Edilberto Aldán's Blog, page 83

June 2, 2013

guardagujas setenta y nueve

iván trejojavier acostacecilia eudavealejandra eme vázquezguardagujas 79junio 2013 descarga: http://issuu.com/jornadags/docs/guardagujas_79
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Published on June 02, 2013 03:36

June 1, 2013

Aprobadictos / Envoltorio de papaya


Envoltorio de papayaAprobadictos


Changuitos envueltos en sus trajes
  Hay algo acerca de ti mismo que no sabes. Algo que negarás aunque exista, hasta que sea demasiado tarde para hacer algo. Es la única razón por la que te levantas en las mañanas. La única razón por la que soportas a tu jefe de mierda, la sangre, el sudor y las lágrimas. Es porque quieres que la gente sepa cuán bueno, atractivo, generoso, divertido, salvaje y astuto eres realmente. Témeme o reverénciame, pero por favor, piensa que soy especial. Compartimos una adicción, somos yonquis de la aprobación. Damos todo por la palmadita en la espalda y el reloj de oro. Por un maldito hip hip hurra. Mira al chico listo con la placa, puliendo su trofeo. Sigue brillando loco diamante, sólo somos changuitos envueltos en sus trajes, rogando por la aprobación de otros. El párrafo anterior es un parlamento de la película Revolver del director de Snatch, RocknRollay las dos entregas recientes de Sherlock Holmes; es el nombre que me viene a la mente cuando me preguntan quién es el mejor Tarantino, siempre digo lo mismo, sin dudar: Guy Ritchie, primero porque lo creo, pero también como una forma de provocar el intercambio, sobre todo entre quienes halagan desmedidamente a Tarantino y en su recuento sólo consideran sus films más recientes, pero no han visto Reservoir dogs y Pulp fiction, pero sobre todo olvidan la mediocre Jackie Brown, barranco que no tiene en su trayectoria Ritchie. Las primeras líneas de este texto también me vienen a la mente cada vez que intento comprender la euforia con que se comparten opiniones en Facebook y Twitter, o cuando, inevitablemente, me atosigan los candidatos con sus campañas electorales.


Por un maldito hip hip hurra Soy un viejo, lo confieso, sigo utilizando el correo electrónico para comunicarme, pero sobre todo para remitir documentos, ya me habitué a ese sistema, atrás quedaron los momentos de aprehensión al no saber si un día desaparecería lo que ahí está, o si no se podría perder en algún sendero torcido del ciberespacio... sensación que sí me abarca cuando alguien, quien sea, me comenta que me mandó algo, lo que sea, a través de Facebook, o que me informó de cualquier cosa a través de Twitter. En esos casos me rindo al efecto del miedo a lo desconocido. Una vez que pasa el temblor, me gana el mal humor. Las facilidades de comunicación que ahora brindan esas redes sociales me obligan a estar al pendiente de ellas, así: imposición. Paréntesis. Hace unas semanas llegaron de nueva cuenta unos pájaros a hacer su nido en el jardín, es la segunda ocasión que lo hacen. El espectáculo siempre me arroba, la minuciosa construcción del nido, el acomodo paciente del lodo y las ramas, después los vuelos por la tarde, el planeo inverosímil de las aves que las hace llegar sin tropiezo a la pared donde construyeron su guarida, el secreto del empollamiento, la sorpresa del nacimiento de las crías, la petición urgente de ser alimentados y ese canto desesperado al que responde la pareja de pájaros. Un espectáculo en el sentido más amplio de la palabra, un milagro del que no he comentado nada con mis contactos en las redes sociales, escenas que sí cuento en una conversación de café, quizá con demasiada emoción, relato que inmediatamente recibe un: ¿tienes fotos?, ¿por qué no lo has publicado?, eso no lo he leído en tu timeline... La foto de ese nido, si la hubiera, sería una imagen sin gracia de un montón de barro y pasto encima de una pared, iluminada por la espiral de un foco ahorrador, así de sosa; por eso no la he compartido vía redes sociales. Esos momentos ante los pájaros, son similares al sentimiento que me embarga cuando, tratando de dormir a mi hijo, alcanzo a percibir el anuncio del amanecer en el cambio de tonalidad del cielo, mientras siento el zureo infantil en mi hombro... Es decir, intransmisibles en la brevedad, momentos que exigen el detalle de la narración, la conexión de una idea a una sensación, traducir el instante a un sentimiento, armar una historia que sea posible, para ser entendida, conectar con otros momentos, capaz de generar otra idea. Siempre insistiré, una imagen no dice más que mil palabras. Pero ya no contesto eso, no confieso las razones por las que evito tomar una cámara o el teléfono para fotografiar "eso" y compartirlo, prefiero decir que me niego a usar un smart phone y esclavizarme a la obligación de siempre estar ahí. Además, esos momentos que he sido incapaz de transmitir al declararlos enemigos de la síntesis, merecen (eso creo) una respuesta similar a la emoción con que se cuentan, son una narración que busca el contagio, una que se empobrece si la reacción del otro es un simple RT o Me gusta. Y sin embargo, de eso están llenas las redes sociales, de palmaditas de aprobación. A eso hemos reducido nuestra conversación, un intercambio que no espera más que la reacción simplísima de apretar una tecla y reducir todo lo que se podría decir al dibujo de una mano que levanta el pulgar. A eso nos plegamos, con eso basta, nos conforma la reacción más pueril y la repetición del hecho, nos va transformando rápidamente en buscadores de la aprobación. El riesgo es, y considero que ya nos ocurre, es que ha dejado de tener importancia el dato, la recreación, los detalles, nos afanamos en la síntesis para obtener la inmediata aprobación del otro, sin importar qué es lo que piensa, sin la posibilidad (todavía) de que el símbolo que nos regalan a cambio de una historia sea otro que un simple clic.
Sigue brillando loco diamante
Lo mismo ocurre en las campañas. Cada temporada electoral los ciudadanos son bombardeados por la imagen sonriente de los candidatos, a ráfagas de rostros embellecidos se nos expone a promesas facilonas. No hay ideas.Sé que el voto, esa sorprendente síntesis, es hasta ahora la mejor forma de elegir una autoridad. Reconozco las virtudes de lo que sintetiza el hecho de cruzar una opción y reducir nuestra coincidencia con equis o ye partido o candidato; sin embargo, ese resumen de lo que pensamos debe estar cargado de una reflexión previa, para la cual se inventaron los debates, la presencia en medios de comunicación, los mítines... toda la parafernalia con la que cuenta un candidato para transmitirnos su idea de lo que el servicio público debe ser.Inmersos en la velocidad de las cosas y con el apoderamiento que ha logrado la mercadotecnia sobre la política, cada vez es menos frecuente que alguien le apueste a la conversación, buscan el impacto visual, el golpe mediático que, sí, se pueda traducir en un sí en la boleta.
Coda Témeme o reverénciame, a eso se reduce todo, pero no me dejes de aprobar.

