Y no era otro que Mariano.
Jamás lo conocí muy bien, sólo de vista. Melina se encargó, durante el breve noviazgo que tuvieron, de que nunca nos acercáramos. Él probablemente no supo que yo existía antes de que ella lo engañara conmigo. Pero su mera presencia siempre sería una amenaza. Trataré de explicarlo, aunque me avergüence admitir que así era como lo sentía.
Melina juraba que era lesbiana. Tan lesbiana como yo, me decía. Afirmaba que yo le había hecho descubrir su verdadero ser y que había abandonado para siempre el mundo de los hombres. “Con Mariano todo era gris, Fabi, pero con vos mi mundo se ha llenado de colores” me dijo una tarde cuando me largué a llorar en su cama. Pero sus palabras no enfriaban mis preocupaciones. Después de todo, ella había estado con Mariano. Habían hecho el amor. Una y otra vez en el sucucho mugriento que él tenía en las afueras de la capital. Yo no podía concebirlo. No con el rubio amazacotado ese. Es cierto que, para los ojos de la mayoría de las chicas, Mariano era un pibe muy atractivo. Pero yo no era capaz de verlo. Jamás he estado con un hombre. No podría, Dios mediante. No entiendo qué podía gustarle a ella de ese tipo, tan peludo, grandote y apestoso, con ese cuerpo tan angular y desagradable y con esas deformidades arrugadas colgándole pesadamente entre las piernas. Los hombres me daban asco. Más asco me daba la idea de que ese cuerpo horroroso había tocado el de ella. Y, si trataba de imaginar las cosas que ella le había hecho en la cama, me desesperaba hasta la locura. No importaba cuánto tratase ella de calmar mis ansiedades, esa imagen siempre me atormentaba y entristecía lo que debían ser momentos muy dulces entre ella y yo. ¿Cómo podían haberle atraído los hombres? ¿Cómo podía haberlo tocado al bicho ese, de esa manera, en lugar de estar conmigo, a quien verdaderamente pertenecía? No podía superarlo.
Ah, pero ella lo sabía. Siempre entendía todo lo que pasaba por mi mente. Movía cielo y tierra para consolarme. Y, aunque me asegurara que me quería, que me amaba y que yo era la mujer de su vida, siempre estaría Mariano entre nosotras. Ahí, como una piedra molesta, como una amenaza.
-Normalmente toma semanas en hacer efecto -me dijo, mientras juntaba los elementos mágicos para guardarlos en la mochila-, pero con la energía liberada esta noche, espero ver resultados inmediatos.
-Si vos lo decís, yo te creo -le contesté.
Dormimos bien esa noche. Por primera vez desde la muerte de bigotitos, ella estaba más tranquila. Pienso que la parafernalia del ritual le hizo sentir que recuperaba algo de control. Yo continuaba sin creer en esas cosas. Nunca vi a ninguno de sus “hechizos” manifestarse en la vida real. Melina siempre tenía una excusa para justificar por qué no lo hacían, pero el hecho era que nunca funcionaban. Me gustaba seguirle la corriente, ver cómo se le abrillantaban los ojos tratando de encontrar explicaciones racionales. Vivía en una fantasía y yo era feliz de acompañarla en la ilusión. Ella coleccionaba y fabricaba toda clase de objetos curiosos, a los que llamaba “amuletos”: desde ramas atadas con piolas hasta tierra enfrascada, cristales gruesos y joyas de infinidad de colores. Con frecuencia, sus altares parecían juntaderos de mugre, pero observar la intensidad con que se dedicaba a su pasatiempo me enternecía el corazón.
A la mañana siguiente, nos volvimos a encontrar en el bar. Era cerca del mediodía y las calles estaban llenas de gente. Se estaba convirtiendo en una rutina que repetíamos todas las mañanas, porque era el único momento donde podíamos estar juntas antes de irme a la facultad. Ella se veía hermosa con el delantal que le obligaban a vestir para el trabajo. En realidad, era feísimo, pero ella se veía hermosa con cualquier cosa que llevara puesta. Y como la barra daba hacia la calle y los clientes solían sentarse dentro del local, rara vez tenía que atender gente. La única compañía de Melina esa mañana fui yo, y aquello le encantó.
-Gracias Fabi -me dijo de repente-, mil gracias en serio. Por haberme ayudado anoche.
Posó una mano sobre la mía y me estremecí al instante.
-No tenés por qué -le contesté-. Como te dije, siempre voy a estar ahí para apoyarte.
Ella sonrió, dejando al descubierto sus dientes perlados, acariciándome los dedos en un gesto de cariño que nunca olvidaré.
-Te amo -me dijo, sin rodeos.
Lo decía constantemente y ya me había acostumbrado a escucharlo, pero siempre lograba que mi corazón se acelerara y mi cuerpo tiritara. Sus palabras eran como un bálsamo sobre mi alma.
-Yo también -le dije.
Su mirada se desvió levemente de la mía y se fijó en un punto alejado frente a ella. Su cuerpo se tensó y su mano soltó la mía lenta y suavemente.
-Ya llegaron todos -me dijo.
No entendí a qué se refería.
-¿Todos quienes?
-Mariano y sus amigos.
Me di vuelta y los vi. Era el mismo espectáculo que presenciábamos a diario. Me costaba entender cómo ese tipo no tenía vida propia ni nada mejor que hacer que venir a molestar a Melina en el trabajo. Siempre se caía con su grupo de amigotes, tan faltos de responsabilidades como él. Eran todos similares, hasta parecían hermanos. Los conocíamos de la secundaria: Marcos, Marcelo, Facundo y Juan. Tenían ese cuerpo hinchado y musculoso de los rugbiers y se sentaban despatarrados sobre las sillitas del café Bernal en una actitud de macho que resultaba cómica. Se reían a carcajadas y hablaban a los gritos. Me compadecí del pobre mozo que los recibía todos los días, soportando las bromas pesadas de esos tipos. Se burlaban constantemente de los empleados del lugar y luego se amontonaban sobre una laptop para fingir que estaban en una reunión de trabajo. Para lo único que la utilizaban era para stalkear nuestras redes sociales y dejar insultos en cada uno de nuestros perfiles públicos. Melina insistía en no bloquearlo. “Quiero que se arrastre como el gusano que es”, me decía, “y que se humille una y otra vez. Ojalá esos insultos homofóbicos queden guardados en internet para siempre, como testamento de quiénes son en realidad. Sé que todavía está dolido y eso me reconforta. Vos simplemente ignoralo.”
Mariano miraba intensamente hacia donde estábamos nosotras. Trataba de sonreír, pero incluso a la distancia pude ver que su risa era falsa y que realmente le molestaba vernos juntas. Pobre infeliz.
-¿Sabés qué estaría bueno? -dijo Melina, apartando la taza vacía de mi capuccino- Hacer que ese miserable se lamente aún más.
Le agarré las muñecas. Cuando hablaba con ese tono de pervertida me excitaba al extremo.
-¿Cómo proponés que lo hagamos? -le pregunté.
Ella apoyó los codos sobre la barra, se acercó suavemente y clavó sobre mí, otra vez, esos hermosos ojos color miel.
-Como sabés hacerlo mejor -me dijo.
Rodeó mi cuello con sus brazos y me dio un beso en la boca. No fue un simple beso, sino que introdujo su lengua hasta frotarla con la mía y continuó besándome hasta que todo mi cuerpo se sacudió con un escalofrío. Sentí sus dedos acariciando mi nuca y su respiración acelerada que ahogaba un gemido, al igual que yo intentaba reprimir el mío. En su boca me sentía protegida, deseada, sofocada por un sentimiento indescriptible que me transformaba en la única persona del mundo que ella apreciaba con cada fibra de su ser. Cuando me soltó, escuché detrás de mí los silbidos y los abucheos de cada uno de los rugbiers. Alguno soltó una palabrota horrible que me niego a repetir. El único que permanecía en silencio era Mariano. Cuando me volteé a verlo, supe que habíamos logrado nuestro objetivo. Su rostro demostraba ahora un profundo malestar. El entrecejo fruncido, los brazos cruzados, la pierna levantada sobre la silla, la boca en una curva invertida que lo hacía ver viejo. Era la imagen misma de la incomodidad.
-Sos lo más bonito que me pasó en la vida, Fabi -me dijo Melina, aún con los codos apoyados en la barra.
Estábamos aprovechando que su jefa se había tomado un descanso. De lo contrario, la habrían regañado por la exhibición pública que acabábamos de dar y por haber atraído la atención de la gente. En aquel instante de soledad, nos sentimos libres para expresarnos nuestro amor.
La miré y no dije nada. No necesitaba hacerlo. Cuando estábamos así, Melina y yo nos comunicamos mejor sin pronunciar palabras. Le sonreí, le acaricié los labios con las yemas de mis dedos y dejé que me bañara en la calidez de su mirada. Ella tenía los ojos fijos en los míos y había una cualidad hipnótica en la forma en que me observaba. Siempre he sido una gran admiradora de sus ojos, esas hermosas esferas de color miel. Tenían un carácter animalístico, intenso y pasional, que despertaba en mí emociones desconocidas. Ni siquiera atiné a levantarme de la barra cuando pasó lo que tenía que pasar.
Ocurrió de un segundo a otro, tan rápidamente que no lo procesé. Primero fue el sonido de discusiones y gritos provenientes de la vereda de enfrente. Luego lo que sonó como una explosión. Finalmente, un ruido de radios, sirenas y botas corriendo por doquier. Cuando por fin salí del estupor y me di vuelta, el espectáculo ya había terminado. Me es imposible recrear correctamente la secuencia de eventos de esos efímeros minutos. Y más aún me costó entenderlos mientras transcurrían. Lo único que alcancé a ver cuando dirigí mi atención hacia los jóvenes de enfrente fueron las sillas caídas, el grupo de rugbiers convertidos en un manojo de nervios y dos policías que intentaban tomarles declaración. Había un patrullero yéndose por una esquina y otro llegando en dirección al café Bernal.
Todavía recuerdo los rostros de los muchachos. Facundo discutía acaloradamente con el policía, claramente frustrado y en una súplica desesperada que el oficial no tenía intenciones de escuchar. Al contrario, intentaba callarlo extendiendo la palma de la mano, como hacen los referís del partido cuando ponen una sanción. El resto de los chicos hacían intensas muecas de dolor y de sorpresa, la clase de sufrimiento que se plasma en el rostro de uno cuando observa algo horrendo. Marcelo se estrujaba las manos y Juan se encogía flexionando las rodillas, en clara descompostura. Marcos se tapaba la entrepierna. Me tomó unos segundos darme cuenta de que estaban mirando en una misma dirección, hacia algo que se encontraba a la altura de sus pies. Bajé la vista lentamente y fue entonces cuando lo vi.
Era Mariano. Estaba hecho una bola en el piso, acurrucado como en posición fetal y tiritando como un cachorro a la intemperie. Alrededor de él había un gran charco escarlata que se extendía hasta mojar el cordón de la vereda y finalmente se derramaba sobre la calle. Nunca había visto tanta sangre, y me sorprendí al descubrir lo líquida que era: se expandía rápidamente como un chorro de agua. Por un momento, debido a lo inerte de su cuerpo, pensé que había sido herido de muerte. Sin embargo, la manera en que temblaba y subía y bajaba la cabeza demostraba que seguía consciente y en un intenso dolor.
Al rato llegaron los paramédicos, lo subieron en una camilla y se lo llevaron en la ambulancia. Los policías continuaron tomando declaración a los rugbiers, que estaban en un explícito estado de shock. La angustia de muchos de ellos era horrible de contemplar. Eran los rostros traumatizados de personas que han vivido algo innombrable que cambiará el curso de sus vidas.
No fue hasta que pasaron tres o cuatro semanas, que finalmente llegó a mis oídos el recuento de lo que había ocurrido. Aparentemente, mientras el grupo de amigos charlaba distendido en las mesitas del café, un sujeto aparcó una moto junto a ellos y trató de manotear la computadora de Mariano. La policía lo caratuló como un simple intento de robo (después de todo, era una zona jodida de la ciudad). El hombre era un criminal de largo prontuario. De hecho, estaba huyendo de la policía cuando se le ocurrió detenerse a agarrar la notebook que tan cándidamente descansaba sobre la mesita de café. La oportunidad fue demasiado tentadora para el criminal y no pudo con su propio genio. Los móviles policiales que llegaron detrás del delincuente venían siguiéndolo desde hacía media hora.
Mariano se resistió. Según contaron los testigos, se paró de un salto, tomó la computadora de las manos del ladrón y trató de arrebatársela en un feroz forcejeo. Fue allí cuando el grupo de amigos se decidió a intervenir y esos fueron los gritos que escuché desde la cuadra de enfrente. El sujeto sacó entonces un revólver y apuntó con él a cada uno de los rugbiers para hacerlos retroceder. Mariano fue el único que parece no haber visto el arma, porque continuó tironeando de la computadora hasta el final. En medio del forcejeo, un disparo se detonó. Nadie sabe si fue intencional o no, si estuvo apuntado con cuidado o si se escapó por accidente, pero definitivamente fue certero. El delincuente huyó con la computadora, seguido de cerca por la policía que lo capturó a dos cuadras del lugar. Facundo, el rugbier al que vi discutir tan acaloradamente, acusaba a la policía de conspirar con el criminal y de permitir que todo sucediera. Los hechos aparecerían narrados al día siguiente en la sección criminalística de los diarios porteños, pero nunca leí tales artículos.
No fue una herida fatal. De hecho, Mariano sobrevivió a la descarga. Sí fue, en cambio, un disparo doloroso que requirió de múltiples cirugías para reparar el daño. La bala había salido en dirección descendente, de manera diagonal y, en medio de su trayectoria, le destrozó limpiamente ambos testículos. “No quedó rastro de ellos”, me contó un conocido de él. Finalmente, el proyectil se enterró en el hueso de la pelvis y de allí tuvieron que extraerlo. El resultado fue una parálisis parcial de la pierna derecha y una infertilidad permanente.
Incluso después de su recuperación, ni Melina ni yo volvimos a saber de Mariano. Quizás estaba demasiado avergonzado para mostrarse en público o quizás le había sucedido algo peor. El estado mental y emocional que lo asaltó a partir de entonces estuvo fuera de nuestro conocimiento. Mariano se convirtió primero en un misterio, luego en el objeto de nuestros chistes y finalmente en un simple recuerdo. Y así fue como se borró de nuestras vidas, de una manera tan sufrida como el tormento que había impuesto sobre nosotras. Por fin nos había dejado en paz.
Por supuesto, no había manera de que supiéramos todo esto mientras mirábamos los acontecimientos desde la barra del bar. Porque en medio del caos de sirenas, gritos y gente chusma que se amuchaba alrededor del café Bernal, en lo único en que podía concentrarme era el charco de sangre que inundaba la vereda. Fue terrible, la primera vez en mi vida que veía algo similar. Aun luego de que se disolvió la multitud y una empleada del local se puso a baldear para limpiar aquella mancha, yo seguía anonadada. En mi mente, esa huella escarlata estaría para siempre mancillando la paz de aquel sitio.
Hay experiencias en la vida que te cambian, te hacen repensar la trayectoria de tus actos y te interpelan acerca de tu lugar en el mundo. Retrospectivamente, puedo identificar a ésta como una de ellas. Fue tan rápida, fortuita y cruel, que jamás volví a sentirme a salvo ni en el café ni en el bar. Jamás volví a ver el mundo con los mismos lentes de color de rosas. Jamás volví a confiarme al andar por la calle. Hubo una parte de mi juventud que se perdió en aquel instante, como si la inocencia que no sabía que aún poseía hubiese sido ultrajada de manera definitiva. El mundo era ahora un sitio peligroso, uno que podía ponerle fin a todo de un segundo al otro por algo tan insólito como una tentativa de robo.
Y quizás lo que más se ha quedado grabado en mi memoria fue la reacción de Melina. No despegaba la mirada del lugar, absorbiendo cada detalle del espectáculo que se había desatado delante de las dos. Para mi sorpresa, vi cómo una sonrisa se dibujaba lentamente en su rostro hasta dejar expuestos cada uno de sus dientes perlados.
-¿Por qué estás tan contenta de repente? -le pregunté.
Ella clavó una vez más sobre mí sus hermosos ojos color miel, acarició mi mejilla y me dijo, con una suavidad inusitada:
-Hécate finalmente ha escuchado mis plegarias.
La tomé de las manos y le di un beso en los labios. Nunca la había deseado tanto.

