César Vidal's Blog, page 5

June 21, 2018

Mateo, el evangelio judío (XIX): La decisión (I): El que no tropiece en mi (11: 1-14)

Tras el segundo gran discurso de Jesús, Mateo inicia una nueva sección narrativa. La recogida en el capítulo 11 se centra en tres ejes.

El primero es el de los discípulos de Juan que acuden a ver a Jesús (11: 1- 14); el segundo es el de las poblaciones que no escucharon a Jesús (11: 15-24) y el tercero, el de un ofrecimiento enormemente relevante (11: 25- 30).



El episodio de los discípulos de Juan resulta bien revelador. Durante su ministerio, Juan el bautista anunció la llegada del mesías y reconoció a Jesús como tal. Sin embargo… bueno, Jesús no se comportaba tal y como él había esperado. Su ilusión había sido que el mesías arrasará con el mal y que recompensara a los que se hubieran vuelto a Dios. Lo cierto, no obstante, es que Herodes seguía en su trono, los romanos continuaban cobrando impuestos y Juan estaba en una mazmorra. La distancia entre sus expectativas y la realidad era colosal se mirara como se mirara. Para ser sinceros, mediaba un abismo entre la esperanza de Juan y la realidad que estaba viviendo en una prisión donde su futuro no parecía nada halagüeño. No sorprende que en medio de esa situación enviara a sus discípulos para pedirle a Jesús alguna aclaración. Su pregunta (v. 3) no implicaba que Juan no creyera en Jesús sino que se preguntaba si Jesús era el que iba a hacer lo que él había anunciado o tenían que esperar a otro semejante – ése es el sentido del término - para que lo hiciera. En otras palabras, es más que posible que Juan le estuviera preguntando a Jesús si iba a haber dos mesías, uno que era él y otro que haría lo que él había anunciado y al que, lógicamente, habría que esperar.



Semejante visión no era extraña en el judaísmo de la época. En el Antiguo Testamento, nos encontramos con textos donde el mesías aparece como un siervo sufriente que padece de manera injusta y muere como expiación por los pecados del pueblo (Isaías 53 es el texto más claro) y otros donde aparece como el rey davídico que ejecutaría justicia aniquilando a los enemigos de Dios y reivindicando a Su pueblo. Semejante dualidad encontró explicaciones diversas. Algunos rabinos – al igual que el cristianismo – pensaron que se trataba de un solo mesías que aparecería en dos ocasiones, primero, como siervo y luego como rey. Sin embargo, otros – como los esenios de Qumrán – creyeron que habría dos mesías. El primero moriría y el segundo triunfaría. Es muy posible que la pregunta de Juan fuera en esa dirección. Jesús era el mesías – de eso no cabía duda – pero ¿él llevaría a cabo la fase de triunfo y juicio o, por el contrario, para eso habría que esperar a otro semejante?



La respuesta de Jesús es muy clara. En él se estaba cumpliendo la profecía de Isaías 35: 5-6 y para eso bastaba que miraran a su alrededor. Las señales eran innegables. Sin embargo, había dos aspectos que eran no menos esenciales que el hecho de que un cojo caminara o un ciego viera. El primero era que se predicaba la buena noticia a los pobres. No es que Jesús fuera un predicador pauperista o social o que creyera en ese disparate de la “opción preferencial por los pobres”. Jesús se dirigía a los que eran conscientes de su pobreza y, ciertamente, guste o no reconocerlo, hasta el más acaudalado de los seres humanos puede ser misérrimamente pobre. Pues bien, a todos los que eran conscientes de su pobreza se les anunciaba una buena noticia. A ello se sumaba algo enormemente relevante. El feliz, el dichoso, el bienaventurado es el que no tropieza en Jesús (11: 6).



La clave al final de la vida es cómo se responde ante Jesús el mesías. ¿Se habrá abrazado su Buena noticia o rechazado con escándalo? ¿Se habrá arrojado uno a los pies de Dios reconociendo que es un pobre espiritual o rechazado esa posibilidad en la convicción de que se es rico en méritos? ¿Se habrá aceptado que nada es equiparable a seguir al mesías o aferrado a sus ilusiones personales fueran o no acertadas? Tomar una u otra dirección implica una enorme diferencia. La respuesta de Jesús iba dirigida, sin duda, a Juan, pero el mensaje era de validez universal. Bienaventurado el que no se escandaliza de Jesús el mesías.



