Sergio Gutiérrez Negrón's Blog, page 10
March 9, 2018
uyuyor diyorlar, o lo que es similar: dicen que los dormidos pasa al turco.
Por una serie de vueltas de la vida, mi novela, Dicen que los dormidos, aparecerá en turco en mayo de este año. La publicará un editorial llamado Cumartesi Kitapligi (librería de sábado, me dice un robot traductor).
Extraña vida esa de los libros.
Extraña vida esa de los libros.

Published on March 09, 2018 06:27
ciento veintisiete, una columna
Esta columna salió publicada el martes, 6 de marzo del 2018, en El Nuevo Día.
Ciento veintisiete
Ciento veintiseis familias puertorriqueñas han emigrado, después de María, a Lorain, Ohio un pueblo limítrofe al mío. El número varía siempre que me lo mencionan—le suman o restan veinte, aunque desde enero ha sido bastante estable. Así lo reportó, también, el Cleveland Chronicle ayer.
La verdad es que me lo mencionan mucho. La última vez fue el jueves pasado, como a las cuatro de la tarde. Iba de camino a casa y alguien me detuvo. Me preguntó si sabía que ciento veintitantas familias boricuas se habían mudado a Lorain. Le dije que algo así había escuchado. Sonrieron y ya, se despidieron.
En ese momento llovía. A las cinco, granizaba. A las ocho, se fue la luz por un ratito y entre ráfagas logré ver la nieve acumulándose encima del buzón, el cual accidentalmente dejé abierto al llegar. En la isla, Palo Seco se había ido a pique. Pensé el nuestro como un acto de solidaridad.
La primera vez que me mencionaron lo de los puertorriqueños fue poco después del huracán. Alguien me comentó, en un bar, que los expertos decían que llegarían seis mil boricuas al área antes de que diera el día del pavo. En mi pueblo apenas hay ocho mil personas. No había duda que se trataba de una exageración. Sin embargo, antes de que el tipo terminara de explicarme cómo esto cambiaría el mapa electoral o salvaría la economía local, o terminaría de sepultar el sistema escolar (ya no sé cuál de esas fue la suya), se me empañó la vista y juré ver, en el único televisor del bar, el edulcorado rostro del gobe Ricky Roselló; escuchar el suave susurro de Chayanne en la radio; y, por mi madre, oí, pasando las mesas altas del bar y llegando al 2005, la tierna voz de mi difunta abuela, regañándome y obligándome a besar una bolsa de pan tras haberla dejado caer.
Cientoveintiseis familias puertorriqueñas han emigrado a Lorain, Ohio. A mi pueblo, sólo llegó mi hermana.

Ciento veintisiete
Ciento veintiseis familias puertorriqueñas han emigrado, después de María, a Lorain, Ohio un pueblo limítrofe al mío. El número varía siempre que me lo mencionan—le suman o restan veinte, aunque desde enero ha sido bastante estable. Así lo reportó, también, el Cleveland Chronicle ayer.
La verdad es que me lo mencionan mucho. La última vez fue el jueves pasado, como a las cuatro de la tarde. Iba de camino a casa y alguien me detuvo. Me preguntó si sabía que ciento veintitantas familias boricuas se habían mudado a Lorain. Le dije que algo así había escuchado. Sonrieron y ya, se despidieron.
En ese momento llovía. A las cinco, granizaba. A las ocho, se fue la luz por un ratito y entre ráfagas logré ver la nieve acumulándose encima del buzón, el cual accidentalmente dejé abierto al llegar. En la isla, Palo Seco se había ido a pique. Pensé el nuestro como un acto de solidaridad.
La primera vez que me mencionaron lo de los puertorriqueños fue poco después del huracán. Alguien me comentó, en un bar, que los expertos decían que llegarían seis mil boricuas al área antes de que diera el día del pavo. En mi pueblo apenas hay ocho mil personas. No había duda que se trataba de una exageración. Sin embargo, antes de que el tipo terminara de explicarme cómo esto cambiaría el mapa electoral o salvaría la economía local, o terminaría de sepultar el sistema escolar (ya no sé cuál de esas fue la suya), se me empañó la vista y juré ver, en el único televisor del bar, el edulcorado rostro del gobe Ricky Roselló; escuchar el suave susurro de Chayanne en la radio; y, por mi madre, oí, pasando las mesas altas del bar y llegando al 2005, la tierna voz de mi difunta abuela, regañándome y obligándome a besar una bolsa de pan tras haberla dejado caer.
