Andrés Accorsi's Blog, page 94

November 6, 2016

CERRANDO EL DOMINGO

Desde el 04/01/15 que no me clavaba un TPB de Fables, aunque sí leí otras historias ambientadas en el maravilloso universo de esta serie de Vertigo creada por Bill Willingham y Mark Buckingham. Este Vol.19 tiene tres ejes fundamentales: 1) el cierre de la saga de Bufkin y la revolución en Oz, 2) el epílogo a Cubs in Toyland, más algún coletazo muy tardío del combate contra Mister Dark, y 3) la aparición de un nuevo personaje que rápidamente gana el centro de la escena y le impone un cambio grosero al status quo de Bigby Wolf, La infinita chapa de Snow White impedirá que este personaje crezca aún más y se convierta en el nuevo villano grosso de la serie, pero no quiero ahondar en detalles por si alguno todavía no la leyó.
Como siempre, Willingham sorprende con su gran manejo del protagonismo coral, sus diálogos repletos de sutileza y fina ironía, y con esa sensación de “plan a larguísimo plazo” que hace años se volvió tristemenet infrecuente en el mainstream yanki. El arco argumental de Bufkin (engalanado con los magníficos dibujos de Shawn McManus) se nutre además de una sana dosis de comedia, de una especie de caricatura de la clásica epopeya, mientras que el arco protagonizado por Snow White (donde la rompe -como es habitual- Mark Buckingham) ofrece una tonalidad dramática mucho más oscura, por momentos desoladora. Entre los dos, arman un paquete de unas 160 páginas sumamente disfrutables. Obviamente, si sos fan de Fables sabés que hay que bancar la serie hasta el final y si nunca la leíste, sabés que tenés que empezar por el Vol.1, no por este Vol.19.
El Loro de Frida Kahlo es el último libro de Jason que me compré, hace como un año, ya. Son 11 historias cortas, algunas mudas y otras con textos, coloreadas por el maestro Hubert y con un nivel promedio muy alto.
Jason se divierte jugando a las referencias. Hay muchísimos guiños al cine de clase B, a la música, a la plástica (algo bastante obvio cuando el título incluye a Frida Kahlo) e incluso a la política. Imaginate historias mitad pulp/mitad reflexivas, por las que pululan luchadores mexicanos, ladrones de bancos, monstruos, Marilyn Monroe, Chet Baker, Magritte, John F. Kennedy, Nostradamus, el Capitán América, druidas de Stonehenge, ancianas con Alzheimer y un disco de Van Morrison recreado en clave de portadas de comic de terror americanos de la época pre-Comics Code Authority. Te estarás imaginando (digo yo) un terreno fértil para el delirio más fumanchero, pero no: acá hay ideas y secuencias limadísimas, pero abundan los guiones redondos, perfectamente hilvanados, con algunos chispazos de poesía y otros de violencia, de una mala leche y una sordidez que se contraponen hábilmente al dibujo elegante y amistoso de Jason. Nada, No Preguntes, La Noche del Cazador de Vampiros, Lorena Velázquez y Karma Chamaleon son historietas brillantes y las otras seis tienen un montón de momentos memorables, silencios estridentes, ideas inquietantes… La verdad que Jason no defrauda casi nunca y los que venimos siguiendo su producción hace varios años no nos queremos alejar nunca del peculiar universo de este genio nacido en Noruega y afincado hace tiempo en Francia. El Loro de Frida Kahlo confirma el gran momento que está atravesando este autor y tiene todo para jerarquizar la biblioteca de sus fans.
Y hasta acá llegamos. Mañana tengo función de prensa de Dr. Strange, así que ni bien se pueda, comparto mis impresiones acerca de este esperado estreno de Marvel Studios. ¡Gracias por el aguante!
 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on November 06, 2016 18:48