Publicado en La Jornada Aguascalientes. Junio 1, 2013
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Published on June 01, 2013 11:55

May 25, 2013

Envoltorio de papaya / Generación marica


Envoltorio de papayaGeneración marica


Polémicas de señoritos Vivimos en una generación más marica ahora, en la que todos acostumbran decir “Bueno, ¿cómo arreglamos esto de forma psicológica?” En los viejos tiempos, nada más golpeabas al intimidador y te las apañabas. Incluso si el tipo era mayor y podía arrastrarte por allí, por lo menos te hacías respetar por responderle, y entonces te dejaban en paz (Clint Eastwood entrevistado por Esquire).Leí esa declaración hace mucho tiempo y la guardé, con cariño, como para acudir a ella con el mismo gesto con que se acaricia descuidado a una mascota, esa certeza de que todo está en su lugar y las cosas, simplemente, son así. De vez en cuando regreso a la declaración de Eastwood y la acaricio, es decir, coincido: somos una generación marica.La traducción de la entrevista es del escritor David Miklos, quien hace mucho tiempo la puso en su blog (http://saltosalmon.blogspot.com/) en referencia a una columna de Antonio Ortuño en el periódico Milenio donde escribió: “en México, por cada agarrón a golpes entre plumíferos, hay 900 mentadas de madre sordas o malicias mutuamente ocultas que se manifiestan, como las cobras, sólo a la hora del golpe mortal: la beca negada, la edición cancelada, la no inclusión en tal antología o tal encuentro… Mezquindades, como se ve. No es raro, inclusive, que grandes enemigos se dejen ver en público sonriéndose y hasta mandándose saludar a las familias y las mamacitas como si fueran compadres del alma. Vaya: la mayoría de las polémicas intelectuales nativas harán que se derramen toneladas de bilis, sí, pero por lo general mantienen los modales. Son polémicas de señoritos”.Miklos agrega: “Nadie usa las manos, convertidas en puños, claro, y pocos saben usar bien las palabras y batirse en franco duelo. No. Hay que ser políticamente correctos y no ofender a nadie ni lanzar piedras y/o adjetivos bien colocados”. Así somos, una generación marica que le rehúye a la polémica, a la discusión, en el mejor de los casos, a nuestras polémicas (por llamarle de algún modo) las cubra una edulcorada capa de corrección política, aunque lo cierto es que abandonado el diálogo, lo que se usa es lanzar la piedra y esconder la mano. No se trata de una defensa del arte de intercambiar madrazos, pero sí de arriesgarse al intercambio de opiniones, decir cuáles son nuestras ideas. Atrás se ha dejado el razonamiento acerca de aquello que nos disgusta o con lo que no estamos de acuerdo, no vaya a ser que se pierda el privilegio de pertenecer a la comunidad, de ser excluido.

