Hugo García Michel's Blog, page 193

March 10, 2016

Tres libros

Me refiero a los tres que estoy leyendo en estos días, siguiendo mi fórmula de libro de toilette, libro de cama y libro de transporte público.
  Como libro de toilette (es decir, el que leo en el baño que es, como ya he he escrito aquí mismo, la sala de lectura ideal) tengo Memorias de Daniel Cosío Villegas, el cual está resultando una absoluta delicia, debido a la manera tan amena y llena de gracia como el gran historiador y politólogo (entre muchas otras cosas) narra su riquísima vida y el México que le tocó vivir y conocer.
  Como libro de cama está De animales a dioses de Yuval Noah Harari, un gran ensayo sobre la historia de la humanidad y el cómo y el por qué los humanos hemos llegado a ser lo que somos en lo social, lo económico, lo cultural, lo psicológico y hasta lo físico. Un excelente y polémico estudio acerca de nuestra evolución como especie. Llevo apenas una cuarta parte, pero es un libro apasionante que hace reflexionar en muchas de las cosas que plantea este joven investigador israelí.
  Por último, como libro de transporte -o sea, el que leo cada vez que me subo al metrobús y/o al metro), leo en estos momentos Rusell, la biografía del enorme Bertrand Russell, escrita por Ronald Clark, y que me está resultando muy revelador e interesante. Apenas lo empecé la semana pasada, pero es de rápida lectura.
  Como se ve, en este momento no estoy con ningún libro de narrativa -cosa rara en mí-, aunque el de Cosío Villegas llega en momentos a alcanzar ese rango. Amo leer.
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Published on March 10, 2016 17:56

March 9, 2016

Voy camino a casa

La canción con la cual solíamos cerrar las presentaciones de Los Pechos Privilegiados. La compuse en 1981, aunque no tengo claro en qué día y en cuál mes exactamente. Es un claro homenaje a Chuck Berry en la parte musical, mientras que en la letra cuento los avatares de un habitante de la Ciudad de México (cuando la escribí era todavía el Distrito Federal) que sale a trabajar y ya no regresa a su hogar, al quedarse atrapado en un espantoso congestionamiento de tránsito. Se trata de una pieza irónica y divertida (al menos nos divertíamos mucho al tocarla, ya que la alargábamos casi al triple en su versión "en vivo"). Esta es la versión corta.

Voy camino a casa

Esta mañana cuando desperté,
no pude imaginar lo que iba a suceder.
Me fui temprano a trabajar y el día se fue sin una novedad.
Voy camino a casa aunque sé que no voy a llegar.

Por el camino yo tomé un camión
y a las pocas cuadras esto comenzó:
es un maldito aterrador, horripilante y feo embotellamiento.
Voy camino a casa aunque sé que no voy a llegar.

No hay salida o forma de huir.
Estamos atrapados y me siento morir.
No hay remedio y no queda más
que juntar las manos y ponerse a rezar.

Muchos incautos se han quedado aquí.
Es una locura sin principio y sin fin.
Y yo me pongo a meditar y me preocupa mi incierto futuro.
Voy camino a casa aunque sé que no voy a llegar.

No hay salida o forma de huir.
Estamos atrapados y me siento morir.
No hay remedio y no queda más
que juntar las manos y ponerse a rezar.

Sólo le pido a quien me pueda escuchar,
avise a mi familia que no volveré más:
que han perdido a otro pariente
en el panteón del Eje Dos Poniente.
Voy camino a casa aunque sé que no voy a llegar.
Voy camino a casa aunque sé que no voy a llegar.
Voy camino a casa aunque sé que no voy a llegar.
Voy camino a casa y yo sé que no voy a llegar.



