Sergio Alejo Gómez's Blog, page 2
July 27, 2022
El nacimiento y la expansión del Islam
Bienvenidos a un nuevo vídeo de la sección de Calamares a la romana. En esta ocasión os hablaremos sobre el nacimiento y la expansión del Islam. Serán dos vídeos, en los que el historiador Federico Romero Díaz, creador de la cuenta Historia y Roma antigua, nos hablará de este gigante religioso que se acabaría convirtiendo en la potencia hegemónica de todo Oriente. Pero no solo hablaremos de eso, sino de como fue creciendo en tamaño y de como llegó hasta la vieja Hispania, para imponerse en su afán por abarcar cada vez más territotrios.
No os perdáis estas dos entregas porque estoy convencido de que os ayudarán a entender mucho mejor los motivos y la historia interna de dicha religión. Y si os gusta el contenido que subo, no dudéis en sucribiros al canal YouTube.
Un saludo y nos leemos en siguientes entradas.
Sergio Alejo GómezAutor de las sagas literarias de Las Crónicas de Tito Valerio Nerva y Renovatio Imperii y la colección ¿Sabías que?La entrada El nacimiento y la expansión del Islam se publicó primero en Sergio Alejo Gomez.
July 22, 2022
La batalla de Actium y el auge de Octavio
Bienvenidos a una nueva entrada de mi blog. Continuando con esta larga saga dedicada a lo ocurrido en la República romana tras el asesinato de César, hoy voy a ofreceros la última entrega. Sé que os ha gustado mucho, pero todo tienen que llegar a su fin, y no se me ocurre mejor manera, ni lugar, para esta serie de artículos. Así que hoy concluye esta historia y lo hace hablando de la batalla de Actium y el auge de Octavio.
Pero para llegar a ese punto, aún tengo muchas cosas que explicar, así que vayamos paso a paso. Comenzaré la entrega de hoy escogiendo el año 33 a. C. como punto de partida, el mismo en el que César fue elegido para llevar a cabo su segundo consulado. Habían pasado casi diez años desde el primero, aquel conseguido tras la guerra de Mutina. Pero como era triunviro, hizo lo que tocaba, renunciar al cargo y entregárselo a un hombre de confianza. Antonio, ya había hecho lo mismo el año anterior, así que todo respondía como siempre a una nueva maniobra política.
Durante esos años, los enemigos habían sido exteriores, y el fantasma de la guerra civil parecía haberse alejado. Es más, muchos oficiales de alto rango, ya fueran cesarianos o antonianos, celebraron triunfos en Roma. Además, como ya dije en la entrega anterior, se llevó a cabo una amplia política de obras públicas en Roma. Eso, además de generar magnificencia en la urbe, generó trabajo para la plebe y también para los que proporcionaban los materiales de construcción.
Construyendo una nueva RomaCésar prosiguió con la construcción de algunos edificios que ya comenzara su tío abuelo, como por ejemplo el Foro de Julio César, que incluía el templo de Venus y la casa del Senado. Pero fue su servidor y amigo, Marco Vipsanio Agripa, quien en el 33 a. C., al asumir el cargo de edil, se dedicó en cuerpo y alma a la ciudad. Hay constancia que se construyó un nuevo acueducto, el Aqua Julia y otros muchos fueron restaurados. Ordenó la creación de 700 nuevas cisternas, 500 fuentes y 130 torres de agua, destinadas a abastecer a toda la ciudad del preciado elemento.
En su generosidad, Agripa obsequió a Roma con 59 días de juegos y abrió los baños públicos a todos durante 170 días. Todo eso contribuyó a generar un clima de bienestar en la ciudad y ciertamente más salubre. Los oscuros días de guerras civiles, proscripciones y confiscaciones de tierras parecían haber quedado en el olvido.
Aunque todos sabían que César había sido el responsable o, al menos, uno de los responsables de aquellos malos tiempos, también era cierto que supieron agradecerle el nuevo período de calma y paz que les había dado. Pero quizás la gente no pensó en que después de la calma llega la tempestad, y eso era precisamente lo que se fraguaba en el ambiente. Antonio que hasta entonces no había dado señales de vida en Occidente, pareció despertar de su letargo.
La bruja de EgiptoPero es imposible hablar de Antonio sin hacerlo de la mujer que estuvo estrechamente ligada a él: Cleopatra. ¿Y qué había sido de ella? Sabemos que tras los Idus de Marzo del 44 se quedó en Roma tratando de ser reconocida por los sucesores del padre de su hijo. No fue la única, ya que muchos reyes vasallos hicieron lo propio para legitimar su poder en sus reinos.
Pero ante la imposibilidad de conseguirlo, se vio obligada a regresar a Egipto. En invierno del 41 al 40 a. C., la reina invitó a Antonio a su corte, imagino que para tratar de obtener algo de Roma. El triunviro estaba haciendo una gira por las provincias orientales, y aceptó sin duda la oferta. El tórrido romance comenzó entonces, y el triunviro la dejó embarazada a la vez que afianzaba la posición de la reina en el trono de Egipto, eliminando cualquier tipo de oposición, destacando a su hermana Arsínoe.
Cuando las obligaciones para con la República llamaron a Antonio, la pareja se separó durante tres años, en el transcurso de los cuales Antonio se casó con Octavia por un asunto de Estado como ya mencioné anteriormente. No fue hasta el invierno del 37 al 36 a. C. cuando la volvió a ver a ella y a sus gemelos en Antioquía. Allí retomaron su romance y la reina volvió a quedarse encinta justo antes de que Antonio marchara a su campaña parta. A su regreso tras el fracaso, se quedaron juntos hasta el final de sus vidas, que tampoco iban a ser demasiado largas.
El casus belli que buscaba OctavioNo dejó que Octavia fuera a verle cuando esta se desplazó a Grecia para llevarle suministros y tropas para reponerse, sino que la envió de nuevo a Roma. Eso enojó a César, que le echó en cara públicamente esa acción y su romance abierto ya con la reina de Egipto. Las malas lenguas incluso afirmaron que todo ese asunto había sido un montaje del mismo César para hacer quedar mal a su socio de gobierno, aunque eso nunca lo sabremos a ciencia cierta.
