Álvaro Bisama's Blog, page 58
October 23, 2017
Diferencia abismal
Las elecciones presidenciales del 19 de noviembre son, probablemente, las más importantes para nuestro país desde el retorno de la democracia. Los chilenos se juegan en ellas algo crucial para su futuro: la capacidad de rectificar el rumbo perdido y dar un gran salto adelante como país. Frente a esta encrucijada, las diferencias abismales que vimos en el debate de la ARCHI no se pueden dejar pasar.
Ver a todos los abanderados contra el expresidente Piñera solo fue el reconocimiento de lo que señalan hace meses las encuestas: un liderazgo indiscutido, con una sólida mirada de país. Es esa sensación de derrota profunda -en el plano de las ideas y de los votos- la que no deja dormir a quienes ven con terror la posibilidad de perder el poder.
Fue tan increíble, que en redes sociales la palabra más repetida en el debate fue… ¡Piñera!
El espectáculo del foro mostró que sus contendores solo dan manotazos desesperados, buscando un espacio -a cualquier precio- en los medios. Incluso, con actos nunca antes vistos de bajeza e indignidad. Los contrastes fueron evidentes: odiosidad, versus un llamado a los acuerdos y la unidad; mentiras y descalificaciones, versus propuestas serias y con sentido país; el interés pequeño de los políticos, versus la preocupación por los problemas reales de la gente. Insultos frente a un llamado positivo y constructivo de futuro. Lamentablemente, vimos una especie de reality radial, lleno de ataques y actitudes francamente impropias de quienes aspiran a algo tan relevante como conducir el país. Más de alguno habría salido por “convivencia”
En un claro contraste, el expresidente mostró su condición de hombre de Estado. Por ello, convocó a que, tal como hicimos hace 30 años una exitosa transición a la democracia, con el liderazgo del Presidente Aylwin, ahora -con la misma fuerza y unidad- hagamos una segunda transición. Esta vez, hacia un país desarrollado y sin pobreza, que nos permita tener una nación más justa, solidaria y digna; un país que atiende las necesidades de su gente: salud oportuna y digna, buena calidad de la educación, empleo, un trato digno a la tercera edad y combatir la delincuencia con fuerza y voluntad.
Es fundamental, como dijo el exmandatario, dejar atrás las recriminaciones y la odiosidad que se respiraron en el debate y mirar hacia el futuro, porque Chile puede y quiere más que la chimuchina política. Puede dar un gran salto hacia adelante. Esa es la razón profunda por la cual Sebastián Piñera quiere ser nuevamente Presidente: la posibilidad de dar oportunidades y seguridades a todos los chilenos. Lamentablemente, del resto de los postulantes no se puede decir lo mismo. Lo único que los une y motiva, parece ser, atacar a quien va primero en la carrera y mostrar su desesperación obsesiva ante la pérdida de “pitutos” y privilegios. Con eso no se construye futuro. Y va a ser un boomerang para todos ellos, porque la ciudadanía no es tonta a la hora de tomar decisiones tan fundamentales.
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Estado de derecho y narcotráfico
*Esta columna fue escrita junto a Jorge Barrera, abogado U. de Chile.
La relación de funcionarios del Municipio de San Ramón con narcotraficantes de La Bandera, denunciado en un reportaje de Informe Especial, ha puesto en el debate público lo que es un secreto a voces en muchas poblaciones de nuestro país. Es en esta línea que el último informe de la Unidad Especializada en Tráfico Ilícito del Ministerio Público, señala que el narcotráfico ha escalado al punto de generar una “vulneración de la vigencia del Estado de Derecho, […] afectando normas básicas como el derecho a la vida y la integridad física”. En el mismo informe, se detectan más de 400 barrios a nivel nacional en donde está instalada una cultura de organización que gira en torno al poder e influencia de narcotraficantes. Más allá del evidente fracaso de las políticas públicas para enfrentar el problema, es necesario preguntarnos sobre el rol del Estado en estos territorios capturados por la narcocultura, y más específicamente, sobre el rol de las instituciones políticas en el combate al crimen organizado.