November 3, 2016

DOS GENIALIDADES

Finalmente, y no sin esfuerzo, conseguí el Vol.1 de Plastic Man, el TPB con tapas de plástico que recopila los primeros seis episodios de la serie que escribía y dibujaba Kyle Baker allá por 2004. No necesitaba leerlo para saber que me iba a parecer glorioso, y sí, me pareció glorioso. Sobre todo la forma en la que Baker toma un concepto bizarro de los años `40, y sin cambiarle ni una coma, lo convierte en algo absolutamente fresco y viable en el Siglo XXI. Todo lo que era gracioso o asombroso en el Plastic Man de Jack Cole, acá es igual de gracioso y asombroso, con la diferencia de que el dibujo, el color, la puesta en página y los diálogos están mucho más acorde con cómo se narran los comics hoy en día. Incluso el personaje de Woozy Winks, que en la etapa de Cole era medio inexplicable, bajo la pluma de Baker cobra mucho más sentido y hasta más relevancia en la trama.
Lo único que no me terminó de convencer es que cerca del final de la saga aparece un grupito de personajes que aparentan ser una sátira a los X-Men, casi un detalle gracioso más de los cientos que despilfarra Baker, y para mi sorpresa resultan ser un elemento clave en la resolución de la trama. La verdad que esos personajes me cerraban más como chiste casi al margen que como un factor decisivo para la historia. Pero bueno, eso sucede cuando ya van más de 100 páginas geniales, con situaciones y diálogos desopilantes, enmarcadas en una trama de misterio policial que tiene su complejidad y su arista dramática. No es todo un gigantesco sketch de Cha-cha-cha. El dibujo del ídolo, demoledor como siempre, con colores planos, con los contornos definidos con línea marrón y casi sin sombras, excepto cuando juega a reproducir el estilo de los clásicos dibujantes de superhéroes, en busca de un contraste obviamente humorístico con su estilo más cartoony. Creo que esto está por salir en la colección de novelas gráficas de DC que edita Salvat, como para que lo descubra la gente que no lee en inglés, o los que buscan este broli en su idioma original y no lo encuentran debido a su escasez. El Vol.2 ya lo reseñé el 09/04/15, y los numeritos que podrían formar un tercer TPB nunca fueron recopilados en este formato. DC, compadre…
Me vengo a Argentina, para leer la edición en libro de El Día Más Largo del Futuro, la epopeya sin textos de Lucas Varela que se había serializado previamente en Fierro y… y la reputísima madre que lo parió! ¡Qué injusta es la vida, la concha de la lora! Varela trabajó AÑOS, pero literalmente AÑOS en esta obra, dejó LA VIDA en estas 112 páginas, la empezó en Francia, la siguió en Buenos Aires, la terminó de vuelta en Francia, dejó pasar otros laburos (quizás más rentables) para hacer esto, fueron meses y meses de sacrificio… y vengo yo y me la bajo en menos de 20 minutos. Y le dedico… otros 20 a escribir una reseñita de mierda. No es lógico, no es proporcional, es un disparate. AÑOS de laburo del autor contra 20 minutos de lectura del lector. ¿Por qué pasa eso? Porque El Día Más Largo del Futuro no tiene textos.
Narrar una historia compleja, con acción, rosca empresarial y política, toques de comedia, un cierto vuelo poético y una bajada de línea que nos invita a reflexionar acerca de los pro y los contra de una sociedad capitalista basada en el consumo, es un kilombo. Hacerlo en 112 páginas SIN TEXTO, es una odisea. Varela lo hizo y demostró estar a la altura de las circunstancias, logró una verdadera cátedra de narración gráfica que no se parece a nada (me hizo acordar, apenas por un segundo y sólo a nivel argumental a Viva Pâtamâch!, la novela gráfica de Capron y Patrice Killoffer que vimos un lejanísimo 02/02/11) y que además resulta ideal para su apabullante manejo del dibujo, del color y de la puesta en página. Y ni hablemos de los detalles, del laburo que tienen los fondos, del cuidado en el lenguaje corporal de los personajes… Esto es espectacular en todos los rubros, en todo el sentido de la palabra.
Después de gemas como Paolo Pinocchio, Diagnósticos o (un toque más atrás) El Síndrome Guastavino, no me imaginaba ni en pedo que la mejor obra de Varela iba a venir por el lado de la ciencia-ficción. Pero vino. El futuro llegó hace rato, y los que leemos (o hacemos) la Comiqueando, descubrimos hace 20 años que Lucas Varela iba a estar entre los autores más grossos del futuro.
Volvemos pronto con más reseñas.
 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on November 03, 2016 07:15

October 30, 2016

DOBLETE DE DOMINGO

Me acabo de dar cuenta de que me falta el Vol.4 de StormWatch. Pensé que lo había comprado allá lejos y hace tiempo, cuando hice guita las revistitas, pero evidentemente no fue así. Lo bueno es que me di cuenta cuando estaba leyendo el Vol.5, y ese sí, nunca lo había conseguido. De hecho, en su momento también era difícil conseguir el one-shot de WildCATs/ Aliens, que ocupa la mitad de las páginas de este no muy voluminoso tomito, al que complementan (a modo de prólogo y epílogo al one-shot) los n°s 10 y 11 de StormWatch.
¿Por qué tiene sentido leer esto? Porque acá Warren Ellis termina de convertir a StormWatch en SU título, y termina de allanar el camino a lo que va a ser The Authority, que arranca justo después de esto. Ahora, como historia en sí, StormWatch: Final Orbit es cualquiera. El n°10 tiene algo de desarrollo de personajes, y el 11 un poquito menos. Ambos están dibujados para el orto (salvando alguna paginita perdida de Bryan Hitch) y ninguno de los dos tiene casi nada de acción. Supuestamente la machaca épica está en las 46 páginas del one-shot de WildCATs/ Aliens (magníficamente dibujado por Chris Sprouse), pero tampoco: la acción empieza en la página 23 y escasea bastante en las 23 páginas restantes. Para peor, son los miembros de WildCATs los que combaten con los bichos xenomorfos. Los miembros de StormWatch a los que Ellis no se quiere fumar más mueren de un modo horrendo... fuera de cuadro! Cuando Spartan, Zealot y sus amigos llegan a la base de StormWatch, hace rato que Fuji, Hellstrike y Farenheit son boleta. Ellis ni siquiera se digna a mostrarlos haciendo algo heroico antes de palmar. Finalmente será Winter el encargado de sacrificarse “en cámara” para frenar el ataque de los aliens y después sí, con la purga ya hecha, se recordará a todos los caídos como héroes pulenta. Lo dicho: la historia en sí no es gran cosa, pero Final Orbit es un mecanismo de transición entre la segunda serie de StormWatch y el debut de The Authority, por eso es relevante. Y además debe ser el único crossover entre personajes de distintas editoriales en el que realmente cambia grosso el status quo de uno de los universos implicados.
Me vengo a Sudamérica, donde este año se publicó en nuestro país Achiote, el primer libro del chileno-ecuatoriano Alberto Montt que no recopila chistes de los que el ídolo sube a la web, sino historietas más extensas, en las que Montt se prueba la pilcha de narrador gráfico con todas las letras. La verdad es que al nivel de la narrativa, lo de Montt es asombroso. Con un trazo sintético y un manejo impecable del potencial icónico de su dibujo, el autor domina de taquito el timing, la gramática de la historieta, los trucos para sugerir pausas... todo eso es muy notable.
Lo flojo, para mi gusto, son las historias. Una colección de breves anécdotas autobiográficas, en las que Montt rememora su infancia y juventud en Ecuador y sus inicios como profesional en Chile. No están mal: algunas son muy graciosas (la de las arañas es gloriosa), otras son emotivas y otras son medio la nada misma. Y no hay un hilo conductor que las vincule, más allá de la voz del propio Montt que nos narra todo en primera persona, casi todo el tiempo mediante bloques de texto.
Me divertí, el dibujo y el color me encantaron, pero creo que Achiote me quedó debiendo: una historia más extensa y más ambiciosa, con una trama más elaborada; más diálogos (si leés los chistes de Montt sabés que es un maestro escribiendo diálogos); e incluso algo de guita, porque (de nuevo el mal endémico) el libro tiene muchísimas páginas desperdiciadas en carátulas, páginas en blanco, dedicatorias, agradecimientos y demás boludeces que no le aportan nada al que sólo quiere leer las historietas. Si no me cobraran por todas esas páginas de relleno, no me quejaría, pero el precio de los libros contempla TODA la edición, no sólo el contenido posta. Por eso me parece que tenemos derecho a exigirle a los editores más contenido y menos relleno.
Tengo leídos un par de libritos más, así que ni bien tenga un rato se vienen las reseñas.

