Álvaro Bisama's Blog, page 57
October 24, 2017
Foxley
Soy de aquellos que valora muy positivamente la forma en que nuestra Patria hizo la transición desde la dictadura de Augusto Pinochet a la democracia. Habiendo sido parte activa del esfuerzo de las fuerzas democráticas que empujaron ese proceso, no puedo sino sentir un cierto orgullo por haber contribuido a derrotar -pacíficamente- los planes de la dictadura, y de RN y la UDI, por eternizar el régimen autoritario (las generaciones jóvenes deben saber que dichos partidos se jugaron a fondo para que Pinochet siguiera en el poder).
La dictadura de Pinochet fue, en efecto, responsable de muchas cosas horripilantes. A fines de los años 80 del siglo pasado, ella podía, sin embargo, invocar en su favor algunos logros económicos positivos. La reducción de la inflación era uno de tales avances.
A mí no se me ocurriría, por supuesto, que tales progresos económicos pueden servir para compensar o disculpar las atrocidades en materia de derechos humanos. Hubo una época, sin embargo, en que los avances económicos se usaron para justificar el autoritarismo (ese es, por lo demás, el discurso de los que hoy defienden a Putin en Rusia y a Xi Jimping en China).
Esta columna quiere rendir un homenaje a quienes articulan convicción democrática y solvencia económica. Al mismo tiempo. A aquellos que defienden el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo y que, simultáneamente, se juegan por políticas públicas responsables y viables.
Muy concretamente, quiero aplaudir la contribución de personas como el exministro Alejandro Foxley. Lo hago, a propósito de su nuevo libro: “La segunda transición”.
Es difícil luchar contra el populismo. No obstante, si se tiene valor, ello es posible. Alejandro Foxley tuvo ese valor. La lucha contra el populismo es justa y necesaria. Leyendo su libro, se entiende el valor de la política pública bien hecha.
De la responsabilidad fiscal. Del Foxley de 1990 destaco muy especialmente la decisión de mantener, entonces, los criterios técnicos para calcular la inflación.
Habían, es cierto, razones “políticas” para alterar esa fórmula. Foxley resistió esa tentación. Salvó, entonces, la credibilidad de nuestras estadísticas.
Todos quienes propugnamos una política progresista y reformista en serio debemos leer a Alejandro Foxley. Y darle las gracias.
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¿Voto útil?
No deja de ser sorprendente que el equipo de campaña de Sebastián Piñera esté realizando tanto esfuerzo para convencer a los adherentes a José Antonio Kast a votar por el expresidente. Visto desde la impresión que el mismo piñerismo ha querido forjar en la opinión pública, se trataría nada menos que de una suerte de Goliat preocupado por David. ¡Muy extraño! Salvo que maneje información privada que muestre a Kast bastante por encima del 5% de intención de voto en que, con persistencia, lo mantienen algunas encuestas públicas o que, más que buscar arrebatar sufragios a este último, se esté tratando de contener una fuga de votos, tal vez ya en marcha, desde Piñera a Kast. Durante el debate presidencial organizado por la Archi el pasado jueves, el expresidente sostuvo que la mejor encuesta de que su campaña iba bien eran los ataques que estaba recibiendo allí mismo por parte de sus contrincantes.
Parece plausible aplicar su propia argumentación también como explicación de fondo a los embates que su comando ha orquestado en contra de su adversario de derecha.
Mirada la situación desde un ángulo complementario, pareciera ser que Kast está presentando con veracidad, fuerza y convicción tanto ideas como propuestas que hacen sentido a un creciente espectro ciudadano, con alta probabilidad bastante más amplio que aquel denominado “conservador” con que sus contendores tratan de etiquetarlo. Su discurso estaría encontrando eco en muchos chilenos que aspiran a una vida buena centrada en el respeto a la vida, la familia, el trabajo, el orden social, la libertad, la amistad cívica, la probidad pública y privada y un etcétera de hondo sentido común.
El adversario se encuentra bien definido: la izquierda ideologizada que tanto daño le está causando a Chile, claramente representada en Guillier y Sánchez. Sin ambigüedades ni acomodos dice lo que piensa y se apresta a hacer lo que dice, dispuesto a no transar los principios fundamentales, aun a costa de una eventual pérdida de popularidad. Por lo mismo, se entiende bien que a Piñera (no únicamente a él) Kast le esté resultando un rival incómodo.
