Eusebio Ruvalcaba's Blog, page 6
November 27, 2015
Texto de Eusebio Ruvalcaba que será leído en la presenta...

Texto de Eusebio Ruvalcaba que será leído en la presentación del cd.
¿Qué me deja entrever este disco que nos convoca esta noche?
Me deja entrever la cristalización de la música que mi padre, don Higinio Ruvalcaba, un artista tan genial como modesto —que nunca perdió el tiempo en autopromoverse—, dejó en el baúl de sus partituras. Cuando menos parte de esa música, que entre otras cosas comprende la transcripción para violín y piano de los Caprichos para violín solo de Paganini. Una hazaña virtuosística para los entendidos en el arte del violín.
Me deja entrever la voluntad, el tesón, el entusiasmo de la maestra Irina Shishkina por acometer la empresa de este disco. Por darlo a conocer sin contar con apoyo oficial alguno. Por recuperar la grabación que en 2005 se llevó a cabo con el maestro violinista Dmitri Zemtsov, en aquella celebración del centenario de mi padre. Y que es la música que contiene este CD. Por lo que es un volumen testimonial, histórico.
Me deja entrever la participación entusiasta del maestro Sergei Gorbenko, que gentilmente puso su arte violinístico al servicio del concierto de esta noche, así como de los señores Carlos Sales y Alfredo Antúnez, que en forma altruista, desinteresada y generosa apoyaron la realización de este sueño de los amantes de la música en general, y de los seguidores de don Higinio Ruvalcaba en particular.
Pero me deja entrever otras cosas.
Lo mismo el talento violinístico de mi hijo León Ricardo, que pondero y valoro, así como la originalidad. Me explico. Es bien sabido que la abundancia de grabaciones ha saturado la oferta musical. En los tiempos que corren todo es por miles. Y de pronto por cientos de miles. Es de imaginarse la multiplicidad de versiones que existe de los conciertos, de las sinfonías, de la música para piano… etc., etc., etc. Así las cosas. Hoy por hoy no hay modo de conseguir otra versión de este disco que bien visto es el personaje protagónico de esta noche. Es única. Lo cual la hace inestimable. Un privilegio para unos cuantos cultivados.
Asimismo, la aparición de este CD y que se haya presentado en esta sala que lleva el nombre de la maestra Angélica Morales, me hace pensar en otra cosa. Como si el disco viniera subrayado de evocaciones que colman el espíritu. Les cuento. Yo era muy pequeño. Vivíamos en el número 93 de las calles de Miguel Ángel, en Mixcoac. El 11 de enero, cumpleaños de mi padre, numerosos músicos acudían a casa a externarle su cariño y respeto. Aquella vez se presentó con idéntico cometido la maestra Angélica Morales —sin duda la pianista mexicana más talentosa. En las manos le llevaba a mi padre un regalo tan inusitado como invisible, que sólo ella le habría podido dar: la sonata Hammerklavier de Beethoven. Yo no tendría ni tres años, y me quedé dormido en mi corral mientras la maestra Angélica Morales la tocaba.
En fin. Son recuerdos que apuntalan el corazón, y que por esa razón me permito externar.
Muchas gracias.


November 24, 2015
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Presentación
November 17, 2015
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La música de las sirenas
En la ciudad de México, la mús...
La música de las sirenas
En la ciudad de México, la música está en la ebullición misma de sus calles. Y es la mejor música. La que los mexicanos están impuestos a escuchar desde su niñez. La que los púberes acostumbran oír desde que van con sus padres a los paseos dominicales. La que escuchan las amas de casa cuando emprenden la faena doméstica. La música del claxon. La música del celular que anuncia la llamada. La música del afilador. La música de la tortillería.
La música de la llorona. Que es la voz de aquella mujer que a gritos pide desde un camión de redilas objetos para la venta: colchones, camas, hornos de microondas, televisores, y todo lo que ande por ahí: inservible o en ruinas.
La música del organillero. Allí está. Es la música que emana de ese viejo instrumento, que cada día está a punto de desaparecer. Lo toca un hombre —o más que tocarlo, lo hace sonar— moviendo una manivela, mientras otro pide dinero, a veces no tan discretamente. Le da vueltas y vueltas a la manivela —que en más de uno provoca envidia—, y la música puebla el ámbito en torno. Alrededor suyo, melodías que forman parte de la sangre melódica de la ciudad de México, escurren dulcemente por los oídos del escucha casual. Piezas como “Cielito lindo”, “Chapultepec”, “Las golondrinas”, ponen chinita la piel. Allí está aquel hombre, y aquel instrumento —que luce hermoso y gallardo en medio de la algarabía urbana.
La música de los afiladores suele crispar los nervios de los más ecuánimes. De los que no resisten el embate de los sonidos chirriantes. Es uno de los sonidos más cautivadores de la sinfonía urbana. Las tijeras y los cuchillos se forman para someterse a la prueba de fuego. Tan les duele la prueba, que sacan chispas cuando el afilador roza su filo en la piedra pomez.