 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on October 30, 2016 10:50

October 27, 2016

DOS DE JUEVES

Hace 10 años, cuando Mike Carey estaba al frente de una de la series de X-Men y las series de X-Men todavía vendían fortunas, a los muchachos de Image se les ocurrió desempolvar viejas historietas que el guionista británico había realizado para la editorial Caliber en los inicios de su carrera en los EEUU. Así es como en Mike Carey´s One-Sided Bargains nos encontramos con un relato breve en forma de prosa, con una historieta corta medio vendehumo que había salido en un número de la antología Negative Burn (con dibujos medio precarios del ignoto Paul Holden) y con las 44 magníficas páginas de Dr. Faustus, originalmente publicadas en el one-shot homónimo de 1997.
Si tenías dudas de por qué Neil Gaiman se cebó con Carey, lo manijeó todo lo que pudo, lo llevó a jugar al universo de Sandman y lo puso a cargo nada menos que de Lucifer, Dr. Faustus te las despeja por completo. Sin ser un choreo de Sandman ni mucho menos, Dr. Faustus recrea esa onda de historieta culta, sofisticada, con espacio para la aventura, para elementos cercanos al terror, pero sobre todo con el sustento que dan las grandes estructuras dramáticas de los clásicos de la literatura. En este caso, Carey parte del célebre relato Faust, de Johann Wolfgang von Goethe y le cambia muchísimos elementos y le añade otros. El resultado es una versión conmovedora, profunda, capaz de sorprender incluso al que se sabe de memoria la historia clásica.
El dibujo está a cargo de otro británico, Mike Perkins, que nunca le puso tantas pilas a una historieta. Acá lo vemos intentado jugar en un registro entre Bryan Talbot y John Bolton (más algún derrape hacia el lado de Kelley Jones), muy prolijo, con mucho respeto por la ambientación histórica y un gran trabajo en la puesta en página. Con estas 44 páginas le perdoné las tiradas a chanta en sus números de Captain America, cuando era suplente de Steve Epting.
En 2007 empezó a salir en Francia una serie llamada Janitor, de la que se publicaron cuatro álbumes hasta 2011. El guionista era el maestro Yves Sente, garantía de calidad, y el dibujante nada menos que François Boucq, un genio infalible. Norma lo empezó a publicar en España en 2008, pero sacó un sólo tomo y la discontinuó. Yo igual me compré ese Vol.1, a ver qué onda, y la verdad es que la historia es muy atractiva. Estas 46 páginas funcionan como presentación del personaje (Vincent, un cura joven, atlético y valiente, que trabaja para el Vaticano en misiones de espionaje que se suelen poner picantes) y de un conflicto que se va a resolver en el Vol.2. Lógicamente, este es el tramo con más chamuyo y menos acción, pero en ningún momento se hace aburrido.
Buena parte del mérito le corresponde al dibujo de Boucq, que no tiene el vuelo surrealista de Jerónimo Puchero ni los homenajes a Jean Giraud de Bouncer, y sin embargo no defrauda en lo más mínimo. Como cuando dibujó XIII, el maestro la rompe en un thriller contemporáneo (una de James Bond sin gadgets fantásticos), donde el realismo es fundamental. Obviamente me hice fan de Janitor e intentaré conseguir las continuaciones, aunque sea en francés.
Tengo leídos un par de libros más, así que casi seguro clavo otra reseña antes de fin de mes. Hoy cerramos acá.
 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on October 27, 2016 16:01