Cientoveintiseis familias puertorriqueñas han emigrado a Lorain, Ohio. A mi pueblo, sólo llegó mi hermana.
Published on March 09, 2018 06:22
February 28, 2018
la vida de la persona que escribe, cuando escribe, según roth, es darle vuelta a las oraciones. de aquí para allá y de allá para acá.
“I turn sentences around. That’s my life. I write a sentence and then I turn it around. Then I look at it and I turn it around again. Then I have lunch. Then I come back in and write another sentence. Then I have tea and turn the new sentence around. Then I read the two sentences over and turn them both around. Then I lie down on my sofa and think. Then I get up and throw them out and start from the beginning. And if I knock off from this routine for as long as a day, I’m frantic with boredom and a sense of waste.”
dice E.I Lonoff al joven Zuckerman en The Ghost Writer, segundo libro de Roth al que le metí en este 2018.
dice E.I Lonoff al joven Zuckerman en The Ghost Writer, segundo libro de Roth al que le metí en este 2018.
Published on February 28, 2018 11:25
February 27, 2018
¿es esto el producto de la escritura?, pregunta un alterego de phillip roth en su juventud
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dice Phillip Roth en The Anatomy Lesson.

"All this sentiment. He wondered if it was only to compensate for the damage that he was reputed to have done her with the portrait of the mother in [his novel] Carnovsky, if that was the origin of these tender memories softening him up while he watered her plants. He wondered if watering the plants wasn’t itself willled, artificial, a bit of heart pleasing Broadway business as contrived as his crying over her favorite kitsch show tune. Is this what writing has done? All that self-conscious self-mining—and now I can’t even be allowed to take purely the shock of my own mother’s death? Not even when I’m in tears am I sure what gives”.
dice Phillip Roth en The Anatomy Lesson.
Published on February 27, 2018 09:06
February 6, 2018
bogotá39-2017, una columna
Escribí unas 330 palabras pa mi columna mensual, más afectadas de lo que me habría gustado, sobre la semana pasada en el Hay Festival-Cartagena y el Bogotá39-2017.
Acá unos veintitantos de los 39. La foto es de Daniel Ferreira, uno del grupo.
#Bogotá39
A veces las formas que tenemos de hacer el tiempo legible nos fallan. De golpe miras el calendario y ese día intenso y alegre que recién viviste realmente fueron seis. Te descubres en ese momento incapaz de procesar lo vivido, de decir qué aprendiste, si algo. Para asirlo, lo que queda es alternar al registro periodístico, sacudir lo inenarrable. De modo que te ves obligado a decir, tanto a los demás como a ti mismo, que el miércoles pasado culminó, en Cartagena y Bogotá, un encuentro asociado al Hay Festival llamado Bogotá39, en el que participaste por casi una semana.
El evento partía de una lista del mismo nombre, curada por Carmen Boullosa, Leila Guerrero y Darío Jaramillo, que ofrecía un panorama de escritores prometedores latinoamericanos menores de 40. Era la segunda edición de una del 2007, en la que Yolanda Arroyo representó la isla. En el marco del Festival, se dieron charlas que partían de la literatura para hablar del desplazamiento, de lo político, del activismo, de la desigualdad de género, la creatividad, etcétera, aunque siempre se regresó a aquello por lo que estaban allí, los libros…
Y ya. Me disculpo. Apenas puedo añadir mucho más que eso. Siento que le hago una injusticia al evento. Culpo a la persona que decidió meternos en un hotel, hacernos convivir como si de un experimento social se tratase. Confieso que no sé qué pasó allí que fuera memorable para un público lector y que me siento como parte de un culto, testigo deficiente, pero creyente al fin, de un pequeñísimo milagro.