La música de las tortillerías huele a comida y despierta el hambre. Hay quien pone su oído al servicio de su instinto, y en menos que lo piensa ya está en la cola de las tortillas esperando su turno para comer una tortilla con sal. Es decir, para devorar un taco de sal. Cuántas veces el tortillero no regala ese manjar. Y no es para menos. Observar el rostro del antojadizo transeúnte le mueve el corazón.
La música del tamalero. Otro canto que va dirigido a los comensales de buen apetito. Ya es de noche, aquel hombre trabajador se dirige a su casa, y aun así el pregón le hinca el diente. Verdes o rojos, de rajas o dulces, con carne de pollo o de cerdo, porta en el alma aquellos sabores. Esos tamales que su padre llevaba en las manos luego de haber remontado una ardua jornada de trabajo. Y que para los niños significaba sentirse queridos.
La música de las sirenas. Fuera de los bomberos o de las ambulancias, las sirenas se abrían paso en la fantasía de quienes las escuchaban. Sobre todo en el caso de los niños. ¿Irían los bomberos a apagar un incendio? ¿Iría la ambulancia a recoger a un atropellado que apenas conservaba un mínimo de energía para inhalar y exhalar un tenue respiro? ¡Cómo no podía viajar en la cabina del camón! ¡Cómo no podía ser copiloto del chofer de la ambulancia! Bueno, al día siguiente leería el periódico que su padre acostumbraba traer a casa. Noche tras noche.
La música de la chicharra. Es la música que apenas los niños escuchan, salen corriendo al recreo. Como cualquier música, como aquellos acordes de Beethoven, es la música que el corazón oye y que a partir de ahí se borra todo entendimiento. Y ya no hay más que travesura. Es la música que está muy adentro del alma de los hombres, y que la mayoría no vuelven a escuchar jamás. Si la música compitiera por la medalla de la tristeza, ésta se llevaría el premio mayor.


November 9, 2015
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Servicio de taxis
Desde que le hacía la parada a un tax...
Servicio de taxis
Desde que le hacía la parada a un taxi, comenzaba a relamerse los labios. Apenas se subía, miraba al taxista sin despegarle los ojos. Si era viejo o feo, en la siguiente esquina le ordenaba que se detuviera. Y furioso abandonaba el vehículo. Una vez tras otra podía repetir la prueba, hasta que se sentía satisfecho. A partir de ahí sobrevenía el Andrés simpático y carismático.
Qué hábil era para entablar conversación. No había quien se le resistiera. Menos un taxista. Hablaba, preguntaba, inquiría. Que si había tenido una buena jornada de trabajo, que si el tráfico estaba resultando demasiado arduo, que si no se le había descompuesto el auto… Inmediatamente se presentaba. Decía su nombre y su profesión. El taxista respondía con una sonrisa forzada.
Por fin llegaba a su destino. La casa de él. Es decir, su departamento. Pues vivía en el tercer piso de un edificio elegante. A todas luces, de renta y mantenimiento elevados.
Entonces escurrían de sus labios aquellas palabras que sopesaba en el alma: “¿No gusta una copa? Permítame invitársela. Tengo lo que se le ocurra —¿lo puedo tutear?—: tequila, mezcal, vodka, whisky, mezcal… La verdad lo que se te antoje. ¿Qué son cinco minutos?”.
De cada diez taxistas, uno accedía. Cuando decían bueno, una es ninguna, Andrés se ruborizaba. ¡Un hombre en su casa! Caminaba de puntitas hasta la puerta de su departamento. Siempre delante del taxista, como para que su trasero pudiera ser admirado. Abría la puerta, y le hacía el gesto al taxista de que finalmente podía pasar.
De ahí en adelante todo era cortesía y sonrisa edulcorada. Le indicaba que se sentara en el sillón más cómodo de su sala de piel, y en el acto ponía música. Generalmente Enya o Celine Dion. ¿Y qué bebida se le antoja? O: ¿Y qué bebida se te antoja? El taxista se le quedaba mirando absorto. Asombrado de tanta atención. Pedía su trago. Y Andrés lo atendía de inmediato.
—Espérame un segundo —suplicaba, y en efecto se desaparecía unos cuantos minutos. Salía transformado de su habitación. Vestido de bata y pantuflas. Sin más prenda. Corría hasta su pequeño bar, se servía su trago —generalmente un etiqueta negra—, y se sentaba enfrente del taxista. Con las piernas cruzadas.
Ahora más que nunca se esmeraba en su simpatía. Hablaba con gran desparpajo de cualquier tema. Pero por dentro se burlaba de su interlocutor. Sabía que lo estaba deslumbrando. Como una serpiente a su víctima. Y que realmente se necesitaba de muy poco para deslumbrar a un hombre ignorante. Aunque calculaba con exactitud geométrica hasta dónde era posible llegar. Para no provocar la ira de aquel hombre. Peligroso, sin lugar a dudas


November 7, 2015
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12:30 HRS.
