Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer (1997)
A la hora de valorar un producto artístico muchas veces somos influidos por las circunstancias que rodearon su génesis o la suerte que corrieron los creadores. Es imposible leer El oficio de vivir de Cesare Pavese de la misma forma si sabemos que sus últimas líneas fueron escritas poco antes de que Pavese se suicidara. Y del mismo modo es bastante difícil juzgar de la misma manera Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer sabiendo que David Foster Wallace se ahorcó a los 46 años de edad cuando la medicación que tomaba para controlar sus crisis depresivas dejó de ser eficaz. De repente las excentricidades que David Foster Wallace comenta sin tapujos en este ensayo ya no nos resultan tan graciosas y empezamos a preguntarnos si esa tristeza infinita que atribuye a los cruceros no estaría dentro de él desde el principio, filtrando sus percepciones.
Vamos por partes: Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer es el ensayo sobre el mundo de los cruceros de lujo que Harper´s magazine encargó a David Foster Wallace, y para que se familiarizara con el tema en cuestión nada mejor que pagarle un viaje en el MV Zenith (al que él rebautiza como Nadir), uno de los inmensos barcos que recorren el Caribe haciendo escalas en diversos puertos (un esquema que conocemos perfectamente gracias a la mítica Vacaciones en el mar).
La crónica de David Foster Wallace de sus siete días a bordo del MV Zenith es tan ácida como cabía esperar de un escritor con su particular visión del mundo. Wallace descarga su mala leche contra la tripulación del barco, contra los cruceristas e incluso contra él mismo. No deja títere sin cabeza a la hora de desmontar el mito de los cruceros de lujo como destino ideal para el americano acomodado, una intención que indica muy a las claras el título del ensayo. La verdad es que pocos que lean este libro sentirán algún interés en realizar un crucero por el mar, una experiencia que para Wallace resultó tan falsa como las sonrisas de los anuncios de televisión.
Aunque, como decía antes, siempre podremos preguntarnos si la mordacidad que destila cada página de Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer no será debida al caracter del autor más que a la experiencia en sí. Sea como sea, se trata de un ensayo delicioso, muy recomendable para todos los que se niegan a quedarse en la superficie de las cosas y buscan un análisis que, sea o no totalmente acertado, al menos siempre será mucho más sincero que los publireportajes disfrazados de ficción.
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