Zoé Valdés's Blog, page 3155
January 26, 2011
Algunos vivos estarían mejor muertos. Por Charlie Bravo.
Los muertos de mi cabeza son mucho mejores que muchos vivos. A esa conclusión, de por sí sabida, llegué hace mucho tiempo.
Pero nunca me ha resonado con más tristeza que ayer por la tarde, cuando intercambiándome e-mails con el Guajiro (Humberto Fontova, para quien soy el Bandolero) me manda un link con una noticia que me hizo caer el alma al piso. Y bueno, el cuerpo también cayó al piso.
Un ídolo de mi adolescencia rockera, Jimmy Page, tiene a bien aparecerse por Cuba, a lo cual no le veo nada malo, puesto que él es libre de viajar a donde le salga de su guindalejo rockero. Lo único es que, este genio de la guitarra se dispara diez días en Cuba, no se reúne con un solo rockero contestario -por mucho que respete a los que se reunieron con él, y a Juanito Camacho, el historiador del rock por excelencia sobre la isla de Cuba, no se reunió por ejemplo, con guitarristas contestarios, ni nada por el estilo- y para colmo, escúchenlo bien: nuestro querido Jimmy Page no encuentra nada mejor que hacer que comprarse una maldita foto del maldito asesino, el carnicero de la Cabaña en persona, el muy grandísimo hijo de puta del Ché Guevara, visto por Korda, como en los muy capitalistas t-shirts con la jeta más famosa del comunismo.
Un tipo como Jimmy Page puede presentarnos cualquier excusa menos la de ser ignorante de la realidad.
Este es un músico genial, un hombre de extensísima cultura, que de los Yardbirds pasa a Led Zeppelin, y que luego tiene una carrera como solista simplemente envidiable, y que además, ha conocido de primera mano a una buena cantidad de músicos e intelectuales, entre los cuales estoy seguro que estuvo Guillermo Cabrera Infante, que conoció a la crema y nata del rock británico. Y si Guillermo nunca coincidió con Page, al menos unos de sus amigos le habrá contado lo referido por el escritor.
Por otra parte, la historia es conocida.
51 años despues del accidente histórico que no solo borró de un tirón la historia y la cultura cubanas, sino que también, y en un plan diseñado por el mismísimo Ché Guevara ahora tan adorado por Page, prohibió todo atisbo de blues, jazz, y rock. Page no debe, ni puede, ignorar que por tener un disco de Led Zeppelin terminaba uno -mi historia personal- escaleras abajo en una estación de policía habanera. Que por tocar versiones de Led Zeppelin en una guerrilla en una inmunda beca, terminaba uno con una "mancha" (de honor en todo caso) en el expediente acumulativo con la bella y gloriosa acusación de diversionismo ideológico, lo que saldría en llamadas a la atención de uno cuando ya era zángano y adulto. No puede ignorar Page, que por tener el pelo largo en la misma época que él, los jóvenes cubanos iban a parar de cabeza a unos campos de concentración con la máxima "el trabajo los hará hombres" buenamente copiada del muy hitleriano "el trabajo os liberará". Y si lo ignora, alguien debería decírselo de una buena y puñetera vez.
Pero dudo, y estoy seguro en mis duda, que ninguno de los personajes con que se reunió en la Habana tuvo los cojones y la entereza de hacérselo saber. Dudo también que alguno de los que lo conocieron le haya referido que hay músicos contestarios cubanos que se hubieran sentido muy halagados con una invitación a conversar, y dudo también que los que servilmente le sonrieron y le acompañaron en la compra de las fotos de Korda, le merezcan a Page el menor respeto.
Pero así estamos.
Uno, por visitar a Cuba solo para revolcarse delante de la foto de un carnicero, y con ese gesto escupir en los huesos de todos los rockeros que o mandaron a Angola con un uniforme verdeolivo o que están en el fondo del Golfo de México, o en una prisión cubana por "peligrosidad predelictiva". Otros, por serviles y abyectos, y por no tener el valor de decirle a Page, "mire usted, ese cabrón de la foto de Korda no es más que un asesino en serie, un enemigo del rock, de la libertad, y de la cultura". Y eso solo para comenzar.
Algunos vivos estarían mejor muertos. Y algunos muertos mejor que sigan muertos, no vaya a ser que les de por salir de la tumba solo para decepcionarnos tanto como hacen hoy los vivos.
Al carajo, me costará trabajo no escuchar los albums de Led Zeppelin que todavía atesoro. Quizás es tiempo de renunciar a unos clásicos y dedicarle el tiempo a algún artista emergente, aunque hay que reconocer que también se pueden aparecer con un t-shirt del cobardísimo Guevara.
Si fuera por mí, le recomendaría a Page unas cuantas fotos de la lloriqueante rendición de su ídolo, el Che Guevara, un muerto que murió demasiado tarde.
Charlie Bravo.
Amabilidad del autor.
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Isadora Duncan en un raro video.
Forbbiden. Barbara Stanwyck.
