Hugo García Michel's Blog, page 214

August 13, 2015

Enemigos íntimos, novios secretos

Joaquín Sabina y Fito Páez parecen tan absolutamente distintos que en su diferencia resultan perfectamente compatibles. Son la sal y pimienta de un platillo musical de disfrutable sazón.
¿Cuál es el primer disco que recuerdan haber escuchado?
Sabina: Yo creo que era “Blanca y radiante va la novia” del cantante chileno Antonio Prieto.
Páez: Mi casa era un hervidero de discos. Antes de haber escuchado mi primer disco de rock, había oído muchísima música. Pero el primer disco de rock que escuché fue uno de Vox Dei que se llama Es una nube, no hay duda. Vox Dei es un grupo emblemático del rock argentino de los años setenta.

¿Cuál es el primer disco que le envidiaron a alguien por no poderlo tener?
Sabina: En mi casa no había discos, ni siquiera tocadiscos. Recuerdo ir por la facultad de la universidad de Granada, a los diecisiete años, y ver a alguien con un disco de Dylan bajo el brazo y directamente  irme a masturbar, pensando qué sería si lo tuviera yo. El álbum era Nashville Skyline.
Páez: Yo… Un disco que hubiera querido tener y no tuve… No… No se dio el caso.

¿Cuál es el disco que mejores recuerdos les trae?
Sabina: Yo creo que Desire de Bob Dylan. Hubo una época en que lo oía a diario.
Páez: Los discos más bonitos, los que me hacen recordar cosas muy felices, son los de la infancia. O los de la preadolescencia. Toda la música que se escuchaba en los bailes de catorce y quince, ¿no?, que eran los Beatles o lo que estaba poniéndose de moda, como la música de Saturday Night Fever, la cual nosotros que éramos los “alternativos” odiábamos.

¿El disco que más lamentan haber perdido?
Sabina: Tuve una vez toda la colección –o la mayor parte– de los discos de George Brassens. En una de esas mudanzas se debieron se debieron quedar por ahí. Siempre eché de menos no haberlos comprado otra vez. De hecho, siempre que va alguien a París le digo: “A ver si ves algunos y me los traes”.
Páez: Yo el disco que más detesto haber perdido fue uno que grabó mi madre, quien era pianista, en Radio Nacional, un viernes por la tarde, tocando obras de Chopin, de Tchaikovsky y Debussy. Era un disco de pasta gruesa, de 33 revoluciones, y entre las mudanzas y las mujeres y las parejas y las casas y los viajes desapareció y nunca más pude saber de él.

¿Cuál es el disco que más ha influido en la vida de cada uno de ustedes?
Sabina: Creo que empecé a pensar en que podría cantar oyendo a Louis Armstrong. Era un disco de Armstrong y los Dukes of Dixieland. Louis Armstrong me hizo ver que una voz como la mía –claro que la suya es hermosísima–, con esa ronquera y esas ganas de vivir… En fin, me gustaba mucho.
Páez: Yo no tengo uno, de verdad.  Era tanta la música en casa, fue tan permanente mi contacto con ella, que no podría decir de uno en especial.

¿Su disco favorito para manejar?
Páez: ¡No manejamos!
Sabina: Yo no manejo, pero hay una canción de Bruce Springsteen… No soy fan de Springsteen, nunca lo he sido, pero cada diez canciones hay una que me impresiona. Y hay una que no recuerdo cómo se llama, pero que cuenta más o menos algo así com o “tengo una familia decente, soy un buen padre, tengo un buen trabajo, mi mujer es guapa, me quiere, tengo tres hijos… ¿Por qué estoy corriendo a mil por hora en esta autopista en un coche robado?”. ¡Me parece fantástico!
Páez: A mí, para ir en auto, cualquier álbum de Steely Dan: Katy Lied, Can’t Buy a Thrill, Gaucho… Cualquier disco de Steely Dan, el que quieras.