Para responder lo anterior, hay que hacernos cargos de algunos mitos; entre ellos – quizás el más usual – , aquel que demarca el problema del narcotráfico como un problema estrictamente policial, desconociendo la naturaleza multidimensional del problema, que se alimenta y crece en torno a las condiciones de pobreza en que viven millones de chilenos. El otro mito, tiene que ver justamente con la pobreza: ¿Es posible salir de la pobreza sin salir de un entorno que amenaza mi seguridad y la de mis vecinos? ¿Puedo vivir, educar a mis hijos, pasar tiempo de calidad con mi familia, en un lugar donde las balaceras son pan de cada día? ¿Qué rol debe asumir el Estado y la autoridad frente a tan delicada y angustiante situación? La respuesta que esperan los chilenos es una actitud enérgica y comprometida, y eso en la práctica, tiene que ver con un despliegue de policías en las zonas de mayor conflicto, movilizando recursos para combatir el narcotráfico y pacificar poblaciones capturadas por bandas delictuales que controlan barrios completos, que se imponen a través del miedo y el amedrentamiento, instalando falsos códigos de lealtad y relacionamiento que hace imposible a muchos jóvenes salir del círculo delictivo.
La tarea es urgente e ineludible. Si postergamos este ejercicio de autoridad, corremos el riesgo de seguir la suerte de otros países en Latinoamérica, en donde el narcotráfico desdibujó las fronteras de la institucionalidad, siendo el caso de Venezuela el más paradigmático, en donde por más de 15 años el chavismo ha validado la intromisión de grandes carteles de la droga en prácticamente todos los asuntos públicos, convirtiendo al país petrolero en un verdadero “Narco-Estado”, como bien se relata en el libro “Chavismo, narcotráfico y militares”, del periodista Héctor Landaeta (Editorial Libros Marcados, Caracas, 2014).
Esta elección presidencial constituye una plataforma particularmente importante para visibilizar el flagelo que sufren miles de compatriotas que son esclavos de todo lo que rodea la droga: desde la adicción misma, hasta la inseguridad y servicialidad con la que operan verdaderos micro dictadores en nuestras poblaciones. Por lo mismo, no se vislumbra un punto de inflexión más nítido para que de una vez por todas, la clase política y quienes postulan a la primera magistratura de la nación, no permitan que las urgencias sociales sean eclipsadas por los metarelatos alegóricos o el eficientismo reduccionista de algunos sectores.
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El legado, otra vez
Cuando comenzaba su actual gobierno, la presidenta Michelle Bachelet comentó en una entrevista que ella no quería ni estatuas o calles con su nombre y que estaba dispuesta a sacrificar su capital político para lograr que a Chile le vaya bien. Curiosamente, nadie estaba proponiendo estatuas o calles con su nombre.
Sus declaraciones probablemente fueron un síntoma de su propuesta refundacional al país. Asumo, tal vez equivocadamente, que la Presidenta cree que ese será su legado, a saber, un país nuevo y cuyas bases son supuestamente mejores a lo que teníamos antes. Tan convencida debe estar del carácter refundacional de su gobierno, que repitió el mensaje de las calles y estatuas en una entrevista reciente. Es que le debe parecer razonable que alguien que cambia el país desde sus bases, sea reconocido con calles o estatuas.
Lo anterior llama a pensar cuál será el legado del ex presidente Piñera si es elegido nuevamente. Creo que no es suficiente mostrar que se puede ser eficiente en el gobierno y hacer muchas cosas en diferentes ámbitos. Eso no logrará motivar a los electores para que se levanten a votar. Esto además tiene la dificultad que los recursos serán muy escasos por la herencia de años de crecimiento mediocre y un gasto fiscal desmedido.
Creo humildemente que el ex presidente debería ofrecer al país un programa de modernización. Cambios que permitan dar un salto a más desarrollo, tanto en el corto como en el largo plazo.
Un programa de modernización tiene la dificultad que requiere cambios drásticos en la asignación presupuestaria. No es suficiente administrar la continuidad, es necesario rebalancear las prioridades y hacer cambios de fondo (pero no contra culturales). Por otra parte, tiene la ventaja que es fácil de consensuar cuando se hace bien.
