Álvaro Bisama's Blog, page 55
October 26, 2017
El resto de la CEP
La encuesta CEP también tiene preguntas relevantes respecto del país que quieren los chilenos, de las que comentaré solo las tres que resumo: 1. “¿Cuál debiera ser la primera prioridad del país? (10 opciones)”. Mayor mención: delincuencia (27%) y desarrollo económico (16%). Menor mención: gratuidad universitaria (5%), nueva Constitución (4%), calidad escolar y pre-escolar (3%), sindicatos (0%).
2. “En el momento actual, ¿usted preferiría líderes políticos que privilegien los acuerdos o sus propias posiciones?”. Acuerdos: 58%; posiciones propias: 25%; no sabe / no responde: 17%.
3. “Considerando todo, ¿cuán satisfecho está usted con su vida en este momento? Responda en una escala de 1 (insatisfecho) a 10 (satisfecho)”. 1 a 4: 7%; 5 y 6: 23%; 7 a 10: 70%.
Por razones de espacio, no tocaré ahora el tema de la delincuencia, el que me comprometo a abordar en otra columna. En esta tribuna he abordado majaderamente el tema del desarrollo económico. Lo tenemos todo para dar ese salto final al desarrollo. Se trata del paso natural para tener una sociedad menos desigual, con menos discriminación, más oportunidades, mejores bienes públicos y, en definitiva, más feliz. Más parecida a los países nórdicos, a Australia y Nueva Zelanda, a Canadá. Todas economías ricas en recursos naturales y admiradas por el resto del mundo. Y muchas de ellas dieron ese salto lideradas por coaliciones de centroizquierda. Todas ellas tienen leyes laborales más estrictas y sindicatos más poderosos que los nuestros; regulación medioambiental más eficaz; sistemas tributarios más fuertes, mejor educación a todo nivel; mejores sistemas de pensiones, y así. ¿Y por qué no aprendemos de ellas? ¿Por qué inventamos regulaciones que no existen en los países exitosos? En definitiva, ¿por qué nuestras reformas emblemáticas van a contrapelo de esas experiencias? ¿Por qué tan provincianos? La izquierda de los países exitosos debiera ser nuestro referente.
En otro plano, ¿por qué nos avergonzamos de buscar acuerdos? ¿Acaso no está matemática y estadísticamente comprobado que la cooperación rinde más que el conflicto? ¿Por qué hay que exacerbar la rabia y el descontento para cosechar votos en un país donde el 70% está satisfecho con su vida? ¿Qué sentido histórico tienen las retroexcavadoras en el Chile de hoy cuando lo natural es transitar a una etapa superior?
Siempre he votado por la Concertación y la Nueva Mayoría y, a mucha honra, lo seguiré haciendo. Con mis lealtades claras, no violento principios ni valores al reconocer que estamos fallando. Que una cosa es el país que queremos, y otra muy distinta es hacer las cosas mal. Es en el apoyo zalamero e incondicional, en la ausencia de autocrítica, donde se atenta en contra de los principios y valores. ¿Por qué? Porque la incapacidad de enmendar el rumbo retarda, desvía y finalmente olvida el punto de fondo: el país que queremos.
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Conflicto versus consenso
He escuchado muy a menudo últimamente declaraciones nostálgicas con respecto a la época de “el consenso”. El problema, sin embargo, no es que antes había consensos y ahora no, sino las razones por las cuales antes había consenso y ahora no. En esta larga transición que vivimos después de la dictadura “el consenso” era un sustantivo. Un acuerdo político para no cambiar nada relevante y seguir con las políticas implantadas en 1980. Políticas sociales privatizadas, focalizadas y segregadas, impuestos bajos para los más ricos, concentración, centralismo, entre otras. Al mismo tiempo acuerdos poco transparentes de espaldas a la ciudadanía y que no representaban las demandas de mejora como las manos arribas al aprobarse la LEGE post movilizaciones de los pingüinos.