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February 29, 2024
¿Por qué es importante leer clásicos?
Si sos lector habitual de este blog, sabrás que los clásicos son una parte importante de mi vida lectora. La mayor parte del tiempo la dedico a consumir obras literarias de los siglos XVIII, XIX y de la primera mitad del siglo XX. Y, si bien me interesa mucho leer novelas de otros períodos, mis gustos se centran en dichas épocas. Pero sea que se trate de clásicos modernos, medievales o de la Antigua Grecia / Roma, los clásicos son una parte esencial de la formación de todo lector. A través de ellos, logramos conectarnos con las mentes creativas de grandes narradores del pasado, cruzar un portal que nos transporta hacia otra época histórica y aprender lecciones universales que atañen a la humanidad en su conjunto.
Dado que los clásicos poseen un poder enriquecedor del que todos podemos beneficiarnos, si sos un lector que aún está dudando acerca de si te conviene empezar a consumirlos o no, aquí te dejo algunas razones por las que es importante leer clásicos.
¿Por qué es importante leer literatura clásica?1. Los clásicos tienen gran relevancia históricaLa literatura clásica tiene dos funciones esenciales: le habla a los lectores de su propio tiempo, pero también discute los pormenores de su época con lectores del futuro. A través de ella, comprendemos las preocupaciones de las generaciones pasadas, las razones que generaron los acontecimientos históricos, el sentimiento colectivo de una determinada población y nos damos cuenta de que la Historia nunca fue tan blanca y negra como previamente creíamos. Al compenetrarnos íntimamente con sus distintos momentos históricos, los clásicos nos permiten descubrir nuestra propia visión del mundo y reflexionar acerca de cómo proyectaremos las lecciones del pasado en el presente y en el futuro.
2. Los clásicos tienen una relevancia actualMuchos de los temas y lecciones que encontramos en los clásicos son de carácter atemporal y pueden aplicarse de manera universal en nuestras vidas actuales. Esto se debe a que la experiencia humana tiende a compartir ciertas características comunes que trascienden las limitaciones temporales y que nos unen como especie a lo largo de los siglos. Sea que se trate del amor, las penurias económicas, las expediciones, el autodescubrimiento, las conspiraciones, la amistad, la tragedia o la muerte, los clásicos nos ayudan a reconectarnos con nuestras propias experiencias y ver en ellos un reflejo de nuestras propias vidas. De este modo, podremos poner en contexto al mundo actual a través de la lente de la literatura de otros siglos, teniendo muy presente que los seres humanos afrontamos conflictos que han existido desde siempre.
3. Te ayudan a apreciar el talento narrativo Si bien no es el caso de todos ellos, es cierto que muchos clásicos han sobrevivido el paso del tiempo porque son libros bien escritos, con historias hábilmente narradas que emplean instrumentos lingüísticos y estéticos que evidencian el talento de su autor. Es muy difícil que una obra mediocre o de baja calidad continúe en circulación después de la muerte del escritor que le dio origen, por lo que el paso del tiempo permite decantar el talento narrativo dentro del mundo literario. Además, con la evolución del lenguaje a lo largo de los siglos, cada época histórica genera clásicos que emplean distintos artilugios narrativos que pueden inspirarnos, desconcertarnos o intrigarnos. Y parte de este viaje de apreciación es uno de los grandes placeres de leer clásicos.