Si algo puedo decir aquí con certeza, es que, durante el Bogotá39, aquel largo día que realmente fueron seis, se vivió, entre una treintena de desconocidos, un extrañísimo momento de sincronía, un momento a partir del cual se suspendió lo cotidiano y, como si en un vacío, lo literario fue suficiente para entablar complicidades.
Supongo que sí aprendí algo; que la literatura también es eso: el imprevisible misterio de coincidir con extraños.

Acá unos veintitantos de los 39. La foto es de Daniel Ferreira, uno del grupo.
#Bogotá39
A veces las formas que tenemos de hacer el tiempo legible nos fallan. De golpe miras el calendario y ese día intenso y alegre que recién viviste realmente fueron seis. Te descubres en ese momento incapaz de procesar lo vivido, de decir qué aprendiste, si algo. Para asirlo, lo que queda es alternar al registro periodístico, sacudir lo inenarrable. De modo que te ves obligado a decir, tanto a los demás como a ti mismo, que el miércoles pasado culminó, en Cartagena y Bogotá, un encuentro asociado al Hay Festival llamado Bogotá39, en el que participaste por casi una semana.
El evento partía de una lista del mismo nombre, curada por Carmen Boullosa, Leila Guerrero y Darío Jaramillo, que ofrecía un panorama de escritores prometedores latinoamericanos menores de 40. Era la segunda edición de una del 2007, en la que Yolanda Arroyo representó la isla. En el marco del Festival, se dieron charlas que partían de la literatura para hablar del desplazamiento, de lo político, del activismo, de la desigualdad de género, la creatividad, etcétera, aunque siempre se regresó a aquello por lo que estaban allí, los libros…
Y ya. Me disculpo. Apenas puedo añadir mucho más que eso. Siento que le hago una injusticia al evento. Culpo a la persona que decidió meternos en un hotel, hacernos convivir como si de un experimento social se tratase. Confieso que no sé qué pasó allí que fuera memorable para un público lector y que me siento como parte de un culto, testigo deficiente, pero creyente al fin, de un pequeñísimo milagro.
Si algo puedo decir aquí con certeza, es que, durante el Bogotá39, aquel largo día que realmente fueron seis, se vivió, entre una treintena de desconocidos, un extrañísimo momento de sincronía, un momento a partir del cual se suspendió lo cotidiano y, como si en un vacío, lo literario fue suficiente para entablar complicidades.
Supongo que sí aprendí algo; que la literatura también es eso: el imprevisible misterio de coincidir con extraños.
Published on February 06, 2018 07:32
February 4, 2018
imagínate, mi columna del mes pasado
Se me olvidó colgar mi columna del mes pasado, que salió el 2 de enero del 2018. La verdad que últimamente he estado esporádico, pero espero corregir eso en el 2018. A ver si encuentro de qué escribir.
Imagínate
Imagínate juntar a los tuyos y darte a la fuga. Dejarlo todo atrás y seguir la vida en otro lugar. Digamos que ya estás harta del status quo, que ya criticaste y participaste de todas las protestas en las que podías participar, y que simplemente te cansaste lo suficiente.
Olvida los detalles. Pichéale a las deudas que se acumulan, al pagaré del auto en el que escaparás. Ignora todo los peros que te surjen de repente, y entregate a la imaginación: ¿con quién y a dónde?
¿Te gustaría echarlo todo al baúl y salir todos en caravana hacia el interior, hacia el monte, manejar sin destino jalda arriba por esa oscura carretera que pasas siempre la única vez en el año que vas a visitar a tu suegra, o a tu abuela allá en el campo? ¿Querrías, por pura suerte, dar con un lote vacío, con un patio edénico, repleto de frutas y verduras y gallinas para el friasé, una casa ya lista, y lo necesario para bregar? Imagínate que se les dá, y que todos a los que invitaste se apuntaron, y que están felices y dispuestos, ¿qué forma le darías a ese nuevo mundo entonces? ¿Sería igual que este?