CONTINUARÁ

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Published on June 21, 2018 23:07

June 20, 2018

Súbanse a un barco

Me llegan a diario docenas de historias que provocan un nudo en la garganta. Aparte de los millones de desempleados que hay en España y que, en algunas zonas, superan a la cuarta parte de la población activa, se trata, en unas ocasiones, de ancianos que no pueden costearse una residencia y para los que, al fin y a la postre, la muerte será una salida misericordiosa de un mundo amargo.

En otras, son los que saludan el verano siquiera porque no pueden comer y pagar la calefacción al mismo tiempo. No faltan los que tienen una pensión de invalidez de menos de quinientos euros mensuales a pesar de cotizar años. Añádanse los que jamás podrán contar con una beca de comedor para sus hijos. Súmense los que no reciben asistencia sanitaria suficiente ni mucho menos a tiempo. Y, por supuesto, no se olviden de los que pasan mil y un sudores para pagar el techo que los cobija aunque sea de alquiler. En su práctica totalidad, han pagado una seguridad social – ahora quebrada – y unos impuestos que no han dejado de crecer desde hace más de una década y que son responsables directos de la ruina de sus pequeños y medianos negocios o de su desempleo. Miran a su alrededor y no encuentran consuelo más allá del efímero que pueda proporcionarles el fútbol o un paseo por un parque si es que todavía se puede transitar sin temor a que ser desvalijado o violada. Por docenas me dicen que quizá tienen la solución al alcance de la mano. Bastaría con que se pusieran en contacto con alguna de esas ONGs que viven gracias al dinero que la Agencia tributaria saca de los bolsillos a los súbditos y le comunicaran que acuden en barco desde el norte de África. Quizá deberían oscurecerse la piel, pero se trataría de una molestia menor. Al llegar al puerto español, los estarían recibiendo las autoridades, les dispensarían una atención médica y social que no han tenido en su vida, les proporcionarían una pensión en muchos casos superior a la que tienen tras cotizar años, les darían abrazos, los bendecirían los clérigos que también viven del contribuyente y los alojarían de manera gratuita. Me gustaría quitarles la razón, pero, sinceramente, para ser tratados de manera humana hay millones de españoles que van a tener que subirse a un barco.

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Published on June 20, 2018 23:00

June 19, 2018

El asno de oro

A mediados del siglo pasado, Hispanoamérica se colocó en la primera fila de la literatura gracias a un subgénero novelístico denominado “realismo mágico”.

Ese recurso a la magia ya venía explotándolo desde hacía décadas el mundo anglosajón con un éxito que hace unos años se convirtió en mundial. Ni hispanos ni angloparlantes eran originales. Los clásicos – como siempre – se habían adelantado y El asno de oro de Apuleyo constituye una prueba irrefutable de lo que afirmo. Llegué a esta novela romana de manera casi casual, quizá por eliminación porque mis lecturas latinas – que comenzaron con César y Cicerón – se iban agotando y yo deseaba seguir profundizando en una lengua hermosa. El asno de oro es la historia de Lucio, un joven impulsado por el deseo de dominar la magia. El Lucio de Apuleyo se parece mucho a él siendo también original de Madaurus, en la actual Argelia y compartiendo la afición por la magia de la que Apuleyo redactó algún tratado notable. Pero Lucio paga muy caro el seguir su deseo. Cuando se encuentra pronunciando un conjuro para convertirse en pájaro, se ve metamorfoseado en asno. Comenzará así toda una aventura iniciática en la que recorrerá un camino no sólo físico sino, por encima de todo, espiritual. El asno de oro me fascinó no sólo por lo mágico sino también por lo realista. Nadie describió como Apuleyo la vida de las clases bajas en el imperio relatándonos lo que nunca nos contaron Suetonio o Tácito. Matronas y esclavas, mesoneros y hechiceras, sacerdotes e iniciados nos llevan a preguntarnos si debajo de nuestra piel no se esconde un romano. Con el paso del tiempo, supe que Robert Graves, el autor de Yo, Claudio – había traducido la novela al inglés y que estaba entusiasmado con ella. Lo comprendo. Yo mismo he vuelto varias veces a sus páginas y siempre percibo el innegable poder de su magia.