Pero en una democracia sana, “el consenso” no es un sustantivo, sino un verbo: consensuar. Es el acto de llegar a acuerdos, pero desde el desacuerdo. Es una forma de enfrentar los conflictos, no de esconderlos. Una forma permanente, de manera transparente y que generan cambios relevantes. Por ejemplo, Palme (2015) en un trabajo presentado en la Comisión de Pensiones llamado “Lecciones de la Reforma de Pensiones en Suecia”, describe la manera en la cual se había logrado una reforma radical en pensiones en una democracia socialdemócrata. El Parlamento hizo un diagnóstico de la situación y le entregó “guidelines” al Grupo de Pensiones conformado por militantes de los partidos políticos con representación Parlamentaria, el cual estuvo encargado de diseñar y gestionar por más de 10 años, y aún hasta ahora, esa reforma sustantiva en el sistema de pensiones sueco. El sistema cambió radicalmente. Pasó de ser un sistema de reparto con beneficios definidos a uno de cuentas nocionales con grandes subsidios cruzados y además se introdujo una pequeña cotización de 2% de ahorro individual.
Otro ejemplo es el caso de Polonia. Aunque es un ejemplo más común en el caso de pensiones. Se dice que usualmente los cambios radicales en el sistema de pensiones provienen de un gran conflicto social y político. En Polonia se había cambiado a AFP en los 90, pero el costo de la transición y mal funcionamiento del sistema colapsaron y se decidió volver al sistema de reparto solidario. Se acordó pedirles a los ciudadanos elegir entre dejar su cotización en las AFP o ir al seguro social. En un primer momento 85% se fue al seguro social y después de cinco años, se pasó a todo el 100% al seguro social dejando a las AFP como voluntarias. Eso pasó en democracia bajo un acuerdo, claro que después de un desacuerdo.
Los consensos no son sustantivos sino que formas de diseñar políticas públicas. El problema en Chile hoy es que la derecha parece que simplemente no quiere llegar a acuerdos porque no quiere reconocer los desacuerdos. Lo que quiere es que respetemos “el consenso” antiguo y con eso no permite avanzar. No se da cuenta que hay problemas nuevos, personas nuevas, ideas nuevas. Y simplemente se dedica a tratar de desacreditar a quienes piensan diferente. El país debe llegar a acuerdos como en cualquier sana democracia. Acuerdos democráticos, transparentes, permanentes, pero como acciones para hacer las transformaciones que se necesitan. Eso profundiza la democracia y resignifica la política. Eso es lo que Chile necesita y quiere. No volver al pasado “consenso”. Ese ya no nos sirve para los desafíos actuales y lo que viene.
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Mi querido Cristiano
Después de un decenio brillante, la generación dorada va en franco declive. Para los menos queda cuerda todavía, pero varios van cuesta abajo en la rodada. Ya pierden protagonismo y titularidad. Dejan las grandes ligas europeas y optan por clubes de menor categoría. No ir a otro Mundial pasa la cuenta como restaurant de Les Champs Elysées.
La evaluación de este periplo son varias; sufrimos sequias de gol, el modelo de juego se extravió y las individualidades bajaron de nivel en el estricto plano deportivo. En lo extradeportivo la cosa se puso peluda; los excesos de tiempo libre, un camarín intoxicado y distracciones a granel.
Este equipo se formó en la rigurosidad descartando la permisividad que tanto daño hizo en sus egos.
Sus retornos tienen un destino, acercarse a su continente, país o pueblo que los recibirá como hijos pródigos. Volverán a su cuna futbolera o invertirán en un complejo deportivo o una escuela de fútbol. No muy lejos del balón que tanto amaron y ese olor a camarín indescifrable.
Algún periodista nostálgico ensalzará su historia. Será quizás el primer libro que tocarán sus manos. Humedecerán sus yemas, hojearán y sonreirán por sus hazañas.