Mientras César aumentaba su fama en Italia, Antonio, estaba lejos de ella, y eso sin duda servía para que los romanos le vieran como alguien distante y poco preocupado por lo que les ocurría. En el año 34 a. C., Antonio inició una nueva campaña contra Armenia, en la que llegó a capturar a su rey. El mismo que le traicionó en la expedición anterior que casi le cuesta la vida. Fue un éxito menor, pero se encargó desfilar triunfante por las calles de Alejandría, tratando de recuperar algo de su prestigio perdido.
Ese triunfo, que no se había celebrado en Roma, sino en una ciudad extranjera y bajo el beneplácito de una reina oriental, fue usado por César y sus partidarios para manchar más aun la imagen del triunviro. Pero lo peor estaba por llegar, y es que a finales de ese mismo año, Antonio y Cleopatra celebraron las llamadas donaciones de Alejandría. Una ceremonia por la cual se ascendía como co gobernante al trono de Egipto a Cesarión, y se entregaban varias provincias orientales de la República a los tres hijos de la pareja.
Una dura campaña propagandísticaAquello era ya una amenaza abierta a los intereses de César y de la misma República y sirvió para pintar una imagen sumisa de Antonio, que bebía bajo el influjo de la reina del Nilo. Se vendió la imagen de Antonio como un borracho, quizás también drogado por pociones mágicas que le daba su reina, dejando de ser un ciudadano romano. La propaganda orquestada por César fue espléndida, ya que él aparecía como un defensor de los valores y las tradiciones. Velaba por la República y vivía con su esposa romana.
Pero Antonio no se quedó quieto, sino que hizo también lo que creyó oportuno para limpiar su imagen y ensuciar la de su rival. Acusó a César de yacer con otras mujeres, y seguramente no estaba equivocado, pero incluso y así, no dejaban de ser romanas y no una extranjera.
La guerra dialéctica estaba servida y ambos bandos se dedicaron a verter pestes sobre el otro. Incluso Antonio recordó la conducta cobarde de César en la batalla de Filipos y llegó a acusarle de haber yacido con el propio Julio César para obtener su favor. Le acusó también de no ser descendiente sanguíneo suyo y priorizó a Cesarión que era hijo del dictador. Así pues, para verano del 33 a. C., las legiones de Antonio fueron movilizadas, y abandonaron la frontera del Éufrates para dirigir sus pasos hacia Occidente. El enemigo no eran ya los partos, sino César.
El preludio de una nueva guerraLa tensión se palpó en el Senado entre los partidarios de uno y otro triunviro, llegando a haber incluso acusaciones serias que tuvieron que vetarse a través del propio tribuno de la plebe. Los dos cónsules de aquel año, claramente partidarios de Antonio vieron peligrar sus vidas cuando César se presentó en la cámara escoltado por algunos de sus soldados. Así pues, los defensores de la causa de Antonio abandonaron Roma y se dirigieron a Grecia, buscando el amparo de su señor. Acto seguido muchos otros siguieron sus pasos, al igual que otros hicieron el recorrido opuesto.
César, dispuesto a ir a por todas, así que se dirigió al templo de Vesta, y pese a la oposición de la virgen vestal principal, se hizo con el testamento de Antonio, que estaba allí guardado. Hizo que se leyeran algunos fragmentos en el Foro causando ya un revuelo extremo. En el documento, Antonio reconocía a Cesarión como hijo legítimo de César y legaba territorios a sus hijos nacidos del romance con Cleopatra. Además, precisaba que su cuerpo debía ser enterrado en Alejandría junto al de Cleopatra cuando muriera.
César, al contrario, se consideraba más romano que nadie, por eso mandó construir su mausoleo funerario en aquel momento, teniendo tan solo 30 años, en los aledaños del Campo de Marte. Él sí que quería ser enterrado en la ciudad y no en una ciudad extranjera como su rival. La campaña se centró a partir de entonces en desprestigiar también a la reina de Egipto. Era necesario vender aquel conflicto de esa manera, es decir, no como algo entre romanos que acabaría en una nueva guerra civil, sino más bien como algo contra una mujer extranjera.
La coniuratio italae et provinciarumSe produjo entonces la llamada Coniuratio Italiae et provinciarum, un edicto o acuerdo por el cual todas las ciudades de Italia le juraron lealtad a César. Las colonias en las que había veteranos de Antonio asentados, tuvieron la opción de negarse a aceptar, pero muy pocas rechazaron alinearse bajo el joven triunviro.
Los bandos se comenzaron a definir, y muy pocos senadores se mostraron partidarios de Antonio y huyeron a refugiarse en sus brazos. Lo cierto es que la campaña propagandística de César fue un tremendo éxito. Fue en en el verano del 32 a. C., cuando César, dirigiendo ya la República, declaró abiertamente la guerra a Antonio y Cleopatra.
Antonio no se había quedado esperando, sino que ya tenía a su armada y sus legiones preparadas en la costa Occidental de Grecia. Como el año ya estaba avanzado, las operaciones militares se pospusieron hasta la llegada del buen tiempo, cediéndole de esa manera la iniciativa a su rival. Agripa fue quien dirigió el ejército de César, y como siempre lo hizo brillantemente.
Él planteó la estrategia inicial y se centró en atacar con contundencia y rapidez a su enemigo. Mientras las legiones de Antonio estaban distraídas defendiéndose, César desembarcó con el grueso de su ejército en Epiro, sorprendiendo a Antonio que no había tenido tiempo para reunir a todos sus efectivos.
Así, los romanos de Occidente iniciaron un bloqueo por mar y tierra desde el golfo de Ambracia. Fueron unos meses terribles para las topas de Antonio, y poco a poco su ejército fue menguando por la aparición de las enfermedades como la malaria y la disentería a causa de las condiciones insalubres de su campamento.
La batalla de Actium y el final del triunviratoAdemás, las tropas cesarianas consiguieron algunas victorias menores, lo que sirvió para subirles la moral aún más y bajársela a sus enemigos. Las deserciones comenzaron a ser cada vez más habituales, y no solo de soldados, sino también de senadores importantes que se daban cuenta del error que habían cometido a la hora de escoger el bando.