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Published on March 09, 2016 18:35

March 8, 2016

Los Rolling Stones en México

Recuerdo la primera vez que vinieron a México, en enero de 1995, para su gira Voodoo Lounge. Se decía que seguramente habría de ser su última tournée, que sus edades ya no daban para más, que era un hecho que al final de dicha excursión se retirarían.
  Sin embargo, brindaron un concierto de antología (ahí me tocó estar, aquel 20 de enero, para atestiguarlo, al lado de mi entonces esposa y mis dos pequeños hijos), una presentación sensacional, lleno de fuerza, espectacularidad y el mejor rock n’ roll del universo.
  Han transcurrido 21 años desde aquellas fechas, mucha agua ha pasado por el río y muchas piedras han sido arrastradas, pero no estas piedras rodantes que no sólo no se retiraron sino que siguieron tocando y grabando discos como frescos e insolentes jovenzuelos (aún produjeron Bridges to Babylon en 1997 y A Bigger Bang en 2005).
  La próxima semana, los Rolling Stones vuelven a presentarse en nuestro país y de nueva cuenta muchos se hacen exactamente las mismas preguntas: ¿será su última gira? ¿Se retirarán por fin de los escenarios y los estudios de grabación para pasar su vejez en algún asilo de súper lujo?
  Keith Richards, Mick Jagger y Charlie Watts son ya septuagenarios, mientras que Ron Wood es el más imberbe a sus 68 añitos. Pero jamás me atrevería a decir que estos serán sus últimos conciertos y mucho menos que contemplen siquiera la posibilidad de retirarse. “Yo no dejaré de tocar hasta que me muera”, dice Richards en alguna parte de Vida, su libro autobiográfico, y apenas hace unos meses sacó su más reciente álbum como solista, el estupendo Crosseyed Heart. En una palabra, los cuatro se mantienen en excelente forma, a pesar de que juntos reúnan la friolera de 286 años (y eso que no sumamos al retirado -como stone- Bill Wyman, quien en octubre cumplirá 80 otoños y también acaba de sacar un disco, Back to Basics).
  ¿Qué deben esperar quienes asistan a ver a los Rolling Stones el 14 y el 17 de este mes en el Foro Sol? Seguramente lo que el grupo inglés siempre ha ofrecido: el más grande espectáculo de rock sobre la Tierra.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)
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Published on March 08, 2016 20:00

March 7, 2016

Live at Leeds

Si Tommy fue un álbum doble de enormes pretensiones y compleja elaboración, The Who quiso dejar en claro que antes que cualquier cosa era una banda de rock. Por ello sacó Live at Leeds, un disco grabado con toda la fuerza del grupo durante sus actuaciones en concierto.
  A pesar de su corta duración, menor a media hora, se trata de un vinil contundente, seco, rabioso, rocanrolera y blueseramente violento. Desde el crudo inicio de “Young Man Blues”, con un muy corto riff realizado al unísono por la guitarra de Townshend y el bajo de Entwistle, mientras Moon los sigue con un vertiginoso redoble de tambores para detenerse de pronto y permitir la entrada de la voz sola de Daltrey, sabemos que el poderío de los Who está ahí y que permanecerá hasta el final del disco. “Substitute” (que tres lustros después sería retomada por los Sex Pistols), “Summertime Blues” (en una versión más rocanrolera que la original de Eddie Cochran, aunque menos pesada que la de Blue Cheer de 1968), “Shakin’ All Over”, “My Generation” (contundente como siempre) y “Magic Bus” (en claro homenaje a la rítmica de Bo Diddley) son las piezas que no nos dejan apartar el oído de las bocinas y nos convencen de que pocos grupos ha habido como el cuarteto de Shepherd’s Bush para tocar el mejor rock and roll del orbe.

(Reseña que escribí originalmente para el Especial No. 11 de La Mosca en la Pared dedicado a The Who, publicado en marzo de 2008)
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Published on March 07, 2016 20:53

March 5, 2016

¡Che Justo Sierra!

