Silvia Zuleta Romano's Blog, page 14
May 2, 2020
Fake news y Covid-19: ¿está la democracia perdiendo la batalla?
Me está pasando algo con todo esto de la pandemia y la cuarentena. Sigo haciéndome preguntas pero al mismo tiempo confirmo prejuicios que tenía acerca del ser humano, de las fake news y el Covid-19. Hoy hablamos de democracia, de libertad de expresión y de si, en nombre de la lucha contra el Covid-19, todo vale. ¿El fin justifica los medios?
Cuando hablé de privacidad hace ya un tiempo, puse de manifiesto que no éramos muy racionales a la hora de elegir qué es lo mejor para nosotros. Hablé de sesgos cognitivos que a veces nos llevan a sobredimensionar hechos que no son tan importantes.
Y ya sabemos que la democracia tiene su lado oscuro. Uno de ellos son las fake news. Aquella información que rula magnificando lo malo y generando pánico e intolerancia.
El que se enoja pierde
Ya sabemos que lo peor que podemos hacer cuando nos llega una información falsa o inexacta, es indignarse o difundirla. Eso es alimentar el monstruo que se alimenta de nuestra indignación. El algoritmo premia al bulo que genera enojo. Lo hace grande. Lo puede hacer inmenso.
Lo hemos vivido hace tiempo por ejemplo, con la cantidad de gente supuestamente progre que se indignaba en redes sociales por las andanzas de VOX. Con su indignación lo único que han hecho es magnificarlo. Lo que hacen es ser altavoces gratuitos al servicio del enemigo.
Lo mismo está pasando ahora con el Covid-19.
Por supuesto, lo último que debemos pedir es censurar todo lo que anda dando vuelta por ahí. Soy una gran defensora de la libertad de expresión. Incluso aunque se defienda una idea antodemocrática[1] no se puede acallar las voces que no nos gustan. Pero podemos hacer algo más útil que apelar a lo jurídico: evaluar nuestro comportamiento ante esos bulos malintencionados. ¿Cómo? Teniendo nuevas herramientas de análisis que nos ayuden a evaluar mejor los riesgos.
Una guía personal para ayudar a la democracia
Por ejemplo, hay algunas preguntas básicas que son interesantes de hacer antes de difundir o recibir una noticia[2]:
¿Genera odio la noticia que estoy recibiendo o difundiendo?¿Contribuye a la tolerancia y a la reflexión?¿Inspira malos sentimientos y pensamientos antidemocráticos?¿Contribuye al debate de ideas?¿Ayuda a que la gente sea más vigilante con los políticos?¿Ayuda a que la ciudadanía quiera tomar la justicia por mano propia?¿Ayuda a que el lector quiera leer o informarse más de un asunto?
Como ven mis preguntas no apuntan hacia la veracidad o falsedad de una información. Ese enfoque me parece corto de miras.
Yo no soy juez ni policía ni científico ni epidemiólogo.
Pero aun así, poco importa porque el debate de la falsedad o veracidad de una información es inútil e infinito. ¿No es más interesante ver si esa información dispara discusiones interesantes que puedan sumar a la reflexión?
El conocimiento avanza con preguntas, no con respuestas
En la universidad aprendí diversas teorías económicas. Algunas podían ser consideradas verdaderas y otras falsas. Sin embargo, hay autores a los que recuerdo con verdadero interés, no por las ideas que defendieran sino porque supieron disparar en mí reflexiones interesantes sobre la ciencia económica. Lo mismo aplica a algunos profesores. Lo que nos moviliza es sentir que podemos abrir un camino hacia el conocimiento. ¿Podemos abrir ese camino con respuestas? Pues, no. Lo abrimos con preguntas. ¿Qué me importaba a mí si ese profesor o autor era un marxista, un austríaco o un keynesiano?
El conocimiento avanza a veces no por las respuestas que nos da sino por las preguntas que plantea.
Una información puede ser cierta e incitar al odio y otra puede ser falsa e invitar a la reflexión. Señores, el debate sobre la falsedad y la veracidad sobre cosas incomprobables para el lego, a mi juicio, atrasa muchísimo (a menos que estemos en un Congreso de científicos).
Empobrece la discusión.
La economía conductual como herramienta de análisis democrático
Hace un tiempo me adentré en una rama muy interesante de la economía que se llama economía conductual que se encarga de estudiar esas taras que tenemos a la hora de evaluar una situación. La filosofía experimental está muy hermanada con este asunto ya que se dedica a, mediante experimentos, conocer cómo se comporta el individuo.
La economía conductual nos dice que tenemos varios sesgos cognitivos que a veces nos juegan una mala pasada en la manera en que se propagan los rumores. Para eso quiero destacar tres fenómenos interesantes que rescato de Cass R. Sustain[3] y que creo que se profundizan con las redes sociales:
Cascadas de informaciónCascadas de conformismoPolarización de grupo
Cascadas de información y rumores
Cuando vivimos un trauma, una crisis o un dolor muy profundo es más probable que seamos víctimas de algunos sesgos interesantes. El miedo nos paraliza y tendemos a dar demasiada importancia a las consecuencias malas de un fenómeno (como puede ser enfermar) y desestimar las bajas posibilidades de efectivamente contraer una enfermedad grave.
La mayoría de los rumores están relacionados con asuntos sobre los que la gente no tiene un conocimiento directo (…) y la mayoría de nosotros lo dejamos en manos de la multitud. Cuando más gente lo deja en manos de la multitud, (…) hay un riesgo real de que amplios grupos de gente crean los rumores aunque sean falsos por completo.
A veces la multitud puede ser buena y transmitir valores lindos como cuando llegamos al convencimiento de que la violencia hacia la mujer era algo malo y entonces como sociedad ya casi nadie cuestiona ese hecho. De alguna manera, la cascada informativa[4] jugó a favor de las mujeres y hay muchas cosas que ya no resultan escandalosas como por ejemplo que una pareja conviva antes de casarse. Que la gente se divorcie y se vuelva a casar o, simplemente que no haya que pasar por una iglesia para que una pareja “gane legitimidad”. Ahí juegan las cascadas. No es solo una cuestión de una ley que legitime el hecho: es la sociedad que acepta de manera colectiva prácticas que antes eran repudiadas.
Pero ¿qué es lo que nos pasa ahora?
Es que como seres humanos, somos malísimos evaluando riesgos y, en especial, cuando hablamos de enfermedades. Nos da pánico un virus que, quizás no nos mate, y no somos conscientes de que tenemos más posibilidades de tener un accidente de tránsito y morir o enfermarnos gravemente por causa de la contaminación.
Es decir, damos demasiada importancia a las malas noticias.
Es decir, es probable que hayamos estado cerca de morir muchas veces sin habernos dado cuenta. En ese caso, puede que el exceso de información en realidad no nos haga más sabios.
Pero hay algo más.
Cascadas de conformismo y la tribu
El colegio siempre me ha parecido lo más parecido a la tiranía del grupo. Todo lo individual se castiga. Para pertenecer a la tribu había que evitar destacar y era muy difícil salir de esa dinámica. Por eso en general, tengo aversión a todo lo que es medio gregario. En los grupos las opiniones tienen a hacerse homogéneas.
Algo parecido pasa en las redes sociales y en especial en los grupos en donde hay un conocimiento más o menos cotidiano entre sus integrantes pero no necesariamente confianza.
¿Y qué es lo que sucede?
Que algunos se pliegan a las opiniones de otros en especial cuando no se es un experto. Porque cuando no somos versados en un tema tenemos que seguir al gurú de turno y ahí es cuando cualquier planteamiento alternativo es visto con disgusto e incluso con enfado. Lo vemos en los grupos de WhatsApp con mucho ahínco pero también en otros ámbitos. Es lo más parecido a la tiranía escolar.
¿Peligra la democracia y la libertad de expresión?
Esta cascada de conformismo está llevando a una deriva peligrosa. Hacía poco al General de la Guardia Civil se le escapó decir que le pagaban por controlar las críticas al gobierno. Ante el escándalo por sus declaraciones, tuvo que salir a rectificar diciendo nada menos que… ¡su trabajo era perseguir bulos!(WTF??). Esta frase despertó indignación en una parte de electorado que sigue pensando que, aunque el bulo sea una mentira, no tiene que ser censurado.
Porque en eso consiste la democracia.
Y en esto me reafirmo: la democracia duele porque significa tener que tolerar al que piensa diferente. Incluso hay que tolerar al intolerante. No es fácil pero es el mejor sistema que tenemos.
Contra los bulos y las mentiras nunca se puede atacar con censura sino con más educación y herramientas para detectarlo y hacernos inmunes a ellos.
Las fake news y los virus son de la misma familia
Hay una dinámica curiosa con esto. El bulo muere solo sino lo tocás. Lo dejás solito. No lo movés. No lo agitás. Por eso las redes sociales son tan buenas fortaleciendo noticias falsas. Justamente los mismos enemigos del bulo lo agrandan, dándole trascendencia. Es lo más parecido a un virus. Lo aislás y lo dejás solo y se muere.
Y yo me pregunto en este estado de pánico en el que vivimos ¿quién decide qué es un bulo y qué no lo es? ¿Qué criterios está siguiendo la Guardia Civil? ¿Cómo los combate? ¿Con información o persiguiendo a la gente? Estas son preguntas que hay que saber responder y que la ciudadanía debería exigir.
Pero hay algo peor que las cascadas de conformismo y es esa sensación de que la grieta se agranda entre unos y otros. Los vecinos se miran. Comentan.
«Fulano salió a correr a la hora incorrecta».
«Mengano saca al perro todo el rato.»
«El de más allá no guardó la distancia social.»
«A ese no te acerques porque estuvo con el virus».
Y poco a poco nos sumergimos en el fango de la mediocridad. La conversación se degrada. La vileza se instala entre nosotros.
Polarización de grupo e incitación al odio
A menudo nos pasa que cuando compartimos cierta información con un grupo de amigos con los que estamos de acuerdo, reforzamos nuestros prejuicios. Los expertos estudiaron esto porque se dieron cuenta de que los que tenían una convicción, la afianzaron después de compartirla con la tribu. Esto siempre ha pasado pero las redes sociales exacerban esto hasta la saciedad ya que seguimos a la gente con la que es probable que estemos de acuerdo. De alguna manera, los unos y los otros extremamos nuestras convicciones, algo que puede también poner en peligro la democracia. Cuando hablé de big data, comenté este fenómeno de cómo los algoritmos de recomendación afianzaban nuestros gustos culturales haciéndolos más homogéneos. Pues algo parecido pasa con nuestros pensamientos.
Con esta pandemia del Covid-19, estoy convencida de que la democracia saldrá gravemente herida. Ya por el solo hecho de pasar más tiempo frente a una pantalla somos más vulnerables a la manipulación y a la falta de privacidad en nuestros datos personales.
Perdemos cotas de libertad minuto a minuto y tenemos que pensar que esa vigilancia que ejercen sobre nosotros, LLEGÓ PARA QUEDARSE.
¿Qué mejor momento para colarnos medidas antidemocráticas que en un momento de crisis y pánico? Somos carne de cañón.
Con esto, no estoy cuestionando las medidas sanitarias. Solo estoy remarcando todo lo que estamos perdiendo en el camino y que va a costar recuperar. Seamos conscientes de eso. Y sepamos poner en la balanza todos estos elementos. La cuarentena NUNCA puede ser un cheque en blanco para el gobierno. Aunque apoyemos al gobierno no debemos perder el espíritu vigilante.
Y sepamos también que las noticias falsas se propagan y van a existir siempre (como las suegras, el helado de yogurt, el reggaeton, los quejosos, las patatas bravas). Los invito a no enojarse por eso. La democracia es soportar al diferente. Soltemos nuestro impulso totalitario. Tenemos fake news y Covid-19 para rato.
Centrémonos en lo importante. Ejercitemos la paciencia y la calma. Tengamos espíritu crítico. Salgamos del lugar común. No nos pleguemos a la opinión mayoritaria.
Cuidemos la democracia.
[1] Cuando hablo de “antidemocrático” me refiero a prácticas que, si bien son legales, pueden contribuir a socavar la democracia. Un ejemplo para muchos podría ser la vigilancia y denuncia entre vecinos por la actual cuarentena. Esta práctica a mi juicio es odiosa pero nunca pediría al gobierno que censure a la gente que denuncia a los vecinos.
[2] Esta guía vale para el periodista como para el ciudadano común que está en redes sociales. Ahora todos somos potenciales productores de información.
[3] Fuente: Sustain, Cass R. Rumorología. Penguin Random House Grupo Editorial España, 2011
[4] Para un análisis más profundo sobre las cascadas de información en política y economía, puedes consultar este magnífico paper que ahora está en abierto. Bikhchandani, S., Hirshleifer, D., & Welch, I. (1992). A Theory of Fads, Fashion, Custom, and Cultural Change as Informational Cascades. Journal of Political Economy, 100(5), 992-1026. Retrieved May 1, 2020, from www.jstor.org/stable/2138632
La entrada Fake news y Covid-19: ¿está la democracia perdiendo la batalla? se publicó primero en Silvia Zuleta Romano.
Fakes news y Covid-19: ¿está la democracia perdiendo la batalla?
Me está pasando algo con todo esto de la pandemia y la cuarentena. Sigo haciéndome preguntas pero al mismo tiempo confirmo prejuicios que tenía acerca del ser humano, de las fake news y el Covid-19. Hoy hablamos de democracia, de libertad de expresión y de si, en nombre de la lucha contra el Covid-19, todo vale. ¿El fin justifica los medios?
Cuando hablé de privacidad hace ya un tiempo, puse de manifiesto que no éramos muy racionales a la hora de elegir qué es lo mejor para nosotros. Hablé de sesgos cognitivos que a veces nos llevan a sobredimensionar hechos que no son tan importantes.
Y ya sabemos que la democracia tiene su lado oscuro. Uno de ellos son las fake news. Aquella información que rula magnificando lo malo y generando pánico e intolerancia.