Forbbiden (1932) de Frank Capra. Otra gran película que fue realizada en parte en La Habana. Barbara Stanwyck en uno de sus mejores roles.
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January 25, 2011
Aromas, el instante y la emoción.
AROMAS, EL INSTANTE Y LA EMOCIÓN.
Zoé Valdés.
Resulta extraño comparar los olores de dos ciudades tan entrañables para mí como La Habana y París. El perfume de la primera se perpetúa en la memoria cual una caricia de engañoso enamorado, en la segunda todavía vivo la fascinación del instante, y aún sus huellas hierven y entibian mis sentidos.
Una es pasión, otra es deseo. Ambas íntimamente mezcladas.
La Habana huele a mar, en el primer impacto. Recuerdo que del puerto hacia la Habana Vieja, emanaba provocante la brea, y después de un insolente aguacero la hierba fresca mutaba en matojos podridos y cuando desbordaban los alcantarillados y cloacas se revolvían toda suerte de aguas, la límpida del océano con la turbia de la bahía, también la de la lluvia y la de los albañales, entonces el suelo despedía un vapor ácido, nauseabundo, y humeaba un aliento plateado del empedrado recién pulido por los riachuelos provenientes de los empinados callejones.
A la madrugada el cielo se tornaba de un azul oscuro, y de su inmensidad descendía la frescura nocturna, brisa que resbalaba de la montaña al llano, y las nubecillas se empantanaban en nuestros escotes de adolescentes, cubriéndonos de un perfume entre dulzón y salado. A esa hora llegaba mi madre, de su piel fluía la mandarina y el cundeamor, y una sequedad penetrante a ron y a semen encartonado en su vestido.
La noche habanera filtraba efluvios de besos demorados e hilillos seminales, recorriendo entre los muslos de las muchachas y los traseros de los jebos, atajados con un pañuelo al final de los tobillos.
La alborada penetraba con su manantial de leche cortada, café, y madera recién estrenada en un pupitre escolar. El calor intenso tostaba la basura amontonada en las esquinas, el mosquero me conducía por un pasillo estrecho, del techo se derrumbaba mierda y orines. La maestra enjuagaba sus manos con naranja agria, remedio contra las manchas, y contra la peste persistente a bacalao. Me fascinaba sacarle la punta al lápiz y husmear en el grafito.
Si obviamos el hedor de las axilas parisinas y del metro, la ciudad trashuma mirra y melocotones. Una dama muy garzona a lo Guerlain pasea su yorkshire por los Campos Elíseos y su disimulado bostezo exhala gardenias.
De súbito huele a antibióticos, y la ambulancia se detiene a socorrer a un accidentado, el vómito tiñe un charco bajo el contén de la acera.
En el Jardín de Luxemburgo el agua del estanque refleja pétalos verdosos o lilas, muy en el estilo de los nenúfares de Monet, y yo ando tan distraída en esos menesteres, imaginando que vuelvo a tropezarme con Samuel Beckett leyendo junto a su gato, y justo en sus ojos, y que acabo de pisar un mojón de perro muy bien esculpido, cual una de las obras magistrales de Botero, o de Cárdenas.
Un hombre salpica loción de rosas desde sus rizadas pestañas y el elegante gesto me recuerda a un gran y antiguo amor que en las noches más largas del mes de junio se sumergía en tinas de leche y de Kuoros de Ives Saint-Laurent, subterfugio para atraer a las melusinas.
París huele también a baguette crujiente y a croissant recién horneado a la mantequilla. En las madrugadas húmedas de soledad invernal un cálido tinto de Bordeaux nos perfuma las entrañas.
Y más tarde, en el amanecer convidado, un té verde y unas madeleines proustianas: al llevármelas a la boca, y morderlas suavemente, mi nariz atrapa la sustancia nacarada de la bahía habanera.
París, octubre del 2003.

Yo en el Malecón habanero. Foto Yvo.
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Otro Premio… para El discurso del rey.
Periodistas españoles tienen casa en Cuba. Entrevista con Carlos Carnicero.
Esto sí que es una inmoralidad. Me acabo de enterar de que un grupo de periodistas españoles tienen casa en Cuba. Lo bueno que tiene esto de que el socialismo español esté hecho polvo por culpa de Zapatero, es ver cómo personajes tan polémicos como Carlos Carnicero empiezan a vomitar lo que saben.
Fíjense cómo dice que quería pagarse los billetes desde La Habana para que luego nadie dijera que él tenía una situación privilegiada, como si no hubiese tenido siempre una situación privilegiada en Cuba, en relación a los cubanos. Pero claro, esta gente vive en la estratósfera, para ellos los de abajo no existen. Y estos son, señores y señoras, los socialistas españoles.
Entrevista en Periodista digital.
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Murió Jaime Salinas, editor en el lugar sin límites. Por Juan Cruz.
Editor e hijo del poeta Pedro Salinas. A Jaime Salinas lo conocí en Cuba, en los años 80, una gran persona, gran editor.
Artículo en El País.
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January 24, 2011
Foto de encabezado.
En la sala de mi casa, en el año 1998.
