Lídia Castro Navàs's Blog, page 71
August 19, 2018
Mi libro de la semana: “La bruja, la espada y la hija del herrero”
Agradecer desde aquí a Sadire, del blog Divagaciones en Rosa, por esta genial reseña de mi novela: La bruja, la espada y la hija del herrero
August 18, 2018
82 años sin ti
El 18 de agosto de 1936 Federico García Lorca fue fusilado por los golpistas que propiciaron la Guerra Civil Española.
¡82 años sin ti, maestro!
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August 17, 2018
Un año
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Un año de dolor
Un año en shock
Un año de rabia
Un año de incongruencias
Un año de despropósitos
Un año de incomprensión
Un año de… ¡No tenemos miedo!
NO TENIM POR!
Lídia Castro Navàs
Mi humilde homenaje a las víctimas, familiares y a los cuerpos de seguridad catalanes, que pese a la desinformación, consiguieron que la tragedia terrorista no fuera mayor, tanto en Barcelona como en Cambrils.
August 16, 2018
Reseña: El velo de Flyxia
Muchísimas gracias a Luna, del blog Luna Paniagua, por su magnífica reseña de mi última historia publicada: El velo de Flyxia, novela con la que participo en el Premio Literario de Amazon. Agradecerle su detallada disección y por leer más allá de las propias palabras
August 15, 2018
Historias que inspiran: La bruja, la espada y la hija del herrero
¿Queréis leer la reseña que Paula hace de La bruja, la espada y la hija del herrero? Es impresionante. Ella ofrece cuatro razones para leerla, ¿coincidís con ella?
August 13, 2018
Las 13 rosas
Tapia del cementerio de La Almudena, Madrid.
Las 13 rosas es el nombre colectivo que se le dio a un grupo de trece jóvenes, la mitad de ellas miembros de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), fusiladas por el régimen franquista en Madrid, el 5 de agosto de 1939.
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Cartilla de las JSU
Después de la Guerra Civil Española y de que los máximos dirigentes de PCE fueran exiliados, las JSU intentaron reorganizarse de forma clandestina. El nuevo secretario general fue José Pena, de 21 años.
Un policía infiltrado, delató a José Pena, quien fue detenido y obligado, mediante torturas, a dar todos los nombres que conocía de su organización. Un total de 67 personas, entre las cuales había Las 13 rosas.
Sus edades estaban comprendidas entre los 18 y los 29 años cuando las detuvieron, las torturaron y las metieron en la cárcel de mujeres de Ventas, construida para 450 personas en la que se hacinaban unas 4000.
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Cárcel de mujeres con las reclusas, vigilantas, curas y monjas.
La ejecuciones tuvieron lugar en la madrugada del 5 de agosto de 1939, junto a la tapia del cementerio de la Almudena de Madrid, a 2 km de la prisión de Las Ventas. Nueve de las jóvenes fusiladas eran menores, ya que la mayoría de edad estaba establecida en 21 años.
Estas eran “Las 13 rosas“:
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Carmen Barrero Aguado (20)
Trabajaba desde los 12 años, tras la muerte de su padre, para ayudar a mantener a su familia, que contaba con 8 hermanos más. Militante del PCE, tras la guerra, fue la responsable femenina del partido en Madrid. Fue detenida el 16 de mayo de 1939.
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Martina Barroso García (24)
Al acabar la guerra participó en la organización de las JSU de Chamartín. Iba al frente de la Ciudad Universitaria a buscar armas y municiones (que estaba prohibido). Se conservan algunas cartas que escribió a su novio y a su familia en la prisión.
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Blanca Brisac Vázquez (29)
La mayor de las 13. Tenía un hijo. Católica y votante de derechas. Era pianista y fue detenida por relacionarse con un músico perteneciente al Partido Comunista. Escribió una carta a su hijo que le fue entregada por su familia (todos de derechas) 16 años después.