October 23, 2016

TRIPLETE DOMINGUERO

Después de un largo tiempo de cuelgue, retomé The Unwritten, la gran serie de Mike Carey y Peter Gross. Me tocaba leer el tomo que a priori parecía más raro, más bizarro: el crossover con Fables. O en realidad, una saga de The Unwritten en la que los personajes de esta serie pasan al mundo de Fables e interactúan con los personajes creados por Bill Willingham y Mark Buckingham. La verdad que no funcionó. La historia no me aportó prácticamente nada al desarrollo de Tom Taylor y sus personajes secundarios, y hasta el villano está metido a presión. No terminé de entender en qué momento de la saga de Fables empalma el crossover (por ahí porque hace mucho que no leo Fables y estoy más atrasado con esa serie que con The Unwritten) y todo me pareció superficial, prescindible, un mero engaña-pichanga para tratar de que algunos lectores de Fables le dieran una posibilidad a The Unwritten, que (lógicamente) vendía menos. Si eso lo hace DC con –ponele- Batman y The Question, o Green Lantern y Omega Men, me lo fumo mansito. ¿Pero en Vertigo, te parece? ¿Da para ensuciar así la cancha? Me parece que no.
Rescato los dibujos: hay muchas secuencias muy bien dibujadas, por Peter Gross, por Buckingham y por el nunca bien ponderado Dean Ormston. Y buenos diálogos, porque si bien la trama está urdida por Carey, Willingham mete mano en los diálogos para asegurarse de que sus personajes hablen como tienen que hablar, como lo hacen normalmente en Fables. En fin, un experimento que salió mal. No te digo que si venís coleccionando The Unwritten saltes del Vol.8 al Vol.10, pero sí te digo que si sos fan de Fables y estás mirando con un cierto cariño este crossover porque creés que le va a sumar algo a esa saga, mejor seguí de largo.
Como suele suceder, cada vez que Pablo De Santis incursiona en la historieta nos deja una obra maestra. Justicia Poética (originalmente serializada en Fierro) es un comic fascinante, complejo, con elementos bien “de género” presentados de un modo original, atrapante, con un personaje central perfectamente construído y con una estructura similar a la de El Hipnotizador: arranca como una serie de episodios autoconclusivos, apenas hilvanados por un plot secundario, y cuando te querés dar cuenta, estás enredado en una novela gráfica ambiciosa y cautivante, que va para adelante como una locomotora, y que no podés soltar hasta llegar al final. Diálogos, bloques de texto y silencios se combinan de manera magistral para crear climas, indagar en las motivaciones de los personajes y hasta para tirar pinceladas del virtuosismo literario (o lírico, incluso) del que De Santis hace gala en sus novelas.
Justicia Poética, además, es de esas historietas que le podés dar a alguien que no lee historietas y casi seguro la va a disfrutar. Tiene esa sutileza y esa profundidad que no tiene la mayoría de los thrillers y una forma muy atractiva de tomar distancia de los tópicos del género en el que incursiona. El dibujo está a cargo del maestro Frank Arbelo, notable narrador gráfico que combina ese toque fino, ese expresionismo que uno asocia a autores como José Muñoz, Oscar Zárate o Igort, con una impronta más simple, más accesible al lector poco curtido en estas lides, que por momentos lo acerca a autores de la línea clara, o a los trabajos que publicaba Sanyú en la Fierro a principios de los ´90. Gran labor del cubano radicado en Bolivia. Si todavía no te compraste este libro, hacé justicia con vos mismo y sumalo a tu biblioteca. No te vas a arrepentir.
Y cierro con el Vol.15 de Bakuman, la joya en la corona de Tsugumi Ohba y Takeshi Obata, grossos entre los grossos. Este tomo trae la resolución del arco argumental iniciado en el Vol.14 (con Nanamine como protagonista), una especie de coda a ese arco en el que el protagonismo se lo roba Nakai (el gordo pajero, pero virtuoso dibujante, que viene apareciendo intermitentemente casi desde el principio) y un segundo arco más breve, que Ohba y Obata resuelven con jerarquía, en la cantidad de páginas justas y que devuelve a los Muto Ashirogi al centro de la escena.
Entre el final del plot de Nakai y el inicio del segundo arco, hay un unitario brillante, en el que los autores paran la bocha para pensar en algo que hasta ahora se había soslayado: hasta dónde la vida de un pibe de 20 años que es mangaka desde los 15 deja de parecerse a la de los típicos pibes de 20 años. Es un episodio de reflexión, de introspección, de acomodar ideas en la cabeza de los personajes y que además termina funcionando como un perfecto recordatorio de cuál es el tema central de Bakuman: nada menos que el amor al manga. Maravilloso es poco.
Volvemos pronto con más reseñas.