El que se enoja pierde
Ya sabemos que lo peor que podemos hacer cuando nos llega una información falsa o inexacta, es indignarse o difundirla. Eso es alimentar el monstruo que se alimenta de nuestra indignación. El algoritmo premia al bulo que genera enojo. Lo hace grande. Lo puede hacer inmenso.
Lo hemos vivido hace tiempo por ejemplo, con la cantidad de gente supuestamente progre que se indignaba en redes sociales por las andanzas de VOX. Con su indignación lo único que han hecho es magnificarlo. Lo que hacen es ser altavoces gratuitos al servicio del enemigo.
Lo mismo está pasando ahora con el Covid-19.
Por supuesto, lo último que debemos pedir es censurar todo lo que anda dando vuelta por ahí. Soy una gran defensora de la libertad de expresión. Incluso aunque se defienda una idea antodemocrática[1] no se puede acallar las voces que no nos gustan. Pero podemos hacer algo más útil que apelar a lo jurídico: evaluar nuestro comportamiento ante esos bulos malintencionados. ¿Cómo? Teniendo nuevas herramientas de análisis que nos ayuden a evaluar mejor los riesgos.
Una guía personal para ayudar a la democracia
Por ejemplo, hay algunas preguntas básicas que son interesantes de hacer antes de difundir o recibir una noticia[2]:
¿Genera odio la noticia que estoy recibiendo o difundiendo?¿Contribuye a la tolerancia y a la reflexión?¿Inspira malos sentimientos y pensamientos antidemocráticos?¿Contribuye al debate de ideas?¿Ayuda a que la gente sea más vigilante con los políticos?¿Ayuda a que la ciudadanía quiera tomar la justicia por mano propia?¿Ayuda a que el lector quiera leer o informarse más de un asunto?
Como ven mis preguntas no apuntan hacia la veracidad o falsedad de una información. Ese enfoque me parece corto de miras.
Yo no soy juez ni policía ni científico ni epidemiólogo.
Pero aun así, poco importa porque el debate de la falsedad o veracidad de una información es inútil e infinito. ¿No es más interesante ver si esa información dispara discusiones interesantes que puedan sumar a la reflexión?
El conocimiento avanza con preguntas, no con respuestas
En la universidad aprendí diversas teorías económicas. Algunas podían ser consideradas verdaderas y otras falsas. Sin embargo, hay autores a los que recuerdo con verdadero interés, no por las ideas que defendieran sino porque supieron disparar en mí reflexiones interesantes sobre la ciencia económica. Lo mismo aplica a algunos profesores. Lo que nos moviliza es sentir que podemos abrir un camino hacia el conocimiento. ¿Podemos abrir ese camino con respuestas? Pues, no. Lo abrimos con preguntas. ¿Qué me importaba a mí si ese profesor o autor era un marxista, un austríaco o un keynesiano?
El conocimiento avanza a veces no por las respuestas que nos da sino por las preguntas que plantea.
Una información puede ser cierta e incitar al odio y otra puede ser falsa e invitar a la reflexión. Señores, el debate sobre la falsedad y la veracidad sobre cosas incomprobables para el lego, a mi juicio, atrasa muchísimo (a menos que estemos en un Congreso de científicos).
Empobrece la discusión.
La economía conductual como herramienta de análisis democrático
Hace un tiempo me adentré en una rama muy interesante de la economía que se llama economía conductual que se encarga de estudiar esas taras que tenemos a la hora de evaluar una situación. La filosofía experimental está muy hermanada con este asunto ya que se dedica a, mediante experimentos, conocer cómo se comporta el individuo.
La economía conductual nos dice que tenemos varios sesgos cognitivos que a veces nos juegan una mala pasada en la manera en que se propagan los rumores. Para eso quiero destacar tres fenómenos interesantes que rescato de Cass R. Sustain[3] y que creo que se profundizan con las redes sociales:
Cascadas de informaciónCascadas de conformismoPolarización de grupo
Cascadas de información y rumores
Cuando vivimos un trauma, una crisis o un dolor muy profundo es más probable que seamos víctimas de algunos sesgos interesantes. El miedo nos paraliza y tendemos a dar demasiada importancia a las consecuencias malas de un fenómeno (como puede ser enfermar) y desestimar las bajas posibilidades de efectivamente contraer una enfermedad grave.
La mayoría de los rumores están relacionados con asuntos sobre los que la gente no tiene un conocimiento directo (…) y la mayoría de nosotros lo dejamos en manos de la multitud. Cuando más gente lo deja en manos de la multitud, (…) hay un riesgo real de que amplios grupos de gente crean los rumores aunque sean falsos por completo.
A veces la multitud puede ser buena y transmitir valores lindos como cuando llegamos al convencimiento de que la violencia hacia la mujer era algo malo y entonces como sociedad ya casi nadie cuestiona ese hecho. De alguna manera, la cascada informativa[4] jugó a favor de las mujeres y hay muchas cosas que ya no resultan escandalosas como por ejemplo que una pareja conviva antes de casarse. Que la gente se divorcie y se vuelva a casar o, simplemente que no haya que pasar por una iglesia para que una pareja “gane legitimidad”. Ahí juegan las cascadas. No es solo una cuestión de una ley que legitime el hecho: es la sociedad que acepta de manera colectiva prácticas que antes eran repudiadas.
Pero ¿qué es lo que nos pasa ahora?
Es que como seres humanos, somos malísimos evaluando riesgos y, en especial, cuando hablamos de enfermedades. Nos da pánico un virus que, quizás no nos mate, y no somos conscientes de que tenemos más posibilidades de tener un accidente de tránsito y morir o enfermarnos gravemente por causa de la contaminación.
Es decir, damos demasiada importancia a las malas noticias.
Es decir, es probable que hayamos estado cerca de morir muchas veces sin habernos dado cuenta. En ese caso, puede que el exceso de información en realidad no nos haga más sabios.
Pero hay algo más.
Cascadas de conformismo y la tribu
El colegio siempre me ha parecido lo más parecido a la tiranía del grupo. Todo lo individual se castiga. Para pertenecer a la tribu había que evitar destacar y era muy difícil salir de esa dinámica. Por eso en general, tengo aversión a todo lo que es medio gregario. En los grupos las opiniones tienen a hacerse homogéneas.
Algo parecido pasa en las redes sociales y en especial en los grupos en donde hay un conocimiento más o menos cotidiano entre sus integrantes pero no necesariamente confianza.
¿Y qué es lo que sucede?
Que algunos se pliegan a las opiniones de otros en especial cuando no se es un experto. Porque cuando no somos versados en un tema tenemos que seguir al gurú de turno y ahí es cuando cualquier planteamiento alternativo es visto con disgusto e incluso con enfado. Lo vemos en los grupos de WhatsApp con mucho ahínco pero también en otros ámbitos. Es lo más parecido a la tiranía escolar.
¿Peligra la democracia y la libertad de expresión?
Esta cascada de conformismo está llevando a una deriva peligrosa. Hacía poco al General de la Guardia Civil se le escapó decir que le pagaban por controlar las críticas al gobierno. Ante el escándalo por sus declaraciones, tuvo que salir a rectificar diciendo nada menos que… ¡su trabajo era perseguir bulos!(WTF??). Esta frase despertó indignación en una parte de electorado que sigue pensando que, aunque el bulo sea una mentira, no tiene que ser censurado.
Porque en eso consiste la democracia.
Y en esto me reafirmo: la democracia duele porque significa tener que tolerar al que piensa diferente. Incluso hay que tolerar al intolerante. No es fácil pero es el mejor sistema que tenemos.
Contra los bulos y las mentiras nunca se puede atacar con censura sino con más educación y herramientas para detectarlo y hacernos inmunes a ellos.
Las fakes news y los virus son de la misma familia
Hay una dinámica curiosa con esto. El bulo muere solo sino lo tocás. Lo dejás solito. No lo movés. No lo agitás. Por eso las redes sociales son tan buenas fortaleciendo noticias falsas. Justamente los mismos enemigos del bulo lo agrandan, dándole trascendencia. Es lo más parecido a un virus. Lo aislás y lo dejás solo y se muere.
Y yo me pregunto en este estado de pánico en el que vivimos ¿quién decide qué es un bulo y qué no lo es? ¿Qué criterios está siguiendo la Guardia Civil? ¿Cómo los combate? ¿Con información o persiguiendo a la gente? Estas son preguntas que hay que saber responder y que la ciudadanía debería exigir.
Pero hay algo peor que las cascadas de conformismo y es esa sensación de que la grieta se agranda entre unos y otros. Los vecinos se miran. Comentan.
«Fulano salió a correr a la hora incorrecta».
«Mengano saca al perro todo el rato.»
«El de más allá no guardó la distancia social.»
«A ese no te acerques porque estuvo con el virus».
Y poco a poco nos sumergimos en el fango de la mediocridad. La conversación se degrada. La vileza se instala entre nosotros.
Polarización de grupo e incitación al odio
A menudo nos pasa que cuando compartimos cierta información con un grupo de amigos con los que estamos de acuerdo, reforzamos nuestros prejuicios. Los expertos estudiaron esto porque se dieron cuenta de que los que tenían una convicción, la afianzaron después de compartirla con la tribu. Esto siempre ha pasado pero las redes sociales exacerban esto hasta la saciedad ya que seguimos a la gente con la que es probable que estemos de acuerdo. De alguna manera, los unos y los otros extremamos nuestras convicciones, algo que puede también poner en peligro la democracia. Cuando hablé de big data, comenté este fenómeno de cómo los algoritmos de recomendación afianzaban nuestros gustos culturales haciéndolos más homogéneos. Pues algo parecido pasa con nuestros pensamientos.
Con esta pandemia del Covid-19, estoy convencida de que la democracia saldrá gravemente herida. Ya por el solo hecho de pasar más tiempo frente a una pantalla somos más vulnerables a la manipulación y a la falta de privacidad en nuestros datos personales.
Perdemos cotas de libertad minuto a minuto y tenemos que pensar que esa vigilancia que ejercen sobre nosotros, LLEGÓ PARA QUEDARSE.
¿Qué mejor momento para colarnos medidas antidemocráticas que en un momento de crisis y pánico? Somos carne de cañón.
Con esto, no estoy cuestionando las medidas sanitarias. Solo estoy remarcando todo lo que estamos perdiendo en el camino y que va a costar recuperar. Seamos conscientes de eso. Y sepamos poner en la balanza todos estos elementos. La cuarentena NUNCA puede ser un cheque en blanco para el gobierno. Aunque apoyemos al gobierno no debemos perder el espíritu vigilante.
Y sepamos también que las noticias falsas se propagan y van a existir siempre (como las suegras, el helado de yogurt, el reggaeton, los quejosos, las patatas bravas). Los invito a no enojarse por eso. La democracia es soportar al diferente. Soltemos nuestro impulso totalitario. Tenemos fake news y Covid-19 para rato.
Centrémonos en lo importante. Ejercitemos la paciencia y la calma. Tengamos espíritu crítico. Salgamos del lugar común. No nos pleguemos a la opinión mayoritaria.
Cuidemos la democracia.
[1] Cuando hablo de “antidemocrático” me refiero a prácticas que, si bien son legales, pueden contribuir a socavar la democracia. Un ejemplo para muchos podría ser la vigilancia y denuncia entre vecinos por la actual cuarentena. Esta práctica a mi juicio es odiosa pero nunca pediría al gobierno que censure a la gente que denuncia a los vecinos.
[2] Esta guía vale para el periodista como para el ciudadano común que está en redes sociales. Ahora todos somos potenciales productores de información.
[3] Fuente: Sustain, Cass R. Rumorología. Penguin Random House Grupo Editorial España, 2011
[4] Para un análisis más profundo sobre las cascadas de información en política y economía, puedes consultar este magnífico paper que ahora está en abierto. Bikhchandani, S., Hirshleifer, D., & Welch, I. (1992). A Theory of Fads, Fashion, Custom, and Cultural Change as Informational Cascades. Journal of Political Economy, 100(5), 992-1026. Retrieved May 1, 2020, from www.jstor.org/stable/2138632
La entrada Fakes news y Covid-19: ¿está la democracia perdiendo la batalla? se publicó primero en Silvia Zuleta Romano.
April 20, 2020
Los niños y la cuarentena
Me están pasando muchas cosas con este asunto. Hoy voy a hablar de muchas aristas en torno a los niños y la cuarentena. Qué me pasa con este asunto, cómo lo estoy solventando y también cómo lo están solventando otros. También veremos propuestas muy chulas y… otras que no molan tanto.
Normalmente soy de talante tranquilo y no me gusta el dramatismo pero tengo un par de intuiciones un poco oscuras que quiero compartir con ustedes. Ya les adelanto que son ideas que no tienen ninguna base científica.
El lado oscuro de aislar a los niños
Con el aislamiento se acentúa la desigualdad.Creo que el daño que van a sufrir los niños será de largo plazo.La gente que vive en peores condiciones pagará un precio caro.El nivel académico me da un poco igual pero la falta de contacto con sus pares va a tener efectos negativos en ellos.Pero, aun así, la desigualdad educativa se va a acentuar.Los niños estarán a merced de cualquier tipo de violencia doméstica sin que el colegio o el Estado lo pueda detectar.Los daños colaterales serán mayores que el daño que se quiso evitar en forma de desempleo, enfermedades, atraso educativo.
La clase media domina el discurso
A menudo me dicen: los “niños transmiten la enfermedad”, “qué importa que pierdan contenidos”. Y yo pienso que ese análisis costo-beneficio que hace una familia de clase media, no es el mismo que hace una familia numerosa que vive hacinada, en una chabola o en un contexto de violencia.
Por eso pienso que el “quédate en casa” encierra una realidad clasemediera y obtusa que no logra ir más allá de su propia realidad. Por supuesto, no animo a nadie a saltarse la ley. No queda otra que cumplirla pero está bueno recordar que la cuarentena no es un cheque en blanco para el gobierno. Y que probablemente en muchos lugares será difícil de cumplir. Mayra Arena, entrevistada para Infobae que vivió muchos años villas miseria (chabolas) nos dice:
Ahora mismo, respecto al virus hay una especie de resignación. Si te tiene que agarrar, te va a agarrar. Es la lotería del pobre. La lucha sigue siendo otra. Cuando la alacena siempre está vacía, tu lucha siempre es otra. No importa que afuera haya un virus, el apocalipsis zombie o una guerra. Tu lucha es conseguir para morfar.