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Pilar Bueno Ibáñez (27)
Con la guerra se afilió al PCE y fue voluntaria en las casas-cuna (donde se recogía a huérfanos y a hijos de milicianos que iban al frente). Fue secretaria de organización del radio Norte. Al acabar la guerra se encargó de la reorganización del PCE.
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Julia Conesa Conesa (19)
De Oviedo. Vivía en Madrid con su madre y sus dos hermanas. Se afilió a las JSU. Trabajó como cobradora de tranvías, ya que su familia necesitaba dinero, y dejó el contacto con las JSU. Antes de morir escribió una carta a su familia: “Madre, hermanos, con todo el cariño y entusiasmo os pido que no me lloréis nadie. Salgo sin llorar. Me matan inocente, pero muero como debe morir una inocente (…) Adiós, madre querida, adiós para siempre. Tu hija, que ya jamás te podrá besar ni abrazar”. Julia cerraba su carta con una suplica: “que mi nombre no se borre en la historia”
Adelina García Casillas (19)
Militante de las JSU. Hija de un guardia civil. Le mandaron una carta a su casa afirmando que solo querían hacerle un interrogatorio ordinario. Se presentó de manera voluntaria, pero no regresó a su casa. Ingresó en prisión el 18 de mayo de 1939.
Elena Gil Olaya (20)
Ingresó en las JSU en 1937. Al acabar la guerra comenzó a trabajar en el grupo de Chamartín.
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Virtudes González García (18)
En 1936 se afilió a las JSU, donde conoció a Vicente Ollero, que terminó siendo su novio. Fue detenida el 16 de mayo de 1939 denunciada por un compañero suyo bajo (se dice) tortura.
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Ana López Gallego (21)
De Jaén. Militante de las JSU. Su novio le propuso irse a Francia, pero ella decidió quedarse con sus tres hermanos menores en Madrid. Fue detenida el 16 de mayo. Se cuenta que no murió en la primera descarga y que preguntó: «¿Es que a mí no me matan?».
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Joaquina López Laffite (23)
En septiembre de 1936 se afilió a las JSU. Se le encomendó la secretaría femenina del Comité Provincial clandestino. La detuvieron el 18 de abril de 1939. No fue conducida a Ventas hasta el 3 de junio, a pesar de ser de las primeras detenidas.
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Dionisia Manzanero Salas (20)
Se afilió al Partido Comunista en 1938 después de que un obús matara a su hermana y a unos chicos que jugaban en un descampado. Al acabar la guerra fue el enlace entre los dirigentes comunistas en Madrid. Fue detenida el 16 de mayo de 1939.
Victoria Muñoz García (18)
Se afilió con 15 años a las JSU. Era la hermana de Gregorio Muñoz, responsable militar del grupo del sector de Chamartín de la Rosa. Llegó a Ventas el 6 de junio de 1939.
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Luisa Rodríguez de la Fuente (18)
Entró en las JSU en 1937. Reconoció su militancia durante la guerra, pero no la actual. En abril la trasladaron a Ventas, siendo la primera de las Trece Rosas en entrar en la prisión.
En realidad, las fusiladas fueron catorce, aunque no el mismo día. El día 5 de agosto de 1939 fueron asesinados 13 mujeres y 43 varones; eso es lo que consta en el acta oficial.
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Antonia Torre Yela (18)
Por un error de transcripción, en el oficio de piquete de ejecución figuraba como Antonio, Ella también militaba en la JSU. Sería fusilada el 19 de febrero de 1940.
Su único pecado: creer en la libertad y reclamarla a través de la vía política, de forma pacífica.
Su condena: morir de noche, fusiladas contra un muro, después de torturas y meses en prisión, lejos de sus familias y a una temprana edad.
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Actos como estos no deben quedar en el olvido ni pueden repetirse. A todas ellas, gracias por intentar hacer de nuestra sociedad un lugar mejor donde vivir en libertad.