El disco que más les avergüenza tener…
Sabina: ¡Mi primer disco! He perdido mucho dinero comprándolo al doble del precio para quemarlo y destruirlo. He quemado como cien. Sí, sí…
Páez: A mí, ninguno. El que no me gusta, no lo tengo.

¿Cuál es el disco que adquirieron s recientemente?.
Páez: Yo volví a comprar por décima vez, porque siempre lo pierdo, Simbiosis de Bill Evans y Claude Suderman.
Sabina: Yo he comprado, por recomendación de Fito, el último disco de Aute.

¿Qué disco prefieren para hacer el amor?
Páez: Generalmente no tengo planes de poner música para eso, porque surge en los momentos más insólitos. Pero recuerdo cuando comencé a hacerlo, me acuerdo de la primera noche que puse un cassette de noventa minutos con la versión de “A Remark You Made” de Weather Report, de un álbum en vivo (Fito tararea la melodía). La grabé una tras de otra, como veinte veces, repitiendo el mismo tema. Fue la única vez que preparé algo.
Sabina: Yo me pongo “Cecilia”, cantada por Fito, porque me caliento mucho (ríen los dos a carcajadas).

¿Cuál es el disco que quisieran que tocaran en su funeral?
Sabina: En nuestro disco hay un tema, “La canción de los (buenos) borrachos”,  que dice que queremos una big band de Nueva Orleans. Yo creo que los entierros más hermosos del mundo son esos con doce negrazos por mitad de Sunset Boulevard, tocando una de esas marchas (imita el sonido de una trompeta). Y el país donde me gustaría morir es México, porque aquí uno no es un muerto, es un muertito. Y yo prefiero ser un muertito.
Páez: A mí me gustaría que pusieran un tema de Charly García como (canta desmadroso ante las risas de Sabina): “¡Están muertos, están muertos, no toquen, no quiero que me toquen!”. Algún tema así, sí que me gustaría.

Por último, ¿cuáles son los cinco discos que se llevarían a una isla desierta?
Sabina: 1. Blood on the Tracks de Bob Dylan. 2. I’m Your Man de Leonard Cohen. 3. Uno de los últimos discos de Goyeneche viejo. 4. Cualquier disco –menos el último– de Chavela Vargas. 5. El primer disco de George Brassens.
Páez: 1. También Blood on the Tracks de Dylan. 2. Alguno de Charly García. 3. Las variaciones “Goldberg”de Johann Sebastian Bach tocadas por Glen Gould. 4. “La noche transfigurada” de Arnold Schoenberg, en la versión de Pierre Boulez. 5. Algún CD mezcla de Joao Gilberto, Caetano Veloso, Chabuca Granda, Atahualpa Yupanqui. Una especie de coctel latinoamericano de este siglo.

(Entrevista que hice en julio de 1998 y apareció un mes más tarde en La Mosca en la Pared No. 24, en la sección "El soundtrack de mi vida")
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Published on August 13, 2015 18:30