El argumento de que sufragar el 19 de noviembre por Piñera sería un “voto útil” es una invitación al mismo tiempo pobre y errónea.
Pobre porque no se fundamenta ni en la calidad del candidato ni en el de su programa; no propone más que un “mal menor” (votar por temor). Errónea: primero, porque para quienes ven en una candidatura alternativa un bien mayor, sus conciencias deberían finalmente inducirlos a elegir ésta y no otra. Segundo, porque es posible que Kast pueda sumar votos de miles de desencantados con la política de cara a una segunda vuelta electoral, atendido que no es real que Piñera pueda ganar en la primera. Tercero, porque el mejor escenario para Chile es que el balotaje se dirima entre dos candidaturas de derecha y centroderecha, realidad difícil aunque alcanzable tenida en cuenta la dispersión del voto esperable en la izquierda (6 candidatos). Cuarto, porque los electores saben por historia el enorme mal para Chile y la derecha que en el pasado significó que sus seguidores eligiesen bajo el concepto del mal menor (Frei, 1964). Para reflexionar y decidir.
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Una franja electoral geriátrica
La franja 2017 es con certeza la más relevante de las últimas campañas presidenciales en lo comunicacional. La nueva ley electoral le restó a la política visibilidad física urbana, carácter de evento ciudadano; sometiéndola en términos de difusión masiva a los noticiarios televisivos y programas especializados. A lo dicho, se suma la molestia ciudadana, para muestra un botón: en la Encuesta Bicentenario UC-Adimark 2017 un 46% de los chilenos está insatisfecho con los candidatos presidenciales. Los mismos ciudadanos que están permanentemente conectados a redes digitales, y que se informan ya en un 23% a través de estos medios (la TV cuenta aún con un 54%), refuerzan el sentimiento crítico y la posverdad.
Este es el escenario que enfrentan los spots políticos de la franja. Que buscan crear sentimientos, imagen y afectos hacia los ocho potenciales presidentes, y por sobre todo, informar. Los últimos estudios aseveran que los contenidos políticos de los comerciales penetran más en los votantes que las informaciones de las noticias. Joseph Napolitan, comentaba que “si al final de una campaña, los votantes no entienden lo que el candidato está tratando de decirles, el error está en el candidato, no en los votantes”.
La franja que se inició el veinte de octubre, hasta ahora tiene un ganador en términos persuasivos – informativos, es el ex presidente Piñera. Observemos algunos ejemplos: Piñera viene fortaleciendo el concepto de unidad, familia y futuro – tiempos mejores – desde las primarias. No lo altera, lo refuerza y enriquece con otros atributos tales como lo ambiental, seguridad, vida digna, los treinta y tres, etc. Un solo spot o historia, una sola idea fuerza para una audiencia masiva en hora prime.
Guillier por su parte, tratando de recuperar el tiempo perdido, y poniendo la mirada del discurso político en la protección social como también en un liderazgo confiable, que hereda lo valórico del gobierno y una promesa de mejor gestión; plantea en una sola franja cuatro relatos, repito: cuatro relatos!. Inicia con una animación y después tres temáticas adicionales. A todas luces, no hay posibilidad alguna de atender y entender selectivamente los mensajes. La audiencia se queda solo con sensaciones, no con información, menos un relato. Es una franja con exceso de contenidos. El mismo pecado comunicacional comete Sánchez, quien tiende a fragmentar la franja en diversas historias, aunque mucho más entretenida, lo que dificulta encontrar el relato central – perder el miedo al cambio – y a pesar de contar con un equipo creativo de lujo (Copano, Murray y Paredes). Quizás en esto último está el problema, creación en exceso.
Los partidos y candidatos han puesto sus esperanzas en la franja electoral, y tienen razón por el escenario descrito. Pero también hay que ser realistas, más allá de la creatividad y eficacia de las propuestas. Hay una elevada cantidad de estudios empíricos que sustentan la afirmación acerca de que las imágenes que la gente se hace de los candidatos dependen de la televisión, es verdad, pero particularmente ganan los nuevos rostros como Artés, Goic y Kast. Aunque no es menos cierto, que los mismos estudios aseveran la limitada capacidad que tienen las personas para almacenar y procesar información en la mente.