El que sigue en la cima es Cristiano. Como coleccionista de trofeos es imparable. “Nunca pensé en ganar tanto”, le dijo al mundo. Tampoco nosotros viendo a ese delgado niño de 14 años lleno de sueños y anhelos. El crepúsculo le guiña un ojo. Ya tiene 33 años. Nadie se salva del paso del tiempo. No creo que regrese a su Isla de Madeira a tirar migas a las palomas en la plaza ni menos jardinear. Aún hay mucho dinero que mover entre Nueva York y Beijing o Madrid y Londres. Todavía es un producto de consumo planetario. Messi pierde una mano más en este juego de póker de los dos colosos. “Tus dos copas y dos más”, ha sido reiterativo. Por ahora CR7 tiene el mazo en sus manos.
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La huella
Cuando Michelle Bachelet decidió enterrar a la Concertación en 2013, y crear en su lugar una alianza más acorde con sus ideas y sentimientos, sobre todo por la incorporación del PC, es posible que haya creído que estaba interpretando los signos de los tiempos. No solo eso: al parecer, estaba convencida de que era necesario reescribir la historia. Así, según la visión de los nuevos redactores, la transición democrática había sido una época de oscuras componendas para dejar las cosas tal como estaban con Pinochet. La Nueva Mayoría (NM) iba a terminar con las transacciones.
Sorprendentemente, Bachelet le debía todo a la Concertación, en particular las oportunidades que tuvo como ministra de Salud y de Defensa del Presidente Lagos, y que le permitieron saltar a la fama. Sin embargo, hasta 2013 no conocíamos su verdadera filiación. Esa fue la base de un gran equívoco. Ella volvió a la presidencia porque los chilenos guardaban un buen recuerdo de su primer gobierno y de los 20 años concertacionistas, no por otra razón. Si ganó notoriedad internacional fue por el respeto e incluso admiración que concitó nuestro país por el camino recorrido desde 1990. Aún así, ella bajó el pulgar para que la Concertación fuera sepultada sin honores con el fin de abrirle paso a la NM, el bloque supuestamente más avanzado que ella concibió para impulsar el giro a la izquierda que suponía que estaban pidiendo los chilenos.
Mucha gente que votó por Bachelet hace cuatro años no lo haría de nuevo de ninguna manera. De todos modos, los estrategas de La Moneda, preocupados de que la Mandataria deje su huella, le aconsejan presentar el proyecto de nueva Constitución entre la primera y la segunda vuelta, con vistas a provocar “impacto electoral”. Es difícil concebir una maniobra más contraria al espíritu republicano.
Los dirigentes oficialistas fantasean hoy con la suma de todos los votos antiderechistas en la segunda vuelta para convertir a Guillier en presidente. En realidad, las pulsiones antiderechistas o anti izquierdistas les dicen cada día menos a los electores. El mundo es más complejo que eso. Está demostrado, por ejemplo, que no existe una única identidad de izquierda, sino varias y algunas abiertamente antidemocráticas. Además, si se trata de sentimientos negativos, son más intensos los que inspira el oficialismo.
Bachelet se prepara para trabajar de nuevo en la ONU. Tuvo corta vida la alianza espuria que formó, pero los costos del rumbo errático y las reformas defectuosas de su gobierno serán muy altos. Es un sarcasmo que, yendo hacia la izquierda, esté a punto de entregarle otra vez la banda presidencial al líder de la derecha.
¿Sacarán alguna lección los democratacristianos sin complejos y los socialdemócratas auténticos, que en su momento aceptaron las ambigüedades, no defendieron lo que debían defender y se dejaron amedrentar por la izquierda populista? Ojalá.