Lídia Castro Navàs
August 12, 2018
#UnAñoDeAutoras: Los libros de Lídia
Gracias de nuevo a Paula, del blog Miss Spoiler por esta entrada dedicada a mis libros autopublicados, sin contar El velo de Flyxia, que publiqué recientemente
August 11, 2018
Transformación
Antes era árbol. Verde savia corría por mis venas y unas fuertes raíces me anclaban a la tierra. Pero llegó un día en que me transformé. Conservé mi esencia, aunque ya no pude notar la brisa en mi corteza; ni la lluvia sobre mis hojas; ni el peso de la nieve sobre mis ramas. Nació en mí una nueva misión: permito que la gente sueñe y deje volar su imaginación. Me gustaba ser árbol, pero ser las páginas de un libro me encanta.
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Fuente: Pixabay
Mi participación para el Reto 5 líneas del blog de Adella Brac.
Lídia Castro Navàs
August 8, 2018
Historias que inspiran: Mis historias y otros devaneos
Gracias a Paula de Miss Spoiler por esta reseña de mi recopilatorio de micros: “Mis historias y otros devaneos”, que es también mi primer libro autopublicado
August 7, 2018
Las mujeres de la Guerra
¿Te has dado cuenta de que en los libros de texto de antaño explicaban los episodios históricos de forma muy sesgada? Pues eran los ganadores los que la escribían, los hombres ganadores. Así pues, el resultado era una visión poco objetiva de unos hechos muchas veces deleznables. Por suerte, esto ha cambiado en nuestros días, ¿o no?
Este pasado 25 de julio se han cumplido 80 años de la batalla más larga que aconteció durante la Guerra Civil Española: La batalla del Ebro (25 julio – 16 noviembre de 1938) que duró un total de 115 días.
Siempre que se aproxima el aniversario del inicio o del final de una guerra, aparecen publicados una multitud de artículos muy variados relacionados con ella: sobre las muertes causadas, las diferentes batallas en que se dividió dicha guerra, las estrategias usadas durante la misma, las consecuencias en la sociedad civil, el armamento encontrado años después… pero muy poco puede leerse sobre la función de las mujeres en ese conflicto. Ante esto, una puede concluir que la guerra es cosa de hombres. ¿Pero lo es de forma voluntaria o por imposición? No puedo evitar preguntarme, ¿cuál fue el papel que desempeñaron las mujeres en esa guerra de la que aún padecemos consecuencias políticas evidentes?
Cuando estalló la Guerra Civil Española (GCE), miles de mujeres republicanas se movilizaron en defensa del régimen político legítimo que había sido establecido de forma democrática en 1933, después de unas elecciones que fueron las primeras en las que ellas mismas pudieron votar por primera vez y ejercer así el anhelado sufragio; y es que las mujeres se jugaban mucho con esa guerra, pues todos los privilegios conseguidos durante la República empezaron a peligrar en esos momentos (por todos es sabido que las mujeres en España votaron por primera vez en 1933 y no pudieron volver a hacerlo hasta 1977). A partir de entonces, las mujeres se convirtieron en agentes históricos capaces de escribir su propia historia; todo a través de un trabajo activo durante el conflicto.
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Foto: Asociación Nacional de Mujeres Españolas (AMNE) con Clara Campoamor en el centro. Fuente: sacada de la red.
Así pues, queriendo clasificar los roles femeninos que aparecieron durante la GCE, esto es lo que ha surgido; tres prototipos de mujeres muy diferenciadas:
1. La activista, que pertenecía a alguna de las asociaciones feministas y/o antifascistas existentes, como la AMA (Asociación de mujeres antifascistas), de la que fuera presidenta Dolores Ibárruri, más conocida como la Pasionaria; o el secretariado femenino del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista). Estas activistas trabajaban desde la retaguardia y siempre a través de movilizaciones en la calle, donde reivindicaban la defensa del poder legítimo de la República y de los derechos adquiridos durante la misma.
