Eusebio Ruvalcaba's Blog, page 3

July 15, 2016

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Mozart V
Escucho la música de Mozart
y viene a mi coraz...

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Mozart V

Escucho la música de Mozart

y viene a mi corazón

la infancia de un niño feliz.

En mi casa siempre había

música de Mozart.

Al piano, al violín,

en tríos o en cuartetos,

la música de Mozart

me daba la bienvenida.

Era como el permiso que necesitaba

para cometer cuanta diablura

se me ocurría.

Porque si mis padres

se encontraban concentrados

en la música,

yo disponía de la casa a mi antojo.

Al lado de mis juguetes favoritos,

la música de Mozart tenía

su lugar de honor.


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Published on July 15, 2016 07:25

July 8, 2016

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Mozart IV
Mozart también ha generado envidias.
Composit...

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Mozart IV

Mozart también ha generado envidias.

Compositores contemporáneos suyos

—y no tan contemporáneos.

Mediocres que se quebraban la cabeza

preguntándose de dónde provenía tanto prodigio.

En vez de admirar y postrarse.

Como si ese camino estuviera cerrado para ellos

—que sí lo estaba.

Seguramente veían en ese ámbito

la contundencia de lo inexplicable.

¿Por qué Dios se empeñaba

en dar tanto —todo— a uno solo,

y tan poco al resto de la humanidad?

—se preguntaban con la frente empapada

de sudor.

¿Qué había hecho Mozart para merecerlo?

Algún día —se repetían en el cuchicheo—

la humanidad ajustaría cuentas.

Siguen esperando.


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Published on July 08, 2016 07:57

July 6, 2016

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Mozart III
Nada más quiero acariciarlo.
Y lo acaricia.
...

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Mozart III

Nada más quiero acariciarlo.

Y lo acaricia.

El nuevo amo lo monta y se aleja.

Mozart lo mira.

Es de sus últimas pertenencias.

Ha ido perdiendo todo.

Aquellas palabras de su padre

aún repercuten en sus oídos.

Guarda, ahorra, prevé.

¿Por qué parecía antever todas

las desgracias si era un humano

como cualquier otro,

de qué poder gozaba?

Aún se le hiela el corazón

cuando mira a su corcel.

Cada vez más pequeño.

Como su propia felicidad.

Que se extingue día a día.

Uno de los muchos caprichos

que le exigió Constance.

Porque a ella le gustaba ser admirada

a bordo de la cabalgadura.

Por eso se lo exigió a Mozart.

Aunque significara un sacrificio.

Lo exigió porque sabía que su marido

le daría gusto.

Nada le negaba.

Nada que estuviera en su mano.

Era incapaz de adelantarse

a cualquier desgracia.

De la índole que fuera.

¿Y si pedía un préstamo?

Lo descartó de inmediato.

Sus amigos mecenas le aventaban la puerta.

Los que tenían dinero estaban hartos.

Ni aun su música tenía éxito.

¿Qué le diría a su esposa?

Su caballo había desaparecido.


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Published on July 06, 2016 07:52

June 16, 2016

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500 palabras
1) Cada vez estoy más cerca de odiarme a m...

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500 palabras

1) Cada vez estoy más cerca de odiarme a mí mismo. Me desprecio. Me subestimo. Me ninguneo. Procuro salir lo menos posible del cuarto donde vivo. Salgo nada más para dar mis clases. Vivo en medio de la suciedad más abyecta. La mujer que visita mi cama, suele criticar mi podredumbre. No me comprende. Quiere verme desde su óptica burguesa. Nadie más lejano de un triunfador que yo. Los hombres de éxito no tienen nada que ver conmigo. Soy un gusano que se arrastra por la superficie de la piel humana. De quienes tienen un ápice de fe en mí. Siempre intento abrirles los ojos a estas personas. El país se está cayendo en pedazos. Con qué ánimos tienen fe en mí. Lo ignoro. Dejen en paz a este pobre diablo. Y córranle a manifestarse por su patria.


2) Lo único que eleva mi espíritu es la música. Doy cursos donde Beethoven es la equivalencia del alcohol. Porque sólo en Beethoven y en el alcohol encuentro el aliciente para seguir vivo. En las personas que me rodean sólo encuentro un poco de piedad. De conmiseración. Tratan con más caridad a su mascota. Y están en su derecho.