August 12, 2015

Michael Jackson, ese híper sobrevalorado

(Ilustración de Ricardo Sandoval)La muerte suele sobrevalidar a las personas; les hace el gordo favor de embellecerlas, de ennoblecerlas en el recuerdo. La muerte borra o al menos disminuye los defectos y potencia las virtudes, incluso aquellas  que resultan inexistentes. Dicen que hay que saber morir a tiempo. No sé si Michael Jackson lo hizo, pero su fallecimiento se convirtió desde el primer segundo en grandilocuente espectáculo, en cursi aguacero de cursilerías, en ridículo torneo de calificativos, en oportunista muestrario de egos, en demencial histeria colectiva y, sobre todo, en un anchuroso y fructífero negocio.
  El rey del pop le dicen aquellos que aman las frases hechas y los sobrenombres fáciles. Michael lo nombran quienes tratan de sentirse cercanos a su ídolo, al privarlo de su apellido y tutearlo desde años luz de distancia. Hoy que ha muerto, Jackson ha sido encumbrado hasta alturas que rayan con lo absurdo y lo grotesco. Hay muchos que lo definen como el más grande músico popular que jamás ha existido, por encima de cualquiera. Su más notoria (que no notable) invención, el pasito del moonwalk, ha sido elevado a rangos tales que superan a los más grandes aportes que ha recibido la humanidad, desde la invención de la rueda hasta el desarrollo de las tecnologías cibernéticas, pasando por la creación de la escritura, el descubrimiento de la penicilina, el arte pictórico renacentista, el impresionismo, la música clásica, el automóvil, etcétera.
  Nadie puede decir palabra alguna que cuestione la genialidad artística de Michael Jackson y mucho menos su calidad como ser humano generoso e impoluto. Es una vaca sagrada en toda la extensión de la palabra y guay de aquel que se atreva a ponerlo en duda… y sin embargo –para parafrasear a Galileo Galilei- esta certeza se mueve y se mueve demasiado.
  Michael Jackson no fue ese genio que los medios de empeñan en imponernos. Fue tan sólo un negrito bailarín que quiso blanquear su piel y sus orígenes raciales. Que cantaba bien, eso es cierto, como tantos otros vocalistas negros, entre los cuales sobran quienes lo superan históricamente. ¿Acaso puede decirse que Jackson era mejor cantante que Nat King Cole, Otis Redding, Smokey Robinson, Wilson Pickett o Marvin Gaye? Yo respondo enfáticamente que no. ¿Era mejor compositor que Lamont Dozier, Brian Holland o su mentor Quincy Jones (de quien siempre he tenido la sospecha de que era él quien le escribía sus canciones a Jackson)? En cuanto a capacidades individuales, ¿pueden compararse los talentos de Michael Jackson y Stevie Wonder? A mi modo de ver, el segundo se lleva de calle al primero y para comprobarlo están los discos de ambos.
  Todo lo anterior para hablar únicamente dentro de los parámetros de los músicos de raza negra. Pero, ¿qué pasa si nos abrimos a la música popular en general, incluidos el soul, el funk, el blues, el jazz y el rock? Puedo nombrar a cien músicos infinitamente superiores a Jackson, desde Miles Davis y Willie Dixon, hasta Jimi Hendrix, Thelonius Monk, Oliver Nelson, Jimmy Page, Ray Davies, Pete Townshend, Brian Wilson, David Bowie y un larguísimo etcétera que culminaría con los Beatles.
  Desmitifiquemos a Michael Jackson, bajémoslo de su pedestal y situémoslo en el lugar que le corresponde. ¿Que tiene muy buenas canciones? Pues sí, como las tienen tantos otros en el mundo del pop y el rock. Ya lo que hizo con su vida privada, francamente me tiene sin cuidado.

(Publicado en la sección "Vacas sagradas" de la revista Mosca No. 5, diciembre de 2013, y escrito por mí bajo el seudónimo colectivo de Goyo Cárdenas Jr.)
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Published on August 12, 2015 18:13