A su vez, aparte del minimalismo y foco necesario en el relato de campaña televisiva, es bueno recordar que los efectos de las campañas políticas medidas en los últimos veinte años en términos de persuasión, avisan que la propaganda funciona en términos de conocimiento y juicios respecto a un candidato. Pero no en relación a cambios de conducta en el electorado, por ejemplo: si usted es DC no por ver al ex presidente Aylwin en la franja de Piñera va a cambiar su voto hacia el candidato de Chile Vamos necesariamente. Pareciera ser más bien pirotecnia del guionista. En otras palabras, los ciudadanos tienden a retener selectivamente solo las informaciones que le agradan o son favorables, el resto lo desecha. Lo descrito se ha visto fortalecido por los algoritmos en las redes sociales que tienden a agrupar a personas y contenidos en función de los intereses e ideologías que los unen.
También sorprende en todas las propuestas la negación o ausencia del mundo digital, no hay guiños o links en las propuestas que te empujen hacia las redes sociales. Es una franja ochentera, analógica y geriátrica, que no invita a la generación milenio a participar.
Menos es más en una franja electoral, especialmente si se espera mucho de aquella en término de diferenciación y posicionamiento frente al rival más fuerte, Piñera. Y sobre todo en un balotaje que promete ser estrecho, así lo avala la última encuesta CADEM. En dónde la diferencia llega a solo cinco puntos con 47% para el candidato de Chile Vamos y 42% para el candidato de Fuerza de la Mayoría.
Tarea no menor la del balotaje para los candidatos que se enfrenten en segunda vuelta, en la franja no se observa épica, solo listados de compra u ofertones . Así no se incentiva el voto, sino que todo lo contrario.
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A 100 años de la Revolución Rusa
A 100 años de la revolución de octubre de 1917 y que lleva a los bolcheviques al poder político, la evaluación del proyecto utópico que lideró Lenin sigue siendo controversial. Esto no sólo porque su sucesor directo, Iósif Stalin, encabezará uno de los regímenes más genocidas de la historia humana, sino porque el mismo sustento ideológico y la asociación que se hace con la filosofía de Marx, ampara la idea de que se estaba en proceso de construir el socialismo después de 300 años del gobierno zarista de la familia Romanov, algo que tampoco terminará ocurriendo.
La Revolución Rusa no fue un episodio espontáneo. Contribuye a ella las particularidades de una nación que, en el crepúsculo de la segunda revolución industrial, seguía intentando ajustarse a las transformaciones que el resto de Europa ya había incorporado, y que tenía la consecuencia de hacer de Rusia un país relativamente retrasado en comparación con las grandes potencias occidentales de Europa. Hay que pensar que recién en 1861 se abole la servidumbre, esa práctica de unir al trabajador agrícola a la tierra y su terrateniente, y que, contrariando la dinámica política de la época, la monarquía absoluta rusa seguía sustentándose en una visión de su propio poder caracterizado por tres principios: la idea de patrimonialismo (la posesión de toda Rusia), la de un gobierno personal que no se encuentra limitado por leyes; y la unión mística con el pueblo ortodoxo. Para algunos historiadores, la incapacidad del régimen zarista de entender el cambio de cultura que venía dándose al interior del país desde mediados del siglo XIX, contribuye a su propia ruina.
Antecedente inmediato de esto se encuentran en las demandas realizadas al zar hacia 1905 y que se enfocaban, fundamentalmente, en mejorar las condiciones laborales, aumentar los salarios y reducir la jornada laboral. En un evento dramático, una muchedumbre de trabajadores, liderados por un cura ortodoxo llamado Georgy Gapón, intentan hacer llegar un petitorio al zar marchando al palacio de invierno. Si bien Nicolás II no se encontraba allí, la orden era detener la marcha antes de llegar al palacio, cosa que efectivamente ocurre de forma dramática, ya que los guardias imperiales disparan a mansalva a una multitud desarmada ocasionando un número aún indeterminado de muertos. El impacto fue enorme. La represión animó los ímpetus de transformación y durante meses Rusia experimentó huelgas, marchas, protestas y violencia, cuyo objetivo era la modificación revolucionaria del sistema, algo a lo cual el zar termina aceptando a regañadientes después de que algunos militares en Sebastopol mostrasen simpatías por la causa revolucionaria.