Por ejemplo, en materia económica, hay que retomar la política de concesiones para contar con la infraestructura de un país moderno y las consecuentes ganancias en productividad. También se deben aumentar notablemente los incentivos a la innovación y al emprendimiento, por ejemplo, extendiendo la ley I+D a las empresas que compren emprendimientos beneficiarios de Start Up Chile (lo que se conoce como corporate venture capital).
En materia de educación hay un mar de medidas que tomar y parece imposible tener una lista completa. Sin embargo, dentro del marco de un programa de modernización, creo importante avanzar en la enseñanza a programar desde la etapa escolar y en tener un sistema de educación pre escolar que sea realmente de excelencia -especialmente para los niños más pobres- que incluya psicopedagogos, terapeutas educacionales, fonoaudiólogos, directivos de primer nivel, entre otros.
Respecto de la administración del Estado, urge avanzar en digitalización y usos de herramientas de análisis de Big Data, como Machine Learning, tal como lo han hecho en países como Nueva Zelandia. Esto permitirá una mejor focalización de los subsidios, mejor administración del Estado –por ejemplo, permitiría fiscalizar los sueldos públicos como lo quiere hacer el Contralor-, y daría mayores facilidades en lo cotidiano a los ciudadanos que son beneficiarios de programas públicos y reducir trámites innecesarios.
Se pueden mencionar varias alternativas pero el punto no son las ideas en concreto. Lo importante es que el relato incluya un mensaje de modernización, de avance hacia la sociedad del futuro. Porque un país moderno sí puede ser un legado valorado por todos (y tal vez, digno de calles y estatuas).
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Miras a la construcción de un sistema de formación para la vida y el trabajo
Hace unas semanas, hemos conocido algunos adelantos y propuestas de parte de la Comisión Nacional de Productividad, que se refieren a un análisis del Sistema de Formación de Competencias para el Trabajo existente. La Comisión, en palabras de su presidente el economista Joseph Ramos, ha señalado que “el sistema de formación profesional en Chile no satisface las necesidades actuales ni futuras del país”.
En espera de las conclusiones finales del informe, este diagnóstico nos lleva a reflexionar sobre qué estamos haciendo desde el Sistema Nacional de Certificación de Competencias Laborales, ChileValora, para contribuir a cerrar esta brecha y nos moviliza a plantearnos nuevos desafíos que vayan a mejorar las oportunidades de formación y reconocimiento de los trabajadores y trabajadoras, de la productividad de las empresas y del país en general.
Desde la creación de ChileValora, hemos trabajado con la convicción de que las competencias de la fuerza laboral de un país son un componente fundamental para el desarrollo de su productividad. Del mismo modo, sabemos que los esfuerzos dirigidos a promover la formación laboral y el desarrollo de habilidades a lo largo de la vida, conducirán a mejores oportunidades laborales, por tanto, un mejor nivel de vida para los chilenos.
Frente a este desafío, hay que considerar que en nuestro país el 33% de la población que tiene entre 20 y 65 años no ha completado la educación media (CASEN, 2015), hablamos de miles de trabajadores y trabajadoras que no han seguido estudios superiores, pero que cuentan con competencias laborales obtenidas a través de sus años de experiencia laboral.
En este sentido, la institución ha establecido como uno de los ejes estratégicos de su gestión avanzar hacia una articulación entre el sistema de certificación y la Educación Técnico Profesional. En ese marco, ha implementado acciones para aproximar la certificación y el uso de insumos levantados por ChileValora a los establecimientos educacionales. Esta articulación, se orienta a entregar apoyo a las instituciones de educación técnica superior para que consideren los perfiles ocupacionales e insumos en el diseño curricular de las carreras Técnico de Nivel Superior, además de orientación para utilizar la certificación de competencias laborales dentro de los mecanismos para el reconocimiento de aprendizajes previos (total o parcial) y salidas intermedias.
En este camino, se han dado algunos pasos importantes, como la generación de una estrategia de trabajo conjunta entre ChileValora y la Secretaria Ejecutiva de Formación Técnico Profesional del Ministerio de Educación, para avanzar en la generación de mecanismos de integración, donde uno de los principales focos ha sido brindar asesoría a los Centros de Formación Técnica Estatales con el objetivo de difundir el uso de los productos asociados a ChileValora, para su utilización como insumo en la construcción de las mallas curriculares de las carreras.