Más visibles, más cobardesAl estar mejor comunicados (redes sociales, correo electrónico, blogs), nos hemos vuelto más cautos, sabemos que lo que digamos puede llegar al oído del otro mucho más rápido, que no faltará quién lleve el comentario y, nunca se sabe, así se pierda la oportunidad de un privilegio, por mínimo que sea: cenar con el escritor invitado, no ser parte de un consejo editorial, la invitación a una revista, el beneficio de una beca. Hago esa mínima lista de oportunidades perdidas, porque las polémicas de señoritos a las que hacían referencia en su conversación Miklos y Ortuño son los intercambios entre escritores, la nula capacidad que se tiene en el “ambiente literario” de discutir abiertamente, de recibir una crítica, un comentario sobre nuestro trabajo, de forma pública; porque en corto, en el frente a frente, nada como una mesa en la que se encuentran dos escritores para escucharlos despotricar contra el ausente. En nada se distingue el “ambiente intelectual” de las costumbres de la clase política.Somos una generación marica porque nos empeñamos en eludir la crítica abierta, más que temor a tener que argumentar nuestras razones de agrado o desagrado (casi siempre lo último), a lo que se teme es a la reacción del otro, que no sea capaz de establecer un diálogo y en vez de construir a partir de la diferencia, suceda que apenas se acabe la conversación, se cobre caro nuestra falta de coincidencias.Tenemos miedo a perder la beca, no ganar el concurso, no ser considerado en una publicación, detienen la posibilidad de diálogo honesto. La polémica de señoritas caracteriza a los “artistas” de la comunidad en la que vivo, el esfuerzo por no ser calificados de críticos y la forma en que escurren el bulto a cualquier opinión que los pueda comprometer. Todavía hace poco algunos inocentes iniciaban la lectura de su trabajo solicitando la “crítica constructiva”, algo así como “en la cara, no”, ahora ni eso, todos somos la buena onda, propositivos, siempre hay que encontrarle algo bueno a lo que el otro escribe (y la broma sobre la calidad del papel está ya tan gastada que cansa usarla).No nos reunimos en taller, nos juntamos para tomar cervezas o café y, casualmente, alguien reparte las fotocopias de su poema o fragmento de novela o cuento o ensayo, pero es una casualidad, por lo tanto, no se pide la opinión del otro, sólo su asentimiento, después siguen los está bien, me gusta esa línea, qué imagen tan poderosa, los me recordó un texto de… a lo que sigue una referencia oscura o un autor de moda; no le decimos al otro que su texto no funciona, no vaya a ser que ya no nos invite a dar un curso, a los cinco minutos de fama en un programa de radio o televisión e invariablemente se escucha el rumor de un pensamiento: si yo critico, a mí no me critican. Los más jóvenes son los más apáticos, a veces se esconden en el “estoy aprendiendo”, la más de las ocasiones sólo ponen cara de sorpresa, en espera de que otro sea quien tome la palabra, rehuyendo la responsabilidad de generar una opinión. Nadie quiere jugar el papel del malo de la película, como si la crítica fuera, necesariamente, un comentario negativo.

Adictos a la aprobaciónMe estoy desviando, lo menos importante es la apática y provinciana atmósfera literaria de Aguascalientes, donde cada uno ya ocupa su lugar, donde quienes conforman (conformamos) la “escena literaria” sabe qué silla tiene que ocupar. Realmente lo que intentaba señalar es que somos una generación marica porque cambiamos temor por aprendizaje, sobre todo por la forma en que las nuevas tecnologías invadieron y transformaron la forma de comunicarnos con los otros. Ahora lo que intentamos hacer, antes que formar una opinión, es tener seguidores, sumar reconocimientos, se deja a un lado la idea y se cambia por la aprobación.No importa cómo sea esa aprobación, no importa que sea un inútil “Me gusta” en Facebook o un “Favorito” en Twitter; tampoco interesa de quién provenga, somos esclavos de la aprobación, gastamos demasiadas energías en complacer a la audiencia, no en coincidir, no en conversar, no en intercambiar, lo que queremos es el aplauso.Adictos a la aprobación, somos incapaces de formar un club de la pelea, nos rendimos a las edulcoradas reuniones de la sociedad de los poetas muertos.

Coda¿Y todo esto por qué? No lo sé. Quizá tenga que ver con que acabo de ver por enésima ocasión El club de la peleay me emociona cuando Tyler Durden pregunta qué tanto puedes saber de ti mismo si nunca has estado en una pelea.

@aldan Publicado en La Jornada Aguascalientes (25/05/2013)
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Published on May 25, 2013 21:48

May 18, 2013

guardagujas setenta y ocho

Un giorno di regno o la falsa calma /enzia verduchicolumnas de agustín fest y alejandro espinozaguardagujas 78mayo 2013 Descarga: http://issuu.com/jornadags/docs/guardagujas78/1
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Published on May 18, 2013 23:11