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Published on June 19, 2018 23:31

June 18, 2018

El vicio del magnicidio

Desde hace más de una década soy un aficionado perseverante de los libros de Francisco Pérez Abellán. Lo que, en un primer momento, fue curiosidad relacionada con la Historia criminal de España – un tema que Abellán conoce como muy pocos - acabó derivando en tributo historiográfico al leer su magnífico e insuperado estudio sobre el asesinato de Prim.

Sí, ya sé que hay millones engañados sobre ese episodio trascendental en el devenir de la vieja piel de toro. Al engaño han contribuido lo mismo textos de ficción – nunca mejor dicho – nacidos de dipsómanos o estudios lamentables. Sin embargo, la biografía de Prim tiene un antes y un después gracias a los estudios rigurosos de Pérez Abellán. Pues bien, su último libro supera lo escrito hasta la fecha. en El vicio español del magnicidio, Pérez Abellán sostiene la tesis de que los asesinatos presidenciales de Prim a Carrero Blanco no tuvieron nada que ver con las versiones oficiales. Los asesinos solitarios, los supuestos anarquistas, los fallos en el sistema de seguridad, los culpables proclamados – a veces, autoproclamados – carecieron, generalmente, de la más mínima relación con la verdad. Las manos que tiraron de gatillo o de bomba podían parecer extraídas de los estratos más bajos de la sociedad, pero la realidad es que no pocas veces fueron mercenarios o tontos útiles al servicio de poderes superiores. En unas ocasiones, la finalidad era ayudar a descuartizar más el territorio bajo soberanía española; en otras, marcar el rumbo de la Historia patria más allá de la voluntad – no digamos ya de los intereses – del sufrido pueblo. En la mayoría de las ocasiones, los magnicidios se vieron coronados por el éxito, ocultados por los políticos y por el aparato del estado y mentidos en los libros de textos y las distintas novelas. Precisamente por todo esto, el libro de Pérez Abellán constituye un revulsivo contra la Historia oficial y las patrañas de siglos y en favor de la verdad por encima de todo. La reciente trayectoria de España ha dejado sin aclarar no pocos crímenes. Por citar sólo unos cuantos, la tercera parte de los perpetrados por ETA, los atentados del 11-M e incluso algunos de los que se han dado por oficialmente resueltos. Tengo la esperanza de que algún día, historiadores rigurosos los investigarán y, si son como Pérez Abellán, la verdad se abrirá paso aunque hayan pasado siglos.

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Published on June 18, 2018 23:26

June 17, 2018

Ilegales sobre Europa

El gobierno español, en un gesto de irresponsabilidad culpable, ha decidido que los centenares de ilegales del Aquarius lleguen a las costas españolas a pesar de que, según Mónica Oltra, entre ellos hay violadores.

Partidos, medios y ONGs han aplaudido a rabiar y como no podía ser menos lo mismo ha hecho la iglesia católica y personajes tan amantes de chupar cámara como el padre Ángel. Después de un acto como éste, nadie debería dar un céntimo a una sola ONG de las que se lucran con la llegada de miles de ilegales ni marcar la X en la casilla de la declaración de la renta correspondiente a la iglesia católica mientras no abra sus parroquias de par en par para acoger a esos ilegales que pretende que acojan los demás a costa de los súbditos-contribuyentes españoles. Haga cada cual lo que quiera. Para que no se diga que exageramos les exponemos hoy este video que deja de manifiesto lo que todo esto significa más allá de la demagogia, la propaganda y la mentira.



Aquí está el video





www.facebook.com/isaacj/videos/10153689391532114/UzpfSTU5NDcwNzExMzoxMDE1NjM4ODI0ODg3MjExNA/

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Published on June 17, 2018 23:25

June 16, 2018

Jesus, el judio (III): “Siendo emperador Tiberio…” (II): Juan el Bautista

“En el año decimoquinto del imperio de Tiberio César, siendo gobernador de Judea Poncio Pilato, y Herodes, tetrarca de Galilea, y su hermano Felipe, tetrarca de Iturea y de la provincia de Traconite, y Lisanias tetrarca de Abilinia, y siendo sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto” (Lucas 3, 1-2).