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El onceno mandamiento cubano: Andar emperifollado. Por Esteban Fernández.
EL ONCENO MANDAMIENTO CUBANO:
Andar EMPERIFOLLADO
por Esteban Fernández
La tiranía odia la elegancia. Hace 54 años se vistieron de verde olivo y se han mantenido firmes en lucir como unos espantapájaros. De paso, se han obstinado en suprimirle la elegancia al pueblo cubano. No lo han logrado. Una de las poquitas sabandijas que trató de modernizarse fue Roberto Robaina y lo siquitrillaron.
Algunos cubanos prefieren que les envíen un par de pantalones "Jordache" mejor que un saco de arroz… Es que los cubanos somos, o tratamos de ser, elegantes. Cuando usted asiste a una boda de personas "no cubanas" en California usted puede notar que allí haygente con "una camisita y un pantaloncito" puestos, el cubano SI NO TIENE UN BUEN TRAJE no va a la boda. Ahí tenemos que ir EMPERIFOLLADOS.
Los cubanos nos preocupamos por las "combinaciones". Jamás usted ve a un cubano con un par de zapatos negros y un cinturón carmelita puestos. Desde que nacemos escuchamos decir: "¡Eso no pega, chico!". Los colores deben "pegar", deben coordinar, y desde que tenemos cinco años de nacidos ya sabemos, y nos creemos, que si no ponemos un pantalón verde y una camisa roja vamos a parecer "unas cotorras".
Nunca olvidaré la pena que pasé -apenas tenia 15 años- cuando mi mamá le hizo una Promesa a Santa Bárbara que yo tenia que ponerme durante un mes unas ridículas camisitas de tela de ginga de cuadritos blancos y anaranjados. Recuerdo que le dije a mi madre: "Mami ¿por qué no le prometiste a la Virgen que durante un mes tenia que estrenar cinco trajes nuevos( anatómicos y fotométricos) de la sastreria "El Sol" de la Manzana de Gómez?"
De la única forma en que un compatriota se atreve a ir a un baile cubano con un "short y un t-shirt" es que sea una fiesta de Hallowen y la gente suponga que "va disfrazado de norteamericano".
Los cubanos tenemos "un código de ética" que nos indica cual es la vestimenta adecuada para cada ocasión, y podemos equivocarnos, pero (por sí acaso) preferimos "pecar de elegantes" que "pecar de andrajosos". Es decir, que nos sentimos mejor si vamos a una fiesta en la playa en traje (donde todo el mundo está en trusas) que ir al teatro en trusa y encontrarnos que allí todo el mundo está trajeado.
Las cubanas en eso nunca fallan porque ellas usan el método infaliblede dos días antes estar llamando a todas sus amigas preguntándoles: "Oye ¿y cómo tú vas a ir vestida a la fiesta del sábado?". Las respuestas varían entre: "Chica, no te preocupes, puedes ir de sport" o "¡Muchacha, ponte todos los hierros que la fiesta va a ser A TODO METER!".
El domingo es el día en que todo el mundo aquí "anda como quiera", es el día para descansar, para hacer deportes, para cortar la hierba, inclusive los que sus trabajos los obligan a la semana entera estar elegantes ese día andan como unos pordioseros. Sin embargo, para nosotros los cubanos el domingo es el día que "Dios hizo para extremar la elegancia". Es un deber ENDOMINGARSE. Ese es el ONCENO MANDAMIENTO de nosotros los cubanos: La elegancia.
Preferimos el oro mejor que la plata, el oro debe ser de 18 quilates, y los cubanos somos los únicos seres humanos en el mundo que hemos logrado confeccionar (en Miami), comprar y usar GUAYABERAS que valen 200 dólares, y quizás mucho más… ¡Y hasta Ronald Reagan, siendo Presidente (para estar a la altura de la elegancia cubana) tuvo que ir allí a comprarse una!.
Por favor ¿se acuerdan ustedes que los genocidas nada más que nos dejaban sacar de Cuba DOS PARES DE MUDAS DE ROPA?. Yo creo que en sus mentes obtusas y maquiavélicas se alegraban pensando: "¡Estos pobres diablos, antes de cuatro meses, van a andar todos encueros por las calles de La Florida!".
¡Qué equivocado estaban! ahora usted va a Miami y ve a los cubanos con relojes Rolex, montados en Mercedes Benz, con trajes de dril cien, con manillas de oro 18, con cadenones en el cuello de la Virgen de la Caridad y de San Lázaro, y ¡con guayaberas de Puig!".
Y si el exilio le sigue la corriente a Obama, y aumentan los viajes a Cuba llevando paquetes de "ropa de marca", llegará el momento en que "¡El único zarrapastroso cubano será Fidel Castro!". Aunque últimamente ha entrado por el aro y se ha puesto unos Adidas con peste a canguro tuberculoso…
(Amabilidad del autor).
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"Esto está aquí que no se calcula" (II). Blog de Tania Quintero.
La segunda parte del artículo de ayer. Blog de Tania Quintero.
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