La tengo incrustada en la mente.
Su nariz re...
12:30 HRS.
La tengo incrustada en la mente.
Su nariz respingada —sobre todo cuando me regañaba—,
sus ojitos verdes,
su olor, tan fuerte como un verso de César Vallejo.
Su voz —pero no aquella voz del insulto—,
sus muslos,
sus nalgas y su trasero —aunque he conocido mejores.
Pero también tengo en mente
las veces que me engañó.
Las ocasiones que se acostó con otro
—léase Oaxaca, léase colonia Roma.
Mucha gente me aconsejó que la dejara.
Que su nombre significaba sufrimiento y congoja.
Seguramente.
La veo caminar hacia mí,
con su falda entreabierta hasta el muslo
y entonces reconozco que hicimos lo correcto.
Cuánto gocé esos momentos en que yo sabía
que estaba en los brazos de otro.
Es el modo de medir las cosas.
Sin cursilerías ni falsos dramatismos.
Está cogiendo y está chingón.
Yo me estoy masturbando
nomás de imaginármela.
Ahora mismo.
Soy un simple mortal.


October 26, 2015
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UNOS CUANTOS POEMAS Y UNA PROSA
Los poemas
Mi retrato e...
UNOS CUANTOS POEMAS Y UNA PROSA
Los poemas
Mi retrato está rodeado
de insectos
aplastados.
Aplastados como una cucaracha.
Nada importa la maestría que le inoculó
Enrique Ramírez.
Menos aún su paciencia
o su estrategia
al emprender el trabajo.
Los insectos dicen no
y se acabó.
Pero yo no tengo por qué estar de acuerdo
con su opinión.
&
Con cada hombre que me topo
en el camino
sé si es huérfano de padre
o de madre
con sólo mirar sus ojos.
Así sea cosa de segundos.
El huérfano de padre
clama el amor varonil
que le permite a un hombre
dar la vida por otro.
El huérfano de madre
pide un poco de comprensión
para su corazón desvalido.
&
Sólo las nenas son prolíficas.
Los poetas perros dosifican sus poemas.
Se dan a desear.
Valoran cada letra, cada línea,
cada estrofa.
Hay que mantenerse alejado
de los poetas nenas.
En la colonia Condesa
abundan los poetas nenas.
En el Reclusorio Norte
hay que exprimir la poesía.
Cada poeta es una naranja.
Alguien cuyo jugo
se agota cuando de aquella naranja
escurre el bagazo.
&
Cuando un poeta comienza a escribir
acaba su vida literaria.
No tiene más que mirarse al espejo.
&
¿Nunca has tenido ganas de destruir
todo?
De llamar a las cosas por su nombre.
Sobre todo de agarrar a martillazos
el espejo
que cuelga en tu recámara.
Ése que refleja al peor Eusebio.
Ése Eucario Eusebio que se acaba de despertar
más crudo
que una rata de alcantarilla.
¿No has tenido ganas de partir en dos
tus poemas,
tus libros maravillosos,
tus huellas bastardas?
Sí has tenido esas ganas.
Pero no te atreves.
Puto.
&
¿La puedo tocar?
Le pregunté a la mesera
cuando descubrí una cinta adhesiva
en su frente.
No, me respondió.
Porque mi marido me dio un golpe
con su cinturón.
Y es muy celoso.
Pero si quiere, puede besarla.
&
¿No te importa llevarme dos centímetros?
O más, con tus zapatos de tacón.
O más, parada de puntitas.
Con dos centímetros de diferencia
queda tu cuello a la altura
de mis labios.
Mi verga a la altura de tus muslos.
Para mí, esos dos centímetros son ganancia.
Cuando caminamos por la calle,
se les hace agua la boca a los hombres.
Se imaginan
con toda razón
que no les va a costar ningún trabajo
arrebatarte de mi lado.
¿Y si mejor me llevas tres…
o cuatro…
o seis…?
La prosa
En el tramo de lo que este mes de octubre lleva a cuestas, le he organizado a Silvestre Revueltas seis homenajes. Pues el 4 de octubre se cumplieron 75 años de su aniversario luctuoso. Fue razón prudente para acometer esta empresa.
Los recintos donde se llevaron a cabo los homenajes fueron los siguientes: mi estudio, el auditorio Julián Carrillo (en San Luis Potosí), la Feria del Libro (en Durango), el Centro Cultural Elena Garro, la Feria del Libro del Zócalo de la Ciudad de México, y la Feria del Libro del Instituto Politécnico Nacional. Quedé a mano.


October 15, 2015
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Los 43 y la Condesa
Desayuno lo de rigor: un plátano, u...