De esta manera tan sencilla, y, a la vez, tan exacta, describe Lucas el principio de la predicación de Juan el Bautista. Se inició en torno al 25 d. de C., y debió prolongarse en torno a los seis meses. Sin embargo, a pesar de su escasa duración, Juan el Bautista iba a tener una repercusión extraordinaria. Todavía en la actualidad existen grupos de discípulos de este profeta judío que han mantenido una tradición totalmente desvinculada del cristianismo y, por supuesto, no se puede negar la importancia de su presencia en la Historia del cristianismo y, como es natural, del judaísmo.



El mensaje de Juan enlazaba ciertamente con una tradición propia de la Historia religiosa de Israel y de ahí la sencillez y la contundencia que lo caracterizaron. Sustancialmente, se centraba en un llamamiento a volverse a Dios porque la esperada consumación de los tiempos se hallaba cerca. El anuncio, por utilizar los propios términos de Juan, era: “Arrepentíos porque el Reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 3, 1-2). En otras palabras, Dios iba a irrumpir en la Historia de una manera extraordinariamente trascendental – posiblemente la más trascendental que podía pensarse – y la única salida coherente era la de la teshuvah, el volverse a Dios, el convertirse.



Semejante anuncio – el llamamiento a la teshuvah – contaba con claros paralelos en los neviim (profetas) que habían aparecido con anterioridad en la Historia de Israel. A decir verdad, casi puede decirse que ésa había sido la nota más característica de la predicación de los neviim durante siglos y, muy posiblemente, fue determinante para que el pueblo viera en Juan a uno de ellos. Sin embargo, en Juan se daba un aspecto especialmente llamativo de Juan que carecía de precedentes en los profetas. Nos referimos a la práctica de un rito hasta cierto punto original: el bautismo.



La referencia al bautismo despertaría hoy en no pocas personas imágenes de niños que reciben un hilo de agua sobre la cabeza en medio de un rito que implica la entrada en la iglesia. El significado y el ritual en Juan era notablemente distinto a esa visión. De entrada, el bautismo se identificaba con una inmersión total en agua que es, dicho sea de paso, lo que la palabra significa literalmente en griego. En contra de lo que hemos visto en algunas películas en que un Juan de aspecto anglosajón deja caer unas gotas sobre un arrepentido barbudo, los que habían escuchado las palabras del Bautista eran sumergidos totalmente en el agua – lo que explica que el predicador hubiera elegido como escenario de su proclama el río Jordán – simbolizando de esa manera que Dios les había otorgado el perdón de sus pecados y que se había producido un cambio en su vida.



El hecho de que Juan predicara en el desierto y recurriera al bautismo como rito de iniciación ha sido relacionado ocasionalmente con los esenios del mar Muerto, pero semejante conexión resulta más que errónea siquiera porque los esenios repetían los bautismos en repetidas ocasiones, algo que no sucedía con Juan. En realidad, el origen del rito seguramente debe localizarse en la ceremonia que los judíos seguían para admitir a los conversos en el seno de Israel. En el caso de las mujeres, eran sometidas a una inmersión total (bautismo); en el caso de los varones, también se daba ese bautismo, aunque precedido, como ordena la Torah, por la circuncisión. El hecho de que Juan aplicara ese ritual no a gentiles que entraban en la religión de Israel sino a judíos que ya pertenecían a ella estaba cargado de un profundo y dramático significado.



El Pirke Avot, uno de los escritos esenciales de la literatura rabínica, comienza afirmando que todo Israel tiene una parte en el mundo venidero, una máxima tomada de Sanhedrín 90ª. Sin embargo, tal y como se desprende de las fuentes, Juan sostenía un punto de vista radicalmente distinto. De manera clara, insistía en rechazar lo que podríamos denominar un nacionalismo espiritual que encontramos en escritos de la época y que garantizaba la salvación a cualquier judío por el hecho de serlo. Por el contrario, Juan afirmaba, de manera desagradable, pero inequívoca, que sólo podían contar con ser salvados aquellos que se volvieran a Dios. Las fuentes, al respecto, no dejan lugar a dudas:





Y decía a las multitudes que acudían para ser bautizadas por él: ¡Oh generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Llevad a cabo frutos propios de la conversión y no empecéis a decir en vuestro interior: Tenemos como padre a Abraham; porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras. Además el hacha ya está colocada sobre la raíz de los árboles; y todo árbol que no da buen fruto se corta y se arroja al fuego.