Junto con poner límites a la monarquía, y pasar Rusia, entonces, a ser nominalmente una monarquía constitucional, la llamada Revolución de 1905 instaura un parlamento para Rusia (Duma) y un sistema multipartidista. Sin embargo, para muchos los avances no eran suficientes. Lenin declaraba en este contexto: “los trabajadores industriales no pueden cumplir su misión histórica universal de emancipar a la humanidad del yugo del capital y de las guerras si se preocupan únicamente del estrecho marco de su oficio, de sus estrechos intereses gremiales y se limitan escrupulosamente a mejorar sus propias condiciones de vida pequeño-burguesas, a veces tolerables. Esto es exactamente lo que ocurre en muchos países avanzados de la ‘aristocracia obrera’ que sirve de base a los partidos supuestamente socialistas de la Segunda Internacional”.
Por lo mismo, lo ocurrido representa el preludio de lo que pasará 12 años después. La violencia interna post-1905, en la que participan anarquistas y otros grupos radicales de izquierda, contribuyen a generar un escenario proclive a la inestabilidad. Los problemas económicos en Rusia, que se acentuarán de forma dramática con el comienzo de la Primera Guerra Mundial, enajenarán a las Asambleas de Trabajadores (soviets) que ya habían comenzado a ser penetrados por partidos políticos con intereses revolucionarios como eseristas, bolcheviques y mencheviques; la perspectiva de que con presión y voluntad era posible extraer concesiones al régimen e incluso provocarle una derrota total, animarán las tácticas de agitación y propaganda que se extenderán en múltiples radios urbanos. Como dirá el afamado historiador Eric Hobsbawm, los hombres y mujeres se harán revolucionarios “porque creen que lo que ellos desean subjetivamente de la vida no puede lograrse sin un cambio fundamental en la sociedad”. Y dicho cambio fundamental será el objetivo de los bolcheviques y de Lenin. Así, con la confusión de la guerra y con la imposibilidad de hacerle frente a la crisis, el régimen entra en parálisis. La situación se mueve con velocidad y protestas gigantescas emergen en distintos puntos de Rusia haciendo imposible la mantención del statu quo y derivando, entonces, en el término de la monarquía y el ascenso de un gobierno provisional hacia febrero de 1917, primero liderado por el príncipe Lvov y luego por Kerensky.
El período que le sigue es un período crítico, donde Lenin insistirá una y otra vez en que es necesario terminar (violentamente) con el gobierno provisional y tomarse el poder por las armas. El 10 de octubre (calendario juliano) se lleva a cabo una reunión crucial del Comité Central Bolchevique para decidir si desencadenaban una insurrección armada. De los 21 miembros del Comité, sólo doce estaban presentes. La decisión más importante en la historia del partido bolchevique fue adoptada así por una minoría de diez votos contra dos. Para el historiador Orlando Figes, esto se trató de un golpe leninista dentro del partido bolchevique.
Hay desacuerdo respecto de si la revolución de octubre fue un proceso apoyado por las masas del pueblo ruso. Para Richard Pipes, el historiador de la Universidad de Harvard, la participación fue baja y, de hecho, muchas personas ni siquiera se enteraron de que los bolcheviques querían tomarse el poder. Lo que sí ocurre es que, una vez que se controlan las fuentes del poder, rápidamente comenzará un proceso de absorción y de consolidación de los bolcheviques, algo que será resistido por toda otra serie de grupos políticos dando pie, entonces, a la guerra civil.
La maquinaria de violencia ideada por Lenin jugará un rol crucial para comenzar a levantar lo que más tarde será el totalitarismo leninista. La Comisión Extraordinaria Panrusa para la Lucha contra la Contrarrevolución y el Sabotaje (Cheka), liderará la administración del terror. De acuerdo a Martin Latsis, sustituto del primer jefe de la Cheka Dzerzhinsky, éste órgano “no era una comisión investigadora, un juzgado o un tribunal. Es un órgano de lucha en el frente interno de la guerra civil […]. No juzga, golpea. No perdona, destruye a todos los que están situados al otro lado de la barricada”. No será extraño, entonces, que Stalin refine los métodos para asentar el poder total y que la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, nación que marcará los destinos del s. XX e incluso del s. XXI, haya estado enraizada, directamente, a este proceso.
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Chile: no estamos aislados en materia tributaria
Actualmente, y con razón, se está discutiendo acerca de las mejoras y modificaciones que deben hacerse al sistema tributario chileno post reforma tributaria.
Sin duda, superar las complejidades generadas por la convivencia de dos sistemas paralelos, que implican excesivos registros y declaraciones juradas, parece una prioridad.