May 17, 2013

Voluntad y Gracia / Envoltorio de papaya

Envoltorio de papaya
Voluntad y Gracia
Will & GraceA finales de la década de los noventa y hasta el 2006 se transmitió la serie Will & Grace, comedia sobre la relación de amistad entre un abogado homosexual y su mejor amiga, a ese dúo se unían constantemente Jack McFarland y Karen Walker, personajes disparatados como pocos. Mucho es lo que se puede decir sobre la serie, pero no es mi tema, me pasa que cuando pienso en ese programa, me da por recordar el acoso mediático que sufría el actor Sean Hayes (Jack) por la hilarante interpretación que hacía de una loca, era tan bueno, lo hacía con tanto genio, que constantemente los reporteros de espectáculos insultaban su actuación preguntándole si era o no gay.Erick McCormack, quien interpretaba a Will, también fue cuestionado por la prensa acerca de sus preferencias sexuales, él sí cedió a la presión y en más de una entrevista se declaró heterosexual; no recuerdo que Hayes lo haya hecho, es más, tengo la certeza de haber leído una entrevista en que se negaba a validar las preguntas sobre si prefería acostarse con hombres o mujeres porque no se relacionaba con su actuación. Quizá esté inventando, no lo sé, el gesto es acerca de lo que quiero hablar, es la declaración acerca de lo que importa y no, prefiero recordar a Sean Hayes señalando lo irrelevante que era con quién se acostaba en relación con su actuación, a visualizar a un poco gracioso McCormack subrayando sus dotes actorales porque su preferencia sexual era contraria a la de su personaje.
HipócritasMe cuesta trabajo abanderar la tolerancia como valor supremo, siempre creo que quien la presume y exige, en el fondo, comienza por señalar una diferencia con el otro, que está siendo hipócrita, quizá por eso “Respetar las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias” está en el cuarto lugar de las acepciones, mientras que las primeras definiciones del diccionario hablan de sufrir, llevar con paciencia, resistir, permitir algo que no se tiene por lícito  sin aprobarlo y hasta soportar.Es decir, lo soporto pero no lo apruebo, eso es lo que refleja la actitud ignorante con que los reporteros preguntaban sobre su sexualidad Hayes, lo que querían escuchar, para calmar su aflicción, era una respuesta como la de McCormack, para así poder decir, qué buen actor es, interpretando a un maricón sin serlo. Y todos tranquilos.En estos tiempos de corrección política y buenpedismo, debemos ser tolerantes, la convivencia nos obliga, lo que está de moda es demostrar que estamos de acuerdo con los que no son iguales a nosotros, pero como esa no es una convicción que nazca del conocimiento, es una imposición a la que nos obligamos para coincidir, para no ser señalados. Máscara que se cae a la primera provocación, en la plaza pública y ante el micrófono nos reservamos, hablamos del igualdad y derechos, en la conversación en corto, nos hacen felices los chistes sobre jotos, hay cierta alegría insana cuando se puede referenciar a una figura pública como maricón.En marzo pasado, la Suprema Corte de Justicia decidió que utilizar los insultos “puñal” y “maricón” está prohibido, que su uso va más allá de la libertad de expresión y que son manifestaciones discriminatorias… y todos tan contentos, vaya, hasta que apareció la “policía del lenguaje”, como los llamó Enrique Serna en un artículo, con quien coincido cuando señala que “nos guste o no, el lenguaje homofóbico estará vigente mientras haya gente que odie o tema a los homosexuales. Ese odio se puede extirpar, quizá, con largas campañas educativas, no con la imposible prohibición de injurias hondamente arraigadas en el vocabulario popular. Hay muchos otros denuestos que también discriminan a grupos sociales respetables: ruco, tira, naco, panzón, enano. ¿Emitirán un fallo para condenarlos?”.Una vez establecido que la tolerancia me da grima, puedo decir que si hay algo que no tolero es la estupidez, que me parece el verdadero origen de los actos discriminatorios. ¿A qué lo anterior?, a la demanda en contra del locutor que todos los días insulta a la gente, no sólo por sus preferencias sexuales, sino porque cree que el micrófono le da el derecho de abusar de la ignorancia de los otros. Lo que lamentablemente va a ocurrir, es que en su defensa se arropará en la “libertad de expresión”, cobija que los estúpidos jalan más allá de su definición para permitirse la falta de argumentos. Es una pena que no se pueda demandar a alguien por imbécil.
For Oscar Wilde posing as a sodomiteEl creador de las reglas del boxeo moderno, John Sholto Douglas, marqués de Queensberry, era además, padre de Alfred Douglas, amante de Oscar Wilde y quien lo empujó a la ruina al pedirle que enfrentara a su padre en juicio. Una tarde de 1895, el marqués dejó en el club una tarjeta para el autor de El retrato de Dorian Gray en la que escribió “Para Oscar Wilde, quien presume de sodomita”.Quién sabe cuáles serían las razones por las que Wilde decidió mentir acerca de su conducta sexual, enfrentar al marqués en un juicio y demandarlo por difamación –para mí lo único que lo explica es la pasión por complacer a Bosie, como llamaban a Alfred Douglas–, todo sale mal. Como cuenta José Emilio Pacheco en el prólogo de Epistola: in carcere et vinculis (“De Profundis): Queensberry exige que pago los costos del juicio, Wilde tiene que declararse en quiebra, su esposa e hijo huyen, “sus obras son retiradas de los teatros, aun en Broadway, donde se representaba An ideal husband. Sus libros desaparecen de la circulación. La prensa organiza una implacable campaña de odio. Inglaterra entera se lanza contra el hombre al que ayer había aplaudido. No sólo es juzgado por sus actos: también por sus escritos, sus opiniones, su frecuentación de personas de otras clases sociales”.Oscar Wilde muere de meningitis, el 30 de noviembre, en París; después de la experiencia de la cárcel y la ruina, todavía pudo escribir dos textos maravillosos: The ballad of the Reading Gaol y la extensísima carta a Alfred Douglas que se conoce como De profundis; esta misiva, conmovedora, por decir lo menos, comienza así:“Querido Bosie:“Tras larga y vana espera, me decido a escribirte por tu bien y por el mío. Me desagrada pensar que he pasado dos largos años de encarcelamiento sin recibir una línea tuya, ni siquiera noticias o al menos un recado, excepto aquellos que me causaron dolor.“Nuestra desdichada y lamentable amistad terminó para mí en la ruina y la infamia pública. Sin embargo el recuerdo de nuestro antiguo afecto me acompaña a menudo, y me resulta muy triste la idea de que odio, amargura y desprecio deban ocupar para siempre el sitio que en mi corazón perteneció una vez al amor. Y creo que tú también sentirás en tu corazón que sería mejor escribirme mientras yazgo en la soledad de la vida carcelaria…”.Imposible no conmoverse ante estas líneas. Imposible también pensar en la restricción de la Suprema Corte, y la rebeldía necesaria para usar ciertas palabras que permitan aproximarse a una explicación de lo que la discriminación, el odio, la ignorancia, le hicieron a Wilde; difícil no relacionarlo con la imbecilidad de un locutor que concita al odio a través de su micrófono.
Coda¿Oscar Wilde era homosexual?, no importa; Bosie, ese sí era un maricón de mierda.@aldan.
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Published on May 17, 2013 23:06