(Lucas 3, 7-9. comp.. Mateo 3, 7-10)







Desde la perspectiva de Juan, lo que establecía la diferencia entre los salvos y los réprobos, entre aquellos cuyos pecados recibían o no perdón, no era el hecho de pertenecer o no al pueblo de Israel, sino de volverse hacia Dios con el anhelo de cambiar de vida, un cambio que resultaba simbolizado públicamente por el bautismo. En ese sentido, el paralelo con profetas anteriores resultaba muy acusado. Amós había proferido invectivas contra distintos pueblos paganos para, al fin y a la postre, coronar su mensaje de juicio con terribles alegatos dirigidos contra Judá (Amós 2, 4-5) e Israel (2, 6ss). Isaías había comparado a la sociedad judía de su tiempo con las ciudades de Sodoma y Gomorra borradas de la faz de la tierra por el juicio de Dios (Isaías 1, 10 ss). Ezequiel había calificado de abominación la práctica religiosa de los judíos de su época atreviéndose a anunciar la destrucción del Templo de Jerusalén (Ezequiel 8 y 10). Frente a la idea de que todo Israel tendría lugar en el mundo por venir, la tesis de los profetas era que sólo un resto, un residuo de Israel, obtendría la salvación (Isaías 10, 22-23). Juan, sustancialmente, mantenía esa misma línea. La religión – no digamos ya la pertenencia a un grupo nacional – no proporcionaba la salvación, sino que la conversión a Dios era lo que permitía no ganarla, pero sí recibirla.



También como en el caso de los profetas, la predicación de Juan, por añadidura, estaba teñida de una notable tensión escatológica. El suyo no era únicamente un mensaje de catástrofe sino que añadía un elemento de clara esperanza. Si resultaba urgente adoptar una decisión que desembocara en la conversión era porque se acercaba la consumación de los tiempos. Al respecto, Juan asociaba su labor con la profecía contenida en el capítulo 40 del profeta Isaías, la que afirma:





Voz del que clama en el desierto: preparad el camino del Señor;



Enderezad sus sendas.



Todo valle se rellenará,



Y se bajará todo monte y collado;



Los caminos torcidos serán enderezados,



Y los caminos ásperos allanados;



Y verá toda carne la salvación de Dios.





Dios iba a manifestarse de manera especialmente clara. Resultaba, pues, totalmente lógico que la gente se preparara y que también, tras el bautismo, cambiara de forma de vivir. La enseñanza de Juan, al respecto, pretendía, sobre todo, evitar los abusos de poder, la corrupción, la mentira o la falta de compasión. El testimonio lucano es claro en ese sentido:





Y la gente le preguntaba: Entonces, ¿qué debemos hacer? Y les respondió: El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene de comer, que haga lo mismo. Acudieron también unos recaudadores de impuestos para ser bautizados, y le dijeron: Maestro, ¿qué debemos hacer? El les dijo: No exijáis más de lo que os ha sido prescrito. También le preguntaron unos soldados: Y nosotros, ¿qué debemos hacer? Y les dijo: No extorsionéis a nadie, ni calumniéis; y contentaos con vuestro salario



(Lucas 3, 10-14).





Resulta obvio que el mensaje de Juan distaba mucho de ser lo que ahora entenderíamos como revolucionario. No esperaba que cambiaran las estructuras sociales ni que se produjera alteración alguna en la división de clases que a la sazón existía. No condenó, desde luego, a los recaudadores de impuestos – los odiados publicanos al servicio de Roma – ni a los alguaciles o soldados que los acompañaban. Sí consideró, por el contrario, que, como todos, debían convertirse y que, tras su conversión, su vida debía experimentar cambios como el comportarse de forma honrada y el descartar conductas como la mentira, la violencia, la corrupción o la codicia.