August 11, 2015

Donovan redivivo

Desde la primera vez que lo escuché, con su hermoso disco Tigermilk de 1996, Belle & Sebastian me pareció una especie de continuación de la obra de ese gran trovador británico, hoy casi olvidado, que es Donovan Leitch (sí, el mismo Donovan de “Sunshine Superman”, “Jeniffer Juniper”, “Barabajagal”, “Cosmic Wheels”, “Atlantis” y tantas otras maravillas). Ambos son escoceses, ambos tienen un gusto exquisito y ambos son capaces de crear melodías de una belleza arrobadora. Por si fuera poco, Stuart Murdoch, líder y compositor de Belle and Sebastian, posee una voz casi idéntica a la de Donovan, lo cual no deja de ser sorprendente.
  Este proyecto, surgido en Glasgow a mediados de los años noventa, posee una rica discografía, cuya novena muestra es el álbum Girls in Peacetime Want to Dance (Matador, 2015). Se trata de una obra tan llena de riqueza musical como las ocho anteriores (recomiendo muy especialmente If You’re Feeling Sinister de 1996, The Boy with the Arab Strap de 1998 y The Life Pursuit de 2006), pero con una ligera variante que la distingue de todas sus antecesoras y que muy seguramente se debe al trabajo como productor, por primera vez con el grupo, de Ben H. Allen, quien ha trabajado con Animal Collective y Washed Out, entre otros.
  Esta vez, Belle and Sebastian no apuestan sólo por su clásico rock pop de hondas raíces folkies, sino que incorporan elementos de la música dance y la electrónica, lo que da como resultado una colección de piezas muy interesantes y en verdad brillantes. Girls in Peacetime Want to Dance recorre todo un mundo de ritmos y sonoridades y lo refleja en piezas tan finas como “Nobody’s Empire”, “The Cat with the Cream”, “The Everlasting Muse”, “Ever Had a Little Faith?” o la sublime “Play for Today” que cuenta con la hermosa voz invitada de Dee Dee Penny de las Dum Dum Girls.
  Irónico, alegre, sutil, luminoso, el nuevo disco de Belle and Sebastian (quienes a fines de este mes se presentan en el DF) los confirma como una de las propuestas más inteligentes e interesantes de los años más recientes.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)
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Published on August 11, 2015 17:00

August 10, 2015

Clases de colombiano

Haber visto completa la serie colombiana La vendedora de rosas fue como tomar un curso del caló que se habla en ese país o cuando menos en la ciudad de Medellín. He aquí una parte del vocabulario que aprendí (muchas de las palabras poseen acepción femenina también):

Parcero: amigo, carnal, cuate.
Culicagao: niño, mocoso, escuincle.
Maluco: malo, dañino, perverso.
Manes: hombres, varones.
Cucho: adulto, viejo, padre, abuelo.
Camello: trabajo, chamba.
Vuelta: trabajo, encomienda.
Sapo: delator, traidor.
Cana: cárcel, prisión.

Hay palabras como "berraco" que tiene muchas acepciones positivas y negativas, equivalente a la manera como en México usamos la palabra "cabrón". Es decir que lo mismo puede significar "chingón", "hábil", "fregón", "inteligente" que "ojete", "infame", "desgraciado", "maldito".

Se emplea mucho la expresión "ome" al final de las frases, más o menos como aquí algunos jóvenes dicen "güey" o antes de usaba "mano". "Vamos al cine, ome", "No te cansas de molestar, ome", "Cómo crees, ome", "Pues sí, ome", etcétera.

Otras expresiones comunes:

¡Ave María!: válgame Dios.
Oigan a este: sí tú, ya parece, ajá, qué cosas dices.
Todo bien: no hay bronca, no te preocupes.
Qué pereza: qué hueva me das, qué flojera lo que dices o lo que propones.
Montar los cachos: engañar sentimentalmente, poner los cuernos.

Todo aderezado con el delicioso y dulce acento colombiano (en especial de las mujeres) y su manera de hablar de usted hasta a los niños.
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Published on August 10, 2015 18:30