May 11, 2013

Las depresiones de nuestro ánimo / Envoltorio de Papaya

Envoltorio de PapayaLas depresiones de nuestro ánimo

Palabra prohibidaNo tengo cifras, es mera percepción, creo que el texto más citado de toda la obra de Octavio Paz debe ser el capítulo cuatro (Los hijos de la Malinche) de El laberinto de la soledad; donde elabora un inventario de lo que la chingada significa para el mexicano. No voy a escapar a la tentación, así que me permitiré citar extensamente, señala Paz: “En nuestro lenguaje diario hay un grupo de palabras prohibidas, secretas, sin contenido claro, y a cuya mágica ambigüedad confiamos la expresión de las más brutales o sutiles de nuestras emociones y reacciones. Palabras malditas, que sólo pronunciamos en voz alta cuando no somos dueños de nosotros mismos. Confusamente reflejan nuestra intimidad: las explosiones de nuestra vitalidad las iluminan y las depresiones de nuestro ánimo las obscurecen”.Enseguida, el autor de Libertad bajo palabra, señala que para el mexicano esa palabra secreta, prohibida, es la chingada: “Esa palabra es nuestro santo y seña. Por ella y en ella nos reconocemos entre extraños y a ella acudimos cada vez que aflora a nuestros labios la condición de nuestro ser. Conocerla, usarla, arrojándola al aire como un juguete vistoso o haciéndola vibrar como un arma afilada, es una manera de afirmar nuestra mexicanidad”.El capítulo cierra con el siguiente párrafo: “El mexicano y la mexicanidad se definen como ruptura y negación. Y, asimismo, como búsqueda, como voluntad por trascender ese estado de exilio. En suma, como viva conciencia de la soledad, histórica y personal. La historia, que no nos podía decir nada sobre la naturaleza de nuestros sentimientos y de nuestros conflictos, sí nos puede mostrar ahora cómo se realizó la ruptura y cuáles han sido nuestras tentativas para trascender la soledad”.
Feliz día de las madresEs posible que exagere y en un intento por explicar la vigencia de este texto de Paz, al buscar relacionarlo con lo que ocurre estos días, juegué a encontrar la cuadratura del círculo, sin embargo, me parece pertinente para intentar entender las razones por las que ayer, con motivo del festejo del día de las madres, miles afirmaron su mexicanidad en las redes sociales participando en la “Mega mentada a Enrique Peña Nieto”.La iniciativa fue promovida por el colectivo Anonymous e invitaba a que a través de Twitter, se le mentara la madre a Peña Nieto para “romper el récord Guinness” en esa materia. No sé si lo hayan logrado, ni siquiera estoy seguro de que ese pueda ser una marca que se contabilice, en un sitio en Internet contabilizaban las mentadas, antes de terminar el 10 de mayo, ya sumaban más de 144 mil recordatorios.Los más ingeniosos, acompañaban la mentada de madre con un motivo, los más frecuentes hacían referencia al resbalón del entonces candidato en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, así que el recordatorio era porque Peña Nieto no sabe leer; por supuesto, no podía faltar el cambio del nombre al IFAI; y las acusaciones de que asesinó a su esposa. Los menos creativos (que fueron los más) simplemente se dejaron llevar por sus filias y agregaban a la mentada otros insultos, el más frecuente: “puto”.Triste pero cierto, así nomás.Las redes sociales no votanEn medio de las mentadas cibernéticas, no faltó quien acusara de censura. Las redes sociales son caníbales, se alimentan de sí mismas, desde que la falta de imaginación transformó la opinión en noticia, no pasan unos minutos cuando alguien, quien sea, lance el rumor de que está siendo “atacado”, que los del otro grupo están intentando que no tenga éxito su iniciativa.Quienes intentaron subir a las tendencias temáticas el hashtag #chingatumadreEPN acusaron a los “robots del PRI” de querer eliminar el tema, así que se inventaron otro para poder subirlo a los trending topics: #rechingasatumadreEPN.La jugada, por su simplicidad, es funcional. Si falla el intento por convertir en tendencia, no fue por una falla en la convocatoria o porque el tema es una tontería, siempre hay un culpable que impide la “libertad de expresión”.No quisiera insistir en que nuestro sentido del humor está en la lona, pero lo cierto es que, al menos en las redes sociales, nuestro comportamiento