Sin embargo, considerando que la economía chilena es una economía abierta el mundo, también debiésemos prestar atención a lo que está sucediendo a nivel mundial en materia de impuestos.
Por ejemplo, uno de los puntos relevantes del proyecto de reforma tributaria de EE.UU., consiste en rebajar el impuesto corporativo de un 35% a un 20%. Como contrapartida, el próximo año para el sistema parcialmente integrado, Chile elevará su tasa de impuesto corporativo a un 27%.
Algunas hipótesis de lo que esta simple comparación podría generar.
Primero, cuando Chile tenía una tasa de un 20%, y EE.UU. una tasa de 35%, una empresa con presencia en ambos países no tenía grandes incentivos para cobrar todas y cada una de las actividades realizadas en el país del norte, las que pudiese beneficiar a Chile, puesto que tener un ingreso en EE.UU. a 35% contra un gasto en Chile a 20%, desde el punto de vista meramente tributario, no parecía muy atractivo.
En el futuro, con EE.UU. en una tasa de 20% y Chile con una de 27%, ¿sucedería lo mismo?, ¿servirá tener una tasa más alta aplicada sobre una base disminuida debido a los eventuales nuevos cobros foráneos? Punto a tener presente, obviamente considerando las normas de precios de transferencia.
Un segundo punto se da en el caso que una empresa multinacional esté evaluando la posibilidad de desarrollar una inversión en Chile o en USA, con Chile a 27% y EE.UU. a 20%, Chile debería presentar ventajas suficientes para compensar un costo impositivo 7 puntos superior.
Finalmente, ¿Qué pasará con las empresas chilenas que compiten con empresas americanas, quienes se enfrentarán a competidores que tendrán un menor costo tributario y que podrían ver reflejados en sus precios ese 7%?
Pese a ser solo algunas reflexiones sobre los efectos colaterales de las reformas chilenas y de EE.UU., tenemos que tener en consideración que no solo EE.UU. está disminuyendo los impuestos corporativos, sino que se trata de una tendencia mundial; tanto así, que actualmente el promedio de impuesto corporativo de la OCDE es de 24,7% y en mi opinión seguirá disminuyendo, por lo que de ser correctas las hipótesis que mencioné, estos efectos se producirían no solo respecto de EE.UU. sino que respecto de gran parte del mundo.
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Las matemáticas de Kast
Por estos días he escuchado a varios sorprendidos por el tono de la campaña del independiente José Antonio Kast, a través de expresiones como “Muy a la derecha” y “alejada de sus reales posibilidades”. Las encuestas más optimistas le dan 4 ó 5 por ciento de intención de voto y sumando a Piñera no llegan al 50 por ciento. Aun así, las matemáticas de Kast pueden resultar razonables.
Las últimas dos mediciones reales de votantes de derecha conservadora (su grupo de interés) han sido el plebiscito del 88 y la primera elección post dictadura con Hernán Büchi como abanderado. Los resultados fueron 44, 01 por ciento y 29,4 respectivamente. En la segunda, la votación de Büchi mostró el peso de la derecha pura, separada de una versión más light encarnada por Fra Fra Errázuriz. Sumados hacían un 44 por ciento.
Aunque mucho ha cambiado desde entonces, la proyección de voto de Piñera es la misma. Y en la vereda oficialista la amplia oferta de candidatos es un conflicto intestino que sepulta toda opción de continuidad donde nadie supera el 20 por ciento. Para Guillier ese número ha sido el techo y para Sánchez una meta inalcanzable. Kast lo ha visto como la oportunidad de separar a la derecha conservadora (cavernaria, según Vargas Llosa) del Piñerismo y llegar al menos a un 18 por ciento. Su estrategia incluye desacreditar a Guillier para que sus votantes de centro se vayan con Goic (acusó al candidato de tener firmas de campaña vinculadas al narcotráfico).
Si solo miramos las encuestas, el objetivo de Kast de pasar a segunda vuelta parece sin sustento. Pero ¡cuidado! con Trump quedó en evidencia que hay cosas políticamente incorrectas que los votantes no dicen abiertamente a un encuestador, pero expresan con gusto en la urna secreta.
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Elecciones parlamentarias argentinas
Las elecciones parlamentarias celebradas el domingo pasado en Argentina han generado una apertura hermenéutica en la opinión pública y el mundo político en virtud de las señales que se dejan ver, tanto por sus resultados, como también por la participación ciudadana.