Los 43 y la Condesa
Desayuno lo de rigor: un plátano, un jitomate, un huevo cocido y un café con leche. En la tarde tengo que presentar la antología de los 43 en la Casa del Tiempo de la San Miguel Chapultepec. A las 6 en punto. Ha habido alrededor de 20 presentaciones. Excepto a ésta, me he negado a asistir a cualquiera otra. Porque odio los reflectores. Y menos a propósito de este libro, que es sagrado. Esta vez iré porque el maestro Enrique González Rojo Arthur estará en la mesa. Es lo menos que puedo hacer, acompañarlo.
Leo, escribo y calculo el tiempo para llegar a la hora citada. Tomo el camión y me bajo en la avenida Mazatlán esquina con Michoacán. Como yo viví mi niñez en la avenida Mazatlán, el rumbo me resulta tan familiar como la palma de mi mano. Esas calles las recorría de niño rumbo a la primaria Alfonso Herrera, que estaba en Juan de la Barrera casi esquina con Atlixco. Y más tarde rumbo a la secundaria 32, que se ubicaba en la avenida Nuevo León. La decoración de las calles ha cambiado horrores. Observo un edificio en la avenida Campeche, donde vivía un amigo de la primaria. Me detengo ante una casa en las calles de Cuernavaca, donde vivía un amigo de la secundaria. Tengo ganas de entrar a la librería Rosario Castellanos. Pero me arrepiento enseguida. Ahí estuvo un cine de nombre Lido, donde solía llevar una criada a fajar. Mientras le metía la mano, le leía los subtítulos porque era analfabeta.
Prosigo mis pasos. De pronto estoy ante el Seps. Un fósil. Ha de tener 50 años. Sobre Tamaulipas. El alud de recuerdos parece jalarme de la mano. Entro. Ocupo la misma mesa que siempre he ocupado. Me miro al lado de mujeres de ojos azules, ¿o verdes?: Teresa, Angélica, Margarita, Mariana. Con Angélica vivía yo enfrente, en un modesto edificio junto a una farmacia. Las vivencias se agolpan. Besando a una. Besando a otra. Acariciando a una. Acariciando a otra. Ordeno mi whisky. Ravioles y codornices. Cuando miro la cuenta me voy para atrás. Dejo una exigua propina y me largo de ahí. Lo último que soporto en un mesero es la petulancia.
Entro al Centenario. Cantina impertérrita. De las primeras cantinas que conocí en mi vida. Alí Chumacero me guiaba. Caminábamos desde la San Miguel Chapultepec. Pido Stalishnaya. Con tehuacán y limón. Sin cascarita. Pido otro. Ya pronto será la hora de la presentación.
Me dirijo hacia la Casa del Tiempo.
En la mesa vamos a estar el joven activista Luis Fernando Borja Hernández, autor del prólogo, joven tan inteligente como arrojado. Enrique González Rojo Arthur; Jorge Arturo Borja, maestro y escritor, y yo.
Estas fueron mis palabras:
Buenas noches, señoras y señores, jóvenes:
Procuraré hablar con claridad. Antes que nada, me honra estar sentado a la vera del maestro Enrique González Rojo Arthur. Hombre integérrimo. A quien respeto, quiero y admiro.
Bien.
Para empezar, explicaré mi participación en esta antología. Carezco de autoridad moral para figurar en un libro como éstos. Porque si alguien se ha mantenido al margen de los conflictos sociales, ése soy yo. No voy a marchas, no cargo pancartas, no firmo desplegados.
Pero una cosa es no tener conciencia política y otra permanecer indiferente ante las atrocidades que sufre este México cada vez más golpeado.
En su profunda vastedad, la música me ha enseñado a valorar el dolor. Por los caminos de la belleza me ha conducido hasta el dolor. Identifico el dolor, lo olfateo, lo distingo.
El dolor precisamente decidió que yo acometiera la empresa de esta antología. La violencia, el crimen, la injusticia, la inequidad, es el pan de todos los días de los mexicanos. Y eso lastima.
Aunque yo mismo no sea activista ni político tengo derecho a hablar del dolor de los jóvenes normalistas, del dolor de sus padres, porque me duele en el alma.
Ese sentido le encuentro también al acto de escribir. A través de la palabra escrita es posible tocar la esencia de un hombre, y decir lo que se siente y se piensa. El enorme Marco Aurelio —a quien hay que tener cerca— escribió: “Una sola cosa merece aquí la pena: pasar la vida en compañía de la verdad y la justicia”. Ese principio anima esta antología.
Agradezco —es el momento de hacerlo, de gritarlo, pues no he ido a ninguna de las múltiples presentaciones que se han llevado al cabo de la antología de los 43—, agradezco la participación de todos los autores incluidos. En particular, la del maestro Jorge Borja. Sin su entusiasmo, sin su profesionalismo, me atrevería a decir que este libro no existiría. Este libro, cuya lectura no puedo emprender porque me ganan las lágrimas.