Fuente: Infobae
Creo que estamos en una situación en la que hagamos lo hagamos alguien saldrá perdiendo. Y en este caso pienso que las familias más desfavorecidas pagarán un precio alto.
Ya lo están pagando.
La economía también es salud
He oído voces que plantean un trade off entre salud o economía. Me parece un falso dilema. Porque a los que dicen “solo les importa la economía”, yo les digo: la economía también es salud. Porque si la gente no trabaja y no ingresa dinero entra en una espiral de pobreza que, sin duda, los llevará a la enfermedad.
Cuando pienso que la economía es importante no lo digo por los empresarios sino por los miles de trabajadores que vieron perder sus empleos o tuvieron que cerrar sus negocios de la noche a la mañana. Trabajar también es salud y sino pregúntenle a los miles de estadounidenses que han sido despedidos y han perdido su cobertura sanitaria.
Ni hablar de los trastornos que pueden tener los niños gracias al encierro. Ya estamos viendo niños con problemas de sueño o tics nerviosos.
Trabajar en casa con niños
Dicho esto, tengo que decir que he podido mantener bastante bien mi ritmo de trabajo. Por supuesto, he triplicado, como todos, mi nivel de compromisos domésticos y familiares pero aun así he podido seguir comprometida con mi trabajo sin necesitar de contratar niñeras como otras madres que, de un día para otro, han tenido que seguir sujetas a horarios rígidos o sin teletrabajo y han tenido que salir corriendo a buscar a alguien que les cuide a los chicos. En ese sentido, soy una privilegiada.
Sin embargo, debido a las constantes interrupciones, mi novela está aparcada y tengo que asumir proyectos de corto plazo. Uno de ellos, son los cuentos cortos, la actividad en redes sociales y las colaboraciones con terceros (por ejemplo, con la interesante revista online Gondwana Talks). Todo eso sigue activo aunque la prioridad ahora está en casa.
Los niños no paran de hacer cosas lindas en cuarentena
Y justamente como los chicos están todo el día guardados, no dejan de hacer cosas maravillosas, estrambóticas, asquerosas, ridículas. Y ya relajada de los asuntos escolares, me he propuesto documentar todo esto porque no soy de esas madres que guardan todos los dibujitos.
Por eso, he decidido ir compartiendo todo eso en Instagram y Facebook a modo de repositorio para mí y fuente de inspiración para otros. Además aprovecharé para recomendarles lecturas e iniciativas interesantes para niños (Ya he hablado sobre mis Recomendados de libro infantil para niños que están aprendiendo a leer). En este caso, mis propuestas están adaptadas a una nueva realidad que es el aislamiento. Todo esto lo estoy haciendo en las redes sociales con el hashtag #NiñosEnCasa.
Mis criterios para elegir actividades para los chicos
Tratar de que sean actividades offline (esto no siempre es posible y hay alguna recomendación de pantalla). Aun así, aunque el padre tenga que buscar el recurso en Internet, he intentado que la actividad en sí, no requiera de pantallas para los niños.Que sean gratis o muy baratas.Que sean ecológicas y sustentables.Que, en lo posible, no implique que un adulto tenga que jugar con ellos. La idea es que puedan entretenerse solos y que uno solo les dé el puntapié inicial. Luego habrá padres que se copen con alguna cosa, a mí por ejemplo me gusta leer y escribir con ellos pero no me gusta hacer manualidades. Otros prefieren cocinar con ellos…
A continuación les contaré algunas de estas actividades que están surgiendo y que pueden ser interesantes de replicar. Algunas están sucediendo en mi municipio (Torrelodones) pero también quiero ir apuntando iniciativas interesantes que capaz se hacen en otros lados pero pueden servir de inspiración para hacer en Torrelodones.
Cosas lindas que están sucediendo con los niños en esta cuarentena
Se está replicando en toda España, iniciativas de vecinos que ofrecen su biblioteca (a veces como intercambio y otras como donación). (Puedes leer aquí la experiencia del escritor Jorge Carrión en Twitter). Esta es una excelente manera de que los chicos sigan leyendo. Con la cuarentena nos estamos encontrando con una necesidad voraz por parte de los pequeños. Tomando las medidas adecuadas, es una manera barata y ecológica de que los chicos estén entretenidos con algo más educativo que una pantalla.Cuentacuentos de la librería Alberti. A mí en general, no me gustan los recursos de entretenimiento online porque pienso que si necesito trabajar, les pongo la tele. Y si quiero leerles un cuento, ya lo hago yo que me encanta. Pero sé que hay gente que tira mucho de Tablet y móvil. Si este es tu caso, te recomiendo los directos de Instagram de la librería Alberti (sí, ya sé, está todo el mundo haciendo vivos por Instagram) en las que una de las libreras lee un cuento todos los días a las cinco de la tarde. Y por supuesto, cuando abra esta hermosa librería no dejes de ir. Es una joya. Con mi hija vamos todos los años y organizan talleres para niños y adultos muy chulos.Los audiolibros de Mauricie Sendak: lo mismo. Si no tienes estos maravillosos libros en papel, te recomiendo que te metas en Internet y los veas con tus hijos en You Tube. Son hermosos. Yo me crie con ellos y los llevo en el corazón. Además, como plus, hay versiones en inglés y en español por lo que los chicos pueden aprovechar para aprender vocabulario.Podcasts de AF Harrold. A este poeta infantil le hago propaganda todo el rato. Se lo merece porque es genial. Recita sus poesías por You Tube y además en esta cuarentena tiene un podcast diario con una poesía en inglés. Si te metes en su web, puedes acceder a todas sus poesías recitadas. Imperdibles de verdad.Manualidades: con esta cuarentena, libros y papelería se están revelando esenciales. Por eso casi todas las papelerías están haciendo envíos a domicilio de material escolar o lo que necesites de manualidades. Te puedo asegurar que es la mejor inversión. Barata y ecológica. Además con esto ayudas al comercio local y a un sector que está deseando volver a trabajar lo antes posible. Sino, los mismos supermercados están vendiendo material escolar. (Aquí te dejo enlace de las papelerías de Torrelodones que siguen trabajando.)Escritura con los chicos: si tus niños no saben leer es buena idea escribir con ellos versos de rimas. Yo lo hago todo el rato (tengo un cuaderno solo para eso). No hace falta ser escritor. Solo tener imaginación y escucharlos a ellos. A los chicos les suele gustar que escribas sobre cosas que has vivido con ellos. Les hace gracia y les obliga a participar. Si ya sabe leer, le puedes ayudar con las rimas o le puedes decir que intente buscar él mismo esas rimas. Dibujar y escribir es estimulante y divertido.Un rincón. Esto ya depende del espacio que tengas pero yo he dedicado un rincón especial para ir acumulando todo lo que van haciendo. Llegará un punto que no sé qué haré (o me cansaré y lo tiraré todo) pero me gusta ver cómo crece. De alguna manera, es como construir algo que va creciendo. Ya estoy compartiendo este rincón con ustedes en las redes sociales.Blogs infantiles. De momento les recomiendo para públicos de cuatro o cinco años este sitio que se llama Menta y chocolate que propone miles de actividades para hacer en casa. Además, es práctico porque está dividido por categorías (por ejemplo, conteo, lectoescritura, etc.). Realmente es una buena opción offline que, de alguna manera, reemplaza lo que venían haciendo en la escuela infantil.Los cuadernos de escritura de Blackie Books. Esta editorial, de la que ya he hablado bastante (son los editores de la maravillosa obra Babar.Todas las historias de la que hablé hace un tiempo) está liberando contenidos para imprimir del Cuaderno de escritura divertida hecho por El Hematocrítico y Olga Capdevila. Aquí te dejo una actividad para imprimir en donde los niños pueden ilustrar y poner título a su propio libro. Pero te recomiendo que sigas el Instagram de Blackie Little para ver las cosas que van organizando.Que ayuden en la cocina. Esto puede ser un desastre pero que hagan pequeñas tareas está bueno y ellos se divierten. En especial, con los huevos, la harina, etc. Lo clásico es el collar de macarrones pero ya el hecho de mezclar harina y agua, suma mucho.Música: no es mala idea investigar las playlists y cosas que andan dando vuelta por Internet (en estos últimos días la gente ha creado miles de playlists para niños en Spotify. Es cuestión de buscar la que más te guste o crear la tuya). O dedicar un día a un género concreto. Por ejemplo, un día estuvimos todo un día con rock clásico a toda pastilla. Otra vez bailamos hip hop. Otra, recordamos El reino del revés y La reina Batata con María Elena Walsh. Los recursos son infinitos.Revistas: acá hay dos opciones. Darles un pilón de revistas viejas y una tijera y huir a lo que mejor quieras hacer (si tienen edad para ello, no me linchen, hay tijeras infantiles que son muy seguras). Les aseguro que tendrán diversión por un buen rato. Si a eso sumás unas cartulinas y pegamento, la fiesta es total. Ya tenés un collage perfecto. La segunda opción requiere acercarte al kiosko de diarios que tengas cerca (siguen funcionando y muchos tienen papelería) y adquirir las revistas Caracola (para edad 4-5 años) y Reportero Doc (a partir de 9 años) de la Editorial Bayard. A ver. El mundo de las revistas infantiles es siniestro pero estas publicaciones que recomiendo son la excepción y puede ser un buen reemplazo si no tienes libros a mano. Son didácticas, no fomentan la compra de juguetes y hablan de animales, ciencia, historia. Como novedad, cada tanto, caer con una revista para ellos, les alegrará la vida. Y cuando levanten la cuarentena, que sepas que toda la colección de revistas está a tu disposición en la Biblioteca de Torrelodones.Bibliotecas: aquí quiero hacerme eco de iniciativas interesantes que se están llevando a cabo en otros municipios. Por ejemplo, en Zaldibar la biblioteca está cerrada pero sigue vigente el préstamo por catálogo. Te llevas los libros, los leés y luego los devolvés a un contenedor en el que permanecen cinco días, tiempo prudencial para suponer (de acuerdo a varios estudios) que el virus ha muerto. Jabier Vidal Mendoza, bibliotecario de esa biblioteca nos cuenta:
Son los primeros días y de momento está teniendo bastante éxito, los y las lectoras lo agradecen mucho. La biblioteca tiene un whatsapp y los y las usuarias en ese número me piden el libro que quieren leer. Yo consulto si está disponible en nuestra biblioteca y les contesto al whatsapp, si está libre les digo que se pasen por la biblioteca a por el libro a una hora que les digo. A la biblioteca no pueden entrar, se los doy yo en la puerta. Para devolverlos, afuera tenemos un buzón para devolver libros, en ese buzón devuelven los libros, yo todos los días abro el buzón y saco los libros, los dejo en cuarentena 5 días y una vez pasados esos 5 días los llevo a las estanterías.
Sería genial que la biblioteca de Torrelodones hiciera algo parecido porque creo que los índices de lectura se han disparado entre los chicos.
Reutilizar cosas: las bolsas de desechos de papel y envases se está revelando una mina de oro para nuestros chicos. Rollos de papel higiénico, cartones varios en donde viene comida, bandejitas de plástico. Bandas elásticas, cintitas varias (en mi Instagram he estado posteando en estos días varias cosas hechas con rollos de papel higiénico).
Esta lista irá creciendo con lo que ustedes aporten o puede que se quede ahí. Debo decirles que nunca he sido muy niñera y apenas me reconozco escribiendo un artículo sobre esto pero… nos vamos adaptando. Y como ya saben que no soy muy “buenrrolista», ya que estamos, les contaré las propuestas infantiles que no me convencen del todo.
Iniciativas para niños en cuarentena que no me gustan mucho
Recursos de espectáculos online (teatro o circo online). Ya lo dije. Si a lo que ven normalmente de tele, agregamos ocio de pantalla, ya es un camino de ida.Iniciativas colectivas del tipo: “pinta un arcoíris y se lo mandamos a no sé qué tablón” con frases empalagosas del tipo “todo va a estar bien”. O comparte en tu ventana tu dibujito. Me dan mal rollo. Parecen más movidas de padres miedosos que no pueden evitar transmitir esos miedos a los chicos. Si todo va a estar bien, no tenés necesidad de escribirlo en un papel con un arco íris. Creo que esa filosofía de pensamiento positivo es bastante nefasta y, además, no la encuentro necesaria. Empujarlos a que salgan a aplaudir a los sanitarios. A ver. Si ellos quieren aplaudir, que lo hagan. Pero meterlos en historias de adultos, creo que es bajarles un poco de ideología (sí, ¡hasta un simple aplauso es ideológico!!).Presionarlos para que vean a sus amigos o familia por videollamada o a que hagan videítos. En general, no me gusta forzar a mis hijos a que vean en la pantalla a gente querida a la que no pueden ver en persona. Son chicos y no entienden y puede que sufran. No siempre es el caso, ojo. Depende un poco de la edad pero yo, personalmente, no presiono a menos que ellos mismos lo pidan.Me están llegando noticias bastante inquietantes de padres estupefactos porque profesores de música de algunos colegios están pidiendo a sus alumnos que toquen en la flauta «Resistiré» haciendo referencia a que es la canción «que dedicamos a los Sanitarios a las ocho de la tarde» (WTF!!).
Iré agregando cosas interesantes pero me está pasando lo que a muchos. Cada vez se duermen más tarde. Como mi trabajo no tiene horarios, me adapto a ellos sin problemas. Al final, estamos despertando más tarde también.
Me parece importante que haya rutinas pero no imponer los mismos horarios del colegio (¿para qué?). Creo que puede ser un momento para disfrutar mucho de ellos y con ellos. (Qué empalagoso suena todo esto.)
