Ramón Muñoz Carreño's Blog
September 22, 2014
Last Exile (2003)
Prester es un mundo dividido por la interminable guerra entre las naciones de Anatoray y Disith. Un extraño fenómeno natural, la Gran corriente, separa a ambos países, que además son vigilados por el no menos misterioso Gremio, un grupo de post-humanos que aprovechan su tecnología superior para convertirse en árbitros de las disputas entre Anatoray y Disith.
Este mundo, en el que el correo es entregado por medio de unas peculiares máquinas voladoras llamadas vanships, es el de dos amigos de la infancia cuyos padres fallecieron en un fallido intento de cruzar la Gran Corriente para entregar un mensaje. Varios años después los dos muchachos se han convertido a su vez en mensajeros y tienen por máxima ilusión realizar la hazaña que sus padres intentaron sin éxito. Sin embargo sus vidas sufren un cambio radical cuando tropiezan con un vanship accidentado y el piloto les ruega que completen la misión que no ha podido finalizar: llevar a una joven hasta la Sylvanna, una nave áerea con una siniestra reputación.
El punto de partida de Last Exile no es muy distinto, como vemos, del de otros animes. Por ejemplo se me ocurre El castillo en el cielo de Hayao Miyazaki, con el que esta serie de 26 episodios tiene mucho en común, y su joven misteriosa que aparece de repente en la vida del protagonista, dando comienzo a la aventura. También aquí se da el protagonismo absoluto de un cielo que supone una promesa de liberación frente a la aburrida superficie. Y en el aire transcurre la mayor parte de la acción, ya sea en el pequeño aeroplano que utilizan los muchachos para volar, en la inmensa Sylvanna, todo un acorazado volante, o en la base del Gremio.
Hay muchas razones para recomendar Last exile. El aspecto visual de la serie, tanto por sus diseños como por la animación, es sobresaliente aunque a veces cante un poco el uso de CGI. Los personajes son extraordinarios, con alguna irritante excepción. Y los misterios que se van desvelando poco a poco atrapan la atención del espectador hasta conducirle a un final frenético.
Ese final es para mí el gran defecto de Last exile. Después de un ritmo narrativo más bien pausado todo se acelera, como si los creadores se hubieran dado cuenta de repente de que solo les quedaban un par de episodios para concluir la historia. Hasta tal punto es así que bastantes cosas se explican en forma de imágenes que sirven de fondo a los títulos de crédito finales. De haber tenido dos o tres capítulos más para cerrar con calma la trama y dar una respuesta a los misterios planteados, Last exile sería uno de los mejores animes de la historia. Tal y como quedó, sigue siendo una serie más que recomendable, sobre todo para los amantes de ese peculiar steampunk que tan bien se le da a Miyazaki.
Last exile tiene una continuación que data del año 2011, pero por desgracia el nivel baja mucho respecto al original. Es preferible ver la serie del 2003 y disfrutar de una de las mejores series de la década pasada.
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September 3, 2014
The Holy Bible
Se acaba el verano y es hora de volver a alimentar este blog con regularidad. Y nada mejor para ello que aprovechar el aniversario de la publicación de uno de los discos más oscuros de las últimas décadas, disco que sirvió de preámbulo para la extraña desaparición del principal responsable de que fuera como fue.
El disco en cuestión es The Holy Bible, de cuya publicación se cumplieron 20 años hace unos días. La banda, Manic Street Preachers. Y su cantante y compositor, en el momento de editar el susodicho LP, Richey Edwards.
Los MSP nacieron con vocación de ser un grupo de rock distinto. Habiéndose criado sus miembros en un ambiente de clase obrera, fuertemente afectado por la crisis de la minería británica en los años 80 (un día de estos revisitaré la influencia que las huelgas de los mineros tuvieron en el pop británico de la época), quisieron salirse del esquema de canciones de amor/desamor que vale para el 90% de la producción musical de entonces y de ahora. Los MSP querían hacer un rock inteligente, comprometido, con canciones que desafiasen la conciencia de sus oyentes.