Así como no podemos entender el desarrollo de la filosofía occidental sin la lectura de Platón y Aristóteles, es imposible comprender el desarrollo de la literatura universal sin familiarizarnos con ciertos clásicos. Muchas de las historias más longevas de nuestra literatura son reediciones y reconversiones de historias que diversos autores han homenajeado, modificado o adornado en nuevos formatos literarios. Así como los autores se han ido influyendo entre sí a lo largo de los siglos, las historias de ficción se han ido salpicando las unas a las otras con el paso del tiempo. La literatura consiste en una larga conversación entre autores y lectores que se extiende a lo largo de muchas épocas históricas. Leer clásicos te permitirá sumarte a esa conversación y encontrar tu propio lugar dentro de ella.
Como discutí brevemente en mi artículo acerca de Los beneficios de leer libros de ficción, uno de los elementos más importantes de adentrarte en los clásicos es la generación de empatía. Pero si bien la ficción en general te ayuda a empatizar con otras personas, poniéndote en sus zapatos y comprendiendo las dificultades y conflictos a las que deben hacer frente; los clásicos te ayudan a ganar perspectiva acerca del pensamiento que las personas han tenido a lo largo de los siglos. Esto es útil para entender el desarrollo de las distintas formas de entendimiento humano, las ideologías más extrañas y los modos de vida más ajenos al tuyo. A través de los clásicos, comprendemos el mundo con una mayor profundidad y entendemos mejor a los muchos tipos de personas que en él habitan.
Los clásicos son clásicos por una razón: se componen de historias que todos conocemos. Sea que se trate de los sufrimientos descriptos por Victor Hugo en "Los Miserables", los romances elaborados por Shakespeare en "Romeo y Julieta", los conflictos maritales en las múltiples novelas de Jane Austen, la turbulencia emocional de "Cumbres Borrascosas" de Emily Brontë o el horror contenido en los relatos de Edgar Allan Poe, las narraciones clásicas han penetrado en la cultura universal hasta tal punto que sus personajes, temas y tramas forman parte de la imaginación colectiva. Familiarizándote con dichas historias, podrás comprender las múltiples referencias culturales que nos rodean y a ellas se relacionan.
7. Es un desafío con grandes recompensasNo todos los clásicos son lecturas sencillas. Suelen ser libros extensos, con un vocabulario elaborado y personajes complejos. Sin embargo, hacer el esfuerzo por leerlos traerá grandes recompensas: te volverán un lector más atento, mejorarán tus habilidades tanto lectoras como interpretativas, te harán reflexionar acerca de grandes ideas y te transformarán en una persona mucho más culta.
Los beneficios de leer clásicos son abundantes. ¿Qué estás esperando para adentrarte en sus páginas? :)