Muy bien. Convengamos que el actual rector de la UNAM, el doctor Enrique Graue, prefiere privilegiar el dialogo antes que utilizar la fuerza para recuperar el auditorio Justo Sierra de la Facultad de Filosofía y Letras, ocupado desde hace más de tres-lustros-tres por grupos embozados y sin identidad definida que han hecho del antiguo foro (¿cómo no recordar las magníficas películas que ahí se proyectaban en los años setenta del siglo pasado, además de los conciertos, las obras de teatro y demás muestras de cultura, ¡ay!, pequeño burguesa) un “centro de narcomenudeo, casa habitación, muladar, fonda, fabrica de bombas caseras” (Gil Gamés dixit).
  ¿Por qué se sigue permitiendo tamaño atentado contra la tan sagrada pero demagógicamente defendida autonomía de la universidad, violada todos los días por esos grupúsculos que justifican diversos delitos bajo el disfraz de “actos políticos y de resistencia”? Por puritito pánico. Pánico de las autoridades a ser llamadas represivas por la Santa Inquisición de lo políticamente correcto -es decir, por ese sector fanático de la opinión pública conocido como el progretariado-, cuando lo único que se haría es devolver el otrora bello teatro a su legítima dueña: la comunidad universitaria.
  Pero está bien. Lo entiendo. No se quiere usar la fuerza así como así para desalojar el recinto. ¿Qué hacer entonces? ¿Nada? ¿Es que resulta en verdad imposible recuperarlo? ¿De plano se dan por vencidos y el Justo Sierra será por siempre una especie de territorio ultra, “autónomo” y fuera de la jurisdicción de la universidad?
  En un afán por ser constructivo, positivo y optimista, se me ocurre que se convoque a un amplio e intensivo plebiscito entre alumnos, maestros y trabajadores de toda la UNAM para saber si desean que el Justo Sierra les sea devuelto. Si la votación resultante es un sí, pues que se conmine a los okupantes a salirse ipso facto. Si no lo aceptan, entonces Rectoría contará con la autoridad moral suficiente, representada por todos los votantes del plebiscito, para, ahora sí, expulsar -sin violencia, se entiende- a los amafiados paracaidistas.
  Es una idea, señor rector Graue. No sé qué le parezca.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)
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Published on March 05, 2016 17:22

March 4, 2016

Tragicomedia mexicana 2

Terminé de leer el tomo dos del ya clásico libro de José Agustín, el cual abarca los periodos presidenciales -o sexenios, para decirlo en mexicano- de Luis Echeverría Álvarez y José López Portillo, es decir, lo que Margarita Michelena denominó como la docena trágica.
  Fueron dos gobiernos que me tocó vivir entre mis 16 y mis 28 años y los recuerdo muy bien. Por tanto, la lectura del libro fue como hacer una relectura de una parte muy importante de mi vida, la que va de finales de 1970 al año 1982. Quienes vivimos esa época del país sabemos lo que es el nacimiento de la gran crisis económica que nos legaron estos dos gobiernos y que hoy seguimos padeciendo y sabemos también -aunque algunos finjan demencia al respecto- que fueron años mucho más difíciles, autoritarios, corruptos y represivos que los que se viven hoy. Sencillamente no hay comparación. México sigue mal, pero no tanto como en aquella etapa de nuestra historia. Hoy gozamos de muchas más libertades y a nivel macro, la economía está bastante mejor (habría que comparar los niveles de inflación actuales, muy pequeños, con los de los últimos años de López Portillo y los primeros de Miguel de la Madrid).
  Leer con sentido crítico la Tragicomedia mexicana de José Agustín (Planeta, 1992) nos permite comparar y apreciar la evolución que ha tenido el país, aunque por supuesto que aún nos falta mucho por lograr. También sirve para estar atentos y no retroceder hacia esos días terribles, tal como veladamente desean algunos reaccionarios con disfraz de mesiánicos izquierdistas, quienes militaban en el PRI justo en ese periodo.
  Una lectura muy ilustrativa.
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Published on March 04, 2016 14:44

March 3, 2016

¿Quién le teme a The Wrecking Crew?