Fruto de la desesperación, el 2 de septiembre del 31 a. C., Antonio mandó salir a su flota de la seguridad de la base naval. Se inició la batalla de Actium tras algunas horas de tanteo, y Agripa hizo replegarse a sus naves atrayendo a las de Antonio hacia una trampa. La escuadra de Cleopatra huyó de allí llevándose el tesoro y dejando a su merced a los hombres y naves de Antonio.
Este escapó con ella, dejando a los suyos a su suerte. Acabaron siendo derrotados por la flota de César que era más numerosa y experimentada después de vencer a Sexto Pompeyo hacía unos años. Sin una cabeza visible, las legiones de Antonio negociaron un buen trato con César, abandonando definitivamente la causa del triunviro. Sin flota y sin legiones, Antonio lo había perdido todo por mucho que conservara las monedas. Su reputación también salió afectada y la vergüenza recayó sobre él tras abandonar a sus hombres de aquella manera.
Dueño y señor de la RepúblicaPero en lugar de perseguirle y rematar la faena, César se centró en la reubicación de los veteranos que le habían dado la victoria. Además, tuvo que hacer lo propio con las tropas recién adquiridas que eran de Antonio, y ahora le pertenecían. Tenía que supervisar el licenciamiento de 40 legiones, una tarea harto compleja.
Pero no quería cometer el error de confiscar tierras, el mismo que le llevó a la guerra perusina. Así que viajó a Oriente y recaudó lealtades de las provincias de Oriente y ya de paso monedas para solventar el tema de los legionarios veteranos. Incluso Cleopatra buscó acercarse a César, sabiendo que Antonio ya estaba perdido. Quería salvarse ella y a sus hijos.
La situación era desesperada y se tuvo que aferrar a las buenas palabras de César, que nunca hacía favores a cambio de nada. La cuestión fue que Antonio se quitó la vida, lo más digno que había hecho en los últimos años, o tal vez fue Cleopatra la que lo urdiera buscando afianzar un acuerdo con el dueño de la República, que ya estaba en camino.
César, una vez llegó a Alejandría, la tuvo en vilo durante más de una semana hasta que acepto reunirse con ella. Pero la reina se vio desfilando encadenada por las calles de Roma y optó por quitarse la vida. Aunque le hubiera gustado más tenerla viva, César se conformó con su cadáver para exhibirla en su triunfo, y sobre todo con su tesoro que le vendría muy bien para fundar asentamientos pata sus veteranos.
Cesarión fue apresado rápidamente y ejecutado. Los seguidores de Antonio, mayormente solicitaron clemencia, y pudieron ser admitidos en el nuevo régimen que se había creado, y César, en el año 30 a. C., con tan solo 33 años, se erigió en el único señor de Roma y de la República. Una nueva era comenzaba.
Hasta aquí esta larga saga que espero que os haya gustado.
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Sergio Alejo GómezAutor de las sagas literarias de Las Crónicas de Tito Valerio Nerva y Renovatio Imperii y la colección ¿Sabías que?La entrada La batalla de Actium y el auge de Octavio se publicó primero en Sergio Alejo Gomez.
July 20, 2022
Sapor I el terror de Roma
Bienvenidos a una nueva entrega de videos de Calamares a la romana. En esta ocasión os traigo un par de vídeos en el que os hablamos de Sapor I el terror de Roma, que fue el segundo de los reyes que gobernaron el Imperio persa sasánida.
Este Shahansha fue una pesadilla para los romanos, ya que les infligió severas derrotas e incluso llegó a capturar a uno de ellos. Imaginad lo que suspuso eso para los orgullosos romanos que vieron en él a un temible enemigo.
Disfrutad de esta historia y si os gusta, no dudéis en suscribiros al canal de YouTube, ya que encontraréis mucho más contenido de este tipo.
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Sergio Alejo GómezAutor de las sagas literarias de Las Crónicas de Tito Valerio Nerva y Renovatio Imperii y la colección ¿Sabías que?La entrada Sapor I el terror de Roma se publicó primero en Sergio Alejo Gomez.
July 13, 2022
Sangre en el hielo
Bienvenidos a una nueva entrega de las grandes batallas de las legiones de Roma. Esta semana os traigo un vídeo en el que Ángel Portillo y yo os hablamos de otra de las épicas batallas libradas durante las largas y cruentas guerras marcomanas. Os relataremos el episodio de sangre en el hielo, en el que las valerosas legiones lucharon sobre el lecho de un río congelado contra un nutrido ejército compuesto por jinetes sármatas.
Quedaós con nosotros y disfrutad de nuevo de esta narración, y si os gusta el vídeo, suscribíos al canala, por Roma y por el emperador.
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Sergio Alejo GómezAutor de las sagas literarias de Las Crónicas de Tito Valerio Nerva y Renovatio Imperii y la colección ¿Sabías que?La entrada Sangre en el hielo se publicó primero en Sergio Alejo Gomez.
July 12, 2022
Las campañas de Trajano contra los dacios
Bienvenidos a una nueva entrada de mi blog. Esta semana os quiero hablar brevemente de las campañas de Trajano contra los dacios. Y lo quiero hacer aprovechando que hace muy poquito que he publicado mi última novela, Deuda de sangre, que precisamente esta ambientada en ese período de la historia de Roma.
AntecedentesSi os gustan las novelas históricas de acción, guerra y aventura, no os podéis perder esta, que se ambienta a caballo entre la primera y la segunda guerra dacia
Entrando en materia si os parece, quiero comenzar hablando brevemente sobre la situación vivida previamente a que nuestro querido Optimus Princeps decidiera ponerse en marcha contra la nación dacia. Y si lo hizo, en gran medida fue porque las cosas no les habían ido muy bien a sus predecesores. Para saber el motivo exacto nos remontaremos al invierno del año 85 dC, en el que el rey dacio Duras se vino un poco arriba y lanz´a su ejército contra la provincia romana de Mesia. Los romanos, que no esperaban aquella incursión sufrieron una derrota aplastante, en la que el propio gobernador provincial, Cayo Opio Sabino, pereció.