August 9, 2015

Viniles, cassettes, compactos y obsolescencia

Cuando a mediados de los años ochenta llegó al mundo la alta novedad tecnológica de los discos compactos (CD, por sus siglas en inglés), todos nos deslumbramos frente a lo que parecía la manera definitiva de escuchar música.
  Atrás quedaban de pronto los discos de vinil o de acetato, de 33 y 45 revoluciones por minuto, y las tornamesas para ponerlos, así como los prácticos cassettes que podían reproducirse por muy diversos medios, incluidos los autoestéreos en los automóviles. El futuro nos había alcanzado. Por ningún lado se veía que algo pudiese superar y reemplazar a los pequeños y brillantes compact discs.
  Para quienes poseíamos colecciones de viniles o cassettes, aquello nos enfrentó al dilema de si debíamos conservarlos o deshacernos de ellos. Muchos abarataron y vendieron por precios irrisorios aquellas colecciones; otros de plano las echaron, literalmente, a la basura. Sólo unos pocos decidimos quedarnos con ellas, más por amor y por apego que por real convencimiento… y empezamos a adquirir aquellos minúsculos cedés y los aparatos para escucharlos.
  Quien iba a decir que apenas en esta segunda década del nuevo siglo, el CD se volvería tanto o más obsoleto que los elepés de vinil o incluso que los mismísimos cassettes. Todo por culpa de la música digitalizada.
  Los coleccionistas de discos vivimos una disyuntiva idéntica a la de hace treinta años, sólo que ahora con los “irremplazables” CD. El dilema, pues, se repite: ¿venderlos, regalarlos, tirarlos? Quizá sea aún demasiado pronto para saberlo. El tiempo gira en espiral y resulta que hoy los discos de acetato se han revalorado y se han convertido en preciado tesoro. Todavía hace un lustro, uno podía conseguirlos en puestos callejeros a 20 o 25 pesos; hoy, se cotizan de 300 pesos para arriba. El Freak Out de Frank Zappa, por ejemplo, cuesta 750 pesos en una afamada librería de la avenida Álvaro Obregón, en la defeña Colonia Roma, y así por el estilo.
  Por su parte, los tan vilipendiados cassettes se convirtieron de la noche a la mañana en apreciados objetos del deseo hípster y hay algunos grupos de los llamados indie que empiezan a sacar sus grabaciones en ese frágil pero entrañable formato.
  ¿Pero y los cedes? Si uno entra a alguna de las tiendas de la hasta hace poco dominante cadena de discos, verá que el departamento de compactos musicales es cada vez más reducido y si averigua algunos datos elementales, descubrirá que las ventas de los mismos han bajado dramáticamente y que las propias empresas disqueras empiezan a mudar sus intereses hacia la oferta de música digital. Ese es el futuro, se nos dice ahora, como se decía de los CD hace tres décadas: el mp3 es lo de hoy. ¿Por cuánto tiempo? A saber.
  Afirman los especialistas que los compactos jamás lograron igualar la calidad de sonido de los viniles, a pesar de que evitaban el famoso –y hoy hasta conmovedor– scratch, y que el mp3 posee una calidad aún más baja. Incluso gente como el cantautor canadiense Neil Young, quien siempre fue un crítico acérrimo del CD, apoyó a los inventores de un nuevo sistema llamado Pono, el cual reproduce la música digitalmente, pero con la calidad que tenía en los años setenta, antes del advenimiento del disco compacto. Sin embargo, aún se encuentra en fase experimental y no parece prometer mucho a nivel masivo.
  Hoy que no sólo la música sino también el cine y hasta las series de televisión empiezan a escucharse y/o a verse mucho más en plataformas de internet como Spotify o Netflix que en los medios tradicionales, tanto los compact discs como los DVD y hasta los blue rays parecen volverse obsoletos e irrelevantes a pasos tan acelerados como alarmantes.
  ¿Qué hacer entonces ante esto? ¿Correrán los cedés la suerte de los horrendos cartuchos de 8 tracks o en cierto tiempo tendrán la misma suerte de los viniles y podrán resurgir de alguna manera? (algo similar se puede cuestionar respecto al DVD y el blue ray: ¿les sucederá lo que a los laser discs y a los cassettes de Beta y VHS, hoy en definitiva desaparecidos?).
  ¿iPod o no iPod?, he ahí el dilema. En una sociedad que privilegia lo desechable y con la rapidez de las innovaciones tecnológicas, es imposible vaticinar si incluso la música digital será más temprano que tarde reemplazada por otra nueva manera de reproducción y escucha, más práctica y sofisticada.
  La respuesta –diría Bob Dylan desde un rayado LP en una vieja tormanesa– está en el viento.