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“Muñeca” y suerte, las dos herramientas de Macri
Unos días antes de las elecciones generales legislativas en Argentina fue descubierto el cuerpo de Santiago Maldonado, buscado desde hace dos meses luego de su participación en un corte de ruta junto a un grupo mapuche rebelde. Un día antes de la elección una primera conclusión de la autopsia determinó que su cuerpo no mostraba ningún signo de violencia, con lo cual se debilitaba la hipótesis de una desaparición forzada. Éste era el argumento con el que buena parte de la oposición esperaba modificar los resultados que ya se habían expresado en las elecciones primarias de agosto.
Pero no fue así, la fuerza electoral del Presidente Macri no solamente ratificó el resultado de agosto sino que lo mejoró tanto como para convertirlo en un resultado histórico, derrotando a Cristina Kirchner en la provincia de Buenos Aires y llevándose el triunfo en los cinco principales distritos del país (Ciudad de Buenos Aires, provincia de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y Mendoza), que contienen el 61% de los votantes. ¿Será que Argentina está realmente cambiando? ¿O es un giro pendular más de los que ya nos tiene acostumbrados para volver en poco tiempo a las andadas populistas? Varios analistas piensan que se trata de un cambio cultural, que los argentinos están abandonando su tan querido populismo. ¿Será verdad? Después de todo, pese a ver bolsas de dinero en manos de su Secretario de Obras Públicas, algunos millones de dólares en la caja de seguridad bancaria de su hija y colaboradores que ya están en prisión o lo estarán pronto, un 37% de los votantes de la provincia de Buenos Aires siguió votando por Cristina Kirchner.
Es cierto, allí parece que el populismo peronista sigue vivo, pero Cristina se ha convertido en una líder del conurbano bonaerense. Fuera de allí, tiene la derrota asegurada. El corazón productivo del país parece estar cambiando, aunque el camino por delante es largo y arduo.
Macri lo sabe. Cuando habló a la audiencia después del triunfo parecía más un pastor evangélico que un estadista, pero al día siguiente dio una conferencia donde destacó algo que todos los economistas vienen señalando hace rato: el déficit fiscal es insostenible, la presión impositiva ahoga la producción, el gasto público no se ha reducido y todo ello lleva al constante endeudamiento y la revaluación de la moneda. No hay ajuste y el peso del esfuerzo cae sobre el sector privado. Es más, entre las principales medidas de “recorte” del gasto está la reducción de subsidios a ciertos servicios públicos, que ahora pagan los privados. En esa misma conferencia señaló que los argentinos no deben temer a las reformas y que se acelerará un proceso de “reforma permanente”.
Nadie puede negar que su gradualismo ha sido políticamente exitoso y, por ahora, es sostenible. Todos conocemos el ajuste del gasto que hay que hacer, pero si lo hubiera hecho probablemente no hubiera obtenido ese éxito electoral. Entonces, la paradoja que restringe a la política argentina es ésta: si hago lo que hay que hacer de golpe, pierdo; si no lo hago gano, pero como después la economía entra en crisis, pierdo. ¿Siempre pierdo? La alternativa gradual es: hago algo, gano, y ruego a Dios que no se desate una crisis financiera internacional que cierre el financiamiento del déficit y me lleve a la derrota. Es un camino difícil, pero políticamente no parece haber otro. ¿Qué hace falta para poder recorrerlo? “Muñeca” (para nosotros, lo que muestra un gran conductor de autos) y suerte. Las ha tenido, ahora hay que ver si se puede ayudar a la suerte.
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Arlt, el más contemporáneo
La publicación de los Cuentos completos de Roberto Arlt es un motivo de celebración. Su obra suele circular en ediciones más bien lamentables; libros de letra pequeña e interlineado ínfimo, que se deshojan con una facilidad pasmosa. No se trata de “vestir” de etiqueta a un autor salvaje, pero sí de darle dignidad a una obra que no ha hecho más que agigantarse con el paso del tiempo.