El sustituto de este, un tal Cayo Nigrino, no lo hizo mucho mejor, y la legión que envió a frenar a los invasores fue también aniquilada. Aquello, sin duda hizo que el emperador, por aquel entonces estaba Domiciano en el trono, tuviera que plantearse algún movimiento un poco más serio. Pero tampoco es que tomara la mejor decisión, ya que envió a su prefecto del pretorio, un tal Cornelio Fusco, que también fue derrotado por los dacios en el año 87, en la llanura de Tapae. La legio V Alaudae fue casi aniquilada por completo, y la VII Claudia, se salvó por los pelos. Aquella fue la victoria que elevó al rey Decébalo hasta lo alto y le erigió en uno de los grandes enemigos de Roma.
De nuevo en TapaeE el año 88, el emperador Domiciano decidió que habá que dar un escarmiento a los dacios. Mandó al general Tertio Juliano que comandara una nueva expedición punitiva para vengar la afrenta anterior. De nuevo los enormes ejécitos se encontraron en la llanura de Tapae, y tras un encarnizado enfrentamiento, pareció que el resultado fue el de tablas. Unas tablas extrañas, ya que Roma acabó pagando un tributo de ocho millones de sestercios. Además de eso, cedió personal con conocimientos técnicos a los dacios para enseñarles los secretos de la construcción romana. Vaya, todo un despropósito.
No había duda de que aquello fue un trato que supuso una vergüenza y una humillación para Roma. Muchos de los senadores criticaron la decisión del emperador, aunque evidentemente no se lo dirían a la cara, ya que ello supondría una muerte segura. La cuestión fue que Domiciano planeó una nueva campaña que debía llevarse a cabo el año 89 dC, aunque al final, un ligero contratiempo, del que os hablaré en otra ocasión, se lo impidió.
Y llegó TrajanoCuando el emperador Trajano ascendió a la púrpura, en el año 98 dC, la política tributaria hacia los dacios, cesó. Ordenó que se dejaran de pagar esos impuestos. Lo que el emperador pretendía era que fueran los dacios los que reaccionaran atacando territorio romano, dándole el casus belli que requería para iniciar la guerra contra ellos.
Se sabe que incluso el rey Decébalo llegó a enviar una embajada a Roma exigiendo que se retomaran los pagos de tributos. Eso obviamente no ocurrió, y Trajano amenazó al rey dacio diciéndole que no volviera a cruzar jamás el Danubio o se enfrentarían a la ira romana. Con eso ya tuvo suficiente y el Senado le concedió en el año 101 la potestad para iniciar su tan ansiada guerra. Reunió un inmenso ejército y se dispuso a darles a los dacios su merecido de una vez por todas. Según las fuentes del momento, llegó a reunir una fuerza de cerca de ciento cincuenta mil hombres, entre legionarios y tropas auxiliares.
Dividió el poderoso ejército en dos cuerpos a la vez que mandanba construir dos puentes con pontones para cruzar el Dabubio. A diferencia de otras ocasiones, Decébalo, consciente de la superioridad de las legiones en campo abierto, no plantó cara, sino que se fue replegando y usando la estrategia de tierra quemada para dejar desabastecido al invasor.
Desenlace de la campañaPero los dacios al ver que las dos columnas romanas se unieros y avanzaron en dirección a la capital, Sarmizegetusa, optaron por plantar batalla de nuevo en la llanura de Tapae. Pese a que los dacios trataron de emboscar a las fuerzas romanas, Trajano no era un aficionado. Preveyendo aquella acción, dividió sus fuerzas y sorprendió a los que debían emboscar a sus hombres. Pero Decébalo y sus hombres combatieron con dureza, ya que estaban defendiendo su tierra. Pese a eso, las legiones se acabaron imponiendo, y los dacios se tuvieron que retirar.
Una vez ocnseguida la victoria, Trajano optó por no avanzar hacia la capital ya que se acercaba el invierno. Ordenó el acuartelamiento y se detuvo la campaña. Pero en el año 102 dC, las operaciones se reemprendieron y tras varias batallas menores, los ejércitos se vieron las caras en una nueva batalla, en Adamclisi. Allí los romanos derrotaron con conundencia a los dacios y sus aliados sármatas roxolanos.
Llegaron después dos embajadas dacias pidiendo la paz, pero ante la contundencia de Trajano, que pedía la rendición absoluta del ejército dacio, el rey se negó y optó por continuar la guerra. Pero ya estaba todo decidido y los romanos acabaron aplastando la poca resistencia presentada. Trajano se declaraba vencedor de los dacios e imponía sus condiciones a los vencidos, entre las que destacaba la de dejar una guarnición en su capital, Sarmizegetusa.
De la primera a la segunda campañaTras la victoria, el emperador se dirigió a Roma para celebrar su correspondiente y merecido triunfo. Además se le otorgó el título de Dacicus. Pero Decébalo, lejos de conformarse con la paz y pasar a ser tributario de Roma, comenzó a tramar sus alianzas para levantarse de nuevo contra los invasores. Estaba claro que el espíritu de los dacios era libre, y no estaban dispuestos a convertirse en vasallos de los romanos.
Así que casi sin darnos cuenta, entramos en la segunda campaña a la que tuvo que hacer frente el gran Trajano. Los dacios se rearmaron relativamente rápido y sin esperar, atacaron a los sármatas yácigos, que eran aliados de Roma. Pero eso no era más que el principio, sino que a principios del año 105 dC, Decébalo cometió un acto atroz. Asesinó a toda la guarnición que estaba acantonada en Sarmizegetusa y secuestro a Longino, el oficial al mando, que a la postre era amigo personal de Trajano.
Durante lo que quedaba del año 105, y parte del 106, el emperador estuvo negociando con Decébalo, y todo para salvarle la vida a su amigo Longino. Pero este, en un acto de honor, al más puro estilo romano, se suicidó, para no ser un obstáculo para su emperador. Aquello cambió la mentalidad de Trajano, que ya no tenía nada que le detuviera. Su objetivo pasó a ser acabar con Decébalo.