Se les conocía como La Cuadrilla Demoledora, una treintena de extraordinarios  músicos  de sesión que en los años sesenta estuvieron de manera anónima detrás  de  gran cantidad de discos, temas  y canciones de éxito.  Esta es su historia.
Empiezo este artículo con una confesión personal, algo que jamás he contado públicamente: cuando tenía doce años de edad, antes que los Beatles o los Rolling Stones, antes que los Animals o los Beach Boys, mi grupo favorito eran los Monkees.
  Corría el año de 1967 y en la televisión mexicana pasaban mi serie favorita: El show de los Monkees. Yo iba en primero de secundaria y por las tardes me juntaba con mis amigos Alejandro González y Gerardo Aguayo para jugar no a los vaqueros o a las canicas, no al futbol o a policías y ladrones, sino a que éramos (válgame Dios) ¡los Monkees! Con cajas de cartón construimos una batería (los platillos eran de lámina) y con triplay hicimos las guitarras “eléctricas” (las cuerdas eran cordones y obviamente no sonaban), para inaugurarnos como faramallescos hacedores de playback, mientras en un tocadiscos portátil poníamos los discos EP de 45 revoluciones con canciones como “I’m a Believer”, “Mary Mary”, “I Wanna Be Free”, “Last Train to Clarksville”, “Daydream Believer”, “(I’m Not Your) Stepping Stone” y, por supuesto, “El tema de los Monkees”. Yo era Michael Nesmith (gorrita de estambre incluida), Alejandro era David Jones (causante indirecto de que otro David Jones, en Inglaterra, tuviera que cambiar su apellido y rebautizarse como David Bowie) y Gerardo jugaba el papel de Peter Tork. Como no contábamos con un cuarto amigo que nos siguiera el juego, no había quien hiciera de Micky Dolenz, el más pesadito y sangrón, por cierto, del cuarteto angelino (o así me lo parecía).
  Jamás imaginamos en aquellos momentos que los Monkees eran un grupo artificial, hechizo, y que sus integrantes eran tan falsos intérpretes como nosotros, ya que los instrumentos que sonaban en sus canciones los tocaban otros músicos, músicos de verdad, con una gran preparación y un enorme talento; músicos de estudio de la ciudad de Los Angeles que se conocían entre ellos como The Wrecking Crew… y es aquí que comienza otra historia.
  The Wrecking Crew (algo así como La Cuadrilla Demoledora) fue un equipo de más de treinta músicos, quienes fueron arribando a L.A. desde principios de la década de los sesenta, cada uno por su lado, y que con la irrupción del rocanrol, empezaron a ocupar los lugares de los viejos session players de los cuarenta y los cincuenta, quienes se negaban a tocar “esa nueva música infernal”.
  Poco a poco se fueron conociendo entre ellos y lograron tal conjunción y tal calidad instrumental que una gran cantidad de intérpretes comenzó a llamarlos para grabar sus discos. No sólo eso. También los estudios de cine y televisión los buscaron para que tocaran en las bandas sonoras de muchísimas películas y emisiones televisivas de la época (¿recuerda usted los temas musicales de series como Batman, La Pantera Rosa, Misión Imposible o Bonanza? Fueron los miembros de The Wrecking Crew quienes los grabaron).
  ¿De dónde habían salido tan peculiares y desenfadados instrumentistas? De todas partes. De Nueva York, Nashville, Memphis, Chicago. Todos confluyeron en California y constituyeron un gran combo que a veces era de cinco o seis músicos y a veces de casi cuarenta, según las necesidades de la sesión. Grabaron para Frank Sinatra, Elvis Presley, The Righteous Brothers, Jan and Dean, Johnny Rivers, Nat King Cole, Petula Clark, Ricky Nelson, The Mamas and the Papas, The Byrds, Sonny & Cher, Nancy Sinatra, The Association, The Grassroots, The 5th Dimension, The Carpenters, John Denver, Barbra Streisand, Captain & Tennille, Barry McGuire, Neil Diamond, Tommy Roe, The Partridge Family, The Raiders, los Union Gap, Simon & Garfunkel, Ike & Tina Turner y un larguísimo etcétera, que incluyó –como ya vimos– a los Monkees y también a los Beach Boys.
  Estos fueron un capítulo aparte. Ese gran clásico de la historia del rock que es el álbum Pet Sounds, de 1966, fue enteramente tocado en la parte instrumental por músicos de The Wrecking Crew, quienes se pusieron a las órdenes de Brian Wilson, mientras el resto de los Beach Boys andaba de gira por el Lejano Oriente. Con ellos, el genio creativo de Wilson pudo dar rienda suelta a su inventiva y a todos esos sonidos que tenía en la cabeza y que aquellos músicos de sesión lograron traducir en espléndidas interpretaciones, algo que jamás hubiese conseguido con sus compañeros de grupo. La mismísima e inconmensurable “Good Vibrations” (que no viene en el Pet Sounds sino que aparecería como sencillo) fue grabada por ellos, en sesiones que duraron varios días, para que Wilson y los suyos sólo pusieron las voces más tarde.
  Varios de los integrantes de la cuadrilla también formaron parte de la legendaria pared de sonido creada por el productor Phil Spector para grupos femeninos como las Crystals y las Ronettes o para proyectos como The Righteous Brothers.
  ¿Canciones famosas con The Wrecking Crew detrás? Son cientos, he aquí sólo algunas: “Strangers in the Night”, “The Beat Goes On”, “Unchained Melody”,  “You’ve Lost That Lovin’ Feelin’”, “These Boots Are Made for Walkin’”, “Whipped Cream”, “Be My Baby”, “Mr. Tambourine Man”, “Never My Love”, “San Francisco (Be Sure to Wear Some Flowers in Your Hair)”, “Eve of Destruction”, “Woman, Woman”, “Young Girl”, “Wichita Lineman”, “Galveston”, “Aquarius/Let the Sunshine In”, “Dizzy”, “Indian Reservation”, “I Am a Rock”, “Bridge Over Troubled Water”,  “Midnight Confessions”, “(They Long to Be) Close to You”, “Monday Monday”, “California Dreamin’”, “Love Will Keep Us Together” y muchas más que resultaron grandes éxitos en las estaciones de la radio en amplitud modulada (AM) de la época y que ayudaron a dar forma al clásico sonido de la Costa Oeste.
  De aquellos músicos fantasmales de La Cuadrilla Demoledora, algunos lograron popularidad más tarde, como Leon Russell, Herp Albert, Jim Gordon, Jim Keltner, Joe Porcaro y Glen Campbell, mientras que otros permanecieron en el ostracismo a pesar de su enorme talento. Tal es el caso de Tommy Tedesco, Hal Blaine, Earl Palmer, Larry Knetchel y la única mujer del gran combo: la extraordinaria bajista y guitarrista Carol Kaye, todo un personaje que merecería un artículo completo (cuando le presentaron la versión en crudo de “The Beat Goes On”, Kaye la escuchó y exclamó: “¡Creo que tendremos que sacar un conejo de este sombrero!” y al poco rato creó el famosísimo riff de bajo que hoy todos conocemos en esa pieza que en México fue rebautizada por la radio –¡horror de horrores! – como “El ballet hippie”).
  En Netflix puede verse el estupendo documental The Wrecking Crew (2014), dirigido por Denny Tedesco –hijo del virtuoso guitarrista Tommy Tedesco–, y ahí es posible apreciar a plenitud la importancia de estos singulares músicos que en 2007 ingresaron con toda justicia al Salón de la Fama del Rock. Se lo recomiendo ampliamente. Se va a sorprender al descubrir su presencia en tantas canciones que usted ya conoce y no sabía quiénes las tocaban en realidad.
 