Las razones de este fenómeno, poco habitual por cierto, se pueden apreciar en los relatos que escribiera entre 1933 y 1941, relatos que parecen lanzados hacia el futuro y no solo el espejo de aquellos años. Presenciamos el avance, tan fascinante como aterrador, de la técnica; la creciente concentración de la población en las grandes ciudades y la irrupción del psicoanálisis y otros saberes vinculados a la salud síquica, por nombrar algunos elementos de gran actualidad.
Llama también la atención la contundencia con que describe el deterioro de las instituciones y los vínculos sociales. En Arlt, el matrimonio está cruzado por el engaño y la dominación (“El jorobadito”, “Noche terrible”), y el barrio es un espacio hacinado que incuba rencores y envidias (“Pequeños propietarios”). En la esfera pública, la política se corrompe y los medios de comunicación están en función de los poderosos. Resulta, además, imposible cualquier utopía colectiva.
¿Qué queda, entonces, para tolerar “la vida puerca”, que es como se iba a llamar su primera novela, El juguete rabioso?
No mucho. Por medio del delito, plantea Arlt, se puede construir una alternativa a la mediocridad. No de manera exaltada, proselitista, sino muy por el contrario, como último recurso. La mejor prueba es “Las fieras”, un cuento formidable en el que un sujeto hundido en los bajos fondos describe a los ladrones, asesinos y proxenetas con los que se reúne en el café Ambos Mundos. Los une el silencio, el desgarro y la melancolía; no la jactancia, el coraje o la viveza, a la manera del relato épico del choro o lumpen. Todo es pesadumbre y frustración, porque los planes de cambiar el destino con un solo golpe de dados siempre se truncan.
Pocos narradores le han dado tanta importancia al dinero como Arlt, otro aspecto híper contemporáneo de su obra. Sus personajes desean el dinero, porque les falta o lo han perdido. Y la manera de obtenerlo está vinculada a un robo o bien a una invención. “Entre los ricos y los pobres están los estafadores, los inventores, los falsificadores, los alquimistas que tratan de hacer dinero de la nada: son los hombres de la magia capitalista, trabajan para sacar dinero de la imaginación”, escribe Piglia a propósito de Arlt, quien a pesar de ser un novelista y periodista de éxito, vivió siempre al justo. Él mismo puso todas sus esperanzas en unas medias de mujer a las que no se les corría el punto. Patentó el invento en 1934, pero no logró materializar el negocio. Ocho años después murió en Buenos Aires de un infarto al corazón.
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Tres lecciones
Las encuestas no sólo miden los datos del escenario, sino que también inciden en la realidad que buscan describir. En la entrega realizada ayer por el CEP, todos los factores parecen converger en un triunfo más o menos claro de Sebastián Piñera. Más allá de cuán simpático o antipático nos parezca, más allá de la agresividad que se ha desplegado en su contra, el hombre ha logrado instalarse en una posición privilegiada, extraña en nuestra historia para alguien de derecha. Hasta ahora, el candidato ha usado ese privilegio para acomodarse en una situación de confort, y sólo parece esperar que los debates y las semanas pasen lo más rápido posible. Mientras menos se mueva el tablero, tanto mejor. En cualquier caso, uno puede preguntarse a estas alturas si no hay espacio para arriesgar algo más y jugar un partido menos defensivo, pues las consignas y las frases hechas no son demasiado útiles a la hora de gobernar (y nadie lo sabe mejor que el propio Piñera). Como fuere, la decisión ya parece tomada: un, dos, tres, momia es.