Eran otros tiempos. El primer disco de los MSP, Generation terrorist, vendió solamente medio millón de copias y fue considerado un relativo fracaso. Eran otros tiempos, desde luego. Hoy en día un grupo con tales planteamientos tendría suerte si consigue vender quinientas copias de sus discos entre amigos y familiares. Sin embargo los MSP se hicieron famosos bastante rápidamente, gracias en gran parte a su forma poco convencional de comportarse durante las entrevistas, con incidentes como aquel en el que Richey Edwards se grabó las palabras 4 REAL en su antebrazo con una navaja delante de un periodista que todavía debe estar flipando.
El siguiente disco de los MSP, Gold Against the Soul, tampoco fue un gran éxito. Y para su tercera entrega los cuatro componentes de la banda decidieron olvidarse por completo de la comercialidad y se recluyeron en un pequeño estudio de Cardiff para grabar lo que les pidiera el cuerpo. Y lo que le pedía el cuerpo a Richey Edwards no debía ser nada bueno, vistos los resultados. The Holy Bible está dominado por sus letras, a las que James Dean Bradfield se limitó a poner música sin tocar nada, deslumbrado por el talento de su amigo. Quizás tendría que haberse dado cuenta de qué era lo que presagiaban esas composiciones, pero supongo que Bradfield y los restantes componentes de la banda creyeron que Richey Edwards simplemente cultivaba una imagen de “poeta maldito” y que sus excesos no irían más allá de los que ya cometía habitualmente.
Vayamos por partes. The Holy Bible, como comentaba al principio, es un disco oscuro. Más que oscuro, tenebroso. A veces terrible. Una mirada al abismo, parafraseando a Nietzsche, en la que, lejos de apartarse, Edwards se mantiene firme, esperando a que el abismo le devuelva a la mirada. El Holocausto, la pena capital, los totalitarismos, la prostitución, el agotamiento físico y mental, etc., se pasean por las letras de sus canciones. Es un disco duro, difícil, en el que apenas cabe una gotita de esperanza de vez en cuando. Algo que ya avanza la extraordinaria pintura de Jenny Saville que le sirve de portada.
No tuvo mucho éxito, como era previsible, aunque de nuevo hay que mencionar que sus cifras de ventas harían llorar de alegría a más de un músico actual si las consiguiera. Llegó en un mal momento, además, justo cuando la revolución del Britpop daba sus primeros pasos. Definitely maybe, el exitazo de Oasis, llegó a las tiendas el mismo día que The Holy Bible . A la crítica le encantó, sin embargo, y desde 1994 no ha dejado de aparecer en listas de los mejores discos de la década, del siglo XX o del periodo que ustedes prefieran.
Las giras que siguieron fueron tan catárticas como el propio disco, culminando con un concierto en el London Astoria en el que la banda destrozó sus instrumentos ante el público. Y parecía que eso iba a ser todo y que el siguiente disco de los MSP sería mucho más amable, tras haber programado una gira por Estados Unidos.
Pero la gira americana nunca tuvo lugar. El día en el que la banda debía subirse a un avión para cruzar el Atlántico, Edwards no se presentó. Su coche abandonado fue descubierto dos semanas después cerca de un puente. Y eso fue todo. La conducta de Edwards había sido errática durante los meses anteriores, incluyendo episodios de auto-mutilación, anorexia, consumo abusivo de alcohol, etc. Cabe suponer, por lo tanto, que Edwards acabó suicidándose como su admirado Ian Curtis, pero sus restos todavía no han aparecido. Y aunque fue declarado legalmente muerto en 2008, lo cierto es que aún desconocemos cuál fue el destino final de Richey James Edwards.
Después de un periodo de reflexión los MSP decidieron proseguir su carrera, como ya sabemos. Se volvieron incluso más populares que antes, sobreviviendo a la debacle del Britpop y convirtiéndose en la banda británica por excelencia hasta que llegó Coldplay. Continúan publicando discos regularmente y con una apreciable calidad. Ya no son la misma banda que eran cuando les acompañaba Richey Edwards pero, ¿acaso hay algo en el mundo que siga siendo lo mismo veinte años después?