Menos colegio y actividades regladas
En cuanto a las tareas escolares, también hemos relajado mucho. Obvio, en primaria deben seguir la currícula pero en Infantil hay miles de maneras de estimular y aprender que no pasan por hacer fichas.
Aprovechemos este momento para huir de las actividades escolares y ser creativos. Creo que los padres están siendo muy inteligentes y están surgiendo cosas muy chulas.
Lo principal, después de tantas extraescolares y la vida que llevaban nuestros niños, es que un efecto colateral de no ir al colegio es que tienen más tiempo para aburrirse.
Y ya saben: el aburrimiento está en el origen de la creatividad. Yo pasaba mucho tiempo sola de pequeña y fue así que empecé a escribir.
Los míos están en un ochenta por ciento del tiempo inventando sus propios juegos (a veces la lían. Por ejemplo, mientras escribía se pusieron a jugar en el baño y salieron mojados). Trato de que no haya juego dirigido y solo intervengo cuando ya me rompen demasiado los kinots.
Pero sin amigos no hay paraíso
Insisto: lo único que nos falta en esta ecuación (no voy a hablar del tema económico que es evidente que seremos todos más pobres si ya no lo somos ahora. Hablaré más adelante de la desigualdad y cómo afectará a nuestro sistema económico. Para ello estoy terminando de leer el último libro de Thomas Piketty, Capital e ideología pero mientras tanto, puedes leer un resumen de su primera obra que escribí hace unos años y no pierde vigencia ) son los amigos de mis hijos. Ese aprendizaje único que dan los pares. Espero que el gobierno de España[1] afloje con este asunto que es vergonzoso (como en otros países. Argentina también tiene una de las cuarentenas más restrictivas del mundo) y también espero que esto sirva para que desde los colegios se pueda plantear (cuando se pueda), una bajada en las ratios por aulas.
Me parece importante que aquellos niños en peligro de exclusión social tengan la prioridad en incorporarse al colegio lo antes posible así como que puedan salir a pasear. Ellos deben ser los primeros y sus familias deben tener preferencia.
Con esto, los dejo. Porque ya hablar tanto de niños me parece tedioso. Los amo pero tampoco para tanto.
Que tengan una feliz cuarentena.
¿Tienes hijos? ¿Cómo estás llevando el asunto? ¡Te espero en los comentarios!
[1] Mientras escribo estas líneas, el gobierno de Pedro Sanchez acaba de anunciar que dejará salir a los niños a partir del día 27 abril. Queda todavía por ver en qué condiciones se puede hacer.
La entrada Los niños y la cuarentena se publicó primero en Silvia Zuleta Romano.
April 8, 2020
El mundo cultural ante la pandemia de Covid-19
Hoy quiero poner la luz sobre cómo se está moviendo el mundo cultural ante la pandemia del Covid-19 en todo esto y qué lugar están jugando los escritores. Como todo esto es dinámico y va cambiando, puede que lo que vuelque aquí se quede obsoleto o que cambie de opinión (seguiré hablando de este asunto). Sin embargo, podemos ir esbozando algunas ideas.
Desde diversos gremios del sector cultural se están pidiendo reclamos de todo tipo para salvar a diferentes colectivos que se han visto perjudicados por el parón drástico en la actividad. El sector editorial reclama, los productores teatrales, los audiovisuales, los actores[1].
Y me pasan varias cosas.
Los escritores andan desaparecidos
Con esta crisis que está viviendo el sector, confirmo algunos prejuicios que tenía en relación a cómo se ve a los escritores y cómo actúan ellos. Todavía sigue habiendo muchísima gente que no los considera trabajadores de la cultura.
Pero además de reclamos al Estado, se están organizando muchas movidas virtuales más o menos exitosas (no las menciono aquí porque son numerosas y las puedes googlear tú mismo. En este terreno los escritores se están moviendo bastante en especial en Instagram) y también se están haciendo sondeos para conocer el alcance de la crisis en determinados sectores.
Destaca por ejemplo, la CERLALC que lanzó una encuesta para conocer como está afectando al sector editorial en el que releva, sobre todo a empresas y distribuidoras. Toda una larga cadena de valor en la que, parece, el autor, está ausente (ya he hablado en numerosas ocasiones sobre por qué considero que todavía mucha gente no considera a los escritores trabajadores culturales. En mi serie de varias entregas El escritor como promotor de las empresas tecnológicas ahondo en esta idea.)
Llevo varios días haciendo un relevamiento de iniciativas por parte de los diversos actores del sector y por otro lado, de los compromisos que han asumido los gobiernos (obvio, esto puede cambiar) y destaca la ausencia tanto desde el colectivo de los escritores como desde el gobierno de medidas concretas para paliar la situación (mi relevamiento continua por lo que si quieres aportar información sobre tu sector, es bienvenida porque la idea es, con esa información tener un panorama de lo que se está reclamando y cómo están respondiendo las distintas administraciones).
Pero volviendo a los escritores.
A ver. No me sorprende. Los escritores nunca se mueven por nada colectivo[2]. Ellos se guisan su propio pollo. Y yo no estoy pidiendo medidas. Pero ¿no es curioso que los escritores no se alcen a reivindicar nada[3]? ¿No será que los escritores ya son un sector lo suficientemente precario como para que esta crisis los afecte?
¿Los escritores desconfían de otros escritores?
No tengo respuestas a estas preguntas pero fíjense (y lo vengo denunciando hace rato).
Los escritores no van a las ferias a negociar nada.
No se agrupan.
No reclaman.
Son como un fantasma que deambula entregando parte de su energía por una remuneración que nunca servirá para recuperar lo invertido en ello. Un escritor inteligente sabe que su materia prima nunca va a estar en su tribu.
La gente como uno aburre.
Lo esencial es invisible a los ojos
Y en este tiempo de pandemias en que solo los trabajadores esenciales están autorizados a salir a trabajar, cabe preguntarse porqué esos trabajos suelen ser los peor pagados.
Los invisibles del sistema son clave. Lo sostienen. Lo apuntalan.
Hace tiempo yo pensaba que esto de la cultura no servía para nada. Que lo importante eran los plomeros. Los ingenieros que hacen puentes. Los programadores. Los cocineros.
Pero, luego comprendí que el hombre necesita evadirse. Ya lo he dicho. Vivir otras vidas. A través de la palabra. O de la imagen.
El hombre necesita una historia.
La creación cura
Porque después de un día agotador, el ser humano está necesitando sumergirse en otro universo. En donde relaja sus sentidos. Se cura. Se recompone. Porque si no tenemos eso, también nos morimos. Y me pongo a pensar en que se han multiplicado las opciones de ocio y evasión para pasar mejor la cuarentena.
Y entonces pienso que la cultura y los escritores, capaz, también son esenciales. Yo no pido medidas económicas porque, quien soy yo, para decidir quién merece ser ayudado (me siento más cómoda intentando reinventarme que poniéndome a pedir cosas para mí sino para otros colectivos más desfavorecidos. Prefiero que las ayudas vayan no a gremios concretos sino a autónomos, pensionados, desempleados. Y yo me pregunto, ya que estamos, ¿Están algunos gremios pecando de corporativismo? Los editores pidiendo por los editores, los músicos por los músicos, ¿no es más honesto pedir, ya puestos, por los que consideres más golpeados? A mí me da apuro pedir cosas para mí, me da apuro decir al gobierno «mi actividad es esencial» prefiero que lo haga otro que, desde su objetividad, valore o no mi trabajo. Pero me pregunto si los pedidos corporativistas no encierran un conflicto de intereses. Son estas preguntas que me hago. La verdad no tengo muy claro este asunto y puede que cambie de opinión en el futuro. Tampoco estoy criticando ningún colectivo. Me parece bien que se agrupen porque sé que así se consiguen más cosas. Es solo una incomodidad personal que no pretende ser ejemplo de nada).
Pero somos los escritores los que, acostumbrados a trabajar por muy poco, nos amoldamos mejor a esta crisis. Y siempre andamos pidiendo más bien poco. No esperamos nada del Estado. Creo que solo buscamos que nuestras remuneraciones sean justas. Con pandemia o sin pandemia.
Quizás esa sea la clave del silencio de los escritores.
Y capaz, no debería ser así. Y los escritores debieran unirse y pelear por mejores remuneraciones.
Pero yo lo veo difícil.
Hay algo en el alma del escritor que es diferente dentro del sector cultural.
El mundo de la cultura a veces es snob
Yo, personalmente, estoy en contacto con otras personas del sector. Cantantes, actores, cineastas, bailarines, directores de teatro (aunque la gran mayoría de personas de mi entorno se dedican a otras cosas igual o mucho más interesantes). Y veo algo en común en esos colectivos que no tienen los escritores.
Hay gremio.
Hay comunidad.
Hay deseo de pertenecer a un sector.
Hay corporativismo.
Casi diría, que veo a menudo demasiado endogamia y escaso interés por el “afuera” (no quiero generalizar, pero sí, ¡¡lo voy a hacer!! No me linchen. Yo también estoy en este universo de la cultura pero los que me conocen saben que siempre critico a los propios. Empecé hace muchos años criticando a los economistas y yo lo soy. Luego le tocaron a los escritores. Y así estamos.)
Los “posos de vino” son fundamentales
Al mundo de la cultura, a veces, le cuesta hablar el lenguaje de la gente. Pierde interés ante lo banal. Lo chiquito. Esa cultura popular tan atrayente y que, muchas veces, es el germen de una buena historia.
Y en esa jungla cultural, el escritor es un bicho raro. Desconfiado. Y se fija en esa mugrecita que nadie ve. En el sedimento de la vida.
La basurilla. La calderilla. Esos restos que quedan a veces en el fondo de un buen vino.
Porque la materia prima de un escritor son esas sobras que nadie quiere ver. El escritor no necesita de sus amigos culturetas para crear, ni juntarse a hacer brainstorming con sus colegas.
El escritor se corta solo. Callejea. Habla con extraños. Viola las normas si es necesario.
Y sabe que, en el fondo, lo interesante está afuera.
En la vida. Y que los escritores tenemos vidas muy poco interesantes y que, mejor nutrirse de los otros.
De los diferentes.
Porque los iguales aburren y eso un escritor lo sabe.
Asociacionismo: ¿sí o no?
Y yo me debato entre esas dos ideas. Sé que los gremios que más cosas consiguen son los que se unen pero, algo me lleva a pensar que esa soledad del escritor es necesaria, aun a costa de su propia prosperidad económica.
Un escritor no puede andar colegueando. Un escritor necesita mirar todo el rato. Escabullirse. No comprometerse con nadie. Solo con la vida.
Y contar historias.
Por eso vaticino una larga precariedad para los escritores.
En esta pandemia, no es noticia su crisis. Porque el escritor ya está al borde del abismo todo el año.
Y ese abismo es sumamente atrayente.
Y los despido con Marguerite Duras y unas líneas interesantes sobre la oscuridad del mundo de los escritores.
Un escritor es algo extraño. Es una contradicción y un sinsentido. Escribir es también no hablar. Es callarse. Es aullar sin ruido. (…) Es lo contrario al cine, lo contrario del teatro y otros espectáculos. Es lo contrario de todas las lecturas. Es lo más difícil. Es lo peor. Porque un libro es lo desconocido. Es la noche.
duras, marguerite. escribir. tusquets (p.30)
¿Trabajas en el mundo de la cultura? ¿Te agrupas? ¿Te cortas solo? ¿Tienes algo para comentar, matizar o contar? ¡Te espero en los comentarios!
ACTUALIZADO: Este artículo fue publicado horas antes de las polémicas declaraciones del Ministerio de Cultura de España sobre la situación del sector cultural. En ellas, aclara que, de momento, no habrá medidas específicas para el sector. Esto ha despertado la ira de diferentes colectivos como la Unión de actores y actrices o la Federación de teatros alternativos. Por supuesto, los escritores siguen estando callados.
Para leer más
El mundo cultural ante la pandemia de Covid-19
Por qué me cuesta leer el español rioplatense
El uso del español en el escritor expatriado
Mis relatos en revistas literarias
Promoción de Navidad para los amigos
[1] Puedes googlear varias iniciativas acercadas al gobierno por parte de cineastas, productores teatrales, etc. Por ejemplo, la Unión de actores en España o la Spain Film Commision ha elaborado informes y ha pedido medidas al Ministerio también. En breve, haré un análisis exhaustivo.
[2] Ya sé que me van a decir que hay diversas asociaciones pero no veo a los escritores en masa aglutinados. Destacan, por cierto, algunos colectivos concretos como la Unión Argentina de escritoras y escritores pero son muy poco los casos.
[3] Veo una excepción en la Asociación de Autoras y Autores de teatro de España que es el único colectivo de escritores que ha participado en la Mesa de Artes escénicas y música Covid-19 que aglutina a diversas asociaciones que se han encargado de elaborar un informe con medidas concretas para pedir al Gobierno y ayudar al sector. (Gracias Cuca Albert y Nilda Pineda por la información!!)
La entrada El mundo cultural ante la pandemia de Covid-19 se publicó primero en Silvia Zuleta Romano.
March 30, 2020
Fragilidad y Covid-19
Hoy marco un camino sinuoso que, ya advierto al lector, no lleva a a ningún lado. No es mi intención dar soluciones y recetas, solo lo invito a que me acompañe en este viaje para, al menos, pasar esta cuarentena un poco lejos del sensacionalismo y el drama. Espero lograrlo. Fragilidad y Covid-19 son los temas. Disfruten.
Hace algunos días, nos preguntábamos si todo este asunto de la pandemia por COVID-19 era previsible o no. Y nos inundaron con data y papers que parecerían demostrar que los políticos no supieron o no quisieron ver esos “warnings” que estaban ahí[1].
No es mi papel ponerme en plan verdugo. No soy juez ni policía y solo el tiempo dirá quién tenía razón o si todos teníamos un poquito de verdad. Pero hay algunas cosas de las que tengo pequeñas y endebles certezas.