 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on October 23, 2016 13:43

October 18, 2016

TRES DE MARTES

Mirá qué pocas fichas le ponía DC en los´70 al tema de editar comics en formato libro, que en 1979 licenció la recopilación del Manhunter de Archie Goodwin y Walt Simonson (gema absoluta de 1973-74) a otra editorial, la cuasi-ignota Excalibur Enterprises. Así salió este extraño libro coordinado por Roger Slifer (más tarde co-creador de Lobo), en formato de álbum europeo, y –lo más grosso- con la historia completa y EN BLANCO Y NEGRO. Si leíste el Manhunter de Goodwin y Simonson (y si no, leelo YA), recordarás que el Gran Walt se zarpaba con páginas de 12 o 14 viñetas hiper-abigarradas, repletas de información. Imaginate cuánto mejor se ve eso en un formato más grande y sin el color horrible de los comic-books de los ´70. Visualmente esto es un redescubrimiento GLORIOSO del trabajo de Simonson, en el que la línea, la mancha, la composición y hasta las onomatopeyas cobran mucho más sentido y pegan mucho más fuerte. Maravilloso es poco.
Del guión no sé si hace falta hablar. Se trata de un clásico reeditado mil veces, que supongo que ya casi todos conocerán, aunque sea de oído. El único problema que tiene esto es que es muy corto. Uno quisiera que la saga continuara por lo menos 100 páginas más, por la cantidad de conceptos grossos y por la profundidad que Goodwin logra darle (aún en espacios muy reducidos) a las aventuras de Paul Kirk. Por supuesto tengo el recopilatorio que sacó DC cuando murió Goodwin, ese que incluye la historia inédita que Simonson dibujó pero se negó a ponerle textos por respeto a la memoria de su amigo. Y por esa historia me lo guardo, aunque ahora tenga repetido todo lo demás y se vea todo tanto mejor en esta gema bizarra del ´79.
Después de muchos amagues, me introduje en el mundo de Alfonso Zapico, el galardonado autor español, y empecé por el principio, por su opera prima, Café Budapest, de 2008. Me encantó. No parece para nada una opera prima, sino una obra de un autor ya maduro, ya muy canchero en esto de las novelas gráficas en las que se combina la historia de un puñado de personajes de ficción con hechos históricos atractivos. En este caso, Zapico sitúa su historia en 1947, justo cuando se crea el Estado de Israel en una porción de tierra que hasta entonces formaba parte de Palestina. La novela es una especie de Year One de todos los kilombos de la famosa Franja de Gaza, que luego retratarían en sus historietas autores como Joe Sacco o Guy Delisle, sin el atractivo de introducir personajes ficticios. En ese rubro, el virtuoso autor asturiano saca una ventaja notable: sus personajes son verosímiles, laten, transmiten un montón de emociones y uno aprende rápidamente a quererlos.
Y además, no aburre con data enciclopédica. Café Budapest explora, explota y explica un contexto histórico complejo y sumamente interesante, pero no se queda en eso. Lo articula perfectamente con lo más jugoso que tiene la novela gráfica que son las historias de los personajes, con sus amores, sus rencores, sus luchas, sus convicciones y las heridas que quedaron abiertas tras la Segunda Guerra Mundial. Recomiendo grosso esta obra de Alfonso Zapico y en cuanto pueda voy por más.
Y cierro con una brevísima mención al Vol.12 de Macanudo, el más reciente tomo recopilatorio de la tira que hace Liniers hace ya mil años para el diario La Nación. Lejos, lo mejor del tomo está en las cuatro páginas finales, con la historia del Gigante Buenagente, una cátedra de humor fino, imaginación, dibujo, color y timing. Después hay algunos hallazgos, cuatro o cinco chistes de esos que te hacen reir fuerte, algunos personajes nuevos con potencial (La Guadalupe), nerdeadas varias y muchas tiras en las que Liniers nos pasea por climas y situaciones que ya vimos tantas veces en Macanudo que uno se pregunta si no son republicaciones o versiones redibujadas de chistes de hace ocho o diez años. Pero bueno, el universo de la tira diaria funciona así, con la reiteración como un elemento más, y con la familiaridad entre el lector y las situaciones como un pilar sobre el que se sostiene casi todo lo demás. Y sí, Liniers ha sabido romper ese esquema con la frecuencia suficiente como para que lo sigamos leyendo con atención… además de maravillarnos con la calidad de sus dibujos.
¡Volvemos pronto con más reseñas!