Otro hito destacado, es la activa participación, a través del presidente del directorio de ChileValora, en el Consejo Asesor de Formación Técnico Profesional, instancia convocada por la Ministra de Educación, que tiene por objeto proponer orientaciones a la política pública en el área
También hemos suscrito convenios con instituciones de formación técnica, como DUOC UC, Universidad de Aconcagua y el Centro de Formación Técnica de la Universidad de Valparaíso, con el objetivo de promover la colaboración entre las instituciones y generar un conjunto de acciones de interés común, orientadas a trabajar en procesos de articulación que considere mecanismos de reconocimientos de aprendizajes previos, alternancias y salidas intermedias, asociadas a perfiles ocupacionales de ChileValora.
Además, este año hemos iniciado un acercamiento con la Red Técnica de Trabajo Colaborativo y la Red del Consejo de Rectores de los Centros de Formación Técnica del CRUCH, orientado a contribuir en el apoyo de procesos de articulación.
Todas estas acciones persiguen generar instancias colaborativas que permitan otorgar a las personas opciones que favorezcan sus tránsitos entre formación- trabajo o trabajo- formación, y de esta manera materializar la posibilidad de construir trayectorias a lo largo de la vida.
Si bien se han dado algunos pasos importantes en materia de vinculación con la educación técnico profesional, es necesario que Chile avance hacia una articulación integral de un sistema de formación permanente. Lo que toma mayor relevancia si consideramos que el mercado actual es cada vez más dinámico en cuanto a las competencias que requiere de sus trabajadores por lo que deben existir opciones que flexibilicen la obtención de acreditación de conocimientos frente a un mundo cambiante y en desarrollo constante.
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Diferencia abismal
Las elecciones presidenciales del 19 de noviembre son, probablemente, las más importantes para nuestro país desde el retorno de la democracia. Los chilenos se juegan en ellas algo crucial para su futuro: la capacidad de rectificar el rumbo perdido y dar un gran salto adelante como país. Frente a esta encrucijada, las diferencias abismales que vimos en el debate de la ARCHI no se pueden dejar pasar.
Ver a todos los abanderados contra el expresidente Piñera solo fue el reconocimiento de lo que señalan hace meses las encuestas: un liderazgo indiscutido, con una sólida mirada de país. Es esa sensación de derrota profunda -en el plano de las ideas y de los votos- la que no deja dormir a quienes ven con terror la posibilidad de perder el poder.
Fue tan increíble, que en redes sociales la palabra más repetida en el debate fue… ¡Piñera!
El espectáculo del foro mostró que sus contendores solo dan manotazos desesperados, buscando un espacio -a cualquier precio- en los medios. Incluso, con actos nunca antes vistos de bajeza e indignidad. Los contrastes fueron evidentes: odiosidad, versus un llamado a los acuerdos y la unidad; mentiras y descalificaciones, versus propuestas serias y con sentido país; el interés pequeño de los políticos, versus la preocupación por los problemas reales de la gente. Insultos frente a un llamado positivo y constructivo de futuro. Lamentablemente, vimos una especie de reality radial, lleno de ataques y actitudes francamente impropias de quienes aspiran a algo tan relevante como conducir el país. Más de alguno habría salido por “convivencia”
En un claro contraste, el expresidente mostró su condición de hombre de Estado. Por ello, convocó a que, tal como hicimos hace 30 años una exitosa transición a la democracia, con el liderazgo del Presidente Aylwin, ahora -con la misma fuerza y unidad- hagamos una segunda transición. Esta vez, hacia un país desarrollado y sin pobreza, que nos permita tener una nación más justa, solidaria y digna; un país que atiende las necesidades de su gente: salud oportuna y digna, buena calidad de la educación, empleo, un trato digno a la tercera edad y combatir la delincuencia con fuerza y voluntad.