Los políticos te dirán que fue un Cisne negro
Todo este bizarro desaguisado me hizo recordar a los Cisnes negros de Nicholas Taleb, de los que hablé hace un tiempo. Es decir, sucesos extremos que son altamente improbables. Como siempre, los políticos se aferran a esa idea de que ellos no sabían lo que iba a suceder. Pero, como ciudadanos, ¿estamos dispuestos a perdonar esta negligencia? No me gusta el uso político que se está haciendo tanto desde la izquierda como de la derecha sobre este tema pero tampoco me escandaliza porque era de esperar. Así es el género humano.
Es de destacar la falta de imaginación desde ambas trincheras. Y escuchamos los mismos eslóganes y chicanas de siempre solo que tuneadas en modo Covid-19:
“Esto es culpa de los recortes”.
“Esto es culpa del 8M”.
“Estamos en manos de un Estado autoritario”.
“Es culpa del neoliberalismo”.
“Es culpa del feminismo”.
Pero más allá de estas frivolidades, considero que cumplir la ley no exime que podamos mantener nuestro espíritu crítico. Por lo tanto…
Sí, critiquemos a nuestros políticos.
Su sueldo también está para eso. Les pagamos para que gobiernen y prevengan catástrofes. No me vale el “yo no sabía”, “nadie me avisó”. Los políticos son servidores públicos y, como bien dijo Andrew Cuomo (gobernador del Estado de New York) en una de sus carismáticas conferencias de prensa (que puedes seguir cada tarde en donde relata de forma concisa y amena el estado de la cuestión), solo les pedimos que hagan su trabajo y si les parece que no están a la altura de las circunstancias es que se han equivocado de profesión. Qué mejor momento para demostrar ese amor al servicio público que éste.
Pero más allá de los dichos del carismático gobernador,
algo más está en juego en esta crisis. Y surge una palabra en todas las conversaciones:
la fragilidad.
¿Por qué somos tan frágiles?
La fragilidad de un sistema ante un shock se
demuestra cuando no resiste y se parte. (Cuomo decía hace unos días: “¿Qué voy
a hacer con 400 respiradores cuando necesito 30.000?”. “Elegid vosotros las
26.000 personas que van a morir porque solo habéis mandado 400 respiradores”.)[2]
Y otra vez tengo que citar a Nicholas Taleb que
acuñó el término opuesto a la fragilidad: la antifragilidad.
¿Qué es un sistema antifrágil?
Justamente es un sistema que se hace más fuerte
ante adversidad. Todos quisiéramos ser antifrágiles en todos los aspectos de
nuestra vida y evitar la incertidumbre. Este economista especializado en riesgo
justamente apela a poder trabajar bajo condiciones de incertidumbre sin perder
la calma.
Y ¿cuál sería el primer paso? Reconocer que no podemos evitar los cisnes negros. No podemos evitar las catástrofes. Y, como bien dice este experto en azar.
SEÑORES, ES MUY POCO LO QUE PODEMOS CONTROLAR.
Por lo tanto, Taleb nos invita a volvernos antifrágiles. Suena lindo. Suena fácil. Es como si, de pronto, nos transformarnos en superhéroes. Y me viene la bronca porque este señor nos está pidiendo cosas hermosas e imposibles.
El autor cita dos ejemplos claros para ilustrar esto en el mundo del trabajo: el del universitario con un mando medio en una empresa y el taxista. El primero tiene “estabilidad”, un sueldo, sus vacaciones y sus horarios. El taxista vive medio estresado, tiene días buenos y malos pero de media los dos ganan parecido. En rigor, todo parece indicar que el primero es más privilegiado que el segundo pero analizando la fragilidad de ambos sistemas, Taleb ve que el primero es mucho más frágil que el segundo. Si viene un shock y despiden al universitario de cargo medio y tiene cincuenta años, le costará mucho reinventarse y posiblemente tenga que bajar su nivel de vida de forma drástica.
Taleb ve que el taxista es antifrágil, tiene
más herramientas para sobrevivir porque ha estado expuesto a lo largo de su
vida laboral a varios minishocks que, de alguna manera, lo han preparado. Es decir,
aquella supuesta estabilidad del universitario es ficticia y solo provoca
fragilidad en su mercado de trabajo.
Taleb dice que lo frágil depende en gran medida de la rutina y la estabilidad. Si tu salud o tu trabajo dependen de que nada cambie y de que no haya volatilidad es que algo va mal. Vivirás estresado. Enfermo. Y ese afán de controlar y eliminar la incertidumbre volverá frágil a ese sistema.
Sin embargo, es el fracaso lo que nos hace aprender. Son los accidentes y las catástrofes los que posibilitan los grandes avances de la ciencia. Pero esta idea cruel que plantea Taleb nos deja un poco abatidos.
¿Necesitamos de grandes catástrofes para que
avance la humanidad?
De acuerdo a esta premisa de la fragilidad, son los mismos sistemas antifrágiles los que necesitan de la fragilidad de sus individuos. Hay algo perverso en esto. La economía para sobrevivir necesita que los más fuertes ganen. Para ello, los más débiles deben sucumbir. Justamente, esa es la idea subyacente en economía cuando se habla de eficiencia.
Una economía eficiente necesita de individuos frágiles (al menos, eso nos han enseñado en las facultades de Economía).
No tienes que ser bueno. Tienes que ser mejor que el otro. El débil es igual de funcional al sistema que el fuerte[3].
Y yo me pregunto. ¿Realmente una economía eficiente es antifrágil? ¿No está demostrando esta gran pandemia que al final esa moto de la eficiencia que nos quisieron vender no sale a cuenta?
La eficiencia de poder estar en doce horas a
más de 10.000 kilómetros.
La eficiencia de tener un paquete en la puerta
de mi casa después de haberlo pedido el día anterior.
La eficiencia de tener verdura del otro lado
del mundo en la puerta de mi casa.
La eficiencia de poder imprimir un libro en una
semana.
La eficiencia de ir a ver un atardecer a la
otra punta del planeta.
Parece que ese mundo “eficiente” que todos
creíamos robusto se está desmoronando.
En esta línea va Roger Martin,
autor de When
More is better: Overcoming America’s Obsession With Economic Efficiency.
Entrevistado en el Washington
Post, nos deja claro algo que ya sospechábamos.
El virus demuestra que la eficiencia nos hace débiles[4]. No solo se aprovecha de los débiles.
Vuelve frágil a toda la economía porque ahora es muy fácil que:
Viajen las personas.
Viajen los objetos.
Viajen los virus.
O capaz no es sensato hablar de un sistema económico antifragil sino de empresas antifragiles. Aquellas que se vienen arriba ante los shocks (un ejemplo de manual podría ser Amazon pero no está del todo claro).
Pero volviendo al Covid-19…
Los sistemas de la salud son todo menos
antifrágiles
Parece que esta tragedia viene a desnudar un
sistema que ya era frágil antes y capaz no quisimos ver. El sistema de salud
(hablo como consumidora, no como proveedora) viene mostrando signos de decadencia
tanto en el sector privado como público. Lo sabemos los que vivimos en España y
los que vivimos en Argentina o en Estados Unidos.
¿Pero qué ha pasado esta vez para que se paralice todo y entremos en modo panick attack?
No se trata de número de muertos.
La lógica infame de este asunto (y ahí está la verdadera tragedia) es que se si se mueren de a poco, no pasa nada.
El sistema aguanta.
La política aguanta.
Y la economía aguanta.
Y la gente no dramatiza.
Asumiendo esta cuarentena con estoica voluntad por buena parte de la ciudadanía del planeta y a pesar de que todos los días miles de personas mueren en el mundo por causas escandalosamente evitables, ningún político, ni economía, ni país, está dispuesto a pagar el precio por esta minuta infame, sensacionalista y morbosa que estamos viviendo en estos momentos.
¿Los sistemas que dependen de la bondad individual están condenados al fracaso?
Con esto Taleb, que de pronto de experto en
azar se transforma en un gurú más cercano a Osho nos invita a dar por sentado
que ya lo hemos perdido todo. Esa mentalidad nos ayudará a vivir la vida como
una ganancia pura.
Y viendo esto en clave actual, Taleb parece invitarnos a que no nos enojemos por la falta de moral o por la codicia de la gente. El mundo lleva siglos intentando eliminar los vicios de la colmena y parece que no hemos encontrado la manera.
Y además, ¿queremos que alguien se transforme
en el santurrón de turno y nos diga que somos moralmente reprochables? ¿No es
mejor construir un sistema a prueba de codiciosos y que proteja a los más débiles?
Yo me quedo con esa idea. Sospecho que es de
necios hacer depender el bienestar general de las bondades individuales. Eso es
una quimera. Un sistema que depende de
bondades individuales ES UN SISTEMA FRAGIL.
Pedir bondad es una utopía.
Y le doy la razón a Taleb en eso pero… él también, como todos, tiene su sombra oscura. Ya lo dije cuando escribí sobre El cisne negro. Por eso le respondo: pedir sistemas antifrágiles es una utopía mayor, señor Taleb.
El ruido infame de las noticias
Y cabe preguntarse, si en vez de enojarnos con el mundo no debiéramos pasar esta cuarentena lejos de las pantallas. El que tenga la dicha de trabajar, que lo haga. Y el resto, que inicie una serie de actividades offline que los haga olvidar esta locura mundial que estamos viviendo y que en gran medida se explica por la existencia de Internet y la rapidez con que se difunden las noticias.
Y nos recuerda Taleb:
Hay mucho ruido procedente de los medios de comunicación y su glorificación de lo anecdótico. Gracias a ello vivimos en una realidad virtual separada del mundo real.
Y ese ruido mediático nos aleja de lo importante. De lo que no podemos olvidar. De lo único de lo que no podemos escapar.
Nuestra propia muerte.
Y la de nuestros seres queridos.
Y de la constatación de que ambos hechos son completamente anécdoticos. Porque el individuo, como tal, lo es.
La vieja disputa del interés colectivo y el individual
Perseguimos objetivos individuales y queremos que la manada prospere. ¿O queremos que la manada prospere más allá de los objetivos propios? Y pienso, una vez más, que seguimos haciéndonos las mismas preguntas hace miles años. Y que capaz el error está en querer entenderlo todo. Explicarlo todo. Ponerle una narrativa bonita (o trágica para vender más periódicos). Y Taleb, me vuelve a iluminar, a pesar de su sensacionalismo.
Veo una tensión total entre el hombre y la naturaleza, entre sus respectivas fragilidades. Hemos visto que lo que la naturaleza desea es sobrevivir ella misma como unidad o agregado: no que sobreviva cada especie; a su vez cada especie quiere que sus miembros sean frágiles para que la selección evolutiva tenga lugar.
Suena desolador. El mismo autor confiesa aborrecer sus propias palabras pero hay algo de luz en todo esto. Hace tiempo contaba en su libro Causas naturales de Barbara Ehrenreich (del que hablé en dos oportunidades) que el cuerpo era algo parecido a un campo de batalla en donde a veces las células se vuelven locas.
A la pregunta de por qué la célula se vuelve
loca, Barbara responde ¿por qué habría de obedecer? ¿A quién debe obedecer?
¿Por qué debemos suponer que trabajan en un régimen de semiesclavitud? ¿No es
un poco egocéntrico pensar que todo el reino animal y celular está al servicio
del hombre? ¿Por qué habrían de obedecernos?[5]
Como les decía, puede ser abrumador si piensas que el hombre puede controlarlo todo pero si, al contrario, piensas que casi todo es producto del azar. ¿no es un buen momento para preocuparse solo por lo que podemos controlar?
Como les dije, no doy soluciones. No es mi intención.
Tampoco vender recetas mágicas. Mi templo es la duda. Y a veces me encuentro tan mareada que
simplemente me dejo arrastrar por la marea. Y me sumerjo en ese mar tan
atrayente que es la literatura que me susurra al oído:
Dañaba su visión por mirar el objeto desde demasiado cerca. Quizás alcanzaba a ver uno o dos puntos con singular acuidad, pero procediendo así perdía el conjunto de la cuestión. En el fondo, se trataba de un exceso de profundidad, y la verdad, no siempre está dentro del pozo. (p.360)[6]
Extracto de Los crímenes de la calle Morgue de Edgar Allan Poe
Amén
[1] Puedes leer numerosos
informes alertando sobre posibles pandemias como el Reporte
anual hecho por epidemiólogos del Global Preparedness Monitoring Board
(GPMB) publicado en septiembre de 2019.
[2] Puedes seguir todas las
intervenciones del gobernador en su Twitter o en la página del Estado de NY.
[3] Esto lo viví en carne propia cuando estudiaba Economía. Debido a la cantidad de alumnos, la facultad había instalado un sistema de puntos que premiaba a los mejores. A priori, parecía justo. Pero los que tenían más antigüedad en la facultad obtenían puntos y aunque sacaras buenas notas, si alguien tenía un punto más, ya te dejaba a afuera de la cátedra que habías elegido. Por supuesto, las catedras fáciles eran las que más puntos requerían mientras que los se quedaban en el camino solo accedía a las cátedras más duras o incluso se quedaban sin plaza ese semestre. Esto provocaba la competencia entre los alumnos y muy poco sentido del trabajo en equipo. Mis años universitarios fueron lúgubres pero aprendí muchas cosas. Incluso llegué a quedarme fuera un semestre por no reunir los puntos suficientes. Aquellos “fracasos” me hicieron reflexionar sobre este asunto de azar y los momentos de la vida. Y aunque nunca le desearía a nadie mi suerte, mi experiencia la guardo como un tesoro. Me hizo más fuerte y no menguó mis ganas de seguir aprendiendo incluso más que muchos cerebritos que sabían aprobar exámenes pero no tenían muchas inquietudes más allá de sacar buenas notas.
[4] Fuente: “The
virus shows that making our companies efficient also made our country weak”.
The Washington Post.
[5] Fuente: Ehrenreich, Barbara. Causas naturales. Turner. 2018
[6] Fuente: extracto de Los crímenes de la calle Morgue. Poe,
Edgar Allan. Cuentos completos.