La segunda tendencia guarda relación con el descalabro de la izquierda, que es también el del gobierno. Esta administración nació con la ambición demiúrgica de refundar nuestro país, cambiando radicalmente el rumbo de nuestra modernización usando el aparato estatal. Pues bien, ese propósito ha fracasado de modo rotundo, y de algún modo ese fracaso estaba inscrito en la propia configuración de la Nueva Mayoría. La izquierda chilena está profundamente dividida entre aquellos que creen que el modelo debe ser conservado con correcciones, y aquellos que creen que es intrínsecamente perverso. La coalición oficialista surge de un grosero malentendido, según el cual ambas vertientes podrían articularse y fortalecerse mutuamente. No hay peor ciego que quien no quiere ver, sobre todo cuando Michelle Bachelet marca alto en las encuestas y vive en Nueva York. Pero llegó la hora de pagar la cuenta, y barata no será: tenemos por un lado a Carolina Goic que intenta representar sin mayor convicción a una Concertación que se suicidó hace cinco años (y que busca resucitar sin la menor autocrítica); por otro lado, el Frente Amplio encarna sin pudores el maximalismo y el infantilismo revolucionario, y en medio está Alejandro Guillier, quien ignora olímpicamente todas y cada una de estas disyuntivas.
La tercera tendencia consiste en ese extraño desajuste que existe entre el poder mediático y la fuerza efectiva del Frente Amplio. Sus dirigentes están rodeados de cámaras, tienen rostros atractivos, fueron a buscar una candidata a los medios, tienen amplia cobertura y, sin embargo, están muy lejos de cumplir las expectativas que ellos mismos se autoasignan (hoy están más cerca de Marco que de Guillier). Dicho de otro modo: no hay nada más elitista en Chile que el Frente Amplio. Así las cosas, las elecciones serán, sin duda, un bálsamo (o un vinagre) de realidad para todos los sectores políticos.
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El último apronte
A tres semanas de la contienda electoral, la encuesta del CEP vino a poner su firma en un escenario donde pareciera quedar escaso margen para las sorpresas, aunque sea de rigor afirmar que, sobre todo en estos tiempos, nada está escrito hasta contar el último voto. Pero más allá de la cautela necesaria a la hora del análisis, lo cierto es que el estudio de opinión conocido ayer no mostró en materia de tendencias nada muy distinto a lo que se viene observando en casi todas las encuestas desde hace ya un largo tiempo.
Sin duda, el principal resumen de este estudio es la solidez que exhibe Sebastián Piñera en todos los escenarios, partiendo por la primera vuelta con votantes probables, donde obtiene un respaldo del 44,4%, a mucha distancia del segundo lugar -Alejandro Guillier-, con 19,7%, y de Beatriz Sánchez, en tercera posición, con un 8,5%. Más atrás se instalaron Marco Enríquez con 4,6%, Carolina Goic con un 3,9% y José Antonio Kast con un 2,7%. En función de estos resultados, más que representar alternativas políticas sustantivas, puede afirmarse que estas tres últimas candidaturas no son hoy día mucho más que un mero ‘factor de dispersión’, que en el caso de la centroizquierda sólo contribuye a socavar la fuerza con que Alejandro Guillier terminará instalándose en el balotaje.
En contraste, la potencialidad electoral de Sebastián Piñera se verifica también en cada una de las alternativas de segunda vuelta. Así, frente a Alejandro Guillier, que se confirma como la casi segura carta de la centroizquierda para enfrentar esta instancia, la brecha entre el ex presidente (39,4%) y el senador por Antofagasta (27,2%) es muy relevante. Y una distancia todavía mayor se observa en la eventual disputa de Piñera con Sánchez y con Goic, escenarios todos donde los votos obtenidos por cada uno de los abanderados de centroizquierda en primera vuelta no logran al final agruparse de manera significativa en el balotaje.
Sebastián Piñera muestra, a su vez, un buen posicionamiento en materia de atributos, consistente con los resultados que obtiene en las simulaciones electorales. En efecto, al margen de la intención de voto, un 60% de los encuestados cree que el ex mandatario será el próximo presidente, en contraste con el 9% que piensa que será Alejandro Guillier. Asimismo, un 48% considera que Piñera ‘está más preparado’ para ser presidente de Chile, frente a un 13% que ubica en dicha categoría al senador independiente. Por último, ante la pregunta qué candidato da más confianza para enfrentar los desafíos del país en salud, educación, empleo y pensiones, Piñera más que duplica a su principal contrincante en cada uno de los ítems.