Si lo del regreso a la naturaleza no es lo tuyo, imagínate que frotas una botella accidentalmente, y un genio te dice que tú y los tuyos se pueden ir al lugar que tú quieras y que ese país los acogerá, les dará todo y ayudará a materializar tu visión, ¿a dónde irías? ¿cómo vivirías?
O, mi querida Bartleby, si prefieres no hacerlo, imagínate que te quedas tal y como estás, y que no cambiará mucho en tu vida, que quizás tendrás un momento feliz aquí, uno tristón allá, pero que mes tras mes, armarás resoluciones de año nuevo que no podrás satisfacer por completo, y que mañana tras mañana despertarás justo ahí, en ese mismísimo lugar, hasta el día que ya no.
Lo que importa es que imagines.

Imagínate
Imagínate juntar a los tuyos y darte a la fuga. Dejarlo todo atrás y seguir la vida en otro lugar. Digamos que ya estás harta del status quo, que ya criticaste y participaste de todas las protestas en las que podías participar, y que simplemente te cansaste lo suficiente.
Olvida los detalles. Pichéale a las deudas que se acumulan, al pagaré del auto en el que escaparás. Ignora todo los peros que te surjen de repente, y entregate a la imaginación: ¿con quién y a dónde?
¿Te gustaría echarlo todo al baúl y salir todos en caravana hacia el interior, hacia el monte, manejar sin destino jalda arriba por esa oscura carretera que pasas siempre la única vez en el año que vas a visitar a tu suegra, o a tu abuela allá en el campo? ¿Querrías, por pura suerte, dar con un lote vacío, con un patio edénico, repleto de frutas y verduras y gallinas para el friasé, una casa ya lista, y lo necesario para bregar? Imagínate que se les dá, y que todos a los que invitaste se apuntaron, y que están felices y dispuestos, ¿qué forma le darías a ese nuevo mundo entonces? ¿Sería igual que este?
Si lo del regreso a la naturaleza no es lo tuyo, imagínate que frotas una botella accidentalmente, y un genio te dice que tú y los tuyos se pueden ir al lugar que tú quieras y que ese país los acogerá, les dará todo y ayudará a materializar tu visión, ¿a dónde irías? ¿cómo vivirías?
O, mi querida Bartleby, si prefieres no hacerlo, imagínate que te quedas tal y como estás, y que no cambiará mucho en tu vida, que quizás tendrás un momento feliz aquí, uno tristón allá, pero que mes tras mes, armarás resoluciones de año nuevo que no podrás satisfacer por completo, y que mañana tras mañana despertarás justo ahí, en ese mismísimo lugar, hasta el día que ya no.
Lo que importa es que imagines.
Published on February 04, 2018 19:22
February 2, 2018
La primera persona es un tipo que arremete contra todo, decía Barry Hannah en una entrevista

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Una vez, cuando viví en el Sur de los EEUU, una muchacha, que luego sería escritora, me invitó a salir. Originalmente íbamos a un bar, pero de repente me llamó para cancelar esa cita original. Había muerto su maestro, y me dijo que si quería, la podía acompañar al funeral de su maestro/escritor, el escritor sureño Barry Hannah. No fui porque no tenía ropa negra y porque, a decir la verdad, me intimidó más que un poco. El fin de semana en cuestión, saqué los libros de Hannah de la biblioteca y leí “Ray” y “Yonder”. Quedé loco con él y me arrepentí de no poder decir que fui al entierro de un gran escritor, aunque—y esto es lo raro—si hubiera ido, jamás lo hubiera leído.
Acá cuelgo unos fragmentos de su entrevista de The Paris Review, la cual me hizo acordarme de él. [y acá un link al pdf de la entrevista].
⇴
INTERVIEWER
What was wrong with
the third-person voice?
HANNAH
In my case, a third
person just led to too much wisdom I hadn't earned. And I like the first
person—just a guy blasting through with the little he knows.
INTERVIEWER
So switching to
third person is a rite of passage?
HANNAH
Third-person
singular, past tense, is most natural and inevitable, I guess. But you'd best
beware the monotone in it and the temptations toward false wisdom, cleverness.