Gracias por su paciencia.
Eusebio Ruvalcaba


October 11, 2015
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DE CÓMO LA SUCIEDAD TE PUEDE LLEVAR AL EROTISMO
Tengo u...
DE CÓMO LA SUCIEDAD TE PUEDE LLEVAR AL EROTISMO
Tengo un montón de servilletas blancas.
Todas corrientes, mugrosas. Arrugadas.
Algunas me las he robado.
Otras no sé cómo llegaron a mis manos.
Hace mucho que me dejó de interesar la limpieza.
Yo mismo soy un desastre.
Mi pantalón está manchado.
Me lo dijo Victoria, bellísima dama.
La encargada de la lavandería.
No se le va a quitar la mancha a su pantalón,
don Eusebio.
Me da igual. Sólo quería que de su boca
escurrieran esas dos palabras:
“Don Eusebio”.
JORGE RISI
Mi amigo Jorge Risi, violinista supremo,
vive en Coyoacán.
A unos pasos del Centro Cultural Elena Garro.
Donde los lunes imparto mi curso de apreciación musical.
Meto dos libros de mi autoría en un sobre,
y le encargo a Marisol que toque y se los dé a quien abra.
Lo hace. Y para agradecérselo la invito a beber.
El trago fluye de la mesa a la garganta.
Los libros son infumables.
Tan corrientes como dos cigarros de aquella marca Alitas:
Amigos casi sólo de Brahms, se llama uno.
Embajadores de la música, se llama otro.
Me sumerjo entonces en una problemática boba.
¿Por qué escribo tanto sobre música?
Un libro tras otro. ¿Cuándo me estaré en paz?
Lo ignoro. Cambiaría todo lo que he escrito
por una sola nota de violín.
Que pudiera tocar con el alma misma.
Simple y llanamente que pudiera tocar.
Le comento esto a Marisol y las lágrimas
surcan su rostro.
LA MANZANA
Hay una fruta que se oxida más rápido que la manzana: mi alma.
Mi alma no cree en nada más ni en nadie.
Se le resbalan las páginas que leo de los Proverbios,
de los Salmos, del Eclesiastés, del Cantar de los Cantares,
de las Plegarias de Stevenson, de las líneas de Marco Aurelio.
Quizá se encuentre unos oídos dispuestos a escucharla.
Otra alma atenta y desvalida.
Como el alma que suele habitar el corazón de una mujer.
Quizá esa alma esté cerca.
Mi alma está podrida.
UNA GOTA DE MELANCOLÍA
Para Enrique Ramírez
Que te lleve la chingada es un triunfo.
Porque una vez que te sumerges en el pantano
de la chingada
se acabaron las preocupaciones.
La bocanada de la libertad te colma.
Ya no tienes que angustiarte.
Te ganaste el desdén, el desprecio.
A partir de ese momento
quien te mire a los ojos descubrirá
un brillo de melancolía.
UN VODKA
Para Eduardo Rivera
Por favor, un vodka con tehuacán, limón y sin cascarita.
No sabes pedir otra cosa.
Porque el vodka te levanta.
Vuelca en ti un resabio de vida.
Cuando te preguntan qué vodka deseas
respondes tu frase maestra: del más barato.
EL EDREDÓN
Llevé a lavar mi edredón.
Cuando menos tenía ocho meses de mugrosidad.
Manchas de menstruación, de orines. Sudor.
Sobre todo porque es blanco.
Lo cargué y lo doblé.
Al instante vino el olor de ella
—cuyo nombre no me atrevo a escribir,
sólo a pensar.
Y sació mi espíritu.
La vi juguetear encima de mí.
La vi poner sus tetas en mi boca.
La vi derramar el tequila de labios a labios.
Llegué a la lavandería.
Ciento cuarenta pesos el servicio.
Dejé el edredón.
Y me di media vuelta.
Adiós recuerdos.


October 10, 2015
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15 AFORISMOS SOBRE MUJERES HERMOSAS
1) Hay cosas peores...
15 AFORISMOS SOBRE MUJERES HERMOSAS
1) Hay cosas peores que estar casado con una mujer hermosa.
2) Hay cosas peores que estar divorciado de una mujer hermosa.
3) La venganza de la mujer hermosa es la sumisión.
4) La mujer hermosa exige mucho —más que cualquier mujer—, y entre más consigue, menos da.
5) En la medida que una mujer es hermosa, te somete. Porque todos los mortales —en la medida que su entendimiento se los permite— aspiramos a la belleza. No a ser bellos, sino a proteger la belleza en nuestras manos. Hasta la muerte misma.
6) Hay que mantener alejadas a las mujeres hermosas.