En definitiva, a menos de un mes de la primera vuelta, la encuesta del CEP vino a refrendar un panorama que pareciera dejar poco espacio para la incertidumbre. Una realidad que no deja de sorprender, dado el contraste que supone con un período marcado por fuertes desajustes y reordenamientos en el sistema político.
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La deuda con la contaminación en Antofagasta
Esta columna fue escrita junto a Giorgio Jackson Diputado de la República Revolución Democrática
La Región de Antofagasta ha sido el epicentro del mayor desarrollo minero e industrial de nuestro país. Estamos orgullosos de ser la región que más aporta al Producto Interno Bruto nacional, pero hemos lidiado solos, por décadas, con las consecuencias de ese desarrollo. Tras las movilizaciones sociales del 2015 en Antofagasta, se creó una Comisión Investigadora en la Cámara de Diputados y se aprobó presupuesto para el Estudio de Polimetales en la Región. Sin embargo, a la fecha, nuestras autoridades no han impulsado la implementación de las sugerencias de la Comisión y el Estudio no ha iniciado.
Esta deuda con la región sigue aún pendiente, en particular por los parlamentarios representativos del distrito, los cuáles aún no han discutido la comprometida Ley de Polimetales para mitigar el impacto de la contaminación en la población.
Hablar en serio de soluciones para las zonas de sacrificio en nuestro país no pasa por medidas populistas electorales, sino por soluciones a largo, mediano y corto plazo. A largo plazo debemos pensar en un nuevo modelo de desarrollo sustentable, que apunte a la diversificación de la matriz productiva y considere las características privilegiadas de la Región de Antofagasta para la generación de energías limpias con inversión pública, generando nuevos empleos y abasteciendo a las mismas comunidades de modo de reducir el costo del acceso a servicios básicos.
A mediano plazo, debemos apostar por modificar la actual normativa ambiental, introduciendo máximos de contaminación permitidos en agua, aire y suelo aplicables a todo proyecto con impacto ambiental vigente, aumentando las facultades de fiscalización y control de la Superintendencia de Medio Ambiente y modificando los procedimientos de participación ciudadana, de modo de extenderlos a todo proceso de evaluaciónestudio o declaración de impacto ambiental. A su vez, debemos asegurar la participación de la comunidad en igualdad de condiciones con el particular que presenta el proyecto, por medio de iniciativas como la creación de una Defensoría del Medio Ambiente.
A corto plazo se vuelve urgente trabajar intersectorialmente por mitigar los efectos de la contaminación en niños, adultos y adultos mayores de las zonas más afectadas, ampliando los efectos de la actual Ley de Polimetales de Arica a toda zona saturada de contaminación a lo largo del territorio nacional, pudiendo acceder a sus beneficios como una política nacional y no sólo comunal.
Este y otros desafíos, son los que queremos impulsar desde Revolución Democrática a partir de ahora. Nuestra futura bancada parlamentaria los asume como propios, y tomamos carta en el asunto porque son, sin más, mínimos para la salud de todos los habitantes de las zonas con alta contaminación.
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DC sufrirá fuerte pérdida electoral tras alejarse del centro político
El centro político es un espacio fundamental del sistema democrático. Entre otras propiedades que se suelen asociar al mismo, se espera que actúe como un factor de moderación de las coaliciones de gobierno donde los partidos centristas forman parte, o bien sirvan como pivote para dar apoyos en grandes acuerdos a los gobiernos cuando son oposición. En general, se asume respecto del centro político una suerte de “sentido común” y moderación que otras fuerzas políticas tienen menos incentivos para mostrar. En Chile, la DC ocupó al principio de la restauración democrática esa posición, que fue soporte fundamental de las primeras dos administraciones de gobierno. No obstante, con la campaña de Frei en 2009 y luego su paso a la oposición bajo el gobierno de la Coalición por el Cambio, la DC empezó a ser tironeada por fuerzas de izquierda dentro de la ex Concertación. Contingentes parlamentarios y dirigentes falangistas estimaron, equivocadamente como demostraremos aquí, que era el momento de definir una nueva identidad de izquierda, abandonando el centro político.