3) Ayer me metí a beber a un tugurio que navega con bandera de restaurante. Era de noche. Todo lo que pedía se había acabado. Había dos mujeres bebiendo cerveza en la mesa de junto. Me puse de pie y les invité un trago. Las dos me miraron, se miraron y dijeron que no. Gracias. Que esperaban compañía. Me asaltó entonces un temor. Una suerte de instinto de venado cuando sabe que se lo pueden comer las fieras. Regresé a mi mesa. Y me robé el cuchillo. Tenía que cruzar la calzada de Tlalpan por abajo. Por esos túneles que van de un extremo al otro.


4) Además de mis talleres de creación literaria y cursos de apreciación musical, coordino un círculo de lectura. Nos reunimos el último miércoles de cada mes. Leemos una novela y la comentamos. Aprovecho para leerle al grupo un cuento y poemas. De tantos autores como moscas hurgan en mi arroz. Desde luego, dejo mis autores favoritos. Dostoievski. Salinger. Capote. Revueltas. Chéjov. Releer es uno de los placeres punzocortantes más eficaces. Solamente en una relectura se descubren los secretos de un libro. O de un cuento. O de un poema. Siempre quise escribir un poema. He escrito algunos. Sobre todo para mujeres. Y para el alcohol.


5) El alcohol se filtra entre lo versos. Los raspa. Hasta hacerlos que sangren. El alcohol es una bendición. Te abre los ojos. Y los oídos. Beethoven se aprecia más cuando de la sangre bulle el alcohol. Lo mismo acaece con Panait Istrati. Y con unos cuantos más. También entre los músicos acontece esta brutalidad. Son pocos los músicos que nos sacuden el alma. Beethoven. Mozart. Brahms. Schubert. Schumann. Tchaikovski. Dvorák. Hay quienes se percatan de que tienen el poder del arma y la ocultan. Se vuelven fresas. Como Stravinsky.


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Published on June 16, 2016 17:31

June 10, 2016

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Un contacto por día
Cada día elimino un contacto
de mi ...

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Un contacto por día

Cada día elimino un contacto

de mi celular.

Cada día regalo una pluma.

Cada día me deshago de un libro.

Cada día dejo de dar un paso.

Cada día me despierto más tarde.

Cada día bebo lo mismo pero más cargado.

Cada día tolero menos la ignorancia

de mis interlocutores —sobre todo

si no me hacen reír.

Cada día extraño menos a las mujeres.

Cada día abomino más de mis ojos,

que cada vez que me miro al espejo

me devuelven la imagen de alguien

que aborrezco.


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Published on June 10, 2016 07:34

June 3, 2016

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Receta para escribir un poema
Así se empieza a escribir...

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Receta para escribir un poema

Así se empieza a escribir un poema:

poniendo dinero en la mano de una mujer.

Una mujer

que no necesite dinero

pero que perciba que está cediendo

algo muy importante

por aceptar ese dinero.

Puede ser una mujer adinerada o no.

Hermosa o no. Nada de eso tiene que ver.

Pero de preferencia que no sea vieja,

para que sienta que tiene una vida por delante.

Ya está en el camino correcto.

Ponerle precio a su amor.

Nada más feliz para cualquier mujer.

No hay que excederse con la cantidad.

Tampoco que piense que vale mucho —nunca

habrá modo de bajarle los humos.

Darle el dinero y hacerle creer

que es un gesto generoso

por parte de quien lo da.

Que no debe nada en cambio.

Hacerle creer eso.

La próxima vez que extienda la mano

sutilmente hay que rozarle el muslo.

Y que acepte que sea la mano de un amigo.

La puerta está abierta.


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Published on June 03, 2016 09:42

May 27, 2016

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Mozart 2/8
Escucha un ladrido, y se incorpora
de inmedi...

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Mozart 2/8

Escucha un ladrido, y se incorpora

de inmediato.

Sobrevienen entonces

aquellas lamidas en la cara,

cuando recién le habían regalado

a Pimperl, su mascota.