es similar al del público que asiste a una función de cine y suelta la carcajada cuando escucha la palabra pendejo; eso basta, ¡uy!, dijo una grosería, una mala palabra, y suelta la mandíbula y se ríe, sin saber bien a bien la razón.Lo preocupante de este comportamiento en redes no es, por supuesto, la mentada de madre, sinceramente eso es lo de menos y sabido es que esos insultos son como las llamadas a misa, cada quien decidirá si acude o no. Lo que llama la atención es que cada vez con mayor frecuencia, los actores políticos detienen demasiado la atención a lo que ocurre en las redes sociales, con una perspectiva equivocada, a mi parecer.Los nuevos ingenieros de imagen le venden al candidato (al puesto que sea) la importancia de las redes sociales y el valor que juegan en el posicionamiento y valoración que del político tenga la opinión pública, le muestran gráficas, le restriegan los resultados de los diferentes conteos y en qué lugar se encuentran; por supuesto, obligan a que se gaste más en redes, a que se invada con publicidad YouTube, Facebook y Twitter, porque es obligatorio que estén ahí.Hasta que se demuestre lo contrario, las redes sociales no votan y todavía existe una enorme brecha entre el furor con que se da un “Me gusta” y el asistir a un acto de campaña; aún no se ha logrado transformar los retuiteos en intenciones de voto. Sin embargo, el político interesado en ganar, se obnubila por el canto de las sirenas, se le muestra que tiene equis número de impactos, pero no se le comenta que los usuarios están hasta el gorro de que su imagen les interrumpa el video que buscan; tampoco se les indica que tiene más éxito cualquier bufonada por encima de una idea. Lo importante es estar, le dicen, pero no le explican que el éxito en las redes sociales es solamente eso: fama en un todavía reducido espacio.En el reino mediático, la fama no es resultado de las ideas, sino de la propensión al descaro o la tontería.
Besar bebés y apapachar viejitosEn uno de esos extraños giros que tiene la historia, ahora que se tiene a la mano una cantidad enorme de herramientas para difundir un mensaje, la clase política ha renunciado a las ideas, en el imperio de la imagen se rinde, con miedo, ante la posibilidad de que su público, los electores, no entiendan lo que quieren decir, lo que ofrecen.Los equipos de campaña saben que es necesario sintetizar un mensaje para lograr su viralidad en las redes sociales, pero en vez de aprovechar esa condición para pulir una idea, establecer una agenda, mostrar que conocen las necesidades de la comunidad, hablar de derechos de tercera generación, educar a su electorado, se rinden ante la chabacanería, se vuelven sensibleros, y adoptan como estrategia lo peor de las redes. Por eso están de vuelta las fotos donde los candidatos besan bebés o apapachan viejitos.Ésas son imágenes que nadie se cree ya y sin embargo…
Imágenes sórdidas, palabras malditasEnamorados de su imagen, de repetirse ante el espejo que son unos chingones y merecen ganar, seducidos por la fotografía que los muestra como lo que quieren ser y no como lo que son, los candidatos no se detienen a preguntarse cuál es el secreto del éxito en las redes sociales, verían que no hay tal, que las figuras públicas que logran cierta penetración, que hicieron una campaña ganadora, lo hicieron gracias a que no se inventaron una personalidad sino que se mostraron como son; la notoriedad positiva que consiguieron no fue por darse baños de pueblo y subir la foto a Instagram, ni por tuitear estúpidos mensajes de superación personal, o por mostrarse en Facebook como candidatos “buena onda”; extrañamente, en esos casos, la honestidad sí pagaba.Regreso a Paz, dice que esas palabras malditas sólo se pronuncian cuando no somos dueños de nosotros mismos, es el mismo caso al igual que esas imágenes sórdidas donde se muestra a los candidatos ridículamente empáticos con una realidad a la que no pertenecen, de la que no serán. No van a aprender, tampoco el público está muy interesado en enseñarle, lo más que se le ocurre al electorado, al menos en redes sociales, es dejarse obscurecer el ánimo y organizar una mega mentada, virtual, por supuesto. @aldan
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Published on May 11, 2013 21:46