Edhasa. 2012
La entrada Fragilidad y Covid-19 se publicó primero en Silvia Zuleta Romano.
March 18, 2020
Las tribus del Coronavirus
Hoy quiero hablar de las tribus que se han ido formando a raíz de esta crisis global que parece que se alargará en el tiempo.
Ya casi ha pasado una semana desde que nuestras vidas cambiaron. En especial, desde que los chicos han dejado de ir al colegio por la expansión del Coronavirus que ya lleva más de 11.000 infectados en España. Y hemos visto como cada día hemos ido perdiendo libertades en pos de un beneficio mayor. El tiempo dirá si los gobiernos y las personas hemos hecho lo correcto. En estos días, hemos visto nuestras redes inundadas de diversas iniciativas colectivas para hacer más llevadero el encierro.
A priori, parece una buena idea. La gente
aporta ideas y se entusiasma.
Pero algo me hace ruido.
La virtud individual se pone a prueba
Me encuentro con sentimientos que no puedo explicar porque capaz no tengo los elementos para defender ciertas ideas. Pero la psiquis colectiva es interesante y me está sirviendo para reflexionar sobre el género humano. Hace una semana decía que la colmena se llena de virtud colectiva y que eso parece que nos está llevando al colapso económico.
Hoy digo otra cosa.
Parece que hay virtud colectiva. ¿Pero qué pasa
con la virtud individual?
Y entonces, me he puesto a pensar en varias cosas que he visto. Hoy me detengo en los grupos de opinión que se han formado en relación al asunto. Formas de afrontar este momento único. Las llamo tribus. Aquí, algunas con las que me he ido encontrando en estos días.
Buenrrollistas y dramáticos: dos caras de la misma moneda
Los “buenrrolistas” (exceso de wishfull thinking): aquí vemos a una tipología de sujeto que cree ciegamente en el gobierno y su accionar. Este tipo cree que “todos unidos” vamos a salir adelante. Dentro de este grupo entran los impulsores de acciones colectivas como el aplauso a los sanitarios. A esto se han unido miles de acciones más que, si las seguimos todas, nos volveríamos locos. No critico el accionar (no soy un ogro) sino la visibilización a toda costa de nuestros sentimientos hacia diversos colectivos (¿es necesario hacer públicas todas nuestras buenas acciones?). Yo agradezco todo el año. No necesito hacer propaganda. Los dramáticos y sentimentales: otra tipología de sujetos que escenifican muy bien sus sentimientos. En este grupo entrarían los creyentes en teorías conspiratorias, los hipocondríacos y los que llevan décadas esperando la pandemia. Y entonces se escuchan frases del tipo “ves que era grave”, “ves que la gente se está muriendo”, “no alcanzan las camas” “yo tenía razón” y toda una colección de anecdotario personal al que se le da una importancia excesiva.
Y la muerte es algo dramático en la sociedad occidental
Los temerosos de la muerte: este grupo te dice: “la gente se está muriendo”. Y yo les digo, “la gente lleva muriendo hace milenios”. Y aquí mi crítica va hacia una mentalidad occidental (o europea) que no puede hablar ni lidiar con la muerte. En otras culturas, como la africana o latinoamericana vienen conviviendo con la exposición a enfermedades letales, no unos meses al año, sino TODA SU VIDA[1]. Conviven con la muerte a diario porque son pobres, porque no tienen agua potable o porque sus casas son chozas y les entra los bichos. Se juegan la vida todos los días y se les mueren los hijos con más frecuencia de la que un europeo podría soportar. Les puedo asegurar que esa convivencia cotidiana con la muerte muchas veces es menos dramática que la que vivimos nosotros los occidentales de países ricos. Les recomiendo que lean el interesante estudio La idea de la muerte y los ritos funerarios en el África subsahariana de Jaques Barou
“La mayoría de los rituales funerarios observados dan pruebas del mantenimiento de los lazos entre el muerto y su entorno. Incluso ya siendo cadáver, continúa perteneciendo a la familia. Ello se refleja, para empezar, en una representación con el propósito de simbolizar la presencia del muerto entre los suyos, sobre todo en los momentos que siguen al deceso. Los miembros del linaje se reúnen para beber, comer y cantar loas al desaparecido, lo cual constituye una manera de prolongar su existencia en este mundo. En efecto, suele ocurrir, sobre todo entre los mossi de Burkina Faso, que un pariente de la persona fallecida, de preferencia una mujer, vista las ropas del muerto e imite sus ademanes y su manera de hablar. Los hijos del difunto lo llaman “padre” y sus esposas, “marido”.
Es decir, no existe una
individualidad. El difunto se va pero sigue estando entre ellos. La muerte es
parte de la vida y es cotidiana. Para las religiones budistas e hinduistas, la
muerte es solo un tránsito por lo que cabría analizar en más detalle el papel del
cristianismo y del capitalismo en la forma en que afrontamos la idea de la
muerte (pero lo dejaré para otra ocasión, este es un temazo que requiere reflexión
y calma)[2].
La gente se vuelca en masa al mundo virtual
Los adictos al mundo virtual: estos ya eran unos bichos antes y ahora se están haciendo un festín. A ver. A mí me gusta ver videos y consumir noticias pero corremos el riesgo de volvernos adictos (y volver adictos a nuestros niños) a una forma de consumo que es nociva y perjudicial y que además provoca mucha ansiedad. Espero que esta cuarentena no profundice estas patologías (ya se está hablando de un aumento del 50% en la exposición a las pantallas por parte de nuestros niños). Propongo para esto (yo lo estoy llevando a cabo) una desconexión parcial varias horas al día e ir aumentando las horas de desconexión llenando con actividades offline. Limpiar. Leer. Pintar. Cocinar. Escribir.
El humor como estrategia de supervivencia
Los chistosos: con este grupo me identifico mucho. Me gusta la gente que se ríe de sí misma y de las situaciones de crisis. El humor es una herramienta que nos salva justamente en estas situaciones. Por eso aplaudo el humor que estamos viendo en las redes. Y que lo aplauda no signifique no viva dramas personales. Fijense por ejemplo en el humor judío, creadores no solo de la comedia sino del musical. No podemos pensar en un pueblo más castigado que éste que, aun así, usan el humor para reírse de la tragedia y de ellos mismos. (Hay un libro que analiza este asunto: Jewish comedy. A serious history de Jeremy Dauber. )
Los nerds y los alérgicos al debate
Los estudiosos: esta tribu es interesante porque postea cosas serias y plantea debates que son interesantes lejos de sentimentalismos y casuísticas. Tienen el defecto de que pueden despreciar el humor o caer en los defectos del segundo grupo (los dramáticos) pero los valoro porque pienso que en estas circunstancias está bueno aprovechar para leer material serio sobre el asunto.Los alérgicos al debate: este grupo lanza consignas y lugares comunes. Se pliega a la opinión mayoritaria y distribuye bulos sin chequear. Normalmente esta tribu no quiere debatir. No le interesa. Pueden tener también los defectos del grupo 1 (los buenrrolistas) o del grupo de 2 (los dramáticos). Son normalmente gente que se ofende con facilidad. Huyen del debate de ideas y se sumergen en la anécdota personal.
La peor calaña
Los indeseables: este grupo, por suerte, es minoritario. Casi no le doy relevancia pero son los que cometen delitos y violan las directrices del gobierno (hemos visto el horrible caso del entrenador físico que molió a golpes a un tipo por tratar de impedir que se saltara la cuarentena en Argentina). Puede que veamos más casos como estos pero, ante todo, para cosas menores, apelo a que los vecinos NO nos convirtamos en policías de nuestros propios vecinos. Cada uno hace lo que puede y hay que suponer la buena voluntad de la gente siempre. Indignarse con los indeseables, lo veo, tonto, poco estratégico y hasta potencialmente contraproducente. A los indeseables, hay que ignorarlos. Es la mejor medicina.
Dicho esto, los dejo. Tengo mucho que decir y escribir. Iré pensando y reflexionando sobre esta nueva de vivir. Todos estamos aprendiendo. Las tribus del Coronavirus son solo un aspecto del asunto. Hay mucho más para pensar.
Ojalá, después de esto, nos volvamos más tolerantes y solidarios con el prójimo y que estas tribus puedan convivir con la mayor calma posible.
Disfruten, dentro de lo que cabe, de una feliz cuarentena.
¿Y tú? ¿A qué tribu perteneces? ¿Me falta alguna?
¡Te espero en los comentarios!
Para leer más
Las tribus del Coronavirus
Coronavirus y la fábula de las abejas
Magallanes y la esclavitud de lo útil
Por qué la gente baila en Carnaval
Mud Murch: las mujeres que caminaban en el barro
[1] En el año 2019 se registraron
en la Región de América del Sur 2.423.841 casos de dengue de los cuales
2.226.914 correspondieron a Brasil, 16.193 a Bolivia y 11.811 a Paraguay; 3.453
con criterio de dengue grave y 970 defunciones . Los 3 países registraron más
casos de dengue que en los dos años precedentes, y en particular Brasil
notificó el mayor número de casos de la historia. Fuente: Boletín
integrado de vigilancia.
[2] Hay un libro interesante
sobre el asunto. Thomas, Louis Vicent. Antropología
de la muerte. FCE.
La entrada Las tribus del Coronavirus se publicó primero en Silvia Zuleta Romano.
March 13, 2020
Coronavirus y la fábula de las abejas
Hoy quiero hablar de ciertas cosas que llevan rondando mi cabeza algún tiempo y que hechos extraordinarios, como la pandemia del COVID-19 (en adelante Coronavirus), han ayudado a confirmar. Porque cuando hay asuntos complejos creo que hay dos opciones.
Tomar el tema con humor o reflexionar seriamente. Toda la morralla del medio me irrita y me desgasta. Por moralla me refiero a trascendidos y rumores. Y ante todo este ruido mediático, creo que es necesario resguardarnos. En el humor, por supuesto, pero también, acudiendo al pasado. A algunos clásicos que nos pueden ayudar a sobrellevar este momento alejándonos un poco de todo este ruido mediático.
Y es adonde quiero llevar al lector hoy.
Cuando la colmena se corrompe, “prospera”
América Latina se blinda. España limita los movimientos. Se suspenden las clases en varios países. Los aviones van vacíos. ¿Qué es lo que estamos viendo de forma palmaria ahora que no podemos movernos, no podemos consumir, no podemos acudir tampoco a ningún tipo de consumo superfluo? (en estos momentos, el gobierno de Pedro Sanchez está declarando el estado de alarma)
Que la responsabilidad de todo este desaguisado no la tiene la expansión del coronavirus sino un sistema económico que no soporta la sensatez ni el sentido común y que nos obliga a actuar de forma poca solidaria, enfermiza y contaminante.
Porque lo que viene a
decirnos el capitalismo actual es que si tienes virtudes, lo terminarás pagando
caro.
Veamos.
Les quiero hablar hoy
de La
fábula de las abejas de Bernard Mandeville[1]. Este médico, filósofo y
economista escandalizó a la sociedad del 1700 al poner de manifiesto la
hipocresía en la que vivía Inglaterra en los albores de la revolución
industrial. Por un lado, se estaba experimentando una revolución sin precedentes
(que pronto llevaría a UK a ser primera potencia mundial) que de alguna manera
había que explicar. La iglesia tradicional iba perdiendo terreno pero algo más
estaba pasando: los vicios individuales como la lujuria, la glotonería, la
envidia, llevaban a la prosperidad y la abundancia. En la fábula de Mandeville,
la gran colmena es Inglaterra que a la par que entra en la carrera por ser
superpotencia se degrada moralmente. La colmena vive una vida de lujo y
desenfreno en donde se necesitan médicos para los enfermos, abogados para los
litigios, ropa para los veleidosos y manjares para los glotones. Sin embargo,
pronto se dan cuenta de que han entrado en una degradación moral extrema en
donde la corrupción reina a sus anchas y Júpiter decide instaurar la virtud y eliminar
los vicios privados.
¿Y qué sucede? Pues que se fue todo al carajo.
Keynes iluminó esta fábula
para explicar por qué era tan importante la plena ocupación de la economía y elaboró
todo un sistema teórico nuevo sustentado en esta idea. Pero todo ese andamiaje
tenía sus cimientos en una simple pregunta:
¿Lo
bueno para uno, es bueno para todos?
Ahorrar es bueno para una persona pero si ahorramos todos al mismo tiempo, ¿qué pasa con la economía?[3].
¿qué suerte sería la de una sociedad en la que todos los individuos decidieran ser frugales y honrados, dejaran de beber, de comer en exceso, de vestir con lujo, de procrear por placer? Perecería: una sociedad virtuosa es una sociedad que adelanta su extinción (p.73)
Sí. Señores. Como lo oís. El problema no es el coronavirus. El problema es un sistema económico en donde hacer lo bueno va en contra del mismo capitalismo. Es decir, es el mismo sistema el que nos lleva a actuar de forma reprochable. Y no lo digo yo. No lo dicen los trasnochados comunistas populistas. Lo dijeron hace cientos años los principales teóricos y defensores del capitalismo.
Mandeville. Keynes.
Adam Smith.
Ellos, los defensores
de este sistema, nos están diciendo: no necesitamos de tus virtudes.
Necesitamos que actúes de forma egoísta.
De forma nociva.
Toxica. Equivocada.
Porque esa es la
gasolina que necesita el capitalismo.
Pero vamos a los
hechos concretos.
¿El coronavirus nos está haciendo más virtuosos?
Ante esta crisis, viejas reivindicaciones que eran de trasnochados comunistas y populistas se están revelando fundamentales. Estamos llegando al punto en el que tenemos que enfatizar el sentido común que hemos ido perdiendo a base de un sistema que, en realidad, es completamente anti intuitivo. Veamos algunas de las medidas y actuaciones que estamos viendo en diversos países del mundo.