(Publicado este mes en el No. 453 de la revista Nexos).
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Published on August 09, 2015 18:57

August 8, 2015

Beltrones y la real politik

Manlio, cuando aún traía bigote.Es cierto que en la teoría académica, la política es vista como algo noble y lleno de ideales, como una actividad impoluta de la que han escrito grandes pensadores. No obstante, a la hora de chocar con la realidad (y por eso no me cansaré de recomendar la serie House of Cards como un curso intensivo de lo que es la política en el mundo real), quienes abrazan esa carrera se enfrentan a un ambiente que muy poco tiene que ver con los grandes planteamientos que se estudian en las aulas y que la mayoría de las veces es exactamente lo contrario: una guerra callada y despiadada.
  La real politik es aquella que debe practicarse en el día a día y entre los políticos de carne y hueso, aquí y en Mongolia. Sustraerse de la misma, para un político, equivale al suicidio. Gobernar o legislar implica hacer frente a multitud de intereses confesables e inconfesables. Es meterse a zonas pantanosas, turbias, de las que a veces se sale más o menos limpio y a veces no. La política real es dura, ruda, desalmada, implacable. Por eso no cualquiera le entra.
  Con lo anterior, no quiero decir que se trate de una actividad que debiera estar proscrita. La política ha existido desde la Antigüedad. Es una cosa inherente al ser humano y, con sus luces y sus oscuridades, resulta fascinante, cautivante –y a veces adictiva– para quienes la practican y para quienes nos limitamos a observarla de lejecitos y con lentes de entomólogo.
  El nombramiento presidencial –que eso fue y al más rancio y pragmático estilo priista– de Manlio Fabio Beltrones como nuevo mandamás del PRI es un acto de absoluta real politik, esa que le ha faltado practicar con mayor frecuencia al actual gobierno y que le ha impedido una capacidad de respuesta rápida ante los múltiples problemas, conflictos y crisis a los que ha debido enfrentarse.
  Se dice que Beltrones no es del grupo del presidente Peña Nieto y hasta se le ubica como de un bando político contrario. Sin embargo, no hubo de otra para tratar de revertir las cosas según los intereses del gobierno. Fue un acto de real politik. Veremos cómo funciona.

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Published on August 08, 2015 20:26

August 7, 2015

Gorky’s Zygotic Mynci / Spanish Dance Troupe (1999)

Una belleza. Un disco que es como una de esas mujeres de labios gruesos y ombligo perfecto que seducen por su misterio y sus cambios y su caprichoso comportamiento. Fascinante, sutil, fino a lo largo de los quince temas que lo conforman. Pop folk psicodélico de finales de siglo.

Mejor tema: “Spanish Dance Troupe"

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Published on August 07, 2015 18:27

August 6, 2015

El Ñoño

Marco Antonio, mi primo, a mis espaldas, en la casa de la calle
Magisterio Nacional en donde viví en mi infancia y adolescencia.
La foto es de mediados de 1969. Ambos teníamos catorce años.
Así le decíamos cuando éramos chicos a mi primo hermano Marco Antonio García Ocampo, de cuya muerte me enteré hoy por la tarde, algunas horas después de que Marco sufriera un fatal infarto.
  Hijo de mí tío Luis, hermano menor de mi papá, de niño y adolescente conviví mucho con él, a pesar de que vivía con su familia en la ciudad de Toluca (siempre nos referíamos a ellos como "los primos de Toluca). Los García Ocampo venían mucho al DF, a la casa de mi abuela en Tlalpan, y en ocasiones solíamos ir a pasar algunos días con ellos en la capital del Estado de México. Marco era unos meses más chico que yo y teníamos en común el gusto por los animales. En ocasiones jugábamos a que éramos veterinarios y él término por serlo. A mí la vida me llamó por otros rumbos.
  Hijo de mi tía Albertina, quien falleció hace algunos meses y era oriunda de Huitzuco, Guerrero, donde Marco vivía actualmente con su familia y donde murió hoy, era el tercero de siete hermanos, de los cuales sobreviven cuatro (Guadalupe, alias "La Lupita"; Emiliano, "Emi"; María Fernanda, "Marifer" y Carlos Alberto). José Luis ("El Titi") se nos fue en 2004 y Miguel Ángel apenas el año pasado.
  Últimamente, Marco Antonio no las había tenido todas consigo, según me enteraba yo. La diabetes había hecho que le amputaran una pierna y usaba una prótesis. Lamento que ya no nos viéramos. En los últimos veinte años, nos habremos encontrado en un par de ocasiones, en la Quinta Guadalupe de Tlalpan. La última vez que lo vi fue en una comida, justo ahí, en la casona de los abuelos García, en 2009 o 2010.
  Lamento mucho la muerte de mi querido "Ñoño". Ahora ya se encuentra con sus padres y dos de sus hermanos, en alguna dimensión en la que seguro será muy feliz.
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Published on August 06, 2015 18:32