Es fundamental, como dijo el exmandatario, dejar atrás las recriminaciones y la odiosidad que se respiraron en el debate y mirar hacia el futuro, porque Chile puede y quiere más que la chimuchina política. Puede dar un gran salto hacia adelante. Esa es la razón profunda por la cual Sebastián Piñera quiere ser nuevamente Presidente: la posibilidad de dar oportunidades y seguridades a todos los chilenos. Lamentablemente, del resto de los postulantes no se puede decir lo mismo. Lo único que los une y motiva, parece ser, atacar a quien va primero en la carrera y mostrar su desesperación obsesiva ante la pérdida de “pitutos” y privilegios. Con eso no se construye futuro. Y va a ser un boomerang para todos ellos, porque la ciudadanía no es tonta a la hora de tomar decisiones tan fundamentales.
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Peor que los malos líderes son los malos seguidores
El mundo tiene un problema de líderes. Hay demasiados que son ladrones, ineptos o irresponsables. Algunos están locos. Muchos combinan todos estos defectos. Pero también tenemos un problema de seguidores. En todas partes, las democracias están siendo sacudidas por los votos de ciudadanos indolentes, desinformados o de una ingenuidad solo superada por su irresponsabilidad.
Son los británicos que al día siguiente de haber votado a favor de romper con Europa buscaron masivamente en Google qué significa eso del Brexit. O los estadounidenses que votaron por Donald Trump y ahora están a punto de perder su seguro de salud. O quienes le creyeron cuando prometió que no gobernaría con las élites corruptas de siempre y ahora ven cómo lobistas que representan voraces intereses particulares ocupan importantes cargos en la Casa Blanca. Son los ciudadanos que no pierden el tiempo votando ya que “todos los políticos son iguales” o quienes están seguros de que su voto no cambiará nada. Seguramente usted conoce gente así.
Por supuesto que hay que esforzarse en buscar mejores líderes. Pero también hay que mejorar la calidad de los seguidores. Ciudadanos mal informados o políticamente apáticos los ha habido siempre. Al igual que aquellos que no saben por quién están votando -o contra quién-. Pero ahora las cosas han cambiado y los votos de los indolentes, los desinformados y los confundidos nos amenazan a todos.
Internet hace más fácil que los peores demagogos, oscuros intereses y hasta dictaduras de otros países manipulen a los votantes más desinteresados o distraídos. La Red no es solo una maravillosa fuente de información, sino que también se ha convertido en un tóxico canal de distribución de mentiras transformadas en armas políticas.
En Internet todos somos vulnerables, pero lo son más quienes por estar muy ocupados o por simple apatía no hacen mayor esfuerzo por comprobar si es verdad lo que dicen los seductores mensajes políticos que les llegan.
Y no son solo los apáticos. En el polo opuesto están los activistas, cuyas posiciones intransigentes hacen más rígida la política. Quienes están muy seguros de lo que creen encuentran en la Red refugios digitales donde solo interactúan con quienes comparten sus prejuicios y donde solo circula la información que refuerza sus creencias. Más aún, las redes sociales como Twitter, Instagram y otras obligan a usar mensajes muy breves -los famosos 140 caracteres de Twitter, por ejemplo-.
Esta brevedad favorece el extremismo, ya que cuanto más corto sea el mensaje, más radical debe ser para que circule mucho. En las redes sociales no hay espacio, ni tiempo, ni paciencia para los grises, las ambivalencias, los matices o la posibilidad de que visiones encontradas tengan puntos en común. Todo es o muy blanco o muy negro.
Naturalmente, esto favorece a los sectarios y hace más difícil llegar a acuerdos.
¿Qué hacer? Para comenzar, cuatro cosas.
Primero: una campaña de educación pública que nos haga a todos menos vulnerables a las manipulaciones que nos llegan vía Internet. Es imposible lograr una completa inmunidad contra los ataques cibernéticos que, usando mentiras y tergiversaciones, tratan de influir en nuestro voto o en nuestras ideas. Pero eso no significa que la indefensión sea total. Hay mucho que se puede hacer, y divulgar las mejores prácticas de defensa contra la manipulación digital es un indispensable primer paso.
Segundo: es inútil ofrecer mejores prácticas a quienes no están interesados en usarlas. Una sostenida campaña que explique las nefastas consecuencias de la indolencia electoral es igualmente indispensable.