En relación al número de votantes, la expresión de prácticamente el 77% del padrón electoral, casi un 5% más que en las PASO realizadas en Agosto pasado, no deja a nadie indiferente (a modo de comparación, esta cifra dobla el número de participantes en las últimas elecciones realizadas en nuestro país). Este dato entrega además pistas interesantes, pues, al mirar los resultados electorales, el nítido triunfo de Cambiemos no puede aislarse del interés por participar en la elección de ayer. Claro pues, dicha participación permitió a la coalición gobernante –en comparación con los resultados obtenidos en Agosto- aumentar la votación en casi todos los distritos junto con dar vuelta varios resultados.
Desde la dimensión de los intereses políticos, el desenlace de los comicios de ayer es una señal –tanto para Argentina como para la región en general- de la crisis que atraviesan los populismos latinoamericanos. Por lo mismo, la derrota sufrida por el peronismo y el kirchnerismo ha dado paso a un ambiente de merecido triunfalismo en el bloque Cambiemos, el cual ha generado además una tendencia transversal en los análisis que se observan en los distintos medios de opinión argentinos, a saber, que estos resultados tienen rostros. El triunfo estaría representado en el presidente Mauricio Macri, y la derrota en Cristina Fernández.
A simples luces esta ilustración parece no sólo evidente, sino además, necesaria. Es decir, Cristina, a pesar de haber logrado salir elegida senadora en segundo lugar, habría perdido no sólo electoralmente (derrotada por el ex ministro Bullrich), sino además, políticamente. Por ende, el nuevo mapa político abriría la oportunidad de marginarla, cuestión que debiese, para muchos, marcar el camino a seguir por el gobierno para ampliar su poder y avanzar en su proyecto de reformas. Sin embargo, aun cuando prácticamente todos los análisis se encargan resaltar que es el momento de dar una estocada mortal al liderazgo de la ex presidenta, es dable pensar que dicha estrategia puede ser apresurada.
Si la alta participación está estrechamente relacionada con la motivación de derrotar al kirchnerismo y sus prácticas, cuyo símbolo es la figura de Cristina Fernández, entonces no resulta un disparate seguir manteniéndola como el adversario referente. Si a esto sumamos que la voluntad de la ex presidenta será mantener sus cuotas de poder (más aun considerando que las otras figuras que podrían sucederla perdieron en sus distritos), pero que sus obligaciones judiciales, así como las constantes denuncias de corrupción que no cesan de apuntar a sus gobiernos, y la crisis por la que pasa la izquierda peronista no le permitirán ser una real amenaza política, entonces pareciese más bien útil para el oficialismo que la confrontación política sea con quien representa la derrota, división, y corrupción en el país vecino.
Si el objetivo a largo plazo del gobierno es lograr un cambio político cultural, pero en la inmediatez enfrenta un escenario donde, a pesar del triunfo del macrismo, el gobierno necesitará llegar a acuerdos con la oposición (el más próximo es la discusión sobre el presupuesto 2018), “mantener con vida” a la figura que ha inspirado el relato que le ha dado dos triunfos a Cambiemos pareciese ser una opción más que efectiva.
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October 23, 2017
El periodo electoral de “todo vale”
Según la ley electoral, en el último mes de campaña comienza el período de mayor volumen en las campañas. Durante el último mes hay franja en la televisión abierta, se puede colocar propaganda en la vía pública y varias otras medidas que permiten visibilizar de mayor grado las candidaturas. Pero lo que ha pasado en estos últimos días es que los candidatos, en especial los que están en las encuestas entre el tercer y séptimo lugar, han recurrido a todo tipo de ataques a quienes van en punta, con el objetivo secreto de llevar más votantes a las urnas y no perder influencia.
La ventaja entre quienes están en los dos primeros lugares respecto al resto es cada vez mayor y la única que pudiera entrar en esta contienda es Beatriz Sanchez, quien depende de cuánta gente lleve a votar y por ello su franja se centra en eso. Pero el resto de los candidatos se juega algo más: su propia sobrevivencia en política. A manera de ejemplo, si Carolina Goic llega en quinto lugar, dentro de la DC la temporada de cuchillos largos empezará esa misma noche. Es por ello que cambió su tono conciliador, que la había hecho una política respetable, por el de ataques en especial a su potencial aliado Alejandro Guillier. Goic, aprovechando la crisis en el PS por el caso del alcalde de San Ramón y sus vínculos con el narcotráfico, se sumó a Kast y ME-O para instalar que el senador por Antofagasta es también culpable de las cuitas de la directiva del PS.