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August 4, 2014
El dragón de Fez
Casi todo el mundo conoce la historia de cómo Alonso Pérez de Guzmán, más conocido por Guzmán el Bueno, arrojó un puñal a sus enemigos durante el sitio de Tarifa cuando estos le amenazaron con matar a su hijo menor si no rendía la plaza. Buen ejemplo de heroísmo o de paternidad irresponsable, según se mire: además de negarse a canjear Tarifa por la vida de su hijo les “prestaba” a los sitiadores el arma con la que matarlo, por si no tenían ninguna a mano.
Lo que quizás no resulte tan sabido es que Guzmán el Bueno fue durante bastantes años un mercenario al servicio del soberano magrebí Aben Yucef. Es curiosa la historia de los mercenarios cristianos que durante la Baja Edad Media buscaron fortuna en el Magreb y quizás algún idea la desarrolle como se merece, ya sea novelescamente o en este mismo blog. De momento me voy a centrar en Guzmán el Bueno, que debió pensar aquello de “en río revuelto ganancia de pescadores” al marcharse a un Marruecos sacudido por las rebeliones.
Alonso Pérez de Guzmán tendría una participación destacada en la conquista de Tremecén, lo que le valió ganar una considerable fortuna que fue enviando a Castilla por diversos medios. Con este dinero su mujer compró las tierras y propiedades que junto a otras adiciones posteriores convertirían a la Casa de Guzmán en uno de los linajes más importantes de la Andalucía medieval.
La muerte de Aben Yucef cambió la suerte del castellano. Su hijo y sucesor, Aben Jacob, desconfiaba de aquellos mercenarios extranjeros que podían poner en peligro su trono si en algún momento llegaban a sentirse descontentos con su situación. Coincidió el cambio de monarca con que apareciese un dragón en el camino de Fez a Tremecén y a los consejeros del nuevo rey se les ocurrió aprovechar la presencia de la sierpe para librarse de un huesped que ya empezaba a resultarles incómodo.
Armado de lanza y adarga Guzmán el Bueno salió al encuentro del monstruo y por el camino unos campesinos le avisaron de que estaba peleando con un león. Conducido por los campesinos hasta el lugar de la pelea, el castellano salvó al león y después de encomendarse al Apostol Santiago acabó con la sierpe gracias a una certera lanzada. Como prueba de su hazaña cortó la lengua al dragón, que más tarde enseñaría en Fez a una asombrada corte.
Puesto que el dragón no había conseguido acabar con el molesto extranjero, Aben Jacob aprovechó que Guzmán el Bueno tenía que ir a la tierra de los alarbes para recaudar los impuestos, prometiendo a estos el perdón de los tributos si acababan con el castellano. Pero Guzmán el Bueno, como buen caballero de leyenda, volvió a burlar a sus enemigos: tras recaudar los tributos se embarcó en Tanger con el oro, sus armas y sus compañeros mercenarios, marchándose a Castilla y dejando con un palmo de narices a los que conspiraban contra él.
La historia de Guzmán el Bueno y el dragón resulta muy parecida a la de otro matador de dragones, Tristán. Tan parecida que seguramente una fue inspiración de la otra. Además, hay demasiados símbolos en este relato para que nos parezca veraz: el león, el héroe que ha de pasar la prueba sin ayuda… Es muy posible que este y otros relatos fueran ideados por los cronistas al servicio de la Casa de Guzmán para disculpar el hecho de que su fundador hubiese combatido a las órdenes de un soberano musulmán. Sin embargo nos han dejado una bonita leyenda que ha llegado hasta nuestros días de una forma bastante curiosa. Si nos fijamos en el escudo de Melilla (que es el de la Casa de Medina Sidonia, descendiente de la de los Guzmanes), veremos que en la parte superior hay un torreón desde el que una figura masculina lanza un puñal. Y en la parte inferior nos encontraremos nada más y nada menos que con un furioso dragón…
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July 15, 2014
Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer (1997)
A la hora de valorar un producto artístico muchas veces somos influidos por las circunstancias que rodearon su génesis o la suerte que corrieron los creadores. Es imposible leer El oficio de vivir de Cesare Pavese de la misma forma si sabemos que sus últimas líneas fueron escritas poco antes de que Pavese se suicidara. Y del mismo modo es bastante difícil juzgar de la misma manera Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer sabiendo que David Foster Wallace se ahorcó a los 46 años de edad cuando la medicación que tomaba para controlar sus crisis depresivas dejó de ser eficaz. De repente las excentricidades que David Foster Wallace comenta sin tapujos en este ensayo ya no nos resultan tan graciosas y empezamos a preguntarnos si esa tristeza infinita que atribuye a los cruceros no estaría dentro de él desde el principio, filtrando sus percepciones.