First person is where you can be more interesting as a fool, and I find this
often leads to the more delightful expedition. You don't have to be much but a
stumbling fool. The wisdom there is more precious than in the sage overview,
which in many writers makes me nearly puke. I'm also wary of the glibness that
third person invites.
⇴
HANNAH
I don't think many
of us can tell whole tales until we're older. Usually we don't have enough
time, and our lives are fairly chopped up. Causality and plot have not revealed
themselves yet. Time is what makes good stories. Much has been cooking for a
long time, and at last finds an out in narration one day. That's a supreme joy.
And why the characters keep showing up.
Published on February 02, 2018 07:59
January 19, 2018
la literatura puertorriqueña como horizonte, una entrevista
Hace unas semanas, Glenda Galán de Dominicana en Miami me entrevistó por correo electrónico. Acá un fragmento. Para seguir leyendo, pasen a la revista en cuestión.
Para Sergio Gutiérrez Negrón la literatura puertorriqueña es una tradición y un horizonte que implican una búsqueda constante. Eso nos dice el joven escritor puertorriqueño, en esta conversación en la que nos cuenta algunos detalles de las novelas que le han valido varios reconocimientos, entre ellos, formar parte de la lista de los 39 escritores del Hay Festival, Bogotá 39, una distinción que toma como invitación a la lectura de las obras de los escritores seleccionados.
En sus novelas, Sergio aborda temas como la separación, el distanciamiento y la pérdida, algo que quizás, en su propia vida, lo han motivado a escribir una columna desde Estados Unidos para un periódico puertorriqueño y así mantener, de alguna manera, el contacto con la realidad que se vive en la isla. De esto también nos cuenta el escritor en este memorable diálogo.
–¿Si te digo: Literatura Puertorriqueña, ¿Qué te viene a la mente?
–Una tradición y un horizonte. Por un lado, se trata de una tradición que, como todas, es complicada. En este caso no sólo por la cuestión de qué se incluye y qué no se incluye, sino porque implica una búsqueda constante. Por más que me he dedicado a leer la tradición, tengo un rompecabezas incompleto al que le faltan muchísimas piezas—muchas porque no se consiguen, otras porque ni he escuchado de ellas. Este rompecabezas es aún más complicado porque implica dos ramas—la isleña y la de la diáspora—que, aunque a veces se tocan, muchas veces crecen en direcciones contrarias. Quizás por eso me gusta pensarla más como un horizonte, la literatura puertorriqueña es un juego de afinidades, un plano en el que colocar distintas piezas ayudan a pensar una realidad.
–El primer libro que cayó en tus manos y que leíste con entusiasmo fue…
–Sinceramente no recuerdo. Leí mucha literatura de “fantasía” anglófona cuando era adolescente, pero hoy en día toda se me mezcla. Eso sí, recuerdo dos grandes momentos que, en diferentes momentos, cambiaron cómo leía y escribía: el descubrimiento a los 18 años de Cien años de soledad, por más que sea, hoy en día, un cliché decirlo; y a los veinte de una novelita puertorriqueña llamada Felices días, tío Sergio de Magaly García Ramis.
[Seguir leyendo]

Para Sergio Gutiérrez Negrón la literatura puertorriqueña es una tradición y un horizonte que implican una búsqueda constante. Eso nos dice el joven escritor puertorriqueño, en esta conversación en la que nos cuenta algunos detalles de las novelas que le han valido varios reconocimientos, entre ellos, formar parte de la lista de los 39 escritores del Hay Festival, Bogotá 39, una distinción que toma como invitación a la lectura de las obras de los escritores seleccionados.
En sus novelas, Sergio aborda temas como la separación, el distanciamiento y la pérdida, algo que quizás, en su propia vida, lo han motivado a escribir una columna desde Estados Unidos para un periódico puertorriqueño y así mantener, de alguna manera, el contacto con la realidad que se vive en la isla. De esto también nos cuenta el escritor en este memorable diálogo.
–¿Si te digo: Literatura Puertorriqueña, ¿Qué te viene a la mente?