August 4, 2015

1965

A principios de año apareció el libro 1965: the Most Revolutionary Year in Music, escrito por el musicólogo californiano Andrew Grant Jackson, quien plantea que al año quinto de la década de los sesenta es el que marcó el verdadero cambio hacia la madurez en la historia del rock, sobre todo porque se pasó del reinado del disco EP de dos o cuatro canciones al imperio del LP de 33 revoluciones por minuto, lo que permitió el surgimiento de maravillas discográficas como el Rubber Soul de los Beatles, el Highway 61 Revisited de Bob Dylan y el Aftermath de los Rolling Stones, entre muchos otros. Claro, todo ello combinado con las primeras transformaciones culturales, políticas y sociales de la llamada década dorada.
  Pero, ¿cómo se vivió eso en México? ¿Cómo evolucionó la música en general y el rock en especial en un país dominado por una sociedad cerrada y ultraconservadora, un partido hegemónico y justo cuando el sexenio de Gustavo Díaz Ordaz llegaba a su segundo año? No de la manera como se vivía en el resto del mundo, eso es definitivo.
  Si revisamos lo que sucedía musicalmente en nuestro país en el año 65 del siglo pasado, la cosa resulta bastante desoladora.
  Para empezar, fue el año en que la cumbia llegó con todo (igual que hoy, medio siglo después) y en los ámbitos musicales y los medios de comunicación casi no se hablaba de otra cosa que de los éxitos de Mike Laure (“Tiburón a la vista”,  “La rajita de canela”), mientras que Pablo Beltrán Ruiz se hacía llamar Mr. Cumbia. Asimismo, el programa televisivo “de rock” Premier Orfeón era desplazado por el pesadillezco (me acuerdo de él y me dan escalofríos) Estudiantinas que estudian, en el que se promovía la imagen del joven católico, bien portado, bien vestido, de cabello corto y de nobles sentimientos. Un horror, pues.
  Lo más “roquero” eran los Hermanos Carrión con “Lanza tus penas al viento”, los Johnny Jets con “Es Lupe”, Los Hitters con “Amarrado”, los Rockin’ Devils con “Perro lanudo” y Las Hermanas Esqueda con “Para mi cumpleaños quiero un Beatle” (¡juro que así se llamaba!).
  ¿1965 un año revolucionario para el rock? En México, de plano, no.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)
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Published on August 04, 2015 21:10