Vamos por partes: Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer es el ensayo sobre el mundo de los cruceros de lujo que Harper´s magazine encargó a David Foster Wallace, y para que se familiarizara con el tema en cuestión nada mejor que pagarle un viaje en el MV Zenith (al que él rebautiza como Nadir), uno de los inmensos barcos que recorren el Caribe haciendo escalas en diversos puertos (un esquema que conocemos perfectamente gracias a la mítica Vacaciones en el mar).
La crónica de David Foster Wallace de sus siete días a bordo del MV Zenith es tan ácida como cabía esperar de un escritor con su particular visión del mundo. Wallace descarga su mala leche contra la tripulación del barco, contra los cruceristas e incluso contra él mismo. No deja títere sin cabeza a la hora de desmontar el mito de los cruceros de lujo como destino ideal para el americano acomodado, una intención que indica muy a las claras el título del ensayo. La verdad es que pocos que lean este libro sentirán algún interés en realizar un crucero por el mar, una experiencia que para Wallace resultó tan falsa como las sonrisas de los anuncios de televisión.
Aunque, como decía antes, siempre podremos preguntarnos si la mordacidad que destila cada página de Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer no será debida al caracter del autor más que a la experiencia en sí. Sea como sea, se trata de un ensayo delicioso, muy recomendable para todos los que se niegan a quedarse en la superficie de las cosas y buscan un análisis que, sea o no totalmente acertado, al menos siempre será mucho más sincero que los publireportajes disfrazados de ficción.
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July 1, 2014
Tendencias en la fantasía actual
La entrada de hoy se debe a que acabo de leer El último argumento de los reyes de Joe Abercrombie, el libro que cierra la trilogía de La primera ley, y me ha parecido un ejemplo perfecto de una tendencia que llevo algún tiempo observando en la fantasía épica. La saga de Canción de Hielo y Fuego sería una muestra aún más conocida de esta tendencia, por supuesto, pero me parece que La primera ley ejemplifica mejor cierta obsesión por crear una fantasía “realista” a base de embadurnar las páginas de sangre y mierda, y no incluir ni un solo protagonista que pueda considerarse no ya un héroe sino un ser humano más o menos decente.
Y digo que es un ejemplo perfecto porque hay partes de las tres novelas en las que se nota bastante que el autor está frustrando deliberadamente las esperanzas de sus lectores de que uno de los protagonistas acabe pareciéndose a lo que entendemos por un héroe o heroína. Si hay una evolución de los personajes, es siempre a peor. Si existe una posibilidad de redención para alguno de los protagonistas, es cuidosamente pisoteada. Los romances se truncan antes de que puedan convertirse en algo serio. Las buenas acciones no sirven para nada. En cuanto al universo en el que se desarrolla la acción, comienza siendo un lugar horrible y luego las cosas empeoran. Mucho.
No todo es malo, claro está. A pesar de los pesares, La primera ley es muy entretenida y hay una buena cantidad de humor, en general negro y en general burlándose de los tópicos que han caracterizado a la fantasía posterior a El señor de los anillos. También es verdad que esos tópicos se utilizan y se aprovechan, aunque sea dándoles un giro que hace que los resultados no sean los que, como lectores, esperamos. Es un juego muy interesante este, subvertir las expectativas del lector que después de una vida leyendo literatura fantástica se ha acostumbrado a una serie de reglas, a que A lleve a B y de ahí pasemos a C. Pues no. Del mismo modo que George R.R. Martin se pasa por el forro varias veces el tópico del personaje salvado en el último momento, Joe Abercrombie y otros autores contemporáneos han decidido saltarse una tras otra las convenciones del género.