SOBRE EL AUTOR Mi nombre es Rodrigo. Soy un escritor independiente Argentino, apasionado por contar historias y compartir reflexiones. Si bien mi campo predilecto es la ficción, en este blog les hablo sobre todo lo que pasa por mi cabeza: mi vida, mis experiencias, mis visiones del mundo y mi proceso creativo. Escribo desde chico ficción contemporánea y ficción gótica. He publicado relatos cortos y novelas que están disponibles para lectores de todas partes del mundo. A través de este blog, espero ayudarte a encontrar tu próximo libro favorito.
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February 22, 2024
10 libros ideales para iniciarse con la lectura
La experiencia que tenemos con la lectura es muy personal y varía de individuo a individuo. Algunos consumimos libros desde muy pequeños, habiendo aprendido de jóvenes la belleza intrínseca de los mundos de ficción y de las emociones intensas que nos produce el ponernos en los zapatos de un personaje surgido del talento de un escritor. Otros descubren el amor por la lectura en la adolescencia, a partir de las asignaturas literarias del colegio secundario, encontrando que muchos de los libros que estudiaban en clase les resultaban más agradables de lo que habían imaginado.
Sin embargo, hay un pequeño grupo de personas adultas que están interesadas en volverse lectoras, pero que aún no han desarrollado el hábito de la lectura o se sienten abrumadas por la gran cantidad de opciones para elegir. Para estos lectores principiantes, el principal temor suele ser que el libro seleccionado resulte denso, aburrido o impenetrable, o que al empezar una obra literaria equivocada, terminen abandonando todo deseo de lectura futura. Generalmente, se trata de personas que han intentado adentrarse en la ficción en el pasado, pero las malas experiencias las han disuadido de continuar explorando el mundo de los libros.
Si este es tu caso, me gustaría recomendarte diez historias que pueden ayudarte a iniciar tu viaje literario y a amigarte con el hábito de la lectura. Si bien todos ellos presentan distintos niveles de dificultad -algunos tienen un lenguaje más elaborado y otros utilizan uno relativamente sencillo-, se trata de historias cortas, accesibles, que pueden ser consumidas sin demasiado esfuerzo. He tratado de diversificar los temas y los géneros, para que puedas elegir el que te resulte más atractivo. Espero poder ayudarte a encontrar un amor verdadero por los libros.
10 libros ideales para iniciarse con la lectura1. El quinto hijo - Doris LessingLa ganadora del Premio Nobel de Literatura en 2007, Doris Lessing, ha sido reconocida por su estilo íntimo a la hora de escribir. Su novela titulada "El quinto hijo" es un buen ejemplo de sus grandes virtudes. Se trata de un relato gótico contemporáneo que nos habla sobre las ansiedades de las madres respecto al embarazo, siguiendo la vida de una joven pareja cuyo quinto hijo constituye una amenaza terrorífica. Este niño, nacido deforme, con un hambre insaciable, poseedor de una fuerza física mayor a la habitual y con un grado de violencia inusitado, prometerá sembrar el caos dentro de la vida de sus temerosos padres.
Es una de esas lecturas de prosa ligera, que te atrapa desde la primera hasta la última página y que te sumerge en la psicología de dos individuos sometidos a un predicamento bastante singular.
2. Tokio Blues / Norwegian Wood - Haruki MurakamiUna de las más populares novelas de Haruki Murakami, que sigue siendo leída y admirada en la actualidad, es Norwegian Wood (A veces editada también con el título "Tokio Blues"). Nos presenta una historia cuyo protagonista, Toru Watanabe, es un joven que está lidiando con una conflictiva relación entre dos mujeres -Midori y Naoko-. Explorando temas como la pérdida, el luto, las enfermedades mentales y un constante pesimismo ante la vida, Murakami nos presenta un reflejo muy realista de las preocupaciones juveniles de una sociedad japonesa que navegaba los cambios radicales de los años sesenta.
Este libro es ideal para inmiscuirte en ese océano sin fondo que es la literatura contemporánea japonesa, una tradición de obras de ficción muy rica e interesante, que suele cultivar una atmósfera de nostalgia y melancolía.
3. Un hombre llamado Ove - Fredrik BackmanLa novela debut de Fredrik Backman, Un hombre llamado Ove, es una enternecedora historia sobre un hombre mayor -gruñón, cascarrabias y enfrentado con el mundo- que entabla una relación con una joven familia que se muda a la casa de al lado. Detrás de la amargura superficial que exhibe el señor Ove, existe una historia personal envuelta en tristeza. Mezclando un tono de comedia con otro de melancolía, la novela nos adentra en un universo de emociones reprimidas, personajes memorables y amistades inesperadas.
Esta novela fue adaptada al cine en 2015 y 2022, y continúa siendo leída y apreciada por lectores de todas partes del mundo. Pese a todos los defectos propios de una novela debut, Backman exhibe una capacidad para conmover que lo distingue de otros autores contemporáneos.
4. Un mal principio - Lemony SnicketLa primera novela infantil / juvenil que incluyo en esta lista es la que dio origen a la "Serie de catastróficas desdichas" -mejor conocida como la "Serie de eventos desafortunados"- de Lemony Snicket. En dicha saga de novelas cortas ilustradas, seguiremos los infortunios de un trío de huérfanos cuyos padres han muerto en un incendio: Violet, Klaus y Sunny Baudelaire. Se trata de tímidos pero inteligentes niños que se verán sometidos a una larga serie de adversidades que los pondrán en el centro de un complot para apoderarse de la fortuna que pertenecía a sus padres. En Un mal principio, los huérfanos Baudelaire están todavía lidiando con el luto por la pérdida de su familia, mientras son encomendados al cuidado de un tío lejano -el conde Olaf-, que demostrará un sádico placer al torturarlos y forzarlos a difíciles tareas hogareñas.
Pese al estilo narrativo que imita a rajatabla el tono de los libros infantiles, los elementos de maltrato, abuso infantil, muerte y melancolía que contienen estas novelas están más bien destinadas a un publico maduro. El extraordinario uso que hacen del humor negro, rompiendo constantemente su narrador la cuarta pared y comentando acerca de los artilugios de la construcción de la historia, las transforman en un experimento de ficción único y muy recomendable.

La gran maestra de la novela policial inglesa, Agatha Christie, es conocida por su detective ficcional Hércules Poirot y por sus atmosféricos misterios de asesinatos. Los diez negritos, publicada en 1939, no sólo es su obra más conocida, sino que se trata de la novela policial más vendida de todos los tiempos. Nos presenta una narrativa estructuradamediante la letra de una canción folklórica popular, que es justamente la que le da título. La historia sigue eldilema de un grupo de ocho personas que llegan a una pequeña y aislada isla en lacosta inglesa. Diez miniaturas adornan el sitio donde se hospedan y copias delas rimas de dicha canción aparecen en cada habitación. Uno a uno, losinvitados son asesinados, a medida que va desapareciendo cada una de lasminiaturas sobre la mesa. Pronto descubriremos que todos están conectados por unpasado oscuro de crímenes impunes.
Diez negritos esuna de las mejores historias policiales jamás escritas, con una estética inigualabley un final sorpresivo e inteligente.
6. El jugador - Fiodor DostoievskyDado queDostoievsky es uno de los autores más importantes de todos los tiempos, nopodía no incluir uno de sus libros. La más accesible, amena y breve de susobras de ficción es El jugador, una novela corta muy lograda. Con elementos autobiográficos que exploran lapropia adicción al juego del autor, la narración sigue los pasos de Alexei Ivanovich,un tutor de una familia rusa comandada por un respetable General, quien se aloja enun hotel alemán. Este muchacho está perdidamente enamorado de la joven Polina,hijastra del General, y tiene una tía estrafalaria que le heredará una granfortuna. Alentado por la joven y luego por su propia adicción, Alexei pondrá enjuego su herencia a través del juego y amenazará con destruir todos sus objetos de deseo.
Con un sentidodel humor extraordinario, Dostoievsky explora la psicología humana de las personasque voluntariamente eligen el camino hacia su propia destrucción.
7. El sabueso de los Baskerville - Arthur Conan DoyleSiguiendo con el género de la novela policial, nos encontramos con una de las más famosas entregas de la serie de Sherlock Holmes de Sir Arthur Conan Doyle: El sabueso de los Baskerville. La historia desarrolla un caso donde interviene una leyenda acerca de un sabueso diabólico que supuestamente tiene un origen sobrenatural. Ambientado en los bosques del suroeste de Inglaterra, en sitios salvajes donde es fácil perderse, lo protagoniza una serie de personajes de la alta sociedad que se encuentran aterrorizados por la amenaza de este animal fatal. Sin embargo, las pistas con las que se involucra el detective nos revelarán un perverso complot detrás de los eventos inexplicables que transcurren en la novela.
Llena de intriga y giros de trama, El sabueso de los Baskerville es una de las novelas policiales más aclamadas del siglo XIX, una que permanece sorprendentemente moderna a pesar del tiempo que ha pasado desde su publicación.
8. El viejo y el mar - Ernest Hemingway Una de las más celebradas novelas del Premio Nobel de Literatura en 1954, Ernest Hemingway, es quizás la más breve de su producción: El viejo y el mar. La trama es muy sencilla: un pescador anciano llamado Santiago consigue atrapar a un pez marlín gigante luego de una lucha encarnizada, para luego perderlo ante los tiburones. Pese a su simpleza y brevedad, el libro está plagado de simbolismo y alegorías cristianas, sirviendo de reflexión sobre el lugar del hombre en el mundo y explorando la naturaleza del sufrimiento humano.Esta novela corta es sujeto de estudio y análisis en casi todas las universidades del mundo y continúa siendo considerada uno de los grandes clásicos literarios del siglo XX. Más allá de su elaborada construcción, su prosa es sencilla y accesible y se lee muy fácilmente.9. Colmillo blanco - Jack London La novela más conocida de Jack London, Colmillo Blanco, es una lectura obligada para todos los amantes de los animales. Publicada originalmente en 1906, ha tenido un sinnúmero de adaptaciones al cine, teatro y televisión. Trata sobre la relación entre hombre y animal y explora el conflicto entre lo salvaje y la civilización. Cuenta la historia de un perro-lobo que es rescatado de un dueño abusador y poco a poco va domesticándose gracias a la bondad y paciencia de su nuevo dueño, Weedon Scott. Este proceso hace que Colmillo Blanco termine defendiendo al padre de Weedon cuando éste es atacado por un convicto prófugo. Si bien la idea de domesticar animales salvajes como aquí se relata es más una fantasía que una realidad, se trata de una temática que era muy popular durante el siglo XIX y un artefacto que le ganó la fama literaria a Jack London.10. Desayuno en Tiffany's - Truman Capote De todas las novelas de Truman Capote, Desayuno en Tiffany's es quizás la más accesible y entretenida de su producción. Nos cuenta la historia de Holly Golightly, una socialité neoyorkina proveniente del ámbito rural, que se dedica a socializar con hombres ricos en restaurantes caros, con la esperanza de casarse con uno de ellos. Holly está intentando encontrar de esta manera una vía de escape a su vida de prostituta. Si bien el personaje principal es muy interesante, la historia está narrada desde el punto de vista de un amigo de Holly, quien nunca termina de conocerla del todo, por lo que la verdadera naturaleza de su vida y sus pensamientos quedan desconcertantemente abiertos a la interpretación. La novela suele ser recordada como el material de base para la famosísima película protagonizada por Audrey Hepburn en 1961, que supo extraer el humor cínico de Capote para explorarlo en la gran pantalla.
Esas fueron algunas de mis recomendaciones. Espero que te hayan sido útiles. Si tenés otros libros para recomendar, dejamelos en los comentarios :)