Inicio de las operacionesA principios del año 106 dC, el emperador ordenó el inicio de las operaciones. El ejército, inmenso de nuevo, se dividió en tres columnas y atravesó el Danubio, usando la primer de ellas un enorme puente de piedra que había diseñado el arquitecto Apolodoro de Damasco. Las otras columnas avanzaron por otros puntos y fueron arrasando y conquistando fortalezas a su paso. Los antiguos aliados de Decébalo comenzaron a abandonarle a su suerte, sobre todo al ser conscientes del poderío romano. Quizás veían su causa perdida ya de antemano y optaron por no arriesgarse a sufrir la ira de Trajano.
A mediados de verano de ese año, el ejército romano al completo confluyó en la capital del reino y se inició el asedio de Sarmizegetusa. En cuestión de pocos días la ciudad fue tomada e incendiada, sin piedad alguna. Pero Décebalo ya se había marchado. Lo hizo durante el asedio y los romanos no pudieron entregarle a su emperador el tesoro que más deseaba. Trajano envió destacamentos de jinetes por todo el reino dacio, y una unidad dio con él, estaba escondido en un bosque. Para desgracia de los romanos, el rey dacio, al verse acorralado, se quitó la vida. Prefirió eso a ser capturado, a sabiendas de que el calvario que le esperaba si era capturado sería terrible.
Final de la guerraPero los dacios, pese a haberse queddo sin su rey, continuaron con la guerra. Era su única opción, ya que los romanos no iban a darles cancha. Las legiones prosiguieron con su avance y arrasaron toda la provincia sin miramientos. Las fuentes nos hablan de que al finalizar la contienda, cerca de quinientos mil hombres fueron vendidos como esclavos, con su consecuente beneficio para cubrir el gasto de las campañas.
La administración imperial romana, eficaz como era, reorganizó la Dacia como una nueva provincia que se añadía a las ya existentes, y se edificó una nueva capital a unos 40 kilómetros de distancia de la vieja y destruida Sarmizegetusa. Se destacaron dos legiones de manera permanente para vigilar al pueblo dacio, a los que quedaban, pero también las fronteras, ya que era un punto de acceso relevante para las tribus germánicas y de las estepas.
Una apasionante novela que gira en torno a tres personajes: el centurión romano Marcio Agricola, el guerrero dacio Bolumaro, y el emperador Trajano. No te quedes sin tu ejemplar, consíguelo aquí mismo:
Deuda de sangreEspero que este breve relato os haya servido para conocer un poco el proceso de conquista de la Dacia, y si queréis conocer un buen relato de aventuras, guerra y acción ambientado en ese momento histórico, ya sabéis que podéis leer mi última novela.
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Sergio Alejo GómezAutor de las sagas literarias de Las Crónicas de Tito Valerio Nerva y Renovatio Imperii y la colección ¿Sabías que?La entrada Las campañas de Trajano contra los dacios se publicó primero en Sergio Alejo Gomez.
July 6, 2022
El ejército romano en tiempos de Rómulo
Bienvenidos a una nueva entrega de los vídeos de mi canal de YouTube. Hoy comparto con vosotros una versión Xprés en la que mi compañero Ángel Portillo os va a explicar como era el ejército romano en tiempos de Rómulo.
No os lo perdáis porque vais a descubrir algunas cosas muy interesantes. Y recordad, si os gustan los vídeos, suscribíos al canal de YouTube.
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Sergio Alejo GómezAutor de las sagas literarias de Las Crónicas de Tito Valerio Nerva y Renovatio Imperii y la colección ¿Sabías que?La entrada El ejército romano en tiempos de Rómulo se publicó primero en Sergio Alejo Gomez.
June 29, 2022
La XII Fulminata
Bienvenidos a esta sección de vídeos de batallas de las legiones romanas, que estará englobada dentro de la dedicada a vídeos de Calamares a la romana.
Inauguramos esta sección hablando de una épica batalla que libró una de las más emblemáticas legiones durante las guerras Marcomanas, en tiempos del emperador Marco Aurelio. No os perdáis lo que os tenemos que contar, Ángel Portillo y yo sobre la XII Fulminata, o la XII Atronadora, porque en este vídeo entenderéis el motivo por el que se le concedió tal epíteto a esta legión.
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June 22, 2022
La fundación del Imperio Sasánida
Bienvenidos a una nueva entrega de la recientemente creada sección de vídeos de Calamares a la romana.
Esta semana os traigo un par de vídeos en el que os hablo junto a mi compañero de fatigas Ángel Portillo Lucas, de la fundación del Imperio sasánida, aquel que puso contra las cuerdas a los romanos en incontables ocasiones.
¿Que quién fue su fundador? El gran Ardashir, uno de los nobles persas que servía al Gran Rey parto, Artabano IV. Si queréis saber qué ocurrió para que todo cambiara, no os perdáis estos dos vídeos porqué seguro que os ayudan a entender todo este lío.
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Sergio Alejo GómezAutor de las sagas literarias de Las Crónicas de Tito Valerio Nerva y Renovatio Imperii y la colección ¿Sabías que?La entrada La fundación del Imperio Sasánida se publicó primero en Sergio Alejo Gomez.
June 15, 2022
La fundación mítica de Roma
Bienvenidos a esta nueva sección del blog en la que a partir de hoy voy a ir compartiendo los vídeos que voy subiendo a mi canal de YouTube. Como ya sabéis hago tanto directos como vídeos grabados de contenido relacionado con el mundo antiguo en general y con el romano en particular.
Voy a ir compartiendo tanto los vídeos largos, de la sección de Calamares a la Romana, de una media hora de duración, como los más breves de las sección Calamares a la Romana Xprés. Ya veréis que este nuevo formato os permite acceder a un nuevo formato que estoy convencido de que os va a gustar.
Y no se me ocurre una mejor manera de iniciar esta andadura que compartiendo un vídeo breve en el que os hablo sobre la fundación mítica de Roma. En este breve repaso os voy a dar los datos más básicos de la leyenda fundacional de la ciudad eterna. Espero que os guste y que ya de paso, si os gusta el contenido, os suscribáis al canal de YouTube.
Un saludo y nos leemos en siguientes entradas.