¿Qué nombre le vendría bien?

Su hermana Nannerl

sugirió uno.

Su madre, otro, que apoyó su padre.

Pero el pequeño Mozart

no había estado de acuerdo.

Él quería uno que sonara a música.

Y a eso sonaba Pimperl.

A dos notas

extraídas de ese extraño instrumento musical,

dotado de rabo y cuatro patas.

Lo cargó por encima de él,

y lo llevó a la habitación de sus padres.

Se veía hermoso con el perro a cuestas.

Los dos se veían hermosos.

Llamó a la puerta,

y apenas entró a aquella enorme recámara

su padre le ordenó que se preparara

porque hoy le tocaba bañar a Pimperl.

La sonrisa de Mozart

desapareció al instante.

¿Me puedo bañar con él?

Por supuesto, dijo su padre.

Por supuesto que no, acotó su madre.

Y dos lágrimas escurrieron espontáneamente.

Pero ahí no había nada más que hacer.

Mozart lo sabía:

cuando su madre daba una orden,

nadie protestaba.

Ni su padre Leopold,

que esta vez se limitó a bajar la cabeza.


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Published on May 27, 2016 08:08

May 21, 2016

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Mozart
En la enfermedad.
En la rutina de la existencia ...

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Mozart

En la enfermedad.

En la rutina de la existencia cotidiana.

En el dispendio amoroso.

En el núcleo familiar.

En la aplastante soledad,

está Mozart.


En el viaje de la vida diaria,

cuyo fin se avista inexorablemente.

En la naturaleza, que se levanta alrededor nuestro

y que de pronto parece desplomarse.

En el fragor de la lucha por la sobrevivencia,

está Mozart.


Nadie se explica el fenómeno Mozart.

Hay quien lo adjudica a una distracción

de Dios.

Hay quien lo atribuye a una confabulación

fuera del entendimiento.

Como un hoyo negro sideral.


Como las palabras de Homero.

Como los colores del Sanzio,

Mozart nos permite remontar el día de mañana.

Paliar nuestro desconsuelo.

Atisbar el alivio.

—mientras nos quede una sinfonía por oír,

tenemos un día más de vida.

Garantizado.


Nada más fácil de escuchar.

Es el principio mismo de la naturalidad

en la música.

Su torrente sonoro semeja el viento y la lluvia.

Se le escucha y nos investimos de esperanza.

Pues donde hay armonía con el mundo

está Mozart.


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Published on May 21, 2016 10:56

May 13, 2016

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Lo peor
Lo peor que le puede pasar a un hombre es que s...

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Lo peor

Lo peor que le puede pasar a un hombre es que se enamore.

Todas las cosas cambian de perspectiva.

Su entendimiento lo utiliza como jerga

para la entrada de casa.

Aun en las cosas más insulsas encuentra la gracia

que diferencia a los hombres de los animales.

Respeta a los que apenas ayer aborrecía.

Y se carcajea de sus ocurrencias con la risa

que distingue al discapacitado cerebral.

Le pide a Dios que la noche no sobrevenga,

porque ella se ocultará en el limbo de los sueños.

Y cuando por fin su cerebro empieza a perderse

en el perímetro del duermevela,

se despide de ella empapado de sudor.

Se promete verla al día siguiente.

No se le quita de encima

la idea de que amanecerá con aquella imagen

en su cerebro.

Quién quita.

Dios premia a los fracasados

sedientos de esperanza.


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Published on May 13, 2016 18:18

May 6, 2016

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En torno al padre
1) Si cuando menos el hijo tratara al...

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En torno al padre

1) Si cuando menos el hijo tratara al padre como al peor amigo.


2) El padre resiste; está hecho para eso. Primero se forjó como hijo. Maltratar a la madre resultaba demasiado arduo. Cuesta arriba. Pero en cambio, el hijo advirtió que el padre resistía los más duros embates. Hombre al fin, estaba hecho para lamer la yunta. De la madre no necesitaba más que ternura, una sonrisa de vez en cuando y unos cuantos besos.


3) Una vez que el hijo se torna progenitor, vienen a su mente las vicisitudes —los dolores, sería más apropiado decir— que le hizo pasar a su padre. Cuando esto acaece, significa que ya está preparado para resistir las mismas embestidas, y más fuertes aún.