7) Ninguna —pero ninguna— mujer bella se aproxima al hombre sin dinero. Para la mujer hermosa: sensibilidad, cultura, talento son indiferentes. Poco menos que nada. Menos aún la simpatía. Lo cual sólo les interesa a los mediocres. Afirman mientras se chupan una paleta. Y miran a su próxima mascota.
8) Si entendemos por mujer hermosa aquella en la que compiten ojos y piernas, senos y sonrisa, cabello y manos, no es difícil descubrirla atrás de ti. O más o menos oculta en tu prosapia. O dándote a oler su sexo en los calzones que guardaste en los bolsillos de tu chamarra.
9) Nada hay más lejano en la vida de un hombre que una mujer hermosa. En primer lugar porque no existen. En segundo, porque de existir provocarían guerras.
10) Una mujer hermosa causa enamoramientos inmediatos. Ojalá provocara desenamoramientos súbitos.
11) Lo peor que se le puede ocurrir a un hombre es llevar una mujer hermosa a una cantina cuando se va a reunir con sus amigos. Aquella mujer mirará sin mirar a todos y cada uno de los convocados. Hasta que se aburra. Hasta que haya dejado a los amigos, ardientes como una sartén ardiendo. En ese momento se levantará, presionará a su novio para que la lleve a casa. Y se dirigirá a la puerta moviendo su culo como una danzarina de Stravinsky. Por cierto, su teléfono lo dejará en la muñeca del más feo.
12) No hay nada más insoportable que oír a una mujer hermosa hablar sin detenerse.
13) A todos los hombres que se enamoran de una mujer hermosa les va mal. A todos los que se casan con una mujer hermosa, les va peor.
14) Las mujeres hermosas siempre están de mal humor. Sobre todo cuando el espejito está nebuloso.
15) Todas las mujeres hermosas —y todas es todas— acusan una sensibilidad exagerada. Como si la belleza les fuera a ser arrebatada. Pues ignoran cómo la belleza llegó a su rostro.
15) Todas las mujeres hermosas —y todas es todas— acusan una sensibilidad exagerada. Como si la belleza les fuera a ser arrebatada. Pues ignoran cómo la belleza llegó a su r


October 5, 2015
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SILVESTRE REVUELTAS (1899-1940)
Ayer, 4 de octubre, le ...
SILVESTRE REVUELTAS (1899-1940)
Ayer, 4 de octubre, le realicé un homenaje en mi estudio a Silvestre Revueltas. Porque precisamete ayer se conmemoró su 75 aniversario luctuoso —hasta donde sé, no se habló oficialmente del aniversario. En fin. En mi estudio, se bebió y se escuchó su música: Sensemayá, Homenaje a García Lorca, Redes, Janitzio, 8 x Radio, La noche de los mayas, Cuauhnáhuac. También leí algunos textos de mi autoría. Como el que sigue:
La música en México tiene un nombre: Silvestre Revueltas. Este gran artista, compositor y violinista, nació en Santiago Papasquiaro, estado de Durango, el 31 de diciembre de 1899. Mucho se ha hablado de la infancia de Silvestre Revueltas. Él mismo, en una copiosa correspondencia y apuntes a los que era muy afecto, narra cómo su madre nació y vivió su juventud en un mineral de Durango, y cómo la sola vista del horizonte allende las montañas la hacía soñar con tener hijos artistas, que pudieran expresar todo lo que ella estaba imposibilitada de ver y conocer.
El padre de Silvestre fue, además de modesto comerciante, un hombre preocupado en suma por el futuro de sus hijos. Poeta de corazón y amigo de la naturaleza, poseído de un fino y lúcido sentido de la vida, decidió impulsar la formación musical de su hijo, cuando descubrió en él un talento excepcional. Se dice que una ocasión en que Silvestre escuchó por vez primera la música en vivo —tenía tres años y presenció la interpretaciónn de una serenata de pueblo— tuvo tal impresión que se quedó bizco por cuatro días. Y no sólo eso, pues hizo de una enorme tina de baño su juguete preferido: un tambor al que se puso a golpear hasta imitar, en su imaginación infantil, los sonidos de los instrumentos que había escuchado, y en el que improvisó sus primeras melodías.
Silvestre Revueltas inició sus estudios musicales a los seis años, bajo la tutela del maestro Francisco Ramírez. Pronto se manifestó su espíritu de líder, cuando al poco tiempo formó una pequeña banda infantil, de la que se autonombró director. Cada vez con más énfasis continuó sus estudios, aprendiendo de un solo golpe lo que a sus compañeros les llevaba tiempo y sesudas lecciones. Así, a los 11 años hizo su debut en el Teatro Degollado de Guadalajara. Desde luego, el padre compró todos los periódicos que mencionaban a su hijo. Es de imaginar su satisfacción —o la “dulce recompensa”, como decía Silvestre—, en virtud de que había puesto toda su ilusión en el concierto del niño, al grado de que, haciendo numerosos sacrificios, le compró un traje nuevo.