¿Cuáles han sido los resultados de dicha estrategia?
Un primer dato duro es la situación de precariedad en la que se encuentra la abanderada presidencial de la DC, que muestra niveles de apoyo similares a los de MEO en las encuestas. No obstante, mucho más revelador es observar los apoyos esperados en estas elecciones parlamentarias.
Si de 120 diputados electos en las elecciones parlamentarias de 1989 la DC tenía casi un tercio de la representación con 38 escaños, hoy con 155 cupos a elegir la falange apenas superará, de acuerdo a nuestras simulaciones, la quincena de escaños. Ello es una muestra elocuente del fuerte declive de la representación de dicho partido. Pero si se pone lente de aumento a los resultados del estudio de prospectiva electoral que hemos realizado en RN, algunos resultados específicos ilustran esta fuerte caída de la DC y lo que se avecina para dicho conglomerado. En ese sentido, si miramos lo que nuestros datos indican que ocurrirá en el nuevo distrito 26 (Puerto Montt – Chiloé), la debacle de la DC se aprecia nítidamente en lo que fuera otrora un bastión DC. Encuestas de ChileVamos y la Nueva Mayoría anticipan resultados similares. Si consideramos las parlamentarias de 2013, ChileVamos tenía un 32,6% de los votos, en tanto que la DC se empinaba a 31,3%, casi en el mismo nivel de apoyo. Mientras tanto, el restante correspondiente a las otras fuerzas de la Nueva Mayoría alcanzaba el 19,6%. Si se simulan dichos votos con el nuevo sistema electoral, la DC debería obtener al menos dos escaños, al igual que ChileVamos. En tanto, la Nueva Mayoría obtendría un diputado. Los datos de encuestas en el nuevo distrito 26 muestran que la DC baja a un 14%, y la Nueva Mayoría quedaría con 11,72%. ChileVamos, en tanto se acercaría al 40% de los votos. Con ello, la centroderecha obtendría tres escaños, la DC solamente un diputado, y la Nueva Mayoría un escaño. El dato clave es que el apoyo de la DC se derrumba a la mitad de lo obtenido en 2013, lo que es capitalizado por ChileVamos.
En suma, hoy la falange estaría quedando marginalizada como fuerza legislativa. Lo que es igualmente grave para dicho partido, es que hoy arriesgan quedar en tierra de nadie ideológicamente hablando. La estrategia impulsada por actores que han dominado el partido en el último tiempo, fundamentalmente desde el parlamento y el gabinete, han llevado al partido a abandonar el centro. Por contrapartida, ChileVamos ha articulado una plataforma, en buena medida gracias a la postura de RN, y en menor medida Evopoli, que ha desplazado al conjunto de la coalición hacia posiciones que reflejan de mejor tanto modo a los votantes de centroderecha como a aquellos moderados en el centro.
Desde una perspectiva global, la ubicación de la DC en el sistema de partidos resultaba lógica dado el alineamiento del clivaje del SI y el NO. Una vez que dicha fisura generativa perdió capacidad de atracción, y ha sido reemplazada por una nueva división asociada al modelo de modernización, resulta inexplicable el giro a la izquierda de la falange. En medio de dicha crisis identitaria, que se agudizará luego de las parlamentarias, más de algún DC se debe estar acordando arrepentido cuando en 2014, y antes en 2012, dirigentes y parlamentarios de la falange se burlaron despectivamente de los llamados de dos presidentes de RN para avanzar hacia una convergencia entre la DC y la centroderecha. Los resultados están arriba de la mesa.
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