También forma parte de esta etapa del “todo vale” lo ocurrido en el debate de la Archi. Más allá de las ultracomentadas monedas del senador Navarro, ese encuentro estuvo marcado por los sostenidos ataques a Piñera de todo tipo, incluyendo acusaciones de mentiroso y cruel. La estrategia de los candidatos menores parece ser motivar el antipiñerismo (y ahora el antineomayorismo) para llevar más votantes a las urnas y sobrevivir políticamente. En esa estrategia le hacen un favor a Piñera, pues se instala con más fuerza que sería el más probable presidente y que sus contendores, a falta de ideas, han caído en la desesperación. Por ello el ex presidente se puede dar el lujo de poner a Aylwin en su franja y hablar de acuerdos y paz. Nadie pone en serio la principal debilidad de quien va en primer lugar: que su gobierno no fue el gran realizador y que el crecimiento económico coincidió con un ciclo positivo de materias primas y nada más.
Esta elección tiene el serio riesgo de ser una de las que tenga mayor abstención no solo en la historia chilena, sino comparada con otras latinoamericanas o de países de la OCDE. Aunque se diga lo contrario, si muchas personas se quedan en su casa ese día, la propia existencia de la democracia chilena está en riesgo.
Una de las razones es la despolitización mayor de la sociedad chilena, donde según la encuesta CEP solo el 12 % se interesa por conversar de política en su entorno. Pero otra razón es la falta de propuestas que reafirma la tesis de muchas personas respecto a que los candidatos viven en su propio mundo y no el real donde el transporte público es deficitario en Santiago y precario en regiones, donde los bancos no dan crédito a los pequeños emprendedores que deben recurrir a otras formas de financiamiento con mayores riesgos, donde a un porcentaje cada vez mayor de graduados jóvenes les cuesta conseguir empleos y deben competir con migrantes cada vez más calificados, entre muchas otras vivencias cotidianas que se pueden leer en las mismas encuestas que tienen los candidatos en sus manos.
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¡Te falta parque!
Con esta frase, el entonces ministro de Vivienda y Urbanismo Rodrigo Pérez lanzaba en 2013 la campaña para promover el uso de áreas verdes y parques urbanos en Chile, ante una encuesta que indicaba que el 56% de los chilenos admitía que nunca o casi nunca visitaba los parques o plazas públicas. La estadística sorprende, pero también indica que el éxito de parques como el Bicentenario en Vitacura, Renato Poblete en Quinta Normal, Ecuador en Concepción o Juan Pablo II en Bajos de Mena se debe a que, en la medida que se disponga de un parque público cercano y bien mantenido, la ciudadanía lo recibe, lo hace propio y agradece, superando todos los indicadores de rentabilidad social o económica con que se evaluó su ejecución.
Sin duda, uno de los aspectos clave de la equidad urbana y calidad de vida en nuestras ciudades es el acceso a áreas verdes y parques urbanos. En este sentido, si la gente va poco a los parques tal vez sea porque los que tenemos no son tan accesibles, están mal distribuidos en la ciudad, su diseño no es acorde a las necesidades de la comunidad o no cuentan con recursos para su mantención. Un estudio reciente del Centro de Políticas Públicas de la Universidad Católica analizó seis ciudades del país, midiendo variables como la cantidad de parques y plazas por habitante, la distancia a la que se encuentra el área verde de la vivienda más cercana y la capacidad que puede entregar a los sectores aledaños. Como era de esperar, Vitacura encabeza la lista de comunas con mayor acceso, seguida por Independencia y Las Condes. Las comunas con el indicador más bajo de acceso a áreas verdes eran Antofagasta, Puente Alto y El Bosque. En el caso de la capital, considerando todas la comunas, la superficie de áreas verdes accesibles llegaba a un 3,7m2 por habitante, situación que se puede explicar por la falta de redes para llegar a los espacios o que no existan áreas verdes en la zona aledaña.