Fomento del teletrabajo: hace rato que se viene hablando de cómo los países más avanzados están implementando esta forma de empleo que AHORRA gastos a la empresa y al trabajador y minimiza los efectos del cambio climático. Horarios flexibles y escalonados: lo vengo diciendo hace mucho, no es eficiente un sistema que concentra a mucha gente en espacios cerrados y que además los obliga a desplazarse a la misma hora produciendo atasco y contaminación.Ausencia de ocio masificado: esto significa que ver una película o ir al teatro no te exponga a agarrarte una gripe que te pueda dejar varios días hecho polvo en el mejor de los casos. Ya hemos visto que se están limitando los aforos en España y en Argentina se están planteando la medida de una butaca vacía de por medio. Los viajes: a menos que sea indispensable ¿hay necesidad de viajar? Sin palabras. Nos hemos dedicado a desplazarnos amuchados y a comer cosas extrañas para aumentar nuestras ansias de lo desconocido. ¿Para qué? ¿Generamos CO2 que contamina y enferma a las personas solo para ver un lugar lindo?Ya no más abuelos como canguros: esta máxima se cae de maduro. En países desarrollados y con leyes avanzadas las mujeres podemos elegir cuándo embarazarnos ¿por qué debemos arriesgar la salud de nuestros mayores? ¿por qué debemos contratar horas extras en el colegio quitando horas de sueño u ocio a nuestros niños? Todo el sistema económico y laboral nos empuja a ser poco solidarios. Lavado de manos: estamos empezando a ver gente que se lava las manos después de ir al baño. Eso nos eleva no solo moralmente. Nos lleva a otra dimensión. Los grandes eventos: ¿qué más se puede decir? Un gran evento significa a menudo alcohol, cigarrillos, desplazamientos. Menos horas de sueño. Menos ecológico y menos saludable. Y sin duda, una gran masa de gente es una tentación para el terrorista de turno.
La
virtud se apodera de la colmena
Y de pronto estamos viendo que el pánico y unas medidas desesperadas por parte de los gobiernos nos están empezando a obligar a hacer todo aquello que, quizás, debimos empezar a hacer antes.
Pero, dirán algunos: «estamos actuando de manera aburrida y poco interesante, no podríamos soportar una sociedad sin ningún vicio».
La virtud impuesta se está apoderando de la colmena. Nos volvemos solidarios. Viajamos menos. Consumimos menos. Nos juntamos menos. Nos desplazamos menos. Tratamos que nuestros viejos no cuiden de nuestros niños.
¿Y cómo nos paga este
sistema económico cuando la colmena se vuelve humana?
Con desempleo. Caída del PIB. Aumento de la precariedad. Pobreza. EREs. (todos los países están revisando a la baja sus previsiones de crecimiento y tanto los bancos centrales como el Fondo Monetario Internacional están lanzando paquetes de medidas que apuntan a sostener el nivel de crédito de la economía). No solo es el sector cultural que se desploma. Es la hostelería. El turismo. La educación. El servicio doméstico.
La maquinaria se para. No de forma paulatina como en cualquier crisis sino de golpe. De un día para otro.
Pero la culpa no la tenemos nosotros los ciudadanos. Tampoco el virus que solo quiere sobrevivir, igual que nosotros.
Es todo un sistema que conspira para que consumamos más, gastemos más,
durmamos menos, trabajemos más horas, dejemos más horas a nuestros niños en el
colegio, usemos nuestro ocio de forma contaminante y tercericemos en los más
débiles (viejos e inmigrantes) las tareas de cuidados.
De todo esto nadie está exento.
La
civilización solo es una fina corteza
Creo que nos hemos dado cuenta de muchas cosas. Y es que cuando se rompe la rutina, el caos viene y la ignorancia lo invade todo y es cuando somos conscientes de que en realidad no hemos avanzado nada y seguimos viviendo en las cavernas. Y constatamos que sin Estado y orden social no somos nada. Somos simples bestias intentando sobrevivir. Borregos incapaces de gobernarse sin un Leviatán.
Keynes dijo en su vejez que, (p.112)[4]
No éramos conscientes de que la civilización es una corteza fina y precaria construida por la personalidad y la voluntad de unos pocos y mantenida solo por las normas y las convenciones hábilmente establecidas y astutamente conservadas.
Todo nuestro andamiaje moral es tan frágil como una cáscara de huevo. En eso Keynes tuvo razón pero se equivocó en su fe ciega en un sistema que necesita como agua de mayo el pleno empleo para funcionar y ya sabemos que crear empleos que no sirven va contra toda lógica. (Hemos hablado sobre el tema del fin del trabajo y la renta básica en ¿Deberían los surfistas recibir una renta básica?).
Keynes no llegó a ver
el problema del cambio climático y sus teorías no metían en la ecuación el
asunto de las externalidades negativas que generan las empresas. Su discípulo
EF Schumacher tomaría la posta y haría una fuerte crítica al sistema actual de
consumo y acumulación en su maravilloso Lo
pequeño es hermoso pero eso ya lo dejamos para otro artículo.
Aun así, la
naturaleza nos está dando un mensaje.
Depende de nosotros como sociedad, tomarlo o no.
Para leer más
Coronavirus y la fábula de las abejas
Los nietos de Keynes y el absurdo mundo del trabajo
Relación médico-paciente: ¿se puede cuestionar el sistema de salud actual sin que piensen que has entregado tu vida al chamán de turno?
Ensoñaciones sobre los escritores, la economía y la vida eterna
¿Deberían los surfistas recibir una renta básica?: preguntas y absurdos del mundo del trabajo
[1] Fíjense que la versión en
español (editada por el FCE) de esta joya está agotada y solo se vende de
segunda mano a más de 100 euros. Qué lindo sería que Acantilado tomara los
derechos de esta obra e hiciera una hermosa versión comentada. En inglés, por supuesto
se puede comprar el libro por poco más de 10 euros. Para pensar.
[2] Obra citada en Keynes,
Maynard. Teoría general de la ocupación,
el interés y el dinero. FCE. 1992 A partir de la página 316 Keynes habla
del subconsumo y del aporte de Mandeville a su obra.
[3] Fuente:
Montalvo Manuel. La filosofía de Keynes o
The common sense view of economic world view of economic world. Universidad
de Granada.
[4] Fuente: Keynes, Maynard. Dos recuerdos. Acantilado.
La entrada Coronavirus y la fábula de las abejas se publicó primero en Silvia Zuleta Romano.
March 3, 2020
Magallanes y la esclavitud de lo útil
Hoy hablamos de la gesta de Fernando de Magallanes y su primera vuelta al mundo y aprovechamos para filosofar sobre lo que consideramos bello y la esclavitud de lo útil. Disfruten.
Recuerdo que cuando empecé a estudiar filosofía, hubo algún caído del catre que me preguntó si lo hacía por hobby. Claro, les parecía que si mi posgrado no tenía una salida laboral clara, era porque lo hacía por gusto. Lo que esta persona no sabía era que yo hago TODO por gusto.
Me quedé un
poco extrañada. No sabía qué responder porque siempre he intentado que el
trabajo y el gusto vayan de la mano. Si estudio algo es porque me apasiona y
siempre pienso que lo apasionante puede transformarse (o no) en un trabajo.
¿Por qué
pensar que lo apasionante es antieconómico?
En realidad,
la economía es como la astrología y es muy difícil predecir qué carreras te
harán ganar dinero y cuáles no. Hay tantos factores en juego que poner en la
balanza solo el dinero es igual de azaroso que echar unos dados.
Descubrir nuevos mundos puede ser antieconómico
Pero hay
algo más en esto del dinero: piensen en los grandes logros de la humanidad y en
todos aquellos trabajos invisibles que hacen que la rueda del capitalismo siga
girando. En ese contexto, la pregunta sobre si estudiar X cosa tiene salida laboral
deja de tener sentido.
El asunto es que no sabrás los resultados de tus decisiones académicas hasta que no estés metido en el ajo y tengas que ganarte las castañas y estoy segura que será tu astucia y no tu carrera universitaria lo que te llevará al éxito o no. Pero hablando de éxito y meritocracia, cosa en la que no creo en lo más mínimo (sí, porque la meritocracia es una cuestión de fe como los que creen en la Virgen María. Si tienes dudas, te recomiendo que leas Piketty para dummies 3: las trampas de la meritocracia y la desigualdad), me sale entonces la vena menos diplomática:
Por favor,
basta de loar a la gente que gana dinero.
No se
equivoquen. Me gusta que a las personas les vaya bien (no soy un ogro) pero
siempre estamos poniendo en valor a los que más venden. Al que salió de la
pobreza y se hizo millonario. Al autopublicado que logró ser fichado por una
editorial. Al que ganó un premio de lo que sea (¿acaso no hay nada más azaroso
e injusto que un premio?).
¿Qué
mensaje le estamos dando al resto?
Es como si todos estuviéramos esperando la lotería de la vida o pensáramos que el esfuerzo hay que hacerlo por la recompensa.
Lo bello también es útil
Ya hablé de Natalia Guinzburg y no quiero ser reiterativa pero hay algo bello en hacer las cosas bien. Y hay algo lindo en crear cosas bellas. Y Kant decía que lo bello tenía algo de inútil.
Y yo, mira
que pienso, que si es bello, ya es útil.
Nuncio Ordine
en su maravilloso La utilidad
de lo inútil (Acantilado) nos cuenta algunas cosas interesantes de
gente que todos conocemos:
Jonh
Locke estaba en contra de la poesía. No era original en esto. La poesía era la
disciplina del arte más denostada de todas por su supuesta inutilidad.Baudelaire
fue más allá. Estaba en contra del comercio que le parecía satánico. Llegó incluso
a decir que “el hombre útil era espantoso”. Theophile
Gautier apelaba a lo bello y lo feo. Justamente las cosas más útiles eran las
más feas. Por ejemplo, las letrinas. “Solo es realmente hermoso lo que no sirve
para nada”. .
Magallanes no ganó nada
Y quiero cerrar con un explorador que ahora está muy en boga, se cumplen 500 años de la primera vuelta al mundo. Hace unos días terminé de leer la magnífica biografía de Magallanes escrita por Stefan Zweig. Un señor que deja su vida para probar que la tierra es redonda. Nunca ve los frutos de su trabajo que no se pueden medir en dinero. No se hizo rico. No enriqueció a su familia. No se cumplió su testamento. Si hubiese nacido hoy, con la lógica cortoplacista del mercado nunca le hubiese salido a cuenta arriesgarse a la muerte, al azar de no encontrar nada. Su empresa fue puro riesgo pero justamente de esos actos «poco racionales» pueden surgir grandes descubrimientos.
Y, sin embargo, toda la gloria se la llevó Sebastián Elcano que encima lo había traicionado amotinándose antes de descubrir el estrecho de Magallanes. Será este último, el que se llevará la gloria, la riqueza y el reconocimiento. Y en realidad, en vez de enojarnos, estas historias de vida (como la de Humboldt) nos tienen que hacer entender que la vida no es justa pero eso no es excusa para no trabajar duro e intentar hacer las cosas bellas y lindas.
Keynes
decía que dedicarse solo al dinero envilecía el alma y abogaba por un mundo en
el que solo se necesitara trabajar muy poco (15 horas a la semana)[1].
Lamentablemente, no hemos llegado a ese punto porque el hombre no puede
soportar el bienestar general de la humanidad.
Y porque
siempre queremos más de lo que necesitamos.
Los invisibles sostienen el sistema
Pero aunque
sea en estas líneas quiero homenajear a todos aquellos que han aportado a la
humanidad algo sin recibir nada a cambio. Y a los invisibles. A los que nadie
entrevista porque no son exitosos. Porque no ganan dinero. Porque ayudan a
otros a construir éxito y dinero.
Marie
Elizabeth, la madre de Humboldt, cuya muerte permite a Humboldt lograr
solvencia para emprender sus exploraciones
Y Beatriz
Barbosa, la esposa de Magallanes que le cuida los hijos mientras él está
embarcado.
Y Enrique,
el esclavo fiel de Magallanes, que lo guía hasta la Islas de las especias y que
lo acompaña hasta el final.
Lydia
Lopokova, la esposa de Keynes que lo cuidó hasta el final.
Carrington,
que cuida de Lytton Strachey y cuando él muere se suicida.
Y Lotte, la
segunda mujer de Stefan Zweig, que lo siguió a donde fue, incluso hasta la
muerte. Se suicidó con él.
Grace
Higgens, asistenta alemana que empezó a trabajar con la familia Bell (Vanessa
Bell era a hermana de Virginia Woof) cuando tenía 16 años. Vivió con ellos
cincuenta años y cuidó de Duncan Grant hasta su muerte.
Trato de
buscar hombres invisibles y me cuesta más (solamente he encontrado al esclavo,
que claro, era esclavo).
Pero hoy,
mi pequeño homenaje a esas personas anónimas que no se llevan los laureles. Ni
en vida ni después.
Magallanes al
menos tuvo un biógrafo que lo puso en valor.
Y al resto
de ellos que están en el backstage. Entre nosotros de forma cotidiana e
invisible.
Gracias.
Para leer más
Magallanes y la esclavitud de lo útil
Por qué la gente baila en Carnaval
Mud Murch: las mujeres que caminaban en el barro
Los nietos de Keynes y el absurdo mundo del trabajo
Sobre por qué la oscuridad es un motivo para la esperanza y otras reflexiones en torno al azar, el arte, la justicia y lo bello
[1] Fuente: Las posibilidades económicas de nuestros nietos. Residencia de
estudiantes. 1930.
La entrada Magallanes y la esclavitud de lo útil se publicó primero en Silvia Zuleta Romano.
February 22, 2020
Por qué la gente baila en Carnaval
Cuando era chica y llegaba la época de Carnaval
recuerdo que salíamos por la calle, por el barrio, a tirarnos bombitas de agua.
Era verano. No había clases y aquellos largos días de verano, de pronto, se
veían salpicados por un poco de actividad. Porque cuando llegabas a febrero, ya
estabas harto de tantas vacaciones, de tanto ocio, de tanto invento surgido del
aburrimiento. Podías llegar a extrañar las clases y la disciplina. Pero de
pronto llegaba esa fiesta que mucho no entendíamos a cuanto de qué venía y te
dejabas contagiar por la alegría. Hoy quiero hablar un poco del Carnaval, de
aquella fiesta tan universal y tan distinta, pero que de alguna manera
representa nuestra cultura.