Tercero: hay que hacerles la vida más difícil a los manipuladores. Quienes orquestan las campañas de desinformación deben ser identificados, denunciados y, en los casos de abusos más flagrantes, demandados y enjuiciados. Estos manipuladores florecen en la opacidad y se benefician del anonimato. Por lo tanto hay que hacer más transparentes los orígenes, las fuentes y los intereses que están detrás de la información que consumimos. Es necesario disminuir la impunidad con la que operan quienes están socavando nuestras democracias.
Cuarto: impedir que las empresas de tecnología informática y de redes sociales sigan actuando como facilitadores de los manipuladores. La interferencia extranjera en las elecciones de EE.UU. o en otros países no hubiese sido posible sin Google, Facebook, Twitter y otras empresas similares. Hoy sabemos que al menos estas tres compañías se lucraron al vender mensajes de propaganda electoral pagados por clientes asociados a operadores rusos. Hay que obligar a estas empresas a que usen su enorme poder tecnológico y de mercadeo para proteger a sus consumidores. Y hay que hacerles más costoso el que sigan sirviendo de plataformas para el lanzamiento de agresiones antidemocráticas.
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October 22, 2017
El juego de Guede
Pablo Guede vivió ayer quizás su mayor desafío del año. No necesariamente por enfrentar al sorprendente Audax Italiano, sino porque lo hacía con dos ausencias claves como Jorge Valdivia y Jaime Valdés.
Ausencias determinantes por la calidad del primero y la importancia táctica del segundo.
Todo equipo tiene una base de 6 o más futbolistas que conocen a cabalidad la forma de jugar que quiere el entrenador. Normalmente uno de estos se transforma en un DT en la cancha. Es el que traspasa las instrucciones y el que toma las decisiones importantes del partido. En este sentido, Jaime Valdés es el que cumple esa función. No es determinante como el Mago o Paredes, pero el equipo se mueve a su ritmo y no tiene reemplazante natural.
Por eso la importancia del partido de ayer. Me sorprendió ver a Maturana lejos de la línea conectando el mediocampo dando a entender un concepto fundamental. Para ganar no necesariamente requieres de súper estrellas. A veces necesitas futbolistas útiles que sepan interpretar la necesidad del momento, y en Colo Colo es ganar más que gustar. Lo mismo con Benjamín Berríos, que cumplió de manera silenciosa.
La pérdida del último título aún transita por el subconsciente del argentino y por eso privilegia el resultado por sobre la forma. La punta del torneo reafirma este concepto al cual se suman nombres como los ya mencionados y algunos que parecían en el olvido. El ingreso de Octavio Rivero, después de no ser citado, es una demostración de un elemento deseable para cualquier técnico. Y es que todos quieren estar, incluso los “cortados”, los cuales no reclaman públicamente.
Guede navegó mucho tiempo por aguas inciertas, aumentando dudas sobre su real idea futbolística. Sus constantes cambios generaron inquietud en un número importante de jugadores (menos los indiscutidos), que podían pasar de titulares a no aparecer siquiera en la papeleta. Hoy el rendimiento de Colo Colo le permite al argentino entregar autonomía a su equipo para que tome decisiones y observar desde afuera con menos intervencionismo. ¿Sirve? No siempre, pero sí con este plantel.
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October 21, 2017
Protagonismo judicial
El fallo de la Corte Suprema que liberó a los comuneros mapuches sorprende y preocupa, porque existía la sensación que esta vez la investigación se había hecho a conciencia, y que existían sólidos fundamentos para realizar una imputación. En efecto, se hizo una labor de inteligencia que logró interceptar mensajes indicativos de la participación de los imputados en diversos atentados. La comprobación de ataques incendiarios efectuados en la noche y en despoblado, con atacantes embozados y con planificación, difícilmente se puede lograr de otra manera y es lo que hacen los aparatos de investigación penal en todas partes. Y tratándose de una reiteración de delitos graves, la posibilidad de fuga y continuación de la actividad delictiva es alta, lo que justificaba la prisión preventiva.