SOBRE EL AUTOR Mi nombre es Rodrigo. Soy un escritor independiente Argentino, apasionado por contar historias y compartir reflexiones. Si bien mi campo predilecto es la ficción, en este blog les hablo sobre todo lo que pasa por mi cabeza: mi vida, mis experiencias, mis visiones del mundo y mi proceso creativo. Escribo desde chico ficción contemporánea y ficción gótica. He publicado relatos cortos y novelas que están disponibles para lectores de todas partes del mundo. A través de este blog, espero ayudarte a encontrar tu próximo libro favorito.
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February 15, 2024
Glamourama: el terrorismo con perfume de Chanel

Glamourama de Bret Easton Ellis es uno de los libros más singulares que he leído jamás. Es una brillante sátira social, un comentario sobre la cultura de las celebridades a fines del siglo XX y una importante reflexión acerca de los pormenores de la fama y el estatus en su relación con la política y el poder. Considerada por su propio autor como su obra más importante, Glamourama nos presenta un mundo de irresistibles excesos, diálogos risibles y un pintoresco reparto de histriónicos personajes que permanecen en la memoria mucho tiempo después de haber terminado con la lectura.¿Quién es Bret Easton Ellis? Nacido en 1964 en California, Ellis se formó en el Bennington College junto a Donna Tartt y un pequeño pero nutrido nicho de escritores e intelectuales que serían muy influyentes en la década de los noventa. Formó parte de lo que la prensa estadounidense denominó el Brat Pack, un grupo de escritores a los que se consideraba jóvenes promesas y que presentaban un estilo único, fresco y minimalista inspirado en autores como Raymond Carver y Ann Beattie. Estaba formado principalmente por Bret Easton Ellis, Tama Janowitz, Jay McInerney y Jill Eisenstadt. Las historias de Ellis suelen girar hacia la sátira social, explorando la vida de personajes fallidos, generalmente en situaciones extremas y con poca o nula autopercepción. Ha ganado adeptos y detractores por igual por inmiscuirse con la psicología de personajes psicópatas, violentos, misóginos, vápidos y autodestructivos. Entre sus novelas más famosas se encuentran: American Psycho, Menos que cero, Las leyes de la atracción, Los destrozos y Glamourama.¿De qué trata Glamourama? Protagonizada por un joven y exitoso supermodelo llamado Victor Ward, la novela nos presenta un mundo de excesos, glamour y superficialidad, donde las apariencias físicas y el quién-es-quién determinan el valor de las personas. Con contínuas referencias a actores, modelos y escritores famosos a principios de los noventa, la narración navega los pormenores de la vida cotidiana de Victor, enredado en fiestas excesivas que preanuncian su intento de apertura de un club nocturno que promete dar mucho que hablar en el futuro cercano. Sin embargo, la misteriosa muerte de la DJ contratada para el estreno, sumada a una extraña serie de acontecimientos peligrosos que parecen acecharlo, terminarán empujándolo a un viaje en barco hacia Europa, donde entablará relación directa con un grupo de supermodelos convertidos en terroristas y terminará en el epicentro de un complot internacional que involucra gobiernos, espías e interminables asesinatos.


SOBRE EL AUTOR Mi nombre es Rodrigo. Soy un escritor independiente Argentino, apasionado por contar historias y compartir reflexiones. Si bien mi campo predilecto es la ficción, en este blog les hablo sobre todo lo que pasa por mi cabeza: mi vida, mis experiencias, mis visiones del mundo y mi proceso creativo. Escribo desde chico ficción contemporánea y ficción gótica. He publicado relatos cortos y novelas que están disponibles para lectores de todas partes del mundo. A través de este blog, espero ayudarte a encontrar tu próximo libro favorito.
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February 8, 2024
6 Novelas del siglo XVIII que valen la pena
Como fan de los clásicos que soy, estoy acostumbrado a leer literatura de siglos pasados. Las novelas del siglo XIX guardan un lugar especial en mi corazón (especialmente aquellas de origen europeo, tanto inglesas como francesas, rusas y alemanas). Sin embargo, he notado que poco se discute en las redes sociales acerca de los clásicos del siglo XVIII y casi no he visto en ellas recomendaciones de libros de dicho período.
Quizás tenga que ver con un prejuicio latente hacia la literatura de la época o con la concepción errónea de que los libros de este siglo han quedado anticuados, son ilegibles o no tienen mucho interés para los lectores actuales. Por eso mismo, he decidido corregir tales ideas recomendando seis novelas del siglo XVIII que valen la pena. Quizás encuentres entre ellas a tu próximo clásico favorito.
Características de la literatura del siglo XVIIIEl llamado Siglo de las luces, esplendor del neoclasicismo y de las ideas de la Ilustración, fue también el auge de la sátira política, de la novela de ideas y de la ficción de tipo picaresca. El mundo estaba atravesando una profunda transición que se vio reflejada en las obras del momento.
Era muy común que los escritores publicaran libros de ficción como respuesta a otras historias, o como crítica a las ideas que intentaba popularizar algún escritor contemporáneo. Esta característica interactiva y conversatoria entre las distintas obras narrativas evidencia que la lectura era un pasatiempo de élite destinado a un grupo reducido dentro de la sociedad. Se esperaba que el lector de dichas piezas estuviera versado en una gran variedad de autores y que reconociera de manera intuitiva las referencias que los escritores ponían en sus libros.
Dado que las sociedades estaban viviendo un tumultuoso período de revoluciones y cambios radicales, la literatura intentaba reflejar el espíritu de dichas convulsiones, la caída del estatus social (experiencia cada vez más común entre la nobleza europea de la época), la curiosidad geográfica producto de la expansión colonial y la comparación entre el estado natural del hombre y su versión civilizada. Con el cuestionamiento definitivo al poderío de la Iglesia, entró en auge la novela libertina, cuya popularidad se extendió por todo el continente europeo. También aparecieron la novela epistolar, la novela sentimental, la novela gótica y la novela de aventuras.
6 novelas del siglo XVIII que valen la pena1. Clarissa, o la historia de una joven dama - Samuel Richardson (1748)A pesar de que Samuel Richardson ya había ganado notoria fama con su best-seller Pamela (ampliamente parodiado y criticado en su época), se suele considerar a Clarissa como su mejor obra literaria. En la tradición típica de la Ilustración de la novela de enseñanza -que buscaba transmitir los valores del autor al ámbito personal del lector-, Clarissa nos ejemplifica cómo el deseo de poder y el dinero son capces de destruir la vida de una persona. La joven Clarissa Harlowe proviene de una familia que ha adquirido riquezas recientemente, y cuya preocupación por el mantenimiento del dinero y el estatus alimentarán la idea de forzarla a un matrimonio arreglado. Clarissa se resiste a dicho destino, buscando la protección de un aristócrata que despierta la desaprobación de sus padres. Sin embargo, las falsas promesas de matrimonio de éste, junto a sus inescrupulosos avances sexuales, pondrán a Clarissa en un predicamento difícil y vertiginoso.
Considerada una de las novelas más extensas jamás escritas en lengua inglesa, Clarissa se construye con fragmentos de cartas que retratan la psicología conflictuada de uno de los personajes literarios más interesantes concebidos durante el siglo XVIII.
2. Las amistades peligrosas - Choderlos de Laclos (1782)Quizás mi favorito de esta lista, Las amistades peligrosas de Choderlos de Laclos ejemplifica que una buena obra literaria permanecerá vigente sin importar en el siglo que sea leída. Al igual que Clarissa, es una novela epistolar que se constituye de cartas entre dos personajes libertinos de la aristocracia francesa: la marquesa de Merteuil y el vizconde de Valmont. Estos dos sujetos, ex-amantes convertidos en rivales, buscan destruirse mutuamente a través de una serie de complots de seducción, engaños y manipulaciones que involucran tanto a su círculo íntimo como a respetables miembros de la nobleza local.
Reconocida como una de las obras maestras de la literatura francesa, Las amistades peligrosas nos lleva a los rincones más oscuros del alma humana, enseñándonos cómo la obsesión con la superficialidad y el placer pueden tener consecuencias muy profundas en nuestras vidas. Escrito con una intensidad emocional que preanuncia el surgimiento del movimiento romántico, este libro fue concebido con el único propósito de "hacer ruido y permanecer en esta Tierra" luego de la muerte de su autor. Y, en ese sentido, cumplió al pie de la letra con su intención.