August 3, 2015

Los globos atmosféricos de Moebius

Difícil habría sido pensar, por allá de 1959, que aquel adolescente suizo de quince años que idolatraba las canciones de Chuck Berry terminaría siendo compositor y ejecutante de una música completamente alejada del primigenio rock n’ roll del creador de “Maybelline” y “Johnny B. Good” y que en lugar de elegir a la guitarra eléctrica como su instrumento, se inclinara por los primeros sintetizadores que surgieron en la segunda mitad de la década de los sesenta del siglo veinte.
  No sólo eso: Dieter Moebius sería considerado con el tiempo como el padre de un subgénero musical basado en el uso de instrumentaciones electrónicas y ritmos secos, surgido una década después (of all places) en la Alemania de la posguerra y de la guerra fría.
  Padre (o si usted prefiere pionero) del krautrock, Moebius fue un personaje importantísimo, fundamental para la historia de la música alemana de la centuria pasada y de la historia del rock en general.
  Dieter Moebius nació en San Galo, Suiza, el 16 de enero de 1944. De joven emigró a Bruselas, Bélgica, para estudiar arte y en 1968 se trasladó a la zona occidental de Berlín, Alemania, para estudiar en la Akademie Grafik y para llevar a cabo sus primeros estudios e incursiones como intérprete y compositor de música experimental basada en la electrónica. Para sostenerse, trabajaba como cocinero en un restaurante de la ciudad.
  Un año más tarde, conoció a Hans-Joachim Roedelius y Conrad Schnitzler y se unió a ellos para conformar el trío de ambient-electrónico Kluster, con el que grabaría el disco Klopfseichen (1970), que dos años más tarde, al abandonarlo Schnitzler, cambiaría la letra inicial de su nombre para llamarse Cluster. La música que hacía el ahora dueto resultaba difícil de digerir para el escucha común, pues no hacía coqueteos con el rock –y mucho menos con el pop–, por lo que no logró la aceptación que sí tuvieron agrupaciones similares como Can, Neu! o, por supuesto, Bauhaus. Lo de Moebius y Rodelius fue desde sus inicios una propuesta en extremo vanguardista, dirigido a un público minoritario y selecto, y en esto tuvo mucho que ver su productor, Conrad Plank, quien los llevó a la composición muy estructurada de largos y densos pasajes atmosféricos.
  En su excelente libro Krautrocksampler, Julian Cope definió la música de Cluster como “globos atmosféricos de sonido”, lo cual no deja de ser tan abstracto como el propio estilo del dueto. Es necesario escuchar discos como Cluster II (1972), Zuckerzite (1974) o Sowiesoso (1976) para que dicha definición pueda quedar un poco más clara y definida.
  Moebius y Roedelius trabajaban muy bien juntos y lo hicieron a lo largo de muchos años. No obstante, en ocasiones gustaban de colaborar con otros músicos. Es el caso de Michael Rother, integrante de Neu!, con quien se presentaban como Harmonia, otro proyecto muy importante dentro del krautrock, creador de álbumes como Musik from Harmonia (1973) y Deluxe (1975),
  Nada tiene de extraño que, un poco más tarde, también Brian Eno los buscara. Esto sucedió en 1976, cuando el ex integrante de Roxy Music y ya para entonces un músico experimental reconocido en todo el mundo trabajara con ellos en la ciudad de Forst, donde Cluster tenía su búnker, antes de dirigirse a Berlín para colaborar en la famosa y hermética triada discográfica alemana de David Bowie, conformada por los álbumes Low (1977), Heroes (1977) y Lodger (1979). En ellos, pero sobre todo en el primero, resalta la influencia de la música que creaba la mancuerna Moebius-Roedelius. De hecho, en ese mismo tiempo y de manera simultánea, Eno volvió a trabajar con el dueto para producir los larga duración Cluster and Eno (1977) y After the Heat (1979).
  Ya para principios de los años ochenta, cada uno de  los músicos (es decir, Moebius y Roedelius) comenzó a trabajar por su lado y aunque Cluster no sería disuelto oficialmente hasta 2010, a partir de entonces colaboraron muy poco juntos.
  Moebius tendría aún más de tres décadas de intensa labor musical prolífica e innovativa. Trabajos como Material (1981), Strange Music (1982), Double Cut (1983), Tonspuren (1983, considerado por muchos especialistas como el primer disco de techno), En Route (1986), Blotch (1999), Kram (2009), Another Other Places (2014) o su postrer Nidemonex (2014) así lo demuestran.
  Dieter Moebius falleció el pasado 20 de julio, a la edad de 71 años. Hasta el momento se desconocen las causas de su deceso, pero queda claro que se trata de una gran pérdida para el krautrock, para el techno (que él prefiguró), para el rock y para la música contemporánea toda.

(Publicado hoy en la sección "El ángel exterminador" de Milenio Diario)
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Published on August 03, 2015 18:30

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