Aunque, como suele ocurrir, la subversión de unos tópicos acaba llevando a la creación de otros. Si en la fantasía épica clásica esperábamos que los héroes salvasen al mundo al final, sin importar los obstáculos que se les presentasen, en este otro subgénero, llamado en ingles Dark Fantasy, podemos esperar justo lo contrario. Los “héroes” serán seres egoístas y cínicos, cuando no auténticos criminales, los villanos harán que Sauron parezca un tipo encantador y el final será cualquier cosa menos feliz. Estáis avisados.
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June 23, 2014
El ladrón cuántico, de Hannu Rajaniemi (2010)
Dentro de la ciencia-ficción moderna, uno de los aspectos que más y con más interés se está tratando sería el posthumanismo. En otras palabras, un futuro en el que el ser humano, gracias a los avances de la tecnologia, ya no es plenamente reconocible como humano, teniendo a su disposición una serie de posibilidades que hoy en día nos resultan apenas imaginables. En estos futuros (de una forma que a veces recuerda a la mitología griega) los dioses existen y pelean activamente por controlar la Humanidad, solo que en realidad se trata de seres humanos que han “trascendido” de alguna manera o disponen de una tecnología que les concede poderes casi ilimitados.
El ladrón cuántico es un ejemplo de este tipo de libros y, por mi experiencia, uno de los mejores. Su autor es un matemático finés bastante joven que consiguió un contrato con una importante editorial simplemente mostrándoles las primeras veinticuatro páginas de esta novela. Impresionante, ¿no? Pues el resto de la novela no se queda atrás. Además de ser muy entretenida, en ocasiones apasionante, resulta relativamente corta, lo cual me parece una ventaja en esta era de mamotretos que no puedes sostener en alto mucho rato sin acabar sufriendo un esguince de muñeca.
El protagonista, Jean le Flambeur, es una especie de Arsene Lupin del futuro que se ha dedicado durante años a ejecutar robos aparentemente imposibles hasta que es encarcelado en una prisión de la que también es aparentemente imposible huir. Pero alguien le ayuda a escapar, a cambio de llevar a cabo un robo que solamente está al alcance de alguien con habilidades tan extraordinarias como las suyas.
Sin embargo el gran atractivo de El ladrón cuántico no es tanto la trama, que está muy bien, como el fascinante Sistema Solar en el que se desarrolla, con mención especial a esas ciudades móviles de Marte en las que se desarrolla buena parte de la acción. Los asombrosos escenarios que recrea Hannu Rajaniemi solo son comparables con las no menos asombrosas sociedades que los pueblan. Y es que este es el principal atractivo de las novelas que contemplan una Humanidad post-humana (válgame el retruécano): ¿En qué se convertirán las personas cuando ciertas tecnologías, hoy en día en pañales, se desarrollen por completo? Los cambios serán profundos, sin duda, puede que tan radicales que sencillamente nos resulte imposible entender a esos seres humanos del futuro, del mismo modo que a un europeo de la última Era Glacial le sería imposible entender Nueva York si una máquina del tiempo le trasladase allí de golpe. No obstante, novelas como El ladrón cuántico nos ofrecen una pincelada de qué podría llegar a suceder, tal vez equivocada pero en cualquier caso una fascinante introducción a un futuro que está más cercano de lo que suponemos.
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June 12, 2014
Noticias del Imperio, de Fernando del Paso (1986)
Hay episodios históricos que serían tildados de inverosímiles si fueran fruto de la imaginación de un novelista en vez de haber sucedido en realidad. Pero como se repite tan a menudo, y a veces con razón, la realidad supera a la ficción. Y desde luego fue así en el caso del Segundo Imperio Mexicano.
En 1861 Francia, Inglaterra y España le declararon la guerra a México después de que el gobierno de Benito Juárez decidiera suspender los pagos de la deuda que tenía contraída con estos países (¿les suena esto de algo?). En 1862 las tropas de esta alianza a la fuerza desembarcaron en Veracruz, y aunque españoles e ingleses se dieron por satisfechos tras negociar por su cuenta con los diplomáticos mexicanos, los franceses decidieron continuar la expedición llegando a ocupar Ciudad de México. Para comprender este interés en continuar una invasión a primera vista sin pies ni cabeza hay que tener en cuenta que hablamos de la Francia de Napoléon III, empeñado en revivir las glorias alcanzadas por su augusto antepasado, y México parecía un buen lugar para obtener las victorias que tanto ansiaba.