3. La vida y las opiniones de Tristam Shandy, caballero - Laurence Sterne (1759)
Inspirada por Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes, Tristam Shandy de Laurence Sterne es un vívido relato que se convirtió en clásico debido a su estilo singular y su cómica rebeldía frente a los cánones literarios del momento. Siendo uno de los más tempranos ejemplos de marketing literario, la novela es una extensa obra de naturaleza experimental, cuyo único propósito es ensalzar con intriga a su protagonista. Es, en esencia, la autobiografía ficcional y compleja de un hombre sin una vida destacable. Como lo sugiere el título, la novela intenta ser una narración de la vida de su autor, pero el chiste detrás de ella es que éste es incapaz de explicar nada de manera sencilla, por lo que debe desviarse por tangentes y hechos secundarios que lo distraen de lo que quería explicar. Es por eso que no llegamos al nacimiento del protagonista hasta el tercer volumen del libro.
Gran parte de la historia transcurre entre conflictos y malentendidos domésticos, oponiendo los temperamentos de Walter y el Tío Toby, personajes que mantienen nuestro interés en la historia. Además, nos habla de los padres del protagonista e ilustra escenas de su niñez. Entre cada evento, Tristam -el narrador- se explaya acerca de la naturaleza de las diversas prácticas sexuales, los insultos, los nombres, la guerra, la filosofía y la influencia de las narices en la vida social. Hacia el final del libro, el narrador ha sido totalmente incapaz de contar nada de substancia acerca de su propia vida, habiéndonos sumergido más en sus opiniones que en su biografía.
Tristam Shandy es una pieza literaria muy especial porque es la primera instancia reconocible de lo que luego se convertiría en el "flujo de conciencia", sirviendo de inspiración directa para las novelas de Virginia Woolf.
4. Cándido, o el optimismo - Voltaire (1759)Durante el siglo XVII, el filósofo alemán Gottfried Wilhelm von Leibniz se hizo famoso por su llamada "filosofía del optimismo", una postura teológica y filosófica que intentaba justificar las imperfecciones del mundo con la idea de que éstas son el punto "óptimo entre todos los mundos posibles". Bajo dicha postura, Dios no habría creado nunca un mundo imperfecto si él conociera la posibilidad de una existencia mejor. Por lo tanto, los defectos que existen en el mundo son el mejor escenario posible para cada ser humano. Dado que estas ideas eran absurdas -incluso para la época-, muchos autores se decidieron a cuestionarlas y debatirlas.
Sin embargo, no hubo mejor refutación para ellas que la novela satírica titulada "Cándido o el optimismo" de Voltaire -para muchos, el magnum ópus del autor-. En ella, Voltaire nos cuenta los pormenores de la vida de un joven aristócrata llamado Cándido, que viene al mundo en un hogar de lujos paradisíacos y es adoctrinado por su mentor -el profesor Pangloss- en las ideas del optimismo de Leibniz. Gran parte de la narración sigue el interés romántico de Cándido por una joven llamada Cunegunda, quien rápidamente se convierte en el amor de su vida. Sin embargo, el pobre muchacho es sometido a una serie de duras pruebas de difícil resolución, que lo harán sufrir el desamor, la guerra, el exilio, el secuestro, la tortura, los desastres naturales, la malicia humana y el dolor emocional. Hacia el final del libro, Cándido empezará a desilusionarse con la vida y con la idea de que éste es "el mejor de todos los mundos posibles".
La narración es intensa, rápida -quizás tan vertiginosa que marea- y está plagada por un tono de comedia que la vuelve muy ligera de leer. No sólo sirve como sátira del optimismo de Leibniz, sino que también parodia todos los clichés de la novela de aventura, las historias de romance y la novela picaresca; además de criticar a la Iglesia, al Gobierno, a la religión organizada, a los filósofos y a sus filosofías.
5. Evelina, o la historia de la entrada al mundo de una joven dama - Fanny Burney (1778)Otra novela epistolar de gran éxito europeo, Evelina de Frances "Fanny" Burney, nos cuenta la historia de la hija ilegítima de un aristócrata inglés que fue criada en el aislamiento rural hasta cumplir los diecisiete años. Luego de una serie de cómicos eventos, la muchacha se verá inmiscuida en la alta sociedad inglesa del momento, en la que conocerá a un notable caballero con quien entablará una relación romántica. La belleza y el estatus social ambiguo de Evelina despertarán el interés de todos y, a la vez, una serie de especulaciones poco felices acerca de ella. La falta de modales y de cultura refinada la dejarán vulnerable al ridículo y a las habladurías de los nobles que la rodean. La historia nos presenta un reflejo de los males sociales del momento, de las actitudes hipócritas de la aristocracia y de los efectos de la educación en el desarrollo de las personas.
Evelina es, quizás, el mejor ejemplo de la "novela sentimental", género que buscaba generar una respuesta emocional en el lector, y sirvió como precursor del romanticismo temprano. Al mismo tiempo, es un ataque satírico contra el nuevo consumismo que trajo la Revolución Industrial y una exploración de la posición de la mujer en la sociedad londinense de fines del siglo XVIII.
6. Moll Flanders - Daniel Defoe (1722)Publicada durante su período de madurez como escritor, Moll Flanders es una de las más logradas obras literarias de Daniel Defoe. Se trata de una novela picaresca que sigue las aventuras de una mujer lujuriosa e intransigente que intenta abrirse paso entre la sociedad inglesa del siglo XVIII. Narrada como una autobiografía, la historia comienza con el nacimiento en prisión de la joven Moll, y explora sus años de prostitución, hurto y engaños que la conducen a un espiral de contradicciones que involucran seis matrimonios y numerosos hijos -reconocidos y no reconocidos-. Eventualmente, presenciaremos la desintegración moral de Moll, luego de una larga vida de intenso melodrama.
Esta novela posee una gran relevancia histórica, ya que se atrevió a cuestionar los roles de género de la mano de uno de los escritores más populares, sirviendo como modelo femenino de relaciones y amistades que no se conformaban a las normas sociales de su tiempo. A su vez, contribuyó al empoderamiento femenino que luego elaborarían muchas escritoras feministas del siglo XVIII, ya que nos muestra a las mujeres como creadoras de su propia fortuna y capaces de pasar de la pobreza a la riqueza por sus propios medios.
Espero que esta lista te haya sido útil. ¿Cuáles son tus novelas preferidas del siglo XVIII? Contame en los comentarios :)