Sergio Alejo GómezAutor de las sagas literarias de Las Crónicas de Tito Valerio Nerva y Renovatio Imperii y la colección ¿Sabías que?La entrada La fundación mítica de Roma se publicó primero en Sergio Alejo Gomez.
June 3, 2022
Una nueva República de dos
Bienvenidos a una nueva entrada de mi blog. Esta semana voy a continuar con el relato de los acontecimientos ocurridos después del asesinato de Julio César en los idus del mes de marzo del año 44 a. C. La entrega de hoy, que ya será la cuarta, lleva por título: Una nueva República de dos.
Haciendo un poco de memoria, recordad que dejamos a dos de los tres triunviros como vencedores del choque en Filipos. Tras esa victoria definitiva sobre los libertadores, la cosa se calmó relativamente. Aunque eso no significa que los vencedores no tuvieran problemas con los que lidiar. Sacándose de en medio a los asesinos de César, una de las tareas estaba cumplida, pero quedaban asuntos urgentes de los que ocuparse.
Reorganización provincialSe dibujaba ahora un nuevo tablero de juego. Sin rivales externos a los que enfrentarse, la cosa era entre dos, ya que Lépido, allí en Italia, quedaría poco a poco al margen. Es más, los rumores comenzaron a verter sobre su persona acusaciones de haber intentado pactar con Sexto Pompeyo, el pirata del Mare Nostrum. Se le quitaron algunas de las provincias que se le habían asignado y se le entregaron a Antonio.
Este se había quedado en Oriente reorganizando las provincias y los reinos vasallos, o más bien sangrándolos por haber ayudado a Bruto y a Casio. Ese dinero que les sacó, serviría para ayudar a reasentar a los veteranos. Poniéndonos en la piel de los habitantes de esas ciudades, deberíamos hacernos a la idea de lo duro de la situación. Primero les exprimen aquellos dos para montar un ejército, y posteriormente, los que les derrotan, hacen lo propio alegando que habían ayudado a sus enemigos. ¿Acaso tenían alguna otra opción?
Problemas internosPor su parte, César, que volvió a caer enfermo otra vez, tras su papel secundario en Filipos, donde quedó a la sombra de Antonio, tuvo que regresar a Italia y ponerse manos a la obra con el reparto de tierras a los soldados veteranos. Se presentaba complicado, y más teniendo a Sexto Pompeyo campando a sus anchas por el mar, complicándole mucho las cosas.
Entre tanto, el victorioso Antonio, estaba de gira por Oriente y ya planeaba una campaña contra el Imperio parto. Quería poner en marcha el proyecto del fallecido César, que quedó pendiente. Como vemos, dos escenarios muy distintos eran los que se les presentaban a los triunviros.
César no lo tuvo fácil, y es que se estima que tuvo que planificar el asentamiento de entre 50 y 60 mil hombres que se licenciaban. Y eso era un problema, ya que los legionarios querían quedarse en municipios itálicos. Esos municipios estaban ya ocupados, y ahí se generaría un conflicto ya latente desde tiempo de los Graco.
¿Y dónde asiento a los veteranos?El triunviro no tuvo más opción que elaborar una lista con 18 ciudades itálicas, que deberían ceder tierras a los legionarios. Evidentemente se trataba de nuevo de una expropiación y los perjudicados que se quedaban sin nada, se veían abocados a la miseria. Muchos de ellos no dudaron en organizarse como bandas de salteadores, mientras que otros optaron por ir a Roma y pasar a formar parte de esa plebs urbana.
Una plebs que cada vez era más numerosa y que cada vez tenía menos recursos. Estos escaseaban por todo lo acontecido y, además, por el bloqueo marítimo que estaba llevando a cabo Sexto Pompeyo con su flota. Y el único responsable de ese malestar y de esa crisis global fue César, que tuvo que responder por todo.
Pero incluso y así, no le tembló el pulso y aguantó el chaparrón, ya que tener contentos a los veteranos era garantía. Llegado el caso de necesitarlos, siempre estarían dispuestos a acudir en su ayuda.
Una buena gestión siempre ayudaLe compensó en gran medida dedicarse a reorganizar Italia, y lo hizo ayudado por hombres como Agripa y Mecenas. Estos se convirtieron en piedras angulares de su proyecto. Mientras él invertía ese tiempo y esfuerzo en solventar aquellos problemas, su socio, Antonio, buscaba la gloria de una manera más directa. Era un hombre ávido de acción y no tuvo en cuenta los problemas y necesidades de sus conciudadanos.
Desde Oriente todo se veía distinto, y lo más fácil, crecido como estaba después de ser el héroe de Filipos, era atacar al enemigo parto para seguir estando en la cúspide. Pero ese fue uno de sus errores, que a la larga le acabaría pasando factura. Los romanos poco a poco verían al joven César como el único que velaba por ellos, mientras que Antonio cada vez se veía más como un elemento distanciado de su patria.
La guerra perusinaFue en este momento cuando la esposa de Antonio, Fulvia, y su cuñado, Lucio Antonio, se metieron en medio. Aprovechando la situación compleja del asentamiento de veteranos, alzaron a sus partidarios contra el triunviro. Pero el hermano de Antonio fue demasiado lejos, y buscó que el Senado declarara a César y Lépido enemigos públicos.
¿Estaba Antonio al corriente de las acciones de su hermano en Roma? No se puede asegurar del todo, pero quiero imaginar que mal no le vendría aquella campaña de desprestigio que arrancaron su esposa y su hermano.
Los veteranos de César no tardaron en reaccionar y cogieron de nuevo las armas para defender a su general y sobre todo los decretos que les otorgaban nuevas tierras. Por su parte Lucio Antonio y Fulvia se refugiaron en Perusia y alentaron a los oficiales de las legiones de Antonio en la Galia para que les ayudaran.
¿Guerra cívil?Por suerte, los legados, Ventidio y Asinio fueron prudentes, y no se metieron en ese conflicto antes de obtener la autorización de su general al mando. Incluso cuando Agripa acorraló a los parientes de Antonio en la ciudad, los legados se mantuvieron al margen para no iniciar una nueva guerra civil.