 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on October 18, 2016 13:53

October 11, 2016

UNA LARGA Y UNA CORTA

Si yo te digo que sale un TPB donde dibujan Adam Hughes, Eduardo Risso y Andy Kubert y a este último lo entintan el Viejo Joe y Bill Sienkiewicz, lo lógico es que me respondas “lo quiero ya, aunque lo escriba mi abuela con alzheimer, drogada, borracha y en medio de una orgía con travestis, enanos, burros y sindicalistas que no le hacen paros a los gobiernos que dejan sin laburo a sus afiliados”. Pero no, en la tapa dice “Before Watchmen”, entonces (y en consonancia con la reseña de aquel 04/02/12) hay que desconfiar. Vamos, entonces, a diseccionar este voluminoso TPB que recopila todo lo que escribió el maestro J.M. Straczynski para la polémica serie de precuelas de Watchmen.
La primera miniserie, la de Nite-Owl, arranca tranqui, como intentando darle más volumen a la participación de Dan Dreiberg y su antecesor en Watchmen, y rápidamente deriva hacia otro lado: una aventura de Nite Owl en la que también participa Rorschach y que se despega bastante no del tono pero sí de la trama del clásico de Alan Moore y Dave Gibbons. Hay villanos a los que nunca habíamos oído nombrar, un misterio, machaca, es un lindo comic de justicieros urbanos que se anima a descolgarse de las tetas de la saga original y se queda con un elemento (el de las hecatombes hormonales de Dreiberg vinculadas a los trajes y las máscaras) que en el comic original no tenía tanto peso, obviamente porque en 1986 no se podía hacer mucho énfasis en la temática sexual. No es la gloria, pero está muy bien. Y como me pasó en Kick-Ass con Romita Jr., me encantó ver a Andy Kubert dibujando garches hardcore de los que jamás se ven en los típicos comics de superhéroes.
La miniserie de Dr. Manhattan es muy rara. Más que una narración, parece una descripción, o una indagación. A Straczynski no le interesa tanto contar una historia, sino pensar cómo es, qué se siente ser Dr. Manhattan. Por supuesto hay un origen expandido, con muchas secuencias ambientadas en la infancia y juventud de Jon Osterman, pero lo que más hay son idas y vueltas en el tiempo y una exploración de las distintas posibilidades que se abren para adelante, para atrás y para los costados cada vez que Jon toma una u otra decisión. No está mal, es una idea arriesgada, llevada a cabo con mucha jerarquía por el guionista, pero puede llegar a aburrir precisamente por lo elevado de los conceptos y las ambiciones que maneja. El dibujo de Adam Hughes, glorioso.
Y los dos numeritos de Moloch también me gustaron mucho. El primer episodio indaga un poco más en el origen del personaje, le da mucha más carnadura, y el segundo nos explica en detalle cómo y por qué se arma la rosca entre el ex-villano y Adrian Veidt, hasta dónde llega ese pacto y por qué se rompe. Sin dudas, es el pedacito de este TPB al que más le cuesta escapar a la estructura y a la trama de la historieta original, la que tiene más secuencias que transcurren en paralelo con el núcleo argumental de Watchmen, pero de acá también Straczynski salió airoso. El dibujo de Risso, demoledor, como siempre.
Un muy lejano 23/09/13, me cruzaba en una antología con el autor chileno Necrotax y decía: “Cuando se afiance en su estilo gráfico, este autor se puede poner interesante”. Bien, en Zink, novela gráfica editada en 2014 (con episodios previamente publicados en soporte digital), se ve a este autor mucho más afianzado. De hecho hay poquísimos desajustes en la anatomía y lo único que no me convenció fueron los recursos gráficos a los que echa mano Necrotax para darle grises a una historieta que hubiese quedado mil veces mejor en blanco y negro puro. Zink cuenta la historia de una banda de rock del palo industrial extremo, y si bien no tiene un conflicto “externo” fuerte, se nutre muy bien del entorno y de los conflictos internos de estos jóvenes que viven en el Chile de hoy, lo sufren, lo transitan como pueden y luchan contra algunos aspectos de ese sistema de capitalismo salvaje tan afianzado del otro lado de la cordillera, al que nuestros actuales gobernantes miran con tanto cariño. Zink es un comic realista, intimista, con una fuerte impronta social, con la intención de ser testimonio de una época, o quizás bandera de una generación. No hace falta entender de música industrial para disfrutarlo, pero sí es fundamental estar familiarizado con el slang de la juventud chilena actual: si no sabés qué son la raja, la pega, la weá, weón, brígido, cuático, caleta y un par de expresiones más, Zink te va a resultar indescifrable. Pero está muy bien, me mostró una muy loable evolución de Necrotax y me dejó bastante cebado para leer más acerca de estos personajes y su sueño rebelde, transgresor e incandescente.
Uh, esto se hizo larguísimo. Dejamos acá y retomamos pronto.
 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on October 11, 2016 13:48

October 3, 2016

TRES TEXTICULOS

Allá por 2002, cuando acá no lo publicaba nadie, Max Cachimba editó un hermoso álbum en España, con dos historietas: una de 31 pàginas y una de 15. La más larga, Un Cuarto de Pollo, es una aventura delirante que combina costumbrismo con una trama conspirativa de científicos bizarros, espías rusos y enanos de jardín. Cachimba banca en casi toda la obra la grilla de seis viñetas iguales y se apoya mucho en el texto, al punto que casi todos los dibujos son ilustraciones de algo que el autor ya nos contó en los bloques de texto. Cada tanto, el peso del relato recae en la secuencia de imágenes y nos acordamos por qué a fines de los ´80 y principios de los ´90 este pibe rosarino estuvo tan cerca de ascender al Olimpo. El humor que pela Cachimba en este trabajo mezcla el absurdo, la ternura freak, y –para mi sorpresa- algunos coqueteos con el humor más verbal, más basado en los juegos de palabras. Lo cierto es que la historieta se hace muy llevadera y entretenida.
La segunda historieta, Llueve, casi no tiene trama. Sucede en 15 páginas algo que podría suceder en cuatro viñetas, y todo el resto, el núcleo, la sustancia, cualquier atractivo que pudiera tener la obra, pasa por el clima, por la forma en que Cachimba elige mostrarnos eso que pasa, y otras cosas que no hacen a la trama en sí y pasan alrededor de esta. Un experimento raro, de comic más descriptivo que narrativo, apoyado en la belleza y la simplicidad de las imágenes. Visualmente, en las dos historias vemos al Cachimba del Siglo XXI, el del trazo limpito, apenitas tembloroso, que encontró la síntesis eliminando por completo la mancha negra y coloreando con sutileza esas formas raras que siguen siendo su marca de fábrica. Si sos fan de Cachimba, buscá este libro, porque (además de ser interesantísimo) es material que no creo que esté publicado en ningún otro lado.
También de 2002 es el Vol.3 de Promethea, obra clave de Alan Moore y J.H. Williams III. Acá también tenemos un experimento atípico. Moore y Williams se embarcan en un extenso arco argumental en el que la idea no es exactamente contar una historia en la que pasan ciertas cosas que llevan hacia un cierto desenlace, sino que tiene más bien la estructura de un viaje, de un paseo en el que Sophie y Barbara recorren las dimensiones que están más allá de la Inmateria. En cada uno de estos lugares hay un mini-peligro, un mini-desafío, pero lo importante es lo otro: la data que nos baja el Mago de Northampton acerca de la Cabala, la relación entre los números, las letras, los símbolos, los planetas, los días de la semana, los dioses de distintos panteones y algunos conceptos mucho más universales, como el lenguaje, el amor, la destrucción, la matemática, el alma, la furia, la imaginación, la memoria, etc. El propio Moore se da cuenta de que se va al carajo con la cantidad de data que tira. En un momento, Sophie comenta la relación entre el ajedrez, la mandrágora y el número 8, y al toque dice “Dios, ¿cómo sabía yo eso?”. Y, porque te escribe un tipo que (como en From Hell) no se aguanta las ganas de levantar la mano al grito de “¡Yo, señorita! !Yo estudié! !Yo sé todo!”. Ah, los tramos en el mundo real, con Stacia en el rol de Promethea, son brillantes. Quiero más de eso en el Vol.4, que no sé cuándo voy a leer. Lo de J.H. Williams, sin palabras. “Majestuoso”, “fastuoso” y “glorioso” le quedan muy chicas.
Y cierro con Leyendas de la Tierra del Fuego, editado en Ushuaia a fines de 2014. Acá, los dibujantes Omar Hirsig y Germán Pasti narran en forma de breves historietas los mitos y leyendas de las distintas tribus de aborígenes que poblaban ese triangulito que pende del extremo sur del mapa de Argentina, allá abajo, cerca de la Antártida y de la Savage Land. El escritor Federico Rodríguez se encargó de convertir esos relatos en guiones de historieta, y en general están bien, aunque hay algunas ideas tan grossas que uno quisiera verlas desarrollarse a lo largo de más páginas, con menos cuadros por página, con la información menos abarrotada. Serán ocho o diez a lo largo de todo el tomo, pero posta, son tan locas y gancheras que daban para una novela gráfica dedicada a cada una. Y después hay muchas historias que efectivamente se podían sintetizar en una o dos páginas sin desaprovechar su impacto. En cuanto a los dibujantes, flojito Germán Pasti, en un estilo muy pendiente del realismo fotográfico pero con serios problemas en el entintado; y muy bien Omar Hirsig, una especie de clon de Jok con gran manejo de la iluminación, del claroscuro, y capaz de que esas páginas repletas de cuadros y bloques de texto se vean bastante atractivas. Ah, hablando de bloques de texto: la tipografía de estos (que son muchos) y de los diálogos (que son pocos) se las eligió el enemigo. Sin dudas, un rubro a repensar en futuros trabajos.
Y hasta acá llegamos. Espero poder postear de nuevo el jueves, antes de salir para Córdoba. A los amigos de esa ciudad (a la que ya hace 5 años que no visito), los invito a acercarse el viernes, sábado y domingo al Docta Comic, donde voy a estar junto con grossísimos historietistas argentinos y el prócer gallego David Rubín. El lunes 10, casi seguro me pego una vuelta por Dibujados, acá en Capital Federal. ¡Nos vemos por ahí!
 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on October 03, 2016 13:35