SOBRE EL AUTOR Mi nombre es Rodrigo. Soy un escritor independiente Argentino, apasionado por contar historias y compartir reflexiones. Si bien mi campo predilecto es la ficción, en este blog les hablo sobre todo lo que pasa por mi cabeza: mi vida, mis experiencias, mis visiones del mundo y mi proceso creativo. Escribo desde chico ficción contemporánea y ficción gótica. He publicado relatos cortos y novelas que están disponibles para lectores de todas partes del mundo. A través de este blog, espero ayudarte a encontrar tu próximo libro favorito.
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February 1, 2024
Diario de escritura 8: Sesiones intensas de escritura

Como muchos de ustedes saben, estoy dedicando este verano a la escritura de mi segunda novela -una de estilo gótico ambientada en mi ciudad- y he tratado de avanzar a paso vertiginoso con el proyecto así puedo tenerlo culminado lo antes posible. Si bien he procurado escribir al menos una hora por día, esta ventana de tiempo no siempre ayuda a adelantar la velocidad de concepción de la historia. Por lo tanto, he decidio empezar a experimentar con las sesiones intensas de escritura, al menos una vez por semana.
¿En qué consisten las sesiones intensas de escritura?Quienes se hayan adentrado en una empresa creativa, sabrán que el estado mental necesario para llevarla a cabo no siempre depende de la voluntad. Existe un "humor" especial que facilita el proceso de creación, en cuya ausencia se hace muy difícil desarrollarlo. Sin embargo, ante proyectos de larga duración y extensa longitud como una novela, uno no puede detenerse a esperar que dicho estado mental aparezca, sino que se debe avanzar a pesar de no estar allí. De lo contrario, la culminación de una pieza literaria se transformaría en una quimera imposible. Destinar un tiempo extra a la escritura es, entonces, imprescindible para cumplir con el objetivo.
Últimamente, he descubierto que soy capaz de dedicar, en el mejor de los casos, un máximo de una hora corrida para escribir un texto narrativo. Luego de ese lapso, soy incapaz de avanzar sin una pausa de por medio. Bajo mi nuevo experimento de sesiones intensas de escritura, aspiro a escribir al menos unas tres horas al día, una o dos veces por semana -el resto de los días me circunscribo a la hora pactada de escritura habitual-. He logrado grandes avances con este método, y espero sostenerlo a lo largo de las semanas de trabajo que me quedan. Trabajar de esta manera me permite concentrarme mucho mejor en la historia y transportarme sin interrupciones al mundo ficcional que estoy construyendo.
El efecto en el desarrollo del proyectoSi se preguntan cómo va avanzando la novela, me atrevería a afirmar que he superado un cuarto de ella y ya casi estoy alcanzando la mitad de su extensión. Me siento muy satisfecho con el resultado de lo que estoy escribiendo: considero que los personajes están quedando bien delineados y me agradan ciertos pasajes que me parecen bien escritos. Desearía poder agilizar para asegurarme un primer borrador antes de que se termine el verano pero, lamentablemente, la lentitud de mi proceso de escritura no me lo permite.

En cuanto a la historia, es relativamente sencilla, pero un poco más compleja que en mi novela debut "Melodías Sepultadas". Para aquella historia, me centré en el proceso interno -psicológico y emocional- de su protagonista como herramienta de estructuración del libro. Ahora, en cambio, cuento con una trama un poco más externa y tradicional -aún cuando la psicología de los personajes continúe siendo central-. Si bien empezó como una clásica novela gótica (mi intención original para el proyecto), muchos de sus elementos la acercan sorpresivamente a la estética del Dark Academia. El estilo y el tono están cumpliendo exactamente con lo que me propuse, lo que resultó un gran alivio, dado que desde un principio dudé acerca de mi capacidad para ejecutar este libro.
Detalles de mi próxima obra de ficciónUn aspecto que me está gustando es el hecho de que cuenta con pequeñas historias contenidas dentro del flujo narrativo central: narraciones secundarias de mitos, leyendas y hechos del pasado, que sirven para colorear e iluminar la historia principal. Continúo en la búsqueda de relatos locales -de mi país, pero específicamente de mi ciudad- para incluir en ella, ya que deseo que esta característica abarcativa se extienda durante el resto de la narración.
Estoy convencido de que mi segunda novela será mucho más atractiva para un público generalizado, especialmente para los amantes de los clásicos y los libros del siglo XIX. Mi estilo narrativo se acerca demasiado a las obras de dicho período -particularmente a las inglesas- y creo que tanto la ambientación como los personajes se inscriben en dicha tradición. Si bien ya tengo elegido el título, es demasiado temprano para revelarlo. Cuando esté más cerca de la culminación del manuscrito, les hablaré con mayores detalles al respecto.
Expectativas futurasSiento que me encuentro en un período de transición en mi vida. Por un lado, he encontrado cierta paz que me faltaba en los años que siguieron a mi retiro de la plataforma de youtube, y esto me ha otorgado la claridad necesaria para seguir escribiendo. Por el otro, tengo el presentimiento de que este libro será un momento bisagra dentro de mi carrera literaria, que me abrirá las puertas para desarrollar proyectos más ambiciosos y elaborados. Cuento con ideas de sobra para futuras novelas y compilados de cuentos, y me parece que la concreción de este libro será una experiencia fundamental en mi deseo de llevarlos a cabo.
Pronto continuaré hablándoles de la novela en nuevos "diarios de escritura" y les contaré cómo se van desarrollando las distintas etapas del proyecto. Mientras tanto, ¡deséenme mucha suerte!

SOBRE EL AUTOR Mi nombre es Rodrigo. Soy un escritor independiente Argentino, apasionado por contar historias y compartir reflexiones. Si bien mi campo predilecto es la ficción, en este blog les hablo sobre todo lo que pasa por mi cabeza: mi vida, mis experiencias, mis visiones del mundo y mi proceso creativo. Escribo desde chico ficción contemporánea y ficción gótica. He publicado relatos cortos y novelas que están disponibles para lectores de todas partes del mundo. A través de este blog, espero ayudarte a encontrar tu próximo libro favorito.
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January 25, 2024
El jardín secreto: Un clásico infantil para todas las edades

El año pasado leí uno de los clásicos infantiles más populares de todos los tiempos: El jardín secreto de Frances Hodgson Burnett. Y debo decir que me dejó bastante sorprendido. Si han venido siguiendo el blog, sabrán que no soy muy asiduo de la literatura infantil o juvenil, pero este relato de principios del siglo pasado marca una notable excepción. Se trató de una lectura tierna, entretenida y con demasiado mérito literario como para no hablar de ella.
¿De qué trata El jardín secreto?Ambientada a fines del siglo XIX, la novela está protagonizada por una niña de 10 años llamada Mary Lennox. Proveniente de un matrimonio inglés exiliado en la India, Mary sufre de la falta de afecto y de una total negligencia por parte de sus padres, quienes mueren inesperadamente en una epidemia de cólera. Esto obliga a Mary a trasladarse a Inglaterra para vivir con un tío desconocido, para desconcierto de la niña.
El tío de Mary, Archibald Craven, habita una espléndida pero lúgubre mansión de campo en Yorkshire. Afligido por la pérdida de su esposa, el hombre tiene poco tiempo para atender a su sobrina, quien vaga por los jardines y los recovecos oscuros de la mansión, asediada por un fastidio que poco a poco va amargándola. De por sí, Mary exhibe todos los rasgos típicos de una niña malcriada: se muestra taciturna, propensa a los berrinches y muy despectiva con los sirvientes que la atienden. De este modo, termina llevándose mal con todo el personal de la mansión.
Sin embargo, las caminatas al aire libre por los hermosos jardines del lugar, la amistad con un un muchacho apasionado por los animales llamado Dickon, y el descubrimiento de un convaleciente primo llamado Colin -con quien compartirá interesantes conversaciones nocturnas-, terminarán transformando el mal carácter de Mary en una curiosidad infantil que eventualmente la volverá más compasiva.
Gracias a sus interacciones con el jardinero de la propiedad, Ben Weatherstaff, Mary descubrirá que una de las más preciadas posesiones de su difunta tía era un maravilloso jardín escondido en los confines de las hectáreas de su tío que fue clausurado luego de la muerte de la mujer. Pronto, Mary comprenderá que su principal misión, a través de la cual intentará sanar el luto de su tío, será encontrar, restaurar y reinaugurar este jardín secreto que parece más salido de una leyenda antigua que de la propia realidad.