May 5, 2013

guardagujas setenta y siete

mayo 2013guardagujas 77 cecilia eudave
tzuyuki flores romero
adriana agrelo
alejandra eme vázquez
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Published on May 05, 2013 02:30

May 4, 2013

Dolores / Envoltorio de papaya



Envoltorio de papayaDolores
Bandera al solEs fin de semana, mediodía, en un crucero alejado del perímetro ferial, dos jóvenes se alistan para cumplir con la chambita que les permitirá llevarse 50 pesos a cada una. La más jovencita, con paso decidido va a la mitad de la calle y extiende una bandera casi tan grande como ella, ondea la enseña de un lado a otro, animosa, mientras que su compañera camina por entre los carriles ofreciendo un tríptico de papel, en algunos casos, impulsiva, desliza la propaganda por el espacio de la ventanilla, no necesita que se los reciban, lo que desea es deshacerse del mayor número de folletos en el menor tiempo posible, antes de que el semáforo cambie a verde y su compañera tenga que regresar al camellón, enrollando apresurada la bandera.Extiendo la mano para recibir el tríptico, pero no leo si me jura y perjura que Aguascalientes ya volvió (no sabía que estaba perdido) o que mezclaron agua y aceite sólo en mi beneficio o me proporciona una clase brevísima de zoología en la que se me explica la diferencia entre gallos, ratas, mapaches y cerdos; sin leerlo le guardo un espacio junto con los pañuelos desechables usados para, sin mayor trámite, en cuanto pueda tirarlo a la basura. Ahí enfrente sigue la muchacha ondeando la bandera, enjundiosa, con tanto vigor que es difícil ver qué tiene impreso, sólo se percibe una ráfaga brillante; supongo que con eso debe bastar, no es indispensable leer el mensaje, es suficiente con distinguir los colores para asociarlo con el partido político que promueve esa actividad.El semáforo cambia de color, las muchachas buscan el camellón. Nosotros, seguimos conduciendo como si nada, porque en realidad, nada ha ocurrido. Nada distingue a esa pareja que promociona a un partido político a otros equipos que en días distintos, con la misma estrategia y en el mismo lugar, promueven un fraccionamiento, un centro comercial… similares también a los malabaristas que en otras calles cambiaron la venta de cacahuates japoneses o baratijas por la realización de acrobacias a cambio de unas monedas, es decir, lo que venden da igual.Me gustaría pensar que, al menos, ellas dos tienen un trabajo, pero los 50 pesos que les pagan por ondear la bandera y tirar papeles, el inclemente sol de mediodía y la indiferencia con que recibimos sus empeños me impide considerar así ese esfuerzo. En el siguiente crucero, levanto la vista, la mirada va de una barda pintada con los logos de un partido (el que sea, da exactamente igual) hacia las azoteas bajas de dos edificios, cada una coronada con espectaculares de otros partidos. El efecto de esa propaganda es el mismo que me provocó el par de muchachas metros atrás: nulo; rectifico, por ellas sentí un poco de pena.
DiscriminaciónUn estudio coordinado por Ricardo Raphael de la Madrid [Reporte sobre la discriminación en México 2012, elaborado por el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) y el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE)] en el capítulo 5 establece que en la actualidad, en México, el sector de la población que sufre mayor discriminación laboral son los jóvenes, “Para dimensionar este escenario basta precisar que la tasa de desempleo juvenil duplica la correspondiente a la población adulta: mientras la de los adultos de 30 años o más es de 3.5 por ciento, en la población joven es de 8.7 por ciento”.El Reporteestá en la red y se puede consultar en la siguiente página: http://goo.gl/9N9vS, el capítulo 7 del estudio está dedicado a los Derechos políticos, por supuesto, tiene un apartado correspondiente a los jóvenes, con una tristísima nota que cierra el apartado: “Si, como es de esperarse, se continúa privilegiando la experiencia de los candidatos mayores como justificación a esta desproporción representativa, es entonces necesario abrir los canales de expresión y organización política a fin de que las y los jóvenes puedan intervenir más activamente para beneficio de sus derechos políticos”.Me resulta inevitable ligar la escena de las jóvenes con el Reporte sobre la discriminación en México no por la obviedad de tratar el tema juvenil y el desempleo, en este caso informalidad, sino por el asunto de los derechos políticos; más allá de lo que quieran vender los partidos, la única opción real de participación que estas organizaciones están ofreciendo a los jóvenes es la de ser borregos o la de “abanderados”. Como ejemplo basta echar un ojo al promedio de edad de los candidatos de todos los partidos en Aguascalientes, todos; como ejemplo basta también el servilismo abyecto con que los precandidatos del “sector juvenil”, susurrando la Ley de Herodes, asumieron el ungimiento de otros políticos, lo peor (si es posible) el vergonzoso silencio con que aceptaron ser relegados para una mejor ocasión.Existe un desfase obvio entre lo que aspira un joven y la oferta de los partidos políticos, un desapego por la realidad por parte de las organizaciones políticas que impide considerar que algunas partes del mundo viven con porcentajes de hasta 50 por ciento de desempleo juvenil, que en el país, el promedio de edad es de 29 años; les basta con el gastadísimo discurso de considerar que son el fututo.
A ellos les duele MéxicoEn una de esas propagandas sentimentaloides que corren en la red, una fotografía muestra a un grupo de niños en la miseria, con hambre y sobre la imagen con tipografía gruesa y con múltiples e inútiles signos de admiración acusa: “A ellos les duele México”, en la parte de abajo, por supuesto, intenta estrujar el corazón de lector y pregunta: ¿tú qué vas a hacer?El problema, me parece, es que se habla del país como si fuera un ente externo, como si no fuéramos parte de eso que se considera la Patria (del Estado ni hablar), se pide tener conmiseración por los pobrecitos niños que no tienen oportunidad, pero sólo a partir de mostrar las consecuencias, no de evidenciar los responsables. Por eso la clase política se refiere a sí misma en tercera persona, la esquizofrenia como forma de lavarse las manos.Sí, esa fotografía de los niños muertos de hambre es dolorosa, igual de terrible es la de los jóvenes sin oportunidad, las jóvenes asoleadas mientras desempeñan un trabajito para el partido, los cientos de muchachos que preparados como nunca, con posibilidades de estar mejor informados que en cualquier otra época repasan el aviso oportuno en busca de una chamba que no sea atender un puesto; podría multiplicar los ejemplos, me parece que queda claro qué es lo que estamos haciendo al decirles a esos jóvenes que son el futuro, no es una promesa, es una condena, es un: hoy no, ya les llegará su turno. Mientras tanto, en las azoteas, en las alturas pues, el rostro de los candidatos sonríe con el mismo gesto de los animales cuando están acorralados.
@aldan Publicado en La Jornada Aguascalientes (04/05/2013)
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Published on May 04, 2013 02:26