September 29, 2016

HOY SOLO DOS

Me acabo de bajar el sexto integral de Valerian editado por Norma, que es el que trae los álbumes Rehenes de Ultralum (1996), El Huérfano de los Astros (1998) y En Tiempos Inciertos (2001), que vendrían a ser los tomos 16 al 18 de la colección creada a fines de los ´60 por los maestros Pierre Christin y Jean-Claude Mézieres. En las tres aventuras se los ve absolutamente cómodos, cancheros, en un equilibrio fascinante entre acción y comedia, y siempre afilados a la hora de meterse con temas que tienen que ver con la realidad socio-política de nuestro presente.
El primer tomo, el más aventurero, nos familiariza con un planeta que funciona como analogía de una nación petrolera de Medio Oriente. Los conflictos de geo-política son más o menos los mismos, el califa actúa como los clásicos jeques árabes y Christin agrega una arista jodida y atractiva: las pésimas condiciones laborales de los trabajadores que extraen el carburante ultralumínico (petróleo, para nosotros). El álbum tiene 59 páginas, cifra bizarrísima para el mercado francés, y en las primeras cinco Mézieres se zarpa con una puesta en página loquísima, alienígena para los lectores de Bande Dessinée clásica, con una splash-page y todo.
El segundo tomo (de 50 páginas) está muy ligado al primero, es su secuela directa, pero el tono vira un poco para darle más cabida a la comedia. Acá Mézieres no innova tanto en la puesta en página, pero es donde más se luce con el color.
Y finalmente, en el tercer tomo también tenemos una cantidad rara de páginas (55), delirios dignos de Moebius y Druillet en el armado de las páginas y viñetas en las que Mézieres cambia totalmente de técnica para incluir pequeñas obras pictóricas, algunas más cercanas a su estilo habitual y otras con técnicas de ilustración digital bien de fines de los ´90. La historia es sumamente ambiciosa: Christin se juega a explicar qué pasó con la Tierra después de la desaparición de Galaxity, mezcla a dos “metáforas” de Dios y el Diablo con una mega-empresa abanderada del capitalismo salvaje y propone un juego bizarro en el que todo el tiempo reaparecen personajes a los que ya habíamos visto en álbumes anteriores, algunos en roles tan chiquitos que no pasan del guiño cómplice al lector más avezado. Es un tomo de hiper-fan service, pensado de punta a punta para que el fiel lector que acompaña desde siempre a Valerian y Laureline experimente un nerdgasmo atrás de otro. Y abre puntas interesantísimas a futuro.
Me está costando conseguir el séptimo integral de Norma, pero lo deseo con toda el alma.
Y me quedo en los ´90, pero retrocedo hasta 1992, cuando salió (y pasó completamente desapercibido) este prestige de Moon Knight, al que rescaté de una mesa de saldos por tener guión de Bruce Jones y dibujos de Denys Cowan. La verdad que no es una joya ni una bosta, es un comic entretenido, competente, para pasar un rato. Lo más notable es cómo Jones (que nunca había escrito a Moon Knight) entiende perfectamente la dinámica entre Marc, Marlene y Frenchie y cómo logra que los vínculos entre ellos se mantengan en el centro de la trama, más allá de que a nivel de “lucha grossa contra el villano” pasan un montón de cosas. Divided We Fall parece un thriller de intriga política, pero en realidad es una historia de relaciones entre seres humanos que se quieren desde siempre, algo que los tiros, las persecuciones y las patadas no logran esconder prácticamente nunca a lo largo de 46 páginas.
Lo más flojo es que al guión de Jones le sobra material para esta cantidad de páginas, con lo cual todo está muy comprimido. Entre la gran cantidad de viñetas que tiene cada página y las tintas de Tom Palmer y Mike Manley, el dibujo de Cowan queda un poco opacado, se le achica bastante el margen para lucirse en toda su dimensión. Hay pocos cuadros que se ven tan maravillosos como las mejores páginas de Cowan en The Question (por ejemplo), pero igual esto está a años luz del nivel estrepitoso de dibujo que se veía en la mayoría de los comics de Marvel en esta época. Si sos muy fan de Moon Knight, de Jones o de Cowan, buscá esta oscura mini-novela gráfica y atesorala. Si no, no te calientes, porque no te va a cambiar la vida.
Sigo avanzando con las lecturas y prometo una nueva tanda de reseñas para muy pronto.
 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on September 29, 2016 12:12