En la misma línea, la Cámara Chilena de la Construcción y el Centro de Inteligencia Territorial de la UAI presentaron un índice de 20 ciudades, donde se analizaron todas las manzanas del área urbana en relación a tres dimensiones: disponibilidad de infraestructura urbana, accesibilidad a equipamiento y medio ambiente, agrupándolas en barrios que comparten un entorno urbano similar. El estudio concluía que el 18,3% de la población del Gran Santiago vive en un entorno urbano crítico, que coincide con las comunas periféricas de menores recursos.
No solo necesitamos más parques que sean accesibles, también debemos activarlos con programas, servicios y un calendario de eventos que invite a visitarlos y a compartir la ciudad. En este sentido, cobra relevancia el avance del programa de Parques Urbanos impulsado por la Presidenta Bachelet, que al término del gobierno dejará 60 nuevos parques en ejecución y 41 parques urbanos inaugurados. También destaca el anuncio del expresidente Piñera de generar un Ecoparque Educativo en el zoológico del Cerro San Cristóbal, aumentando de 4,8 a 16 hectáreas. El Parque Metropolitano de Santiago recibe 4,5 millones de visitas al año, mientras los centros comerciales reciben cerca de 60 millones. Si sentimos que nuestra vida citadina es estresante, egoísta y dura, y si realmente queremos cultivar valores cívicos de convivencia, comunidad y respeto por el otro, valorar la vida sana y la naturaleza, sin duda todavía nos falta parque.
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Pregúnticas
“Me han preguntádico varias persónicas/ si peligrósicas para las másicas/ son las canciónicas revoluciónicas/ Hay que pregúntica más infantílica/ solo un piñúflico la formularica/pa’ mis adéntricos yo comentarica/”. Son versos de Violeta. Las preguntas pueden ser sediciosas. Convocan a sincerar lo que uno no quisiera confesar, a responder cuestiones que a uno le incomodan y quisiera eludir, a asumir la realidad, cuestión que la política a veces evita con ahínco.
Estos años dejan a la izquierda y al centro preguntas enormes por responder. Quizás, dirán, no es el momento. Pero lo será inexorablemente después de la segunda vuelta, más aún si Piñera fuera el ganador:
-¿Cuál es el balance que se hace de la Concertación y del gobierno de la Nueva Mayoría? ¿Cuál legado es el del futuro?
-¿Habrá una centroizquierda en el futuro inmediato, o una bifurcación entre centro e izquierda?, ¿es rescatable el burocráticamente capturado PS de hoy?, ¿es distinta la situación de PPD y DC?
-¿Tienen sentido en el siglo XXI las actuales organizaciones de centroizquierda cuyo origen está ligado a fenómenos históricos hoy desaparecidos? ¿Qué es lo rescatable y lo necesario de cambiar en el pensamiento de izquierda del siglo XX?
– ¿Cómo asume la izquierda una economía de mercado que ya no es capitalista, sino consenso de humanidad entre capitalistas, socialdemócratas y países socialistas modernos como China y Vietnam? ¿Más aún si a todas luces no existe alternativa a ella en este siglo, o al menos en el tiempo que queda por vivir a los actuales seres humanos?
-¿Convergeremos con el Frente Amplio o serán nuestro más enconado competidor por la representación de la identidad de izquierda en Chile?
-¿Perdurará el Frente Amplio o las diferencias profundas que en la campaña han asomado, lo condenan inevitablemente a quiebres?
-¿Si el centro opta por una oposición moderada y la izquierda una frontal, cómo se hará posible la reconstitución de la centroizquierda?
-¿Sigue siendo la centroizquierda el referente político cultural de las mayorías o está dejando de serlo debido al fracaso de su última propuesta gubernamental y al cambio de mundo en que vivimos?
-¿Si no es la centroizquierda, quién es?
-¿Hay convergencia posible entre el liberalismo cultural de la izquierda y el liberalismo económico de la derecha?
-¿Cómo se vinculan los partidos con organismos de la sociedad que son expresión de nuevas rebeldías, como la Asociación de Emprendedores de Chile con más de 28.000 adherentes en sus bases de datos y cada semana 20 a 30 nuevos miembros? ¿Cómo se relaciona con organizaciones sociales potentes y autónomas, que no obedecen a padrinazgos políticos como la CUT? ¿O con otros grupos políticos interesantes pero no de centroizquierda?
Y hay más, las pregunticas son interminables. Una segunda renovación, tan radical como aquella pos derrota del 73, nos aguarda para Año Nuevo.
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