(Publicado hoy en la sección "El ángel exterminador" de Milenio Diario)
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Published on March 03, 2016 20:27

March 2, 2016

Led Zeppelin III

Led Zeppelin trató de cambiar la dinámica con la cual había producido su segundo disco, hecho prácticamente al vapor –lo que no le restó genialidad–, y buscó tener más tiempo y mayor tranquilidad para escribir, preparar, arreglar, grabar y postproducir los temas. Además, el énfasis fue mayor hacia lo acústico y lo melódico, sin dejar de lado la explosividad de las piezas duras.
  Con influencias notorias del folk británico, Led Zeppelin III (Atlantic, 1970) fue una obra incomprendida en su momento, pero revaluada con creces gracias a la perspectiva que da el tiempo. Así, lo que en 1970 se juzgó como un álbum débil y hasta intrascendente, hoy puede ser visto como una joya plena de belleza y profundidad. Composiciones como la tradicional “Gallows Pole”, con su intenso crescendo, la hermosa “Tangerine” o la tierna “That’s the Way”, son muestras claras de los nuevos horizontes buscados por el cuarteto, en especial por Jimmy Page y Robert Plant, mientras que la fuerza eléctrica seguía con temas como la intensa “Immigrant Song”, la rítmica “Celebration Day”, la potente “Out on the Tiles” y, sobre todo, ese intenso blues lento en tonalidad menor que es “Since I’ve Been Loving You”, canción de amor desgarrado y reclamante (“Working from seven to eleven every night/ It really makes life a drag/ I don't think that's right/ I've really been the best of fools/ I did what I could/ 'cause I love you, baby…/ But baby, since I've been loving you/ I'm about to lose my worried mind”). Mención aparte merece la portada móvil del disco, idea de Page que el diseñador encargado no logró del todo pero que de cualquier modo fue una novedad en esos días.