September 23, 2016

TRES DE VIERNES

Arranco con una joya bien actual, una de esas series que nos dan argumentos a los que creemos que la verdadera Golden Age es la que se está viviendo ahora. En el primer TPB de Injection, Warren Ellis y Declan Shalvey nos invitan a repensar el futuro de la mano de las cinco mentes más brillantes del Reino Unido: una especie de Sherlock Holmes, una especie de 007, una mina genia de la bioquímica y la física, una mina hiper-capa de la informática, y una especie de John Constantine, especialista en mitos y folklore del archipiélago, que niega tener poderes mágicos pero obviamente los está escondiendo. Entre los cinco, le inyectaron a la realidad una anomalía, una entidad artificial no física, no mecánica, pero con vida, raciocinio, capacidad de aprendizaje y sobre todo el poder para modificar el presente y acelerar el futuro.
Dicho así parece muy complejo. Pero leído en el comic, Injection es una especie de Planetary más cerebral, menos orientado a la machaca. Ellis no descuida el desarrollo de los personajes, riega todo con diálogos brillantes y personajes secundarios promisorios y logra engancharnos con una trama en la que (por ahora) hay poco margen para la acción. El irlandés Declan Shalvey acompaña con un dibujo elegante, expresivo, lleno de sutilezas y detalles logradísimos, por supuesto muy potenciado por la paleta de la infalible Jordie Bellaire. Injection no es tan emotiva como Trees, pero no se queda atrás en materia de conceptos cautivantes y personajes copados. Hiper-recomendable para fans de Ellis, o de la ciencia-ficción finoli, o de comics que –sin romper definitivamente con la aventura- se animen a no subirse al más de lo mismo.
Me voy a Chile, donde el año pasado se publicó Melodía, una novela gráfica de Gaspar Ortega en la que se nota mucho la influencia del genial Junji Ito. Melodía busca por todos los medios parecerse a uno de los mangas de este seminal autor, y la verdad es que las ideas con las que juega Ortega no tienen mucho que envidiarle a las de Ito. El chileno incluso se apodera de recursos narrativos típicos del manga de terror, se esfuerza por reconstruir ese tipo de clima, le pone énfasis a las secuencias mudas… No se puede decir que Ortega no haya hecho los deberes.
El problema es, básicamente, que no dibuja tan bien como Ito. No logra decidirse por una técnica de entintado y combina varias, muchas, más de las que conviene pelar en una misma página. Y la anatomía también, tiene pequeños desajustes que quizás Ito mostraba en sus primeras obras, pero no en las más recientes. Con menos efectos gráficos y con una impronta más personal, más original, no tengo dudas de que Gaspar Ortega podría generar una obra de gran nivel. Esta vez, se quedó en las buenas ideas.
Y cierro con la edición argentina de Zonzo, el primer libro de Joan Cornellá que se publica en nuestro país. Acá vemos al autor catalán hacer lo que mejor hace: historietas mudas de una o dos páginas, divididas en cuadros de idéntico tamaño y repletas de un humor que sorprende por la forma en que combina mala leche y absurdo.
Cornellá juega todo el tiempo al contraste entre su grafismo simple, amistoso y luminoso, y los chistes en los que suelen abundar la sangre, los muertos, las atrocidades y las porongas. Como suele suceder, algunos chistes son más graciosos que otros, pero en general disfruté mucho de la crueldad y el morbo del catalán y de su ingenio para mover la cámara y sorprendernos. Por ahí el dibujo y el color no me copan tanto, pero –como ya dije- es una estética pensada para contrastar con el contenido sórdido y macabro de los chistes. Si sos fan del humor sin barreras, en el que vale todo para hacer reir, las breves historietas de Cornellá se van a instalar definitivamente en tus retinas y te van a causar una mezcla adictiva de gracia, revulsión y WTF?!.
Grazie per tutti y nos leemos la semana que viene.

 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on September 23, 2016 14:23

Andrés Accorsi's Blog

Andrés Accorsi
Andrés Accorsi isn't a Goodreads Author (yet), but they do have a blog, so here are some recent posts imported from their feed.
Follow Andrés Accorsi's blog with rss.