Pero lo que más llama la atención es que la decisión la haya tomado la Corte Suprema. En Chile la gente cree que ésta -por ser el “tribunal supremo”- puede pronunciarse sobre todo, pero no es así. La ley dispone que decretar la prisión preventiva compete al juez de garantía y revisar lo resuelto a las cortes de apelaciones. La ley no concede en esto un recurso ante la Corte Suprema. Para llegar a ella, se utilizó el recurso de amparo, de carácter extraordinario, que busca poner fin a una privación ilegal de libertad y que no procedía acoger en este caso por estar su conocimiento bajo la decisión del juez competente y bajo el control de una corte superior, esto es, por definición bajo el imperio de la ley.
Lo que preocupa es que el máximo tribunal esté cediendo a la tentación de resolver los casos comunicacionalmente llamativos, más que de fijar el sentido último del derecho, desconociendo la competencia de los tribunales inferiores y las etapas de todo proceso judicial. Un afán de protagonismo que es peligroso para la justicia misma. Lo comprueba la entrevista que dio el presidente de la Corte a este diario a raíz de este caso. No solo no corresponde que opine sobre los fallos del tribunal, sino que además cualquiera que lea con un mínimo de detención lo que dijo, advertirá que hace aseveraciones sobre el contenido de la resolución que no se ajustan a la realidad, pues ésta no se basó -como dice- en que los “whatsapp” presentados por el Ministerio Público son una prueba insuficiente (lo que constituiría una anticipación de juicio), sino que solamente que no se fundamentó la resolución que decretó la prisión. Opinión que confunde y se presta para variadas especulaciones, como por ejemplo, de filtraciones indebidas de borradores y acuerdos, de lo que él mismo se quejó en la entrevista.
Los actores políticos debieran oponerse a ese protagonismo. Pero hacen lo contrario cuando los candidatos presidenciales aceptan una invitación del tribunal a exponer su programa. No son las instituciones las que votan, sino que los ciudadanos y a ellos se debe dirigir el mensaje. De contrario, habría que exponer también ante el TC, el Ministerio Público y la Contraloría.
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Game Over
La noche del 19 de noviembre marcará la fractura definitiva de un proyecto político cuyo rol fue fundamental para el desarrollo del país estas últimas tres décadas. Tal como ocurrió en otros lugares del mundo, las ideas del progresismo liberal se sumergieron en un profundo deterioro, a resultas no solo de la desidia y comodidad que trasuntó estar muchos años en el poder, sino muy especialmente por su incapacidad de dar una adecuada respuestas a nuevas y emergentes demandas ciudadanas; las que acompañadas de un profundo proceso de desafección hacia las bondades de la política y la democracia, dieron paso al protagonismo de posiciones más radicales, cuando no populistas, tanto de derecha como de izquierda.
En el proceso, la confusión y la perplejidad muchas veces nos llevaron por caminos que poco y nada tenían que ver con nuestras más básicas convicciones, donde la ansiedad por reconquistar la confianza ciudadana también nos impulsó a secundar variadas causas y consignas, sin necesariamente interrogarnos por su legitimidad, propósito o justicia. En los hechos, vaciamos de contenido nuestras palabras y acciones en el ámbito público, despojándolas de su profundo sentido político, al punto que tuvimos la temeraria pretensión de querer reinterpretar la historia, nuestra propia historia.
Y habiendo renegado de nuestras ideas del pasado, y ahora dilapidado las del presente, la pregunta es si también hipotecaremos las del futuro.
Para muchos, la pérdida del poder formal y el agravante de quizás no recuperarlo en el corto plazo, constituye una gran tragedia. Y sin duda lo es desde muchas dimensiones, aunque también se convierte en una invaluable oportunidad para volver a pensar en esas ideas, y en nosotros mismos, conectando con lo que resulta más esencial a la vocación pública: a saber, la capacidad para aglutinar voluntades en torno a políticos que contribuyan a que nos sintamos más orgullosos de nuestro país; y, quizás más importante aún, que el país vuelva a sentirse orgulloso de sus políticos.
Entonces, lo que debe venir ahora es el sinceramiento radical en el debate de la centro izquierda. Se acabó el espacio para los eufemismos, los cálculos pequeños o la inamovilidad que deriva de las inercias. Ser respetuoso con las ideas del otro, reconocer su legitimidad, valorar la diversidad, estar atentos a escuchar y ser generosos en la posibilidad de dejarse convencer o seducir, no es lo mismo a que estemos de acuerdo, tampoco nos hace parte de una comunidad política, y menos justifica convivir al interior de un proyecto en el cual se han diluido hasta los más básicos sentidos y convicciones colectivas; tanto en lo que atañe al fondo, como también a las formas.