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Foto: Activistas del AMA en una manifestación en Madrid durante la GCE. Fuente: blogs.elpais.com
2. La otra figura era la de la miliciana. En un principio solo fue una figura simbólica utilizada en los carteles como reclamo y motivación de las tropas. Se la representaba como una mujer joven, atractiva y seductora, vestida con el mono azul característico y con un fusil colgado en su espalda.
Y, aunque fue solo simbólica, la miliciana rompió con el papel pasivo y tradicional de las féminas, pues representaba a una mujer activa, revolucionaria y ¡que llevaba pantalones! Muchas mujeres mostraron su frustración por no poder ir a luchar al frente; se conocen algunos ejemplos, como Sara Berenguer, Marina Ginestá o, incluso, las retratadas en la película de Vicente Aranda, Libertarias (1996), que se convirtieron en todo un símbolo para las milicianas en activo.
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Foto: Marina Ginestà. En Barcelona, 1936. Fuente: elpais.com
Pero, desgraciadamente, aunque las milicianas prometían mucho por lo que se refiere al acceso de la mujer en el conflicto real, en diciembre de 1936, esta figura ya había desaparecido de los carteles y de la propaganda.
La heroína que se alzaba contra el fascismo era ahora un símbolo desprestigiado y reprobable. Se la asoció con aquello más negativo y que más daño hacía a una mujer, con la figura de la prostituta. Mientras solo fue una representación simbólica y seductora destinada a enaltecer la moral masculina, no hubo problema, pero en cuanto aparecieron mujeres reales reclamando su derecho a participar en la guerra, la cosa cambió por completo. Eso ya no gustó a los sectores más conservadores de la sociedad, y es que en cuestión de género, la mayoría de la sociedad del momento, era muy tradicional, fuesen de la tendencia política que fuesen. Incluso las propias asociaciones de mujeres negaron el apoyo a esas que pretendían ir a luchar de forma activa en el frente.
La cuestión es que, desprestigiando a la figura de la miliciana y asociándola con la de la prostituta, consiguieron estigmatizarla socialmente y que acabara desapareciendo. Fue un mecanismo muy eficaz y poderoso para mantener a las mujeres alejadas del frente de batalla.
Después de la miliciana, tomó fuerza otra figura femenina más adecuada y que gustaba más a la sociedad del momento.
3. Me refiero a la madre combatiente, personaje que contrastaba mucho con la transgresora miliciana. Su imagen era clásica y su objetivo no fue otro que el bienestar familiar y colectivo.
La madre combatiente luchaba pero desde la retaguardia, sin aspiraciones reales a participar en el conflicto directo. Se la representaba como una mujer madura, trabajadora y podía aparecer en los carteles propagandísticos como madre, ama de casa o sanitaria. Jamás se la asoció con las armas, la lucha activa o ¡los pantalones!
Muchos fueron los carteles que mostraban a madres de rodillas sosteniendo a sus hijos heridos o muertos, que incitaban a la voluntariedad de otras madres.
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Foto: Carteles propagandísticos del POUM. Fuente: sacada de la red.
El símbolo de la maternidad no era nuevo y conocían su potencial para movilizar a las mujeres-madres apelando al derecho de defender a sus hijos de la brutalidad fascista.
De hecho, tenemos que pensar que la resistencia civil y la supervivencia cotidiana durante la guerra, se explican gracias al enorme esfuerzo que desplegaron las mujeres, quienes consiguieron, entre muchas otras cosas, que los servicios sociales y sanitarios siguieran funcionando, incluso con el gran aumento de la demanda durante el conflicto.
Así pues, fuese cual fuese el papel que adoptaron las mujeres durante la GCE, más activo o más pasivo, desde las movilizaciones o desde la retaguardia, fue sin duda de relevante importancia. Aunque ya sabemos cuál fue el resultado del conflicto, no podemos olvidar ni menospreciar, la tarea de estas heroínas anónimas.
A todas ellas, ¡gracias!
Lídia Castro Navàs