April 27, 2013

Palmaditas y apapachos / Envoltorio de papaya

Palmaditas y apapachos

Estrellita en la frenteFelicidades por usar el cinturón de seguridad, me despide con una sonrisa la muchacha que me acaba de pedir que sople para verificar que no conduzco en estado de ebriedad. Como el pueblo celebra su feriecita incrementaron el número de retenes, en un solo día me tocó que me detuvieran los del alcoholímetro en tres ocasiones. Ya se sabe: por un lado, se le intenta otorgar categoría de internacional al festejo presumiendo que somos el pequeño gigante en materia de venta y consumo de cerveza (¡puedes beber en la calle!, nunca falta quien agrega emocionado) y al mismo tiempo las autoridades se desviven en declaraciones que enaltecen todas las acciones que se toman por nuestra seguridad (sí, lo hacen por nosotros, dicen) aumentando el número de bloqueos y así evitar una irresponsabilidad.Las tres ocasiones en que fui detenido por el alcoholímetro, no me dejó de llamar la atención el exceso de amabilidad, el tono empalagoso, en que me pidieron que soplara sobre el aparatito, mira aquí sobre la palma de mi mano, me dijo una muchacha con bata blanca, casi disculpándose. Tras unos segundos, me mostraban el resultado de la pantalla, me agradecían que no hubiera bebido y me dejaban ir. La última de las veces fue cuando me dieron la palmadita verbal por usar el cinturón de seguridad, la primera reacción fue la de permitir que el orgullo inflara mi pecho: sí, así es, soy un conductor responsable, iba a decirle a la muchacha y pedirle que me colocara una estrellita en la frente por mi buen comportamiento, después de tres veces, consideré en ese momento, era lo menos que podía esperar. Afortunadamente, no me dio tiempo de avergonzarme a mí mismo porque un policía me apuró a avanzar.Escribo “avergonzarme” porque de haber solicitado mi estrellita, hubiera caído en ese comportamiento, tan común estos días, de pedir un reconocimiento por el simple hecho de cumplir mi parte del contrato, conducta que en todos los ámbitos y más allá de la necesidad de reconocimiento, no es más que una concesión que le hacemos a la mediocridad. Exaltamos lo que debiera ser la norma en un oscuro afán de que el día de mañana se nos premie por hacer lo mínimo indispensable, también para que en el futuro, nuestras faltas sean observadas bajo el escrutinio benevolente de quienes saben lo difícil que es cumplir con una responsabilidad, del tamaño que sea, de quien nos brinda la cortesía de la justificación ante nuestra incapacidad. El refrán lo dice mejor: desde que se inventaron los pretextos, se acabaron los… Es un ejemplo mínimo, lo entiendo, en el reglamento de tránsito se establece que es mi obligación, al conducir, utilizar el cinturón de seguridad (“y hacer que los pasajeros hagan lo mismo”, dice la fracción X del Artículo 44), pero me felicitan porque tan sólo en el primer trimestre del año, el municipio ha aplicado mil 200 sanciones por esa falta, y el año pasado se penalizó a más de cinco mil conductores. ¿Es tan difícil cruzar el cinto sobre el pecho? No, pero se invierten miles de pesos en campañas en recordárnoslo, peor todavía, se nos perdona cuando se nos olvida, porque a pesar de que es nuestro beneficio, hemos acostumbrado a la autoridad a que no nos levante la voz, pues podemos reclamar de inmediato maltrato, persecución, que se lesiona nuestro derecho… lo que usted quiera; innecesario recordar los múltiples ejemplos que corren en las redes sociales de videos en que es posible atestiguar a un “famoso” perder la compostura porque un naco le recuerda que está obligado a cumplir la ley, incluso en su propio beneficio.

Entre mediocres te veasDigo que es una concesión a la mediocridad, porque la búsqueda de ese reconocimiento lo puede llevar a otros ámbitos y la conducta siempre es la misma: premiar el cumplimiento de la norma; desde quien pide que se le galardone su puntualidad porque todos los días llega “temprano” a su trabajo, es decir, a la hora que establece su contrato, hasta quien ante una falta cometida suele emplear el vulgar: pero los demás también lo hacen. De lo que verdaderamente se trata esa persecución del premio es de acumular puntos para sustentar la justificación en el futuro.Concesión a la mediocridad que nos impide comportarnos como adultos, como ciudadanos, aceptando todas las obligaciones y derechos que corresponden a la convivencia en las calles, aulas, trabajo… Reitero que es un ejemplo mínimo lo del cinturón de seguridad y que se puede llevar a otros ámbitos para dimensionar su absurdo, basta repasar algunos de los “argumentos” con que sazonamos nuestras quejas contra la autoridad, cómo al justificarnos hacemos a un lado la necesidad de argumentar para así pasar como las pobres víctimas. Uno de esas “evidencias” que están de moda en el pueblo, es calificar a cualquier medida de la autoridad como recaudatoria… con eso basta, ha llegado a rango de insulto, diga que está en contra de una disposición por su espíritu recaudatorio y voilà! No es necesario más, ya se tienen los pelos de la burra en la mano. Atrás queda si uno violó o no la ley, de hecho es lo que menos importa, la atención se fija en el espíritu malévolo que distingue a los gobiernos porque quiere obtener dinero a costa de nuestras faltas.

Estas ruinas que vesEn la peor pesadilla del revolucionario a toda costa (esa especie de buenpedistaal que nunca le faltan causas a las cuales sumarse, desde el rescate de una especie en extinción hasta una manifestación punk en Budapest) todos hacemos lo que nos corresponde hacer, no más, no menos. Se cumple el contrato social en todos los ámbitos. Esa utopía debe hacer que su Che Guevara interno sude horrores, ¿de qué podría quejarse?, ¿de qué podría inconformarse? La realidad le otorga millones de ejemplos para saber que eso es casi imposible que ocurra, pero si por alguna extraña razón nos acercáramos a ese modelo de convivencia, ya tiene su argumento: sociedad robotizada.Lo dudo, dejar de pedir la estrellita en la frente por lo que nos corresponde hacer, es crecer y abrirse a la posibilidad de discutir, de dialogar, intercambiar argumentos; porque implica que hemos sido capaces de discutir las reglas de convivencia, de revisar nuestro contrato con los otros: si algo no me gusta, si algo me daña, se revisa, se discute y se modifica, se llega a un acuerdo; no se trata de acatar la instrucción.En mi pesadilla, conducimos sobre las ruinas de una ciudad en la que los conductores siempre encontramos la forma de evadir los controles, pero traemos una estrellita en la frente.

Coda obligadaAgradezco encarecidamente la lectura y comentario del anterior envoltorio a Socorro Ramírez O. y Netzahualcóyotl Aguilera R. E. Sé que no me esperan a la salida de La Jornada Aguascalientes con la piedra en la mano por usar una serie de calificativos en contra de este pueblo, sé también que no coincidimos, pero ahí está la riqueza. Muchas gracias.@aldan


Publicado en La Jornada Aguascalientes (27/04/13)
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Published on April 27, 2013 22:45

April 21, 2013

guardagujas setenta y seis

dos cuentos de gilda mansola habitación de humo de agustín festel cuaderno posapocalíptico de alejandro espinozaguardagujas 76abril 2013

Descarga aquí:
http://issuu.com/jornadags/docs/guardagujas_76/1
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Published on April 21, 2013 00:37