Por añadidura, Juan esperaba que, muy pronto, se produciría un cambio radical, un cambio que no vendría por obra del esfuerzo humano, sino en virtud de la intervención directa de Dios que actuaría a través de su mesías. Éste se manifestaría pronto y entonces las promesas pronunciadas durante siglos por los profetas se harían realidad. Los que hubieran experimentado la conversión serían preservados cuando se ejecutara el juicio de Dios, mientras que los que no la hubieran abrazado, resultarían aniquilados. La alternativa sería verse inmersos en la acción del Espíritu Santo o en el fuego:





Y el pueblo estaba pendiente de un hilo, preguntándose todos en su corazón si Juan sería el mesías. Juan les respondió: Yo ciertamente os sumerjo en agua; pero está en camino uno más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado; él os sumergirá en Espíritu Santo y fuego. Lleva el aventador en la mano, y limpiará su era, y recogerá el trigo en su granero, y quemará la paja en un fuego que no se extinguirá nunca



(Lucas 3, 15-7).





Las fuentes coinciden en señalar que la predicación de Juan el Bautista duró poco. Como cualquier predicador que no busca su propio ensalzamiento, sino cumplir con su cometido de manera digna y decente, Juan no estaba dispuesto a restringir su acerado mensaje por razones de conveniencia personal o por servilismo hacia los poderosos. Al reprender el pecado de sus contemporáneos, no se detuvo ni siquiera ante el propio Herodes el tetrarca. De manera bien significativa, el pecado que le echó en cara tenía que ver con la ética sexual contenida en la Torah. Herodes se había casado con Herodías, la mujer de su hermano Felipe, y Juan le instó al arrepentimiento señalando que esa conducta no era lícita. El resultado de su predicación fue que el tetrarca lo detuviera y ordenara su confinamiento en la fortaleza de Maqueronte (Lucas 3, 19-20). Sin embargo, para cuando esos hechos tuvieron lugar se habían producido acontecimientos de enorme trascendencia relacionados con la vida de Jesús.



CONTINUARÁ

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Published on June 16, 2018 23:42

Turn your eyes upon Jesus

En multitud de ocasiones, el ser humano se encuentra inmerso en circunstancias por las que se siente abrumado y desgarrado. A decir verdad, parece como si alguien hubiera apagado cualquier luz en torno a él y sólo lo envolviera una insoportable y cegadora oscuridad.

Los motivos pueden ser distintos, pero la realidad es innegable. En esos momentos, es cuando más debemos dirigir nuestra mirada hacia Jesús. A decir verdad, no se puede mirar a sitio mejor. El que en medio de la tribulación contemple a Jesús de repente experimentará una visión totalmente distinta. Lo que parecía importante, de repente, surgirá ante nuestra mirada como innecesario, pasajero o desprovisto de importancia y aquello en lo que quizá no habíamos reparado absorberá nuestra atención. Para aquel que mantiene una relación real con Jesús – que es algo muy distinto de pertenecer a una confesión religiosa o practicar una religión – lo que digo le sonará familiar. Como brújula, Jesús no tiene parangón.



Eso es precisamente lo que cuenta este himno góspel clásico de una manera especialmente sencilla y conmovedora. Cuando se atraviesa por situaciones como las señaladas lo mejor que se puede hacer es dirigir la mirada hacia Jesús el mesías-siervo. Entonces la oscuridad se disipará gracias a su luz y se verá todo en su auténtica dimensión, el paso previo, ciertamente, para solucionar cualquier situación.



Les dejo con dos versiones del citado himno. Una es en inglés y la canta en su incomparable estilo Alan Jackson. La otra, en español, es de Hillsong United. Espero que las disfruten este día de sábado. God bless ya!!! ¡¡¡Dios los bendiga!!!





Ahí va Alan Jackson



www.youtube.com/watch?v=nO4uIyz_d90





Y aquí tienen el himno en una versión hispana





www.youtube.com/watch?v=bTVL0lbgwSc

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Published on June 16, 2018 01:21

June 14, 2018

Mateo, el evangelio judio(XVIII): El segundo gran discurso (10:32-42) (III): el final de la Historia

En la última entrega, nos detuvimos en la manera en que podemos descubrir quién es apóstol – poco o nada parecido a los que ahora afirman serlo o pretenden sucederlos – y lo que esto implica en cuanto a dificultades y tribulaciones.