(Reseña que escribí para el especial de La Mosca No. 6, dedicado a Led Zeppelin y aparecido en noviembre de 2003)
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Published on March 02, 2016 21:26

March 1, 2016

Dos maravillosas veteranas

Una cosa las hermana, a pesar de ser tan diferentes. Una cosa tan fundamental y trascendente como la música de raíces. En el caso de una de ellas, el folk y el country. En el caso de la otra, el soul y el gospel. En el caso de ambas, el blues, el bendito blues.
  Hablo de Bonnie Raitt y Mavis Staples, dos veteranas y casi me atrevería a decir venerables cantantes estadounidenses, la una blanca, la otra negra, pero con un alma musical muy parecida. Cada una acaba de poner en circulación un disco y ambos son verdaderamente buenos.
  Dig in Deep (Redwing, 2016), el vigésimo álbum en estudio de Raitt, es una especie de recuento de los estilos que a lo largo de su ya muy larga carrera (su primer disco, el homónimo Bonnie Raitt, data de 1971) ha interpretado esta californiana nacida en 1949. Ahí están la finura habitual, la sensibilidad al cantar y tocar la guitarra slide, el apoyo de sus músicos de siempre y la perfecta elección de las canciones. Temas como “Unintended Consequenece of Love”, “What You’re Doin’ to Me”, “Gypsy in Me”, “The Ones We Couldn’t Be” y un cover estupendo de “Need You Tonight” de INXS son muestras claras de que el talento de la gran Bonnie permanece intacto.
  Por otro lado, Mavis Staples regresa con un plato excepcional: Living in a High Note (Anti, 2016), producido nada menos que por M. Ward (sus anteriores e igualmente buenos You Are Not Alone de 2010 y One True Vine de 2013 estuvieron bajo la batuta de Jeff Tweedy, líder de Wilco).
  Se trata de una obra llena de belleza, alegría y garra, en la que la cantante de Chicago (donde nació en 1939) hace gala de su profunda voz para interpretar composiciones de diferentes autores -Neko Case (“History, Now”), Valerie June (“High Note”), Ben Harper (“Love and Trust”) y hasta Nick Cave (“Jesus Lay Down Beside Me”), entre otros-, quienes le mandaron temas originales y exclusivas para este disco, lo cual dio como resultado una maravillosa colección de canciones.
  No deja de ser estimulante que cuando la música popular vive una crisis de identidad, estas dos mujeres nos regalen dos álbumes tan buenos y tan auténticos.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario).
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Published on March 01, 2016 19:31

February 29, 2016

Sumisión

Terminé de leer la más reciente novela de Michel Houellebecq, esa misma que ha causado tanta sensación en Francia y en muchas partes del mundo y debo decir que me gustó mucho. No es quizá tan buena como imaginaba, pero sí resulta muy interesante, amena, entretenida y muy bien escrita. Es el primer libro que leo de Houellebecq y me dieron ganas de leer otros de sus trabajos anteriores.
  La trama es de política ficción y se sitúa en 2022, cuando un partido islámico logra ganar las elecciones francesas y llega a la presidencia un musulmán, quien con el apoyo financiero de países como Arabia comienza a realizar grandes cambios en la república gala. Este es el entorno en el que vemos la vida de un catedrático universitario de literatura, especializado en la obra de Huysmans, quien observa con pasividad y azoro los cambios que se dan en el país, pero también en su entorno profesional, íntimo y sentimental.
  Hay una ironía subyacente a lo largo de la novela y pasajes memorables, como la conversación que sostiene el personaje principal con un alto funcionario de educación, quien se ha convertido al Islam y explica sus ideas religiosas y metafísicas bajo la nueva visión mística que ahora tiene.
  Vale mucho la pena leer Sumisión (Anagrama, 2015) y reflexionar sobre las posibilidades, no del todo lejanas o imposibles, de que algo como lo que plantea se convierta en realidad.
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Published on February 29, 2016 18:00

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