Sin embargo, y por las dificultades que conlleva la carrera de un virtuoso, el padre obligó al recién estrenado violinista a estudiar desde aritmética y geometría hasta teneduría de libros, y trabajar en tiendas de abarrotes y de ropa, de donde los patrones lo corrían con frecuencia, ya que, a más de soñador, Revueltas tomaba pasteles o dinero para golosinas, que eran su debilidad.
En 1913, y tras convencer a sus padres de que le permitieran viajar a México, de que él se procuraría su manutención —que le valió pasar toda suerte de hambres y penurias—, Silvestre Revueltas fue inscrito en el Conservatorio Nacional de Música, en la cátedra del maestro José Rocabruna —violinista español radicado en México— y en la de Rafael J. Tello —que impartía composición. Soñaba Revueltas, entonces, con ser un gran compositor, y que de su pluma brotaban sonidos que nadie jamás había escuchado y que estremecerían al mundo. En una carta a su madre, precisa: “Muchas veces, al caer de estas tardes invernales, me voy a Chapultepec. Y bajo el cielo nublado me pongo a soñar, un sueño de amor y poesía. Y al volver a la realidad y ver mis sueños desbaratados, me dan ganas de llorar, de morirme… Perdóname, mamacita, perdóname, son locuras, locuras que sólo a ustedes comunico, porque sólo ustedes me comprenden; los demás se reirían”.
Una vez concluidos sus estudios en el Conservatorio, Revueltas se traslada a Estados Unidos, donde vivirá situaciones que templarán su carácter y forjarán su destino; son situaciones relacionadas con el amor, la música y la ideología.
Es el año de 1917, y luego de un periodo en Austin, Texas, se inscribe en el Chicago Musical College, donde recibirá clases de Félix Borowsky. Aún no ha cumplido 20 años y se enamora perdidamente de July, una cantante de profesión, a quien la soledad parecía seguir como una sombra. Revueltas encuentra en ella la perfección hecha mujer. Es mayor que él —alrededor de 10 años— y lo acompañará en esas largas jornadas que significa ser estudiante. Los norteamericanos entran en guerra, y Revueltas palpa el estallamiento que provoca el fenómeno bélico, lo que ahonda su pasión por la libertad, traducida en música. “El pueblo americano se alista frenético —escribe. En este torbellino mundial, en el que sólo se piensa en la guerra, es extraordinario encontrar que el Musical College de Chicago está repleto de estudiantes. Y es fantástico, de estudiantes de música.”
En plenos años mozos, cuando lo acometía todo el ímpetu de su genio y su vigor, su integridad creadora sufre una conmoción. A uno de sus maestros le sometió su primera composición en forma: una obra para violín y piano. Cuando el maestro la hubo escuchado, le afirma que el suyo es un estilo netamente debussyniano. “Jamás en mi vida he escuchado música de ese compositor, e ignoro que exista algo semejante a lo que acabo de componer”, sentencia Revueltas. Sin embargo, un cúmulo de sueños se derrumban en su interior. Aunado a esto, July se ha marchado, pues no quería constituirse en un estorbo en la carrera del compositor. Por lo que le escribe a los suyos: “Mis estudios siguen bien, sólo que mi entusiasmo ha decaído por completo. Mi único deseo es ir a Durango, con la esperanza de encontrar algo de paz para mi alma. Mi vida aquí es insoportable y estéril, y yo no quiero que sea así. Quiero vivir mi entusiasmo, pero allá en la soledad. Aquí nada me alienta. Quiero sobreponerme al amor y a la vida, descansar de mi fatiga moral para tener fuerzas para luchar”.
Por otra parte, sucede lo inevitable. Cuando escucha música de Debussy le sobreviene una admiración pasmosa. Si había imaginado su propia música como “una música que es color, escultura y movimiento”, precisa en Debussy “el efecto de un amanecer, cuya gama de colores adquiere una plasticidad táctil, que se transforma en música plástica, en música de movimiento”.
Silvestre Revueltas retorna a México y ofrece numerosas audiciones, lo mismo en la capital que en el interior de la República. Familiarizarse con el público es una tarea que lo levanta, como si presintiera que en el futuro el público se convertirá en su mejor aliado.
Una vez más vuelve a sentir el afán de perfeccionamiento y decide regresar a los Estados Unidos, nuevamente al Musical College de Chicago. Ahora recibe clases de Vaslav Kochansky y de Ottokar Sevcik. En este periodo —1924— progresa de un modo notable en el violín. Paso a paso descubre los secretos del instrumento, y en escaso tiempo ocupa el lugar de concertino de la Orquesta del Azteca, en San Antonio. Aunque, ciertamente, no es su meta ser un violinista eximio. “Del trabajo rudo a la preparación de conciertos —señala. Composiciones furtivas y alientos de una nueva técnica, de formación de mi plástica. Ni siquiera me seduce el halagador progreso de mi técnica de concertino, en la Orquesta del Azteca, en San Antonio. Una obsesión de retirarme exclusivamente para componer se apodera de mí, y me parece que el resto —mis conciertos, mi trabajo cotidiano— son apéndices necesarios, pero estorbosos.”