La situación se resolvió con la capitulación de los sitiados a finales de febrero del año 40 a. C., y César tuvo que conformarse con la solicitud de perdón del hermano de su socio. No podía reprimirle porque se arriesgaba a fracturar la débil alianza. Aunque Lucio salió indemne, la ciudad de Perusia, que le había dado cobijo, pagó un alto precio. Fue saqueada y cayeron algunos de los senadores hostiles a los triunviros que aún quedaban libres.
El regreso de Antonio a ItaliaLa situación estaba lejos de calmarse, ya que pronto César recibió noticias de que Antonio regresaba con su flota y legiones desde Oriente. Había estado ocioso el último año en Egipto, disfrutando de la compañía de Cleopatra, a la que había dejado encinta.
Había descuidado también la provincia de Siria, que fue invadida por el ejército parto al mando del príncipe Pacoro y del romano Quinto Labieno, hijo de unos de los prestigiosos generales de César, Tito Labieno. Este que no había estado en Filipos, se encargó de pedir ayuda al rey Orodes e incitó el inicio de esa guerra.
Pero por si eso no bastara, la ciudad portuaria de Brundisium, cerró las puertas a Antonio y este no dudó en atacarla. El clima de tensión era elevado, y César acudió a levantar el asedio, siendo conocedor de que su colega había sido tentado por Sexto Pompeyo para aliarse. Como veis, todo apuntaba de nuevo a otra guerra civil. Pero por fortuna, los propios legionarios obligaron a sus generales a pactar, ya que estaban cansados de combatir entre ellos. Se plantaron y mediante la oficialidad obligaron a los triunviros a buscar una salida pacífica a aquello.
Fueron Mecenas y Asinio Polión los que hablaron en nombre de sus superiores y llegaron a un acuerdo. Se firmó el acuerdo de Brundisium y se llevó a cabo un nuevo reparto de territorios. Esta vez fue más sencillo, César las provincias Occidentales y Antonio las Orientales. Lépido se quedó solo con África. Cada vez le tocaba menos al pobre infeliz.
Un triunvirato de dosAdemás de eso, se les concedió a ambos el mando de sendas campañas. A Antonio la guerra contra la levantisca Partia, que como ya os he comentado antes había entrado en Siria e iniciado una invasión de territorio romano. A César la que le enfrentaría al rebelde Sexto Pompeyo. Este acuerdo fue sellado con una alianza matrimonial, y la hermana de César, Octavia, que había enviudado recientemente, fue entregada en matrimonio a Antonio. La cuestión fue que al menos aquella unión vaticinaba una renovación de la alianza y espantaba el fantasma de una nueva guerra entre romanos.
La situación se relajó hasta el punto que César contrajo matrimonio con su segunda esposa, Escribonia, que a la postre era hermana del suegro de Sexto Pompeyo. Quizás al hacerlo buscaba un acercamiento también con el rebelde. Aunque eso ya era más complicado, ya que el hijo del Magno no estaba dispuesto a ceder a ningún acuerdo. Se sintió traicionado por Antonio, que prefirió aliarse de nuevo con su colega y le dejó de lado.
La reacción fue dura y contundente, y con su flota sembró de nuevo el pánico en las costas de Italia a la vez que recrudecía el bloqueo para hacer pasar hambre a los romanos. En la primavera del 39 a. C., César se vio forzado por la situación crítica a buscar un pacto con Pompeyo. En Miseno se reunieron para ratificar el control del rebelde de las provincias de Cerdeña, Córcega y Sicilia, a la que se sumó el Peloponeso.
Duró el tiempo suficiente, un año, para que César pudiera aliviar la presión y planeara con detalle cómo acabar con la amenaza del pirata. Inteligente y sagaz, el joven triunviro no iba a permitir que aquel traidor se saliera con la suya, y solo era cuestión de tiempo enviarle con su padre.
De la frágil paz, a la guerraEn ese impas de tiempo, César se divorció de Escribonia, justo el día en el que nació su única hija, Júlia, y se casó con Livia. Obviamente ya sabéis que la mujer estaba casada con Tiberio Claudio, antiguo opositor suyo, que no tuvo más remedio que divorciarse de ella para entregársela.
A principios del año 38 a. C., Pompeyo, que no había recibido aún el Peloponeso, reactivó las operaciones marítimas. Pero en aquel momento, el triunviro estaba preparado, y con una nueva flota, comandada por su fiel Agripa, que se había encargado de reclutar la tripulación y entrenarla en Cumas. Además, contó con el apoyo de Antonio en su guerra. Este no lo hizo por solidaridad, sino que buscó algo a cambio también: ayuda para su campaña en Partia. Acordaron un intercambio de tropas, César le prestaba legionarios, y Antonio le cedía barcos para la flota. Un acuerdo en el que todos ganaban.
Así pues, para comienzos del año 37 a. C., la flota de Antonio apareció en Tarento para apoyar a César en su guerra contra el pirata Pompeyo. Pero sorprendentemente, César rechazó su ayuda, ya que se sentía tan fuerte como para derrotar él solo a su rival. La tensión entre ambos hombres afloró de nuevo y fue la mediación de Octavia la que calmó de nuevo los ánimos.
El acuerdo de TarentoEn Tarento se renovó el acuerdo y César retrasó un año el ataque a la vez que aceptaba 120 barcos de guerra de Antonio. A cambio le entregaba 20 mil legionarios para su campaña en Oriente. A la postre, se alargó el triunvirato durante cinco años más, pese a que el anterior mandato había vencido unos meses atrás. De todo esto, el joven César fue el que mayor beneficio sacó, ya que obtuvo barcos y jamás llegó a cederle a su cuñado esos legionarios que le había prometido.
Adentrándonos ya en esa guerra contra Pompeyo, sabemos que las operaciones se retomaron en verano del año 36 a. C. Se reunió una poderosa fuerza, naval y terrestre en la isla de Sicilia, punto en el que Sexto concentraba sus recursos. César sufrió una dolorosa derrota en el estrecho de Mesina, dejando claro que su papel como general distaba mucho de igualar al de estadista y político.