–Una tradición y un horizonte. Por un lado, se trata de una tradición que, como todas, es complicada. En este caso no sólo por la cuestión de qué se incluye y qué no se incluye, sino porque implica una búsqueda constante. Por más que me he dedicado a leer la tradición, tengo un rompecabezas incompleto al que le faltan muchísimas piezas—muchas porque no se consiguen, otras porque ni he escuchado de ellas. Este rompecabezas es aún más complicado porque implica dos ramas—la isleña y la de la diáspora—que, aunque a veces se tocan, muchas veces crecen en direcciones contrarias. Quizás por eso me gusta pensarla más como un horizonte, la literatura puertorriqueña es un juego de afinidades, un plano en el que colocar distintas piezas ayudan a pensar una realidad.
–El primer libro que cayó en tus manos y que leíste con entusiasmo fue…
–Sinceramente no recuerdo. Leí mucha literatura de “fantasía” anglófona cuando era adolescente, pero hoy en día toda se me mezcla. Eso sí, recuerdo dos grandes momentos que, en diferentes momentos, cambiaron cómo leía y escribía: el descubrimiento a los 18 años de Cien años de soledad, por más que sea, hoy en día, un cliché decirlo; y a los veinte de una novelita puertorriqueña llamada Felices días, tío Sergio de Magaly García Ramis.
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Published on January 19, 2018 12:03
January 18, 2018
mi territorio estético es estrecho, dijo el gran daniel sada en algún momento

Huyo de las vanguardias como también huyo de
todo lo que huela a tradicional o canónico. Intento que mi territorio narrativo
sea fértil, pero estrecho. En literatura no me interesa la libertad absoluta
como tampoco la rigidez timorata. Es en esa línea delgada donde transito sin
ningún miedo. De hecho, el único terror verdadero que siento es caer en la solemnidad:
ese padecimiento histórico que caracteriza a la literatura mexicana. Toda
suerte de impostación no es más que reflejo de un temperamento acomplejado.
Tampoco caigo en el extremo de la vulgaridad ni en el énfasis de la expresión zarrapastrosa.
Repito: mi territorio estético es estrecho. Me impongo esa visión para no
sentirme un semidiós antipático. Nadie me aparta de la idea de que lo peor que
le puede pasar a un autor es reconocerse como conservador y convencional”, dice
Daniel Sada en Como una penitencia diaria , un breve ars poética.
Published on January 18, 2018 08:09
December 30, 2017
puerto rico en boca ajena, 1821

El susodicho Juan Francisco de Azcárate y Ledesma
Decía sobre
Puerto Rico en 1821, un político optimista del neonato Imperio Mexicano:
“No es
menos fértil, rica y hermosa la isla de Puerto Rico, en la misma mar del Norte,
una de las Antillas menores, que si hubiera estado en poder de otra nación
menos inerme que la española, ella sola bastaba para haberla hecho rica. Cuando
se advierte el abandono con que en 300 años vio estos vergeles de la abundancia
y manantiales de la riqueza, es preciso convenir con el sabio War en que por
la esterilidad de sus manos, que todo lo amortecían, los franceses sacaban más
provecho de la Martinica y el Guárico, que era la mitad de la isla de Santo
Domingo, que ella de sus inmensos dominios. Esta isla llena de ganado montarás,
que produce cueros de toros en mucho número, azúcar, jengibre, casia, incienso,
cañafístola, arroz, café y otros artículos, frutas diversas y que presentan las
proporciones mejores para el comercio, los más altos destinos que ha debido a
la España son la de elevarse a Caja de Correo Marítimo, a escala de navegación
de los Reinos de tierra firme y Nueva España y a Presidio Real para destierro
perpetuo de malhechores, gastando en su situado trescientos y seis mil
ochocientos noventa y seis pesos, cuando al contrario debía rendirle crecidas
sumas después de costear todos sus gastos. Sin la diligencia y actividad del
hombre las mayores proporciones se convierten en humo. Correrá igual suerte que
la Habana, por hallarse en las mismas circunstancias y, en su consecuencia, la
resolución con su respecto debe ser la misma.”
Published on December 30, 2017 16:05