Vivamos donde vivamos.
La danza y el grupo humano
Hace miles años, el hombre se dio cuenta de que
no era negocio estar solo. Que había que asociarse. Que juntarse con otros nos
hacía más fuertes contra los depredadores.
Pero algo pasaba.
Nuestro lenguaje era muy primitivo. Como les
pasa a los chicos cuando están aprendiendo a hablar. Y al final, te das cuenta
de que es mejor hacer señas. Gesticular. Mover las extremidades. Y más cosas
para hacerte entender.
Es decir, hay algo más poderoso que el habla. Algo
que tenemos todos y que podemos usar en nuestra propia conveniencia.
El cuerpo.
Y el movimiento del mismo. Y nos dimos cuenta
de que si nos movíamos juntos y de manera sincronizada (el baile) lográbamos cosas.
Algo muy poderoso. Protección frente al depredador y algo mucha más importante:
placer.
Placer para el que ve y placer para el que
baila.
Bailar en grupo es una de las actividades más primitivas y bellas que existen. Y todo lo que deriva de ella conforma la cultura desde el principio de los tiempos. Por otra parte, bailar significa hacer muchas más cosas. Porque implica ensayar, estirar, cantar, disfrazarte, y confeccionar el disfraz y alimentarte para estar fuerte.
Y así el baile y el grupo fueron las primeras
muestras de que algo importante estaba pasando en la evolución del ser humano.
Barbara Ehrenreich en su magnífico Una historia de la alegría. El éxtasis colectivo de la Antigüedad a nuestros días lo dice mucho más claro que yo:
“Los grupos
capaces de permanecer unidos mediante la danza, gozarán de una ventaja
evolutiva respecto a los grupos e individuos vinculados más débilmente”. (p.36)
Juntarse es maravilloso. Algo pasa cuando
estamos todos juntos y nos sincronizamos. Puede que logremos engañar al
depredador, que igual piensa que somos un monstruo de miles de patas y cabezas.
Piénsese en los castellers.
Aquella forma humana vista por un puma o por un perro puede ser aterradora y,
sin embargo, esa fuerza colectiva produce en cada uno de esos individuos un ímpetu
y un placer arrollador.
Pero la historia del ser humano es larga y da
tiempo a que pasen muchas cosas.
Y así, la idea del Carnaval en donde se baila,
se ríe, se mofa de los poderosos y se usan máscaras para eliminar las clases
sociales empiezan a molestar a algunos.
Los curas ya no bailan
Durante el siglo XV parece que todavía se bailaba en las misas (hay alguna excepción como estos dos sacerdotes bailando tap en el Vaticano) pero poco a poco se empieza a eliminar y prohibir esas prácticas que solo pueden desarrollarse por fuera de la Iglesia. Así, es la misma Iglesia la que crea de alguna manera el Carnaval porque propicia que lo que antes se hacía dentro la misma ahora se haga fuera.
Y la Iglesia católica se queda oscura, silenciosa, arrogante. Pierde fieles porque de ahora en adelante muchos se irán a iglesias protestantes. Y entonces la Iglesia Apostólica Romana piensa que si construye templos ostentosos, ellos van a volver. Y hasta introducen el incienso en las Iglesias porque piensan que un perfumito puede convencer a los feligreses de que no se vayan. De que vuelvan. De que se sumen otros nuevos. Y así, las danzas se van del templo y entra el lujo y el sahumerio.
Pero hay una religión protestante que llevará
la prohibición del baile (y la joda) a su máxima expresión: el calvinismo.
Será esta corriente al servicio del capitalismo la que se preguntará si no estamos dejando de ser eficientes con tanta fiesta. Porque estar de fiesta significa dejar de producir (en efecto, en España todos los días laborales se llaman “festivos”. Es común escuchar decir a los ibéricos, “hoy es fiesta” aunque no se festeje nada, se refiere justamente al hecho de no trabajar). Max Weber en La ética protestante y el espíritu del capitalismo, narra de manera magistral los cimientos de este movimiento:
“No es el ocio y el disfrute, sino la actividad
la que sirve para aumentar la gloria de Dios (…). Así que el primero y más grave
de los pecados es el desaprovechamiento del tiempo.” (p.197)
Y porque todo lo colectivo atenta contra la prosperidad individual y porque ahora el capitalismo mide los tiempos de producción y decide que el calvinismo es la mejor religión «ever» para sus propósitos.
Y alguien se carga el Carnaval
Cuando comienza la Guerra Civil española, los sublevados deciden que es buena idea dejarse de tantos festejos. El horno no está para bollos. Y muy en la línea de los calvinistas, deciden que mejor servir a la nación o a la Iglesia que a la nada. Porque para ellos el Carnaval era mucho más que la nada. Era la fiesta por la fiesta misma autogestionada por los vecinos. Había algo en ese hecho que irritaba a las clases dirigentes y también a las clases altas porque la fiesta popular era plebeya. En el Carnaval no había clases sociales.
En Argentina, Sarmiento trae el Carnaval
a Buenos Aires después de una gira
por Europa que culminó en Venecia. Fascinado decide que hay que hacer algo
parecido en Buenos Aires. Y de alguna manera, legitima una fiesta que hasta
hacía poco era criticada por la clase media acomodada porteña. En efecto, se la
asociaba con los descendientes de esclavos que con sus tambores invitaban a
todo el mundo a bailar.
“Los afroargentinos del tronco colonial experimentaban el carnaval como un ámbito más donde compartir su música. Los toques, las danzas y cantos formaban parte de su vida cotidiana, con una significación profunda. Los blancos, en cambio, eran quienes vivían el carnaval a la usanza del viejo continente, donde se lo concebía como un espacio acotado para la liberación de las normas opresivas, donde la alegría, la burla y el desenfreno estaban permitidos.”[1]
Máscara y Carnaval: una oportunidad para ser otro. Para vivir otras vidas.La necesidad de vivir otras vidas
La música y el baile son dos de las formas más democráticas
de crear y consumir cultura. A menudo se lo ha asociado con lo no productivo. Hoy
sabemos que el impacto
de los festivales culturales[2]
en el PIB es muy alto justamente en aquellos países menos industrializados. Pero
no solo eso. La gente necesita expresarse como necesita tomar agua. Antes me
parecía que era todo un poco elitista esto de la cultura (en cierta manera, hay
un poco de esnobismo, es verdad) pero hoy pienso que no podemos vivir sin un
cacho de cultura. La que sea. La música. La lectura. La tele. El esparcimiento.
Esa forma de salir del mundo productivo es también condición sine qua non para que
siga funcionando. Uno sin el otro, no puede sobrevivir.
Necesitamos parcelas para escapar. Para vivir
otras vidas.
Porque una sola, a veces, no es suficiente.
Para leer más
Por qué la gente baila en Carnaval
Mud Murch: las mujeres que caminaban en el barro
Los nietos de Keynes y el absurdo mundo del trabajo
Sobre por qué la oscuridad es un motivo para la esperanza y otras reflexiones en torno al azar, el arte, la justicia y lo bello
El acoso y la pérdida de control de nuestros datos personales
[1] Fuente: Ministerio de Cultura
de la Ciudad de Buenos Aires (ver enlace en el texto)
[2] Por ejemplo, solo en España
en 2018 los festivales de música facturaron más de 300 millones de euros. Sin
hablar del impacto directo e indirecto que tiene en el empleo y en la
facturación de servicios relacionados. (Fuente: OBS)
La entrada Por qué la gente baila en Carnaval se publicó primero en Silvia Zuleta Romano.
February 11, 2020
Mud Murch: las mujeres que caminaban en el barro
El pasado 8 de febrero se dio el pistoletazo de salida a una serie de acciones feministas que culminarán el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. Una larga cadena humana rodeó el centro de Madrid y más de 8000 mujeres se abrazaron con la única consigna de llevar algo violeta. Por otra parte, hace ya varios años que se viene celebrando el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la ciencia, una iniciativa para que las mujeres busquen referentes interesantes a la hora de decidirse por una carrera científica. Y rapidamente linkeo con un hecho histórico que tengo ganas de traer hoy. Porque a veces parece que no pasa el tiempo y nos siguen desvelando las mismas cosas. Por eso quiero hablar de una de las primeras manifestaciones feministas de la historia: la Mud Murch. La marcha que impulsaron las sufragistas para pedir el voto de las mujeres en el Reino Unido. Fue una de las primeras movidas de un largo camino por la conquista de muchos derechos para las mujeres. Pero los inicios se remontan más de cien años atrás. Ellas fueron de las primeras.
Mud murch: la primera gran marcha feminista
El 9 de febrero despertó gris. Las nubes espesas. El fin del invierno estaba siendo crudo. Había empezado a llover desde primera hora de la mañana. Pippa se calzó sus gafas. Sonrió. Una lluvia fina no arruinaría sus planes. Llevaba un tiempo preparando ese día.
Se miró en el espejo y se vistió. Lytton la acompañaría. Incluso su amigo Maynard al que habían convencido de que ayudara. Él, a su vez, trajo a su hermana Margaret.
Pippa
Strachey[1],
la hermana de Lytton se había involucrado en la Central Society for Woman Sufrage
y ellas eran las sufraguettes.
Mientras se preparaba para ese gran día, ignoraba que sería la marcha más
grande e importante en favor del sufragio femenino hasta la fecha. Más de 3000
mujeres de cuarenta organizaciones[2]
feministas habían dicho BASTA y querían manifestarse.
El asunto
ya se venía hablando hacía décadas y Maynard Keynes no era ajeno
a estas cuestiones. Tanto las mujeres de la familia de Lytton, como en su
propia familia, su madre y sus hermanas eran fervientes sufragistas, también su
madre Florence Keynes (que luego sería la primera alcaldesa mujer de Cambridge)
y su hermana
Margaret estaban metidas en los COS, esas organizaciones que se proponían
entre otras cosas paliar y frenar el creciente desempleo en Cambridge.
Cobertura de la marcha Mud MurchPippa llegó
a Hyde Park. Aquello era impresionante. La emoción. Mujeres de todas las
edades. Incluso niños. La policía escoltando. Y el barro omnipresente por todos
lados. Por eso la prensa la llamó la Mud Murch. Y con ese nombre pasaría a la
historia.
Caminaron
con lentitud. Había un itinerario marcado. Pippa había puesto el pulmón y el
cuerpo y no solo se habían unido las clases trabajadoras sino también aquella
oligarquía de mujeres que no solo se dedicaban a consumir lo que poseían.
Querían cambiar el mundo. Querían estudiar. Muchas venían de las escuelas
femeninas como la Newham College en donde se habían formado varias de estas
mujeres.
Maynard caminó lento. Las manos en los bolsillos de su sobretodo. El bigote bien puesto. El sol no se adivinaba. La llovizna incesante. Él seguía pensando en Duncan. Sus labios. Sus ojos. Esa forma de hablar.
¿Cuándo una mujer llega lejos?
Más adelante, con determinación, con inteligencia y con una belleza que no tenían sus hermanas, Pippa Strachey seguía su marcha a pesar de la garúa. Porque esa mujer era consciente de su destino pero era tan tozuda que conseguía todo lo que se proponía. Como anécdota bizarra, cuenta Leonard Woolf, que empezó a dar clases de danzas escocesas a varios amigos pata dura, entre ellos, Leonard. Por supuesto, él fue sin muchas esperanzas y después de un número prudencial de clases logró algo de movimiento interesante: el suficiente como para que Pippa celebrara una fiesta en Lancaster Gate, el gran hogar de los Strachey, y mostrara el desempeño de sus alumnos frente a un público variopinto[3].
Pippa nunca
se casó. Leonard Woolf dice que si hubiese sido hombre hubiese llegado muy
lejos pero yo creo que sí llegó. Intentó mejorar las condiciones laborales de
muchas mujeres, en especial durante la Primera Guerra Mundial cuando ellas, por
el mismo trabajo, cobraban menos. Y formó a muchas otras para que tuvieran un
oficio.
Cuando se
enfermaron sus padres, cuidó de ellos y cuando se enfermó Lytton, su célebre
hermano, cuidó de él junto a Carrington.
Y cuando
llegó a viejita (vivió hasta los 96 años) se fue a una residencia de ancianos. Ella
ya no tenía quien la cuidara.
La Mud Murch en perspectiva
La marcha de
1907 fue un éxito de gente y tuvo una cobertura mediática espectacular pero
pasaron muchos años para que se lograra el voto femenino (recién se podría
votar en igualdad de condiciones con los hombres en 1928 con la Equal
Franchise Act 1928.)
Pongo un poco de luz en estos personajes que, capaz “no llegaron muy lejos” a ojos de Woolf, porque creo que han desempeñado trabajos de enorme responsabilidad. Trabajos que mejoran la vida la gente. Trabajos que son imprescindibles para que otros «lleguen lejos».
¿Qué más se
le puede pedir a un trabajador?
Estamos en 2020. Y todavía hay mucho trabajo por delante. Mi agradecimiento a todas esas mujeres que salen a la calle. En nombre de todas.
De las que
pueden y de las que no pueden.
Para leer más
Mud Murch: las mujeres que caminaban en el barro
Una historia de brujas, medicina y feminismo (2)
Una historia de brujas, medicina y feminismo
La vida de Eglantyne Jebb, fundadora de Save the children (2)
La vida de Eglantyne Jebb, fundadora de Save the children (1)
[1] Fuente: Michael Holroyd. Lytton
Strachey. Pimlico. 2011
[2] Fuente: van Wingerden. Sophia A. The Women’s Suffrage Movement in Britain,
1866-1928. Palgrave.
Macmillan.2016
[3] Fuente: Woolf, Leonard. La muerte de Virginia. Lumen. 2012
La entrada Mud Murch: las mujeres que caminaban en el barro se publicó primero en Silvia Zuleta Romano.