Por fortuna acudió al rescate el mismo de siempre: Agripa. Quien, en septiembre de ese mismo año, entabló una dura batalla contra su enemigo en aguas de Nauloco. La victoria del general de César fue aplastante y obligó a Pompeyo a forzar la evacuación de sus tropas de la isla, dejándola en manos de sus rivales.
El final de Sexto Pompeyo y la caída de LépidoEscapó con vida y consiguió huir a Oriente, tratando de retomar las conversaciones con Antonio. Al principio el triunviro se mostró cordial, pero a medida que comprobó que el hijo de Pompeyo estaba reorganizándose para atacar de nuevo no le quedó más opción que encargarle a uno de sus lugartenientes que le enviara al reino de Plutón.
Pero la campaña contra el pirata no acabó con Nauloco, si no que el tema se complicó cuando el olvidado Lépido, que había cedido legiones africanas a la guerra, reclamó el control de Sicilia. Ese fue un grave error, ya que César movió sus influencias y se personó en el campamento de su socio e instó a sus numerosas legiones a unirse a él. Tuvo fortuna o quién sabe si el hecho de que agarrara un águila y se hiciera seguir de los portaestandartes al exterior del recinto, tuvo algo que ver en su éxito.
La cuestión fue que él tenía mucho más carisma que Lépido, que fue incapaz de convencer a sus propios soldados. Estos tampoco tardaron demasiado en abandonarle a su suerte para seguir a un hombre que les prometía fama y riquezas. Lépido quedó desplazado y fue obligado a desprenderse de sus poderes. Fue desterrado a Circei, donde pasó lo que le quedaba de vida, al menos conservando la dignidad vitalicia de ser Pontífice Máximo.
La provincia de África pasó entonces al control de César mientras que el desdichado Lépido vivió una cómoda y larga vida. De hecho, César jamás lo vio como una amenaza, ya que de haberlo sido no habría dudado en deshacerse de él sin más.
Una nueva reorganización provincialCésar era el amo y señor de Occidente, ya que Antonio estaba sumido en lo suyo contra los partos, que fue de todo menos sencillo. El Senado reconoció el nuevo orden y le concedió al joven un recibimiento al final de la larga marcha triunfal que llevó a cabo por toda Italia. Empezaba un nuevo período para Roma, sin enemigos internos de los que preocuparse, ahora tocaba restablecer el orden y solventar los asuntos más sociales.
César era el nuevo héroe para la República y los senadores estaban cansados de guerra por lo que no dudaron en agasajar a su nuevo señor. Llegaron incluso a concederle algo inaudito, la sacrosanctitas, es decir aquella inviolabilidad que solo tenían los tribunos de la plebe.
Él a cambio le concedió al pueblo muchas cosas, como la restitución de esclavos que había liberado para que sirvieran en su flota, la limpieza de los caminos de salteadores, la entrega de parcelas en Italia, Sicilia y la Galia a 20 mil veteranos. Además de la admisión de muchos centuriones en las curias municipales, obteniendo una promoción en la vida civil que le garantizaba lealtad a César.
Y mientras tanto, Antonio en Oriente…Mientras tanto en Oriente, Antonio había iniciado su guerra contra los partos, buscando recuperar el orgullo herido tras el desastre de Craso en Carras. Además, había que detener a los impetuosos enemigos que habían osado atacar la misma provincia de Siria aprovechándose de la situación de guerra interna que tenían los romanos.
Aunque no tuviera los hombres prometidos por César, Antonio poseía un imponente ejército y decidió que en el 36 a. C. ya había llegado la hora de ponerse en marcha. El triunviro había logrado reunir entre 15 y 18 legiones, apoyadas por las correspondientes unidades de auxiliares y los aliados de los reinos vasallos. Después de los ocurrido en el año 41-40 a. C. con los partos, no estaba dispuesto a que se cometiera el mismo error.
Pero los fantasmas del pasado volvieron a aparecer, y el ejército romano cayó en una celada muy bien trenzada, y se vio obligado a abandonar las máquinas de guerra y el convoy de avituallamiento. Los jinetes partos, rápidos y letales con sus arcos, no tuvieron piedad y acabaron con los pocos hombres que protegían aquella parte fundamental del ejército romano.
El grueso de las tropas de Antonio se quedó sin apenas comida estando en territorio enemigo. El triunviro se vio obligado a replegarse como pudieron, mientras los partos no dejaban de acosarlos. Lo que en principio debía ser una conquista a la altura de la de Alejandro de Macedonia, acabó transformándose más en una huida al más puro estilo Anábasis de Jenofonte.
Una campaña desastrosaTras cuatro semanas de duro acoso, el ejército romano llegó a territorio seguro, pero pagando un alto precio. Se perdieron a más de una cuarta parte de los legionarios, además de seguidores, aliados y bestias de carga y tiro. Y aún tuvo suerte de que los partos no decidieran invadir territorio romano, porque no habría sido capaz de detenerlos.
Lo que en teoría podría haber supuesto un éxito, fue realmente un fracaso. Antonio se quedó con las ganas de haberlo logrado y por ende de quedar de nuevo por encima de César. Los partos se erigieron de nuevo en un enemigo temible y Roma jamás lograría conquistarlos.
Mientras tanto, en la parte Occidental, sin guerras civiles de las que preocuparse, el ejército del joven César pasó a cumplir su antigua función: conquistar territorios extranjeros. Así pues, el siguiente objetivo militar fue Iliria, situada al oeste de la zona que ocupaba la antigua Yugoslavia. Fueron tres años consecutivos de campañas, que pese a ser exitosos, no fueron espectaculares.
En Roma, la situación también fue próspera, ya que César llevó a cabo un amplio programa de reformas y construcciones que le reportó mucha más fama de la que ya tenía. Se fraguaba algo en el ambiente y el joven triunviro tenía que tener tantos apoyos como pudiera.
Hasta aquí la entrega de esta semana. Estad atentos porqué en pocos días volveré a publicar la siguiente entrega de esta magnífica saga.
Un saludo a todos.
Sergio Alejo GómezAutor de las sagas literarias de Las Crónicas de Tito Valerio Nerva y Renovatio Imperii y la colección ¿Sabías que?La entrada Una nueva República de dos se publicó primero en Sergio Alejo Gomez.