El apóstol – en general, los discípulos – no sería persona que chapoteara en medio del dinero y de la popularidad, del poder y de la influencia, sino todo lo contrario. De él se esperaba que no tuviera nada, que entregara gratis como había recibido gratis y que afrontara las mayores dificultades procedentes del poder religioso y político. Precisamente por ello, la persecución formaría parte de su futuro. Sin embargo, nada de eso debería provocarles pesar o angustia. Los adversarios del evangelio son temporales, pero sus seguidores serán eternos.



Tras prometer el respaldo de la Providencia a lo largo de la vida, Jesús da un paso más allá. Lo que hagamos en esta vida tendrá consecuencias para toda la eternidad. Aquellos que confiesen a Jesús, serán también reconocidos por él al final de los tiempos. De la misma manera, los que lo nieguen, también serán negados (10: 32-33).



Porque la misión de Jesús nunca fue algo melifluo caracterizado por garantizar el dinero, el sosiego, la prosperidad a los que lo siguieran. A decir verdad, seguir a Jesús es alistarse en una guerra (10: 34), una guerra en la que los enemigos pueden llegar a ser los más cercanos, los propios familiares (10: 35-36). El seguidor de Jesús debe saber que exige un amor muy superior al de la propia familia (10: 37). A fin de cuentas, ser discípulo de Jesús no es apuntarse a un club donde sólo se reciben beneficios aunque haya que pagar una cuota económica para ello. Ser cristiano es, fundamentalmente, seguir a Jesús y hacerlo, si fuera necesario, hasta el extremo de sufrir la misma muerte bochornosa que él sufrió: la cruz (10: 38). Porque, en contra de lo que piensa la mayoría, lo que el mundo entiende por ganar la vida es sólo perderla y aquellos que piensan que seguir a Jesús es perder la vida no se percatan de que es la única manera de ganarla (10: 39).



En ese verdadero ganar la vida no tiene mayor importancia el don que uno ha recibido de Dios sino la fidelidad a Jesús. No serán los apóstoles, los profetas, los maestros los más recompensados al final de la Historia sino los que han sido fieles. De tal manera que el que dio un sencillo vaso de agua – un vaso de agua, ojo – a cualquiera de ellos recibirá la misma recompensa que ellos (10: 40-42).



La visión enseñada por Jesús resulta diametralmente opuesta a la de los profesionales de la religión. Seguir a Jesús no es un negocio ni un instrumento ideal para desplumar a los incautos. Por el contrario, seguir a Jesús es entrar en una guerra contra el mal, una guerra en la que somos como ovejas enviadas en medio de lobos, pero una guerra también en la que cada uno de nuestros cabellos están contados por el mismo Dios. En esa guerra, los seguidores de Jesús pueden enfrentarse con dificultades e incluso con la acusación del sistema y la burla de que sólo están desperdiciando la vida. Incluso pueden sufrir una oposición que llegue a su círculo familiar. Sin embargo, la Historia no acaba en esta vida. Jesús regresará y ante su Padre reconocerá a los fieles y negará a los que no lo fueron. Repartirá incluso las recompensas, unas recompensas que no serán mayores por la función desempeñada sino por la fidelidad. Porque la Historia – no se olvide nunca – es mucho más de lo que aparece ante nuestra vista.





CONTINUARÁ

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Published on June 14, 2018 23:23

June 13, 2018

Total, son niños…

El esfuerzo fiscal en España es, gracias al desaparecido Montoro, el más elevado de la Unión Europea. A decir verdad, según multitud de especialistas, resulta abiertamente confiscatorio.