Llegó el momento de discutir, quizás despedirnos de muchos, para luego intentar reconstruir.
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Política y polaridad
La vida humana es una experiencia consciente de la imperfección, y que está dotada de creatividad, de cambio, y por ende de posibilidad de evolución. Somos conscientes de ser conscientes, que es una capacidad humana esencial. Los animales también tienen consciencia, pero no lo “saben”, y por ende sus dualidades no tienen juicios de valor, entonces finalmente sus decisiones responden al instinto o a la emoción. Por cierto hay muchos seres humanos que operan de esa manera ya que tienen bajo niveles de consciencia.
La consciencia es la base de nuestra mirada dual o polar de la realidad. En nuestra forma de existencia, no podemos ver el bien sin el mal, o la luz sin la oscuridad, ya que se definen en términos relativos, no existen en sí mismos en forma aislada. El budismo sabiamente dice que toda vara tiene dos puntas pero es solo una vara. El secreto más profundo es aprender a ver la vara y no las puntas. En la psicología Junguiana es el trabajo humano esencial de vencer la tensión de los opuestos, partiendo por reconocer la existencia de ambos.
En el occidente monoteísta lo hemos visto siempre como una pelea terminal entre el bien y el mal, como si fuesen categorías independientes. Quienes definen el bien de una cierta manera (religiosa o ideológica) literalmente luchan contra aquello que consideran el mal con el objetivo final de eliminarlo, de llegar a la perfección, en una realidad imperfecta. La cuadratura del círculo es imposible porque entre medio hay un misterio, en este caso Pi.
Llevado a la política, izquierda y derecha son solo polos simbólicos que se definen uno en relación al otro, pero son polos de una misma vara que es el ser humano en sociedad. La derecha simbólica en algún tiempo reclamó la propiedad de una conexión directa a la divinidad, y por ende al poder absoluto. El poder necesariamente corrompe. La izquierda simbólica, fue en contra de ese poder que se tornó abusivo y terminaron las monarquías reales. Posteriormente se separaron las iglesias del Estado. Pero apareció una izquierda marxista (hay otras) que se transformó en religión, y empezó una lucha “santa” contra lo que consideró el mal, cuya esencia era la propiedad privada.
Izquierda y derecha deben ser entendidas simbólicamente, como por ejemplo en la polaridad creativa del Yin y el Yang, no como puntos absolutos que contienen verdades finales. La derecha cree en cada individuo como un ser único y aspira a la libertad de ese desarrollo de individuación. La izquierda esencialmente cree en la total igualdad, y por ende en el colectivo. Lo cierto es que ambos son necesarios y no excluyentes. Es el camino intermedio (no del medio) que armoniza dicha tensión. El drama es cuando aparecen los fundamentalistas que creen ser dueños de la verdad final y la quieren imponer al resto. En eso se ha equivocado una parte de la derecha que aún cree tener una conexión privilegiada con la divinidad y especialmente la izquierda marxista que finalmente es solo otra religión, donde el nuevo dios es un Estado benevolente, ecuánime, y prodigioso, administrado por un “hombre nuevo” nacido de su ideología-fe y que genera el bienestar. El problema de los primeros es que la conexión con la divinidad no es propiedad de nadie, y el de los segundos es que el ser humano es por esencia imperfecto y siempre será corrompido por el poder, más si es absoluto como es entendido el Estado en el marxismo.
¿Qué es entonces lo que necesitamos para progresar? Necesitamos una derecha liberal fuerte, y una izquierda liberal fuerte, aliadas en base a la tolerancia y el respeto para escucharse entre sí aportando, a la libertad que ambos predican, la visión individual y la colectiva pero desde la imperfección esencial, del mundo con error, sin utopías sino con resultados concretos y medibles. La humildad de reconocer la existencia de la otra punta de la vara es esencial. La arrogancia de desconocer la vara que las une es el verdadero mal.
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