En esas circunstancias, otra mujer aparece en su vida: Carmen, 10 años mayor que él. A los tres meses de tratarla se ha enamorado y la desposa. La experiencia resulta decepcionante, pues la mujer no le exige que produzca más y mejor música, sino que le satisfaga todo tipo de caprichos económicos cada vez más altos. A tal extremo se vuelve intolerable la situación, que en 1925 se separan definitivamente. Y quizá para paliar la soledad que toda separación implica, al año siguiente contrae matrimonio con Aurora; unión que no resiste el paso del tiempo, y no tanto porque ella frise los 40 años y él 25, sino porque el destino le tiene preparada otra misión, para la cual habrá de encontrarse una compañera óptima.
Ya Revueltas es un músico prominente, que ha digerido a la perfección tanto esfuerzo y estudios. Su actividad lo lleva de México a los Estados Unidos. En México, en 1926, da varios recitales de música moderna, con Carlos Chávez al piano, y más tarde realiza giras con la cantante Lupe Medina y el maestro Francisco Agea. Dos años después lo nombran director de la Orquesta del Azteca, y es entonces cuando Chávez lo llama para que se haga cargo de la subdirección de la recién estructurada Orquesta Sinfónica de México.
Al entrar en su tercera década, la más productiva de su vida, Revueltas se casa con una alumna suya de solfeo: Ángela Acevedo Rivera. Pronto, inmerso en el revolucionario y fecundo movimiento nacionalista, se da a la tarea de renovar —junto con los grandes músicos de su época— las anquilosadas directrices musicales, repletas de clichés que él detestaba. A partir de entonces, y en el eje de graves estrecheces económicas, Silvestre Revueltas distribuyó su tiempo entre la composición y las cátedras de violín, música de cámara y dirección de orquesta, que impartió en el Conservatorio Nacional de Música —de donde más adelante sería director efímero.
A propósito de la temporada de conciertos que dirigió en 1931, escribió conceptos como: “Hacer de nuestra producción musical una realidad tan importante que su predominio en los programas se sienta una necesidad […] Público intensificando la sala de conciertos: estímulo para la orquesta en voluntad de superarse […] La Orquesta Sinfónica de México inicia su labor de dar a conocer no sólo la música mexicana actual (sino) a nuevos directores”.
A estas alturas, su fama y prestigio han crecido desmesuradamente. Es, con mucho, el músico más polémico de México: en los círculos más disímiles se discute su música, sus actividades, su carismática personalidad. Pero su arrojo y genio deslumbrante también le provocan animadversiones. Cuando es separado de la subdirección de la Orquesta Sinfónica de México, se le promueve como director de la Orquesta de Alumnos del Conservatorio. Todo alrededor suyo es incendio, desmesura. Enemigo de las buenas costumbres, impone las suyas lo mismo desde el pódium orquestal que en la cátedra o en la calle, donde se le confunde con los personajes populares y pintorescos propios de la ciudad.
Lo más importante de la década de los treinta es, sin embargo, la extraordinaria vitalidad que caracterizó su producción musical. Va de un género a otro, y lo mismo compone poemas sinfónicos que música de cámara o para películas. Sensemayá, 8 X radio, Redes, Música para charlar, Cuauhnáhuac, Planos, Janitzio, Homenaje a García Lorca, son algunas de sus obras que le reafirman un lugar de primer nivel en la música de este continente.
1937 representó, para él, el clímax de su carrera. Como secretario general de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR), fue invitado al II Congreso de Escritores Antifascistas, celebrado en España. Tiene la oportunidad de ofrecer varios conciertos con obras suyas, y la reacción de la crítica española así como de los intelectuales es unánime en reconocimiento a su talento y alcances. Rafael Alberti expresó: “Todo ese latido poderoso y bárbaro de las pirámides, de los montes, de los grandes cielos y las flores inmensas, lo antiguo permanente, el hoy grave y esperanzado, está en su música, con una sabiduría y vigor ejemplares”.
Al regresar de España, Silvestre Revueltas continúa su trabajo febril, de producción incesante. Pero ha alcanzado su cenit y su fin está próximo, pues no se concibe brillo tan enceguecedor que no se consumiera estruendosamente. En 1940, enfermo de neumonía —provocada en buena parte por la vida tan singular que solía llevar, así como por la pobreza que lo avasallaba—, luego de haber perdido a dos de sus tres hijas, muere el compositor. Cierra los ojos un 5 de octubre, luego de sufrir asfixiantes delirios, y justo en el momento en que se está llevando a cabo, en el Palacio de Bellas Artes, el estreno de su ballet El renacuajo Paseador.


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