Esta victoria no bastó a los franceses, a los que se les ocurrió la “feliz” idea de aprovecharla para establecer una monarquía a la europea en México, quizás con la intención de servir de contrapeso al emergente poder de los Estados Unidos, por aquel entonces inmersos en la Guerra de Secesión. Y para ello hacía falta un monarca. O incluso mejor, un emperador. Después de sopesar varios candidatos, Napoleón III propuso su propia candidatura: Maximiliano, Archiduque de Austria, miembro de la poderosa Casa de los Habsburgo.
Y aquí es donde comienza nuestra novela, que viene a ser la crónica novelada de este extrañísimo experimento francés en tierras mejicanas. Pero Fernando del Paso no realiza una crónica al uso, prefiriendo contar la historia de diversos personajes, a veces tan importantes como Maximiliano I o Benito Juarez, a veces relativamente insignificantes. Sobre todo, contando la historia y los desvaríos de la emperatriz Carlota, que desde el castillo belga en el que se refugió tras huir de México pasa revista a su matrimonio con Maximiliano y al tremendo fracaso que fue el Segundo Imperio.
Son tal vez los alucinados monólogos de una mujer que ha perdido la razón lo que más distingue a esta novela, aunque la descripción de la breve existencia del Segundo Imperio sea excelente y además esté maravillosamente documentada. No es Noticias del Imperio una novela de consumo rápido: se alternan los estilos, las épocas, los personajes… Sin embargo merece mucho la pena meterse en sus páginas para descubrir un México decimonónico recreado con mimo, viviendo uno de los episodios más extravagantes y decisivos de su turbulenta historia.
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June 8, 2014
Firmando en la Feria del Libro 2014
Los días de Feria suelen ser agotadores. Una caseta no es el entorno más cómodo del mundo (la gente que se pasa las tres semanas de la feria trabajando en una caseta merece todos mis elogios) y a eso hay que sumar el calor, el ruido, la escasez de lugares decentes donde descansar y refrescar el gaznate entre sesión y sesión de firmas.
Sin embargo todo eso se vuelve secundario en el momento en el que alguien se acerca a la caseta para interesarse por tu obra o cuando uno de tus lectores aprovecha la ocasión para saludarte. Dedicar un ejemplar de un libro es más que un acto comercial o un acto de vanidad. En estos tiempo en los que Internet ofrece a autores y lectores infinitas posibilidades para conocerse parecería que el contacto cara a cara que permiten las firmas ha perdido valor, pero yo sigo creyendo que nada puede sustituir esos momentos. Momentos que hacen que acudir a la Feria año tras año siga valiendo mucho la pena.
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June 3, 2014
De abdicaciones y renuncias
La actualidad manda, así que en estos días puede ser interesante recordar que la abdicación de Juan Carlos I no es ni mucho menos la primera que se produce en la historia de España. Otros reyes antes que él decidieron que ya era suficiente, por cansancio, por enfermedad o por otras razones, empezando por uno de los más brillantes soberanos que ha tenido España: Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico.
Carlos I tuvo una vida muy intensa. Su intención de construir un imperio universal dirigido por los Habsburgo acabó en un relativo fracaso pero este sueño, junto con la defensa a ultranza de la fe católica frente al luteranismo, trajo una guerra tras otra hasta que Carlos I simplemente se hartó de seguir luchando contra media Europa. Quizás se dio cuenta de que jamás lograría sus objetivos o quizás llegó a la conclusión de que no tenían tanta importancia después de todo. Y además estaba gravemente enfermo de gota, sufriendo ataques como el que le obligó a suspender el asedio de Metz en 1552. El caso es que en las abdicaciones de Bruselas (1555) Carlos I dejó el gobierno del Sacro Imperio a su hermano Fermando y el gobierno de España y las Indias a su hijo Felipe, que pasaría a reinar con el nombre de Felipe II. Después regresó a España con el propósito de curarse la gota en la comarca extremeña de la Vera, un lugar tranquilo y con buen clima, donde residió primero en el Castillo de Oropesa y luego en el Monasterio de Yuste tras concluirse las reformas que exigía la presencia de tan regio personaje. Allí vivió un año y medio entre los monjes jerónimos hasta fallecer a causa del paludismo. Y el culpable de que Carlos I tuviera este curioso final fue nada más y menos que el famoso inventor Juanelo Torriano, pues los estanques que construyó en Yuste para solaz del antiguo rey resultaron ser un inmejorable lugar de cría para los mosquitos, uno de los cuales picó a Carlos I con las consecuencias ya citadas.