Nada indica que vaya a disminuir – todo lo contrario – con Montero. Con todo y a pesar del expolio fiscal, ni están aseguradas las pensiones, ni los servicios se encuentran a la altura de lo tributado e incluso, por añadidura, hay sectores de la población absolutamente abandonados. Deténganse un momento en este dato: cerca de dos mil niños de Madrid, niños de menos de seis años de edad, se encuentran en lista de espera para recibir tratamiento temprano por retraso madurativo, parálisis cerebral, autismo o dolencias semejantes. Se trata de casos absolutamente sangrantes. Realmente es de vida o casi muerte. Juzguen ustedes porque si una de estas criaturas – pongamos una niña – con retraso madurativo no recibe la ayuda a tiempo simplemente no aprenderá a hablar. En su vida, logrará comunicarse verbalmente. Si se tratara de, en este caso, un varón, por ejemplo, con parálisis cerebral, la diferencia vendría entre poder caminar o no. En otras palabras, se pasará la vida en una silla de ruedas sin correr, andar o pasear. Para estos niños, hay retraso y carencia de fondos. Es comprensible. En Madrid, es cierto que no hay inmensos pesebrales destinados a que una lengua minoritaria sustituya al español, pero subvencionar cada año el desfile del día del orgullo gay cuesta mucho. Quizá tanto como otorgar ayudas a la vivienda a extranjeros que viven en la CCAA y que se llevan la práctica totalidad de las subvenciones por alquiler. Añádanse las becas de comedor en los centros educativos públicos que van a parar casi de manera exclusiva a familias que vinieron del otro lado del mar. Súmense los asesores innecesarios crecidos como hongos a la sombra del poder o las entidades feministas que nacen no de la sociedad civil - ¡qué va! – sino de féminas entrelazadas con los partidos o los inmigrantes ilegales para los que se crean puestos de trabajo artificiales no sean que incendien un barrio y lancen mesas a la policía. Todos ellos están por delante de unas criaturas de esta tierra cuyos padres no pueden atenderlas porque carecen de recursos o de empleo. Pero ¿qué más da si nunca llegan a hablar? ¿Qué importa si jamás consiguen dar un paso tras otro? Total, son niños.

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Published on June 13, 2018 23:04

June 12, 2018

La fuerza de amar

Era yo un adolescente tranquilo y, a la vez, inquieto cuando leí por primera vez La fuerza de amar, quizá el libro más popular de Martin Luther King.

A esas alturas, en los años finales del Régimen de Franco, era yo un convencido objetor de conciencia y tenía el firme propósito de ir a la cárcel antes que recibir entrenamiento para matar en el ejército. Pero una cosa era estar decidido y resuelto y otra, muy diferente, el sentirse acompañado en una España no especialmente abierta – se diga ahora lo que se quiera – a todo lo que no fuera oficial. Quizá por eso Martin Luther King se convirtió para mi en una especie de mentor que me enseñaba que podía confiar en la no-violencia porque no sólo estaba cargada de razones morales sino también porque había obtenido resultados extraordinarios tanto en la India como en los Estados Unidos. El cambio pacífico era posible si había gente que estaba dispuesto a llevarlo a cabo a cualquier coste, a cualquier coste salvo el de usar la violencia. Por añadidura, King, pastor bautista, sustentaba sus ideas en la lectura de la Biblia que desde hacía años era ya mi libro de cabecera.



Con cierta perspectiva de tiempo, soy muy consciente de las debilidades del razonamiento de King. Por ejemplo, la resistencia no-violenta tuvo éxito cuando el adversario era un anglosajón que podía actuar con injusticia, pero que creía en unos derechos humanos innegables. Habría que ver la reacción de los ayatollahs ante unos manifestantes que fueran cantando lo de No nos moverán. También descubrí que King, admirable desde tantos puntos de vista y mártir de la lucha de los derechos civiles, no era lo que se dice un ejemplo de castidad. Y sin embargo… y sin embargo, La fuerza de amar sigue siendo un libro admirable cuyas páginas he releído hace no mucho volviéndome a sentir envuelto por sus argumentos. No se trata sólo de que propugnar el amor frente al odio o la justicia frente al fanatismo sigue gozando de una legitimidad moral que nunca podrán tener los violentos de ETA al IRA pasando por Al.Qaida o los nacis catalaes. Además está la acción de la Providencia. Franco falleció justo a tiempo para evitar que yo fuera a la cárcel por ser objetor de conciencia y puedo asegurar que no tuve nada que ver con su muerte.

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Published on June 12, 2018 23:03

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César Vidal
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