A pesar de haber sido publicada a principios del siglo XX, El jardín secreto sigue el estilo clásico de la novela de maduración de la época victoriana: una niña huérfana abandonada por el mundo que se enfrenta a una serie de eventos desafiantes que conducirán a su desarrollo emocional. Al igual que en los demás libros infantiles de la autora (El pequeño Lord, la Reina de Plata-Bell, El príncipe perdido), esta narración presenta una visión mágica de la naturaleza inspirada en los cuentos de hadas, con una estética tan singular como característica de la Inglaterra de su tiempo.
Quizás la tradición más importante en la que se inscribe es la literatura pastoral, presentándonos a los grandes jardines salvajes y al retozar de las plantas y los animales como un universo para el desarrollo de los sentimientos humanos. Después de todo, el jardín que le da título a la novela sirve como escenario para la gran tragedia de Lord Archibald y, también, como promesa de la felicidad futura de Mary y de sus seres queridos. Las descripciones que hace la autora de la belleza de las flores, el canto de los pájaros, los signos de las estaciones en los árboles, el olor de la lluvia y los constantes cambios en el clima son memorables y muy significativas desde un punto de vista literario. El poder simbólico de la naturaleza para expresar y describir emociones humanas es lo que Hodgson Burnett toma de dicha tradición, presentándonos al jardín de Misselthwaite Manor como un espacio de regeneración y renacimiento.
Por otro lado, la obra no se aleja demasiado de los temas oscuros que plagaban la ficción gótica y victoriana del momento: el luto perpetuo por un ser amado fallecido en la juventud, la discapacidad como un mecanismo de desarrollo de las miserias personales, las muertes inesperadas debido a epidemias incurables, la vida triste de los niños huérfanos y los pasillos oscuros y siniestros en las grandes mansiones que esconden fantasmas del pasado.
Mi opinión del libroPersonalmente, disfruté mucho leyendo El jardín secreto. No sólo me pareció una narración entrañable con personajes interesantes y una trama bien construida, sino que fue una que no dejó de entretenerme desde el principio hasta el final. Considero fascinante el estilo ambiguo del texto, anclado firmemente en la literatura infantil, pero sin renegar de las temáticas para adultos. Y creo que esta característica híbrida fue la que determinó su éxito de ventas desde el momento de su publicación, y una de las razones por las que sigue siendo tan leído en la actualidad. Es, en esencia, un clásico infantil para todas las edades.
No sólo recomiendo leerla, sino que además recomiendo mirar la adaptación cinematográfica de 1993 con Maggie Smith, Kate Maberly y Heydon Prowse. Es una versión muy fiel al libro que logra capturar su esencia inglesa, su estética victoriana y que no rehúye de sus temas más oscuros.
¿Has leído El jardín secreto? ¿Cuál es tu opinión de la novela? Contame en los comentarios :)

SOBRE EL AUTOR Mi nombre es Rodrigo. Soy un escritor independiente Argentino, apasionado por contar historias y compartir reflexiones. Si bien mi campo predilecto es la ficción, en este blog les hablo sobre todo lo que pasa por mi cabeza: mi vida, mis experiencias, mis visiones del mundo y mi proceso creativo. Escribo desde chico ficción contemporánea y ficción gótica. He publicado relatos cortos y novelas que están disponibles para lectores de todas partes del mundo. A través de este blog, espero ayudarte a encontrar tu próximo libro favorito.
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January 18, 2024
Los beneficios de leer libros de ficción

El hábito de la lectura es una herramienta primordial para obtener conocimiento y desarrollar el pensamiento crítico. Todos los campos del aprendizaje, desde las ciencias hasta las humanidades, involucran el uso activo de la capacidad lectora. Sin embargo, sólo un pequeño porcentaje de los libros publicados abarcan la literatura y las piezas de ficción. Pese a que mi blog está dedicado fundamentalmente a la narrativa, muchos me han preguntado por qué elijo leer libros ficcionales por encima de los ensayos o tratados filosóficos. Por eso me gustaría hablarte de los beneficios de leer libros de ficción.Características de un libro de ficción Un libro de ficción es un texto creado específicamente para plasmar una narrativa imaginaria, que contiene una historia estructurada mediante una trama y es desarrollada por personajes inventados enteramente por el autor. La palabra ficción proviene del latín "fictus", que significa "dar forma", del mismo modo que las historias de ficción son "formadas" o creadas por un escritor. Dentro de la categoría de libros ficcionales encontramos a las novelas, las obras de teatro y los poemas. A lo largo de los siglos, especialmente a partir de los siglos XVIII y XIX, los libros de ficción se convirtieron en un elemento fundamental de la cultura occidental, sirviendo como epicentro de expresión de nuevas ideas, de nacimiento de grandes personajes y de invención de historias que han cambiado la vida de millones de lectores.Los beneficios de leer libros de ficción1. Provocan empatía La narrativa ficcional es una gran máquina generadora de empatía. Esto es algo que –sospecho- todos los lectores ya hemos identificado en el pasado. Ponerte en los zapatos de otras personas y leer sobre situaciones que quizás vos mismo no hayas experimentado de primera mano te hace más empático ante las dificultades que viven otros seres humanos. Genera entendimiento y te ayuda a navegar los problemas ajenos con mayor receptividad. Un lector de libros de ficción es una persona más propensa a la comprensión de los demás y a la conexión con ellos.2. Alivian el estrés Todos necesitamos períodos de descanso en nuestro día a día. La mente no puede funcionar al 100% de su capacidad todo el tiempo. Leer ficción te induce a una especie de trance vívido, un estado mental similar a soñar despierto que produce una profunda relajación. No es casual que la mayoría de nosotros nos sintamos descansados luego de una hora de lectura, mucho más que después de escuchar música o de dar una caminata por la naturaleza. Esta cualidad es una herramienta poderosa a la hora de combatir el estrés y manejar nuestras propias tensiones personales.

Las historias te abren la mente en más de un sentido. Leer narraciones que traten temas sociales –particularmente sobre alienación o exclusión- te ayudan a ampliar tu perspectiva, ser más tolerante e inclusivo. Y en un mundo cada vez más signado por el odio y la intolerancia, los lectores de ficción seremos aquellos que más contribuiremos al entendimiento de las experiencias minoritarias de la sociedad.
7. Amplían el vocabulario Esto es cierto de la lectura en general, pero la literatura tiene un bonus adicional: te sirve para poner en palabras ciertos sentimientos y pensamientos que quizás antes no sabías cómo expresar. Te brindan un lenguaje para la expresión individual y te ayudan a describir aquello que antes te resultaba indescriptible.8. Desarrollan la creatividad A diferencia del cine o del teatro, la ficción literaria tiende a demostrar un carácter ambiguo. Esto permite despertar la creatividad y alivianar la “necesidad de cierre cognitivo” de aquellos que no leen ficción. Es decir, uno de los ingredientes principales de la ficción es la presencia de lo desconocido que alienta el pensamiento creativo y la necesidad de interpretación múltiple.9. Te hacen feliz Finalmente, no es exagerado afirmar que la literatura es el camino hacia la felicidad. Hay numerosos estudios que lo demuestran. Leer ayuda a mejorar la vida personal y a provocar bienestar entre las personas. La gente que lee ficción de manera regular está más inclinada a sentir que las cosas que hacen valen la pena, debido a que tienen un entendimiento mucho mas rico, panorámico y completo de la experiencia humana.Ahora que conoces los beneficios, ¿no es hora de ir a leer una buena historia ficcional? :)

SOBRE EL AUTOR Mi nombre es Rodrigo. Soy un escritor independiente Argentino, apasionado por contar historias y compartir reflexiones. Si bien mi campo predilecto es la ficción, en este blog les hablo sobre todo lo que pasa por mi cabeza: mi vida, mis experiencias, mis visiones del mundo y mi proceso creativo. Escribo desde chico ficción contemporánea y ficción gótica. He publicado relatos cortos y novelas que están disponibles para lectores de todas partes del mundo. A través de este blog, espero ayudarte a encontrar tu próximo libro favorito.
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