El siguiente monarca de esta peculiar lista fue también el primer Borbón que reinó en España después de la Guerra de Sucesión (1701-1713), que tanto daño nos hizo. En su caso la abdicación se produjo en el año 1724 y el beneficiado fue su hijo Luis, que contaba solamente diecisiete años. Puede que Felipe V tuviera la secreta ilusión de suceder a Luis XV de Francia. O puede, y me parece más probable, que sus problemas mentales le hicieran aborrecer las exigencias que conlleva un trono. Fuese por ambición o por depresión, Felipe V y su esposa (que estaba aún más desequilibrada que él) se retiraron al Palacio de La Granja, lo suficientemente cerca de Madrid como para influir en la Corte si tal era su deseo. Sin embargo los planes del rey se fueron al traste muy pronto. El reinado de Luis I fue brevísimo, solamente ocho meses antes de que la viruela acabase con su vida, y puesto que su otro hijo, el futuro Fernando VI, era un niño de once años de edad, Felipe V se vio obligado a volver a asumir la corona hasta su fallecimiento en 1746. Así pues podríamos hablar aquí de una abdicación con marcha atrás, forzada por las circunstancias.
El tercer y último y soberano del que voy a hablar es Carlos IV. La suya no fue, como en los ejemplos anteriores, una abdicación debida a motivos personales. A Carlos IV se lo llevó por delante la marea de la Historia o, para ser más exactos, un tal Napoleón Bonaparte. Hombre de caracter débil, que acabó dejando el gobierno de España en manos de otros, ya fuera su esposa María Luisa de Parma o sus secretarios y validos (el más famoso de ellos, Manuel Godoy), acabó viéndose arrastrado a una alianza con la misma Francia a la que se había enfrentado unos años antes cuando la Revolución Francesa amenazaba con liquidar el Antíguo Regimen. El único resultado palpable de la alianza fue la transformación de España en poco más que en una nación vasalla de la Francia Imperial, lo que provocó una conspiración contra Carlos IV dirigida por su hijo Fernando, que tenía prisa por reinar. La conspiración fue un fracaso, pero la progresiva ocupación del país por parte de las tropas francesas daría lugar al Motín de Aranjuez, en el que los amotinados apresaron a Carlos IV y su familia. Este no tuvo más remedio que abdicar en favor de Fernando, quien a su vez se vio forzado a entregar la corona a Napoleón, que se la cedió a su hermano José. Carlos IV ya no volvió a acercarse al trono español. Primero fue prisionero de Napoleón en Marsella y luego sería su hijo Fernando VII (posiblemente uno de los peores reyes que haya tenido España) el que se encargó de que ya no regresara más a nuestro país salvo en forma de cadáver.
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May 27, 2014
Feria del Libro 2014
Como todos los años por estas fechas, llega la Feria del Libro de Madrid y como en algunas de las ediciones anteriores voy a tener la suerte de estar presente firmando libros, algo que supone una inmejorable ocasión para charlar con los lectores.
En esta ocasión me centraré en firmar ejemplares de mis dos últimas novelas: El brillo de las lanzas y La tierra dividida. Y si dos son los libros, también van a ser dos las sesiones de firmas, ambas el domingo 1 de Junio. La primera será por la mañana, de 12:00 a 14:00 en la caseta nº 27 (UDL). Y la segunda será por la tarde, de 18:00 a 20:00 en la caseta nº 171 (Ediciones Pamies). Allí os espero, y esperemos que sin lluvia (otro clásico en las Ferias del Libro).
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