4) Llega un momento en que el padre ruega por que su hijo despliegue las alas y remonte el vuelo. Aunque cada vez que lo piensa se arrepiente. Porque ante el ataque filial, recuerda a aquel pequeño que se le trepaba a la espalda y que a cuestas lo llevara a recorrer el mundo en miniatura.


5) Ante la inclemencia del hijo, el progenitor sabe que ahí está la verdadera medida de las cosas. Aunque se merezca la paz que dan los años —si es que se lo merece—, ésta no sobrevendrá jamás. Tal vez por eso, tal vez porque querían gozar de la sublime serenidad que da el saber que se está en el camino correcto, los grandes de espíritu no tuvieron hijos. Con tres ejemplos basta: Jesucristo, Beethoven y Brahms.


6) Infortunado el progenitor que se asume como ejemplo de tenacidad, de honradez, de trabajo. En la carcajada siniestra de su hijo, debe adivinar lo que opina de esa conducta irreprochable el único hombre que de veras le importa.


7) No hay padre que se cobre los desplantes de su hijo hacia él. En el fondo se arredra. Porque no está hecho para educar sino para soportar —nadie está hecho para soportar. Así hizo su padre con él. Me lo merezco, se decía al momento de conciliar el sueño. Todas las noches.


8) Ser padre significa una escalada de temores, cuando no de congojas. ¿Soy hijo de mi padre?, hay quien se pregunta con justa razón. ¿Soy padre de mi hijo?, hay quien se pregunta. Desde luego y también con justa razón.


9) Cuando un padre ve en su hijo determinada señal de herencia suya —el color de los ojos, la forma de la nariz, la caía del pelo—, lo que estará viendo será una réplica manipulada por él mismo, por su propia imaginación.


10) Finalmente termina por desaparecer el vínculo más fuerte que une a un padre con su hijo: el juego. Todo lo que significa la relación entre dos hombres —las luchas, la cascarita, los aventones, las vencidas— termina yéndose por el caño. La vejez paterna más la adolescencia que avanza soberbia y adusta, acaban por cancelar cualquier posibilidad de reconciliación.


11) Cada uno contribuye a sepultar aquel lazo lúdico: el hijo con sus nuevas amistades, sus adicciones, su desprecio por cualquier forma que huela a tradición; el padre con su cada vez más ostensible ostracismo, con el agotamiento que viene arrastrando, con sus enfermedades agolpadas, con su alcoholismo. Por cierto, las redes sociales ponen su granito de arena en este distanciamiento.


12) Bajo la óptica del hijo, un padre comete un error tras otro. Aunque no contempla que el primer error de su progenitor fue engendrarlo a él.


13) Aunque a decir verdad, y vistas las cosas desde el extremo opuesto, no hay padre que no se merezca la guillotina de su hijo. No hay padre que pueda tirar la primera piedra. Absolutamente todos cometen los mismos, terribles, nefandos, salvajes errores. Todo eso se paga. Si se piensa que traer al mundo a ese vástago fue el primer error, los subsecuentes caen por su propio peso. Porque el padre es irracional —bajo el pretexto de estarle haciendo el paro a su hijo, permite que las cosas se salgan de control—, es egoísta —si él salió del paso por sí mismo, que su hijo lo haga también—, es endémico intelectualmente hablando —no privan más que sus puntos de vista, y menos admite discrepancia o discusión alguna—, es veleidoso —su humor cambia según las copas que traiga entre pecho y espalda—, y, peor aún, es innoble —quien es así, se empeña en no ver en su hijo las virtudes que va generando aquel ser. Que necesariamente han ido cambiando al paso del tiempo. Y por último, es avaro. Siempre trae en la cartera el dinero que bien comparte con sus amigos o su amante, pero no con su hijo. En el fondo piensa: que se lo gane. ¿O no me costó el sudor de mi frente? Ahí se acaba la moral de este hombre. Ahí principia su doble moral.


14) Dichosos los hombres que no tienen que probarse como padres de hijos varones



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Published on May 06, 2016 11:07

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Eusebio Ruvalcaba
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